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El sábado 10 de mayo, ocurrió un accidente en la Mina Yanaquihua, ubicada en el departamento de Arequipa, provincia de Condesuyos, al sur del país, en el que murieron 27 obreros. La causa oficial de muerte fue la intoxicación por monóxido de carbono, luego de un incendio en el socavón. En esta zona, se practica la pequeña minería de extracción de oro, llevada a cabo por diversas empresas contratistas que realizan los servicios de operación. El Ministerio Público ha iniciado una investigación, en la cual no descarta que haya habido negligencia al momento del accidente. Como era de esperarse, más allá de pequeñas reseñas en los medios de comunicación, los responsables de la empresa Sermiglod (empleadora de los trabajadores fallecidos) no ha emitido ningún comunicado sobre el accidente, y como ha ocurrido en otras ocasiones, luego del impacto comunicacional de los hechos, toda cae en el hermetismo y en el ir y venir de las investigaciones y procedimientos administrativos, terminando la noticia silenciada.
Esta nueva tragedia, será llevada por los medios de comunicación y especialistas al servicio de la burguesía, al callejón sin salida de las opiniones y explicaciones técnicas, dentro de las cuales, no se descarta la manida idea sobre la informalidad y la formalidad de la actividad minera, según la cual, toda la actividad minera informal, es considerada como la “mala”, “la contaminante”, “la depredadora”, “la evasora de impuestos” o la “que más accidentes laborales ocasiona”. Todas estas afirmaciones, resultan una gran burla para los trabajadores y la población en general, no solo porque la minería informal en el país mueve tantos recursos económicos e influencia política como la minería formal (además, los dueños de la minería informal son los mismos propietarios de otros negocios formales), sino porque oculta la verdadera razón de los accidentes laborales: la explotación del trabajo en condiciones cada vez más precarias y la búsqueda de grandes ganancias a costa de la vida de los trabajadores, quienes, por el temor al hambre y la miseria para ellos y sus familias, se ven obligados a aceptar las condiciones laborales que impone el capital.
Tal como lo registra el diario La República, basado en datos suministrados por el Ministerio del Trabajo y Promoción del Empleo de Perú, entre 2012 y 2022, se registraron 2153 muertes de trabajadores en sus centros laborales. Sobre los accidentes laborales en distintos sectores de producción, la fuente mencionada señala: “Justamente, el sector que más muertes registra es la explotación de minas y canteras, con 405 muertes (18,81% del total de rubros del país) en los últimos 10 años. Le siguen la industria manufacturera con 290 y construcción con 268. En detalle, quienes más fallecen en las minas son obreros (154) y operarios (92), ambos grupos trabajadores de minas, lo que representa el 60,74% del total de decesos en este trabajo. Un panorama similar ocurre para los otros dos tipos de labores”. En realidad, los accidentes laborales y las muertes que genera han ido en aumento no solo en Suramérica; la OIT, basada en cifras de 2018, señaló que, a nivel mundial, se producían 2,8 millones de muertes anuales por accidentes o enfermedades laborales no fatales.
Con respecto a los factores que influyen en el deterioro físico y potencial muerte de trabajadores, tomando como ejemplo la Unión Europea, las enfermedades laborales son causadas principalmente por la exposición en el trabajo a factores de riesgo físico (vibración, ruidos, levantamiento manual y trabajo sedentario), organizativo (trabajo por turnos o estrés) y químico, biológico o una combinación de estos. De igual manera, a nivel mundial han aumentado las enfermedades cardiovasculares y síndromes (como el de Burnout), asociados a un incremento de los ritmos de trabajo y a la presión que sufren los trabajadores, (mayores exigencias de productividad, deudas, competitividad) en contexto de crisis económica mundial que tiende a agravarse.
