La intensificación de los bombardeos en Ucrania y Rusia, el nuevo estallido de barbarie en Potrovsk, la interminable política de terror y destrucción se abaten con cada vez mayor crueldad sobre las poblaciones civiles. En Oriente Medio, el ejército israelí prosigue implacablemente sus bombardeos genocidas y lanza una nueva operación sangrienta, un vasto plan para conquistar una Gaza ya devastada. La tierra arrasada y las innumerables víctimas son testimonio, en todas partes, de la exacerbación de los conflictos imperialistas. Las guerras capitalistas se empantanan sin excepción en todos los continentes, inmersas en una dinámica irracional de “tierra quemada”, una carrera vertiginosa hacia la destrucción y la propagación del caos. El resurgimiento de la amenaza nuclear y la escalada verbal que la acompaña son una expresión escalofriante de ello.
En este contexto, las escenas representadas por Trump y Putin en Alaska, y luego en Washington con los líderes europeos y Zelensky fueron actuaciones que no significaron cambio alguno en los horrores de la guerra. El divorcio entre las potencias europeas y el Tío Sam, la imprevisibilidad y el descrédito de la diplomacia estadounidense y la vacuidad de las conversaciones solo sirven para poner de relieve la aceleración del caos mundial y el callejón sin salida histórico que representa el sistema capitalista. Esta situación de pesadilla alimenta los temores y sirve para justificar una carrera armamentística que implica aún mayores amenazas para la humanidad.
En todos los aspectos, la burguesía demuestra que no tiene más futuro que ofrecer que guerra, miseria y desastres de toda índole. De manera totalmente irresponsable y alevosa, y bajo la presión de una aguda crisis económica, el capitalismo mundial prosigue la imparable destrucción del medio ambiente, elevando el calentamiento global del planeta y toda clase de contaminaciones que afectan al conjunto de la humanidad pero que se ceban particularmente en los más pobres. Cada año, las consecuencias son más visibles, y la ola de calor de este verano se ha caracterizado una vez más por mega incendios en toda Europa, que han devastado amplias zonas geográficas, especialmente en el arco mediterráneo (España, Portugal, Grecia, sur de Francia, etc.). Se trata de un panorama sombrío, una confirmación impactante de la aceleración de la descomposición del sistema capitalista, en el que todas las crisis y catástrofes se alimentan mutuamente en una verdadera espiral hacia el abismo.
Ante este mundo apocalíptico, la burguesía, en un callejón sin salida, no tiene más remedio que lanzar ataques masivos contra los trabajadores, en todos los frentes, como estamos viendo en todo el mundo. Como siempre es el proletariado quien ha de pagar la crisis y la economía de guerra con su explotación y miseria, con su sudor e incluso con su sangre. La clase dominante se muestra así incapaz de ofrecer ninguna solución real, ninguna forma de revertir el curso de la tragedia creado por su dominación, con su sistema moribundo basado en el saqueo y la concurrencia.
Y entonces ¿no hay esperanza ninguna? Desde luego, si confiamos en la clase dominante, en sus promesas electorales y en sus mentiras que nos hacen creer en la «democracia» y la «justicia social» para ocultar mejor el callejón sin salida de su sistema, estamos perdidos. Pero sí existe una fuerza social capaz de ofrecer una perspectiva real: el proletariado internacional.
El capitalismo en declive, enredado en sus contradicciones y en la competencia generalizada, ya no tiene reformas ni mejoras reales que ofrecer al proletariado. Solo puede atacar sus condiciones de vida, exprimiéndolo cada vez más como a un limón. Por lo tanto, nuestra clase no tiene absolutamente nada que ganar con este sistema. No tiene otro interés particular que la lucha contra él. Clase explotada en el corazón de la producción mundial, pero también clase revolucionaria. Solo ella, por las condiciones universales de su explotación, posee las armas para romper las cadenas del capitalismo, abolir sus relaciones sociales fundamentales, basadas en la explotación del hombre por el hombre.
La historia del movimiento obrero da testimonio del poder creativo de la clase obrera, de la fuerza social de su lucha y de su capacidad para ofrecer una visión revolucionaria de una sociedad liberada y sin clases. La Comuna de París, la Revolución Rusa de 1917 y la ola revolucionaria de 1917-1923 demuestran que no se trata simplemente del sueño de unos utópicos, sino de un movimiento histórico real, producto de una necesidad material.
Hoy, tras treinta años de estancamiento, de declive de su combatividad y conciencia, esa misma clase vuelve, con nuevas generaciones y por tanto con inexperiencia, a retomar la senda de la lucha. Durante el verano de 2022, el movimiento masivo en Gran Bretaña que fue bautizado como el «Verano del descontento», marcó el comienzo de una verdadera ruptura. Esto significa la existencia de una inmensa ira y una fuerte combatividad en las luchas en todo el mundo (que la burguesía se cuida mucho de ocultar): Francia, Estados Unidos, Canadá, Corea, Bélgica... A través de estas luchas, calificadas en todas partes como «históricas», estamos asistiendo a un espectacular retorno de la combatividad del proletariado, alimentado por una maduración subterránea de la conciencia de la clase obrera. El proletariado ya no está dispuesto a aceptar los ataques sin protestar, como lo demuestran una vez más las luchas en Gran Bretaña en 2022 y en otros lugares a partir de entonces, con el mismo lema: «¡Ya basta!».
Los ataques masivos a los que se enfrentan de nuevo los trabajadores deben llevarlos a contraatacar. La clase obrera no tiene otra opción que luchar. La lucha será larga y difícil, plagada de trampas y obstáculos erigidos por la burguesía y la podredumbre misma de su sistema. Los revolucionarios y las minorías más militantes tienen ya un papel que jugar, una responsabilidad particular en este contexto: involucrarse, prepararse para estimular las luchas interviniendo en ellas lo antes posible de manera decidida, revivir la memoria de los trabajadores, defender el internacionalismo y los principios de clase. Ante la intensa propaganda democrática, en particular de la izquierda y los izquierdistas, y ante el gran peligro del interclasismo (esas luchas en las que las reivindicaciones y los medios de lucha de la clase obrera quedan ahogados por las reivindicaciones del «pueblo», los pequeños empresarios, la pequeña burguesía, etc.), las minorías revolucionarias y la clase obrera deben defender su autonomía de clase y sus métodos propios de lucha que son la defensa de los lugares de reunión de los trabajadores y comunistas, las asambleas generales, las huelgas y las manifestaciones masivas en las calles. Esta lucha debe ser lo más amplia posible, decidida, pero también y sobre todo consciente.
WH, 1 de septiembre de 2025
En el marco de la conmemoración de los 60 años del asalto al cuartel Madera en Chihuahua, México, se realizaron el 23 de septiembre, diversas conferencias, incluso en recintos oficiales, como el Senado de la República. Este acontecimiento al que hoy, representantes de Morena, pero también del PRI y del PAN honran[1], es el mismo acontecimiento que alentó a la formación del grupo guerrillero “Liga Comunista 23 de septiembre” (LC23S), que tuvo como característica principal la promoción de la violencia armada de una minoría.
Las agrupaciones guerrilleras, principalmente entre los años 60 y 80, fueron estructuras que motivaron confusión, arrastrando a una cantidad de jóvenes a una guerra, que terminó en desapariciones forzadas, torturas y muerte… fue el precio que se pagó por la turbación política dominante en ese momento.
