Cuando el proletariado fue traicionado en vísperas de la Primera Guerra Mundial y conducido a las trincheras por la socialdemocracia, los pocos revolucionarios que habían permanecido fieles al internacionalismo no cedieron a los llamados a la “Unión Sagrada” contra el “militarismo alemán” para unos, o contra “el zarismo autocrático” para otros.
¡Todo lo contrario! Cuando la histeria chovinista estaba en su apogeo, incluso en las filas del proletariado, primero se reunieron en Zimmerwald en 1915, a pesar de la confusión de muchos de ellos, luego al año siguiente en Kienthal. Los revolucionarios que fueron los más claros sobre la nueva situación que se abría con la guerra, la "izquierda de Zimmerwald", en particular los bolcheviques, entablaron una feroz lucha dentro de estas conferencias para esclarecer el camino a seguir y mantener bien enarbolada la bandera del internacionalismo y la autonomía del proletariado en su lucha: la clase obrera no tiene que elegir un bando y no tiene que alinearse detrás de los intereses de tal o cual clase social; la única salida para detener la guerra, ¡es la lucha autónoma e internacional del proletariado sobre la base de sus intereses específicos!
Durante la Segunda Guerra Mundial, pináculo atroz de varias décadas de contrarrevolución, las fuerzas revolucionarias, las de la Izquierda Comunista, aunque débiles y dispersas, nunca dejaron de denunciar la guerra e intervenir en su clase para recordarle, en un contexto sumamente difícil, que tenía que desarrollar sus luchas contra todas las formas de imperialismo. Una vez más, las organizaciones revolucionarias no esperaron de brazos cruzados que el proletariado se movilizara en masa contra la guerra. Más bien, buscaron actuar como una punta de lanza decidida en la defensa del internacionalismo, destacando la necesidad de derrocar el sistema capitalista, a pesar de que el proletariado, en el contexto de la Segunda Guerra Mundial, era absolutamente incapaz de llevar a cabo esta tarea titánica.
Siguiendo los pasos de nuestros predecesores, varias organizaciones revolucionarias, incluida la CCI, suscribieron, y difundieron, tras la invasión del ejército ruso a Ucrania, una “Declaración conjunta [3]”(1) que comenzaba con estas palabras: “Los proletarios ¡No tienen patria! ¡Abajo todas las potencias imperialistas! En lugar de la barbarie capitalista: ¡el socialismo!”.
Aquellos que no ven más allá de la punta de sus narices no dejarán (¡y no han fallado!) de mofarse de este llamado de un puñado de pequeñas, inaudibles y desconocidas organizaciones de la clase obrera. No nos hacemos ilusiones, sabemos perfectamente que solo una parte ínfima de la clase tuvo acceso a esta declaración, que su influencia en las filas del proletariado sigue siendo muy minoritaria.
Pero también sabemos de dónde venimos, recordamos las lecciones de Zimmerwald, de Kienthal y de la lucha de la Izquierda Comunista durante la Segunda Guerra Mundial: los “puñados de organizaciones pequeñas, inaudibles y desconocidas” de entonces supieron ponerse a la altura de sus responsabilidades, conscientes de la necesidad de reagrupar las fuerzas revolucionarias sobre la base de un esclarecimiento político serio, para una intervención decidida y lo más clara posible dentro del proletariado. Como señala la “Declaración Conjunta”: “Ante la aceleración del conflicto imperialista en Europa, las organizaciones políticas basadas en el legado de la Izquierda comunista continúan enarbolando la bandera de un internacionalismo proletario coherente y proporcionando un punto de referencia para quienes defienden los principios de la clase obrera. Es por esto que las organizaciones y grupos de la Izquierda Comunista, hoy pocos y poco conocidos, han decidido publicar esta declaración conjunta y difundir lo más ampliamente posible los principios internacionalistas que se forjaron contra la barbarie de las dos guerras mundiales”. ¡Esta es la tarea que hoy deben plantearse los revolucionarios consecuentes! No se trata de ver pasar la historia desde el balcón disertando hábilmente sobre el estado del mundo: los revolucionarios son combatientes, no académicos. Tampoco se trata de lanzarnos en una agitación política artificial, de inventarse una influencia dentro de la clase obrera pensando en barrer sus inmensas dificultades con el poder de nuestras palabras y la justeza de nuestras posiciones. Tal actitud inmediatista, no puede conducir más que a la desmoralización, o peor aún al oportunismo más desvergonzado en un intento de ganar, por concesiones de principios, una influencia que no tenemos ni podemos tener en la situación actual.
Ahora bien, si el proletariado aún no está en condiciones de luchar directamente contra la guerra imperialista, ha demostrado su capacidad de levantar la cabeza frente a las consecuencias de la guerra y de la crisis económica. Durante meses, el proletariado en el Reino Unido ha estado en lucha. Por supuesto, la burguesía, sus partidos de izquierda y sus sindicatos, hacen todo lo posible por canalizar la ira y dirigirla hacia los callejones sin salida, del corporativismo o el electoralismo, de las luchas parcelarias o interclasistas. Sin embargo, millones de trabajadores salieron a las calles para desahogar su ira, discutir y negarse a agachar la cabeza. ¡Esto, en un país que no conocía ninguna lucha significativa desde hacía 40 años! En muchos otros países se expresa la ira, se multiplican las luchas para rechazar la inflación, despidos y "reformas" de la burguesía. Estas luchas son un fermento para el desarrollo de la conciencia de clase. Corresponde, pues, a los revolucionarios no solo defender allí la autonomía de la lucha de clases contra las trampas tendidas por la burguesía, sino también establecer el vínculo entre los ataques sufridos por el proletariado en todos los países y la crisis histórica del capitalismo, de la cual la guerra es una expresión caricaturesca a la vez que un poderoso acelerador.(2) Cuanto más armados políticamente estén los revolucionarios para defender esta orientación, más decisiva será su influencia, al menos inicialmente, entre los trabajadores en búsqueda de posiciones de clase.
La otra lección de la experiencia de las conferencias de Zimmerwald y Kienthal es la necesidad de construir la organización revolucionaria. Sin el Partido Mundial del Proletariado, sin esta parte más consciente y decidida de la clase obrera, no puede haber lucha revolucionaria victoriosa contra la crisis y las guerras del capitalismo. Tanto en Zimmerwald y Kienthal, como en el seno de la Izquierda Comunista, los revolucionarios, a pesar de las dificultades, las confusiones, a veces los errores, siempre han buscado confrontar sus puntos de vista, defendiendo la necesidad del debate dentro del campo proletario en torno a cuestiones divergentes. Por ello en las conferencias de 1915 y 1916, a pesar de profundos desacuerdos, tampoco dudaron en unirse y publicar un Manifiesto para defender lo que tenían en común:
EG , 30 de diciembre de 2022
1 Véase Declaración Conjunta de Grupos de la Izquierda Comunista Internacional sobre la Guerra en Ucrania.
2 Véase, nuestro volante internacional: “La burguesía impone nuevos sacrificios, la clase obrera responde con la lucha”, en la Revista Internacional 169.
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Hace 130 años cuando las tensiones entre potencias capitalistas crecían en Europa, Federico Engels planteó la disyuntiva para la humanidad: Socialismo o Barbarie.
Esta se concretó en la Primera Guerra Mundial que estalló en 1914 y causó 20 millones de muertos, otros 20 millones de inválidos, y en el caos de la guerra se produjo la pandemia de la gripe española con más de 50 millones de muertos.
La revolución en Rusia 1917 y las tentativas revolucionarias en varios países acabaron con la carnicería y mostraron la otra cara del dilema histórico planteado por Engels: el derrocamiento del capitalismo a nivel mundial por la clase revolucionaria -el proletariado- abriendo la posibilidad de la sociedad comunista.
Sin embargo, lo que viene a continuación:
el aplastamiento de la tentativa mundial revolucionaria de 1917-23, la brutal contrarrevolución en Rusia perpetrada por el estalinismo adoptando la bandera del “comunismo”;
la masacre del proletariado en Alemania, iniciada por la Socialdemocracia1 [8] y rematada por el nazismo;
el alistamiento del proletariado y su masacre en este país;
el alistamiento de los proletarios bajo las banderas del antifascismo y la defensa de la Patria “socialista”;
llevaron en 1939-45 a otro nuevo jalón de la barbarie, la Segunda Guerra Mundial con 60 millones de muertos y una secuela infinita de sufrimientos: los campos de concentración nazis y estalinistas; los bombardeos aliados de Dresde, Hamburgo o Tokio (enero 1945), el lanzamiento por USA de bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki.
Desde entonces la guerra no ha cesado de segar vidas en todos los continentes.
Primero fue la confrontación entre los bloques americano y ruso, la llamada Guerra Fría (1945-89), con una cadena interminable de guerras localizadas y con la amenaza de un diluvio de bombas nucleares pendiendo sobre el planeta entero
Después, tras el hundimiento de la URSS en 1989-91, guerras caóticas han ensangrentado el planeta, Irak, Yugoslavia, Ruanda, Afganistán, Yemen, Siria, Etiopía, Sudán… La guerra de Ucrania es la crisis bélica más grave desde 1945.
La barbarie de la guerra se ve acompañada por una multiplicación y una interacción de fuerzas destructivas que se refuerzan mutuamente:
la pandemia COVID que aún está lejos de ser superada y que anuncia nuevas pandemias;
el Desastre ecológico y medioambiental que se acelera y se amplifica conjugandose con toda clase de trastornos climáticos, provocando catástrofes cada vez más incontrolables y mortíferas: sequías, inundaciones, huracanes, tsunamis; contaminación de tierras, aguas, del aire y del espacio…
la grave crisis alimentaria que provoca hambrunas de proporciones bíblicas.
Hace 40 años, la humanidad corría el riesgo de perecer en una Tercera Guerra Mundial, hoy puede ser aplastada por esa agregación y combinación mortífera de fuerzas de destrucción. “Ser aniquilado bestialmente por un chaparrón de bombas termonucleares en una guerra generalizada o serlo por la contaminación, la radioactividad de las centrales nucleares, las hambres, las epidemias y las matanzas en conflictos guerreros, en los que, además, se utilizarían las armas atómicas, todo ello es, en fin, de cuentas, lo mismo. La única diferencia entre ambas formas de destrucción es que aquélla es más rápida mientras que ésta va más lenta y, por ende, con muchos más sufrimientos si cabe”2 [9]. La disyuntiva planteada por Engels toma una forma mucho más acuciante: COMUNISMO o DESTRUCCION DE LA HUMANIDAD. El momento es grave, es necesario que los revolucionarios internacionalistas lo afirmemos sin tapujos ante nuestra clase pues solo ella puede abrir la perspectiva comunista a través de una lucha permanente y encarnizada.
Los llamados « medios de comunicación de masas” falsifican y subestiman la realidad de la guerra. Al principio no hacían más que hablar de la guerra de Ucrania las 24 horas del día. Pero, con el paso del tiempo, la guerra se ha banalizado, ya no ocupa los titulares de los periódicos, sus ecos no van más allá de algunas declaraciones amenazadoras, de llamamientos a los sacrificios para “enviar armas a Ucrania”, de campañas de propaganda machacones contra los rivales, de fake news, todo ello sazonado con vanas ilusiones de “negociaciones” …
Banalizar la guerra, habituarse a su olor repugnante de cadáveres y ruinas humeantes, es la peor de las perfidias, es ocultar el grave peligro que hace pesar sobre la humanidad, es cegarnos sobre todas las amenazas que penden permanentemente sobre nuestras cabezas.
Millones de personas, en África, Asia o Centroamérica, no conocen otra realidad que la GUERRA; desde que nacen hasta que mueren malviven en un océano de barbarie donde proliferan atrocidades de todo género: niños - soldados, operaciones de castigo, toma de rehenes, atentados terroristas, desplazamientos en masa, bombardeos indiscriminados.
Mientras las guerras del pasado se limitaban al frente de combate y movilizaban a una proporción muy limitada de la población, las guerras del siglo XX y XXI son GUERRAS TOTALES que abarcan todas las esferas de la vida social, movilizan a toda la población, tanto soldados como civiles, y sus efectos se extienden por todo el mundo arrastrando a todos los países, incluidos los no directamente beligerantes. En las guerras del siglo XX y XXI ningún habitante ni lugar del planeta pueden escapar a sus efectos letales.
En el frente, que puede abarcar miles de kilómetros y que se extiende por tierra, mar y aire… ¡y por el espacio!, la vida es segada por las bombas, los disparos, las minas, en muchos casos por el “fuego amigo” … Embargados por una locura asesina, forzados por el terror que imponen los superiores o atrapados en situaciones extremas, todos los participantes se ven obligados a realizar las acciones más suicidas, criminales y destructivas.
Parte del frente militar es la “guerra a distancia” con el despliegue incesante de máquinas de destrucción ultramodernas: aviones que arrojan sin pausa miles de bombas; drones teledirigidos a todos los “objetivos” del enemigo, artillería móvil o fija que machacan incansables al rival, misiles que recorren cientos o miles de kilómetros.
La llamada “retaguardia” se convierte en teatro permanente de la guerra donde la población es tomada como rehén de los bandos enfrentados. Cualquiera puede morir en los bombardeos periódicos de ciudades enteras…. En los centros de producción se trabaja con el fusil en la espalda armado por policía, partidos, sindicatos y demás instituciones de “la Patria”, a la vez que se corre el peligro de ser destripados por las bombas enemigas. El trabajo se convierte en un infierno aún mayor que el cotidiano de la explotación capitalista.
La comida dramáticamente racionada es una sopa inmunda y pestilente … No hay agua, ni electricidad, ni calefacción… Millones de seres humanos ven su existencia reducida a una animal supervivencia. Desde el cielo caen los obuses que matan miles de personas causándoles horribles agonías, sobre el terreno los interminables controles policiales o militares, el peligro de ser arrestado por esbirros armados, mercenarios presentados como “defensores de la patria” … Continuamente hay que correr a refugiarse en sótanos inmundos infestados de ratas … El respeto, la solidaridad más elemental, la confianza, el pensamiento racional… desaparecen arrasados por la atmósfera de terror que impone no solo el gobierno, sino la Unión Nacional en la que participan con celo inmisericorde partidos y sindicatos. Los rumores más absurdos, las noticias más inverosímiles, circulan sin cesar provocando un ambiente histérico de delación, de sospecha indiscriminada, tensión brutal, pogromismo.
La guerra es una barbarie querida y planificada por los gobiernos que la agudizan propagando conscientemente el odio, las fracturas y divisiones entre seres humanos, la muerte por la muerte, la institucionalización de la tortura, la sumisión, las relaciones de fuerzas, como única lógica de la evolución social. Los violentos combates que se producen en torno a la central nuclear de Zaparosvke en Ucrania muestra como los dos bandos no tienen ningún escrúpulo ante el riesgo de provocar una catástrofe radioactiva peor que la de Chernobyl y con consecuencias tremendas para las poblaciones europeas. La amenaza del uso del arma nuclear asoma inquietante.
El capitalismo es el sistema más hipócrita y cínico de la historia. Todo su arte ideológico consiste en hacer pasar sus intereses como el “interés del pueblo” adornados por los más elevados ideales: la justicia, la paz, el progreso, los derechos humanos…
Todos los Estados fabrican una IDEOLOGIA DE GUERRA destinada a justificarla y a convertir a sus “ciudadanos” en hienas dispuestas a matar. “La guerra es un asesinato gigantesco, metódico, organizado. En los seres humanos este asesinato sistemático es posible sólo si previamente se ha alcanzado cierto grado de ebriedad. La acción bestial debe contar con la misma bestialidad de pensamiento y sentido; ésta prepara y acompaña a aquélla” (Rosa Luxemburgo).
Las grandes democracias tienen la PAZ como pilar de su ideología de guerra. Manifestaciones “por la paz” han preparado las guerras imperialistas. En el verano de 1914 y en 1938-39 millones de personas se manifestaron “por la paz” en un grito estéril de “hombres de buena voluntad”, explotadores y explotados tomados de la mano, que el bando “democrático” utilizó para justificar la aceleración de los preparativos bélicos.
En la primera guerra mundial, Alemania movilizó sus tropas en “defensa de la paz”, “rota por el atentado de Sarajevo que golpeaba a su aliado austriaco”. Pero en el bando contrario, Francia y Gran Bretaña se lanzaron a la carnicería en nombre de la paz “rota por Alemania”. En la segunda guerra mundial, Francia y Gran Bretaña aparentaron un esfuerzo de “paz” en Múnich frente a las pretensiones de Hitler, a la vez que preparaban frenéticamente la guerra. La invasión de Polonia por la acción combinada de Hitler y Stalin les dio la excusa perfecta para lanzarse a la guerra … En Ucrania, Putin dijo hasta unas horas antes de la invasión el 24 de febrero que quería “la paz”, mientras que Estados Unidos denunciaban sin descanso el belicismo de Putin…
La Nación, la defensa nacional y todas las armas ideológicas que gravitan a su alrededor (racismo, religión etc.) es el banderín de enganche para movilizar al proletariado y a toda la población en la matanza imperialista. La burguesía proclama en tiempos de “paz” la ”convivencia entre los pueblos”, pero todo se esfuma con la guerra imperialista, entonces caen las máscaras y todos propagan el odio al extranjero y la defensa acérrima de la Nación.
Todos presentan sus guerras como “defensivas”. Hace 100 años, los ministerios encargados de la barbarie guerrera se llamaban “ministerio de la guerra” hoy con la peor de las hipocresías se llaman “Ministerio de Defensa”. El defensismo es la hoja de parra de la acción bélica. No hay naciones agredidas y naciones agresoras, todas son participantes activos del engranaje mortífero de la guerra. Rusia en la guerra actual aparece como el “agresor” pues es quien ha tomado la iniciativa de invadir Ucrania, pero previamente Estados Unidos expandió maquiavélicamente la OTAN integrando a varios países del antiguo Pacto de Varsovia. No se puede mirar cada eslabón aislado, hay que ver la cadena sangrienta de confrontación imperialista que desde hace más de un siglo atenaza la humanidad entera.
Hablan de “guerra limpia”, que sigue (o debería seguir) “reglas humanitarias” conformes al “derecho internacional”. ¡Es un engaño vil que expresa un cinismo y una hipocresía monstruosos! Las guerras del capitalismo decadente no pueden atenerse a más regla que la destrucción absoluta del enemigo y ello incluye aterrorizar a la población del rival con bombardeos despiadados … En la guerra se establece una relación de fuerza donde TODO VALE, desde las violaciones y los castigos más brutales sobre la población de los rivales, hasta el terror más indiscriminado sobre los propios “ciudadanos”. Los bombardeos que Rusia efectúa sobre Ucrania siguen la estela de los realizados por Estados Unidos en Irak y por los gobiernos americano y rusa en Siria y Afganistán; y mucho antes por USA en Vietnam; los que Francia realizó sobre sus antiguas colonias, como Madagascar o Argelia; los que hicieron los “aliados democráticos” sobre Dresde o Hamburgo o la barbarie nuclear sobre Hiroshima y Nagasaki. Las guerras del siglo XX y XXI se han visto acompañadas por métodos de exterminación en masa empleados por todos los bandos, aunque el democrático tiene la astucia de subcontratarlos a personalidades siniestras que cargan con la impopularidad de su ejecución.
¡Tienen el rostro de hablar de “guerras justas”! El bando de la OTAN que sostiene Ucrania dice que es una batalla por la democracia contra el despotismo de Putin. Putin dice que va a “desnazificar” Ucrania. Ambos engañan descaradamente. El bando de las “democracias” tiene las manos manchadas de sangre: sangre de las innumerables guerras que han provocado directa (Vietnam, Yugoslavia, Irak, Afganistán) o indirectamente (Libia, Siria, Yemen…); sangre de los miles de emigrantes asesinados en el mar o en las “fronteras calientes” en USA o en Europa… El Estado ucraniano emplea el terror para imponer la lengua y la cultura ucranianas; asesina a trabajadores por el único delito de hablar ruso; alista por la fuerza a cualquier joven pillado en calles o carreteras; utiliza la población incluida la de los hospitales como escudos humanos; despliega bandas nazis para aterrorizar a la población… Por su parte, Putin, además de los bombardeos, las violaciones y las ejecuciones sumarias, desplaza miles de familias a campos de concentración en tierras recónditas; impone el terror en los territorios “liberados” y alista para el ejército a los ucranianos enviándolos a las posiciones donde la muerte es segura.
Hace diez mil años uno de los medios de destrucción del comunismo primitivo fue las guerras tribales, desde entonces, bajo la égida de modos de producción basados en la explotación, la guerra ha sido uno de los peores flagelos. Pero ciertas guerras han jugado un papel progresivo, por ejemplo, en el desarrollo del capitalismo, formando nuevas naciones, extendiendo el mercado mundial, estimulando el desarrollo de las fuerzas productivas.
Sin embargo, desde la primera Guerra Mundial, el mundo está totalmente repartido entre las potencias capitalistas, con ello la única salida para cada capital nacional es arrebatar a los rivales mercados, zonas de influencia y áreas estratégicas. Esto hace que la guerra y todo lo que conlleva (militarismo, acumulación gigantesca de armamentos, alianzas diplomáticas) se convierta en el MODO DE VIDA PERMANENTE del capitalismo. Una incesante tensión imperialista se apodera del mundo y arrastra a todas las naciones, grandes o pequeñas, sea cual sea su definición ideológica, la orientación de sus gobiernos, su composición racial o su herencia cultural y religiosa. TODAS LAS NACIONES SON IMPERIALISTAS. El mito de las naciones “pacíficas y neutrales” es un engaño, si ciertas naciones adoptan una política “neutral” es para sacar tajada de los diferentes campos enfrentados y labrarse su propia zona de influencia. En junio 2022, Suecia un país oficialmente neutral durante más de 70 años se ha unido la OTAN y con ello no “ha traicionado ningún ideal”, ha proseguido su política imperialista “por otros medios”.
La guerra puede ser un negocio para los sectores empresariales implicados en la fabricación de armamentos. Puede igualmente favorecer por un tiempo a un país determinado, pero, para el capitalismo en su conjunto, es una catástrofe económica, un despilfarro irracional, un MENOS que pesa sobre la producción mundial y causa endeudamiento, inflación y destrucción ecológica, nunca un MAS que expande la acumulación capitalista.
Necesidad ineludible para la supervivencia de cada nación, la guerra supone una carga económica letal. La URSS se hundió porque no pudo resistir la alocada carrera armamentística que supuso el enfrentamiento con USA y que este llevó al máximo con el famoso despliegue de la Guerra de las Estrellas en los años 1980 del siglo XX. Estados Unidos que fue el gran vencedor de la 2ª Guerra Mundial y gozó de una espectacular bonanza económica hasta finales de 1960, ha encontrado numerosos obstáculos para preservar su hegemonía imperialista, por una parte, a causa de la disolución de la política de bloques que ha favorecido la emergencia el despertar de nuevos apetitos imperialistas, especialmente entre sus antiguos “aliados”, una política de contestación y de cada uno para sí, y, en segundo lugar, a causa del gigantesco esfuerzo guerrero que ha tenido que realizar durante más de 80 años y las costosas operaciones militares en la que ha debido embarcarse para mantener su rango de primera potencia mundial.
El capitalismo lleva en su ADN la competencia más exacerbada, el TODOS CONTRA TODOS y el CADA UNO A LA SUYA, de cada capitalista y de cada nación.
Sin embargo, esta tendencia “orgánica” del capitalismo no apareció claramente en su periodo ascendente (siglo XIX) pues cada capital nacional gozaba todavía de áreas suficientes para su expansión sin necesidad de entrar en colisión con otros rivales.
Entre 1914 a 1989, esta tendencia se vio atenuada por la formación de grandes bloques imperialistas. Sin embargo, con el fin de esa disciplina brutal, las tendencias centrifugas configuran un mundo de desorden asesino, donde imperialismos con ambiciones mundiales, imperialismos con pretensiones regionales e imperialismos más locales, todos pugnan por dar rienda suelta a sus apetitos apremiantes. En este escenario, Estados Unidos intenta impedir que nadie le haga sombra desplegando sin cesar su aplastante potencia militar, aumentándola sin descanso, y lanzándose a constantes operaciones militares fuertemente desestabilizadoras. La promesa en 1990 tras el fin de la URSS de un “Nuevo Orden Mundial” de paz y prosperidad fue inmediatamente desmentida por la guerra del Golfo (1991) y después por las guerras en Oriente Medio, Irak y Afganistán, que avivaron las tendencias guerreras de tal manera que el imperialismo “más democrático del mundo”, los USA, es el primer agente de propagación del caos guerrero y de la desestabilización de la situación mundial.
China se ha impuesto como un concurrente de primer orden para desafiar el liderazgo norteamericano. Su ejército, pese a la modernización realizada, está muy lejos de la fuerza y la experiencia del rival norteamericano; su “tecnología de guerra”, base de armamentos y despliegues bélicos eficaces, es aún limitada y frágil, lejos igualmente de la potencia USA; China se halla rodeada en el Pacífico por una cadena de potencias hostiles (Japón, Corea del Sur, Taiwán, Australia etc.) lo que bloquea su expansión imperialista marítima. Ante esta situación desfavorable ha emprendido una gigantesca empresa económico – imperialista, llamada Ruta de la Seda, que busca una implantación mundial y una expansión terrestre por Asia Central en una de las zonas más desestabilizadas del mundo.
Se trata de un esfuerzo de resultado muy incierto que exige una inversión económica, militar y una movilización político -social total e inconmensurable que está muy por encima de sus medios de encuadramiento de la población que se basan sobre una rigidez política de su aparato estatal, sobre el que pesa la herencia del maoísmo estalinista: el recurso sistemático y brutal a sus fuerzas de represión, a la sumisión a un gigantesco aparato estatal ultra- burocrático, como lo vemos con la multiplicación de protestas frente a la política de COVID 0. Esta orientación aberrante y la acumulación de contradicciones que minan su desarrollo podrían finalmente afectar a este coloso con pies de barro.
Esta evolución, junto con la respuesta brutal y amenazante de los Estados Unidos, ilustran el grado de locura asesina, de huida ciega en la barbarie y el militarismo (que incluye una creciente militarización de la vida social) que el capitalismo está alcanzado como síntoma de un cáncer generalizado que afecta al mundo y que amenaza directamente el porvenir de la Tierra y de la vida humana.
La guerra en Ucrania no es una tempestad en un cielo azul, viene a continuación de la peor pandemia del siglo XXI, el COVID, con más de 15 millones de muertos, y cuyos estragos siguen con los confinamientos draconianos en China. Sin embargo, ambas se enmarcan, a la vez que estimulan, en una cadena de catástrofes que golpea la humanidad: la destrucción medioambiental combinada con el trastorno climático y sus múltiples consecuencias; la hambruna que vuelve con violencia en África, Asia y Centroamérica; la increíble oleada de desplazados y emigrantes, que en 2021 alcanzó la cifra nunca vista de 100 millones de personas; el desorden político que se apodera de los países centrales como vemos con los gobiernos en Gran Bretaña o el peso del populismo en Estados Unidos; el ascenso espectacular de las ideologías más oscurantistas.
