El capitalismo lleva a la destrucción de la humanidad solo la revolución mundial del proletariado puede acabar con él

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Hace 130 años cuando las tensiones entre potencias capitalistas crecían en Europa, Federico Engels planteó la disyuntiva para la humanidad: Socialismo o Barbarie.

Esta se concretó en la Primera Guerra Mundial que estalló en 1914 y causó 20 millones de muertos, otros 20 millones de inválidos, y en el caos de la guerra se produjo la pandemia de la gripe española con más de 50 millones de muertos.

La revolución en Rusia 1917 y las tentativas revolucionarias en varios países acabaron con la carnicería y mostraron la otra cara del dilema histórico planteado por Engels: el derrocamiento del capitalismo a nivel mundial por la clase revolucionaria -el proletariado- abriendo la posibilidad de la sociedad comunista.

Sin embargo, lo que viene a continuación:

  • el aplastamiento de la tentativa mundial revolucionaria de 1917-23, la brutal contrarrevolución en Rusia perpetrada por el estalinismo adoptando la bandera del “comunismo”;

  • la masacre del proletariado en Alemania, iniciada por la Socialdemocracia1 y rematada por el nazismo;

  • el alistamiento del proletariado y su masacre en este país;

  • el alistamiento de los proletarios bajo las banderas del antifascismo y la defensa de la Patria “socialista”;

llevaron en 1939-45 a otro nuevo jalón de la barbarie, la Segunda Guerra Mundial con 60 millones de muertos y una secuela infinita de sufrimientos: los campos de concentración nazis y estalinistas; los bombardeos aliados de Dresde, Hamburgo o Tokio (enero 1945), el lanzamiento por USA de bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki.

Desde entonces la guerra no ha cesado de segar vidas en todos los continentes.

Primero fue la confrontación entre los bloques americano y ruso, la llamada Guerra Fría (1945-89), con una cadena interminable de guerras localizadas y con la amenaza de un diluvio de bombas nucleares pendiendo sobre el planeta entero

Después, tras el hundimiento de la URSS en 1989-91, guerras caóticas han ensangrentado el planeta, Irak, Yugoslavia, Ruanda, Afganistán, Yemen, Siria, Etiopía, Sudán… La guerra de Ucrania es la crisis bélica más grave desde 1945.

La barbarie de la guerra se ve acompañada por una multiplicación y una interacción de fuerzas destructivas que se refuerzan mutuamente:

  • la pandemia COVID que aún está lejos de ser superada y que anuncia nuevas pandemias;

  • el Desastre ecológico y medioambiental que se acelera y se amplifica conjugandose con toda clase de trastornos climáticos, provocando catástrofes cada vez más incontrolables y mortíferas: sequías, inundaciones, huracanes, tsunamis; contaminación de tierras, aguas, del aire y del espacio…

  • la grave crisis alimentaria que provoca hambrunas de proporciones bíblicas.

Hace 40 años, la humanidad corría el riesgo de perecer en una Tercera Guerra Mundial, hoy puede ser aplastada por esa agregación y combinación mortífera de fuerzas de destrucción. “Ser aniquilado bestialmente por un chaparrón de bombas termonucleares en una guerra generalizada o serlo por la contaminación, la radioactividad de las centrales nucleares, las hambres, las epidemias y las matanzas en conflictos guerreros, en los que, además, se utilizarían las armas atómicas, todo ello es, en fin, de cuentas, lo mismo. La única diferencia entre ambas formas de destrucción es que aquélla es más rápida mientras que ésta va más lenta y, por ende, con muchos más sufrimientos si cabe2. La disyuntiva planteada por Engels toma una forma mucho más acuciante: COMUNISMO o DESTRUCCION DE LA HUMANIDAD. El momento es grave, es necesario que los revolucionarios internacionalistas lo afirmemos sin tapujos ante nuestra clase pues solo ella puede abrir la perspectiva comunista a través de una lucha permanente y encarnizada.

La guerra imperialista es el modo de vida del capitalismo

Los llamados « medios de comunicación de masas” falsifican y subestiman la realidad de la guerra. Al principio no hacían más que hablar de la guerra de Ucrania las 24 horas del día. Pero, con el paso del tiempo, la guerra se ha banalizado, ya no ocupa los titulares de los periódicos, sus ecos no van más allá de algunas declaraciones amenazadoras, de llamamientos a los sacrificios para “enviar armas a Ucrania”, de campañas de propaganda machacones contra los rivales, de fake news, todo ello sazonado con vanas ilusiones de “negociaciones” …

Banalizar la guerra, habituarse a su olor repugnante de cadáveres y ruinas humeantes, es la peor de las perfidias, es ocultar el grave peligro que hace pesar sobre la humanidad, es cegarnos sobre todas las amenazas que penden permanentemente sobre nuestras cabezas.

Millones de personas, en África, Asia o Centroamérica, no conocen otra realidad que la GUERRA; desde que nacen hasta que mueren malviven en un océano de barbarie donde proliferan atrocidades de todo género: niños - soldados, operaciones de castigo, toma de rehenes, atentados terroristas, desplazamientos en masa, bombardeos indiscriminados.

