Attachment | Size |
---|---|
![]() | 188.18 KB |
El grupo portugués “Combate” se formó en 1974 durante el curso del resurgimiento de luchas obreras en Portugal, después de la caída de la dictadura de Caetano. La aparición de “Combate” -al igual que la de otros grupos en otros países- fue un signo del despertar general del movimiento obrero después de 50 años de contrarrevolución, de un renacimiento que no ha cesado de afirmarse desde 1968. Durante y después de mayo del 68 en Francia, surgieron muchos grupos que parecían prometer, poder contribuir a la generalización de las lecciones que el proletariado ha adquirido con tanta dificultad desde que la ola revolucionaria de los años 1917-23 fue sumergida por la contrarrevolución ascendente.
El renacimiento actual de la lucha de clase internacional es el producto del profundizamiento de la crisis mundial del capitalismo, crisis provocada por el fin de la reconstrucción de postguerra. La crisis planteó también las condiciones sociales y políticas previas al surgimiento de grupos que intentan situar su actividad del lado de la clase obrera, contra las mistificaciones del ala izquierda del capital y de los que la sostienen ideológicamente (trotskistas, maoístas, populistas, anarquistas, etc.) Cuando salió “Combate” por primera vez, no fue solo como una brisa fresca que emanaba de las luchas de los obreros portugueses; prometía mucho más. Efectivamente “Combate” fue el único grupo en Portugal -aparte de las sectas anarquistas y consejistas, paralizadas de manera crónica- que se agrupó sobre ciertas posiciones revolucionarias. “Combate” atacaba de frente las mistificaciones del M.F.A. (Movimiento de las Fuerzas Armadas portuguesas) al igual que el aparato sindical y de la izquierda de la burguesía. El grupo defendía las luchas autónomas de los obreros portugueses y se proclamaba firmemente internacionalista. En el clima repugnante del triunfalismo creado por el carnaval izquierdista en Portugal, de abril del 74 a noviembre del 75, la posición de “Combate” dejaba aparecer una llama de esperanza. Era como si, en el corazón mismo de la “Revolución Portuguesa”, de la “Revolución de los Claveles”, esa misma “revolución” que atacaba despiadadamente las luchas obreras, como las de la T.A.P., TIMEX, Correos, etc. una voz proletaria se hubiera de pronto escuchado.
En el Nº5 de WORLD REVOLUTION -publicación de la CCI en Inglaterra- habíamos escrito: “Lo que aparece es que la debilidad principal de “Combate” es su falta de claridad sobre la organización, combinada con cierto localismo. Sus artículos parecen defender una oposición abstracta a los “partidos” en vez de considerar la política reaccionaria de los partidos izquierdistas como una manifestación de su naturaleza capitalista. Esta actitud se relaciona, por parte de “Combate”, con el hecho que no ve la necesidad de organizarse de manera coherente y centralizada alrededor de una plataforma definida. Los artículos revelan también cierta tendencia a considerar la crisis actual en Portugal como un fenómeno portugués en vez de considerarlo como una manifestación de la crisis mundial del capitalismo; es más: aparece que tienen una conciencia limitada del hecho que los problemas que encuentra la clase obrera en Portugal solo pueden ser resueltos a nivel internacional.”
(WORLD REVOLUTION Nº5 “¿Qué Consejos Obreros?”)
Lo que decíamos se vio confirmado por la evolución ulterior de “Combate”. Los camaradas de la CCI han visitado y han discutido varias veces con “Combate” desde el verano del 75. Pero, desgraciadamente, estas discusiones fraternales no han hecho más que evidenciar una propensión, por parte de “Combate” hacia el localismo, el estancamiento teórico y el eclecticismo. En la situación portuguesa, que requiere por parte de los revolucionarios ideas particularmente claras, estas características negativas condujeron rápidamente a la aparición de una distancia que se fue agrandando entre las actividades de “Combate” y las necesidades de la clase obrera.
Los límites de “Combate” existían en su seno desde el principio, pero se convirtieron en freno real al desarrollo del grupo cuando empezó a teorizarlos. Cuando la lucha de clase en Portugal entró en su fase de calma temporal (durante y después del verano del 75), “Combate” empezó claramente retroceder. Probablemente desamparado por la retirada temporal del proletariado después de los acontecimientos de noviembre, “Combate” empezó a mostrar una tendencia neta hacia la defensa de la ideología “autogestionaria” e incluso la defensa de las luchas populistas y marginales. Esto vino acompañado, paralelamente, por parte de “Combate” de una indiferencia y una abstención casi completa frente a problemas políticos más generales que se le estaban planteando al proletariado portugués -y mundial- durante esos últimos meses. En respuesta a las recientes elecciones en Portugal, “Combate” publicó un título en primera página que proclamaba: “No a Otelo, No a Eanes, por una democracia directa” Con esas trivialidades, adornadas con un editorial en el cual la “Democracia Directa” se veía transformada en “Democracia obrera”, “Combate” se puso luego a sumergir sus lectores en un mar de artículos elogiando el “control obrero” y campesino de las empresas portuguesas” (“Combate”, Nº 43, Junio-Julio de 1976, artículos: “Cemento armado : una cooperativa de trabajadores y de habitantes, “Semprocil: una experiencia de control obrero”). La evolución de “Combate” no es ni accidental ni excepcional. Muestra el peso inmenso que la contrarrevolución le impone todavía a las fuerzas revolucionarias que surgen, un peso tan grande que llega a abreviar fácilmente el desarrollo positivo de un grupo, sobre todo en una situación en la cual el grupo no tiene ninguna continuidad teórica ni orgánica con el movimiento obrero del pasado. Es por esto que la evolución de “Combate” es importante: porque ayuda a los revolucionarios a evaluar las dificultades que encuentra hoy la clase obrera en su búsqueda permanente de claridad y de comprensión más profundas.
Las tareas que trató de cumplir “Combate” en la lucha de la clase portuguesa, no han sido nunca definidas claramente.” “Combate” comenzó en 1974, como una especie de “Colectivo autogestionario” centrado en una librería de Lisboa. Esta librería abría sus puertas, por turnos, a los obreros en lucha, y a los “grupos revolucionarios autónomos” como lugar para reunirse. Les prestaban también sus locales a las empresas autogestionadas -que son una característica corriente en la industria ligera portuguesa desde 1974- como depósito para sus mercancías. Respondiéndole a la carta de un lector, “Combate” afirmaba en uno de sus números, que la razón de ser del periódico era la de contribuir a la “autoorganización y la autodirección de la clase, ayudando a crear las condiciones que favorecen y aceleran esta autoorganización”. (Combate” Nº29). Aunque esta formulación es justa en sí, la tarea de “ayudar” a los trabajadores se concebía a menudo de una manera académica, en el sentido de una “desmitificación” de la ideología capitalista de Estado defendida por una supuesta clase “tecnócrata” que según “Combate” se apoderará de la sociedad, (una noción probablemente tomada de los escritos de James Burnham o de Paul Cardan). Por otra parte, “Combate” veía como tarea suya el intervenir en las “comisiones obreras” que aparecieron durante las luchas obreras en Portugal, para “unificarlas”. Estas comisiones se han convertido ahora, con el retroceso de la lucha de clase, en vehículos de la ideología autogestionaria en el proletariado.
A esta labor de “desmitificación” ideológica y de “unificación práctica” de la clase en Portugal, se sumaba un llamado, débil e incoherente, hacia el internacionalismo. Pero “Combate” solo comprendía este llamado en términos de “solidaridad internacional” de los trabajadores de todos los otros países - preferentemente aquellos que estaban viviendo igualmente experiencias “autogestionarias”- con los obreros de Portugal. “Combate” se desinteresaba completamente del combate por la creación de una organización internacional definida políticamente por la defensa de las posiciones de clase en el seno de la lucha de clase internacional. Aparentemente, la creación de un cuerpo de comunistas agrupados alrededor de una plataforma con un marco internacional claro, basada sobre las lecciones del pasado y del presente, sacadas de las luchas de la clase, era algo demasiado “teórico” para “Combate”. “Combate” insistía sin cesar sobre el hecho de que no era “ni leninista ni anarquista”, como si el problema de la organización revolucionaria pudiera resumirse en términos tan simplistas. Sin embargo “Combate” estaba siempre listo a emprender trabajos “comunes” con cualquiera, incluso con estalinistas, con tal de que existiera un vago denominador común de confusión entre los participantes. Un manifiesto publicado por “Combate” admitía cándidamente esta clase de frentismo:
“Todo nuestro trabajo tiene como único punto de referencia las posiciones prácticas defendidas en las luchas obreras. Y solo tiene como objetivo el contribuir a la unificación de las diferentes luchas en la lucha general de las masas proletarias y otros trabajadores. No somos un partido y no nos proponemos constituir un partido basado sobre el trabajo relacionado a nuestro periódico. Elementos y grupos colaboran con este trabajo, que sean de cualquier partido o sin partido, a condición de que desarrollen posiciones revolucionarias prácticas en las luchas obreras”. (Manifiesto de “Combate”).
Lo que significa exactamente “desarrollar posiciones revolucionarias prácticas” no está explicitado, pero sospechamos que se trata del caballo de Troya de la autogestión. Es así como, para “Combate”, todo el problema de la organización revolucionaria no es más que un vago “proyecto” arraigado en el localismo y sostenido por concepciones autogestionarias, un esfuerzo que combina a la vez las características anarquistas e izquierdistas. La labor de organizar y de “fomentar” luchas de clase, como luchas en el ejército y en la marina es una labor claramente establecida para “Combate”, como lo demuestra el extracto siguiente:
“Este periódico tiene como fin el ser un agente activo en el enlace de las diferentes luchas particulares, popularizando estas luchas y las experiencias organizativas que resultaron de ellas y acelerando de esta manera el desarrollo de las luchas obreras generalizadas. Es a partir de estas luchas y del desarrollo de la lucha generalizada que toda la elaboración de este periódico será fundada, y tendrá como resultado la profundización de las posiciones que tomamos. Este periódico es el primer eje de nuestro trabajo”.
Notemos ya que “Combate” basa la existencia de su periódico sobre contingencias, a saber, la existencia de “diferentes luchas particulares” sobre la cual “toda su elaboración, será fundada”. Al escribir esto “Combate” anuncia pues su propia desaparición al primer retroceso de las luchas, lo cual supone, o bien que ignora totalmente la manera en que se desarrolla la lucha proletaria, con sus explosiones, sus retrocesos y sus surgimientos bruscos, o bien que rehúsa toda actividad a partir del momento en que la clase retrocede momentáneamente. En ambos casos, se trata de una actitud irresponsable: efectivamente, hay que tener falta de responsabilidad para proponerse influenciar el movimiento tan fundamental para el destino de la humanidad como lo es el movimiento proletario, sin conocer sus rudimentos o previendo desertarlo apenas conozca el menor revés. Pero veamos la continuación de la cita:
“Íntimamente ligada al periódico existe la labor de suscitar la organización de asambleas de masa entre los trabajadores, los soldados y los marinos, o de trabajadores con soldados y marinos implicados en luchas específicas. Sabemos que es una labor difícil que requiere más que la simple preparación de las numerosas condiciones materiales como la defensa contra la represión de la burguesía. Pero no puede haber desarrollo y generalización de nuestra lucha sin la realización de asambleas de masa de obreros teniendo experiencias de luchas particulares y diferentes. Es este el segundo eje de nuestro trabajo…” (Ibid).
Aunque sea verdad que un grupo revolucionario interviene y práctica en las luchas de la clase obrera, sobre todo cuando el proletariado entero entra en un nuevo período de combatividad como hoy, la organización revolucionaria no prepara (y, en este terreno, no puede hacerlo) “las condiciones materiales” para la lucha revolucionaria de la clase (la creación de enlaces a gran escala entre los trabajadores en lucha, el lanzamiento de acciones de clase contra la represión de la burguesía y su Estado, etc.). Abundando en su primer papel de organización de asistencia social ofreciéndole sus servicios a la clase obrera, “Combate” se atribuyó, en idea, el papel de mayordomo de la revolución. ¡Una transformación equivalente a la del obscuro Clark Kent en Superman![1]
Las minorías revolucionarias del proletariado defienden la meta final general del movimiento proletario: el Comunismo. Su labor no es la de “organizar”, “unificar”, o “fomentar” luchas del proletariado. Es solamente la clase en su conjunto quién puede armar sus propios batallones, prepararlos en la lucha para el asalto final contra el bastión del poder burgués, el Estado, puesto que solamente el proletariado revolucionario en su conjunto quien puede convertirse en la clase dominante de la sociedad, y no una minoría de líderes y de “tácticos auto - designados”. Las concepciones de “Combate” sobre su propia función no son solamente desproporcionadas, por el hecho que no se basan sobre una definición clara de los principios políticos de la organización revolucionaria y de las responsabilidades de los militantes de esta, sino que llegan igualmente y en fin de cuentas a dejar el enemigo de clase participar en los “proyectos revolucionarios prácticos”. Los estalinistas, los populistas del COPCON, de la variedad PRP, los trotskistas aislados, etc., todos, según “Combate”, tienen su grano que aportar, por poco que se inclinen ante los misterios del “control obrero” y de la “autogestión”. Su contribución sería seguramente aprobada por “Combate” si añadieran frases resueltas contra la creación de “partidos políticos” puesto que, para “Combate” esta creación significa automáticamente “leninismo”. Claro, partiendo de tal concepción, no hay ninguna razón para que Otelo[2] no pueda tener también su contribución a aportar a título individual a los esfuerzos de “Combate”.
La experiencia portuguesa, después de otras, nos ha demostrado que detrás de la etiqueta “apartidaria” se agrupan a menudo batallones ligeros y francotiradores del Capital. Estos, en vez de enfrentar abiertamente el movimiento de la clase, intentan al contrario adular sus titubeos con el fin de desviarlo. Cuando los obreros comienzan a sublevarse contra los partidos burgueses, los “apartidarios” tratan de dirigirlos contra todos los partidos incluso organizaciones que la clase ha hecho surgir históricamente en su esfuerzo de toma de conciencia. Incapaz de hacer desaparecer la desconfianza que sus partidos y mistificaciones clásicas le inspiran a la clase obrera, el capital trata de extender esta desconfianza hasta las organizaciones revolucionarias que defienden el programa histórico del proletariado con el fin de despojarlo de sus instrumentos fundamentales de lucha y de su autonomía de clase.
En Portugal como en otras partes en donde la burguesía se encuentra sin aliento, esta frase secular “nada de partidos políticos” expresa de hecho los intereses del aparato de Estado en sus tentativas de sumergir la autonomía de la lucha de clase bajo la hegemonía “apolítica” del capitalismo de Estado portugués.
Para explicar los acontecimientos portugueses, “Combate” escribió: “la situación inaguantable de la burguesía portuguesa en sus colonias, la incapacidad de vencer militarmente el pueblo de las colonias fue uno de los factores que han vuelto de lo más urgente para la burguesía el “cambio” de su política y la ha conducido a buscar en la paz militar, soluciones políticas y económicas neo – colonialistas”.
La multiplicidad de las huelgas y de las luchas que los obreros portugueses han emprendido le han mostrado a la burguesía que el aparato represivo del régimen Caetano estaba ya completamente inadaptado para tratar de contener y de reprimir esas huelgas. La burguesía quería entonces permitir el “derecho de huelga”, al mismo tiempo que ponía a la cabeza del aparato sindical elementos reaccionarios opuestos a la práctica de la huelga.
“Las clases y las capas explotadoras necesitaban también adaptar el aparato de Estado a la resolución de los graves problemas económicos que se acumulaban sin que el gobierno de Caetano sea capaz de encontrar una solución cualquiera. La inflación, la necesidad de intensificar el desarrollo industrial, las relaciones con el Mercado Común, la emigración, todo pedía una reorganización urgente y a gran escala del aparato de Estado” (Manifiesto de “Combate”, p 1).
Como se puede ver aquí, las explicaciones de “Combate” al golpe de Estado de Abril del 74, no superaba el marco estrecho del localismo. Una visión del golpe de Estado estrictamente circunscrita al contexto portugués: inflación galopante, necesidad de integrar la economía portuguesa más completamente en el Mercado Común, la ola ascendente de luchas de clase en Portugal... todos estos son aspectos de la realidad del Capital portugués como parte del sistema capitalista internacional. La crisis portuguesa fue, en otros términos, una expresión, un momento de la crisis mundial del capitalismo que marcó el fin del “boom” de la post - guerra. Sin embargo, Combate consideró la lucha de clase en Portugal como un fenómeno esencialmente portugués. Era como si el mundo entero girará alrededor de Portugal y alrededor del proletariado portugués. La fuerte afluencia de izquierdistas a Portugal le dio cuerpo a esta ilusión y contribuyó a la atmósfera de euforia engendrada por “la revolución de los claveles”. De la misma manera que Chile bajo Allende se había convertido en un gran laboratorio para las diversas experiencias izquierdistas de “socialismo”, Portugal se vio transformado en un centro vital de mistificaciones izquierdistas. Pero por el hecho que, contrariamente a Chile, Portugal pertenece a Europa occidental, constituye un terreno aún más propicio para el izquierdismo. Como eslabón importante en el dispositivo de la OTAN y como nación sólidamente integrada a la economía europea, Portugal se ha vuelto un verdadero El Dorado para los empresarios izquierdistas.
En un país relativamente atrasado, en donde el movimiento obrero ha sufrido una atomización inmensa en el curso de los cincuenta últimos años, en donde una tradición política revolucionaria fuerte y coherente no ha existido jamás, el surgimiento de luchas de clase importantes estaba predestinado a darle a los revolucionarios en ese país una falsa impresión de triunfo, sobre todo si su entusiasmo no era temperado por una comprensión rigurosa de la lucha de clases internacional y de sus perspectivas. Este optimismo institucionalizado, este triunfalismo ingenuo tenía que ir de par, a nivel práctico, con una actividad inmediatista y prejuicios localistas frente a las implicaciones del desarrollo de la crisis internacional del capitalismo y de la lucha del proletariado.
En enero de 1976, un miembro de “Combate” escribía: “yo diría que la lucha de clases en Portugal es ideal y pura: los productores se encuentran en lucha contra los expropiadores, una lucha casi sin mediación institucional, integrada al aparato de explotación”. El autor continúa hablando del nuevo régimen portugués como de un “estado capitalista degenerado”, degenerado sin duda por una clase obrera con “una gran conciencia y una gran capacidad política” (Joao Bernardo, “Portugal, economía y política de la clase dominante”. Londres 1976 p. 2)
Para el localista, el mundo entero gira alrededor de él y de sus pequeños “proyectos”. El localismo solo tiene una visión de la lucha proletaria “día a día”. Se pierde cuando trata de generalizar tales experiencias a un nivel más global. Por ello, el nacionalismo es siempre algo inherente al localismo en sus perspectivas, puesto que este último es incapaz de apreciar el peso y el significado de la situación inmediata en relación con los problemas y los acontecimientos de orden más general. Los localistas solo encuentran nuevos “alimentos” en su medio ambiente inmediato y de origen, en una discusión individual con un trabajador, una carta de una empresa autogestionada vecina o en los “dicen que” de la vida cotidiana. El tener cierta “presencia física” en las “luchas cotidianas” de los obreros les da a los localistas una opinión exagerada de sí mismos que les incita a asumir su papel de interprete de las aspiraciones y de la conciencia locales del proletariado. Si la lucha se profundiza, los localistas (que tienen tendencia a volverse super - activistas en tales condiciones) conocen su día de gloria: hinchan la amplitud de la lucha olvidando todo sentido de proporción, se llenan de un entusiasmo sin reflexión y hacen predicciones mesiánicas. Pero cuando la lucha retrocede, el localista se queda varado, sintiéndose “traicionado” por la lucha de clase. El pesimismo, la “teorización” académica del aislamiento individual o bien la adhesión cínica a los puntos de vista del izquierdismo son las consecuencias que esto acarrea. En resumen, la estabilidad política de los localistas es siempre ínfima y no tiene ningún valor positivo para la lucha proletaria.
Para “Combate” también el optimismo fundado sobre un análisis superficial de los acontecimientos locales se desvaneció para ser reemplazado por el pesimismo, cuando la lucha de clase en Portugal emprendió un periodo de retroceso. A principios de 1976, “Combate” comenzó a hacer un balance de su trabajo internacional.
