Treinta años de la CCI : Apropiarse del pasado para construir el futuro

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El decimosexto congreso de la CCI ha coincidido con sus treinta años de vida. Igual que cuando los diez y los veinte años de la CCI, queremos en este artículo, sacar un balance de la experiencia de nuestra organización durante ese período pasado. No es ni mucho menos una expresión de narcisismo: las organizaciones comunistas no existen por y para sí mismas; son instrumentos de la clase obrera y a ésta pertenece la experiencia de aquéllas. Y por eso, este artículo es como una entrega de mandato que la clase obrera ha confiado a nuestra organización durante los treinta años de su existencia. Y como en toda entrega de mandato, hay que evaluar si nuestra organización ha sido capaz de hacer frente a las responsabilidades que le incumbían cuando se formó. Por eso empezamos examinando cuáles eran las responsabilidades de los revolucionarios hace treinta años ante lo que estaba en juego en la situación de entonces y cómo han evolucionado desde entonces al irse modificando la situación.

Las responsabilidades de los revolucionarios

La situación en la que se formó la CCI, y que determinó las responsabilidades que tuvo que asumir en sus primeros años, era la del fin de la profunda contrarrevolución que se había abatido sobre el proletariado mundial tras el fracaso de la oleada revolucionaria de 1917-23. La extraordinaria huelga de masas de mayo de 1968 en Francia, el “mayo rampante” del otoño del 69 en Italia, las huelgas del Báltico en Polonia en el invierno de 1970-71, y muchos otros movimientos, revelaron que el proletariado había levantado la pesada losa que cargaba sobre él durante cuatro décadas. Esta reanudación histórica del proletariado no solo se expresó en el resurgir de las luchas obreras, y en la capacidad de éstas para deshacerse de la argolla en que estaban encerradas por los partidos de izquierda y sobre todo por los sindicatos durante décadas (así ocurrió en particular cuando las huelgas “salvajes” del “otoño caliente” italiano de 1969). Uno de los signos más patentes de que la clase obrera se había librado por fin de la contrarrevolución fue la aparición de toda una serie de personas y de grupos en búsqueda de las verdaderas posiciones revolucionarias del proletariado, poniendo en entredicho el monopolio que los partidos estalinistas ejercían, junto con sus apéndices izquierdistas (trotskistas o maoístas), sobre la idea misma de revolución comunista. La CCI fue, también ella, el resultado de ese proceso, puesto que se formó mediante el agrupamiento de una serie de grupos surgidos en Francia, Estados Unidos, Gran Bretaña, Italia y España y que se acercaron a las posiciones defendidas desde 1964, por el grupo Internacionalismo en Venezuela, grupo impulsado por un antiguo militante de la Izquierda comunista, MC, que estaba en ese país desde 1952.

Durante todo un tiempo, la actividad y las preocupaciones esenciales de la CCI estuvieron determinadas por estas tres responsabilidades fundamentales:

–  apropiarse plenamente de las posiciones, análisis y enseñanzas de las organizaciones comunistas del pasado, pues la contrarrevolución las había llevado a la esclerosis o a su desaparición;

–  intervenir en la oleada internacional de luchas obreras iniciada en mayo de 1968 en Francia;

–  proseguir el agrupamiento de las nuevas fuerzas comunistas, del que la formación de la CCI había sido una primera etapa.

Con el hundimiento del bloque del Este y de los regímenes estalinistas de Europa en 1989 se instauró una nueva situación para la clase obrera la cual recibió en plena cara el latigazo de todas las campañas sobre el “triunfo de la democracia”, “la muerte del comunismo”, la “desaparición de la lucha de clases”, incluso de la propia clase obrera. Esa situación provocó un profundo retroceso en la clase obrera tanto en su combatividad como en su conciencia.

Y así, los treinta años de vida de la CCI se dividen en dos períodos de una duración equivalente, cada uno de ellos de unos quince años y de perfiles muy diferentes. En el primer período había que acompañar los pasos progresivos de la clase obrera en el desarrollo de sus combates y de su conciencia, interviniendo activamente en sus luchas. En cambio, una de las preocupaciones centrales de nuestra organización durante el segundo período ha sido la de resistir a contracorriente ante el profundo desconcierto de la clase obrera mundial. Fue una prueba para la CCI como para todas las organizaciones comunistas, pues no son impermeables al ambiente general en el que se mueve el conjunto de su clase: la desmoralización y la falta de confianza en sí misma que afectaban a ésta tenían una repercusión inevitable en las propias filas de nuestra organización. Y ese peligro era tanto más importante porque la generación que fundó la CCI había llegado a la política a partir de 1968 y principios de los años 70 por los surcos de unas luchas obreras de gran amplitud que podían hacer pensar que la revolución comunista estaba ya llamando a las puertas de la historia.

Hacer pues el balance de estos treinta años de vida de la CCI es examinar cómo fue nuestra organización capaz de hacer frente a esos dos períodos de la vida de la sociedad y del combate de la clase obrera. Se trata de ver cómo, ante las pruebas que tuvo que arrostrar, superó las debilidades inherentes a las circunstancias históricas presentes en su constitución y, de ese modo, comprender los factores de fuerza que le permiten sacar un balance positivo de estos treinta años de existencia.

Un balance positivo

En efecto, antes de ir más lejos, debemos hacer constar que el balance que la CCI puede sacar de sus treinta años de vida es positivo con creces. Cierto es que el tamaño de nuestra organización y, sobre todo, su impacto es muy modestos. Así lo escribíamos en el artículo publicado con ocasión de los 20 años de la CCI :

Cuando comparamos a la CCI con las organizaciones que han marcado la historia del movimiento obrero, especialmente las Internacionales, puede embargarnos una cierta sensación de vértigo: mientras que millones o decenas de millones de obreros pertenecían, o estaban influenciados por estas organizaciones, la CCI es conocida en el mundo por una ínfima minoría de la clase obrera”[1]

Esta situación sigue siendo básicamente la misma hoy y se explica, como lo hemos puesto de relieve en nuestros artículos, por las circunstancias inéditas en medio de las cuales la clase obrera ha reanudado su camino hacia la revolución:

–  ritmo lento del hundimiento económico del capitalismo, cuyas primeras manifestaciones a finales de los años 60 sirvieron de detonador para el resurgir histórico del proletariado;

–  amplitud y profundidad de la contrarrevolución que se cernió sobre la clase obrera a partir de finales de los años 1920 y que separó a las nuevas generaciones de proletarios y de revolucionarios de la experiencia de las generaciones que habían realizado los grandes combates de principios de siglo xx y, en particular, de la oleada revolucionaria de 1917-23;

–  enorme desconfianza de los obreros hacia toda organización política proletaria, al rechazar la dominación de los sindicatos y de los partidos pretendidamente “obreros”, “socialistas” o “comunistas”;

–  incremento del peso de la falta de confianza en sí y de la desmoralización consecuente al desmoronamiento de los pretendidos “regímenes comunistas”.

