Guerra en el Medio Oriente: un paso más en la barbarie y el caos mundial

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El 7 de octubre, bajo una lluvia de cohetes, una horda de islamistas sembró el terror en las localidades israelíes que rodean la Franja de Gaza. En nombre de una "venganza justa" por los "crímenes de la ocupación", en nombre de "los musulmanes de todo el mundo" contra el "régimen sionista", Hamas y sus aliados lanzaron a miles de "combatientes" fanatizados a cometer las peores atrocidades contra civiles indefensos, mujeres, ancianos e incluso niños. La brutalidad de Hamas no tuvo límites: asesinatos, violaciones, torturas, secuestros, escuelas como objetivos, inocentes perseguidos hasta sus hogares, miles de heridos...

Apenas repelidas las despreciables acciones de Hamas, las Fuerzas de Defensa de Israel (Tsahal) desataron su poder destructivo sobre la Franja de Gaza en nombre de la lucha entre "la luz" y "las tinieblas". En el momento de redactar estas líneas, la aviación israelí bombardea sin cesar la superpoblada franja bajo el control de Hamas, llevándose por delante a civiles y terroristas sin distinción, mientras Tsahal dividía la Franja de Gaza en dos y rodeado su capital. Al "hacer llover el fuego del infierno sobre Hamas", el gobierno de Netanyahu arrasa indiscriminadamente viviendas y se lleva consigo a la tumba a miles de víctimas inocentes, incluyendo varios miles de niños.

Un conflicto completamente irracional

El ataque de Hamas dejó atónito al mundo entero. Israel, un Estado cuya burguesía cultiva día tras día, año tras año, un sentimiento de ciudadela asediada en la población, un Estado con servicios de inteligencia como el Mossad y el Shin Bet, entre los más reputados del mundo, un Estado aliado de larga data de los Estados Unidos y su arsenal de vigilancia... Israel, al parecer, no vio venir nada: ni los ejercicios sospechosos de Hamas, ni la concentración de miles de cohetes y hombres. El Estado hebreo tampoco tuvo en cuenta las múltiples advertencias, especialmente las de su vecino Egipto.

Varias hipótesis pueden explicar esta sorpresa:

- Netanyahu y su grupo están tan divididos y son bastante estúpidos, marcados por el peso del populismo y las peores aberraciones religiosas, centrados en la defensa de sus pequeños intereses inmediatos y obsesionados por el control de Cisjordania y la "recuperación de la tierra prometida", y que quizás subestimaron la inminencia del ataque por lo que no se procedió a concentrar las fuerzas de Tsahal en esta región.

- Cuestionados por una parte de la burguesía israelí, el ejército y los servicios secretos, también es posible que Netanyahu haya ignorado deliberadamente las alertas para intentar recuperar el control de la situación política en Israel mediante la realización de la "unión nacional". Otra hipótesis, completamente posible, es que una parte del aparato estatal no haya informado al gobierno sobre la inminencia del ataque para debilitarlo aún más.

Lo que es seguro, en cualquier caso, es que antes del 7 de octubre, Netanyahu hizo todo lo posible por fortalecer el poder y los medios de Hamas, ya que esta organización estaba totalmente en contra de los Acuerdos de Oslo de 19931 , que preveían la autonomía de Palestina. Es "Bibi" mismo quien ha afirmado esta política: "Cualquiera que quiera frustrar la creación de un Estado palestino debe apoyar el fortalecimiento de Hamas y transferir dinero a Hamas. Esto es parte de nuestra estrategia". Estas palabras fueron pronunciadas por Netanyahu el 11 de marzo de 2019 ante los diputados del Likud (información dada por el importante diario israelí Haaretz el 9 de octubre pasado).

Por el momento, es difícil determinar las causas de este fiasco de las fuerzas de seguridad israelíes. Pero cada una de las dos hipótesis, al igual que la dinámica en la que se sumerge Oriente Medio, revela el creciente caos que reina en el aparato político de la burguesía israelí: inestabilidad de las coaliciones gubernamentales, corrupción masiva, juicios por fraude, trampas legislativas, reforma judicial muy impugnada que apenas disimula ajustes de cuentas dentro del aparato estatal, delirios supremacistas de los ultraortodoxos... Todo esto en un contexto de aumento de la inflación y una extensión considerable de la pobreza.

