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En todas las guerras, las armas clásicas e ineludibles de los Estados son las de la propaganda masiva, la manipulación y la desinformación. Las grandes potencias democráticas han sido, desde la Primera Guerra Mundial, un verdadero crisol para el control mental, un laboratorio para imponer la "unión sagrada", para obtener el apoyo a la guerra por parte de la población, en particular del proletariado, y para obtener el "consentimiento" a los sacrificios. Manipular la opinión sigue siendo el objetivo central de la clase dominante para ocultar sus crímenes y preparar otros nuevos.
La guerra imperialista en Ucrania no es una excepción a estas innobles empresas de manipulación y propaganda. Las potencias democráticas, especialmente en Europa Occidental, son las que tienen que asegurar la propaganda más sutil y elaborada para tratar de legitimar sus sangrientas empresas ante un proletariado que tiene la mayor experiencia de lucha y uno de los niveles de educación más altos del mundoi.
En vísperas del conflicto en Ucrania, como siempre, los jefes de Estado y los gobiernos se defendían, con la mano en el corazón, para hacer todo lo posible por "preservar la paz". Mientras las tropas rusas se concentraban en la frontera de Ucrania, Putin pretendía no tener intenciones bélicas y hablaba de meras "maniobras militares". También se había comprometido a una retirada parcial de sus tropas antes de su reunión con el canciller alemán Olaf Scholz, que dijo estar "encantado" con la noticia. Incluso después del inicio de la invasión, Putin nunca habló de "guerra", una palabra totalmente prohibida, sino de una "operación especial".
En cuanto a Joe Biden, que anunciaba de antemano los planes de Putin, precisando que Estados Unidos no intervendría en caso de conflicto, dando así luz verde al amo del Kremlin para lanzar sus tropas y su país a una trampa, se presentó ante el mundo como un hombre de paz, deseando, según sus palabras, "dar todas las oportunidades a la diplomacia".
Zelensky era también un defensor de la paz, una "víctima pacífica", valiente, decidido y "lleno de heroísmo". Así, por ejemplo, durante su discurso del 23 de marzo ante la Asamblea Nacional en Francia, se dirigió a un grupo de diputados que se habían dejado ganar y seducir de antemano: " [...] ¿Cómo podemos parar esta guerra? ¿Cómo podemos instaurar la paz en Ucrania? [...] Debemos actuar juntos, presionar juntos a Rusia para buscar la paz”.
Detrás de los discursos de paz, la tesis del pequeño país como víctima e invadido, la emoción y la voluntad de combate del inefable Putin. La trampa de una "guerra defensiva" estaba preparada desde el principio. Zelensky pudo entonces movilizar por la fuerza en suelo ucraniano a la carne de cañón, hombres de 18 a 60 años, para "defender la patria", pidiendo sin cesar "armas para Ucrania" a los occidentales "solidarios", instrumentalizando innoblemente la angustia de los refugiados con fines puramente políticos y guerreros.
En 1914, el bloque de la Entente ya había utilizado el mismo tipo de explotación ideológica contra las potencias de la Triple Alianza. Entonces se consideró a Alemania como la única "responsable" de la guerra por su invasión de la pequeña Bélgica, país que había sido entregado a los "sucios alemanes", a una "horda de bárbaros". El presidente francés Poincaré, que había estado preparando frenéticamente la guerra entre bastidores con Rusia y su aliado británico, fue al mismo tiempo un campeón de la paz, como lo demuestra su discurso del 14 de julio de 1915, en el que, en plena guerra, dijo: "Durante muchos años nuestra esforzada democracia había disfrutado de la obra de la paz. Habría considerado como criminal, o como insensato, a cualquier hombre que se hubiera atrevido a alimentar proyectos belicosos". ¡El colmo del cinismo y la hipocresía! Unos días después, el 19 de julio, en un discurso en el Reichstag, el Canciller alemán dijo prácticamente lo mismo: "No deseamos la guerra, [...] fue la paz lo que nos hizo prosperar". ¡Su desgracia había sido atacar primero!
Como una repetición, en septiembre de 1939, la invasión de Polonia volvió a aparecer como el ataque de un "lobo" contra el "cordero inocente" y no como el resultado de una lógica propia del capitalismo y del imperialismo. ¡La "voluntad de paz" y el "victimismo" son grandes clásicos!
¡Incluso Hitler se declaró a favor de la paz! En 1938, en Berlín, respecto a las relaciones franco-alemanas, declaró al embajador francés su deseo de que fueran "pacíficas y buenas". Y el diplomático Von Ribenttrop repetía a menudo que "el Führer no quiere la guerra".ii También fue en nombre de la "paz" y del "antifascismo" que el proletariado se vio arrastrado a la guerra.
Como nadie "quiere la guerra", aunque sea el modo de vida del capitalismo decadente, es necesariamente, para cada bando, obra del adversario. Así, para Putin, la culpa es del régimen ucraniano, formado por "nazis", "perseguidores de las minorías rusoparlantes" que luchan "contra las libertades y la democracia". Por supuesto, también culpa a otra "parte responsable", las fuerzas de la OTAN que lo rodean desde hace décadas y que buscan "debilitar a Rusia".
La propaganda de Zelensky y de los occidentales que lo apoyan militarmente, hace que las cosas sean aún más perniciosas y peligrosas para las poblaciones y el proletariado de Occidente, ya que la "pequeña y pacífica Ucrania" aparece así, como "estrangulada por el ogro ruso". Efectivamente, entre todos los gánsteres imperialistas implicados en este conflicto, Putin es el que ha jalado primero. En cuanto comenzó la guerra, pasó de ser una persona non grata a un "loco sediento de sangre". ¡La demonización (facilitada en este caso por la personalidad de Putin y sus antecedentes estalinistas) es también un gran clásico de la propaganda!iii
Durante la Primera Guerra Mundial, el ejército alemán y sus soldados también fueron presentados como monstruos, acusados de "violar, torturar y degollar fríamente a los niños"iv. La guerra actual y sus imágenes, la explotación de los cadáveres que yacen en el suelo, las imágenes de las ciudades devastadas, la multiplicación de las investigaciones internacionales sobre los "crímenes de guerra"v cometidos por el ejército ruso, el silencio casi total sobre las exacciones del ejército ucraniano en el lado occidental, la acumulación de burdos montajes en el lado ruso, todo ello acompañado de una ciber propaganda que llena la mente de humo, dan testimonio de una intensa y cotidiana guerra de información.
Por eso, aunque esta guerra sea considerada preocupante por las poblaciones occidentales, éstas pueden acabar apoyando insidiosamente el envío de "armas para Ucrania" con el fin de "dar una lección al invasor". En otras palabras: ¡alimentar la guerra y las masacres en nombre de una respuesta "legítima" y "defensiva"!
En esta guerra que golpea brutalmente a Europa, en la que la tierra quemada y la irracionalidad total revelan el completo absurdo de una aventura trágica y bárbara, las grandes potencias democráticas occidentales desempeñan ahora el hermoso papel de fiscal. Aparecen como "pacíficos", ante una especie de hechos consumados que no dependen de su propia voluntad, sino de la de un hombre, el frío y cínico dictador suicida Putin.
En realidad, como ya señaló Rosa Luxemburgo, todos los Estados, grandes o pequeños, son verdaderos bandidos que sólo defienden sus sórdidos intereses imperialistas, como también nos recuerda nuestro volante internacional: "Desde principios del siglo XX, la guerra permanente, con todos los terribles sufrimientos que engendra, se ha convertido en algo inseparable del sistema capitalista, un sistema basado en la competencia entre empresas y entre Estados, en el que la guerra comercial desemboca en la guerra armamentística, en el que el agravamiento de sus contradicciones económicas, de su crisis, atiza cada vez más los conflictos guerreros. Un sistema basado en la ganancia y la explotación feroz de los productores, donde éstos se ven obligados a pagar el precio de la sangre después de haber pagado el precio de su sudor”vi.
Evidentemente, si la responsabilidad de los rivales de Putin es más difícil de percibir tras las cortinas de humo de la propaganda occidental, no está menos presente. La acción de estas potencias imperialistas en el seno de la OTAN, suministrando armas a Ucrania en grandes cantidades, alimentando una guerra enconada, demuestra ampliamente su responsabilidad en la lógica irracional del militarismo, y la planificación masiva de la destrucción por las armas. Al frente de estos gánsteres, actores de la aceleración del desorden y el caos, el Estado imperialista de Biden no es el menos inteligente. Al atrapar a Rusia y a los aliados de Europa Occidental con sus declaraciones, dando implícitamente luz verde a Putin, expresó el maquiavelismo de su estrategia.
El hecho de empujar al adversario a entablar él mismo las hostilidades es un clásico. Esto ya lo mostró Alfred Rosmer a propósito de la Primera Guerra Mundial, citando a un antiguo senador, Jacques Bardoux, expresándose sobre las provocaciones que llevaron a Alemania a atacar primero: "¿Cuándo una guerra es ofensiva o defensiva? Los epítetos se prestan a mil interpretaciones. Son la expresión de opiniones móviles y cambiantes. Cuando un diplomático es hábil, la guerra que provoca nunca es ofensiva. Parece que se defiende cuando ataca"vii.
A través del cordón sanitario que la OTAN ha erigido alrededor de Rusia desde el colapso de la URSS, a través del deseo de incorporar a la Alianza a nuevos países como Finlandia y Suecia, el gobierno de Biden, al igual que sus aliados europeos occidentales momentáneos y forzados, "parece que se defiende cuando ataca". Esa es su fuerza. Pero al mismo tiempo, esta empresa criminal es expresión de una debilidad histórica más fundamental, ya que la dinámica del militarismo trae consigo el caos, la irracionalidad y la destrucción.
En realidad, todos los dirigentes de las potencias imperialistas opositoras que gritan horrorizados ante los abusos de Putin son los mismos que tienen las manos manchadas de sangre y terminan acelerando aún más la dinámica mortal del desorden mundial. Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, esas mismas potencias aliadas no eran en absoluto los "caballeros de la libertad" que pretendían ser, sino bárbaros actores del imperialismo que defendían sus propios y sórdidos intereses: "los occidentales no intervienen para destruir el nazismo ni para conjurar la amenaza de un régimen totalitario. Lo que está en juego es el equilibrio europeo"viii. En realidad, este "equilibrio europeo" no era más que una cuestión de equilibrio de poder entre gánsteres imperialistas.
Hoy, Europa se ve amenazada por un caos mayor en este vasto combate de intereses. Digan lo que digan, son las grandes potencias mundiales las que maniobran. Los mismos que en el pasado cometieron las peores exacciones, siempre en nombre del "bien". Pensemos en los "bombardeos estratégicos" de 1943, cuando los aliados lanzaron alfombras de bombas incendiarias sobre los barrios obreros de Dresde y Hamburgo, matando al menos a 250,000 personas. Más recientemente, no olvidemos que las fuerzas estadounidenses arrasaron ciudades enteras como Fallujha en Irak en 2004. Hoy en día, la amenaza atómica y el aterrador bombo de las armas nucleares no deben hacernos olvidar que quienes las utilizaron por primera vez en Japón estaban comprometidos con los mismos valores de "paz", "libertad" y "democracia". ¡Aunque no estaban en absoluto acorralados militarmente, estos mismos asesinos habían considerado seriamente en los años 1950 vitrificar a Corea con armas nucleares!
No hay que hacerse ilusiones, el capitalismo en descomposición sólo puede traer guerra y caos, destrucción, crisis, epidemias y todas las plagas. El proletariado no debe olvidar el lavado de cerebro que ha sufrido durante todas las guerras del pasado. Hoy, debe repeler absolutamente la propaganda de lavado de cerebro de todos los beligerantes y la de los belicistas que los acompañan. Los que se dejan engañar pueden pensar que los suministros de armas a Ucrania son una "solución", aunque insatisfactoria, porque el proletariado no es capaz de detener la guerra inmediatamente. Pero, lejos de evitar el sufrimiento, esta opción sólo puede alimentar la ola de asesinatos al dinamizar las fuerzas destructivas de las que ambos bandos son responsables como agentes del capitalismo. Sólo la conciencia de clase y las lecciones del pasado permiten a los revolucionarios denunciar las mentiras de la burguesía para que el proletariado pueda evitar quedar atrapado en la lógica de la guerra y pueda así, desarrollar su lucha de clase.
WH, 11 de junio de 2022
i A diferencia del proletariado de Ucrania, que ha sido golpeado y reclutado, y del proletariado de Rusia, que es extremadamente frágil y muy permeable, el proletariado de Europa Occidental, aunque es incapaz, por el momento, de poner fin al conflicto, no está dispuesto a aceptar el sacrificio de miles de víctimas cada día.
ii Anne Morelli, Principios básicos de la Propaganda de guerra (2001).
iii Este fue el caso, por poner algunos ejemplos, de Saddam Hussein, que se transformó de la noche a la mañana en el "carnicero de Bagdad", de Milosevic en Serbia durante la Guerra de la ex-Yugoslavia, y ahora de Putin.
iv "Nacimiento de la democracia totalitaria”, Revista Internacional nº 155 (verano de 2015).
v Concepto jurídico que legitima la barbarie bélica ordinaria haciendo olvidar que la propia guerra es un verdadero crimen del capitalismo.
vi Véase nuestro volante internacional: https://es.internationalism.org/content/4793/conflicto-imperialista-en-u... [2]
vii Alfred Rosmer, El movimiento obrero durante la Primera Guerra Mundial (1936-1959). También hay que señalar que el argumento "defensivo" fue utilizado por todos los social-traidores en 1914 (la socialdemocracia) para desarmar al proletariado y reclutarlo mejor para la guerra.
viii Philippe Masson, Una guerra total (1990).
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Mientras Rusia no deja de lanzar alfombras de bombas sobre las ciudades ucranianas, al final de la reunión del G7, organizada en el bucólico marco de los Alpes bávaros, el 28 de junio, los representantes de las grandes potencias "democráticas" repitieron en su corazón: "¡Rusia no puede ni debe ganar!" (Macron), falsamente indignados ante el horror de los combates, las decenas de miles de muertos, los millones de refugiados, la destrucción sistemática de ciudades enteras, la ejecución de civiles, el irresponsable bombardeo de centrales nucleares y las considerables consecuencias económicas para todo el planeta. Al fingir el miedo, esta banda de cínicos también pretendía ocultar la responsabilidad muy real de Occidente en esta masacre, en particular la acción desestabilizadora de Estados Unidos que, en sus intentos por contrarrestar el declive de su liderazgo mundial, no dudó en azuzar el caos y la barbarie a las puertas del centro histórico del capitalismo.
Hoy, Estados Unidos y otras potencias occidentales se presentan como campeones de la paz, de la democracia y de la pobre e inocente Ucrania que se enfrenta al vil ataque del ogro ruso. Aunque los horrores del imperialismo ruso son más difíciles de disimular, ni Estados Unidos ni Ucrania tienen un pedigrí de "caballero blanco". Por el contrario, han desempeñado un papel activo en el desencadenamiento y la perpetuación de la masacre.
La burguesía ucraniana, corrupta hasta los huesos, ya había saboteado los acuerdos de paz de Minsk de 2014, que implicaban, entre otras cosas, cierta autonomía para el Donbass y la protección de la lengua rusa en Ucrania. Ahora es especialmente intransigente y belicosa con Rusia, y algunas facciones se plantean incluso la reconquista de Crimea.
Pero la política estadounidense es mucho más hipócrita y calculadora. A principios de los años 90, Estados Unidos había prometido "informalmente" a Moscú que no aprovecharía la implosión del bloque del Este para extender su influencia a las fronteras de Rusia. Sin embargo, no dudó en integrar a los países del antiguo bloque oriental en su esfera de influencia uno por uno, al igual que no dudó en armar masivamente a Taiwán y en apoyar sus intentos de distanciarse de Pekín tras prometer que respetaría el principio de "una sola China". La política de Estados Unidos hacia Ucrania, por tanto, no tiene nada que ver con la defensa de la viuda y el huérfano o de la democracia, ni con los hermosos principios humanitarios que ningún país duda en revolcar en la sangre y el barro por la defensa de sus sórdidos intereses imperialistas.
