nº 36 - 37 Primer semestre 1984
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Para los grupos de discusión y los individuos que emergen hoy en búsqueda de una política revolucionaria, es necesario que su trabajo de clarificación pase por la reapropiación de las posiciones de la izquierda comunista, incluidas las de las izquierdas alemana y holandesa. Estas últimas, en particular, fueron a menudo las primeras en defender toda una serie de posiciones de clase esenciales: el rechazo del sindicalismo y del parlamentarismo, el rechazo de la concepción sustitucionista del partido, la denuncia del frentismo, la definición de todos los Estados llamados socialistas como capitalistas de Estado.
Sin embargo, no basta con reapropiarse de las posiciones de clase en el plano teórico. Sin un concepto claro de la organización revolucionaria, todos estos grupos e individuos están condenados al vacío... No basta con proclamarse revolucionario de palabra y de manera puramente individual; hay que defender las posiciones de clase colectivamente, en un marco organizado. El reconocimiento de la necesidad de una organización que tenga una función indispensable en la clase y que funcione como un cuerpo colectivo es la condición previa para todo trabajo militante. Cualquier vacilación o incomprensión sobre la necesidad de la organización será severamente castigada y resultará en una desintegración de las fuerzas políticas. Esto es particularmente cierto para los grupos "consejistas" de hoy.
Sacar las lecciones de la historia de las izquierdas alemana y holandesa significa demostrar la necesidad vital de una organización para la que la teoría no se convierta en pura especulación, sino que devenga en el arma que las masas proletarias tomarán en la revolución del futuro.
La principal contribución de la izquierda alemana -y principalmente del KAPD- no fue que reconocieran la necesidad del partido en la revolución. Para el KAPD, que se constituyó como partido en 1920, esto era evidente. Su aportación fundamental fue que comprendió que la función del partido ya no era la misma en el periodo de decadencia. Ya no era un partido de masas, que organizaba y reunía a la clase, sino un partido/núcleo que reagrupaba a los luchadores proletarios más activos y conscientes. Como parte selecta de la clase, el partido tenía que intervenir en la lucha de clases y en los órganos que ésta creaba: comités de huelga y consejos obreros. El partido era un partido que luchaba por la revolución y ya no por reformas graduales en órganos con los que el proletariado ya no tenía nada que ver (sindicatos, parlamento), salvo trabajar por su destrucción. Por último, como el partido era una parte de la clase y no su representante ni su jefe, no podía sustituir a la clase en su lucha ni en el ejercicio del poder. La dictadura de la clase era la dictadura de los consejos, no la del partido. A diferencia de la visión bordiguista, no era el partido el que creaba a la clase, sino la clase al partido1. Esto no significaba -como en la visión populista o menchevique- que el partido estuviera al servicio de la clase. No era un siervo que se adaptaba pasivamente a cada vacilación o desviación de la clase. Por el contrario, tenía que "desarrollar la conciencia de clase del proletariado incluso al precio de parecer estar en contradicción con las amplias masas". (Tesis sobre el papel del partido en la revolución, KAPD, 1920).
El KAPD en Alemania y el KAPN de Gorter en Holanda no tenían nada que ver con los puntos de vista de Ruhle, de quien los "consejistas" de hoy pretenden descender. Ruhle y su tendencia en Dresde fueron expulsados del KAPD a finales de 1920. El KAPD no tenía nada en común con las tendencias semi- anarquistas que proclamaban que todo partido era contrarrevolucionario por naturaleza, que la revolución no era una cuestión de partido sino de educación. Las concepciones del pedagogo Ruhle no eran en absoluto las del KAPD. Para este último, el partido no estaba formado por las voluntades individuales de cada miembro: era "una totalidad programáticamente elaborada, fundada en una voluntad unificada, organizada y disciplinada de arriba abajo. Tiene que ser la cabeza y el brazo de la revolución". (Tesis sobre el papel del partido). En efecto, el partido desempeñó un papel decisivo en la revolución proletaria. Porque en su programa y en su acción cristalizaba y concentraba la voluntad consciente de la clase, era un arma indispensable de la clase. Porque la revolución era ante todo un acto político, porque implicaba un combate sin cuartel contra las tendencias y los partidos burgueses que trabajaban contra el proletariado en sus órganos de masas, el partido era un instrumento político de lucha y de esclarecimiento. Esta concepción no tenía nada que ver con todas las visiones sustitucionistas del partido. El partido era segregado por la clase y, en consecuencia, es un factor activo en el desarrollo general de la conciencia en la clase.