La pandemia ha puesto al desnudo las contradicciones que minan al capitalismo. Un sistema social que presume de adelantos científicos impresionantes recurre al método medieval de la cuarentena, a la vez que sus sistemas sanitarios colapsan y su economía debe ser paralizada durante casi dos años agravando una crisis económica disparada. Un orden social que dice tener el progreso como bandera produce las ideologías más absurdas e irracionales que han estallado en torno a la pandemia con ridículas teorías conspiranoicas, muchas de ellas en boca de “grandes dirigentes mundiales”.
Una causa directa de la pandemia reside en el desastre ecológico que desde hace años amenaza la humanidad. Movido por la ganancia y no por la satisfacción de las necesidades humanas, el capitalismo es un depredador de los recursos naturales, como lo es del trabajo humano, pero, a la vez, tiende a destruir los equilibrios y procesos naturales, modificándolos de forma caótica, cual aprendiz de brujo, provocando todo género de catástrofes que tienen consecuencias cada vez más destructivas: calentamiento global, sequías, inundaciones, incendios, derrumbe de glaciares e icebergs, desaparición masiva de especies vegetales y animales con consecuencias imprevisibles y que anuncian la propia desaparición de la especie humana a la que lleva el capitalismo. El desastre ecológico se ve agudizado por las necesidades de la guerra, por las propias operaciones bélicas (el uso de armas nucleares es una expresión evidente) y por la agravación de la crisis que obliga a cada capital nacional a devastar aún más numerosas áreas en búsqueda desesperada de materias primas. El verano de 2022 es una ilustración contundente de las graves amenazas que pesan sobre la humanidad en el terreno ecológico: aumento de las temperatura tanto en las máximas con en las medias -el verano más caluroso desde que hay estadísticas de temperaturas-, sequía generalizada que ha afectado ríos como el Rihn, el Po o el Támesis, incendios forestales devastadores, inundaciones que como la de Pakistán afectan a un tercio de la superficie del país… y, en medio de ese panorama, los gobiernos ¡retiran sus ridículas medidas de protección ambiental en nombre del esfuerzo de guerra!
“El resultado final de los procedimientos capitalistas de producción es el caos”, dijo en 1919 el primer Congreso de la Internacional Comunista. Es suicida e irracional, contrario a todo criterio científico, pensar que todos esos estragos no serían más que una suma de fenómenos pasajeros, encerrados cada uno en causas particulares. Hay una coherencia de hierro, una acumulación de contradicciones, un sangriento hilo conductor, que los liga convergiendo en un torbellino letal que amenaza la humanidad:
Asistimos a una aceleración de todas las contradicciones del capitalismo combinándose entre ellas y provocando un efecto multiplicador de los factores de destrucción y caos;
La economía se ve sumida no solo en la crisis sino en un desorden creciente (constantes bloqueos en los suministros, situaciones combinadas de sobreproducción y escasez de mercancías y mano de obra);
Los países más industrializados que presumían ser oasis de prosperidad y paz se desestabilizan y devienen ellos mismos factores clave de una vertiginosa inestabilidad internacional.
Como dijimos en el Manifiesto de nuestro 9º Congreso (1991): “Nunca la sociedad humana había experimentado una carnicería de la magnitud de las dos guerras mundiales. Nunca se había utilizado el progreso científico a tal escala para provocar destrucción, masacres y miseria humana. Nunca una acumulación de riqueza tan grande se había codeado y provocado tanta hambruna y sufrimiento como la que se ha desatado en los países del Tercer Mundo durante décadas. Pero parece que la humanidad aún no había tocado fondo. La decadencia del capitalismo significa la agonía de este sistema. Pero esta agonía tiene una historia: hoy hemos llegado a su fase terminal, la de la descomposición general de la sociedad, la de su putrefacción en la raíz”
De todas las clases de la sociedad, la más afectada y golpeada por la guerra es el proletariado. La guerra “moderna” se levanta sobre una gigantesca máquina industrial que exige la explotación decuplicada del proletariado.
El proletariado es una clase internacional que NO TIENE PATRIA, en cambio, la guerra es matarse los obreros entre sí por la patria que les explota y oprime.
Al ser una clase que no aspira a una nueva forma de explotación, sino a la abolición de toda explotación y al no tener ningún interés particular, el proletariado es la clase de la conciencia; en cambio, la guerra es el enfrentamiento irracional, la renuncia a todo pensamiento y reflexión conscientes.
El proletariado tiene como interés la verdad más clara, en las guerras la primera víctima es la verdad, encadenada, amordazada, asfixiada, por las mentiras de la propaganda imperialista.
El proletariado es la clase de la unidad por encima de las barreras de lengua, religión, raza o nacionalidad; la confrontación mortal que realiza la guerra erige en regla el desgarramiento, la división, el enfrentamiento entre las naciones y las poblaciones.
El proletariado es la clase del internacionalismo, de la confianza y la solidaridad mutuas. La guerra exige como motor la sospecha, el “miedo al extranjero”, el odio más aberrante “al enemigo”.
Porque la guerra ataca la fibra más profunda del ser proletario, la guerra generalizada necesita la derrota previa del proletariado. La primera guerra mundial fue posible porque los partidos entonces de la clase obrera, los partidos socialistas, junto con los sindicatos, traicionaron a nuestra clase y se sumaron a sus burguesías en el marco de la UNION NACIONAL contra el enemigo.
Pero esta traición no logró aplastar la respuesta proletaria, desde 1915, la Izquierda de la socialdemocracia se agrupó en Zimmerwald levantando la bandera de lucha por la revolución mundial. Esta contribuyó a la emergencia de luchas masivas que abrieron el paso a la Revolución en Rusia en 1917 y la oleada mundial de 1917-23 que se dirigieron no solamente contra la guerra en defensa de los principios del internacionalismo proletariado, sino también contra el capitalismo todo entero, afirmando su capacidad como clase unida para derrocar este sistema de explotación bárbaro e inhumano.
¡Una lección imperecedera de 1917-18! la primera guerra mundial no acabó por las negociaciones diplomáticas o por las conquistas de tal o cual imperialismo, FUE TERMINADA POR EL LEVANTAMIENTO REVOLUCIONARIO INTERNACIONAL DEL PROLETARIADO. SOLO EL PROLETARIADO PUEDE ACABAR CON LA BARBARIE GUERRERA DIRIGIENDO SU LUCHA DE CLASE A LA DESTRUCCION DEL CAPITALISMO.
Para abrir el curso hacia la segunda guerra mundial, la burguesía se aseguró la derrota no solo física, sino igualmente ideológica del proletariado. Este fue sometido a un terror inmisericorde allí donde su tentativa revolucionaria había llegado más lejos: en Alemania de la mano del nazismo, en Rusia de la mano del estalinismo. Pero, al mismo tiempo, fue alistado ideológicamente agitando las banderas del antifascismo y la defensa de la “Patria Socialista”, la URSS. “de “victoria” en “victoria”, atada de pies y manos fue arrastrada a la segunda guerra imperialista, la cual, contrariamente a la primera, no le permitiría surgir de manera revolucionaria y en la que en cambio sería reclutada para las grandes “victorias” de la “resistencia”, el “antifascismo” o bien de las “liberaciones” coloniales y nacionales” (Manifiesto del primer Congreso Internacional de la CCI 1975).
Desde la reanudación histórica de la lucha de clases en 1968, y durante todo el período en que el mundo estuvo dividido en dos bloques imperialistas, la clase obrera de los principales países rechazó los sacrificios que exige la guerra y menos aún ir al frente a morir por la Patria, lo que cerró la puerta a una Tercera Guerra Mundial.
Sin embargo, la no movilización del proletariado de los países centrales para la guerra NO ES SUFICIENTE. Una segunda lección se desgaja de la evolución histórica desde 1989: NO BASTA LA MERA NEGATIVA A LAS OPERACIONES GUERRERAS NI LA SIMPLE RESISTENCIA A LA BARBARIE CAPITALISTA. QUEDARSE EN ESE ESTADIO NO PODRA DETENER EL CURSO HACIA LA DESTRUCCION DE LA HUMANIDAD.
El proletariado necesita pasar al terreno político de la ofensiva general internacional contra el capitalismo. “Únicamente : (-) la conciencia de la importancia de lo que se está jugando en la situación histórica de hoy y, en especial, de los peligros mortales que corre la humanidad; (-) su determinación en proseguir, desarrollar y unificar su combate de clase ; (-) su capacidad para desactivar la cantidad de trampas que la burguesía, no dejará de tenderle; permitirá a la clase obrera responder golpe a golpe a los ataques de todo tipo desencadenados por el capitalismo para finalmente pasar a la ofensiva y acabar de una vez con este sistema cruel y despiadado” (Tesis sobre la Descomposición, tesis 17).
El telón de fondo de la acumulación de destrucción, barbarie y catástrofes que estamos denunciando, es la crisis económica irreversible del capitalismo que constituye la base de todo su funcionamiento. Desde 1967 el capitalismo entró en una crisis económica de la que 50 años después es incapaz de salir, al contrario, como muestran las convulsiones económicas que se suceden desde 2018 y la agobiante escalada de la inflación, aquella se está agravando considerablemente, con su secuela de miseria, desempleo, precariedad y hambrunas.
La crisis capitalista afecta a los fundamentos mismos de esta sociedad. Inflación, precariedad, desempleo, ritmos infernales y condiciones laborales que destrozan la salud de los trabajadores, viviendas inalcanzables… testimonian una degradación incontenible de la vida obrera y, aunque la burguesía trata de crear todas las divisiones imaginables, otorgando condiciones “más privilegiadas” a determinadas categorías obreras, lo que vemos EN SU CONJUNTO es, por un lado, la que posiblemente va a ser la PEOR CRISIS de la historia del capitalismo, y, por otro lado, la realidad concreta, lacerante, de la PAUPERIZACION ABSOLUTA de la clase obrera en los países centrales, ese anuncio que Marx hizo de la perspectiva histórica del capitalismo y del que tanto se han burlado los economistas y demás ideólogos de la burguesía.
La agravación inexorable de la crisis del capitalismo es un estímulo esencial de la lucha y de la toma de conciencia de la clase. La lucha contra los efectos de la crisis es la base para que se desarrolle su fuerza y su unidad. La crisis económica afecta directamente la infraestructura de la sociedad; por eso, pone al desnudo las causas primeras de toda la barbarie que se cierne sobre la sociedad, permitiendo al proletariado tomar conciencia de la necesidad de cambiar radicalmente de sistema y no ya de pretender mejorar algunos aspectos de él.
En la lucha contra los ataques brutales del capitalismo y especialmente contra la inflación que golpea de manera general e indiscriminada al conjunto de los trabajadores, estos irán desarrollando su combatividad, podrán empezar a reconocerse como una clase con una fuerza, una autonomía y un papel histórico que jugar en la sociedad. Este desarrollo político de la lucha de clase le dará la capacidad para acabar con la guerra acabando con el capitalismo.
Esta perspectiva empieza a surgir: "Frente a los ataques de la burguesía, la clase obrera del Reino Unido está demostrando que está de nuevo dispuesta a luchar por su dignidad, a rechazar los sacrificios constantemente impuestos por el capital. Es el reflejo más significativo de la dinámica internacional: el invierno pasado, las huelgas habían comenzado a estallar en España y en Estados Unidos; este verano, Alemania y Bélgica también experimentaron paros; es imposible predecir dónde y cuándo la combatividad obrera volverá a manifestarse masivamente en un futuro próximo, pero una cosa es cierta, la magnitud de la actual movilización obrera en el Reino Unido constituye un hecho histórico de primer orden: es el fin de la pasividad, de la sumisión. Las nuevas generaciones de trabajadores levantan la cabeza"3 [10].
Estamos viendo una situación de ruptura ante la pasividad y desorientación previas. El retorno de la combatividad de los trabajadores en respuesta a la crisis puede convertirse en un foco de conciencia animada por la intervención de las organizaciones comunistas. Es evidente que cada aceleración de la descomposición consigue frenar los esfuerzos de combatividad de los trabajadores: el movimiento en Francia 2019 sufrió el golpe del estallido de la pandemia. Esto significa una dificultad adicional para el desarrollo de las luchas. Sin embargo, no hay otro camino que la lucha, la lucha es en sí misma la primera victoria. El proletariado mundial, a través de un proceso atormentado, sembrado de obstáculos y trampas tendidos por los aparatos políticos y sindicales de su enemigo de clase, surcado de derrotas amargas, guarda, sin embargo, intactas sus capacidades para recuperar su identidad de clase y lanzar finalmente una ofensiva internacional contra este sistema moribundo.
Los años veinte del siglo XXI tendrán, pues, una importancia considerable en la evolución histórica de la lucha de clases y del movimiento obrero. Mostrarán -como ya hemos visto desde 2020- con mayor claridad que en el pasado la perspectiva de destrucción de la humanidad que encierra la descomposición capitalista. En el otro polo, el proletariado comenzará a dar los primeros pasos, a menudo vacilantes y llenos de debilidades, hacia su capacidad histórica de plantear la perspectiva comunista. Se van a plantear los dos polos de la perspectiva, Destrucción de la Humanidad o Revolución Comunista, aunque esta última está todavía muy lejos y encuentra enormes obstáculos para su afirmación.
Para el proletariado es suicida ocultarse o subestimar los obstáculos gigantescos que emanan tanto de la acción del Capital y sus estados como de la propia situación de pudrimiento que emponzoña el ambiente social en todo el mundo:
La burguesía ha sacado las lecciones del GRAN SUSTO que le propinó el triunfo inicial de la Revolución en Rusia y la oleada mundial de 1917-23, quien le hizo comprobar “en la práctica” lo que anunció el Manifiesto Comunista en 1848 “Un espectro se cierne sobre Europa: el espectro del comunismo. La burguesía cría a su propio enterrador: el proletariado”.
COLABORA INTERNACIONALMENTE contra el proletariado como se vio ante la revolución en Rusia 19174 [11] y Alemania en 1918 o frente a la huelga masiva en Polonia en 1980.
Ha desarrollado un gigantesco aparato de control, desviación y sabotaje de las luchas obreras formado por los sindicatos y los partidos de todos los colores, desde la extrema derecha a la extrema izquierda
Utiliza todos los instrumentos de su Estado y de los llamados “medios de comunicación” para lanzar constantes campañas ideológicas y articular maniobras políticas para desbaratar la conciencia y la lucha proletarias.
La descomposición de la sociedad capitalista agudiza la falta de confianza en el porvenir y del proletariado en sí mismo, el “cada cual a la suya”, la fragmentación social en categorías enfrentadas, el corporativismo, levantan un obstáculo considerable al desarrollo de las luchas obreras y sobre todo su politización revolucionaria.
En este contexto, el proletariado corre el riesgo de verse arrastrado a luchas interclasistas en movilizaciones polarizadas sobre las luchas parciales (feminismo, antirracismo, cuestiones climáticas, medioambientales, o en el anti-populismo (variante del antifascismo), etc..). Todas estas luchas abren la puerta a una desviación de su lucha en un terreno de enfrentamiento entre fracciones puramente burguesas.
“El tiempo ya no juega en favor de la clase obrera. Contrariamente a la guerra imperialista, la cual, para poder estallar, requiere la adhesión del proletariado a los ideales de la burguesía, la descomposición no necesita ningún alistamiento de la clase obrera para destruir a la humanidad. En estas condiciones, aunque la amenaza que representa la descomposición para la vida social aparece como algo a más largo plazo que la que vendría de una guerra mundial es, en cambio, mucho más insidiosa.” (Tesis sobre la Descomposición, tesis 16).
Esta inmensidad de peligros no debe empujarnos al fatalismo. La fuerza del proletariado es la conciencia de sus debilidades, sus dificultades, los obstáculos que el enemigo o la propia situación levantan contra su lucha. “Las revoluciones proletarias se critican constantemente a sí mismas, se interrumpen continuamente en su propia marcha, vuelven sobre lo que parecía terminado, para comenzarlo de nuevo, se burlan concienzuda y cruelmente de las indecisiones, de los lados flojos y de la mezquindad de sus primeros intentos, parece que sólo derriban a su adversario para que éste saque de la tierra nuevas fuerzas y vuelva a levantarse más gigantesco frente a ellas, retroceden constantemente aterradas ante la vaga enormidad de sus propios fines, hasta que se crea una situación que no permite volverse atrás y las circunstancias mismas gritan: Hic Rhodus, hic salta!” (Marx: 18 de Brumario de Luis Bonaparte).
En situaciones históricas graves como las guerras de gran envergadura como la de Ucrania el proletariado puede ver quiénes son sus amigos y quienes sus enemigos. Enemigos no son solamente los grandes dirigentes, como Putin, Zelensky o Biden, son igualmente los partidos de extrema derecha, derecha, izquierda y extrema izquierda, quienes, con los más variopintos argumentos, incluidos el pacifismo, apoyan y justifican la guerra y siempre proponen un campo a elegir entre los bandidos imperialistas.
Desde hace más de un siglo solamente la Izquierda Comunista ha denunciado sistemática y consecuentemente la guerra imperialista, defendiendo la alternativa de la lucha de clases del proletariado, de su orientación hacia la destrucción del capitalismo por la Revolución Proletaria Mundial.
La lucha del proletariado no se limita únicamente a sus luchas defensivas o a sus huelgas masivas. Componente indispensable, permanente e inseparable, de ella es el combate de sus organizaciones comunistas y concretamente desde hace un siglo de la Izquierda Comunista. La unidad de todos los grupos de la Izquierda Comunista es imprescindible frente a la dinámica capitalista de destrucción de la humanidad. Como dijimos en el manifiesto de nuestro primer congreso (1975): “Rechazando el monolitismo de las sectas, la Corriente Comunista Internacional hace un llamamiento a los comunistas de todos los países a que tomen conciencia de las enormes responsabilidades que les incumben, abandonen las falsas querellas que les enfrentan, superen las divisiones ficticias con que el viejo mundo les carga, a unirse a ese esfuerzo con el fin de constituir, antes de los combates decisivos, la organización internacional y unificada de la vanguardia. Como fracción más consciente de la clase obrera, los comunistas deberán mostrarle su camino, haciendo suya la consigna “REVOLUCIONARIOS DE TODOS LOS PAÍSES, UNÍOS”.
Corriente Comunista Internacional diciembre 2022
1 [12] Frente a la tentativa revolucionaria en Alemania en 1918 el socialdemócrata Noske dijo que estaba dispuesto a ser el perro sangriento de contrarrevolución.
2 [13] Tesis sobre la Descomposición (tesis 11) https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/223/la-descomposicion-fase-ultima-de-la-decadencia-del-capitalismo [14]
3 [15] Hoja internacional de la CCI: https://es.internationalism.org/content/4858/el-verano-de-la-ira-en-gran-bretana-la-burguesia-impone-nuevos-sacrificios-la-clase [16]
4 [17] Ejércitos mancomunados de Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Japón, colaboraron desde abril 1918 con los restos del antiguo ejército zarista en una horrorosa Guerra Civil que causó 6 millones de muertos
La guerra en Ucrania no es ni mucho menos una tormenta de verano. Las ruinas que provoca ocurren en un tiempo en que se multiplican los fenómenos catastróficos: alteraciones climáticas, degradación del medio ambiente, agravamiento acelerado de la crisis económica, convulsiones políticas que afectan incluso al país más antiguo del capitalismo (Reino Unido), retorno de terribles hambrunas a gran escala, migraciones masivas de poblaciones que huyen de zonas de guerra, masacres, persecuciones, miseria... Esta combinación de fenómenos, su interdependencia e interacción, han inducido a la Corriente Comunista Internacional a adoptar el documento que publicamos aquí, que intenta integrarlos en un marco histórico más amplio teniendo en cuenta el acontecimiento igualmente tan importante como ha sido el surgimiento de un movimiento huelguístico a gran escala que ha agitado el Reino Unido, provocado por un profundo descontento: ha sido el "verano de la ira".
1. Los años veinte del siglo XXI se perfilan como uno de los periodos más convulsos de la historia, ya están acumulando desastres y sufrimientos indecibles. Comenzó con la pandemia de Covid-19 (que aún continúa) y una guerra en el corazón de Europa, que ya dura desde hace más de 9 meses y cuyo desenlace nadie puede predecir. El capitalismo ha entrado en una fase de graves disturbios en todos los frentes. Detrás de esa acumulación y entrelazamiento de convulsiones planea la amenaza de destrucción de la humanidad. Como ya hemos señalado en nuestras Tesis sobre la descomposición1, el capitalismo “es la primera [sociedad] en poner en peligro la supervivencia misma de la humanidad, la primera que puede acabar destruyendo la especie humana”(tesis 1).
2. La decadencia del capitalismo no es un proceso homogéneo y regular: al contrario, tiene una historia con diferentes fases. La fase de descomposición ha sido identificada en nuestras Tesis como “expresión de la entrada del capitalismo decadente en una fase específica - y última - de su historia, aquélla en la que la descomposición social se convierte en un factor, incluso en el factor, decisivo de la evolución de la sociedad” (tesis 2). Es evidente que, si el proletariado no fuera capaz de derrocar al capitalismo, asistiríamos a una terrible agonía que conduciría a la destrucción de la humanidad.
3. Con la irrupción relámpago de la pandemia de Covid, hemos puesto de relieve la existencia de cuatro características de la fase de descomposición:
- La creciente gravedad de sus efectos. La pandemia ha causado entre 15 y 20 millones de muertos, la paralización general de la economía durante más de un año, el colapso de los sistemas nacionales de salud, la incapacidad de los Estados de coordinarse internacionalmente para combatir el virus y producir vacunas, al contrario, cada Estado ha seguido una política de "sálvese quien pueda". Tal situación refleja no sólo la imposibilidad del sistema de escapar a sus propias leyes dictadas por la competencia, sino también la agudización de las rivalidades resultantes de la incuria, la aberración y el caos de la gestión burguesa, incluso en el propio núcleo de los países más poderosos o desarrollados del planeta.
- la irrupción de los efectos de la descomposición en lo económico. Esta tendencia, ya señalada en el XXIII Congreso de la CCI, se ha confirmado plenamente, con una “novedad”, puesto que desde los años 80 la burguesía de los países centrales había logrado proteger la economía de los principales efectos de la descomposición2.
- Interacción creciente de sus efectos, lo cual agrava las contradicciones del capitalismo hasta cotas sin precedentes. De hecho, en los treinta años anteriores, la burguesía había logrado más o menos (sobre todo en los países centrales) aislar o limitar los efectos de la descomposición, impidiendo en general que interactuaran. Lo que ha quedado claro en los dos últimos años es que interactúan y se imbrican: la barbarie bélica, una descomunal crisis ecológica, el caos en el aparato político de un buen número de importantes burguesías, la pandemia actual y el riesgo creciente de nuevas crisis sanitarias, las hambrunas, el gigantesco éxodo de millones de personas, la difusión de las ideologías más retrógradas e irracionales, etc, todo ello en medio de un virulento agravamiento de la crisis económica que debilita aún más a sectores enteros de la población, en particular a los proletarios expuestos a un empobrecimiento creciente y a un deterioro acelerado de sus condiciones de vida (desempleo, precariedad, dificultad para encontrar alimentos, vivienda, etc.).
- Presencia creciente de sus efectos en los países centrales. Si durante los últimos treinta años los países centrales han estado relativamente protegidos de los efectos de la descomposición, hoy son golpeados duramente y, peor aún, tienden a convertirse en sus mayores propagadores, como en Estados Unidos, donde a principios de 2021 asistimos al intento de asalto del Capitolio por los partidarios del populista Trump como si se tratara de una vulgar república bananera.
4 El año 2022 está siendo una descarnada ilustración de esas cuatro características con:
- El estallido de la guerra en Ucrania.
- La aparición de oleadas sin precedentes de refugiados.
- La continuación de la pandemia con los sistemas sanitarios al borde del colapso3.
- Una creciente pérdida de control de la burguesía sobre su aparato político, una de cuyas expresiones más aparatosas ha sido la crisis en Reino Unido.
- Una crisis agrícola que acarrea escasez de numerosos productos alimenticios en un contexto de sobreproducción generalizada, fenómeno relativamente nuevo en más de un siglo de decadencia: “A corto plazo, el cambio climático ataca los pilares de la seguridad alimentaria. El aumento de las temperaturas y la extrema variabilidad climática amenazan con poner en peligro las cosechas; de hecho, en 2020, los tiempos de crecimiento de los cultivos se acortaron en 9,3 días para el maíz, 1,7 días para el arroz y 6 días para el trigo en invierno y primavera, en comparación con el periodo comprendido entre 1981 y 2004"4.
- Hambrunas espantosas que azotan cada vez a más países5.
La agregación e interacción de fenómenos destructivos produce un "efecto torbellino" que concentra, cataliza y multiplica cada uno de sus efectos parciales, provocando una devastación aún más destructiva. Algunos científicos lo ven más o menos claro, como Marine Romanello, del University College de Londres: "Nuestro informe de este año revela que nos encontramos en un momento crítico. Vemos cómo el cambio climático está afectando gravemente a la salud en todo el mundo, mientras que la continua dependencia mundial de los combustibles fósiles está agudizando ese daño a la salud en medio de una multiplicidad de crisis mundiales”. Ese "efecto torbellino" es un cambio cualitativo cuyas consecuencias serán cada vez más evidentes en el periodo venidero.
En este contexto, es necesario subrayar el papel motor de la guerra como acción intencionada y planificada de los Estados capitalistas, convirtiéndose en el factor más poderoso y grave de caos y destrucción. De hecho, la guerra en Ucrania ha tenido un efecto multiplicador de los factores de barbarie y destrucción, que implican:
- El peligro de uso de armas químicas y nucleares.
- La violenta escalada del militarismo con sus consecuencias para el medio ambiente y el clima.
- El impacto directo de la guerra en la crisis energética y alimentaria.
En este contexto, hay que entender en toda su gravedad la expansión de la crisis medioambiental, que está alcanzando niveles nunca vistos:
- Una ola de calor estival, la peor desde 1961, con la perspectiva de que este tipo de olas de calor se hagan permanentes.
- Una sequía sin precedentes, la peor en 500 años según los expertos, que afecta incluso a ríos caudalosos como el Támesis, el Rin o el Po.
- Incendios devastadores, también los peores en décadas.
- Inundaciones incontrolables como las de Pakistán, que han afectado a un tercio de la superficie del país (así como en Tailandia).
- Riesgo de desmoronamiento de los casquetes polares al derretirse los glaciares en una zona del tamaño del Reino Unido, con consecuencias catastróficas.
Otro factor vinculado a la crisis medioambiental y que la agrava es el estado ruinoso de las centrales nucleares6 en un contexto de la crisis energética (derivada de la crisis económica), pero también como consecuencia de la guerra en Ucrania. Es evidente que existe el riesgo de que se produzcan catástrofes sin precedentes, además de lo que pueda suceder si bombardean las centrales nucleares ucranianas.
