El éxodo migratorio expresa la aceleración de la descomposición capitalista

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Aunque la especie humana se ha caracterizado por su práctica migratoria, el motivo de su desplazamiento ha respondido a condiciones diferentes en cada situación histórica. En el capitalismo, de forma específica, los flujos de la población acompañaron su nacimiento y expansión, pero también en su época actual de decadencia y deslizamiento hacia la barbarie. Sin embargo, la emigración tuvo un carácter diferente en la época ascendente del capitalismo (siglo XVI hasta la primera guerra mundial) y en la época actual de decadencia y descomposición del capitalismo.

Primera Etapa (siglos XVI-XIX): la migración palanca fundamental de la acumulación capitalista

En los siglos XVI-XIX, en los países donde primero se desarrolla el capitalismo (Europa) hay una emigración interior, grandes masas de campesinos atados a la explotación feudal o de artesanos, son desplazados por el hambre o por la fuerza hacia las grandes concentraciones urbanas donde son progresivamente integrados en la explotación capitalista. En ese periodo el trabajo esclavo es otra fuente de emigración: gigantescos desplazamientos desde África a las colonias americanas, del mismo modo, hay un desplazamiento interior en la América dominada por España, los indios son enviados al exterminio en las explotaciones mineras de oro y plata.

En el siglo XIX, la expansión capitalista por todo el globo requiere una emigración masiva desde las regiones más atrasadas de Europa (y también desde Asia), hacia Estados Unidos, Argentina, Australia…, territorios de colonización capitalista.

En este periodo histórico, la época ascendente del capitalismo, la burguesía supo aprovechar la disponibilidad de la fuerza de trabajo para afirmar la dinámica de la acumulación, e incluso había una gran posibilidad de mejorar las condiciones de vida de los trabajadores.

Segunda etapa (siglo XX): la migración expresión y a la vez paliativo de las dificultades y contradicciones de la acumulación capitalista en su Decadencia

Con la entrada del capitalismo en su periodo histórico de decadencia -que arranca con la primera guerra mundial, 1914- la emigración cambia de naturaleza. Ya no es el componente necesario del desarrollo y la expansión de la acumulación capitalista, sino la expresión de las dificultades y contradicciones que encuentra dicha acumulación. Esta se hace más difícil, contradictoria y convulsa en los países más débiles, acompañado por guerras imperialistas constantes, todo lo cual provoca oleadas migratorias masivas. De forma concreta, masas enormes procedentes de los países más débiles (Asia, América Latina, África, Europa del Sur y del Este) huyen de condiciones de miseria hacia los países centrales para intentar encontrar un trabajo mal pagado.

Este flujo migratorio sirve en los países centrales de paliativo a las dificultades de la acumulación pues compensa la creciente baja de la natalidad o las pérdidas masivas de mano de obra a causa de la guerra, mediante fuerza de trabajo extremadamente barata con lo que consigue empujar a la baja las condiciones de vida y trabajo de todos los obreros

Al mismo tiempo, otro rasgo de los desplazamientos migratorios aparece en el siglo XX que va a agudizarse fuertemente en el siglo XXI. No surge directamente de las dificultades económicas del capitalismo, sino de la brutalidad de la destrucción provocada por su impasse histórico: las guerras imperialistas. Durante la Primera y Segunda Guerra Mundial, ya se habían presentado grandes movilizaciones de poblaciones huyendo de la barbarie guerrera o forzados por la bota de los imperialismos (los enormes desplazamientos de judíos y de otros grupos étnicos perpetrados por los nazis; los organizados por el estalinismo al interior de la URSS; o los realizados por los norteamericanos de japoneses y otras nacionalidades sospechosos de “colaborar con el enemigo”).

