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A finales de marzo, la CCI ha celebrado su XVº Congreso. La vida de las organizaciones revolucionarias forma plenamente parte del combate del proletariado. Es su obligación dar a conocer a su clase, en particular a sus simpatizantes y a los demás grupos del campo proletario, el contenido de sus trabajos de ese momento de la mayor importancia que es su congreso. Es el objeto de este artículo.
El XVº congreso tenía para nuestra organización una importancia particular, por dos razones esenciales.
Por una parte, desde el congreso anterior, en la primavera del 2001, hemos asistido a una agravación muy importante de la situación internacional, en el plano de la crisis económica, y sobre todo en el plano de los conflictos imperialistas. Precisamente este congreso se ha desarrollado mientras ocurría la guerra de Irak, y era responsabilidad de nuestra organización precisar sus análisis, para poder intervenir de la forma más apropiada posible frente a esta situación.
Por otra parte, este congreso se desarrolló tras haber atravesado la CCI la crisis más peligrosa de su historia. A pesar de que esta crisis se había superado, nuestra organización tenía que sacar el máximo de enseñanzas de las dificultades que había encontrado, sobre sus orígenes y los medios para enfrentarlas.
El conjunto de discusiones y trabajos del Congreso ha estado atravesado por la conciencia de la importancia de estas dos cuestiones, que se inscribían en las dos grandes responsabilidades de todo congreso: el análisis de la situación histórica y el examen de las actividades que de ella se desprenden para la organización. Todos esos trabajos se han basado en informes discutidos previamente en el conjunto de la CCI, y han desembocado en la adopción de resoluciones que dan el marco de referencia para la continuación del trabajo a nivel internacional.
En el número anterior de la Revista internacional, publicamos la “Resolución sobre la situación internacional” que adoptó el Congreso. Como pueden comprobar los lectores, la CCI analiza el período histórico actual como la última fase de la decadencia del capitalismo, la fase de descomposición de la sociedad burguesa, del pudrimiento de sus propias bases. Estas condiciones históricas, como veremos, determinan las características esenciales de la vida de la burguesía hoy; pero también pesan gravemente sobre el proletariado, así como sobre sus organizaciones revolucionarias.
En este marco se examinaron, no sólo la agravación de las tensiones imperialistas que vemos hoy, sino también los obstáculos del proletariado en su camino hacia los enfrentamientos decisivos contra el capitalismo; así como las dificultades que ha debido encarar nuestra organización.
El análisis de la situación internacional
Para ciertas organizaciones del campo proletario, particularmente el BIPR, las recientes dificultades organizativas de la CCI, así como las que tuvo en 1981 y a comienzos de los años 90, provienen de su incapacidad para hacer un análisis apropiado del período histórico actual. Nuestro análisis de la descomposición, en particular, se considera como una manifestación de nuestro “idealismo”.
Es cierto que la claridad teórica y política es un arma esencial para una organización que pretende ser revolucionaria. Si no es capaz de estar a la altura de comprender los verdaderos retos del período histórico durante el que lleva a cabo su combate, corre el riesgo de ser zarandeada por los acontecimientos, de hundirse en el desconcierto y ser barrida finalmente por la historia. También es verdad que la claridad no se decreta. Es el fruto de una voluntad y un combate por forjar esas armas. Exige afrontar las cuestiones nuevas que plantea la evolución de las condiciones históricas con un método, el método marxista.
Esa es una tarea y una responsabilidad permanente en las organizaciones del movimiento obrero, aunque en ciertos períodos, como al final del siglo XIX y principios del XX, revistiera una importancia particular. El desarrollo del imperialismo anunciaba la entrada del capitalismo en su fase de decadencia. Mediante ese análisis, Engels fue capaz de anunciar, desde 1880, la alternativa histórica que se planteaba: socialismo o barbarie. Rosa Luxemburg, en el Congreso de 1900 de la Internacional socialista en París, previendo la entrada del capitalismo en decadencia, anunciaba la posibilidad de que ese nuevo período se inaugurara con la guerra: “Es posible que la primera manifestación significativa del hundimiento del capitalismo que se perfila ante nosotros no sea la crisis, sino la explosión de la guerra”. Franz Mehring, uno de los portavoces de la izquierda en el seno de la Socialdemocracia, valoraba desde 1899 en Neue Zeit toda la responsabilidad histórica que a partir de entonces iba a incumbir a la clase obrera: “La época del imperialismo es la época del hundimiento del capitalismo. Si la clase obrera no está a la altura, se verá amenazada toda la humanidad”. Pero no todos en la Socialdemocracia mostraban esta determinación para analizar y comprender el período, y así forjar las armas de la lucha. Por no hablar del revisionismo de Bernstein, ni de los discursos de los adoradores de “la vieja táctica confirmada por la experiencia”, tomemos a Kautsky, la referencia teórica de toda la Internacional socialista, que defendió la ortodoxia de las posiciones marxistas, pero se negó a usarlas para analizar el nuevo período que se abría. El renegado Kautsky (como después lo calificó Lenin) ya dejaba ver al Kautsky que se negaba a mirar de frente el nuevo período, y que sobre todo, se negaba a considerar ineluctable la guerra entre las grandes potencias imperialistas.