Actualmente los personajes de esas estructuras, que en el pasado decían llevar una guerra a muerte contra el Estado, se han asociado políticamente con los gobiernos de la llamada “4ª transformación”, que encabezó primero López Obrador y que continúa Claudia Sheinbaum, pues, como lo declaró en 2024 un exguerrillero de la LC23S durante una entrevista: “Logramos la transformación, no la que buscábamos, no es esta transformación [la de la 4T] la que buscábamos, pero esta transformación no se podría explicar sin lo que hicieron los compañeros, todo el movimiento armado socialista.”[2] Esta conexión que establecen los viejos guerrilleros con el Estado, es utilizada para continuar con la confusión, pues bajo la idea de “recuperar la memoria histórica”, no hacen sino justificar el guerrillerismo y aplaudir las “grandes acciones” del actual gobierno, buscando impedir que los trabajadores recuperen las verdaderas experiencias de su lucha. En ese contexto hemos encontrado que, el discurso disfrazado de análisis histórico de un exmiembro de la LC23S, es aprovechado para calumniar y enlodar a una organización que pertenece a la clase obrera: la Corriente Comunista Internacional.
Hace unos días, en una de esas conferencias se afirmó que, en el proceso de disolución de la LC23S, “algunos de sus integrantes se pasan a la Corriente Comunista Internacional...” a la que define como “una corriente que está en Europa, es una corriente que es revolucionaria pero que tiene posiciones más radicales de las mismas que se manejaban en aquel entonces, de los que sostenían el leninismo...”[3] De esta manera pretende establecer una relación e incluso una continuidad de la LC23S y la Corriente Comunista Internacional, lo cual es una mentira. Las posiciones políticas que defiende la CCI no tienen el menor punto de acuerdo con el foquismo, el terrorismo o el aventurerismo armado.
En todas nuestras publicaciones, en la contraportada, recordamos nuestra filiación: “La CCI se reivindica de los aportes sucesivos de la Liga de los Comunistas de Marx y Engels (1847-52), de las tres Internacionales (la Asociación Internacional de los Trabajadores, 1864-72, la Internacional Socialista, 1884-1914, la Internacional Comunista, 1919-28), de las Fracciones de Izquierda que se fueron separando en los años 1920-30 de la Tercera Internacional (la Internacional Comunista) en su proceso de degeneración, y más particularmente de las Izquierdas alemana, holandesa e italiana.” Por tanto, la CCI no tiene nada que ver con los grupos guerrilleros, al contrario, siempre hemos denunciado que la violencia ejercida por una minoría expone la actuación política de capas sociales desesperadas y sin porvenir. “De ahí que esa práctica que se presume ‘heroica y ejemplar’ no sea más que una acción suicida, que no aporta alternativa alguna, y cuyo único efecto es abastecer de víctimas al terror del Estado. No tiene por tanto ningún efecto positivo sobre la lucha de clase del proletariado, y sí sirve, en cambio, para entorpecer la lucha pues siembra entre los trabajadores la ilusión de que existiría una vía diferente a la lucha de clases. Esto explica que el terrorismo, práctica de la pequeña burguesía, pueda ser y sea de hecho pertinentemente explotado por el Estado como medio para desviar a los obreros del terreno de la lucha de clases, e, igualmente, como pretexto para reforzar el Terror.”[4]
En continuidad con esa preocupación, en “Nuestras Posiciones”, exponemos con claridad: “El terrorismo no tiene nada que ver con los medios de lucha de la clase obrera. Es una expresión de capas sociales sin porvenir histórico y de la descomposición de la pequeña burguesía, y eso cuando no son emanación directa de la pugna que mantienen permanentemente los Estados entre sí, por ello ha sido siempre un terreno privilegiado para las manipulaciones de la burguesía. El terrorismo predica la acción directa de las pequeñas minorías y por ello se sitúa en el extremo opuesto a la violencia de clase, la cual surge como acción de masas consciente y organizada del proletariado”.
La naturaleza burguesa de un grupo, como fue el caso de la LC23S, está definida por su programa, su actividad y su filiación, por ello no puede haber ninguna conexión de esa organización con la CCI. Mentir, asegurando una relación, es una evidente provocación que prepara el terreno para la represión.
La CCI es una organización internacional (no es una “corriente europea”) y su funcionamiento es centralizado, no somos una suma de “secciones territoriales” sino una sola organización mundial. En ese sentido, Revolución Mundial, sección de la CCI en México, fue producto de un largo proceso de clarificación, de ruptura con el izquierdismo, y ese proceso se llevó a cabo con el Grupo Proletario Internacionalista (GPI). Jamás militantes de esa LC23S “se pasaron a la CCI”, permitiendo, como se insinúa, una especie de continuidad. La CCI no lleva una política reclutadora, no busca militantes que no defiendan los principios proletarios, por eso, no discute con grupos izquierdistas, por el contrario, los denuncia como aparatos radicales integrados orgánicamente al Estado.
Por último, es necesario insistir que: “La lucha del proletariado como toda lucha social es necesariamente violenta, pero la práctica de su violencia es tan diferente de la violencia de las demás clases como diferentes son su proyecto y sus metas. Su práctica, incluida la de la violencia, es acción de amplias masas y no de minorías; es liberadora, es el parto de una sociedad nueva y armoniosa, y no la perpetuación de un estado de guerra permanente de uno contra todos y todos contra uno. Su práctica no intenta perfeccionar y perpetuar la violencia, sino proscribir de la sociedad los actos criminales de la clase capitalista, inmovilizándola. Por ello, la violencia revolucionaria del proletariado no podrá tener jamás la monstruosa forma del terror típico de la dominación capitalista, ni la forma del terrorismo impotente de la pequeña burguesía. Su fuerza invencible no se basa tanto en la fuerza física y militar, y menos aún en la represión, y sí, en cambio, en su capacidad para la movilización de masas, para asociar a la mayoría de las capas y clases trabajadoras no proletarias a la lucha contra la barbarie capitalista. Su fuerza reside en su toma de conciencia y en su capacidad para organizarse de manera autónoma y unitaria; en la firmeza de sus convicciones y en el vigor de sus decisiones. Estas son las armas fundamentales de la práctica y de la violencia del proletariado”.[5]
Corriente Comunista Internacional
Octubre 2025
[1] https://comunicacionsocial.senado.gob.mx/informacion/comunicados/13020-rinde-senado-homenaje-a-maestros-estudiantes-y-campesinos-que-participaron-en-asalto-al-cuartel-madera-2 [2]
[2] https://insurgenciamagisterial.com/el-mexico-que-tenemos-hoy-no-lo-podemos-explicar-sin-la-guerrilla/ [3]
[3] "Asalto a la indolencia. Del cuartel Madera a la Liga Comunista 23 de septiembre" Dr. David Cilia - YouTube [4]
[4] “Resolución sobre el terror, el terrorismo y la violencia de clase [5]”. Revista Internacional nº 15, 4º Trimestre 1978.
[5] Ídem.
En todo el mundo, la burguesía hace pagar al proletariado el coste de la crisis económica de su sistema y de la expansión del militarismo mediante una avalancha de ataques que se abaten sobre los trabajadores. Es esta acumulación de ataques, que conduce a un proceso de empobrecimiento masivo, la que provoca hoy en día una ira cada vez mayor entre la población, en particular entre la clase obrera, y una voluntad de responder y no aceptar los sacrificios que se les exigen.