Sin embargo, con la derrota de la revolución en Alemania y la degeneración de la revolución en Rusia, afloraron algunos de los puntos débiles del KAPD.
Constituido justo cuando la revolución alemana entraba en reflujo tras la derrota de 1919, el KAPD acabó defendiendo la idea de que se podía compensar el declive del espíritu revolucionario del proletariado con tácticas golpistas. Durante la Acción de Marzo en el centro de Alemania en 1921, empujó a los obreros de las fábricas de Leuna (cerca de Halle) a hacer una insurrección contra su voluntad. Aquí demostró una profunda incomprensión del papel del partido que condujo a su desintegración. El KAPD seguía manteniendo la idea del partido como "cuartel general militar" de la clase, mientras que el partido es ante todo una vanguardia política para todo el proletariado.
Del mismo modo, frente al hundimiento de los consejos obreros, y prisionero de su voluntarismo, el KAPD pasó a defender la idea de una doble organización permanente del proletariado, agravando así la confusión entre los órganos unitarios de clase que surgen en la lucha y para la lucha (asambleas, comités de huelga, consejos obreros) y la organización de la minoría revolucionaria que interviene en estas organizaciones unitarias para fecundar su pensamiento y su acción. Así, al impulsar el mantenimiento de las "Uniones" -organizaciones de fábrica nacidas en la revolución alemana y estrechamente ligadas al partido- al lado del propio partido, fue incapaz de determinar sus propias tareas: o bien se convertía en una liga de propaganda2, en un simple apéndice político de las organizaciones de fábrica con sus fuertes tendencias economicistas, o bien en un partido de tipo leninista con sus correas de transmisión hacia la clase en el terreno económico. Es decir, en ambos casos, sin saber qué era qué y quién hacía qué3.
No cabe duda de que las concepciones erróneas del KAPD contribuyeron en gran medida a su desaparición a finales de los años veinte. Esto debería ser una lección para los revolucionarios de hoy que, desorientados por el activismo y el inmediatismo, intentan compensar su debilidad numérica creando "grupos obreros" artificiales vinculados al "partido". Esta es la concepción de Battaglia Comunista y de la Communist Workers Organization, por ejemplo4. Sin embargo, hay una diferencia histórica considerable: mientras que el KAPD se encontró con órganos (las Unionen) que eran intentos artificiales de mantener vivos consejos obreros que acababan de desaparecer, la concepción actual de las organizaciones revolucionarias de tendencia oportunista se basa en un puro bluff.
Detrás de los errores del KAPD a nivel organizativo, había una dificultad para reconocer el reflujo de la ola revolucionaria tras el fracaso de la Acción de Marzo, y por tanto para sacar las conclusiones correctas sobre su actividad en tal situación.
El partido revolucionario, como organización con influencia directa en el pensamiento y la acción de la clase obrera, sólo puede constituirse en un curso de la lucha de clases ascendente. En particular, la derrota y el reflujo de la revolución no permiten mantener viva una organización revolucionaria que pueda asumir plenamente las tareas de un partido. Si tal retroceso en la lucha obrera se prolonga, si se abre el camino para que la burguesía tome las riendas de la situación, o bien el partido degenerará bajo la presión de la contrarrevolución, y de su seno surgirán fracciones que continuarán el trabajo teórico y político del partido (como en el caso de la Fracción Italiana), o bien el partido verá reducirse su influencia y su número de miembros y se convertirá en una organización más limitada cuya tarea esencial es preparar el marco teórico para la próxima oleada revolucionaria. El KAPD no comprendió que la marea revolucionaria había dejado de subir. De ahí su dificultad para hacer balance del periodo precedente y adaptarse al nuevo periodo.
Estas dificultades condujeron a las falsas e incoherentes respuestas de la izquierda germano-holandesa:
-- proclamar de forma puramente voluntarista el nacimiento de una nueva Internacional, como con la Internacional Obrera Comunista de Gorter en 1922.
-- no constituirse en fracción, sino proclamarse partido tras varias escisiones: el término "partido" se convirtió en una mera etiqueta para cada nueva escisión, reducida a unos pocos cientos de miembros, si no menos5.