Dicho lo cual, hay que poner de relieve el camino recorrido: mientras que en 1968 nuestra tendencia política sólo contaba con un pequeño núcleo en Venezuela y se formaba en Francia, en una sola ciudad del Sur, un pequeño grupo capaz únicamente de publicar dos o tres veces por año una revista a multicopista, nuestra organización es hoy una referencia para quienes se acercan a las posiciones revolucionarias:

–  con publicaciones territoriales en 12 países, redactadas en 7 lenguas (inglés, español, alemán, francés, italiano, holandés y sueco);

–  más de cien folletos y otros documentos publicados en esas lenguas y, además, en ruso, portugués, bengalí, hindi, farsi y coreano;

–  más de 420 números de nuestra publicación teórica, la Revista internacional, publicada regularmente cada tres meses en inglés, español y francés y, con menor regularidad, en alemán, italiano, holandés y sueco.

Desde su formación, CCI ha realizado, en término medio, una publicación cada 5 días y ese ritmo es actualmente de una publicación cada 4 días. Hay que añadir el sitio Internet, con páginas en 13 lenguas. Esas páginas recogen los artículos de la prensa territorial, de la Revista internacional, los folletos y los volantes o panfletos impresos en papel, pero se publican en internationalism.org textos específicos, ICConline, lo cual nos permite dar a conocer lo antes posible nuestros posicionamientos ante acontecimientos sobresalientes de la actualidad.

Junto a esa actividad de publicación, hay que señalar también la cantidad de reuniones públicas o permanencias realizadas en 15 países por nuestra organización desde que ésta se creó, que permiten a nuestros simpatizantes venir a discutir sobre nuestras posiciones y análisis. Sin olvidar nuestras propias intervenciones orales, las ventas de prensa y reparto de volantes, en las reuniones públicas claro está, los foros o reuniones de otras organizaciones, en las manifestaciones, a las puertas de las empresas, en mercados, estaciones y, evidentemente, en las luchas de nuestra clase.

Digámoslo una vez más, todo eso es muy poco comparado, por ejemplo, con lo que podía ser la actividad de las secciones de Internacional comunista a principios de los años 20, en una época en que las posiciones revolucionarias se expresaban en periódicos diarios. Pero, como ya dijimos, solo puede compararse lo comparable y la verdadera medida del “éxito” de la CCI puede ser la diferencia que la separa de las demás organizaciones de la Izquierda comunista, unas organizaciones ya constituidas en 1968 cuando nuestra propia corriente estaba todavía en pañales.

Los grupos de la Izquierda comunista desde 1968

Había en aquellos años unas cuantas organizaciones que se reivindicaban de la Izquierda comunista. Por un lado, estaban los grupos que se reivindicaban de la tradición de la Izquierda holandesa, o sea el “consejismo”, representado sobre todo por Spartacusbond y Daad en Gedachte, en Francia por el Groupe de liaison pour l’action des travailleurs (GLAT) e Informations et correspondances ouvrières (ICO), en Gran Bretaña por Solidarity, que se reivindicaba más especialmente del francés Socialisme ou barbarie, grupo desparecido en 1964 y surgido de una escisión habida en la IVª Internacional trotskista al término de la Segunda Guerra mundial.

Fuera de la corriente consejista, había también en Francia otro grupo salido de Socialisme ou Barbarie, Pouvoir ouvrier y, también, un pequeño núcleo en torno a Grandizo Munis (antiguo dirigente de la sección española de la IVª Internacional), Fomento obrero revolucionario, en francés Ferment ouvrier revolutionnaire (FOR, que publicaba Alarma/Alarme).

La otra corriente de la Izquierda comunista presente en 1968 era la que se vinculaba a la Izquierda italiana con dos ramas debidas a la escisión de 1952 en el Partito comunista Internazionalista de Italia fundado en 1945 al final de la guerra. Estaba, por un lado, el Partido comunista internacional “bordiguista” con su publicación Programma comunista en Italia y le Prolétaire y Programme comunista en Francia y, por otro, la corriente mayoritaria en el momento de la escisión, que publicaba Battaglia comunista y Prometeo.

Durante cierto tiempo, algunos de esos grupos se granjearon un éxito incontestable en lo que a “audiencia” se refiere. Así fue con grupos “consejistas” como ICO, hacia el que convergieron toda una serie de gente incitada a la política por Mayo del 68, grupo que fue capaz, en 1969 y 1970, de organizar varios encuentros a nivel regional, nacional e incluso internacional (Bruselas 1969) con la asistencia de importantes cantidades de elementos y grupos (el nuestro entre ellos). Pero ICO desapareció a principios de los años 70. Este medio volvió a aparecer a partir de 1975 con un boletín trimestral (Échanges) en el que participaban gentes de varios países pero solo en lengua francesa. En cuanto a los demás grupos de la corriente “consejista”, o dejaron de existir, como el GLAT en los años 70, Solidarity en 1988 o Spartacusbond, el cual no sobrevivió a la muerte de su principal animador, Stan Poppe en 1991, o dejaron de publicarse como Daad en Gedachte a finales de los 90.

También desaparecieron otros grupos mencionados arriba, Pouvoir ouvrier en los años 70 y FOR en los 90.

En cuanto a los grupos que se vinculan a la Izquierda Italiana, tampoco puede afirmarse que su destino haya sido de lo más brillante.

La esfera “bordiguista” conoció, tras la muerte de Bordiga en 1970, varias escisiones, entre las cuales la que desembocó en la formación de un nuevo “Partido comunista internacional” que publica il Partito comunista. Pero sería la tendencia mayoritaria que publica il Programma comunista, la que conoció a finales de los años 70 un desarrollo importante en varios países, lo que hizo de ella, durante algún tiempo, la principal organización internacional que se reivindicaba de la Izquierda comunista. Esta progresión, sin embargo, se debió en gran parte a una deriva izquierdista y tercermundista de la organización. Al cabo, una verdadera explosión golpeó al Partido comunista internacional 1982. La organización internacional se desmoronó cual castillo de naipes, tirando cado uno por su lado en plena desbandada. La sección francesa desapareció durante algunos años, mientras que en Italia, con grandes dificultades, algunos elementos fieles al bordiguismo “ortodoxo” volvieron a empezar al cabo de algún tiempo a manifestarse con dos publicaciones, Il Programma comunista e il Comunista. Hoy, la corriente bordiguista, aunque conserva cierta capacidad editorial en Italia con tres periódicos más o menos mensuales, está poco presente en el plano internacional. A la tendencia que publica il Comunista sólo en Francia le queda un representante con el trimestral le Prolétaire. La que publica Programma comunista en italiano publica Internationalist Papers en inglés cada uno o dos años y Cahiers internationalistes en francés con menor frecuencia todavía. La tendencia que publica en italiano Il Partito comunista (un “mensual” que aparece 7 veces al año) y Comunismo (cada 6 meses) saca también una o dos veces por año la Izquierda comunista y Communist Left, en español e inglés.

