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Presentación
En la Revista internacional nos 98 y 99, hemos hablado de la revolución alemana como manifestación de la derrota de la revolución mundial. Al publicar esta correspondencia entre Bordiga y Trotski, dos de los principales dirigentes de la Internacional comunista (IC), queremos aportar elementos complementarios sobre las luchas que se desarrollaron en ésta sobre aquella derrota.
La cuestión alemana y la derrota sufrida por el movimiento obrero en 1923 son para la clase obrera internacional el problema esencial de aquella época. Las fluctuaciones tácticas de la IC provocaron un desastre en Alemania. Éste acabó con la oleada revolucionaria de principios de los años 20 y preparó las derrotas venideras, en particular en China en el 27 (acontecimientos que ya hemos tratado en esta misma Revista internacional). Finalmente, desembocó tanto en la pérdida irremediable para la clase obrera de la Internacional, hundida en el fango de la defensa del “socialismo en un sólo país” como en la crisis de los partidos comunistas antes de que se pasaran a la contrarrevolución y participaran en la Segunda Guerra imperialista.
Aquí no queremos extendernos sobre los debates que animaron la IC sobre la cuestión de la revolución alemana, sino difundir dos cartas de la correspondencia entre Trotski y Bordiga sobre este tema, cartas que permiten hacerse una idea de las posiciones políticas y de la exactitud en las opiniones de ambos grandes revolucionarios en el mismo momento en que se estaban produciendo los acontecimientos.
En el período que sigue a la Primera Guerra mundial, 1923 es el año que marca una verdadera ruptura. Ese año marcó el fin de la oleada revolucionaria nacida de esta guerra y que provocó en 1917 la Revolución de Octubre en Rusia. También es el año de una ruptura en la IC, que ya no logra analizar correctamente la situación política.
En 1923, en el IIIer Pleno del Ejecutivo de la IC, Radek cae en el “nacional-bolchevismo”. Considera a Alemania como “una gran nación relegada al rango de colonia”. Amalgama un país –una de las principales potencias imperialistas del mundo–, militarmente ocupado, con un país colonizado. De esta forma arrastra al Partido comunista de Alemania (KPD) y a la IC al terreno del nacionalismo, cuando ambas organizaciones ya estaban ampliamente infectadas por el oportunismo.
También son deplorables declaraciones como la del Ejecutivo de la IC que afirma: “Es revolucionario insistir fuertemente sobre el aspecto nacional en Alemania, como también lo es en las colonias”. Radek insiste: “Lo que se llama nacionalismo alemán no se limita a ser nacionalismo: es un amplio movimiento nacional con profundo contenido revolucionario”. Y en las conclusiones de las obras del Ejecutivo de la IC, Zinoviev se felicita de que un periódico burgués reconozca el carácter “nacional-bolchevique” del KPD.
A mediados de 1923, la reacción de la IC se concreta en un bandazo brutal que va desde la espera pesimista manifestada cuando el IVº Congreso de la IC por Radek en su informe sobre la ofensiva del capital (“la revolución no está a la orden del día”) hasta el optimismo desenfrenado casi un año después: “la revolución está en las puertas de Alemania. Es cosa de unos meses”. Se decide entonces en Moscú, en presencia de la dirección del KPD, preparar con urgencia el asalto al poder y hasta fijar la fecha. El 1º de octubre, Zinoviev declara a Brandler, secretario del partido alemán, que ve “el momento decisivo de aquí a cuatro, cinco o seis semanas”. Las consignas son sin embargo contradictorias en Alemania. Se lanza la consigna insurreccional y al mismo tiempo la de “gobierno obrero” junto con la socialdemocracia, la misma socialdemocracia que tan brutalmente contribuyó en el aplastamiento de la revolución en 1919 y el asesinato de los mejores militantes obreros revolucionarios, entre ellos Rosa Luxemburgo, Karl Liebknecht y Leo Jogisches.
Se trata de la primera crisis importante de la IC. Paralelamente a esos dramáticos acontecimientos que demuestran que la dinámica del movimiento, de ascendente que era hasta aquel entonces, estaba invirtiéndose, se desarrolla una crisis en la dirección del Partido bolchevique: la lucha de la troica Zinoviev-Kamenev-Stalin contra Trotski y la Oposición de izquierda.
Es en 1923 cuando la IC toma el famoso giro “izquierdista”, dejando sin argumentos a la izquierda y a sus críticas en la IC. Zinoviev intentará en 1924 utilizar la derrota de la revolución en Alemania contra la Oposición.
Trotski volverá ulteriormente sobre el tema de la revolución alemana. En su carta de Alma Ata al VIº Congreso de la IC del 12 de julio de 1928, dice: “La segunda mitad de 1923 fue un tenso período de espera de la revolución en Alemania. La situación fue juzgada demasiado tarde y con vacilaciones... el Vº congreso [de la IC en 1924] se orienta hacia la insurrección cuando lo que domina es un reflujo político”.
