Con motivo del comienzo de la temporada literaria, Anne Blanchard ([1]) publicó un librito dirigido a los adolescentes: Rosa Luxemburgo: ¡no a las fronteras! Forma parte de una colección Junior llamada : “Ceux qui ont dit non” (los que dijeron no). Se editan en esta colección biografías de Federico García Lorca, Lucie Aubrac, Simone Weil, Gandhi…
La originalidad de este libro está en que el autor hace hablar a Mimi, la gata de Rosa Luxemburgo. El comienzo del libro muestra cómo Mimi logra entender y por fin escribir la biografía de su ama.
En su comienzo, el libro informa bien de la vida, del combate que llevó Rosa Luxemburgo. Uno va enterándose de que los dirigentes de la socialdemocracia alemana apartaron a Rosa de las instancias dirigentes del Partido, nombrándola profesor en la Escuela del Partido, encargada de los cursos nocturnos. Pero como lo destaca Mimi: “¡Pues no! Mi ama trabaja dos veces más; da clases, sin dejar sin embargo de ir a todas las reuniones.” También se entera uno de que Rosa habría intentado suicidarse cuando se enteró de la muerte de Jean Jaurès. El libro también menciona la cárcel donde escribía sobre los pájaros, las flores, etc.
La lectura es agradable. Pero detrás de la fluidez del texto, por pequeños toques, progresivamente, y más tarde de forma más grosera, el autor tergiversa (a través de Mimi, por supuesto) las declaraciones de Rosa, afirmando en particular que habría considerado a Lenin, Trotski y a los bolcheviques como dictadores sanguinarios. Así es como se puede leer, página 53 : “Mi maestra ha recobrado su capacidad de indignarse. No deja de indignarse contra sus amigos rusos, Lenin, Trotski y todos los comunistas bolcheviques. En efecto, los acontecimientos en Rusia se complican. Los comunistas bolcheviques caen en el terror : tras haber apartado a sus aliados moderados, ahora fusilan (…). Mi maestra piensa que reducir a sus contradictores al silencio, de este modo, es iniciar un giro terrible para la revolución y para la humanidad, que tanto espera desde que el movimiento está en marcha” ([2]).
Anne Blanchard retoma sin sorpresa la mentira según la cual habría una continuidad entre la revolución de Octubre y el horror del estalinismo. Por ello podemos leer en la página 64: “Sin embargo se lo digo yo, Mimi, la “enfermedad” no va a propagarse muy rápidamente si se espera la ayuda de Lenin. Este egoísta se concentra en su solo país: Rusia.” De ahí a afirmar que Lenin haya teorizado “el socialismo en un solo país”, sólo hay un paso… ¡No hay peor ofensa a la memoria de Lenin, que sabía muy bien que la Revolución rusa estaba condenaba si no se extendía a Europa, y en particular a Alemania!
El autor de este pésimo cuento para niños también retoma la idea insidiosa de que el Partido revolucionario del proletariado es nocivo, un peligro para la clase obrera, y que Rosa Luxemburgo habría defendido esta posición. Por ello se puede leer, página 58: “A fuerza de huelgas y manifestaciones, los Alemanes ganaron una República nueva. Ahora, se enfrentan para saber qué cara darle. ¿Una “República de los consejos”, dónde los más humildes –que también son los más numerosos, recuerda siempre mi ama– tendrían el poder? Rosa lo quisiera. Se discutiría libremente, sin tener que obedecer a un partido, como en Rusia, en donde Lenin pronto dirigirá con la batuta a todo el mundo.”
Así pues, en pocas frases, a través de la gata Mimi, el autor intenta convencer a sus jóvenes lectores que Rosa Luxemburgo no sólo era anti bolchevique, sino también anti Partido… ¡Nada es más falso!
Aunque debates y combates teóricos, totalmente ordinarios y legítimos en el movimiento obrero, ocurran entre revolucionarios, Rosa y Lenin se unían en cuanto a la parte fundamental de la defensa de los principios políticos proletarios. Frente a la guerra, por ejemplo, en el congreso de 1907 en Stuttgart, Rosa y Lenin combatían juntos y propusieron una enmienda que estipulaba, en particular: “Si una guerra estalla sin embargo, los socialistas tienen el deber de obrar para que se termine cuanto antes y utilizar por todos los medios la crisis económica y política causada por la guerra para despertar al pueblo y adelantar así el hundimiento de la dominación capitalista.”
Por lo que se refiere a la revolución en Rusia, es cierto que Rosa hizo críticas a la política de los bolcheviques sobre distintas cuestiones: la reforma agraria, el derecho a la autodeterminación de los pueblos, el “terror rojo” contra el “terror blanco”, etc. ([3]). Tras criticar estos errores (que, según Rosa, habrían podido sobrepasarse si la Revolución rusa se hubiera extendido victoriosamente a los países de Europa), Rosa Luxemburgo apoyó y saludó el combate titánico de los bolcheviques: “En esto, Lenin, Trotski y sus amigos fueron los primeros, los que estuvieron a la cabeza como ejemplo para el proletariado mundial; son todavía los únicos, hasta ahora, que pueden clamar con Hutten: “¡Me atreví!” Esto es lo esencial y duradero en la política bolchevique. En este sentido, suyo es el inmortal galardón histórico de haber encabezado al proletariado internacional en la conquista del poder político y la ubicación práctica del problema de la realización del socialismo, de haber dado un gran paso adelante en la pugna mundial entre el capital y el trabajo. En Rusia solamente podía plantearse el problema. No podía resolverse. Y en este sentido, el futuro en todas partes pertenece al “bolchevismo”” (Rosa Luxemburgo, la Revolución rusa).
Con respecto al papel de vanguardia del mismo Partido bolchevique, Rosa Luxemburgo también escribía: “Todo lo que podía ofrecer un partido, en un momento histórico dado, en coraje, visión y coherencia revolucionarios, Lenin, Trotski y los demás camaradas lo proporcionaron en gran medida. Los bolcheviques representaron todo el honor y la capacidad revolucionaria de que carecía la social democracia occidental. Su Insurrección de Octubre no sólo salvó realmente la Revolución Rusa; también salvó el honor del socialismo internacional” (Ídem).
¿Cómo se puede ni siquiera imaginar que Rosa era anti partido, cuándo es que participó en la fundación del Partido comunista de Alemania (el KPD), e incluso redactó el Programa a finales del mes de diciembre de 1918? Cosa que parece ignorar doña Anne Blanchard (¡pero la ignorancia nunca es un argumento!).
Tras haber presentado a Rosa Luxemburgo como una anti-bolchevique, una anti-partido, el autor la presenta por añadidura al final de su libro como una reformista. Así pretende poner de manifiesto que las distintas asociaciones y organizaciones que se han creado para luchar contra “el neoliberalismo, la mundialización” se situarían en la continuidad del combate llevado por Marx y Rosa Luxemburgo (volviendo de paso a pintar una segunda capa sobre el pretendido anti bolchevismo de Rosa). En la página 79, uno se entera de que: “Rosa Luxemburgo predicaba un comunismo muy diferente del que se llevó a cabo en la Unión Soviética después de la Revolución de 1917. Allí, Lenin, líder del Partido bolchevique, consideraba que un movimiento revolucionario no tenía oportunidad de triunfar al no ser dirigido por un Partido capaz de instalar un Estado centralizado fuerte. Rosa Luxemburgo, como Marx, le daban un gran valor a la espontaneidad de la rebelión así como a las libertades. Su proyecto era de un “comunismo de consejos”, de obreros y campesinos, menos dependiente que un Partido. Este comunismo de consejos nunca se ha personificado en un Estado ni incluso un Partido. Es sin embargo próximo a las convicciones de Luxemburgo el apostar a la capacidad de los individuos para inventar nuevas formas de luchar o vivir juntos. Así fue en mayo de 68 en Francia y en el mundo. Durante esta rebelión provocada por la juventud estudiantil, millares de personas, rechazando los sindicatos o los partidos tradicionales, juzgados demasiado autoritarios, se iniciaron en la política. Muchos siguieron a continuación trabajando en asociaciones, ONG, colectivos como RESF (Red Educación sin Fronteras) y el GISTI (Grupo de información y apoyo de los inmigrados)”. El final del libro es un llamado abierto a la “movilización ciudadana”. Un documento del CRIF ([4]) (Consejo representativo de las Instituciones judías de Francia), hablando del libro de Anne Blanchard, indica por otra parte que “en complemento, el autor propone un capítulo “También ellos, dijeron no” y menciona la acción del CIMADE, del RESF, del GISTI o también del MRAP y, más generalmente, de los altermundialistas” y plantea la cuestión: “¿Rosa Luxemburgo hubiera aceptado esta filiación?” La respuesta es claramente: ¡NO! Esta seudo-continuidad participa muy bien de una vulgar manipulación y recuperación ideológica.
Los movimientos ciudadanos que surgieron y se levantaron, como dice el autor, contra la política liberal establecida por el FMI (Fondo Monetario Internacional) y la OMC (Organización Mundial del Comercio), no tienen nada que ver con la lucha de clase que predicaban Marx y Rosa Luxemburgo. Ni con el movimiento de mayo del 68, que fue la expresión de la reanudación de los combates de la clase obrera después de una mitad de siglo de contrarrevolución triunfante y no una simple “rebelión estudiantil”. Las organizaciones o asociaciones como ATTAC (Asociación para la tasación de los impuestos de las transacciones financieras y para la acción ciudadana) no defienden para nada el derrocamiento del capitalismo por la lucha de clases, como lo defendieron Marx y Luxemburgo. Reivindican en el mejor de los casos una utópica reforma del capitalismo, un capitalismo con “rostro humano”. La autora también se esfuerza en desvirtuar y falsificar el pensamiento y el compromiso militante de Rosa Luxemburgo, ocultando al mismo tiempo su combate despiadado contra el reformismo, en particular a través de su obra : Reforma social o revolución, en la que denunciaba las ideas revisionistas de Bernstein que predicaba la llegada del socialismo por reformas y rechazaba cualquier idea de revolución. Rosa Luxemburgo siempre ha defendido la idea que los que predican la reforma del sistema capitalista son mistificadores al servicio de la burguesía, un obstáculo a la lucha y a la reflexión política en la clase obrera.
Toda la burguesía pretende hoy hacernos olvidar esta verdad histórica: fueron los Partidos “socialistas” los que votaron los créditos de guerra en 1914 y alistaron a decenas de millones de proletarios en esta infame carnicería, no los verdaderos revolucionarios. Traicionando los principios y la consigna del movimiento obrero: ¡“Los proletarios no tienen patria, proletarios de todos los países uníos!”, son los partidos “socialistas” los que fueron los principales responsables de la masacre, no los verdaderos revolucionarios.
El libro de Anne Blanchard, destinado a envenenar a los adolescentes, tiene su lugar en la repugnante campaña democrática de recuperación para hacer de Rosa Luxemburgo un arma contra Lenin y los bolcheviques. Un arma contra el proletariado para impedirle entender que es la Revolución rusa de octubre de 1917 y la revolución en Alemania de 1918 las que obligaron a la burguesía a acabar con la Primera Guerra Mundial.
Esta campaña de recuperación fraudulenta de Rosa Luxemburgo, orquestada bajo los auspicios de los socialdemócratas con fraseología “radical”, tiene por objeto hacer olvidar a la clase obrera (y a sus jóvenes generaciones) que Rosa y los espartakistas, Lenin y los bolcheviques, como militantes revolucionarios internacionalistas, llevaron el mismo combate contra la barbarie guerrera, contra el capitalismo, contra la mistificación pacifista y reformista, contra la dictadura del Estado burgués (sea “democrático” o “totalitario”).
Cealzo, 28 de octubre del 2014
[1] En Francia.
[2] Todas las citas del libro son traducidas por nosotros.
[3] Véase el folleto La Revolución rusa, de Rosa Luxemburgo. https://www.marxists.org/espanol/luxem/11Larevolucionrusa_0.pdf [1]
Hace 100 años, la clase obrera – traicionada por sus organizaciones, los sindicatos y los partidos socialistas – fue incapaz de evitar el estallido de la guerra más terrible en la historia hasta ese momento.
Reunión pública en Budapest sobre la I Guerra Mundial
La librería GondolkodóAutonomAntikvárium de Budapest invitó a la CCI a sostener un debate público para septiembre de 2014 en la ciudad, como ya hemos hecho en años anteriores 1. La CCI sugirió para este año lo que se muestra en la película de nuestro sitio web "¿Cómo la clase obrera puso fin a la Primera Guerra Mundial".
Hace 100 años, la clase obrera - traicionada por sus organizaciones, los sindicatos y los partidos socialistas - fue incapaz de evitar el estallido de la guerra más terrible en la historia hasta ese momento.
Hoy en día, las conmemoraciones de la Primera Guerra Mundial son un motivo más para la propaganda nacionalista en sus versiones liberal-democráticas o de las más populisto-patrióticas. Lo que queda fuera en la mayor parte de las exposiciones, documentales y artículos sobre la Primera Guerra Mundial es la realidad sobre el final de la guerra, y las causas del armisticio. Como muestra el filme, la primera oleada revolucionaria del proletariado mundial es un ejemplo de un "secreto a la vista '. El material para la película proviene de fuentes ampliamente disponibles en Internet; muchas de las fotos provienen de Wikipedia y filmaciones originales de youtube.
El hecho de que hubo huelgas, motines y levantamientos al final de la Primera Guerra Mundial es un secreto a voces. La agitación revolucionaria que llevó a la caída del Imperio de los Habsburgo y la retirada de Alemania de la guerra ha sido ampliamente encubierta por los historiadores burgueses. La conexión entre estos eventos y la Revolución Rusa también es ampliamente conocida. Pero a pesar de todo esto, el simple hecho de que hubo una ola mundial de las luchas de los trabajadores, como dice la película, "desde Canadá hasta Argentina, desde Finlandia hasta Australia, desde España a Japón", y que estas luchas fueron de una u otra manera, consciente o inconscientemente, inspiradas por el ejemplo de la toma del poder político por los obreros rusos en octubre de 1917 - esto, en efecto, sigue siendo un secreto, un hecho que la burguesía mundial está todavía muy interesada en mantener oculto.
¿Por qué? Porque, de nuevo, como se dice en la película, durante unos breves años estas luchas sacudieron al mundo capitalista hasta sus cimientos, y la burguesía de hoy, a pesar de todas las dificultades del proletariado, la aparente falta de luchas, el avance de la crisis y de descomposición, todavía tiene miedo del ejemplo que la primera oleada revolucionaria impuso.
Después de mostrar la película sugerimos un debate no sólo sobre los acontecimientos históricos, sino también acerca de las guerras en la fase actual del orden mundial capitalista y sobre el papel de la clase obrera en la actualidad. Los temas propuestos para el siguiente debate fueron: el nacionalismo contra el internacionalismo; ¿hay otra guerra mundial en la agenda de la historia? ¿Nos enfrentamos a un futuro con menos guerra? ¿Qué tipo de guerras se libran hoy? ¿Cuáles fueron los puntos débiles de la primera oleada revolucionaria de 1917-1923? ¿Cuáles son las dificultades para la clase obrera y sus militantes revolucionarios hoy?
El debate fue, como siempre en Budapest, muy animado y animado por la gravedad de la audiencia. No hay nada tan evidente por sí mismo cómo asistir a una discusión pública sobre las perspectivas de una sociedad sin clases en un país cuyos habitantes han sufrido 40 años del llamado "socialismo" (1949-1989) y cuyo actual gobierno durante mucho tiempo ha estado basado abiertamente en el chovinismo húngaro. Interesarse en una reunión bajo estas circunstancias políticas generales exige una actitud de estar "contra la corriente".
La situación económica de Hungría es peor que en la mayoría de los antiguos países "socialistas" de Europa del Este (Polonia, los miembros bálticos de la UE, la República Checa, Eslovaquia) y la militancia de la clase obrera no es más visible que en otros países. Así que el público estaba bastante politizada, política y culturalmente "educado", informada sobre la historia del movimiento obrero y comprometida a clarificar en un debate abierto – desde un punto de vista proletario.
Las preguntas planteadas en el debate en el principio fueron acerca de hechos históricos y la evaluación política de los acontecimientos: sobre el levantamiento de Shanghai en 1927, el consejo de los trabajadores en Limerick en Irlanda de 1920, la República Eslovaca de los Consejos en mayo / junio 1919:
La película dice: "En 1927, más de medio millón de trabajadores en Shanghai lanzaron una insurrección armada y tomaron el control de la ciudad. Una vez más el levantamiento es brutalmente aplastado por los nacionalistas en una orgía de derramamiento de sangre". Un participante quiso saber más acerca de estos eventos. La respuesta dada por la CCI subrayó el auténtico carácter de clase trabajadora de la aislada pero heroica insurrección de Shanghai insurrección de marzo de 1927.2 Estas luchas, que todavía eran una expresión de la onda de reflujo, un "último grito de la revolución mundial", como decimos en un artículo, tuvo lugar en la enorme extensión de China, cuya clase obrera pasó por una fase de efervescencia revolucionaria.
La política de la facción stalinista dominante en Rusia hacia el Partido Comunista de China consistió en establecer un frente único antiimperialista con el Kuomintang burgués para luchar por la "liberación nacional" de China. Bajo la presión estalinista el PCCh ordenó a los trabajadores que entregaran sus armas al Kuomintang que posteriormente mató a los trabajadores con las mismas armas. Así el Kuomintang brutalmente puso fin al levantamiento de los trabajadores de Shanghai, después de que el PCCh había dicho a los trabajadores que confiaran en el ejército nacional del líder del Kuomintang, Chang KaiChek. Lo que siguió después y lo que los maoístas llaman la preparación de la "revolución" en 1949 fue de hecho sólo una larga guerra entre los diferentes ejércitos burgueses, que condujeron a la toma del poder por Mao y el PCCh en uniforme militar.
- Un compañero de la audiencia formuló la pregunta de por qué no hay nada en la película sobre el soviet de Limerick en el verano de 1920. De hecho, una película de 23 minutos sobre toda la dimensión internacional de la oleada revolucionaria no puede ser completa, hay necesariamente muchas luchas que no se pueden mencionar, y muchas cuestiones vitales que no pueden ser cubiertas - una película no es un artículo o un libro. Pero sin duda valdría la pena sacar las lecciones de este ejemplo irlandés de la lucha de trabajadores auto-organizados - y sobre el papel del nacionalismo (IRA, el Sinn Fein) en el aplastamiento de este movimiento.3
- Lo mismo se podría decir sobre el apoyo prestado a la República Eslovaca de los Consejos en junio de 1919 por el Ejército Rojo Húngaro. Estos eventos están bien registrados en la memoria de las personas politizadas en Europa Centro-Oriental, pero no tratan profundamente en la película. La delegación de la CCI no podía referirse a los hechos concretos en Eslovaquia en 1919 debido a la falta de conocimiento profundo acerca de los hechos históricos, pero por el aspecto militar de la pregunta se insistió en el principio de que los medios militares no pueden sustituir a la conciencia y la auto-actividad de la clase obrera, como mostró el fracaso en 1920 de la ofensiva rusa del Ejército rojo en Polonia.
Una más extensa discusión ya evolucionó sobre la naturaleza de la socialdemocracia antes de 1914 y durante la Primera Guerra Mundial. Un camarada resumió una crítica de varios participantes de la declaración de la CCI (también presente en la película) sobre la "traición de la socialdemocracia". La CCI defiende la posición de que la mayoría de los partidos miembros de la segunda Internacional traicionaron a la clase obrera porque estos partidos obreros del siglo XIX declararon en diferentes ocasiones antes de 1914 su adhesión al principio del internacionalismo (para defender a la clase, y no al Estado-nación). Sin embargo la mayoría de los líderes de la mayoría de estos partidos traicionaron este principio apoyando abiertamente a su burguesía nacional en los primeros días de agosto de 1914, cuando los créditos de guerra fueron votados en los parlamentos y comenzó el desastre.
Contra esta visión de las cosas el compañero habló de una posición divergente, declaró que la idea de la traición no tiene sentido porque "la democracia social nunca se mostró a favor de la revolución". De acuerdo con este razonamiento los partidos de la segunda Internacional eran partidos obreros, pero no revolucionarios toda vez que la clase obrera desde el período anterior a la guerra no era revolucionaria; los partidos socialdemócratas eran una expresión de la debilidad de la clase en aquellos días, y en última intancia no fue sólo una víctima de la traición, sino parte de ella. Otro compañero se refirió en la misma discusión al entusiasmo por la guerra en el comienzo de la Primera Guerra Mundial y al hecho de que el SPD (en Alemania) ya estaba atado al Estado capitalista por su importante fracción parlamentaria.
Hay diferentes aspectos de este debate. La CCI defiende el marco general del ascenso y decadencia del capitalismo con diferentes tareas de los revolucionarios en los diferentes períodos. Los partidos socialdemócratas del periodo ascendente, que terminó con la Primera Guerra Mundial, lucharon por reformas dentro del capitalismo y por la revolución, como Rosa Luxemburgo declaró en 1899 en su polémica ¿Reforma social o revolución? contra el camarada de partido Eduard Bernstein. En consecuencia los partidos obreros de este período alojaron diferentes corrientes, desde las abiertamente reformistas y estatistas a las corrientes revolucionarias como aquellas alrededor de Luxemburgo, Lenin, Pannekoek, Bordiga etc. En 1914 los líderes de la mayoría de los partidos socialdemócratas estaban efectivamente en el bando de la burguesía nacional – y luego traicionaron en la teoría y la práctica los principios internacionalistas de los Congresos de la segunda Internacional de Stuttgart y Basilea.
Durante la guerra las fracciones revolucionarias prepararon la formación de la tercera Internacional debido a que la segunda se derrumbó con el estallido de la guerra mundial y debido a la traición de la mayoría de sus partidos miembros.
Otro aspecto de este debate es la pregunta: ¿en qué medida es que nos consideramos a nosotros mismos como parte de la tradición revolucionaria de períodos anteriores? ¿Hasta qué punto compartimos una herencia común de principios y método, conceptos comunes?
