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Prólogo
Como de costumbre, los congresos de la CCI y las reuniones de su Buró Internacional examinan 3 temas principales relativos a la situación internacional y que tienen el mayor impacto en nuestra intervención: las contradicciones económicas del capitalismo, los conflictos imperialistas y la evolución de la lucha de clases. Dicho esto, nunca se debe descuidar el examen de la vida política del enemigo de clase, la burguesía, entre otras cosas porque permite completar nuestro conocimiento de la sociedad contra la que luchamos y también puede aportar claves para comprender los 3 temas principales. Según una visión totalmente reduccionista, y por tanto falsa, del marxismo, el punto de partida es la situación económica del capitalismo, que determinaría los conflictos imperialistas y el nivel de la lucha de clases. Hemos señalado a menudo que la realidad no es tan simple, en particular considerando las citas de Engels sobre el lugar de la economía, en última instancia, en la vida de la sociedad.
Esta necesidad de examinar la vida política de la burguesía está presente en numerosos escritos de Marx y Engels. Uno de los textos más conocidos y notables sobre este tema es “El 18 brumario de Luis Bonaparte”. En este documento, aunque se refiere brevemente a la situación económica de Francia y Europa, Marx se propone dilucidar una especie de enigma: cómo y a través de qué proceso la revolución de 1848 condujo al golpe de Estado del 2 de diciembre de 1851, que dio plenos poderes a un aventurero, Luis Napoleón Bonaparte. Al hacerlo, Marx nos presenta un cuadro vívido y profundo del funcionamiento político de la sociedad francesa de su época. Por supuesto, sería absurdo trasladar el análisis de Marx a la sociedad actual. En particular, el papel que desempeña hoy el Parlamento no tiene nada que ver con el de mediados del siglo 19º. Dicho esto, es fundamentalmente en el método utilizado por Marx, el materialismo histórico y dialéctico, donde podemos encontrar una fuente de inspiración para analizar la sociedad actual.
La importancia de un examen sistemático de la vida política de la burguesía para la comprensión del mundo actual ha sido verificada en varias ocasiones por la CCI, pero merece la pena destacar un episodio particularmente significativo: el del hundimiento del bloque del Este y de la Unión Soviética en 1989-90. La caída del muro de Berlín, el 9 de noviembre de 1989, constituyó una enorme sorpresa para la mayoría de los grupos políticos proletarios y los “especialistas” burgueses que, hasta la víspera de esa fecha, estaban lejos de pensar que las dificultades encontradas por los países del bloque llevarían a su derrumbe brutal y espectacular. Sin embargo, la CCI había previsto este gran acontecimiento dos meses antes, a principios de septiembre de 1989 mientras se redactaban las “Tesis sobre la crisis económica y política en la URSS y Europa del Este”. Éstas son muy claras:
- “…teniendo en cuenta que el factor prácticamente único de cohesión del bloque ruso es la fuerza armada, toda política que tienda a hacer pasar a un segundo plano este factor lleva consigo la fragmentación del bloque. El bloque del Este nos está dando ya la imagen de una dislocación creciente (…). Fenómeno similar es el que se puede observar en las repúblicas periféricas de la URSS (…) Los movimientos nacionalistas que favorecidos por el relajamiento del poder central del partido ruso se desarrollan hoy (…) llevan consigo una dinámica de separación de Rusia. A fin de cuentas, si el poder central de Moscú no reaccionara asistiríamos a un fenómeno de explosión no sólo del bloque ruso sino igualmente de su potencia dominante. En una dinámica así, la burguesía rusa, clase hoy dominante de la segunda potencia mundial, no se encontraría a la cabeza más que de una potencia de segundo orden, mucho más débil que Alemania, por ejemplo.” (Punto 18).
- “Pero cualquiera que sea la evolución futura de la situación en los países del Este, los acontecimientos que hoy los están zarandeando son la confirmación de la crisis histórica, del desmoronamiento definitivo del estalinismo, de esa monstruosidad símbolo de la más terrible contrarrevolución que haya sufrido el proletariado. En esos países se ha abierto un periodo de inestabilidad, de sacudidas, de convulsiones, de caos sin precedentes cuyas implicaciones irán mucho más allá de sus fronteras. En particular el debilitamiento del bloque ruso, que se va a acentuar aún más, abre las puertas a una desestabilización del sistema de relaciones internacionales y de las constelaciones imperialistas que habían surgido de la II Guerra mundial con los acuerdos de Yalta”. (Punto 20).
- “Los acontecimientos que hoy están agitando a los países llamados “socialistas”, la desaparición de hecho del bloque ruso, la bancarrota patente, definitiva, del estalinismo a nivel económico, político e ideológico, constituyen el hecho histórico más importante desde la II Guerra Mundial junto con el resurgimiento internacional del proletariado a finales de los años 60”. (Punto 22).
- Esta capacidad de prever lo que iba a ocurrir en el bloque del Este no era el resultado de un talento particular para leer bolas de cristal, sino de un seguimiento regular y de un análisis en profundidad de la situación y de la naturaleza de los países de este bloque[1]. Es por ello por lo que toda una primera parte de las Tesis recuerda lo que ya habíamos escrito sobre esta cuestión, para situar los acontecimientos de 1989 en el marco de lo que habíamos identificado anteriormente, en particular durante las luchas obreras en Polonia en 1980. En las tesis se citan principalmente 3 artículos publicados en la Revista Internacional en 1980-81:
- “La dimensión internacional de las luchas obreras en Polonia”, Revista Internacional 24[2],
- “Un año de luchas obreras en Polonia”, Revista Internacional 27,
- “Europa del Este: Crisis económica y las armas de la burguesía contra el proletariado”, Revista Internacional 34[3].