La Izquierda comunista italiana, encabezada por Bordiga, es la única en ser capaz de sacar, magistralmente a pesar de ser muy incompletas, las primeras lecciones políticas de esa crisis de la IC. Ya había dado la voz de alarma en el IVº congreso de la IC en 1922, en particular en contra de la política de frente único que se preconizaba y contra el oportunismo que estaba ganando terreno en la Internacional. Al ser las divergencias cada día más importantes, Bordiga, a pesar de estar detenido, escribe en 1923 un manifiesto, “A todos los camaradas del PC de Italia”, que, de haber sido apoyado por los demás miembros del Comité ejecutivo del partido, hubiese sido una ruptura con las orientaciones de la IC. Y, en 1924, Bordiga acaba exponiendo sus críticas en el Vº Congreso de la IC.
Las cartas que a continuación publicamos provienen de los “archivos Perrone”([1]). Fueron escritas durante el VIº Pleno del Ejecutivo de la IC, durante el cual Bordiga se enfrentó a Stalin sobre todas las cuestiones([2]). Bordiga le pide a Trotski precisiones sobre la cuestión alemana. Éste le contesta que él estimaba, contrariamente a las afirmaciones de Stalin, que en octubre de 1923 ya había pasado el momento favorable para la insurrección, y que nunca había apoyado la política de Brandler en aquel entonces.
El 28 de octubre de 1926, Bordiga le escribe a Karl Korsch (un miembro del comunismo de izquierdas en Alemania): “Las posiciones de Trotski sobre la cuestión alemana de 1923 son satisfactorias”. No obstante, si las críticas de Trotski y las de Bordiga concuerdan sobre este acontecimiento como también sobre la necesidad de discutir de la cuestión rusa y de la Internacional, las posiciones políticas de Trotski no son tan contundentes y argumentadas sobre el fondo como las de Bordiga. Éste critica las tendencias oportunistas en la IC, caracterizadas en el IVº congreso por la política de “frente único”, de concesiones a la socialdemocracia y de apertura de los partidos comunistas a las corrientes centristas (y en particular a los “terzini” en el PC de Italia).
Carta de Bordiga a Trotski
Moscú, 2 de marzo de 1926
Estimado camarada Trotski,
Durante una reunión de la delegación de la sección italiana en el Ejecutivo ampliado actual, con el camarada Stalin, ciertas cuestiones fueron planteadas sobre su Prefacio [de usted] al libro 1917 y de las críticas que hace usted sobre los acontecimientos de octubre 1923 en Alemania; el camarada Stalin contestó que había una contradicción en su actitud sobre este punto.
Para no correr el riesgo de citar con la menor inexactitud las palabras del camarada Stalin, haré referencia a la formulación de esta misma observación publicada en un artículo redactado por Kuusinen en Correspondance internationale n° 82 (edición francesa) del 17 de diciembre de 1924. Este artículo también ha sido publicado en italiano durante la discusión para nuestro IIIer congreso (Unitá, 31 de agosto de 1925). Este artículo defiende :
a) Que usted apoyó al grupo Brandler antes de octubre de 1923, aceptando la línea decidida por los órganos dirigentes de la IC para la acción en Alemania;
b) que en enero del 24, en las tesis suscritas con el camarada Radek, usted afirmó que el partido alemán no debía lanzarse a la lucha en octubre;
c) que no fue sino en septiembre del 24 cuando usted expresó su crítica sobre los errores del PCA y de la IC, errores que no permitieron aprovecharse de la ocasión favorable para la lucha en Alemania.
En cuanto a esas pretendidas contradicciones, y basándome en los elementos que conocía, he polemizado contra el camarada Kuusinen en un artículo publicado en L’Unitá del mes de octubre. Sin embargo, usted sólo puede aclarar completamente esta cuestión, y por esto le pido que haga unas breves notas para información, sin otro uso que mi instrucción personal. Sólo con la posible autorización de los órganos responsables del partido me permitiría utilizarlas en el porvenir para un examen del problema en nuestra prensa.
Le mando mis saludos comunistas,
Amadeo Bordiga
Respuesta de Trotski
Estimado camarada Bordiga,
La exposición de hechos que me presenta se basa sin duda alguna en una serie de malentendidos evidentes que pueden ser aclarados sin dificultad con los documentos en mano.
1) durante el otoño del 23, critiqué ásperamente al CC dirigido por el camarada Brandler. En varias ocasiones tuve que expresar oficialmente mi preocupación de que el CC no pudiera conducir al proletariado alemán a la conquista del poder. Esta afirmación está registrada en un documento oficial del partido. A menudo he tenido ocasión –hablando con Brandler o hablando de él– de decir que éste no había entendido el carácter especifico de la situación revolucionaria, que confundía revolución con insurrección armada, que esperaba de forma fatalista el desarrollo de los acontecimientos en lugar de ir hacia ellos, etc.