En cuanto a los supuestos “combatientes” de Hamas, la mera presencia de esta organización, competidora de una OLP corrupta hasta la médula, al frente de la Franja de Gaza es una expresión caricaturesca del caos y la irracionalidad en los que ha caído la burguesía palestina. Cuando Hamas no reprime con sangre las manifestaciones contra la miseria, como en marzo de 2019 (lo que deja entrever suficientemente el destino del "pueblo palestino" una vez "liberado" del "colonialismo sionista"), cuando sus líderes mafiosos no se llenan los bolsillos con ayuda internacional (Hamas es una de las organizaciones terroristas más ricas del planeta), cuando no fomenta ataques terroristas, este grupo sanguinario predica una ideología de las más oscurantistas, racistas y delirantes.

El Estado de Israel y Hamas, en diferentes momentos y con medios diferentes, han practicado la política del peor escenario, lo que ha llevado a las masacres actuales. Una política que, en última instancia, no beneficiará a ninguno de los dos beligerantes, pero que ampliará aún más las destrucciones y la barbarie.

La aceleración del caos a nivel mundial

El conflicto palestino-israelí no es un conflicto estrictamente local. Menos de dos años después del inicio de la guerra en Ucrania, mientras una serie de conflictos se reavivan en los Balcanes, en el Cáucaso o en el Sahel, esta conflagración sangrienta no es simplemente otro episodio de un conflicto que lleva décadas. Es, por el contrario, una nueva etapa significativa en la aceleración del caos mundial.

En un futuro cercano, no se puede descartar la posibilidad de que Israel se vea obligado a librar una guerra en tres frentes contra Hamas, Hezbollah e Irán. Una expansión del conflicto tendría repercusiones mundiales significativas, con un gran flujo de refugiados provenientes de Gaza o Cisjordania y la desestabilización de los países vecinos de Israel. También tendría consecuencias inmediatas particularmente devastadoras para la economía mundial en su conjunto, dada la importancia de Oriente Medio en la producción de hidrocarburos.

La importación del conflicto a Europa, mediante una serie de ataques terroristas, tampoco puede descartarse. Ya se ha perpetrado un atentado reivindicado por el Estado Islámico en Bélgica. Un profesor también fue brutalmente asesinado en Francia el 13 de octubre por un joven islamista, menos de una semana del inicio de la ofensiva de Hamas.

Pero no es necesario esperar a la expansión del conflicto para constatar su dimensión internacional2. La magnitud del ataque de Hamas y el nivel de preparación que requirió dejan pocas dudas sobre la implicación de Irán, que aparentemente está dispuesto a incendiar toda la región para defender sus intereses estratégicos inmediatos y tratar de salir del aislamiento. Es una verdadera trampa que la República Islámica ha tendido a Netanyahu. También es la razón por la cual Teherán y sus aliados han multiplicado las provocaciones con los lanzamientos de misiles de Hezbollah y los Houthíes (Yemen) contra posiciones israelíes. Rusia, sin duda, también ha desempeñado un papel en la ofensiva de Hamas: es un medio, al menos así lo espera, para debilitar el apoyo de Estados Unidos y Europa a Ucrania.

Aunque la violencia no se extienda a todo Oriente Medio de inmediato, la dinámica de la desestabilización es inevitable e impredecible. En este sentido, la situación solo puede preocupar a China: debilitaría no solo su suministro de hidrocarburos, sino que también representaría un obstáculo considerable para la construcción de sus "rutas de la seda" con sus enormes infraestructuras portuarias, ferroviarias o de hidrocarburos. Sin embargo, China, que se encuentra en una posición ambivalente, también podría contribuir al caos si finalmente apoya abiertamente a Irán, esperando así aliviar la presión estadounidense en el Pacífico.

Este conflicto muestra hasta qué punto cada Estado aplica cada vez más, para defender sus intereses, una política de "tierra quemada", buscando no ganar influencia o conquistar intereses, sino sembrar el caos y la destrucción entre sus rivales.

Esta tendencia a la irracionalidad estratégica, a las visiones a corto plazo, a la inestabilidad de las alianzas y al "cada uno por sí mismo y para si mismo" no es una política arbitraria de uno u otro Estado en particular, ni el producto de la mera estupidez de alguna fracción burguesa en el poder. Es la consecuencia de las condiciones históricas, aquellas de la descomposición del capitalismo, en las que todos los Estados se enfrentan3. Con el inicio de la guerra en Ucrania, esta tendencia histórica hacia el caos y el peso del militarismo en la sociedad se han agravado profundamente. El conflicto palestino-israelí confirma hasta qué punto la guerra imperialista es ahora el principal factor de desestabilización de la sociedad capitalista. Producto de las contradicciones del capitalismo, el aliento de la guerra alimenta a su vez el fuego de esas mismas contradicciones, aumentando, a través del peso del militarismo, la crisis económica, el desastre ambiental, el desmembramiento de la sociedad... Esta dinámica tiende a corromper todos los sectores de la sociedad, a debilitar a todas las naciones, comenzando por la primera de ellas: los Estados Unidos.