“ Notamos que para los grupos que afirman defender la lucha autónoma de los obreros y que escriben algunas veces a “Combate”, existe casi siempre en una sola preocupación: la discusión de los conceptos teóricos en general, de manera idealista e independiente de las experiencias reales de las luchas proletarias, con el fin, por encima de todo, no de hacer propaganda por las nuevas formas de organización social que el proletariado en lucha ha creado, sino de hacerle publicidad a su propio grupo político que consideran como el depositario de recetas teóricas sin las cuales el proletariado no se puede salvar. Cuando estos grupos publican textos de “Combate”, son casi siempre editoriales. Los grupos que publican en el extranjero los textos de trabajadores o las entrevistas con una cantidad mínima y es esta la parte que nosotros consideramos más importante para conocer el estado de la organización, las formas de lucha y la conciencia de los obreros portugueses, a fin de desarrollar esas formas de lucha internacionalmente. Casi dos años de correspondencia nos han convencido del hecho que esas organizaciones confunden el mundo gigantesco de la lucha de clase con el mundo microscópico de las luchas de organización” (En “Internacionalismo, la lucha comunista y la organización política”. ” Suplemento a “Combate”, nº36)
Prefiriendo los telescopios a los microscopios, “Combate” nos explica lo que quiere decir con “mundo gigantesco de la lucha de clase”:
“Desde el principio de nuestro periódico, hemos tratado de hacer que los grupos y los camaradas de otros países que tienen una práctica análoga unan sus fuerzas para establecer relaciones entre los trabajadores. (Un ejemplo: muy reciente, los obreros de TIMEX dijeron que era muy difícil entrar en contacto con los obreros de esta multinacional en otros países, porque no pueden hablar por teléfono con los obreros sino con los patrones que boicotearon tales contactos). ¿No sería más fácil que los grupos que tratan de dinamizar las luchas de los trabajadores trabajarán con vistas a hacer estos contactos posibles?” (ibid.)
Pobre proletariado, su mundo gigantesco es tan amplio que necesita el dinamismo de grupos como Combate para atravesar espacios tan vastos. ¿Cómo podrían unificarse las luchas si esta no tuviera una red de comunicaciones correcta establecida para ella por las hadas tan listas que son las “organizaciones revolucionarias” trabajando horas extras para marcar bien los números de teléfono? pero “Combate”, no quiere ser considerado simplemente como una central telefónica cómoda; su papel de mayordomo revolucionario no puede limitarse a esto y, en algún lugar le debe quedar sitio para la teoría:
“Nosotros no queremos decir que no consideremos la discusión de problemas teóricos como importante, o que estos no puedan ser ampliados por las diferentes prácticas de lucha en los diferentes países. Pero en nuestra comprensión de esto, la plataforma para la unidad del proletariado revolucionario está inscrita en las formas de organización que se han desarrollado con las luchas autónomas y en la conciencia que es producto de ellas, y no en un sistema ideológico cualquiera particular, relacionado con disputas teóricas. Para nosotros, es más importante contribuir a las formas concretas de lucha que han hecho estallar las fronteras y que han permitido a los trabajadores el establecer relaciones directas en la lucha común contra el capitalismo” (ibid.)
Desgraciadamente, para “Combate” la “teoría” es tributaria de una relación mecánica puramente inmediata y subordinada a las “formas concretas de lucha” fragmentarias de la época actual, sin que ninguna consideración le sea atribuida al aspecto histórico de la conciencia de clase, ligada, como lo es, a toda la experiencia del proletariado internacional, adquirida después de más de 130 años de luchas.
Esta confusión de “Combate” es el resultado de una incoherencia total en cuanto a las metas comunistas de la clase obrera, el papel del partido y de los órganos de masa proletarios: los consejos obreros. “Combate” no logra comprender el periodo actual de decadencia del capitalismo, la imposibilidad de conquistar mejoras duraderas, la naturaleza reaccionaria de los partidos izquierdistas (reaccionarios no porque se “limitan” a la autogestión, sino por su defensa del capitalismo durante los 50 últimos años de contrarrevolución) y que implica verdaderamente el internacionalismo para la clase obrera. En resumen, “Combate”, so pretexto de rechazar lo que considera como simples “disputas teóricas” manifiesta una indiferencia prácticamente total con respecto a la claridad en el seno de la lucha revolucionaria de la clase y en cuanto a la necesidad de una plataforma coherente en la lucha de clase. La conciencia de clase es un elemento histórico en la lucha del proletariado no renace cada día de la nada engendrada por cada acción fragmentaria de individuos de la clase obrera. Del mismo modo, el internacionalismo no es un intercambio ad hoc, hecho según el azar, de “experiencias concretas” de tales o cuales individuos o sectas que actúan con una concepción implícitamente federalista del estilo “les ayudaré si me ayudan”. Tales “experiencias concretas” no hacen estallar ninguna frontera, si no es en la cabeza de los elementos que las adoran beatamente.
De hecho, detrás de esta actitud de prosternación ante cada una de las luchas “concretas” y de desprecio ante las experiencias pasadas, detrás de esa visión endulzada del internacionalismo, reside una visión estrecha y mezquina del proletariado. Éste deja de ser un ser social que tiene una unidad histórica y geográfica para convertirse en simple suma y yuxtaposición de obreros o de empresas cuyo movimiento histórico hacia el comunismo se reduce a una acumulación cotidiana de “experiencias prácticas”, de “nuevas formas de organización” que prefigurarían las relaciones sociales de esta sociedad. Se llegó entonces, de una manera insensible y no confesada, a la visión gradualista que cree que el comunismo se puede construir por etapas, en el seno del capitalismo, mientras que el Estado burgués sigue ejerciendo su tutela sobre el conjunto de la vida social.
Una aberración tal es parecida a la teoría de Berstein, con la diferencia que se le han añadido adornitos agradables como la autogestión y otras baratijas ideológicas de los últimos 50 años de contrarrevolución, como la defensa de las luchas marginales, la defensa de los “pueblos oprimidos”, etc. La idea del “socialismo en un solo país” generalizada por el estalinismo no es ajena a esta teorización confusa. Así es que “Combate” afirma que “las formas sociales comunistas pueden ser creadas durante un momento en ciertos casos particulares, sin que la sociedad entera haya llegado a ellas ni haya transformado las simples formas sociales en organización económica comunista real. (ibid.) “Combate” no parece haber notado el papel que ha jugado la ideología autogestionaria en la lucha de clase en Portugal, en la ayuda a la salvación de la producción capitalista. Al contrario, “la autogestión”, las “formas comunistas” de gestión de firmas capitalistas son presentadas por “Combate” como la “solidaridad de los obreros” en la lucha. Las recetas titistas, Benbelistas[3] cocinadas a la manera no doctrinaria típicamente de “Combate” quieren evitar sembrar la confusión en las luchas obreras con el mundo “microscópico” de la lucha entre las organizaciones, y, simplemente ahogan la lucha de clase en el pantano macroscópico de la contrarrevolución. Cuando “Combate” reclama la “autonomía” para las masas, de hecho, su llamado no tiene nada que ver con las masas; es simplemente la petición de “Combate” para que se le permita continuar deformando el significado del comunismo, con su manera tan práctica, tan concreta, tan apocalíptica y tan “autónoma”. Es una defensa de la autonomía organizativa que pide que se le dispense de la búsqueda de la crítica principal de las organizaciones comunistas que reconocen la importancia absolutamente vital de la clarificación y de la ausencia de confusión en la lucha de clase.
El destino de “Combate” es el de un grupo que trata de situarse sobre el terreno de la lucha de la clase obrera, pero que no han logrado ver que esto implica la ruptura con todo el fango ideológico del capitalismo decadente. Ningún grupo puede hoy quedarse en el “no man’s land” entre las posiciones izquierdistas, “consejistas” vagas y las posiciones comunistas del proletariado. En último análisis, una frontera de clase para las unas de las otras. Para “Combate” evolucionar positivamente hubiera consistido en comprender la necesidad de un reagrupamiento internacional de revolucionarios en el seno de una organización que defienda las posiciones de clase clarificadas por la lucha histórica del proletariado internacional. Esto no se produjo (y quizás, a causa de la confusión engendrada por la “revolución de los claveles” era imposible que esto se produjera).
A partir de cierto punto, la evolución de “Combate” se volvió negativa y el grupo se convirtió en portavoz de numerosas mistificaciones izquierdistas, pretendiendo al mismo tiempo ser “el reportero” de las actividades de los obreros. Las preocupaciones favoritas habituales de la política libertaria se han puesto cada vez más de moda en las páginas de “Combate”, con artículos sobre el aborto, reproducciones de publicaciones extranjeras como las de “International Socialism” en Inglaterra, sobre los problemas de mujeres, o bien artículos sobre los problemas raciales, reproducidos sin críticas de “Race Today”, etc. Los problemas esenciales a los cuales está confrontada la lucha proletaria tienen cada vez menos espacio en “Combate”. La necesidad del internacionalismo en la lucha de clase, por ejemplo, “Combate” lo enfoca de manera ambigua, con semi verdades y truismos sobre el tema, que solo tienen a esquivar toda responsabilidad organizativa frente a este aspecto fundamental de la lucha de clase obrera. “Combate”, al igual que muchas corrientes confusas, puedes estar de acuerdo sobre casi todos los puntos con un grupo comunista siempre que el acuerdo pueda ser dado sin convicción y no implique ninguna consecuencia política. ¿Como no ver que esto representa la puerta abierta al oportunismo invertebrado?
Las limitaciones objetivas de hoy encuentran su origen en el desconcierto, la desmoralización y la confusión reinante sobre dos generaciones del proletariado mundial que han sufrido los peores golpes de la contrarrevolución. Mientras que el nivel de la lucha de clase que se eleva actualmente plantea las condiciones necesarias para la formación de los grupos revolucionarios, este periodo está todavía infectado por las aberraciones ideológicas y los vestigios del período precedente. Hoy, si los grupos que surgen no arraigan sólidamente su actividad en un marco internacional coherente, tarde o temprano emprenderán el camino de la descomposición teórica y práctica. Marx decía que las ideas de las generaciones muertas pesan como una pesadilla en los cerebros de los vivos. La evolución negativa de “Combate” ilustra esta verdad de manera evidente.
Portugal y España representan hoy ejemplos específicos de la difícil situación en que se encuentran los revolucionarios. El atraso político y económico de estos dos países débiles de Europa ha acarreado el hecho de que el proletariado de estos países ha tenido tendencia a propulsarse en la arena política desde el principio de la crisis económica. Para desviar las luchas del proletariado, las fuerzas izquierdistas aparecieron también en España y Portugal, anunciándole al mundo entero que el proletariado se tenía que ahogar en todo el “pueblo revolucionario”. Las tentativas del izquierdismo para diluir la clase obrera en el frente común del “pueblo” le abren así las puertas a toda una mistificación que la izquierda utiliza para arrastrar al proletariado tras las necesidades del capital nacional.
Gracias a los izquierdistas, toda una mitología ha tomado cuerpo a propósito de la “Revolución portuguesa” de 1974 en Portugal. Los mismos sucederá mañana en España. En Lisboa y en Porto, los izquierdistas pregonarán la necesidad de “defender” la supuesta “revolución”, mientras que al mismo tiempo se empeñan en desviar sistemáticamente las luchas autónomas de los obreros hacia callejones sin salida, como la “independencia nacional “o la “autogestión obrera”. Toda la campaña Indignante, a favor de los “comités populares”, “la democracia popular”, “la democracia de base”, los “consejos obreros” (¡), las “inter empresas”, todas esas mentiras lamentables fueron utilizadas a fondo por los izquierdistas en Portugal. En Portugal era prácticamente imposible nadar contra esa corriente de mentiras, de confusión y de falsas esperanzas engendradas de manera histérica por el izquierdismo. Al principio, “Combate” parecía capaz de hacerlo. Pero el error de “Combate” fue el considerar que el auge de las luchas de clase en Portugal era el signo precursor inmediato para una transformación social total en Portugal. No llegó a comprender que la lucha de los obreros portugueses era un eslabón en la cadena internacional de la lucha de clase y que, lo que prometía el proletariado portugués debía ser considerado como lecciones que se adquieren en la lucha de hoy y que culminarán en la lucha revolucionaria del proletariado internacional en los años venideros.
Sin embargo, “Combate” sobreestimó los acontecimientos de Portugal, y, más tarde, comprobó que era incapaz de formular un análisis comunista serio de lo que sucedía. Ponía en primer plano la autogestión y las luchas “cotidianas” de la clase obrera en Portugal. Existía evidentemente un auge muy fuerte de la combatividad en Portugal que exigía la intervención de un grupo revolucionario al máximo de sus posibilidades. Pero esta intervención solo podía ser sistemática y aportar sus frutos, fundándose sobre una concepción internacional clara de la lucha de clases global.
Ingenuamente, “Combate” no reconoció la necesidad de tal clarificación. Creía que la claridad política surgiría espontáneamente de las luchas “cotidianas” de la clase obrera portuguesa. Por ello, para “Combate”, no había ninguna necesidad fundamental de relacionarse con grupos fuera de Portugal. Lo único que afirmaba era una vaga noción de “internacionalismo”, que, a lo máximo, equivalía a un sentimiento vago de solidaridad moral con sectores dispersos de la clase. Su defensa de “lazos” permanentes entre los trabajadores se reducía el miedo de que los trabajadores mismos fueran incapaces de establecer una solidaridad de clase durante un auge revolucionario, y, de hecho, no era nada menos que una defensa de las ideas de autogestión, elevadas a un nivel “internacional”. En apariencia, diferentes sectores de la clase, unidos por “lazos” permanentes, podrían luchar mejor para obtener reformas. Pero tal lucha es hoy Imposible, en un mundo asediado por la crisis histórica del capitalismo. Para los revolucionarios, preconizar “lazos” o “relaciones” basados sobre ilusiones reformistas del proletariado, es sembrar confusión y bajar el nivel de conciencia de clase surgido durante las duras batallas de la clase tales y como las que se desarrollaron en Portugal en 1974 y 1975.
La descomposición de “Combate” es una pérdida para el movimiento revolucionario de hoy. Es una pérdida cuando se piensa en lo que “Combate” y grupos similares hubieran podido dar si hubieran evolucionado positivamente. Pero en su estado actual, ese tipo de grupo funciona como una barrera para el desarrollo de la conciencia del proletariado: se convierten en obstáculos a la cohesión organizativa y al reagrupamiento sobre la base de los principios revolucionarios.
A partir de ese momento, en ausencia de un enderezamiento cuya posibilidad se aleja cada vez más a medida que se hunden en sus propios errores y, sobre todo, que los teorizan, tales grupos no pueden resistir mucho tiempo a la terrible contradicción a la cual se ven sometidos, entre sus propios principios revolucionarios de origen y la terrible presión de la ideología burguesa que dejaron penetrar en su seno al negarse a dar a esos principios una base clara y coherente fundada sobre las necesidades de la experiencia histórica de la clase. La alternativa que se plantea ante ellos es simple: - o bien resuelven la contradicción atravesando el Rubicón y se pasan al terreno capitalista con el abandono de principios que les estorban cada vez más, o bien, más sencillamente, desaparecen dislocados por esta contradicción. Es probablemente esto lo que le va a suceder a “Combate”, cuya desaparición, como hemos visto, está ya inscrita en filigrana en la plataforma sobre la cual basaron su existencia. Si un grupo así no logra - como es muy probable- volver a subir la corriente de la confusión, es esta, en fin, de cuentas, la única evolución que responde a la necesidad vital de posiciones comunistas claras en el movimiento obrero.
NODENS
[1] Nota de la publicación presente (2021): en la película Superman el personaje de vida “normal” que repentinamente se transforma en héroe se llama Clark Kent.
[2] Nota de la publicación presente (2021): Otelo Saraiva de Carvalho es un militar izquierdista de tendencia maoísta que trató de desviar las luchas proletarias en Portugal (1974-75) hacia un terreno de capitalismo de estado extremo: nacionalizaciones, apoyo al bloque ruso. Fue apadrinado por el régimen cubano: en una visita a La Habana “el 26 de julio de 1975, Saraiva de Carvalho será homenajeado por Fidel Castro en persona. El presidente cubano consideraba al carismático líder militar "un héroe de la revolución portuguesa contra el fascismo, el imperialismo y la reacción", y así se lo hizo constar en su presencia. Asimismo, el auditorio cubano, enfervorizado, coreó: "Cuba, Portugal, unidos vencerán", pues estaban convencidos de que en el pequeño país ibérico triunfaría una revolución” (Wikipedia).
[3] Nota de la publicación presente (2021): el artículo habla de “titismo” y “benbelismo”, ideologías de izquierda del capital entonces de moda. Tito (1892-1980) fue dictador de la Yugoslavia “comunista” donde disfrazó el capitalismo de estado extremo propio del estalinismo con una fachada de “autogestión”. Ben Bella (1916-2012) fue el primer dirigente de la Argelia “liberada” de la dominación francesa y el impulsor del régimen de partido único del FLN (Frente de Liberación Nacional) que desde entonces gobierna el país con mano de hierro. Para hacer tragar esta dominación capitalista basada en el partido único y en la nacionalización extrema de la economía, Ben Bella la adornó con “propuestas de autogestión”. En 1965 fue derrocado por el ejército.
Attachment | Size |
---|---|
![]() | 275.47 KB |
En los números 4 y 6 de la Revista Internacional publicamos una primera serie de artículos de “Bilan” (Balance) que empieza con la caída del régimen de Primo de Rivera y de la monarquía y que acaba con los acontecimientos de 1936[1]. En esos artículos-análisis, “Bilan” se esforzaba en demostrar que la caída de la monarquía era resultado de su anacronismo; que el monárquico era un sistema absolutamente inadecuado para enfrentarse a las dificultades del capitalismo español de entonces; dificultades que eran una expresión más de la crisis general del capitalismo mundial y que, por tanto, para analizar la situación en España, para comprender su evolución, había que partir de ese contexto histórico. El planteamiento de la Izquierda Comunista, con la Fracción Italiana a su cabeza, se oponía radicalmente al de Trotski y al de otros grupos, productos de la degeneración de la I.C. Estos basaban sus análisis sobre todo en las particularidades de España, lo que los llevaba a toda clase de aberraciones; concretamente, a ver en el advenimiento de la República el triunfo de una especie de Revolución democrático-burguesa “progresista” que finiquitaba con el antiguo “orden feudal” español. Claro que “Bilan” no ignoraba el atraso del capitalismo español; al contrario, insistía sobre este hecho, pero rechazaba enérgicamente lo absurdo que era decir que dicho retraso feudal engendraría una revolución democrático-burguesa y todo lo que eso implica. De manera general, “Bilan” rechazó categóricamente toda idea de revolución democrático-burguesa en el período histórico presente de declive del capitalismo, en el que la única alternativa que se presenta a la sociedad es la de: Revolución proletaria o guerra imperialista, socialismo o barbarie (decadencia del capitalismo).
Esos grupos de izquierda, aunque en su mayoría no se referían a una “revolución antifeudal”, se empeñaban en ver en los acontecimientos de España un movimiento que fortalecería continuamente a la clase obrera y obligaría a la burguesía a recular. Así fue como interpretaron el reforzamiento de la República y el de los partidos de “izquierda” que estaban en ella. El desarrollo de la “democracia” era comprendido como la manifestación del avance del proletariado, como el reforzamiento de sus posiciones de clase. El afianzamiento del Estado “democrático” y de su aparato, a pesar de su carácter muy represivo, era percibido como una manifestación de la debilidad de la burguesía, sinónimo a la vez de reforzamiento del proletariado y condición de su avance posterior.
La interpretación de “Bilan” era diametralmente opuesta. “Bilan” veía en esa República democrática la implantación de una estructura estatal mejor adaptada para desviar a la clase obrera de su terreno de clase, desmovilizarla políticamente e incluso aplastarla físicamente. En efecto, el capitalismo mundial -del que el español era parte integrante- iba avanzando a toda prisa hacia la única salida de su crisis mundial: la guerra imperialista.
Por otra parte, el capitalismo había logrado dominar y detener totalmente la única alternativa a la guerra capaz de obstaculizar su desencadenamiento: la lucha de clase del proletariado. A causa de las múltiples derrotas sufridas, del triunfo en algunos países del estalinismo, del fascismo, del hitlerismo, de los frentes populares, la clase obrera de los principales países se encontraba profundamente desmoralizada e impotente.
Tan solo en la zona ibérica el proletariado conservaba aún un enorme potencial de combatividad que se había hecho insoportable para el capitalismo; y éste, no sólo tenía que aplastarlo, sino que además debía utilizar la feroz sangría de los obreros españoles para crear el ambiente necesario para que los proletarios de todos los países del mundo se “adhieran” a la matanza imperialista.
Este es el significado y la obra de la República democrática y del triunfo del Frente Popular en España. Tal diferencia en el análisis y en las perspectivas aislaba cada día más a la Fracción Italiana de los demás grupos que sobrevivieron a la degeneración de la IC. Los esfuerzos de “Bilan”, sus apasionadas advertencias contra los peligros y la catástrofe inminente que se estaba preparando para el proletariado en España quedaban sin eco; y “Bilan” sólo podía mirar con tristeza la ceguera de esos grupos, los graduales errores que los harían víctimas y cómplices de la matanza llamada “anti-fascista” que iba a desencadenarse por toda España.