No somos los únicos en ver la gravedad de la situación, e incluso una personalidad en nada sospechosa de hostilidad hacia el capitalismo, proclama que "la crisis climática nos está matando, lo cual acabaría no sólo con el problema de la salud de nuestro planeta, sino también con el de la salud de toda su población por contaminación atmosférica..." (así dijo Antonio Guterres, secretario general de la ONU en un mensaje a la Asamblea General en septiembre de 2022).
5. El telón de fondo de tal degradación es el empeoramiento de la crisis económica que se viene desarrollando desde 2019, agudizada primero por la pandemia y luego por la guerra. Esta crisis se perfila como más larga y profunda que la de 1929. Primero, porque la irrupción de los efectos de la descomposición en la economía tiende a desordenar el funcionamiento de la producción, provocando constantes atascos y bloqueos en una situación de desempleo creciente, combinada, paradójicamente, con situaciones de escasez de mano de obra. Sobre todo, se expresa en una inflación a rienda suelta, que los diversos planes de rescate sucesivos, montados a toda prisa por los Estados ante la pandemia y la guerra, no han hecho sino alimentar mediante un endeudamiento precipitado. Los bancos centrales aumentan los tipos de interés en un intento de frenar la inflación. Con eso corren el riesgo de precipitar una recesión muy violenta, estrangulando tanto a los Estados como a las empresas. Un tsunami de miseria, una pauperización brutal del proletariado en los países centrales está ya en marcha.
6. Resultado: países importantes se encuentran en una situación cada vez más peligrosa, cuyas repercusiones podrán ser graves para el mundo entero:
- En Rusia se van a producir con toda seguridad grandes convulsiones. Es poco probable que una simple destitución de Putin pueda producirse sin enfrentamientos sangrientos entre facciones rivales. Hasta podría haber separaciones de partes de Rusia, el Estado más grande y uno de los más fuertemente armados del mundo, lo cual tendría consecuencias imprevisibles para el mundo entero.
- China está cada vez más afectada por los repetidos golpes de la pandemia (y posiblemente de otras venideras), el debilitamiento de la economía, las repetidas catástrofes medioambientales y la enorme presión imperialista de Estados Unidos. El esfuerzo económico y estratégico realizado en pro de las "Nuevas Rutas de la Seda" no podrá sino agravar aún más la difícil situación del capitalismo chino. Como señala la Resolución sobre la situación internacional del 24º Congreso de la CCI: "China es una bomba de relojería [...]. El control totalitario sobre todo el cuerpo social, el endurecimiento represivo de la facción estalinista de Xi Jinping no es una expresión de fuerza sino una manifestación de la debilidad del Estado, cuya cohesión está en peligro por la existencia de fuerzas centrífugas en la sociedad y de importantes luchas de camarillas en el seno de la clase dominante".
- El propio EE. UU. es presa de conflictos en el seno de la burguesía, los más graves desde la Segunda Guerra Mundial, “la profundidad de las divisiones en el seno de la clase dominante estadounidense quedó al descubierto con las disputadas elecciones de noviembre de 2020 y, sobre todo, con el asalto al Capitolio por parte de los partidarios de Trump el 6 de enero de 2021, jaleados por Trump y su entorno. Ese acontecimiento demuestra que las divisiones internas de Estados Unidos atraviesan a toda la sociedad. Aunque Trump fue desalojado de la presidencia, el trumpismo sigue siendo una fuerza poderosa y fuertemente armada, que se expresa tanto en las calles como en las urnas.”7 Esto se ha confirmado recientemente con las elecciones de mitad de mandato de Biden. Las divisiones entre cada una de las bandas rivales (demócratas y republicanos) nunca han sido tan profundas y exacerbadas, pero también las desavenencias dentro de cada uno de los dos bandos, y eso cuando el peso del populismo y de las ideologías más retrógradas, marcadas por el rechazo al pensamiento racional, coherente y construido, lejos de reducirse con los intentos de frenar una nueva candidatura de Trump, no han hecho sino arraigarse de forma cada vez más profunda y duradera en la sociedad estadounidense, al igual que en el resto del mundo. Eso revela el grado de descomposición de las relaciones sociales.
7 - El deterioro de la situación mundial hasta un nivel sin precedentes se ve agravado por dos factores muy importantes relacionados con el insuficiente control por parte de los Estados capitalistas, especialmente los más poderosos, del conjunto de las relaciones sociales:
- Como constatamos con la crisis del Covid-19 e incluso antes (en nuestro 23º Congreso), la capacidad de cooperación entre los grandes estados para retrasar y atenuar el impacto de la crisis económica y limitar o evacuar los efectos de la descomposición hacia los países más débiles, se ha debilitado considerablemente y la tendencia no es al "retorno" de las políticas de "cooperación internacional", es más bien lo contrario. Tal dificultad sólo puede agravar el caos mundial.
- Por otra parte, en el seno de las principales burguesías del mundo, no se detecta razonablemente la aparición de políticas que puedan detener, siquiera parcial o temporalmente, una erosión tan destructiva y rápida. Sin subestimar la capacidad de respuesta de la burguesía, no se ve, al menos por el momento, la aplicación de políticas similares a las de los años ochenta y noventa que mitigaron y retrasaron los peores efectos de la crisis y la descomposición.
8. Esta evolución, aunque pueda sorprendernos por su rapidez y amplitud, fue prevista en gran medida por la actualización de nuestro análisis de la descomposición en el 22 Congreso8. Por un lado, el informe reconocía claramente el auge del populismo en los países centrales como una manifestación importante de la pérdida de control de la burguesía sobre su aparato político. Asimismo, mencionábamos otra manifestación: la irrupción de oleadas de refugiados y el éxodo de personas hacia los centros del capitalismo y destacábamos, en particular, el desastre medioambiental y su magnitud.
Al mismo tiempo, el informe identificaba problemas que hoy no ocupan el primer plano de los medios de comunicación, pero que no han dejado de agravarse: el terrorismo, el problema de la vivienda en los países centrales, el hambre y, sobre todo, “la destrucción de las relaciones humanas, de los lazos familiares y afectivos, que no han hecho más que agravarse, como lo demuestra el consumo de antidepresivos, la explosión del sufrimiento psicológico en el trabajo, así como la aparición de auténticas hecatombes, como la ocurrida en Francia durante el verano de 2003, cuando murieron 15.000 ancianos más durante la canícula”. Cabe señalar que la pandemia ha endurecido considerablemente esa tendencia hasta el límite y que los suicidios y las enfermedades psicológicas durante este periodo se han considerado como “una segunda pandemia”.
9. La perspectiva que planteamos se inscribe en el marco de análisis expuesto en las Tesis sobre la descomposición hace ya treinta años:
- “En una situación así, en la que las dos clases fundamentales - y antagónicas - de la sociedad se enfrentan sin lograr imponer su propia respuesta decisiva, la historia sigue, sin embargo, su curso. En el capitalismo, todavía menos que en los demás modos de producción que lo precedieron, la vida social no puede "estancarse" ni quedar "congelada". (tesis 4). Durante treinta años, la gangrena de la decadencia no ha cesado de expandirse, desembocando hoy en una agravación cualitativa, con unas consecuencias destructoras nunca vistas.
- “ningún modo de producción puede seguir viviendo, desarrollarse, afianzarse en bases firmes, mantener la cohesión social, si no es capaz de dar una perspectiva al conjunto de la sociedad en la que impera. Y esto es tanto más cierto para el capitalismo, al haber sido el modo de producción más dinámico de la historia.» (tesis 5). La situación actual es la continuación de más de cincuenta años de agravamiento incesante de la crisis capitalista sin que la burguesía haya sido capaz de ofrecer una perspectiva, y a la vez, el proletariado todavía no ha sido capaz de hacer avanzar la suya: la revolución comunista. La situación actual está arrastrando al mundo a una espiral de barbarie y destrucción en la que los países centrales, que durante todo un periodo habían desempeñado un papel de freno relativo a la descomposición, se están convirtiendo ahora en un factor agravante de la misma.
-“La descomposición no retrotrae a ningún tipo de sociedad anterior, a ninguna fase precedente de la vida del capitalismo. […] Hoy, la civilización humana está perdiendo cierta cantidad de lo adquirido […] El discurrir de la historia es irreversible: la descomposición lleva, como su nombre tan bien lo indica, al desmembramiento y a la putrefacción de la sociedad, a la nada.” (tesis 11).
10. Frente a esta situación, las Tesis sobre la descomposición, aunque advierten que “hoy, contrariamente a la situación de los años 70, el tiempo ya no juega en favor de la clase obrera” (tesis 16) y que existe el peligro de una erosión lenta, pero en última instancia irreversible de los fundamentos mismos del comunismo, dejan claro sin embargo que "la perspectiva histórica sigue abierta" (tesis 17).
En efecto, "A pesar del golpe en su toma de conciencia dado por el hundimiento del bloque del Este, el proletariado no ha sufrido derrotas importantes en el terreno de sus luchas. Su combatividad sigue intacta. Pero, además, y es éste un factor que determina en última instancia la evolución de la descomposición, o sea, la agravación inexorable de la crisis del capitalismo es un estímulo esencial de la lucha y de la toma de conciencia de la clase, condición misma en su capacidad para resistir al veneno ideológico de la putrefacción de la sociedad. En efecto, si bien las luchas parciales contra los efectos de la descomposición no pueden ser un terreno de unificación de clase, en cambio la lucha contra los efectos de la crisis misma es la base para que se desarrolle su fuerza y su unidad de clase" (tesis 17).
"la crisis económica, al contrario de la descomposición social, la cual concierne esencialmente las superestructuras, es un fenómeno que afecta directamente la infraestructura de la sociedad en la que se basan aquéllas; por eso, la crisis pone al desnudo las causas primeras de toda la barbarie que se cierne sobre la sociedad, permitiendo así al proletariado tomar conciencia de la necesidad de cambiar radicalmente de sistema y no ya de pretender mejorar algunos sus aspectos» (tesis 17).
De hecho, esta perspectiva está empezando a emerger: "Frente a los ataques de la burguesía, la clase obrera del Reino Unido está demostrando que una vez más está dispuesta a luchar por su dignidad, a rechazar los sacrificios impuestos constantemente por el capital. Es el reflejo más significativo de la dinámica internacional: el invierno pasado comenzaron a estallar huelgas en España y Estados Unidos; este verano, Alemania y Bélgica también experimentaron paros; es imposible predecir dónde y cuándo volverá a manifestarse masivamente la combatividad obrera en un futuro próximo, pero una cosa es cierta, la magnitud de la actual movilización obrera en el Reino Unido es un hecho histórico de primer orden: el fin de la pasividad, de la sumisión. Las nuevas generaciones de trabajadores están levantando la cabeza”9.
Hemos destacado que las luchas en el Reino Unido constituyen una ruptura con la pasividad y la desorientación imperantes hasta entonces. El retorno de la combatividad de los trabajadores en respuesta a la crisis puede convertirse en una fuente de concienciación, al igual que nuestra intervención, que es esencial ante una situación así. Es evidente que cada aceleración de la descomposición consigue frenar los esfuerzos de combatividad de los trabajadores: el movimiento en Francia 2019 sufrió un parón cuando estalló la pandemia. Esto supone una dificultad añadida y nada desdeñable ante el desarrollo de las luchas y la recuperación de la confianza del proletariado en sí mismo y en sus propias fuerzas. Sin embargo, no hay otro camino que la lucha. La reanudación de la lucha es en sí misma una primera victoria. El proletariado mundial en un proceso muy atormentado, con muchas derrotas amargas, puede finalmente recuperar su identidad como clase y eventualmente lanzar una ofensiva internacional contra este sistema moribundo.
11. En este contexto, los años veinte del siglo XXI tendrán una importancia considerable en la evolución histórica. Mostrarán aún más claramente que en el pasado la potencia destructora de la humanidad que conlleva la descomposición capitalista. En el otro polo, el proletariado comenzará a dar sus primeros pasos, como los esbozados por la combatividad de las luchas en Gran Bretaña, para defender sus condiciones de vida frente a la multiplicación de los ataques de cada burguesía y los golpes de la crisis económica mundial con todas sus implicaciones. Estos primeros pasos serán a menudo vacilantes y plagados de debilidades, pero son esenciales para que la clase obrera pueda reafirmar su capacidad histórica de imponer su perspectiva comunista. Así, los dos polos de la perspectiva se opondrán globalmente en la alternativa: destrucción de la humanidad o revolución comunista, aunque esta solución esté aún muy lejos y se enfrente a enormes obstáculos. Esclarecer este contexto histórico es una tarea inmensa pero absolutamente necesaria y vital para las organizaciones revolucionarias del proletariado. Les exige ser las mejores defensoras y propagadoras de una perspectiva general. También es una prueba crucial de su capacidad para analizar y dar respuesta a los retos que plantean los distintos aspectos de la situación actual: guerra, crisis, lucha de clases, crisis medioambiental, crisis política, etc.
CCI, 28 de octubre de 2022
1 TESIS SOBRE LA DESCOMPOSICION: La descomposición, fase última de la decadencia del capitalismo | Corriente Comunista Internacional (internationalism.org) [14].Estas Tesis se adoptaron en 1990.
2 Véase el Informe sobre la crisis económica del 24º Congreso Internacional de la CCI (2021) | Corriente Comunista Internacional (internationalism.org) [23]
3 A escala mundial, el riesgo para la salud humana en todos los países, incluidos los "más desarrollados", ha empeorado drásticamente, al tiempo que los científicos advierten de la posibilidad de nuevas pandemias. El estudio de un equipo del London University College publicado en The Lancet también muestra cómo la crisis climática ha aumentado la propagación del dengue en un 12% entre 2018 y 2021 y que “las muertes por oleadas de calor han aumentado en un 68% entre 2017 y 2021, en comparación con el periodo entre 2000 y 2004”.
4 The Lancet (2022). Cabe señalar que, si bien el enorme deterioro ecológico no es el único factor de la crisis alimentaria, la concentración de la producción en muy pocos países y la fuerte especulación financiera con el trigo y otros alimentos básicos agravan aún más el problema.
5 A su manera, el Fondo Monetario Internacional reconoce, con su alambicado lenguaje, la realidad de la situación: "es muy probable que el crecimiento se aminore todavía más y que la inflación sea más alta de lo previsto. En general, los riesgos son elevados y comparables en líneas generales a la situación al inicio de la pandemia: una combinación de factores sin precedentes está configurando el panorama, con factores específicos que interactúan con formas intrínsecamente difíciles de predecir. Muchos de los riesgos descritos a continuación son esencialmente una intensificación de las fuerzas ya presentes en el escenario de referencia. Además, la materialización de los riesgos a corto plazo puede precipitar los riesgos a medio plazo y dificultar la resolución de los problemas a largo plazo.”
6 En Francia, uno de los gigantes mundiales de la energía nuclear, 32 de sus 56 reactores nucleares están inactivos.
7 Resolución sobre la situación internacional del 24º Congreso del CCI
8 Véase el “Informe sobre la descomposición hoy (mayo de 2017)”, Revista Internacional nº 164, (en francés e inglés) Rapport sur la décomposition aujourd’hui (Mai 2017) | Courant Communiste International (internationalism.org) [24]/ Report on decomposition today, from the 22nd ICC Congress | International Communist Current (internationalism.org) [25]
9 El verano de la ira en Gran Bretaña: la burguesía impone nuevos sacrificios, la clase obrera responde con la lucha (panfleto internacional de la CCI). hoja_internacional_huelgas_gb.pdf [26].
Algunos acontecimientos tienen una importancia que no se limita al ámbito local o inmediato, sino que tiene un alcance internacional. Por el número de sectores afectados, la combatividad de los trabajadores implicados en la lucha y el amplio apoyo a la acción entre la población trabajadora, la ola de huelgas que se ha extendido por toda Gran Bretaña este verano es un acontecimiento de innegable importancia a nivel nacional. Pero también hay que entender que la importancia histórica de estas luchas va mucho más allá de su dimensión local o incluso de su ocurrencia puntual. Desde hace décadas, la clase obrera de los países europeos está sometida a la presión asfixiante de la descomposición del capitalismo. Más concretamente, desde 2020, ha sufrido varias oleadas de Covid y luego el horror de la guerra bárbara en Europa con la invasión rusa de Ucrania. Aunque estos acontecimientos afectaron a la combatividad de los trabajadores, no la hicieron desaparecer, como todavía subrayaron las luchas en Estados Unidos, España, Italia, Francia, Corea e Irán a finales de 2021 y principios de 2022. Sin embargo, la oleada de huelgas en Gran Bretaña en respuesta a los ataques a su nivel de vida causados por la profundización de la crisis económica, acentuada por las consecuencias de la crisis sanitaria y, sobre todo, por la guerra en Ucrania, es de una escala diferente. En circunstancias difíciles, los trabajadores británicos envían una señal clara a los trabajadores de todo el mundo: hay que luchar, aunque hayamos sufrido ataques y aceptado sacrificios sin poder reaccionar; pero hoy "ya basta": no lo aceptamos más, hay que luchar. Este es el mensaje que se envía a los trabajadores de otros países. En este contexto, la entrada en la lucha del proletariado británico constituye un acontecimiento de importancia histórica en varios niveles.
Esta ola de lucha está dirigida por una fracción del proletariado europeo que ha sufrido más que la mayoría el retroceso general de la lucha de clases desde 1990. En efecto, si en los años 70, aunque con cierto retraso respecto a otros países como Francia, Italia o Polonia, los trabajadores británicos desarrollaron luchas muy importantes, que culminaron con la ola de huelgas de 1979 ("el invierno del descontento"), el Reino Unido fue el país europeo donde el retroceso de la combatividad ha sido más acusado en los últimos 40 años. Durante la década de 1980, la clase obrera británica sufrió una eficaz contraofensiva de la burguesía que culminó con la derrota de la huelga de mineros de 1985 por parte de Thatcher, la "Dama de Hierro" de la burguesía británica. Además, Gran Bretaña se ha visto especialmente afectada por la desindustrialización y la transferencia de industrias a China, India o Europa del Este. Así, cuando la clase obrera sufrió un declive generalizado en todo el mundo en 1989, éste fue especialmente acusado en Gran Bretaña. Además, en los últimos años, los trabajadores británicos han sufrido la embestida de los movimientos populistas y, sobre todo, la ensordecedora campaña del Brexit, estimulando la división en su seno entre los "remainers" y los "leavers", y luego la crisis de Covid que ha pesado mucho sobre la clase obrera, especialmente en Gran Bretaña. Por último, y más recientemente, se ha enfrentado a la intensa algarabía democrática pro-ucraniana y al belicismo especialmente abyecto en torno a la guerra de Ucrania. La "generación Thatcher" sufrió una gran derrota, pero hoy aparece en la escena social una nueva generación de proletarios que ya no se ve tan afectada como sus mayores por el peso de estas derrotas y levanta la cabeza, mostrando que la clase obrera es capaz de responder mediante la lucha a estos grandes ataques. Guardando las proporciones, asistimos a un fenómeno bastante comparable (aunque no idéntico) al que vio surgir a la clase obrera francesa en 1968: la llegada de una generación joven menos afectada que sus mayores por el peso de la contrarrevolución.
El "verano de la ira" solo puede ser un estímulo para todos los trabajadores del planeta y ello por varias razones: se trata de la clase obrera de la quinta potencia económica mundial, y de un proletariado anglófono, cuyas luchas pueden tener un impacto importante en países como Estados Unidos, Canadá o en otras regiones del mundo, como la India o Sudáfrica. Al ser el inglés la lengua de comunicación mundial, la influencia de estos movimientos supera necesariamente la de las luchas en Francia o Alemania, por ejemplo. En este sentido, el proletariado inglés muestra el camino no sólo a los trabajadores europeos, que deberán estar en la vanguardia del ascenso de la lucha de clases, sino también al proletariado mundial, y en particular al proletariado americano. En la perspectiva de las futuras luchas, la clase obrera británica puede servir así de enlace entre el proletariado de Europa Occidental y el proletariado americano. Esta importancia puede medirse también por la reacción preocupada de la burguesía, especialmente en Europa Occidental, ante el peligro de la extensión del "deterioro de la situación social". Es el caso, en particular, de Francia, Bélgica o Alemania, donde la burguesía, a diferencia de la actitud de la burguesía británica, ha tomado medidas más firmes para poner un techo a las subidas del petróleo, del gas y de la electricidad o para compensar el impacto de la inflación y de las subidas de precios mediante subvenciones o reducciones de impuestos, al tiempo que proclama a viva voz que quiere proteger el poder adquisitivo de los trabajadores. Por otra parte, la amplia cobertura mediática de la muerte de la reina Isabel y de las ceremonias fúnebres pretendía contrarrestar las imágenes de la lucha de clases y mostrar, en cambio, una imagen de una población británica unida, envuelta en un fervor nacionalista y respetuosa con el orden constitucional burgués. Desde entonces, los medios de comunicación burgueses han aplicado un amplio apagón sobre la continuación de los movimientos de huelga. La burguesía sabe perfectamente que la profundización de la crisis y las consecuencias de la guerra no cesarán. Sin embargo, el hecho de que ya se esté desarrollando un movimiento masivo ante los primeros ataques, que son similares para todos los destacamentos del proletariado, no solo en Inglaterra sino en Europa e incluso en el mundo, ataques que la burguesía se ve obligada a imponer en el contexto actual, no puede sino preocupar profundamente a la burguesía.
Aunque el proletariado de Europa Occidenta no ha sido derrotado durante los últimos cuarenta años, a diferencia de lo que ocurría antes de las dos guerras mundiales, el declive de su conciencia de clase después de 1989 (subrayado por la campaña sobre la "muerte del comunismo") ha sido, sin embargo, extremadamente importante. En segundo lugar, la profundización de la descomposición a partir de los años 90 ha afectado cada vez más a su identidad de clase, y esta tendencia no ha podido ser invertida por ciertos movimientos de lucha o expresiones de reflexión entre minorías de la clase en las dos primeras décadas del siglo XXI, como la lucha contra el Contrato del Primer Empleo (CPE) en Francia en 2006, el movimiento de los "Indignados" en España en 2011, las luchas en la SNCF y Air France en 2014 y el movimiento contra la reforma de las pensiones en 2019 en Francia o el "Striketober" (neologismo que alude a la ola de huelgas en octubre) en Estados Unidos en 2021. Además, a lo largo de las dos primeras décadas del siglo XXI, la clase obrera mundial se ha enfrentado en sus luchas al peligro de los movimientos interclasistas, como en Francia con las acciones de los "Chalecos amarillos", al peso de las movilizaciones populistas, como el movimiento MAGA ("Make America Great Again") en Estados Unidos, o a campañas burguesas como las "marchas por el clima" o el movimiento "Black Lives Matter" y las movilizaciones a favor del derecho al aborto en Estados Unidos y otros países. Más recientemente, ante las primeras consecuencias de la crisis, han estallado numerosas revueltas populares en varios países de América Latina contra el aumento del precio de los combustibles y otros productos básicos. Todos estos movimientos constituyen un peligro para los trabajadores en la medida en que los arrastran a un terreno interclasista, donde son ahogados por la masa de "ciudadanos" o arrastrados a un terreno completamente burgués. Pero sólo el proletariado ofrece una alternativa a los desastres que marcan nuestra sociedad. Y precisamente, a diferencia de estos movimientos que arrastran a los trabajadores a terrenos falsos, la aportación fundamental de la oleada de huelgas de los trabajadores británicos es la afirmación de que la lucha contra la explotación capitalista debe situarse en un claro terreno de clase y plantear claras reivindicaciones obreras contra los ataques al nivel de vida de los trabajadores: "Además, y este es el elemento que en última instancia determinará el resultado de la situación mundial, el inexorable agravamiento de la crisis capitalista constituye el estimulante esencial para la lucha de clases y el desarrollo de la conciencia, la condición previa para su capacidad de resistir el veneno que destila la podredumbre social. Porque si bien no hay base para la unificación de la clase en las luchas parciales contra los efectos de la descomposición, sin embargo, su lucha contra los efectos directos de la crisis constituye la base para el desarrollo de su fuerza y unidad de clase". (Tesis sobre la descomposición, 1991. Revista Internacional nº 107, 2001). El desarrollo de esta combatividad masiva en las luchas por la defensa del poder adquisitivo es, para el proletariado mundial, una condición ineludible para superar el profundo retroceso que ha sufrido desde el derrumbe del bloque del Este y de los regímenes estalinistas y para recuperar su identidad de clase y su perspectiva revolucionaria. En definitiva, tanto desde el punto de vista histórico como desde el contexto actual al que se enfrenta la clase obrera, esta oleada de huelgas en Gran Bretaña constituye, por tanto, una ruptura en la dinámica de la lucha de clases, capaz de poner en marcha un "cambio en la atmósfera social".
El "cambio de ambiente" social habido durante estas luchas en Gran Bretaña recuerda en ciertos aspectos la situación que se inició en aquel Mayo de 1968 en Francia. Mayo del 68 fue el símbolo de la ruptura con el largo periodo de contrarrevolución precedente, quebrando el collar con el que el estalinismo tenía amarrado al proletariado, inyectando dinamismo, un impetuoso desarrollo mundial de las luchas obreras y abriendo un periodo de enfrentamientos de clase que se concretó durante las dos décadas siguientes en el "otoño caliente" de 1969 en Italia, las luchas en Polonia en 1970 y 1976, antes de alcanzar su auge en agosto de 1980, en Bélgica entre 1970 y 1972, luego en 1983 (servicios públicos) y en 1986, en Estados Unidos (General Motors en Lordstown, Ohio) en 1972 y luego una nueva oleada de huelgas durante el verano de 1986, en Francia de nuevo con la lucha de los trabajadores del acero (Longwy, Denain) en 1979, en Suecia en 1980, en parte de los países escandinavos -Suecia y Noruega- (86), los estibadores de Rotterdam en los Países Bajos en 1984, así como en España (Vitoria, 1976), Alemania, Grecia, Brasil, México y Sudáfrica, entre otros.
En efecto, la entrada en lucha de los proletarios en Gran Bretaña tiene una importancia comparable a la de Mayo del 68 en Francia, porque se sitúa en el corazón de uno de los bastiones más antiguos y desarrollados del capitalismo, en Europa Occidental, en uno de los batallones del proletariado más experimentados en la guerra de clases. Por eso, esa lucha va a desempeñar un papel clave como acicate de crucial importancia en el nuevo desarrollo de las luchas a escala mundial. Y, por otra parte, hoy la burguesía sigue prendiendo las mechas de los mismos contrafuegos con los que se topó la clase obrera en 1968, enfrentada hoy a los mismos enemigos: sindicatos, partidos de izquierda y organizaciones izquierdistas para hacerla descarrilar su combate de su vía de clase.
Y también, el despertar de la combatividad del proletariado en Gran Bretaña replicando a la dramática agravación de la crisis mundial del capitalismo y a los ataques de la burguesía evoca, mutatis mutandis, el Mayo 68 francés por el importante número de proletarios implicados en una lucha que afecta a todos los principales sectores de actividad del país. El análisis del desarrollo de las luchas proletarias en el corazón de Europa debe inscribirse en esta dimensión histórica. Todo lo que la CCI propuso antes de 2022 para analizar el desarrollo de la combatividad obrera en su terreno frente a la crisis y los ataques de la burguesía, se ha confirmado. El proletariado está desarrollando sus luchas actuales sobre esas bases.