Para sobrevivir a la guerra económica en la arena internacional, para financiar los preparativos de guerra, la burguesía no tiene otra solución que imponer medidas de austeridad cada vez más draconianas a la clase obrera. Pero lejos de constituir una solución a la crisis, estas medidas no hacen más que agravar las contradicciones del sistema capitalista. Mientras que las deudas son abismales y, por un lado, recorta todos los presupuestos sociales, por otro, la burguesía gasta sumas astronómicas en armamento. Para todas las potencias, desde las más pequeñas hasta las más grandes, la lógica es la misma: ¡realizar un esfuerzo bélico histórico que debe pagar la clase obrera! Esta orientación ya se está aplicando en los países industrializados de Europa y América del Norte. Y no nos hagamos ilusiones, cualquier retorno a una situación anterior más soportable queda descartado, al igual que los medios para apaciguar una ira legítima. ¡Juzguen ustedes mismos! Los países más industrializados de Europa se encuentran en el centro de la tormenta.
En Bélgica, desde principios de 2025, la clase obrera se ha movilizado contra las medidas del Gobierno federal para imponer 26 000 millones de euros de recortes presupuestarios con el fin de aumentar la competitividad y la rentabilidad de la economía nacional, mientras se gastan decenas de miles de millones en la compra de material militar. Este amplio programa de austeridad afectará gravemente a toda la clase obrera, mientras que los trabajadores de las empresas privadas ya están siendo despedidos en masa, se está erosionando la indexación automática de los salarios y las prestaciones, se están reduciendo las primas por horas extras y trabajo nocturno, se está aumentando la flexibilidad laboral y se está restringiendo el derecho a las prestaciones por desempleo. Además, se están aplicando recortes drásticos en las pensiones y el seguro médico, se está reduciendo el número total de funcionarios, se está poniendo en peligro la titularización del personal docente, etc.[1]
En Alemania, el nuevo Gobierno también prevé ahorrar varios miles de millones de euros en la renta básica universal (Bürgergeld) durante los dos próximos años. Se prevé que el gasto se reduzca en 1 500 millones de euros el próximo año. Este ahorro debería alcanzar los 3 000 millones de euros en 2027. Al mismo tiempo, cada mes se destruyen 10 000 puestos de trabajo industriales y las empresas alemanas prevén despedir a más de 125 000 trabajadores. Además, el número de desempleados superó en agosto la barrera de los 3 millones y un estudio del Institut der deutschen Wirtschaft (Instituto de Economía Alemana) propone reducir la duración de las prestaciones por desempleo para las personas mayores.
Y cuando un país como España se presenta como una excepción a esta tendencia general, con una tasa de crecimiento del PIB del 2,5 % que hace soñar a los Estados vecinos, la realidad para el proletariado español es menos idílica: la «buena salud» económica se sustenta en una fuerte presión a la baja sobre los salarios, en la acogida masiva de mano de obra extranjera mal remunerada que empuja los salarios medios a la baja, cada vez más desvinculados del aumento del coste de la vida.
El caso más reciente y «espectacular», ilustrativo de esta situación, es el de Francia, donde el proletariado también se verá muy afectado. El primer ministro Bayrou anunció el 15 de julio una serie de medidas para reducir el colosal déficit público de la economía francesa, que no se anda con rodeos: supresión pura y simple de dos días festivos para todos los asalariados, control y vigilancia reforzados con un enésimo endurecimiento de las normas de indemnización de cientos de miles de desempleados, reducción de la plantilla de la función pública (mediante la no sustitución de uno de cada tres funcionarios), congelación de las pensiones y las prestaciones sociales, liberalización del mercado laboral... A esto hay que añadir todas las medidas que suponen obstáculos adicionales para el acceso a la asistencia sanitaria o a las prestaciones por baja por enfermedad con el pretexto de la «equidad social» y la «lucha contra los abusos». La hipocresía sin nombre de su justificación no es menos grave que la violencia de estos anuncios.
En países como Argentina[2] o Filipinas[3], la burguesía lleva al extremo las condiciones de explotación de la clase obrera. En la India, la «reforma» masiva del Código Laboral constituye un ataque frontal contra las condiciones de trabajo, ya que debilita, o incluso elimina, cualquier forma de seguridad o derechos legales, como el salario mínimo, los horarios de trabajo fijos y la seguridad del empleo y del lugar de trabajo.
Además, el aumento del desempleo tras la subida de los aranceles estadounidenses, combinado con el aumento de la inflación, está afectando duramente a las condiciones de vida de la clase obrera.
La clase trabajadora china no se libra. La cascada de quiebras en el sector inmobiliario ya ha provocado cientos de miles de despidos, así como importantes recortes salariales en las empresas de construcción, gestión inmobiliaria y cadena de suministro. Gigantes tecnológicos como Alibaba, Tencent y ByteDance anuncian importantes recortes de plantilla. Los trabajadores llevan meses sin cobrar su salario. Los municipios, muy endeudados, dan prioridad al reembolso de las obligaciones antes que al pago de los salarios de los funcionarios. El desempleo juvenil ya ha alcanzado niveles sin precedentes, ya que uno de cada cuatro trabajadores jóvenes chinos está sin empleo.
Lejos de estar a salvo de los violentos ataques económicos, la clase trabajadora de los países de América del Norte está directamente expuesta a todas las consecuencias de la guerra económica, el caos creciente y la expansión explosiva del militarismo. En primavera, en Estados Unidos, se decidieron recortes de casi 1 billón de dólares en los presupuestos sociales para la sanidad (Medicaid). En la práctica, esto se traducirá en la pérdida de la cobertura sanitaria para casi 15 millones de personas. Se tomaron medidas similares contra el Programa de Asistencia Nutricional Suplementaria (SNAP), donde los recortes de 186 000 millones de dólares supondrán la pérdida de parte o la totalidad de las prestaciones de ayuda alimentaria para 22,3 millones de personas. También se ha anunciado el despido de unos 225 000 funcionarios federales, al que sin duda seguirán decenas de miles de despidos en el sector de la educación debido a una reducción presupuestaria de 7000 millones de euros, así como recortes presupuestarios similares que afectarán a los préstamos federales para estudiantes y a las pensiones de los empleados federales[4].
¿Cómo hemos llegado a esta situación? Tras la crisis bancaria de 2007-2008 y las deudas soberanas en la zona euro en 2010-2012, la burguesía tuvo grandes dificultades para mantener a flote su sistema económico. Esta vulnerabilidad se reflejaría en su caótica gestión durante la crisis del Covid en 2020 y se pondría de manifiesto con el estallido de la guerra en Ucrania y Oriente Medio. Estos conflictos implicaron un enorme aumento de la producción militar, el abandono de la «economía verde» y provocaron la desestabilización de los mercados de materias primas, los objetivos industriales y las rutas comerciales. «La economía capitalista ya se encontraba en plena desaceleración, marcada por el aumento de la inflación, las crecientes presiones sobre las monedas de las grandes potencias y una inestabilidad financiera cada vez mayor, y ahora la guerra agrava la crisis económica a todos los niveles»[5].
La política económica de la administración Trump 2 constituye a su vez un factor de primer orden de inestabilidad económica mundial, en particular por sus orientaciones proteccionistas (simbolizadas por su política de aranceles), su abandono del multilateralismo y la gestión de la economía mundial a través de conferencias e instancias internacionales (OMC, Banco Mundial, tratado del GATT, etc.) en favor de las negociaciones bilaterales entre Estados. Esta política contradice totalmente las necesidades de la economía capitalista mundial.