Mientras las guerras del pasado se limitaban al frente de combate y movilizaban a una proporción muy limitada de la población, las guerras del siglo XX y XXI son GUERRAS TOTALES que abarcan todas las esferas de la vida social, movilizan a toda la población, tanto soldados como civiles, y sus efectos se extienden por todo el mundo arrastrando a todos los países, incluidos los no directamente beligerantes. En las guerras del siglo XX y XXI ningún habitante ni lugar del planeta pueden escapar a sus efectos letales.

En el frente, que puede abarcar miles de kilómetros y que se extiende por tierra, mar y aire… ¡y por el espacio!, la vida es segada por las bombas, los disparos, las minas, en muchos casos por el “fuego amigo” … Embargados por una locura asesina, forzados por el terror que imponen los superiores o atrapados en situaciones extremas, todos los participantes se ven obligados a realizar las acciones más suicidas, criminales y destructivas.

Parte del frente militar es la “guerra a distancia” con el despliegue incesante de máquinas de destrucción ultramodernas: aviones que arrojan sin pausa miles de bombas; drones teledirigidos a todos los “objetivos” del enemigo, artillería móvil o fija que machacan incansables al rival, misiles que recorren cientos o miles de kilómetros.

La llamada “retaguardia” se convierte en teatro permanente de la guerra donde la población es tomada como rehén de los bandos enfrentados. Cualquiera puede morir en los bombardeos periódicos de ciudades enteras…. En los centros de producción se trabaja con el fusil en la espalda armado por policía, partidos, sindicatos y demás instituciones de “la Patria”, a la vez que se corre el peligro de ser destripados por las bombas enemigas. El trabajo se convierte en un infierno aún mayor que el cotidiano de la explotación capitalista.

La comida dramáticamente racionada es una sopa inmunda y pestilente … No hay agua, ni electricidad, ni calefacción… Millones de seres humanos ven su existencia reducida a una animal supervivencia. Desde el cielo caen los obuses que matan miles de personas causándoles horribles agonías, sobre el terreno los interminables controles policiales o militares, el peligro de ser arrestado por esbirros armados, mercenarios presentados como “defensores de la patria” … Continuamente hay que correr a refugiarse en sótanos inmundos infestados de ratas … El respeto, la solidaridad más elemental, la confianza, el pensamiento racional… desaparecen arrasados por la atmósfera de terror que impone no solo el gobierno, sino la Unión Nacional en la que participan con celo inmisericorde partidos y sindicatos. Los rumores más absurdos, las noticias más inverosímiles, circulan sin cesar provocando un ambiente histérico de delación, de sospecha indiscriminada, tensión brutal, pogromismo.

La guerra es una barbarie querida y planificada por los gobiernos que la agudizan propagando conscientemente el odio, las fracturas y divisiones entre seres humanos, la muerte por la muerte, la institucionalización de la tortura, la sumisión, las relaciones de fuerzas, como única lógica de la evolución social. Los violentos combates que se producen en torno a la central nuclear de Zaparosvke en Ucrania muestra como los dos bandos no tienen ningún escrúpulo ante el riesgo de provocar una catástrofe radioactiva peor que la de Chernobyl y con consecuencias tremendas para las poblaciones europeas. La amenaza del uso del arma nuclear asoma inquietante.

La ideología de guerra

El capitalismo es el sistema más hipócrita y cínico de la historia. Todo su arte ideológico consiste en hacer pasar sus intereses como el “interés del pueblo” adornados por los más elevados ideales: la justicia, la paz, el progreso, los derechos humanos…

Todos los Estados fabrican una IDEOLOGIA DE GUERRA destinada a justificarla y a convertir a sus “ciudadanos” en hienas dispuestas a matar. “La guerra es un asesinato gigantesco, metódico, organizado. En los seres humanos este asesinato sistemático es posible sólo si previamente se ha alcanzado cierto grado de ebriedad. La acción bestial debe contar con la misma bestialidad de pensamiento y sentido; ésta prepara y acompaña a aquélla” (Rosa Luxemburgo).

Las grandes democracias tienen la PAZ como pilar de su ideología de guerra. Manifestaciones “por la paz” han preparado las guerras imperialistas. En el verano de 1914 y en 1938-39 millones de personas se manifestaron “por la paz” en un grito estéril de “hombres de buena voluntad”, explotadores y explotados tomados de la mano, que el bando “democrático” utilizó para justificar la aceleración de los preparativos bélicos.

En la primera guerra mundial, Alemania movilizó sus tropas en “defensa de la paz”, “rota por el atentado de Sarajevo que golpeaba a su aliado austriaco”. Pero en el bando contrario, Francia y Gran Bretaña se lanzaron a la carnicería en nombre de la paz “rota por Alemania”. En la segunda guerra mundial, Francia y Gran Bretaña aparentaron un esfuerzo de “paz” en Múnich frente a las pretensiones de Hitler, a la vez que preparaban frenéticamente la guerra. La invasión de Polonia por la acción combinada de Hitler y Stalin les dio la excusa perfecta para lanzarse a la guerra … En Ucrania, Putin dijo hasta unas horas antes de la invasión el 24 de febrero que quería “la paz”, mientras que Estados Unidos denunciaban sin descanso el belicismo de Putin…

La Nación, la defensa nacional y todas las armas ideológicas que gravitan a su alrededor (racismo, religión etc.) es el banderín de enganche para movilizar al proletariado y a toda la población en la matanza imperialista. La burguesía proclama en tiempos de “paz” la ”convivencia entre los pueblos”, pero todo se esfuma con la guerra imperialista, entonces caen las máscaras y todos propagan el odio al extranjero y la defensa acérrima de la Nación.