Los camaradas de la audiencia que no compartían el marco histórico de ascenso y decadencia del capitalismo insistieron en la falta de un "programa comunista" en la socialdemocracia, diciendo que incluso sin la traición de los líderes, aquélla se habría unido al reformismo y la burguesía / Estado capitalista. Pero a pesar de este marco histórico diferente hubo una preocupación general en la discusión para ver a la clase obrera y su vanguardia revolucionaria en su relación mutua: la debilidad de la clase con respecto a su auto organización, pero también las debilidades teóricas de los comunistas y anarquistas internacionalistas de la época. El papel de los sindicatos y muchas preguntas acerca de la relación entre la clase y su vanguardia necesitan todavía ser clarificadas.
Un joven participante, refiriéndose a la situación de 1919 en Hungría, dijo que la toma del poder en el nombre de la clase obrera fue realizado por los líderes de los partidos socialdemócratas y comunistas, y no por la actividad espontánea del proletariado autoorganizado. Otro participante de la reunión destacó el hecho de que el Partido Comunista creado en Hungría en otoño 1918 estaba formada por muy diferentes corrientes (marxistas, sindicalistas, ex prisioneros de guerra que regresaban de la Rusia revolucionaria, y otros) y era ecléctico en su programa.
En la última parte de la discusión, las preguntas surgieron sobre los temas de actualidad. La mayoría de los participantes en el debate parecían estar de acuerdo en la valoración acerca del creciente peligro de guerra hoy. La espiral creciente de derramamiento de sangre en Siria, Irak y Ucrania es demasiado obvia. Un participante dijo que la violencia y la guerra están extendiendo sus garras desde la periferia a los centros del poder capitalista. Si hubo una divergencia en esta parte de la discusión fue probablemente alrededor de la cuestión de una racionalidad económica de estos conflictos. Mientras que los camaradas de la CCI destacaron la creciente irracionalidad de las guerras de la descomposición actual, por ejemplo, en las áreas reclamadas por el Estado Islámico (IS), otros participantes respondieron que incluso estas guerras son rentables para algunos capitalistas e incluso para el capitalismo en su conjunto. Pero aquí estamos hablando de dos diferentes tipos de racionalidad: por un lado la racionalidad de las ganancias para algunos capitalistas particulares, por otro lado la racionalidad de una especie que necesita volverse plenamente humana.
La última cuestión planteada en la discusión fue: ¿por qué los trabajadores no se unieron al movimiento Occupy? Nuestra respuesta fue que, aunque muchas de las personas reunidas alrededor de esta bandera en 2011/13 pertenecían a la clase obrera, el movimiento en su conjunto no pensó en extender su lucha hacia la clase obrera, a excepción de algunos casos limitados en España y en California. Y la mayoría de los manifestantes de Occupy no se concebían a sí mismos como proletarios, aunque a menudo eran. La dificultad de la clase para desarrollar una identidad de clase específica ya fue un tema en el debate Budapest de 2010. Es parte de la conciencia dentro de la clase que debe madurar. Sin esta autoconciencia del sujeto revolucionario el salto a una sociedad nueva y realmente humana no será posible.
Es - por cierto - interesante que en las discusiones en Budapest una pregunta que a menudo escuchamos en Europa Occidental, es decir, la cuestión de la existencia de la clase obrera, nunca se plantea. Aquí la necesidad de una respuesta de la clase no se cuestiona. Parece que existe un concepto común de lo que la clase obrera es, por sus características y responsabilidades.
Queremos agradecer de nuevo la librería GondolkodóAutonomAntikvárium por la invitación a celebrar un debate público y a los asistente por el debate que sólo puede reforzar mutuamente nuestras fuerzas y capacidades.
CCI, septiembre, 2014
1 E.g. en noviembre de 2010: Reunión Pública à Budapest: Crise et économiquemondiale perspectiva de la lutte de classe
2 China 1927: último aliento de la revolución mundial
3 Republicanismo irlandés: arma del capital contra la clase obrera
A finales de agosto el Grupo Internacional de la Izquierda Comunista (GIIC)[1] ha continuado su insidioso ataque contra la CCI. Esta vez utilizando de manera particularmente asquerosa la muerte de uno de los viejos fundadores del GPI[2] y de RM, el ex camarada Alberto, para seguir tejiendo un cordón sanitario alrededor de la CCI y así aislarla del Medio Político Proletario y de la clase, empresa que desde luego conviene mucho a la guerra que libra el Estado burgués contra las organizaciones políticas proletarias.
Alberto jugó un papel positivo en la constitución de la sección, pero al mismo tiempo se vio afectado por las debilidades generales que nos golpeaban (restos del pasado en el izquierdismo, tendencia a la personalización viendo más QUIEN lo dice que QUÉ se dice). Sin embargo, en el texto del GIIC no hay la más mínima crítica a una trayectoria política, lo cual, al menos, es una visión incompleta e idealista del individuo y, en el peor de los casos, expresa abiertamente un “culto a la personalidad” de rancio aroma estalinista, una visión apologética.
Es repugnante que el GIIC emplee la muerte de Alberto para continuar cubriéndonos con la basura de sus calumnias. Esto muestra su catadura moral, su ausencia total de escrúpulos. Hablar mal a espaldas de alguien es intolerable pero hablar en nombre de una persona muerta –que no puede expresarse- es el colmo de la inmoralidad.
Todos nuestros lectores pueden consultar nuestro “aviso a los lectores” del mes de mayo de 2014[3] donde respondemos a un reciente ataque de este grupo contra la CCI, un ataque claramente policiaco ya que no escatimaron en gastos para sembrar la desconfianza e inocular el virus mortal de la sospecha: tanto al interior de la misma CCI como al exterior, es decir, al Medio político proletario, a los simpatizantes y contactos que nos siguen.
No es casual que las secciones atacadas por estos señores sean RI, sección en Francia de la CCI y la primera en importancia para la CCI, y RM, la “segunda en importancia para la CCI”, dice cínicamente el GIIC en su texto; tanto por las potencialidades, la lengua, y las fuerzas militantes sería muy obvio para agentes provocadores la necesidad de atacar esas partes “importantes”. Aquí queremos hacer una pregunta, ¿qué datos tiene el GIIC para saber que la sección de RM es la “segunda en importancia para la CCI”? ¡Se supone que no saben de la vida interna de la CCI desde hace al menos 12 años!, ¿Qué información “actualizada” poseen como para estar al tanto de la evolución interna de la CCI? Más aún, cuando según ellos en el 2001 se fueron con la FICCI los mejores elementos de RM y a partir de lo cual ésta quedaría “huérfana” y sin “gurú”. Esta afirmación categórica del GIIC nos hace volver sobre una de las hipótesis que avanzábamos en nuestro “aviso a los lectores”: “Pero tampoco podemos descartar otra hipótesis: una de nuestras computadoras habría podido ser pirateado por los servicios de la policía (que vigila nuestras actividades desde hace más de 40 años). Y no podría excluirse que haya sido la propia policía (haciéndose pasar por un supuesto militante anónimo de la CCI) quien haya transmitido a la FICCI algunos de nuestros boletines sabiendo pertinentemente que estos soplones (y en especial los dos miembros fundadores del pretendido GIIC) harían inmediatamente de ellos el uso adecuado.”
Distorsionar lo hechos, mentir deliberadamente, son atributos de la moral burguesa, contrariamente a ésta, la moral proletaria busca siempre la verdad, la conciencia de clase del proletariado no necesita mistificar la realidad porque no es una nueva clase explotadora. El trabajo del GIIC se coloca sin más en el campo de la primera pues nada tiene que ver con un “grupo confuso” o “sin malas intenciones pero equivocados”, ¡no! Su actitud premeditada de falsificar descaradamente los hechos es su “método” predilecto para atacar a la CCI, ataques que son su “motivo de vivir”.
Así el GIIC dice: “Durante la crisis de la CCI del 2001, él (Alberto) estuvo entre los pocos camaradas de la sección mexicana que rechazaron ceder al pánico, al chantaje a la disolución de la sección, y a las innobles provocaciones y mentiras que la nueva dirección de la CCI (enviada a la localidad) ejerció de manera escandalosa sobre la sección y sus aturdidos militantes durante una conferencia ´panamericana´”. Lo que no dicen los miembros de la ex FICCI y fundadores del GIIC es que lo que iba a ser la FICCI ya trabajaba desde antes a espaldas de la mayoría de militantes, de manera clandestina, usando canales de correspondencia secreta que excluían al resto, haciendo reuniones de las que no se informaba a los órganos centrales, difundiendo sus calumnias sin más límite que los oídos amables de los camaradas que “rechazaban el pánico, el chantaje y la disolución de la sección”, según la ampulosa expresión del libelo de la GIIC.
Esas conductas conspirativas y excluyentes son radicalmente ajenas a los métodos propios del proletariado que se basan en la transparencia y la inclusión. Pertenecen a la visión burguesa de la organización que la concibe en términos de “lucha entre facciones que dirigen”. Es significativo que los señores de la GIIC no hablen para nada de posiciones sino de “nueva dirección”.
Hay un refrán que dice “Cree el ladrón que todos son de su condición”. El GIIC proyecta sobre nosotros sus procedimientos nauseabundos. Los elementos que luego constituirían la FICCI ejercieron una fuerte presión sicológica y afinitaria sobre los “aturdidos” elementos de RM que acabaron cayendo en sus redes, entre estos, Alberto y Vicente –su hermano. Este último llegó a afirmar con ceguera irracional que “aunque la organización le pusiera una montaña de pruebas, él seguiría apoyando a los miembros de la FICCI”. De ese tamaño era el afinitarismo reinante, ahí solo prevalecía la lealtad a los amigos y el desprecio olímpico hacia los hechos más evidentes. El mismo Vicente afirmó con increíble cinismo durante una Conferencia de Revolución Mundial celebrada en febrero de 2002 que “los estatutos no se aplican a la minoría, es solamente la mayoría quien está obligada a respetarlos”. ¡Sin comentarios!
Prosigue el GIIC: “En medio de la desbandada general y la penosa capitulación de la mayoría, Alberto fue, pues, uno de los pocos que se mantuvieron fieles a las orientaciones políticas ´internas’ y externas adoptadas” (se refieren a las orientaciones entre 1996-2001). Lo que no dicen los del GIIC es que esas “orientaciones internas y externas” de las que hablan son las que los futuros miembros de la FICCI, defendían en ese periodo…periodo en el que estos señoritos estaban en los órganos centrales de la CCI.
Lo que no cuentan es que en la organización –y más concretamente el Congreso Internacional celebrado en 2001– se manifestó un desacuerdo frente a estas “orientaciones internas y externas” y ellos en lugar de aceptar la discusión franca y abierta, consideraron una ofensa a su orgullo herido la crítica realizada hablando de una “guerra de jefes”, en la cual todo medio sería válido con tal de salir vencedores pues se dedicaron a violar desvergonzadamente los Estatutos.
En su rabia por “haber perdido el control de la organización” fueron mucho más lejos: calumniaron a los camaradas que consideraban responsables de “haber manipulado el rebaño de militantes de la CCI”; vertieron acusaciones falsas e ignominiosas contra una camarada y, en su escalada, acabaron en el robo, la delación y la difusión pública de documentos de la organización.
Todo esto nos muestra la visión política que había ganado a estos caballeros. En una organización política proletaria, el debate no es una farsa que encubre la lucha por el poder, sino el medio común para buscar entre todos la claridad. En una organización política proletaria, los militantes no se guían por los jefes sino por su propio criterio elaborado a partir de la indagación en las posiciones de clase del proletariado. En una organización proletaria, los órganos centrales no son el monopolio de unos jefes que se disputan el poder[4] sino que son la expresión de la unidad de la organización y tienen como misión defender las orientaciones elaboradas por el órgano soberano de la organización: su congreso internacional. El camarada Alberto pintado como el bueno de la historia no fue sino una lamentable víctima de los métodos y la ideología de la FICCI, hoy cofundadora del GIIC.
El GIIC va a la defensa de Alberto, otrora un militante que la CCI habría “rechazado, calumniado y denunciado públicamente”. Veamos algunos hechos concretos: en el 2002 la CCI realizó una Conferencia Internacional Extraordinaria[5] para tratar su crisis interna y tomar posición sobre el asunto de la FICCI. En México había un grupo de militantes de RM que estaban muy vinculados a lo que luego sería la FICCI, entre ellos Alberto. En conjunción con el órgano central internacional, RM decidió enviar a esa conferencia extraordinaria a 5 camaradas, dos de ellos próximos a lo que luego sería la FICCI para que defendieran ante ésta sus posiciones políticas. La CCI pagó los boletos pero, a su llegada a Europa estos dos últimos, Alberto y S (que se menciona el texto del GIIC), en vez de ir a la Conferencia Internacional Extraordinaria se fueron con los que luego formarían la FICCI para una reunión privada de esa pandilla.
Es decir, estos dos miembros de RM que formaban parte de una Delegación elegida por toda la sección, decidieron con el resto de miembros de lo que luego sería la FICCI, negarse a defender su postura delante de la Conferencia Extraordinaria y prefirieron reunirse aparte para sus propios fines sectarios.
Esta es una actitud cobarde y un ataque al debate pues una Conferencia Extraordinaria es el momento para defender lo que se piensa, por más crítico o en desacuerdo que se esté. Es además una deslealtad y un fraude pues la CCI pagó los boletos para participar en la Conferencia.
La CCI exigió la devolución del monto de los viajes y…simplemente se negaron. Eso es un robo a la organización cuyos recursos provienen de la clase y sus militantes, el dinero que se destina a una tarea política es una decisión cuya responsabilidad recae en la organización como un todo. Alberto y su compañero tenían el mandato de la sección de explicar ante la conferencia las posturas de lo que luego sería la FICCI. En lugar de cumplir esa tarea ¡decidieron no ir a la Conferencia!…Y hasta la fecha no han devuelto el dinero.
Denunciamos esa esquiva cobarde del debate y ese robo desleal de recursos de la organización. Además, los elementos vinculados a lo que posteriormente sería la FICCI, que según su actual sucesora, el GIIC, “rechazaban el pánico, el chantaje y la disolución de la sección”, concretaron esta “gallarda postura” dejando de asistir a las reuniones de la sección de la CCI en México, negándose a pagar sus cotizaciones y empezaron a hacer “vida aparte”. ¡Pero fueron más lejos!, Robaron a la organización archivos y direcciones de contactos a los cuales les enviaron, durante años, sus calumnias insanas contra la CCI. En pocas palabras, aún la CCI no tenía resolución sobre lo que sería la FICCI y Alberto y sus compadres ya habían dejado de pagar sus cotizaciones, ya hacían reuniones de las que se excluía al resto… La trayectoria del camarada Alberto quedará marcada por su contribución a la construcción de la CCI en México, pero también por su actuación al lado de los soplones de la FICCI.
Recordemos lo que dijimos en el 2003 a propósito de sus métodos policiacos: «Acaban de publicarse 2 textos en la web de la FICCI que muestran el comportamiento destructor de esta pretendida “fracción”. El primer texto es la carta que la sección de la CCI en México dirigió el 15 de noviembre a los cuatro miembros de la pretendida “fracción” que viven en ese país. La publicación del contenido de esta carta no nos plantea evidentemente ningún problema. En cambio donde sí vemos un problema (y debería verlo igualmente el conjunto de grupos de la corriente de la Izquierda comunista) es en que la FICCI haya hecho pública con antelación la fecha de una reunión interna de la CCI (La Conferencia territorial de nuestra sección mexicana). En esta carta, la sección de la CCI en México ha dado en efecto la fecha de esta Conferencia a los miembros de la “fracción” para permitir que se defendieran y apelaran ante ésta (cosa que se han negado a hacer).
Publicando completa esta carta en su web, la camarilla de los amigos de Jonás ha puesto deliberadamente a disposición de todas las policías del mundo la fecha en la que iba a tener lugar nuestra Conferencia en México con presencia de militantes de otros países (ya que nuestra prensa siempre ha señalado que en este tipo de conferencias participan delegaciones internacionales). Esto significa que los órganos de la policía concernidos podían reforzar y afinar sus controles y su vigilancia en los aeropuertos y fronteras. Este acto repugnante de la FICCI de facilitar el trabajo de las fuerzas de represión del Estado burgués contra los militantes revolucionarios es si cabe más innoble puesto que los miembros de la FICCI sabían pertinentemente que ciertos camaradas nuestros ya han sido antes directamente víctimas de la represión y que algunos se han visto obligados a huir de su país de origen.»[6]
Lo que hoy nos queda claro es la asquerosa utilización que el actual GIIC hace de la memoria de un ex camarada para volver a levantar olas de denigraciones y odio contra la CCI y continuar así un trabajo policiaco ¿Tiene algún beneficio para el proletariado y sus minorías levantar mentiras e introducir las sospecha con respecto a la CCI? Víctor Serge, en su libro bien conocido y que es una referencia en el movimiento obrero, Lo que todo revolucionario debe saber sobre la represión, pone claramente en evidencia que la difusión de la sospecha y de la calumnia constituye un arma privilegiada del Estado burgués para destruir las organizaciones revolucionarias: “la confianza en el partido es el cimiento de toda fuerza revolucionaria (...) ¡Los enemigos de la acción, los cobardes, los acomodados, los oportunistas, buscan sus armas en los basureros! La sospecha y la calumnia les sirven para desacreditar a los revolucionarios (...).”[7]
El GIIC ha dedicado dos artículos en 4 meses para atacar a la CCI y sus militantes en este año, es como una “actualización” para que todos nuestros nuevos contactos duden de la calidad moral de la CCI…Cualquier aparato policiaco burgués estaría orgulloso de estos pupilos que, pagados o no, realizan la faena y deben ser combatidos como lo que son: enemigos de clase.
La historia del movimiento obrero ha demostrado que lo que al principio son calumnias, mentiras y falsificaciones, sigue una lógica creciente que acaba en el asesinato. Cuando Rosa Luxemburgo y los espartaquistas en Alemania del 18-19 fueron calumniados, desacreditados e injuriados, esto solo preparó la estocada: la masacre en la semana sangrienta en Berlín. En particular podemos recordar la campaña particularmente odiosa contra Rosa Luxemburgo, su posterior asesinato no fue sino la culminación de esa campaña. Las calumnias preparan la represión. Estos señores quieren ver a la CCI rechazada, excluida y aislada de la clase y sus minorías, el siguiente paso sería una conclusión lógica pero trágica para el movimiento obrero y el futuro de la revolución mundial.
Revolución Mundial, 17 de enero de 2015
[2] GPI: Grupo Proletario Internacionalista, constituido a mediados de los años 80, entró en contacto con la CCI y tras un proceso de discusión en 1989 formó la base de la sección de la CCI en México, Revolución Mundial
[3] Ver nota 1
[4] Ver Problemas actuales del movimiento obrero: contra el concepto de jefe genial, https://es.internationalism.org/node/2182 [5]
[5] Ver un informe de esta en Conferencia Internacional Extraordinaria: “Conferencia extraordinaria de la CCI - El combate por la defensa de los Principios organizativos”, /revista-internacional/200207/3276/documentos-de-la-vida-de-la-cci-el-combate-por-la-defensa-de-los-p [6]
[6] Recomendamos a nuestros lectores visitar nuestro sitio web, ir a la ventanilla prensa y buscar Acción Proletaria no 168, de enero-marzo de 2003. Ahí encontrar el artículo completo “Los métodos policiales de la FICCI”.
[7] Citado en Aviso a los lectores: La CCI atacada por una nueva oficina del estado burgués. Ver nota 3.
Hace 100 años –en agosto de 1914– estalló la Primera Guerra mundial. El balance de la matanza planetaria fue oficialmente de 10 millones de muertos y 8 millones de inválidos. Firmada la “paz”, la burguesía juró, la mano en el corazón, que se trataba del “fin de todas las guerras”. Mentiras, evidentemente. No fue sino la primera conflagración que expresaba la barbarie que marca la decadencia del capitalismo. La historia de siglo XX está caracterizada por enfrentamientos imperialistas constantes y mortíferos. A la Primera Guerra Mundial le seguirá la Segunda, de ésta pasaremos a la Guerra Fría, y de la Guerra Fría a múltiples brotes de combate que golpean, desde los 90’s, a partes cada vez más extensas del planeta. Este último periodo, si no tiene el aspecto espectacular del enfrentamiento entre dos bloques, entre dos superpotencias, no solo pone en peligro la sobrevivencia de la humanidad en dicha dinámica –de forma más sutil e insidiosa– sino que puede conducir, no a una guerra mundial, sino a la generalización de la guerra y la barbarie. La guerra en Ucrania, que marca el retorno de la guerra en Europa, corazón histórico del capitalismo, es un paso cualitativo en dicha dirección[1].
Después de la Segunda Guerra Mundial y sus 50 millones de muertos, Europa ya se había vuelto una zona desgarrada por la brutalidad de los bloques militares de Este y Oeste. Durante este largo periodo de la Guerra Fría, las masacres tenían lugar en la periferia del capitalismo mediante actores interpuestos entre Estados Unidos y Rusia en primer lugar. El episodio sangrante de la guerra en Vietnam fue una ilustración dramática. Después de la caída del muro de Berlín, se abre un nuevo periodo.
En 1991, encabezando una poderosa coalición recalcitrante, Estados Unidos tomó como pretexto la invasión de Kuwait por el ejército iraquí para declarar la guerra. El fin principal: parar la tendencia a la disolución del viejo bloque imperialista por medio de una demostración de su fuerza militar, reafirmando su liderazgo planetario. Se trataba entonces de instalar el llamado “nuevo orden mundial”. Al costo de un desastre material y humano (más de 500,000 muertos), de bombardeos aéreos masivos y de la explosión de bombas de vació que hacen estallar los pulmones, esta pretendida “guerra quirúrgica”, “civilizatoria”, debía aportar “paz y prosperidad”. Pero esta mentira iba a ser rápidamente desmentida. De hecho inmediatamente, de forma casi simultánea, una nueva guerra estalla a las puertas de la misma Europa, a unas cuantas horas de Paris, en ex Yugoslavia; una guerra atroz marcada por múltiples fosas comunes (con la complicidad de los casco azules franceses en Srebrenica, ¡dejando masacrar entre 6,000 y 8,000 Bosnios!).
Hoy en día, la gangrena militarista vuelve a salir, una vez más, a las puertas de Europa. En Ucrania, es la burguesía que se desgarra abiertamente. Las milicias armadas, más o menos bien controladas por los Estados ruso y ucraniano, se enfrentan tomando a la población del Este de Ucrania como rehenes. Este conflicto, sobre la base de nacionalismos cultivados desde décadas, es bien la obra de carroñeros. Pero estos a su vez se apoyan en el padrinazgo discreto de las grandes potencias: Estados Unidos, Rusia, Francia y bueno número de países de Europa occidental.