Lo que estamos presenciando es «el intento actual de Estados Unidos de desmantelar los últimos vestigios políticos y militares del orden imperialista mundial establecido en 1945 [que] va acompañado de medidas que amenazan claramente a todas las instituciones mundiales creadas tras la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial para regular el comercio mundial y contener la crisis de sobreproducción»[6]. La supresión de estas instituciones tendrá los mismos efectos que el proteccionismo que siguió a la depresión de 1930 y agravó la crisis mundial.
Las sacudidas cada vez más violentas e incontrolables de la economía no hacen más que poner de manifiesto el problema insoluble al que se enfrenta la burguesía: la crisis mundial de sobreproducción generalizada del capitalismo decadente, que empuja a cada capital nacional a explotar más duramente a la clase obrera para intentar seguir siendo competitivo en un mercado mundial sobresaturado. De hecho, el mundo se enfrenta hoy, de manera generalizada y definitiva, a lo que Marx en el siglo XIX denominó «una epidemia que, en cualquier otra época, habría parecido un absurdo, [que] se abate sobre la sociedad: la epidemia de la sobreproducción»[7].
La sobreproducción, que en el siglo XIX era cíclica, se ha vuelto global y permanente desde que el capitalismo entró en decadencia.
No existe solución a la crisis del capitalismo dentro de este sistema decadente y podrido. Hoy, la clase obrera está llamada a apretarse el cinturón; mañana estará llamada a dejarse matar en las guerras del capitalismo, como ya ocurre en diferentes países. Frente a las mentiras de la burguesía, que quiere hacer creer que la crisis es producto de la codicia de los ricos o de la estupidez de tal o cual gobierno, la responsabilidad de las organizaciones revolucionarias es poner claramente de manifiesto los retos históricos y la necesidad de combatir el sistema capitalista en su conjunto. También deben denunciar la trampa de las ilusiones democráticas, como todos los discursos hipócritas y pérfidos de la burguesía sobre el «diálogo social» y las mentiras sobre una gestión supuestamente «más justa» del capitalismo que, de una forma u otra, pretenden desviar el movimiento social hacia las urnas. El objetivo de estos discursos es confundir, corromper las conciencias y las condiciones de la lucha. El proletariado debe prepararse para responder con una lucha independiente, con la extensión y la unificación de su combate en su propio terreno de clase, al sabotaje de los sindicatos y a la mistificación de un gobierno «popular» pregonado por los políticos de izquierda, esos falsos amigos de los trabajadores que, detrás de discursos engañosos, siempre preparan la austeridad tratando de desarmar a la clase obrera.
Stopio, 28 de agosto de 2025
[1] «¡La lucha no ha hecho más que empezar! ¿Cómo reforzar nuestra unidad y solidaridad?» [10], volante sobre las luchas en Bélgica disponible en la página web de la CCI.
[2] La inflación ya alcanza el 214,4 %, una tasa muy superior a la prevista cuando el gobierno de Milei llegó al poder en 2023. Desde entonces, millones de personas han caído en la indigencia absoluta (la peor en 20 años) y la malnutrición infantil ha alcanzado niveles que hoy en día solo se encuentran en lugares como Gaza o el África subsahariana.
[3] Aumento constante del precio de los productos básicos mientras los salarios se estancan.
[4] Contra los ataques xenófobos de Trump contra la clase obrera y su consigna de «defensa de la democracia»: la clase obrera debe desarrollar su propia lucha [11], publicado en la página web de la CCI (2025).
[5] Resolución sobre la situación internacional del 25º Congreso de la CCI [12], Revista Internacional n.º 170 (2023).
[6] Resolución sobre la situación internacional del 26.º Congreso de la CCI [13], Revista Internacional n.º 174 (2025).
Los primeros seis meses de la administración Trump 2 han sido turbulentos. Ha revocado nada menos que 78 decretos de la administración Biden que no correspondían a sus objetivos políticos; ha destituido más altos mandos militares y responsables de la seguridad nacional que cualquier otra administración presidencial de la historia. Trump ha invocado el estado de emergencia en ocho ocasiones durante sus primeros cien días. Esto ha creado un torbellino de imprevisibilidad e incertidumbre, especialmente evidente tras sus primeros anuncios de aranceles récord en abril, y las principales bolsas estadounidenses registraron sus mayores pérdidas desde 2020. Además, ha asustado al resto del mundo con sus declaraciones sobre la anexión de Groenlandia y Canadá, sobre la guerra en Ucrania y sobre el hecho de que Europa ya no se considera un aliado de Estados Unidos.
El PCI-Le Prolétaire publicó recientemente un artículo[1] en el que critica a la CCI por haber adoptado «el vago concepto de ‘populismo’, esa auténtica quimera mediática» y afirma que la política de Trump no supondría «una ruptura con los intereses fundamentales de la burguesía estadounidense». Cualquier crítica argumentada de nuestras posiciones por parte de una organización proletaria merece ser tenida en cuenta, aún si, como demostraremos, su enfoque es discutible.
Le Prolétaire parece reconocer las particularidades de la política de Trump y concluye, con razón en cierta medida, que «la coherencia de estas medidas tomadas de forma precipitada es sin duda discutible, su eficacia es dudosa y sus consecuencias perjudiciales para ciertos intereses burgueses». Sin embargo, paradójicamente, el artículo no se pregunta por qué estas medidas tienen efectos tan dudosos y perjudiciales, sino que afirma también que no es nada nuevo, ya que la política de Trump «corresponde a una tendencia de fondo que ya estaba en marcha en los años anteriores».
Para respaldar su afirmación, Le Prolétaire da tres ejemplos de la política exterior de Estados Unidos, como el giro hacia Asia, la retirada del ejército estadounidense de los focos de guerra y la amenaza de abandonar a sus «aliados». También menciona la campaña contra los «marxistas lunáticos» y las políticas «wokistas» contra la discriminación racial o sexual. Los dos primeros ejemplos son correctos: el «giro hacia Asia» y la «retirada de los focos de guerra» ya eran piedras angulares de la política de Obama y Biden.
Pero los demás no constituían en absoluto un elemento esencial, sino todo lo contrario. Biden, así, movilizó a los miembros de la OTAN para apoyar a Ucrania contra Rusia. Pero Trump rompió radicalmente con esta política de apoyo masivo a Ucrania. Tras declarar que la UE estaba diseñada para «estafar» a Estados Unidos, decidió cortar los lazos y comenzó a chantajear a sus antiguos aliados. El divorcio entre Estados Unidos y Europa está consumado, con la consecuencia de que «ya no se puede contar con la garantía absoluta de una intervención militar en apoyo de la OTAN y del paraguas nuclear estadounidense».[2] Además, durante la última cumbre de la OTAN en La Haya, presionó a los demás miembros de la OTAN para que dedicaran el 5 % de su PIB a la compra de armas a Estados Unidos.