Sin embargo, existen diferencias considerables entre ambas situaciones. El contexto es muy diferente: la clase obrera se encuentra hoy considerablemente debilitada. En aquella época el proletariado albergaba cantidad de ilusiones y confusiones sobre el camino hacia la revolución que parecía a su alcance. Esas fueron una de las mayores debilidades de las luchas del 68 y de los veinte años de luchas obreras que siguieron, lo cual llevó al proletariado a encontrarse totalmente indefenso y desorientado en el momento de la caída del bloque del Este en 1989. Esto permitió a la burguesía desarrollar y llevar a cabo una gigantesca campaña ideológica a escala mundial contra el marxismo y el comunismo presentándolos como una victoria de la democracia sobre los regímenes totalitarios "comunistas", minando así la confianza de la clase obrera en sí, en sus fuerzas, acarreando un reflujo general de la lucha de clases, afectando todo ello profundamente a su capacidad para luchar en su terreno de clase y abriendo así el camino a una nueva fase en el hundimiento de la moribunda sociedad capitalista en su decadencia: El resultado ha sido una descomposición social y un estancamiento en la relación de fuerzas en la que ni el proletariado ni la burguesía son capaces de imponer su "salida" al capitalismo en crisis: la revolución mundial para aquel o la guerra mundial para esta, haciendo así posible que se haya producido una putrefacción de raíz de la sociedad y una desintegración de las relaciones sociales, una espiral dominada por la tendencia al sálvese quien pueda y la sumersión en el caos y la barbarie bélica.
Una de las consecuencias de este contexto diferente es que, mientras que en el período de desarrollo de la lucha de clases entre 1968 y 1989, el proletariado pudo desempeñar un papel activo como freno en la confrontación entre los dos bloques, pues su movilización en su terreno de clase impedía el enrolamiento ideológico por parte de la burguesía tras sus soluciones bélicas, siendo así un obstáculo decisivo ante el estallido de una tercera guerra mundial; ahora, en cambio, el nivel de desarrollo de la lucha de clases no dispone de los medios para oponerse inmediata y directamente a la guerra como vemos con la guerra en Ucrania.
Por otra parte, esta situación es reveladora de algo aún más fundamental y crucial para el propio futuro de la humanidad: el inexorable hundimiento de la sociedad capitalista en el caos y la barbarie bélica, la acumulación y encadenamiento de peligros mortales contenidos en la última fase de descomposición del capitalismo, es mucho más más reveladora de la evidente bancarrota del sistema cuyo desenlace será la destrucción planetaria, que la amenaza de una guerra mundial.
Por todo ello, las luchas en Gran Bretaña demuestran que el proletariado no ha sufrido una derrota decisiva, que no está vencido de antemano. Por el contrario, es capaz de levantar cabeza, a pesar de la cantidad de dificultades e incluso de nuevos desafíos que inevitablemente se le presentarán. Esas luchas muestran que sigue abierta la alternativa de futuro: comunismo o barbarie.
Hoy, muchas de las ilusiones y debilidades que marcaron las luchas entre 1968 y 1989 se han derrumbado: Ha quedado claro que el camino hacia la revolución comunista es todavía largo, lleno de escollos y obstáculos que se han hecho más difíciles de superar. Abrirse paso es un reto enorme, pero al proletariado no le queda más remedio que comprometerse resueltamente en una lucha que deja abierta la perspectiva de recuperar la confianza en sí mismo desarrollando sus propias luchas y afirmarse una vez más como la única fuerza social capaz de derrocar y destruir el capitalismo antes de que éste destruya la humanidad.
Queda pues clara la importancia de este movimiento no se limita al hecho de que pone fin a un largo período de relativa pasividad. Estas luchas se desarrollan en un momento en el que el mundo se enfrenta a una guerra imperialista de gran envergadura, una guerra que opone a Rusia y Ucrania en suelo europeo, pero que tiene un alcance mundial con, en particular, una movilización de los países miembros de la OTAN que es una movilización no solo en las armas, sino también en el plano económico, diplomático e ideológico: en los países occidentales, los gobiernos piden sacrificios para "defender la libertad y la democracia". En concreto, esto significa que los proletarios de estos países deben apretarse aún más el cinturón para "mostrar su solidaridad con Ucrania", de hecho, con la clase dominante ucraniana y los gobernantes de los países occidentales. Frente al conflicto en Ucrania, llamar a una movilización directa de los trabajadores contra la guerra es ilusorio en Europa Occidental o en los Estados Unidos; sin embargo, desde febrero de 2022, la CCI ha destacado que la reacción de los trabajadores aparecerá sobre la base del ataque a sus salarios, producto de la acumulación e interconexión de las crisis y desastres del período pasado, y contra la campaña que llama a aceptar sacrificios en apoyo a la "resistencia heroica del pueblo ucraniano". Además, la movilización contra la austeridad capitalista contiene también, en última instancia, una oposición a la guerra. Esto es también lo que llevan en embrión las huelgas de la clase obrera en el Reino Unido, aunque los trabajadores no sean siempre plenamente conscientes de ello: el rechazo a hacer más y más sacrificios por los intereses de la clase dominante, el rechazo a los sacrificios por la economía nacional y por el esfuerzo de guerra, y el rechazo a aceptar la lógica de este sistema que lleva a la humanidad hacia la catástrofe y, finalmente, a su destrucción. En resumen, aunque las luchas se limiten por el momento a un solo país, aunque se agoten, y aunque probablemente no debamos esperar una serie de acontecimientos importantes similares en diferentes países en un futuro próximo, se ha alcanzado un hito. El logro esencial de la lucha de los trabajadores en Gran Bretaña es levantarse y luchar, porque la peor derrota es sufrir el empobrecimiento sin luchar. Es sobre esta base que se pueden aprender las lecciones y la lucha puede avanzar. En esta perspectiva, las huelgas representan un cambio cualitativo y anuncian un cambio en la situación de la clase obrera frente a la burguesía: marcan un desarrollo de la combatividad en un terreno de clase que puede ser el inicio de un nuevo episodio de la lucha, porque es a través de sus luchas económicas masivas que la clase obrera podrá recuperar progresivamente su identidad de clase, erosionada por la presión de 40 años de descomposición, por el reflujo de las luchas y la conciencia, por las sirenas de los movimientos interclasistas, el populismo y las campañas ecologistas. Es sobre esta base que la clase obrera podrá abrir una perspectiva para el conjunto de la sociedad. Desde este punto de vista, hay un "antes" y un "después" del verano de 2022.
R. Havanais, 30.12.2022
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La irrupción del populismo en la primera potencia mundial que se coronó con el triunfo de Donald Trump en 2016 trajo 4 años de decisiones contradictorias y erráticas, de denostación de las instituciones y acuerdos internacionales que aceleraron aún más el caos mundial y condujeron a un mayor debilitamiento y descrédito de la potencia americana, acelerando así su declive histórico. La situación se torna cada vez más grave y afloran abiertamente dificultades y divisiones internas en la vida social americana. A ello se agrega una pandemia cuyo manejo mostró la enorme irresponsabilidad del enfoque populista, llamando a no tomar en cuenta las medidas preventivas propuestas por los equipos de científicos, al grado que USA concentra el triste record de muertes por Covid-19 en el mundo. Terror del Estado, violencia en manifestaciones antirracistas (BLM), auge de grupos supremacistas armados, incremento de la criminalidad y como parte de esa escalada feroz de los acontecimientos, el 6 de enero de 2021, las huestes trumpistas tomaron el Capitolio, el “símbolo del orden democrático”, para tratar de echar abajo la legalización del resultado favorable a la fracción Biden[1]. La pandemia aceleró las tendencias a la pérdida de control de la situación social, las divisiones internas de la burguesía americana se agudizaron en unas elecciones donde por primera vez en la historia el mismo presidente y candidato a reelegirse acusa la existencia de una “fraude electoral”, al mejor estilo de una “república bananera”. Los USA se encuentran ahora en el epicentro de la descomposición social.
Para poder explicar desde un análisis marxista esta “nueva” situación de la otrora superpotencia debemos asumir un enfoque histórico. Hay que explicar primero cómo fue que los USA se convirtieron en la primera potencia mundial, en el país que dominó el comercio, la política, la guerra y que su moneda se convertiría en la moneda mundial. En una primera parte de este artículo veremos el discurrir histórico de los USA desde su fundación hasta su culmen, su auge como indiscutible gendarme mundial, es decir, abordaremos acontecimientos que van de finales del siglo XVIII hasta la caída del bloque del Este en 1989. Este es el periodo histórico que ha sido marcado por la primacía del capitalismo americano a nivel mundial. A partir del derrumbe del bloque del Este se abre una fase terminal en la evolución del capitalismo: la Descomposición social[2]. Con ello empieza también un declive del liderazgo americano y el hundimiento de todo el sistema burgués en el caos y la barbarie. La segunda parte de este artículo abordará el periodo que va de inicios de los 90´s hasta el año en curso. En 30 años de pudrimiento en pie de la sociedad burguesa los USA han pasado a ser un factor de agravación del caos, su liderazgo mundial no será recuperado por más que el equipo Biden lo proclame en sus discursos, no es una cuestión de deseos, son las características de esta fase final del capitalismo lo que determina el rumbo de las tendencias y el abismo al que nos conduce el capitalismo si el proletariado no le pone fin a través de la revolución comunista mundial.
Cuando Marx escribió “Trabajo asalariado y capital”, y sobre todo la gran obra del marxismo “El Capital”, tomó como referencia el proceso interno del país capitalista más desarrollado de su época: Inglaterra, el país de la Revolución Industrial y cuna del capitalismo moderno. Para el siglo XVIII, los USA apenas empezaban a consolidarse como país en el nuevo continente. La independencia de las 13 Colonias el 4 de julio de 1776 y la elaboración de la Constitución de la “Unión Americana” darían arranque a un vertiginoso desarrollo del capitalismo en Norte América.
En el marco de este artículo no vamos a desarrollar la historia de la independencia de las “13 Colonias inglesas”. Sin embargo, queremos subrayar que una de las grandes inconformidades de los colonos se desarrolló a partir de los aumentos a los impuestos y la falta de “representación”, por ello la consigna era, “un hombre un voto” o “No taxation without representation” (“No impuestos sin representación”). La democracia empezaba a despuntar como el mejor marco para el desarrollo de la “libre empresa y la propiedad privada”, no es casual que los USA se empezaron a considerar a sí mismos como los garantes de la democracia en el mundo.
El siglo XVIII estaba dominado por los grandes países colonialistas: Inglaterra, Francia, España y en menor medida Holanda y Portugal. Por ello el reconocimiento de la independencia de los USA se acuerda bajo el ambiente de rivalidades y luchas por territorios entre esos potentados. El “Tratado de Paris” (1783) reconoce la independencia de los USA y su derecho a expandirse hasta el Mississippi. Francia poseía Luisiana y toda la cuenca del Mississippi, España dominaba Florida y aún tenía el dominio absoluto sobre el “Virreinato de la Nueva España” que después sería México.
En 1787 la Convención decide dotarse de una Constitución para los nuevos “13 estados” eliminando así los enfrentamientos entre ellos (New Jersey y New York por ejemplo) y solucionar el problema de las arcas vacías para hacer frente a las invasiones que desde el oeste mantenían Gran Bretaña y España. Junto a la aprobación de la Constitución en 1789 se aprueba también la “declaración de derechos”. Al ser la burguesía naciente una nueva clase explotadora y el capitalismo un sistema de extracción de plusvalía de la clase trabajadora, todas esas declaraciones sobre “derechos” como en la revolución francesa “libertad, igualdad y fraternidad” eran sólo tapaderas ideológicas para justificar las modernas relaciones de explotación capitalista, un programa para rematar la consolidación del capitalismo en contra el viejo régimen feudal y sus secuelas. Estas rimbombantes “declaraciones” pronto se convertirían en meros taparrabos de una explotación rapaz y sin asomo de trato humano: la esclavitud, el racismo y la lucha por derechos civiles en USA son una demostración del abismo que hay entre los “postulados” de la democracia y la realidad de la vida bajo el capitalismo.
Los barcos llegaban a los puertos del Este americano repletos de emigrantes que aspiraban a nuevas y fértiles tierras, emprender negocios propios, en otras palabras, el “sueño americano” fue una posibilidad para millones de emigrados de mejorar su situación. Las leyes permitían la emigración y muchos europeos se lanzaron a la colonización del oeste americano. La población americana creció enormemente gracias a la emigración. En 1850 había 23 millones de habitantes y para 1910 se alcanzaría la cifra de 92 millones, superior a la población de Inglaterra y Francia juntas. En la etapa ascendente del capitalismo, la emigración tenía una naturaleza distinta a las emigraciones de hoy. En los tiempos de expansión del capitalismo la posibilidad de mejorar las condiciones de vida era real, hoy es una simple huida ciega y suicida, un verdadero callejón sin salida. Por ejemplo, las caravanas de miles migrantes que salen desde Centroamérica e intentan llegar por tierra a los USA se enfrentan al hambre, las pandillas de traficantes y la represión estatal, la mayoría de ellos solo encuentran el sufrimiento indecible o la muerte pura y llana.
La expansión del capitalismo hacia el Oeste es conocida como el “Destino manifiesto”, el capitalismo se expandía y abría camino a punta de cañonazos y winchester en mano, los nativos fueron desplazados o exterminados y los sobrevivientes que resultaron de esta violenta expropiación terminaron recluidos en “reservas”. “La Frontera” se iba expandiendo a lo largo del siglo XVIII “por la Autoridad Divina o de Dios”. El Destino Manifiesto expresaba la idea de los primeros colonos, protestantes y puritanos, en concebirse como una nación “elegida” y destinada a expandirse desde el Atlántico hasta el Pacífico. Esta expansión llevaba consigo los trenes[3], el telégrafo y se incrementaban las necesidades de suministros de mercancías. Parecería que el capitalismo vivía un ascenso sin límites temporales, de ahí que las históricas posturas aislacionistas abrevaban en esta idea de un progreso permanente bajo un estado casi autárquico. Esa “expansión interior” termina y se consolida a principios del siglo XX.
A principios del siglo XIX, la joven república estadounidense se dota de una doctrina que marcará su historia: La Doctrina Monroe, “América para los americanos”. Elaborada en 1823 por Q. Adams y presentada al congreso de la Unión por James Monroe ha sido piedra angular en la política exterior americana que traduce esta doctrina como “América para los estadounidenses”. Desde entonces se perfilaba ya que los USA iban a poner un alto a los europeos en América y que tal Doctrina en realidad se quedó corta en relación a los territorios que los USA iban a dominar alrededor del planeta.
Esa mítica “frontera” conoció una expansión vertiginosa en el siglo XIX. Napoleón Bonaparte vendió Luisiana y toda la cuenca del Mississippi, luego los americanos compraron Florida a España (1821) y la guerra contra México en 1846 la ganan y se agencian más de la mitad del territorio mexicano y alcanzaron así las costas del Pacífico. Más tarde en 1898 la guerra entre USA y España se saldó con la victoria norteamericana obteniendo el control sobre Cuba, otras islas del Caribe y la lejana Filipinas. Ello mostraba ya el claro declive del “imperio español” y el ascenso ya de los USA como potencia regional[4]. “…El mismo año que Jorge Washington ascendía a la presidencia de los Estados Unidos, se vieron llegar quince buques cargados con seda y té del exótico y legendario puerto asiático de Cantón, mientras los navíos de New York, Boston y Philadelphia penetraban valerosamente en el área del monopolio de la Compañía de las Indias Orientales. Y en menos de quince años los barcos de bandera norteamericana, tripulados por sus valerosos marinos, recalaban en Batavia, Calcuta, Filipinas, Japón, Turquía, Egipto y Marruecos. Comenzaba en forma espectacular la historia del comercio exterior de los Estados Unidos”[5]. En el Pacifico desde la mitad del siglo XIX los EEUU empezaron a manifestar su presencia contribuyendo a la “apertura” de Japón al capitalismo. Al mismo tiempo Gran Bretaña penetraba en China y sentaba sus relaciones en ese país asiático, sin embargo, en aquella fase los EEUU todavía no tenían la presión de extender su presencia y defender sus posesiones, esto empezó a ocurrir sobre todo en los albores del siglo XX.
El largo proceso de integración de los Estados de la Unión inició desde 1787 hasta las últimas integraciones en 1959. Alaska fue comprada a los rusos en 1867 pero es hasta enero de 1959 cuando Alaska se convirtió en el Estado número 49 y Hawai emergió como el Estado número 50 en agosto de ese mismo año. Estamos hablando de más de 170 años, tiempo en el cual se ha ido extendiendo el territorio hasta conquistar la “última frontera”, es decir, hasta alcanzar las costas del Pacífico californiano. En el avance frenético del capitalismo en el inmenso territorio de Norte América había que hacer frente a los Estados esclavistas del sur por dos razones: consolidar la unidad del Estado Nacional poniendo un alto a los secesionistas que constantemente amenazaban con independizarse y permitir, por otro lado, eliminar el arcaico sistema esclavista que no permitía la existencia de “ciudadanos libres” … ¡libres de vender su fuerza de trabajo asalariada! Ello era más necesario en tanto que en USA, al menos hasta la I Guerra Mundial, sufrió casi permanentemente de una escasez de mano de obra.
Los USA se convirtieron en el siglo XIX en el mayor importador de esclavos. El trabajo agrícola con mano de obra esclava estaba focalizado en los estados del sur. En cambio, el norte industrializado basaba su desarrollo en la explotación del trabajo asalariado, por tanto, se planteaba un problema para el capitalismo: La industria domina al campo y la mano de obra debe “circular libremente” para que el capital pueda hacer uso de ella indiscriminadamente[6]. Los propietarios de esclavos oponían resistencia a esa lógica del capital y trataron de separarse del norte industrial. La sangrienta Guerra de Secesión (1861-1865) fue el triunfo total del capitalismo y se impuso una dura lección a las próximas tentaciones separatistas. Este avance del capitalismo ha sido saludado por el marxismo ya que las relaciones de producción burguesas traen aparejadas a sus enterradores: el proletariado moderno. Por eso “En el mensaje de saludo al Sr Lincoln con motivo de su reelección a la presidencia, hemos expresado nuestro convencimiento de que la guerra civil de América tendría una significación tan grande para el progreso de la clase obrera como la que tuvo para el progreso de la burguesía la guerra de independencia americana”[7].
Mientras los USA estaban enfrascados en su Guerra de Secesión, en México Francia había impuesto a un miembro de casa de los Habsburgo como emperador mexicano, Napoleón III pretendía disputarle el patio trasero a los Estados Unidos. No se trataba de una complacencia del “Tío Sam” o que la Doctrina Monroe fuese un sueño guajiro, no, simplemente estaban ocupados con su guerra interna pero una vez terminada la guerra de secesión Washington estuvo en condiciones de expulsar a los franceses de su zona de influencia natural. Para dar una lección a los europeos y que guardaran sus futuras pretensiones bajo llave, los USA hicieron fusilar a Maximiliano de Habsburgo a pesar de los ruegos de la aristocracia europea y de artistas como Víctor Hugo. Un episodio más que mostraba quién, de ahí en adelante, marcaría el paso en la política mundial.
Para inicios del siglo XX “los Estados unidos habían constituido la sociedad capitalista más vigorosa del mundo y organizado la producción industrial la más potente (…) La productividad del trabajo creció de manera más fuerte que en otros lados, de la misma manera las ganancias, los salarios y el ingreso nacional”. “Pero desde la época de la muerte de Marx, durante los años 1800, el capitalismo americano alcanzaba y superaba las cifras de la producción industrial inglesas, desde esta época América asume pues el primer rango entre los países industrializados. (…) La Primer Guerra Mundial, al mismo tiempo que ocasionaba una fuerte reducción de la producción europea, iba a acentuar aún más el progreso de la economía americana, de manera que en el momento en que estalla la Revolución de Octubre los USA producían ya casi la totalidad de bienes y mercancías que toda Europa junta”[8].
Para la burguesía americana y todos sus ideólogos parecía que la bonaza capitalista era casi una “característica natural” del sistema, sin embargo, la realidad se basaba en la conquista de un vasto territorio que, a medida que “la frontera” avanzaba al oeste, se ampliaba la demanda de toda clase de suministros y mercancías, un proceso capaz de absorber también grandes cantidades de emigrantes y empujaba todas las cifras de crecimiento al alza, los préstamos que apuntalaban esa expansión fluían desde Europa. En 1893 Chicago se convierte en sede de la “Exposición Universal” lo cual metía a los USA directamente en la lista de las potencias industriales. El “sueño americano” empero tocaba sus límites, el inicio de siglo XX y la I Guerra Mundial anunciaban la entrada del capitalismo en su decadencia histórica y nuevas condiciones iban a entrar en escena para explicar la evolución de los USA que empezaba a despuntar como potencia mundial.
La I Guerra Mundial marcaba la necesidad de “un nuevo reparto del mundo”. Potencias industriales como Alemania llegaron tarde al reparto de ese mercado mundial. Mientras que Francia e Inglaterra se habían servido con la cuchara grande a nivel de la conquista de colonias, mientras que los USA dominaban el continente americano y consolidaban su expansión de Este a Oeste, Alemania no tenía nada y necesitaba replantear ese reparto. Bajo el capitalismo no hay otro medio de enfrentar la búsqueda de un “espacio vital” que no sea la guerra y a partir de 1914 la guerra se convierte en la forma de vida del capitalismo decadente[9].
El conflicto de “La gran Guerra” arrastró a toda Europa a la destrucción, a las masacres, a la barbarie pura y simple. Alemania estalla las hostilidades, por primera vez en la era moderna Europa se ve confrontada a tan dramática situación.
Los USA mantuvieron una “neutralidad” hasta 1917. Recordemos el enorme peso que tenía la ilusión de un desarrollo capitalista ilimitado y alejado de los problemas europeos. A pesar del hundimiento del RMS Lusitania por submarinos alemanes en 1915, el presidente Woodrow Wilson mantuvo la “neutralidad”. Una neutralidad muy conveniente, los USA aumentaron su producción de forma notable, empezaron a convertirse en los grandes proveedores de la Entente de municiones, pertrechos militares de todo tipo, alimentos, etc. Los barcos americanos no dejaban de transitar el Atlántico cargados de mercancías para abastecer el frente de guerra. Por eso los alemanes sabían que había que hacer la guerra a los USA para poner un alto a ese enorme apoyo logístico a Inglaterra y Francia. Alemania vuelve a declarar en 1917 la reanudación de los ataques submarinos sin restricciones. A ello hay que agregar la injerencia alemana en México aprovechando las convulsiones sociales en este país y Berlín le propone al gobierno mexicano que declare la guerra a los USA y la victoria del lado alemán significaría para México la recuperación de los territorios perdidos[10]. Para poder mantener su papel de gran proveedor y defender sus barcos, su canal de Panamá y su convulso traspatio la “neutralidad” era ya inservible y la entrada en la guerra era una necesidad impostergable para la burguesía americana…a pesar de los intentos de Wilson de impedir ese camino. Al final se impuso la lógica del capital en contra de las puritanas y cándidas intenciones de la paz.
“La entrada en la guerra de los USA provocó un cambio fundamental en las relaciones de fuerza industrial y militar entre los beligerantes. Sin los Estados Unidos, el potencial industrial anglo-francés y el de las Potencias Centrales se mantenían más o menos en equilibrio; con América, las Potencias Occidentales poseían sobre sus adversarios una superioridad de tres a uno, lo que hacía imposible la victoria para éstos últimos”[11]. Los USA enviaron un millón de hombres al frente, al único frente en el que lucharon, su industria fue la gran arma estratégica para que Alemania se rindiera y el Tratado de Versalles estableciera las condiciones para que los vencidos pagaran los daños de guerra. Fueron los USA los que empujaron a la creación de la Sociedad de las Naciones teniendo como base los “14 puntos de Wilson”, sin embargo, los USA no entraron en ese organismo para seguir conservando su “neutralidad” ante futuros conflictos.
Mientras que los centros industriales de Europa junto con su población se vieron sumamente afectados por las destrucciones y las masacres, los USA, a miles de kilómetros de los campos de batalla, mantuvieron una industria en ascenso trabajando a todo vapor y una población alejada de los sufrimientos directos producidos por la guerra. Los países “vencedores” como Francia e Inglaterra no recuperaron su fuerza industrial, para 1919 todos los beligerantes europeos habían disminuido su producción en más de un tercio mientras que los USA salieron de esta guerra fortalecidos y con una concentración de oro en sus arcas como nunca. A mitad del siglo XIX, Inglaterra era la potencia mundial incuestionable y su imperio, “donde no se ponía el sol”, estaba ahí para demostrarlo, pero después de la I Guerra Mundial tendrá que ir a remolque y a regañadientes detrás de los estadounidenses. Los USA pasaron de ser deudores para convertirse en la primera posguerra en los mayores acreedores y prestamistas de Europa. La decadencia del capitalismo inauguraba una nueva organización en las constelaciones imperialistas.
“La difícil situación de la economía británica, que había sido la más poderosa, es típica de aquel contexto cuando en 1926 tiene que recurrir a bajas de salarios para intentar recuperar en vano su ventaja en la competencia del mercado mundial (…) El único verdadero boom se produjo en Estados Unidos, país que, a la vez, se benefició de las dificultades de sus antiguos rivales y del desarrollo acelerado de la producción en serie, cuyo símbolo eran las cadenas de montaje de Detroit donde se producía el Ford T. La coronación de Estados Unidos como primera potencia económica mundial permitió además sacar a la economía alemana del marasmo gracias a la inyección de préstamos masivos.”[12]
En realidad, no hubo después de la guerra un relanzamiento mundial de la economía y tampoco una ampliación de nuevos mercados. Para los USA fue gracias a la guerra que aumentaron sus exportaciones masivas a Europa y al haber mantenido intacta su planta industrial se reforzó el pensamiento de la burguesía americana de un “crecimiento ilimitado”. Sin embargo, 1929 y la Gran Depresión aboyaron esa ideología de los “felices 20´s” y recordaron a todos que el capitalismo había entrado en su decadencia y que las crisis y las guerras eran ya su forma de vida.
Como plagas bíblicas los flagelos de la Gran depresión azotaron suelo americano. El desempleo masivo, las quiebras de empresas, el hambre en las calles…imágenes de desolación se repiten por todo el país y los estragos se propagan por el resto del mundo, claro, con diferentes niveles de afectación. El Estado americano, bajo Franklin D. Roosevelt, decide intervenir. El capitalismo de Estado que se perfiló desde la I Guerra Mundial hace acto omnipresente e interviene para salvar la economía. El “New Deal” no es otra cosa que keynesianismo, el Estado debe invertir en infraestructura para volver a dinamizar toda la industria. Hubo tardanza en la aplicación del plan y los efectos positivos que se esperaban tardaron en llegar. Así, la década de los 30 iba a significar que la burguesía mundial buscaría dar a esta situación una salida, la única salida que puede el capital poner en marcha: una nueva guerra mundial sólo posible gracias al aplastamiento del proletariado. Esta vez la guerra sería más devastadora y cruel y de la que los USA saldrían aún mejor posicionados como la potencia mundial indiscutible.