No es éste el lugar para reseñar estos escritos, fácilmente accesibles en nuestra página web. Sólo podemos recordar dos ideas importantes que, entre otras, guiaron nuestro análisis del hundimiento del bloque del Este una década más tarde:
- “Al forzarla a una división de tareas a la que la burguesía de Europa del Este es estructuralmente refractaria, las luchas proletarias de Polonia han creado una contradicción viva. Aún es demasiado pronto para predecir cómo se resolverá esta contradicción. Ante una situación históricamente inédita, la tarea de los revolucionarios es ponerse a analizar modestamente los hechos” (Revista Internacional 27).
- “... si el bloque americano puede perfectamente 'gestionar' la 'democratización' de un régimen fascista o militar cuando ello resulta útil (Japón, Alemania, Italia, en la posguerra; Portugal, Grecia, España, en los años 70), la URSS no puede acomodarse a ninguna 'democratización' al seno de su bloque. (…) Un cambio de régimen político en un país 'satélite' conlleva la amenaza directa de que ese país se una al bloque contrario.” (Revista Internacional 34).
Hoy en día, el examen de la vida política de la burguesía conserva toda su importancia. La herramienta metodológica que utilizamos para este examen es, evidentemente, nuestro análisis de la descomposición, más particularmente la cuestión de la pérdida de control por parte de la clase dominante de su juego político, en la que el auge del populismo es una manifestación importante. Este informe desarrollará principalmente esta cuestión del populismo por 2 razones centrales:
- de una parte, este auge del populismo no ha hecho más que intensificarse en los últimos años;
- de otra parte, los análisis que hemos adoptado hasta la fecha sobre esta cuestión no están exentos de debilidades; debilidades que debemos identificar y rectificar.
II. El auge del populismo: la expresión más espectacular de la pérdida de control de la burguesía sobre su aparato político
a) El populismo, un producto puro de la descomposición del capitalismo
Es tardíamente, en el XXII Congreso de Révolution Internationale (nuestra sección en Francia) en mayo de 2016, que la CCI empezó a hacer el balance de la importancia del fenómeno populista a escala internacional. En ese mismo Congreso, el debate sobre la resolución relativa a la situación en Francia puso de manifiesto la falta de manejo y claridad sobre esta cuestión. Así, se aprobó una moción en la que se insistía en la necesidad de lanzar un debate en toda la CCI. Un año más tarde, la resolución sobre la lucha de clases internacional adoptada por el 22º Congreso de la CCI decía sobre el fenómeno populista: “El auge actual del populismo ha sido alimentado, por tanto, por estos diversos factores -la crisis económica de 2008, el impacto de la guerra, del terrorismo y de la crisis de refugiados- y aparece como una expresión concentrada de la descomposición del sistema, de la incapacidad de las dos principales clases de la sociedad para ofrecer a la humanidad una perspectiva de futuro.” Si bien esta afirmación contenía un análisis válido, otros puntos de la resolución hacían mayor hincapié en la permeabilidad de la clase trabajadora como factor determinante en el desarrollo del populismo. Además, el fenómeno populista no se evaluaba realmente a la luz de las propias dificultades de la burguesía desde la entrada en la fase de descomposición. Estas ambigüedades expresaban la falta de homogeneidad que se acompañaba por una tendencia en el seno de la CCI a ocultar el marco defendido en las Tesis sobre la Descomposición para comprender la vida política de la burguesía en el período histórico actual. Esta deriva fue particularmente evidente en el texto “Contribución sobre el problema del populismo” y también en el artículo “Brexit, Trump, Contratiempos para la burguesía que en nada son un buen presagio para el proletariado” publicado unos meses antes en la Revista Internacional 157. Formalmente, estos dos textos presentan efectivamente el populismo como una expresión de “la descomposición de la vida política burguesa”: “como tal, es el producto del mundo burgués y de su visión del mundo - pero sobre todo de su descomposición”[4]. Por todo ello, es importante constatar hasta qué punto las Tesis no constituyen el punto de partida del análisis sino sólo un elemento de reflexión entre otros[5]. De hecho, estos dos textos sitúan otro factor en el centro del análisis: “El ascenso del populismo es peligroso para la clase dominante porque amenaza su capacidad para controlar su aparato político y mantener la mistificación democrática que es uno de los pilares de su dominación social. Pero no ofrece nada al proletariado. Al contrario, es precisamente la debilidad del proletariado, su incapacidad para ofrecer otra perspectiva a la amenaza de caos del capitalismo, lo que ha hecho posible el ascenso del populismo. Sólo el proletariado puede ofrecer una salida al callejón sin salida en el que se encuentra la sociedad actual, y no podrá hacerlo si los trabajadores se dejan embaucar por los cantos de sirena de los demagogos populistas que prometen un imposible retorno a un pasado que, en cualquier caso, nunca existió”[6]. Haciendo un paralelismo entre el auge del populismo y el auge del nazismo en los años 30, la contribución concluye: “… si el proletariado es incapaz de presentar su alternativa revolucionaria al capitalismo, la pérdida de confianza en la capacidad de la clase dominante para “hacer su trabajo” conduce en última instancia a una revuelta, una protesta, una explosión de un tipo totalmente diferente, una protesta que no es consciente sino ciega, orientada no hacia el futuro sino hacia el pasado, que no se basa en la confianza sino en el miedo, no en la creatividad sino en la destrucción y el odio.” En otras palabras, el principal factor del desarrollo y auge del populismo en la política burguesa se encontraría en lo que equivale a una derrota política de la clase obrera[7].