Al desafiar a Putin a invadir Ucrania (y empujarlo a hacerlo diciendo que no intervendrían), arrastrándolo a una guerra a gran escala, Estados Unidos, mediante una maniobra maquiavélica, se ha anotado momentáneamente puntos importantes en la arena imperialista, porque la estrategia estadounidense apunta sobre todo a contrarrestar el irremediable declive de su liderazgo en el mundo.
La burguesía estadounidense pudo así restablecer el control de la OTAN sobre los imperialismos europeos. Mientras que esta organización parecía estar en perdición, "en muerte cerebral" según Macron, la guerra de Ucrania permitió el regreso al primer plano de este instrumento de subordinación de los imperialismos europeos a los intereses estadounidenses[1]. Washington ha aprovechado la invasión rusa para llamar al orden a los "aliados" europeos contestatarios: Alemania, Francia e Italia se han visto obligados a cortar sus vínculos comerciales con Rusia y a poner en marcha apresuradamente las inversiones militares que Estados Unidos lleva exigiendo desde hace 20 años.
Del mismo modo, Estados Unidos está asestando golpes decisivos al poder militar de Rusia. Pero detrás de Rusia, Estados Unidos apunta básicamente a China y la colocan bajo su presión. El objetivo de fondo de la maniobra maquiavélica de Estados Unidos es continuar la contención de China, iniciada en el Pacífico, debilitando la relación ruso-china. El golpe a Rusia con la ayuda militar estadounidense al ejército ucraniano es una clara advertencia para Pekín. China no ha dejado de reaccionar de forma vergonzosa ante la invasión rusa: aunque desaprueba las sanciones, Pekín evita cruzar la línea roja que le significaría sanciones estadounidenses. Además, el conflicto ucraniano permite bloquear una amplia zona, desde el Báltico hasta el Mar Negro, indispensable para el despliegue de las "nuevas rutas de la seda", que es sin duda un objetivo importante de la maniobra estadounidense.
Independientemente de la facción de la burguesía que esté en el gobierno, desde el inicio del periodo de descomposición, los Estados Unidos, en su afán de defender su decadente supremacía, ha sido la principal fuerza para extender el caos y la barbarie guerra a través de sus intervenciones y maniobras: ha creado el caos en Afganistán, Irak y ha favorecido la eclosión tanto de Al Qaeda como de Daesh. En el otoño de 2021, agitaron conscientemente las tensiones con China en torno a Taiwán con el fin de reunir a las demás potencias asiáticas en su apoyo. Su política en Ucrania no es diferente hoy en día, aunque su maquiavélica estrategia les permite presentarse como una nación pacífica que se opone a la agresión rusa. Con su abrumadora supremacía militar, Estados Unidos está fomentando el caos guerrero como la barrera más eficaz contra el despliegue de China como contrincante. Pero, lejos de estabilizar la situación mundial, esta política intensifica la barbarie bélica y exacerba los enfrentamientos imperialistas de todas las partes y en un contexto caótico, imprevisible y particularmente peligroso.
Al poner a Rusia contra las cuerdas, Washington está intensificando las amenazas de caos y barbarie guerrera en Europa. La guerra en Ucrania está provocando pérdidas cada vez más calamitosas para Rusia. Sin embargo, Putin no puede detener las hostilidades a estas alturas porque necesita trofeos a toda costa para justificar la operación a nivel interno y salvar lo que pueda quedar del prestigio militar de Rusia, todo ello sin renunciar a sustraer este territorio altamente estratégico de la influencia estadounidense. Por otro lado, cuanto más se eternice la guerra, más se erosionará el poder militar y la economía de Rusia. Estados Unidos no tiene ningún interés en fomentar el cese de las hostilidades, aunque ello suponga sacrificar cínicamente a la población de Ucrania. En las condiciones actuales, la carnicería sólo puede continuar y la barbarie expandirse, probablemente durante meses o incluso años, en formas especialmente sangrientas y peligrosas, como la amenaza que suponen las armas nucleares "tácticas".
Al restablecer el yugo de la OTAN, Estados Unidos también está exacerbando las ambiciones imperialistas y el militarismo de las burguesías europeas. Si los países europeos pudieron alimentar la ilusión después de 1989 de que podían llevar a cabo su política imperialista basándose principalmente en sus activos económicos, la presidencia de Trump y más claramente aún la política agresiva de la administración Biden, basadas en la superioridad militar de Estados Unidos, que ahora se materializa en Ucrania, les hace tomar conciencia de su dependencia en el plano militar y, por tanto, de la urgencia de reforzar su política de armamento, aunque, en un primer momento, no puedan distanciarse demasiado claramente de la OTAN. La decisión de Alemania de rearmarse masivamente, duplicando, así, su presupuesto militar, es un hecho imperialista importante a medio plazo, ya que Alemania había mantenido unas fuerzas armadas modestas desde la Segunda Guerra Mundial. Las disensiones en el seno de la OTAN se manifiestan ya entre un polo "intransigente" que quiere "poner de rodillas a Putin" (Estados Unidos, Gran Bretaña y Polonia, los países bálticos) y un polo más "conciliador" ("todo esto debe terminar en negociaciones", "hay que evitar humillar a Rusia").
Al aumentar la presión sobre China, la burguesía estadounidense también aumenta, además, el riesgo de nuevos enfrentamientos bélicos. La crisis ucraniana tiene consecuencias peligrosamente desestabilizadoras para el posicionamiento imperialista del principal contrincante de Estados Unidos. Pekín sigue aplicando una política de apoyo formal a Putin sin comprometerse, pero la guerra está teniendo un fuerte impacto en sus "nuevas rutas de la seda" y en los contactos con los países centroeuropeos que China había conseguido seducir. Esto ocurre en un momento en que la desaceleración de su economía es cada vez más evidente, con un crecimiento estimado actualmente en el 4,5% del PIB. Mientras Estados Unidos no duda en acentuar estas dificultades y explotarlas en su enfrentamiento con Pekín, la situación exacerba las tensiones en el seno de la burguesía china y acentúa el riesgo de una aceleración de los enfrentamientos en el plano económico e incluso militar.
La ausencia de toda motivación económica para las guerras fue evidente en cuanto el capitalismo entró en decadencia: "La guerra fue el medio indispensable para que el capitalismo abriera posibilidades de desarrollo ulterior, en el momento en que estas posibilidades existían y sólo podían abrirse por medio de la violencia. Del mismo modo, el colapso del mundo capitalista, habiendo agotado históricamente todas las posibilidades de desarrollo, encuentra en la guerra moderna, la guerra imperialista, la expresión de este colapso que, sin abrir ninguna posibilidad de desarrollo ulterior para la producción, no hace más que engullir hacia el abismo las fuerzas productivas y acumular ruina sobre ruina a un ritmo acelerado”[2].
El conflicto de Ucrania es un vivo ejemplo de cómo la guerra no sólo ha perdido su función económica, sino también de cómo la carrera hacia el caos bélico está reduciendo cada vez más las ganancias estratégicas de la guerra. Por ejemplo, Rusia se ha embarcado en una guerra en nombre de la defensa de los rusoparlantes, pero está masacrando a decenas de miles de civiles en regiones predominantemente rusoparlantes, al tiempo que convierte estas ciudades y regiones en ruinas y sufre ella misma considerables pérdidas materiales y de infraestructura. Si, en el mejor de los casos, al final de esta guerra captura el Donbass y el sureste de Ucrania, habrá conquistado un campo de ruinas (el coste de la reconstrucción se estima actualmente en 750,000 millones de euros), una población que le odia y habrá sufrido un importante revés estratégico en cuanto a sus ambiciones de gran potencia.
En cuanto a Estados Unidos, en su política de contención de China, se ha visto abocado a fomentar una cínica política de "tierra quemada", lo que ha provocado una inconmensurable explosión de caos a nivel económico, político y militar. La irracionalidad de la guerra nunca ha sido tan evidente.
Esta tendencia al aumento de la irracionalidad de los enfrentamientos bélicos va de la mano de la creciente irresponsabilidad de las fracciones gobernantes que llegan al poder, como ilustran la irresponsable aventura de Bush hijo y los "neo-cons" en Irak en 2003, la de Trump de 2018 a 2021 o la facción en torno a Putin en Rusia. Son la emanación de la exacerbación del militarismo y de la pérdida de control de la burguesía sobre su aparato político, lo que puede llevar a un aventurerismo fatal, a largo plazo, para estas facciones, pero con el peligro, sobre todo, para la humanidad.
Al mismo tiempo, las consecuencias de la guerra para la situación económica de muchos países son dramáticas. Rusia es un importante proveedor de fertilizantes y energía, Brasil depende de sus fertilizantes para sus cultivos. Ucrania es un gran exportador de productos agrícolas, y es probable que suban los precios de productos básicos como el trigo. Estados como Egipto, Turquía, Tanzania o Mauritania dependen al 100% del trigo ruso o ucraniano y están al borde de una crisis alimentaria. Sri Lanka y Madagascar, ya sobreendeudados, están en bancarrota. Según el secretario general de la ONU, la crisis ucraniana corre el riesgo de "empujar hasta 1,700 millones de personas (más de una quinta parte de la humanidad) a la pobreza, la indigencia y el hambre". Las consecuencias económicas y sociales serán mundiales e incalculables: empobrecimiento, miseria, hambre...
Lo mismo ocurre con las amenazas ecológicas para el planeta. Los combates que asolan Ucrania, país que cuenta con la tercera central nuclear de Europa, en una región con una industria envejecida, herencia de la época "soviética", presentan enormes riesgos de catástrofes ecológicas y nucleares. Pero, de forma más general, en Europa y en el mundo, si oficialmente la transición energética sigue siendo la prioridad, la necesidad de deshacerse de los combustibles rusos y de responder a la subida de los precios de la energía empujan a las principales economías a tratar ya de reactivar la producción de carbón, petróleo, gas y energía nuclear. Alemania, los Países Bajos y Francia ya han anunciado medidas en este sentido.
La imprevisibilidad del desarrollo de los enfrentamientos, las posibilidades de que se les vaya de las manos, que son más fuertes que durante la Guerra Fría, marcan la actual fase de descomposición y constituyen una de las dimensiones especialmente preocupantes de esta aceleración del militarismo. Más que nunca, la actual barbarie guerrera pone de manifiesto la actualidad para la humanidad de la alternativa "socialismo o destrucción de la humanidad". En lugar de la muerte y la barbarie capitalista: ¡el socialismo!
R. Havannais, 4 de julio de 2022
[1] Ver Cumbre de la OTAN en Madrid: Una cumbre por y para la guerra https://es.internationalism.org/content/4839/cumbre-de-la-otan-en-madrid-una-cumbre-por-y-para-la-guerra [8]
[2] Las verdaderas causas de la Segunda Guerra Mundial, INTERNATIONALISME 1945, https://es.internationalism.org/revista-internacional/198910/2140/internationalisme-1945-las-verdaderas-causas-de-la-segunda-guerra- [9]
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En marzo de 2022 publicamos una primera declaración sobre la guerra en Ucrania del grupo anarcosindicalista KRAS en Rusia, una valiente expresión de internacionalismo contra ambos bandos de esta guerra imperialista.i También publicamos un artículo sobre la incoherencia de la respuesta anarquista a la guerra, que incluye auténticas posiciones internacionalistas como las de KRAS, pero también declaraciones abiertamente burguesas a favor de la defensa militar de Ucrania, e incluso la participación directa en el esfuerzo bélico ucraniano de las "milicias" anarquistas.ii El grupo Bandera Negra de Ucrania, por ejemplo, ha creado su propio pelotón dentro de las fuerzas de defensa territorial creadas por el Estado ucraniano. Y mientras habla del anarco comunismo en el futuro, no puede ocultar su apoyo a la nación en este momento: "Gracias por el apoyo y por la lucha por la libertad en algunos batallones ucranianos. La verdad gana, así que Ucrania ganará".iii Y en la propia Rusia hay anarquistas como el grupo Anarchist Fighter que se declaran contrarios al régimen de Putin e incluso piden la derrota del imperialismo ruso en esta guerra, pero que también afirman que "En cuanto a Ucrania, su victoria también allanará el camino para el fortalecimiento de la democracia de base - después de todo, si se logra, sólo será a través de la auto organización popular, la autoayuda y la resistencia colectiva” iv. Esto es una distorsión descarada de la consigna de Lenin de la Primera Guerra Mundial de "derrotismo revolucionario": cuando Lenin insistió en la necesidad de la lucha de clases contra el régimen zarista, aunque significara la derrota militar de Rusia, nunca significó apoyar al bando contrario dirigido por el imperialismo alemán. Mientras que el apoyo a la victoria ucraniana que proponen estos anarquistas sólo puede significar el apoyo a la maquinaria de guerra de la OTAN.
La presente declaración del KRAS muestra claramente que los defensistas están totalmente del lado del orden capitalista. En este caso, algunos de ellos no sólo han calumniado a los camaradas del KRAS calificándolos como lacayos de Putin por su oposición al nacionalismo ucraniano, sino que, al publicar sus nombres y direcciones, los han expuesto directamente a la represión de las fuerzas de seguridad rusas. Publicamos esta nueva declaración del KRAS como una declaración básica de solidaridad con estos camaradas.
ICC
La sección de la Asociación Internacional de Trabajadores de la Región Rusa llama a boicotear a los provocadores e informantes que se esconden tras el nombre de "anarquistas" y denuncian a los militantes de nuestra organización.
Nuestra posición contra la guerra emprendida por las oligarquías capitalistas para la redistribución del "espacio postsoviético" cuenta con la comprensión y el apoyo de los internacionalistas anarquistas de Ucrania, Moldavia y Lituania, con los que mantenemos contactos.
Pero desde el principio de la guerra ruso-ucraniana, los llamados "anarquistas", que han abandonado la tradicional posición internacionalista anarquista de la derrota de todos los estados y naciones y apoyan a una de las partes en conflicto, han lanzado una campaña de desprestigio contra nuestra organización.
Por ejemplo, los antiguos anarquistas Anatoly Dubovik y Oleksandr Kolchenko, que viven en Ucrania, publicaron los nombres y direcciones de nuestros activistas en Internet. El primero escribió el texto correspondiente, y el segundo le dio su cuenta de Facebook para publicarlo y lo aprobó. El pretexto fue que nuestra organización adopta una posición internacionalista coherente y condena tanto la invasión rusa de Ucrania como el nacionalismo ucraniano y la política expansionista del bloque de la OTAN.
El Sr. Dubovik y el Sr. Kolchenko han tratado de calumniar descarada y descaradamente a nuestra sección del WIL, intentando sin razón atribuirnos una posición defensora del Kremlin. Además, admiten que pedimos a los soldados ucranianos y rusos que se nieguen a luchar.
Esto significa que estos falsos anarquistas, al publicar las direcciones de los activistas antiguerra ubicados en Rusia, están incitando directamente a los servicios secretos y a los matones nacionalistas rusos contra ellos como opositores a la guerra, ¡para que se encarguen de ellos! En el contexto actual de acoso, despidos, amenazas y represalias físicas contra quienes son hostiles a los militares en Rusia, estas acciones equivalen a una verdadera denuncia de irregularidades e indican directamente hacia dónde deben dirigirse las fuerzas represivas.
Una vez más, los nacionalistas de ambos lados del frente, siguiendo la lógica de "quien no está con nosotros está contra nosotros", están dispuestos a destruir conjuntamente a sus principales oponentes, los internacionalistas que se niegan a elegir entre los Estados en guerra y las camarillas burguesas, entre la peste y el cólera.