Tercera etapa (siglo XXI) la migración expresión de la descomposición capitalista

Desde principios del siglo XXI constatamos otro cambio en la naturaleza de los movimientos migratorios. Los desplazamientos desde países más pobres han aumentado fuertemente y siguen sirviendo de paliativo a la crisis capitalista, pues permite empujar a la baja el coste de la reproducción de la fuerza de trabajo global en los países centrales. Sin embargo, lo que es nuevo, en los últimos años, es que la proporción de inmigrantes que huyen de su país por razones de guerra o represión se ha multiplicado vertiginosamente, creando una situación como la que vivimos al final de la Guerra de España o al final de la Segunda Guerra Mundial. Año tras año, el número de refugiados que llaman a las puertas de Europa por todo tipo de medios, incluidos los más peligrosos, va en aumento. Las guerras imperialistas, el crimen y la inseguridad más extremas, la represión, las catástrofes ecológicas están en el origen de este éxodo desesperado de masas enormes de población. Los desplazamientos de poblaciones que hoy se presentan, tienen por característica además de su masividad, el que no son fenómenos aislados que provienen de algunos países, sino hay una expulsión simultáneamente de personas en diversas partes del planeta, generando oleadas continuas de migrantes, marcadas por la desesperación, que hace de estas, un éxodo descontrolado que avanza sin la certeza de encontrar un país en el que puedan llevar a cabo su vida, mostrando así que las migraciones actuales, que terminan las más de las veces siendo atrapados en concentraciones de refugiados que a veces se prolongan durante años (cuando no son finalmente devueltos a sus países de origen con el consiguiente peligro para sus vidas), son expresiones específicas de la fase de descomposición del capitalismo.

De forma similar, en la actualidad, en las áreas en las que estallan las guerras, por el caos que generan, obligan a salir a la población, pero en otras tantas áreas más del planeta, es la violencia que imponen las pandillas y bandas de grupos delincuenciales y del lumpen que extorsionan, roban y asesinan, creando un ambiente infernal que empuja a la población a huir en un andar desesperado y suicida, porque no tienen ningún destino fijo ya que todos los países (salvo como fue el caso de Alemania en 2015 que tenía necesidad urgente de mano de obra a precio de saldo) NO QUIEREN RECIBIRLOS y los rechazan como si portaran el peor de los virus, pero además en su camino encuentran hambre y agresiones que provienen lo mismo por traficante de personas o policías y militares.

Según los datos de la ONU en 2020 fueron 281 millones de personas las que formaron las grandes caravanas de migrantes, de las que miles de ellos encontraron la muerte intentando cruzar el Mediterráneo para llegar a Europa o en los caminos que los acercaban a la frontera de los Estados Unidos… Los movimientos migratorios son fenómenos que han estado presentes en el desarrollo del capitalismo, pero en la descomposición han tomado características específicas que revelan la ampliación de la barbarie y la podredumbre del sistema.

Guerra, extorsiones, violencia… la descomposición capitalista empuja a la migración desesperada

Siria se ha convertido en el referente principal de los países que expulsan a enormes cantidades de personas, que escapando de la guerra1, buscan refugio en países de Europa. Son millones los muertos los que han resultado de ese embrollo imperialista y otros tantos millones de personas son los que se han visto obligados a desplazarse. Esta situación, con mayor o menor grado, pero alimentada por la misma desesperación se presenta en el Congo o en Libia, marcados por la guerra y el caos interno, pero también en los países Centroamericanos y del Caribe, en los que aun cuando no viven en una guerra abierta, el ambiente infernal de violencia generado es similar al de un estado de guerra. Este ambiente podrido, propio de la descomposición, está marcado por la pérdida relativa del control político de parte de la burguesía. La dificultad para cohesionarse en torno al Estado crea una dispersión de sus fuerzas, en el que va dominando la tendencia al caos, revelado por la formación de estructuras armadas irregulares, las cuales imponen su dominio en regiones, llevando a cabo una cotidiana extorsión y agresión en contra de la población, que sumado a la pauperización a la que son sometidos, crean un verdadero infierno. Son estas condiciones las que están presentes lo mismo en Haití, El Salvador, Honduras, Guatemala o Venezuela...