De hecho, todos los aspectos que alimentan el “catecismo” populista (el rechazo a los extranjeros, el rechazo a las “élites”, la teoría de la conspiración, la creencia en el hombre fuerte y providencial, la búsqueda de chivos expiatorios, el repliegue sobre la comunidad autóctona... ) son ante todo el producto de los miasmas y la putrefacción ideológica que transmite la falta de perspectiva de la sociedad capitalista (explícita en el punto 8 de las Tesis sobre la descomposición), en la que la clase capitalista es afectada en primer lugar. Pero la irrupción y el desarrollo del populismo en la vida política de la burguesía estuvieron determinados sobre todo por una de las principales manifestaciones de la descomposición de la sociedad capitalista: “la creciente dificultad de la burguesía para controlar la evolución de la situación en el plano político. La base de este fenómeno es, claro está, que la clase dominante cada día controla menos su aparato económico, infraestructura de la sociedad. (…) La falta de la menor perspectiva (si no es la de ir parcheando la economía) hacia la cual pueda movilizarse como clase, y cuando el proletariado no es todavía una amenaza de su supervivencia, lleva a la clase dominante, y en especial a su aparato político, a una tendencia a una indisciplina cada vez mayor y al sálvese quien pueda”. (Tesis 9).
Es, pues, sobre la base del continuo agravamiento de la crisis económica, así como de la incapacidad de la burguesía de movilizar a la sociedad para la guerra mundial que la desintegración y el desmoronamiento del aparato político encuentran sus principales fuerzas motrices. Este fermento histórico se ha manifestado principalmente en una tendencia creciente a la indisciplina, a la división, al cada uno para sí, y, en última instancia, a la exacerbación de las luchas de camarillas en el seno del aparato político. Este fermento ha proporcionado el terreno fértil para la aparición de facciones burguesas con una retórica cada vez más irracional, capaces de surfear sobre las ideas y los sentimientos más nauseabundos, cuyos líderes se comportan como auténticos jefes de bandas que vandalizan las relaciones políticas, con el objetivo de hacer valer sus propios intereses a toda costa, en detrimento de los intereses del capital nacional.
De este modo, si bien la incapacidad del proletariado para abrir el camino a una perspectiva distinta de la del caos y la barbarie capitalista no puede sino reforzar las manifestaciones de descomposición como el populismo, no significa, sin embargo, que esto constituya el factor activo. Además, los dos últimos años han refutado de forma contundente tal análisis. Por un lado, hemos asistido a una reanudación muy significativa de las luchas obreras, que contiene un desarrollo de la reflexión y la maduración de la conciencia. Por otra parte, bajo el efecto de un agravamiento sin precedentes de la descomposición, el auge del populismo se ha confirmado a pesar de todo plenamente. En definitiva, la tesis presentada en la contribución sobre el populismo está en total contradicción con el análisis de la CCI, que identifica dos polos en la situación histórica actual. Además, equivale también a negar el análisis de la ruptura histórica y/o a pensar que el desarrollo de la lucha obrera puede hacer retroceder las tendencias populistas. Por último, también nos lleva a subestimar el hecho de que la burguesía explotará el populismo contra la clase obrera.
b) La amplificación del fenómeno populista
La victoria del Brexit en el Reino Unido en junio de 2016, seguida de la llegada de Trump al poder en Estados Unidos unos meses más tarde, supuso un avance espectacular del populismo en la vida política de la burguesía. Esta tendencia ha continuado desde entonces, haciendo del populismo un factor decisivo e irreversible en la evolución de la sociedad capitalista.
Varios países europeos están ahora gobernados en su totalidad o en parte por facciones populistas (Países Bajos, Eslovaquia, Hungría, Italia, Finlandia, Austria). En el resto de Europa, los partidos populistas o de extrema derecha han seguido subiendo en las encuestas y en los sufragios, sobre todo en Europa Occidental. Según algunos estudios, los partidos populistas podrían imponerse en 9 países de la Unión Europea (UE) en las elecciones europeas de junio de 2024. Pero el alcance del fenómeno se extiende claramente más allá del marco europeo. En Sudamérica, después de Brasil, ahora le toca vivirlo a Argentina con la llegada al poder de Javier Milei. Pero si el populismo es un fenómeno general, es importante para nuestro análisis apreciar sobre todo su irrupción en el seno de los países centrales, ya que tal dinámica no sólo tiene un impacto desestabilizador sobre la situación de los países afectados, sino también sobre el conjunto de la sociedad capitalista. En la actualidad, dos países en particular deben ser objeto de atención: Francia y Estados Unidos.
En Francia, el partido Rassemblement national (RN, Agrupación Nacional) logró un resultado histórico en las elecciones legislativas de junio de 2022, con 89 diputados en los escaños de la Asamblea Nacional. Según un “sondeo secreto” encargado por el partido derechista Les Républicains a finales de 2023, RN podría obtener entre 240 y 305 escaños en caso de elecciones anticipadas tras una eventual disolución de la Asamblea Nacional. Del mismo modo, su victoria en las elecciones presidenciales de 2027 es un escenario cada vez más creíble. Tal situación agravaría sin duda la crisis política a la que se enfrenta la burguesía francesa. Pero, sobre todo, dada la proximidad de RN a la facción de Putin, esto agravaría las divisiones en el seno de la UE y debilitaría su capacidad para aplicar su política pro-ucraniana. Así, a diferencia de la burguesía alemana, que por el momento parece haber encontrado los medios que le permitan contener el riesgo de que la AfD (Alternativa para Alemania) llegue al poder (a pesar del aumento de la influencia de esta formación en el seno del juego político alemán), la burguesía francesa parece ver su margen de maniobra cada vez más limitado debido al fuerte descrédito de la facción Macron, en el poder desde hace 7 años, pero sobre todo debido a la exacerbación de las divisiones en el seno del aparato político[8].