Los anarquistas de todo el mundo deberían ser conscientes de los vergonzosos actos de los provocadores-informadores y negarse de una vez por todas a tener nada que ver con ellos, echarlos del medio anarquista para siempre y devolverlos a sus jefes y amos del servicio secreto y la policía secreta.
Esta declaración fue aprobada por los miembros de KRAS-AIT en un referéndum.
KRAS-AIT, 8 de junio de 2022
i "Una declaración internacionalista en Rusia", en el sitio web de la CCI (marzo de 2022).
ii "Los anarquistas y la guerra: entre el internacionalismo y la 'defensa de la nación'", en la página 8 de este número.
iii "Los anarquistas ucranianos participan en la ayuda a la población masacrada de los suburbios de Kiev", Libcom.org.
iv "Anarquistas rusos sobre la invasión de Ucrania".
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Enough is enough, ¡Ya basta! Este es el grito que se ha extendido a los cuatro vientos, de huelga en huelga, en las últimas semanas en el Reino Unido. Este movimiento masivo llamado "El Verano de la Ira", en referencia al "Invierno de la Ira" de 1979, involucra a los trabajadores de más y más sectores cada día: los trenes, el metro de Londres, British Telecom, Correos, la asistencia sanitaria, los estibadores de Felixstowe (un puerto vital en Gran Bretaña), los recolectores de basura y los conductores de autobús en diferentes partes del país, Amazon, etc. Hoy conductores de autobús, trabajadores del transporte, mañana trabajadores de la salud y profesores.
Todos los periodistas y comentaristas señalan que este es el mayor movimiento de la clase trabajadora en este país desde hace décadas; hay que remontarse a las enormes huelgas de 1979 para encontrar un movimiento tan grande y masivo. Un movimiento de esta envergadura en un país tan importante como el Reino Unido no es un acontecimiento "local". Es un acontecimiento de importancia internacional, un mensaje para los explotados de todos los países.
Década tras década, como e incluso más que en otros países desarrollados, los sucesivos gobiernos británicos han atacado implacablemente las condiciones de vida y de trabajo con un leitmotiv: precarizar y flexibilizar en nombre de la competitividad y el beneficio nacionales. Las agresiones han alcanzado tal nivel en los últimos años que la mortalidad infantil en este país ha experimentado "un aumento sin precedentes" desde 2014 (según la revista médica BJM Open).
Por eso la actual explosión de la inflación es un tsunami. Con un 10,1% de incremento interanual de los precios en julio, un 13% previsto en octubre y un 18% en enero, los estragos son devastadores. "Muchas personas podrían verse obligadas a elegir entre renunciar a las comidas para calentar sus casas o vivir en el frío y la humedad", advirtió el NHS. Con la subida de los precios del gas y la electricidad en un 54% el 1 de abril y en un 78% el 1 de octubre, la situación es efectivamente insostenible.
El nivel de movilización de los trabajadores británicos está por fin a la altura de los ataques que sufren, mientras que en las últimas décadas no han encontrado la fuerza para responder a ellos, todavía noqueados desde los años de Thatcher.
En el pasado, los trabajadores británicos estaban entre los más combativos del mundo. Basándose en el número de días de huelga, el "invierno de la ira" de 1979 fue el movimiento más masivo después de mayo de 1968 en Francia, incluso por encima del "otoño caliente" de 1969 en Italia. Esta enorme combatividad fue la que el gobierno de Margaret Thatcher consiguió sofocar de forma duradera infligiendo una serie de amargas derrotas a los trabajadores, especialmente durante la huelga de mineros de 1985. Esta derrota marcó un punto de inflexión, el del prolongado reflujo de la combatividad obrera en el Reino Unido; incluso anunció el reflujo general de la combatividad obrera en el mundo. Cinco años más tarde, en 1990, el colapso de la URSS, presentada fraudulentamente como un régimen "socialista", y el no menos falso anuncio de la "muerte del comunismo" y el "triunfo definitivo del capitalismo" terminaron de noquear a los trabajadores de todo el mundo. Desde entonces, desprovistos de perspectiva, con su confianza y su identidad de clase dañadas, se ven cada vez más sometidos, en el Reino Unido incluso más que en otros lugares, a los ataques de todos los gobiernos sin poder defenderse realmente. Las manifestaciones masivas en Francia han sido a menudo la excepción en los últimos años.
Pero la rabia se ha acumulado y hoy, frente a los ataques de la burguesía, la clase obrera del Reino Unido demuestra que está de nuevo dispuesta a luchar por su dignidad, a rechazar los sacrificios que constantemente impone el capital. Y una vez más, es el reflejo más significativo de la dinámica internacional: el pasado invierno, las huelgas habían comenzado a estallar en España y Estados Unidos; este verano, Alemania y Bélgica también han experimentado paros; para los próximos meses, todos los comentaristas anuncian "una situación social explosiva" en Francia e Italia. Es imposible predecir dónde y cuándo la combatividad de los trabajadores volverá a manifestarse masivamente en un futuro próximo, pero una cosa es cierta, la magnitud de la actual movilización obrera en el Reino Unido es un hecho histórico importante: los días de pasividad y sumisión han terminado. Las nuevas generaciones de trabajadores están levantando la cabeza.
La importancia de este movimiento no se limita al hecho de que pone fin a un largo periodo de pasividad. Estas luchas se desarrollan en un momento en el que el mundo se enfrenta a una guerra imperialista a gran escala, una guerra que enfrenta a Rusia con Ucrania sobre el terreno, pero que tiene un alcance global con, en particular, una movilización de los países miembros de la OTAN. Una movilización armamentística, pero también económica, diplomática e ideológica. En los países occidentales, los gobiernos piden sacrificios para "defender la libertad y la democracia". En concreto, esto significa que los proletarios de estos países tienen que apretarse aún más el cinturón para "mostrar su solidaridad con Ucrania", en realidad con la burguesía ucraniana y la de los países occidentales.
Los gobiernos justifican sin pudor sus ataques esgrimiendo la catástrofe del calentamiento global y los riesgos de escasez de energía y alimentos ("la peor crisis alimentaria de la historia", según el secretario general de la ONU). Llaman a la "sobriedad" y anuncian el fin de la "abundancia" (por utilizar las inicuas palabras del presidente francés Macron). Pero, al mismo tiempo, están volviendo a forzar su economía de guerra: ¡el gasto militar mundial ha alcanzado los 2.113.000 millones de dólares en 2021! Mientras que el Reino Unido se encuentra entre los cinco primeros estados en términos de gasto militar, desde el estallido de la guerra en Ucrania, todos los países del mundo han acelerado su carrera armamentística, incluida Alemania, ¡una primicia desde 1945!
Los gobiernos piden "sacrificios para luchar contra la inflación". Se trata de una farsa siniestra cuando lo único que hacen es agravar la situación con la explosión de los gastos de guerra. Este es el futuro que prometen el capitalismo y sus burguesías nacionales competidoras: más guerras, más explotación, más destrucción, más miseria.
Esto es también lo que las huelgas proletarias en el Reino Unido llevan en germen, aunque los trabajadores no siempre sean plenamente conscientes de ello: el rechazo a sacrificarse cada vez más por los intereses de la clase dominante, el rechazo a sacrificarse por la economía nacional y por el esfuerzo bélico, el rechazo a aceptar la lógica de este sistema que conduce a la humanidad hacia la catástrofe y, en última instancia, a su destrucción.
Esta es la única alternativa: el socialismo o la destrucción de la humanidad.
Esta capacidad de levantar la cabeza es aún más sorprendente si se tiene en cuenta que la clase trabajadora del Reino Unido ha sido apaleada en los últimos años por la ideología populista, que enfrenta a los explotados, los divide en "locales" y "extranjeros", negros y blancos, hombres y mujeres, hasta el punto de creer que la insularidad del Brexit podría ser la solución.
Pero hay otras trampas mucho más perniciosas y peligrosas puestas por la burguesía en el camino de las luchas proletarias.
La gran mayoría de las huelgas actuales han sido convocadas por los sindicatos, que se presentan como la organización indispensable para organizar la lucha y defender a los explotados. Los sindicatos son indispensables, sí, pero para defender a la burguesía y organizar la derrota de la clase obrera.
Basta con recordar hasta qué punto la victoria de Thatcher fue posible gracias al trabajo de zapa de los sindicatos. En marzo de 1984, cuando se anunciaron brutalmente 20.000 recortes de puestos de trabajo en la industria del carbón, la reacción de los mineros fue fulminante: el primer día de huelga se cerraron 100 pozos de los 184 existentes. Los huelguistas fueron inmediatamente rodeados por el corsé de hierro de los sindicatos. Los sindicatos de trabajadores y marineros apoyaron platónicamente el movimiento. El poderoso sindicato de estibadores se contentó con dos convocatorias de huelga tardías. El TUC (la central sindical nacional) se negó a apoyar la huelga. Los sindicatos de electricistas y siderúrgicos se opusieron. En resumen, los sindicatos sabotearon activamente cualquier posibilidad de lucha conjunta. Pero, sobre todo, el sindicato de los trabajadores mineros, el NUM (National Union of Mineworkers), hizo el trabajo sucio confinando a los mineros en batallas campales con la policía en un intento de evitar que el carbón salga de las coquerías (¡más de un año!) . Gracias a este sabotaje sindical, a estas ocupaciones estériles e interminables, la represión política pudo caer con mayor violencia. Esta derrota fue la derrota de toda la clase obrera.
Si hoy, en el Reino Unido, esos mismos sindicatos utilizan un lenguaje radical y pretenden abogar por la solidaridad entre sectores, blandiendo incluso la amenaza de una huelga general, es porque se ciñen a las preocupaciones de la clase obrera, intentan captar lo que mueve a los trabajadores, su rabia, su combatividad y su sentimiento de que hay que luchar juntos, para esterilizar y desviar mejor esa dinámica. En realidad, sobre el terreno, orquestan huelgas separadas; detrás de la consigna unitaria de salarios más altos para todos, encierran y dividen en negociaciones corporativistas; sobre todo, se cuidan mucho de evitar cualquier discusión real entre los trabajadores de los diferentes sectores. No hay verdaderas asambleas generales interprofesionales en ninguna parte. Por eso no hay que dejarse engañar cuando Lizz Truss, la favorita para sustituir a Boris Johnson dice que "no dejará" que el Reino Unido "sea secuestrado por sindicalistas militantes" si llega a ser primera ministra. Simplemente está siguiendo los pasos de su modelo, Margaret Thatcher; está dando credibilidad a los sindicatos como los representantes más combativos de los trabajadores, para llevar mejor a la clase obrera a la derrota conjunta.
En Francia, en 2019, ante el aumento de la combatividad y el auge de la solidaridad entre generaciones, los sindicatos ya habían utilizado la misma estratagema abogando por la "convergencia de las luchas", un falso movimiento unitario, en el que los manifestantes que marchaban en la calle se troceaban por sectores y por empresas.
En el Reino Unido, como en otros lugares, para construir una relación de fuerzas que nos permita resistir los constantes ataques a nuestras condiciones de vida y de trabajo, que mañana serán aún más violentos, debemos, siempre que podamos, reunirnos para debatir y proponer los métodos de lucha que han hecho fuerte a la clase obrera y le han permitido, en determinados momentos de su historia, hacer tambalear a la burguesía y a su sistema:
- la búsqueda de apoyo y solidaridad más allá de "la propia" corporación, "la propia" empresa, "el propio" sector de actividad, "la propia" ciudad, "la propia" región, "el propio" país;
- la organización autónoma de la lucha de los trabajadores, en particular a través de asambleas generales, sin dejar el control a los sindicatos, los llamados "especialistas" en las luchas y su organización
- la discusión más amplia posible sobre las necesidades generales de la lucha, sobre las lecciones que hay que sacar de los combates y también de las derrotas, porque habrá derrotas, pero la mayor derrota es sufrir los ataques sin reaccionar, Entrar en lucha es la primera victoria de los explotados.
Si el regreso de las huelgas masivas en el Reino Unido marca el retorno de la combatividad del proletariado mundial, también es vital que se superen las debilidades que firmaron su derrota en 1985: el corporativismo y la ilusión sindical. ¡La autonomía de la lucha, la unidad y la solidaridad son los hitos indispensables en la preparación de las luchas del mañana!
Y para ello, tenemos que reconocernos como miembros de una misma clase, una clase unida por la solidaridad en la lucha: el proletariado. Las luchas de hoy son indispensables no sólo para defendernos de los ataques sino también para reconquistar esta identidad de clase a escala mundial, para preparar el derrocamiento de este sistema sinónimo de miseria y de catástrofes de todo tipo.
En el capitalismo no hay solución: ni a la destrucción del planeta, ni a las guerras, ni al paro, ni a la precariedad, ni a la miseria. Sólo la lucha del proletariado mundial sostenida por todos los oprimidos y explotados del mundo puede abrir el camino a una alternativa.
La lucha de los obreros ingleses, las huelgas en el Reino Unido son una llamada a la acción para los proletarios de todos los países
Corriente Comunista Internacional 31 de agosto 2022
Estamos difundiendo esta hoja en todos los países en los que nuestros militantes están presentes. Pedimos apoyo a todos los que quieran contribuir a la extensión de las luchas obreras y les animamos a que la difundan y tomen contacto con nosotros. También estamos organizando reuniones públicas abiertas a todos los que deseen reunirse y debatir con la CCI para seguir reflexionando sobre las cuestiones que están en juego en la situación. Escriban a nuestro dirección mail: [email protected] [13]
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En continuidad con los documentos de discusión publicados después del 23º Congreso de la CCI1, publicamos otras contribuciones que expresan divergencias con la Resolución sobre la situación internacional del 24º Congreso de la CCI2. Al igual que en la anterior contribución del camarada Steinklopfer, las divergencias se refieren a la comprensión de nuestro concepto de descomposición, a las tensiones interimperialistas y a la amenaza de guerra, así como a la relación de fuerzas entre el proletariado y la burguesía. Para evitar más retrasos relacionados con la presión de los acontecimientos actuales, publicamos las nuevas contribuciones de los camaradas Ferdinand y Steinklopfer sin una respuesta que defienda la posición mayoritaria en la CCI, pero sin duda responderemos a este texto a su debido tiempo. Debemos señalar que estas contribuciones fueron escritas antes de la guerra en Ucrania.
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En el 24º Congreso Internacional presenté una serie de enmiendas a la resolución sobre la situación internacional. Su orientación general es la de una mayor elaboración de las divergencias que presenté, en forma de enmiendas, en el anterior, el 23º Congreso. Algunas de ellas fueron aceptadas por el Congreso, otras fueron rechazadas porque el Congreso consideró necesario tomarse un tiempo para discutirlas más antes de votarlas. Aunque se reproducen algunas de estas últimas enmiendas, este artículo se centrará principalmente en las que fueron rechazadas porque el Congreso no estaba de acuerdo con su contenido. Estas divergencias afectaban sobre todo a dos de las dimensiones esenciales del análisis de la situación mundial: las tensiones imperialistas y la relación global de fuerzas de clase entre la burguesía y el proletariado. Pero hay un hilo rojo que une muchos de estos desacuerdos y que gira en torno a la cuestión de la descomposición. Aunque toda la organización comparte nuestro análisis de la descomposición como fase terminal del capitalismo, cuando se trata de aplicar este marco a la situación actual, salen a la luz diferencias de interpretación. En lo que todos estamos de acuerdo es en que esta fase terminal no sólo fue inaugurada por, sino que tiene sus raíces más profundas en, la incapacidad de cualquiera de las dos clases principales de la sociedad para abrir una perspectiva para la humanidad en su conjunto, para unir a grandes partes de la sociedad ya sea detrás de la lucha por la revolución mundial (el proletariado) o detrás de la movilización para la guerra generalizada (la burguesía). Pero, para la organización, parece haber una segunda fuerza motriz esencial de esta fase terminal, que es la tendencia de cada uno contra todos: entre Estados, dentro de la clase dominante de cada Estado nacional, dentro de la sociedad burguesa en general. Sobre esta base, la CCI, en lo que se refiere a las tensiones imperialistas, tiende a subestimar la tendencia a la bipolaridad entre dos Estados ladrones principales, la tendencia a la formación de alianzas militares entre los Estados, así como subestima el peligro creciente de enfrentamientos militares directos entre las grandes potencias, que contiene una dinámica potencial hacia una especie de tercera guerra mundial que podría acabar con la humanidad. Sobre esta misma base, la CCI tiende hoy, en lo que respecta a la relación de fuerzas de clase, a subestimar la gravedad de la actual pérdida de perspectiva revolucionaria por parte del proletariado, llevando a la organización a suponer que la clase obrera puede recuperar su identidad de clase y su perspectiva comunista esencialmente a través de las luchas obreras defensivas.