2) Es verdad que me opuse a que se me nombrara para trabajar con Brandler y Ruth Fischer, porque en tal periodo de lucha, en el interior del Comité central, eso hubiera podido llevar a la derrota total, cuanto más porque en lo esencial, es decir respecto a la revolución y sus etapas, la posición de Ruth Fischer estaba empapada del mismo fatalismo socialdemócrata: elle no había entendido que en tales periodos, unas semanas pueden ser decisivas para varios años, cuando no para decenios. Yo opinaba que era necesario en aquel entonces apoyar al Comité central existente, presionarlo, reforzar su firmeza revolucionaria dando un mandato a camaradas para asistirlo, etc. Nadie entonces pensaba que fuese necesario sustituir a Brandler y tampoco hice esa propuesta.
3) Cuando en enero del 24 Brandler vino a Moscú diciendo que estaba más optimista que durante el otoño precedente con respecto a los acontecimientos, para mí se hizo, claro que Brandler no había entendido cual era la combinación particular de condiciones que provocan una situación revolucionaria. Le dije que no sabía distinguir la mutación de la revolución de su final. “La revolución os vino de cara este otoño: dejasteis pasar el momento. Ahora os vuelve las espaldas, ¡y pensáis al contrario que viene hacia vosotros!”.
Si durante el otoño 1923 yo temía que el Partido comunista alemán dejara pasar el momento decisivo – como ocurrió efectivamente –, el miedo que tuve después de enero del 24 es que la izquierda hiciera una política como si la insurrección armada aun estuviese al orden del día. Así como lo expliqué en una serie de discursos y artículos, la situación revolucionaria ya había pasado, había inevitablemente un reflujo de la revolución y el partido comunista iba inevitablemente a perder parte de su influencia durante un periodo, la burguesía iba a utilizar el reflujo de la revolución para reforzarse económicamente y el capital norteamericano aprovecharse del reforzamiento del régimen burgués para una intervención amplia en Europa so pretexto de “normalización”, pacifismo, etc. En un periodo de este tipo, ponía yo en evidencia la perspectiva revolucionaria como línea estratégica, no como línea táctica.
4) Por teléfono di mi apoyo a las “Tesis de enero” del camarada Radek. No participé en su redacción, pues estaba enfermo. La firmé porque afirmaban que el partido alemán había dejado pasar la situación revolucionaria y que en Alemania era el comienzo de una buena fase para nosotros, no de ofensiva inmediata sino defensiva y de preparación. Esto para mi era en aquel entonces el elemento decisivo.
5) La afirmación de que yo defendí que el partido alemán no habría debido conducir el proletariado a la insurrección es falsa de arriba abajo. Mi acusación principal contra el CC de Brandler fue en realidad que éste no supo ni seguir paso a paso los acontecimientos, ni poner al partido a la cabeza de las masas populares para la insurrección armada durante agosto-octubre.
6) También dije y escribí que en cuanto el partido perdió por fatalismo el ritmo de los acontecimientos, se hizo demasiado tarde para dar la señal de la insurrección armada: los militares se habían aprovechado del tiempo perdido por la revolución para ocupar posiciones importantes y, sobre todo, al haberse realizado una modificación entre las masas, se inició un período de reflujo. Ése es precisamente el carácter específico y original de la situación revolucionaria, que puede modificarse radicalmente en uno o dos meses. No es en vano si Lenin repetía en septiembre-octubre de 1917: “¡Ahora o nunca!”, o sea “nunca” volverá a repetirse la misma situación revolucionaria.
7) Aunque no participé, por estar enfermo, en los trabajos del Comintern en enero del 24, sí es cierto que estaba totalmente en contra de lo que Brandler propuso en el Comité central. Es mi opinión que Brandler pagó muy cara la experiencia práctica tan necesaria a un jefe revolucionario. En este sentido, de haber estado yo en Moscú hubiese defendido la opinión de que Brandler debía seguir ocupando su sitio en el Comité central. Además no tenía la menor confianza en Maslow. Basándome en las discusiones que tuve con él, me parecía que compartía todos los defectos de Brandler con respecto a los problemas de la revolución, sin tener las cualidades de éste o sea la seriedad y el espíritu perseverante. Independientemente de si me equivoqué o no en esa evaluación de Maslow, esta cuestión tenía una relación indirecta con la evaluación de la situación revolucionaria del otoño del 23, de la modificación ocurrida en noviembre-diciembre de ese mismo año.
8) Una de las principales experiencias de la insurrección alemana fue que en el momento decisivo, del que dependía como ya he comentado el destino a largo plazo de la revolución, y en todos los partidos comunistas, una reincidencia socialdemócrata es más o menos inevitable. Gracias a la historia de nuestro partido y al papel inigualable de Lenin, esta reincidencia fue mínima en nuestra revolución; y a pesar de esto, es decir en ciertos momentos, estuvo en peligro el éxito del partido en la lucha. Me parecía y sigue pareciéndome tanto más importante el carácter inevitable de las reincidencias socialdemócratas en los momentos decisivos para los partidos comunistas europeos, más jóvenes y desarmados. Esta forma de ver debe permitir juzgar el trabajo del partido, su experiencia, sus ofensivas, sus retiradas en todas las etapas de la preparación hacia la conquista del poder. Sólo basándose en esa experiencia puede hacerse la selección de los dirigentes del partido.
L. Trotski