Pero es sobre todo el posible regreso de Trump a la Casa Blanca en las elecciones presidenciales de noviembre de 2024 lo que marcaría una profunda agravación de la situación no sólo en EE. UU. sino en el conjunto de la situación internacional. La acentuación de las fuerzas centrífugas y la tendencia a la pérdida de liderazgo mundial han lastrado durante muchos años la capacidad del Estado norteamericano para dotarse de la facción más adaptada para defender sus intereses, a la imagen de la llegada al poder de los neoconservadores a principios de los años 2000. La era Obama no puso fin a esta tendencia, ya que la llegada de Trump al poder en 2017 no hizo sino exacerbarla. Al día siguiente de su derrota en enero de 2021, Adam Nossiter, el jefe del Buró del New York Times en París aseguraba: “En seis meses, ya no oiremos hablar de él, lejos del poder, será nada”. Es necesario constatar que esta profecía del periodista fue ampliamente desmentida. En los últimos cuatro años, las facciones más responsables de la burguesía estadounidense no han conseguido “ponerle fuera del juego”. A pesar de las numerosas impugnaciones judiciales, campañas de desprestigio e intentos de desestabilizar a sus más allegados, el regreso de Trump a la Casa Blanca en las elecciones presidenciales de noviembre de 2024 constituye un escenario cada vez más probable. Su victoria en las recientes primarias republicanas demostró incluso el fortalecimiento del trumpismo dentro del partido conservador, en detrimento de las facciones más responsables.
En cualquier caso, una victoria de Trump provocaría una verdadera onda de choque sobre la situación internacional, particularmente en el terreno imperialista. Al poner en duda la continuidad del apoyo a Ucrania, o al amenazar con condicionar la protección estadounidense a los países de la OTAN por su solvencia, la línea política estadounidense debilitaría a la UE y comprendería el riesgo de agravar el conflicto ruso-ucraniano. En cuanto a la guerra de Gaza, las últimas declaraciones “críticas” de Trump sobre Netanyahu no parecen cuestionar el apoyo incondicional de la derecha religiosa republicana a la política de tierra quemada aplicada por el gobierno israelí. ¿Cuáles serían las consecuencias de la victoria de Trump en este sentido?
En términos más generales, el regreso del estandarte populista a Washington tendría un gran impacto en la capacidad de la burguesía para hacer frente a las manifestaciones de la descomposición de su propio sistema. Así, la victoria de Trump podría significar:
- Una nueva salida del acuerdo climático de París por parte de la potencia que es segunda mayor emisora de CO2.
- Una política cada vez más aislacionista y agresiva en el plano económico.
- Un agravamiento de la violencia social y de la desintegración del tejido social a través de la cruzada contra las “minorías”.
- Un empeoramiento del caos político alimentado por el espíritu de venganza y la voluntad de ajustar cuentas tanto dentro del partido republicano como, más ampliamente, dentro del aparato político. Como dijo Trump el pasado diciembre en Fox News: “No seré un dictador, ¡salvo el primer día!”.
Sin embargo, debemos ser cautelosos y no pensar que la suerte está echada. Al contrario, el resultado de las elecciones presidenciales es más imprevisible que nunca. Tanto por el grado de desestabilización del aparato político estadounidense como por las profundas y duraderas divisiones de la sociedad norteamericana, acentuadas tanto por la retórica populista como por la campaña anti-Trump de la administración Biden.
III. Las diversas estrategias de las burguesías para contener el populismo
A diferencia del ascenso del fascismo en la década de 1930, el populismo no es el resultado de una voluntad deliberada por parte de los sectores dominantes de la burguesía. Así, las facciones más responsables de la burguesía siguen intentando aplicar estrategias para contenerlo. El informe sobre el impacto de la descomposición en la vida política de la burguesía para el 23º Congreso de la CCI en 2019 evaluó estas diferentes estrategias:
- la política anti populista,
- la adaptación o absorción de las ideas populistas,
- la constitución de gobiernos populistas,
- la refundación de la división izquierda/derecha.
¿Qué eficacia han tenido en los últimos cinco años? Como afirma la resolución sobre la situación internacional del 25º Congreso de la CCI, “el auge del populismo, engrasado por la ausencia total de perspectiva ofrecida por él capitalismo y el desarrollo del “cada uno para sí” a nivel internacional, es probablemente la expresión más clara de esta pérdida de control, y esta tendencia ha continuado a pesar de los contra movimientos de otras facciones más “responsables” de la burguesía (por ejemplo, el reemplazo de Trump y el rápido desprendimiento de Truss en el Reino Unido).” En consecuencia, aunque las facciones más responsables no han permanecido inactivas, estas diversas estrategias han demostrado ser cada vez menos eficaces y no pueden constituir una respuesta viable y sostenible.
a) Las políticas anti populistas (Francia / Alemania / EE. UU.)
