Enviado por Revolucion Mundial el
En la edición anterior anunciamos el inicio de la serie para denunciar de manera sistemática la trampa electoral, comenzamos recordando la posición marxista sobre el significado histórico del parlamentarismo y las elecciones en la ascendencia y la decadencia del capitalismo, demostrando que la permanencia de estos instrumentos del capital se debe a su función mistificadora contra el proletariado. En esta ocasión, hacemos un breve recuento de la vida política de la burguesía al menos en los últimos veinte años para hacer un balance de la situación que guardan sus esfuerzos para llevar adelante y sostener su proyecto económico y político que se ha dado, tanto para hacer frente a la creciente agudización de la crisis, como a las necesidades sociales y políticas que le reclama su dictadura sobre la clase obrera.
¿Cuál es el proyecto económico y político de la burguesía?
Desde mediados de los 80, cuando la agudización de la crisis económica cuestionó las estructuras de organización rígidas del capitalismo para enfrentar la agudización de la competencia en el mercado internacional, a la burguesía se le impuso un proyecto para adaptarse a las nuevas condiciones en dos planos:
a) Económico: limitar la propiedad estatal, con la idea de animar el mercado, eliminando sectores productivos poco rentables, pero sobre todo pensando que con ello animarían en crecimiento de la inversión y empuje del proceso de acumulación, esto es lo que llamaron la «modernización» del aparato productivo mediante la introducción de las «reformas de primera generación».
b) Político: transformar el esquema político imperante desde 1929 donde el anacrónico régimen de partido único (PNR-PRM-PRI) se sucedió en el gobierno por décadas y ya no podía sostenerse frente a las exigencias de una renovación profunda del juego electoral que diera nuevos bríos al espantajo de la democracia; en este rubro, se inscribe la «reforma política»1, reforzando con ello el juego de partidos, definiendo una mejor geometría política al crear por primera vez, con el PRD, a un partido fuerte de izquierda, y definiendo a instituciones electorales como el IFE.
El arranque de este proceso podemos ubicarlo durante la administración de Miguel de la Madrid (82-88). En él se asestó un primer golpe al equilibrio dentro del partido estatal (PRI) con la introducción de la llamada corriente neoliberal que en adelante encadenaría varias acciones para desmantelar el antiguo régimen político usufructuario de la estatización generalizada de la economía: modificación del marco jurídico burgués, tenencia de la tierra, privatización de servicios públicos, petroquímica, comunicaciones, financiamiento bancario, inversión energética, legislación laboral y sindical, etc., que por décadas había dado un sostén a la ideología de la «revolución mexicana» de la burocracia priísta; los siguientes equipos, también, promovieron la alternancia de los partidos en el gobierno, primero en los estados (Salinas, 88-94) y luego en la presidencia (Zedillo, 94-2000).
Este proyecto, a grandes rasgos enunciado, provocó una resistencia encarnizada y feroz por parte de la burocracia propietaria gobernante (la cual cínicamente se autodenominaba la «familia revolucionaria») que derivó en una serie de pugnas sangrientas al interior de la burguesía a finales del sexenio de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994): asesinatos, atentados, escándalos de corrupción, etc., las cuales casi resultan en la pérdida de control del proyecto, debido a que el gobierno de Salinas representó el esfuerzo más audaz de la fracción modernizadora de la burguesía mexicana (que incluso asestó duros golpes a los cacicazgos regionales, sindicales y a la misma estructura corporativa de masas del PRI).
El sexenio de Zedillo, parecía una especie de tregua entre las fracciones de los llamados «tecnócratas» y los «dinosaurios» aunque en realidad la polarización producida en el PRI expresaba la acumulación de las tensiones sobre todo con relación a la sucesión presidencial del 2000. Sabido es que los llamados «modernizadores» del PRI tuvieron éxito en su estrategia de hacer triunfar a un candidato ajeno a su partido (es memorable el mensaje apurado de Zedillo a media noche reconociendo antes del conteo preliminar el triunfo de Fox).
Un sexenio de ajustes
El sexenio de Fox ha visto recrudecer las pugnas interburguesas a niveles que recuerdan las tensiones de hace diez años. Aunque con el «espectacular» cambio de partido en el gobierno federal la burguesía logra oxigenar sus instituciones de dominación y relanzar la campaña democrática, los resultados han sido menores al nivel de lograr la cohesión y disciplina de las diferentes fracciones de la clase dominante. Desde el 2000 hemos notado una agudización de los enfrentamitos, revelando claramente la dinámica que impone el proceso de descomposición del capitalismo. El enfrentamiento se da no solo entre los diferentes partidos políticos sino también al interior de los mismos, y se ha visto integrarse de forma decidida en esta confrontación a sectores de de la misma iglesia, del ejército y, por supuesto, de las mafias del narcotráfico, que dicho sea de paso, se revelan de forma abierta como prolongación directa de los grupos de poder existentes en el interior del Estado.