Todos presentan sus guerras como “defensivas”. Hace 100 años, los ministerios encargados de la barbarie guerrera se llamaban “ministerio de la guerra” hoy con la peor de las hipocresías se llaman “Ministerio de Defensa”. El defensismo es la hoja de parra de la acción bélica. No hay naciones agredidas y naciones agresoras, todas son participantes activos del engranaje mortífero de la guerra. Rusia en la guerra actual aparece como el “agresor” pues es quien ha tomado la iniciativa de invadir Ucrania, pero previamente Estados Unidos expandió maquiavélicamente la OTAN integrando a varios países del antiguo Pacto de Varsovia. No se puede mirar cada eslabón aislado, hay que ver la cadena sangrienta de confrontación imperialista que desde hace más de un siglo atenaza la humanidad entera.

Hablan de “guerra limpia”, que sigue (o debería seguir) “reglas humanitarias” conformes al “derecho internacional”. ¡Es un engaño vil que expresa un cinismo y una hipocresía monstruosos! Las guerras del capitalismo decadente no pueden atenerse a más regla que la destrucción absoluta del enemigo y ello incluye aterrorizar a la población del rival con bombardeos despiadados … En la guerra se establece una relación de fuerza donde TODO VALE, desde las violaciones y los castigos más brutales sobre la población de los rivales, hasta el terror más indiscriminado sobre los propios “ciudadanos”. Los bombardeos que Rusia efectúa sobre Ucrania siguen la estela de los realizados por Estados Unidos en Irak y por los gobiernos americano y rusa en Siria y Afganistán; y mucho antes por USA en Vietnam; los que Francia realizó sobre sus antiguas colonias, como Madagascar o Argelia; los que hicieron los “aliados democráticos” sobre Dresde o Hamburgo o la barbarie nuclear sobre Hiroshima y Nagasaki. Las guerras del siglo XX y XXI se han visto acompañadas por métodos de exterminación en masa empleados por todos los bandos, aunque el democrático tiene la astucia de subcontratarlos a personalidades siniestras que cargan con la impopularidad de su ejecución.

¡Tienen el rostro de hablar de “guerras justas”! El bando de la OTAN que sostiene Ucrania dice que es una batalla por la democracia contra el despotismo de Putin. Putin dice que va a “desnazificar” Ucrania. Ambos engañan descaradamente. El bando de las “democracias” tiene las manos manchadas de sangre: sangre de las innumerables guerras que han provocado directa (Vietnam, Yugoslavia, Irak, Afganistán) o indirectamente (Libia, Siria, Yemen…); sangre de los miles de emigrantes asesinados en el mar o en las “fronteras calientes” en USA o en Europa… El Estado ucraniano emplea el terror para imponer la lengua y la cultura ucranianas; asesina a trabajadores por el único delito de hablar ruso; alista por la fuerza a cualquier joven pillado en calles o carreteras; utiliza la población incluida la de los hospitales como escudos humanos; despliega bandas nazis para aterrorizar a la población… Por su parte, Putin, además de los bombardeos, las violaciones y las ejecuciones sumarias, desplaza miles de familias a campos de concentración en tierras recónditas; impone el terror en los territorios “liberados” y alista para el ejército a los ucranianos enviándolos a las posiciones donde la muerte es segura.

Las verdaderas causas de la guerra

Hace diez mil años uno de los medios de destrucción del comunismo primitivo fue las guerras tribales, desde entonces, bajo la égida de modos de producción basados en la explotación, la guerra ha sido uno de los peores flagelos. Pero ciertas guerras han jugado un papel progresivo, por ejemplo, en el desarrollo del capitalismo, formando nuevas naciones, extendiendo el mercado mundial, estimulando el desarrollo de las fuerzas productivas.

Sin embargo, desde la primera Guerra Mundial, el mundo está totalmente repartido entre las potencias capitalistas, con ello la única salida para cada capital nacional es arrebatar a los rivales mercados, zonas de influencia y áreas estratégicas. Esto hace que la guerra y todo lo que conlleva (militarismo, acumulación gigantesca de armamentos, alianzas diplomáticas) se convierta en el MODO DE VIDA PERMANENTE del capitalismo. Una incesante tensión imperialista se apodera del mundo y arrastra a todas las naciones, grandes o pequeñas, sea cual sea su definición ideológica, la orientación de sus gobiernos, su composición racial o su herencia cultural y religiosa. TODAS LAS NACIONES SON IMPERIALISTAS. El mito de las naciones “pacíficas y neutrales” es un engaño, si ciertas naciones adoptan una política “neutral” es para sacar tajada de los diferentes campos enfrentados y labrarse su propia zona de influencia. En junio 2022, Suecia un país oficialmente neutral durante más de 70 años se ha unido la OTAN y con ello no “ha traicionado ningún ideal”, ha proseguido su política imperialista “por otros medios”.