Como se mencionó anteriormente, la campaña para intentar desacreditar y eliminar a Trump de la carrera presidencial aún no ha dado sus frutos. Al contrario, los diversos procesos que se han intentado contra él han reforzado globalmente su popularidad entre una parte significativa del electorado estadounidense. Al mismo tiempo, la nueva candidatura de Biden, de 81 años, que ha mostrado públicamente claros signos de senilidad, no es evidentemente una ventaja para la burguesía estadounidense. Tanto más cuanto que los ataques económicos del Gobierno han acentuado enormemente su descrédito. Sin embargo, esta elección por defecto (a pesar de los desacuerdos dentro del partido) expresa una crisis de renovación de la dirección del partido, pero, sobre todo, profundas divisiones al seno del aparato político del partido, que repercuten en el electorado. Así, el descontento de la comunidad árabe con la postura de Estados Unidos en la guerra de Gaza hace que exista el riesgo de una derrota en el Estado “oscilante” de Michigan. Del mismo modo, la creciente influencia de la ideología wokista e identitaria, defendida por el ala izquierda del partido, podría provocar un alejamiento de algunas minorías y de los jóvenes, más preocupados por el deterioro de las condiciones de trabajo y de existencia. En particular, las encuestas parecen mostrar que una parte del electorado afroamericano podría dejarse seducir por Trump.
En Francia, aunque la burguesía logró una vez más repeler a RN en las elecciones presidenciales de 2022 mediante la reelección de Macron, esta hazaña no estuvo exenta de efectos colaterales. Los múltiples ataques a la clase obrera desde 2017, así como la falta de experiencia y el amateurismo que se manifiesta regularmente, solo han servido para aumentar el ya muy desarrollado descrédito del ejecutivo. El peligro real de una amplia victoria de RN en las elecciones europeas obligó a Macron a cambiar de gobierno nombrando a un primer ministro joven y leal (G. Attal) que debía dirigir la cruzada contra RN hasta a junio. Sin embargo, este gobierno atraviesa las mismas dificultades que el anterior, a pesar de la intensificación de la retórica contra RN e incluso del intento de la mayoría de recuperar ideas de extrema derecha.
Pero la mayor debilidad reside fundamentalmente en las divisiones y en la actitud de “sálvese quien pueda” que gangrena cada vez más el juego político, incluso dentro de los distintos partidos y, en primer lugar, dentro del bando presidencial. La mayoría relativa obtenida por el partido gubernamental en las elecciones legislativas ha acentuado la tendencia a las fuerzas centrífugas. Ante las dificultades para forjar alianzas estables sobre las reformas clave, el gobierno se ve obligado a recurrir regularmente al artículo 49.3, que le permite prescindir del voto de los diputados de la Asamblea. Del mismo modo, los partidos tradicionales, que la burguesía hundió en gran medida en las elecciones de 2017, siguen más fragmentados que nunca, como es el caso del partido de derecha Les Républicains. Este heredero del partido gaullista, que ha estado en el poder la mayor parte del tiempo desde la fundación de la V República en 1958, cuenta ahora con sólo 62 diputados y está formado por al menos tres tendencias cuyas fracturas son cada vez más marcadas. Así, esta crisis política podría perjudicar seriamente la capacidad de la burguesía para presentar un candidato creíble capaz de defenderse de Marine Le Pen, cuyas posibilidades de victoria en las elecciones de 2027 nunca han sido tan altas. Mientras tanto, la burguesía francesa podría enfrentarse a otros obstáculos. ¿Qué pasaría en caso de una derrota estrepitosa de la lista macronista en las elecciones europeas? Del mismo modo, la derecha amenaza ahora con presentar una moción de censura si el gobierno decide subir los impuestos. Una aventura a la que otros partidos de la oposición, en particular RN, se sumarían. Un resultado así conduciría a elecciones legislativas anticipadas con un escenario imprevisible, sin contar el hecho de que se acentuaría el caos político en el que está inmersa la burguesía francesa.
En cuanto a Alemania, el informe de 2019 concluía: “la situación es compleja y la renuncia de Merkel a la presidencia de la CDU (Unión Demócrata Cristiana de Alemania) -y por tanto en el futuro al cargo de canciller- anuncia una fase de incertidumbre e inestabilidad para la burguesía dominante en Europa”. El estallido de la guerra en Ucrania ha afectado especialmente a la línea política tradicional de la clase dirigente alemana. Internamente, el debilitamiento de los partidos tradicionales (SPD -Partido Socialdemócrata de Alemania- y CDU) ha continuado, lo que ha obligado a formar coaliciones que unen a los tres principales partidos en un momento en que las relaciones son cada vez más conflictivas. Al mismo tiempo, Alemania no está exenta del auge del populismo y la extrema derecha. De hecho, el partido populista AfD se ha convertido en el segundo partido de Alemania en términos electorales. A diferencia de RN en Francia, algunas de cuyas posiciones muestran signos de responsabilidad, las posiciones políticas del AfD (rechazo de la UE, xenofobia, apertura hacia Rusia, etc.) están, por el momento, fuertemente en contradicción con los intereses del capital nacional como para permitirle participar al más alto nivel del gobierno. Sin embargo, su postura contraria a la élite gubernamental y su condena como total opositor a la integridad del Estado federal lo convertirán en un punto de encuentro durante mucho tiempo para los votantes contestatarios.
b) La absorción de las ideas populistas por los partidos tradicionales: la evolución de la situación política en el Reino Unido.