En cuanto a la corriente mayoritaria salida de la escisión de 1952 y que, además de las publicaciones, ha conservado el nombre de Partito comunista internazionalista (PCInt), ya hemos relatado en nuestro artículo “Una política oportunista de agrupamiento que no lleva más que a “abortos”[2]”  las desventuras en sus intentos por ampliar su audiencia internacional. En 1984, el PCInt se agrupó con la Communist Workers’ Organización (que publica Revolutionnary Perspective) para formar el Buró internacional para el Partido revolucionario (BIPR). Casi 15 años más tarde, esta organización logró por fin extenderse más allá de sus dos componentes iniciales, integrando, a finales de los años 90 y principios de los años 2000, a varios pequeños núcleos, entre los cuales, el más activo es el que publica Notes internationalistes – Internationalist Notes en Canadá con una frecuencia trimestral, mientras que Bilan et perspectives, en Francia, aparece menos de una vez por año y el Círculo de América Latina (un grupo “simpatizante” del BIPR) no tiene publicación regular, limitándose esencialmente a publicar tomas de posición y traducciones en español en la página Internet del BIPR. Aunque se formó hace más de 20 años (y que además el Partito comunista internazionalista existe desde hace más de 60), el BIPR que, de todos los grupos vinculados al PCInt de 1945, es el de mayor extensión internacional[3], es hoy una organización mucho menos desarrollada que lo estaba la CCI cuando se formó.

Más en general, la CCI sola realiza cada año más publicaciones regulares (una publicación cada 5 días) que todas las demás organizaciones juntas. Ninguna de esas organizaciones dispone hoy por hoy de una publicación regular en lengua alemana, lo cual, evidentemente, es una debilidad, debido a la importancia del proletariado de Alemania en la historia del movimiento obrero internacional y en el porvenir de éste.

No se trata de ponerse en plan de competencia comercial si hemos hecho aquí esta comparación entre la extensión de nuestra organización y la de los demás grupos que se reivindican de la Izquierda comunista. Contrariamente a los que pretenden algunos de esos grupos, la CCI nunca ha intentado desarrollarse a costa de ellos, todo lo contrario. Cuando discutimos con contactos, siempre les animamos a que conozcan a esos otros grupos y sus publicaciones[4]. Y siempre hemos invitado a las demás organizaciones de la Izquierda comunista a que intervengan en nuestras reuniones públicas y presenten en ellas su prensa (proponiéndoles incluso alojar a sus militantes en las ciudades o países en donde no están presentes)[5]; también, en caso de acuerdo, hemos depositado en librerías publicaciones de esos grupos. Nuestra política no ha sido nunca la de ir “de pesca” para enganchar a militantes de otras organizaciones que tuvieran divergencias con las posiciones o la política de ellas. Siempre les animamos a quedarse en ellas para llevar a cabo en su seno un debate de clarificación[6].

Porque, contrariamente a los demás grupos citados aquí, los cuales se consideran todos como el único en poder impulsar la formación del futuro partido de la revolución comunista, nosotros pensamos que existe un campo de la Izquierda comunista que defiende posiciones en el seno de la clase obrera y que ésta sacará tantos más beneficios cuanto más se desarrolle ese campo en su conjunto. Claro que criticamos las posiciones y análisis que nos parecen erróneos en esas organizaciones cuando nos parece útil. Pero nuestras polémicas forman parte del debate necesario en el proletariado, pues, como Marx y Engels, nosotros pensamos que, además de su experiencia, solo la discusión y la confrontación de las posiciones le permitirá avanzar en su toma de conciencia[7].

El objetivo esencial de esa comparación del balance de la CCI con el de las demás organizaciones de la Izquierda comunista es, en realidad, poner de relieve lo débil que es todavía el impacto de las posiciones revolucionarias en el seno de la clase, debido a las condiciones históricas y a los obstáculos que la clase encuentra en el camino de su toma de conciencia. Nos permite comprender que el débil impacto que tiene todavía hoy la CCI no debe ser considerado como un fracaso de su política o de sus orientaciones. Muy al contrario: teniendo en cuenta las circunstancias históricas actuales, lo que hemos logrado realizar desde hace treinta años debe considerarse como muy positivo y subraya la validez de las orientaciones que nos hemos dado a lo largo de este período. Por consiguiente debemos examinar más precisamente cómo nos han permitido esas orientaciones enfrentar positivamente las diferentes situaciones que se han ido sucediendo desde la fundación de la organización. Y en primer lugar, debemos recordar (pues ya lo dijimos en los artículos publicados con ocasión del Xº y el XXº aniversario de la CCI) cuáles han sido los principios fundamentales en los que nos hemos basado[8].

Los principios fundamentales de la construcción de la organización

Lo primero que hay que decir con fuerza es que esos principios no son, ni mucho menos, un invento de la CCI. Ha sido la experiencia del conjunto del movimiento obrero lo que ha ido elaborando progresivamente esos principios. Por eso no es en absoluto por formalismo si en las “posiciones de base” que aparecen en la contraportada de todas nuestras publicaciones está escrito:

“Las posiciones de las organizaciones revolucionarias y su actividad son el fruto de las experiencias pasadas de la clase obrera y de las lecciones que dichas organizaciones han ido acumulando de esas experiencias a lo largo de la historia. 

La CCI se reivindica de los aportes sucesivos de la Liga de los comunistas de Marx y Engels (1847-52), de las tres Internacionales (la Asociación internacional de los trabajadores, 1864-72, la Internacional socialista, 1884-1914, la Internacional comunista, 1919-28), de las Fracciones de izquierda que se fueron separando en los años 1920-30 de la Tercera internacional (la Internacional comunista) en su proceso de degeneración, y más particularmente de las Izquierdas alemana, holandesa e italiana”.

Nos reivindicamos de los aportes sucesivos de las diferentes fracciones de izquierda de la IC, pero, en lo referente a la construcción de la organización nos vinculamos con las concepciones de la Fracción de izquierda del Partido comunista de Italia, especialmente con las expuestas en la revista Bilan en los años 30. Fue la gran clarividencia alcanzada por esta organización lo que fue decisivo en su capacidad no sólo para sobrevivir, sino también para impulsar el pensamiento comunista de manera sobresaliente.

En el marco de este artículo, no podemos desarrollar las posiciones de la Fracción italiana (FI) en toda su riqueza. Nos limitaremos a lo esencial.