Por mi parte, aunque estoy de acuerdo en que el cada uno burgués contra todos es una característica muy importante de la descomposición, que jugó un papel muy importante en la inauguración de la fase de descomposición con la desintegración del orden mundial imperialista posterior a la Segunda Guerra Mundial en 1989, no estoy de acuerdo en que sea una de sus principales causas. Se trata más bien de que la burguesía por sí misma es una tendencia permanente y fundamental del capitalismo a lo largo de su existencia (en determinadas circunstancias llega incluso hasta la fragmentación y corrosión del propio Estado burgués), al igual que es fundamental y permanente la contratendencia de la unión de las fuerzas nacionales burguesas -de la que el Estado de clase es el principal instrumento-, que llega hasta la tendencia al totalitarismo capitalista de Estado en la época del capitalismo decadente. Para mí, la incapacidad tanto de la burguesía como del proletariado de imponer una solución a la crisis que amenaza la existencia misma de nuestra especie es el factor esencial de la fase de descomposición, en particular a partir de 1989, y no la tendencia de cada uno contra todos. Al contrario, yo diría que la brutalidad creciente tanto de la tendencia a la fragmentación y a la desunión, como a la imposición de un mínimo de unidad nacional a través del capitalismo de Estado, incluyendo la colisión cada vez más chocante entre estas dos tendencias opuestas, es lo que caracteriza, a este nivel, esta fase terminal. Para mí, la CCI se aleja de nuestra posición original sobre la descomposición al dar a cada uno de ellos una importancia fundamental y causal que, en esta unilateralidad, no tiene. A mi entender, la organización se desplaza hacia la posición de que, con la descomposición, hay una nueva cualidad en relación con las fases anteriores del capitalismo decadente, representada por una especie de dominio absoluto de la tendencia a la fragmentación. Para mí, en contraposición a esto, no hay ninguna tendencia importante en la fase de descomposición que no existiera ya de antemano, y en particular en el período de decadencia del capitalismo que comienza con la Primera Guerra Mundial. Por eso propuse una enmienda al final del punto tres de la resolución sobre la situación internacional (y que fue rechazada por el congreso) que decía lo siguiente "Como tal, la actual fase de descomposición no es un período cualitativamente nuevo dentro -o más allá- del capitalismo decadente, sino que se caracteriza -como fase terminal del capitalismo- por la máxima agravación de todas las contradicciones del capitalismo en decadencia." La nueva cualidad de la fase de descomposición consiste, a este nivel, en que todas las contradicciones ya existentes de un modo de producción en decadencia se exacerban al máximo. Esto se refiere a la tendencia de cada uno contra todos que, ciertamente, se exacerba con la descomposición. Pero también se exacerba la tendencia a las guerras entre las grandes potencias y, por tanto, a la guerra mundial, así como todas las tensiones generadas por los movimientos hacia la formación de nuevos bloques imperialistas y por los movimientos para frustrarlos. La falta de comprensión de esto nos lleva hoy a subestimar gravemente el peligro de guerra, en particular el que surge de los intentos de los Estados Unidos de utilizar su todavía existente superioridad militar contra China para detener el ascenso de esta última, al igual que estamos subestimando gravemente el peligro de enfrentamientos militares entre la OTAN y Rusia (este último conflicto, al menos a corto plazo, es potencialmente más peligroso que el chino-estadounidense, ya que contiene un mayor riesgo de desembocar en una guerra termonuclear). Mientras que la CCI se reafirma fatalmente en la improbabilidad de una guerra mundial debido a la inexistencia de bloques imperialistas, el peligro actual, muy considerable, es el de guerras importantes entre las principales potencias, que gravitan en torno a los intentos de avanzar hacia tales bloques, por una parte, y de impedir tales intentos, por otra. Fue por la preocupación por esta preocupante trayectoria del análisis de la organización que propuse la siguiente adición al final del punto ocho: "A lo largo del capitalismo decadente hasta la fecha, de las dos principales expresiones del caos generado por la decadencia de la sociedad burguesa -los conflictos imperialistas entre Estados y la pérdida de control dentro de cada capital nacional- dentro de las zonas centrales del propio capitalismo la primera tendencia ha prevalecido sobre la segunda. Suponiendo, como lo hacemos, que esto seguirá siendo así en el contexto de la descomposición, esto significa que sólo el proletariado puede ser un obstáculo para las guerras entre las principales potencias, no obstante las divisiones dentro de la clase dominante dentro de esos países. Aunque, en determinadas circunstancias, estas divisiones pueden retrasar el estallido de la guerra imperialista, también pueden catalizarlas".
Esta enmienda también fue rechazada por el Congreso. La Comisión de Enmiendas del Congreso escribió que esta enmienda "equivale en última instancia a una puesta en cuestión de la descomposición; podrían surgir nuevas zonas de prosperidad". Sin embargo, el objetivo de esta enmienda no era plantear la perspectiva de nuevas zonas de prosperidad, sino advertir contra la ilusión de que las divisiones en el seno de las diferentes clases dirigentes nacionales actúan necesariamente como un obstáculo para las guerras entre Estados nacionales. Lejos de quedar excluidos por nuestra teoría de la descomposición, los conflictos entre las grandes potencias confirman de forma sorprendente la validez de este análisis. La descomposición es la aceleración, la agudización bárbara de todas las contradicciones del capitalismo decadente. Lo que la CCI supo en su día, pero que ahora corre el riesgo de olvidar, es que el cada uno imperialista contra todos no es más que un polo de la contradicción, siendo el otro polo la bipolaridad imperialista a través de la emergencia de un retador principal a la principal potencia existente (tendencia que contiene, en sí misma, el germen de la formación de bloques imperialistas opuestos, sin ser idéntica a ella). En este nivel, sufrimos una falta de asimilación (o una pérdida de asimilación) de nuestra propia posición. Partiendo de la base de que cada uno contra todos es fundamental y constitucional en la fase de descomposición, la propia idea de que el polo opuesto de la bipolaridad puede reforzarse e incluso llegar a imponerse, debe parecer que pone en cuestión nuestro análisis. Es cierto que, en torno a 1989, con el desmoronamiento del bloque oriental (que hizo innecesario el bloque occidental), en la fase inaugural de la descomposición, se desencadenó posiblemente la más poderosa explosión de cada uno contra todos de la historia moderna. Pero este todos contra todos fue más el resultado que la causa de esta cadena histórica de acontecimientos. Sin embargo, la causa fundamental fue la falta de perspectiva, el "no futuro" que todo lo domina y que caracteriza esta fase terminal. En lo que respecta a la clase dominante, este "no futuro" está vinculado a su tendencia creciente, en el capitalismo decadente, a actuar de forma "irracional", es decir, en detrimento de sus propios intereses de clase. Así, todos los principales protagonistas de la Primera Guerra Mundial salieron debilitados de ella, y en la Segunda Guerra Mundial las dos principales potencias imperialistas en la ofensiva militar (Alemania y Japón) fueron derrotadas. Pero esta tendencia estaba aún lejos de ser omnipresente, como lo demuestra el ejemplo de Estados Unidos, que se benefició tanto militar como económicamente de su participación en ambas guerras mundiales y que, gracias a su abrumadora superioridad económica sobre la Unión Soviética, pudo, en cierto modo, ganar la Guerra Fría sin tener que librar otra guerra mundial. Por el contrario, es difícil ver cómo, a largo plazo, la rivalidad actual entre Estados Unidos y China puede evitar desembocar en una guerra entre ellos, o cómo cualquiera de las partes podría beneficiarse de ese resultado. A diferencia de la URSS, China es un serio aspirante a la dominación estadounidense no sólo en el plano militar, sino también (y, de momento, sobre todo) en el económico, por lo que es poco probable que su desafío pueda ser frenado de forma efectiva sin enfrentamientos militares directos de algún tipo. Precisamente por ello, la rivalidad chino-estadounidense contemporánea es una de las expresiones más dramáticas del no futuro generalizado de la fase terminal del capitalismo. El desafío chino a los Estados Unidos tiene obviamente el potencial de llevar a nuestra especie al borde del abismo. Sin embargo, en el análisis actual de la organización, China no es ni puede llegar a ser un serio contrincante mundial de los EE.UU., y ello porque su desarrollo económico y tecnológico se considera un "producto de la descomposición". Según esta interpretación, China no puede ser ni llegar a ser más que un país semidesarrollado incapaz de seguir el ritmo de los antiguos centros del capitalismo en Norteamérica, Europa o Japón. ¿No implica esta interpretación que la idea, si no de una paralización del desarrollo de las fuerzas productivas -que con razón siempre hemos descartado como característica del capitalismo decadente-, al menos de algo que no está muy lejos de ello, es la que postula ahora la organización para la fase final de la decadencia? Como el lector atento notará, el 24º Congreso condena no sólo la idea de un desafío imperialista global chino como si fuera una puesta en cuestión del análisis teórico de la descomposición - la misma idea de que China ha reforzado su competitividad a expensas de sus rivales es desechada como expresión de mis supuestas ilusiones en la buena salud del capitalismo chino.
Del mismo modo, se considera que mi estimación de que China, al menos hasta la fecha, ha hecho mejor frente a la pandemia de Covid que su rival estadounidense es una prueba de mi negación del carácter global de la descomposición. En relación con la pandemia, propuse la siguiente enmienda al punto cinco de la resolución (rechazada por el Congreso) "Es importante para un análisis marxista tener en cuenta estas diferencias, en particular en la medida en que revelan tendencias importantes que ya existían antes de la pandemia y que han sido reforzadas por ella. Tres de estas tendencias son especialmente significativas. En primer lugar, el establecimiento de un tercer gran centro del capitalismo mundial en el Extremo Oriente (junto a Europa y América del Norte), que en algunos niveles está incluso superando a los ya establecidos en los niveles de modernidad y eficiencia capitalista. En segundo lugar el ascenso de China a costa de Estados Unidos. En tercer lugar, el fiasco experimentado por la forma "neoliberal" del capitalismo de Estado frente a la pandemia (cuyo modelo de "Estado magro" que no guarda reservas - "producción justo a tiempo", y entrega- se aplicó más radicalmente en los viejos países capitalistas)". Tengo la impresión de que, para la organización actual, las leyes inmutables del capitalismo ya no se aplican a su fase de descomposición. ¿Acaso no hay siempre ganadores y perdedores de la lucha competitiva burguesa? Tampoco, hasta ahora, hemos negado que pueda haber diferentes grados de desarrollo de la descomposición en diferentes países y situaciones. Es un misterio para mí que esto ya no sea así. Ya sea en relación con la pandemia o con la situación en general, nuestra aplicación de la etiqueta de descomposición corre el riesgo de favorecer una tendencia a la superficialidad y la pereza teóricas. Nuestra comprensión de la descomposición proporciona el marco para analizar la pandemia, al igual que para la fase en su conjunto, al igual que nuestra comprensión de la decadencia o del capitalismo en su conjunto. Este marco, absolutamente esencial, no es todavía el análisis en sí mismo. Sin embargo, corremos el riesgo de confundir los dos, pensando que ya hemos hecho el análisis cuando damos el marco. ¿Y qué significa decir que el "desarrollo de China es producto de la descomposición"? ¿Que la proletarización de 600 millones de campesinos (una parte importante de cualquier futura revolución proletaria mundial) es producto de la descomposición? ¿No sería más correcto decir que el aspecto del desarrollo en China tiene lugar DESPUÉS de la descomposición?
En cuanto a la cuestión vital del peligro de enfrentamientos militares entre potencias tan importantes como Estados Unidos y China, no es una cuestión de pronóstico, nadie sabe exactamente lo que le depara el futuro. Lo que la organización está subestimando gravemente es lo que está ocurriendo ante sus propios ojos en el aquí y ahora. Como los propios representantes de la burguesía estadounidense han hecho público recientemente, el gobierno chino esperaba un ataque militar estadounidense de algún tipo antes del final del primer mandato de Donald Trump. No sólo la retórica belicista de la Casa Blanca le llevó a esta conclusión, sino también la gran prisa con la que Washington comenzó a retirar sus tropas de Oriente Medio (Siria) y a desplegar fuerzas adicionales en Extremo Oriente. Por lo tanto, es una hipótesis plausible que uno de los medios de la clase dominante china para responder a esta amenaza fuera, al principio de la pandemia, permitir que el nuevo virus se transmitiera al resto del mundo como medio para estropear los planes de su rival estadounidense. Teniendo en cuenta las críticas a aspectos de la política exterior de Trump por parte del Partido Demócrata en EE.UU. durante esta fase, cabe suponer que, después de que Joe Biden sustituyera a Trump en el Despacho Oval, Pekín adoptó entonces una política de espera, pero a más tardar la retirada aún más precipitada de Bidens de Afganistán, seguida de la formación de la alianza militar AUKUS, les habrá convencido de que Biden sigue la misma lógica de confrontación que Trump. Mientras que, según el famoso periodista de investigación estadounidense Bob Woodward, Trump estaba contemplando el uso de armas atómicas contra China, lo que se está discutiendo actualmente en la "comunidad de seguridad" de Estados Unidos es sobre todo la desestabilización política del régimen chino existente, en particular a través de la construcción de una política sistemática de provocación sobre la cuestión de Taiwán. La suposición detrás de esto es que si Xi Jin Ping no reacciona militarmente a los movimientos hacia la independencia de Taiwán, si China reacciona militarmente pero sin éxito, esto podría dar lugar a una "pérdida de prestigio" tal que podría ayudar a marcar el comienzo del fin del gobierno del estalinismo en China (el caos resultante en el país más poblado de la tierra sería tolerado como el mal menor por Washington en comparación con la amenaza actual de una continuación del ascenso de su retador chino). En nombre de lo que se supone que es una defensa del concepto de descomposición, la organización ha comenzado, en realidad, a socavar la agudeza y la coherencia del análisis de la CCI sobre la decadencia. Anteriormente, hemos entendido el período de la decadencia del capitalismo como una época no sólo de guerras y revoluciones, sino de guerras y revoluciones mundiales. La actual subestimación de la tendencia innata e inherente del capitalismo en decadencia hacia la guerra mundial es realmente alarmante.