“El Brexit vino acompañado de la transformación del centenario partido Tory en un caos populista que relegó a la marginalidad a políticos experimentados y encumbró a puestos gubernamentales a mediocres ambiciosos y doctrinarios, que luego perturbaron la competencia de los ministerios que dirigían. La rápida sucesión de primeros ministros conservadores desde 2016 es testimonio de la incertidumbre que reina en el timón político”[9]. Los 44 días de caos político bajo el gobierno de Liz Truss en septiembre-octubre de 2022 fueron una vívida ilustración de ello. Aunque esta elección podría haber representado una ruptura con el populismo, estuvo sobre todo marcada por la defensa de una política radicalmente ultraliberal y el fantasma de una “Gran Bretaña Global” que no correspondía absolutamente a los intereses globales del capital británico. Sin embargo, la llegada de Sunak al poder fue un intento del Estado de preservar su credibilidad democrática y la de las instituciones estatales y gubernamentales: “el gobierno de Sunak, a pesar de la influencia del populismo, modificó ciertos aspectos del Protocolo de Irlanda del Norte para sortear algunas de las contradicciones del Brexit, y se sumó al proyecto europeo Horizon, sin poder superar la huida de la economía. El rey Carlos fue enviado a Francia y Alemania como embajador para mostrar la dignidad que le quedaba a Gran Bretaña. Por último, el despido de Suella Braverman y el nombramiento de Lord Cameron como ministro de Asuntos Exteriores es una expresión más de este intento de limitar el creciente virus populista dentro del partido, pero su futura dirección y estabilidad siguen siendo profundamente inciertas, entre otras cosas porque el mismo virus es una realidad internacional, sobre todo dentro de la clase dirigente estadounidense”.
c) ¿La refundación de la división izquierda/derecha?
El informe sobre el impacto de la descomposición en la vida de la burguesía afirmaba: La tercera estrategia prevista, es decir la reanudación de la oposición entre derecha e izquierda para cortar la hierba bajo los pies del populismo, no parece estar siendo realmente aplicada por la burguesía. Por el contrario, los últimos años se han caracterizado por una tendencia irreversible hacia el declive de los partidos socialistas. Esta tendencia se ha confirmado en los últimos años. Si bien esta configuración resiste en algunos países (España y el Reino Unido en particular), el declive irreversible de la socialdemocracia y, más en general, de los partidos gubernamentales tradicionales, así como la dificultad en muchos países europeos para estructurar nuevas formaciones de izquierda (La France Insumise en Francia, Podemos en España, Die Linke en Alemania) debido a las luchas de camarillas que estas formaciones también están experimentando, muestran la tendencia al desarrollo de coaliciones cada vez más frágiles. Es el caso de España, por ejemplo, donde el PSOE se apoya en fuerzas opuestas para mantenerse en el poder: por un lado, la derecha chovinista catalana y, por otro, el partido de extrema izquierda SUMAR, por parte del cual Yolanda Díaz es vicepresidenta segunda del Gobierno. Este gobierno “Frankenstein” refleja la fragilidad del PSOE, que sigue siendo la única fuerza capaz de gestionar las tendencias separatistas dentro del Estado.
d) La constitución de gobiernos populistas
La llegada al poder de partidos populistas y de extrema derecha es un escenario que puede convertirse en un elemento importante de la situación política de la burguesía en los próximos años, sin por ello engendrar las mismas consecuencias en todas partes. Mientras que los años de poder de Trump, de Bolsonaro y Salvini han marcado un aumento de la inestabilidad política, se ha constatado una capacidad por parte de otros sectores del aparato estatal para canalizar o frenar sus aspiraciones más irracionales y descabelladas. Así ocurrió, por ejemplo, durante la presidencia de Trump, con la incesante lucha emprendida por una parte de la administración estadounidense para controlar la imprevisibilidad de las decisiones presidenciales. Amplios sectores de la burguesía, en particular dentro de las propias estructuras del Estado, han logrado oponerse a la tentación de un acercamiento o incluso de una alianza con Rusia, asegurando así el triunfo de la opción de las facciones dominantes de la burguesía. O como se constató en el caso de Italia, durante el gobierno de Salvini, también es posible que los populistas acepten “poner agua en su vino” abandonando ciertas medidas o reduciendo el tono de sus promesas, particularmente en el ámbito social. Así lo demostró también recientemente la decisión del líder del PVV (Partido por la Libertad), Geert Wilder, en Holanda, de renunciar a tomar el poder al no poder formar una coalición.