Todas estas incomprensiones iban a tener resultados dramáticos. En la izquierda alemana, a medida que el KAPD de Berlín se debilitaba, coexistían tres corrientes:
-- los que se adhirieron a la teoría de Ruhle de que toda organización política era mala en sí misma. Hundidos en el individualismo, desaparecieron de la escena política;
-- otros -en particular los del KAPD berlinés que luchaban contra las tendencias anarquistas de los sindicatos- tenían tendencia a negar los consejos obreros y a ver sólo el partido. Desarrollaron una visión 'bordiguista' antes de que la palabra existiera6;
-- por último, los que consideraban que organizarse en un partido era imposible. La Unión Obrera Comunista (KAU), nacida de la fusión entre una escisión del KAPD y los sindicatos (AAU y AAU-E), no se veía realmente como una organización, sino como una unión laxa de tendencias diversas y descentralizadas. Se abandonó el centralismo organizativo del KAPD.
Fue esta última corriente, apoyada por el GIK holandés (Grupo de Comunistas Internacionales) surgido en 1927, la que triunfaría en la izquierda holandesa.
El trauma de la degeneración de la revolución rusa y del partido bolchevique dejó profundas cicatrices. La izquierda holandesa, que recogió la herencia teórica de la izquierda alemana, no heredó sus aportaciones positivas sobre la cuestión del partido y la organización de los revolucionarios.
Rechazó la visión sustitucionista del partido como Estado Mayor de la clase, pero sólo fue capaz de ver la organización general de la clase: los consejos obreros. La organización revolucionaria se veía ahora como una mera "liga propagandística" de los consejos obreros.
El concepto de partido fue rechazado o vaciado de contenido. Así, Pannekoek consideraba que "un partido sólo puede ser una organización que pretende dirigir y dominar al proletariado" (Partido y clase obrera, 1936) o que "los partidos -o grupos de discusión, ligas de propaganda, da igual el nombre- tienen un carácter muy diferente del tipo de organizaciones de partidos políticos que hemos visto en el pasado" (Los consejos obreros, 1946).
Partiendo de una idea correcta -- que la organización y el partido tienen una función diferente en la decadencia -- se llega a una conclusión falsa. No sólo ya no se ve qué distingue a la organización del partido en el período del capitalismo ascendente de la del partido en un período revolucionario, en un período de plena maduración de la conciencia de clase: también se abandona la visión marxista de la organización política como factor activo en la lucha de clases.
Las funciones indisolubles de la organización -teoría y praxis- son separadas. El GIK no se ve a sí mismo como un organismo político con un programa, sino como un entramado de conciencias individuales, una suma de actividades separadas. Así, el GIK llamó a la formación de "grupos de trabajo" federados por miedo a ver nacer una organización unida por su programa y que impusiera reglas organizativas:
"Es preferible que los obreros revolucionarios trabajen por el desarrollo de la conciencia en miles de pequeños grupos a que la actividad se subordine a una gran organización que intente dominar y dirigir" (Canne-Mejer, El porvenir de una nueva internacional obrera, 1935). Más grave aún era la definición de la organización como "grupo de opinión": esto dejaba la puerta abierta al eclecticismo teórico. Según Pannekoek, el trabajo teórico estaba dirigido a la autoeducación personal, a "la actividad intensiva de cada cerebro". De cada cerebro surgía un pensamiento o juicio personal "y en cada uno de estos pensamientos diversos encontramos una porción de una verdad más o menos amplia." (Pannekoek, Los consejos obreros). La visión marxista del trabajo colectivo de la organización, verdadero punto de partida de "una actividad intensiva de cada cerebro", dio paso a una visión idealista. El punto de partida era ahora la conciencia individual, como en la filosofía cartesiana. Pannekoek llegó a decir que el objetivo no era la clarificación en la clase, sino "el propio conocimiento del método para ver lo que es verdadero y bueno" (ibid).