Pasando ahora a la segunda divergencia fundamental, la relativa al equilibrio de las fuerzas de clase, propuse, entre otras enmiendas sobre la lucha de clases, el siguiente pasaje al punto treinta y dos, subrayando la gravedad del retroceso proletario por las tres principales derrotas políticas que ha sufrido. Este añadido, rechazado por el Congreso, dice lo siguiente "Desde el regreso de una generación invicta a la escena de la lucha de clases en 1968, el proletariado ha sufrido tres derrotas políticas consecutivas de importancia, cada una de las cuales ha aumentado las dificultades de la clase. La primera derrota fue la de su impulso inicial de politización. El izquierdismo y la política de la "izquierda en el gobierno" (aumento del bienestar social) fueron, en los años 70, las puntas de lanza de este retroceso, seguidas en los 80 por la izquierda en la oposición movilizada en el terreno contra la combatividad obrera aún existente, y el paso a una política gubernamental y económica "neoliberal". Uno de los objetivos de esta última era frenar la inflación, entre otras cosas porque, al erosionar el poder adquisitivo de todos los trabajadores, tendía a favorecer las luchas salariales y la posibilidad de su unificación. Así debilitada, la clase obrera, durante los años ochenta, fue incapaz de avanzar en la dirección exigida por la situación económica (crisis internacional, "globalización") y objetivamente preparada por las gigantescas luchas desde Francia 1968 hasta Polonia 1980: la de los movimientos de masas que desbordan las fronteras nacionales. La segunda derrota, la de 1989 (la más importante con diferencia), que inauguró la fase de descomposición, estuvo marcada por el hecho de que el estalinismo fue derribado por su propia descomposición innata, y no por las luchas obreras. La tercera derrota, la de los últimos cinco años, resulta de la incapacidad de la clase para responder adecuadamente a las crisis "financiera" y del "euro", dejando un vacío que ha sido llenado, entre otras cosas, por el identitarismo y el populismo. Mientras que el centro de gravedad del retroceso mundial de 1989 estaba en Europa del Este, el actual se ha centrado, por el momento, en Estados Unidos (por ejemplo, el fenómeno del trumpismo) y en Gran Bretaña (Brexit). La derrota de 1989 y la actual tienen las características de una derrota política en un contexto de descomposición. Por graves que sean, no son derrotas del mismo tipo que las sufridas durante la contrarrevolución. Son derrotas del tipo de las que el proletariado aún puede recuperarse (cuyo concepto explicamos en nuestro último Congreso Internacional). Aunque todavía no podemos calibrar cuánto tiempo pueden durar sus efectos, no podemos excluir (más de tres décadas después del comienzo del retroceso global de la causa proletaria en 1989) que este retroceso posterior a 1989 pueda durar tanto como la contrarrevolución que se prolongó durante unas cuatro décadas (desde mediados de los años 20 hasta mediados de los 60). Pero, por otra parte, la posibilidad de superarlo más rápidamente es muy real, ya que su causa profunda se sitúa sobre todo en el plano subjetivo, en la falacia dramática de que no hay alternativa al capitalismo".
Ya era llamativo en la resolución del 23º Congreso que el problema de la debilidad, pronto convertida en ausencia de una perspectiva revolucionaria proletaria, no se planteara como central para explicar los problemas de las luchas obreras durante los años 80. En la presente resolución, se vuelve a hacer hincapié en el impacto negativo del "cada uno por su lado", y en el maquiavelismo de la burguesía al promover dicha mentalidad. Pero como las resoluciones tanto del 23º como del 24º Congreso siguen argumentando que la lucha de clases, tras la derrota de la huelga de masas en Polonia, siguió avanzando durante los años 80, son incapaces de explicar en profundidad por qué este cada uno contra todos y esta estrategia de la burguesía pudieron tener el éxito que sin duda tuvieron. Esta incapacidad, este aferrarse al análisis del avance de la lucha proletaria durante los años 80 (un análisis ya erróneo, pero en cierto modo comprensible en su momento, dado el importante número de luchas obreras importantes, pero mucho menos comprensible hoy en día), es tanto más sorprendente cuanto que esta década ha pasado a la historia como la del "no futuro". Como ya hemos visto en relación con el imperialismo, las luchas de los años 80 tienden a analizarse ante todo desde el punto de vista de este cada uno contra todos, sin reconocer la centralidad de la creciente pérdida de confianza del proletariado en su perspectiva revolucionaria más allá del capitalismo. Las luchas obreras de finales de los sesenta y principios de los setenta pusieron fin a lo que llamamos, con razón, la contrarrevolución más larga de la historia, no sólo por su carácter a menudo masivo, espontáneo y autoorganizado, sino también porque empezaron a romper la camisa de fuerza ideológica de la Guerra Fría, dentro de la cual la única opción parecía ser la de "comunismo" (es decir, el bloque oriental -o alternativamente China-) y "democracia" (es decir, el bloque occidental). Con la renovación del combate proletario apareció la idea, a menudo vaga y confusa, pero muy importante, de una lucha contra, un rechazo tanto del este como del oeste, y con ello la puesta en cuestión del marco político establecido por el capitalismo para una tercera guerra mundial. Esto fue central para lo que en su momento describimos (muy correctamente) como un cambio del curso histórico de uno hacia la guerra generalizada a uno hacia la creciente confrontación de clases. Esta politización inicial, aunque se centró en el oeste, también llegó al este, convirtiéndose en un obstáculo para el impulso bélico del Pacto de Varsovia también: la idea de desafiar y eventualmente derrocar no sólo el capitalismo occidental (donde se encontraba el corazón del sistema mundial) sino igualmente derrocar el estalinismo en el este, por medio de la autoorganización y eventualmente de los consejos obreros que avanzarían hacia el establecimiento del comunismo real. Esta primera politización ya fue contrarrestada con éxito por la clase dominante en el transcurso de los años 70, a raíz de lo cual, tras la derrota de la huelga de masas de 1980 en Polonia, cada vez más trabajadores del Este empezaron a depositar sus esperanzas en modelos económicos de corte occidental, mientras que en los países centrales de Occidente las luchas durante los años 80 se caracterizaron cada vez más por la fatal actitud de "rechazar la política", de posicionarse demostrativamente en el terreno estrictamente económico. Frente a esta despolitización, la esperanza que tenía la CCI en los años 80 -de que estas luchas económicas, en particular la confrontación con los sindicatos durante su transcurso, pudieran convertirse en el crisol de una repolitización, quizás incluso a un nivel superior- no se cumplió. La realidad del fracaso de esta repolitización es, al menos implícitamente, reconocida ya (desde los últimos años 80) por nuestro análisis de la descomposición, ya que define la nueva fase como una fase sin perspectiva. Según esta resolución, el combate proletario, a pesar de todos los problemas encontrados, se desarrollaba básicamente bien antes de que, en 1989, fuera frenado en seco por un acontecimiento histórico mundial que aparece como exterior a él: el hundimiento del bloque del Este. Visto así, la CCI parte de la base de que los efectos más contundentes de este acontecimiento van a desaparecer con el tiempo, permitiendo a la clase continuar de alguna manera su camino previo, esencialmente sólido, de politización a través de sus luchas defensivas. La organización también asume que, en comparación con los años 80, el proceso de politización se verá más impulsado por la profundización de la crisis económica, que a la vez obliga a los trabajadores a luchar y les hace perder sus ilusiones, abriendo los ojos a la realidad del capitalismo.
Por el contrario, desde mi punto de vista, la principal debilidad, ya en los años 80, no estaba en el nivel de sus luchas económicas, sino en el nivel político y teórico. Lo que la organización parece olvidar, es que un aumento de la militancia obrera no va necesariamente unido a un aumento de la extensión y profundidad de la conciencia en el seno del proletariado. La evolución de la situación social antes de la Segunda Guerra Mundial ilustra claramente que incluso puede ocurrir lo contrario. En varios países de Europa occidental (como Francia, Bélgica, los Países Bajos y, sobre todo, España), pero también, por ejemplo, en Polonia y (sobre todo) en Estados Unidos, la combatividad obrera estaba mucho más desarrollada durante los años 30 que durante los años 20: la década de la primera ola de la revolución mundial centrada en Rusia y en Europa central. Una de las principales explicaciones de esta evolución paradójica se encuentra fácilmente. Está en la brutalidad de la crisis económica, la Gran Depresión que, a partir de 1929, obligó a los trabajadores a defenderse. Sin embargo, a pesar de esta militancia, el curso histórico fue hacia una segunda guerra mundial, no hacia la intensificación de la lucha de clases. Ante la contrarrevolución en la URSS y el fracaso de la revolución en Alemania y otros lugares de Europa central, la combatividad obrera retrocedió a nivel mundial. Lejos de bloquear el camino hacia la guerra mundial, la clase dominante pudo incluso aprovechar esta militancia para fines bélicos, en particular mediante el "antifascismo" ("detener a Hitler") y la defensa de la supuesta patria socialista en la URSS. Ni siquiera las importantísimas y masivas huelgas en Italia durante la Segunda Guerra Mundial pudieron salir de esta trampa político-ideológica. En Irlanda del Norte, por ejemplo, hubo muy grandes movimientos huelguísticos durante la segunda guerra mundial, a menudo centrados precisamente en la industria armamentística, reconociendo los trabajadores de allí el fortalecimiento de lo que los sindicalistas llaman su "poder de negociación" precisamente gracias a la guerra, pero sin que, por desgracia, se debilitara en absoluto el ánimo patriótico pro-guerra que también había envuelto a estos trabajadores. En este sentido, aunque es un factor indispensable, la militancia obrera es un factor insuficiente, tanto para desarrollar la politización, como para juzgar si el combate proletario avanza o no. Esto queda ilustrado no sólo por la experiencia de los años 30 y de los 80, sino también por la situación actual. Por supuesto, hemos sido testigos de importantes luchas de resistencia obrera en los últimos años. Por supuesto, veremos más de ellas en el período venidero. Por supuesto, hay incluso una buena posibilidad de que aumente dicha militancia, dado el empeoramiento de las condiciones de trabajo y de vida del proletariado que, en muchos sectores, es cada vez más dramático (los efectos de la crisis económica), dado también la mejora de la posición de "negociación" en otros sectores debido a la dramática falta de trabajadores suficientemente cualificados (los efectos de la anarquía capitalista). Y sí, hay numerosos ejemplos, además cualitativamente muy convincentes en la historia, que demuestran que los trabajadores pueden responder a los ataques, no sólo con gran combatividad, sino con el correspondiente desarrollo de la conciencia de clase (desde 1848 hasta 1968, y la ola revolucionaria que comenzó durante la Primera Guerra Mundial fue también en gran medida una reacción a la miseria económica y social). Pero ¿qué pasa con las perspectivas a más corto plazo de la politización proletaria en el presente ¿una situación concreta? El hecho de que en los años sesenta y principios de los setenta se produjera a la vez una efervescencia de combatividad y de conciencia de clase no demuestra que lo mismo esté ocurriendo hoy, como tampoco el ejemplo de los años treinta o de los ochenta demostraría lo contrario. Actualmente, la CCI se tranquiliza diciendo que el proletariado mundial no está preparado para marchar a una tercera guerra mundial, lo cual es cierto. Pero a este nivel, la situación sólo parece parecerse a la de después de 1968, cuando una nueva e invicta generación del proletariado se convirtió en el principal obstáculo para dicha guerra. En aquel momento, dos bloques imperialistas rivales estaban preparados, estaban listos y eran capaces de desencadenar una tercera guerra mundial. Hoy en día, no existe tal preparación por parte de la clase dominante. No sólo el proletariado no quiere que se le envíe a esa guerra, sino que la propia burguesía no tiene la intención de enviar a nadie a una tercera guerra mundial. El objetivo de la burguesía china, por ejemplo, es cómo superar a los Estados Unidos evitando una guerra mundial, dado que este último país sigue siendo militarmente muy superior y probablemente seguirá siéndolo durante algún tiempo. El objetivo de la burguesía estadounidense, por ejemplo, en su empeño por detener el ascenso de China, es evitar que ésta forme un bloque militar (en particular con Rusia) que aumente la probabilidad de atreverse eventualmente a iniciar una tercera guerra mundial. Así, vemos que, a diferencia de la situación durante la Guerra Fría, hoy nadie está planeando una tercera guerra mundial. Por el contrario, las diferentes capitales nacionales están, en su mayoría, desarrollando sus diferentes estrategias, todas ellas encaminadas a aumentar su propia influencia y posición evitando la Tercera Guerra Mundial. Pero una de las preguntas que deben hacerse los revolucionarios es si todo esto hace que una tercera guerra mundial sea menos probable que durante la Guerra Fría. La respuesta que da actualmente la CCI es afirmativa: hemos llegado incluso a hablar de la improbabilidad de tal catástrofe. No comparto en absoluto esta opinión. Incluso la considero muy peligrosa, sobre todo para la propia organización. En mi opinión, el peligro de una tercera guerra mundial es hoy tan grande, si no mayor, que durante las dos últimas décadas de la Guerra Fría. Por lo que el principal peligro es precisamente que las diferentes maniobras estratégicas y estratagemas militares tácticas supuestamente destinadas a evitar una conflagración mundial conduzcan a ella. Desde este punto de vista, la cuestión de la disposición del proletariado a marchar a la guerra mundial ya no puede plantearse como durante la Guerra Fría (por lo que el 23º congreso de la CCI tuvo razón al concluir que el concepto de lo que llamamos Curso Histórico no se aplica a la situación actual). Podemos estar de acuerdo, por ejemplo, en que el proletariado de los EE.UU. no está actualmente preparado para ir a invadir China. Pero, ¿sería posible para la burguesía de los Estados Unidos, en la situación actual, ganar el apoyo de la población para una "dura acción militar" contra China, aparente y ostensiblemente por debajo del umbral de la guerra global? Esta pregunta, creo, es mucho más difícil de responder, y la situación, para el proletariado, políticamente más vulnerable. Pero es esta cuestión la que nos plantea la situación histórica, y no la actualmente abstracta de una hipotética disposición a marchar a la guerra mundial. Esta última puede tener lugar aunque ninguno de los actores principales se lo proponga: la tendencia a la misma está arraigada mucho más profundamente en la esencia del capitalismo que en el nivel de los impulsos conscientes o inconscientes de la clase dominante, siendo esta última sólo uno de los muchos factores importantes y muy lejos de ser el principal. Es de la mayor importancia política superar cualquier planteamiento esquemático y unilateral de hacer de la existencia de bloques imperialistas una condición previa para los enfrentamientos militares entre las grandes potencias en la situación actual. No sólo porque el núcleo de una alianza militar a más largo plazo contra China ya ha sido creado por Estados Unidos y Australia, cuya cáscara interior es actualmente su acuerdo "AUKUS" con el Reino Unido, la cáscara exterior su cooperación "QUAD" con Japón e India. Pero, sobre todo, porque esto lleva a otros factores de similar o incluso mayor importancia, uno de los cuales es que los dos principales rivales imperialistas están llenos de resentimientos y sed de venganza. En el caso de China, es el orgullo herido de una gran potencia que se siente humillada por sus antiguos amos coloniales de lo que consideraba el Occidente bárbaro o de Japón. Lo importante que pueden ser estos factores lo demuestra la situación posterior a la Primera Guerra Mundial, por ejemplo, cuando muchos marxistas, tras la derrota sufrida por el imperialismo alemán, pensaron que la próxima guerra mundial se iba a librar entre el Reino Unido y Estados Unidos como la más fuerte de las grandes potencias restantes. En contraposición a esto, durante la Primera Guerra Mundial, Rosa Luxemburgo ya, y con razón, predijo que la constelación de una segunda guerra mundial probablemente sería una especie de continuación de la primera, debido al grado de odio y el anhelo de venganza infundidos por esta última. Desde este punto de vista, es muy significativo que, en los últimos años, de las entrañas de la sociedad burguesa haya surgido un resentimiento en Estados Unidos que guarda cierta similitud con el odio infundido en Alemania