Las pandillas denominadas “Mara Salvatrucha”, inicialmente fueron formadas en los años 80 por migrantes salvadoreños en los barrios marginales de Los Ángeles, en el sur de los USA, pero al ser deportados a su país de nacimiento (a fines de los 90 y principios del actual siglo), mantuvieron su estructura y actividad criminal, extendiendo su presencia en Honduras y Guatemala. En estos países, como en El Salvador, está presente también la dinámica dominante de la dislocación social, lo cual permite que este tipo de grupos actúen con impunidad. El poderío que han tomado estas agrupaciones de fuerzas lumpenizadas en El Salvador es tal, que incluso gobiernos como el de Mauricio Funes y Nayib Bukele han entablado negociaciones (abiertas y secretas) sin tener ningún resultado. De tal manera que las circunstancias de violencia infernal presentes en el llamado “triángulo negro de Centroamérica” es lo que expulsa masivamente a la población.

En otros países como Venezuela, las condiciones que ha impuesto el régimen chavista no solo conducen a la extensión del hambre y la miseria, también en ella se resaltan los avances del proceso de descomposición del capitalismo. Repitiendo ese escenario de caos, en el que el Estado en su intento de imponer el orden social, fomentó y utilizó como fuerza represiva a pandillas como los denominados “colectivos”, que justificaban su accionar violento contra la población, bajo el lema: “Los colectivos toman Caracas en defensa de la revolución”, sin embargo, el Estado al perder su fuerza de cohesión, conduce a que esas estructuras, aunque siguen siendo “convocadas” para defender al gobierno, actúan robando y agrediendo por cuenta propia, como expresión de su fuerza y poder alcanzado, sin que el Estado ni pueda ni quiera evitarlo. Una situación más reveladora de la dislocación de las fuerzas del Estado, que da pauta a la formación y actuación de pandillas y grupos mafiosos, se expone con los “pranes”, que aun cuando han sido detenidos, operan desde la cárcel el control de zonas, organizando los robos y los asesinatos.

En Haití, el mismo escenario de podredumbre está presente. A partir del golpe de Estado que bajó del poder al dictador Jean-Claude Duvalier en 1986, se han sucedido diversas asonadas militares y revueltas, revelando una gran fractura al interno de la burguesía que lleva a que se extiendan las dificultades para asumir el control. Tal hecho se confirma con el asesinato del presidente Martine Moise (7-julio-2021), pero de manera generalizada, con el poder que alcanzan las pandillas, imponiendo el terror a la población.

La declaración que hace un migrante haitiano a un reportero antes de aventurarse a cruzar el rio Bravo con su familia, expone la desesperación de los miles que forman las caravanas, al decir que: “huyen de la violencia de su gobierno y de los delincuentes, y que prefieren estar detenidos por ‘los migras’ que en Haití…” (La Jornada, 26-diciembre-2021).

Las propias organizaciones de la burguesía dan cuenta del proceso de degradación social que se extiende. Jean Gédeon, del Centro de Análisis e Investigación en Derechos Humanos (organización que contabiliza la violencia en Haití) explica que: “…las bandas se han independizado y han dejado de ser la correa de transmisión de los partidos políticos para convertirse en un fenómeno a medio camino entre el narco mexicano, las pandillas centroamericanas y la guerrilla colombiana. Bandas como el G9 an fanmi (G9 y familia), 400 Mawoso (los 400 vulgares) o Izo 5 Segonn (Izo cinco segundos) son el nuevo Estado que controla el comercio, el transporte, los préstamos entre particulares o el sistema de justicia.” (El País, 28-octubre-2021). Como producto de esa dinámica de degradación social, ha llevado a que se encuentren cerca de 15,000 haitianos cercados en campamentos en México para impedir que intenten cruzar la frontera y entrar a los Estados Unidos.

Las imágenes de la policía fronteriza norteamericana persiguiendo y golpeando a los migrantes haitianos (el 21-septiembre-2021) no es sino un pequeño ejemplo de lo que sufren las poblaciones en movimiento, intentando huir de la descomposición social. En los primeros días del mes de diciembre un accidente en una carretera de Chiapas, en el sur de México, puso de manifiesto otro de los peligros a los que son sometidos los migrantes. En el camión iban más de 160 personas hacinadas, según el testimonio de un sobreviviente, “Éramos tantos que había que ir de pie, agarrados a donde podíamos”. El accidente dejó más de 90 heridos y perdieron la vida 56 personas que provenían de Guatemala, Republica Dominicana, Ecuador, Honduras y El Salvador. El ansia por salir del infierno que viven, los lleva a arriesgar su vida, otorgando su confianza y su dinero a los traficantes, que la mayor de las veces resultan ser policías, militares o grupos de criminales asociados con los cuerpos de represión oficiales; incluso notas periodísticas hacen ver lo cotidiano de esta realidad: “El traslado de decenas de migrantes en camiones es una práctica clandestina que se ha vuelto cada vez más frecuente en México por los traficantes, que cobran miles de dólares por hacerlo.” (BBC News Mundo, 10-diciembre-2021).