Estas pugnas interburguesas expresan las resistencias a la cesión de concesiones, impidiendo el avance de una cohesión de la burguesía alrededor del Estado. La burguesía ha visto con preocupación el estancamiento en que se han quedado las acciones económicas y políticas que se suponía iban a ser impuestos por este equipo de gobierno, debido a las divisiones entre las diferentes fracciones que han estado anteponiendo sus conveniencias de grupo a los intereses generales de su clase, ejemplo de ello es la realización de las llamadas reformas estructurales de segunda generación las cuales han sido recurrentemente obstaculizadas sobre todo por la vieja estructura del PRI.
El eje central que cruza este entramado de pugnas es el enfrentamiento entre los «dinosaurios» denominados ahora «nacionalistas» y los «tecnócratas neoliberales» a quienes los enfrenta la sórdida puja por el poder estatal que siempre es sinónimo de beneficios económicos y políticos. Esta ciega e irracional lucha por imponerse políticamente impide que las fracciones logren un acuerdo armonioso para avanzar, como un espejo roto en mil pedazos, cada grupo o capitalista por separado, reflejan un fragmento de apreciación de la situación.
Los últimos acontecimientos (escándalos mediáticos) tienen una relación y están en continuidad con los habidos casi desde el inicio del sexenio de Fox pues la intención era continuar con el golpeteo directo contra el PRI: el escándalo del «Pemexgate» puso al descubierto la forma facciosa de operar del partido de estado con relación a su corporativismo sindical y el manejo patrimonialista de las empresas estatales; la respuesta habida estuvo a la altura del golpe y la contraofensiva del PRI en la forma del escándalo de los «Amigos de Fox» logró emparejar los marcadores. Luego, en la primera mitad del sexenio el PRI tuvo serios reveses en el reparto de gobiernos en municipios y estados, sin embargo, desde el 2003 su recuperación ha sido espectacular no sólo en las elecciones de gobernador sino municipales, diputaciones, senadurías; lo cual planteó a la burguesía una preocupación mayúscula pues su reanimación perfilaba una tendencia muy positiva con vistas a las federales del 2006, y de remate las últimas elecciones de gobernadores en algunos estados como el de México y Nayarit demostraron la maquinaria perfeccionada y lista para lograr a toda costa el triunfo en el 2006.
Los golpes por debajo de la mesa no han cesado, en asunto del desafuero de López Obrador, estuvo comandado por el núcleo duro del PRI y el mismo Fox... Hace apenas unos cuantos meses se produjo un impactó mediático con las declaraciones de la cacique sindical del SNTE, Elba Esther Gordillo, quien reveló en un noticiero de TV que las reformas que permiten cobrar el IVA a medicinas y alimentos se negociaron en la casa de Carlos Salinas con la asistencia Roberto Madrazo. En el mismo tono se encuentra la eliminación en la carrera presidencial de Arturo Montiel. De igual forma a través de la TV se ventila las acciones de corrupción y enriquecimiento de tan «prestigiado» priísta...
Este recuento nos revela que la burguesía no ha podido decidir en orden y en cohesión, quién será su representante, sin embargo se esfuerza por definir un perfil del programa político y económico al que debe de ajustarse la fracción que logre imponerse, en ese nivel se encuentra el llamado «acuerdo de Chapultepec».
¿Cuál es la situación actual?
A nueve meses de las elecciones federales y vista sobre la mesa las estrategias del juego, las tensiones y los ajustes de cuentas se agravarán sobre manera; en realidad, los trabajadores no tienen ninguna opción en este circo, son los grupos de la clase dominante los que están tratando, mediante este mecanismo de imponer su decisión. Usarán todo tipo de recursos y en particular los medios de comunicación (escritos y electrónicos) para orientar e inducir los votos de los ciudadanos para asegurar el resultado deseado. Sin embargo, aún cuando es evidente que las elecciones son medios controlados por la burguesía, la descomposición social generalizada que provoca una tendencia creciente a la pérdida de control y al cada quien a lo suyo, al interno de la clase dominante, impide que se lleve en una forma «armónica», por el contrario la atomización de las facciones, empuja a una mayor agudización de la pugna.
Dentro de este panorama caótico, parece asomarse la intención de desplazar y neutralizar a aquellas fracciones más anquilosadas e incapaces de asumir la modernización y democratización de su aparato económico y político. No nos toca a nosotros adivinar qué facción se impondrá, sino marcar tendencias generales que permitan a la clase obrera orientarse para descubrir las trampas que cada fracción de la burguesía le pone. Lo que es importante remarcar, es que los trabajadores no tienen ningún interés en apoyar a tal o cual fracción de los capitalistas pues sus objetivos les son completamente ajenos.
En los artículos que siguen, trataremos la situación de cada uno de los partidos más importantes, la estrategia general en el país, la estrategia de la burguesía al nivel internacional y latinoamericano, para hacer un seguimiento sistemático de esta mistificación electoral y parlamentaria que, representa para la burguesía, más que nunca, una necesidad vital dado el desgaste de sus instituciones y políticos profesionales, lo cual le exige una renovación de su juego político, so pena de ver mermada la capacidad de su entramado estatal de dominación capitalista.
RR/Octubre del 2005
Notas:
1Como se ve, este plan tiene muchas semejanzas con los procesos de transformación económica y política en la ex URSS, identificados con los nombres de «perestroika» al nivel económico y «glasnot» en el terreno político.