El desarrollo de los acontecimientos no tardará en confirmar la definitiva involución de esos grupos. Ninguno de ellos tendrá la fuerza necesaria para evitar ser engullido por el engranaje de la guerra imperialista, puesta en marcha por el levantamiento del ejército bajo el mando de Franco. La magnífica y espontánea respuesta del proletariado que, mientras se mantuvo en su terreno de clase, acabó rápidamente con el ejército en los principales centros obreros, pronto quedó disuelta por una maniobra envolvente del Estado Republicano. Todas las fuerzas políticas organizadas que actúan en el seno de la clase y a la vez contra ella: PC, PS, anarquistas, sindicatos UGT y CNT, se emplearán a fondo para arrancar de las manos de los obreros la victoria obtenida contra el ejército; transformando esta victoria de clase en una defensa de la democracia, del Estado republicano y del orden capitalista. Los límites de clase serán difuminados, las fronteras de clase eclipsadas. La lucha de clases -proletariado contra capitalismo- será sustituida por la lucha contra el fascismo, cuya única alternativa es la democracia, la “Unión de todas las fuerzas democráticas” -plataforma clásica de la dominación capitalista-. Es el “ensayo general” de lo que va a servir perfectamente de Plataforma, banderín de enganche y de mistificación para la movilización en la II Guerra Mundial imperialista: democracia contra fascismo.
Así se cerraba la argolla, confirmando trágicamente la tesis de “Bilan” sobre la naturaleza y la función de la democracia en general y en España en particular: la democracia, lejos de ser un signo de afianzamiento del proletariado y lejos de constituir un trampolín para nuevas conquistas de la clase obrera, como pretendían los diferentes grupos de izquierda, era al contrario el signo de su desbandada y la condición de nuevas derrotas, que la llevarían finalmente a la guerra imperialista. Tales acontecimientos no sólo confirmaban la tesis de “Bilan” sino que esta tesis revolucionaria le permitió permanecer fiel a sí mismo; es decir, fiel a los principios revolucionarios de la clase, y no dejarse arrastrar en el cenagal nauseabundo de la guerra imperialista “antifascista”. Y esto es un gran mérito y un honor para todo grupo que se declara revolucionario.
Muy distinta era la situación de la mayoría de los demás grupos de izquierda e incluso comunistas. Tal es el caso, sin hablar de gentuza como los socialistas de izquierda estilo Pivert y compañía, del conjunto de los grupos de la oposición trotskista, del POUM, de los sindicatos revolucionarios e incluso de grupos como la Unión Comunista en Francia y el Grupo Internacionalista de Bélgica, que se hundieron miserablemente en el lodazal antifascista de la guerra en España.
Unos con entusiasmo y otros a regañadientes y heridos en su fuero interno, todos estaban atrapados en la red antifascista tejida por sus propias manos, y entre cuyos hilos se debatían de manera lamentable. Los grupos más radicales, que solían denunciar al Frente Popular y la participación en el Gobierno republicano, pensaban sin embargo que la participación en la guerra contra Franco era indispensable ya que, para ellos, la victoria militar contra el fascismo era la condición del avance de la Revolución. Y se esforzaban en aunar una guerra “exterior”, la de los frentes contra Franco, con una lucha de clase, contra el Gobierno republicano burgués, en el interior.
En el número 6 de nuestra Revista Internacional reproducimos una serie de artículos en los que “Bilan” destroza todo ese tejido hecho con ergotismos y sofismas que no tenían otra consecuencia que la de justificar, por encima de todo, la participación en la guerra imperialista, camuflada como antifascismo proletario, para el bien de la causa. La guerra de España desemboca directamente en la segunda guerra mundial. Los grupos radicales, caídos en su propia trampa, no tuvieron más remedio que desmenbrarse y desaparecer; en cuanto a los demás, como los trotskistas, acabaron pasándose definitivamente, con armas y equipos, al campo del enemigo de clase y participaron plenamente en la guerra imperialista generalizada[2].
Los acontecimientos de España daban a los revolucionarios otra lección capital: un grupo proletario no mete impunemente los dedos en el engranaje capitalista sin que, en un momento dado, en esos bruscos cambios que conoce la historia, acabe arrastrado irremediablemente por él y destrozado sin piedad. Si bien la clase obrera, engañada y aplastada, vuelve a resurgir siempre, porque fue y sigue siendo el sujeto de la historia, no pasa igual con sus organizaciones revolucionarias, que no son sino organismos e instrumentos de la clase. Atrapadas éstas en los mecanismos del enemigo están definitivamente perdidas y destruidas para el proletariado; en ese momento, la clase no tendrá más opción que segregar otras nuevas. Las organizaciones revolucionarias están siempre expuestas a ser corrompidas o devoradas por el enemigo de clase. No existe ninguna garantía absoluta contra esos peligros. Únicamente la fidelidad a los principios y la vigilancia política constante ofrecen a la organización revolucionaria alguna seguridad contra la penetración corruptora de la ideología del enemigo de clase dentro de sus filas. Y aún así, no es siempre seguro.
En el número seis de nuestra Revista Internacional, acabamos la serie de artículos de “Bilan” con el titulado: “El aislamiento de nuestra fracción ante los acontecimientos de España”. “Bilan” escribe en él: “Nuestro aislamiento no es fortuito: es la consecuencia de una victoria profunda del capitalismo mundial, que ha logrado gangrenar hasta los grupos de la Izquierda Comunista.” La Fracción Italiana, al haber acabado los demás grupos completamente gangrenados por el capitalismo mundial, no sólo se encontrará aislada, sino que además, y a pesar de toda su vigilancia, ella tampoco logrará escapar por completo a la presión capitalista y, a su vez, será verá infectada por esa misma gangrena. El mal se manifestará, dentro de sus filas, con la aparición de una minoría que propugnará el apoyo a la guerra "antifascista de España"[3].
Es bien sabido que declarada la I Guerra Mundial gran parte de la Sección parisina del Partido Bolchevique se pronunció a favor de la guerra “defensiva” de los aliados “democráticos” contra el militarismo imperialista prusiano.
Con la minoría de la Fracción Italiana se verifica una vez más la ausencia de inmunidad absoluta contra la infección capitalista en el cuerpo de los revolucionarios y también -fue lo que pasó con el Partido Bolchevique- que la buena salud general de la organización pudo acabar con esa gangrena sin demasiadas pérdidas.
Hemos considerado imprescindible publicar todos los textos y declaraciones, tanto los de la minoría como los de la mayoría, que se refieren a los debates y a la crisis que tuvieron lugar en la Fracción Italiana de la Izquierda Comunista. Y eso por varias razones: Primero, el no haberlo hecho hubiera sido faltar al deber más elemental de información revolucionaria. La lectura de esos textos es altamente edificante y da una idea de la dimensión, del contenido y del alcance de estos debates y una visión más exacta de la vida política en la Fracción. Los argumentos de la Minoría, más una reacción sentimental que una verdadera voluntad revolucionaria, no son muy distintas de la manera de razonar de otros grupos radicales que cayeron en las mismas mistificaciones y los mismos errores. Su principal argumento consistía en decir que no intervenir es como esperar sentados o permanecer indiferentes; ambas cosas, desde luego, insoportables dadas las circunstancias.
Esta excusa de “no esperar sentados”, “hacer algo”, “no mirar los toros desde la barrera”, sirve de estribo para subirse al caballo desbocado de la guerra y las alternativas capitalistas, cayendo en precipitaciones desconsideradas e irreflexivas. Y la minoría, desgraciadamente, lo experimentó así. Por eso sorprende el hecho de que los bordiguistas nos lo echen en cara hoy en día para justificar su apoyo a las luchas (matanzas) de liberación nacional.
Nadie se sorprenderá al enterarse de que tras sus desventuras en la milicia antifascista del POUM y su incorporación en el ejército, disuelta ya la milicia; la minoría, a su regreso desde España, se meta en las aguas turbias de Unión Comunista. Era su lugar natural. Nadie se sorprenderá tampoco de que al final de la guerra, una vez más, la minoría sea la más entusiasta partidaria de la constitución del Partido bordiguista y de que acabe siendo, en Francia, la sección de ese Partido. Allí encontró su espacio natural. Y fue un buen desquite, porque fueron las posiciones de la Minoría las que triunfaron realmente en el PCI. Si el PCI no reconoce sus orígenes en la fracción italiana ni en “Bilan”, debería por lo menos reconocer algunas de sus raíces en las posiciones políticas de la minoría de la Fracción Italiana de la Izquierda Comunista y así rendirle justicia.
En fin, resulta muy interesante y significativo ver cuanto se esforzó la Fracción en llevar adelante las discusiones; con qué paciencia aguantaba todas las infracciones de la minoría, haciéndole toda clase de concesiones organizativas. Y no lo hacían para mantenerles dentro, ya que la Fracción consideraba que las posiciones políticas de aquella eran incompatibles con las suyas y la escisión absolutamente inevitable, si no para llevar la clarificación de las divergencias a su punto extremo y que la escisión sirviera para reforzar la conciencia y la cohesión revolucionarias. Esta es una de las grandes lecciones, poco común, que nos ha dejado la Fracción Italiana de la Izquierda Comunista.
Con la tendencia que hay actualmente a la reconstitución del movimiento revolucionario, los grupos jóvenes que están naciendo deberán meditar sobre esta lección para asimilarla completamente y hacer de ella un arma más, a favor del reagrupamiento de los revolucionarios.
Al final de esta serie de textos publicaremos el “Llamamiento de la Izquierda Comunista en respuesta a las matanzas del mes de mayo de 1937” que cierra definitivamente el debate con la minoría sobre el verdadero significado del Gobierno Republicano de coalición antifascista y el sentido exacto de los acontecimientos ocurridos en España. Quienes pretenden sacar de esos acontecimientos lecciones positivas (colectivización en el campo, sindicalización de la industria, o no se sabe qué formas nuevas o superiores de autonomía obrera) se auto-embaucan con las apariencias, que toman por realidad.
La única y trágica realidad fue que España se transformó en una inmensa carnicería en la que fueron ejecutados, por centenares de miles, los obreros españoles; en nombre de la defensa de la democracia y como preparación para la segunda guerra imperialista. Esa es la única lección que tienen que sacar los obreros del mundo entero y nunca deben olvidarla.
-Trozos escogidos- (“BILAN” nº36 Octubre-Noviembre de 1936).
La Comisión Ejecutiva intenta mantenerse con firmeza fiel al principio de que la decisión en el seno del órgano fundamental del proletariado perturba y para el delicado proceso de la vida y de la evolución de este último, excepto cuando la escisión es el resultado, en la práctica, de divergencias programáticas que solo expresan o tienden a expresar las reivindicaciones históricas, no de una tendencia, sino de la clase en su totalidad.
La C.E. hace constar que la minoría se inspira en otros criterios y amenaza con pasar a la escisión no solo antes del Congreso sino antes de que haya empezado la discusión. Y eso, en base a la controversia sobre el reconocimiento o no del grupo de Barcelona. A pesar de la intimidación de la minoría, la C.E. se mantiene en el deber de salvaguardar la aplicación del principio de la necesidad del Congreso para la solución de la crisis de la Fracción.
La C.E. había ratificado las posiciones tomadas por uno de sus representantes que consistían en tomar acta de todas las decisiones del Comité de Coordinación. Pero el Comité se había limitado a pedir el reconocimiento del grupo de Barcelona, lo que no representaba una decisión sino simplemente una petición a la C.E. que quedaba libre de tomar la decisión. Resulta inexacto, pues, hablar de compromisos no cumplidos.
La C.E. se ha basado en un criterio elemental y de principio de la vida de la organización cuando decidió no reconocer al grupo de Barcelona. Y eso por consideraciones que ni siquiera fueron discutidas por el Comité de Coordinación y que fueron publicadas en nuestro precedente comunicado. No se decidió ninguna exclusión contra los miembros de la fracción y por eso resulta incomprensible la decisión del Comité de Coordinación, cuando considera como excluido al conjunto de la minoría si el grupo de Barcelona no es reconocido.
La C.E. ante el estado actual de imperfección en la elaboración de las normas que reglamentan la vida de una organización en un momento de crisis -aunque convencida de lo justo de su precedente decisión-, para llevar al conjunto de la fracción a la fase ulterior de la discusión programática y ante el ultimátum del C. de C., rectifica su decisión anterior y reconoce al grupo de Barcelona.
La C.E. había planteado también algunas consideraciones políticas que se referían a la imposibilidad de integrar a nuevos militantes en un periodo de crisis que acabaría en escisión -según la común convicción de las dos tendencias-, ya que los nuevos elementos venidos a la organización sobre la base de los problemas en discusión se hubieran encontrado en la absoluta imposibilidad de resolver el problema fundamental que se refiere a puntos del programa y que solo pueden ser solucionados por los que formaban parte de la organización antes de que se declarara la crisis y que habían aprobado los documentos de base de la fracción.
El Comité de Coordinación sigue un camino que no puede conducir a ningún resultado positivo para la causa del proletariado, pretendiendo además que lo único que ha guiado a la C.E. es el miedo a volverse minoritaria. El Comité de Coordinación sabe, también como la C.E., que aun en el caso absurdo de contar los votos de los proletarios que se afiliaron a la fracción, en Barcelona, la presunta inversión de las relaciones actuales no se hubiera verificado.
La C.E. exhorta a todos los compañeros para que tomen conciencia de la gravedad de la situación y que se retengan en sus reacciones para poder pasar a una discusión cuya meta no será el triunfo de una u otra tendencia sino la habilitación de la fracción a hacerse digna de la causa del proletariado revolucionario, rechazando ideologías que acabarán revelándose a lo largo de los acontecimientos españoles como elementos nocivos para la lucha de la clase obrera.
El Comité de Coordinación, en nombre de la minoría de la Fracción Italiana de la Izquierda Comunista:
Hace constar que la C.E. no cumple con la palabra dada por su representante en el Comité de Coordinación y que consistía en aceptar la orden del día presentada por la minoría y que pedía, entre otras cosas, el reconocimiento del grupo de Barcelona; Visto el comunicado de la C.E. publicado en “Prometeo” dónde está declarado que no se reconoce al grupo de Barcelona so pretexto de que las bases de su constitución están en la participación en la lucha militar;
Considerando que la base de la constitución del grupo del Barcelona es la misma que la de la minoría;
Decide que si la C.E. sigue manteniéndose en su postura, la minoría solo podrá considerarla como la exclusión de la Fracción de toda la minoría.
Por la minoría: el Comité de Coordinación.
P.S.: De la respuesta de la C.E., fechada del 23 de octubre, resulta que el negarse a reconocer al grupo de Barcelona depende del hecho de que la minoría podría pasar a mayoría. El Comité de Coordinación declara estar dispuesto a no tener en cuenta las votaciones de los nuevos afiliados en Barcelona y que la C.E. puede considerar como válidas únicamente las votaciones de los compañeros ya adscritos antes de salir para España.
La minoría, por su parte, considera a los recién afiliados como miembros de la fracción.
El C. de C. 24/10/36
Moción votada en la reunión del grupo de Barcelona de la F.I.I.C. (Antes de irse para el frente). Barcelona, 23 de agosto de 1936
Los camaradas de la Fracción Italiana de la Izquierda Comunista se han alistado en las filas de la milicia obrera para apoyar al proletariado español en la grandiosa lucha contra la burguesía. Estamos al lado suyo, preparados para todos los sacrificios por el triunfo de la revolución.
Durante largos años de militancia, de lucha y de exilio hemos vivido una doble experiencia: la de la reacción fascista que puso al proletariado italiano en una situación desesperada y la de la degeneración del Partido Comunista, que crucificó ideológicamente a las masas. Y, sin embargo, el problema de la revolución solo podrá solucionarse si la masa logra escapar a la influencia de la 2ª y 3ª internacionales, para reconstruir su verdadero partido de clase capaz de conducirla a la victoria.
Tenemos confianza en el desarrollo de los acontecimientos actuales y creemos que su dinamismo creará en España y en otras partes el partido de la revolución. La vanguardia que existe en el seno del POUM tiene ante sí una gran tarea y una importante responsabilidad.
Vamos al frente de batalla en la columna Internacional de las milicias del POUM, empujados por un ideal político común a los heroicos y magníficos obreros españoles: el ideal de combatir hasta el último de nosotros, no para salvar una burguesía hecha trizas, sino para arrancar las raíces de cualquier forma de poder burgués y para que triunfe la revolución proletaria.
Para que todos nuestros esfuerzos no sean vanos, la vanguardia revolucionaria del POUM, tiene que vencer las últimas vacilaciones y entrar resueltamente en el camino del Octubre español. Hoy tiene que escoger entre el apoyo directo o involuntario a la burguesía o la alianza con los obreros revolucionarios del mundo entero.
El destino de la masa obrera del mundo entero dependerá del carácter dado a la acción política en la actual conflagración social en España.
¡Viva la milicia obrera! ¡Viva la revolución!
(La moción de Biondo y la última resolución de la minoría saldrán en el próximo número. La redacción).
A lo largo de la evolución de la crisis de la fracción. La CE se dejó guiar por este doble criterio: evitar medidas disciplinarias e insistir para que los compañeros de la minoría se coordinen con vistas a formar una corriente de la organización que tienda a demostrar que la otra corriente se habría separado de las bases fundamentales de la organización mientras que la nueva se habría mantenido verdadera y fiel defensora de la organización. Esta confrontación polémica solo podría tener lugar en el Congreso.
Repetidas veces, en la reunión de la Federación parisina del 27 de septiembre que vio nacer al Comité de Coordinación, la C.E. exhorto a la fracción a que aguantara una situación en la que la minoría gozaba de un régimen de favor. No participaba en el esfuerzo financiero necesario para la vida de la prensa y a la vez escribía en ella. La única meta de la C.E. era evitar que la ruptura se hiciera sobre cuestiones de procedimiento.
Inmediatamente después surgió la amenaza de una ruptura en caso de que la C.E. no reconociera al grupo de Barcelona. La C.E. basándose siempre en el mismo criterio, que era que la escisión debía hacerse sobre cuestiones de principio, de ninguna manera sobre cuestiones particulares de tendencia y menos aún sobre cuestiones de organización, llegó a reconocer al grupo de Barcelona.
Por fin, cuando la C.E. no pudo hacer menos que comprobar que el que la minoría se negara a intercambiar con la otra tendencia la documentación que se refería a su vida política significaba la ruptura de la organización (y a pesar de eso, la C.E. seguía manteniendo la necesidad del Congreso), con una comunicación “verbal” del camarada Candiani, la minoría nos informó que iría inmediatamente a la ruptura.
La última solicitación de la C.E., del 25 de noviembre, recibió una contestación que impide cualquier tentativa ulterior para la presencia de la minoría en el Congreso.
En estas condiciones, la C.E. hace constar que la evolución de la minoría es la prueba patente de que ya no se la puede considerar como una tendencia de la organización sino como resultado de la maniobra del Frente Popular en el seno de la fracción. En consecuencia, no se puede plantear un problema de escisión política de la organización.
Por otra parte, teniendo en cuenta que la minoría se conchaba con fuerzas enemigas de la fracción y claramente contrarrevolucionarias (Giustizia e Libertà, restos del trotskismo, maximalistas) a la vez que proclama inútil discutir con la fracción.
La C.E. decide la expulsión por indignidad política de todos los camaradas que se solidaricen con la carta del Comité de Coordinación del 25 de noviembre de 1936 y deja 15 días a los compañeros de la minoría para que se pronuncien definitivamente. Esos camaradas están invitados a mandar una respuesta individual para el 13 de diciembre, salvo los compañeros que residen en Barcelona en espera de su regreso para que tengan la posibilidad de documentarse por completo. Esas reservas no conciernen al camarada Candiani que, antes de su regreso, ha tenido la posibilidad de conocer perfectamente la situación.
(Después de su regreso del frente y de que hayan tomado contacto con la Delegación oficial de la Fracción).
España, en estos momentos, es la piedra angular de toda la situación internacional. Según que gane una u otra de las fuerzas en lucha, nacerá una situación diferente para Europa. La victoria de Franco significaría el reforzamiento del bloque militar de Italia y de Alemania. La victoria del Frente Popular significaría el reforzamiento del bloque militar antifascista (ambos conducen a la guerra imperialista); y la victoria del proletariado sería el punto de partida de la reanudación mundial de la revolución proletaria.
Estamos en España ante una situación objetivamente revolucionaria. Las elecciones de febrero, que concluyeron con la victoria del Frente Popular fueron un extintor de incendios, una válvula de escape que impidió la explosión violenta de los enormes contrastes de clase. Las huelgas importantes que las siguieron y la agitación lo demuestran claramente.
La amenaza revolucionaria del proletariado decidió a la burguesía apresurarse para tener las ventajas de la iniciativa. De esas premisas se llega a la conclusión de que no luchan dos fracciones de la burguesía, sino que luchan la burguesía contra el proletariado. Y de que el proletariado tomó las armas para defender sus condiciones de vida y sus organizaciones contra el asalto de la reacción. Los obreros españoles han tomado las armas contra Franco por los mismos motivos que los proletarios rusos cuando las tomaron contra Kornilov.