La guerra puede ser un negocio para los sectores empresariales implicados en la fabricación de armamentos. Puede igualmente favorecer por un tiempo a un país determinado, pero, para el capitalismo en su conjunto, es una catástrofe económica, un despilfarro irracional, un MENOS que pesa sobre la producción mundial y causa endeudamiento, inflación y destrucción ecológica, nunca un MAS que expande la acumulación capitalista.

Necesidad ineludible para la supervivencia de cada nación, la guerra supone una carga económica letal. La URSS se hundió porque no pudo resistir la alocada carrera armamentística que supuso el enfrentamiento con USA y que este llevó al máximo con el famoso despliegue de la Guerra de las Estrellas en los años 1980 del siglo XX. Estados Unidos que fue el gran vencedor de la 2ª Guerra Mundial y gozó de una espectacular bonanza económica hasta finales de 1960, ha encontrado numerosos obstáculos para preservar su hegemonía imperialista, por una parte, a causa de la disolución de la política de bloques que ha favorecido la emergencia el despertar de nuevos apetitos imperialistas, especialmente entre sus antiguos “aliados”, una política de contestación y de cada uno para sí, y, en segundo lugar, a causa del gigantesco esfuerzo guerrero que ha tenido que realizar durante más de 80 años y las costosas operaciones militares en la que ha debido embarcarse para mantener su rango de primera potencia mundial.

El capitalismo lleva en su ADN la competencia más exacerbada, el TODOS CONTRA TODOS y el CADA UNO A LA SUYA, de cada capitalista y de cada nación.

Sin embargo, esta tendencia “orgánica” del capitalismo no apareció claramente en su periodo ascendente (siglo XIX) pues cada capital nacional gozaba todavía de áreas suficientes para su expansión sin necesidad de entrar en colisión con otros rivales.

Entre 1914 a 1989, esta tendencia se vio atenuada por la formación de grandes bloques imperialistas. Sin embargo, con el fin de esa disciplina brutal, las tendencias centrifugas configuran un mundo de desorden asesino, donde imperialismos con ambiciones mundiales, imperialismos con pretensiones regionales e imperialismos más locales, todos pugnan por dar rienda suelta a sus apetitos apremiantes. En este escenario, Estados Unidos intenta impedir que nadie le haga sombra desplegando sin cesar su aplastante potencia militar, aumentándola sin descanso, y lanzándose a constantes operaciones militares fuertemente desestabilizadoras. La promesa en 1990 tras el fin de la URSS de un “Nuevo Orden Mundial” de paz y prosperidad fue inmediatamente desmentida por la guerra del Golfo (1991) y después por las guerras en Oriente Medio, Irak y Afganistán, que avivaron las tendencias guerreras de tal manera que el imperialismo “más democrático del mundo”, los USA, es el primer agente de propagación del caos guerrero y de la desestabilización de la situación mundial.

China se ha impuesto como un concurrente de primer orden para desafiar el liderazgo norteamericano. Su ejército, pese a la modernización realizada, está muy lejos de la fuerza y la experiencia del rival norteamericano; su “tecnología de guerra”, base de armamentos y despliegues bélicos eficaces, es aún limitada y frágil, lejos igualmente de la potencia USA; China se halla rodeada en el Pacífico por una cadena de potencias hostiles (Japón, Corea del Sur, Taiwán, Australia etc.) lo que bloquea su expansión imperialista marítima. Ante esta situación desfavorable ha emprendido una gigantesca empresa económico – imperialista, llamada Ruta de la Seda, que busca una implantación mundial y una expansión terrestre por Asia Central en una de las zonas más desestabilizadas del mundo.

Se trata de un esfuerzo de resultado muy incierto que exige una inversión económica, militar y una movilización político -social total e inconmensurable que está muy por encima de sus medios de encuadramiento de la población que se basan sobre una rigidez política de su aparato estatal, sobre el que pesa la herencia del maoísmo estalinista: el recurso sistemático y brutal a sus fuerzas de represión, a la sumisión a un gigantesco aparato estatal ultra- burocrático, como lo vemos con la multiplicación de protestas frente a la política de COVID 0. Esta orientación aberrante y la acumulación de contradicciones que minan su desarrollo podrían finalmente afectar a este coloso con pies de barro.

Esta evolución, junto con la respuesta brutal y amenazante de los Estados Unidos, ilustran el grado de locura asesina, de huida ciega en la barbarie y el militarismo (que incluye una creciente militarización de la vida social) que el capitalismo está alcanzado como síntoma de un cáncer generalizado que afecta al mundo y que amenaza directamente el porvenir de la Tierra y de la vida humana.