Muros, deportaciones y represión, la respuesta de la burguesía a los migrantes

Ante la oleada de migrantes que aparecen por todos lados del planeta en búsqueda de un país en el que puedan encontrar refugio, surgen inmediatamente las declaraciones hipócritas de voceros gubernamentales invocando la defensa de los “derechos humanos” e incluso culpan a otros Estados de xenofobia y racismo, cuando en los hechos la burguesía, desde todos los gobiernos va repitiendo (en diversos grados) actos represivos en contra de los migrantes. Esta actitud represiva se revela lo mismo en el accionar de las democracias europeas que en los USA.

La mayor crisis migratoria que se ha desarrollado en las últimas décadas, como producto de la guerra, se ha destapado en Siria, sin embargo, como decimos más arriba, el fenómeno se repite en diversas partes del mundo. Si para aquellos que son sometidos a tal ambiente de violencia es una decisión desesperada su huida (la cual es llevada a cabo en las peores condiciones), ve incrementado su dramatismo ante las respuestas de rechazo y represión que reciben de los “grandiosos Estados democráticos”: el confinamiento en campamentos en los que falta todo, hacinados en condiciones infrahumanas sufriendo además del continuo asedio de las fuerzas represivas. Este escenario se repite para los migrantes de Yemen y Afganistán que se encuentran “atorados” entre Bielorrusia y Polonia y en el que ambos Estados los utilizan como instrumento de confrontación, lanzándolos de un lado y otro, dejando como resultado de esa rivalidad sufrimientos y muertes2.

Como puede verse, las amenazas y llamados a construir muros para combatir el avance de los migrantes, no es un argumento exclusivo de Trump, todas las fracciones de la burguesía, aunque cuidan de no exponerlo tan burdamente, mantienen esas ideas en el momento en que enfrentan el problema.

La podredumbre y el descontrol que se ha generalizado en Centroamérica, el Caribe y en otros países como Venezuela, han generado se incrementen los flujos de las personas que huyen de la violencia y miseria, intentando encontrar en USA un refugio. De igual manera que en los casos referidos, es la desesperación la que alienta a la conformación de grupos masivos para avanzar en caravanas, esperando así tener un poco de protección, pero aunque logren sobrevivir al asedio en las zonas de mayor peligro, como lo son el “Tapón de Darién” (en la frontera de Panamá y Colombia) y el trayecto “de la bestia” (como llaman al ferrocarril que cruza México hasta llegar a la frontera con USA), se encuentran ante el muro de contención, reforzado por barrotes y alambre de púas, pero además vigilado por la policía militarizada de México (que está al mando del gobierno de izquierda encabezado por López Obrador) y la feroz policía fronteriza norteamericana, conocida por la violencia sistemática contra los migrantes, lo mismo cuando el gobierno de los USA es encabezado por el partido demócrata o por el republicano.

El discurso anti migrante de Trump, cargado de xenofobia y racismo, es el mismo que, en los hechos, se han aplicado por todos los gobiernos, incluso se destaca el gobierno de Obama (calificado de “progresista”) como el período en que más se ha perseguido a los migrantes. Pese al hipócrita discurso de conciliación usado por Obama durante su campaña electoral, prometiendo una “reforma migratoria” y que lo convirtió por ello en una esperanza para los latinos, durante los 8 años que estuvo a la cabeza del gobierno deportó a 2 millones 850 mil 980 trabajadores migrantes, más que en cualquier otro gobierno.