No se trata del dilema democracia- fascismo, sino del dilema capitalismo- proletariado. Y si la burguesía sigue quedándose virtualmente en el poder, si las relaciones de propiedad no se han transformado verdaderamente, hay que buscar la causa en el hecho de que el proletariado no está preparado ideológicamente, y no posee un partido de clase.
La existencia del partido de clase hubiera solucionado la cuestión a favor del proletariado a partir de los primeros días de la lucha. La revolución española no ha entrado todavía en su período de ocaso y no se pueden excluir categóricamente las posibilidades de victoria del proletariado.
Frente al capitalismo que está luchando en dos frentes, el proletariado tiene que luchar en dos frentes: el frente social y militar. En el frente militar, el proletariado está luchando para defender lo que conquistó a lo largo de décadas de lucha; en el frente social, el proletariado tiene que acelerar el proceso de descomposición del Estado capitalista, preparar el partido de clase y los órganos del gobierno proletario y eso permitirá el ataque al poder capitalista. En el frente militar, desde ahora, el proletariado tiende a echar los cimientos del ejército rojo de mañana. En las zonas que las milicias van ocupando, se están formando inmediatamente comités de campesinos y se colectivizan las tierras y eso en las narices de los gobiernos de Madrid y Barcelona.
El grupo que se ha constituido en España considera que no ha roto con los principios de la fracción y, por eso, es imposible no reconocerlo. Se nos pide que rompamos los contactos con el POUM y esos contactos nunca han existido. No podemos disolver la columna ya que no fuimos nosotros quienes la levantamos. Sobre la cuestión de dispersarnos entre los proletarios en los lugares de trabajo, lo haremos a medida que tengamos posibilidades para hacerlo.
(Este documento debe ser considerado como una respuesta a la resolución de la C.E. del 27 de agosto del 36 y seguramente fue escrito a finales del mes de septiembre).
Un grupo de camaradas de la minoría de la Fracción Italiana de la Izquierda. Comunista, desaprobando la actitud oficial tomada por la fracción frente a la Revolución española, cortó bruscamente todos los lazos disciplinarios y formalistas con la organización y se puso al servicio de la revolución, yendo hasta formar parte de las milicias obreras e ir a luchar en el frente.
Hoy, una nueva situación se presenta, llena de incógnitas y de peligros para la clase obrera. La disolución del Comité Central de las milicias Antifascistas, organismo nacido de la Revolución y garantía del carácter de clase de las milicias; y la reorganización de este último en un Ejército regular que depende del Consejo de Defensa, deformando así el principio de la milicia voluntaria obrera.
Las necesidades del momento histórico que estamos viviendo imponen una vigilancia extrema de parte de los elementos de vanguardia del proletariado, para impedir que la masa incorporada en el nuevo organismo militar se transforme en un instrumento de la burguesía utilizado algún día contra los intereses de la clase trabajadora. Ese trabajo de vigilancia puede ser tanto más eficaz por cuanto las organizaciones de clase tomarán conciencia de sus intereses y orientarán sus acciones políticas hacia un sentido exclusivo de clase.
El trabajo político en esas organizaciones asume una importancia primordial no menos interesante que las tareas militares en el frente.
Esos mismos compañeros, a la vez que se mantenían firmes en el principio de la necesidad de la lucha armada en el frente, no han aceptado ser incorporados en un ejército regular que no representa el poder del proletariado y en el seno del cual sería imposible tener una función política directa. En cambio, pueden hoy contribuir más eficazmente a la causa del proletariado español, en el trabajo político y social indispensable para preservar y reforzar la eficacia ideológica revolucionaria de las organizaciones obreras que deben recobrar en lo político y social, la influencia que han perdido por las nuevas condiciones, en el mando militar.
Los mismos compañeros, al abandonar el puesto de milicianos de la columna internacional Lenin, siguen estando en movilizados y a la disposición del proletariado revolucionario español, y deciden seguir dedicando, en otro terreno, su actividad y experiencia hasta el triunfo definitivo del proletariado sobre el capitalismo bajo todas sus formas de dominio.
Barcelona, 22 de octubre de 1936.
¡PROLETARIOS!:
El 19 de julio de 1936, los proletarios de Barcelona, con puño desarmado, aplastaron batallones de Franco ARMADOS HASTA LOS DIENTES.
El 4 de mayo de 1937, estos mismos proletarios, ARMADOS, dejan en la calle muchas más víctimas que en julio cuando tienen que repeler a Franco, y es el gobierno antifascista -incluidos los anarquistas y de los que el POUM es indirectamente solidario- quién da suelta a la gentuza de las fuerzas represivas, contra los obreros.
El 19 de julio, los proletarios de Barcelona con una fuerza invencible. Su lucha de clase, liberada de los lazos del Estado burgués, repercute en los regimientos de Franco, los desagrega y despierta el instinto de clase de los soldados: la huelga encasquilla fusiles y cañones de Franco y para su ofensiva.
La historia solo va a retener algunos intervalos fugitivos en los que puede el proletariado adquirir una total autonomía frente al Estado capitalista. Unos días después del 19 de julio, el proletariado catalán llega a la encrucijada de caminos: o entraba en LA FASE SUPERIOR de su lucha con vistas a la destrucción del Estado burgués, o el capitalismo volvía a montar su aparato de dominio. En esta fase de la lucha en la que ya no basta el instinto de clase y en que LA CONCIENCIA se hace factor decisivo, solo puede vencer el proletariado si dispone del capital teórico almacenado con paciencia e insistentemente por sus fracciones de izquierda erigidas en partidos con la explosión de los acontecimientos. Y si hoy en día, el proletariado español está viviendo una tragedia tan triste, lo debe a su inmadurez para formar su partido de clase, su cerebro, lo único que puede darle fuerza de vida.
Desde el 19 de julio, en Cataluña, los obreros crean espontáneamente, en su terreno de clase, los órganos autónomos de lucha. Pero, inmediatamente surge el angustioso dilema: o entregarse totalmente A LA BATALLA POLÍTICA para la destrucción total del Estado capitalista y concluir perfectamente los éxitos económicos y militares, o dejar funcionar la máquina opresiva del enemigo y permitirle entonces que desnaturalice y termine con las conquistas obreras.
Las clases luchan con los medios impuestos por las situaciones y el nivel de tensión social. Frente a una llamarada obrera ni se le ocurre al capitalismo utilizar los métodos clásicos de la legalidad. Lo que le está amenazando, es la INDEPENDENCIA de la lucha proletaria que es la condición para la otra etapa revolucionaria, la que lleva a la abolición de la dominación burguesa. El capitalismo, entonces, tiene que atar de nuevo los hilos de su control sobre los explotados. Estos hilos, que antes eran, la magistratura, la policía, las cárceles, ahora, en la extrema situación de Barcelona, son los Comités de las Milicias, las industrias socializadas, los sindicatos obreros que administran los sectores esenciales de la economía, las patrullas de vigilancia, etc.
Así pues, en España, la historia plantea otra vez el problema, que en Italia y en Alemania se resolvió con el aplastamiento del proletariado: los obreros conservan para su clase los instrumentos que se crean en la lucha mientras los siguen usando contra el Estado burgués. Y los obreros arman a su futuro verdugo si, al no tener bastante fuerza para acabar con el enemigo, se dejan otra vez, atrapar en las redes de su dominio.
La milicia obrera del 19 de julio es un organismo proletario. La “milicia proletaria” de la semana siguiente es un organismo capitalista apropiado a la situación del momento. Entonces, para realizar sus planes contrarrevolucionarios, la burguesía puede llamar a los centristas[4], a los socialistas, a la CNT, a la FAI, al POUM, que engañan a los obreros, haciéndoles creer que el ESTADO CAMBIA DE NATURALEZA CUANDO LOS QUE LO ADMINISTRAN CAMBIAN DE COLOR. Escondido en los pliegues de la bandera roja, el capitalismo afilo pacientemente la espada de la represión en la que colaboran, el 4 de mayo, todas las fuerzas que, el 19 de julio, habían hecho doblar el espinazo de clase del proletariado español.
Hitler es hijo de Noske y de la Constitución de Weimar; Mussolini es hijo de Giolitti y del “control de la producción”[5]; la matanza del Barcelona del 4 de mayo de 1937 es hija del Frente antifascista español, de las “socializaciones” y de las milicias” proletarias”
Y UNICAMENTE EL PROLETARIADDO RUSO DIO LA RESPUESTA, CUANDO LA CAIDA DEL ZARISMO, CON SU OCTUBRE DE 1917, PORQUE UNICAMENTE EL SUPO CONSTRUIR SU PARTIDO DE CLASE, GRACIAS AL TRABAJO DE LAS FRACCIONES DE IZQUIERDA.
¡PROLETARIOS!
A la sombra de un Gobierno de Frente Popular, Franco pudo preparar su ataque. En la vía de la conciliación, Martínez Barrios intentó, el 19 de julio, formar un ministerio único capaz de realizar el programa de conjunto del capitalismo español, ya bajo el mando de Franco, ya bajo el mando mixto de la derecha y de la izquierda fraternalmente unidas. Pero fue el levantamiento obrero de Barcelona, de Madrid, de Asturias lo que obliga al capitalismo a desdoblar su Ministerio, a separar las funciones entre el agente republicano y el agente militar ligados por la indisoluble solidaridad de clase.
Donde Franco no logró imponer su victoria inmediata, el capitalismo invita a los obreros a seguirlo para “luchar contra el fascismo”. Sangrienta emboscada que han pagado con millares de cadáveres creyendo que, bajo la dirección del gobierno republicano, podrían aplastar al hijo legítimo del capitalismo: el fascismo. Y se fueron hacia los puertos de Aragón, las montañas de Guadarrama, de Asturias, buscando la victoria de la guerra antifascista.
Una vez más, como en 1914, es con la hecatombe de proletarios como la historia subraya con sangrientas líneas la oposición irreductible entre Burguesía y Proletariado.
Los frentes militares, ¿una necesidad impuesta por las situaciones? ¡No! ¡Una necesidad para el capitalismo a fin de cercar y aplastar a los obreros!. El 4 de mayo de 1937 es la prueba aplastante de que después del 19 de julio, el proletariado tenía que haber luchado tanto contra Companys y Giral como contra Franco. Los frentes militares solo podrían cavar la tumba de los obreros ya que presentaban los frentes de la guerra del Capitalismo contra el Proletariado. La única respuesta de los proletarios españoles -siguiendo el ejemplo de sus hermanos rusos en 1917, tendría que ser la práctica del derrotismo revolucionario en ambos campos de la burguesía: el republicano, como el fascista y transformando la guerra capitalista en guerra civil en vista a la destrucción total del Estado burgués.
La fracción italiana de izquierda fue apoyada únicamente, en su trágico aislamiento, por la solidaridad de la Corriente de la Liga de los Comunistas Internacionalistas de Bélgica, la cual acaba de crear la fracción belga de la Izquierda Comunista Internacional. Estas dos corrientes fueron las únicas en dar la alarma, mientras que, por todas partes, se proclamaba la necesidad de salvaguardar las conquistas de la revolución, de vencer a Franco para después, vencer a Largo Caballero[6].
Los últimos acontecimientos de Barcelona confirman siniestramente nuestra tesis inicial y dan cuenta de que es con una crueldad igual a la de Franco como el Frente Popular, flanqueado por los anarquistas y POUM, se ha abalanzado sobre los obreros sublevados el 4 de mayo.
Las vicisitudes de las batallas militares fueron ocasiones para el Gobierno republicano de acrecentar su poderío sobre los explotados. En ausencia de una política proletaria del derrotismo revolucionario, los éxitos como las derrotas militares del ejército republicano no han sido más que otras tantas etapas de la sangrienta derrota de clase de los obreros: en Badajoz, Irún, San Sebastián, la República del Frente Popular contribuye a la matanza concertada del proletariado, a la vez que estrecha los lazos de la Unión Sagrada, pues para ganar la guerra antifascista, se necesita un ejército disciplinado y centralizado. En cambio, la resistencia de Madrid facilita la ofensiva del Frente Popular que puede liquidar a su criado de ayer, el POUM, y así preparar el ataque del 4 de mayo. La caída de Málaga reanuda los hilos sangrientos de la Unión Sagrada, mientras que la victoria militar de Guadalajara abre el periodo que se acaba con los tiroteos de Barcelona. En esa atmósfera de borrachera guerrera puede germinar y surgir el ataque del 4 de mayo.
Paralelamente, en todos los países, la guerra de exterminación del capitalismo español alimenta la represión burguesa internacional, y los muertos fascistas y “antifascistas” de España vienen a hacer compañía a los asesinados de Moscú, a los ametrallados de Clichy; y en el altar sangriento del antifascismo es donde, también, los traidores juntan a los obreros de Bruselas alrededor del capitalismo democrático cuando las elecciones del 11 de abril de 1937.
“Armas para España”: esta fue la consigna que sonó en los oídos de los proletarios. Y estas armas dispararon contra sus hermanos de Barcelona. La Rusia soviética al cooperar al armamento de la guerra antifascista, ha colaborado también en el armazón capitalista y la reciente matanza. Respondiendo a las órdenes de Stalin -quien da muestras de su rabia anticomunista el 3 de marzo- el PSUC, toma la iniciativa de la matanza.
Una vez más, como en 1914, los obreros usan las armas para matarse unos a otros en vez de usarlas para la destrucción del régimen de opresión capitalista.
¡PROLETARIOS!
Los obreros de Barcelona han vuelto otra vez, el 4 de mayo de 1937, al camino del 19 de julio y del que el capitalismo había podido echarlos apoyándose en las fuerzas múltiples del Frente Popular. Desencadenando la huelga por todas partes, hasta en los sectores presentados como CONQUISTAS DE LA REVOLUCION, hicieron frente contra el bloque republicano-fascista del capitalismo. Y el gobierno republicano ha respondido con tanto salvajismo como Franco en Badajoz e Irún. Si el gobierno de Salamanca no aprovechó el desconcierto del Frente de Aragón para atacar, es porque presintió que su cómplice de izquierda hacía admirablemente el papel de verdugo del proletariado.
Agotado por 10 meses de guerra, de colaboración de clase, de la CNT, la FAI, el POUM, el proletariado catalán acaba de sufrir una tremenda derrota. Pero esta derrota también es una etapa de la victoria de mañana., un momento de su emancipación, porque firma la sentencia de muerte de todas las ideologías que habían permitido al capitalismo mantener su dominación, a pesar del sobresalto gigantesco del 19 de julio.
No, los proletarios caídos el 4 de Mayo no pueden ser reivindicados por ninguna de las corrientes que el 19 de Julio los sacaron de su terreno de clase para precipitarlos en el abismo del antifascismo.
Los proletarios caídos pertenecen al proletariado y solo a él. Son las membranas del cerebro de la clase obrera mundial, del partido de clase para la revolución comunista.
Los obreros del mundo entero se inclinan ante los muertos y los reivindican contra todos los traidores, de ayer como de hoy. El proletariado del mundo entero, al saludar a Camilo Berneri[7] saluda a uno de los suyos. Su inmolación por el ideal anarquista es una denuncia más de una corriente política que se ha ido hundiendo a lo largo de los sucesos de España; ¡ha sido bajo el mando de un gobierno con participación anarquista que la policía ha vuelto a realizar sobre el cuerpo de Berneri la hazaña de Mussolini sobre el de Matteoti!
PROLETARIOS
La matanza de la de Barcelona es la señal anunciadora de represiones aún más sangrientas contra los obreros de España y del mundo entero. Pero también es la señal anunciadora de las tempestades sociales que mañana invadirán el mundo capitalista.
El capitalismo es solo diez meses ha gastado ya los recursos políticos con que contaba para destruir al proletariado, poniéndole zancadillas en su tarea para construir su partido de clase, arma de su emancipación y de la construcción de la sociedad comunista. Centrismo y anarquismo, uniéndose en el mismo plano a la Socialdemocracia, han llegado en España a término de su evolución, como le ocurrió a esta cuando en 1914, la guerra volvió cadáver a la Segunda Internacional.
En España el capitalismo ha desatado una batalla de alcance internacional, la batalla entre fascismo y antifascismo que, con la forma extrema del enfrentamiento armado, anuncia una aguda tensión en las relaciones sociales en el ruedo internacional.
Los muertos de Barcelona tienen que ayudarnos a limpiar el terreno para la construcción del partido de la clase obrera. Todas las fuerzas políticas que han llamado a los obreros a luchar por la revolución comprometiéndolos en una guerra capitalista, se han pasado al otro lado de la barricada. Ante los obreros del mundo entero, se abre el horizonte en que los muertos de Barcelona han escrito con su sangre la lección que ya escribieron con la suya los muertos de 1914-18. LA LUCHA DE LOS OBREROS ES PROLETARIA A CONDICIÓN DE DIRIGIRSE CONTRA EL CAPITALISMO Y SU ESTADO; SIRVE LOS INTERESES DEL ENEMIGO SI NO VA DIRIGIDO CONTRA EL, EN TODO INSTANTE, EN TODOS LOS DOMINIOS, EN TODOS LOS ORGANOS PROLETARIOS QUE LAS DIVERSAS SITUACIONES HACEN SURGIR.
El proletariado mundial luchará contra el capitalismo incluso cuando éste se ponga a reprimir sus criados de la víspera. Es la clase obrera y nunca su enemigo de clase quien tiene que encargarse de arreglar cuentas con quienes han expresado una fase de su evolución, un momento de su lucha por la emancipación de la esclavitud capitalista.
La batalla internacional que el capitalismo ha iniciado en España contra el proletariado abre un nuevo capítulo internacional en la vida de las fracciones de todos los países. El proletariado mundial, que tiene que seguir luchando contra los “constructores” de Internacionales artificiales, sabe que puede cimentar la internacional proletaria únicamente gracias a un cambio radical y mundial de la relación de clases que abra el camino a la Revolución comunista, y solo así. Contra los frentes de la guerra de España, la cual anuncia la aparición de tormentas revolucionarias en otros países, el proletariado mundial siente que ha llegado el momento de atar los primeros lazos internacionales de las facciones de la izquierda comunista.
¡¡PROLETARIOS DE TODOS LOS PAISES!!
Vuestra clase es invencible; es el motor de la evolución histórica: ¡los acontecimientos de España son la prueba de ello, pues es UNICAMENTE vuestra clase la que está en juego en una lucha que convulsiona el mundo entero!
No es la derrota lo que puede desanimaros. ¡De ella sacaréis enseñanzas para la victoria de mañana!
¡Sobre vuestras bases de clase, reconstruiréis la unidad de clase por encima de las fronteras, contra las mentiras del enemigo capitalista!
¡En España, a las tentativas de compromiso que tienden a basar la paz en la explotación capitalista, contestad con la fraternización de los explotados de ambos ejércitos en la lucha simultánea contra el capitalismo!
¡En pie, por la lucha revolucionaria en todos los países!
¡Vivan los proletarios de Barcelona que han escrito una nueva página de sangre en el libro de la Revolución Mundial!
¡Adelante por la Constitución de una Mesa Internacional que promueva la creación de fracciones de izquierda en todos los países!
Levantemos la bandera de la revolución comunista que los verdugos, fascistas y antifascistas no podrán impedir que pase de los proletarios vencidos a sus herederos de clase. ¡Seamos dignos de nuestros hermanos caídos!
¡Viva la revolución comunista en el mundo entero!
LAS FRACCIONES BELGA E ITALIANA DE LA IZQUIERDA COMUNISTA INTERNACIONAL.
[1] En la versión española, estos artículos están publicados en nuestro libro 1936 FRANCO Y LA REPUBLICA MASACRAN A LOS TRABAJADORES concretamente en el Capítulo Primero, https://es.internationalism.org/cci/200602/495/capitulo-i-bilan-ante-los... [7]
[2] Ver del libro anteriormente citado, el capítulo IV que critica severamente las concesiones al antifascismo de los grupos del comunismo de los consejos. https://es.internationalism.org/cci/200602/492/capitulo-iv-el-comunismo-de-los-consejos-ante-la-guerra-de-espana [8]
[4] Centristas es el nombre que daba BILAN a los partidos comunistas. La fracción estalinista que acabó dominando los partidos comunistas convirtiéndolos en aparatos del Estado capitalista se presentaba inicialmente como el “centro” entre el comunismo de izquierdas (Oposición de Izquierdas, Izquierda Comunista) y las tendencias derechistas (Bujarin y otros).