El torbellino de destrucción que amenaza el mundo

La guerra en Ucrania no es una tempestad en un cielo azul, viene a continuación de la peor pandemia del siglo XXI, el COVID, con más de 15 millones de muertos, y cuyos estragos siguen con los confinamientos draconianos en China. Sin embargo, ambas se enmarcan, a la vez que estimulan, en una cadena de catástrofes que golpea la humanidad: la destrucción medioambiental combinada con el trastorno climático y sus múltiples consecuencias; la hambruna que vuelve con violencia en África, Asia y Centroamérica; la increíble oleada de desplazados y emigrantes, que en 2021 alcanzó la cifra nunca vista de 100 millones de personas; el desorden político que se apodera de los países centrales como vemos con los gobiernos en Gran Bretaña o el peso del populismo en Estados Unidos; el ascenso espectacular de las ideologías más oscurantistas.

La pandemia ha puesto al desnudo las contradicciones que minan al capitalismo. Un sistema social que presume de adelantos científicos impresionantes recurre al método medieval de la cuarentena, a la vez que sus sistemas sanitarios colapsan y su economía debe ser paralizada durante casi dos años agravando una crisis económica disparada. Un orden social que dice tener el progreso como bandera produce las ideologías más absurdas e irracionales que han estallado en torno a la pandemia con ridículas teorías conspiranoicas, muchas de ellas en boca de “grandes dirigentes mundiales”.

Una causa directa de la pandemia reside en el desastre ecológico que desde hace años amenaza la humanidad. Movido por la ganancia y no por la satisfacción de las necesidades humanas, el capitalismo es un depredador de los recursos naturales, como lo es del trabajo humano, pero, a la vez, tiende a destruir los equilibrios y procesos naturales, modificándolos de forma caótica, cual aprendiz de brujo, provocando todo género de catástrofes que tienen consecuencias cada vez más destructivas: calentamiento global, sequías, inundaciones, incendios, derrumbe de glaciares e icebergs, desaparición masiva de especies vegetales y animales con consecuencias imprevisibles y que anuncian la propia desaparición de la especie humana a la que lleva el capitalismo. El desastre ecológico se ve agudizado por las necesidades de la guerra, por las propias operaciones bélicas (el uso de armas nucleares es una expresión evidente) y por la agravación de la crisis que obliga a cada capital nacional a devastar aún más numerosas áreas en búsqueda desesperada de materias primas. El verano de 2022 es una ilustración contundente de las graves amenazas que pesan sobre la humanidad en el terreno ecológico: aumento de las temperatura tanto en las máximas con en las medias -el verano más caluroso desde que hay estadísticas de temperaturas-, sequía generalizada que ha afectado ríos como el Rihn, el Po o el Támesis, incendios forestales devastadores, inundaciones que como la de Pakistán afectan a un tercio de la superficie del país… y, en medio de ese panorama, los gobiernos ¡retiran sus ridículas medidas de protección ambiental en nombre del esfuerzo de guerra!

El resultado final de los procedimientos capitalistas de producción es el caos”, dijo en 1919 el primer Congreso de la Internacional Comunista. Es suicida e irracional, contrario a todo criterio científico, pensar que todos esos estragos no serían más que una suma de fenómenos pasajeros, encerrados cada uno en causas particulares. Hay una coherencia de hierro, una acumulación de contradicciones, un sangriento hilo conductor, que los liga convergiendo en un torbellino letal que amenaza la humanidad:

  • Asistimos a una aceleración de todas las contradicciones del capitalismo combinándose entre ellas y provocando un efecto multiplicador de los factores de destrucción y caos;

  • La economía se ve sumida no solo en la crisis sino en un desorden creciente (constantes bloqueos en los suministros, situaciones combinadas de sobreproducción y escasez de mercancías y mano de obra);

  • Los países más industrializados que presumían ser oasis de prosperidad y paz se desestabilizan y devienen ellos mismos factores clave de una vertiginosa inestabilidad internacional.

Como dijimos en el Manifiesto de nuestro 9º Congreso (1991): “Nunca la sociedad humana había experimentado una carnicería de la magnitud de las dos guerras mundiales. Nunca se había utilizado el progreso científico a tal escala para provocar destrucción, masacres y miseria humana. Nunca una acumulación de riqueza tan grande se había codeado y provocado tanta hambruna y sufrimiento como la que se ha desatado en los países del Tercer Mundo durante décadas. Pero parece que la humanidad aún no había tocado fondo. La decadencia del capitalismo significa la agonía de este sistema. Pero esta agonía tiene una historia: hoy hemos llegado a su fase terminal, la de la descomposición general de la sociedad, la de su putrefacción en la raíz

La respuesta del proletariado

De todas las clases de la sociedad, la más afectada y golpeada por la guerra es el proletariado. La guerra “moderna” se levanta sobre una gigantesca máquina industrial que exige la explotación decuplicada del proletariado.

El proletariado es una clase internacional que NO TIENE PATRIA, en cambio, la guerra es matarse los obreros entre sí por la patria que les explota y oprime.

Al ser una clase que no aspira a una nueva forma de explotación, sino a la abolición de toda explotación y al no tener ningún interés particular, el proletariado es la clase de la conciencia; en cambio, la guerra es el enfrentamiento irracional, la renuncia a todo pensamiento y reflexión conscientes.