La precariedad, característica esencial de la actividad minera:
No importa si es una mina grande o pequeña, informal o formal, de capital nacional o extranjero, siempre ocurren estos “accidentes” que matan, mutilan o enferman de por vida a los obreros condenados a trabajar y arriesgar sus vidas en esos socavones inseguros y mal olientes. La minería siempre deja muchas víctimas al año ya lo hemos mencionado, hay muchos datos al respecto incluso información registrada por el Ministerio de energía y Minas y otras fuentes de propio Estado burgués[1], pero en el Perú, como en cualquier país del mundo, se minimizan o se ocultan.
Es sabido que la minería informal y artesanal campean a sus anchas en el sur peruano. Solo en regiones como Puno o Madre de Dios existen más de 50 mil trabajadores laborando en las peores condiciones. La necesidad y la desesperación empujan a los proletarios de esas regiones a vender su fuerza de trabajo, sabiendo que cada vez que entran a la mina se juegan la vida.
La precariedad reina en el sector minero en general. Esto se evidencia en las condiciones de trabajo que existen tanto en empresas grandes como Shougang, Cuajone, Yanacocha, Toquepala, Antamina como en las pequeñas como Yanaquihua, .En todo el sector minero los obreros son enviados a trabajar con implementos básicos de seguridad (1 par de guantes, casco, botas, respirador ,todo barato). Los obreros ingresan con lo mínimo a grandes profundidades, con paredes sostenidas con vigas, muchas veces húmedas, podridas o bañadas en petróleo lo cual facilita la propagación de cualquier incendio o explosión, como paso en Yanaquihua. Sin equipos contraincendios o zonas de protección en caso de derrumbes. Haciendo brutales jornadas en turnos de día y de noche, sufriendo un desgaste físico que a la larga merma su salud a temprana edad. Para el Capital invertir en seguridad son costos que mermaría sus ganancias. La minería, como la primera actividad económica de la burguesía peruana, es la que más ingresos genera a sus arcas y a las del Estado, por concepto de exportaciones a los grandes mercados de China, USA y Europa. Es el sector de la burguesía más pudiente del país. Tienen mucha prensa comprada, congresistas que los defienden y hasta programas de radio y TV. Financian museos, fundaciones filantrópicas y concursos académicos en alianza con el Estado.
La minería es pues la actividad por excelencia de la sacrosanta economía peruana y por ello no se le toca ni con la última página de un periódico. Y sin embargo, es la que más obreros mata en el Perú.
A esa precariedad en que trabajan los obreros mineros, se suman las miserables condiciones laborales: exigencias de mayor productividad, sobre tiempos, salarios bajos, tercerización. Todo ello provoca en los trabajadores mutilaciones, stress, enfermedades respiratorias como la silicosis que son solo algunas muestras del futuro gris al que se enfrentan los obreros mineros. La precarización y la sobreexplotación son parte indesligable de la actual dinámica del Capitalismo Mundial y su lógica de maximizar las ganancias con el mínimo coste posible. Este empeoramiento ha ido en relación inversa al aumento de los precios en el mercado mundial (cobre u oro disparados a precios históricos). Toda esta situación precaria facilita “accidentes” y la muerte de obreros como el sucedido en Yanaquihua. La precariedad de las condiciones de trabajo actuales se ha incrementado en el marco de esta fase de putrefacción que hoy atraviesa el Capitalismo mundial[2]. La precariedad y las muertes en socavones mineros los vemos en todo el mundo: Chile, Colombia, Venezuela, Canadá, Sudáfrica y más recientemente en China con los obreros muertos en minas de carbón. El cada uno a la suya de cada burguesía en competencia con las demás, está llevando a la muerte a cientos de obreros en todo el planeta. La precariedad no es una “maldición” ni un asunto de “mala gestión”. Mucho menos episódica. Todo lo contrario, obedece a la cada vez mas profunda crisis económica mundial que se ha acelerado con la Descomposición, que es la fase que actualmente atraviesa el Capitalismo mundial. El deterioro brutal y acelerado de las condiciones de vida de los trabajadores obedece a la actual etapa de pudrimiento del orden burgués a todos sus niveles.