La situación dramática en Ucrania marca claramente el paso cualitativo del sistema agonizante en su proceso de descomposición. El hecho que todos concurran en impulsar el conflicto por intereses divergentes, y en Europa, lugar de las explosiones mundiales en el último siglo, traduce el nivel de desagregación del sistema.
Después de la caída del muro de Berlín y la implosión de la URSS, la disciplina de los bloques se corrompió, abriendo una verdadera caja de Pandora. En efecto, a pesar de los efectos políticos y las ilusiones de corta duración que tuvo la primera guerra del Golfo, Estados Unidos fueron obligados a continuar interviniendo en todos sitios de manera cada vez más frecuente y solitaria: cómo las intervenciones en Somalia, Bosnia, Kosovo, Afganistán e Irak.
Esta política imperialista, símbolo de un impase histórico, es claramente un fracaso. Cada nueva demostración de fuerza de esta súper potencia declinante se traduce por una tendencia a demostrar su incapacidad para controlar las zonas de guerra en donde ha intervenido. Ante el declive del Gran Padrino, el desorden y los apetitos imperialistas de todas las naciones –grandes o pequeñas– no pueden sino crecer, acompañados por la exacerbación nacionalista, conflictos religiosos e interétnicos.
Las fuerzas centrífugas alimentadas por apetitos crecientes han generado pues conflictos marcados por la realidad de la descomposición social, que ayudando a la desagregación de los Estados, favoreciendo a los peores caudillos de la guerra y las aventuras mafiosas del tráfico de todo tipo, en donde el precio pagado es la muerte y la destrucción. En la segunda mitad de 1980, una serie de atentados mortíferos ya había tocado el corazón de las metrópolis europeas, como así fue en París, Londres o Madrid. Estos atentados no eran simples recursos de grupos o actores aislados, sino actos de Estados constituidos. En ese sentido, ello se ha traducido en actos de guerra, en los que el atentado del 11 de septiembre del 2001 en Nueva York fue una de sus expresiones máximas. Las peores expresiones de barbarie, durante mucho tiempo expulsadas hacia la periferia, tienden a volver a tocar el centro del capitalismo, hacia los territorios en donde solo el proletariado puede constituir un freno por su presencia y su potencial civilizador.
Cada días, refugiados vienen de países en guerra, muriendo en el intento de atravesar el Mediterráneo. Arreados como ganado, en barcos de la muerte, por traficantes sin escrúpulos, tratan, desesperadamente, de escapar de lo indecible. El número de refugiados demandando asilo y de personas desplazadas al interior de sus países, sobrepasan oficialmente, según la HCR[2], los cincuenta millones por primera vez después de la Segunda Guerra Mundial. La sola guerra de Siria, al final del año pasado, engendró 2,5 millones de refugiados y 6,5 millones de desplazados. Y todos los continentes están implicados.
Lejos de debilitar el capitalismo en decadencia, la descomposición ha reforzado ampliamente sus inclinaciones imperialistas y su aspecto irracional, abriendo paso a las fracciones menos lúcidas de la burguesía que se nutren de la putrefacción de la sociedad y del nihilismo que ella induce. El nacimiento de grupos islámicos de Al-Qaeda, del Estado islámico de Irak y el Levante (EIIL) o Boko Haram, son el resultado de esta dinámica de regresión intelectual y moral, de una desculturización inaudita. El 21 de junio pasado, Daesh anunciaba el restablecimiento de un “Califato” en los territorios bajo su control, y además, proclamaba la introducción de un nuevo sucesor de Mahoma. Mientras tanto Boko Haram, organización de mismo carácter, hacía desaparecer varios centenares de mujeres jóvenes.
Estas organizaciones oscurantistas no obedecen a nadie, están únicamente guiadas, por sus locuras místicas y sórdidos intereses mafiosos. En Siria e Irak, en zonas controladas por el “Estado islámico”, no es viable ningún Estado nacional. Al contrario, existe una tendencia a la desagregación de los Estados sirio, libanes e iraquí.
Esta aterradora barbarie sin límites, que encarnan particularmente los yihadistas, sirve hoy en día como pretexto para justificar las cruzadas militares y los bombardeos aéreos occidentales que garantizan la “seguridad”. Para las grandes potencias imperialistas, esto permite provocar terror a la población y presentarse ante la clase obrera, sin mucho esfuerzo, como “agentes pacificadores”.
Pero tanto en el Cercano y en Medio Oriente, el EIIL fue armado por Estados Unidos y fracciones de la burguesía de Arabia Saudita, sin hablar de la complicidad de Turquía y Siria. Esta organización radical islámica ha escapado al control de sus progenitores. Actualmente se encuentra sitiando la ciudad de Kobane en Siria, a unos cuantos kilómetros de la frontera turca, en una región dominantemente kurda. Contrariamente a la primera guerra del Golfo, las grandes potencias, con EEUU como cabeza, corren tras los acontecimientos, actuando sin ninguna visión política a largo plazo, reaccionando en función de los imperativos militares inmediatos. Una coalición heterogénea de 22 Estados, con intereses propios diversos, han tomado esta decisión de bombardear la ciudad tomada por Daesh. EEUU, jefe de fila de esta seudo-coalición, es hoy en día incapaz tanto de mandar tropas sobre el terreno como de obligar a Turquía a intervenir militarmente en Kobane, por el miedo que tiene de los kurdos del PKK y del PYD.
Todos los puntos calientes del planeta se han vuelto incandescentes. Por todos lados, las grandes potencias están, cada vez más, ciegamente arrastradas en esta escalada de violencia. En Malí, el ejército francés está encenagado. Las negociaciones de “paz” entre el gobierno de Malí y los grupos armados están en un callejón sin salida. La guerra en la zanja subsahariana es permanente. Al norte de Camerún y de Nigeria, frente a Boko Haram, se multiplican las luchas armadas, las guerrillas y los atentados. En todos los continentes, especialmente si tomamos en cuenta el reforzamiento del poderío de China en Asia, las mismas costumbres y los peores métodos mafiosos se han extendido a la totalidad del planeta.
En el siglo XIX, en la época del florecimiento del capitalismo, tanto las guerras para constituir un Estado nacional, como las guerras coloniales o de conquista imperialista tenían una cierta racionalidad política y económica. El capitalismo encontraba en la guerra un medio indispensable para desarrollarse. Debía conquistar el mundo; su potencia económica y militar le ha permitido obtener estos resultados en “barro y sangre” (Marx).
Con la Primera Guerra mundial, todo cambió radicalmente. Los principales países participantes salen de la guerra, generalmente, muy debilitados de estos pocos años de guerra total. Hoy en día, en la fase de descomposición del sistema, un curso loco, una danza macabra embarca al mundo y la humanidad hacía su extensión. La autodestrucción se convierte en la línea general de las zonas en guerra.
Si no existe una solución inmediata contra esta dinámica infernal, existe no obstante una solución revolucionaria para el futuro. Y ésta es a la que hay que contribuir con paciencia. Esta sociedad se ha vuelto obsoleta. La sobrevivencia del capitalismo no solo es un obstáculo para el desarrollo de la civilización, sino que además es un obstáculo para su supervivencia. Hace un siglo, fue la revolución comunista en Rusia y el empuje revolucionario en Alemania, Austria y Hungría, lo que dio fin a la primera carnicería mundial imperialista. En el periodo histórico actual, es de nuevo la lucha del proletariado internacional, y solo ella, que podrá detener el deterioro y la delicuescencia de esta sociedad en descomposición.
Antonin, 5 de noviembre del 2014
[1] Para caracterizar esta forma que toman las guerras, menos espectaculares pero más violentas, profundas y destructivas, animamos al lector a consultar dos documentos: Tesis sobre la Descomposición, /revista-internacional/200510/223/la-descomposicion-fase-ultima-de-la-decadencia-del-capitalismo [8] y Militarismo y Descomposición, /revista-internacional/201410/4046/militarismo-y-descomposicion [9]
[2] HCR: siglas en inglés del Alto Comisariado para los Refugiados, organismo de la ONU.
Publicamos, a raíz de un primer correo electrónico en el sitio web de la CCI ([1]), la respuesta de los "camaradas argelinos" a nuestra principal crítica aportada a la cuestión del nacionalismo. Damos la bienvenida a esta nueva contribución que tiene en cuenta los argumentos ofrecidos para apoyar y hacer vivir el debate. Creemos que la confrontación de ideas en el medio revolucionario debe ser establecida sobre bases francas y directas sin defensa o ataque a personas, que permitan una real clarificación. Esta forma de debate es vital y es una de las dimensiones esenciales del combate por la lucha de clases y el futuro revolucionario ([2]).
El enfoque de los compañeros en esta nueva contribución es fructífero porque se inscribe en esta tradición haciendo referencia a la experiencia del movimiento obrero y su historia. La crítica que plantean vuelve sin concesión sobre lo que reconocen como un error de su parte y que nos lleva a la raíz del problema. Como lo reconocen los camaradas: “Estamos en Argelia y el nacionalismo argelino es uno de los más poderosos se encuentra en todas partes, en todas las organizaciones políticas entre los trotskistas entre estalinistas, entre los islamistas entre los demócratas. Entre los maoístas y especialmente dentro del Estado, en la radio, en la televisión, etc. El nacionalismo es nuestro enemigo, porque es un arma muy potente de división y un veneno para el proletariado”. Ni las organizaciones comunistas ni los revolucionarios son, en palabras de los compañeros, “inmunes a la influencias de nuestra sociedad”. La organización revolucionaria es un cuerpo extraño dentro del capitalismo, en guerra en contra ella. Ella constantemente está bajo la presión y las agresiones de la ideología dominante.
En el intento de explorar el tema, los compañeros con razón señalan que: “hemos pensado profundamente sobre este tema y creemos que el mismo problema ha infectado a los más grandes revolucionarios”. El nacionalismo ha sido realmente una ideología extranjera muy potente contra la cual ninguna organización o militante son inmunes. Pero creemos que los camaradas, impulsados por la dinámica de su capacidad de respuesta correspondiente, adoptan un enfoque un tanto esquemático cuando dicen esto: “Hemos buscado en el funcionamiento de las tres Internacionales, y hemos encontrado que no eran internacionalistas como se cree. Nos hemos dado cuenta de que las tres Internacionales no formaban un todo, sino una agregado de partidos independientes entre sí y cada parte representa al proletariado de su país”. Los camaradas parecen un poco prisioneros de una visión estática y demasiado categórica. Si bien las debilidades han presidido la aparición de las tres Internacionales obreras que se han sucedido, estas eran principalmente desde el principio el producto del esfuerzo del combate internacionalista del proletariado. El hecho de que se pueda considerar que las Internacionales no eran “internacionalistas como se cree” corre el riesgo, si no tenemos cuidado, de ocultar la realidad histórica de todo combate a favor del internacionalismo. El peligro sería rechazar ciertas contribuciones del pasado proyectando sobre ellas el fruto de lo que es más el resultado de un proceso de experiencias organizativas que hizo la Izquierda Comunista, especialmente la Izquierda Italiana, sintetizados más tarde. Dicho esto, los compañeros están en lo cierto al señalar la realidad de las debilidades materiales que pesaban sobre las organizaciones del pasado y sus “partidos nacionales” que “no eran las secciones de las Internacionales, sino independientes entre sí”. Pero esto no debe ocultar la realidad de un combate constante por el internacionalismo, incluso si fue jugado sobre todo por las minorías más claras y más determinadas que se rebelaron contra el veneno ideológico del nacionalismo ([3]). Todo esto sigue siendo, naturalmente necesariamente explorado y profundizado. Pero los camaradas al subrayar como objetivo que “los comunistas deben organizarse directamente en partido comunista mundial”, es un señalamiento profundamente válido.
La segunda parte de esta contribución vuelve críticamente sobre la cuestión de la medicina, que ya se había tratado, para insistir que en el capitalismo se ve a los trabajadores como objetos, como meras máquinas productivas que deben “repararse”. Los camaradas tienen razón al decir: “Creemos que cada modo de producción crea sus propias enfermedades que se asocian a la misma organización de la empresa que engendra”. Sin embargo, nos parece reductivo e incluso erróneo considerar que el capitalismo decadente cesa definitivamente de proseguir sus avances científicos, incluido el plano médico. Los compañeros se han explicado, diciendo que fueron “demasiado exagerados”. Así entendemos mejor lo que quieren decir cuando dicen que “los médicos se reducen a meros Técnicos Superiores en Administración y Mantenimiento Humano”, muy lejos del enfoque del famoso Hipócrates. El progreso realizado hoy día da testimonio de todo un potencial y parece ser más apropiado considerarlo como esterilizado por los límites del modo de producción capitalista. Sometido a la ley de la ganancia, todos los descubrimientos más impresionantes son necesariamente insuficientes para curar los males crecientes e insostenibles generados por la sociedad burguesa. En este sentido, los compañeros tienen razón. Sólo el comunismo puede capitalizar el conocimiento, permitiendo a la medicina y al conjunto social dar un salto cuántico. Esto es lo que también sugieren los compañeros en sus propias palabras como conclusión, que apoyamos también. Animamos calurosamente a una mayor reflexión y debate sobre estas cuestiones que afectan la vida del proletariado.
RI, diciembre de 2014
Estimado (s) compañeros,
En primer lugar, agradecemos a los camaradas de la CCI el haber publicado nuestro texto. También estamos satisfechos con los comentarios y críticas que se nos han hecho y que consideramos importantes.
La primera, la más importante, concerniente a nuestro llamado, a los proletarios argelinos solamente. Aquí la crítica de la CCI es crucial, pero nuestro gesto se explica fácilmente.
Paradójicamente, somos profundamente internacionalistas e internacionales, pero como Marx/Engels decían, somos el producto de nuestro tiempo y nuestro espacio. A pesar de nuestro internacionalismo intransigente, que no es inmune a las influencias de nuestra sociedad, como decía Hegel, “no se puede ser mejor que su tiempo, sino el mejor de su tiempo.”
Individualmente, no podemos escapar de esta ley, la única manera de escapar es en una organización o partido. La prueba es que hemos cometido un error y que se ha corregido con rapidez por una organización. Algo que de lo que un individuo no puede darse cuenta. Aprovechamos esta oportunidad para subrayar que nuestra preocupación, es el proletariado mundial: que existe un proletariado y es mundial.
Estamos en Argelia y el nacionalismo argelino es uno de los más poderosos. Se encuentra en todas partes, en todas las organizaciones políticas: entre trotskistas entre estalinistas, entre los islamistas, entre los demócratas, y en especial en los maoístas, en el Estado, en la radio, en la televisión, etc. El nacionalismo es nuestro enemigo, porque es un arma de división muy potente y un veneno para el proletariado. Los trotskistas argelinos (PT y PST) son fervientes defensores del patriotismo económico, sólo pueden imaginar la concepción de estalinistas argelinos. Como somos un pequeño grupo, ni siquiera organizado es fácil caer en los límites establecidos por el capitalismo. Pero gracias a vuestra crítica, que reflejan profundamente en esto, consideramos que el mismo problema ha infectado a los más grandes revolucionarios.
Hemos buscado en el funcionamiento de las tres Internacionales, y vemos que no eran tan internacionalistas como se cree. Nos dimos cuenta de que las tres Internacionales no eran un todo, sino una adhesión de partidos que eran independientes entre sí y cada partido representaba al proletariado de su propio país.
Sin darse cuenta, los comunistas entonces, incluso si eran profundamente internacionalistas, se organizaron de manera nacional en una Internacional. Los partidos comunistas o socialistas de esta época entonces eran partidos nacionales, los partidos de esta o aquella nación, y tenían libertad frente a la Internacional y, sobre todo, que no eran secciones de las Internacionales sino partidos independientes entre sí.
Sólo la Izquierda Comunista Italiana había tratado de solucionar este problema dando el nombre del “Partido Comunista de Italia” para indicar que se trata de una sección local de la tercera Internacional, cuestión que los estalinianos con “Gramsci a la cabeza” pronto cambiaron adoptando el nombre de “Partido Comunista Italiano”.
Creemos que en el futuro, los comunistas deben organizarse directamente en una partido comunista mundial, no una internacional, y que en cada país, no habrá partidos independientes entre sí sino secciones locales del Partido Comunista Mundial.
Así que renovamos esta frase; “¡Proletarios de todos los países, uníos!”.
Es cierto que también hemos exagerado, quizás porque somos argelinos y mediterráneos, diciendo que la medicina no ha contribuido en nada a la humanidad con el advenimiento del capitalismo. Pero lo que queremos demostrar a través de las citas, e incluso datos demográficos lo dicen, es que cuando decimos que la esperanza de vida en la Edad Media era de 40 años, esto no significa que no hubo gente que viviese hasta los 80 años y más, porque la esperanza de vida es un promedio desde el nacimiento, edad 0, hasta la muerte.
También queremos mostrar cómo se ridiculiza la burguesía mediante la comparación de los hombres primitivos, la antigüedad, y la Edad Media, cuando afirma que gracias a ella, la humanidad ha llegado a la cima del progreso. Francamente, no hace más que el ridículo
¿Porque hemos dicho que la medicina no trajo nada para la humanidad?
Nosotros estamos convencidos que cada modo de producción crea sus propias enfermedades que están asociadas con la misma organización de la sociedad que la engendra.
La medicina hoy ha eliminado las enfermedades de los viejos modos de producción (enfermedades infecciosas, aunque algunas enfermedades siguen presentes).
Por contra, concerniente a las enfermedades de la civilización que el capitalismo ha causado, la medicina es impotente y los médicos se reducen a meros Técnicos Superiores en Administración y Mantenimiento Humano.
Hace 2500 años, Hipócrates en su artículo “Los aires, las aguas y los lugares”, dijo: “El médico que hace honor a su profesión es el que tiene en cuenta, en su caso, las estaciones del año y las enfermedades que provocan; los estados de viento propios de cada región y la calidad de agua, el que observa cuidadosamente la ciudad y sus alrededores para ver si la altitud es débil o importante, si el clima es caliente o frío, húmedo o seco; como también toma nota de la forma de vida y, en particular, los hábitos alimenticios de las personas, en fin todas las causas que pueden llevar a un desequilibrio en la economía animal.” Esto es lo que llamamos medicina. Hipócrates sabía que la salud y el ambiente están relacionados. Ellos forman un todo inseparable. Existe una interacción entre la biología, la ecología, los valores socioculturales, culturales, socioeconómicos y psicológicos. Ellos forman una cadena asociativa compleja.
Pero la ideología del progreso en la sociedad capitalista ha limitado la medicina biológica, las vacunas para proteger a la gente. Usted se enferma y nos tratan (si pueden), de forma contraria a lo que Hipócrates propone. Para la medicina de hoy, es “un factor patógeno, una enfermedad”.
El pensamiento de los médicos hoy en día es biológico, el hipocrático es ecológico, cultural, ambiental, socio-cultural, biológico, psicológico y socio-económico.
El pensamiento de Hipócrates tiene toda su importancia en la actualidad con la aparición de las llamadas enfermedad de la civilización por no decir de las enfermedades del capitalismo. Pero a medida que el capitalismo y el medio ambiente son incompatibles, entonces uno se encuentra en medio de la mierda.
Hoy en día, hay más y más enfermedades que se presentan y afectan a una pequeña parte de la población y son llamadas "enfermedades raras" o "enfermedades autoinmunes".
Estas enfermedades son enfermedades de todo el mundo del mañana. Estas son las enfermedades modernas, generadas por el capitalismo. Ellas se están generalizando, que ya no son enfermedades raras sino cotidianas, el cáncer parecerá como un simple catarro frente a estas enfermedades, o como simple orina de gato.
En 1992, frente a la aparición de estas enfermedades (raras o autoinmunes) y la progresión de las llamadas enfermedades degenerativas como el cáncer, la depresión, la enfermedad de Alzheimer, etc., la OMS ha recomendado una vuelta a la concepción de Hipócrates.
Engels había emitido una crítica formidable a la ciudad industrial, previendo los peligros de la planificación urbana moderna.
El desorden y la enfermedad fueron explicados por Engels en el orden capitalista. Él mostró efectos adversos: sobre la salud física (barrios insalubres, mayor distancia entre el trabajo y la residencia, fatiga), la salud moral (segregación, el estrés, la monotonía...) sobre la salud social (delincuencia, violencia, vandalismo, alcoholismo...).
El cuadro urbano impersonal y árido, la fealdad, la alta movilidad residencial de la población de los barrios marginales, lo explicaría la vulnerabilidad a las enfermedades, el sufrimiento emocional y trastornos psicológicos.
La alienación social explica el aumento de los suicidios y la violencia contra las personas.
Las condiciones urbanas (falta de espacio, demasiado trabajo, ruido...) explica el estrés del exceso de trabajo del cuerpo y sus efectos psicológicos que pueden causar: úlceras de estómago, depresión, cáncer, enfermedades raras y enfermedades autoinmunes, etc.
Por último, en la ciudad, no hay vida socio-emocional, la gente se atomiza, las condiciones de vida son impersonales y áridas. El niño está en la escuela o guardería, el adulto produce y el anciano espera la muerte en un hogar de retiro.
Sólo una sociedad comunista, libre del afán de lucro, puede aplicar los principios de Hipócrates en combinación con los avances actuales en la medicina con la biología.
Capitalismo = contaminación de “Aire, Agua y suelo” = enfermedades.
Saludos revolucionarios. Amistosamente,
Camaradas argelinos, lectores de Révolution Internationale (RI)
[1] Véase: “Una denuncia de daños del capitalismo sobre la salud de los trabajadores.”
[2] Véase el artículo: “La cultura del debate: un arma de la lucha de clases”, Revista internacional n° 131.
[3] Véase el artículo: “La naturaleza de clase de la socialdemocracia”, Revista Internacional n° 50.