El proletariado tiene como interés la verdad más clara, en las guerras la primera víctima es la verdad, encadenada, amordazada, asfixiada, por las mentiras de la propaganda imperialista.

El proletariado es la clase de la unidad por encima de las barreras de lengua, religión, raza o nacionalidad; la confrontación mortal que realiza la guerra erige en regla el desgarramiento, la división, el enfrentamiento entre las naciones y las poblaciones.

El proletariado es la clase del internacionalismo, de la confianza y la solidaridad mutuas. La guerra exige como motor la sospecha, el “miedo al extranjero”, el odio más aberrante “al enemigo”.

Porque la guerra ataca la fibra más profunda del ser proletario, la guerra generalizada necesita la derrota previa del proletariado. La primera guerra mundial fue posible porque los partidos entonces de la clase obrera, los partidos socialistas, junto con los sindicatos, traicionaron a nuestra clase y se sumaron a sus burguesías en el marco de la UNION NACIONAL contra el enemigo.

Pero esta traición no logró aplastar la respuesta proletaria, desde 1915, la Izquierda de la socialdemocracia se agrupó en Zimmerwald levantando la bandera de lucha por la revolución mundial. Esta contribuyó a la emergencia de luchas masivas que abrieron el paso a la Revolución en Rusia en 1917 y la oleada mundial de 1917-23 que se dirigieron no solamente contra la guerra en defensa de los principios del internacionalismo proletariado, sino también contra el capitalismo todo entero, afirmando su capacidad como clase unida para derrocar este sistema de explotación bárbaro e inhumano.

¡Una lección imperecedera de 1917-18! la primera guerra mundial no acabó por las negociaciones diplomáticas o por las conquistas de tal o cual imperialismo, FUE TERMINADA POR EL LEVANTAMIENTO REVOLUCIONARIO INTERNACIONAL DEL PROLETARIADO. SOLO EL PROLETARIADO PUEDE ACABAR CON LA BARBARIE GUERRERA DIRIGIENDO SU LUCHA DE CLASE A LA DESTRUCCION DEL CAPITALISMO.

Para abrir el curso hacia la segunda guerra mundial, la burguesía se aseguró la derrota no solo física, sino igualmente ideológica del proletariado. Este fue sometido a un terror inmisericorde allí donde su tentativa revolucionaria había llegado más lejos: en Alemania de la mano del nazismo, en Rusia de la mano del estalinismo. Pero, al mismo tiempo, fue alistado ideológicamente agitando las banderas del antifascismo y la defensa de la “Patria Socialista”, la URSS. “de “victoria” en “victoria”, atada de pies y manos fue arrastrada a la segunda guerra imperialista, la cual, contrariamente a la primera, no le permitiría surgir de manera revolucionaria y en la que en cambio sería reclutada para las grandes “victorias” de la “resistencia”, el “antifascismo” o bien de las “liberaciones” coloniales y nacionales” (Manifiesto del primer Congreso Internacional de la CCI 1975).

Desde la reanudación histórica de la lucha de clases en 1968, y durante todo el período en que el mundo estuvo dividido en dos bloques imperialistas, la clase obrera de los principales países rechazó los sacrificios que exige la guerra y menos aún ir al frente a morir por la Patria, lo que cerró la puerta a una Tercera Guerra Mundial.

La lucha contra la inflación y la lucha contra la guerra

Sin embargo, la no movilización del proletariado de los países centrales para la guerra NO ES SUFICIENTE. Una segunda lección se desgaja de la evolución histórica desde 1989: NO BASTA LA MERA NEGATIVA A LAS OPERACIONES GUERRERAS NI LA SIMPLE RESISTENCIA A LA BARBARIE CAPITALISTA. QUEDARSE EN ESE ESTADIO NO PODRA DETENER EL CURSO HACIA LA DESTRUCCION DE LA HUMANIDAD.

El proletariado necesita pasar al terreno político de la ofensiva general internacional contra el capitalismo. “Únicamente : (-) la conciencia de la importancia de lo que se está jugando en la situación histórica de hoy y, en especial, de los peligros mortales que corre la humanidad; (-) su determinación en proseguir, desarrollar y unificar su combate de clase ; (-) su capacidad para desactivar la cantidad de trampas que la burguesía, no dejará de tenderle; permitirá a la clase obrera responder golpe a golpe a los ataques de todo tipo desencadenados por el capitalismo para finalmente pasar a la ofensiva y acabar de una vez con este sistema cruel y despiadado” (Tesis sobre la Descomposición, tesis 17).

El telón de fondo de la acumulación de destrucción, barbarie y catástrofes que estamos denunciando, es la crisis económica irreversible del capitalismo que constituye la base de todo su funcionamiento. Desde 1967 el capitalismo entró en una crisis económica de la que 50 años después es incapaz de salir, al contrario, como muestran las convulsiones económicas que se suceden desde 2018 y la agobiante escalada de la inflación, aquella se está agravando considerablemente, con su secuela de miseria, desempleo, precariedad y hambrunas.