Los accidentes laborales no son el único mal en la actividad minera:
Hay una serie de situaciones conexas, que son parte de la descomposición capitalista que afecta a las condiciones de vida de los trabajadores. No es sólo la explotación asalariada que lleva aparejado con el Capitalismo. Esta dinámica minera capitalista, está relacionada con negocios conexos, tales como, la trata de mujeres, explotación sexual, narcotráfico, alcoholismo. Hay también vínculos con el crimen organizado, el secuestro y explotación de mujeres y niños. Todas estas expresiones del capitalismo putrefacto demuestran el nivel de hundimiento en que se encuentra este sistema social. Pero los efectos de la explotación minera no se quedan allí.
El daño y la destrucción ambiental es total en las zonas y pueblos que rodean las minas. El cinismo de la burguesía es monumental, con su discurso de “la minería trae progreso” y que “minería y medioambiente si pueden convivir. Para luego vanagloriarse de ser “respetuosos” de las normas ecológicas y de haber elaborado sesudos “estudios de impacto ambiental”. Todo un discurso hipócrita del cual son cómplices, por supuesto, las instituciones del Estado como el Congreso, el Ministerio del Ambiente, SENACE[3], instituciones que, año tras año, vienen dando carta blanca a estas empresas para arrasar con lo que quieran. Un ejemplo concreto de ello es el conocido caso de La Oroya (Departamento de Junín), considerada una de las 10 ciudades más contaminadas del mundo, donde se produjo el tristemente célebre episodio de “los niños de plomo”, ya que la contaminación con zinc, cobre y dióxido de azufre generó daños cerebrales y otras enfermedades en los infantes[4].
El Capital no solo explota y mata en los centros de trabajo, sino que, ha extendido su ponzoña a los barrios proletarios. Claro ejemplo, es lo sucedido con la empresa china que construye el Megapuerto de Chancay la cual ha provocado el hundimiento de calles y casas en barrios proletarios de esa ciudad[5] o como sucedió el año pasado con el derrame petrolero por negligencia de Repsol, en el mar de Ventanilla hasta la provincia de Supe, perjudicando a los obreros pescadores de la zona y dañando la salud de miles de familias proletarias[6].
Lo único que puede garantizar el capitalismo es el empeoramiento de las condiciones laborales y de vida:
Frente a esta tragedia continua que viven los trabajadores en general y los mineros en particular, solo queda al proletariado unir sus fuerzas para luchar contra la degradación de sus condiciones de vida. Las luchas actuales en Gran Bretaña y en Francia son una muestra de lo que aquí queremos decir. Como dice una de nuestras hojas internacionales: “Nuestras luchas son el único baluarte contra esta dinámica autodestructiva, el único baluarte contra la muerte que el capitalismo promete a toda la humanidad. Porque, dejado a su propia lógica, este sistema decadente arrastrará a partes cada vez mayores de la humanidad a la guerra y la miseria, destruirá el planeta con gases de efecto invernadero, bosques arrasados y bombas”.[7]
No es guardando esperanzas en las “mejoras a los sistemas de seguridad laboral”, en los seguros laborales o en la formalidad capitalista de sus empresas, no es siguiendo el coro a las facciones burguesas que hipócritamente se lamentan cada vez que hay un accidente o mueren trabajadores, ni arrimando el hombro a los sindicatos, que usan la “seguridad laboral” como enganche propagandístico en sus campañas para convencer a los trabajadores de los “beneficios” de la explotación capitalista. La fuerza del proletariado radica en el carácter internacional e histórico de su lucha, en el mantenimiento de su identidad de clase y en su capacidad para desarrollar lazos de solidaridad, capacidades necesarias para llevar su lucha a una dimensión política que le permita echar abajo al capitalismo.
Internacionalismo Perú
09062023
[3] Servicio Nacional de Certificación Ambiental Para las Inversiones Sostenibles.