Nuevamente es Alemania la que tiene que volver a cuestionar el statu quo. La anexión de Austria primero y la “guerra relámpago” para invadir Polonia en 1939 abrieron de nuevo las hostilidades. Los USA con su territorio al abrigo de los campos de batalla mantienen de nuevo su neutralidad. Con una Francia invadida por las tropas de ocupación y una Inglaterra sometida a bombardeos alemanes, los USA volvieron a reactivar su papel de proveedor del frente de guerra, se absorbió el desempleo y la industria americana regresó a una producción frenética, no fue el New Deal sino de nuevo la guerra lo que posibilitó que la planta industrial americana recobrara su pujanza.
La Alemania parecía imparable. Al interior de los USA había una fuerte resistencia a una posible entrada de los USA en el conflicto mundial, el ala “aislacionista” normalmente concentrada en el partido republicano no estaba de acuerdo en la entrada de los USA en el conflicto y existían fuertes simpatías de sectores de la sociedad americana hacia las potencias del Eje, en particular hacia Alemania. La burguesía americana sabía que Alemania iba a tomar el control de Europa si no intervenían. A diferencia de la I Guerra Mundial, esta vez Japón, que ya había extendido sus ambiciones imperialistas a Manchuria y ocupaba grandes partes de China. entró inmediatamente a la guerra al lado del Eje (Berlín-Roma-Tokio) y trató de dominar el Pacífico.
Para poder entrar a la guerra no sólo había que doblegar a los aislacionistas, sino que había que convencer a la población y neutralizar a la clase obrera detrás de la bandera de las barras y las estrellas. Para ello se necesitaba un ataque que justificara, sin resistencias, la entrada en la guerra. Las provocaciones de la burguesía americana a los japoneses rindieron sus frutos y en diciembre de 1941 el imperio de Hirohito mordió el anzuelo y atacó Pearl Harbour en Hawái. El maquiavelismo de la burguesía americana es digno de estudio, no importan las vidas de nadie y las pérdidas materiales son secundarias cuando se trata de alcanzar objetivos imperialistas.[13] Nuevamente la entrada de los USA en la guerra inclinó la balanza en favor de los aliados y toda su industria se dedicó a proveer de armas y pertrechos a los aliados. El New Deal no había cumplido con su promesa de pleno empleo: en 1938 había 11 millones de desempleados y para 1941 la cifra todavía rondaba los más de 6 millones. Es hasta que toda la planta industrial se aboca a cumplir con los requerimientos de la guerra cuando el desempleo finalmente cedió. El espejismo de haber superado la crisis volvió a aparecer en el horizonte americano.
La burguesía americana había construido un moderno ejército capaz de intervenir en cualquier parte del mundo y sus científicos experimentaban ya con el uso de la fisión nuclear. La pacífica “neutralidad” estaba armada hasta los dientes. Ser potencia económica va íntimamente ligado a la capacidad del estado nación para defender esos intereses y extenderlos por el mundo. “No existe una oposición fundamental en el régimen capitalista entre guerra y paz, sino que existe una diferencia entre dos fases, una ascendente y otra decadente, de la sociedad capitalista y, por lo tanto, una diferencia de función de la guerra (en relación a la guerra y a la paz) entre estas dos fases respectivas. Si durante la primera fase, la guerra tiene por función asegurar la ampliación del mercado de cara a una más amplia producción de bienes de consumo, durante la segunda fase, la producción gravita esencialmente sobre la producción de medios de destrucción, es decir para la guerra. La decadencia de la sociedad capitalista encuentra su expresión más impactante en que a diferencia de las guerras para el desarrollo económico (período ascendente), la actividad económica se limita esencialmente a la guerra (período decadente). Esto no quiere decir que la guerra se haya convertido en el fin de la producción capitalista, el fin sigue siendo para el capitalismo la producción de plusvalor, lo que significa que la guerra adquiere un carácter permanente, y se ha convertido en el modo de vida del capitalismo decadente”.[14]
La II Guerra Mundial fue obviamente mucho más devastadora que la Primera, la cantidad de muertos en el mundo alcanzó los 50 millones de muertos, incluyendo gran cantidad de civiles. La destrucción de las fábricas del enemigo y de los barrios obreros es un elemento nuevo para debilitar la capacidad del adversario, era imprescindible destruir los centros de fuerzas de trabajo y las fábricas de alimentos, de medicamentos, municiones, etc. La devastación de Europa provocó el ascenso de una potencia de segundo orden como la URSS cuyos apetitos imperialistas parecían insaciables. Los USA tienen que hacer uso de su poderío militar recién descubierto, la bomba atómica, para negociar con posición de fuerza ante Stalin. Es por ello que en Yalta en febrero de 1945 cuando los americanos aún no terminaban de construir sus armas atómicas, Franklin D. Roosevelt y Winston Churchill dejaron temas ambiguos ante la URSS, los rusos querían invadir Japón para mayo. Ya bajo Harry S. Truman se realiza el acuerdo de Potsdam a inicios de agosto del 45, pero Truman recibió telegramas confirmando el éxito de los ensayos en Nuevo México con la bomba atómica y Truman fue capaz de hablar más fuerte a los soviéticos, sabía que tenían ya el arma que los ponía por encima de la URSS. Los USA lanzaron sus armas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki cuando en realidad no eran para vencer a Japón que en los hechos ya no representaba una amenaza para los aliados, los bombardeos atómicos fueron para detener las ambiciones soviéticas. Aún no terminaba la II Guerra Mundial y la guerra fría había ya asomado su nariz.
Los USA aseguraron el control mundial al final de la II Guerra Mundial. La creación de la ONU, los acuerdos de Bretton Woods (en 1945 el 80% del oro mundial se encontraba en los USA), el Banco Mundial, FMI, GATT, la OTAN…toda una arquitectura organizativa que aseguraba la afluencia mundial americana en lo económico, político y, sobre todo, en lo militar. Las bases americanas se multiplicaron alrededor del planeta, 800 bases militares más las bases secretas que hay seguramente en países como Israel y Arabia Saudita. En la II Guerra Mundial había 12 millones de hombres sirviendo en el ejército, EE.UU duplicó su producto nacional bruto (PNB), y a finales de la guerra poseía “la mitad de la capacidad manufacturera mundial, la mayor parte de sus excedentes en abastecimiento y la casi totalidad de sus reservas financieras. Estados Unidos era líder de una serie de tecnologías esenciales para la guerra moderna y la prosperidad económica. La posesión de grandes reservas petrolíferas interiores y el control de las de América Latina y de Oriente Medio contribuyeron a su posición dominante global” (DS Painter, Encyclopedia of US Foreign Policy.). “El poderío americano se vio favorecido por las ventajas debidas a su relativo aislamiento geográfico. Distante de los escenarios centrales de ambas guerras mundiales, la nación norteamericana no sufrió ninguna destrucción masiva de sus principales centros de producción como le ocurrió a Europa, y su población civil estuvo al margen del terror de las incursiones aéreas, los bombardeos, las deportaciones y los campos de concentración que provocaron la muerte de millones de civiles en Europa (se estima que sólo en Rusia perecieron más de 20 millones de civiles) [15].
Durante la Guerra Fría, el gran eje de la política exterior norteamericana desde 1945 fue la de “contención de la URSS” y su falsamente llamado bloque “comunista”. Las pretensiones de la URSS pronto se vieron abiertamente: literalmente se tragó los países Bálticos, puso un gobierno a su modo en Polonia, negoció con Turquía un acceso al Mar Negro, alimentó la guerra civil en Grecia y no ocultaba sus pretensiones hacia Japón y las islas Kuriles, con ello dominaría desde Europa hasta el Pacífico. Es hasta 1947 que los USA diseñan la estrategia del “Plan Marshall”, más de 12 500 millones de dólares de esa época para reconstruir ciudades, parar mitigar el hambre, surtir de mercancías a toda Europa, en fin, gran parte de los créditos del Plan Marshall será para que los europeos siguieran consumiendo mercancías americanas. Sin embargo, el objetivo central era impedir que en Europa se desarrollaran condiciones para que la URSS y los Partidos Comunistas fieles a Moscú alborotaran el ambiente social convulso y consiguieran nuevos integrantes para el bloque ruso, el caso de Checoslovaquia fue una lección elocuente que no se podía repetir[16].
Al final de la guerra George Marshall llega a China para tratar de formar una coalición, sin embargo, Mao Tse Toung del PCCh y Chiang Kai-Shec del Koumitang, asesorados por Moscú dejaron de lado sus rivalidades para hacer frente común contra los americanos y reventaron las negociaciones en la primavera del 46. La guerra fría mostraba sus tempranas confrontaciones.
Al finalizar la 2a guerra mundial la URSS y los USA acordaron dividir Corea a partir del paralelo 36, sin embargo, en 1950 el norte, apoyado por los rusos invaden Corea del sur la cual estaba bajo la tutela americana. El horror de la Guerra Fría mostrada su macabro destino[17], la guerra duró 3 años con 3 millones de muertos, familias divididas y angustia permanente en la población coreana. Los USA logran imponerse, hacen retroceder a las fuerzas de Corea del norte a la frontera originalmente pactada. Esta guerra marcaría el inicio de una escalada en la que los USA se afirmarían por los siguientes 40 años como la primera potencia mundial indiscutible.
Europa quedaba dividida por el “telón de acero”. La OTAN se crea en 1949 para la protección militar de Europa occidental, después los rusos responden con el Pacto de Varsovia (1955). El mundo se sume en una amenaza permanente de conflicto, los misiles y toda clase de armamento ya no desaparecerían del paisaje, la paz del capitalismo es la nueva espada de Damocles.
Poco a poco los USA fueron imponiendo su ley. En 1956 cuando GB y Francia en contubernio con Israel quisieron poner en práctica sus pequeñas veleidades y volver a controlar el canal de Suez, los americanos impusieron la disciplina y relegaron a Francia y a GB a su papel de segundones detrás de los USA.
El único enfrentamiento directo entre las dos cabezas de bloque, USA-URSS, fue la “crisis de los misiles en Cuba” en 1962.Todo se saldó con un acuerdo secreto entre la administración Kennedy y Nikita Jrushchov. El resto de los enfrentamientos de este periodo se hizo a través de intermediarios.
El tropiezo más importante durante el “siglo americano” fue la guerra de Vietnam. Vietnam estaba dividido en norte y sur, el Sur bajo influencia de Washington y el Norte apoyado por la URSS y China. Hubo muchas divisiones en el seno de la burguesía americana sobre esta guerra y el “atasco” en el pantano vietnamita, más los avances de Moscú en sus influencias en Medio Oriente, obligaron a los americanos a desistir de esta guerra y reorientar su política exterior. A pesar de haber enviado más de 500 mil hombres en 1968 a Vietnam tuvieron que abandonar territorios otrora controlados por la Francia colonial y en 1973 se firman los “Acuerdos de Paris” que estipulan la salida de los estadounidenses de Vietnam del sur. Esto pronto significaría la retoma de Saigón por Vietnam del Norte (1975) y una reunificación bajo la égida “comunista” con el pomposo nombre de República Socialista de Vietnam (1975).
Aparte de este fiasco que no fue “la guerra por el arroz”, los americanos lograron llegar a La luna y ponerse a la cabeza de la tecnología y la investigación científica en el campo militar. En esta carrera contra el bloque “comunista” logra contener a la URSS en todo el continente americano. Lo de Cuba fue una excepción que Washington se encargaría de que no se repitiera, la Doctrina Monroe fue aplicada a pie juntillas. La influencia cubana se limitó entonces al romanticismo alrededor de “la revolución de los barbudos” para alimentar el izquierdismo guerrillero gracias a su emblema el Che Guevara. En Medio Oriente hicieron de Israel su cabeza de puente para contener los coqueteos árabes con Moscú. En el lejano Oriente, el fracaso de Vietnam trajo sin embargo algo positivo para Washington: logró atraer a China al bloque occidental y ésta rompió definitivamente con los rusos. Claro, los USA tuvieron que abandonar su postura de reconocer a Taiwán como el “gobierno continental”, en política imperialista el rubor y la vergüenza son especies extintas, lo que prima es el cálculo frio de los intereses más sórdidos con tal de seguir asegurando el poder y el control sobre los otros. Fueron 4 décadas de malabares imperialistas en la Guerra Fría, se pasó de la “contención” (containment) a la distensión y finalmente al cerco a la URSS.
Los USA no intervinieron en la sublevación de Hungría en 1956, pero cuando la URSS invade Afganistán a principios de los 80 se ve forzada a apoyar y subvencionar a la “resistencia” contra la invasión soviética dando nacimiento a la resistencia de los muyahidines y a lo que después sería Al Qaeda y Osama Bin Laden que sirvieron del lado de los americanos. A inicios del siglo XXI todos estos “aliados” empezaron a jugar por su cuenta al grado de atreverse rebelarse y a atacar a sus antiguos patrones.
La formación de los USA les permitió, desde el siglo XVIII, conquistar un inmenso territorio y acoger una emigración constante. La industrialización del norte venció sobre el anacrónico sistema esclavista del sur y, con ello, el capitalismo consolida las bases para su expansión. A finales del siglo XIX los USA eran ya un país cuyo territorio abarcaba desde el Atlántico hasta el Pacífico. Hay que hacer notar que la “Unión americana” es literalmente una suma de estados y ello genera una unidad nacional mantenida bajo coerción. Pero el “Destino Manifiesto” era que los USA se expandieran a todo el mundo porque, a fin de cuentas, ese “destino” era el del capitalismo americano y el cual se expresó en filigrana en la ilusión de los primeros pioneros. El fin de la expansión americana en su territorio y el haber delimitado su zona de influencia (Doctrina Monroe) en el continente ante el resto de las potencias europeas coincidió con la entrada al siglo XX y el inicio de la decadencia del capitalismo, la I Guerra Mundial fue la expresión abierta de que se había terminado la etapa progresista del capitalismo y empezaba su ocaso histórico.
Los USA salieron fortalecidos de la I Guerra Mundial, los prestamistas de ayer eran ahora le debían dinero, a diferencia de Europa donde hasta los ganadores, GB y Francia, nunca recuperaron su posición en el concierto de naciones, EEUU se posicionaría como primera potencia mundial gracias a convertirse en el gran proveedor de la Entente y, al estar alejada geográficamente de los campos de batalla, su planta industrial y su población permanecieron intactas y abocadas a producir para abastecer el frente de guerra. La Gran Depresión marcó cómo el capitalismo de Estado era ya el regente de toda la vida económica, política, social y militar. Aunque el New Deal no resolvió el fondo de la crisis puso de manifiesto ese papel del estado. La II Guerra Mundial confirmó con creces el papel de los USA como la potencia mundial, esta vez su papel de abastecedor se incrementó, las reservas de oro se concentraron en las arcas americanas y su ejército dio muestras de estar presente en todo el planeta por cielo, mar y tierra. Todo su aparato productivo y científico se supeditó a los requerimientos de guerra. Al finalizar la II Guerra mundial asistimos a la coronación del gran ganador de ambas guerras mundiales: los USA. La Guerra Fría fue dominada completamente por los americanos, el bloque ruso implosionó en 1989 sin disparos ni misiles de occidente. Pero la dominación americana venía sustentada en arenas movedizas, todo su imperio estaba penetrado por el cáncer del militarismo. Mientras al bloque soviético con Rusia a su cabeza se agotó y se dislocó debido al agotamiento de su aparato productivo sometido durante décadas a la carrera armamentista, los EEUU mismos fueron socavando también su supremacía bajo el peso de una economía sometida a los requerimientos de guerra. El lugar de primera potencia mundial no se defiende a base de poesía sino a través del mantenimiento y expansión de un poderoso ejército. Es hasta en este periodo que termina el “siglo americano”. Así como los gastos militares terminaron hundiendo a la URSS ya que la industria del armamento es un terreno de despilfarro puro y simple para el capital global, analizaremos en la segunda parte cómo este rubro también ha jugado negativamente en la capacidad competitiva del capital estadounidense.
Los USA podemos considerarlo como el país emblema de la decadencia del capitalismo. Si Gran Bretaña y Francia fueron las potencias de la ascendencia del capitalismo, los USA se convertirían en la gran potencia debido a condiciones creadas por la decadencia del capitalismo, en particular, las guerras como “modo de vida” de un sistema en declive. En esta decadencia se ha abierto ya su fase terminal, la descomposición social, que desde finales de los 80 ha marcado una agudización cualitativa de las contradicciones de este modo de producción. 30 años de descomposición social han llevado a los países centrales del capitalismo, pero sobre todo a los USA, a convertirse en motor acelerador del caos.
Marsan
[1] Ver Asalto del Capitolio en Washington: Los Estados Unidos en el centro de la descomposición mundial del capitalismo https://es.internationalism.org/content/4635/asalto-del-capitolio-en-washington-los-estados-unidos-en-el-centro-de-la-descomposicion [30]
[2] Ver nuestras Tesis sobre la Descomposición https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/223/la-descomposicion-fase-ultima-de-la-decadencia-del-capitalismo [14]
[3] El 1 de julio de 1862, el presidente Abraham Lincoln convirtió en ley el proyecto Pacific Railroad Act. La ley daba a dos empresas, Union Pacific Railroad y Central Pacific Railroad, la responsabilidad de completar el ferrocarril transcontinental.
[4] El pretexto para esta guerra fue el hundimiento en la Habana del acorazado americano Maine el 15 de febrero de 1898. España se negaba a vender Cuba a los americanos y la operación que consistió en enviar al Maine sin avisar previamente a España era una abierta provocación. Aún se sigue especulando sobre “quién hundió al Maine”. Lo cierto es que “el crimen benefició” a los USA y después de la guerra contra España controlaron Cuba, Puerto Rico y hasta Filipinas. El maquiavelismo de la burguesía americana tiene larga data.
[5] Eugenio Pereira Salas. Los primeros contactos entre Chile y los Estados Unidos. 1778-1809 (Santiago: Ed. Andrés
Bello, 1971),
[6] Para ver cómo el capital norteamericano utilizó primero la esclavitud y luego el racismo como medios de acumulación capitalista se puede leer Esclavitud y racismo, herramientas de la explotación capitalista https://es.internationalism.org/content/4591/esclavitud-y-racismo-herramientas-de-la-explotacion-capitalista [31]
[7] “El Mensaje a la Unión Obrera Nacional de los Estados Unidos” fue escrito por Marx y leído por él mismo en reunión del Consejo General de la AIT en mayo de 1869.
Véase también “A Abraham Lincoln Presidente de los Estados Unidos de América” escrito por Marx en diciembre de 1864.
[8] Le Conflit du siècle : capitalisme et socialisme a l’épreuve de l’histoire. Fritz Sternberg, Ed. Seuil, 1958.
[9] Revista Internacional n° 52 - 1er trimestre de 1988 [32] :”Guerras, militarismo y bloques imperialistas en la decadencia del capitalismo” Guerras, militarismo y bloques imperialistas en la decadencia del capitalismo | Corriente Comunista Internacional (internationalism.org) [33]. En este artículo se explica, a partir de los análisis de la Izquierda Comunista de Francia, la diferencia entre las guerras en la ascendencia y en la decadencia del capitalismo.
[10] Ver “La burguesía mexicana en la historia del imperialismo” https://es.internationalism.org/revista-internacional/200704/1850/la-burguesia-mexicana-en-la-historia-del-imperialismo [34] y el libro “La guerra secreta en México” de Katz.
[11] Le Conflit du siècle : capitalisme et socialisme à l’épreuve de l’histoire. Fritz Sternberg, Ed. Seuil, 1958.
[12] Revista Internacional 146 del 2011. Decadencia del capitalismo (X) – Para los revolucionarios, la Gran Depresión confirma la caducidad del capitalismo. https://es.internationalism.org/revista-internacional/201108/3170/decadencia-del-capitalismo-x-para-los-revolucionarios-la-gran-depr [35]
[13] Para comprender mejor cómo los media norteamericanos compararon los hechos del 11 de septiembre del 2001 y Pearl Harbor, ver la Rev. Internacional nº 108, 1er trimestre 2002 [36] Pearl Harbor 1941, 'Torres Gemelas' 2001 : El maquiavelismo de la burguesía. Pearl Harbor 1941, 'Torres Gemelas' 2001 : El maquiavelismo de la burguesía | Corriente Comunista Internacional (internationalism.org) [37]
[14] Informe de la Conferencia de julio de 1945 de la Gauche Communiste de France, recogido en el informe sobre el Curso Histórico adoptado durante el 3º Congreso de la CCI, Revista Internacional nº 18, 3º trimestre de 1979. Citado en Revista Internacional n° 52 - 1er trimestre de 1988 [32] “Guerras, militarismo y bloques imperialistas en la decadencia del capitalismo”.
[15] Rev. Internacional nº 113, 2º trimestre 2003 [38] “La política extranjera de los Estados Unidos tras la 2ª Guerra Mundial” La política extranjera de los Estados Unidos tras la 2ª Guerra Mundial | Corriente Comunista Internacional (internationalism.org) [39]
[16] Los tratados de Yalta (1944) deciden juntar a checos y eslovacos en una sola república. Con un gobierno aprobado por los aliados (Edvar Benes). La idea era que los soviéticos permitieran que Checoslovaquia fungiera como “puente” pero Stalin actuó para radicalizar al Partido Sociademócrata Checo (KSC), ocuparon el ministerios del interior y el puesto de primer ministro (Gottwald), entre otros. Organizaron un “golpe de estado legal”, hubo intrigas, “suicidios”(Jan Masaryk, ministro de asuntos exteriores), milicias, etc para finalmente en febrero 1948 los comunistas se hacen del poder total. Los USA no reaccionaron a tiempo, algo de lo que siempre Winston Churchill se quejó.
[17] El tonelaje de las bombas atómicas superaba ya a las de la II GM y el uso de químicos como el napalm en Vietnam fue una dramática confirmación de una Guerra Fría cuya barbarie iba en escalada.
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Desde 1989 y el colapso de los regímenes falsamente llamados “comunistas” del antiguo bloque imperialista alrededor de la URSS, el marxismo genuino ha tenido que defenderse contra una campaña intensificada basada en distorsiones y mentiras, que afirma que el marxismo es una ideología anticuada y desacreditada que, puesto en práctica, sólo podía preparar el terreno para el gulag totalitario estalinista. Estas campañas se han visto favorecidas no sólo por la existencia de regímenes que han mantenido, bajo una bandera roja, la explotación y represión de los trabajadores, sino también por todas las viejas expresiones del movimiento obrero que, tras pasarse al lado de la burguesía, continúan invocando una versión desfigurada del marxismo como pretexto para su participación en las guerras imperialistas y su defensa de más formas estatales de dominación capitalista; y esto ha sido una característica de los últimos 100 años o más. Así, la movilización de la clase obrera en los campos de batalla de 1914-18 fue dirigida por exsocialistas que utilizaron pasajes de Marx y Engels aplicables cuando aún eran posibles las guerras nacionales para justificar su apoyo a una guerra mundial imperialista y reaccionaria. Posteriormente, los estalinistas y los trotskistas demostraron su adhesión al campo del capital pintando la Segunda Guerra Mundial bajo un falso barniz marxista, en particular llamando a la defensa de la “patria socialista” o de un supuesto “Estado obrero degenerado” en la URSS.
Pero la contrarrevolución que envolvió a la clase trabajadora después de las heroicas luchas de 1917-1923 no solo tomó las formas abiertas del estalinismo y el fascismo. También necesitaba su lado “democrático”, especialmente en la ideología del antifascismo que fue diseñada para atraer a los trabajadores e incluso a los ex militantes revolucionarios hartos de los horrores de la represión fascista y el asesinato en masa. Pero a un nivel más teórico, esta contrarrevolución democrática también dio lugar a una nueva distorsión del marxismo, que se ha llamado “marxismo occidental” y que ha sido un componente clave de lo que llamamos modernismo1. A diferencia de los estalinistas y los trotskistas, esta tendencia es más amorfa y no ofrece un programa definido para la estatización del capital (aunque generalmente acepta que hay algo no capitalista en lo que Marcuse y otros han llamado “marxismo soviético”). Tuvo su origen principalmente en universidades o “institutos de investigación social” reconocidos por el Estado, en particular la Escuela de Frankfurt, la principal fuente de inspiración intelectual para el “marxismo occidental”.
Esta corriente puede considerarse la fuente del modernismo porque pretende ofrecer una crítica a los “dogmas obsoletos” del marxismo, que tal vez alguna vez fueron válidos pero que ya no son aplicables en el “capitalismo moderno”. Por supuesto, el marxismo genuino está lejos de ser un dogma estático y debe analizar constantemente los cambios interminables provocados por la sociedad más dinámica y expansiva jamás vista en la historia humana. Pero la esencia del modernismo consiste en invocar el nombre de Marx para despojar al marxismo de sus principios fundacionales, de todos sus rasgos revolucionarios. Por lo tanto, se caracteriza por todos o algunos de los siguientes elementos:
- En primer lugar, el rechazo del carácter revolucionario de la clase obrera. El fracaso de los intentos revolucionarios de 1917-23 demostró, para el modernismo, el fracaso histórico de la clase obrera, incluso su entusiasmo por la contrarrevolución, ya sea por su sumisión al fascismo (un elemento fuerte en los escritos de Adorno, por ejemplo ) o porque el propio marxismo “tradicional” fue visto como responsable del estalinismo (lo que luego alinearía estas ideologías “posmarxistas” con los temas principales de las campañas ideológicas que siguieron al “colapso del comunismo” de 1989). En el período de auge de la posguerra, Marcuse, llegó a la conclusión de que la clase obrera de Occidente había sido sobornada por la prosperidad económica y las ideologías “unidimensionales” como el consumismo, empezó a buscar otros sujetos “revolucionarios”, como los estudiantes protestando contra la guerra de Vietnam o los campesinos supuestamente en una “lucha anti imperialista” en las periferias del sistema2;
- el rechazo de cualquier continuidad con el desarrollo histórico progresista, tanto en general como más particularmente el del movimiento proletario: se acepta a Marx, pero se rechaza a menudo a Engels por ser, en el mejor de los casos, un divulgador; la Segunda Internacional no juega ningún papel en el desarrollo del marxismo y está completamente identificada con su ala oportunista; el mismo tratamiento también puede reservarse para la Internacional Comunista, considerada como nada más que la fuente del “marxismo soviético” moderno;
- en línea con lo anterior, el rechazo del objetivo de la dictadura del proletariado y la construcción de un partido revolucionario de clase. De hecho, la militancia revolucionaria a menudo se presenta como la forma más alta de alienación.