[5] Ver nuestra serie La responsabilidad de la Izquierda del Capital en el ascenso del fascismo: https://es.internationalism.org/content/4650/la-responsabilidad-de-la-izquierda-del-capital-en-el-ascenso-del-fascismo-i [10] y https://es.internationalism.org/content/4661/la-responsabilidad-de-la-izquierda-del-capital-en-el-ascenso-del-fascismo-ii [11]
[6] Largo Caballero: dirigente del PSOE que colaboró con la Dictadura de Primo de Rivera (1923-30) y que después llegó a ser primer ministro de la República teniendo la desfachatez de proclamarse el “Lenin Español” (¡!!). Ver la primera parte de nuestra Serie Los gobiernos de izquierda al servicio de la explotación capitalista https://es.internationalism.org/content/4521/los-gobiernos-de-izquierda-en-defensa-de-la-explotacion-capitalista-i [12]
[7] Militante anarquista italiano que emigró a España 1936 para apoyar lo que creía una “revolución social”. Sin embargo, se distanció de la participación de la CNT en el gobierno republicano e impulsó el periódico Guerra de Clase que, aún con serias confusiones, denunciaba el encierro del proletariado en la guerra “antifascista”. En mayo de 1937 fue asesinado por agentes de la policía secreta italiana -aunque otras versiones hablan de la policía secreta estalinista. En todo caso contaron con la colaboración de Estat Catalá una organización que participaba en Esquerra Republicana de Cataluña, el partido que hoy gobierna la autonomía catalana.
Attachment | Size |
---|---|
![]() | 117.62 KB |
El texto que publicamos aquí es el documento final de la “Frazione Comuniste di Napoli”. La “Frazione” comenzó como un círculo de discusión en 1975 sobre la base de la lectura de los textos de la Corriente Comunista Internacional y de otras corrientes políticas. La mayoría de sus miembros venía de un medio contestatario y trataba de romper con el “izquierdismo extraparlamentario” para encontrar las posiciones revolucionarias. La evolución de la discusión política desembocó en que, por una parte, los miembros del núcleo fundador se adhirieron a la CCI y que, por otra parte, el círculo de la “Frazione” se disolvió como tal. Con el presente documento, los ex camaradas de la “Frazione” tratan de analizar y sacar las lecciones de su experiencia, dejar una huella de la evolución que siguieron, con el fin de que les sirva a los elementos que se encuentran y se encontrarán en una situación similar.
En documento muestra todo el lado inevitable y positivo del surgimiento de los “círculos de discusión política” en el día de hoy; el despertar de la lucha de clases a finales de los años 60 encontró el movimiento disperso, cortado de toda ligazón orgánica con las organizaciones del pasado. La necesidad de crear “círculos” para contribuir a una clarificación política encuentra su razón de ser en la dificultad de orientarse después de tantos años de contrarrevolución. Sin embargo, el documento rinde cuenta igualmente de las ambigüedades y de las dificultades encontradas en el curso de la evolución política. A través de esta experiencia particular hecha en Nápoles tratamos pues de destacar las enseñanzas generales de este proceso de toma de conciencia.
Uno de los principales peligros de todo “círculo de discusión” es que sus miembros lo tomen por lo que no es ni puede ser; un grupo político acabado. Un círculo de discusión es la expresión de un momento dado en un proceso de clarificación política; es un lugar relativamente abierto, en donde la discusión y el estudio político se efectúan a través de una confrontación constante de ideas.
Otra cosa es un grupo basado sobre una plataforma coherente y que se concretiza en una organización a nivel internacional afín de asumir la responsabilidad de intervenir en la clase. No hay que confundir el proceso con su conclusión: sea paralizando la evolución de los círculos con una semi plataforma inacabada e incoherente, sea erigiéndola en “organización” local y aislada, o aun, queriendo intervenir como cuerpo político en la lucha de clases sin tener ninguna definición política clara. La “Frazione Comunista” tropezó con estas dificultades cuando quiso tratar de establecer una plataforma parcial e, igualmente, cuando se dio cuenta de la responsabilidad política que implicaban sus publicaciones (intervención). Los ex camaradas de la “Frazione” se dan cuenta ellos mismos en su texto de que la idea de escribir una “mini- plataforma” para la “Frazione” correspondía efectivamente a un deseo de preservar su “autonomía” en Nápoles y “resistir” a la presión política de otros grupos, particularmente de la CCI, aunque esta razón no la sentían conscientemente en aquella época. A pesar de estas dificultades, la “Frazione” pudo superar sus debilidades, gracias a una convicción profunda de la naturaleza internacional de la lucha de clases, la cual la condujo a mantener siempre un contacto abierto con la CCI.
Otro peligro en la evolución de los círculos es el de no tomar conciencia de la heterogeneidad inevitable de este tipo de formación. Los miembros de un círculo pueden evolucionar no solamente en sentidos diferentes, sino que, aun siguiendo la misma dirección, pueden evolucionar a ritmos diferentes. Es de la mayor importancia que los miembros que llegan a tener una visión política relativamente coherente, sepan impulsar el trabajo del conjunto, sin renunciar a seguir adelante so pretexto de querer preservar artificialmente el “círculo” como cuerpo unido. Una responsabilidad mayor incumbe siempre a aquellos que toman conciencia más rápidamente y esto es cierto a todos los niveles de la vida política de la clase. Vemos pues que, aunque no existan recetas ni soluciones preestablecidas, un círculo debe quedarse siempre abierto hacia el exterior y ser dinámico en su evolución en el interior.
Después de un período de decantación política de varios meses. Los camaradas del núcleo fundador de la “Frazione” tomaron conciencia de que un círculo de discusión no tiene sentido de por sí, Su función es de etapa para llegar a una actividad militante en la clase. Puesto que estaban de acuerdo con la plataforma de la CCI, se integraron al trabajo de la corriente a través de la sección en Italia. Pero, al llegar a reconocer la necesidad de un polo de reagrupamiento organizativo, estos camaradas quisieron evitar que su círculo se transformara en un obstáculo para la clarificación política. Por esta razón, al afirmar el resultado de su trabajo, disolvieron la “Frazione”.
De manera general, los círculos de discusión y de estudio no pueden concebirse como “metas en sí”; no se trata de buscar “ideas” para sí mismas, sino para que se expresen en una actividad social. Los círculos forman parte de todo un proceso que se opera en la clase obrera que tiende a segregar organismos políticos de clase. En ese sentido, el surgimiento de esos “círculos”, prácticamente en todas partes del mundo actualmente, es la verificación del inicio de un nuevo período de lucha de clase; después muchos años de contrarrevolución, asistimos hoy al renacimiento de pequeños núcleos que buscan posiciones revolucionarias. Para que este enorme esfuerzo, desgraciadamente disperso, pueda llegar a algo, hay que reconocer antes que todo que la evolución de tales círculos no puede ser estacionaria. O bien se integran en una corriente política coherente a nivel internacional, o bien se transforman a la larga, en trabas para la toma de conciencia. Si los círculos se preservan como formación local y limitada políticamente, llegamos a un sinfín de pequeños grupos a medio formar cada uno aislado, lo cual contribuye a sembrar confusión, tanto sobre la necesidad de una coherencia política global, como sobre la necesidad de un reagrupamiento organizativo de los revolucionarios a nivel internacional. Lo que sucede más frecuentemente es que ese tipo de esfuerzos abortados terminan por dislocarse y desaparecer en la más total desmoralización de sus elementos fundadores. En resumen, los “círculos”, que constituyen un paso positivo, tienen que ser superados.
Si insistimos tanto sobre la experiencia de la “Frazione di Napoli”, es justamente porque su experiencia no es “napolitana”. Contiene las mismas riquezas y los mismos problemas que la experiencia de los círculos en España (que se unieron a Acción Proletaria), en Seattle (USA), en Toronto (Canadá), en Suecia, en Dinamarca, en Francia y en Bombay. Algunas de esas experiencias permitieron una clarificación política en cierto sentido, pero muchas otras, solo dejaron como resultado desmoralización y dislocación para la clase obrera. Y si citamos ciertas experiencias, es sabiendo perfectamente bien que existen decenas de experiencias iguales que ignoramos por causa del aislamiento local de sus elementos. Si la CCI insiste tanto sobre la necesidad de reagrupar las fuerzas revolucionarias, no es, como nos lo reprochan algunos, por una “voluntad de hegemonía (ejercida) abiertamente o de manera desviada sobre los demás” (“Jeune Taupe” Nº 10).
Esto prueba verdaderamente que cuando no se comprende un problema a fondo, se le reduce a problemas psicológicos de “voluntad de potencia”, lo que solo sirve para escamotear el problema real: el de la resistencia de los pequeños grupos para salvaguardar su autonomía particular. La CCI interviene lo más activamente posible en la evolución de toda la vida política y, más particularmente, en la evolución de los núcleos políticos. En el caso de la “Frazione”, la intervención de la CCI fue determinante en su proceso de clarificación, justamente porque tratamos de generalizar las experiencias, poniendo siempre en primer plano cuál es la meta de la discusión.
Fundamentalmente la CCI, espera ayudar, con su intervención, a romper el muro de aislamiento y de confusión política. Cuando elementos se pierden por causa de la confusión y de la presión política constante de la clase enemiga, es todo el movimiento obrero el que sufre la pérdida. Si nuestros camaradas, ex miembros de la Frazione Comunista, escriben este texto, es con el mismo espíritu que anima al conjunto de la CCI: contribuir a la clarificación política de la clase, trabajando hacia la constitución de un polo de reagrupamiento revolucionario coherente.
J.A.
“En todo caso, solo puede tratarse de una organización provisional. Y tener conciencia de este carácter provisional es esta una condición del buen resultado final. En efecto, un círculo de discusión que pretendiera ser una organización política no sería NI una buena organización política, Ni un buen círculo de discusión”. (Carta de la CCI a los camaradas de Nápoles - 3 de diciembre de 1975).
Si estudiamos un poco la historia de su evolución política, vemos que el grupo que originó la “Frazione” comenzó un trabajo de discusión durante la primavera verano de 1975 sobre la base de la lectura de textos de la CCI. Durante un período, constituyó efectivamente y cada vez más, un centro de debate político, sobre todo en el otoño de ese mismo año. La publicación del documento sobre Portugal[1] marcó una curva radical: para firmar el texto, el grupo se dio un nombre, “Frazione Comunista di Napoli” y la introducción que le dio, era la de un grupo político. La primera consecuencia de esta publicación fue que el número de camaradas duplicó con la llegada de nuevos elementos que, de hecho, se adherían a un grupo extraparlamentario. Ulteriormente dijimos a menudo que esta introducción constituía un paso político demasiado grande para el grupo; pero era realmente la publicación misma de un tal documento lo que constituía un paso demasiado grande. Un círculo de discusión es, por naturaleza, transitorio e informal; por lo tanto, no puede tener una intervención sobre el exterior (publicaciones, etc.) con todo lo que ello implica: cristalización organizativa y política (adopción de posiciones - sin haberlas comprendido plenamente- porque el documento “no podía salir tal cual”). El resultado es que la necesidad de situarse inmediatamente frente al exterior compromete la posibilidad de tener debates internos y, por lo tanto, compromete la base de una futura autodefinición consciente.
El acuerdo de la “Frazione” con la carta de la CCI no fue de hecho, más que un acuerdo formal, puesto que, al mismo tiempo que se definía como un grupo de discusión, ya el grupo de origen no era un grupo de discusión, sino que se situaba a medio camino hacia un grupo político. Esto se manifestó en la redacción de la Plataforma de la “Frazione Comunista” que cristalizaba el nivel alcanzado por los camaradas y determinaba una base programática de adhesión; lo cual es algo normal para un grupo de discusión. No es por casualidad si reconocimos ulteriormente que solo los camaradas del principio comprendían plenamente la plataforma. Es igualmente significativo que la plataforma haya sido propuesta y escrita por algunos camaradas (hoy miembros de la CCI) que temían la utilización de la “F.C.” por la CCI. Con la adopción de un programa propio, tendían instintivamente a defender su grupito propio contra la “invasión exterior” según la deformación típica de esos círculos que acaba invariablemente por hacerlos desaparecer.
Toda la existencia de la “F.C.” se vio impregnada con esta ambigüedad de fondo que por poco compromete el enorme trabajo ya hecho. El abandono sucesivo de todas las actividades hacia el exterior, incluso la de publicación (después de “Il sindicati contra la clase operaria”, publicado en enero, la F.C. no publicó más nada) es un indicio de la comprensión progresiva del peligro que constituye la parálisis en una forma bastarda semi- política. Este proceso contribuyó a disipar la ambigüedad de la situación de los camaradas que habían formado el primer núcleo y que reconocieron su exterioridad frente a esta situación intermedia y encontraron en la CCI la organización política con la cual discutir. La rapidez con la cual esta discusión condujo a la integración a la Corriente es la prueba de que ese paso era necesario desde hacía tiempo.
Hay que ser claro: el grupo de discusión de Nápoles murió desde el momento en que fue adoptada una plataforma que significó su transformación en grupo semi- político. Si hoy hemos comprendido la necesidad de denunciar la F.C. como un órgano bastardo, condenado a degenerar políticamente, no era menos cierto e inevitable cinco meses antes.
Toda organización que se define organizativamente sin asumir sus responsabilidades militantes frente a la clase sobre la base de un programa político coherente, no puede más que transformarse en un obstáculo para el reagrupamiento de los revolucionarios, en una especie de purgatorio, de pantano donde se atascan elementos paralizados en un perpetuo estado de semi- confusión.
Esto es particularmente cierto hoy cuando el proletariado regresa a la escena histórica después de un período de contrarrevolución tan fuerte que borró toda huella dejada por la ola revolucionaria de los años 20 en la conciencia obrera. Las viejas pequeñas fracciones de comunistas que sobrevivieron después de la derrota para conservar las enseñanzas de la lucha, no pudieron más que sucumbir, una después de otra, a la contrarrevolución triunfante. Es pues sin poder gozar de su apoyo directo que el gigante proletario, debe liberarse de la postración y volver a encontrar su camino histórico de clase. Por otra parte, con el fin del periodo de reformas y la entrada del capitalismo en su fase de decadencia, todos los viejos instrumentos de la clase se han transformado en obstáculos para su toma de conciencia. Los sindicatos, las leyes obreras, las Casas del Pueblo, todo este aparato reformista a donde, sin embargo, acudían de sus fábricas centenares de obreros socialistas, esos centros en donde latía la vida de la clase obrera, se han convertido hoy en centrales activas de la burguesía.
Los obreros que encuentran hoy el camino de la lucha, privados de sus puntos tradicionales de apoyo, sienten tanto más la exigencia de reunirse para discutir y reflexionar cuanto mayores son las dificultades para realizarlo. Es por esto que, después de cada ola de luchas, se crean decenas de pequeños núcleos de obreros, generalmente agrupados sobre un mínimo de posiciones antisindicales. No es por casualidad ni por espíritu académico que muchos de los colectivos obreros formados durante el “otoño caliente” en las fábricas italianas se llamaron “grupos de estudios”. Este hecho traduce la necesidad imperiosa de reflexión, la necesidad para la clase de volver a encontrar su propia historia y su propio porvenir.
Pero ese mismo vacío de cincuenta años que provoca su proliferación es también la causa de su debilidad intrínseca. Con la desaparición de las fracciones comunistas que rompieron con la Internacional en degeneración, desapareció también, para esos obreros, el marco natural de su búsqueda. Están prácticamente solos frente a la desmoralización, el retroceso, el peso de las tendencias localistas y de la izquierda sindical.
Es por esto que hay que subrayar que ninguno de esos núcleos puede resistir a la larga al peso de la ideología dominante, si se encuentra en la incapacidad de romper completamente con el horizonte limitado de una sola fábrica y de orientar inmediatamente su propia actividad hacia la clarificación de los problemas políticos de fondo y de su propia posición militante. La única manera para que los camaradas que provienen de esas experiencias puedan ulteriormente contribuir a la lucha de clases es que se integren activamente y conscientemente al proceso de reagrupamiento internacional de revolucionarios. Tomar otro camino es meterse en un callejón sin salida.
¿Qué lecciones puede ser sacadas de nuestra experiencia? Un círculo de discusión por su naturaleza misma es un agregado transitorio, nacido de la necesidad de clarificar los problemas de la lucha de clases. A medida que, a través de la discusión, esta clarificación se hace, el círculo de discusión, en vez de reforzarse (Plataforma, organización) perece (agota su función). Cualquiera que sea el destino de sus militantes, tomados individualmente (evolución o desaparición), el círculo de discusión, por su parte, no puede más que degenerar o morir.
A los revolucionarios les toca indicar la función y los límites de estos círculos y denunciar a los que siguen aferrándose a ellos.
Ex miembros de la ex FRAZIONE COMUNISTA.
[1] LOTTE OPERAIE IN PORTOGALLO: Una nota essemplare: I lavoratori della T.A.P. di fronte al P.C.P. ed al “essecito democrático”.
Attachment | Size |
---|---|
![]() | 52.71 KB |
Al publicar este número de la Revista Internacional en castellano, nos toca dar ciertas explicaciones. ¿Porque el núm.7? Hasta ahora solo se habían publicado los números 1, 2 y 3.
La Revista Internacional de la Corriente Comunista Internacional es, como su nombre indica, la expresión política escrita que plasma la unidad a nivel internacional de toda la CCI. En francés e inglés han salido ya seis números. Dificultades materiales nos habían impedido hasta ahora publicar la versión castellana al mismo ritmo que aquellas. A partir a partir de este nº 7 la Revista saldrá al mismo tiempo en los tres idiomas. Este esfuerzo es tanto más necesario por cuanto América Latina y España son eslabones débiles del capitalismo mundial y, por lo tanto, los embates de la crisis que se despliega con cada vez mayor violencia son, en aquellos países, cada vez más fuertes. Son, por ello, regiones neurálgicas en donde el enfrentamiento entre capital y proletariado ha alcanzado niveles particularmente altos.
La necesidad de este esfuerzo viene subrayada también por otro hecho: en general, el resurgir de la lucha obrera a finales de los años 60, después de años y años de contrarrevolución triunfante, ha tenido lugar en medio de una confusión teórica -producto de gran parte de esos años de derrota obrera por el estalinismo, el nacionalismo y sus variantes- que a menudo se traduce por una especie de “desprecio olímpico” por la teoría y un dudoso ensalzamiento de la “acción por la acción”. Esta confusión que en particular propaga la miope impaciencia activista de la pequeña burguesía estudiantil cuya influencia sigue aun marcando los primeros esfuerzos de la clase obrera por constituirse en grupos y organizaciones revolucionarias, esa confusión pues, común a todos los países, aparece con aún mayor fuerza en España y América Latina. La mitología guerrillerista y terrorista y patriotera de la ETA y el FRAP hasta el MIR y demás guevarismos, han contribuido no poco en el desarrollo del confusionismo.
La conciencia que tenemos de la urgencia de la tarea teórica de los revolucionarios a nivel mundial, en estos tiempos de cada vez mayor crisis y barbarie capitalista, nos mueve a realizar este esfuerzo que se concretiza en la publicación simultánea de la Revista Internacional en tres idiomas. Respecto a los números 4, 5 y 6 de esta Revista Internacional, que publicaremos en castellano dos folletos: uno con una selección de los principales artículos y otro con artículos de la publicación de la Izquierda Comunista “Bilán” (1933-38) sobre la Guerra de España, artículos que fueron publicados en los números 4 y 6 de esta revista[1].
[1] Nota (julio 2021): el proyecto que menciona la introducción se transformó finalmente en el libro 1936: FRANCO Y LA REPUBLICA MASACRAN AL PROLETARIADO que nos puede ser solicitado escribiendo a nuestra dirección [email protected] [23]
«Cuando el proletariado anuncia la disolución del orden actual del mundo, anuncia de hecho el secreto de su propia existencia, porque representa la disolución efectiva de ese orden del mundo» (Marx).
Esa destrucción no es una acción ciega y totalmente determinada como algo directo, engendrado mecánicamente por una serie de causas económicas. Al contrario, exige de quien la realiza la plena conciencia de la meta que quiera alcanzar.
Pero si nos atenemos a una visión burguesa de la historia, esa conciencia, que se define como un sentimiento que se tiene de la existencia, no pasa de ser la categoría intelectual y subjetiva de un conjunto de ideas que se aplica a aprehender lo que existe.
Pues para cualquier ciencia burguesa, el pensamiento, la conciencia, separados del movimiento general de la materia, son ante todo una cuestión de individuos aislados o de grupos con intereses comunes. Por eso razonando siempre con las mismas y burdas deformaciones de la ideología dominante, el pensamiento burgués no entiende el proceso de la toma de conciencia más que como un mecanismo puramente mental que llevaría al individuo e incluso a un grupo social, tras una serie de causas (reacción-reflexión-acción), a tomar conciencia de lo que es. Aplicando ese proceso del ser aislado al de una clase social, esa manera de pensar termina por simbolizar e inmovilizar a las clases sociales bajo una forma individual y mítica. El proletariado aparece entonces bajo una apariencia “congelada”, objetiva como simple categoría económica.