Bajo Biden, algunos Estados estadounidenses prohibieron los contenidos «woke» en la educación. La Cámara de Representantes incluso aprobó medidas anti-woke, pero sin duda no era la política general de la administración federal y de la mayoría de los Estados. Bajo Trump, en cambio, esta política anti-woke se convirtió en una auténtica caza de brujas generalizada. Desde el comienzo de su presidencia, firmó un decreto contra la «cultura woke» y pidió a J. D. Vance que eliminara toda «ideología inapropiada, polarizante o antiamericana». En su primer proyecto de presupuesto, la Casa Blanca anunció recortes en los «programas woke», afirmando que el objetivo era eliminar «las ideologías radicales de género y raza que envenenan la mente de los estadounidenses» y contrarrestar el «marxismo cultural».
Otro ejemplo ineludible es la política estadounidense en materia de aranceles. Biden también había impuesto numerosos aranceles, pero solo de forma parcial y sobre bienes estratégicos. Además, ha privilegiado un enfoque multilateral de la competencia económica, apoyándose en los organismos internacionales. Trump situó la cuestión de los aranceles, «la palabra más hermosa», en el centro de la política estadounidense y calificó su anuncio como el «Día de la Liberación» para Estados Unidos. Según él, estos aranceles garantizan la liberación de la economía estadounidense de la plaga de los productos extranjeros baratos y las prácticas comerciales desleales adoptadas por otros países. La política de Trump se basa en el proteccionismo y las negociaciones bilaterales con el fin de «garantizar el retorno masivo de puestos de trabajo y fábricas a nuestro país».
La crítica de Le Prolétaire a la posición de la CCI sobre el carácter disruptivo de la política de Trump se basa en su famosa «invariancia del marxismo desde 1848». En su concepción, el programa marxista no es «el producto de una lucha teórica constante para analizar la realidad y extraer lecciones de ella, sino un dogma revelado en 1848, del que no hay que cambiar ni una coma».[3] Esta posición tiene consecuencias mucho más graves que una simple deformación teórica. Pretender que el marxismo es inmutable, que el programa comunista no puede enriquecerse con nuevos elementos a partir de la evolución del capitalismo y de la lucha proletaria, equivale a congelar la realidad.
Por eso Le Prolétaire niega sistemáticamente que se hayan producido cambios fundamentales en la evolución del capitalismo y en la política de la burguesía, y solo se interesa por los fenómenos que confirman su fe invariante. Por consiguiente, no solo su crítica de la posición de la CCI es superficial y vana, sino que, sobre todo, su comprensión de la evolución del modo de producción capitalista y de la relación de fuerzas entre la burguesía y el proletariado contradice el propio enfoque marxista.
El gobierno de Trump no es un caso aislado, sino la expresión de una dinámica general. Bolsonaro en Brasil, Orbán en Hungría, Modi en la India, etc., son otras manifestaciones de la ola populista. Y esta ola es, en realidad, la forma más espectacular de un proceso de desintegración mucho más amplio, que afecta a toda la burguesía mundial, contagiada por la epidemia del «sálvese quien pueda». Pero el hecho de que un imbécil tan incompetente se haya convertido en presidente del país más poderoso del mundo (y esto por segunda vez), sumado a su total indiferencia ante los graves disfuncionamientos del aparato estatal, causados por sus propias acciones, dice mucho de las crecientes dificultades de esta burguesía para gestionar su sistema político.
Con el instrumento metodológico de la «invariancia», Le Prolétaire se niega a reconocer que el populismo sea otra cosa que una expresión de la vida política tradicional de la burguesía. Rechaza la idea de que el populismo sea la expresión de una pérdida de control por parte de la burguesía de su propio juego político. Según él, ¡la burguesía tiene incluso un control total sobre la situación!
Claramente, este no fue el caso el 6 de enero de 2021, con el asalto al Capitolio perpetrado por una horda de vándalos incitados por el presidente saliente. Pero, al parecer, Le Prolétaire ve las cosas de otra manera: «El capitalismo sigue en pie y logra mantener el dominio político y social de la clase burguesa; el sistema democrático que enmascara este dominio sigue en pie. […] Incluso cuando los burgueses son los primeros en mostrar que no dudan en pisotear sus propias leyes y su propio sistema político con el único fin de defender sus intereses privados, el mito de la democracia no desaparece».[4] El pisoteo del «Estado de derecho», el fallido golpe de Estado de Trump, la ocupación del Congreso, el cuestionamiento del concepto mismo de legitimidad electoral... Para Le Prolétaire, ¡todo esto parece ser la forma normal en que la burguesía defiende sus intereses privados! Pero el expresidente George W. Bush, miembro del mismo partido que Trump, tenía otro punto de vista: «Así es como se impugnan los resultados electorales en una república bananera».
El artículo de Le Prolétaire sobre los acontecimientos da incluso la impresión de que la burguesía provocó el asalto al Capitolio, ya que «para proteger el Capitolio de las incursiones previsibles de los manifestantes pro-Trump, solo había un escaso cordón policial... que abrió las puertas para dejar pasar a la multitud».[5] Pero el artículo no precisa qué habría motivado a la burguesía a desplegar tal maniobra ni qué fracción de su clase se habría beneficiado de ella. En realidad, Le Prolétaire subestima totalmente el impacto del desorden y la intensificación del caos provocado por este tipo de escaladas populistas.
Sin sentirse avergonzado por su explicación completamente distorsionada de los acontecimientos del 6 de enero de 2021, Le Prolétaire critica a continuación a la CCI, considerando que su posición sobre el populismo es «un juicio impresionista» y no marxista. Entendemos, al igual que Le Prolétaire, que los acontecimientos, los fenómenos y las tendencias de la sociedad pueden reducirse a la anatomía de la vida social, el aparato económico. Y la CCI siempre ha basado sus análisis en este enfoque, como se puede leer, por ejemplo, en «Cómo se organiza la burguesía» (Revista Internacional n.º 172). Este artículo demuestra sin ambigüedades que «por lo tanto, el principal motor de la desintegración del aparato político es el continuo agravamiento de la crisis económica y la incapacidad de la burguesía para movilizar a la sociedad para la guerra mundial».
Para la CCI, esta cita, al igual que el resto del mismo artículo, ilustra claramente el vínculo, aunque indirecto, entre la economía capitalista en crisis, para la que la burguesía no tiene salida, y el «sálvese quien pueda» o la indisciplina en la política burguesa, que conducen al surgimiento de camarillas populistas.
Así, Le Prolétaire se equivoca cuando niega obstinadamente que el populismo sea «un fenómeno autónomo y dotado de una dinámica propia». Se trata de otra cuestión de método crucial para comprender la política de la burguesía. Le Prolétaire deja entender que el capitalismo se rige por una causalidad simple, en la que la política está determinada mecánicamente por la economía. Hay que decepcionar a los camaradas, porque la política burguesa no es un simple reflejo de la situación económica. Los elementos de la superestructura, incluida la política, siguen su propia dinámica, como explica Friedrich Engels en una de sus cartas a Conrad Schmidt: «Existe una acción recíproca entre dos fuerzas desiguales, por un lado, el movimiento económico y, por otro, el nuevo poder político que aspira a la mayor independencia posible y que, una vez constituido, también está dotado de un movimiento que le es propio».[6] La negación de la interacción entre la base y la superestructura y de una dinámica propia de la dimensión política de la clase dominante es, como mínimo, miope.