Lo primero que nos vincula a la FI es la cuestión del curso histórico: ante la crisis mortal de la economía capitalista cada una de las clases fundamentales de la sociedad, burguesía y proletariado, da su propia respuesta: la guerra imperialista aquélla y la revolución el proletariado. La salida que se impondrá finalmente depende de la relación de fuerzas entre las clases. Si la burguesía pudo desencadenar la Primera Guerra mundial fue porque el proletariado había sido derrotado previamente por su enemigo, sobre todo gracias a la victoria del oportunismo en el seno de los principales partidos de la Segunda Internacional. La guerra imperialista misma, sin embargo, al barrer con toda su bestialidad todas las ilusiones sobre la capacidad del capitalismo para proporcionar la paz y la prosperidad a la sociedad y mejorar las condiciones de vida de la clase obrera, provocó el despertar de ésta. El proletariado se alzó contra la guerra a partir de 1917 en Rusia y en 1918 en Alemania para después lanzarse a los combates por el derrocamiento del capitalismo. El fracaso de la revolución en Alemania, o sea en el país más decisivo, abrió la puerta a la victoria de une contrarrevolución que extendió su dominación al mundo entero, especialmente a Europa, con la victoria del estalinismo en Rusia, del fascismo en Alemania y de la ideología “antifascista” en los países “democráticos”. Uno de los méritos de la Fracción, durante los años 30, fue haber comprendido que, a causa de la derrota profunda de la clase obrera, la crisis aguda del capitalismo que había empezado en 1929, no podía sino desembocar en una nueva guerra mundial. Con esta base de análisis del período, o sea que el curso histórico no era hacia la revolución sino hacia la guerra mundial, la Fracción pudo comprender la naturaleza de los acontecimientos en España 36 y no caer así en el error fatal de los trotskistas que veían en ellos los inicios de la revolución proletaria cuando en realidad eran la preparación de la segunda carnicería imperialista.

La capacidad de la Fracción para identificar la verdadera situación de la relación de fuerzas entre burguesía y proletariado se completaba con la claridad con la que concebía el papel de las organizaciones comunistas en cada uno de los períodos de la historia. Basándose en la experiencia de las diferentes Fracciones de izquierda habidas en la historia del movimiento obrero, en particular la Fracción bolchevique dentro del Partido obrero socialdemócrata de Rusia (POSDR), y también la actividad de Marx y Engels desde 1847, la Fracción, con su publicación Bilan, estableció la diferencia entre la forma Partido y la forma Fracción de la organización comunista. El partido es el órgano que se da la clase en períodos de lucha intensa cuando las posiciones defendidas por los revolucionarios tienen un impacto real en el discurrir de la lucha. Cuando la relación de fuerzas se hace desfavorable al proletariado, el partido o desparece como tal o tiende a degenerar en un derrotero oportunista que lo arrastra a la traición al servicio de la clase enemiga. La defensa de las posiciones revolucionarias le incumbe entonces a un organismo de dimensiones e impacto más restringidos, la Fracción. El papel de ésta es luchar para enderezar el partido y que sea capaz de desempeñar su papel cuando la clase vuelva a la lucha o, en caso de que esa tarea resulte imposible, servir de puente programático y organizativo hacia el futuro partido, el cual solo se podrá formar a condición:

–  de que la Fracción haya sacado todas las lecciones de la experiencia pasada, en particular de las derrotas;

–  que la relación de fuerzas entre las clases vuelva a ser otra vez favorable al proletariado.

Otra de las enseñanzas transmitidas por la Izquierda Italiana y que se deduce de lo dicho antes, es el rechazo del inmediatismo, o sea de la actitud que pierde de vista el largo plazo que es lo propio de la lucha del proletariado y de la intervención de las organizaciones revolucionarias en esa lucha. Lenin decía que la paciencia debía ser una de las cualidades principales de los bolcheviques. Reanudaba así el combate de Marx y de Engels contra la plaga del inmediatismo[9], la cual, a causa de la penetración permanente en la clase obrera de la ideología de la pequeña burguesía, o sea una capa social sin el menor porvenir, una amenaza constante para el movimiento de la clase obrera.

Una consecuencia de esa lucha contra el inmediatismo en la que se ilustró la Fracción fue el rigor en la labor de agrupamiento de las fuerzas revolucionarias. Contrariamente a la corriente trotskista, que privilegiaba los agrupamientos apresurados basados entre otras cosas en acuerdos entre “personalidades”, la Fracción anteponía la necesidad de una discusión profunda de los principios programáticos antes de unirse con otras corrientes.

Pero ese rigor en los principios no excluía ni mucho menos la voluntad de discusión con otros grupos. Cuando se es firme en las convicciones no se teme la confrontación con otras corrientes. Y, al contrario, el sectarismo, al considerarse “único en el mundo” y rechazar todo contacto con otros grupos proletarios, es, en general, la marca de una falta de convicción en la validez de sus propias posiciones. Fue precisamente porque se basaba con firmeza en lo adquirido por el movimiento obrero por lo que la Fracción dio pruebas de audacia al pasar por el tamiz de la crítica las experiencias pasadas hasta llegar si hacía falta a poner en entredicho algunas posiciones consideradas como una especie de dogma por otras corrientes[10]. Y así, mientras que la corriente de la Izquierda germano-holandesa, ante la degeneración de la revolución en Rusia y el papel contrarrevolucionario desde entonces desempeñado por el partido bolchevique, tiraba todo a la basura cuando concluía que la naturaleza de la revolución de Octubre y de ese partido era burguesa, la Fracción, en cambio, siempre dejó muy clara la naturaleza proletaria de aquélla y de éste. De este modo también combatía la postura del “consejismo” hacia la que había resbalado la Izquierda holandesa, afirmando el papel indispensable del partido para la victoria de la revolución comunista. Y contra el trotskismo, que se reivindicaba íntegramente de los cuatro primeros congresos de Internacional comunista, la Fracción, siguiendo al Partido comunista de Italia de principios de los años 20, rechazó las posiciones erróneas de esos congresos, especialmente la política de “frente único”. Pero fue todavía más lejos, poniendo en entredicho la posición de Lenin y del Segundo Congreso sobre el apoyo a las luchas de liberación nacional uniéndose en eso a la postura defendida por Rosa Luxemburg.

Sobre el conjunto de esas enseñanzas, recogidas y sistematizadas por la Izquierda comunista de Francia (1945-52), se basó la CCI cuando se formó. Y es eso lo que le ha permitido enfrentarse victoriosamente a las pruebas que iba a encarar, a causa, en particular, de las debilidades que pesaban sobre el proletariado y sus minorías revolucionarias en el momento de la reanudación histórica de 1968.