El debilitamiento irreversible del liderazgo estadounidense

Los líderes occidentales se apresuraron a respaldar a Israel, mostrando inicialmente cierta ansiedad y dudas sobre la mejor manera de manejar la situación. Incluso el presidente francés, en contra de su habitual forma de actuar, se ridiculizó, él solito, al realizar un complicado ejercicio diplomático, instando a movilizar contra Hamas la coalición creada en 2014 contra el Estado Islámico, para esa misma noche retractarse de manera vergonzosa.

Al dirigirse a Tel Aviv y a los países vecinos de Israel, las potencias europeas buscan aprovechar la situación para recuperar terreno en la región. Sin embargo, fue Biden quien marcó la pauta al tratar de presionar a Israel para evitar una masacre en Gaza. También envió dos portaaviones a la zona para enviar un mensaje de firmeza a Hezbollah e Irán.

Cuando los Estados Unidos llevaron a cabo, durante el mandato de Obama, el traslado de su "pivote estratégico" hacia Asia (una política continuada por Trump y Biden), no por ello abandonaron su influencia en el Medio Oriente. Washington trabajó, con los Acuerdos de Abraham en particular, para establecer un sistema de alianzas entre Israel y varios países árabes, especialmente Arabia Saudí, para contener las aspiraciones imperialistas de Irán, delegando en el Estado hebreo la responsabilidad de mantener el orden.

Pero no se tuvo en cuenta la dinámica de creciente inestabilidad en las alianzas y la tendencia profunda al "cada uno para sí". La burguesía israelí ha priorizado constantemente sus propios intereses imperialistas sobre los de Estados Unidos. Mientras que Washington favorece una "solución" de dos estados, Netanyahu ha multiplicado las anexiones en Cisjordania, arriesgando encender la región, al mismo tiempo que cuenta con el respaldo militar y diplomático estadounidense en caso de un empeoramiento del conflicto. Estados Unidos se encuentra ahora atrapado por Israel, obligado a respaldar la política irresponsable de Netanyahu.

La respuesta decidida de Biden muestra la falta de confianza que la administración estadounidense tiene en la camarilla de Netanyahu y la preocupación ante la perspectiva de un estallido catastrófico en el Medio Oriente. El conflicto palestino-israelí es un nuevo punto de presión sobre la política imperialista de Estados Unidos, que podría resultar calamitosa en caso de una escalada. Washington se vería entonces obligado a asumir una presencia militar considerable y un respaldo a Israel que no solo afectaría la economía estadounidense, sino también su apoyo a Ucrania y, más aún, su estrategia para contener la expansión de China.

El discurso pro-palestino de Turquía, un miembro "incorregible" de la OTAN, también contribuirá a debilitar a Estados Unidos en la región, al igual que las tensiones entre Israel y varios países de América Latina, que probablemente aumentarán las tensiones con su patrocinador norteamericano. Washington está tratando de evitar que la situación escape a todo control, una ambición perfectamente ilusoria a largo plazo, dada la dinámica funesta en la que se sumerge el Medio Oriente.

El impacto de la guerra en la clase obrera

Las imágenes de las atrocidades cometidas por Hamas y por la Tsahal han dado la vuelta al mundo, y en todas partes la burguesía nos ha instado a elegir un bando. En todos los canales de televisión y en todos los periódicos, tanto de izquierda como de derecha, se ha desarrollado una repugnante propaganda belicista, a menudo burda y a veces más sutil, ordenando a cada uno a elegir entre la "resistencia palestina" y la "democracia israelí", como si no hubiera más opciones que apoyar a una u otra de estas sanguinarias camarillas burguesas.

Parte de la burguesía, especialmente en Europa y América del Norte, lleva una feroz campaña para legitimar la guerra y las atrocidades del ejército israelí: "Defendemos el derecho de Israel a existir, a defenderse y a garantizar la seguridad de su pueblo. Y entendemos perfectamente que es necesario combatir el terrorismo" (Meloni). Por supuesto, las burguesías se adornan con todas las virtudes humanitarias al lamentar hipócritamente las víctimas civiles en la Franja de Gaza. Pero, tranquilícense, buenos señores, Scholz está seguro: "Israel es un Estado democrático guiado por principios muy humanitarios, y podemos estar seguros de que el ejército israelí respetará las reglas derivadas del derecho internacional en todo lo que hace".