El marxismo se transforma así en una utopía individual de rechazo del capitalismo a nivel de ideología cultural, desvirtuando así al joven Marx y su planteamiento del problema de la alienación, o transformando la crítica de la economía política en un sofisticado argumento a favor de la naturaleza perenne e inmutable del capitalismo y en un rechazo a la teoría de la decadencia del capitalismo.
En nuestro artículo “Modernismo: del izquierdismo a la nada”, publicado en el número 18 de Révolution Internationale en abril de 1975, identificamos a la Escuela de Frankfurt como una de las principales fuentes del modernismo, y mostramos que sus principales impulsores se identificaban abiertamente con la clase dominante y la guerra imperialista de 1939-45:
“En las décadas de 1930 y 1940, los compañeros de viaje estalinistas en el Instituto de Investigación Social de Frankfurt (Marcuse, Horkheimer, Adorno) comenzaron a establecer el marco utilizado por los modernistas de hoy. Según ellos, el marxismo y el proletariado fracasaron porque no eran ‘revolucionarios’. Por ejemplo, los trabajadores no se habían unido fervientemente a la defensa de la España republicana en 1936-38... Incapaces de ver que los aplastantes levantamientos obreros de 1917-23 finalmente permitieron una nueva guerra imperialista, estos diletantes ‘eligieron’ con entusiasmo apoyar al campo de los aliados durante este mismo conflicto imperialista”.
El artículo señala, por ejemplo, que durante la guerra Marcuse trabajó para la Oficina de Investigación de Inteligencia del Departamento de Estado de EE. UU. y se convirtió en el jefe interino de su sección de Europa del Este.
El título del artículo, que sitúa los orígenes del modernismo en el ala izquierda del capital, es perfectamente apropiado en este caso. Sin embargo, experiencias posteriores confirmaron que el modernismo, al igual que las diversas tergiversaciones del socialismo criticadas en el Manifiesto Comunista, también podían enraizarse en corrientes que inicialmente habían buscado ubicarse en el terreno del proletariado. En la década de 1960, ante el auge económico de la posguerra, el grupo Socialisme ou Barbarie se propuso demostrar que Marx estaba equivocado en lo que respecta a la inevitabilidad de las crisis económicas en el capitalismo. En 1948, luego de haber roto con el trotskismo, S o B insistió en que el capitalismo se había convertido en un sistema decadente y que ello había sido acogido por la Izquierda Comunista en Francia (GCF) como un desarrollo potencialmente positivo aunque la GCF les había advertido explícitamente de las dificultades de una ruptura total con el trotskismo y contra la arrogancia intelectual de considerarse los únicos capaces de resolver los problemas a los que se enfrenta la clase obrera y el movimiento revolucionario sin una referencia a la tradición comunista que ya se había hecho preguntas profundas sobre la derrota de las revoluciones de 1917-23 y sobre la naturaleza del sistema “socialista” en la URSS y otros países3. En realidad, S o B tuvo que demostrar que no estaba menos fascinado por el crecimiento capitalista en los años 50 y 60 de lo que lo había estado una figura como el socialdemócrata Bernstein en los años 1890. Y como cada vez más llegaron a ver los dogmas del estalinismo y el trotskismo como arraigados en el propio marxismo, empezaron a cuestionar no sólo las contradicciones económicas del sistema, sino incluso la contradicción fundamental entre la clase obrera y el capital, sustituyéndola por un nebuloso conflicto entre “dadores y ejecutores de órdenes” que reproducía la clásica obsesión anarquista por la “autoridad”. Una consecuencia lógica de la negación de las contradicciones internas del capital fue la elaboración de una concepción del socialismo como un sistema de “autogestión” que podría coexistir con la producción de mercancías, otra regresión hacia el anarquismo presentada como una alternativa nueva y radical al “marxismo tradicional”4.
S o B, y en particular su visión de la autogestión generalizada, tuvo una gran influencia en la corriente situacionista, cuya hora de gloria fue en los acontecimientos de mayo-junio de 1968. Un artículo de Marc Chirik en Révolution Internationale n° 2, 19695, muestra que la influencia de S o B también se extendió al rechazo por parte de los situacionistas de la concepción marxista del vínculo profundo entre la lucha de clases y una crisis capitalista objetiva. Para ellos, los grandes movimientos de clase del 68 y los años siguientes fueron sobre todo consecuencia de factores subjetivos: a nivel general, el hastío y la alienación de la “vida cotidiana” bajo el capitalismo, pero también, más específicamente, de la intervención ejemplar de los propios situacionistas. Los situacionistas estaban por lo tanto anclados en la visión modernista del mundo, pero habiendo participado en un movimiento de clase real, y a pesar del carácter clásicamente “artístico” -de hecho, pequeñoburgués- de consignas como “Nunca trabajes”, eran mucho menos hostiles a la lucha de la clase obrera que algunos que les sucedieron.
A principios de la década de 1970, tanto S o B como la Internacional Situacionista habían dejado de existir, y la mayoría de las corrientes modernistas -algunas de las cuales habían pasado por la escuela de S o B y el situacionismo, e incluso por la rama bordiguista de la Izquierda Comunista- habían desarrollado un lenguaje más “marxista”, capaz de discernir los errores de la autogestión (aunque, como veremos, muchas veces la resucitaron bajo nuevas formas) y de insistir en el hecho de que el comunismo significaba la erradicación de todas las relaciones sociales capitalistas basadas en el trabajo asalariado y la producción de mercancías. Así nació la corriente “communisateur”, que desde entonces se ha convertido en la forma principal de la ideología modernista. No es una casualidad que este desarrollo coincidiera con el renacimiento de la Izquierda Comunista. Los “comunistizadores”, como el grupo Invariance en torno a Jacques Camatte, el grupo Mouvement Communiste en torno a Barrot/Dauvé6, o la Organisation des Jeunes Travailleurs Révolutionnaires (OJTR) en torno a Dominique Blanc, se presentan mucho más voluntariamente como herederos de la Izquierda Comunista histórica pero también como críticos de sus límites, y sobre todo del “conservadurismo” de los grupos de la izquierda comunista resurgente con su insistencia en la necesidad de una organización política militante y en la lucha defensiva de la clase obrera como condición previa para una futura revolución comunista. Los elementos de esta nueva tendencia se autodenominan “comunistizadores” porque afirman ser los únicos verdaderos comunistas, los únicos que entienden lo que Marx quiere decir en La Ideología Alemana cuando definió al comunismo como el “movimiento real que anula y supera al estado de cosas actual”. En este sentido, aunque hubo algunos debates iniciales entre “comunistizadores” y grupos de la nueva Izquierda Comunista7, esta expresión actualizada del modernismo se convirtió cada vez más en una fuerza destructiva contra la Izquierda Comunista, como lo demuestra el papel de la llamada tendencia de Bérard o ex Lutte Ouvrière que se separó de Révolution Internationale en 1974 y muy rápidamente desapareció de la vida política.
Como hemos dicho, el resurgimiento de la Izquierda Comunista a finales de la década de 1960 y principios de la de 1970 estuvo profundamente ligado al terremoto de la lucha de clases internacional que sacudió gran parte de Europa y América, y también al retorno cada vez más evidente de la crisis económica abierta. En este período, cuando los “comunistizadores”, y especialmente Camatte, cuestionaron cada vez más la importancia central de la lucha de clase de los trabajadores, la idea de que la clase obrera era solo una “clase para el capital”, y que su futuro estaba en su negación más que en su afirmación como clase, tuvo mucho menos peso que el que tuvo después de las dificultades de la lucha de clases en la década de 1980 y sobre todo que solo será con el inicio de la fase de descomposición capitalista tras el colapso del Bloque del Este en 1989. Como ya lo hemos argumentado en otro lugar8, este período estuvo marcado por un debilitamiento real de la identidad de clase, de la conciencia del proletariado de verse a sí mismo como una fuerza distinta y antagónica al seno de la sociedad capitalista. Estas condiciones proporcionaron un terreno más fértil para los “comunistizadores”, quienes en general argumentaron que es precisamente esta identidad de clase lo que el proletariado debe abolir, no como el resultado final de la lucha revolucionaria, sino como su condición previa. Y en un período en que la crisis del sistema capitalista está dando lugar cada vez más a revueltas populares en las que la clase obrera no tiene un papel diferenciado, puede parecer que las ideas de los “comunistizadores” están justificadas, y que comenzamos a ver la “revuelta de la humanidad” contra el capital que Camatte y otros predijeron en los años 1970.
Al mismo tiempo, los primeros signos de un resurgimiento de la lucha de clases en la primera década del nuevo siglo van acompañados de un cierto resurgimiento del anarquismo, atrayendo a elementos jóvenes en búsqueda de las ideas revolucionarias, pero en su mayoría, incapaces de relacionarse con la verdadera tradición marxista, a la que todavía tienden a asociar con la derrota de la revolución rusa y la degeneración del bolchevismo. Frente a la indigencia del marco teórico del anarquismo, los “comunistizadores”, en particular individuos como Dauvé y grupos como Théorie communiste, Aufheben y Endnotes, han sido capaces de ofrecer al medio anarquista una apariencia de profundidad teórica, mostrando su familiaridad con la terminología marxista sin cuestionar la mayoría de los prejuicios centrales del anarquismo, especialmente el rechazo a la organización política centralizada. Vista desde otro ángulo, la corriente de la “communisation” es en sí misma una nueva variante del anarquismo, como lo intentaremos demostrar en los siguientes artículos de esta serie. Pero, dado que muchos de sus adherentes se refieren no sólo a Marx, sino también a Bordiga, al KAPD y otros componentes de la tradición comunista de izquierda, a menudo pueden confundirse con la verdadera tradición comunista de izquierda, lo que puede constituir un factor extremadamente negativo en la política. evolución de los nuevos elementos en busca de la claridad comunista.
Precisamente por eso es esencial que la Izquierda Comunista se desmarque claramente de la tendencia a la “communisation” en torno a las cuestiones más importantes que las separan:
En primer lugar, insistir en que a pesar de todos los cambios en la composición de la clase obrera que hemos visto en las últimas décadas, a pesar de todos los reveses ideológicos y políticos sufridos por la clase obrera, ésta sigue siendo la única clase revolucionaria en la sociedad capitalista, y que sus luchas por la defensa de sus intereses materiales siguen siendo el único terreno en el que puede desarrollarse un asalto revolucionario contra el capital. De ahí el necesario repudio hacia todas las teorías que llaman a la clase obrera a negarse a sí misma o a renunciar a sus luchas defensivas.
En segundo lugar, reafirmar que, para luchar contra el embate de la ideología burguesa, y para la posterior transformación de las luchas económicas inmediatas en una ofensiva política y social contra todo el sistema capitalista, la minoría revolucionaria debe organizarse a escala internacional y sobre la base de una plataforma política coherente. Reafirmando así la crítica a la idea de que la militancia comunista es “el estadio más alto de la alienación”, que las organizaciones políticas proletarias sólo pueden ser “sectas” o “mafias” y deben disolverse en una cooperación laxa entre individuos soberanos. Al hacerlo, mostraremos cómo la hostilidad hacia la organización revolucionaria ha conducido a una parte de la corriente de la “communisation” hacia el parasitismo político y su propensión hacia el individualismo, la lleva hacia el arribismo burgués.
En tercer lugar, defendiendo la necesidad de que la clase obrera luche a favor de su dictadura política en contra de la sociedad burguesa para iniciar un período de transición al comunismo, frente a la visión de los “comunistizadores” de una especie de “gran disolución” que soslaya tanto la necesidad de un poder político de la clase obrera y un período de transición.
Consideramos esta serie como una extensión de nuestra ya larga serie sobre el desarrollo histórico del programa comunista9. Así, retomando los puntos que nos distinguen de los “comunistizadores” enumerados anteriormente, también adoptaremos un enfoque histórico, centrándonos en algunos de los textos “clásicos” de la teoría de la “communisation” en la década de 1970 y en la trayectoria de algunas de las principales figuras que desarrollaron la teoría de la “communisation”. Por lo tanto, nuestro proyecto de artículos incluirá:
Un regreso a la primera gran lucha de la CCI contra la teoría modernista/communautaire en sus propias filas, la “tendencia ex Lutte Ouvrière” a principios de los años setenta;
Un recordatorio de la trayectoria política de Jacques Camatte, que revela en muchos aspectos el verdadero “secreto” o dirección de la teoría de la “communisation”;
Una crítica a textos como “Sobre la organización” de Camatte y “La militancia: el estadio más alto de la alienación” de OJTR
Una respuesta a ciertos textos de Barrot/Dauvé sobre las “medidas comunistas” y la abolición del valor.
Como parte de este trabajo, también volveremos a publicar algunos de los textos de la CCI en respuesta a la concepción modernista del comunismo y la lucha de clases, la mayoría de los cuales no han estado disponibles durante muchos años.
CDW
1 En el lenguaje común, el término “modernismo” se usa para describir algunas de las tendencias artísticas que surgieron a finales del siglo XIX y principios del XX, y en particular después de la Primera Guerra Mundial, por ejemplo, la escritura musical experimental de James Joyce y Virginia Wolf, la música atonal de Schönberg, o el expresionismo y el cubismo en la pintura. Por supuesto, sería interesante analizar estos movimientos artísticos en su contexto histórico (ver, por ejemplo: Notas para una historia del arte en el capitalismo ascendente y decadente), pero queremos aclarar aquí que nuestro uso del término modernismo para describir una corriente política particular tiene un significado muy diferente.
2 Véase Crítica de Marcuse de Paul Mattick: El hombre unidimensional en la sociedad de clases, Editorial Grijalbo, 1974, para una respuesta proletaria a la teorización de Marcuse sobre la integración de la clase obrera en el capitalismo. No intentaremos aquí una crítica más desarrollada de las principales figuras e ideologías de la Escuela de Frankfurt, aunque esta sigue siendo una tarea importante para el futuro. Es obvio que esta escuela fue dirigida por intelectuales eruditos, incluso brillantes, que se preocupaban por cuestiones reales, en particular la forma en que la ideología capitalista penetra en la masa de la población y en la clase trabajadora en particular. Al hacerlo, intentaron reunir elementos del marxismo y el psicoanálisis freudiano. Pero, debido a que este intento de síntesis no se planteó desde un punto de vista comunista, sino desde el punto de vista de la “humanidad social”, por retomar la terminología de las Tesis sobre Feuerbach, más bien desde el punto de vista del profesor aislado, no logró realizar esta “crítica teórica” global.
3 El comunismo está en la agenda de la historia: Castoriadis, Munis y el problema de la ruptura con el trotskismo (I) Revista internacional n° 161.
4 El comunismo está en la agenda de la historia – Sobre el contenido de la revolución comunista; Revista Internacional n° 162.
5 “Entendiendo Mayo”
6 No debe confundirse con el grupo obrerista actual, Mouvement Communiste.
7 Por ejemplo, el Mouvement Communiste envió una contribución a la conferencia de Liverpool de 1973 organizada por Workers Voice siguiendo el llamado de Internationalism en los Estados Unidos para una red de discusión internacional.
8 Ver Informe sobre la Lucha de Clases para el XXIII Congreso Internacional de la CCI (2019); Formación, pérdida y reconquista de la identidad de clase proletaria; Revista Internacional n° 164.
9 Temas de reflexión y discusión El comunismo: una necesidad material.
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Si bien hubo entonces una sobreestimación de la dinámica hacia la revolución, la mayoría de los grupos del medio político proletario presentes en ese momento en general entendieron que Mayo del 68 en Francia y el Otoño Caliente del año siguiente en Italia, de ninguna manera podían ser entendidos como expresiones de una situación revolucionaria. La clase obrera, a pesar de su combatividad y conciencia, todavía estaba dominada por ilusiones sobre el capitalismo y la democracia burguesa. Aún necesitaba mucho tiempo para transformarse en profundidad y poder lanzar el asalto revolucionario. Sin embargo, era necesario explicar concretamente por qué la efervescencia laboral había retrocedido a mediados de la década de 1970 en la mayoría de los países1.
En un intento de explicar este reflujo, un militante de RI, Bérard (o Hembé), planteó que las luchas de resistencia llevadas a cabo hasta entonces por el proletariado habían terminado en un callejón sin salida, que este último estaba animado por la ilusión de que las grandes reformas a favor de los trabajadores eran aún posibles, lo que les impedía radicalizar sus luchas. Para que el proletariado retomara su marcha hacia adelante, afirmaba Bérard, debía rechazar no solo estas ilusiones sino las propias luchas por reivindicaciones. Su artículo fue aceptado como contribución a la discusión y apareció en la revista RI (nueva serie) n° 8 (marzo-abril de 1974) bajo el título: “Lecciones de la lucha de los trabajadores ingleses.” Defendió las siguientes consignas: “Impasse de las luchas parciales, imposibilidad de reformismo, necesidad de un salto cualitativo hacia la unificación revolucionaria de la clase”. Todos coincidieron en que el final histórico del período de reformas empezó luego del estallamiento de la Primera Guerra Mundial. Por otro lado, Marx había subrayado muy claramente, la insuficiencia de las luchas de resistencia por sí mismas, pero sin negar su necesidad. Sin embargo, en Bérard había, efectivamente, una negación de las luchas de resistencia. “Las luchas por reivindicaciones no se vuelven revolucionarias; es la clase obrera la que, al ir más allá y negar su lucha inmediata, se vuelve revolucionaria”. Además, según Bérard, el proletariado debía negar no sólo sus luchas inmediatas sino también su ser como clase explotada. El proletariado se presentaba primero como “clase para el capital”, pero en el curso de la lucha “la clase debe comenzar a plantearse como la negación de su relación con el capital, por lo tanto, ya no como una categoría económica, sino como una clase para sí misma. Rompiendo entonces las divisiones que son propias de su estado anterior ya no se presenta como una suma de asalariados, sino como un movimiento de afirmación autónoma, es decir, de negación de lo que era antes.” El artículo de Bérard retoma una de las posiciones clásicas del marxismo: “el proletariado es una clase explotada y revolucionaria”; pero, para anularla inmediatamente en la siguiente frase: “Es, pues, el ser mismo de la clase el que constituye el vínculo dinámico entre las diferentes fases transitorias, el movimiento que surge y se niega a sí mismo a través de los diversos momentos de la lucha”. Según esta concepción, las repetidas derrotas de sus luchas de resistencia terminan haciendo comprender al proletariado la necesidad de negarlas. “Hay derrotas fructíferas en cuanto desnudan las instituciones contrarrevolucionarias y socavan la credibilidad del reformismo.” Y Bérard se regocija que surjan importantes luchas obreras sin ninguna reivindicación.
De hecho, es esta una visión voluntarista que ignora las fuerzas materiales que permiten la transformación de las luchas parciales en luchas revolucionarias. Rosa Luxemburgo, quien participó en la revolución de 1905 y sabía de lo que hablaba, explicó que la huelga de masas es una maraña de luchas económicas y luchas políticas, una dinámica de idas y venidas, donde los trabajadores politizan y organizan sus luchas, conquistan una mayor unidad y una conciencia más profunda. En realidad, los trabajadores nunca retomaron sus luchas a fines de la década de 1970 según el esquema de Bérard. En julio de 1980, fue la supresión de los subsidios a los precios al consumidor (la carne vendida directamente a los trabajadores en su lugar de trabajo aumentó repentinamente en un 60%) lo que provocó huelgas en los suburbios de Varsovia y en la región de Gdansk. Así fue como comenzó la huelga de masas en Polonia, es decir, la lucha más importante de la segunda ola internacional de luchas obreras.
La discusión comenzó en las secciones de RI que, una tras otra, se opusieron a los razonamientos de Bérard. Entonces se hizo necesario responder lo más rápidamente posible a las posiciones modernistas de Bérard que representan una ruptura total con el marxismo. La respuesta a su artículo apareció en el número 9 de RI (nueva serie) de mayo-junio de 1974, bajo el título: “Cómo el proletariado es la clase revolucionaria”. Reafirmando la posición clásica del marxismo: “El proceso por el cual la clase obrera se eleva a la altura de su tarea histórica no es un proceso separado, externo a su lucha económica cotidiana contra el capital. Por el contrario, es en este conflicto y a través de él como la clase obrera forja las armas de su lucha revolucionaria”. No hay, pues, dos clases obreras sino una sola que es a la vez explotada y revolucionaria. Es por eso que la lucha revolucionaria está siempre preparada por un largo período de luchas reivindicativas, y por eso éstas reaparecen durante el período revolucionario2. “¿Y cómo podría ser de otra manera, si se trata de la lucha revolucionaria de una clase, por lo tanto, de un grupo de hombres económicamente determinados, unidos por su situación material común?”
Cual nuevo profeta de la “communisation”3, Bérard afirmó en RI n° 8 que, en las luchas revolucionarias, “no es el trabajo asalariado el que, entonces, se enfrenta al capital, sino el trabajo asalariado en proceso de convertirse en otra cosa, para disolverse. La afirmación del proletariado se hace sólo a través de este movimiento de negación”. Esta disolución del trabajo asalariado, presente desde la fase de generalización internacional de la revolución, es típica de las especulaciones modernistas que confunden el punto de partida y el resultado final. Para obtener una disolución del valor, es necesario poder disponer de un cuerpo político lo suficientemente poderoso a escala internacional para poder derrocar fundamentalmente el sistema, destruir las categorías económicas y reemplazar la regulación del mercado con la planificación de la producción. La respuesta en RI n° 9 se ve obligada a recordarnos “que, dado que la producción capitalista se realiza a escala mundial, que en cada mercancía se encuentran hoy mercancías procedentes de los cuatro puntos cardinales, la abolición del trabajo asalariado sólo podrá hacerse efectiva cuando se haya eliminado el intercambio mercantil en toda la superficie del planeta”. Mientras haya partes del mundo a las que haya que comprar y vender los productos del trabajo, la abolición del trabajo asalariado no podrá realizarse plenamente en ninguna parte. Para los modernistas, la abolición del trabajo asalariado sigue siendo una quimera, ya que rechazan las tres condiciones que la hacen posible:
La toma del poder a nivel internacional o en los principales países del planeta, lo que el marxismo llama la dictadura del proletariado, es decir, la destrucción del Estado y de la nación como condición para el surgimiento del poder internacional de los consejos obreros.
El proceso de colectivización (o socialización) de la producción que permite la destrucción de la división capitalista del trabajo y la reorientación de la producción hacia la satisfacción de las necesidades humanas.
La integración paulatina de todos los miembros de la sociedad en el trabajo asociado, permitiendo así la desaparición definitiva de la división de la sociedad en clases.
De hecho, es la afirmación del proletariado y no su autonegación, lo que permite la disolución de las clases y la desaparición de la ley del valor. El conflicto entre trabajo y capital está constantemente presente en la lucha de clases. Desde la más pequeña lucha parcial donde se afirma tímidamente la solidaridad obrera, hasta la huelga de masas donde los trabajadores han adquirido una conciencia política y una unidad que les permite imponer sus demandas, incluso durante el período de transición cuando están en el proceso de modificar la producción tan radicalmente que podemos decir como Marx y Engels: “Los proletarios deben, para afirmar su personalidad, abolir la condición de existencia que ha sido hasta ahora suya, y que es al mismo tiempo la de toda sociedad antigua: deben abolir el trabajo”4.
La discusión se intensificó muy rápidamente. La minoría, presa de un sentimiento de orgullo herido, se enfureció al no encontrar eco al seno de la organización. En el n° 9 de RI apareció un nuevo artículo, “Luchas reivindicativas y el surgimiento de la clase para sí”, que, esta vez, se presenta como un “texto de una tendencia”. Este artículo confirma cuál es el enfoque de la minoría: ante las dificultades de la lucha de clases, es necesario inventar una receta mágica para superar las divisiones y derribar el marco sindical. Cada vez se aleja más del mundo real. “Las luchas reivindicativas existen y son necesarias. Lo hemos repetido lo suficiente como para no tener que repetirlo nunca más. Pero nuestra tarea es entender y expresar [que la clase obrera] debe superarlas negándolas y destruyendo la organización que les corresponde (los sindicatos)”. Los sindicatos seguirán estorbando a los trabajadores durante mucho tiempo, hasta la revolución, y no es decretando su disolución como nos libraremos de ellos. El artículo se equivoca totalmente sobre la naturaleza de los sindicatos: no son los defensores de las reivindicaciones de los trabajadores, ni los que negocian la fuerza de trabajo a buen precio. Su función es precisamente enmarcar y sabotear las luchas reivindicativas rechazando los medios que permiten su victoria (aunque ésta sea siempre provisional): la extensión geográfica y la politización de las luchas.
El enfoque materialista de la minoría es singular: “O no hay reivindicaciones o, a todos no les importan las ‘reivindicaciones’; no es que no se expresen las necesidades materiales, al contrario, la revuelta social, general, expresa la única necesidad material real que la clase, como clase, puede sentir frente a la degradación de toda vida social, es decir, la transformación de las relaciones sociales”. La contestación, la revuelta, ahí tenemos todo el horizonte de la pequeña burguesía en mayo del 68. Para nosotros la necesidad material está representada, es cierto, por la necesidad del comunismo como única resolución posible de las contradicciones del capitalismo. Pero también está representada por la voluntad de vencer en las luchas inmediatas, como condición para la generalización de la lucha. Por su idealismo, la minoría es incapaz de comprender la dinámica descrita en el Manifiesto del Partido Comunista: “A veces los trabajadores triunfan; pero es un triunfo fugaz. El resultado real de sus luchas es menos un éxito inmediato que la creciente solidaridad obrera.”
Durante la discusión, la “tendencia” adoptó un tono cada vez más agresivo, interviene irresponsablemente en una reunión pública de RI y finalmente publica hacia el exterior (ahora llamándose “Una Tendencia Comunista”) un folleto, “La revolución será comunista o no será”. El enfoque es propio de personas que buscan salvarse individualmente y no avanzar colectivamente en el esclarecimiento de cuestiones políticas.
La mitad de este folleto está dedicada a responder al artículo aparecido en RI n° 9 (“Cómo el proletariado es la clase revolucionaria”). La tendencia trata nuevamente de demostrar que es su posición la que es materialista. Veamos cómo. “Nadie puede negar que el trabajo asalariado y el trabajo asociado son, desde un punto de vista puramente descriptivo y estático, las dos caras de la situación del proletariado como “categoría económica”. Pero precisamente, en nuestro debate, esta ‘descripción’ nada nos dice sobre ‘cómo la clase es revolucionaria’ (título del artículo [de RI]) porque, para entender la constitución del proletariado como sujeto revolucionario por esta “actividad humana concreta” de la que habla Marx, es necesario entender la situación objetiva como una contradicción y no como una yuxtaposición de atributos fijos. [RI] no nos dice que la clase se ve obligada a hacerse revolucionaria porque las relaciones materiales y sociales objetivas en las que vive han entrado en contradicción, pero nos explica que es revolucionaria porque 1) es explotada (asalariados); 2) está asociado (por el capital)”5. Podemos tomar totalmente el juicio de Marx sobre Proudhon tal como está: “Un pequeño burgués deifica la contradicción, porque la contradicción es la base de su ser. Él no es más que la contradicción social puesta en acción”6. La contradicción, tal como aquí se concibe, es totalmente estéril y las nociones de salto cualitativo y negación, tan importantes en la dialéctica marxista, se utilizan aquí en un sentido totalmente metafísico, son una varita mágica que esgrimirá el intelectual para supuestamente solucionar los problemas sociales contra los que se rompe los dientes.