Los principios de la Fracción a la prueba de la historia

Lo primero que había que comprender ante ese resurgir de la clase era la cuestión del curso histórico. Esta cuestión no la entienden bien los demás grupos que se reivindican de la Izquierda Italiana. Al haber formado el Partido en 1945, cuando la clase estaba sumida en la contrarrevolución y sin que después hicieran la crítica de esa constitución prematura, esos grupos (que seguían llamándose “partido”) han sido incapaces de diferenciar la contrarrevolución y la salida de la contrarrevolución. En el movimiento de mayo de 1968, como en el otoño caliente italiano de 1969, no veían nada de fundamental para la clase obrera, atribuyendo esos acontecimientos a la agitación estudiantil. Al contrario, conscientes del cambio en la relación de fuerzas entre las clases, nuestros camaradas de Internacionalismo (especialmente MC, antiguo militante de la Fracción y de la ICF) comprendieron la necesidad de entablar una labor de discusión y agrupamiento con los grupos que el cambio del curso histórico estaba haciendo surgir. En varias ocasiones, esos compañeros pidieron al PCInt que hiciera un llamamiento para iniciar discusiones y convocara una conferencia Internacional en la medida en que esta organización tenía una importancia sin comparación posible con la de nuestro pequeño núcleo de Venezuela. Cada vez, el PCInt rechazaba la propuesta argumentando que no había nada nuevo bajo el sol. Finalmente pudo organizarse un primer ciclo de conferencias a partir de 1973 tras el llamamiento lanzado por Internationalism, el grupo de Estados Undios que se había acercado a las posiciones de Internacionalismo y de Revolución Internacional, fundada ésta en Francia en 1968. Fue en gran parte gracias a estas conferencias, que permitieron una seria decantación entre toda una serie de grupos y gentes llegados a la política tras mayo de 68, si se pudo constituir la Corriente comunista internacional en enero de 1975. Es evidente que la actitud de búsqueda sistemática de la discusión con elementos, quizás confusos pero con voluntad revolucionaria, como había sido la actitud de la Fracción, fue un factor determinante en la realización de esa primera etapa.

Pero junto a todo el entusiasmo que expresaban los jóvenes que formaron la CCI o que se unieron a ellos en los primeros años, había una serie de debilidades muy importantes:

–  el impacto del movimiento estudiantil, impregnado de ideas pequeño burguesas, el individualismo y el inmediatismo entre otras cosas, (“¡la revolución ya!” era uno de los lemas estudiantiles de 1968);

–  la desconfianza hacia toda forma de organización de los revolucionarios que intervenga en la clase a causa del papel contrarrevolucionario desempeñado por los partidos estalinistas; en resumen: el peso del consejismo.

Esas debilidades no solo afectaban a quienes se agruparon en la CCI. Eran, en realidad, mucho más importantes entre los grupos y elementos que se quedaron fuera de nuestra organización que en gran parte se había formado en el combate contra ellos. Esas debilidades explican el éxito efímero que conoció la corriente consejista después de 1968. Y solo efímero podía ser, pues cuando se teoriza su propia inutilidad para el combate de clase, difícilmente se podrá sobrevivir. Permiten también explicar el éxito y después la desbandada de Programma comunista: después de no haber entendido nada del significado y la importancia de lo ocurrido en 1968, esa corriente atrapada por un repentino vértigo ante el desarrollo internacional de las luchas obreras, abandona la prudencia y el rigor organizativo que la habían caracterizado durante largos años. Su sectarismo congénito y su “monolitismo” reivindicado se habían trastocado en “apertura” a todos los vientos (salvo, eso sí, a nuestra organización a la que seguía considerando como “pequeño burguesa”), abriéndose especialmente hacia toda una serie de elementos apenas salidos del izquierdismo, y de manera incompleta, y en especial del tercermundismo. El cataclismo que vivió Programma comunista en 1982 fue la consecuencia lógica del olvido de las enseñanzas principales de la Izquierda italiana de la que, sin embargo, no ha cesado de reivindicarse.

En la CCI, a pesar de la voluntad de no integrar precipitadamente a nuevos militantes, esas debilidades no tardaron en aparecer. Y fue así como en 1981 nuestra organización vivió una crisis muy importante que, por ejemplo, se llevó por delante a la mitad de su sección en Gran Bretaña. El carburante principal de aquella crisis fue el inmediatismo que llevó a toda una serie de militantes, especialmente en los países que en aquel entonces acababan de vivir las luchas obreras más masivas de su historia (con 29 millones de jornadas de huelga, la Gran Bretaña de 1979 se coloca en segunda posición detrás de la Francia de 1968 en lo que a estadísticas de la combatividad obrera se refiere), a sobrestimar las potencialidades de la lucha de clases y considerar como proletarios a órganos del sindicalismo de base que la burguesía hizo surgir frente al desbordamiento de las estructuras sindicales oficiales. Al mismo tiempo, el individualismo que seguía pesando fuertemente llevó a un rechazo del carácter unitario de la organización: cada sección local, incluso cada individuo, podía librarse de la disciplina de la organización cuando le parecía que las orientaciones de ésta no eran correctas. Es en particular el peligro que combate el “Informe sobre la función de la organización revolucionaria” (Revista internacional n° 29) adoptado en la Conferencia extraordinaria celebrada en enero de 1982 para volver a enderezar a la CCI.

También la tarea del “Informe sobre la estructura y el funcionamiento de la organización de los revolucionarios” (Revista internacional n° 33) fue combatir el individualismo defendiendo una organización centralizada y disciplinada (a la vez que se insistía en la necesidad de llevar a cabo los debates de la manera más abierta y profunda en la organización).

El combate victorioso contra el inmediatismo y el individualismo, aunque permitió salvar a la organización en 1981, no por ello eliminó las amenazas que sobre ella pesaban: el peso del consejismo especialmente, o sea de la subestimación del papel de la organización comunista, que se cristalizó en 1984 en la formación de una “tendencia” que alzó su estandarte contra la “caza de brujas”, cuando entablamos el combate contra los vestigios del consejismo en nuestras filas. Esta “tendencia” acabó dejando la CCI en su VIº Congreso, a finales de 1985, para formar la Fracción externa de la CCI (FECCI) que se proponía defender la “verdadera plataforma” de nuestra organización contra su pretendida “degeneración estalinista” (fue la misma acusación que la que habían hecho los elementos que habían dejado la CCI en 1981)[11].

Esos diferentes combates permitieron a nuestra organización asumir globalmente su responsabilidad ante las luchas de la clase obrera que se desarrollaron en ese período, como la huelga de los mineros de 1984 en Gran Bretaña, la huelga general de 1985 en Dinamarca, la gran huelga del sector público de 1986 en Bélgica, la huelga de los ferroviarios y de los hospitalarios en 1986 y 1988 en Francia, la huelga en la enseñanza en la Italia de 1987[12].