En fin, Le Prolétaire avanza el argumento de que «la política de Trump no es fruto de la caprichosa imaginación de un personaje ni de las fantasías de un círculo de iluminados». Sin embargo, este argumento carece de sentido, ya que no es lo que hemos dicho en nuestro artículo. Más bien hemos dicho que la política de Trump contradice los intereses de las facciones más responsables de la burguesía estadounidense y la política que estas intentan llevar a cabo, ya que la política de Trump es esencialmente:
La política de Trump es la expresión de una revuelta desesperada contra el declive de Estados Unidos como superpotencia, «orientada no hacia el futuro sino hacia el pasado, basada no en la confianza sino en el miedo, no en la creatividad sino en la destructividad y el odio».[7]
Por último, hay un punto que merece ser señalado. No sabemos qué artículo ha leído Le Prolétaire, ya que el artículo que critica no dice que la burguesía estadounidense haya sufrido una «derrota aplastante». Afirma literalmente que el regreso de Trump a la cabeza del Estado estadounidense representa «un fracaso estrepitoso para la fracción más “responsable” de la burguesía estadounidense».[8] El artículo de Le Prolétaire comienza y termina, por tanto, con una crítica basada en esta afirmación citada erróneamente, lo que podría llevar a algunos lectores por el camino equivocado. El énfasis puesto en este aspecto concreto del artículo, en detrimento de otros más importantes, como el ataque de Trump a lo que él denomina «el Estado profundo», no contribuirá sin duda de manera sustancial a aclarar el fenómeno del populismo.
Y esto nos lleva a otra pregunta: ¿cómo debe desarrollarse el debate entre las organizaciones de la Izquierda Comunista? Le Prolétaire no solo tiene dificultades para leer y citar nuestro artículo, sino que tampoco hace referencia a otros artículos de la CCI sobre el tema desde 2018 (fecha de la última polémica entre Le Prolétaire y la CCI). Ya hemos mencionado anteriormente el artículo «Cómo se organiza la burguesía», pero hay otros, como «El auge del populismo es un puro producto de la descomposición capitalista» y «Trump 2.0: nuevos pasos hacia el caos capitalista». Sería un honor para Le Prolétaire hacer un nuevo intento, más serio, de criticar la posición de la CCI sobre el populismo, basándose en lecturas y argumentos más profundos.
Como organización revolucionaria, es su responsabilidad política hacia la clase obrera y las minorías politizadas que surgen de ella.
Dennis, 10 de septiembre de 2025
[1] «La CCI y el «populismo». ¿Son las elecciones estadounidenses «un duro revés para la burguesía estadounidense»? (Le Prolétaire n.º 557 (abril-mayo-junio de 2025).
[2] «Divorcio transatlántico, abandono de Ucrania y acercamiento a Rusia: la convulsión de las alianzas exacerba la lógica de todos contra todos», Révolution Internationale n.º 504 (2025).
[3] «15º Congreso de la CCI: Reforzar la organización ante los retos del periodo», Revue internationale n.º 114.
[4] «6 de enero de 2021, Washington: un día negro para el Capitolio, símbolo de la democracia estadounidense», Proletarian n.º 17 (primavera de 2021).
[5] Ibíd.
[6] Engels, Carta a Conrad Schmidt, 27 de octubre de 1890.
[7] Contribución sobre el problema del populismo [14], Revista Internacional n.º 157 (2016).
[8] Esta última no tiene las mismas consecuencias, ya que una derrota de toda la burguesía implica algo positivo para la clase obrera, mientras que una derrota de una fracción de la burguesía no es, por definición, beneficiosa para la clase obrera. Por el contrario, conlleva el riesgo de que el proletariado se vea arrastrado a una lucha entre diferentes fracciones burguesas.
El gobierno de Bayrou ha caído. ¡Pero los ataques continuarán! Con el próximo gobierno, ya sea de derecha[1], de izquierda o populista, los despidos, las medidas de austeridad y la explotación seguirán intensificándose.
En Francia, como en todo el mundo, la burguesía no puede sino multiplicar los ataques a gran escala para hacer pagar a la clase obrera el precio de la quiebra de su sistema, presionar nuestras condiciones de trabajo y de vida para defender los intereses del capital nacional en el caos cada vez más brutal de la competencia internacional, y financiar el gigantesco aumento de su arsenal militar.
Estos ataques, sin precedentes en décadas, no son una especificidad francesa. ¡Ni remotamente! En todo el mundo, la burguesía impone recortes presupuestarios y la precarización del empleo. Animados por una profunda ira, un sentimiento de injusticia y rechazo, los trabajadores de todo el mundo rechazan la austeridad: manifestaciones masivas y huelgas en Bélgica desde enero, huelga «histórica» contra los despidos en Stellantis en Italia el otoño pasado, huelga «ilegal» por los salarios de los empleados de Air Canada en julio, huelgas repetidas en Boeing desde finales del año pasado, por no hablar de otros movimientos en todo el mundo que confirman que la clase obrera ha recuperado su combatividad y busca oponerse a los ataques de la burguesía.
Si Bélgica ha sido en los últimos meses uno de los estados europeos más afectados por las movilizaciones contra las amplias medidas de austeridad, ahora es Francia la que está viendo cómo aumenta considerablemente la tensión social. Con o sin Bayrou, los ataques programados son especialmente violentos: sanidad, educación, sector del transporte, bajas por enfermedad, indemnizaciones por desempleo y jubilación, prestaciones sociales mínimas... ¡Toda la clase obrera está siendo objeto de un ataque masivo!
Y la burguesía sabe muy bien que la indignación es enorme y que la clase obrera no dejará estos graves ataques sin respuesta. El descontento no ha disminuido desde la lucha contra la reforma de las pensiones, hace dos años, porque la burguesía no ha logrado instalar la idea de la derrota. El anuncio del plan Bayrou y la brutalidad de las medidas han reavivado este descontento. La clase obrera no puede sino responder.
Ante esta combatividad, la burguesía se ha preparado, tendiendo todas las trampas posibles, explotando todas las dificultades que encuentra el proletariado para desarrollar su lucha y recuperar su identidad de clase. En este sentido, las luchas actuales y futuras en Francia, las trampas ideológicas tendidas por la burguesía, son muy instructivas para el proletariado mundial.
En mayo apareció un «colectivo ciudadano». Procedente de grupos de extrema derecha o populistas (en torno a la expresión «Es Nicolás quien paga»), inicialmente aprovechó el rechazo visceral a los sindicatos, los partidos y las instituciones. Este movimiento del 10 de septiembre, que gozó de una amplia publicidad en los medios de divulgación, llamaba al bloqueo del país y de su economía, al boicot de todo y de cualquier cosa, del uso de tarjetas de crédito, de cajeros automáticos, de las compras en grandes supermercados, de la escuela...
Durante el verano, el componente populista del colectivo se desvaneció en gran medida ante la indignación de la población y, sobre todo, la cólera de los trabajadores tras el anuncio del plan de austeridad de Bayrou. Con el apoyo masivo de los partidos de izquierda y extrema izquierda, este movimiento quedó relegado a un segundo plano, lo que ha propulsado al primer plano a las fuerzas de izquierda, desde el PS hasta LFI, pasando por el PCF y los trotskistas de Révolution Permanente (las centrales sindicales se han distanciado más o menos), lo que ha provocado al mismo tiempo una reorientación significativa de las reivindicaciones de este movimiento hacia un contenido más «obrero» (con llamados a la huelga y a manifestaciones, en particular).
Es cierto que este movimiento es una expresión de ira y combatividad. Es cierto que hay trabajadores presentes, sin duda en su mayoría. Pero lo que se perfila, en el momento de escribir estas líneas, es un movimiento interclasista, como el que se vivió en 2018 con los chalecos amarillos, un movimiento en el que «el pueblo» se levanta contra «las élites».