En plena contrarrevolución, en los años 30 y 40, la Fracción italiana de la Izquierda comunista, y después la Izquierda comunista de Francia, siguieron ese esfuerzo por analizar “sin ostracismo” (como decía Bilan, la revista de la Izquierda italiana), tanto la experiencia pasada, como las nuevas condiciones históricas que se presentaban. Esa actitud es la del combate que ha llevado siempre el ala marxista en el movimiento obrero para encarar la evolución histórica. Y está en las antípodas de la visión religiosa de la “invariancia”, tan querida de la corriente bordiguista, que ve el programa, no como el producto de una lucha teórica permanente por analizar la realidad, y sacar lecciones, sino como un dogma revelado desde 1848, al cual “no hay que cambiar ni una coma”. La tarea de actualizar y enriquecer permanentemente los análisis y el programa en el marco del marxismo, es una responsabilidad esencial para el combate.
Esta preocupación fue la base de los informes preparados para el congreso y atravesó sus debates. El congreso inscribió esa actitud en el marco de la visión marxista de la decadencia del capitalismo y de su fase actual de descomposición. Ha recordado que la visión de la decadencia, no solamente era la de la Tercera Internacional, sino que es una base misma de la visión marxista. Ese marco y esa claridad histórica han permitido a la CCI medir la gravedad de una situación en la que la guerra se ha convertido en un factor cada vez más permanente.
Más precisamente el congreso tenía que evaluar en qué medida el marco de análisis que se ha dado la CCI ha sido capaz de explicar la situación actual. Tras la discusión, el congreso concluyó que no había que cambiar nuestro marco de análisis, sino al contrario. La situación actual y su evolución son de hecho una confirmación plena de los análisis que la CCI se dio desde finales de 1989, en el mismo momento del hundimiento del bloque del Este. Los acontecimientos actuales, como el creciente antagonismo entre Estados Unidos y sus antiguos aliados, que se ha manifestado abiertamente en la reciente crisis, la multiplicación de conflictos bélicos en los que interviene directamente la primera potencia mundial desplegando cada vez más toda su potencia militar, ya estaban previstos en las tesis que la CCI elaboró en 1989-90 (1).
La CCI también ha reafirmado en su congreso que la actual guerra de Irak no se reduce, como quieren hacer creer ciertos sectores de la burguesía para minimizar su gravedad, a una “guerra por el petróleo”. En esta guerra, el control del petróleo representa un interés fundamentalmente estratégico para la burguesía americana, no económico en primera instancia. Es uno de los medios de chantaje y presión que quiere poseer Estados Unidos para oponerse a las tentativas de otras potencias, como los grandes Estados europeos o Japón, de jugar sus propias bazas en el tablero imperialista mundial. De hecho, detrás de la idea de que las guerras actuales tendrían cierta “racionalidad económica”, hay una voluntad de no tomar en cuenta la extrema gravedad de la situación en que se encuentra hoy el capitalismo. Al subrayar esta gravedad, la CCI se sitúa deliberadamente en la continuidad del marxismo, que no encarga a los revolucionarios la tarea de consolar a la clase obrera, sino al contrario, de hacerle medir la importancia de los peligros que amenazan a la humanidad y de señalar así la amplitud de su propia responsabilidad.
Y en la visión de la CCI, la necesidad de que los revolucionarios pongan de relieve ante el proletariado toda la gravedad de los retos actuales es aún más importante, puesto que éste tiene en el momento actual graves dificultades para encontrar el camino de las luchas masivas y conscientes contra el capitalismo.
Este era otro punto esencial de la discusión sobre la situación internacional: en qué se basa hoy la confianza que el marxismo siempre ha afirmado en la capacidad de la clase explotada para destruir el capitalismo y liberar a la humanidad de las calamidades que le asaltan crecientemente.