Esta intervención en las luchas obreras de los años 1980 no hizo olvidar a nuestra organización una de las preocupaciones centrales de la Fracción italiana: sacar las lecciones de las derrotas pasadas. Y así, tras haber seguido y analizado con la mayor atención las luchas obreras de 1980 en Polonia[13], la CCI, para comprender mejor la derrota, se dedicó a estudiar las características específicas de los regímenes estalinistas de Europa del Este[14]. Fue ese análisis en particular el que permitió a nuestra organización, unos dos meses antes de la caída del muro de Berlín, prever el desmoronamiento del bloque del Este y de la URSS, mientras que muchos otros grupos estaban todavía analizando lo que estaba ocurriendo en la URSS y su bloque (la “perestroïka” y la “glasnost”, la subida al poder de Solidarnosc en Polonia durante el verano de 1989), como una política de fortalecimiento de ese bloque[15].

De igual modo, la capacidad para encarar las derrotas de la clase, que la Fracción poseía en alto grado y que, después de ella, fue también una cualidad de la Izquierda comunista de Francia, nos permitió a nosotros, ya antes de los acontecimientos del otoño de 1989, prever que iban a provocar un profundo retroceso en la conciencia del proletariado:

Incluso en su muerte, el estalinismo está haciéndole un último servicio a la dominación capitalista: al descomponerse, su cadáver sigue emponzoñando la atmósfera que respira el proletariado... Es de suponer, pues, que asistamos a un retroceso momentáneo de la conciencia del proletariado... (...) Habida cuenta de la importancia histórica de los hechos que lo determinan, ese retroceso actual del proletariado, aunque no ponga en entredicho el curso histórico, o sea la perspectiva general hacia enfrentamientos de clase, sí aparece como mucho más profundo que el que vino tras la derrota de 1981 en Polonia”  (“Tesis sobre la crisis económica y política en la URSS y en los países del bloque del Este”, Revista internacional n  60)”[16].

Sin embargo, ese análisis no era unánimemente compartido en el campo de la Izquierda comunista. Muchos pensaban que la desaparición vergonzante del estalinismo, por haber sido la punta de lanza de la contrarrevolución, iba a abrir el camino al desarrollo de la conciencia y la combatividad del proletariado. Era la época también en la que al BIPR no se le ocurrió mejor cosa que escribir lo siguiente sobre el golpe de Estado que derrocó a Ceaucescu a finales del 1989:

Rumania es el primer país en las regiones industrializadas en el que la crisis económica mundial ha hecho surgir una real y auténtica insurrección popular cuyo resultado ha sido el derrocamiento del gobierno (…) en Rumania, todas las condiciones objetivas y casi todas las condiciones subjetivas estaban reunidas para transformar la insurrección en una real y auténtica revolución social” (Battaglia comunista de enero de 1990, “Ceaucescu ha muerto, pero el capitalismo sigue viviendo”).

En fin, si nuestra organización comprendió las dificultades que iba a acarrear en el combate de la clase obrera el desmoronamiento del bloque del Este y del estalinismo, fue porque antes había sido capaz de identificar la nueva fase en la que había entrado la decadencia del capitalismo, la fase de la descomposición:

“Hasta hoy, los combates de clase que desde hace 20 años, se han desarrollado en todos los continentes, han sido capaces de impedir que el capitalismo decadente dé su propia respuesta al callejón sin salida de su economía: el desencadenamiento de la forma terminal de su barbarie, una nueva guerra mundial. Pero no por eso la clase obrera es todavía capaz de afirmar, mediante luchas revolucionarias, su propia perspectiva, ni siquiera de presentar al resto de la sociedad ese futuro que lleva en sí. Es precisamente esa situación de momentáneo compás de espera, en el que, por ahora, ni la alternativa burguesa ni la proletaria pueden afirmarse lo que origina ese fenómeno de pudrimiento de raíz de la sociedad capitalista, que explica el grado extremo que hoy ha alcanzado la barbarie típica de la decadencia del sistema. Y ese pudrimiento se va a incrementar con la agravación inexorable de la crisis económica” (“La descomposición del capitalismo”, Revista internacional n° 57).

“En realidad, el hundimiento actual del bloque del Este es una de las expresiones de la descomposición general de la sociedad capitalista, cuyo origen se encuentra…en la incapacidad para la burguesía de dar su propia respuesta, la guerra generalizada, a la crisis abierta de la economía mundial” (“La descomposición, fase última de la decadencia del capitalismo”[17]).

Y también fue inspirándonos en el método de la Fracción italiana, para la que el «conocimiento no puede soportar ninguna prohibición ni ningún ostracismo», si la CCI pudo llevar a cabo esa reflexión. Si la CCI pudo elaborar ese análisis fue porque, a imagen de la Fracción, la preocupación de la CCI es combatir la «rutina», la pereza del pensamiento, la idea de que «no habría nada nuevo bajo el sol» o que «las posiciones del proletariado son invariables desde 1848» (come lo pretenden los bordiguistas). Nuestra organización pudo prever el desmoronamiento del bloque del Este y la consiguiente desaparición del bloque occidental, como también previó el retroceso importante que iba a sufrir la clase obrera a partir de 1989, porque hizo suya esa voluntad de estar en permanente vigilancia ante los hechos históricos, a riesgo de poner en entredicho unas cuantas certezas confortables y bien establecidas. Ese método de la Fracción del que se reivindica la CCI no nos pertenece por muy capaces que hayamos sido de ponerlo en práctica. Es, en realidad, el método de Marx y de Engels, los cuales nunca vacilaron en poner en entredicho las posiciones que antes había adoptado en cuanto la realidad lo exigía. Era el método de Rosa Luxemburg, la cual tuvo la audacia, ante el congreso de la Internacional socialista de 1896, de llamar al abandono de una de las posiciones más emblemáticas del movimiento obrero, el apoyo a la independencia de Polonia y, más en general, a las luchas de liberación nacional. Era el método del que se reivindicaba Lenin cuando, ante el estupor y la oposición de los mencheviques y de los «viejos bolcheviques», anuncia que hay que volver a escribir el programa del Partido adoptado en 1903, precisando que «gris es el árbol de la teoría, verde es el árbol de la vida».