Detrás de este tipo de retórica se esconde una verdadera trampa. Porque en este tipo de movimientos, la clase obrera, la única fuerza verdaderamente capaz de hacer temblar a la burguesía y de trazar, en el futuro, la perspectiva del derrocamiento del capitalismo, se ve reducida a la impotencia. ¿Por qué?
Al promover ampliamente este movimiento durante el verano, la burguesía buscaba diluir las reivindicaciones obreras en las de las capas intermedias. Disolver la clase obrera en el «pueblo» es hacerla desaparecer de la escena social, obstaculizar el desarrollo de su propia lucha autónoma. En lugar de situarse a la cabeza del movimiento e imponer sus consignas (sobre los salarios, las condiciones de trabajo, la precariedad, etc.), el movimiento del 10 de septiembre se utiliza para intentar ahogar a la clase obrera en reivindicaciones totalmente ajenas a sus intereses, las de los pequeños empresarios (panaderos, artesanos, etc.) y de la pequeña burguesía (como los taxistas o los pequeños agricultores) sobre «la presión fiscal», «las cargas», «las normas que asfixian»...
Este tipo de movimiento también hace que el proletariado sea especialmente vulnerable a las mistificaciones sobre la «democracia» burguesa. Está claro que el movimiento del 10 de septiembre no ha perdido en absoluto su componente «ciudadano» y «popular» durante el verano. Por el contrario, con la aparición de las asambleas ciudadanas y la persistencia de las consignas anti-Macron, la izquierda no ha dejado de utilizar este movimiento para debilitar a la clase obrera. Los partidos de izquierda nos repiten hasta la saciedad la perspectiva de un nuevo primer ministro, de nuevas elecciones que podrían instaurar un gobierno más social, permitir «hacer pagar a los ricos», «redistribuir mejor la riqueza»... como si el capitalismo en bancarrota pudiera reformarse, aportar más «justicia social», como si la explotación en un sistema agotado pudiera ser más «equitativa». Esto quedó muy claro en las asambleas generales ciudadanas, donde se habló mucho de «derrocar a Macron», de «democracia directa», de «equidad fiscal», etc.
Y todo esto, nos dicen, ¡podríamos imponerlo en la calle el 10 de septiembre! Las oficinas burguesas, los partidos de izquierda y los sindicatos nos han estado vendiendo estas tonterías durante años: Syriza en Grecia, Podemos en España, PS y LFI en Francia... ¡detrás de los discursos, siempre aplican la austeridad cuando están en el poder!
Los grupos izquierdistas, en particular los trotskistas, no se quedan atrás a la hora de difundir el veneno del democratismo: Révolution Permanente, a través de la pluma de su portavoz Anasse Kazib, arremetió contra la CGT (que se niega a apoyar el movimiento del 10 de septiembre): «Cuando la extrema derecha, tras consignas del tipo ‘Nicolás es quien paga’ y sus llamados a no hacer huelga, boicotea abiertamente el 10 de septiembre, hay que librar la batalla hasta el final para convencer al máximo número de trabajadores apoyándolos».
En cuanto a Lutte Ouvrière, mucho más «radical» (¡y astuta!) como de costumbre, considera que el llamamiento del 10 de septiembre es «confuso» ...sin denunciar la campaña democrática y promoviendo ilusiones sobre la «justa distribución de la riqueza».
La consigna central del movimiento del 10 de septiembre, «bloqueemos todo», es también, bajo la apariencia de radicalidad, una trampa tendida a la clase obrera. El «bloqueo de la economía» es un arma que los sindicatos utilizan constantemente para desarmar al proletariado. Mientras que los trabajadores en lucha necesitan buscar la solidaridad de sus hermanos de clase, ampliar y unificar al máximo sus movimientos, «bloquear todo» es intentar encerrar a los trabajadores en su empresa, en su sector, detrás de su piquete de huelga. En lugar de grandes asambleas generales autónomas y soberanas, abiertas a todos y que reúnan a los proletarios más allá de las divisiones corporativistas, permitiendo a la clase sentir de forma viva su propia fuerza y desarrollar su reflexión colectiva, se encierra a los trabajadores tras la barrera de su empresa. Esta voluntad de aislar a los proletarios ha llegado hasta el punto de llamar al «auto confinamiento generalizado», es decir, ¡quedarse en casa, totalmente atomizados!
No es la primera vez que la burguesía pone en práctica una táctica de este tipo. En 2010 y en 2023, cuando en Francia se produjeron movimientos masivos contra las reformas de las pensiones, los sindicatos encerraron a los trabajadores de las refinerías y a los ferroviarios en largos bloqueos, embarcándolos en movimientos agotadores, separados del resto de su clase. Estos movimientos provocaron divisiones entre los que querían seguir bloqueando y haciendo huelga y los trabajadores obligados a volver al trabajo y que se encontraban sin gasolina ni transporte público.
Muy diferente fue la huelga masiva de 1980 en Polonia, totalmente ignorada por los medios de comunicación, cuando los trabajadores utilizaron el aparato de producción, no para encerrarse en ciudadelas sitiadas, sino para extender la lucha. Los trenes circulaban entonces para llevar a los huelguistas en masa a los lugares de reunión y a las asambleas masivas. En dos meses, el movimiento se había extendido por todo el país.
La ira y la voluntad de luchar están presentes entre los trabajadores. Pero aún les cuesta mucho reconocerse como clase obrera. Y la burguesía explota esta debilidad para intentar desviar su combatividad hacia el interclasismo.
La clase obrera puede contrarrestar este desvío basándose en su experiencia histórica, como la de Polonia en 1980, la de mayo del 68 en Francia o, más recientemente, la del movimiento contra el CPE (Contrato de Primer Empleo) en 2006. La fuerza de un movimiento de lucha reside en la capacidad de los trabajadores para tomar las riendas de su lucha, extenderla al máximo a todos los sectores e incluso a todos los países. Las asambleas generales soberanas y autónomas, las delegaciones masivas y las discusiones más amplias posibles, son las mejores armas del movimiento obrero.
Estas armas son muy diferentes de las asambleas ciudadanas, que pretenden ejercer «presión popular» sobre el gobierno desde la calle; la asamblea obrera, por el contrario, busca desarrollar la lucha y la solidaridad de clase, el único terreno que hoy puede hacer retroceder al Estado y, mañana, derrocar al capitalismo en bancarrota.
En tal dinámica, los trabajadores se enfrentarán inevitablemente a los sindicatos, esos falsos amigos de la clase obrera, verdaderos perros guardianes estatales de la burguesía. Su papel es controlar las luchas, dividir a los trabajadores, sector por sector, empresa por empresa, e impedir cualquier toma de control y cualquier extensión de la lucha.
De hecho, los sindicatos ya están planificando una serie de acciones destinadas a organizar la división y a encuadrar ideológicamente ellos también, la ira obrera. Tras una reunión intersindical para «organizar la movilización» y el lanzamiento de una petición colectiva para decir «no al presupuesto Bayrou», la movilización del 18 de septiembre fue presentada por los sindicatos como un «éxito». Esto se debió al número mucho mayor de manifestantes que el día 10. Pero si hubo «éxito», fue sobre todo porque los trabajadores, en esta ocasión, lucharon en su propio terreno de clase, demostrando así su capacidad de resistencia al no dejarse arrastrar por la trampa del interclasismo.