Resultaría difícil encontrar en Francia una ciudad en la que no hubiera una plaza, una avenida o, cuando menos, una calle que no lleve el nombre de Jaurès. La clase dirigente lo ha transformado en monumento nacional, mientras que fuera de Francia es prácticamente un desconocido. No siempre fue así. En el apogeo de su influencia, Jaurès era, junto con Bebel, una de las “dos principales figuras de la Segunda Internacional” según la expresión de Trotski. Un gigante, física, mental y moralmente, Jaurès también era, junto con Rosa Luxemburg, un excelente orador de la Internacional; y es de destacar el hecho notable de que era uno de los muy pocos socialistas franceses capaces de dirigirse a los obreros alemanes en su propia lengua. La clase dirigente francesa, en su totalidad, lo reivindica hoy como uno de los suyos, como un demócrata ejemplar, cuando en realidad, en vida, dicha clase le tenía un aversión virulenta. Puede decirse que su asesinato, el 31 de julio de 1914, abrió definitivamente la vía a la entrada en guerra de Francia, aunque las circunstancias de son asesinato siguen siendo un tanto misteriosas, nunca totalmente esclarecidas.
¿Quién fue pues Jean Jaurès? ¿Qué representó, qué representa hoy todavía, para la clase obrera internacional? ¿Qué papel desempeñó en la Internacional y en las lucha de ésta por la emancipación de los obreros y contra la guerra? ¿Por qué, en fin de cuentas, lo asesinaron?
Es verdad que Jaurès es un personaje práctico para la burguesía que ha hecho de él una especie de escritorio con múltiples gavetas. Según las necesidades de la propaganda ideológica, se puede abrir el cajón de héroe nacional que reposa en el Panteón al lado de los héroes de la guerra imperialista, como Jean Moulin por ejemplo, o se puede abrir el cajón del socialista moderado que reprueba los métodos violentos de la revolución, o también el cajón del partidario de la vía parlamentaria y nacional al socialismo, el preferido del Partido Comunista Francés, o el cajón del pacifista que habría roto la relación entre la lucha contra la guerra y la lucha por la revolución proletaria. Todos estos clichés son engañosos y constituyen un ejemplo de cómo, para suprimir a un hombre que pone en peligro el orden establecido, el mejor método es hacer de él un icono inofensivo. Todo esto se verifica una vez más.
¿Quién fue pues Jean Jaurès? Simplemente un producto del movimiento obrero. El producto colectivo e histórico de una clase particular de la sociedad, uno de sus productos más destacados si se considera la época en la que Jaurès ejerció sus capacidades. Procedente de la pequeña burguesía provinciana, fue elegido, en primer lugar, diputado de una lista de la Unión de los Republicanos en 1885. Pasa al socialismo con 34 años muy impresionado por la lucha de los mineros de Carmaux (Sur de Francia) y escandalizado por la represión de una manifestación en Fourmies en el Norte. Los obreros luchaban por la jornada de ocho horas, y, durante la manifestación, un ametrallamiento provocó diez muertos en sus filas. Como en el caso de Marx y otros militantes, fue el proletariado quien ganó a Jaurès para la causa del socialismo revolucionario. Y fue como mártir de esa causa por lo que fue asesinado en vísperas de la Primera Guerra Mundial tras haber puesto toda su energía contra el militarismo y haber esperado que la acción internacional del proletariado detuviera el engranaje de la guerra imperialista. Ciertamente, Jaurès pertenecía a la tendencia reformista del socialismo que contribuyó en numerosas ocasiones a un considerable debilitamiento del combate de clase, pero sí que hubiera podido, sin embargo, evolucionar debido a su entrega incondicional a la causa del proletariado, lo cual le distinguía radicalmente de sus compañeros socialistas como Pierre Renaudel, Aristide Briand, René Viviani o Marcel Sembat, muy rápidamente arrastrados hacia el oportunismo más craso. Los miembros de la izquierda de la IIª Internacional lo combatieron intensamente, pero la mayoría de ellos admiraba la personalidad de Jaurès, lo elevado de su pensamiento, su fuerza moral. Trotski escribe en su autobiografía:
“Por muy alejado que yo estuviese políticamente de aquel hombre, era imposible no sentir la atracción de su gran personalidad. (…) A una energía imponente, obra de la naturaleza como una catarata, unía aquella suavidad que brillaba sobre su espíritu como el reflejo de una elevadísima cultura. Aquel hombre derribaba rocas, conjuraba el trueno, estremecía el bosque, pero no se ensordecía jamás ni se embotaba, estaba siempre en guardia, atento con su fino oído a todos los ecos, para recogerlos y oponerles su réplica, réplica a veces despiadada, que barría como una tempestad los obstáculos que se alzaban en su camino, a veces bondadosa y blanda como de maestro o hermano mayor.”[1].
Rosa Luxemburg, otra gran figura de la izquierda, tenía los mismos sentimientos. Como Jaurès leía alemán, ella le regaló un ejemplar dedicado de su tesis doctoral, El desarrollo industrial en Polonia. El tribuno tenía el mismo físico de atleta que Auguste Rodin y a la muerte del escultor, Rosa Luxemburg escribirá a Sonia Liebknecht: “tenía que ser una personalidad maravillosa: franca, natural, desbordante de calor humano y de inteligencia, me recuerda sin duda a Jaurès”[2].
No se comprendería nada de esta personalidad tan rica, tan compleja, sino se la ubica en el contexto de la época, la fase final del ascenso del capitalismo que desemboca en la Primera Guerra Mundial, y si se olvida cómo fue capaz Jaurès de aprender en la escuela de la lucha proletaria y en la Internacional. Aunque nunca adoptó plenamente las tesis de Marx y Engels, sí sintió, en cambio, durante una conferencia en París el 10 de febrero de 1900, la necesidad de expresar su acuerdo con todas las ideas esenciales del socialismo científico[3].
La Comuna de París de 1871 había demostrado que el proletariado era capaz de apoderarse del poder y de ejercerlo por medio de asambleas de masas y de delegados elegidos y revocables. Había aportado una clarificación decisiva: la clase obrera no puede simplemente apoderarse de la máquina del Estado y ponerla en movimiento para sus propios fines, sino que tenía, ante todo y en primer lugar, que destruir el viejo edificio del Estado burgués y erigir un nuevo Estado específico durante el período de transición entre el capitalismo y el comunismo, el Estado-comuna. En su magnífico opúsculo El Estado y la revolución, Lenin se encargará más tarde de recordar esas lecciones a aquéllos que las habían olvidado. Pero La Comuna de París demostró también que el proletariado no disponía todavía, en aquella época, de la fuerza suficiente para mantenerse en el poder y generalizar el proceso revolucionario a escala internacional. El proletariado había aparecido como una clase distinta con su propio programa durante la insurrección de junio de 1848, pero el proceso a través del cual podía constituirse como una fuerza internacional dotada de una conciencia de clase y de una experiencia política distaba mucho de estar acabado. Esta inmadurez tuvo su contraste en el desarrollo gigantesco del capitalismo en el seno del cual, justamente, el proceso de constitución del proletariado en clase podía proseguirse. Fue aquel un período de conquistas económicas y coloniales gigantescas durante las cuales las últimas áreas “no civilizadas” del globo iban a abrirse a los gigantes imperialistas: un período, también, de rápido desarrollo del progreso tecnológico, que conoció el desarrollo masivo de la electricidad, la aparición del teléfono, del automóvil y de muchos otros inventos más.
Aquel período no estaba exento de peligros para el proletariado, pero no le quedaba otra opción. Sólo el capitalismo podía crear las condiciones de la revolución comunista internacional, sólo él podía engendrar sus propios enterradores. Apoyándose en la posibilidad de obtener reformas reales a su favor, la clase obrera desarrolló grandes luchas económicas y políticas y, con ese fin, se organizó en poderosos sindicatos y partidos socialdemócratas. Como dice el Manifiesto Comunista: “Se beneficia de las divisiones intestinas de las burguesías para obligarlas a dar una garantía local a ciertos intereses de la clase obrera, por ejemplo la ley de diez horas en Inglaterra”[4].
Las luchas por una legislación obrera, por el sufragio universal, incluida la defensa de la República burguesa frente a las fuerzas retrógradas, se entendían como una preparación de las condiciones para la revolución proletaria que tenía que derribar la dominación burguesa. El programa mínimo y el programa máximo formaban una unidad a condición de que en las luchas cotidianas, en alianzas inevitables con algunas fracciones de la burguesía y la pequeña burguesía, el proletariado defendiese su independencia de clase y mirase hacia su objetivo revolucionario final. Era la época por excelencia del parlamentarismo obrero y Jean Jaurès, orador de talento, dedicará a él toda su energía. Las elecciones legislativas de 1893 verán la entrada masiva de los socialistas en la Cámara de Diputados. Jaurès formará parte de ese grupo de parlamentarios. Para las tendencias políticas más claras de la época, el parlamentarismo obrero no era un fin en sí mismo sino sólo un apoyo a la lucha general del proletariado. Efectivamente, solía decirse que cuando los socialistas intervenían en la Cámara hablaban “mirando por la ventana” para afirmar que su objetivo no era convencer a los diputados burgueses sino esclarecer a la clase obrera, darle confianza para que se lanzase a las grandes luchas políticas que la dotasen de la experiencia necesaria para ejercer el poder mañana. En las Consideraciones del programa del Partido Obrero Francés, redactadas en 1880 por Jules Guesde, Paul Lafargue, Engels y Marx, se encontraba esta formulación significativa:
“Considerando,
“Que esta apropiación colectiva (de los medios de producción) no puede surgir sino de la acción revolucionaria de la clase productiva –o proletariado– organizada en un partido político distinto;
“Que ese tipo de organización (de la sociedad) debe proseguirpor todos los medios de que dispone el proletariado, incluido el sufragio universal, transformando de este modo un instrumento de engaño, tal y como ha sido hasta ahora, en instrumento de emancipación (…)”[5].
El parlamentarismo no aparece ahí, ni mucho menos, como medio de emancipación obrera en lugar de la revolución, sino, si se lee bien ese párrafo, como uno de los medios para ir hacia la meta de la apropiación colectiva de los medios de producción. La unidad de los medios y del fin se encuentra entonces claramente reivindicada. El desarrollo de un movimiento obrero internacional gigantesco a finales del siglo XIX cumplió en parte sus promesas. Permitió crear un puente entre La Comuna de París y la oleada revolucionaria de la posguerra que culmina en 1917 en Rusia, en 1918 en Alemania. Este desarrollo provocó un miedo cerval en la clase dominante y el afán por desfigurar a Jean Jaurès no sólo fue algo útil para la burguesía, sino que le sirvió para exorcizar tal pánico.
Claro está, el oportunismo, el cretinismo parlamentario y el reformismo acabaron por imponerse en el seno de la IIª Internacional, la bancarrota de 1914 y la unión sagrada fueron una catástrofe que tuvo profundas repercusiones para el movimiento obrero. Pero es necesario precisar que esa victoria del oportunismo no era una fatalidad y su origen no hay que buscarlo principalmente en las fracciones parlamentarias, los liberados sindicales y políticos, en la burocracia generada por estas organizaciones. Si estos fueron indudablemente vectores del mal que carcomía a la Internacional, el origen fundamental se encontraba en la ausencia de vigilancia de las organizaciones obreras frente el entorno del mundo capitalista. El desarrollo impulsivo del capitalismo en un marco relativamente pacífico (al menos en los países centrales) acabó por hacer creer la idea de que la transición al comunismo podía efectuarse de forma gradual y pacífica. Esta es la ocasión de recordar que el crecimiento del movimiento obrero no es lineal y que no es posible sino gracias a combates incesantes contra la penetración de la ideología de la clase dominante en el seno del proletariado.
El testimonio de Trotski sobre aquella época y sobre las personas que la personificaron es muy valioso pues él vivió la transición entre el período ascendente y el de decadencia del capitalismo. Ese período de 25 años es muy contradictorio, pues “atrae el espíritu por perfeccionamiento de su civilización, el desarrollo sin interrupción de la técnica, de la ciencia, de las organizaciones obreras y parece al mismo tiempo mezquino en el conservadurismo de su vida política, en los métodos reformistas de su lucha de clases”[6]. En Mi vida, señala la alta capacidad moral de los militantes del movimiento obrero como Jean Jaurès y Auguste Bebel, el primero con un matiz aristocrático, el segundo como un simple plebeyo: “Jaurés y Bebel eran los antípodas, y a la vez las dos personalidades que descollaban en la Segunda Internacional. Y los dos eran profundamente nacionales: Jaurés, por su fogosa retórica latina, Bebel, por su sequedad protestante. Yo sentía admiración por ambos, aunque por cada uno a su modo. Bebel había muerto por agotamiento físico. Jaurés cayó en lo mejor de la vida. Pero los dos murieron a tiempo. Su muerte señala el momento en que termina la misión histórica de progreso de la Segunda Internacional.”[7].
Tras la gran Revolución burguesa de 1789, Francia dominó durante un largo período toda la historia de Europa. Ya sea en 1830 o en 1848, fue cada vez en Francia donde surge la señal del levantamiento general. Estas circunstancias darán al proletariado francés una gran educación política y una capacidad de acción que se han transmitido hasta nuestros días. Pero estas cualidades tenían su reverso. La clase obrera en Francia tenía la tendencia a subestimar la lucha económica cotidiana, lo que explica por qué los sindicatos se desarrollaron menos que en otros países. Por otro lado, el combate político se concebía en un sentido restringido, como etapa insurreccional. En el lado opuesto, la burguesía había alcanzado bastante rápidamente una soberanía política integral bajo el régimen de la República democrática, más concretamente la burguesía industrial. Y estaba muy orgullosa de ello. Fue así cómo la grandiosa Revolución francesa condujo a esa típica grandilocuencia hueca de los discursos en Francia: el país de los Derechos del Hombre se había otorgado la tarea mesiánica de la liberación de los pueblos de la tiranía, tapadera para la competencia económica entre naciones y las guerras de rapiña que conducirán a la guerra imperialista de 1914. En numerosos líderes del movimiento obrero en Francia, esta fraseología ocultaba un patriotismo profundamente enraizado.
Jean Jaurès es un representante clásico de ese republicanismo que fue una losa pesada sobre el movimiento obrero en una época en que la sociedad burguesa era todavía progresista y en que la forma que adquiría el poder proletario todavía no se había clarificado. Incluso para los elementos de izquierda de la II Internacional, la República era la única fórmula posible de la dictadura del proletariado. Jaurès se expresaba así en un artículo del diario La Dépêche de Toulouse del 22 de octubre de 1890: “Ni Inglaterra, ni Alemania tienen en su pasado una República democrática, como la que se proclamó en Francia en 1792. Desde entonces, las esperanzas de emancipación de los trabajadores ingleses y de los trabajadores alemanes no adquieren precisamente la forma republicana, y es por eso que el partido de las reformas populares se llama de un modo más preciso el partido socialista. Por el contrario, en Francia, la mera palabra de la República, plena de sueños grandiosos para las primeras generaciones republicanas, contiene en sí misma todas las promesas de igualdad fraterna”[8].
Fue Karl Kautsky quien defenderá la posición marxista sobre esta cuestión. En un artículo aparecido en Die Neue Zeit de enero de 1903, recordaba que a pesar de la continuidad histórica entre revolución burguesa y revolución proletaria, existe una gran ruptura de tipo político por el hecho de que se trata de dos clases diferentes dotadas de programas diferentes, y con fines y medios específicos: “Es precisamente a causa de la gran fuerza de la tradición revolucionaria en el seno del proletariado francés, por lo que en ningún otro lugar es tan importante que piense de forma autónoma, mostrando que los problemas sociales, los objetivos, los métodos y los medios de combate son hoy muy diferentes de lo que eran en la época de la Revolución; que la revolución socialista tiene que ser muy diferente de una mera parodia o una continuación de la revolución burguesa; que el proletariado podrá apropiarse de su entusiasmo, su fe en la victoria y su temperamento, pero ni mucho menos de su manera de pensar”[9].
Esa posición clásica del socialismo revolucionario se apoya en los trabajos de Marx y Engels que tras el fracaso de la revolución de 1848 habían cuestionado su idea de la revolución permanente basada en una unidad orgánica entre revolución burguesa y revolución proletaria y la transmutación de una en la otra[10]. Por otro lado, contra Lassalle, partidario de un socialismo de Estado, y contra Bakunin quien propugnaba la igualdad entre las clases, Marx y Engels defendieron siempre el objetivo final comunista de la abolición de las clases, lo que significaba el fin de la dominación política engendrada precisamente por la existencia de clases antagónicas, lo que implica la extinción del Estado. Pero el fin del Estado, era también el fin de la democracia que no es sino una forma particular del Estado. La ambición del comunismo, que aparece desmesurada pero que de hecho es la única realista ante las leyes de la historia y las peligrosas contradicciones del capitalismo, consiste en dirigir las fuerzas productivas y las fuerzas sociales a escala mundial, el único terreno en el que puede superarse la contradicción entre interés general e interés particular, entre lo colectivo y el individuo. Por primera vez, es posible realizar concretamente la comunidad humana. Lo cual no significa el fin de los problemas y de las contradicciones, pero sí que la abolición de las clases y de la esfera política permitirá liberar todas las potencialidades humanas mientras que la promesa contenida en la divisa: Libertad, Igualdad, Fraternidad nunca fue cumplida por la democracia burguesa. El comunismo no significa el fin de la historia sino el fin de la prehistoria y el inicio de la historia verdadera. Ese paso del reino de la necesidad al reino de la libertad, es decir la perspectiva de una sociedad liberada de la producción mercantil y del Estado, no era una posición desconocida durante la época del parlamentarismo obrero y de la lucha por las reformas. Las minorías políticas más claras se esforzaban por defenderla, como William Morris en Inglaterra (Noticias de ninguna parte, 1890) y August Bebel (La Mujer en el pasado, en el presente y en el futuro, 1891)[11].
Como en el caso de otros, Jaurès nunca se liberará de esa tradición republicana, lo que le impedirá defender la autonomía de la clase obrera frente al enemigo de clase.
El capitán Alfred Dreyfus, un oficial judío perteneciente al Estado mayor del ejército francés, se enfrentó a un consejo de guerra en diciembre de 1894, injustamente acusado de haber entregado secretos militares a Alemania. Este asunto de espionaje aparece en un contexto profundamente marcado por el antisemitismo y el chauvinismo tras la anexión de Alsacia y Lorena por Alemania, e inflama la IIIª República hasta 1906, año en el que el Tribunal de Casación declarará inocente y rehabilitará definitivamente a Dreyfus. No se trató simplemente de un simple error judicial sino de la defensa de los intereses de las fracciones ultra reaccionarias y nacionalistas de la burguesía que se apoyaban en los ámbitos militares, clericales y monárquicos. La crisis del Partido Radical[12] en el poder les abrió el camino.
Tras un período de duda, Jean Jaurès se lanzará a la batalla para defender al capitán y la revisión de su proceso: “Y Jaurès tenía razón, escribirá Rosa Luxemburg, El asunto Dreyfus había despertado todas las fuerzas reaccionarias latentes en Francia. El militarismo, ese viejo enemigo de la clase obrera, se había mostrado de cuerpo entero, y había que dirigir todas las lanzas contra ese cuerpo. Por primera vez se convocó a la clase obrera a combatir en una gran batalla política. Jaurés y sus amigos condujeron a la clase obrera a la lucha, abriendo así una nueva era en la historia del socialismo francés.” [13].
El partido marxista de Guesde y Lafargue así como el partido de los ex blanquistas de Vaillant propugnaban la neutralidad, es decir la abstención política, cuando, en realidad, la clase obrera hubiera debido liderar la lucha contra las fracciones reaccionarias de la burguesía, incluida la defensa de la república burguesa. Tenía que aprovechar aquella oportunidad para unir sus fuerzas, madurar políticamente al mismo tiempo que salvaguardar su autonomía de clase. Sobre la cuestión de la autonomía de clase es donde se muestran todas las debilidades de la política defendida por Jaurès. Los dreyfusards de la clase obrera hubieran debido mantener su independencia respecto a sus aliados, los dreyfusard burgueses como Émile Zola y Georges Clemenceau. De hecho, a partir de sus posiciones republicanas, Jaurès se comprometió en el apoyo al gobierno radical hasta acabar borrando las posiciones específicas de la clase obrera. Apoyó la ley de amnistía del gobierno adoptada por la Cámara de Diputados el 19 de diciembre de 1900 cuando, en realidad, la finalidad de tal ley era amnistiarlos a todos, sobre todo a los oficiales implicados en el complot contra Dreyfus. Se negó a pasar a un ataque directo y sistemático contra el militarismo con la reivindicación de una milicia popular, pues esto hubiese supuesto el riesgo de una ruptura entre los dreyfusards. Y las capitulaciones se multiplicaron en nombre de una presunta “obra republicana de conjunto” que llevará “con certidumbre a victorias futuras”. Veamos el comentario de R. Luxemburg: “En lugar de hacer de la lucha política independiente del Partido Socialista el elemento permanente, fundamental, y de la unidad con los radicales burgueses el elemento variable y circunstancial, Jaurés formula la táctica opuesta: la alianza con los demócratas burgueses se convierte en elemento constante, y la lucha política independiente en el elemento circunstancial. Ya en la campaña por Dreyfus los socialistas jauresistas no comprendieron la demarcatoria entre los campos burgués y proletario: si para los amigos de Dreyfus se trataba de luchar contra un subproducto del militarismo —limpiar el ejército y suprimir la corrupción—, un socialista debía considerarlo como una lucha contra la raíz del mal: el ejército profesional. Y si para los radicales burgueses la consigna central y única de la campaña era justicia para Dreyfus y castigo de los culpables, para un socialista el asunto Dreyfus debía servir de base para agitar en favor del sistema de milicias. Sólo así el asunto Dreyfus y los admirables esfuerzos de Jaurés y sus amigos le hubieran hecho un gran servicio agitativo al socialismo.”[14].
Jaurès no solo se negó a romper con el gobierno a tiempo, sino que dio un apoyo sin reservas al gabinete Waldeck-Rousseau y a la participación de un socialista en tal gobierno. Desde entonces se abre el capítulo más sombrío de la vida política de Jean Jaurès.