e) La distinción entre el populismo y la extrema derecha
La posibilidad de que partidos populistas lleguen al poder, y la realidad de un hecho como el ocurrido en Italia, pone de relieve que no se pueden identificar populismo y extrema derecha. Este país está gobernado por una alianza entre la derecha tradicional (Forza Italia fundada por Berlusconi), la Lega populista de Salvini y el partido de inspiración neofascista de Meloni, Fratelli d'Italia (Hermanos de Italia), cuyo símbolo sigue siendo la llama tricolor del antiguo MSI (Movimiento Social Italiano), abiertamente mussolinista. Existen, por supuesto, importantes similitudes entre la Lega y el partido de Meloni, en particular la retórica xenófoba contra los inmigrantes, especialmente los musulmanes, lo cual les permite competir en el escenario electoral. Al mismo tiempo, el lema de Fratelli d'Italia (FI), “Dios, Patria y Familia”, revela la inspiración tradicionalista de este partido, que lo distingue de la Lega. Esta última, aunque puede invocar valores tradicionales, es más bien anticlerical y más “antisistema” que los FI. En Francia encontramos esta diferencia entre la extrema derecha populista, representada por RN de Marine Le Pen, y la extrema derecha tradicional representada por el partido Reconquête[10]. No es casualidad, por otra parte, que, en la primera vuelta de las elecciones presidenciales de 2022, Zemmour quedara segundo (detrás de Macron, que se ha convertido en el político más favorecido por la burguesía) en los “beaux quartiers” (“barrios hermosos”) de París, obteniendo el triple de votos que Marine Le Pen, mientras que esta última aplastó completamente a Zemmour en las localidades “populares”. Y es cierto que los discursos de Le Pen contra la política económica de Macron, como la supresión del Impuesto sobre el Patrimonio y la reforma de las pensiones, caen muy mal entre la burguesía clásica. De hecho, con mayor o menor éxito en los distintos países, estamos asistiendo a un intento de ciertos sectores de la burguesía de capitalizar los temores en torno a las cuestiones de la inmigración, la inseguridad y el terrorismo islámico, que hasta ahora han sido el pilar de la propaganda del populismo, para dar nueva vida a una extrema derecha “presentable” desde el punto de vista de la clase dominante, con un programa más compatible con sus intereses. Es así como Zemmour siempre ha afirmado que su programa económico era el mismo que el de la derecha clásica, representada hasta ahora en Francia por el partido Les Républicains, heredero del partido gaullista. Lo que propuso en el momento de las elecciones presidenciales de 2022 fue una alianza con este partido, argumentando que Marine Le Pen nunca podría ganar las elecciones por sí sola. De momento, esta política de Zemmour ha fracasado, ya que Rassemblement National se ha colocado a la cabeza de las encuestas y podría ganar las elecciones presidenciales de 2027, lo que preocupa mucho a la burguesía. En cambio, es una política que ha tenido éxito en Italia ya que Meloni ha demostrado una notable capacidad para llevar a cabo una política acorde con los intereses burgueses y ha aventajado ampliamente a Salvini.
El populismo no es una corriente política promovida por los sectores más previsores y responsables de la burguesía y ya ha causado daños a los intereses de esta clase (particularmente en el Reino Unido) pero, entre las cartas de las que dispone la clase dominante para intentar limitar estos daños, está precisamente este impulso a una extrema derecha “tradicional” para competir o debilitar al populismo.
IV. El impacto de la “gangsterización” de la sociedad y su penetración en el Estado
Desde finales de los años ochenta, el gansterismo y la delincuencia, alimentados en gran medida por el tráfico de drogas, se han disparado a escala mundial. Este fenómeno, ya destacado en las Tesis sobre la Descomposición, va acompañado de una increíble corrupción en el seno del aparato político: “la violencia y la delincuencia urbana han estallado esparciéndose en numerosos países de América Latina y también en los suburbios de ciertas ciudades europeas, en parte, pero no exclusivamente, en relación con el tráfico de drogas. En cuanto al narcotráfico y al enorme peso que ha adquirido en la sociedad, incluso en términos económicos, puede decirse que corresponde a la existencia de un «mercado» en constante expansión como consecuencia del malestar y la desesperación crecientes que afectan a todos los sectores de la población. En cuanto a la corrupción y todas las manipulaciones que conforman la “delincuencia de cuello blanco”, los últimos años han estado llenos de descubrimientos (como los “Papeles de Panamá”, que no son más que una ínfima punta del iceberg del gangsterismo en el que están cada vez más sumidas las finanzas)” (Informe sobre la descomposición hoy, 2017).
Es importante poder identificar los principales efectos de este fenómeno en la vida política de la burguesía. La colusión cada vez más evidente entre el crimen y las facciones políticas del aparato estatal tiende a transformar el juego político en verdaderas guerras de bandas, a veces con el telón de fondo de una tendencia al colapso de las instituciones políticas. Se trata sin duda de la forma más aguda y desenfrenada de la tendencia a acentuar las divisiones y la fragmentación del aparato político burgués. La situación política en Haití es sin duda el ejemplo más caricatural. Pero muchos otros países de América Central y del Sur se han visto particularmente afectados por este fenómeno durante décadas. Como la guerra interna que estalló a plena luz del día a principios de enero entre el Estado ecuatoriano y las bandas criminales: “La actual facción burguesa que controla el aparato de Estado está directamente vinculada al grupo agroindustrial exportador e importador más poderoso de Ecuador. Su entrada triunfal al Palacio Carondelet se inició con leyes financieras que beneficiaron directamente a este grupo, con la aprobación del PSC (Partido Social Cristiano) y los correístas del RC5 (Revolución Ciudadana). El resultado fue un país sumido en la miseria y la corrupción endémica en todos los niveles del Estado, penetrado por todos lados por los cárteles mexicanos de la droga (Jalisco Nueva Generación y Sinaloa) asociados con narcotraficantes peruanos y colombianos. Las mafias albanesa, china, rusa e italiana también están muy presentes. Y una sociedad desbordada por el crimen organizado nacional, los organismos de control y gestión de mercancías vinculados a los cárteles mexicanos o a las mafias mencionadas”.
También hay que señalar que la precipitación en los ajustes de cuentas entre facciones tiene consecuencias en el aumento de las tensiones entre Estados nacionales. Por ejemplo, el asalto de la policía ecuatoriana a la embajada mexicana en Quito, el 5 de abril, para extraer al exvicepresidente acusado de corrupción por el gobierno de Noboa, fue un verdadero acto de vandalismo contra las reglas del decoro burgués, y sólo contribuye a la inestabilidad diplomática en esta parte del mundo.