La actuación persecutoria de Obama fue tan agresiva como la aplicada por Trump, sin duda este último hizo una campaña escandalosa contra los migrantes, con adjetivos ofensivos y racistas en contra de la población latina y africana, llevó una gran persecución en contra de indocumentados mediante redadas policiales y utilizó la prisión y la separación de los infantes de sus padres como castigo, deportando 750 mil, un número inferior al alcanzado por las medidas de Obama, razón por la cual le llamaban el “deportador en jefe”.

En similares circunstancias se encuentra el anuncio de Trump de levantar un gran muro en la frontera con México, que amenazaba con extenderlo 800 kilómetros, sin embargo, al final de su gobierno construyó 129 kilómetros, en cambio los gobiernos de Clinton, Bush y Obama ampliaron el muro en una extensión de 597 kilómetros.

De la misma forma, Biden, que usó la crítica al discurso provocador contra los migrantes de Trump para ganar popularidad y, como Obama lo hiciera, prometió una “reforma migratoria”, su respuesta ha sido, en apenas un año que lleva en el gobierno: la deportación de 26 mil “ilegales” (según datos no oficiales provenientes de “defensores de migrantes”), el reforzamiento policial de sus fronteras (usando la agresión directa como se ha visto en la actuación de la policía en la frontera de México) e incluso reactivando las mismas medidas dictadas durante el gobierno de Trump en las que coloca a México como el país de contención3. Lo que significa que Biden, como lo hiciera Trump, traslada al gobierno mexicano la responsabilidad de detener y confinar a la creciente masa de emigrados provenientes de Centroamérica, el Caribe y África.

Pero si los gobiernos de los países industrializados asumen una actitud represiva ante la oleada de migrantes que se mueve sin control, los gobiernos de los países latinoamericanos, de los que salen las caravanas y por los que pasan, no son menos agresivos. Repitiendo los discursos hipócritas de respeto, no solo dan paso libre a que los grupos delincuenciales los hostiguen y asesinen, sino que su propia policía y ejército son usados para perseguirlos, reprimirlos y deportarlos. Así lo ha hecho desde la derecha el gobierno chileno con Sebastián Piñera o desde la izquierda en México con López Obrador. La magnitud que toma la migración la hace que se presente como un fenómeno sin control, generado por el proceso de descomposición del sistema, por lo cual cada Estado busca trasladar el problema hacia otro país, pero es evidente que este no encontrará solución en los marcos del capitalismo.

Ninguna fracción de la burguesía tiene solución al éxodo migratorio

Como expresión de la descomposición capitalista, han tomado presencia en países industrializados, partidos populistas como AfD en Alemania, AN en Francia, o personajes como el caso de Trump en Estados Unidos, que propagan la ideología xenófoba. En aparente oposición a esta política de odio, se presentan las posturas, como la expresada por Ángela Merkel en 2015 (en ese momento canciller de Alemania), buscando flexibilizar las medidas fronterizas para aprovechar económicamente a la población migrante, o como la respuesta del que fuera primer ministro de Italia, Mateo Renzi, que en una pretendida preocupación por la cantidad de migrantes muertos, acaecidos en Lampedusa, llamaba (en 2014) a los principales gobiernos europeos a la apertura de sus fronteras para acoger a los migrantes (aspecto del que por cierto, se desdijo muy pronto, declarando que Italia no tenía por qué llevar como “deber moral el recibir a personas que estén peor que nosotros…”).

Aunque ambas posturas de la burguesía pueden no coincidir en la forma que debe de tomar su respuesta ante el éxodo migratorio, ninguna de ellas es una solución para este problema, que la podredumbre del capitalismo ha engendrado. Ninguna de las medidas de contención y ataque tienen una solución, porque es el capitalismo quien genera el problema.

Muy lejos está de por lo menos, contener el fenómeno migratorio. Las mismas instituciones del capital, como el Banco Mundial, pronostica que “en los próximos 50 años las sequías, la pérdida de cosechas y la desertificación provocarán el desplazamiento de 500 millones de personas procedentes en su mayoría del hemisferio sur, lo que aumentarán las migraciones en Europa…” (El País, 29-noviembre-2021).