Y así, siguiendo ese proceso mental de la ideología dominante, se “empaqueta” al proletariado bajo la forma de un bloque compacto que tendría que “tomar conciencia” –como un individuo- de quién es y de lo que tiene que llevar a cabo. Y acaban por concluir que el proletariado ya no existe sino como clase para el capital; o que basta con esperar a que esa “masa” activa tome conciencia de manera homogénea y simultánea en el cerebro de cada obrero; o que el proletariado no es sino una especie de cuerpo humano cuya cabeza sería el partido, los pies serían los consejos y así...
Esa manera totalmente errónea de ver el proceso histórico de una clase social, que ya fue criticada por Marx en las Tesis sobre Feverbach, se explica por el hecho de que la burguesía es incapaz de ponerse a sí misma en entredicho y no puede pensar el mundo más que en estratificaciones, categorías y separaciones arbitrarias. Para ella sólo existe una realidad consumada y acabada, una realidad del mundo ajena a toda práctica, una materia inmutable, un pensamiento que se aplica como un velo exterior a la realidad sin transformarla.
Forma y contenido, objeto percibido y sujeto pensante, idea y materia, teoría y práctica van asociados y pegados uno a otro inseparablemente, pero siempre diferenciados y vistos cada uno con un modo propio de existencia.
El mundo de los conceptos se elabora, y se despliega, pero opuesto a ese mundo, relegado al segundo plano de la conciencia, el mundo de lo real se contenta con “estar ahí”. La unidad de esos dos mundos, que nunca es más que la de las rectas paralelas que se unen en el infinito, resulta siempre de una pirueta intelectual.
Porque, de hecho, el defecto de todo materialismo vulgar, aun cuando reconoce las determinaciones de la materia, es que sólo tiene en cuenta al objeto bajo la forma externa e independiente del sujeto y no como práctica humana. Por eso, a la conciencia de clase le basta con quedar condensada en un programa teórico y que una minoría la transporte, mientras el proletariado se agita en el mundo de lo material, incapaz de llegar a la conciencia de la clase. O, para otros, la conciencia no es para el proletariado más que una especie de respuesta instintiva e inmediata a estímulos externos; entonces, los revolucionarios, para no perturbar o violar ese metabolismo natural, lo mejor que pueden hacer es la política del avestruz y esperar a que las cosas ocurran espontáneamente.
Los revolucionarios tienen que atacar esos puntos de vista simplistas del materialismo vulgar. Porque son conscientes de que la visión que tienen de la realidad no es producto del azar o de la voluntad individual; por que el papel fundamental que tienen en la realidad social no se limita a la constatación intelectual o empírica de las condiciones objetivas y subjetivas de la revolución comunista. Y lo que podría apreciarse como demasiado abstracto o demasiado teórico de su reflexión no es más que el paso necesario para llevar a la práctica su intervención organizada, pues imaginar teóricamente un movimiento y pretender plasmar mentalmente un proceso es como querer nadar por el río y quedarse en la orilla guardando la ropa.
De ahí que los revolucionarios, por no tener intereses distintos de los del proletariado, no se contenten ni con esquemas o representaciones abstractas, ni con descripciones periodísticas e inmediatas de la realidad social. Como parte de un todo, como productos y factores de un proceso histórico, su reflexión teórica es, en definitiva, una toma de postura política de la realidad, un deseo de transformación radical de la sociedad[1].
En este sentido, las reflexiones sobre la conciencia de clase y el papel de los revolucionarios y del partido, no tienen que ser abordadas por su lado puramente teórico. Los primeros elementos para un análisis que aquí lanzamos se limitan por ahora a trazar las líneas generales; otros factores surgidos en la experiencia misma de la lucha de clases vendrán a reforzar, a modificar o a precisar numerosos puntos. Unicamente la actividad de la clase puede, en última instancia, confirmar o invalidar la teoría revolucionaria.
«Y todos los sistemas que llevan la teoría hacia el misticismo encuentran su solución racional en la práctica humana y en la compresión de esta práctica». Carlos MARX: “Tesis sobre Feverbach”.
LAS CONDICIONES DE LA REVOLUCION COMUNISTA
I.- El modo de producción capitalista, basado en la ley del valor, sólo puede ser superado por la acción de una clase consciente en su conjunto y unida mundialmente: el proletariado. Esta condición es de una importancia tal que es la única que puede esclarecernos sobre el carácter específico de la revolución comunista y del paso de un modo de producción basado en la ley del valor a un modo de existencia superior.
Porque de hecho hay un abismo entre lo que la humanidad ha conocido hasta ahora a nivel de su desarrollo histórico y el salto cualitativo que tendrá que realizar para clausurar este ciclo y liberar el hombre de toda explotación sea cual fuere.
Y esa gran diferencia es tanto más difícil de concebir por cuanto la sucesión de los diferentes modos de producción en la historia se ha ido desarrollando como un proceso necesario determinado y más o menos inconsciente, al haber sido realizado en las revoluciones pasadas por una clase que ya gozaba del poder económico en el antiguo modo de producción ya caduco. La diferencia cualitativa se mide a nivel de la conciencia histórica que exigirá la destrucción del modo de producción capitalista y la transición hacia el comunismo. Esa conciencia, lejos de quedar reducida a un simple fenómeno mental, ideológico o individual, tiene que situarse en el contexto de una clase social.
II.- El concepto de clase social debe de ser comprendido no como simple clasificación o categoría económica o suma de individuos aislados sino esencialmente como devenir histórico forjado por intereses políticos comunes.
El proletariado no existe verdaderamente como clase sino es a través del movimiento histórico que lo opone al capitalismo, y este movimiento no tiene fundamento real más que en el proceso de la toma de conciencia que le acompaña.
La revolución comunista se desmarca así fundamentalmente de todas las revoluciones anteriores porque, por primera vez en la historia de la humanidad, una clase revolucionaria, portadora de nuevas relaciones sociales, no tiene ningún poder económico en la vieja sociedad. El proletariado es la primera y la última clase revolucionaria de la historia que es a la vez la clase explotada. Esto implica que necesita una plena conciencia de sus fines históricos, aunque ya le obligue a ello al lugar socio-económico que ocupa en el modo de producción capitalista; pues es la única clase que tiene la posibilidad objetiva y subjetiva para tomar conciencia de la sociedad en su conjunto. El proletariado no posee ninguna raíz económica en el suelo capitalista; y al no tener raíces, tampoco pueden circular por ella las ramificaciones de la ideología y no puede surgir de ellas nuevas semillas para una nueva explotación del hombre por el hombre.
Mientras que la Ideología presupone una superestructura político-jurídica y una infraestructura económica determinada por fuerzas productivas que siguen dominando al hombre, el proceso de toma de conciencia tiene que ser para el proletariado condición previa a la toma del poder y al cambio total de la infraestructura que deja el capitalismo.
III.- El proletariado es la única clase en la historia, cuyas necesidades históricas, es decir la destrucción del sistema de explotación, coinciden plenamente con sus intereses de clase revolucionaria, intereses que además van ligados con los de la humanidad entera.
Ninguna otra clase o capa de la sociedad puede llevar en sí ese porvenir histórico - la necesidad de destruir el sistema de explotación -. Las demás no pueden llegar a la conciencia de la necesidad de la transformación del conjunto de la sociedad, aunque puedan llegar a tener un sentimiento más o menos claro de la barbarie social en que se vive; sentimiento que, por lo demás, acaba siendo recuperado, de una u otra manera, por la clase dominante y la ceguera de la ideología burguesa.
Desde el punto de vista capitalista, y por lo tanto ideológico, resulta imposible la comprensión del carácter histórico y transitorio de la sociedad. Porque, para la burguesía, las relaciones sociales son algo fijado para siempre, eterno, algo por encima de la voluntad humana. Aunque la burguesía en sus mistificaciones contra la clase obrera hile más o menos fino y opere con cierta lucidez, ello no quita de que habrá de poner todo su esfuerzo para que desaparezca de la conciencia social la realidad de la lucha de clase. Los límites objetivos de la producción capitalista implican los límites de su “conciencia” que precisamente a causa de esos límites, no es más que simple ideología.
Por eso, los principales embustes de la burguesía hoy en día son los que pretenden que la clase obrera se crea que una nueva gestión del sistema más adecuada puede retasar indefinidamente el hundimiento del capitalismo.
IV.- Conciencia de clase, lejos de coincidir con el concepto “ideología”, es ante todo, su negación primera, su antítesis fundamental. De lo que se trata hoy es de sacar al hombre del letargo en el que está hundido, de hacer un mundo consciente de sí mismo y de sus acciones, lo que ninguna ideología es capaz de realizar. Por que la ideología, producto de factores económicos y de una realidad social alienada, otorga a los objetos una existencia autónoma, y al conocimiento un poder de abstracción fuera de toda contingencia material; por eso le es imposible operar una crítica y práctica de la sociedad.
La conciencia de clase revolucionaria lejos de ser simplemente la que precede a la acción y la dirige hacia un fin determinado, es sobre y ante todo proceso de transformación de la sociedad; un proceso vivo que, al ser consecuencia del desarrollo y la exacerbación de la contradicción del mundo capitalista decadente, obliga a una clase social a realizar lo esencial de su existencia a través de la negación práctica y teórica (y por lo tanto consciente) de sus condiciones de vida. La historia de ese proceso es la historia de la lucha del proletariado y de las de las minorías revolucionarias que han surgido cojo parte comprometida del combate.
LAS CARACTERISTICAS DE LA TOMA DE CONCIENCIA.
I.- Las diferencias fundamentales entre ideología y conciencia de clase estriban en el origen mismo de la ideología y sus raíces materiales, raíces que se hunden en la historia de la división del trabajo, de la separación entre los productores y su producto, de la autonomía de las relaciones de producción y del dominio que sobre el hombre ejerce la forma material de su propio trabajo. Las leyes inherentes al capitalismo, leyes que se caracterizan por el predominio del trabajo muerto sobre el trabajo vivo, la preponderancia del valor de cambio sobre el valor de uso y el fetichismo del valor, llevan a la transformación de las relaciones sociales en relaciones entre cosas y condicionan la aparición de relaciones jurídicas cuyo criterio básico es el individuo aislado.
Son esa leyes también lo que, a través de la especialización, quita al hombre la imagen de la totalidad y lo mantiene preso en una serie de categorías separadas, aisladas o independientes unas de otras, (la nación, la fábrica, el barrio). La visión de la totalidad ya no es entonces sino pura suma de dominios particulares del “saber”, saber que además está detentado por especialistas.
La conciencia de clase, por su parte, se afirma como visión de la totalidad y conciencia del conjunto de la clase. Es un proceso eminentemente colectivo. Su punto de partida es el de una clase unificada en la lucha, dispuesta a destruir las relaciones sociales capitalistas, implica el predominio determinante del todo sobre las partes. Pero esa totalidad sólo puede plantearse si el sujeto que la plantea es también él una totalidad, y ese punto de vista de la totalidad como sujeto, únicamente una clase lo representa. Por eso es por lo que el proletariado para unificarse como clase consciente, tendrá que destrozar la compartimentación, las separaciones, las fronteras sean cuales fueren, e imponer la dictadura de sus consejos obreros por encima de las naciones.
Otra consecuencia de la reificación en la conciencia social es la separación entre las partes respecto del todo, la meta parcial y la final, la lucha económica y la lucha política. En este periodo de decadencia del capitalismo en que toda reforma se ha vuelto imposible y en que la revolución se ha puesto a la orden del día, las luchas económicas tienden a transformarse en luchas políticas y a enfrentarse de lleno al sistema. El proletariado está llamado a transformar conscientemente la sociedad; por eso, la visión de la totalidad le exige comprender la contradicción dialéctica entre interés inmediato y meta final, entre momento aislado y totalidad. El momento aislado, es decir situación como clase atomizada y mistificada, está ligado al capitalismo; por eso el proletariado tiene que unificarse mundialmente y pasar de ser categoría económica a clase revolucionaria. La obrera es la única clase capaz de llevar a cabo esa unificación en clase consciente pues el carácter de trabajo asociado la confiere la posibilidad de aquella visión global.
II.- La naturaleza de la toma de conciencia, es decir fundamentalmente conciencia de clase, nos permite entender la diferencia fundamental que consideremos que hay entre ideología y conciencia. No es por una especie de purismo de lengua por lo que afirmaremos que no existe ni “ideología proletaria” ni “ciencia revolucionaria”, de la misma manera que no existe para una minoría revolucionaria la posibilidad de “transportar” o “encarnar” la conciencia de clase.
Los leninistas y bordiguistas de cualquier tendencia, que reducen todo un fenómeno histórico –a la vez práctico y teórico- a la simple expresión de una reflexión plasmada en el Programa, patrimonio del partido, aprehenden la naturaleza de la conciencia de clase con el mismo tipo de “razonamiento” que el de los místicos cuando afirman que la hostia es la encarnación del cuerpo de Cristo.
Efectivamente, la ideología y el misticismo existen porque la separación entre trabajo manual y trabajo intelectual ha hecho posible la aparición de un pensamiento que se caracteriza por la distancia que intenta poner entre su propia realidad y las condiciones materiales de su existencia y por la preocupación de aparecer como pensamiento independiente y autónomo, agente causal único del movimiento que ánima a la materia. Al comprender la realidad como una serie de mediaciones, de etapas necesarias entre el hombre y la materia, la ideología burguesa se niega a reconocer su verdadero origen. Al otorgar a la realidad una existencia independiente, la ideología burguesa contrapone a la metafísica un idealismo de la acción, considerando el comportamiento teórico como único válido y causa verdadera de la acción y relegando la práctica a algo simplemente natural.
La conciencia de clase, por su parte, coincide totalmente con la realidad social en la medida en que tiene su razón de ser en el desarrollo histórico de la contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción y que la necesidad de un cambio radical de las relaciones de producción exige una visión global y verdadera del conjunto de la realidad social.
La conciencia de clase reconoce su origen y objeto: el proletariado como núcleo vivo de la producción, clase social en permanente devenir. El proceso de toma de conciencia del proletariado, basado en la unidad dialéctica entre el ser y el pensamiento, rechaza cualquier tipo de intermediario ó de mediador entre la existencia y la conciencia. Se hace conciencia de sí y vuelve a realizar la unidad entre el hombre y la realidad.
III.- El proletariado está obligado a vender su fuerza de trabajo como simple objeto. Esta objetivización y la ruptura ente la fuerza de trabajo (objeto sometido a la explotación) y el sujeto que la vende es lo que permite que la toma de conciencia se realice. Por medio de su lucha contra la explotación capitalista el proletariado llega a percibirse a la vez como sujeto y como objeto del conocimiento. Este percibirse y la conciencia de su total desamparo e inhumanidad es a la vez puesta al desnudo de la sociedad y destrucción de ésta.
Al destruir la sociedad en su conjunto el proletariado no hace sino enunciar la esencia de su propia existencia porque es, precisamente, la negación de la sociedad, pues la única relación social que hay entre Capital y proletariado es la lucha de clases. La realización del proletariado como clase para sí pasa por la destrucción del sistema; la conciencia es factor y producto del proceso. El conocimiento de sí es, para la clase obrera, conocimiento de la esencia de la sociedad; no es toma de conciencia sobre algo, sobre un objeto, sino conciencia de sí, objeto de esa conciencia, precisamente porque es ya práctica (práxis) y opera una modificación en el objeto. Al dar cuenta del carácter objetivo del trabajo como mercancía, ese proceso acaba poniendo al desnudo el fetichismo de toda mercancía y descubrir el carácter social y temporal de la relación capital-trabajo.
Las ilusiones, las mistificaciones, la compartimentación que la ideología impone al pensamiento no son, pues, sino expresión mental de una realidad vuelta también “cosa” (reificada), la expresión mental de una estructura económica basada en la explotación del hombre por el hombre, y cuya negación no puede llevarse a cabo con un simple movimiento del pensamiento sino por la superación práctica. Por eso, la conciencia de clase no es simplemente un poner en entredicho teóricamente al sistema capitalista; es ante todo crítica y destrucción material del sistema en su conjunto.
La conciencia de clase, al dar cuenta del carácter histórico de las leyes económicas, descubre entonces el carácter histórico y transitorio del modo de producción capitalista, ve los límites objetivos de éste y analiza los períodos históricos de la sociedad. Es ir descubriendo un proceso que acopla teoría y práctica porque cada vez que se hunde una ilusión en el antiguo sistema, cada vez que una mistificación aparece como lo que es, ello corresponde a una voluntad práctica de destrucción de la esclavitud salarial.
IV.- Si bien la conciencia histórica surge porque el proletariado tiene que llegar al conocimiento total de la realidad a partir de su punto de vista de clase, ello no implica, sin embargo, que ese conocimiento aparezca inmediatamente.
Muy al contrario, el carácter de clase del proceso de toma de conciencia supone un desarrollo heterogéneo y doloroso de una práctica y una teoría obreras enfrentadas desde el principio a la presión permanente de la clase burguesa.
El proletariado, sea cual fuere su unidad en la lucha, no actúa como individualidad única y dirigida mecánicamente hacia una meta. La contradicción dialéctica que hay entre ser la clase explotada, su total indigencia en la sociedad, lo determina para ser la primera víctima de la ideología burguesa. Al no poder desarrollar su conciencia según los principios estables de una ideología o de una serie de recetas prácticas, por ser a la vez sujeto y objeto del conocimiento, el proletariado sólo puede tomar conciencia de su situación en un proceso real ligado a las condiciones materiales de su existencia social.
Son esas condiciones objetivas y la opresión cada vez mayor de la ideología dominante lo que obliga al proletariado a segregar, integradas en la tendencia de irse haciendo clase revolucionaria, a la minorías revolucionarias con vistas a acelerar el proceso de teorización de las experiencias históricas de la clase y de su difusión dentro de la luchas. La conciencia de clase no es, por lo tanto, un “espejo” de la realidad, un reflejo mecánico de la situación económica de la clase obrera, pues en ese caso no tendría ningún papel activo, ni tampoco crece espontáneamente en el terreno de la explotación capitalista.
La conciencia de clase surge en realidad de la convergencia de varios factores, entre los que las premisas económicas, aunque indispensables, son netamente insuficientes. La lucha económica de la clase obrera no basta para engendrar todo el movimiento teórico y práctico; no es el mago creador ni la máquina todopoderosa que es principio de todo y que algunos espontaneístas adoran como ídolo.
La lucha de la clase no es una entidad en sí, separada del mundo y detonador del movimiento de la materia; es el mundo, por él forjada y forja a su vez.
De ahí que únicamente la reunión de varios elementos que aparecen en el desarrollo y despliegue de la lucha de clases, pueda, en última instancia, llevar la conciencia socialista a su nivel histórico más alto. Esos elementos son fundamentalmente los siguientes:
a) la violencia económica permanente que aguanta el proletariado y su situación de clase explotada.
b) Las bases y datos objetivos del período y el nivel a que han llegado las contradicciones del sistema (decadencia del capitalismo y agudización de la crisis).
c) El nivel de la lucha de clases como respuesta a esa situación y la tendencia más o menos desarrollada de la clase obrera para organizarse como clase autónoma.
d) La influencia cada vez más decisiva de los grupos revolucionarios en las luchas, y la capacidad del proletariado para volver a apropiarse de su teoría revolucionaria.
Ninguno de los elementos expuestos puede ser considerado en sí, separándolo de los demás para erigirlo como principio causal único del movimiento.
Resulta evidente que la violencia económica o la teoría revolucionaria se imponen como factores activos en el desarrollo de la conciencia proletaria, pero no son por sí mismo la causa primera del proceso. Andar buscando la causa predominante y aislada a todo un movimiento no es más que pretender estancarlo entrando en la pelea tonta y estéril de qué es antes: ¿el huevo o la gallina?.
EL PAPEL DE LOS REVOLUCIONARIOS Y DEL PARTIDO
Definir la conciencia del proletariado como proceso histórico propio de una clase social y que se caracteriza por la afirmación en la escena histórica del “ser consciente” es no ir más allá de la simple confirmación pasiva.
Si nos quedamos ahí, sólo habríamos platicado teóricamente sobre las características de la toma de conciencia sin entender las razones objetivas que nos empujan a formular definiciones. Y es precisamente superando lo puramente teórico de su actividad como los revolucionarios toman conciencia de su papel histórico como elementos activos de un todo.
No se puede tirar abajo todo un sistema de explotación únicamente con las ganas y algunas reflexiones filosóficas. Para acelerar el proceso de toma de conciencia de la clase obrera y que ésta se organice como clase autónoma, los revolucionarios tienen que asumir toda su responsabilidad frente a aquella; responsabilidad que exige una clara visión de su función, una puntualización de las tareas históricas para las que se han constituido.
I.- La naturaleza y función de los grupos revolucionarios y del partido sólo pueden explicarse mediante la naturaleza profundamente contradictoria del proceso de la toma de conciencia de la clase obrera, contradicción que acompaña al movimiento mismo de la lucha de clases y que seguirá marcando el período de transición entre el capitalismo y el comunismo, hasta la desaparición de todas las clases.