En junio de 1899, el socialista Alexandre Millerand entra, junto al general Gaston de Galliffet, el matarife de los communards de París, en el gobierno radical de Waldeck-Rousseau. Era una iniciativa personal de Millerand que pertenecía al movimiento de los socialistas independientes, y no tenía mandato alguno de un partido socialista. Hay que entender que estamos en pleno caso Dreyfus, cuando el oficial degradado sigue sufriendo el cautiverio en el presidio de Guayana. Jaurès se esfuerza en apoyar la participación socialista. Saluda la valentía de los socialistas franceses que envían a uno de los suyos “dentro de la fortaleza del gobierno burgués”. Este caso fue un estímulo para toda el ala derecha de la Internacional que esperaba con impaciencia que la experiencia se renovase en otros países, y en particular en Alemania. La Internacional aprobó con entusiasmo los argumentos de Jaurès para quien la evolución de la sociedad capitalista hacia el socialismo engendraría una etapa intermedia en el curso de la cual el poder político sería ejercido en común entre el proletariado y la burguesía. En Alemania Edouard Bernstein acababa de publicar su obra revisionista donde ponía en entredicho la teoría marxista de las crisis del capitalismo, proclamando: “La meta final, sea cual sea, no es nada, el movimiento lo es todo”.
Rosa Luxemburg entra de lleno y con pasión en la batalla, respondiendo a Bernstein en una serie de artículos que aparecerán en forma de folleto con el célebre título: Reforma o revolución. Atacará al mismo tiempo los argumentos de Jaurès. Para empezar, recuerda los principios básicos del socialismo científico: “En la sociedad burguesa, la socialdemocracia, por su misma esencia, está destinada a desempeñar un papel de oposición; no puede acceder al gobierno sino sobre las ruinas del Estado burgués”[15]. A continuación, señala en particular la diferencia fundamental entre la participación de los socialistas en el parlamento del Estado burgués o en los ayuntamientos, que había sido aceptada desde hacía bastante tiempo, y la participación en el Ejecutivo del Estado. Por una razón muy simple: en el primer caso se trata de hacer triunfar sus reivindicaciones pero siempre sobre la base de una crítica del gobierno que sin cesar persigue a los obreros e intenta hacer inofensivas las reformas sociales que se ve obligado a aplicar. Este principio motiva el rechazo sistemático de los socialistas a votar los presupuestos en el parlamento. En el segundo caso, cualquiera que sea el partido al que pertenezcan los miembros del gobierno, los socialistas se ven obligados a solidarizarse con la política emprendida además de considerarse como responsables de tal política.
El Congreso socialista internacional celebrado en París del 23 al 27 de septiembre de 1900 condenó el “socialismo gubernamental” de Millerand, lo que demostró que las condiciones para una ofensiva del oportunismo en el seno de la Internacional no estaban todavía reunidas. La resolución se titulaba: “La conquista de los poderes públicos y las alianzas con los partidos burgueses”. Esta resolución fue aprobada sobre la base de una moción presentada por Kautsky y la mayoría de los miembros de la comisión permanente. El problema era que el redactor de esta resolución se esforzó por darle un carácter general, teórico, sin abordar propiamente el caso Millerand. Se permitían así todas las interpretaciones, incluso las que estaban más fuera de lugar. Por eso a esta “Resolución Kautsky” se la llamó “Resolución caucho”. Jaurès, Vollmar, Bernstein, desde toda la derecha hasta los revisionistas más patentes, se precipitaron por la brecha. Y no les dio la menor vergüenza presentar los resultados del Congreso de París como favorables a Millerand.
Se apoyaron especialmente en la idea presentada en la resolución según la cual en ciertos casos excepcionales la participación de los socialistas en el gobierno burgués podría aparecer como necesaria. En efecto, en todos los programas socialistas figuraba la posición, válida en aquella época, de que en caso de guerra defensiva, no en caso de guerra imperialista, los socialistas podían participar en el gobierno[16]. O cuando una crisis política amenazaba con poner en peligro la República y las conquistas democráticas. Rosa Luxemburg respondió que en estos casos excepcionales no había duda de que había que solidarizarse, sin matices, con la política gubernamental. Pero lo esencial era definir si se estába en una situación excepcional de las evocadas más arriba. Jaurès respondió afirmativamente.
Desde los años 1885, Francia se encontraba sacudida por crisis constantes, la crisis del boulangismo (del ultranacionalista Georges Boulanger, NdT), el escándalo de Panamá, el caso Dreyfus. Se podía observar entonces la existencia de un estridente nacionalismo, arrebatos antisemitas, campañas de prensa groseras y odiosas, disparos en la calle. Parecía inminente el final de la República. Pero Rosa Luxemburg demostró brillantemente que la situación no era tal. Simplemente la reacción militarista y clerical y el radicalismo burgués se disputaban el control de la República en el contexto de una profunda crisis del Partido Radical en el poder. Había que participar en esas luchas políticas, pero ni mucho menos en el gobierno, ni halagando a la pequeña burguesía, clientela tradicional del Partido Radical.
Jaurès invocaba pasajes del Manifiesto Comunista que implicaban la alianza de los obreros con la burguesía. Ante todo se trataba de otro período histórico en el cual, como en Alemania por ejemplo, el poder de la burguesía no se encontraba asegurado frente a las fuerzas políticas del feudalismo. Y sobre todo, se olvidaba de citar pasajes esenciales sobre la preservación de la independencia de la clase obrera en todas las circunstancias. En particular éste: “Pero en ningún momento, este partido dejará de despertar en los obreros una conciencia clara y neta del antagonismo profundo que existe entre la burguesía y el proletariado para que, cuando llegue el momento, los obreros alemanes sepan convertir las condiciones políticas y sociales creadas por el régimen burgués, en otras armas contra la burguesía para que, tan pronto sean destruidas las clases reaccionarias de Alemania, la lucha pueda llevarse a cabo contra la burguesía misma”[17].
En fin, el último argumento de Jaurès consistía en señalar la importancia para los obreros de las reformas puestas en marcha por Millerand. Para él eran “semillas de socialismo, sembrados en el suelo capitalista y que aportarán frutos maravillosos”. Basta examinar de cerca la realidad de estas reformas para contradecir el desmesurado entusiasmo que se había apoderado de Jaurès. Por ejemplo, la intención inicial de acortar la jornada de trabajo acabó siendo finalmente una ampliación de la duración de la jornada de trabajo para los niños y simples esperanzas para el futuro del resto. O aún más, la intención de garantizar el derecho de huelga acabó encerrándolo en límites jurídicos estrechos. Ya hemos visto la hipocresía del gobierno en el caso Dreyfus. Hay que añadir la hipocresía de la lucha por la laicidad del Estado que se terminó con donaciones caritativas a la Iglesia católica, lo que era sobre todo una auténtica máquina de guerra contra la creciente influencia de los partidos socialistas sobre los obreros. No olvidemos que durante toda la experiencia Millerand las tropas siguieron disparando contra los huelguistas como en Chalons y en Martinica. La era de las reformas culminaba en la masacre de los obreros en huelga.
Rosa Luxemburg tenía razón cuando criticó el “ministerialismo”. Esto que había comenzado en Francia bajo la forma de una triste farsa terminó en tragedia en Alemania tras 1914 con un gobierno socialdemócrata asumiendo plena y conscientemente su papel contrarrevolucionario. Lo que por ahora nos interesa es afirmar que Jaurès sí que era capaz de aprender. Diez años después del inicio del caso Millerand, él arremetía contra el mismo Millerand y otros dos ministros socialistas, Briand y Viviani, a quienes reprochaba ser “unos traidores que se dejaban utilizar por el capitalismo”.
Ya hemos visto que Jaurès había conocido a Bernstein de cerca. No se le puede situar, sin embargo, en el campo del revisionismo, como tampoco hay en él la menor huella del doble juego de un Kautsky cuando sucumbió a las sirenas centristas hacia 1906. Ya hemos visto las relaciones íntimas que tuvo con los miembros del ala derecha de la Internacional Obrera. Su oportunismo era el que el movimiento obrero de la época tuvo que afrontar y que se caracterizaba a la vez por una impaciencia ante los resultados de la lucha (se prefiere sacrificar el objetivo final en beneficio de las reformas inmediatas en buena parte ilusorias) y una adaptación al entorno capitalista, contentándose con la dinámica progresista y el contexto pacífico que permitía aumentar, relativa e ilusoriamente, la seguridad de los obreros sacrificando los intereses del movimiento general. Pero su fuerte personalidad lo situaba por encima del resto de los oportunistas. Tras su adhesión al socialismo siguió dedicándose al servicio del derecho, de la libertad y la humanidad. Pero como lo notaba Trotski, “Lo que en los declamadores franceses ordinarios no es sino una frase hueca, [en Jaurès] había un idealismo sincero y activo”. Trotski lo presenta, justamente, como un ideólogo en el sentido positivo del término, alguien que se apodera de la idea como de un arma terrible en la lucha práctica cotidiana y la opone al doctrinario y al práctico-oportunista: “El doctrinario se detiene en la teoría que mata el espíritu. El práctico-oportunista asimila unos determinados procedimientos del oficio de la política; pero en cuanto ocurre un cambio inesperado, se encuentra en la misma situación que un mecánico que se vuelve inútil cuando se instala una máquina. El ideólogo de gran envergadura sólo es impotente en el momento en el que la historia lo desarma ideológicamente, pero aún entonces es capaz de rearmarse rápidamente, de apoderarse de la idea de la nueva época y continuar desempeñando un papel de primer nivel. Jaurès era un ideólogo. Extraía de la situación política la idea que brotaba y, al servicio de esta idea, no se detenía nunca a mitad de camino”[18].
Hemos advertido ya de las reticencias de Jaurès sobre el marxismo. Él veía en él un determinismo económico frío que no dejaba lugar para el individuo y para la libertad humana en general. Su mirada se dirigía hacia el pasado y las grandes horas de la Revolución burguesa: “Fue el honor de la Revolución francesa haber proclamado que todo individuo humano, la humanidad entera tiene la misma excelencia por nacimiento, la misma dignidad y los mismos derechos”[19], decía.
Por su formación y por la situación general de la Francia de entonces no consiguió ver que el materialismo de Marx –con frecuencia mal interpretado, como si fuese un determinismo económico absoluto– contenía una explicación coherente de la historia humana que, en lugar de ahogarlas, les daba al contrario su lugar auténtico –y su fundamento– a la acción de las clases, a la fuerza de la voluntad y al individuo que bajo el capitalismo es aplastado en nombre del colectivo anónimo y de la nación. La glorificación del individuo bajo el capitalismo es en realidad la máscara de su negación absoluta. En su implacable crítica de la sociedad burguesa, Marx puso en evidencia los fenómenos del fetichismo de la mercancía y de la reificación. Jaurès tampoco era capaz de reconocer la presencia en Marx de una auténtica ética del proletariado[20].
Sin embargo su entrega a la causa de la emancipación del proletariado le permitió no desviarse nunca de la perspectiva de una sociedad sin clases, sin propiedad, donde los medios de producción serían gestionados en común. Él leyó a Marx, admiraba su trabajo y compartía la teoría del valor expuesta en El Capital. Mientras que en Francia existía la tendencia a subestimar las controversias teóricas, Jaurès participó con Jules Guesde y Paul Lafargue en discusiones públicas sobre temas tratados con profundidad. El 12 de diciembre de 1894, Jaurès responde a la invitación del Grupo de Estudiantes Colectivistas que organizaban una controversia sobre “Idealismo y materialismo en la concepción de la historia”. En su exposición se nota cómo Jaurès encara sus propias contradicciones: “Yo no quiero decir que haya una parte de la historia gobernada por las necesidades económicas y otra dirigida por una idea pura, por un concepto, por la idea, por ejemplo, de humanidad, de justicia o de derecho; no quiero poner la concepción materialista de una lado de la pared y la concepción idealista del otro lado. Yo pretendo que deben penetrarse mutuamente, como se penetran en la vida orgánica del hombre, la mecánica cerebral y la espontaneidad consciente”[21]. Paul Lafargue le responde el 10 de enero de 1895. Así comienza éste: “Comprenderéis que dude al asumir la tarea de responder a Jaurès, el cual, gracias a su ardiente elocuencia, logra colmar de pasión las tesis más abstractas y metafísicas. Mientras él hablaba, yo me decía, me imagino que vosotros también, qué gran suerte que este hombre esté con nosotros”[22] . La experiencia se renueva en 1900 cuando Jaurès y Guesde se enfrentaron en el hipódromo de Lille en una polémica en la que se debatieron “Los dos métodos”, el método revolucionario y el reformista.
El momento decisivo de la evolución de Jaurès fue el Congreso de la Internacional en Ámsterdam, en 1904. Con toda la convicción de la que fue capaz, defendió las tesis sobre el ministerialismo y la defensa de la República en numerosos discursos. El enfrentamiento con Auguste Bebel fue feroz, pero lo hizo con tal brío que levantó los aplausos del Congreso. Jaurès era un adversario al que se respetaba, Rosa Luxemburg tradujo uno de sus discursos por la ausencia de traductores. El Congreso finalmente condenará sus posiciones de un modo más claro que en el Congreso anterior de París. Jaurès se somete a la disciplina porque está profundamente apegado al movimiento internacional del proletariado, porque sentía las trampas que comportaba la participación gubernamental, y también porque él quería evitar a toda costa un nuevo fracaso de la unificación de los socialistas en Francia. Una moción especial del Congreso fue votada de modo unánime llamando, con insistencia, a los socialistas franceses para que realizasen finalmente tal unidad. Uno de los considerandos de esta moción decía: “Tiene que haber un único Partido Socialista del mismo modo que hay un solo proletariado”[23].
El fracaso de la Comuna de París, aplastada de modo sangriento por la República democrática burguesa de Adolphe Thiers había acarreado un período de depresión del movimiento obrero en Francia. En el momento en que empezó a recuperarse durante el final de la década de los 70 del siglo XIX, se presentó como un acoplamiento incoherente de elementos disparatados. Desde los mutualistas prudhonianos a los utópicos de la vieja escuela de Benoît Malon, pasando por anarquistas, sindicalistas obtusos patrocinados por el Partido radical, blanquistas, colectivistas y por último antiguos communards adeptos del discurso insurreccional.
En estas circunstancias, la unificación del movimiento obrero adquirirá formas diferentes en comparación con otros países. Antes de reagruparse había, ante todo, que franquear una primera etapa marcada por un proceso de diferenciación y separación progresiva de elementos heterogéneos. En 1879 se formó el primer partido de obediencia marxista, el Partido Obrero Francés de Jules Guesde, y dos años más tarde los blanquistas se agrupan en torno a Édouard Vaillant en el Comité Revolucionario Central. Una clarificación real había aparecido basada en las tareas presentadas por los socialistas que señalaban la importancia de la acción política y del parlamentarismo obrero. A pesar de cierto acercamiento, aquellos que se llamaban “partidos de la vieja escuela” se miraban de reojo y eran incapaces, por su historia y los errores políticos acumulados, de militar por la unificación del movimiento. Sólo las fuerzas nuevas e independientes podían asumir ese papel.
Esto ofrecía todo un terreno propicio a la acción de personalidades como Jean Jaurès. La crisis del Partido Radical aportó savia nueva y nuevos militantes. Pero estaban marcados por su origen pequeño burgués y se presentaban como socialistas independientes, por encima de los partidos. Existía el riesgo de que el movimiento perdiese su fisonomía de clase, sólo los viejos partidos socialistas podían evitar esa trampa. Rosa Luxemburg describía del siguiente modo la situación: “Si los viejos partidos se revelan incapaces de traducir el objetivo final socialista en consignas prácticas aplicables a la política del momento, los “independientes” no pueden, en la coyuntura política presente, preservar la huella del objetivo final socialista. Los errores de los independientes prueban sin lugar a dudas que el movimiento de masas del proletariado necesita, para dirigirlo, una fuerza organizada y educada sobre la base de principios sólidos: por otra parte, la actitud de las antiguas organizaciones prueba que ninguna de ellas se siente capaz de llevar a cabo por sí sola dicha tarea”[24].
La evolución de la situación, con el ascenso del militarismo y de las tensiones imperialistas, con la crisis de los sucesivos gobiernos radicales, dio el último impulso. Después del fracaso de 1899, debido al desacuerdo sobre el ministerialismo, la unificación de los socialistas se realizó en el Congreso llamado de la Sala del Globo de París, en abril de 1905. “El Partido Socialista, Sección Francesa de la Internacional Obrera se constituye sobre la base de las Resoluciones del Congreso de Ámsterdam”. Se presenta como un partido de clase que tiene por objetivo “socializar los medios de producción e intercambio, es decir transformar la sociedad capitalista en sociedad colectivista o comunista”. “No es un partido de reforma sino un partido de lucha de clases y revolución”. Los diputados del partido deberán formar “un grupo único frente a las fracciones políticas burguesas” y “negar al gobierno todos los medios que aseguran la dominación de la burguesía” es decir no votar los créditos de guerra, de conquista colonial, los fondos secretos y el conjunto del presupuesto[25]. Jaurès domina con todo su vigor intelectual el nuevo partido. El 18 de abril de 1904 apareció el primer número de L'Humanité, el gran periódico socialista fundado por Jean Jaurès; que pronto sustituirá al órgano oficial (Le Socialiste) de un partido por fin unificado.
La revolución de 1905 en Rusia y Polonia va a cambiar la situación. La lumbrera que incendiaba los cielos allá lejos en el Este no sólo aportaba unas armas valiosísimas para la lucha revolucionaria: la huelga de masas y los consejos obreros; también hacían aparecer el hecho de que la sociedad burguesa estaba pasando al otro lado de su evolución histórica, el lado descendente, el de la decadencia del modo de producción capitalista. Una época entera estaba agonizando, una época marcada por la creación de la IIª Internacional en 1889, una época en la que “el centro de gravedad del movimiento obrero se situaba totalmente en el terreno nacional, en el marco de los Estados nacionales, basado en la industria nacional, en el ámbito del parlamentarismo nacional”[26]
La profunda ambigüedad de Jaurès se manifiesta una vez más en su obra, L'Armée nouvelle (El ejército nuevo). Aparecido en forma de libro en 1911, ese texto es inicialmente una introducción a un proyecto de ley rechazado por la Cámara de los Diputados. En lugar de tratar de comprender y analizar el auge del militarismo y el imperialismo que inquietaba y movilizaba a los socialistas más clarividentes, Jaurès proponía una “organización auténticamente popular de defensa nacional” fundada en la “nación armada”. Su idea distaba un poco de la reivindicación del “ejército de las milicias” defendida en el período precedente por los socialistas franceses y alemanes. Se apoyaba en la idea de una “guerra defensiva”, una idea que había perdido todo su sentido con la evolución de los acontecimientos. Bastaba con que un imperialismo hiciera, mediante una serie de provocaciones, que el enemigo se lanzara a la guerra para aparecer inmediatamente como la nación agredida.
Las dos crisis marroquíes (1905 y 1911), las dos guerras de los Balcanes (1912 y 1913), la constitución de dos bloques imperialistas: la Triple Alianza (Alemania, Austria-Hungría, Italia) y la Triple Entente (Inglaterra, Francia, Rusia), todo esto significaba que la era de las guerras nacionales se había acabado y que una guerra de nuevo tipo se perfilaba en el horizonte: la guerra imperialista por el reparto del mercado mundial. Sometido a la influencia total de sus posiciones republicanas, Jaurès no ve el carácter central de las posiciones internacionalistas del proletariado y el peligro que representa toda concesión al interés nacional, tratando de conciliar ambas cosas: “Es en la Internacional donde la independencia de las naciones alcanza su mayor garantía; es en las naciones independientes donde la Internacional tiene sus órganos más poderosos y nobles. Se podría casi llegar a decir: un poco de internacionalismo aleja de la patria; demasiado internacionalismo hace volver a ella”[27].
Jaurès tenía perfecta conciencia del peligro mortal que acechaba al proletariado mundial, pero andaba por los pasillos de la Cámara de los Diputados, interpelando a tal o cual ministro con la ilusión de poder bloquear el engranaje fatal, pidiendo al gobierno que condenase los apetitos imperialistas de Rusia. Multiplica los llamamientos al arbitraje internacional entre las naciones y apoya el Tribunal Internacional de La Haya creado por la Rusia zarista y blanco de las burlas del mundo entero. En el fondo, Jaurès comparte la posición de Kautsky según la cual los trusts y los cárteles estarían interesados en que se mantuviera la paz. Esta posición llamada del “superimperialismo” que, supuestamente, alejaría el peligro de guerra mundial, desarmaba totalmente al proletariado y significaba el alineamiento del centrismo con el oportunismo. Los viejos amigos Kautsky y Bernstein se habían reconciliado finalmente.
Pero también es muy difícil meter a la fuerza a Jaurès en ese esquema. Como Engels, poco antes, él comprendía que la guerra mundial significaría una profunda derrota para el proletariado, una derrota que podría poner en peligro el futuro. Recordemos aquí su expresión condenatoria del capitalismo: “Vuestra sociedad violenta y caótica (…) lleva en sí la guerra como una nube en apariencia tranquila lleva en sí la tormenta” [28]. En 1913, se le oye atronar la Cámara de los Diputados en contra del retorno al servicio militar de tres años, poniendo todas sus fuerzas para que se organicen manifestaciones en común entre sindicalistas revolucionarios de la CGT y el Partido Socialista. Y se organizarán manifestaciones en numerosas ciudades. En París acudieron masas enormes hacia Butte-Rouge, en el Pré-Saint-Gervais. Su condena de la guerra no era simplemente una condena moral y fue por eso por lo que acabó poniendo todas sus esperanzas en el proletariado mundial y en la Internacional. Y volverá a echar mano de toda su fuerza oratoria en un discurso en Lyon-Vaise el 25 de julio de 1914: “Sólo existe una posibilidad para mantener la paz y salvar la civilización ahora que nos amenaza el crimen y la barbarie, y es que el proletariado reúna todas sus fuerzas, a todos sus hermanos, y que todos los proletarios franceses, ingleses, alemanes, italianos, rusos… a todos estos miles y miles de hombres a los que nosotros pedimos que se unan para que el latido unánime de sus corazones impida la horrible pesadilla”[29].