tras su derrota en la Primera Guerra Mundial y lo que se sintió como la "humillación de Versalles" que le siguió. El epítome de este fenómeno en EE.UU. hoy en día es que, mientras EE.UU., desde 1989, ha estado soportando la carga militar y financiera de vigilar el mundo, el resto del mundo ha aprovechado la oportunidad para apuñalar a su benefactor en la espalda, en particular en el plano económico, para acabar con millones de "puestos de trabajo estadounidenses". Sobre esta base ha surgido una "opinión pública" muy poderosa de rechazo al despilfarro de "vidas americanas y dólares americanos" en el extranjero bajo cualquier pretexto (ya sea "ayuda humanitaria", "cruzada democrática" o "construcción de la nación"). Detrás de lo que suena como una fuerte reacción antibélica hay, por desgracia, también, de hecho, en primer lugar, un virulento nacionalismo estadounidense, que ayuda a explicar, no las retiradas militares primero de Siria (bajo Trump) y luego de Afganistán (bajo Biden) en sí mismas, sino el carácter caótico y precipitado de estas evacuaciones: quién es capaz de sacar a "nuestros chicos y chicas" de esos países más rápido se ha convertido en un factor importante en la furiosa lucha de poder que tiene lugar dentro de la burguesía estadounidense. Este nacionalismo representa un gran peligro político para el proletariado de los Estados Unidos, ya que es capaz de generar una fuerte fuerza gravitatoria de beligerancia en cuanto se vea que se dirige contra el "verdadero" enemigo (no los talibanes sino China: los que se presentan como los que acaban con la industria americana). Nada de esto significa que el estallido de las formas más destructivas de la guerra capitalista en los próximos años sea inevitable. No es inevitable. Pero la tendencia en esta dirección es inevitable, mientras el capitalismo siga reinando. En cuanto al equilibrio de fuerzas de clase, la organización ha argumentado que mi posición se acerca a la del "modernismo". Por modernismo se entiende, en este contexto, el deseo de sustituir la lucha de los trabajadores por alguna otra categoría (como la que se ha postulado en el pasado, por ejemplo, la que existe entre los ricos y los pobres, o entre los que dan órdenes y los que las reciben) como central en la sociedad burguesa moderna. El término "modernista" ha sido utilizado por diferentes corrientes políticas posteriores a la Segunda Guerra Mundial para diferenciarse de lo que consideraban un concepto ya desaparecido de las luchas obreras. Por otra parte, también hay que señalar que el rechazo o la subestimación de las luchas obreras defensivas es mucho más antiguo que la corriente modernista. Ya en el siglo XIX, los partidarios de Lassalle en Alemania, por ejemplo, argumentaban en contra de las huelgas sobre la base de la teoría de Lassalle de la "ley de hierro de los salarios", según la cual ni siquiera las mejoras temporales de las condiciones de los trabajadores son posibles a través de las luchas salariales. En los años 20, la llamada Tendencia de Essen del KAPD comunista de izquierda, también en Alemania, comenzó a rechazar la necesidad de la lucha obrera cotidiana con el argumento de que sólo la propia revolución puede defender los intereses de clase. Existen, por tanto, diferentes argumentos e incluso tradiciones que ponen en duda la importancia de la lucha de clases cotidiana, no sólo la modernista. Lo que todos tienen en común es la subestimación errónea y fatal del papel de la lucha cotidiana de los trabajadores. Por mi parte, no comparto ni el punto de vista modernista ni el de Lassalle ni el de la Tendencia de Essen. Por el contrario, estoy de acuerdo con el resto de la CCI en la importancia de las dimensiones defensivas de la lucha obrera. La divergencia en la CCI no es sobre si estas luchas son o no importantes. Se trata de qué papel pueden y deben desempeñar en la situación histórica dada. Necesariamente, esta discusión debe tratar no sólo del potencial de estas luchas, sino también de sus posibles limitaciones. La situación histórica actual se caracteriza por el hecho de que el proletariado mundial ha perdido la confianza en su brújula revolucionaria y en su identidad como clase. Encontrar una salida a este dilema es claramente la tarea central del proletariado revolucionario en este momento. Ante esta situación, la CCI se pregunta: ¿qué fuerzas materiales pueden mostrar de forma realista un camino a seguir? La respuesta que da actualmente la organización es que, sobre todo, la lucha de clases cotidiana tiene este potencial. Esta respuesta contiene un importante momento de verdad. Aunque el mundo entero compartiera la idea de que la lucha de clases proletaria es una cosa del pasado, en realidad no sólo está muy viva, sino que es incluso indestructible mientras el capitalismo siga existiendo. Por lo tanto, la CCI tiene toda la razón al confiar en la dinámica de los antagonismos de clase, en las contradicciones del modo de producción burgués, en el sufrimiento del proletariado causado por la crisis capitalista, en la resistencia de la respuesta proletaria, todo lo cual demostrará que seguimos viviendo en una sociedad de clases, cuyas contradicciones sólo pueden resolverse mediante la superación del capitalismo por el proletariado. Por mi parte, no critico en absoluto este posicionamiento. Lo que critico es su unilateralidad, la subestimación de la dimensión teórica de la lucha obrera. Sin la lucha de clases cotidiana no habría ni perspectiva comunista ni identidad de clase proletaria. No obstante, ni la perspectiva comunista ni la identidad de clase son un producto directo de la lucha obrera inmediata. Son su producto indirecto, sobre todo por su dimensión teórica. La lucha de clases proletaria no es una revuelta más o menos descerebrada, ni reacciona de manera simplemente mecánica al empeoramiento de su situación como los perros del profesor Pavlov. La abstracción de las relaciones capitalistas obliga al proletariado a seguir el camino indirecto de la teoría para poder comprender y superar el dominio de clase. No sólo la perspectiva del comunismo, sino también la identidad de clase proletaria, tienen una dimensión teórica esencial que incluso los mayores movimientos económicos y políticos, hasta la huelga de masas inclusive, pueden aumentar pero nunca sustituir. Tanto la forja de una perspectiva revolucionaria como de una identidad de clase adecuada son imposibles sin el arma del marxismo. En los primeros tiempos del movimiento obrero esto era menos cierto porque el capitalismo y la clase burguesa aún no estaban más desarrollados, la revolución proletaria aún no estaba en la "agenda de la historia". En esas condiciones todavía inmaduras, las versiones más o menos utópicas y/o sectarias del socialismo seguían ayudando a la clase obrera a desarrollar su conciencia revolucionaria y una identidad de clase propia. En las condiciones del capitalismo de estado totalitario decadente esto ya no es posible: las diferentes versiones no marxistas del "anticapitalismo" son incapaces de poner en cuestión el capitalismo, quedando atrapadas en su lógica. Mi insistencia en la indispensabilidad de esta dimensión teórica ha sido malinterpretada por la organización como la manifestación de un desprecio hacia la lucha diaria de los trabajadores. Más significativa, quizás, ha sido la crítica que se me ha hecho de que defiendo una concepción "sustitucionista" de la lucha de clases. Por "sustitucionista" se entiende aquí que supuestamente pienso que el trabajo teórico de unos pocos cientos de comunistas de izquierda (en un mundo con más de siete mil millones de habitantes) puede, por sí mismo, hacer una contribución esencial para cambiar la marea a favor del proletariado. En efecto, creo que el trabajo teórico es esencial para invertir la tendencia. Pero este trabajo debe ser realizado, no por unos pocos cientos de comunistas de izquierda solamente, sino por millones de proletarios. El trabajo teórico es la tarea, no sólo de los revolucionarios, sino de la clase obrera en su conjunto. Dado que el proceso de desarrollo del proletariado es desigual, es en particular tarea de las capas más politizadas del proletariado asumir esta tarea; minorías por tanto, sí, pero que aún comprenden potencialmente a millones de trabajadores, y que, en lugar de sustituir al conjunto, presionan para impulsar y estimular al resto. Los revolucionarios, por su parte, tienen la tarea específica de orientar y enriquecer esta reflexión a realizar por millones. Esta responsabilidad de los revolucionarios es, como mínimo, tan importante como la de intervenir ante los movimientos huelguísticos, por ejemplo. Sin embargo, la organización quizás ha olvidado que las masas proletarias son capaces de participar en este trabajo de reflexión teórica. Este olvido, me parece, expresa una pérdida de confianza en la capacidad del proletariado para encontrar una salida al callejón sin salida en el que el capitalismo ha atrapado a la humanidad. Esta pérdida de confianza se expresa en el rechazo de cualquier idea de que el proletariado ha sufrido importantes derrotas políticas en las décadas que siguieron a 1968. Al carecer de esta confianza, acabamos restando importancia a estos gravísimos reveses políticos, consolándonos con las luchas defensivas cotidianas como el principal crisol de un camino a seguir -en mi opinión, una concesión significativa a un enfoque "economicista" de la lucha de clases como el que criticaron Lenin y Rosa Luxemburgo a principios del siglo XX. La concepción de un "proletariado invicto", que era una visión correcta y muy importante en los años 70 y aún en los 80, se ha convertido en un artículo de fe, un dogma vacío, que impide un análisis serio y científico de la relación de fuerzas. En una enmienda al punto 35, relativo a la toma de conciencia en relación con la cuestión de la guerra, propuse el siguiente añadido (rechazado por el congreso) "Recientemente, sin embargo, la situación ha empezado a cambiar. Desde que la rivalidad entre EE.UU. y China se ha convertido en el antagonismo central del imperialismo mundial, se abre la posibilidad de que, en algún momento en el futuro, el proletariado pueda empezar a comprender la inexorabilidad del imperialismo bajo el capitalismo.
Si la crisis económica y la guerra pueden contribuir, en circunstancias favorables, a una politización revolucionaria, es razonable suponer que la combinación de ambos factores puede ser incluso más eficaz que cualquiera de ellos por separado". La Comisión de Enmiendas del Congreso escribió, a modo de explicación, que "la idea debe ser rechazada, no tiene en cuenta que la burguesía no puede desencadenar la guerra."
Steinklopfer.
1 Documentos del 24º Congreso Internacional de la CCI (2021) [18]
2Resolución sobre la situación internacional XXIV Congreso de la CCI (2021) [19]
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Hace casi 6 meses que la guerra se desató a las puertas de Europa, medio años que dura este macabro espectáculo y sus miles de víctimas, sus millones de exiliados, sus escenas de destrucción y desolación, medio año donde la carnicería y la devastación ha regresado brutalmente a Europa, acelerando así la espiral bélica en la que se hunde el capitalismo.
Esta odiosa manifestación del hundimiento del capitalismo en el caos y la barbarie va acompañada del resurgimiento de la pandemia de Covid-19 con una "séptima ola" que actualmente recorre Europa sin que los Estados prevean la más mínima medida sanitaria, abandonando la burguesía a las poblaciones a su suerte en la más perfecta negligencia.
Asimismo, la cadena de olas de calor, como la que azotó a la India y Pakistán los pasados meses de marzo y abril, nos recuerda que los cataclismos relacionados con el cambio climático amenazan cada vez más a la humanidad. Los efectos más extremos (olas de calor, sequías, inundaciones, tormentas, etc.) se están convirtiendo incluso en la norma y pronto harán imposible la vida humana en regiones enteras del planeta.
Podríamos añadir muchos otros aspectos a esta acumulación y simultaneidad de catástrofes que sólo demuestran una cosa: la considerable acentuación de la putrefacción de la sociedad capitalista y la total incapacidad de la clase dominante para contrarrestar esta tendencia histórica. Estos tres grandes acontecimientos ilustran de manera flagrante el hecho de que el capitalismo se ha convertido en un modo de producción obsoleto, incapaz de garantizar un futuro a la humanidad que no sea su propia destrucción.
Desde principios del siglo XX, la guerra es inseparable de la sociedad capitalista. Es el producto mismo de este modo de producción, que está definitivamente en crisis, "habiendo agotado históricamente todas las posibilidades de desarrollo, y encontrando en la guerra moderna, la guerra imperialista, la expresión de este colapso que [...] no hace más que engullir las fuerzas productivas en el abismo y acumular ruina sobre ruina a un ritmo acelerado[1]. Pero a diferencia de la catástrofe climática o de la aparición de la pandemia, el militarismo y la proliferación de los conflictos bélicos son el producto de la acción voluntaria y deliberada de la burguesía, incapaz de dirimir sus rivalidades imperialistas de otra manera que no sea por la ley de las armas y con la sangre de los explotados.
La guerra en Ucrania no es una excepción a esta lógica totalmente irracional[2] e incluso constituye una profundización del militarismo y de sus bárbaras consecuencias, como demuestran la magnitud de los combates, las decenas de miles de muertos, la destrucción sistemática de ciudades enteras, la ejecución de civiles, el irresponsable bombardeo de centrales nucleares y las considerables consecuencias económicas para todo el planeta. La explosión de los presupuestos militares de todos los estados, y la prevista adhesión de Suecia y Finlandia a la cesta de cangrejos que es la OTAN, no son en absoluto marcas del famoso "Si quieres la paz, prepara la guerra" tan hipócritamente machacado por la burguesía. Por el contrario, el aumento de los arsenales militares y, de forma más general, la acentuación de la economía de guerra no hará sino aumentar las tensiones entre los Estados y desde ahora están sentando las bases de futuros conflictos.
Mientras el mundo sufre desde hace casi tres años una de las pandemias más mortíferas de la historia, y mientras la crisis económica y el desastre medioambiental se agravan, todos los Estados se hunden en gastos de armamento a niveles abismales. Más que nunca, la economía está al servicio de la guerra, al servicio de la producción desenfrenada de herramientas de destrucción sin la menor coherencia económica. Puesto que un fusil, un misil o un avión de combate no generan ningún valor adicional y son un puro despilfarro, una pérdida muerta desde el punto de vista del capital a escala mundial. Por lo tanto, el aumento de la producción de armas, la posible conversión de sectores estratégicos a la industria militar, el endeudamiento que todo ello provocará y la disminución de la inversión en otros sectores de la economía alterarán considerablemente el comercio mundial y empeorarán aún más las condiciones de vida de los explotados.
Además, a esto se añaden los efectos directos de la guerra que ya se dejan sentir en gran parte de la población mundial: inflación exorbitante, la desorganización total de las cadenas de producción, las medidas de represalia económica entre estados rivales. Las consecuencias de la guerra imperialista golpean duramente a los explotados de todo el mundo, que tienen que enfrentarse a situaciones de escasez y penuria. Ante esta situación catastrófica, la burguesía no tiene otra salida que la interminable ideología del sacrificio, al igual que los gobiernos europeos que, ante los cortes de gas ruso, instan a la población a apretarse el cinturón y practicar la "sobriedad energética", todo ello en nombre de una pseudo solidaridad con el "pueblo ucraniano". Esta despreciable propaganda transmitida por las grandes empresas energéticas muestra toda la perfidia y el cinismo de la clase dominante, que no renuncia a hacer pagar su crisis a la clase trabajadora. Pero las mentiras de la clase dirigente palidecen en comparación ante la dura realidad que miles de millones de personas sufren a diario en su propio cuerpo. Como prueba está el aumento del hambre en el mundo: en 2021, el capitalismo ha sumido a 2,300 millones de personas en la inseguridad alimentaria, de las cuales unos 800 millones ya han pasado hambre, y esto incluso antes de la actual guerra en Ucrania y sus consecuencias.
Como hemos afirmado repetidamente en los últimos meses, el proletariado, privado de su conciencia de clase, es por el momento incapaz de reconocerse como una fuerza social capaz de oponerse a la guerra y de defender la perspectiva revolucionaria. Frente a la inflación y la escasez, las revueltas han estallado así en un terreno de lucha totalmente ajeno a los métodos y objetivos del proletariado, como en Sri Lanka, donde la cólera de la población ha sido instrumentalizada para destituir al presidente de turno, sirviendo así de masa de maniobra en los enfrentamientos entre camarillas burguesas. En Ecuador, miles de "indígenas", agrupados por líneas étnicas y apartados de la clase obrera, también se han propuesto derrocar al gobernante... en beneficio de otra camarilla burguesa.