Si queremos plantear correctamente la contradicción y resolverla, es fundamental distinguir entre lo que se rechaza, lo que se conserva y lo que adquiere un nuevo sentido. De lo contrario, se rompe la continuidad del movimiento general. Esto es lo que la dialéctica marxista llama una superación. Escuchemos a Rosa Luxemburgo sobre el sentido que el marxismo le da a la negación y al salto cualitativo: “El socialismo es el primer movimiento popular en la historia mundial que se propone como fin, y al que la historia le encarga, introducir en la acción social de los hombres un sentido consciente, un pensamiento metódico y, por tanto, una voluntad libre. Por eso Federico Engels describe la victoria definitiva del proletariado socialista como el salto de la humanidad del reino animal al reino de la libertad. Pero este mismo ‘salto’ queda ligado a las leyes de hierro de la historia, a los miles de peldaños de una evolución anterior muy dolorosa y demasiado lenta. Y nunca podrá realizarse si de toda la sustancia reunida por la evolución de las condiciones materiales no surge la chispa estimulante de la voluntad consciente de la gran masa del pueblo”7.
Bérard comenzó por rechazar las luchas de protesta del proletariado, luego su naturaleza de clase explotada, la única forma que tiene para resolver su “contradicción” consiste simplemente en negar al propio proletariado. Aunque quería distanciarse de Camatte (quien ya había rechazado abiertamente la “teoría del proletariado”) y reafirmar al proletariado como sujeto revolucionario, la idea de la “communisation” inmediata sin período de transición conduce inevitablemente al rechazo de la autonomía de clase y a ahogar al proletariado en las otras clases. “Existe, en efecto, un núcleo materialmente determinado, una vanguardia práctica de la clase para sí misma (trabajadores de las grandes empresas), pero este núcleo, al salir de la relación capitalista, tiende, de entrada, a precipitar la inminencia del paso de las clases medias al proletariado” (Marx). […] El ‘peligro’ de que el proletariado se disuelva en la población no existe”8. Desde 1848, la autonomía de clase es un principio intangible de la lucha proletaria. Es el hilo que une las luchas parciales de los trabajadores con la dictadura del proletariado. Con la pérdida de identidad de clase que podemos observar hoy en día, el veneno del interclasismo es aún más peligroso. Podemos ver aquí cómo el modernismo hace el trabajo de burguesía.
Ha habido muchas tendencias en la historia del movimiento obrero, pero la tendencia de Bérard es una falsa tendencia cuya dinámica se explica fácilmente. De sus siete miembros, todos (excepto uno) procedían de la organización trotskista Lutte Ouvrière. Era en realidad una agrupación de corte afinitario en torno a un elemento que poseía cierto carisma, agrupación que representaría para sus miembros un verdadero obstáculo en el proceso de ruptura con el trotskismo9. Bérard, a raíz de su ruptura con LO a principios de 1973, escribió el folleto: “La ruptura con Lucha Obrera y el trotskismo”, que muestra cómo el trotskismo se pasó al campo de la burguesía tras una larga deriva oportunista y su traición al internacionalismo durante la Segunda Guerra Mundial. Este folleto tan efectivo ha tenido un gran éxito con tres ediciones sucesivas. La última data de 1976 e incluye una introducción que corrige ciertas ambigüedades del texto10. Pero lo cierto es que esta obra reveló los talentos de su autor. Esto también se puede ver leyendo un artículo sobre “El período de transición”, en particular la segunda parte que aparece en Révolution internationale (nueva serie) n° 8 (marzo-abril de 1974), que aborda el tema de los bonos de trabajo. Llevado por la polémica contra los lassalleanos, Marx vislumbra la posibilidad de utilizar los bonos de trabajo11 en el período de transición del capitalismo al comunismo como un medio de retribución individual de acuerdo con el tiempo de trabajo brindado a la sociedad12. Bérard demuestra muy bien que esta forma de salario sin nombre es una contradicción en los términos y representa más un obstáculo que cualquier otra cosa bajo la dictadura del proletariado. Su demostración se basa en las críticas del propio Marx contra los bonos de trabajo preconizadas por Proudhon (“Miseria de la Filosofía”) o por Bray y Gray (Grundrisse). En los Grundrisse, Marx da la estocada a esta panacea: “Como el precio no es igual al valor, el elemento que determina el valor (el tiempo de trabajo) no puede ser el elemento en el que se expresan los precios”13. En otras palabras, el tiempo de trabajo no se puede medir por sí mismo. Esta crítica sobre las ilusiones de los bonos de trabajo hecha en su momento por RI es hoy la de la CCI14. Bérard, integrado en el trabajo de reapropiación de las adquisiciones históricas de la corriente de la Izquierda Comunista, jugaría un papel a menudo positivo, igualmente en las discusiones entre los diferentes grupos que aparecieron en el Reino Unido.
Pero estas cualidades militantes pueden transformarse de un factor de refuerzo de la organización a un factor de destrucción de ésta. Muy pronto, Bérard y sus acólitos expresarán las mayores confusiones y prejuicios sobre la cuestión organizativa.
En la primavera de 1973, tras cinco años de existencia, tras la reagrupación realizada en Francia15, el grupo RI considera que es necesario un nuevo paso adelante en la construcción de la organización con la reapropiación del principio proletario de centralización. Hasta ahora existía una Comisión Internacional encargada de coordinar las discusiones que conducirían a la conformación de la CCI, se propone la creación de una Comisión Organizadora, encargada de estructurar y dirigir las actividades del grupo. Los debates iban a ser muy animados, estando todavía una gran minoría marcada por las concepciones contestatarias y consejistas de Mayo del 68. Por ello, la nueva Comisión fue nombrada por una estrecha mayoría en la reunión nacional de noviembre de 1973. Dicho esto, el debate aclaró un principio central del marxismo: la cuestión organizativa es una necesidad vital y una cuestión política por derecho propio.
Es sobre esta cuestión que se constituyó la tendencia de Bérard (por lo tanto, muy rápidamente después de la integración en RI), gritando el peligro de la burocratización y pidiendo garantías para protegerse contra este peligro diabólico. Expresó así una real hostilidad hacia la continuidad del movimiento obrero y malinterpretó completamente las medidas organizativas propuestas al confundirlas con las prácticas (realmente) estalinistas de los trotskistas. En contraste con el carácter desinteresado y el compromiso de los militantes de la clase del trabajo asociado, la tendencia ex-LO estaba profundamente marcada por el individualismo. “Es suficiente señalar que pocos días después de la votación de constitución del Comité Organizador, a lo que Bérard se había opuesto, el mismo Bérard fue a buscar a MC para ofrecerle el siguiente trato: “Cambio mi voto a favor del CO si me propones ser parte de él, de lo contrario lo combatiré”. Baste decir, que Bérard fue enviado a paseo, ya que MC solo se comprometió a no informar sobre esta propuesta para no ‘hundir’ a Bérard públicamente y permitir que el debate se llevara a cabo sobre el fondo. Así que, el CO solo presentaba un ‘peligro de burocratización’ porque Bérard no formaba parte de él… ¡Sin comentarios!”16.
Después del artículo “Luchas reivindicativas y el surgimiento de la clase para sí” publicado en RI nueva serie n° 9 (mayo-junio de 1974), la tendencia publicó “Fracciones y partidos” en el n° 9 del Bulletin d'études et de discussion (septiembre de 1974). Despejó su propia visión del proletariado y de la organización de vanguardia comunista. Allí se anuncia inmediatamente la ruptura en la continuidad del movimiento obrero. “Para entender lo que eran las fracciones comunistas durante este período [de la contrarrevolución], no debemos partir de una ‘continuidad’ orgánica que no existe; debemos rechazar todas las imágenes de ‘herencia’, ‘acervo’ que embrollan la cuestión. Hay que dejar de buscar una continuidad puramente ideológica (ideas que producen ideas). Hay que partir de la experiencia real del proletariado, la necesidad de la clase de agotar prácticamente todas las consecuencias de la crisis histórica de la clase asalariada. Decimos prácticamente porque los trabajadores están luchando, están ‘organizados’ dentro de las relaciones capitalistas y se enfrentan muy concretamente, a través de sangrientas derrotas, a una nueva realidad que aún no logran captar: el proletariado ya no puede afirmarse a sí mismo permaneciendo como trabajador asalariado.” Reconocemos aquí a Proudhon que rechazó las huelgas obreras que, según él, llevaban a reconocer la legitimidad del patrón. Y la tendencia concluye a la manera de los consejistas: “El viejo movimiento obrero está muerto”.
En su respuesta17, el camarada MC comienza restableciendo toda la importancia de la continuidad. "No muy orgullosos de sus padres, todavía prefieren llamarse bastardos, tanto orgánica como políticamente. Y para estar completamente tranquilos, les gustaría que el proletariado y todo el movimiento comunista hicieran lo mismo. Este pavor a la ‘continuidad’, al ‘pasado’, al ‘acervo’ es la pesadilla de estos camaradas que vuelven constantemente a él para poner salvaguardias una y otra vez. Envuelven todo, como es su costumbre, en un revoltijo de palabras, donde hay ‘a favor’ y ‘en contra’, un poco para todos los gustos, pero no logran ocultar del todo el desagrado que sienten ante la mera mención de la palabra ‘adquisición’, casi tanto como para la palabra ‘organización’. Esto es comprensible: continuidad, adquisición, organización, imponen marcos y fronteras estrictas muy mal adaptados a los parlanchines y chismosos, a los que se meten en todo y saben poco, a las fantasías de los ‘cazadores de originalidad’. ‘Nada que ver con el pasado’ fue el grito de guerra de todos los manifestantes en Francia y en todas partes, ¡y no fue en vano! Hablar de una nueva coherencia sin precisar de dónde viene, en qué posiciones adquiridas se fundamenta y hablar de una nueva coherencia ‘sin pasado’ es la esencia de una pretensión megalómana digna de un Dühring. Sabias palabras en torno a ‘superaciones necesarias’ solo sirven como hojas de parra en este caso; ir más allá nunca es un borrado, siempre se contiene un pasado. Hablar de superación sin responder primero a la pregunta “¿qué porción del pasado se debe conservar y por qué? No es más que una evasión y el peor de los empirismos”.
Luego aborda la cuestión de la contribución vital de la Izquierda Comunista y la tradición viva que encarna a pesar de las diferencias que existen entre los grupos que hoy dicen formar parte de ella. Esta cuestión del legado de la Izquierda Comunista, las escisiones o los elementos provenientes del izquierdismo, siempre han tenido grandes dificultades para comprenderla y sólo ven comunistas de izquierda heterogéneos y confusos18. Revelan así su ceguera ante el inmenso paso adelante que representó la Internacional Comunista (IC) y el inmenso aporte de todos aquellos que, reclamándose pertenecientes a la IC, supieron detectar su deriva oportunista y aprender de ella. Las condiciones de la época hacían imposible la unificación de las izquierdas, pero en realidad estaban unidas, por encima de fronteras y diferencias, en el trabajo de una fracción contra el oportunismo y la liquidación del viejo partido. Por eso hay una tradición de la Izquierda Comunista hoy, es decir, un método, un espíritu de lucha, una serie de posiciones que la distinguen y que forman una especie de puente sobre el abismo del tiempo hacia el futuro Partido Comunista Mundial. “Hembé está en la casa equivocada. Él cree que todavía está hablando en y a LO. Las diferentes corrientes de la Izquierda Comunista han tenido muchas debilidades y carencias, a menudo titubeaban y tartamudeaban, pero tuvieron el mérito imperecedero de haber sido las primeras en dar la voz de alarma contra la degeneración de la IC, de haber defendido, diversa pero contundentemente, los principios fundamentales del marxismo revolucionario, de haber estado al frente del combate del proletariado revolucionario, y sus balbuceos fueron y siguen siendo un aporte inmenso a la teoría y práctica del proletariado, respondiendo a los problemas y tareas de la revolución proletaria”.
Al publicar su folleto fuera de RI y al negarse a participar en el Encuentro Nacional de noviembre de 1974, que debía hacer un balance del estado de las diferencias, la tendencia ex-LO se colocó fuera de la organización. Sin embargo, dada la importancia de la cuestión organizativa y el papel destructivo de la “tendencia”, esta asamblea general de RI decidió excluir formalmente a sus miembros. Encontramos a Bérard a finales de los 80 con los Cahiers du Doute (Cuadernos de la Duda) y luego desaparece en la nada después de haber sido durante un tiempo seguidor de las tesis primitivistas. Después de todo, una trayectoria lógica, la duda invocada aquí no es la duda científica creadora sino el reflejo de una gran debilidad en la convicción revolucionaria.
La primera de las lecciones a sacar es, la necesidad de una discusión profunda con los elementos que postulan su candidatura sobre el significado profundo de la cultura del debate en las organizaciones comunistas, en oposición al democratismo que aboga por el parloteo y rinde culto a la divergencia como fetiche.
La segunda lección a extraer es la importancia de la cuestión organizativa y de los principios que deben guiarnos en la construcción de la organización y la perspectiva del futuro Partido Mundial. Una comprensión profunda de la cuestión organizativa debe permitir, en particular, evitar, durante los debates, los agrupamientos informales, entre un cierto número de camaradas sobre la base, no de un acuerdo político, sino de criterios heterogéneos como las afinidades personales, la insatisfacción con una determinada orientación de la organización o la impugnación de un órgano central. La organización de los comunistas se basa en la lealtad a la organización, a los principios revolucionarios, y no en la lealtad a los amigos.
La tercera lección surge del error que cometió RI en su momento, la falta de atención a los elementos que rompían colectivamente con una organización izquierdista. Tal ruptura no está destinada a fracasar sistemáticamente, pero la experiencia ha demostrado que es muy difícil de llevar a cabo. Romper con la cohesión contrarrevolucionaria no lleva automáticamente a comprender y retomar la coherencia de las posiciones revolucionarias.
Debe mencionarse una última lección. La militancia comunista se basa en el compromiso a la causa, en la vigilancia teórica y en una convicción revolucionaria que nos preserva de las sirenas del empirismo y el inmediatismo. El modernismo y su avatar “comunistizador” representan hoy, por el contrario, un peligro inmenso de disolución del proletariado en las gélidas aguas de la duda y la ignorancia, reflejo del mundo actual de descomposición capitalista.
El artículo de RI n° 3 (antigua serie), “De la organización”, que fue preparado para un encuentro organizado por Informations et Correspondance Ouvrières [ICO] en 1969, sólo podía plantear las premisas de la cuestión organizativa, recordando en particular esta banalidad: de la degeneración y la traición a las organizaciones revolucionarias del pasado de ninguna manera implica su inutilidad o peligro. En 1973-74, la cuestión organizativa pasó a depender mucho más cruda y concretamente del proceso en curso de construcción de la organización (reagrupaciones en diferentes países, creación de la CCI). Es frente a esta cuestión práctica que surgieron diversas oposiciones, como la tendencia Bérard. Por una ruptura inconclusa con el trotskismo y una deriva afinitaria, la tendencia Bérard levantó el estandarte de la rebelión contra la centralización y contra la necesidad vital de pasar de un círculo de amigos a un grupo político, de pasar del espíritu de círculo al espíritu de partido. Fue así la expresión clásica de la penetración de la ideología burguesa y pequeñoburguesa en el seno del proletariado, que se materializó en él por una explosión de individualismo y una impaciencia oportunista buscando atajos hacia la meta comunista. La rabia de los “comunistizadores” contra la organización revolucionaria y el programa comunista los hace hoy mucho más peligrosos que aquellos intelectuales en busca de originalidad que envenenaron el movimiento durante la década de 1970.
Dejemos que hable el camarada MC para la conclusión: “Qué pensar de los señoritos que se pasean tan casualmente por la historia del movimiento obrero como si estuvieran en un bar o en una cafetería. De todas estas proclamas gratuitas y fanfarronas, lo único que hay que recordar es esta conclusión: ‘La necesidad ahora de romper críticamente con el pasado’. RI siempre ha planteado la necesidad, después de cincuenta años de reacción y contrarrevolución, de reconectar, continuar y superar críticamente el pasado, ese punto culminante del asalto revolucionario del proletariado. [podrá] también enfatizar la unidad fundamental del movimiento histórico de la clase, [mientras] los contestatarios ‘renovadores’ de todas las tendencias no tienen otro afán que el de romper, borrar, hacer borrón y cuenta nueva del pasado, para partir de una presente virgen, de un nuevo “comienzo”, es decir, de ellos mismos”19.
Elberg.
1 La “Resolución sobre la relación de fuerzas entre las clases” adoptada en el 23° Congreso de la CCI en 2019, describe y analiza tanto el pantano político que apareció a fines de la década de 1960 como las tres oleadas de luchas obreras que se sucedieron hasta 1989.
2 Incluso durante el período de transición, cuando los antagonismos de clase aún no han desaparecido. La necesidad de que la clase defienda sus intereses inmediatos durante la dictadura del proletariado fue destacada por Lenin durante el debate dentro del Partido Bolchevique sobre la cuestión sindical en 1921. Esta posición fue asumida y desarrollada por la Izquierda Comunista de Italia en 1930 y por la Izquierda Comunista de Francia (GCF) después de la Segunda Guerra Mundial. Véase nuestro artículo “Comprender la derrota de la revolución rusa II. 1921: El proletariado y el Estado de transición”, en Revista Internacional n° 100, 1er trimestre de 2000.
3 Proudhon fue, según algunos doctrinarios, el padre del anarquismo. El padre de la “communisation” no es Bérard sino Jacques Camatte, de la revista Invariance, que se separó del Partido Comunista Internacional en 1966. Volveremos sobre esto en próximos artículos.
4 Marx y Engels, La ideología alemana (1845-1846).
5 El folleto de la tendencia ex-Lutte Ouvrière (la mayoría de los miembros de esta “tendencia” eran ex militantes trotskistas) fue reeditado en la antología Ruptura en la teoría de la revolución de François Danel. Textos 1965-1975 (2003).
6 Marx, carta del 28 de diciembre de 1846 a Annenkov.
7Luxemburgo, La crisis de la socialdemocracia (1915).
8 Artículo de la tendencia, “Luchas reivindicativas y el surgimiento de la clase para sí”, Revolución Internacional n° 9, (mayo-junio 1974).
9Ver Revista Internacional n°161 (2º semestre 2018) y 162 (1º semestre 2019): “Castoriadis, Munis y el problema de la ruptura con el trotskismo”.
10Desde entonces, la CCI ha publicado otro folleto sobre el mismo tema, “El trotskismo contra la clase obrera”.
11 La hipótesis de Marx se sitúa en el marco del proceso de socialización que sigue a la toma del poder por el proletariado, en el marco no de la sociedad comunista sino de una sociedad “que acaba de salir del capitalismo”. No tiene nada que ver con la posición de Proudhon sobre las órdenes de trabajo.
12 Marx, Crítica del Programa del Partido Laborista Alemán (1891). Este texto es más conocido como la Crítica del Programa de Gotha.
13Marx, Manuscritos de 1857-1858, conocidos como “Grundrisse”
14El Grupo de Comunistas Internacionalistas (GIC), en la década de 1930, asumió esta posición a favor de las órdenes de trabajo, en particular en el folleto Principios de la Producción y Distribución Comunista. Véanse nuestras críticas en la Revista Internacional n° 152, (2º semestre 2013): “Bilan: La Izquierda holandesa y la transición al comunismo, II”.
15Tres grupos comunistas se fusionaron en 1973 bajo el nombre de Revolución Internacional. En esta ocasión, se adoptó una nueva plataforma política y aparece en el n° 1 de RI (nueva serie).
16 “La cuestión del funcionamiento de la organización en la CCI”, Revista Internacional n° 109 (2º trimestre 2002).
17 “En respuesta al artículo “Fracciones y partidos”, en el mismo número del Bulletin d'études et de debate, segunda revista publicada por RI. Pronto sería reemplazada por la Revista Internacional, cuando se creó la CCI en 1975.
18 Uno de los mejores ejemplos es el de Éveil internationaliste que participó en la 3ª conferencia de grupos de la Izquierda Comunista en 1980. Después de romper con el maoísmo, quiso mantener una coherencia ex maoísta, y finalmente se hundió en la nada. Para volver a intentar borrar su pasado estalinista, algunos de sus elementos no han encontrado otra salida que adherirse al anarquismo o a la Liga de los Derechos Humanos, todo aderezado con la habitual verborrea situacionista.
19 Marc Chirik, “En respuesta al artículo “Fracciones y partidos”, Boletín de estudio y discusión n° 9, septiembre 1974, p. 9.
Como explicamos en los artículos anteriores de esta serie, la degeneración de la Internacional Comunista no se desarrolló sin provocar una respuesta. Frente a esta degeneración, las fracciones comunistas de izquierda se levantaron y defendieron enérgicamente los principios abandonados por la IC y, al mismo tiempo, intentaron responder a las nuevas interrogantes que planteaba la entrada del capitalismo en su fase de decadencia. Todos estos grupos fueron excluidos y reprimidos uno tras otro, mientras la degeneración oportunista devoraba las filas de la Internacional y los Partidos Comunistas traicionaban el campo proletario.
Este último artículo de la serie destaca la trayectoria de los principales grupos y sobre todo las lecciones fundamentales que podemos sacar de su combate.
En la segunda parte de esta serie mostramos las bases sobre las que surgieron los grupos de izquierda dentro de la Internacional Comunista. Como recordamos, el Congreso de fundación estuvo marcado por algunos avances fundamentales en la comprensión de las condiciones del nuevo período histórico. Sin embargo, para la mayoría, los revolucionarios seguían marcados por el peso del pasado y comenzaron a retroceder en congresos posteriores en varias cuestiones. Este desarrollo, que anunciaba la degeneración oportunista de la IC, tuvo consecuencias desastrosas para la conciencia revolucionaria de la clase obrera internacionalmente. Pero, del mismo modo que el desarrollo del oportunismo dentro de la Segunda Internacional dio lugar a una respuesta proletaria en forma de corrientes de izquierda, el crecimiento del oportunismo en la Tercera Internacional encontró la resistencia de la izquierda comunista, muchos de cuyos portavoces, como Pannekoek y Bordiga, ya habían demostrado en la vieja Internacional estar entre los mejores defensores del marxismo. Esta última fue esencialmente una corriente internacional y tuvo expresiones en numerosos países, desde Bulgaria hasta Gran Bretaña, desde Estados Unidos hasta Sudáfrica. Sin embargo, sus representantes más importantes se encontraban en los países donde las tradiciones del marxismo eran más fuertes: Alemania, Italia y Rusia.
Y si estos grupos no alcanzaron el mismo nivel de claridad y cohesión, todos buscaban una alternativa a la degeneración de la IC y trataron de defender los principios comunistas y el programa comunista frente a las nuevas interrogantes que trajo consigo la entrada del capitalismo en su período de decadencia: cuestiones como, ¿Los sindicatos siguen siendo órganos de la clase obrera o se han enredado en los engranajes del estado burgués? ¿Era necesario acabar con la táctica “parlamentaria”? ¿Cómo entender las luchas de liberación nacional en la era del imperialismo global? ¿Cuáles eran las perspectivas para el nuevo estado ruso? La puesta en evidencia de todos estos problemas expresaba la voluntad de armar a la Internacional que por sí misma era incapaz de comprender todas las implicaciones del nuevo período de “guerras y revoluciones”.
Pero las izquierdas en la IC permanecieron dispersas, teniendo pocos vínculos entre sí. En consecuencia, no estaban realmente en condiciones de asumir el papel de una corriente internacional de la izquierda comunista y así emprender la verdadera lucha de una fracción dentro de la IC. Estas izquierdas fueron además gradualmente excluidas de las filas de la IC, bajo el yugo de la represión estalinista. Este fue particularmente el caso del Grupo Obrero, formado en 1922, que fue la única reacción real dentro del Partido Comunista de Rusia parecida a una fracción que sería capaz de formular sus críticas, no en el marco de Rusia, sino contra la IC como tal1, expresando así una clara voluntad de involucrarse en el combate a nivel internacional. Pero muy pronto se convirtió en víctima de la represión desde 1923; sus principales elementos fueron encarcelados por la GPU, impidiendo así que el grupo se desarrollara y cumpliera su función.
Esta fragmentación aumentaba a medida que se excluían los diferentes grupos. “Al momento de la muerte de la IC, la izquierda alemana, que ya estaba dispersa en varias partes, cayó en el activismo y el aventurerismo, y fue eliminada bajo los golpes de una sangrienta represión; la izquierda rusa estaba dentro de las prisiones de Stalin; las débiles izquierdas británica y estadounidense habían desaparecido hacía mucho tiempo. Fuera del trotskismo, sería esencialmente la izquierda italiana y lo que quedaba de la izquierda holandesa la que, a partir de 1928, mantendría una actividad política proletaria -sin Bordiga y sin Pannekoek- haciendo cada una, una valoración diferente de la experiencia que habían vivido”2 Realmente podemos ver hasta qué punto el reflujo de la oleada revolucionaria durante la década de 1920 y los primeros golpes de la contrarrevolución fueron una prueba terrible que acabó con gran parte de las minorías revolucionarias. Pero sean cuales sean las fortalezas y debilidades de las izquierdas, es esencial considerarlas todas como intentos del proletariado de desarrollar, a nivel histórico, una conciencia de las condiciones de su combate revolucionario para derrocar al capitalismo. Además, todos tenían en común la característica de sumarse a la defensa intransigente del terreno de clase del proletariado. Del mismo modo, el comunismo de izquierda no surgió de la nada sino del movimiento revolucionario de la época. Por el contrario, constituyó una reacción orgánica al abandono de principios por parte de la IC y su antigua vanguardia, el Partido Bolchevique. Por lo tanto, era normal que, como en Rusia, Italia, Alemania y otros lugares, los diferentes grupos de la izquierda comunista provinieran del interior de los Partidos Comunistas. Era hora pues, de la lucha de la fracción para enderezar a la IC que se doblegaba bajo el peso creciente del oportunismo: “Es responsabilidad de la minoría, que sostiene el programa revolucionario, llevar a cabo una lucha organizada por su victoria dentro del partido. O triunfa la Fracción, triunfan sus principios y se salva el partido, o el partido sigue degenerando y pasando con armas y bagaje al campo burgués. El momento en que el partido proletario pasa al campo burgués no es fácil de determinar. Sin embargo, uno de los signos más importantes de este pasaje es el hecho de que ya no aparece vida política proletaria dentro del partido. Es responsabilidad de la Fracción de Izquierda continuar la lucha dentro del partido mientras exista alguna esperanza de revertirla; por eso, a fines de la década de 1920 y principios de la de 1930, las corrientes de izquierda no abandonaron los partidos de la IC, sino que fueron excluidas, muchas veces mediante sórdidas maniobras”3
No se trata aquí de preguntar por qué las fracciones de izquierda no estuvieron a la altura de “ganar” el combate, ni por qué, mientras la IC notaba el reflujo en la oleada revolucionaria, la necesidad de replegarse en orden y preparar las condiciones para el resurgimiento de un futuro partido no se entendía ampliamente en sus filas. ¡Como dice el refrán, con suficientes sisa, se podría poner a París en una botella! Lo que nos importa es más bien la forma en que las fracciones de izquierda emprendieron la lucha contra la degeneración oportunista de la IC. Como vimos arriba, no todos ellos harían la misma contribución a la lucha histórica del proletariado contra la explotación capitalista y la dominación de la burguesía.