Esto le valió el odio de toda la burguesía. Una auténtica campaña de calumnias con amenazas de muerte fue lanzada contra él. Se exigía para él el pelotón de ejecución. Las vociferaciones más excitadas venían de las tendencias políticas más reaccionarias y ultra-nacionalistas, medios de la pequeña burguesía y el lumpen-proletariado que siempre desempeñan un papel de primera importancia en los movimientos de masas irracionales. Pero era el gobierno democrático quien los fomentaba y jaleaba. Era como en un pogromo contra los judíos, había que encontrar un chivo expiatorio que pudiese desempeñar el papel de culpable, a quien atribuirle la causa de todos los males, de todas las angustias. Jaurès fue una especie de símbolo, de bandera de la que había que desembarazarse a toda costa. Lo que ocurriría más tarde, a partir de noviembre de 1918, cuando se exigía la muerte para Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht que acabarían consiguiéndola en enero de 1919, así ocurrió con Jaurès y se consiguió el 31 de julio de 1914. Raoul Villain, el asesino de Jaurès, reconocido por los suyos como un “patriota”, ¡fue evidentemente absuelto el 29 de marzo de 1919!
El 29 de julio, Jean Jaurès participó en la reunión extraordinaria del Buró Socialista Internacional en Bruselas. Tras la reunión se organizó un gran mitin en presencia de las figuras del socialismo internacional. Jaurès tomó la palabra y habló todavía de paz y arbitraje entre naciones. Fulminó contra el gobierno francés incapaz de hacer entrar en razón a Rusia. Amenazó con su puño a los dirigentes alemanes, franceses, rusos, italianos que más tarde acabarían siendo barridos por la revolución que la guerra provocará como había ocurrido en 1871 y en 1905. Y dirigiéndose a Rosa Luxemburg, sentada a su lado en la tribuna, dijo: “Permitidme saludar a la intrépida mujer cuyo pensamiento inflama el corazón del proletariado alemán” [30]. Toda la sala se levanta al escuchar el discurso de Jaurès y comienza una ovación que parece no acabar. Pero los discursos sobre la paz revelan toda su impotencia. Lo que faltaba era el llamamiento a romper con la burguesía y con los oportunistas que la sostienen. Tal era el sentido de la consigna de Karl Liebknecht: “El enemigo principal está en nuestro país, es nuestra propia burguesía”. Era también ése el sentido de los llamamientos a la escisión respecto a los oportunistas lanzados por Lenin y los bolcheviques. No era la paz lo que había que oponer a la guerra sino la revolución como estipulaba la célebre enmienda de Rosa Luxemburg, Lenin y Martov en el Congreso de Stuttgart en 1907: “En el caso en que la guerra estalle (la clase obrera y sus representantes en los Parlamentos) tienen el deber de interponerse para que cese inmediatamente y utilizar todas sus fuerzas para que la crisis económica y política creada por la guerra para agitar las capas populares más profundas y precipitar la caída de la dominación capitalista”.
No se trata de andar especulando sobre lo que Jaurès habría hecho ante la guerra en caso de sobrevivir. Lo que sí es más que probable, sin embargo, es que la burguesía francesa o sus servicios no quisieron correr el menor riesgo; la burguesía conocía, sí, las debilidades de Jaurès, pero también conocía su fuerza: su rectitud moral, su odio a la guerra y su gran popularidad entre los obreros. Rosmer cuenta que Jaurès empezó a desconfiar de las declaraciones pacíficas y mentirosas de Poincaré y que horas antes de su muerte, el rumor circulaba sobre el hecho de que Jaurès iba a redactar para L´Humanité un nuevo “J’accuse!” denunciando al gobierno y sus amenazas bélicas, llamando a los obreros a resistir ante la guerra. Antes de poder escribir el temido artículo, Jaurès fue asesinado por Raoul Villain en circunstancias que nunca han sido verdaderamente aclaradas; el asesino tras pasar la guerra en prisión, sería absuelto en un juicio ¡con cuyos gastos tuvo que correr la viuda de Jaurès![31] .
Una vez muerto Jaurès, los que resistieron ante la oleada chovinista de 1914 fueron inicialmente una minoría. La mayor parte de los dirigentes franceses, desde los sindicalistas revolucionarios a los socialistas, bebieron hasta las heces la copa amarga de la traición. Todos habían proclamado que el proletariado internacional pararía el brazo asesino del imperialismo, pero repetían solapadamente: “¡A condición de que los socialistas alemanes hagan lo mismo! Si renunciamos desde el principio a la defensa de la patria estimularemos de modo decisivo a los chovinistas de los países enemigos”. Con tal tipo de razonamientos, la Internacional Obrera no tenía ningún sentido, ni las resoluciones contra la guerra en el Congreso de Stuttgart (1907), de Copenhague (1910) y de Basilea (1912). Es verdad que la Internacional se encontraba minada desde el interior y que acabaría derrumbándose como un castillo de naipes cuando se pronunció la orden de movilización. La IIIª Internacional iba pronto a alzarse sobre las ruinas de la IIª.
Jean Jaurès no pertenece a nuestra tradición, la de Marx y Engels, la de la Izquierda de la IIª y, después, de la IIIª Internacional, la tradición de la Izquierda Comunista. Pero Jaurès pertenece con todas sus fibras al movimiento obrero, es decir la única fuerza social que lleva consigo, aún hoy, la perspectiva de la emancipación humana. Por eso hemos querido nosotros homenajearle, concluyendo con las palabras de Trotski: “Los grandes hombres saben desaparecer a tiempo. Sintiendo la presencia de la muerte, Tolstoi cogió un bastón, huyó de la sociedad que renegaba y se fue a morir como un peregrino a una aldea oscura. Lafargue, un epicúreo forrado de estoico, vivió en una atmósfera de paz y de meditación, hasta que a los setenta años decidió que ya era suficiente y bebió el veneno. Jaurès, atleta de la idea, cayó en la arena combatiendo el más terrible azote de la humanidad y del género humano, la guerra. Quedará en la memoria de la posteridad como el precursor, el prototipo del hombre superior que tiene que nacer de los sufrimientos y las caídas, de las esperanzas y de la lucha”[32].
Avrom E, 18 de agosto de 2014
[1] León Trotski, Mi vida, https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1930s/mivida/ [14]
[2] Rosa Luxemburg, J’étais, je suis, je serai! Correspondance 1914-1919, Paris, edición Maspero, 1977, Carta a Sonia Liebknecht del 14 de enero de 1918, p. 325.
[3] Cf. Rosa Luxemburg, Le Socialisme en France, Marsella/Toulouse, ed. Agone/Smolny, 2013, p. 163.
[4] Karl Marx, Friedrich Engels, El Manifiesto del Partido Comunista, https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/48-manif.htm [15].
[5] Considérants du Parti ouvrier français (1880), en Karl Marx, Œuvres I, París, ed. Gallimard, Bibliothèque de la Pléiade, 1963, p. 1538.
[6] León Trotski, "Jean Jaurès", en Le Mouvement communiste en France, París, ed. de Minuit, 1967, p. 25 (Edición en castellano en León Trotski: Perfiles de Revolucionarios. México, Ediciones El Caballito, Colección Cuadernos de Coyoacán, 1978).
[7] León Trotski, Mi vida, https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1930s/mivida/ [14]
[8] Jean Jaurès, Le socialisme de la Révolution française (1890), en Jean Jaurès, Karl Kautsky, Socialisme et Révolution française, París, ed. Demopolis, 2010, p. 189.
[9] Karl Kautsky, Jaurès et la politique française vis-à-vis de l’Église (1903), en Jean Jaurès, Karl Kautsky, Socialisme et Révolution française, Ob. Cit., p. 228.
[10] Cf. Los “Prefacios” al Manifiesto comunista y el “Prefacio” al libro de Marx, Las luchas de clases en Francia, 1848-1850 donde Engels explica por qué "la historia nos ha quitado la razón a los que pensábamos y pensaban de forma análoga". La explicación más clara, de cómo las tareas históricas de una clase no pueden ser asumidas por otra clase, la proporciona Marx en Révélations sur le procès des communistes à Cologne (Basilea, 1853) en Karl Marx, Œuvres VI, París, ed. Gallimard, Bibliothèque de la Pléiade, 1994, p. 635.
[11] Ver nuestra serie “El comunismo no es un bello ideal sino una necesidad material”, las partes XII a la XV en la Revista Internacional nos 84, 85, 86, 88.
[12] El Partido Radical, o Partido Republicano o Partido Radical-socialista, nacido en 1901 tuvo un papel central en el gobierno durante la IIIª República en particular jugando hábilmente con la alianza con los socialistas (Émile Combes). Supo igualmente manejar la provocación y una represión muy dura contra la clase obrera bajo el mando de Georges Clemenceau.
[13] La crisis socialista en Francia, https://www.marxists.org/espanol/luxem/02LacrisissocialistaenFrancia_0.pdf [16]
[14] Idem, p. 106.
[15] “Une question tactique”, artículo de 1899 en Rosa Luxemburg, Le Socialisme en France, p. 64.
[16] Sobre esta cuestión ver nuestro folleto: Nación o clase, edición aumentada en 2005, https://es.internationalism.org/booktree/968 [17].
[17] Karl Marx, Friedrich Engels, Manifiesto Comunista, https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/48-manif.htm [15]
[18] Las dos últimas citas se extraen de “Jean Jaurès”, artículo de 1915, en Léon Trotsky, Le Mouvement communiste en France (1919-1939), p. 32.
[19] Citado en la revista L’Histoire n° 397, marzo de 2014, p. 48.
[20] “La crítica de la religión culmina en la doctrina de que el hombre sea lo más alto para el hombre; en consecuencia, en el imperativo categórico de subvenir a todas las relaciones en las cuales el hombre es un ser envilecido, humillado, abandonado, despreciado; relaciones que no se pueden delinear mejor que con la exclamación de un francés a propósito de un proyecto de impuestos sobre los perros: "¡Pobres perros! ¡Os quieren tratar como hombres!" (…)”. Por una crítica de la filosofía del derecho de Hegel. Introducción, en Escritos de Juventud, Fondo de Cultura Económica, México, 1982. Ver https://www.marxists.org/espanol/m-e/1844/intro-hegel.htm [18].
[21] Citado por la revista L’Histoire n° 397, marzo de 2014, p. 50
[22] En Paul Lafargue, “Paresse et révolution”. Écrits, 1880-1911, Paris, ed. Tallandier, Col. Texto, 2009, p. 212
[23] Alfred Rosmer, Le Mouvement ouvrier pendant la première guerre mondiale, Paris, ed. d’Avron, 1993, tomo I, p. 41
[24] “L'unification française”, artículo de 1899 en Rosa Luxemburg, Le Socialisme en France (1898-1912), p. 81.
[25] Todas estas citas del Congreso de Unificación están sacadas de Pierre Bezbakh, Histoire du socialisme français, Paris, Larousse, 2005, p. 138.
[26] La Internacional Comunista, Tesis, manifiestos y resoluciones de los cuatro primeros congresos (1919-1922), Fundación Federico Engels, Madrid, 2009.
[27] Jean Jaurès, “L'Armée nouvelle”, citado en Jean Jaurès, un prophète socialiste, Le Monde hors-série, marzo-abril 2014, p. 51.
[28] Discurso de 1895 en la Cámara, citado por la revista L’Histoire n° 397, marzo de 2014, p. 57.
[29] Citado en Alfred Rosmer, Le Mouvement ouvrier pendant la première guerre mondiale, p. 487.
[30] Citado en Paul Frölich, Rosa Luxemburgo, vida y obra, Editorial Fundamentos, 1976, Caracas.
[31] Cf. nuestro artículo « 1914: inicios de la sangría”, /cci-online/201405/4027/inicios-de-la-sangria [19]. Existe, sin embargo, otra versión de los hechos dada por Pierre Dupuy, diputado y gerente del Petit Parisien fundado por su padre Jean Dupuy que había pertenecido al gobierno de Waldeck-Rousseau. Según Dupuy, Jaurès le habría hecho la siguiente confidencia unas horas antes de su asesinato: "Decía que tenía una información muy segura que acababa de saber, justo hacía unos instantes, que los socialistas alemanes de la Internacional obrera habían decidido obedecer sin ninguna reserva a la movilización general y que, en estas condiciones, él iba a redactar al día siguiente por la mañana, en su periódico L’Humanité, un artículo titulado: “¡Adelante!”. Estimaba en efecto que en presencia del fracaso ahora definitivo de todos sus esfuerzos y de los de su partido para el mantenimiento de la paz, había que evitar dar al enemigo de mañana la impresión de una Francia desunida y despavorida” (el testimonio está recogido en Le Monde del 12 de febrero de 1958). Nos podemos preguntar sin embargo qué confianza puede otorgarse al testimonio de un aliado político de Poincaré, que evidentemente tenía todo el interés del mundo en hacer de Jaurès un patriota póstumo. Para los detalles del proceso de Raoul Villain. Véase Il a tué Jaurès de Dominique Paganelli, en las ediciones La Table Ronde 2014.
[32] León Trotski, Jean Jaurès, en Le Mouvement communiste en France (1919-1939), p. 35.
El “colectivo” de ediciones Smolny acaba de jugar una mala pasada a la memoria de Rosa Luxemburgo y por lo tanto al conjunto de la clase obrera. Mediante la publicación en octubre del tomo IV de las Obras Completas de Rosa Luxemburgo ([1]), esta asociación, en efecto, ha aportado su pequeña contribución a la campaña internacional e histórica haciendo de Rosa Luxemburgo una inofensiva demócrata, una pacifista y una feroz anti-bolchevique.
Los textos de Rosa Luxemburgo reunidos en este tomo IV son evidentemente entusiasmantes; el contraste es aún más notable con la introducción sin vida ni aliento realizado bajo la responsabilidad de Smolny.
Formalmente, el internacionalismo de Rosa Luxemburgo, sus muy altos valores morales, parecen estar presentes. Y sin embargo, el conjunto se coloca muy lejos de la obra de Rosa Luxemburgo, de su inquebrantable fidelidad a los principios y al combate revolucionario por el derrocamiento del capitalismo. Esta introducción es, de alguna manera, la antítesis del prefacio de este mismo Folleto de Junius, realizado hace casi un siglo por la amiga y camarada de Rosa Luxemburgo, Clara Zetkin: “En las brumas sangrientas del caos de la Guerra Mundial, su inteligencia histórica clarividente mostraba a los vacilantes las líneas imborrables de la evolución hacia el socialismo; su energía impetuosa y jamás desfalleciente aguijoneaba a los que estaban cansados y abatidos, su audacia intrépida y su dedicación hacían rugir a los timoratos y a los asustados” ([2]). Esta diferencia no está ligada a la calidad de la pluma, más o menos acerada, de los redactores; es sobre todo política. Este prefacio de Smolny es tibio, liso como una parte ecuménica, porque no se quiere ofender a nadie. Aquellos que ven en Rosa Luxemburgo una ferviente combatiente a los costados de Lenin no serán sorprendidos, ni aquellos que ven en estas dos figuras históricas del movimiento obrero dos enemigos irreconciliables. Aquellos que reconocen en Rosa Luxemburgo una militante revolucionaria no serán en nada, contradichos en eso, como tampoco los que imaginan a Rosa como una amable adepta de la democracia "en general". En resumen, la carpa y el conejo se encuentran perfectamente casados, sin siquiera darse cuenta.
Este aspecto liso, al gusto de todos, sin aristas para mezclar el agua y el aceite, no es el fruto del azar sino de una voluntad consciente. Para realizar esta introducción, Eric Sevault (ES), miembro fundador del “colectivo” Smolny, ha colaborado con Julien Chuzeville (JC), miembro de “Crítica Social”, un pequeño cenáculo ferozmente “anti-leninista” y “anti-bolchevique”. Es claro, el “colectivo” Smolny se ha apoyado para hacer el prólogo de este tomo IV, en un socialdemócrata de izquierda. Este “historiador” es en realidad parte de un movimiento que se pretende “luxemburguista” para desnaturalizar mejor la actividad militante revolucionaria de Rosa Luxemburgo.
Eric Sevault (ES), pretende, él mismo, defender al conjunto de corrientes de izquierda, desde Rosa Luxemburgo a Lenin, pasando por Trotsky, Pannekoek o Marc Chirik. JC y ES habiendo co-firmado esta introducción, por tanto, no podían dar origen más que a un texto "consensual", insípido, con la consistencia de malvavisco. Un texto que "olvida", extrañamente, hablar de la revolución alemana de 1918-1919 y de la actividad militante de Rosa Luxemburgo al seno de tal acontecimiento. Que "olvida", extrañamente, decir que Rosa Luxemburgo, a causa de su compromiso revolucionario, fue asesinada por órdenes de sus antiguos "camaradas" del SPD entonces en el gobierno (Ebert, Scheidemann y el "perro sangriento" Noske), justo después de que ella había participado en la fundación del Partido Comunista de Alemania (KPD) del cual ella había escrito su programa ("¿Qué quiere la Liga Espartaquista?"). Hablamos de un texto lleno de fórmulas ampulosas y ambiguas que adornan la ideología democrática y pacifista en detrimento de la visión y el aliento revolucionarios que emergen del libro de Rosa Luxemburgo, La crisis de la socialdemocracia.
Después de haber afirmado que “El socialismo internacional era, en aquellos años, el “partido de la paz” por excelencia. La Segunda Internacional era además considerada por el Premio Nobel de la Paz de 1913 y ésta habría sido un muy buen candidato para el año 1914”, la introducción de ES y JC lamenta, en conclusión, “la ausencia, incluso hoy en día, de una organización portadora de la paz (...): la Internacional por la que rogaba Rosa Luxemburgo y que queda por construir” (énfasis nuestro). Se trata así de un pequeño giro de prestidigitación buscando la falsificación vergonzosa del combate de Rosa Luxemburgo: ¡un combate de clase por la revolución, para derrocar al sistema capitalista por la dictadura mundial del proletariado y no por la "paz" (y la "democracia")!
Esta voluntad de suavizar las aristas, de evadir los temas que molestan (que "dividen"), es una verdadera catástrofe, porque en el compromiso (y la táctica del "frente unido" sin clarificación de las divergencias), es siempre la burguesía y su ideología quienes triunfan. Al colaborar con un historiador de "Crítica Social", el "colectivo" Smolny se convirtió nada más, ni nada menos que en el portavoz de una corriente socialdemócrata de izquierda y por lo tanto burguesa (incluso si los miembros de esta corriente no necesariamente tienen consciencia de ello).
Así JC, en un artículo sobre René Lefeuvre, publicado en el sitio web de “Crítica Social” (volveremos sobre ello), escribe: “René Lefeuvre ha sido durante sesenta años, un fiel militante de la corriente socialista revolucionaria, inspirándose en particular por la marxista Rosa Luxemburgo, uniéndose a la defensa de la democracia como base indispensable del movimiento obrero” (énfasis nuestro). He aquí lo que ama sobre todas las cosas JC sobre René Lefeuvre: su defensa del sistema político más sofisticado, hipócrita y pernicioso de la dictadura del capital: la democracia burguesa. René Lefeuvre, tan apreciado por JC, y ahora tan apreciado por Smolny, ha pasado su vida apoyándose de una forma totalmente fraudulenta en los escritos de Rosa Luxemburgo para calumniar a los bolcheviques y la Revolución Rusa, para rechazar la dictadura del proletariado (en la que los soviets han sido "la forma por fin descubierta", según la expresión de Lenin) y la necesaria insurrección, y para apoyar in fine la democracia… burguesa. Bajo su pluma, ya no es la socialdemocracia la que asesinó a Rosa Luxemburgo el 15 de enero de 1919, sino los “precursores nazis”: “los precursores de los nazis la asesinaron en enero de 1919”. Estos “precursores de los nazis” no fueron otros que los Cuerpos francos bajo las órdenes del ministro Noske, ¡ese perro sanguinario, socialista y demócrata!
Pero las relaciones de Smolny con René Lefeuvre no son sólo las que pasan a través de JC, también son más directas puesto que Smolny afirma desear inscribirse en la “línea” ([3]) de los Cahier Sapartacus (Cuadernos Espartaco) (¡editorial fundada por René Lefeuvre...!). Y puesto que Smolny quiere publicar los escritos de Marc Chirik ([4]), dejaremos a Marc responderle: “Lo qué hace la unidad, el cemento del equipo de “Spartacus”, es el anti-bolchevismo visceral que él confunde voluntariamente y maliciosamente con el estalinismo. (...) En nombre del anti-bolchevismo, los socialistas de izquierda han sido siempre la cola miserable de la socialdemocracia, de los Scheidemann-Noske, de los Turati y de los Blum” ([5]).
Para lanzar su tomo IV, Smolny ha demandado a sus colaboradores de “Crítica social” organizar una reunión pública en París el pasado 15 de octubre bajo el título “Rosa Luxemburgo contra la guerra.” ¿Por qué detenerse, en efecto, en el buen camino? ¡Deja de dormir con los reformistas, sigue y ve hasta el fondo!
¿Quién es “Crítica Social”? El nombre de esta pequeña camarilla ferviente defensora de la “democracia” en general (y del poder del “pueblo”), hace referencia a la revista La Critique sociale fundada en 1931 por Boris Souvarine, miembro del Círculo comunista democrático ([6]). La página web de “Crítica Social” contiene así varios artículos de Boris Souvarine, no para saludar a su primer periodo en el que se oponía a la degeneración de la Revolución rusa en tanto que miembro de las corrientes de izquierda, sino cuando pasa con armas y equipo al campo de la burguesía, al “otro lado de la barrera”, para retomar las palabras de Trotsky.
Este cenáculo Socialdemócrata de izquierda, también es digno de la “línea” del antibolchevismo de René Lefeuvre y de su arte de la falsificación de los escritos de Rosa Luxemburgo. Así, en un artículo titulado “El leninismo y la Revolución rusa”, publicado en el sitio web de “Crítica Social”, se puede leer: “El mito repetido religiosamente es claro: en octubre de 1917, los bolcheviques habrían hecho una "revolución”. Aún mejor, ¡esta "revolución" de octubre habría sido una “revolución socialista”, o incluso “revolución marxista”! (...) Lo que ha tenido lugar en octubre de 1917 en Rusia, es una toma del poder por un partido, el partido bolchevique. (...) Ninguna relación, por lo tanto, con una revolución popular. Entonces, ¿de dónde viene esta confusión? En primer lugar Rusia estaba en revolución desde febrero de 1917, esta revolución había derrocado al zarismo, pero sin llegar a un nuevo régimen, aunque la aspiración popular era claramente por una verdadera democracia. Después de octubre, el poder es ejercido por un “Consejo de Comisaros” dirigido por Lenin (quien nunca fue miembro de un soviet) ( [22][7]) y en la práctica, incluso por la pequeña dirección bolchevique (...) Rosa Luxemburgo constata en septiembre de 1918 que el poder bolchevique hizo “prueba del desprecio más glacial hacia la Asamblea Constituyente, el sufragio universal, la libertad de prensa y de reunión, en fin, hacia todo el aparato de las libertades democráticas fundamentales de las masas populares”. Esta política de los bolcheviques constituye lo contrario de lo que es indispensable según el marxismo, eso que recuerda Luxemburgo cuando ella llama a “la vida política activa, libre, enérgica de las grandes masas populares”, a “la más amplia e ilimitada democracia” a “una vida intensamente activa de las masas en una libertad política ilimitada”. (...) Según Luxemburgo el poder leninista es “un gobierno de camarilla –una dictadura, es cierto, no la del proletariado, sino la de un puñado de políticos, es decir, una dictadura en el sentido burgués, en el sentido de la dominación jacobina” (...) en febrero se podría haber desembocado a un resultado diferente, más acorde con las aspiraciones de las masas”.