Sin embargo, en las últimas semanas se han manifestado en el corazón del capitalismo mundial los primeros atisbos de reacción de los trabajadores ante la acentuación de la explotación en sus trabajos y ante el deterioro de las condiciones de vida, como consecuencia de la subida de los precios. A finales de junio, más de 50,000 trabajadores ferroviarios británicos estaban en huelga para reclamar mayores salarios[3]. En Alemania, España y Francia también estallaron huelgas en el sector aéreo y ferroviario, basadas en las mismas reivindicaciones. Si estas luchas defensivas siguen siendo por el momento muy embrionarias, aisladas unas de otras y encuadradas por los sindicatos, estos últimos desplegando a la perfección su arsenal de sabotaje a través del encierro corporativista y la división entre sectores, el hecho es que ilustran una gran rabia en las filas de los trabajadores, así como un potencial de combatividad en el período que viene.
Pero, sobre todo, estos movimientos demuestran plenamente que la crisis económica sigue siendo el mejor aliado del proletariado, el terreno más favorable en el que puede desarrollar su solidaridad, su unidad internacional y recuperar gradualmente su identidad de clase y la conciencia de su fuerza revolucionaria. Sólo a través de estas largas y tortuosas luchas podrá extirpar a la humanidad de la espiral de destrucción en la que la arrastra el capitalismo y mostrar así el camino hacia el comunismo. Más que nunca, ¡el futuro es de la clase obrera!
Vincent, 8 de julio de 2022
[1] Las verdaderas causas de la Segunda Guerra Mundial, INTERNATIONALISME 1945, https://es.internationalism.org/revista-internacional/198910/2140/internationalisme-1945-las-verdaderas-causas-de-la-segunda-guerra- [9]
[2] Ver Militarismo y Descomposición https://es.internationalism.org/revista-internacional/201410/4046/militarismo-y-descomposicion [24]
[3] Ver Huelgas en Gran Bretaña: Los trabajadores están listos para la lucha - y la clase dominante se prepara para sabotearla https://es.internationalism.org/content/4848/huelgas-en-gran-bretana-los-trabajadores-estan-listos-para-la-lucha-y-la-clase [25]
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La diversidad de respuestas de las organizaciones anarquistas a la masacre imperialista en Ucrania era bastante predecible. Desde su nacimiento, el anarquismo estuvo marcado por una profunda rebelión contra la explotación capitalista, por una verdadera resistencia al proceso de proletarización de la artesanía. Posteriormente, dejando de lado su papel dentro de la pequeña burguesía radical, el anarquismo influyó en una parte del proletariado, aportando una visión que tendía a oscilar permanentemente entre la burguesía y el proletariado.
En consecuencia, el anarquismo siempre se ha dividido en diversas tendencias, desde las que se integraron en el ala izquierda del capital, como las que se unieron al gobierno republicano durante la guerra de 1936-39 en España, hasta las que defendieron claramente posiciones internacionalistas contra la guerra imperialista, como Emma Goldman durante la Primera Guerra Mundial. Con respecto a la guerra en Ucrania, la respuesta del anarquismo es muy dispersa: va desde los abiertamente pro-guerra hasta los defensores de la solidaridad internacional y la acción unida contra la guerra. En los momentos cruciales de la historia, como las revoluciones y las guerras imperialistas, los elementos genuinamente proletarios se distinguen de los esbirros del capital arrastrados por la unión sagrada y el nacionalismo. Sólo los elementos proletarios del anarquismo son capaces de adoptar una línea internacionalista y deben ser apoyados. Como Comunistas de Izquierda denunciamos claramente las posiciones izquierdistas o burguesas de varios anarquistas, pero al mismo tiempo apoyamos los intentos de grupos como KRAS en Rusia1 (cuya declaración ya hemos publicado en este número), Iniciativa Anarcosindicalista (IAS) en Serbia2 y el Grupo Comunista Anarquista (GCA) en Gran Bretaña3 de intervenir en la situación con una clara posición internacionalista.
El GCA ha adoptado una postura fundamentalmente internacionalista desde el principio de la guerra4. Al mismo tiempo, esta declaración contiene una serie de demandas confusas, como el "desmantelamiento de la OTAN", y "la ocupación masiva de las propiedades de los oligarcas rusos en Gran Bretaña y su inmediata conversión en viviendas sociales". ¿Y las propiedades de los oligarcas ucranianos? El mismo inmediatismo se encuentra en la declaración del grupo IAS de Belgrado que, a pesar de cierta claridad sobre la naturaleza de lo que significa la "paz" en el capitalismo, dice: "¡Convirtamos las guerras capitalistas en una revolución obrera! Este llamamiento a la acción revolucionaria es totalmente irreal dado el bajo nivel de la lucha de clases actual. Pero estas confusiones no borran los fundamentos internacionalistas de las respuestas de estos grupos a la guerra.
Ya se había emitido una declaración internacionalista común, firmada por 17 grupos en torno a la Coordinadora del Anarkismo, el 25 de febrero, entre ellos el GCA. Afirma claramente que "... nuestro deber revolucionario y de clase dicta la organización y el fortalecimiento del movimiento internacionalista, antibélico y antiimperialista de la clase obrera. La lógica de un imperialismo más agresivo o progresista es una lógica que conduce a la derrota de la clase obrera. No puede haber un camino imperialista para el pueblo. Los intereses de la clase obrera no pueden identificarse con los de los capitalistas y las potencias imperialistas5. En la página web de la CTA también hay una fuerte denuncia de los grupos y publicaciones anarquistas que defienden el nacionalismo, como el grupo Freedom de Londres6.
Pero las declaraciones de las diferentes corrientes anarquistas deben leerse con atención y de forma crítica. Por ejemplo, la sección francófona de la Federación Anarquista Internacional, en un folleto publicado el 24 de febrero, proclama: "Llamamos también, en todo el mundo, a luchar contra el capitalismo, el nacionalismo, el imperialismo, así como contra el ejército [...] que siempre nos empujan hacia nuevas guerras"7.
Al mismo tiempo, en la misma Federación Anarquista Internacional, podemos ver un llamado abierto a la participación en la guerra: un llamado a apoyar a los Comités de Resistencia en Ucrania, que luchan por la "liberación" del país. Varios grupos anarquistas uniformados y armados se presentan como "luchadores por la libertad", a menudo en referencia al Ejército Negro de Makhno durante la guerra civil rusa. Por lo tanto, es evidente que existe una amplia gama de posiciones en el medio anarquista actual, desde los llamamientos al internacionalismo hasta el llamamiento a participar en esta escalada del conflicto como diputados del ejército ucraniano bajo la bandera de los Comités de Resistencia8. Asimismo, los anarquistas bielorrusos que vivían en Ucrania se unieron a las fuerzas estatales ucranianas.
Otro ejemplo, evidentemente de una posición completamente burguesa, lo da la declaración de los anarquistas rusos del grupo de luchadores anarquistas: "lo que está ocurriendo ahora en Ucrania va más allá de esta simple fórmula, y del principio de que todo anarquista debe luchar por la derrota de su país en la guerra". (énfasis añadido). También sostienen que "la derrota de Rusia en la situación actual aumentará la probabilidad de que la gente despierte, del mismo modo que ocurrió en 1905 [cuando la derrota militar de Rusia ante Japón provocó un levantamiento en Rusia], o en 1917 [cuando las dificultades de Rusia en la Primera Guerra Mundial provocaron la Revolución Rusa], abriendo los ojos a lo que está ocurriendo en el país... En cuanto a Ucrania, su victoria también allanará el camino para el fortalecimiento de la democracia básica. Al fin y al cabo, si llega a buen puerto, sólo será mediante la autoorganización popular, la autoayuda y la resistencia colectiva. Estas son las respuestas a los retos que la guerra plantea a la sociedad9.
Durante la guerra de 1914-18 y después, los auténticos internacionalistas, como Lenin, utilizaron el término "derrotismo revolucionario" para insistir en que la lucha de clases debía continuar aunque supusiera la derrota militar del "propio" país, pero esto iba acompañado de una clara denuncia de los dos campos rivales. En manos del ala izquierda del capital, ya sea que se llame "leninista" o anarquista, el llamado a la derrota de un país va de la mano con el apoyo a su rival imperialista, como es claramente el caso del grupo Luchadores Anarquistas. Esto no tiene absolutamente nada que ver con el internacionalismo proletario.
Sectores significativos del anarquismo y del anarcosindicalismo, sin dejar de remitirse a su fuerte tradición antimilitarista, volvieron a manifestar su apoyo a la guerra nacionalista, al igual que hicieron, junto con la socialdemocracia, al comienzo de la Primera Guerra Mundial. Pero la diferencia fue que mientras los socialdemócratas traicionaron sus principios internacionalistas, los anarquistas siguieron una cierta lógica, como señalamos en nuestro artículo sobre "El anarquismo y la guerra imperialista" en 2009: "la adhesión a la guerra imperialista y a la burguesía de la mayoría de los dirigentes anarquistas internacionales en la Primera Guerra Mundial no es un paso en falso, sino el resultado lógico de su anarquismo, de acuerdo con sus posiciones políticas esenciales.
Así, en 1914, fue en nombre del antiautoritarismo, porque era inadmisible "que un país fuera violado por otro" que Kropotkin justificó su posición chovinista a favor de Francia. Al basar su internacionalismo en la "autodeterminación" y en "el derecho absoluto de cada individuo, de cada asociación, de cada municipio, de cada provincia, de cada región, de cada nación a disponer de sí mismo, a asociarse o no asociarse, a aliarse con quien quiera y a romper sus alianzas" (D. Guérin, l'Anarchisme), los anarquistas abrazan las divisiones que el capitalismo impone al proletariado. En el fondo, esta posición chauvinista tiene su origen en el federalismo que está en la base de toda la concepción anarquista. Al admitir la nación como un "fenómeno natural", "el derecho de toda nación a existir y a desarrollarse libremente", el anarquismo, al juzgar que el único peligro en "la existencia de las naciones es su propensión a ceder al nacionalismo inculcado por la clase dominante para separar a los pueblos entre sí", se ve naturalmente llevado, en toda guerra imperialista, a hacer una distinción entre "agresores/agredidos" u "opresores/oprimidos", etc., y por tanto a optar por la defensa del proletariado, y así optar por la defensa del más débil, del derecho vulnerado, etc. Este intento de basar el rechazo de la guerra en algo distinto a las posiciones de clase del proletariado deja mucho espacio para justificar el apoyo a uno u otro beligerante, es decir, concretamente, para elegir un campo imperialista contra otro10.
Hoy, la "familia" anarquista está desgarrada por la contradicción fundamental entre el internacionalismo y el apoyo a la guerra imperialista. Hoy, más que nunca, la izquierda comunista debe asumir sus responsabilidades y actuar como polo de referencia y claridad frente a toda esta confusión. Para la Izquierda Comunista, que se inscribe en la tradición marxista, el internacionalismo proletario no se basa en ideales abstractos como la libertad de los individuos, de las regiones o de las naciones, sino en las condiciones reales de la existencia proletaria: "El internacionalismo se basa en las condiciones universales que le impone el capitalismo a nivel mundial, es decir, la peor explotación posible de su fuerza de trabajo, en todos los países y en todos los continentes. Y es en nombre de este internacionalismo que la Primera Internacional nació del propio movimiento obrero. El punto de referencia del internacionalismo es que las condiciones para la emancipación del proletariado son internacionales: más allá de las fronteras y los frentes militares, más allá de las "razas" y las culturas, el proletariado encuentra su unidad en la lucha común contra sus condiciones de explotación y en la comunidad de intereses por la abolición del trabajo asalariado y por el comunismo11.
Edvin
1Grupo afiliado a la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT, anarcosindicalista).
2"Convirtamos las guerras capitalistas en una revolución obrera" en el sitio web del ILA.
3"¡Ponte del lado de la clase obrera, no de los estados imperialistas competidores!
4"Ponte del lado de la clase obrera, no de los intereses imperialistas en competencia", en el sitio web de la CTA (27 de febrero de 2022).
5"Ucrania: declaración internacional".
6"Identidad, nacionalismo y xenofobia en Freedom", en la página web del GCA.
7"Frente a la invasión rusa, ¡solidaridad internacional! Detener la guerra". El resto de este llamamiento es una contorsión hipócrita entre el pacifismo y la defensa de Ucrania.
8"Los anarquistas ucranianos se movilizan para la defensa armada, atraen la solidaridad del extranjero mientras Rusia invade", en el sitio web de Militant wire.
9"Anarquistas rusos sobre la invasión de Ucrania".
10"Los anarquistas y la guerra (1ª parte)", Revolución Internacional nº 402 (junio de 2009).
11Idem
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En respuesta a la guerra asesina en Ucrania, la CCI ha subrayado repetidamente la necesidad de una respuesta común de la expresión más coherente del internacionalismo proletario, la Izquierda Comunista, con el fin de crear un claro polo de referencia para todos aquellos que buscan oponerse a la guerra imperialista sobre una base de clase.
Así, el llamamiento a una posición común, y el texto que de él emana, fue acogido positivamente por tres grupos: (i) Los grupos bordiguistas ignoraron más o menos nuestro llamamiento, mientras que la Tendencia Comunista Internacionalista (TCI), aunque anunció que era, en principio, favorable a esas posiciones comunes de los internacionalistas, rechazó nuestro llamamiento por razones que, desde nuestro punto de vista, siguen sin estar claras. Al principio se mencionaron los desacuerdos en el análisis, seguidos de las diferencias sobre lo que constituye la auténtica izquierda comunista y el rechazo de nuestra concepción del parasitismo parece pasar a primer plano. Retomaremos estos argumentos en otro momento; aquí queremos centrarnos en la propuesta alternativa de la TCI de impulsar la formación de grupos locales y nacionales de No War but the Class War (NWCW), que considera el punto de partida para la acción internacionalista contra la guerra a una escala mucho más amplia que un documento de posición conjunto firmado por los grupos de la Izquierda Comunista.
Si observamos el texto del primer llamamiento a la creación de grupos de la NWCW en respuesta a la guerra de Ucrania, (ii) emitido por la NWCW en Liverpool, es claramente internacionalista, rechazando los dos campos imperialistas, rechazando las ilusiones pacifistas e insistiendo en que el descenso del capitalismo decadente al infierno de la barbarie militarista sólo puede ser detenido por la lucha revolucionaria de la clase obrera. Sin embargo, pensamos que hay un elemento claramente inmediatista en este texto, en el siguiente párrafo: "Las acciones antibélicas dispersas de las que hemos tenido noticia (manifestaciones en Rusia, actos de desobediencia de soldados en Ucrania, negativa de los estibadores a enviar cargamentos a Gran Bretaña e Italia, sabotaje de los trabajadores ferroviarios en Bielorrusia) deben ser consideradas en una perspectiva de clase obrera si queremos que sean verdaderamente antibélicas, para que no sean instrumentalizadas por uno u otro bando. Apoyar a Rusia o a Ucrania en este conflicto significa apoyar la guerra. La única manera de que los trabajadores acaben con esta pesadilla es confraternizar a través de las fronteras y destruir la maquinaria de guerra”.
Esta posición demuestra correctamente que las manifestaciones aisladas contra la guerra pueden ser cooptadas por diferentes facciones o ideologías burguesas. Pero la impresión que se da es que la clase obrera, en la situación actual, ya sea en la zona de guerra o en los países capitalistas más centrales, sería capaz, a corto plazo, de desarrollar una perspectiva revolucionaria, y derribar la maquinaria de guerra para poner fin al conflicto actual. Y detrás de esto se esconde otra ambigüedad: que la formación de los grupos del NWCW podría ser un paso en este salto repentino del estado actual de desorientación de la clase obrera a una reacción real contra el capital. Si observamos la participación de la Communist workers organisation (CWO), la filial de la TCI en Gran Bretaña, en proyectos anteriores del NWCW, queda claro que tales ilusiones existen entre estos camaradas.