Esta voluntad de vigilancia de la CCI ante todo nuevo acontecimiento no solo se aplica al ámbito de la situación internacional. También inspira la vida interna de nuestra organización. Tampoco en esto hemos inventado nada. Este método lo hemos aprendido de la Fracción, la cual se inspiraba a su vez del ejemplo de los bolcheviques, y, antes, del de Marx y Engels, especialmente en la AIT. El período siguiente al desmoronamiento del bloque del Este, que hasta hoy viene a ser, como ya dijimos, cerca de la mitad de la vida de la CCI, ha sido una nueva prueba para nuestra organización que tuvo, como en los años 80, que encarar nuevas crisis. A partir de 1993, hubo que entablar combate contra «el espíritu de círculo», tal como lo definió Lenin con motivo del combate llevado a cabo en y después del Congreso de 1903, un espíritu de círculo procedente de los orígenes mismos de la CCI a partir de pequeños grupos en los que las afinidades se mezclaban con la convicción política. De perpetuarse ese espíritu de círculo, y con la presión creciente de la descomposición, se aumentaba la tendencia a favorecer los comportamientos de «clan» dentro de la CCI, amenazando así su unidad, incluso su supervivencia. Y de igual modo que las personas más marcadas por ese ánimo, incluidos muchos miembros fundadores del partido como Plejánov, Axelrod, Zasulich, Potrésov y Mártov, se opusieron y alejaron de los bolcheviques para formar la Fracción menchevique tras y a causa de ese congreso, cierto número de «miembros eminentes» de la CCI (como los podría haber llamado Lenin) no soportaron ese combate y se fueron de la organización en esa época (1995-96). Sin embargo, la lucha contra el espíritu de círculo y de clan no se llevó hasta sus últimas consecuencias y de manera letal volvieron a la carga en 2000-2001. Los mismos ingredientes que los de la crisis de 1993 estuvieron presentes en la de 2001, paro hay que añadir el desgaste de la convicción comunista en algunos militantes, desgaste agravado por el retroceso prolongado de la clase obrera y el peso acentuado de la descomposición. Sólo eso puede explicar por qué hubo algunos miembros veteranos de la CCI que o abandonaron toda preocupación política o se transformaron en chantajistas, hampones y hasta soplones por libre[18]. Cuando poco antes de morir en 1990 nuestro compañero MC subrayaba la importancia del retroceso que iba a sufrir la clase obrera, decía que era entonces cuando se iba a ver a los verdaderos militantes, o sea a aquellos que no pierden sus convicciones en tiempos difíciles. Quienes, en 2001, dimitieron y formaron la FICCI, fueron una prueba de esa alteración en las convicciones. Una vez más, la CCI ha llevado a cabo un combate por la defensa de la organización con la misma determinación con la que estaba animada las veces anteriores. Esa determinación se la debemos al ejemplo de la Fracción italiana. En lo más profundo de la contrarrevolución, la Fracción se dio el lema de «no traicionar». Por su parte, las CCI, puesto que retroceso de la clase no significaba retorno de la contrarrevolución, adoptó la consigna de «resistir». Algunos fueron hasta traicionar, pero el conjunto de la organización ha resistido e incluso se ha reforzado, gracias, en particular, a la voluntad de plantear con la mayor profundidad teórica posible las cuestiones de organización, como lo hicieron en sus épocas, Marx, Lenin y la Fracción. Los dos textos ya publicados en nuestra Revista, «La cuestión del funcionamiento de la organización en la CCI» (n° 109) y «La confianza y la solidaridad en la lucha del proletariado» (nos 111 y 112), son un testimonio de esa constancia teórica ante las cuestiones de organización.

De igual modo, la CCI ha dado una respuesta firme a quienes pretendían que las numerosas crisis vividas por nuestra organización serían la prueba de su fracaso:

« Además, si parece que la CCI tiene una vida agitada, con repetidas crisis, es porque lucha contra la penetración del oportunismo. Y como ha defendido sin concesiones sus estatutos y el espíritu proletario que expresan, ha suscitado la rabia de una minoría ganada por un oportunismo desenfrenado, es decir, dispuesta a un abandono total de los principios en materia de organización. En esto la CCI continúa el combate del movimiento obrero, de Lenin y el partido bolchevique en particular, cuyos detractores estigmatizaban las crisis repetidas del partido y los múltiples combates en el plano organizativo. En esa misma época, la vida del partido socialdemócrata alemán era mucho menos agitada, pero la calma oportunista que la caracterizaba (alterada únicamente por los “aguafiestas” de izquierda, como Rosa Luxemburg) anunciaba su traición de 1914. Las crisis del partido bolchevique construían la fuerza que permitió la revolución de 1917” (“XVº Congreso de la CCI: fortalecer la organización ante los retos del período”, Revista internacional n° 114).

La capacidad de la CCI para hacer frente a sus responsabilidades a lo largo de estos treinta años de vida, se la debemos en gran parte a los aportes de la Fracción italiana de la Izquierda comunista. El secreto del balance positivo que sacamos de nuestra actividad durante todo ese período está en nuestra fidelidad a las enseñanzas de la Fracción y, más generalmente, al método y al espíritu del marxismo de los que se ha apropiado plenamente[19].

La Fracción se encontró desarmada ante el estallido de la IIª Guerra mundial. Ello se debió a que su mayoría, siguiendo a Vercesi, había abandonado los principios que habían sido su fuerza anteriormente, sobre todo ante la guerra de España. Y fue, al contrario, basándose en esos principios si el pequeño núcleo marsellés pudo reconstituir la Fracción durante la guerra, prosiguiendo un trabajo político y de reflexión ejemplar. Pero a su vez, la Fracción «mantenida» abandonó sus principios fundamentales al final de la guerra, decidiendo mayoritariamente disolverse y unirse individualmente al Partito Comunista Internazionalista que se había formado en 1945. Le incumbió entonces a la Izquierda comunista de Francia hacer suyas las adquisiciones fundamentales de Fracción, proseguir su elaboración para preparar así el marco político que iba a permitir a la CCI constituirse, existir y progresar. Por eso, para nosotros, evocar estos treinta años de nuestra organización debía entenderse como un homenaje a la extraordinaria labor llevada a cabo por un grupo de militantes exiliados que mantuvieron viva la llama del pensamiento comunista en el período más sombrío de la historia. Una labor que, aunque tan desconocida hoy y muy ignorada por quienes, sin embargo, se reivindican de la Izquierda Italiana, aparecerá cada vez más determinante para la victoria final del proletariado.

Una nueva generación de combatientes comunistas

Gracias a las enseñanzas que nos legó la Fracción y la ICF, transmitidas y elaboradas sin tregua por nuestro camarada MC hasta su muerte, la CCI está hoy preparada para acoger en sus filas a una nueva generación de revolucionarios que se está acercando a nuestra organización a la que van a reforzar en número y en entusiasmo gracias a la tendencia a la reanudación de los combates de clase desde 2003. Nuestro último congreso internacional lo hacía constar: asistimos hoy a un aumento sensible de nuestros contactos y nuevas adhesiones.

Y lo que es más destacable, es que un número significativo de estas adhesiones es de gente joven, que no ha sufrido ni ha tenido que superar las deformaciones debidas a la militancia en organizaciones izquierdistas. Elementos jóvenes cuyo dinamismo y entusiasmo sustituyen y superan con creces las cansadas y gastadas “fuerzas militantes” que nos han abandonado” (“XVIº Congreso de la CCI – Prepararse para los combates de clase y el surgimiento de nuevas fuerzas revolucionarias”, Revista internacional n° 122[20]).

Treinta años es para la especie humana el tiempo medio de una generación. Son quienes podrían ser los hijos (y a veces lo son) de los militantes que fundaron la CCI los que hoy se acercan a nosotros o ya se nos han unido.