En resumen, “Crítica Social” detesta a Lenin, al Partido Bolchevique, a la Revolución de Octubre, a la dictadura del proletariado y fundamentalmente al concepto mismo de Partido. Apoya la Revolución de febrero 1917, que sería de acuerdo con “Crítica Social”, realmente democrática. En otras palabras, “¡Viva el gobierno democrático burgués de Kerensky!”. ¡Los socialdemócratas de “Crítica social” pretenden permanecer allí, al lado de Rosa Luxemburgo, haciendo de la reivindicación de la democracia el alfa y omega de la “emancipación de los trabajadores”! “Crítica social” cita larga y tendidamente, y especialmente a través de múltiples pequeños fragmentos, frases Rosa Luxemburgo tomadas fuera de su contexto para hacerle decir lo que ella nunca pensó. Se trata de una verdadera empresa de falsificación. Si Rosa realiza críticas a los bolcheviques (algunas de las cuales son compartidas por la CCI( [23][8])), ella se dirige, sin ninguna duda posible, a los camaradas a los que ella tiene el más grande respeto, y también admiración. Dejemos a Rosa Luxemburgo responder a “Crítica social”: “La democracia socialista (...) no es otra cosa que la dictadura del proletariado. ¡Perfectamente: dictadura! (...) Pero esta dictadura debe ser la obra de la clase y no de una pequeña minoría dirigente en nombre de la clase (...). Es ciertamente así como procederían los bolcheviques, si no sufrieran la terrible presión de la guerra mundial, de la ocupación alemana, de todas las enormes dificultades que se le asocian, que necesariamente deberían distorsionar toda política socialista animada por las mejores intenciones e inspirándose en los más bellos principios. (...) Sería exigir de Lenin y sus amigos una cosa sobrehumana pedirles una vez más, en tales condiciones, crear, por una especie de magia, la más bella de las democracias, la dictadura del proletariado más ejemplar y una economía socialista floreciente. Por su actitud resueltamente revolucionaria, su energía sin precedentes y su lealtad inquebrantable al socialismo internacional, ellos han hecho verdaderamente todo lo que era posible hacer en las condicione tan terriblemente difíciles”. Sí, existen en su texto La Revolución Rusa, críticas profundas a la política llevada a cabo por los bolcheviques, pero se trata de polémicas realizadas dentro del mismo campo revolucionario.
A los falsificadores socialdemócratas de “Crítica social” y otros “anti-bolcheviques”, les devolvemos, por tanto, estas palabras de la misma Rosa Luxemburgo: “Los bolcheviques ciertamente han cometido más de un error en su política y sin duda cometerán otros todavía –¡que se nos cite una revolución donde no se haya cometido ninguna falta!. La idea de una política revolucionario sin fallas, y sobre todo en esta situación sin precedentes, es tan absurda que es apenas digna de un maestro de escuela alemán” ( [24][9]).
En realidad, nuestros “maestros de escuela” que hacen la “crítica social” no entienden absolutamente nada de la visión proletaria y del combate internacionalista de Rosa Luxemburgo que ellos disfrutan tanto elogiar para distorsionar mejor la verdadera historia del movimiento obrero. Rosa Luxemburgo concibió a los bolcheviques y al proletariado de Rusia, a los Espartaquistas y al proletariado de Alemania, como eslabones de la cadena de la revolución mundial: “la situación fatal en la que los bolcheviques se encuentran hoy, así como y la mayor parte de sus faltas son ellas mismas la consecuencia del carácter fundamentalmente insoluble del problema al que les enfrentó el proletariado internacional y, especialmente, el proletariado alemán. Establecer una dictadura proletaria y lograr una transformación socialista en un solo país, rodeado por la hegemonía esclerotizada de la reacción imperialista y asaltado por una guerra mundial, la más sangrienta de la historia de la humanidad, es la cuadratura del círculo. (...) No hay más que una solución al drama que se ha desarrollado en Rusia : la insurrección cayendo sobre las espaldas del imperialismo alemán, el levantamiento de las masas alemanas que dé la señal de un final revolucionario internacional del genocidio. El rescate del honor de la revolución rusa coincide, en esta hora fatal, con el saludo del honor del proletariado alemán y del socialismo internacional” ( [25][10]).
Dejar a un grupo socialdemócrata, el lanzamiento de un libro de Rosa Luxemburgo, como lo hizo el “colectivo” Smolny, es participar en el trabajo de debilitamiento ideológico del Estado democrático burgués. Por lo tanto, durante la reunión pública del 15 de octubre en París, la CCI estuvo presente e intervino para denunciar la oposición fraudulenta entre Rosa Luxemburgo y Lenin, entre los espartaquistas y los bolcheviques, entre los marxistas “demócratas” y los marxistas “dictatoriales”. Nosotros denunciamos este método de falsificación de la historia como participando, fundamentalmente, a la misma campaña nauseabunda del Libro Negro del Comunismo. A este método, opusimos el de la CCI: tratar de extraer las lecciones de lo mejor del movimiento obrero, sin dogmatismo; comprender las fortalezas y debilidades de las diversas corrientes que constituyeron el movimiento revolucionario resituándolos en el contexto histórico de su época.
Eric Sevault, como representante del “colectivo” Smolny, quien estuvo presente en la mesa del Presídium de esta reunión, no hizo más que contorsiones durante todo el debate. Demostrando también su gran talento camaleónico, el siempre ha hecho, en el debate público, la gran negación de las diferencias, declarándose en acuerdo con la CCI, y también en acuerdo con “Crítica Social” que no está de acuerdo con los “leninistas” de la CCI. ¡Entiéndanlo quien pueda! Pero después de la reunión, él vino con nosotros para criticar, tras bambalinas, nuestro “sabotaje” de la reunión de presentación del libro y nuestro “falso proceso” a sus colaboradores de “Critica social”. Entendemos perfectamente su malestar.
Nuestro objetivo en este debate, es la clarificación política, la defensa del movimiento obrero y los combates de la izquierda marxista, revolucionaria, internacional e internacionalista (a la cual pertenecen Rosa Luxemburgo y Lenin), la denuncia de mistificaciones ideológicas burguesas, que son el terreno más fértil para las campañas de denigración de la Revolución rusa de octubre 1917 (con, el telón de fondo, por supuesto, de un refrito de la propaganda democrática burguesa en 1917, ¡que presentaba a los bolcheviques con un cuchillo entre los dientes!).
El objetivo de Eric Sevault es hacer que su casa editorial Smolny, sea reconocida lo más ampliamente posible por su trabajo de editor. Tenemos así, por un lado, el método y los principios intransigentes y desinteresados de la Izquierda Comunista; y por el otro, los compromisos de toda suerte, de alianzas de interés y el doble juego, propios de la actitud del pequeño tendero que se desliza en el espacio mercantil de la “publicación integral inédita” de las obras de Rosa Luxemburgo (como sobre otros textos de la Izquierda comunista) ¡para garantizar la publicidad y la prosperidad de sus fondos y su negocio!
CCI, 7 de noviembre de 2014
[1] Este tomo IV se compone esencialmente del Folleto de Junius, texto ya publicado muchas veces en francés y disponible gratuitamente en la página web www.marxists.org [26].
[2] Rosa Luxemburgo, La crisis de la socialdemocracia, edición, La Taupe, 1970, página 37.
[3] En Quiénes somos? (www.collectif-smolny.org/article.php3?id_article=37 [27]).
[4] Marc Chirik, ex militante de la Izquierda comunista, fue el principal miembro fundador de la CCI (véase Revista Internacional números 61 y 62).
[5] "Segunda Conferencia Internacional de los grupos de la Izquierda comunista" (Revista Internacional nº 16, 1er Trimestre 1979) disponible en nuestro sitio web en: http: //fr.internationalism.org/book/export/html/1380 [28].
[6] Un artículo de "Crítica Social" promueve, así, la mistificación de la ideología del "antifascismo" y la colaboración de clases del CCD, "Bajo el nombre de Federación comunista democrática, el Círculo participa en el "Frente común para la defensa de las libertades públicas" creado por iniciativa de Marceau Pivert, dirigente del ala izquierda de la SFIO. Este "Centro vinculación antifascista", a diferencia del "Frente Popular", que se formó más tarde, no incluye ni al PC ni al Partido radical, pero une a la SFIO, los grupos de extrema izquierda y varias otras organizaciones de izquierda".
[7] Aquí la mala fe (e ignorancia) está en su apogeo: el bolchevique Trotsky, camarada de Lenin, ¡sería el presidente del Soviet de Petrógrado!
[8] Léanse estos dos artículos en particular:
a) "1903-1904: el nacimiento del bolchevismo (III). La polémica entre Lenin y Rosa Luxemburgo" (Revista Internacional nº 118, del tercer trimestre de 2004), disponible en nuestro sitio web en: /revista-internacional/200510/172/el-nacimiento-del-bolchevismo-iii-la-polemica-entre-lenin-y-rosa-lu [29]
b) "Comprender la derrota de la Revolución rusa (Primera parte)" ( Revista Internacional nº 99, del Cuarto Trimestre de 1999), disponible en nuestro sitio web en: /revista-internacional/199912/1153/viii-la-comprension-de-la-derrota-de-la-revolucion-rusa-1-1918-la- [30]
[9] La tragedia rusa, septiembre de 1918.
[10] Idem.
Cabu, Charb, Tignous, Wolinski, estos cuatro nombres entre la veintena de muertos registrados en el balance de los asesinatos de Paris 7 y 9 de enero son un símbolo. Son a los que atacaron primero. ¿Y por qué razón? Porque representaban la inteligencia contra la estupidez, la razón contra el fanatismo, la rebeldía contra la sumisión, el coraje contra la cobardía[1], la simpatía contra el odio y esta cualidad específicamente humana: el humor y la risa contra el conformismo y la mediocridad bienpensante. Podríamos rechazar y combatir sus posiciones políticas (algunas de ellas eran perfectamente burguesas)[2]. Pero lo que machacaron, era justamente lo que mejor tenían. Esta masacre bárbara contra simples dibujantes o clientes inofensivos de un supermercado ha causado una inmensa emoción, no sólo en Francia sino en todo el mundo, y esto es normal. El uso que hoy hacen de esta emoción todos los representantes autorizados de la democracia burguesa no debe eclipsar el hecho de que la indignación, la ira y la tristeza profunda que se ha apoderado de millones de hombres y mujeres, y que les ha hecho salir de forma espontánea a la calle el 7 de enero, fue una reacción saludable y elemental en contra de este acto despreciable de la barbarie.
El terrorismo no ha surgido ayer[3]. La novedad es la forma que ha tomado y el hecho de que se ha desarrollado fuertemente desde mediado de la década de 1980 convirtiéndose en un fenómeno mundial sin precedentes. La serie de ataques indiscriminados que azotaron París en 1985-1986, y que, claramente, no eran obra de pequeños grupos aislados sino que llevaban la firma de un Estado, inauguró un nuevo período en la utilización del terrorismo que desde entonces ha tomado una extensión desconocida hasta la fecha causando un número creciente de víctimas.
Los ataques terroristas de fanáticos islamistas tampoco son algo nuevo. La historia de este comienzo de siglo lo testimonia regularmente, y con un grado mucho mayor que los ataques de París a principios de enero de 2015.
Los aviones kamikazes contra las Torres Gemelas de Nueva York el 11 de septiembre de 2001 abrieron una nueva era. Para nosotros está claro que los Servicios Secretos de Estados Unidos dejaron que sucediera e incluso favorecieron estos ataques que permitieron al poder imperialista estadounidense justificar y desencadenar la guerra en Afganistán e Irak, así como el ataque japonés contra la base naval de Pearl Harbor en diciembre de 1941, diseñado y querido por Roosevelt, había servido como pretexto para la entrada de EE.UU. en la Segunda Guerra Mundial[4]. Pero también está claro que los que pilotaron los aviones eran fanáticos totalmente delirantes que pensaban acceder al paraíso matando masivamente y sacrificando su propia vida.
Menos de tres años después de Nueva York, el 11 de marzo de 2004, Madrid fue el escenario de una masacre espantosa: bombas "islamistas" causaron 200 muertos y más de 1.500 heridos en la estación de Atocha[5]; los cuerpos estaban tan destrozados que no podían ser identificados más que por su ADN. Al año siguiente, el 7 de julio de 2005, fue Londres quien se vio atacada: cuatro explosiones también en el transporte público provocaron la muerte de 56 personas y 700 más fueron heridas. Rusia también ha sufrido varios ataques islamistas en la década de 2000, entre ellos el del 29 de marzo de 2010 que mató a 39 e hirió a 102. Y, por supuesto, los países periféricos no se han librado, a imagen de Irak desde la invasión de Estados Unidos en 2003 y como hemos podido verlo recientemente en Pakistán, en Peshawar, donde en diciembre pasado, 141 personas incluyendo 132 niños, murieron en una escuela.
Este último ataque, donde son los niños concretamente el blanco, demuestra, en todo su horror, la crueldad creciente de estos seguidores de la "yihad". Pero el ataque en París del 7 de enero, aunque es mucho menos mortal y atroz que el de Pakistán, expresa una nueva dimensión en la barbarie.
En todos los casos precedentes, aunque tan repugnantes como la masacre de civiles, incluso niños, había algo de "racionalidad": se trataba de tomar represalias o intentar presionar al Estado y sus fuerzas armadas. La masacre de Madrid de 2004 tenía como objetivo "castigar" a España por su participación en Irak junto a Estados Unidos. Lo mismo para los atentados de Londres en 2005. En el ataque en Peshawar, se trataba de presionar a los militares paquistaníes masacrando a sus hijos. Pero en el caso del atentado de París del 7 de enero, no hay el más mínimo "objetivo militar", ni siquiera aparente. Fueron asesinados los dibujantes de Charlie Hebdo y sus colegas para "vengar al profeta", del que este diario había publicado caricaturas. Y esto, no en un país devastado por la guerra o sometido al oscurantismo religioso, sino en la Francia "democrática, laica y republicana."
El odio y el nihilismo siempre son un factor clave en las actividades de los terroristas, especialmente de aquellos que deliberadamente sacrifican sus vidas para matar tan masivamente como sea posible. Pero este odio que convierte a los humanos en frías máquinas de matar, sin la menor consideración de los inocentes que asesinan, tiene como objetivo principal a estas otras "máquinas de matar" que son los Estados. Nada de esto se vio el 7 de enero en París: el odio oscurantista y el deseo fanático de venganza están aquí en estado puro. Su objetivo es el otro, el que no piensa como yo, y especialmente el que piensa porque yo he decidido no pensar más, es decir, dejar de ejercer esta facultad propia de la especie humana
Por esta razón la matanza del 7 de enero ha causado tanto impacto. En cierto modo, nos encontramos frente a lo impensable: ¿cómo cerebros humanos, incluso educados en países "civilizados", podían elaborar un proyecto tan bárbaro y absurdo que recuerda a los nazis más fanáticos quemando libros y exterminando judíos?
Y lo peor es lo que está por venir. La peor parte es que el acto extremo de los hermanos Kouachi, de Amedy Coulibaly y sus cómplices es sólo la punta de un iceberg de todo un movimiento que crece cada vez más en los barrios pobres, un movimiento que se explica cuando un cierto número de jóvenes expresa la idea de que "Charlie Hebdo se lo merecía por insultar al profeta" y que el asesinato de los dibujantes era algo "normal".
Esta es también una manifestación del avance de la barbarie, de la descomposición en el mismo riñon de nuestras sociedades "civilizadas". Esta inmersión de una parte de la juventud, y no sólo originaria de la inmigración, cuyo odio y el oscurantismo religioso es un síntoma, entre muchos otros, pero especialmente significativo de la crisis extrema, de la putrefacción de la sociedad capitalista.
Hoy en día, en todas partes (en Europa también y sobre todo en Francia), muchos jóvenes sin futuro, en un recorrido caótico, humillados por fracasos sucesivos, por la miseria cultural y social, se convierten en presa fácil para los reclutadores sin escrúpulos (a menudo en relación con los Estados o con expresiones políticas como Daesh) que atrapan en sus redes estos inadaptados y los transforman rápida y bruscamente, convirtiéndolos en potenciales asesinos a sueldo o carne de cañón para la "yihad". Con la falta de perspectiva propia en la crisis actual del capitalismo, una crisis económica, pero también social, moral y cultural, con la degradación de la sociedad que transpira la muerte y la destrucción por todos los poros, la vida de buen número de estos jóvenes se ha convertido a sus propios ojos sin utilidad y sin valor. A menudo toma muy rápidamente el matiz religioso de una sumisión ciega y fanática que inspira todo tipo de comportamientos irracionales y extremos, bárbaros, alimentados por un poderoso nihilismo suicida. El horror de la sociedad capitalista en decadencia, que ha fabricado en otros lugares niños soldados en masa (por ejemplo, en Uganda, Congo y Chad, especialmente desde principios de 1990) ahora genera en el corazón de Europa jóvenes psicópatas, asesinos profesionales a sangre fría, totalmente insensible y capaz de lo peor y sin ni siquiera esperar recompensa por ello. En resumen, esta sociedad capitalista en descomposición, abandonada a una dinámica enferma y bárbara, sólo puede conducir gradualmente a toda la humanidad al caos sangriento, la locura asesina y la muerte. Como lo muestra el terrorismo, esta sociedad está fabricando en masa personas totalmente desesperadas, humilladas y capaces de las peores atrocidades; estos terroristas son producidos a imagen y semejanza de esta sociedad. Si existen tales "monstruos" se debe a que la sociedad capitalista se ha convertido en "monstruosa". Y si todos los jóvenes que se ven afectados por esta deriva oscurantista y nihilista no se inscriben en la "Jihad", el hecho de que muchos de ellos consideran como "héroes" o "justicieros" a los que han dado este paso, constituye una prueba de que se extiende cada vez más la desesperación y el horror que emana de esta sociedad en putrefacción.
Pero la barbarie del mundo capitalista actual no sólo se expresa en estos actos terroristas y la simpatía que reúnen en una parte de la juventud. También se expresa en la recuperación vil que la burguesía está haciendo de estos dramas.
Al momento de escribir este artículo, el mundo capitalista, encabezado por los principales líderes "democráticos", está a punto de completar una de las operaciones más sórdidas cuyo secreto posee. En París, el domingo 11 de enero, se han dado cita para una gran manifestación en la calle, en torno al presidente Hollande y a todos los líderes políticos del país, de todos los colores, Angela Merkel, David Cameron, los Jefes de Gobierno de España, Italia y muchos otros países europeos, pero también el rey de Jordania, Mahmoud Abbas, el presidente de la Autoridad Palestina, y Benjamin Netanyahu, Primer Ministro de Israel[6].
Mientras cientos de miles de personas salieron espontáneamente a la calle en la noche del 7 de enero, los políticos, empezando por Francois Hollande y los medios de comunicación franceses comenzaban su campaña: "La libertad de prensa y la democracia son las que están amenazadas", "hay que movilizar y unirse para defender los valores de nuestra república”. Cada vez más, en las manifestaciones que siguieron a las del 7 de enero, escuchamos el himno nacional francés, "La Marsellesa", cuyo estribillo dice "Que una sangre impura inunde nuestros surcos!". "Unidad Nacional", "defensa de la democracia", estos son los mensajes que la clase dominante quiere meter en las cabezas, es decir las consignas que justificaron el adoctrinamiento y la masacre de decenas de millones de trabajadores en las dos guerras mundiales del siglo XX. Hollande lo dijo en su primer discurso: enviando al ejército a África, especialmente a Malí, Francia ya ha comenzado la lucha contra el terrorismo (tal como Bush explicó que la intervención militar de Estados Unidos en 2003 Irak tenía el mismo propósito). Los intereses imperialistas de la burguesía francesa, obviamente, ¡no tienen nada que ver con estas intervenciones!
¡Pobres Cabu, Charb, Tignous, Wolinski! Fanáticos islamistas los han matado una primera vez. Tenían que ser asesinados por segunda vez por estos representantes y "fans" de la "democracia" burguesa, todos estos jefes de Estado y gobierno de un sistema mundial en descomposición que es el principal responsable de la barbarie que invade la sociedad humana: el capitalismo. Los líderes políticos que no dudan en utilizar ellos mismos el terrorismo, los asesinatos, las represalias contra la población civil cuando se trata de defender los intereses de este sistema y su clase dominante, la burguesía.
El fin de la barbarie expresada en la matanza de París en enero 2015, no podrá de ningún modo surgir de las acciones de aquellos que son los principales partidarios y garantes del sistema económico que genera esta barbarie. La barbarie solo podrá acabarse como resultado de la destrucción de este sistema por parte del proletariado mundial, es decir, por la clase que produce de manera asociada la mayor parte de la riqueza de la sociedad, y su sustitución por una comunidad humana verdaderamente universal que no se base en la ganancia, la competencia y la explotación del hombre por el hombre, sino en la abolición de estos vestigios de la prehistoria humana. Una sociedad basada en "una asociación en que el libre desarrollo de cada uno será la condición del libre desarrollo de todos"[7], la sociedad comunista.
Révolution Internationale, órgano de la CCI en Francia (11/01/2014)
[1] Desde hace años, estos dibujantes reciben regularmente amenazas de muerte.
[2] Wolinski, el sesentayochista ¿no colaboró entonces para "L’Huma" durante varios años? Él mismo también escribió: "Hicimos mayo de 68 para no convertirnos en lo que nos hemos convertido".