¿Qué confianza se puede teneren la clase obrera para encarar estos retos históricos?
La CCI ya ha puesto en evidencia, muchas veces, que la descomposición de la sociedad capitalista ejerce un peso negativo en la conciencia del proletariado (2). Igualmente, desde el otoño de 1989, la CCI subrayó que el hundimiento de los regímenes estalinistas iba a provocar “dificultades crecientes para el proletariado” (título de un artículo de la Revista internacional nº 60). Desde entonces, la lucha de clases ha confirmado con creces esa previsión.
Frente a esta situación, el congreso ha reafirmado que la clase conserva todas sus potencialidades para llegar a asumir sus responsabilidades históricas. Es verdad que aún está hoy en una situación de retroceso importante de su conciencia, tras las campañas burguesas que asimilan marxismo y comunismo a estalinismo, y establecen una continuidad entre Lenin y Stalin. También, la situación actual se caracteriza por la notable pérdida de confianza del proletariado en sus propias fuerzas, y en su capacidad para entablar incluso luchas defensivas contra los ataques de sus explotadores, que puede conducirle a perder de vista su identidad de clase. Y hay que destacar que esa tendencia a la pérdida de confianza en la clase se expresa incluso en las organizaciones revolucionarias, particularmente en forma de arrebatos súbitos de euforia frente a movimientos como el de finales de 2001 en Argentina (presentado como un formidable empuje del proletariado, cuando estaba empapado de interclasismo). Pero una visión materialista, histórica, a largo plazo, nos enseña, parafraseando a Marx, “que no se trata de considerar lo que tal o cual proletario, o incluso el conjunto del proletariado, toma hoy por la verdad, sino de considerar lo que es el proletariado, y lo que históricamente se verá conducido a hacer conforme a su ser” (La Sagrada familia). Esa visión nos muestra particularmente que, frente a los golpes más y más fuertes de la crisis del capitalismo, que se traducen por ataques cada vez más feroces, la clase reacciona, y reaccionará necesariamente desarrollando su combate.
Ese combate, al principio, consistirá en una serie de escaramuzas, anuncio de un esfuerzo para ir hacia luchas cada vez más masivas. En ese proceso, la clase se comprenderá de nuevo como la clase explotada y tenderá a encontrar su identidad, aspecto esencial que a su vez estimulará su lucha. Igualmente la guerra favorecerá una reflexión en profundidad de la clase, porque tiende a convertirse en fenómeno permanente, que desvela cada vez más las tensiones muy fuertes que existen entre las grandes potencias, y sobre todo pone de manifiesto que el capitalismo es incapaz de erradicar esa plaga, que al contrario, sólo puede hundir a la humanidad: la situación actual contiene todas esas potencialidades, que imponen a las organizaciones revolucionarias la necesidad de ser conscientes y desarrollar una intervención para hacerlas fructificar. Intervención esencial, particularmente hacia las “minorías en búsqueda” a nivel internacional.
Pero para estar a la altura de sus responsabilidades, es preciso también que las organizaciones revolucionarias den la talla para enfrentarse, no sólo a los ataques directos que trata de asestarles la clase dominante, sino también a la penetración en su seno del veneno ideológico que ésta difunde en el conjunto de la sociedad. En particular es su deber combatir los efectos más deletéreos de la descomposición que, de la misma forma que afectan la conciencia del conjunto del proletariado, pesan igualmente en el cerebro de sus militantes, destruyendo su convicción y su voluntad de obrar por la causa revolucionaria. La CCI ha tenido que enfrentarse en el último período precisamente a ese ataque de la ideología burguesa favorecido por la descomposición. La voluntad de defender la capacidad de la organización para asumir sus responsabilidades ha estado en el centro de las discusiones del congreso sobre las actividades de la CCI.