El sistema político en Rusia también está especialmente marcado por la gangsterización de las relaciones políticas. El clientelismo, la corrupción y el nepotismo son los principales engranajes del “sistema Putin”. Es una cuestión a tomar en cuenta concerniente al análisis de los riesgos que pesan en el futuro de la federación de Rusia: “…desde la supervivencia política de Putin hasta la de la Federación de Rusia y el estatus imperialista de esta última, las cuestiones derivadas de la derrota en Ucrania están cargadas de consecuencias: a medida que Rusia se hunde más en los problemas, existe el riesgo de que se produzcan ajustes de cuentas, o incluso enfrentamientos sangrientos entre facciones rivales” (Informe sobre las tensiones imperialistas, 25º Congreso de la CCI). La rebelión del grupo Wagner en junio de 2023, seguida de la liquidación de su líder Prigozhin dos meses después, y la severa represión sufrida por la facción prodemocracia (el asesinato de Navalny) han confirmado plenamente la magnitud de las tensiones internas y la fragilidad de Putin y su círculo íntimo, que no dudan en defender sus intereses por todos los medios, a la manera de un auténtico jefe mafioso. El papel central que ocupa el gansterismo en el sistema político ruso desempeña, por tanto, un papel activo en el riesgo de ruptura de la Federación Rusa. Del mismo modo, los ajustes de cuentas armados en el seno de la antigua nomenklatura soviética contribuyeron a la profunda desestabilización resultante de la implosión del bloque del Este. Pero después de más de tres décadas de descomposición, las consecuencias de esta dinámica podrían desembocar en una situación mucho más caótica. El desmembramiento de la federación en varias mini Rusias y la proliferación de armas nucleares en manos de señores de la guerra incontrolables representarían una verdadera carrera hacia el caos a escala internacional.
Sin embargo, aunque estas manifestaciones de la descomposición ideológica y política de la sociedad están particularmente avanzadas en las zonas periféricas del capitalismo, esta tendencia también es cada vez más evidente en los países centrales:
- En las democracias, si bien los enfrentamientos (a veces violentos) entre facciones rivales no son nada nuevo y se expresan generalmente en el marco de las instituciones y del “respeto al orden”, empiezan a adoptar formas particularmente caóticas y violentas: “El asalto al Capitolio por parte de los partidarios de Trump el 6 de enero puso de relieve el hecho de que las divisiones dentro de la clase dominante, incluso en el país más poderoso del planeta, se están profundizando y corren el riesgo de degenerar en enfrentamientos violentos, incluso en guerras civiles” (“Resolución sobre la situación internacional”, Revista Internacional 170).
- La corrupción y la malversación de fondos asolan ahora todo el cuerpo político, hasta los más altos niveles de los Estados, como han puesto de manifiesto los escándalos de los “Papeles Panamá” y el Qatargate (en los que están implicados eurodiputados, asistentes parlamentarios, representantes de ONG y organizaciones sindicales). Esto no hace sino acentuar el descrédito de las distintas facciones políticas, en particular a las que se presentan como las más íntegras, dando así crédito al discurso populista anti-élites de “todo el mundo está podrido”.
En el siglo 19, Marx señalaba que el país más avanzado de la época, Inglaterra, indicaba la dirección en la que se desarrollarían los demás países europeos. Hoy, es en los países menos desarrollados donde encontramos las manifestaciones más caricaturales del caos que recorre el planeta y que afecta cada vez más a los países más desarrollados. La constatación por Marx en su época era una ilustración del hecho de que el modo de producción capitalista se encontraba aún en su fase ascendente. La constatación que podemos hacer hoy sobre el avance del caos en la sociedad es una ilustración (¡otra más!) del callejón sin salida histórico en el que se encuentra el capitalismo, de su decadencia y de su descomposición.
CCI, diciembre de 2023
[1] Evidentemente, la esencia de este marco de análisis había sido transmitida a la CCI por el camarada MC sobre la base de reflexiones que ya habían tenido lugar en la Izquierda Comunista Francesa, pero también sobre la base de reflexiones que el camarada había llevado a cabo a medida que se desarrollaban los acontecimientos. Ver nuestros artículos: MARC: De la Revolución de Octubre de 1917 a la Segunda Guerra Mundial, Revista Internacional 65; Marc, parte 2: de la Segunda Guerra Mundial a la actualidad, Revista Internacional 66
[2] No disponible en español. Ver Revista Internacional 24 en francés o inglés
[3] No disponible en español. Ver Revista Internacional 34 en francés o inglés
[4] “Contribución sobre el problema del populismo”.
[5] El párrafo sobre “populismo y descomposición” sólo aparece en el último tercio de la contribución.
[6] “Brexit, Trump: contratiempos para la burguesía que en nada son un buen presagio para el proletariado”, Revista Internacional 157.
[7] Cabe señalar que este análisis también se reflejó en algunos documentos elaborados y adoptados por la CCI. Por ejemplo, el Informe sobre el impacto de la descomposición en la vida política de la burguesía (Revista Internacional 164) afirma, al hablar del populismo, que su causa determinante es “la incapacidad del proletariado para plantear su propia respuesta, su propia alternativa a la crisis del capitalismo”.
[8] Ídem. Véase el capítulo III del informe.
[9] Resolución sobre la situación en Gran Bretaña, documento interno.
[10] De forma algo paradójica, este partido está dirigido por Éric Zemmour, cuyo nombre indica sus orígenes judíos sefardíes. Para superar esta “desventaja” frente a su clientela tradicionalista, que sigue sintiendo simpatías por el mariscal Pétain, jefe de la colaboración con la Alemania nazi, Zemmour no dudó en declarar que Pétain había salvado vidas judías (lo que contradicen todos los historiadores serios).