[3] En el siglo XIX, pequeñas minorías se rebelaron contra el estado recurriendo al terrorismo como los populistas en Rusia y algunos anarquistas en Francia o España. Estas acciones violentas estériles siempre han sido utilizadas por la burguesía contra el movimiento obrero para justificar la represión y "leyes inicuas".
[4] Ver /revista-internacional/200510/222/en-nueva-york-como-por-todas-partes-el-capitalismo-siembra-la-muert [31] y /revista-internacional/200510/233/pearl-harbor-1941-torres-gemelas-2001-el-maquiavelismo-de-la-burgue [32]
[6] El llamamiento a esta Unión Nacional es unánime por parte de los sindicatos y los partidos políticos (solamente el Frente Nacional no estará presente) pero igualmente de los medios de comunicación. Incluso el periódico deportivo L’Equipe ha llamado a la manifestación
[7] Manifiesto Comunista https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/48-manif.htm [15]
Compañeros:
La nefasta "ley Pulpin" o del Empleo Juvenil es un paso más en la política del Estado y la burguesía para descargar sobre los lomos de los trabajadores la caída de las ganancias y la recesión de la economía. Con los paquetazos "reactivadores" soltados por Humala y
la pandilla congresal, se nos quiere hacer pagar los platos rotos de la crisis mundial del capitalismo que estalló en 2008 y cuyas olas ya azotan con fuerza al Perú y otros países sudamericanos (Brasil, Chile, Argentina, Venezuela).
Y como ya ha ocurrido en EEUU, Europa, Japón o China la fórmula que aplican es la misma: atacar las condiciones de vida de los trabajadores, facilitando despidos masivos, congelando los salarios, aumentando la intensidad de la explotación, horas extras no pagadas y ,ahora, la contratación de mano de obra joven y barata.
Pero no crean que esta ofensiva recién haya comenzado. Viene de todos los gobiernos pasados. En este gobierno comenzó en 2012 atacando a los profesores con la Ley Magisterial a lo que se respondió con un mes de huelga, al final vendida por el SUTEP-Patria Roja. Siguió la "Reforma de la salud”, en contra médicos y enfermeras y la nueva Ley universitaria contra los estudiantes. Hoy, con la crisis económica apretando fuerte, el Estado le rebaja los impuestos a las ganancias de los capitalistas (¡670,000 empresas beneficiadas!) y de la mano con los congresistas aprueban leyes que facilitan todavía más los despidos. Como vemos la ofensiva anti obrera marcha a todo vapor y debemos salir a las calles para enfrentarla.
Ya lo dijimos líneas arriba, las leyes contra los trabajadores sólo se explican en el marco de la crisis del capitalismo mundial. El Capital es un sistema en decadencia hace ya un siglo y, desde los ochentas, ha ingresado a su fase terminal de descomposición cuyas peores manifestaciones podemos ver hoy: pandillaje, barras bravas, narcotráfico; el aumento de asaltos y el sicariato; el terrorismo político o religioso, el desastre medioambiental, las
matanzas masivas(los 43 estudiantes masacrados en México[1]), las guerras imperialistas (Siria, Irak, Ucrania), la corrupción generalizada. El capitalismo, en su fase de Descomposición
representa el reinado absoluto de la amoralidad cuyo peso ideológico contamina a la clase obrera. Pero los trabajadores somos los únicos que podemos darle vuelta a esta situación con moral de lucha y solidaridad de clase.
A ti que hoy estás luchando de forma compañera te decimos que el "trabajo digno" o el "no quiero ser explotado" es un imposible dentro del Capitalismo por la sencilla razón que todo trabajo por un sueldo o salario es explotación y toda explotación es indigna. Porque el trabajo asalariado significa la extracción de ganancias a favor de los empresarios; porque el capitalista es un vampiro que chupa la sangre, el sudor de los trabajadores. En este
sistema nuestro trabajo ha sido convertido en una miserable mercancía más, que se compra y vende en el mercado al precio y gusto de los capitalistas. Los trabajadores (jóvenes o no) estamos pues obligados, forzados a entregar 8,10 o más horas de trabajo por la
necesidad. ¿Eso como se llama?: esclavitud asalariada.
Ojo: cuando decimos capitalistas o empresarios no sólo nos referimos a los dueños de las grandes empresas y fábricas agrupadas en CONFIEP o ADEX sino a las empresas de propiedad
estatal que no son del pueblo como nos dicen y todas las demás MYPES, tiendas, galerías (gamarra), talleres, fabricas, services: tiendas, galerías (Gamarra), talleres, restaurants, oficinas, imprentas, panaderías, colegios, clínicas y un largo etc. ¡Donde hay un empresario
y trabajadores a su servicio hay explotación!
Esta "Ley Pulpin" es una forma de engordar al empresario con tu trabajo y derechos recortados al máximo pero a la vez busca domesticarte en la disciplina de la esclavitud asalariada, de irte
metiendo en la cabeza que trabajar para otro ,ser explotado es "normal". El "todos debemos trabajar" es parte del moralismo y el sentido común inculcados en los cerebros de la gente por la burguesía y su Estado desde la escuela. Y cuando los trabajadores sufrimos el rigor de la explotación y rompemos esa "normalidad" con huelgas o movilizaciones pues ahí corren presurosos el Estado y la democracia con sus gerentes de turno (Fujimori, García, Toledo o
Humala y los que vendrán) a soltar los perros de la represión, a meter palo, bala y cárcel contra los "revoltosos".
El estado y los capitalistas juegan a mantenernos divididos (jóvenes vs "viejos", obreros vs profesionales, mameluco vs corbata). Debemos romper con el localismo, con el aislamiento y el luchar cada uno por su lado. Tenemos que articularnos y coordinar nuestras luchas con la de otros compañeros que también están peleando como nosotros. Las
recientes huelgas en Antamina, SERPOST, ESSALUD, Banco de la Nación etc. ¿acaso no son también luchas nuestras? ¿No lo son también las recientes movilizaciones en EEUU, Bélgica o Italia contra las medidas de austeridad y el desempleo? ¡Claro que sí. Porque los trabajadores somos una clase mundial, nuestra lucha trasciende las fronteras, es internacional.
Debemos movilizarnos pero también debemos reunirnos, conocernos, hablar entre nosotros, discutir y debatir las medidas de lucha entre todos, sin dejarle las riendas a una camarilla que decida a nuestras espaldas. Formemos asambleas de lucha donde reflexionemos y hagamos un balance de las jornadas y decidamos las medidas a ejecutar, asambleas abiertas a todos los explotados.
Obreros, estudiantes, jubilados, desempleados, ambulantes, todos tenemos algo que decir y aportar a la lucha.
Compañeros: comencemos a forjar la unidad de los explotados rompiendo las divisiones y hagamos retrocederá este sistema inhumano. Tomemos conciencia de una vez por todas que pertenecemos al proletariado, al ejército de esclavos obligados a vender nuestra fuerza de trabajo. No somos maquinas de trabajo, “capital humano” como les gusta decir a los economistas a sueldo de la burguesía.
¡NO!... ¡somos una clase histórica que lleva tras de sí 150 años de luchas y que es portadora de un proyecto de liberación para toda la humanidad explotada! La cual es la comunidad humana mundial.
Tomemos la continuidad de los que nos antecedieron y luchemos también por una sociedad diferente organizada por los trabajadores del mundo entero, en la que ya no exista explotación ni clases sociales ni fronteras y donde la socialización a escala mundial de la producción y las necesidades primen a la humanidad y donde el trabajo sea una actividad humana en beneficio de todos.
El capitalismo es hoy un sistema decadente y en profundo proceso de descomposición que nos está llevando a la barbarie generalizada, al desastre ambiental y acelerar la extinción de nuestra propia especie. Organicémonos desde hoy y unamos nuestra lucha con los trabajadores del mundo para acabar con este orden de sufrimiento y miseria.
¡Revolución mundial o destrucción de la humanidad!
Proletarios de todos los países ¡uníos!
Internacionalismo Perú, enero 2015
Sección de la Corriente Comunista Internacional
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Para todo contacto, suscripción, etc., escribid a Internacionalismoperu@yahoo.com [38]
"A los grandes revolucionarios en vida, las clases de los opresores les recompensan con persecuciones incesantes, acogen su doctrina con la furia más salvaje, con el odio más feroz, con las campañas más estruendosas de mentiras y calumnias. Después de su muerte, tratan de hacerlos íconos inofensivos, de canonizarlos por así decirlo, de rodear su nombre con una cierta aureola con el fin de "consolar" a las clases oprimidas y de mistificarlas; de esta manera, vacían su doctrina revolucionaria de su contenido, la degradan y le matan el filo revolucionario. Es con esta forma de "acomodar" al marxismo que se reúnen hoy en día la burguesía y los oportunistas del movimiento obrero" (Lenin, El Estado y la Revolución, 1917) ( [42][1]).
El 15 de enero de 1919, Rosa Luxemburg fue asesinada, con su compañero de combate Karl Liebknecht, por los cuerpos francos. Esta soldadesca estaba entonces bajo las órdenes del Ministro Noske, miembro del SPD (la social democracia alemana) quien declara “¡se necesita un perro sanguinario, yo voy a ser ese!”. Son los socialistas en el poder, a la cabeza del Estado democrático, los que orquestaron la sangrienta represión de la insurrección obrera en Berlín y asesinaron a una de las más grandes figuras del movimiento obrero internacional.
Este atroz asesinato había sido preparado durante mucho tiempo por una serie de calumnias en contra de Rosa Luxemburg. “Rosa la roja”, “Rosa la incendiaria” ([2]), “Rosa la sanguinaria”, “Rosa, la agente del zarismo”… durante su vida no se salvó de ningún ataque calumnioso contra su persona, para culminar en los llamados al pogromo de finales de 1918 y principios de 1919, especialmente durante la “semana sangrienta” en Berlín.
Pero apenas unos meses después de su asesinato, la burguesía y los oportunistas del movimiento obrero comenzaron a hacer de ella un ícono inofensivo, a fin de canonizarla, de vaciar su doctrina revolucionaria de su contenido, devaluarla y matarle el filo revolucionario. Rosa Luxemburg no debía quedar como la militante intransigente y ejemplar que fue; debía morir una segunda vez, desnaturalizada en una especie de demócrata pacifista y feminista. Este es el verdadero objetivo, durante décadas, del trabajo de “remembranza” que pretende “rehabilitar” (es decir apropiarse) a esta gran combatiente de la revolución.
En la década de 1930, por ejemplo en Francia, se desarrolló toda una corriente en torno a Lucien Laurat, corriente que cedió siempre más netamente a los cantos de sirenas de la democracia para afirmar que, desde el principio de la “revolución bolchevique”, “el gusano Lenin” estaba en el “fruto” del proyecto revolucionario. Esta ideología hacía lógicamente la apología del ejército republicano en la guerra de España 1936-39, saludando a los logros del alistamiento de los trabajadores en la segunda masacre mundial so pretexto de lucha contra el fascismo. Será capaz de apoyar al POUM en España y a los trotskistas en su ¡"heroísmo" nacional como miembros de la resistencia! Esta propaganda democrática nauseabunda fue llevada a su paroxismo más particularmente después de la II Guerra Mundial por personas como René Lefeuvre, fundador de las ediciones Spartacus. Éste, en una colección de textos de Rosa Luxemburg ( [43][3]), con un prefacio puramente ideológico y un título prefabricado: El Marxismo contra la dictadura (¡un título que jamás fue utilizado por Rosa Luxemburg!), presentaba en 1946 a esta combatiente de la revolución como radicalmente hostil al bolchevismo, lo que no es sino una mentira grosera. En la introducción de la recopilación, hasta escribió esto: “todos los grandes teóricos marxistas de renombre internacional: Kart Kautsky, Émile Vandervelde, Rodolphe Hilferding, Karl Renner, Georges Plekhanov –y los que se nos pueden pasar– denunciaban al igual que Rosa Luxemburg, la doctrina totalitaria de Lenin como absolutamente contraria a los principios del marxismo."
Estalin momifica a Lenin y desnaturaliza su pensamiento en un dogma aterrador. Rosa Luxemburg, la "sanguinaria", ¡aquí se convierte en una especie de santo apóstol de la democracia! La contrarrevolución estalinista generó rápidamente, debido a sus miasmas, estas dos nuevas ideologías putrefactas y complementarias: la carnada “luxemburguismo” por un lado y el anzuelo “marxismo-leninismo” por el otro. Se trata en realidad de las dos caras de una misma moneda, o mejor dicho, de las dos mordazas de una misma trampa: rechazar a los bolcheviques “con el cuchillo entre los dientes” y glorificar la figura ofrecida de Rosa “pacifista”, como se admira a esos leones “salvajes” hollywoodenses, mutilados, sin colmillos ni garras.
En 1974, en la Alemania del campo democrático (la RFA), los sellos postales ¡incluso fueron impresos con la efigie de Rosa Luxemburg!
Después del derrumbe del bloque del Este y la desaparición de la URSS, esta vasta campaña ideológica fue exhumada y se amplificó para poder alimentar la pretendida “muerte del comunismo”, decretada con celo cuando cayó el muro de Berlín. La ideología oficial prosigue aquí la mentira más grande de la historia equiparando fraudulentamente al comunismo con el estalinismo. Se trata de un arma ideológica particularmente eficaz en manos de la clase dominante. Puesto que si desde 1990 el proletariado tiene tantas dificultades para reconocerse como una fuerza social, para desarrollar su conciencia y su organización, es precisamente porque está separado de su pasado, porque perdió su identidad, porque ya no sabe de dónde viene, quién es y a dónde puede ir. Si el comunismo es el estalinismo, este horror que finalmente quebró, ¿por qué pelear entonces? ¿Por qué estudiar la historia del movimiento obrero si éste habría llevado al desastre estalinista? ¡Es esta lógica y este veneno los que la burguesía hace entrar en los cráneos! Y la presentación de Rosa como “pacifista, republicana y enemiga de Lenin”, este “pro-dictador del proletariado”, este “padre espiritual de Estalin”, es uno de los capítulos negros de esta vil propaganda. ¡Quienes participan en ésta, de manera consciente o no, están luchando contra la clase trabajadora!
Hoy los blogs, los foros (como por ejemplo Libcom en Gran Bretaña donde hubo declaraciones viscosas respecto a Rosa Luxemburg), en librerías y kioscos, en todas partes de Europa y del mundo, una nueva campaña nauseabunda resurge para de nuevo distorsionar la imagen de la militante Rosa Luxemburg. Por eso es que en programas de televisión, Rosa Luxemburg ha aparecido recientemente bajo los únicos términos de una “mujer” y “pacifista”. El muy reconocido y estimado diario Le Monde publicó un artículo en septiembre de 2013, realizado por un cierto Jean-Marc Daniel, profesor del ESCP Europa, con el muy sugestivo título: “Rosa Luxemburg, marxista pacifista”. Esta combinación de las palabras “marxista” y “pacifista” puede dejar sin aliento: ¡el “verdadero marxista” es para la clase dominante el que abdica ante la guerra de clases, que renuncia a la insurrección y al derrocamiento del capitalismo!
Muchos libros se publican actualmente hasta en la literatura para niños, donde Rosa Luxemburg es presentada de nuevo como una feroz opositora de los bolcheviques y del “dictador” Lenin (ver artículo en este mismo sitio). Igualmente, conferencias y debates se organizan por todas partes, como así fue recientemente en París bajo la batuta de los historiadores demócratas “luxemburguistas” del grupo “Crítica social”. ¡Incluso con las artes, el premio MAIF 2014 de la escultura recompensó a Nicolas Milhé por su proyecto "Rosa Luxemburg"¡. Una verdadera ovación para Rosa... siempre y cuando se la oponga a sus compañeros de combate, a los bolcheviques, a la Revolución rusa y a la revolución simplemente. La recuperación de Rosa Luxemburg para transformarla en “ícono inofensivo” es una vasta empresa de intoxicación ideológica. Su objetivo es inocular la idea de que el proletariado debe luchar para... construir no la sociedad comunista mundial, sino una sociedad “más democrática” inspirándose en la obra despreciada de Rosa Luxemburg falsamente presentada como una enemiga de los bolcheviques. Después de la odiosa propaganda del Libro negro del comunismo, ahora es en parte este discurso el que se enseña muy oficialmente y en serio en los programas escolares ( [44][4]).
Hoy, el reto para la burguesía es convencer a los elementos más críticos y recalcitrantes, que no hay otro futuro que la defensa de la democracia burguesa. ¡Pero detrás de esa desnaturalización, también hay en la campaña de recuperación de Rosa Luxemburg por los “demócratas” de todas las fronteras, otro objetivo perseguido –y no confesado!–: el de desacreditar –“demonizándolas” una vez más– las verdaderas posiciones de las organizaciones revolucionarias.
Olga, 7 de noviembre de 2014
[1] Esta cita magistral de Lenin también es válida para el destino que la burguesía reservó a Jean Jaurès. Lea nuestro artículo en Révolution Internationale, no 448, p.8.
[2] “Pétroleuse”: así fue como ya en 1871 la burguesía llamó a las mujeres de la Comuna de Paris, entre ellas a Louise Michel.
[3] "Problemas de la organización socialista" (1904), "Masas y jefes" (o "Esperanzas frustradas" - 1903), "Libertad de crítica y de ciencia" (1899).
[4] Véase en nuestro sitio Internet el artículo “La falsificación de la historia en los programas escolares [45]".
Links
[1] https://www.marxists.org/espanol/luxem/11Larevolucionrusa_0.pdf
[2] https://www.crif.org/fr/alireavoiraecouter/rosa-luxemburg-non-aux-fronti%C3%A8res-par-anne-blanchard/52393
[3] https://es.internationalism.org/en/tag/personalidades/rosa-luxemburgo
[4] https://es.internationalism.org/content/4021/la-cci-atacada-por-une-nueva-oficina-del-estado-burgues
[5] https://es.internationalism.org/node/2182
[6] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200207/3276/documentos-de-la-vida-de-la-cci-el-combate-por-la-defensa-de-los-p
[7] https://es.internationalism.org/en/tag/20/655/giic
[8] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/223/la-descomposicion-fase-ultima-de-la-decadencia-del-capitalismo
[9] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201410/4046/militarismo-y-descomposicion
[10] https://es.internationalism.org/en/tag/geografia/oriente-medio
[11] https://es.internationalism.org/en/tag/vida-de-la-cci/cartas-de-los-lectores
[12] https://es.internationalism.org/en/tag/6/657/nacionalismo
[13] https://es.internationalism.org/en/tag/6/658/medicina
[14] https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1930s/mivida/
[15] https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/48-manif.htm
[16] https://www.marxists.org/espanol/luxem/02LacrisissocialistaenFrancia_0.pdf
[17] https://es.internationalism.org/booktree/968
[18] https://www.marxists.org/espanol/m-e/1844/intro-hegel.htm
[19] https://es.internationalism.org/cci-online/201405/4027/inicios-de-la-sangria
[20] https://es.internationalism.org/en/tag/20/659/jean-jaures
[21] https://es.internationalism.org/en/tag/desarrollo-de-la-conciencia-y-la-organizacion-proletaria/segunda-internacional
[22] https://fr.internationalism.org/revolution-internationale/201411/9150/editions-smolny-participent-a-recuperation-democratique-rosa-l#sdfootnote7sym
[23] https://fr.internationalism.org/revolution-internationale/201411/9150/editions-smolny-participent-a-recuperation-democratique-rosa-l#sdfootnote8sym
[24] https://fr.internationalism.org/revolution-internationale/201411/9150/editions-smolny-participent-a-recuperation-democratique-rosa-l#sdfootnote9sym
[25] https://fr.internationalism.org/revolution-internationale/201411/9150/editions-smolny-participent-a-recuperation-democratique-rosa-l#sdfootnote10sym
[26] https://www.marxists.org
[27] http://www.collectif-smolny.org/article.php3?id_article=37
[28] https://fr.internationalism.org/book/export/html/1380
[29] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/172/el-nacimiento-del-bolchevismo-iii-la-polemica-entre-lenin-y-rosa-lu
[30] https://es.internationalism.org/revista-internacional/199912/1153/viii-la-comprension-de-la-derrota-de-la-revolucion-rusa-1-1918-la-
[31] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/222/en-nueva-york-como-por-todas-partes-el-capitalismo-siembra-la-muert
[32] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/233/pearl-harbor-1941-torres-gemelas-2001-el-maquiavelismo-de-la-burgue
[33] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/164/atentados-de-madrid-el-capitalismo-siembra-la-muerte
[34] https://es.internationalism.org/en/tag/20/653/cabu
[35] https://es.internationalism.org/en/tag/20/654/wolinski
[36] https://es.internationalism.org/en/tag/6/652/charlie-hebdo
[37] https://es.internationalism.org/
[38] mailto:Internacionalismoperu@yahoo.com
[39] https://es.internationalism.org/cci-online/201410/4052/el-verdadero-rostro-del-capitalismo-putrefacto
[40] https://es.internationalism.org/en/tag/4/400/peru
[41] https://es.internationalism.org/en/tag/20/656/pulpin
[42] https://www.microsofttranslator.com/bv.aspx?from=fr&to=es&a=http%3A%2F%2Ffr.internationalism.org%2Frevolution-internationale%2F201411%2F9152%2Frosa-luxemburg-appartient-a-revolution-proletarienne-pas-aux-s%23sdfootnote1sym
[43] https://www.microsofttranslator.com/bv.aspx?from=fr&to=es&a=http%3A%2F%2Ffr.internationalism.org%2Frevolution-internationale%2F201411%2F9152%2Frosa-luxemburg-appartient-a-revolution-proletarienne-pas-aux-s%23sdfootnote2sym
[44] https://www.microsofttranslator.com/bv.aspx?from=fr&to=es&a=http%3A%2F%2Ffr.internationalism.org%2Frevolution-internationale%2F201411%2F9152%2Frosa-luxemburg-appartient-a-revolution-proletarienne-pas-aux-s%23sdfootnote3sym
[45] https://www.microsofttranslator.com/bv.aspx?from=fr&to=es&a=http%3A%2F%2Ffr.internationalism.org%2Ficconline%2F201409%2F9138%2Ffalsification-lhistoire-programmes-scolaires
[46] https://es.internationalism.org/en/tag/corrientes-politicas-y-referencias/izquierda-comunista