La burguesía también puede contar con sus partidos de izquierda para alimentar su sucia propaganda nacionalista. Casi todos abogan por la defensa de Palestina. Sus discursos van desde la supuesta defensa de la población palestina víctima de los bombardeos hasta el apoyo desvergonzado a los bárbaros de Hamas. Instrumentalizando el legítimo disgusto que suscitan los bombardeos en Gaza, se organizaron grandes manifestaciones pro-palestinas en Londres y en Berlín.

Es cierto que la clase obrera no está hoy en condiciones de oponerse directamente a la guerra y sus horrores. Pero elegir un campo imperialista contra otro es una trampa mortal. Porque es aceptar la lógica de la guerra, que es "el odio, las fracturas y las divisiones entre los seres humanos, la muerte por la muerte, la institucionalización de la tortura, la sumisión, las relaciones de fuerza como única lógica de la evolución social"4. Porque es creer ciegamente las mentiras descaradas que la burguesía repite en cada conflicto: "Después de esta guerra, volverá la paz". Sobre todo, porque es ponerse del lado de los intereses de la burguesía (defender a toda costa el capital nacional, incluso si eso lleva a la humanidad a la tumba) y renunciar a la lucha por la única perspectiva realmente capaz de poner fin a la dinámica asesina del capitalismo: la lucha por la defensa de los intereses históricos del proletariado, la lucha por el comunismo.

Los trabajadores en Israel y Palestina muy probablemente se dejarán llevar, en su gran mayoría, por el terreno del nacionalismo y la guerra. Sin embargo, a través de una serie de nuevas luchas en muchos países, en particular en Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos, la clase obrera ha demostrado que es capaz de luchar, si no contra la guerra y el militarismo en sí, al menos contra las consecuencias económicas de la guerra, contra los sacrificios exigidos por la burguesía para alimentar su economía de guerra. Esto es una etapa fundamental en el desarrollo de la combatividad y, a largo plazo, de la conciencia de clase5. La guerra en el Medio Oriente, con el agravamiento de la crisis y las necesidades adicionales de armamentos que generará en todo el mundo, solo aumentará las condiciones objetivas de esta ruptura.

Pero esta guerra trae consigo peligros aún imprevisibles para la clase obrera. Si las masacres empeoran o se extienden, el sentimiento de impotencia y las divisiones dentro de la clase obrera podrían ser un obstáculo significativo para el desarrollo de su esfuerzo de combatividad y reflexión. Como demuestran las manifestaciones pro-palestinas, el conflicto en el Medio Oriente podría tener un impacto muy negativo en la clase obrera, especialmente en Francia, el Reino Unido o Alemania, países en los que la presencia de muchos judíos y musulmanes, combinada con el discurso incendiario de los gobiernos, hace la situación más que explosiva.

La guerra palestino-israelí sin duda provoca un sentimiento de impotencia y divisiones dramáticas dentro de la clase obrera. Pero la inmensidad de los peligros y la tarea por realizar no deben llevarnos al fatalismo. Si hoy la clase dominante llena la cabeza de los trabajadores con su propaganda nacionalista y belicista, la crisis en la que se hunde el capitalismo también crea las condiciones para que estallen, a largo plazo, luchas masivas y surja una reflexión, primero en las minorías revolucionarias y luego dentro de toda la clase.

EG, 6 novembre 2023

1 Firmado por Arafat, ex Presidente de la OLP, y Yitzhak Rabin, Primer Ministro de Israel.

2 Las descaradas mentiras de izquierdistas y estalinistas de todo pelaje, que tergiversan la posición bolchevique sobre las luchas de liberación nacional (que ya era errónea en su momento) para justificar su cínico apoyo a la "causa palestina" en nombre de la lucha de un "pueblo oprimido" contra el "colonialismo sionista", es pura hipocresía. Es más que evidente que Hamás es un peón en el gran tablero imperialista internacional, apoyado y armado en gran medida por Irán y, en menor medida, Rusia.

3 A este respecto, invitamos a nuestros lectores a consultar dos de nuestros textos sobre el tema:

- la actualización de "Militarismo y descomposición", Revista Internacional nº 168 (2022);

- el tercer manifiesto de la CCI: "El capitalismo conduce a la destrucción de la humanidad... Sólo la revolución mundial del proletariado puede acabar con él", Revista Internacional nº 169 (2022)

4 Tercer manifiesto de la CCI: "El capitalismo conduce a la destrucción de la humanidad... Sólo la revolución mundial del proletariado puede ponerle fin", Revista Internacional nº 169 (2022).

5 Para desarrollar nuestra reflexión sobre la realidad de la ruptura que se está produciendo actualmente en el seno de la clase obrera, ver, en francés: "La lucha está por delante de nosotros", Révolution internationale nº 499 (2023).

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