Contradicción entre la situación de la clase obrera como clase explotada y sus tareas históricas que van hacia la abolición de cualquier explotación. Contradicción entre que sea imposible para la clase obrera el fabricarse una “ideología” proletaria en base a un poder económico inexistente y la necesidad adquirida con plena conciencia de su meta histórica. Por eso, el proletariado se ve obligado:
- por un lado, asumir en la práctica, en y mediante sus luchas cotidianas, la condición fundamental para la revolución comunista: «la emancipación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos» (Primera Internacional).
-Por otro, a preparar las armas teóricas que le son indispensables par su emancipación consciente aún siéndole imposible librarse por completo de la influencia de la ideología dominante.
Las minorías revolucionarias aparecen como producto de esta necesidad contradictoria. Surgen formando parte integrante del proletariado y, sin embargo no por ello son miembros sociológicos de él. La clase económica dominante es la que posee los medios de producción materiales e ideológicos; la clase obrera, por su parte, es incapaz de engendrar una cultura o una ideología que sería para ella “sociológicamente inmanente”, pues ello implicaría un interés económico que tendería a perpetuar su situación de clase explotada. Por eso, es un criterio político el que define a los revolucionarios como miembros efectivos del proletariado y les asigna la tarea de teorizar las experiencias adquiridas por su clase de manera que lo lleguen a ser del mayor número posible.
II.- La imperiosa necesidad para el proletariado de llevar a cabo un cambio radical consciente de la antigua sociedad, una transformación la vez práctica y teórica le exige una visión clara, «una neta comprensión de las condiciones, del desarrollo y de los objetivos generales del movimiento proletario» (Manifiesto Comunista). Mientras haya antagonismos de clase y explotación capitalista, esa visión de la meta final del movimiento seguirá enfrentándose a la influencia impositiva de la ideología burguesa y por eso no será algo que tendrá inmediatamente todo el proletariado. La difusión en profundidad de la teoría revolucionaria proletaria al conjunto de clase no es un fenómeno “natural” que sigue una progresión matemática lineal, sino ante todo, el resultado del esfuerzo organizado de la clase. La tentativa consciente de la clase obrera por darse una teoría revolucionaria y sacar las lecciones de las luchas pasadas se materializa en la aparición de minorías revolucionarias y que éstas en los períodos de auge revolucionario, se constituyan en Partido.
Esa constante determinación en el proletariado para la constitución de un partido revolucionario no tiene nada que ver con la acción voluntarista de individuos o grupos de individuos que tienen la pretensión de construir un partido revolucionario con vistas a suplir la acción de la clase en su conjunto. El resurgir de la teoría revolucionaria así como el los de grupos revolucionarios no es el fruto de la voluntad individual ni el producto de algún que otro principio novedoso «descubierto por tal o cual reformador del mundo» (Marx) sino la cristalización del desarrollo de una lucha de clases real y de una necesidad vital en el proletariado.
III.- No es, pues, a nivel abstracto como el proletariado se ha pensado como clase, sino a nivel de su acción concreta, por sus luchas incesantes, en las condiciones objetivas que le impone el periodo. De esta práctica histórica ha surgido no precisamente una serie de principios dogmáticos aplicados cual recetas teóricas a la lucha de clases, sino la expresión teórica de la experiencia. La teoría revolucionaria no es una suma definitiva o invariante de principios, sino el reflejo de la actividad concreta de la clase obrera explicitado y globalizado a nivel teórico por los grupos revolucionarios y reapropriado por la clase. Así a cada problema que la lucha y la organización de la clase han comprobado, corresponde un nuevo aporte teórico, que será a su vez transformado en realidad práctica por la incidencia que tendrá en luchas futuras. Producto, entonces, del ente social de las luchas, la teoría toma su energía en la práctica y a su vez clarifica políticamente las luchas venideras.
La teoría revolucionaria, que se desarrolla, pues, a partir de las luchas concretas de la clase y que los grupos revolucionarios transportan, no es, ni mucho menos, el tesoro oculto de éstos. El papel mismo de los revolucionarios y del Partido cristalizan precisamente la contraria y fundamental preocupación, la de que el proletariado vuelva siempre a recuperar lo adquirido en sus experiencias históricas para que lleguen a ser la realidad de la mayoría. Su función consiste en difundir la teoría en la clase, sabiendo muy bien que sólo puede hacerse en su seno y no como si una teoría pudiera “inyectarse” en una práctica o que la teoría fuera un primer y permanente fermento químico de todo un movimiento histórico.
Teoría y práctica se completan, se interpenetran; favorecer una en detrimento de la otra, insistir en el factor causal de la teoría, o al contrario, ignorar lo activo de la teoría, corre el riesgo de llevarnos por las vías peligrosas del voluntarismo o del academismo.
IV.- No es porque hayan grupos revolucionarios por lo que el proletariado es una clase revolucionaria. Si la burguesía pudiera cargárselos a todos y que desaparecieran de la faz de la tierra, lo único que haría es retrasar los plazos de su propia muerte sin poder parar la lucha de clase ni impedir que la obrera volviera a reconstruir, a segregar grupos revolucionarios. No por destruir los capullos y las primeras flores del árbol se destruye para siempre la posibilidad de reproducción.
En este orden de cosas, los revolucionarios, aún no teniendo intereses diferentes y sin estar separados del proletariado, no son, sin embargo, sinónimos de la clase. Sólo son una parte de ella, la parte más decidida, la que, sin ser el “Estado mayor” de un ejército inconsciente y encuadrado ni “el gran timonel” ese de la revolución, esboza los grandes ejes generales de la lucha, la que indica la dirección final del movimiento. Su función no es la de preparar la dirección “técnica” de las luchas, no son los revolucionarios quienes «con consignas justas dan nacimiento orgánicamente a las condiciones y a las posibilidades de la organización técnica del proletariado» (Lukacs). Su papel no es el de organizar a la clase ni dirigir la organización autónoma de la clase obrera con recetas prácticas sobre tal o cual forma de organización unitaria, sino la de señalar y poner siempre por delante la dirección política general hacia donde debe ir el movimiento.
V.- El que el partido no tenga que sustituir a la clase no significa en absoluto que su existencia sea un mal necesario e inevitable que habría que atenuar o evitar en la medida de lo posible. Los revolucionarios y el partido existen como productos necesarios, elementos indispensables en el proceso de toma de conciencia de la clase proletaria. Negar su función so pretexto de errores substitucionistas en el pasado, es dar prueba de purismo estéril y pretender quitar al proletariado una de sus armas vitales. Su tarea histórica, lejos de ser la concreción de una especie de paliativo, forma parte de la tendencia general de la clase obrera a constituirse como clase revolucionaria consciente. Por ser los elementos más combativos y más decididos de la clase obrera, los revolucionarios desarrollan en las luchas proletarias una intervención organizada con la permanente perspectiva de mostrar la meta final del movimiento. Su participación activa en las luchas ejerce una influencia decisiva en la organización global del movimiento de la clase: influencia que puede materializarse concretamente en la dirección política general de la lucha y en la aceleración del proceso de constitución del proletariado como clase autónoma para la toma del poder y la destrucción de la esclavitud asalariada.
Los revolucionarios y el partido no tendrán que substituirse a la clase. Eso significa que su función, aún siendo indispensable, no tiene un fin en sí, no es una obra acabada y perfecta que podría actuar en lugar de la clase obrera o capaz de hacer que penetre en el movimiento de masas espontáneo de la clase una especie de “verdad inminente” para “sacar” al proletariado de la necesidad económica de su origen y “colocarlo” en la acción consciente y revolucionaria. Así pues, por ser un elemento activo y perteneciente al proletariado, comprometido de lleno en el desarrollo de la toma de conciencia por la clase, el partido no es ni la mediación entre teoría y práctica, ni entre experiencia y conciencia. Uno y otra, el partido y la clase materializan la unidad entre teoría y práctica; esta unidad es idéntica para ambos, no hay intermediarios. Sólo hay intermediarios ente cosas previamente separadas. Esa unidad es un proceso vivo que determina tanto al partido como a la acción de la clase en su conjunto y a su organización unitaria en Consejos. Pretender que el partido es la mediación entre teoría y práctica significa considerar la teoría como algo externo al proletariado, como patrimonio exclusivo del partido, el cual sería entonces la única fuerza capaz de “cambiar el sentido de la praxis”; esto implica la castracíón del proletariado de toda capacidad consciente y política en su conquista del poder. Según ese razonamiento, los Consejos obreros acabarían siendo cáscaras vacías, órganos administrativos y estatales a los que el partido pretendería aportar el contenido revolucionario. La consecuencia lógica de esta visión es la de poner en manos del partido la dirección real de la sociedad y la de ponerlo a la cabeza del estado de la dictadura del proletariado.
El partido no es una organización directiva o ejecutiva, no es un órgano que el proletariado crea para que tome el poder. La idea según la cual la dirección de la dictadura obrera es cosa de un partido de masas durante el período revolucionario demuestra una muy grave incomprensión en lo que se refiere a la finalidad política real del partido. El partido no anda buscando hincharse como un globo incorporando la mayor cantidad de gente que se pueda. Su función no es la de un partido único totalitario y de Estado. Muy al contrario, el partido seguirá siendo la expresión de una parte de la clase y su razón de ser tenderá a desaparecer conforme la conciencia socialista vaya haciéndose cosa propia del conjunto de la clase.
CONCLUSIÓN
La inadecuación entre las relaciones de producción y las fuerzas productivas llegó a tal grado de agudización en el período de la Primera Guerra Mundial que desde entonces y hoy aún más aparece el carácter embaucador de ideologías que corresponden a relaciones sociales totalmente caducadas. Todo esto obliga a la burguesía a emplear todo un arsenal de embustes y mistificaciones con objeto de desviar a las luchas obreras de su verdadero objetivo.
Las diferencias entre nuestra época y el período ascendente del capitalismo ejercen una influencia fundamental en la unidad entre teoría y la práctica, reforzándola, precisamente porque el desarrollo de las condiciones objetivas permite la revolución comunista.
Y como en período de decadencia del capitalismo, la revolución comunista se ha vuelto posibilidad objetiva y que la práctica de las luchas se va radicalizando en ese sentido, la teoría tiende cada vez más a comprender el objeto primero de su análisis: la conciencia de clase como unidad real de ambas – teoría y práctica – afianzándose en su proceso que no es sino el proceso del ser consciente. Ese reforzamiento de la unidad entre el ser social del proletariado y su teoría se plasma, a todo lo largo de la historia de la clase obrera en este periodo de decadencia, en la aparición de organizaciones revolucionarias de la clase que se dan como objetivo no ya la mejora de las condiciones de existencia del proletariado dentro del sistema capitalista, sino poner en evidencia la necesidad para la clase obrera de destruir el modo de producción capitalista por la violencia, y la toma del poder político con sus organizaciones autónomas.
En el período ascendente del capitalismo las minorías revolucionarias sólo podían surgir en un marco limitado, en el de la organización permanente del proletariado en partidos de clase o sindicatos en una lucha por reformas reales y duraderas. Hoy en día, cualquier forma permanente de organización de la clase está condenada sin remedio o bien a quedar integrada en la contrarrevolución o a desaparecer; en cuanto a las minorías revolucionarias, éstas no se limitan simplemente a teorizar lo adquirido en las experiencias proletarias, sino que además su práctica en el seno de la lucha de clases puede ser un auténtico factor de transformación y de esclarecimiento de la perspectiva histórica de la lucha. La teoría ya no sólo tiende entonces a realizarse en la práctica, sino que la realidad misma tiende a integrar y va integrando el pensamiento, es decir que el proletariado va apropiándose de nuevo la teoría al tomar conciencia, tras una lucha, de las fronteras de clase como de una experiencia adquirida en su pasado histórico.
El programa revolucionario no es, pues, un simple conjunto de posiciones más o menos flexible según las variaciones de la actualidad, sino que es algo tejido con el hilo histórico que une los deferentes momentos en que el proletariado ha irrumpido como clase pensante y actuante de y hacia su misión histórica, la destrucción del capitalismo.
La intervención de los revolucionarios no representa otra cosa sino el esfuerzo del proletariado para alcanzar la conciencia de sus verdaderos intereses con el fin de ir más allá de la simple comprobación empírica de fenómenos particulares, buscándoles la relación con los principios generales surgidos de la experiencia histórica.
Insistir constantemente en las fronteras de clase y esclarecer con cada vez mayor profundidad la meta histórica de la clase obrera no es, en fin de cuentas otra cosa que la concreción de la necesidad para la clase de tomar plena conciencia de su propia práctica; la existencia de organizaciones revolucionarias es consecuencia de esa necesidad. Al preceder y a la vez completar la conquista del poder por la clase obrera uy sus Consejos, la toma de conciencia anuncia un modo de producción en el cual los hombres, por fin dueños de las fuerzas productivas, las desarrollarán con pleno conocimiento para que de una vez termine el reino de la necesidad y empiece el de la libertad.
J.L. Julio de 1976.
[1] Hoy, tiempo de revolución social y en que el proletariado vuelve a la escena de la historia, la intervención es tanto más vital por el medio siglo de contrarrevolución y de confusión que ha venido pesando sobre la lucha de clase obrera, falsificándose burdamente la teoría revolucionaria, lo que ha ido arrastrando a algunos grupos hacia las aguas putrefactas de aquella; lo que exige a las minorías revolucionarias actuales una clarificación teórica indispensable con vistas a una práctica organizada dentro de las luchas.
Attachment | Size |
---|---|
![]() | 108.81 KB |
1.- El capitalismo se hunde progresivamente en la crisis a través de un movimiento de oscilación cada vez más caótico y la recesión brutal. Si, en cada uno de estos vaivenes, los países más poderosos pueden concederse un breve respiro llamado pomposamente "recuperación", es a costa de las economías más débiles que, una tras otra, en un movimiento de la periferia al centro, del tercer mundo a las metrópolis industriales, se ven sumidas en un caos irremediable. En Europa, el débil capital portugués fue el primero en verse afectado de esta manera. Ahora, en medio de un capitalismo adormecido por el dulce clamor de la "recuperación", a Italia le ha tocado ser el "enfermo". Decenas de miles de millones de dólares de deuda, una inflación con aspecto "sudamericano", una moneda que no deja de hundirse, una productividad que no hay medida que pueda dejar de caer: el "milagro italiano" se ha convertido en una pesadilla para la burguesía.
2 - En la actualidad, las condiciones de este famoso "milagro" no sólo se han agotado por completo, sino que se han convertido parcialmente en desventajas adicionales para el capital italiano. El relativo éxito del capital italiano en la segunda posguerra, que enmascaraba el hecho de que seguía siendo estructuralmente débil y altamente dependiente del capital extranjero, se basaba en gran medida en la existencia en el propio país de un gran sector agrícola atrasado que constituía una reserva masiva de mano de obra barata. Gracias a la explotación de esta mano de obra, el capital italiano pudo aprovechar el periodo de reconstrucción para conquistar importantes mercados en Europa, sobre todo en el ámbito de los bienes de consumo (coches, ropa, electrodomésticos). A esta condición favorable hay que añadir la inexistencia para Italia de un problema colonial que podría haber obstaculizado el desarrollo y la competitividad de otros países europeos competidores (Francia, Portugal, España, Bélgica).
La solución de los problemas coloniales de los demás países supuso el fin de la ventaja de Italia en este aspecto, al tiempo que se acumulaban crecientes dificultades en su economía. En particular, en un momento en que un mercado internacional cada vez más reducido ya no podía absorber la producción de esta economía, el atrasado sector agrícola se convirtió en una reserva de desempleados a cargo del Estado, mientras seguía siendo incapaz de abastecer las necesidades alimentarias de la población, convirtiéndose así en una pesada carga para el capital italiano. Además, el rápido desarrollo de la producción industrial de posguerra en un país en el que el subdesarrollo seguía teniendo una fuerte impronta había creado una serie de desequilibrios internos y factores de inestabilidad a nivel económico, social y político. Por eso, a diferencia del capital inglés, por ejemplo, donde los efectos de una crisis severa son amortiguados por todos los mecanismos que la burguesía más antigua ha puesto en marcha desde hace más de un siglo, el capital italiano es actualmente uno de los más impotentes de Europa frente a la crisis.
3 - Estas debilidades del capital italiano se tradujeron en el plano social por el desarrollo de un movimiento de luchas de clase que, desde el "mayo rampante" de 1969, situó al proletariado de Italia en primera línea del proletariado mundial por la profundidad y la extensión de sus luchas[1] y que, a partir de entonces, constituyó un hándicap adicional para este capital. En el plano político, estas debilidades se manifestaron en una sucesión de crisis gubernamentales que, si no consiguieron perturbar gravemente el "Boom" del periodo de reconstrucción, se convirtieron en un obstáculo adicional para cualquier intento de recuperación económica cuando llegó la crisis aguda. En la raíz de esta vulnerabilidad del aparato político del capital italiano está el envejecimiento, el desgaste y la creciente corrupción del partido dominante, la Democracia Cristiana, que, apoyándose en los sectores más anacrónicos de la sociedad italiana y enfrascada en un ejercicio casi solitario del poder desde hace 30 años, es cada vez menos capaz de gestionar la capital nacional. Esta deficiencia del aparato político está en el origen de una "dejadez" generalizada en el seno de la institución estatal que, en un momento en que la situación exige su intervención decidida en la economía nacional, se muestra de hecho cada vez más impotente.
4 - A pesar de este cúmulo de debilidades, el capital italiano cuenta con una baza de primer orden que, si no puede conseguir hoy un nuevo "milagro", constituye uno de sus últimos recursos: el Partido "Comunista" (P.C.I.).
Con más de un millón de afiliados, un electorado de 12 millones y una organización muy estructurada, el P.C.I. es la mayor fuerza política de Italia, el partido estalinista más poderoso de Occidente y uno de los principales partidos políticos de toda Europa. Con su control altamente eficaz sobre los trabajadores, en particular a través de la principal central sindical italiana, la C.G.I.L., el P.C.I. ha adquirido también una experiencia considerable en la gestión de los "asuntos públicos" al frente de las ciudades más importantes de Italia y de un número significativo de regiones.
Continuando la labor inaugurada por la movilización, a través de la "resistencia" del proletariado italiano en la Segunda Guerra Mundial, así como por su supervisión y represión (el compañero ministro Togliatti no dudó en hacer fusilar a los trabajadores cuando estaba en el gobierno) al servicio de la "reconstrucción nacional", el PCI se ha distinguido, sobre todo desde 1969, por un eficaz apoyo a su capital nacional. Ya sea por una gestión "sana" de los municipios y regiones que controla, por un apoyo discreto a la política gubernamental (desde hace varios años la mayoría de las leyes, incluso algunas de las más represivas, adoptadas por el Parlamento han sido votadas por el PCI) o por su actividad de mantenimiento del orden en las empresas, este "partido de la clase obrera" ha demostrado un "alto sentido de sus responsabilidades"... capitalistas. En este último ámbito, demostró, a partir de 1969, una gran habilidad para recuperar e integrar en el sindicalismo oficial los organismos extra sindicales e incluso antisindicales surgidos del "mayo rampante". Mediante la organización de "jornadas de acción" desmovilizadoras, la asunción por su correa de transmisión sindical de diversos movimientos de "autorreducción" de los alquileres y las tarifas públicas, la agitación del "peligro fascista" y el planteamiento de una perspectiva de participación gubernamental presentada como la que debe sacar al país de la mala situación en la que se encuentra, el PCI ha conseguido hasta ahora desviar el creciente descontento de los trabajadores y canalizarlo hacia vías muertas.
5 - Si la política de "oposición constructiva" del PCI ha permitido durante varios años evitar una catástrofe aún mayor para el capital italiano, la situación actual pone a la orden del día, y de forma urgente, una participación mucho más directa de este partido en la gestión nacional. De hecho, la perspectiva de la entrada del PC en el gobierno no puede constituir indefinidamente un factor de temporalización de la lucha de clases si su plazo se pospone continuamente. El draconiano plan de austeridad indispensable para frenar la marcha de la economía italiana hacia la bancarrota no tiene ninguna posibilidad de ser tolerado por la clase trabajadora si no lo aplica un gobierno en el que tenga la impresión de que sus intereses están directamente representados. Y sólo el PCI está en condiciones de aportar esta coloración "obrera" mediante una presencia efectiva en el seno de esta institución: una prolongación demasiado grande del apoyo extra gubernamental del PCI a una política de "austeridad" correría el riesgo de hacer que la impopularidad de dicha política se reflejara en ella, sin que pudiera agitar el mito de la "victoria obrera" constituida por la presencia de los “compañeros” en la dirección del Estado.