Lo que decíamos en el Informe sobre la situación internacional presentado en el VIIIº congreso de la CCI se está concretando:

Era necesario que las generaciones marcadas por la contrarrevolución de los años 30 a 60 fueran dejando el sitio a las que no la vivieron, para que el proletariado mundial encontrara las fuerzas para superarla. De manera similar (aunque haya que relativizar la comparación insistiendo en que entre la generación del 68 y las anteriores hubo ruptura histórica, mientras que entre las generaciones siguientes hay continuidad), la generación que hará la revolución no podrá ser la que cumplió la tarea histórica esencial de haber abierto al proletariado mundial una nueva perspectiva tras la más honda contrarrevolución de su historia.”

Y lo que es válido para la clase obrera también lo es para su minoría revolucionaria. La mayoría de los “viejos”, sin embargo, ahí siguen, por mucho que el pelo se les haya vuelto canoso (¡y eso cuando les queda!). La generación que fundó la CCI en 1975 está lista para transmitir a los “jóvenes” las enseñanzas que ella recibió de sus mayores, y, además, las que ha ido adquiriendo a lo largo de estos treinta años, de modo que la CCI sea cada día más capaz de aportar su contribución a la formación del futuro partido de la revolución comunista.

Fabiana

 

[3] Es, en particular, la única de esas organizaciones que publica en lengua inglesa a un nivel importante (unos diez números por año).

 

[4] Vale la pena señalar que los camaradas de Montreal que publican Notes internationalistes tomaron contacto primero con la CCI y nosotros les animamos a entrar en contacto con el BIPR. Y hacia esta organización acabaron yéndose esos camaradas. También, en un encuentro con nosotros, un camarada de la CWO, rama británica del BIPR, nos dijo muy claramente que los únicos contactos de esa organización en Gran Bretaña eran los que la CCI había animado a que entraran en contacto con las demás organizaciones de la Izquierda comunista

[5] Ver la carta que dirigimos a los grupos de la Izquierda comunista el 24 de marzo de 2003 publicada en el artículo “Propuestas de la CCI a los grupos revolucionarios para una intervención común frente a la guerra” en la Revista internacional n°113 ¿Es posible una acción común de la Izquierda Comunista contra la guerra? | Corriente Comunista Internacional (internationalism.org)

[6] Esto escribíamos en la Revista internacional n° 33 (“Informe sobre la estructura y el funcionamiento de las organizaciones revolucionarias” Estructura y funcionamiento de la organización revolucionaria | Corriente Comunista Internacional (internationalism.org)): “En el medio político proletario siempre hemos defendido esa postura [si la organización va por mal camino, la responsabilidad de los miembros que creen defender una posición correcta no es la de salvarse cada uno en su rincón, sino la de llevar a cabo una lucha en el seno de la organización para ayudar a volver a “ponerla en sus raíles”]. Así ocurrió, en particular, cuando hubo la escisión de la sección de Aberdeen de la “Communist Worker’s Organización” y cuando la escisión del Nucleo comunista internazionalista de Programme communiste. Criticamos entonces el carácter precipitado de unas escisiones basadas en divergencias aparentemente no fundamentales y para cuyo esclarecimiento no se dio ocasión mediante un profundo debate interno. En general, la CCI está en contra de “escisiones” sin principios, basadas en divergencias secundarias (incluso cuando, como así ocurrió con lo de Aberdeen, los militantes concernidos presentan después su candidatura a la CCI).”

[7] “Para la victoria definitiva de las propuestas enunciadas en el Manifiesto, Marx confiaba únicamente en el desarrollo intelectual de la clase obrera, que debía ser el resultado de la acción y de la discusión comunes” (Engels, prefacio a la edición alemana de 1890 del Manifiesto comunista que recoge casi palabra por palabra lo que se dice en el prefacio de la edición inglesa de 1888)

[9] Marx y Engels tuvieron que vérselas, en el seno de la Liga des comunistas en 1850, contra la tendencia Willich-Schapper la cual, a pesar de la derrota sufrida por la revolución de 1848, querían “la revolución ya”: «Nosotros les decimos a los obreros: “Habéis atravesado quince, veinte, cincuenta años de guerras civiles y de luchas entre los pueblos, no sólo por cambiar las condiciones existentes, sino por cambiaros a vosotros mismos y haceros aptos para la dirección política”. Vosotros, al contrario, decís: “Debemos alcanzar el poder inmediatamente o, si no, solo nos queda irnos a dormir”» (intervención de Marx en la reunión del Consejo general de la Liga del 15/09/1850).

[10] “Los dirigentes para los nuevos partidos del proletariado solo podrán surgir mediante el conocimiento profundo de la cause de las derrotas. Y ese conocimiento no podrá soportar ni prohibiciones ni ostracismos” (Bilan n° 1, noviembre de 1933).

 

[12] Nuestro artículo dedicado a los 20 años de la CCI da cuenta más en detalle de nuestra intervención en las luchas obreras de aquel período.

[13]Ver “Huelgas de masas en Polonia 1980 : se ha abierto una nueva brecha”, “La dimensión internacional de las luchas obreras en Polonia”, “A la luz de los acontecimientos en Polonia, el papel de los revolucionarios”, “Perspectivas de la lucha de clases internacional: una brecha abierta en Polonia”, “Un año de luchas obreras en Polonia”, “Notas sobre la huelga de masas”, “Tras la represión en Polonia” en las Revista internacional nos 23, 24, 26, 27 y 29: Huelga de masas en Polonia: se ha abierto una nueva brecha | Corriente Comunista Internacional (internationalism.org) , Un año de luchas obreras en Polonia | Corriente Comunista Internacional (internationalism.org)

[14] “Europa del Este: Crisis económica y armas de la burguesía contra el proletariado”, Revista internacional n° 34.

[15] Ver al respecto en la Revista internacional n° 60 las “Tesis sobre la crisis económica y política en la URSS y en los países del Este” Tesis sobre la crisis económica y política en los países del Este | Corriente Comunista Internacional (internationalism.org) , así como lo que hemos escrito en el artículo “Los 20 años de la CCI” en la Revista internacional n° 80.

[16] “Tesis sobre la crisis económica y política en la URSS y en los países del bloque del Este”, Revista internacional n° 60.

[18] Sobre la crisis de la CCI de 2001 y el comportamiento de la pretendida “Fracción interna de la CCI” (FICCI), ver, entre otros textos, “XVº Congreso de la CCI : reforzar la organización frente a los retos del período”, Revista internacional n°114. 15 Congreso CCI: reforzar la organización frente a los retos del periodo | Corriente Comunista Internacional (internationalism.org)

 

[19] Y la causa del balance mucho menos positivo que puedan sacar de su propia actividad las demás organizaciones que se reivindican de la Izquierda Italiana se debe a que su reivindicación de esa herencia es sobre todo platónica.

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