Pero esta lucha en el terreno de clase, con las armas del proletariado, siempre habrá que reforzarla. Se trata, ante todo, de un inmenso esfuerzo de reflexión colectiva. No es un camino fácil, pero es el único que puede ofrecer un futuro a la humanidad. Para ello, allí donde los trabajadores más combativos puedan hacerlo, hay que reunirse, discutir, debatir, reapropiarnos de la experiencia de nuestra clase y preparar las luchas futuras.
No es confiando en los saboteadores profesionales de las luchas que son los sindicatos, ni en ningún «colectivo» que pretenda reunir a todas las clases en un llamamiento al «boicot», ni confiando en los partidos políticos burgueses y su parlamento, como la clase obrera podrá defender su perspectiva revolucionaria. La burguesía sabe perfectamente que el proletariado mundial está recuperando su combatividad frente a los ataques y reaccionando masivamente, que de las luchas surgirán minorías de obreros combativos, que querrán discutir cómo luchar, que comprenderán que la izquierda y los sindicatos nos condenan a la impotencia. Eso es lo que más teme hoy en día y lo que intenta conjurar con el laboratorio que es hoy Francia.
TG, 9 de septiembre de 2025 (actualizado el 19 de septiembre de 2025)
[1] Tal y como parece perfilarse, en el momento de escribir estas líneas, con el nombramiento del antiguo ministro de Defensa, Sébastien Lecornu.
Los que participan en las manifestaciones contra los solicitantes de asilo y los refugiados en Gran Bretaña, están engañados al culpar a los «extranjeros» de todo lo malo, desde los recortes en la asistencia social hasta poner en peligro a los niños, se han presentado como verdaderos patriotas ondeando la Union Jack y la Cruz de San Jorge. La bandera de Inglaterra, en particular, está adornando postes de luz o pintada en paredes y rotondas. El significado es claro: algunos de nosotros tenemos derecho a vivir aquí, los extranjeros y/o «ilegales» deben salir. Una aplicación perfecta para la necesidad de la clase explotadora de dividir a los explotados entre sí.
En los Estados Unidos, donde ya están en marcha brutales deportaciones masivas, algunos de entre aquellos que son el objetivo de dicha lógica racista también están ondeando banderas. A veces la bandera de Estados Unidos para mostrar que los inmigrantes también pueden ser patriotas, a veces la bandera de México u otros países latinoamericanos, porque muchos de los trabajadores afectados por las redadas de la agencia de inmigración estadounidense (ICE), provienen de esos países.
La idea de que los propios explotados deben demostrar que son leales a tal o cual bandera nacional no es nueva. En 1912, en los Estados Unidos, los trabajadores en huelga de Lawrence Textile, muchos de ellos inmigrantes recién llegados, también ondearon la bandera estadounidense en respuesta a la acusación de que eran antiestadounidenses, alborotadores externos. Pero los Industrial Workers of the World (IWW), que apoyaron la huelga, no dudaron en criticar este enfoque en un artículo titulado «La bandera de las libertades» (Industrial Worker, 21 de marzo de 1912)[1]
«La bandera de las libertades, ¡tonterías!
Miles de huelguistas de Lawrence y cientos en la multitud en San Diego, habrán descubierto que el único patriotismo que el capitalismo reconoce es el patriotismo de las ganancias, el patriotismo del dólar. Y los cientos de miles que leen y se les cuenta de los asuntos verán el verdadero significado del respeto idólatra por el trozo de tela de los amos.
La bandera no es más que una venda sobre los ojos de los trabajadores».
No podemos sino estar de acuerdo: ¡todas las banderas nacionales son trapos de los amos! Un vendaje sobre nuestros ojos, cegándonos a la realidad de que la clase trabajadora no tiene patria, que la nación siempre pertenece a aquellos que han acumulado la riqueza, el poder político y las armas más poderosas. En resumen, a la clase dominante. Dos años después del artículo, el IWW habría agregado que la bandera estadounidense es un medio para alistar a los trabajadores en la matanza de la guerra imperialista, junto con la Union Jack británica y los tricolores de Francia o Alemania.
Y es por eso que los revolucionarios están en contra de todas las banderas nacionales. No solo las banderas de los Estados imperialistas más poderosos, sino también las banderas de las «naciones oprimidas», como Ucrania o Palestina, que solo pueden «resistir» la dominación de una potencia aliándose con otros imperialistas. En el caso de Ucrania, los Estados de América y Europa Occidental, en el caso de Palestina y Hamas, el régimen islámico de Irán, entre otros.
¡Contra todas las banderas y divisiones nacionales, por la unidad internacional de la clase obrera!
Amós
[1] Este artículo fue traído a nuestra atención por un camarada que firma como Adri en el foro de discusión libcom. Junto con otro camarada, Msommer, que se identifica como comunista de consejos, criticaban a los anarquistas en los Estados Unidos que justifican el ondeo de banderas mexicanas y palestinas en las manifestaciones porque operan como símbolos de la lucha contra la opresión, cuando en realidad son un medio para atrapar a los trabajadores en la política burguesa. El hilo relevante se llama "¿Están en declive las organizaciones anarquistas?" en la sección de Discusiones de libcom.org (vaya primero a "Recientes", luego a Discusiones). El enlace que publicamos inicialmente no parece funcionar.
Enlaces
[1] https://es.internationalism.org/tag/3/45/descomposicion
[2] https://comunicacionsocial.senado.gob.mx/informacion/comunicados/13020-rinde-senado-homenaje-a-maestros-estudiantes-y-campesinos-que-participaron-en-asalto-al-cuartel-madera-2
[3] https://insurgenciamagisterial.com/el-mexico-que-tenemos-hoy-no-lo-podemos-explicar-sin-la-guerrilla/
[4] https://www.youtube.com/watch?v=UY3G2DI3K0Q&t=3068s
[5] https://es.internationalism.org/revista-internacional/197810/2134/resolucion-sobre-el-terror-el-terrorismo-y-la-violencia-de-clase
[6] https://es.internationalism.org/tag/geografia/mexico
[7] https://es.internationalism.org/tag/vida-de-la-cci/defensa-de-la-organizacion
[8] https://es.internationalism.org/tag/corrientes-politicas-y-referencias/izquierda-comunista
[9] https://es.internationalism.org/tag/cuestiones-teoricas/terrorismo
[10] https://es.internationalism.org/content/5389/la-lucha-no-ha-hecho-mas-que-empezar-como-reforzar-nuestra-unidad-y-solidaridad
[11] https://es.internationalism.org/content/5363/contra-los-ataques-xenofobos-de-trump-la-clase-obrera-y-la-consigna-de-defensa-de-la
[12] https://es.internationalism.org/content/4979/25o-congreso-internacional-de-la-cci-resolucion-sobre-la-situacion-internacional
[13] https://es.internationalism.org/content/5374/resolucion-sobre-la-situacion-internacional-mayo-de-2025
[14] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201610/4178/contribucion-sobre-el-problema-del-populismo-junio-de-2016
[15] https://es.internationalism.org/tag/geografia/estados-unidos
[16] https://es.internationalism.org/tag/geografia/francia
[17] https://es.internationalism.org/tag/2/33/la-cuestion-nacional
[18] https://es.internationalism.org/tag/3/49/internacionalismo