En términos más generales, la adhesión del P.C.I. a un papel gubernamental reforzaría significativamente al Estado italiano no sólo en su función de mistificar a los trabajadores sino también en su capacidad de asumir todas sus tareas. Presentándose como el paladín del "orden", de la "moral" y de la "justicia social", el P.C.I. es, en el espectro político, el partido menos vinculado a la defensa de los pequeños intereses particulares, más o menos parasitarios, de una "clientela" y, por tanto, el que está mejor dotado hoy en día para anteponer realmente los intereses generales del capital nacional a esos intereses y privilegios particulares. En particular, es el único que puede contribuir eficazmente a la puesta en marcha de medidas de capitalismo de Estado impuestas por la profundidad de la crisis y que, en un país donde el sector estatal ya es dominante en la economía, requieren en primer lugar una restauración de la autoridad del propio Estado. Es el único que puede presentar estas medidas necesarias de defensa del capital como "grandes victorias" para la clase obrera y convertirlas así en eficaces instrumentos de mistificación, pero, además, este "Estado fuerte" que el PCI exige y que se propone explícitamente ayudar a establecer es la condición primordial para el restablecimiento del "orden" en las calles y en las fábricas y, por tanto, para el aumento de la explotación de la clase obrera.
6 - La extrema vulnerabilidad del capital italiano, a la vez que pone en el orden del día la adopción de medidas de emergencia a nivel interno, lo sitúa al mismo tiempo bajo una dependencia muy grande de los demás países de Europa y del bloque imperialista de tutela: el de los EE.UU. Esto explica que, desde hace ya muchos años y cada vez más en la actualidad, el PCI se haya distanciado oficialmente de sus vínculos con la U.R.S.S. y se haya convertido en el defensor de sus propios intereses, defendiendo la C.E.E.[2] así como la permanencia de Italia en la OTAN. Además, perfectamente consciente de que el bloque occidental no podía aceptar una posición dominante al frente del gobierno de un PCI, aunque fuera un abierto defensor de la C.E.E. y de la OTAN, este partido centró toda su perspectiva en el "compromiso histórico" (alianza PC-PS-DC) en el que sería minoritario, y no en una alianza de la izquierda sola, que dominaría masivamente. En este sentido, se diferencia de los PC franceses y portugueses, que pueden contar con una alianza con el PS en la medida en que, en sus respectivos países, son menos fuertes que éste y sólo jugarían un papel secundario en la "unión de la izquierda". Aunque la participación de los PC en el gobierno se hace absolutamente imprescindible en algunos países de Europa Occidental, lo único que puede permitir el bloque americano es una participación minoritaria: la expulsión, tras la presión masiva de los países occidentales, del PC portugués de un poder que ejercía casi en solitario es otra ilustración convincente.
Los partidos comunistas son ante todo partidos del capital nacional y es como tal que, en la división del mundo en bloques imperialistas en relación con los cuales cada capital nacional debe determinarse, representan la fracción de este más favorable a una alianza con la URSS o a una mayor independencia de los EEUU. También por eso, si las opciones originales de los PC en la política internacional entran en conflicto con una defensa coherente y eficaz de los intereses capitalistas nacionales, es necesariamente en detrimento de estas opciones que los PC orientan su política y esto tanto más cuanto que el país es débil y por lo tanto dependiente del bloque imperialista de tutela. Este es el caso, en particular, del PC, que, debido a la extrema dependencia del capital italiano de los EE.UU. desde el final de la Segunda Guerra Mundial, siempre ha estado a la vanguardia del "policentrismo", de la independencia de la URSS y del "eurocomunismo". Sin embargo, esta orientación de la política de los partidos estalinistas no puede considerarse definitiva y en diferentes condiciones de la relación de fuerzas entre los bloques imperialistas estos partidos serían los más propensos a "revisar" sus posiciones en la arena política nacional para inclinar la balanza en su país a favor del bloque ruso. Por ello, el bloque occidental no puede tolerar el establecimiento de gobiernos dominados por el PC, aunque sean momentáneamente leales, pero que en otras circunstancias podrían inclinar su país hacia el otro bloque.
7. A pesar de la urgencia de la participación del PC en el poder, a pesar de su "realismo" y flexibilidad tanto en la política exterior como en la interior, el capital italiano experimenta hoy las mayores vacilaciones y dificultades para jugar esta carta fundamental. La razón principal es la enorme presión ejercida por el gobierno estadounidense y, en consecuencia, por los gobiernos de los principales países de Europa Occidental -incluido el gobierno francés, que abandona cada vez más la "independencia" del gaullismo- contra cualquier solución de este tipo. Importantes sectores de la burguesía estadounidense, los llamados "liberales", ya han comprendido la inevitabilidad del acceso del PC a las responsabilidades gubernamentales. En particular, se han dado cuenta de que un aliado sumido en el caos total no es el más adecuado para desempeñar eficazmente sus funciones dentro del bloque, tanto económica como militarmente. La actual administración yanqui también lo ha entendido a la hora de presionar a la burguesía española para que abandone las estructuras políticas heredadas del franquismo, cada vez más incapaces de hacer frente al deterioro de su situación económica y social interna, ya que la "democratización" que se propugna en España no implica necesariamente la entrada del PCE en el gobierno. Pero en lo que se refiere a Italia, este equipo sigue empeñado en una política de resistencia resuelta a cualquier fórmula gubernamental que incluya el PCI: ya sea en nombre de la "defensa de la democracia" o de la Alianza Atlántica, agita ostensiblemente y en voz alta la amenaza de represalias económicas para disuadir a la burguesía italiana de recurrir a dicha fórmula. Así, se ilustra vivamente uno de los componentes de la crisis política de la burguesía frente a la crisis de su economía: la contradicción entre el carácter fundamentalmente nacional de los intereses del capital y la necesidad de fortalecer los bloques en medio de las crecientes tensiones Inter imperialistas. Por el momento, y mientras no se cuestione la propia supervivencia del capitalismo, los bloques tienden a anteponer sus intereses generales inmediatos, es decir, sobre todo los de la potencia dominante, a las dificultades particulares de las capitales nacionales que los componen, a veces en detrimento de sus intereses futuros.
8. En la propia Italia, la oposición a cualquier papel gubernamental del PCI, orquestada por los Estados Unidos, encuentra decididos aliados en los estratos más anacrónicos del capital italiano, los que pueden verse más afectados por la reordenación política y económica propugnada por el PCI y que, tras el M.S.I., se agrupan en el ala derecha de la Democracia Cristiana encabezada por Fanfani. Pero esta oposición sólo ha podido resultar decisiva hasta ahora porque capas muy importantes de la burguesía italiana siguen desconfiando enormemente de un PCI cuyos giros democráticos y atlantistas no han permitido olvidar que pertenece a una categoría particular de partidos del capital: aquellos que son los más decididos portadores de la tendencia general al capitalismo de Estado y que siempre son capaces, si la situación se presta a ello, de eliminar a todas las demás fracciones de la burguesía vinculadas a la propiedad individual tanto en lo económico (propiedad estatal del capital) como en lo político (partido único). Aunque estos sectores decisivos del capital italiano, de los que el antiguo "patrón de patrones" Giovanni Agnelli[3] es un representante significativo, se han convencido de la necesidad de la entrada del PC en el gobierno, intentan obtener de él las máximas garantías previas contra cualquier evolución "totalitaria" a su costa.
9 - Las recientes elecciones italianas no han alterado fundamentalmente esta situación. Al mantener las posiciones electorales de una Democracia Cristiana desgastada y desacreditada, han puesto de relieve la importancia de la resistencia a la llegada del IPC al gobierno, en la medida en que la DC, bajo el liderazgo de Fanfani, había centrado su campaña contra tal eventualidad.
Sin embargo, al tiempo que alarmaba aún más a los sectores más retrógrados de la burguesía, el fortísimo empuje del PCI ha demostrado vivamente a esta clase la inevitabilidad de un "compromiso histórico" u otra fórmula de participación de este partido en el gobierno. La bipolarización generada por la confrontación electoral no provocó, en contra de las esperanzas de la derecha DC, una ruptura irremediable entre los dos grandes partidos del aparato político del capital italiano. Al descartar toda posibilidad de recurrir a las fórmulas de "centroizquierda" utilizadas hasta hace poco, esta evolución electoral ha mostrado al conjunto de la burguesía italiana el camino que debe seguir: el de una alianza entre sus dos grandes partidos. Este es el sentido de los acuerdos entre los partidos del "arco constitucional" para el reparto de una serie de cargos parlamentarios que, en el marco de las instituciones italianas, son de hecho ramas del ejecutivo.
Estos acuerdos, un nuevo paso en el camino del "compromiso histórico", son la traducción del hecho de que las necesidades objetivas del conjunto del capital nacional deben, al final, prevalecer sobre las resistencias opuestas por tal o cual fracción del mismo. Sin embargo, la lentitud con la que se está poniendo en marcha esta solución es una manifestación del peso todavía muy importante de estas resistencias, que las recientes elecciones no han permitido superar. De hecho, si por un lado estas elecciones clarificaron el juego político italiano y mostraron claramente a la clase dominante la dirección a seguir, también le ataron en parte las manos: brillantemente reconquistada en su supremacía sobre el programa, más capaz de asegurar su éxito electoral de rechazar el "compromiso" con el PC, la DC no puede por el momento renegar de todas sus promesas electorales y comprometerse plenamente con dicho compromiso.
La situación creada por las elecciones italianas pone de manifiesto que los mecanismos electorales y parlamentarios, si bien siguen siendo instrumentos eficaces de mistificación de la clase obrera en los países más desarrollados, también pueden actuar como un obstáculo para que el capital nacional adopte las medidas más adecuadas para la defensa de sus intereses. Como expresión de la decadencia del modo de producción capitalista inaugurada por la Primera Guerra Mundial, la tendencia general al capitalismo de Estado, que ya había vaciado al Parlamento de todo poder real en beneficio del Ejecutivo, tiende cada vez más a entrar en conflicto con los vestigios de democracia parlamentaria burguesa heredados de la fase ascendente de este sistema, particularmente en los países más débiles donde esta tendencia general se ejerce con mayor fuerza.
10 - La llegada al poder del PCI es inexorable, pero el retraso con el que probablemente se produzca esta llegada es una manifestación más de las contradicciones insolubles en las que se debate el capitalismo, cuya única defensa coherente sólo puede ejercerse a nivel nacional, pero que, dentro de cada nación, particularmente en su ámbito occidental, permanece dividido en una multitud de intereses contradictorios. En particular, el hecho de que la burguesía italiana no recurra ahora a este partido para tareas de gobierno no puede interpretarse como el resultado de un plan maquiavélico de la burguesía para jugar la carta del P.C.I. lo más tarde posible, cuando la situación económica y social se haya deteriorado aún más. Aparte de que la burguesía, atrapada en sus propios prejuicios de clase, es generalmente incapaz de tener una visión a largo plazo de la defensa de sus intereses, no puede encontrar ninguna ventaja hoy en Italia en retrasar más la adopción de las medidas económicas y políticas de "salvación nacional" que exige la situación y que implican la aplicación del "compromiso histórico". Cuanto más se retrasen estas medidas económicas, más difícil será la recuperación del capital italiano, incluso con un PCI en el poder. Asimismo, a la burguesía no le interesa esperar a que la lucha de clases se desarrolle plenamente para dotarse de los medios de mistificación y de encuadramiento más adecuados para afrontarla con éxito. Las medidas "en caliente" son siempre menos eficaces que las preventivas, en el sentido de que son menos elaboradas que éstas y que la inestabilidad que las provocó nunca puede ser totalmente reabsorbida. Presentada en todas las circunstancias como una "victoria obrera", la llegada al poder de la izquierda como respuesta a una movilización masiva de la clase tiende a anclar en la clase la idea de que "la lucha paga", mientras que todos los esfuerzos de la burguesía pretenden demostrar lo contrario.
Estas contradicciones estructurales del capital, que le obligan a seguir una política pragmática y a corto plazo respecto a la clase obrera, constituyen un factor muy favorable para ésta en su enfrentamiento decisivo con el orden social existente. Sin embargo, todos estos antagonismos en el seno de la propia clase dominante, tanto a nivel nacional como internacional, no deben hacer olvidar a la clase revolucionaria que, frente a ella, la burguesía manifiesta una unidad fundamental que puede reforzar en los momentos más decisivos para salvaguardar, incluso sacrificando importantes fracciones de sí misma, lo que sigue siendo esencial: el mantenimiento de las relaciones de producción capitalistas. En particular, los trabajadores deben rechazar hoy cualquier idea de utilizar los enfrentamientos dentro de la propia clase dominante apoyando a tal o cual fracción de la misma contra otra: la democracia contra el fascismo, el capital estatal contra el capital privado, esta nación contra otra, etc. Durante más de medio siglo, tales "tácticas" nunca han conducido a un debilitamiento del capitalismo, sino que siempre han llevado a la destrucción de la autonomía y la unidad de la clase obrera y, en última instancia, a su aplastamiento.
11 - En Europa, Italia ocupa una posición de extrema importancia tanto desde el punto de vista de su situación geográfica, como del peso de su economía y del alto grado de combatividad de su clase obrera, contra la que la burguesía dispone de un arsenal muy desarrollado. Además, el proletariado de este país es uno de los que, desde la primera guerra mundial, tiene una experiencia más rica tanto desde el punto de vista práctico como político y teórico (Labriola, Bordiga, Izquierda Italiana).
Durante un tiempo, Portugal ocupó un lugar importante como campo de pruebas de las distintas "soluciones" burguesas a la crisis. Con el empeoramiento de su situación económica, política y social, España se confirmó entonces como uno de los eslabones débiles del capitalismo, tanto por la fuerza de los enfrentamientos sociales como por el retraso de la burguesía en poner en marcha los mecanismos adecuados para limitar y desviar estos enfrentamientos. Con el repentino surgimiento de la crisis en Italia, el eje de la situación sociopolítica actual en Europa pasa por este país.
Por todo un tiempo, este eje pasará por España e Italia. De los acontecimientos del primer país, que la burguesía europea utilizará al máximo para promover sus mistificaciones antifascistas, los revolucionarios y la clase en su conjunto tendrán que aprender todo lo posible. Sin embargo, a medida que la crisis y la lucha de clases se desarrollen, la situación en Italia tenderá a pasar a primer plano, ya que es a la vez el país donde, ya desde 1969, la lucha de clases ha alcanzado uno de los niveles más altos y cuyas características generales se asemejan mucho a las de las grandes metrópolis capitalistas de Europa. En este sentido, la experiencia que surgirá de los próximos enfrentamientos sociales en este país será de extrema importancia tanto para la burguesía como para el proletariado de estas metrópolis y su vanguardia.
12 - Una de las características que se pueden extraer del conjunto de la situación actual, y de la que Italia es uno de los ejemplos más significativos, por el hecho mismo de ser uno de los países en los que la lucha de clases ha alcanzado su nivel más alto, es la existencia de una enorme brecha entre la profundidad de la crisis política de la burguesía, reflejo de su crisis económica, y el grado aún muy limitado de movilización y conciencia de la clase obrera. Este contraste es particularmente claro en Italia, donde las primeras manifestaciones de la crisis habían provocado una respuesta general del proletariado en 1969 que había sacudido a gran escala el marco sindical, y donde la actual gravedad de la crisis sólo provoca reacciones mucho más limitadas por parte de los trabajadores, totalmente canalizadas por los sindicatos.
La causa de esta discrepancia radica en el peso de las mistificaciones que la izquierda y los izquierdistas desarrollaron sistemáticamente en el seno de la clase obrera al presentar la llegada al poder de esta izquierda como una solución a la crisis, que supuestamente traería a los trabajadores las "victorias" que no habían podido obtener en las luchas económicas; mistificaciones posibilitadas por la dificultad experimentada por la clase para liberarse de la contrarrevolución más profunda de su historia. En Italia, el papel de los izquierdistas, sobre todo los agrupados en el cartel electoral de la "democracia proletaria", fue especialmente importante. A través de su "antifascismo de izquierda", más "radical" que el del PCI, su manejo "responsable" de los elementos de la clase (especialmente los desempleados) que tienden a escapar del control de este partido y de los sindicatos, y su propuesta de una "alternativa obrera" (gobierno PS-PC-Izquierda), cumplieron brillantemente su tarea como auxiliares de la izquierda del capital. Lo que la evolución de la situación en Italia en los últimos 7 años ha demostrado es que, lejos de ser una expresión de la conciencia de clase, el desarrollo de las corrientes de izquierda, como la aparición de granos en ciertas enfermedades eruptivas, es la manifestación de la secreción por parte del organismo capitalista de anticuerpos contra el virus de la lucha de clases. A medida que la lucha de clases se desarrolle en todos los países, estos anticuerpos se desarrollarán paralelamente, en particular para hacer volver a la izquierda oficial, a través de todas las políticas de "apoyo crítico", a los elementos de la clase que se apartan de ella.
Este desfase entre el nivel de la crisis y el de la lucha de clases no puede prolongarse indefinidamente: hoy, en un momento en que la izquierda ya no puede contentarse con asumir su función capitalista en la oposición, sino asumiendo directamente las responsabilidades gubernamentales, las condiciones están madurando para que desaparezca. Si, al principio, los gobiernos de "izquierda" permitirán un mejor encuadramiento de la clase al servicio del capital, su inevitable bancarrota económica y las medidas anti obreras cada vez más violentas que una crisis sin salida les obligará a tomar, barrerán las mistificaciones que aún oscurecen la conciencia de los proletarios.
CCI 23-7-1976
[1] Ver nuestra Serie sobre el Otoño Caliente de 1969 en https://es.internationalism.org/revista-internacional/201002/2773/el-otono-caliente-italiano-de-1969-i-un-momento-de-la-recuperacion [28] y https://es.internationalism.org/revista-internacional/201012/3005/el-otono-caliente-italiano-de-1969-ii-un-momento-de-la-reanudacion [29]
[2] Actualmente la Unión Europea.
[3] Presidente de la empresa automovilística FIAT durante muchos años
Links
[1] https://es.internationalism.org/files/es/rin7_combate_-_portugal.pdf
[2] https://es.internationalism.org/en/tag/geografia/portugal
[3] https://es.internationalism.org/en/tag/vida-de-la-cci/correspondencia-con-otros-grupos
[4] https://es.internationalism.org/en/tag/corrientes-politicas-y-referencias/pantano
[5] https://es.internationalism.org/en/tag/2/34/la-autogestion
[6] https://es.internationalism.org/files/es/bilan_espana_1936_y_crisis_fraccion.pdf
[7] https://es.internationalism.org/cci/200602/495/capitulo-i-bilan-ante-los-acontecimientos-de-espana
[8] https://es.internationalism.org/cci/200602/492/capitulo-iv-el-comunismo-de-los-consejos-ante-la-guerra-de-espana
[9] https://es.internationalism.org/cci/200602/509/11el-aislamiento-de-nuestra-fraccion
[10] https://es.internationalism.org/content/4650/la-responsabilidad-de-la-izquierda-del-capital-en-el-ascenso-del-fascismo-i
[11] https://es.internationalism.org/content/4661/la-responsabilidad-de-la-izquierda-del-capital-en-el-ascenso-del-fascismo-ii
[12] https://es.internationalism.org/content/4521/los-gobiernos-de-izquierda-en-defensa-de-la-explotacion-capitalista-i
[13] https://es.internationalism.org/en/tag/situacion-nacional/historia-movimiento-obrero
[14] https://es.internationalism.org/en/tag/geografia/espana
[15] https://es.internationalism.org/en/tag/21/513/la-izquierda-italiana-bilan
[16] https://es.internationalism.org/en/tag/corrientes-politicas-y-referencias/izquierda-comunista
[17] https://es.internationalism.org/en/tag/2/32/el-frente-unido
[18] https://es.internationalism.org/en/tag/desarrollo-de-la-conciencia-y-la-organizacion-proletaria/la-izquierda-italiana
[19] https://es.internationalism.org/en/tag/acontecimientos-historicos/espana-1936
[20] https://es.internationalism.org/en/tag/cuestiones-teoricas/antifascismo
[21] https://es.internationalism.org/files/es/rint_7_frazione_comunista_napoles.pdf
[22] https://es.internationalism.org/files/es/rint_7_introduccion.pdf
[23] mailto:[email protected]
[24] https://es.internationalism.org/en/tag/vida-de-la-cci/intervenciones
[25] https://es.internationalism.org/en/tag/21/490/fraccion-y-partido
[26] https://es.internationalism.org/en/tag/3/51/partido-y-fraccion
[27] https://es.internationalism.org/files/es/tesis_italia.pdf
[28] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201002/2773/el-otono-caliente-italiano-de-1969-i-un-momento-de-la-recuperacion
[29] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201012/3005/el-otono-caliente-italiano-de-1969-ii-un-momento-de-la-reanudacion
[30] https://es.internationalism.org/en/tag/geografia/italia
[31] https://es.internationalism.org/en/tag/2/36/los-falsos-partidos-obreros
[32] https://es.internationalism.org/en/tag/3/46/economia