El capitalismo, aunque siempre se ha levantado sobre la explotación de los trabajadores, en su fase de expansión lograba con su crecimiento, el mejoramiento relativo del conjunto de la humanidad, sin embargo, desde hace mucho tiempo ha dejado de ser un Modo de Producción con efectos materiales positivos, por el contrario, su crecimiento se convierte cada vez más en destrucción. En este proceso destructivo, los migrantes ya no son solamente migrantes, son en su mayoría refugiados. Huyen de países donde no hay futuro, pero ¿encuentran algún futuro en los países adonde llegan? ¡No! Huyen de países sin futuro para llegar a países sin futuro, porque todo el capitalismo mundial NO TIENE FUTURO…

Mas claramente en su fase de descomposición se pone de manifiesto que el capitalismo es un peligro para la humanidad, su avance destructivo solo puede detenerlo la actuación revolucionaria de la clase trabajadora. En el caso de la migración, que amenaza con expandirse por efecto de la misma podredumbre capitalista, la clase trabajadora deberá enfrentar las campañas ideológicas burguesas, que usando el patriotismo pretende justificar y ganar la aprobación de las masas de explotados de sus políticas de represión y deportación, pero además requiere activar su fuerza solidaria.

Ya en otros artículos hemos referido como el proletariado ha expuesto su solidaridad hacia los migrantes: “…muy a menudo, cuando estos proletarios están en contacto directo con los refugiados, les llevan lo que necesiten para sobrevivir —comida, bebida, mantas— e incluso, a veces, los llevan a sus hogares. Hemos visto tales ejemplos de solidaridad en Lampedusa en Italia, Calais en Francia y varias ciudades de Alemania y Austria. Cuando, después de haber sido hostigados por el Estado húngaro, trenes cargados de refugiados han llegado a las estaciones, los migrantes agotados han sido bien recibidos por miles de personas que les ofrecen apoyo y ayuda material. Trabajadores ferroviarios austriacos han trabajado horas extras para facilitar el transporte de los refugiados hacia Alemania. En París, miles se manifestaron el 5 de septiembre [de 2015] para protestar contra el trato dado a los refugiados y gritaron consignas como ‘todos somos hijos de los migrantes’.”4

Estas expresiones ponen de manifiesto que a pesar de las campañas de xenofobia que abierta o veladamente comanda la burguesía, los trabajadores espontáneamente han ido más allá de los llamamientos hipócritas de los gobiernos, la solidaridad del proletariado se presenta como una fuerza que es capaz de ofrecer ayuda a sus hermanos de clase y, si los voceros del capital tratan de esconder o desvirtuar estas acciones, es porque en estas expresiones se encuentra el germen de su unidad y la perspectiva de la solución a los problemas que enfrenta la humanidad, es decir la destrucción del capitalismo.

Corriente Comunista Internacional 9-1-22

1 Recomendamos leer los artículos:

-Masacres masivas en Siria. Las potencias imperialistas alimentan la barbarie del Estado: https://es.internationalism.org/revolucion-mundial/201209/3458/masacres-masivas-en-siria-las-potencias-imperialistas-alimentan-la-ba

-Siria. El horror de uno de los campos de guerra imperialista: https://es.internationalism.org/revolucion-mundial/201204/3388/siria-el-horror-de-uno-de-los-campos-de-guerra-imperialista

2 Ver Calais, Bielorrusia: la barbarie del capitalismo con los emigrantes expresa su barbarie con todo el proletariado mundial https://es.internationalism.org/content/4757/calais-bielorrusia-la-barbarie-del-capitalismo-con-los-emigrantes-expresa-su-barbarie

3 El programa referido es “Quédate en México” (Remain in Mexico). Este programa establecido por Trump, se ha reanudado en acuerdo con el gobierno mexicano y el cual consiste en que la población solicitante de asilo a USA será retenida en el territorio mexicano hasta que su solicitud sea aprobada por las autoridades migratorias

4 La crueldad y la hipocresía de la clase dominante: https://es.internationalism.org/cci-online/201511/4123/la-crueldad-y-la-hipocresia-de-la-clase-dominante

Herencia de la Izquierda Comunista: 

Cuestiones teóricas: 

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