Es pues indispensable poder extraer todas las lecciones de sus trayectorias y la evolución que atravesaron durante el período contrarrevolucionario que se abrió a fines de la década de 1920.
“Ante la muerte de la IC, se plantea el problema de la formación de cuadros capaces de reconstruir la organización internacional del proletariado. Con este fin es necesario constituir fracciones de izquierda en cada país. La base política de las mismas debe buscarse, en primer lugar, en los cimientos mismos de la IC y perfeccionarse tras una crítica de todos los acontecimientos posteriores a la guerra. Esta crítica debe representar la contribución específica de cada proletariado a los problemas que la IC no supo resolver en el momento de su fundación”4. Tal fue la orientación propuesta por la Fracción de Izquierda del Partido Comunista de Italia a todas las fuerzas de la oposición proletaria. Esto fue en 1933, y la Fracción Italiana, constando la muerte de la IC, hizo un llamado a sacar todas las lecciones del retroceso de la oleada revolucionaria para armar al proletariado para futuras batallas y asumir la continuidad política hasta el momento en que se dieran las condiciones favorables para el surgimiento de un nuevo partido de clase. En otras palabras, se trataba de asumir el trabajo real de una fracción.
Entre todos los grupos de izquierda involucrados en la lucha contra la degeneración oportunista de la IC a finales de los años 20, la Fracción de Izquierda del Partido Comunista de Italia hizo la contribución más rica. ¿Por qué? Porque fue la única en asimilar en profundidad el aporte del Partido Bolchevique dentro de la II Internacional entre 1903 y 1917; y porque entendió que se trataba de poner en marcha un trabajo similar frente al camino suicida emprendido por la IC. Se trataba entonces de presentarse como: “una organización dentro del partido que no está unida por el lugar de trabajo, por el idioma o por cualquier otra condición objetiva, sino por un sistema de concepciones comunes sobre los problemas que se le plantean al partido”. Lo que aquí nos parece esencial no reside en el contenido de los debates en sí, sino en el método con el que la Izquierda Italiana trató de defender sus posiciones con el objetivo de “reenderezar” a la Internacional. Los desacuerdos entre la IC y el PC de Italia aparecieron muy pronto, entre 1920 y 1921, cuando la IC decretaba la consigna del “Frente único”, “gobierno obrero” y la creación de partidos de masas a través de la fusión del PC con varias corrientes centristas. Hasta 1925, la mayoría del PC de Italia, animada en particular por Amadeo Bordiga, resultó ser la más decidida a contrarrestar todo este oportunismo político. Pero el proceso de “bolchevización” de los Partidos Comunistas cambió las condiciones en que la izquierda pudo emprender la lucha, ya que a mediados de abril de 1925 el Ejecutivo ampliado de la IC ordenó la eliminación de la “tendencia Bordiga” para el III Congreso del PC de Italia. A pesar de esta maniobra política, la nueva “minoría” del PC italiano trató de dotarse de todos los medios para proseguir el combate dentro de la Internacional Comunista. Es lo que hizo en el Congreso de Pantin de abril de 1928 al constituirse como “Fracción de Izquierda de la Internacional Comunista” y no sólo del PC italiano. Frente a las presiones, maniobras y denigraciones que se convirtieron en la norma dentro de los Partidos Comunistas, la Fracción nunca se rindió y supo defender los principios del programa comunista tanto a través de la prensa – publicación quincenal (mensual desde 1933) del periódico Prometeo – como a través de intervenciones en las fábricas y manifestaciones. También fue muy activa en la apertura al trabajo común con grupos a nivel internacional a través de la confrontación de posiciones con miras al reagrupamiento de las fuerzas revolucionarias sobre la base de principios claros y un programa claro.
Esta labor se hizo aún más crucial a partir de 1933 cuando el desarme del proletariado internacional ante la victoria del nazismo en Alemania consagró en gran medida la victoria de la contrarrevolución. Ya no era el momento de luchar por revertir la IC sino de sacar las lecciones de la derrota de la revolución y la degeneración de la Internacional para fortalecer al proletariado mundial y preparar las condiciones para el resurgimiento del futuro partido. Para que eso sucediera era importante no eludir ningún cuestionamiento y enfrentar los problemas fundamentales enfrentados por el proletariado y sus organizaciones desde octubre de 1917. Este trabajo teórico y político, ejemplificado por Bilan, no hubiera sido posible sin una profunda comprensión de las demandas del trabajo de una fracción. En 1935, asumiendo el paso definitivo del PC al campo de la contrarrevolución, se vio en adelante como una fracción externa para seguir al frente de la lucha por el comunismo: “Esta situación especial de la Tercera Internacional ya ha resultado en un gran número de capitulaciones provenientes principalmente del hecho de que los militantes creen que lo esencial es mantener los vínculos orgánicos con los Partidos Comunistas, y que no han entendido que lo esencial es construir el organismo que exige la nueva situación, y que ha de encontrar una solución comunista a los mismos problemas que han dado origen al centrismo5”6
¡La contribución teórica y política de la Fracción Italiana hasta 1944-1945 será posteriormente continuada y enriquecida por la Izquierda Comunista de Francia hasta 1952 y la Corriente Comunista Internacional a partir de 19757!
Desafortunadamente, la izquierda alemana no pudo seguir la misma trayectoria. Si muy pronto el KAPD defendió posiciones claras sobre el rechazo al trabajo parlamentario o la participación en los sindicatos8, no pudo alcanzar la misma coherencia organizativa de la izquierda italiana, que se consideraba en continuidad orgánica con el viejo partido. Muy al contrario, toda su trayectoria tras su exclusión de la IC en su III Congreso de septiembre de 1921, se caracterizaría incluso por cuestionar el carácter puramente proletario de la revolución en Rusia (y del Partido Bolchevique) en beneficio de una visión de una “revolución dual”, tanto burguesa como proletaria; burguesa, porque suprimió el feudalismo para llevar el capitalismo al campo; proletario, porque suprimió el capitalismo en las ciudades. La misma incomprensión del proceso gradual de degeneración se encuentra en su análisis de la III Internacional, que ya se consideraba totalmente absorbida por el Estado ruso. Así, el KAPD pensó que todas las secciones de la IC (los Partidos Comunistas) estaban definitivamente perdidas. Esto implicaba que no podían surgir fracciones revolucionarias ni dentro de ésta ni dentro de los Partidos Comunistas. Todo este andamiaje teórico justificó la proclamación de una Internacional Comunista de los Trabajadores (KAI). Esta fundación totalmente artificial y voluntarista de una Internacional alternativa condujo a la división del partido (entre partidarios y opositores de la KAI) y su desintegración numérica.
Revelaba una falta de comprensión del papel del partido dentro de la clase y la relación entre fracción y partido que sólo podía conducir al fracaso.
Esta política suicida iba a tener graves consecuencias para el movimiento revolucionario, ya que debilitó considerablemente la capacidad de las fracciones comunistas de izquierda de agruparse para llevar hasta el final la lucha contra la degeneración de la IC9. La Izquierda holandesa, que posteriormente retomó el espíritu teórico de la Izquierda alemana, pasó a amplificar estos errores en la cuestión organizativa. La corriente consejista, a imagen del Grupo de Comunistas Internacionalistas (fundado en 1927), vino a negar pura y simplemente la necesidad de las organizaciones revolucionarias como factor activo de la lucha de clases y del desarrollo de la conciencia. Esto fue en beneficio de una federación de “grupos de trabajo” reducidos al único papel de dar una opinión. Esta fue una verdadera regresión en la cuestión de la organización dentro de la izquierda comunista, ya que esta última se redujo a una mera adición decorativa a la clase. Además, el siglo que acaba de pasar está ahí para presenciar la debilidad de la corriente consejista frente a los desafíos planteados a los revolucionarios en la decadencia del capitalismo.
“En el pasado, hemos defendido la noción fundamental de la 'fracción' contra la idea de una 'oposición'. Por fracción entendemos el organismo que construye los cuadros para asegurar la continuidad de la lucha revolucionaria y que está llamado a convertirse en protagonista de la victoria proletaria. Contra nosotros, el concepto de “oposición” ha triunfado dentro de la Oposición de Izquierda Internacional. Este último ha afirmado que no se debe proclamar la necesidad de la formación de cuadros: la clave de los hechos está en manos del centrismo y no en manos de la fracción. Esta divergencia adquiere ahora un nuevo aspecto: el contraste básico es el mismo, aunque a primera vista parece que el problema hoy es este: a favor o en contra de nuevos partidos. Por segunda vez el camarada Trotsky descuida totalmente el trabajo de formación de cuadros, creyendo posible pasar inmediatamente a la construcción de nuevos partidos y de una nueva Internacional”. Esta declaración hecha por la Fracción de Izquierda del Partido Comunista de Italia en el primer número de su revista teórica Bilan contiene la pregunta central planteada a todas las organizaciones comprometidas en la reacción a la degeneración de la IC: “¿Cuáles son las tareas del momento? ¿La lucha de la fracción o la creación de un nuevo partido?”. Estos dos enfoques discordantes expresan una gran divergencia entre la Fracción de Izquierda y la Oposición de Izquierda dirigida por Trotsky.
Como describimos en el artículo anterior, los años 1921-1922 estuvieron marcados por el combate encabezado por Lenin contra el ascenso dentro del Partido Comunista de Rusia, y entonces de la IC, de la facción burocrática dirigida por Stalin. Aunque los medios utilizados expresaban una clara incapacidad para remediar la situación, Lenin comprendía bien que la dirección tomada por el PCR se alejaba cada día un poco más del campo proletario.
Sin embargo, puso toda su energía política en una batalla desesperada contra el crecimiento del estalinismo y le pidió a Trotsky que se uniera a él en la lucha contra el burocratismo en general y contra Stalin en particular.10
Pero a partir de 1923, y su forzado retiro de la vida política, estalló una verdadera crisis abierta dentro del PCR. Por un lado, la facción burocrática consolidó su dominio, inicialmente bajo la forma de un “triunvirato” formado por Stalin, Zinoviev y Kamenev, cuyo principal cimiento era su necesidad de aislar a Trotsky. Esta empresa se manifestó en forma de una verdadera conspiración contra “lo mejor de los bolcheviques”, como recuerda en su autobiografía: “Lenin descansaba en Gorki; yo mismo en el Kremlin. Los epígonos agrandaban los círculos del complot (...) Se creó toda una nueva ciencia: la fabricación de reputaciones artificiales, la fabricación de biografías fantasiosas, pretensiones de un liderazgo designado de antemano. (...) Posteriormente, cuando Zinoviev y Kamenev combatieron a Stalin, los secretos de este primer período fueron revelados por los propios cómplices de la trama; porque realmente era una conspiración. Se creó un buró político secreto al que pertenecían todos los miembros del buró político oficial excepto yo. (...) Los líderes en el partido y el estado fueron elegidos sistemáticamente de acuerdo a un solo criterio: 'contra Trotsky'. (...) Así se determinó un cierto tipo de 'carrerismo' que luego se llamó abiertamente 'antitrotskismo'. (...) A fines de 1923, en todas las secciones de la Internacional Comunista, se emprendió el mismo trabajo: se removió a los líderes, otros se mantuvieron en sus lugares de acuerdo con la actitud que habían tomado hacia Trotsky”11.
Desde entonces, durante el transcurso de 1923, apareció una oposición en las filas del PCR. Tomó la forma de una plataforma política firmada por 46 militantes cercanos a Trotsky o provenientes del grupo Centralismo Democrático. Esta “Plataforma de los 46” expresaba sobre todo dos cosas:
- la necesidad de una mayor planificación estatal en el dominio económico;
- una advertencia contra la asfixia de la vida interna del partido.
Pero, al mismo tiempo, la plataforma se distanció públicamente de los comunistas de izquierda dentro del PCR, calificándolos de “poco saludables”12
Aunque Trotsky no firmó la Plataforma, tomó parte abiertamente en esta oposición de izquierda y varias veces mostró vacilaciones para comprometerse en la lucha contra la facción estalinista de manera decidida e intransigente, revelando así una tendencia hacia el centrismo que lo hizo cada vez más incapaz de defender principios esenciales. Esta indecisión se manifestó en el V Congreso de la IC (junio de 1924) cuando Bordiga lo presionó para que se convirtiera en el vocero de una Oposición de Izquierda a nivel internacional. Trotsky se negó, incluso le pidió a Bordiga que aprobara la moción del XIII Congreso del PCR para no ser excluido.
Si bien siempre podemos invocar características individuales, la razón esencial de la timidez de Trotsky radica en su incapacidad:
- para entender que el estalinismo constituyó la contrarrevolución burguesa en Rusia:
- para sacar lecciones de cómo la política emprendida por el partido (en la que había participado ampliamente) había acelerado el curso de su degeneración.
En otras palabras, Trotsky y la oposición en Rusia no entendieron en absoluto el significado de la lucha que se iba a librar, a saber, el trabajo de fracción destinado a reenderezar al partido de su curso oportunista. En lugar de eso, la Oposición siguió defendiendo con uñas y dientes la “proscripción de las fracciones” adoptada en el X Congreso del PCR en 1921. En consecuencia, “en la medida en que se ve a sí misma, no como una fracción revolucionaria que intenta salvaguardar las conquistas teóricas y organizativas de la Revolución de Octubre, sino como oposición leal al Partido Comunista Ruso, no irá más allá de cierto 'maniobrismo', realizando alianzas sin escrúpulos con el objetivo de cambiar un partido casi completamente gangrenado (por ejemplo, Trotsky buscando el apoyo de Zinoviev y Kamenev, quienes lo habían calumniado continuamente desde 1923). Por todas estas razones, se podría decir que la “oposición de izquierda” de Trotsky en Rusia siempre cayó por debajo de las oposiciones proletarias que aparecieron a partir de 1918”13
Sin embargo, la tendencia opositora logró organizarse internacionalmente, pero de manera dispersa, sin ningún rigor real a nivel organizativo. Fue sólo a partir de 1929 y con la expulsión de Trotsky de la URSS que se organizó una Oposición de Izquierda Internacional de manera más centralizada sin poder ir más allá de los errores y confusiones acarreados por la IC14.
En consecuencia, “constituyó en más de un sentido la extensión de lo que había sido representado por el establecimiento y la lucha de la 'Oposición de Izquierda' en Rusia. Retrocedió en las ideas principales y reivindicó los cuatro primeros congresos de la IC. Además, perpetuó el “maniobrismo” que ya caracterizaba a la “Oposición de Izquierda” en Rusia. En muchos sentidos, esta 'Oposición' fue un reagrupamiento sin principios de todos aquellos que querían hacer una crítica de izquierda al estalinismo. Prohibió toda clarificación política real dentro de sus filas y dejó a Trotsky, visto como un símbolo vivo de la Revolución de Octubre, la tarea de convertirse en su vocero y “teórico”. En estas condiciones muy pronto se mostró incapaz de resistir los efectos de la contrarrevolución que se desarrollaba a escala mundial sobre la base de una derrota del proletariado internacional.”15
La incapacidad de la corriente trotskista de involucrarse en el trabajo de una fracción de izquierda, restringiéndose al papel de simple “oposición” al estalinismo, la llevó igualmente a ver la construcción del partido como una cuestión de “voluntad” sin tomar en consideración “las condiciones de la lucha de clases, que dependen del desarrollo histórico y la relación de fuerzas de las clases existentes”.16
Así, lejos de aportar alguna contribución creíble a las filas de una clase obrera que sufre los embates de la contrarrevolución con toda su fuerza, el trotskismo asumió un buen número de posiciones oportunistas desarrolladas en el seno de la IC, participando activamente en la desorientación del proletariado mundial y terminando por capitular y abandonar el internacionalismo proletario en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial en nombre del antifascismo y la defensa del “Estado proletario”.17
La fundación de la Internacional Comunista en marzo de 1919 fue la empresa más profunda de los revolucionarios que dotó a la clase obrera de una organización capaz de conducirla a la victoria. Un siglo después, la historia de este momento heroico de la lucha del proletariado, y las lecciones que de ella han sacado los revolucionarios, no deben exhibirse como mercancías en un escaparate. Todo lo contrario; todo este legado debe estar en el centro de las preocupaciones de los revolucionarios de hoy para que puedan defender la concepción más clara de cómo debe construirse el partido del mañana. Esperamos que el esfuerzo de profundización de las cuestiones emprendidas a lo largo de esta serie de artículos ofrezca un aporte pertinente a la reflexión y a la discusión en todo el medio revolucionario sobre un tema de tanta trascendencia para los combates futuros. Por lo pronto, creemos que podemos afirmar algunas lecciones importantes sobre las condiciones políticas en las que deberá surgir el partido:
1. La base del partido debe estar determinada por las condiciones de la lucha de clases.
2. La necesidad de que el partido esté constituido antes del estallido de una oleada revolucionaria.
3. El reagrupamiento de las fuerzas revolucionarias debe basarse en el programa de clarificación de principios y no en la simple voluntad de participar en la lucha revolucionaria. Como decía Bordiga, el partido es ante todo “un cuerpo programático y una voluntad de actuar”.
4. En el período anterior a la fundación del partido, el tipo de trabajo fraccionario es la única forma organizativa que permite a los revolucionarios prepararse para su construcción.
Nadjek (11 de noviembre de 2022).
1Para una visión más completa y global de las Fracciones de Izquierda en Rusia ver:
- “La Izquierda Comunista en Rusia: (1918-1930), 1ra parte [46])” Revista Internacional n° 8.
- “La Izquierda Comunista en Rusia: (1918-1930, 2ª parte [47])” Revista Internacional n° 9.
2“Convulsiones en el medio revolucionario: el PCI (Programa Comunista) en un punto de inflexión en su historia [47]”. Revista Internacional n° 32 (1er trimestre 1983).
3Polémica: Orígenes de la CCI y el BIPR (primera parte)- La Fracción Italiana y la Izquierda Comunista Francesa [48]” Revista Internacional n° 90 (tercer trimestre, 1997).
4“Proyecto de constitución de un Buró Internacional de Información”, Bilan n° 1, noviembre de 1933.
5En esta época, lo que se llamó erróneamente “centrismo” en el seno de la IC estaba representado por la fracción burocrática estaliniana que en la realidad era la encarnación de la contrarrevolución.
6“La necesidad de la Fracción de Izquierda del Partido Comunista”, Bulletin d’information de la Fraction de Gauche italienne no 6.
7Ver especialmente, “Informe sobre el papel de la CCI como ‘Fracción’ [49]”, Revista Internacional no 156 (invierno 2016).
8Ver “Cien años después de la fundación de la Internacional Comunista, ¿Qué lecciones para las luchas futuras? [50] (parte 2)”, Revista Internacional n° 163, (segundo trimestre, 2019).
9No podemos detenernos aquí en los detalles de la historia del KAPD. Para un mayor desarrollo al respecto ver:
-“La concepción de la organización en la izquierda holandesa y alemana” Revista Internacional n° 37 (tercer trimestre 1984).
-“Tesis sobre el papel del partido en la revolución”, Revista Internacional n° 41 (segundo trimestre de 1985).
-“La Izquierda Holandesa, Contribución a la historia del movimiento revolucionario”. Capítulo V: Gorter, la Izquierda Comunista y la fundación de la KAI” Libro de la CCI.
10Para más detalles sobre esto ver el artículo “Cómo entender la derrota de la revolución rusa, 1922-1023: Fracciones comunistas contra el crecimiento de la contrarrevolución [51]”, Revista Internacional n° 101, 4° trimestre 2000.
11León Trotsky, Mi Vida, “La Conspiración de los Epígonos”, Capítulo XL, Editorial Gallimard.
12En realidad, los comunistas de izquierda rusos, en particular el Grupo de Trabajadores de Miasnikov, expresaron la visión más clara en Rusia sobre cómo luchar contra la degeneración del PCR y la IC.
13“El trotskismo, producto de la contrarrevolución”, El trotskismo contra la clase obrera, folleto de la CCI.
14La oposición de izquierda reivindicó notablemente los cuatro primeros congresos de la IC.
15“El trotskismo, producto de la contrarrevolución” de; El trotskismo contra la clase obrera”, folleto de la CCI.
16“Los métodos del comunismo de izquierda y los del trotskismo”, Internationalisme n° 23 (junio de 1947).
17Para mayor precisión sobre la evolución del trotskismo, ver nuestro folleto: El Trotskismo contra la clase obrera.
Links
[1] https://es.internationalism.org/files/es/pdf/rint169.pdf
[2] https://es.internationalism.org/files/es/frente_a_la_guerra_y_la_aceleracion_de_la_crisis_del_capitalismo_los_revolucionarios_tienen_una_responsabilidad_historica.pdf
[3] https://fr.internationalism.org/content/10735/declaration-commune-groupes-gauche-communiste-internationale-guerre-ukraine
[4] https://es.internationalism.org/en/tag/3/45/descomposicion
[5] https://es.internationalism.org/en/tag/3/47/guerra
[6] https://es.internationalism.org/en/tag/3/49/internacionalismo
[7] https://es.internationalism.org/files/es/cci_-_3er_manifiesto.pdf
[8] https://es.internationalism.org/content/4893/el-capitalismo-lleva-la-destruccion-de-la-humanidad-solo-la-revolucion-mundial-del#sdfootnote1sym
[9] https://es.internationalism.org/content/4893/el-capitalismo-lleva-la-destruccion-de-la-humanidad-solo-la-revolucion-mundial-del#sdfootnote2sym
[10] https://es.internationalism.org/content/4893/el-capitalismo-lleva-la-destruccion-de-la-humanidad-solo-la-revolucion-mundial-del#sdfootnote3sym
[11] https://es.internationalism.org/content/4893/el-capitalismo-lleva-la-destruccion-de-la-humanidad-solo-la-revolucion-mundial-del#sdfootnote4sym
[12] https://es.internationalism.org/content/4893/el-capitalismo-lleva-la-destruccion-de-la-humanidad-solo-la-revolucion-mundial-del#sdfootnote1anc
[13] https://es.internationalism.org/content/4893/el-capitalismo-lleva-la-destruccion-de-la-humanidad-solo-la-revolucion-mundial-del#sdfootnote2anc
[14] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/223/la-descomposicion-fase-ultima-de-la-decadencia-del-capitalismo
[15] https://es.internationalism.org/content/4893/el-capitalismo-lleva-la-destruccion-de-la-humanidad-solo-la-revolucion-mundial-del#sdfootnote3anc
[16] https://es.internationalism.org/content/4858/el-verano-de-la-ira-en-gran-bretana-la-burguesia-impone-nuevos-sacrificios-la-clase
[17] https://es.internationalism.org/content/4893/el-capitalismo-lleva-la-destruccion-de-la-humanidad-solo-la-revolucion-mundial-del#sdfootnote4anc
[18] https://es.internationalism.org/en/tag/corrientes-politicas-y-referencias/izquierda-comunista
[19] https://es.internationalism.org/en/tag/2/25/la-decadencia-del-capitalismo
[20] https://es.internationalism.org/en/tag/2/29/la-lucha-del-proletariado
[21] https://es.internationalism.org/en/tag/3/48/imperialismo
[22] https://es.internationalism.org/en/tag/3/50/medio-ambiente
[23] https://es.internationalism.org/content/4709/informe-sobre-la-crisis-economica-del-24o-congreso-internacional-de-la-cci-2021
[24] https://fr.internationalism.org/content/9937/rapport-decomposition-aujourdhui-mai-2017
[25] https://en.internationalism.org/content/16712/report-decomposition-today-22nd-icc-congress
[26] https://es.internationalism.org/files/es/hoja_internacional_huelgas_gb.pdf
[27] https://es.internationalism.org/files/es/la_importancia_del_22verano_de_la_ira22_en_gran_bretana._el_retorno_de_la_combatividad_del_proletariado_mundial_0.pdf
[28] https://es.internationalism.org/en/tag/geografia/gran-bretana
[29] https://es.internationalism.org/files/es/usa_1.pdf
[30] https://es.internationalism.org/content/4635/asalto-del-capitolio-en-washington-los-estados-unidos-en-el-centro-de-la-descomposicion
[31] https://es.internationalism.org/content/4591/esclavitud-y-racismo-herramientas-de-la-explotacion-capitalista
[32] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201511/4125/revista-internacional-n-52-1er-trimestre-de-1988
[33] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201511/4124/guerras-militarismo-y-bloques-imperialistas-en-la-decadencia-del-c
[34] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200704/1850/la-burguesia-mexicana-en-la-historia-del-imperialismo
[35] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201108/3170/decadencia-del-capitalismo-x-para-los-revolucionarios-la-gran-depr
[36] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/236/rev-internacional-n-108-1er-trimestre-2002
[37] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/233/pearl-harbor-1941-torres-gemelas-2001-el-maquiavelismo-de-la-burgue
[38] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200604/836/rev-internacional-n-113-2-trimestre-2003
[39] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200604/837/la-politica-extranjera-de-los-estados-unidos-tras-la-2-guerra-mundi
[40] https://es.internationalism.org/en/tag/geografia/estados-unidos
[41] https://es.internationalism.org/files/es/criticas_a_los_llamados_comunistizadores_parte_i.pdf
[42] https://es.internationalism.org/en/tag/series/los-comunistizadores
[43] https://es.internationalism.org/en/tag/cuestiones-teoricas/modernismo
[44] https://es.internationalism.org/files/es/critica_de_los_llamados_comunistizadores_ii.pdf
[45] https://es.internationalism.org/files/es/a_100_anos_de_la_fundacion_de_la_internacional_comunista_que_lecciones_podemos_sacar_para_los_futuros_combates_parte_v.pdf
[46] https://es.internationalism.org/revista-internacional/197701/1996/la-izquierda-comunista-en-rusia-i
[47] https://es.internationalism.org/revista-internacional/197705/1880/la-izquierda-comunista-en-rusia-ii-la-izquierda-comunista-y-la-con
[48] https://es.internationalism.org/revista-internacional/199707/1226/polemica-hacia-los-origenes-de-la-cci-y-del-bipr-i-la-fraccion-ita
[49] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201603/4148/la-nocion-de-fraccion-en-la-historia-del-movimiento-obrero-1a-part
[50] https://es.internationalism.org/content/4482/100-anos-tras-la-fundacion-de-la-internacional-comunista-que-lecciones-podemos-extraer
[51] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200010/985/viii-la-comprension-de-la-derrota-de-la-revolucion-rusa-1922-23-las
[52] https://es.internationalism.org/en/tag/desarrollo-de-la-conciencia-y-la-organizacion-proletaria/tercera-internacional