Las actividades y la vida de la CCI
El Congreso ha sacado un balance positivo de las actividades de nuestra organización desde el congreso precedente en 2001. En el curso de los dos últimos años, la CCI ha mostrado que era capaz de defenderse frente a los efectos más peligrosos de la descomposición, particularmente las tendencias nihilistas que han seducido a algunos camaradas que se han constituido como “Fracción interna”. La organización ha sabido combatir los ataques de estos elementos, cuyo objetivo era, claramente, destruirla. Desde el comienzo de sus trabajos, con total unanimidad, el congreso, como antes la Conferencia extraordinaria de abril de 2002 (3), ratificó una vez más todo el combate llevado a cabo contra esa camarilla, y estigmatizó sus comportamientos de provocadores. Con plena convicción, ha denunciado la naturaleza antiproletaria de ese agrupamiento. Y por unanimidad, decidió la exclusión de los elementos de la “fracción”, que pusieron la puntilla a sus actos contra la CCI publicando (reivindicándolo además a posteriori) en su página web informaciones a disposición de los servicios de policía del Estado burgués (4). Estos elementos, aunque se negaron a venir al Congreso, y después a presentar su defensa ante una comisión especial nombrada por éste, no tienen otra cosa mejor que hacer en su Boletín nº 18 que proseguir su campaña de calumnias contra nuestra organización, probando así, que su intención no era en absoluto convencer al conjunto de militantes de los peligros que corre la organización bajo la amenaza de una pretendida “fracción liquidacionista”, sino desprestigiarla al máximo, ya que no han podido destruirla (5).
¿Cómo es que estos elementos hayan podido desarrollar en el seno de la organización una acción que la amenazara hasta el extremo de la destrucción?
Respecto a esta cuestión, el congreso ha puesto en evidencia una serie de debilidades en el funcionamiento de la organización, que están en relación con la vuelta de un espíritu de círculo favorecido por el peso negativo de la descomposición capitalista. Un aspecto de ese peso negativo es la duda y la pérdida de confianza en la clase, viendo únicamente su debilidad inmediata. Lejos de favorecer el espíritu de partido, esto favorece la tendencia a que los lazos por afinidad, y por tanto la confianza en los individuos, substituyan a la confianza en los principios de funcionamiento. Los elementos que formaron la “fracción interna”, eran una expresión caricaturesca de esas desviaciones y de esa pérdida de confianza en la clase. Su dinámica degenerativa utilizó esas debilidades, que hay que decir que pesan hoy en todas las organizaciones proletarias y tanto más porque la mayoría de ellas no tiene conciencia de ello. Esos individuos desarrollaron sus maniobras destructivas con una violencia hasta ahora desconocida en toda la historia de la CCI. La pérdida de confianza en la clase, el debilitamiento de la convicción militante, se acompañaron de una pérdida de confianza en la organización, en sus principios, y de un desprecio total por sus estatutos. Esa gangrena podía contaminar toda la organización y minar la confianza y la solidaridad en sus filas, y por tanto, incluso sus fundamentos.
El congreso puso en evidencia, sin miedo, las debilidades de tipo oportunista que habían permitido que el clan autoproclamado “fracción interna” llegara a amenazar a tal extremo la vida de la organización. Y ha podido hacerlo porque la CCI sale reforzada del combate que acaba de llevar.
Además, si parece que la CCI tiene una vida agitada, con repetidas crisis, es porque lucha contra la penetración del oportunismo. Y como ha defendido sin concesiones sus estatutos y el espíritu proletario que expresan, ha suscitado la rabia de una minoría ganada por un oportunismo desenfrenado, es decir, dispuesta a un abandono total de los principios en materia de organización. En esto la CCI continúa el combate del movimiento obrero, de Lenin y el partido bolchevique en particular, cuyos detractores estigmatizaban las crisis repetidas del partido y los múltiples combates en el plano organizativo. En esa misma época, la vida del partido socialdemócrata alemán era mucho menos agitada, pero la calma oportunista que la caracterizaba (alterada únicamente por los “aguafiestas” de izquierda, como Rosa Luxemburg) anunciaba su traición de 1914. Las crisis del partido bolchevique construían la fuerza que permitió la revolución de 1917.
Pero la discusión sobre las actividades no se limitó a tratar la defensa directa de la organización contra los ataques que padece; insistió particularmente en la necesidad de proseguir el esfuerzo para desarrollar la capacidad teórica de la CCI, comprobándose que el combate contra esos ataques ha estimulado profundamente ese esfuerzo. El balance de estos dos últimos años permite mostrar un enriquecimiento teórico: sobre una visión más histórica de la confianza y la solidaridad en el proletariado, elementos esenciales de la lucha de la clase; sobre el peligro de oportunismo que acecha a las organizaciones incapaces de analizar un cambio de período; sobre el peligro del democraticismo. Y esta preocupación de la lucha en el plano teórico es parte íntegra, como nos enseñaron Marx, Rosa Luxemburg, Lenin, o los militantes de la Fracción italiana y tantos otros militantes revolucionarios, de la lucha contra el oportunismo, que es una amenaza mortal para las organizaciones comunistas.