En breve publicaremos un análisis más detallado de las perspectivas de la lucha de clases en la actual fase de aceleración de la barbarie, para explicar por qué no creemos que un movimiento de masas de la clase obrera directamente contra la guerra sea una posibilidad realista. La TCI podría responder diciendo que el llamamiento del NWCW consiste principalmente en reunir a todas las minorías que mantienen posiciones internacionalistas y no en desencadenar ningún movimiento de masas. Pero incluso a este nivel, una verdadera comprensión de la naturaleza del proyecto del NWCW es esencial para evitar errores de naturaleza oportunista, donde el único elemento de coherencia de la izquierda comunista se pierde en un laberinto de confusión fuertemente influenciado por el anarquismo o incluso las ideas de izquierda.
El objetivo de este artículo es, en primer lugar, examinar críticamente la historia del NWCW con el fin de extraer las lecciones más claras posibles para nuestra intervención actual. Esta dimensión está totalmente ausente en la propuesta del CWO.
Cuando en 2018 el CWO hizo una convocatoria similar y llevó a cabo una serie de reuniones bajo la bandera del NWCW con el Anarchist communist group (ACG) y una o dos formaciones anarquistas más, explicamos en una de estas reuniones por qué no podíamos aceptar su invitación a "unirse" a este grupo. La razón principal era que esta nueva formación se había construido sin ningún intento de comprender las lecciones esencialmente negativas de los esfuerzos anteriores para construir grupos de la NWCW. La falta de examen crítico de esta experiencia se repitió cuando el grupo simplemente desapareció sin ninguna explicación pública ni del CWO ni del ACG. En cuanto a la más reciente incursión de la TCI en este proyecto, invitamos específicamente a estos compañeros a participar en nuestras últimas reuniones públicas sobre la guerra en Ucrania y a enviarnos su evaluación de la evolución del proyecto NWCW hasta la fecha. Lamentablemente, los compañeros no asistieron a estas reuniones y se perdió la oportunidad de seguir debatiendo. No obstante, ofrecemos esta revisión del contexto y la historia de la NWCW como nuestra propia contribución a la promoción del debate.
La idea de crear grupos de la NWCW surgió por primera vez en el entorno anarquista de Inglaterra. Por lo que sabemos, el primer intento de crear un grupo de este tipo fue en respuesta a la primera Guerra del Golfo en 1991. Pero sólo con la formación de nuevos grupos de la NWCW en respuesta a la guerra en la antigua Yugoslavia y a las invasiones de Afganistán e Irak en 2001 y 2003, pudimos adquirir experiencia de primera mano sobre la composición y la dinámica de esta iniciativa. Nuestra decisión de participar en las reuniones organizadas por estos grupos, principalmente en Londres, se basó en nuestra comprensión de la naturaleza "pantanosa" del anarquismo, que incluye un abanico de tendencias que van desde el izquierdismo burgués puro y duro hasta el auténtico internacionalismo. Para nosotros, estos nuevos grupos del NWCW, por supuesto muy heterogéneos, contenían elementos que buscaban una alternativa proletaria a las movilizaciones de "Stop the War" organizadas por la izquierda del capital.
Nuestra intervención en estos grupos se basó en los siguientes objetivos
- aclarar los principios del internacionalismo proletario y la necesidad de una clara delimitación de la izquierda del capital y del pacifismo
- centrarse en el debate político y la clarificación frente a las tendencias al activismo que, en la práctica, suponían disolverse en manifestaciones de "Stop the War";
- A pesar de las acusaciones de que nuestro enfoque, que hace hincapié en la primacía de la discusión política, sería puramente "monástico" e "inactivista", y de que sólo nos interesaría la discusión por la discusión, hicimos varias propuestas definitivas de acción, en particular la posibilidad de convocar una "reunión internacionalista" en Trafalgar Square al final de la gran marcha de "Stop the War" en noviembre de 2001, en oposición directa a la retórica izquierdista que se estaba colocando en la plataforma de "Stop the War". Esta propuesta fue aplicada en parte, no por el NWCW como tal, sino por la CCI y el CWO... (iii) Más adelante se hablará de su importancia.
En 2002, la CWO se involucró en este proceso, particularmente en Sheffield, donde desempeñó un papel central en la formación de un nuevo grupo del NWCW, que adoptó posiciones cercanas, si no idénticas, a las de la Izquierda Comunista. En nuestro artículo "La intervención revolucionaria y la guerra de Irak" en World Revolution 264, que intenta hacer un balance de nuestra intervención en la dirección del NWCW, celebramos este hecho, pero también criticamos la sobreestimación por parte del CWO del potencial de la red del NWCW, en particular de su grupo de Londres, para actuar como un centro organizado de oposición proletaria a la guerra, vinculándolo con algunas de las expresiones más pequeñas de la lucha de clases que están surgiendo concomitantemente con el movimiento "antiguerra". (iv) En contra de esta idea, nuestro artículo dejaba claro que "nunca pensamos que el NWCW fuera un presagio de la reanudación de la lucha de clases o un movimiento político de clase claramente identificado al que debíamos 'unirnos'. Como mucho puede ser un punto de referencia para una pequeña minoría que cuestione el militarismo capitalista y las mentiras pacifistas y elitistas que lo acompañan. Y por eso hemos defendido sus posiciones de clase (aunque limitadas) contra los ataques reaccionarios de los izquierdistas del tipo Workers Power (en el nº 250 de World Revolution) y hemos insistido desde el principio en la importancia de este grupo como foro de discusión, y hemos advertido contra las tendencias a la "acción directa" y al acercamiento de este grupo a las organizaciones revolucionarias.
Por las mismas razones, en otro artículo titulado "En defensa de los grupos de discusión" en el número 250 de Revolución Mundial, explicamos nuestras diferencias con la CWO sobre la cuestión de los "intermediarios" entre la clase y la organización revolucionaria. Siempre nos hemos opuesto a la idea desarrollada por el Partito Comunista Internazionalista (hoy grupo italiano afiliado a la TCI) y retomada posteriormente por la CWO de los "grupos de fábrica", definidos como "instrumentos del partido" para implantarse en la clase e incluso para "organizar" sus luchas. Creemos que se trata de una regresión hacia la noción de células de fábrica como base de la organización política, defendida por la Internacional Comunista en la fase de "bolchevización" de los años 20, y a la que se opuso con fuerza la izquierda comunista en Italia. La reciente transformación de esta idea de grupos de fábrica en un llamamiento a la constitución de grupos territoriales, y luego de grupos antiguerra, cambió la forma, pero no realmente el contenido. La idea del CWO de que el NWCW podría convertirse en un centro organizado de resistencia de clase contra la guerra contiene una cierta incomprensión de cómo se desarrolla la conciencia de clase en el período de decadencia capitalista. Por supuesto, junto a la organización política propiamente dicha, hay una tendencia a la formación de grupos más informales, que se forman tanto en las luchas en los centros de trabajo como en la oposición a la guerra capitalista, pero estos grupos, que no pertenecen a la organización política comunista, siguen siendo expresiones de una minoría que busca aclararse y difundir esta aclaración en la clase, y no pueden sustituirse ni pretender ser los organizadores de movimientos de clase más amplios, punto sobre el que, en nuestra opinión, la TCI sigue siendo ambigua. (v)
Aunque en los primeros periodos de existencia de los grupos del NWCW hubo una serie de debates fructíferos, ha quedado claro que, como expresión del anarquismo, estos grupos están sometidos a todo tipo de presiones contradictorias: una búsqueda real de posiciones y prácticas internacionalistas, pero también la influencia del izquierdismo y de lo que llamamos: parasitismo, grupos esencialmente motivados por el deseo de aislar e incluso destruir las corrientes genuinamente revolucionarias Estos elementos han tenido un peso creciente en las dos fases de las agrupaciones del NWCW. En 1999, la CCI fue excluida (aunque por una pequeña mayoría) de la participación en el grupo con el argumento de que éramos leninistas, dogmáticos, dominábamos las reuniones, etc.; (vi) y los principales elementos que impulsaron nuestra exclusión no fueron otros que Juan McIver y "Luther Blisset", que publicaron dos panfletos especialmente calumniosos en los que se denunciaba a la CCI como una secta estalinista paranoica, ladrones de poca monta, etc.
En 2002 asistimos a otra ronda de maniobras contra la izquierda comunista, esta vez dirigida por K., un elemento cercano a "Luther Blisset". En el número 27 de Revolutionary Perpectives, el propio CWO habla del papel irresponsable de K. y su "círculo de amigos" dentro del NWCW, después de que K. hiciera todo lo posible para excluir tanto al grupo de Sheffield como a la CCI de las reuniones del NWCW. Esta vez el mecanismo utilizado no fue una votación "democrática" como en 1999, sino una decisión entre bastidores de celebrar únicamente reuniones a puerta cerrada, cuyos lugares y horarios ya no se comunicaron a la CCI ni al grupo de Sheffield.
¿Qué muestra esto? Que en un entorno dominado por el anarquismo, los grupos de la Izquierda Comunista tienen que sostener una dura lucha contra las tendencias destructivas, incluso burguesas, que inevitablemente estarán presentes y empujarán siempre en una dirección negativa. Debería ser una respuesta elemental de los grupos de la izquierda comunista combatir juntos las maniobras de quienes pretenden excluirlos de la participación en formaciones temporales y heterogéneas producidas por los intentos de combatir la ideología dominante. La propia experiencia del CWO en 2002 debería recordarle la realidad de tales peligros. Podríamos añadir que los grupos que se presentan como parte de la izquierda comunista, pero que actúan de la misma manera, merecen la etiqueta de "parásitos políticos" y no deben ser dejados al aire por los grupos de la izquierda comunista.
La acusación de que la visión de la intervención de la CWO durante estos episodios era "monástica" fue hecha por la CWO en su artículo en Revolutionary Perpectives No. 27, refiriéndose a la manifestación de septiembre de 2002. Pero antes de una gran manifestación en noviembre de 2001, la CWO nos escribió para apoyar nuestra propuesta de una reunión internacionalista independiente en Trafalgar Square. En la propia manifestación, hubo una fructífera cooperación entre los dos grupos. Como dice nuestro artículo en Revolución Mundial nº 264, habíamos sobrestimado la capacidad del grupo NWCW para organizar una amplia reunión de oposición en Trafalgar Square, ya que la mayoría (pero no todos) de sus participantes preferían manifestarse con un "bloque anticapitalista" que se diferenciaba poco o nada de los organizadores de "Stop the War". Pero si hubo una pequeña reunión al final, fue principalmente por iniciativa de la CCI y la CWO, apoyada por algunos miembros del NWCW para repartir nuestros megáfonos a los que querían defender una alternativa internacionalista a los izquierdistas del escenario principal. Una prueba más de que la mejor manera de ayudar a los que están fuera de la Izquierda Comunista a acercarse a una posición y una práctica claramente internacionalista es que los grupos de la Izquierda Comunista actúen juntos.
Volviendo al actual proyecto de la NWCW, en un reciente artículo sobre una reunión de la NWCW en Glasgow, la TCI decía que este proyecto está teniendo un éxito considerable: "el primer grupo se formó en Liverpool hace unas semanas y desde entonces su mensaje ha sido asumido por camaradas de todo el mundo, desde Corea, Turquía, Brasil, Suecia, Bélgica, Holanda, Francia, Alemania, Italia, Canadá, hasta Estados Unidos, así como en otros lugares.
No podemos evaluar el contenido real de estos grupos e iniciativas. La impresión que tenemos de los grupos que conocemos es que en su mayoría son "réplicas" del TCI o de sus afiliados. En este sentido, difícilmente pueden suponer un avance respecto a los grupos surgidos en los años 90 y 2000, que, con toda su confusión, representaban al menos un movimiento de elementos que buscaban una alternativa internacionalista al izquierdismo y al pacifismo. Pero volveremos a tratar esta cuestión en un próximo artículo y seguimos pidiendo a la TCI que contribuya al debate.
Amos, julio de 2022
i Véase "Declaración conjunta de los grupos de la izquierda comunista internacional sobre la guerra en Ucrania", Revolución Internacional nº 493 (abril-junio de 2022).
ii "Contra la guerra, a favor de la guerra de clases: un llamamiento a la acción", sitio web del TIC.
iii "Los comunistas trabajan juntos en la manifestación ‘contra la guerra’ ", World Revolution n° 250.
iv "El comunismo contra el impulso de la guerra: ¿intervención o monacismo? ", Perspectivas revolucionarias n° 27.
v "La organización del proletariado fuera de los períodos de lucha abierta (grupos, núcleos, círculos, etc.)", Revista Internacional n° 21, (2º trimestre de 1980). [3] Véase también: "Los grupos de fábricas y la intervención de la CCI", World Revolution n° 26.
vi "El parasitismo político sabotea la discusión", Revolución Mundial n° 228.
Enlaces
[1] https://es.internationalism.org/files/es/campanas_ideologicas_propaganda_imperialista_barbara_y_criminal.pdf
[2] https://es.internationalism.org/content/4793/conflicto-imperialista-en-ucrania-el-capitalismo-es-la-guerra-guerra-al-capitalismo
[3] https://es.internationalism.org/tag/geografia/rusia
[4] https://es.internationalism.org/tag/geografia/ucrania
[5] https://es.internationalism.org/tag/3/47/guerra
[6] https://es.internationalism.org/tag/3/48/imperialismo
[7] https://es.internationalism.org/files/es/5_meses_guerra_ucrania.pdf
[8] https://es.internationalism.org/content/4839/cumbre-de-la-otan-en-madrid-una-cumbre-por-y-para-la-guerra
[9] https://es.internationalism.org/revista-internacional/198910/2140/internationalisme-1945-las-verdaderas-causas-de-la-segunda-guerra-
[10] https://es.internationalism.org/tag/2/25/la-decadencia-del-capitalismo
[11] https://es.internationalism.org/files/es/declaracion_de_kras-ait_contra_los_ataques_nacionalistas_solidaridad_internacionalista.pdf
[12] https://es.internationalism.org/files/es/hoja_internacional_huelgas_gb.pdf
[13] mailto:[email protected]
[14] https://es.internationalism.org/tag/geografia/gran-bretana
[15] https://es.internationalism.org/tag/vida-de-la-cci/intervenciones
[16] https://es.internationalism.org/tag/2/29/la-lucha-del-proletariado
[17] https://es.internationalism.org/files/es/explicacion_de_las_enmiendas_del_companero_steinklopfer_rechazadas_por_el_congreso.pdf
[18] https://es.internationalism.org/content/4765/documentos-del-24o-congreso-internacional-de-la-cci-2021
[19] https://es.internationalism.org/content/4720/resolucion-sobre-la-situacion-internacional-xxiv-congreso-de-la-cci-2021
[20] https://es.internationalism.org/tag/vida-de-la-cci/congresos-de-la-cci
[21] https://es.internationalism.org/tag/vida-de-la-cci/debates-internos
[22] https://es.internationalism.org/tag/3/45/descomposicion
[23] https://es.internationalism.org/files/es/guerra_en_ucrania.pdf
[24] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201410/4046/militarismo-y-descomposicion
[25] https://es.internationalism.org/content/4848/huelgas-en-gran-bretana-los-trabajadores-estan-listos-para-la-lucha-y-la-clase
[26] https://es.internationalism.org/files/es/los_anarquistas_y_la_guerra_entre_el_internacionalismo_y_la_22defensa_de_la_nacion.pdf
[27] https://es.internationalism.org/tag/3/49/internacionalismo
[28] https://es.internationalism.org/files/es/sobre_la_historia_de_los_grupos_22no_hay_mas_guerra_que_la_de_clases22.pdf
[29] https://es.internationalism.org/tag/corrientes-politicas-y-referencias/izquierda-comunista