La crisis capitalista afecta a los fundamentos mismos de esta sociedad. Inflación, precariedad, desempleo, ritmos infernales y condiciones laborales que destrozan la salud de los trabajadores, viviendas inalcanzables… testimonian una degradación incontenible de la vida obrera y, aunque la burguesía trata de crear todas las divisiones imaginables, otorgando condiciones “más privilegiadas” a determinadas categorías obreras, lo que vemos EN SU CONJUNTO es, por un lado, la que posiblemente va a ser la PEOR CRISIS de la historia del capitalismo, y, por otro lado, la realidad concreta, lacerante, de la PAUPERIZACION ABSOLUTA de la clase obrera en los países centrales, ese anuncio que Marx hizo de la perspectiva histórica del capitalismo y del que tanto se han burlado los economistas y demás ideólogos de la burguesía.

La agravación inexorable de la crisis del capitalismo es un estímulo esencial de la lucha y de la toma de conciencia de la clase. La lucha contra los efectos de la crisis es la base para que se desarrolle su fuerza y su unidad. La crisis económica afecta directamente la infraestructura de la sociedad; por eso, pone al desnudo las causas primeras de toda la barbarie que se cierne sobre la sociedad, permitiendo al proletariado tomar conciencia de la necesidad de cambiar radicalmente de sistema y no ya de pretender mejorar algunos aspectos de él.

En la lucha contra los ataques brutales del capitalismo y especialmente contra la inflación que golpea de manera general e indiscriminada al conjunto de los trabajadores, estos irán desarrollando su combatividad, podrán empezar a reconocerse como una clase con una fuerza, una autonomía y un papel histórico que jugar en la sociedad. Este desarrollo político de la lucha de clase le dará la capacidad para acabar con la guerra acabando con el capitalismo.

Esta perspectiva empieza a surgir: "Frente a los ataques de la burguesía, la clase obrera del Reino Unido está demostrando que está de nuevo dispuesta a luchar por su dignidad, a rechazar los sacrificios constantemente impuestos por el capital. Es el reflejo más significativo de la dinámica internacional: el invierno pasado, las huelgas habían comenzado a estallar en España y en Estados Unidos; este verano, Alemania y Bélgica también experimentaron paros; es imposible predecir dónde y cuándo la combatividad obrera volverá a manifestarse masivamente en un futuro próximo, pero una cosa es cierta, la magnitud de la actual movilización obrera en el Reino Unido constituye un hecho histórico de primer orden: es el fin de la pasividad, de la sumisión. Las nuevas generaciones de trabajadores levantan la cabeza"3.

Estamos viendo una situación de ruptura ante la pasividad y desorientación previas. El retorno de la combatividad de los trabajadores en respuesta a la crisis puede convertirse en un foco de conciencia animada por la intervención de las organizaciones comunistas. Es evidente que cada aceleración de la descomposición consigue frenar los esfuerzos de combatividad de los trabajadores: el movimiento en Francia 2019 sufrió el golpe del estallido de la pandemia. Esto significa una dificultad adicional para el desarrollo de las luchas. Sin embargo, no hay otro camino que la lucha, la lucha es en sí misma la primera victoria. El proletariado mundial, a través de un proceso atormentado, sembrado de obstáculos y trampas tendidos por los aparatos políticos y sindicales de su enemigo de clase, surcado de derrotas amargas, guarda, sin embargo, intactas sus capacidades para recuperar su identidad de clase y lanzar finalmente una ofensiva internacional contra este sistema moribundo.

Obstáculos que la lucha de clases ha de vencer

Los años veinte del siglo XXI tendrán, pues, una importancia considerable en la evolución histórica de la lucha de clases y del movimiento obrero. Mostrarán -como ya hemos visto desde 2020- con mayor claridad que en el pasado la perspectiva de destrucción de la humanidad que encierra la descomposición capitalista. En el otro polo, el proletariado comenzará a dar los primeros pasos, a menudo vacilantes y llenos de debilidades, hacia su capacidad histórica de plantear la perspectiva comunista. Se van a plantear los dos polos de la perspectiva, Destrucción de la Humanidad o Revolución Comunista, aunque esta última está todavía muy lejos y encuentra enormes obstáculos para su afirmación.

Para el proletariado es suicida ocultarse o subestimar los obstáculos gigantescos que emanan tanto de la acción del Capital y sus estados como de la propia situación de pudrimiento que emponzoña el ambiente social en todo el mundo:

  • La burguesía ha sacado las lecciones del GRAN SUSTO que le propinó el triunfo inicial de la Revolución en Rusia y la oleada mundial de 1917-23, quien le hizo comprobar “en la práctica” lo que anunció el Manifiesto Comunista en 1848 “Un espectro se cierne sobre Europa: el espectro del comunismo. La burguesía cría a su propio enterrador: el proletariado”.

    • COLABORA INTERNACIONALMENTE contra el proletariado como se vio ante la revolución en Rusia 19174 y Alemania en 1918 o frente a la huelga masiva en Polonia en 1980.