Finalmente, el congreso ha hecho un primer balance de nuestra intervención en la clase obrera a propósito de la guerra en Irak. Y comprobó una excelente capacidad de movilización de la CCI, puesto que, desde antes del comienzo de las operaciones militares, nuestras secciones realizaron una difusión muy significativa de nuestra prensa en numerosas manifestaciones, elaborando, cuando ha sido necesario, suplementos a la prensa regular, y suscitando discusiones políticas con muchos elementos que no conocían antes nuestra organización. En cuanto estalló la guerra, la CCI publicó inmediatamente una hoja internacional traducida a 13 lenguas (6), que se ha distribuido en 14 países y más de 50 ciudades, particularmente en las fábricas, y que está editada en nuestro web.
Así pues, este congreso ha sido un momento que expresa el fortalecimiento de nuestra organización. La CCI se reivindica ampliamente del combate que ha llevado y sigue llevando, por su defensa, por la construcción de las bases del futuro partido, y por desarrollar su capacidad para intervenir en el combate histórico de la clase. La CCI está convencida de que, en este combate, es un eslabón en la cadena de las organizaciones del movimiento obrero.
CCI, abril de 2003
1) Ver particularmente sobre este tema las “Tesis sobre la crisis económica y política en URSS y en los países del Este” (Revista internacional nº 60), escritas dos meses antes de la caída del muro de Berlín, y “Militarismo y descomposición” (fechado en 4 de octubre de 1990 y publicado en la Revista internacional nº 64).
2) Ver “La descomposición, última fase de la decadencia del capitalismo”, puntos 13 y 14 (Revista internacional nº 62).
3) Ver nuestro artículo “Conferencia extraordinaria de la CCI: el combate por la defensa de los principios organizativos”, en la Revista internacional nº 110.
4) Ver sobre este tema nuestro artículo: “Los métodos policiales de la ‘FICCI’”, en Révolution internationale nº 330.
5) Una de las calumnias permanentes de la “FICCI” es que la “Fracción liquidacionista” que dirigía la CCI, emplearía frente a las minorías métodos “estalinistas” para imponer el terror e impedir cualquier posibilidad de expresar divergencias en el seno de la organización. En particular, la “FICCI” ha afirmado sin cesar que numerosos miembros de la CCI desaprueban en realidad la política contra las maniobras de los miembros de esa pretendida “fracción”. La resolución adoptada por el XVº Congreso a propósito de las maniobras de los miembros de la “FICCI” fijaba así el mandato de la Comisión especial encargada de escuchar la defensa de los elementos implicados: “Las modalidades de constitución y funcionamiento de esta comisión son las siguientes:
– está compuesta de 5 miembros de la CCI que pertenecen a 5 secciones diferentes, 3 del continente europeo y 2 del continente americano;
– está compuesta mayoritariamente de militantes no miembros del órgano central de la CCI;
– tendrá que examinar con la mayor atención las explicaciones y los argumentos planteados por cada uno de los elementos implicados.
Además, estos últimos pueden presentarse individual o conjuntamente ante la comisión, y también hacerse representar por uno o varios de entre ellos. Cada uno de ellos tendrá igualmente la posibilidad de pedir la substitución de 1 a 3 miembros de los 5 de la comisión designados por el Congreso, por otros militantes de la CCI que quieran elegir, teniendo en cuenta evidentemente, que la Comisión definitiva no podrá ser de geometría variable. Tendrá 5 miembros y estará compuesta al menos por dos miembros designados por el Congreso y como máximo por 3 militantes de la CCI que correspondan a la elección expresada mayoritariamente por los elementos implicados.
La decisión de hacer ejecutiva la exclusión de cada uno de estos elementos no podrá tomarse
más que por mayoría de 4/5 de los miembros de la Comisión”.
Con esta modalidad, bastaría con que los miembros de la FICCI encontraran en toda la CCI dos militantes que hubieran podido oponerse a su exclusión, para que la decisión sobre eso no fuera ejecutiva. Han preferido ironizar sobre las modalidades de recurso que les proponíamos, y continuar vociferando contra nuestros métodos “estalinistas” e “inicuos”. Sabían perfectamente que no encontrarían a nadie en la CCI que tomara a cargo su defensa, debido a la gran indignación y repulsa que sus comportamientos han provocado en TODOS los militantes de nuestra organización.
6) Las lenguas de nuestras publicaciones territoriales más el portugués, el ruso, el hindi, el bengalí, el persa y el coreano.