    • Ha desarrollado un gigantesco aparato de control, desviación y sabotaje de las luchas obreras formado por los sindicatos y los partidos de todos los colores, desde la extrema derecha a la extrema izquierda

    • Utiliza todos los instrumentos de su Estado y de los llamados “medios de comunicación” para lanzar constantes campañas ideológicas y articular maniobras políticas para desbaratar la conciencia y la lucha proletarias.

  • La descomposición de la sociedad capitalista agudiza la falta de confianza en el porvenir y del proletariado en sí mismo, el “cada cual a la suya”, la fragmentación social en categorías enfrentadas, el corporativismo, levantan un obstáculo considerable al desarrollo de las luchas obreras y sobre todo su politización revolucionaria.

  • En este contexto, el proletariado corre el riesgo de verse arrastrado a luchas interclasistas en movilizaciones polarizadas sobre las luchas parciales (feminismo, antirracismo, cuestiones climáticas, medioambientales, o en el anti-populismo (variante del antifascismo), etc..). Todas estas luchas abren la puerta a una desviación de su lucha en un terreno de enfrentamiento entre fracciones puramente burguesas.

  • El tiempo ya no juega en favor de la clase obrera. Contrariamente a la guerra imperialista, la cual, para poder estallar, requiere la adhesión del proletariado a los ideales de la burguesía, la descomposición no necesita ningún alistamiento de la clase obrera para destruir a la humanidad. En estas condiciones, aunque la amenaza que representa la descomposición para la vida social aparece como algo a más largo plazo que la que vendría de una guerra mundial es, en cambio, mucho más insidiosa.” (Tesis sobre la Descomposición, tesis 16).

Esta inmensidad de peligros no debe empujarnos al fatalismo. La fuerza del proletariado es la conciencia de sus debilidades, sus dificultades, los obstáculos que el enemigo o la propia situación levantan contra su lucha. “Las revoluciones proletarias se critican constantemente a sí mismas, se interrumpen continuamente en su propia marcha, vuelven sobre lo que parecía terminado, para comenzarlo de nuevo, se burlan concienzuda y cruelmente de las indecisiones, de los lados flojos y de la mezquindad de sus primeros intentos, parece que sólo derriban a su adversario para que éste saque de la tierra nuevas fuerzas y vuelva a levantarse más gigantesco frente a ellas, retroceden constantemente aterradas ante la vaga enormidad de sus propios fines, hasta que se crea una situación que no permite volverse atrás y las circunstancias mismas gritan: Hic Rhodus, hic salta!” (Marx: 18 de Brumario de Luis Bonaparte).

La respuesta de la Izquierda Comunista

En situaciones históricas graves como las guerras de gran envergadura como la de Ucrania el proletariado puede ver quiénes son sus amigos y quienes sus enemigos. Enemigos no son solamente los grandes dirigentes, como Putin, Zelensky o Biden, son igualmente los partidos de extrema derecha, derecha, izquierda y extrema izquierda, quienes, con los más variopintos argumentos, incluidos el pacifismo, apoyan y justifican la guerra y siempre proponen un campo a elegir entre los bandidos imperialistas.

Desde hace más de un siglo solamente la Izquierda Comunista ha denunciado sistemática y consecuentemente la guerra imperialista, defendiendo la alternativa de la lucha de clases del proletariado, de su orientación hacia la destrucción del capitalismo por la Revolución Proletaria Mundial.

La lucha del proletariado no se limita únicamente a sus luchas defensivas o a sus huelgas masivas. Componente indispensable, permanente e inseparable, de ella es el combate de sus organizaciones comunistas y concretamente desde hace un siglo de la Izquierda Comunista. La unidad de todos los grupos de la Izquierda Comunista es imprescindible frente a la dinámica capitalista de destrucción de la humanidad. Como dijimos en el manifiesto de nuestro primer congreso (1975): “Rechazando el monolitismo de las sectas, la Corriente Comunista Internacional hace un llamamiento a los comunistas de todos los países a que tomen conciencia de las enormes responsabilidades que les incumben, abandonen las falsas querellas que les enfrentan, superen las divisiones ficticias con que el viejo mundo les carga, a unirse a ese esfuerzo con el fin de constituir, antes de los combates decisivos, la organización internacional y unificada de la vanguardia. Como fracción más consciente de la clase obrera, los comunistas deberán mostrarle su camino, haciendo suya la consigna “REVOLUCIONARIOS DE TODOS LOS PAÍSES, UNÍOS”.

Corriente Comunista Internacional diciembre 2022

1 Frente a la tentativa revolucionaria en Alemania en 1918 el socialdemócrata Noske dijo que estaba dispuesto a ser el perro sangriento de contrarrevolución.

2 Tesis sobre la Descomposición (tesis 11) https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/223/la-descomposicion-fase-ultima-de-la-decadencia-del-capitalismo

3 Hoja internacional de la CCI: https://es.internationalism.org/content/4858/el-verano-de-la-ira-en-gran-bretana-la-burguesia-impone-nuevos-sacrificios-la-clase

4 Ejércitos mancomunados de Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Japón, colaboraron desde abril 1918 con los restos del antiguo ejército zarista en una horrorosa Guerra Civil que causó 6 millones de muertos

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Tercer Manifiesto Internacional de la CCI