Si la organización era sólo un grupo de trabajo en el que se formaba la opinión de cada miembro, sólo podía ser un 'grupo de discusión' o un 'grupo de estudio', "dándose a sí mismo la tarea de analizar los acontecimientos sociales" (Canne-Mejer, op cit). Ciertamente, se necesitaban "grupos de discusión" que llevaran a cabo aclaraciones políticas y teóricas. Pero esto correspondía a una fase primaria del desarrollo del movimiento revolucionario del siglo pasado. Esta fase, dominada por sectas y grupos separados, era transitoria: el sectarismo y el federalismo de estos grupos generados por la clase eran un desorden infantil. Estos desórdenes desaparecieron con la aparición de organizaciones proletarias centralizadas. Como señaló Mattick en 1935, los puntos de vista del GIK y de Pannekoek eran una regresión: “Una organización federalista ya no puede mantenerse porque en la fase del capital monopolístico en la que se encuentra ahora el proletariado, sencillamente no corresponde a nada ... Sería un paso atrás en relación con el viejo movimiento más que un paso adelante" (Rte-Korrespondenz nº 10-11, sept. 1935).
En realidad, el funcionamiento del GIK era el de una federación de "unidades independientes" incapaces de desempeñar un papel político activo. Cabe citar un artículo de Canne-Mejer de 1938 (Radencommunisme nº 3): "El Grupo de los Comunistas Internacionales no tenía estatutos, ni cuotas obligatorias y sus reuniones 'internas' estaban abiertas a todos los camaradas de otros grupos. De ello se deducía que nunca se podía saber el número exacto de miembros del grupo. Nunca hubo votaciones, que no eran necesarias porque nunca se trató de llevar a cabo la política de un partido. Se discutía un problema y cuando había una diferencia de opinión importante, se publicaban los diferentes puntos de vista, y eso era todo. Una decisión mayoritaria no tenía ninguna importancia. Era la clase obrera la que tenía que decidir".
En cierto modo, el GIK se castró a sí mismo por miedo a violar a la clase. Por miedo a violar la conciencia de cada miembro mediante reglas de organización, o a violar a la clase "imponiéndole" sus posiciones, el GIK se negó a sí mismo como parte militante de la clase. En efecto, sin medios financieros regulares, no hay posibilidad de sacar una revista y folletos durante una guerra. Sin estatutos, no hay reglas que permitan a la organización funcionar en todas las circunstancias. Sin centralización a través de órganos ejecutivos elegidos, no hay forma de mantener la vida y la actividad de una organización en todos los periodos, particularmente en periodos de ilegalidad, cuando la necesidad de hacer frente a la represión exige la centralización más estricta. Y, en un período de ascenso de la lucha de clases como el actual, no hay posibilidad de intervenir en la clase de forma centralizada y a escala mundial.
Estas desviaciones de la corriente consejista, ayer con, el GIK, hoy con los grupos informales que reivindican el comunismo consejista, se basan en la idea de que la organización no es un factor activo de la clase. Al 'dejar que la clase decida', se cae en la idea de que la organización revolucionaria está 'al servicio de la clase', es un mero registrador y no un grupo político que a veces, incluso en la revolución, tiene que nadar a contracorriente de las ideas y acciones de la clase. La organización no es un reflejo de 'lo que piensan los trabajadores'7: es un órgano colectivo portador de la visión histórica del proletariado mundial, que no es lo que la clase piensa en tal o cual momento, sino lo que está obligada a hacer: llevar a cabo los objetivos del comunismo.
Por tanto, no es de extrañar que el GIK desapareciera en 1940. El trabajo teórico del GIK fue continuado por el Spartacusbond, que nació de una escisión en el partido de Sneevliet en 1942 (cf. el artículo en IR 9, 'Rompiendo con el Spartacusbond'). A pesar de una visión más sana de la función de la organización revolucionaria -el Spartacusbond reconocía el papel indispensable del partido en la revolución como factor activo en el desarrollo de la conciencia- y de su modo de funcionamiento - tenía estatutos y órganos centrales-, el Spartacusbond acabó dominado por las viejas ideas del GIK sobre la organización.
Hoy, el Spartacusbond está moribundo, y Daad en Gedachte --que abandonó el Bond en 1965-- es un boletín meteorológico de huelgas obreras. La izquierda holandesa agoniza como corriente revolucionaria. No es a través de la propia izquierda holandesa como se transmitirá su verdadera herencia teórica a los nuevos elementos que surjan en la clase. Comprender e ir más allá de esta herencia es tarea de las organizaciones revolucionarias y no de individuos o grupos de discusión.
Sin embargo, las ideas "consejistas" de organización no han desaparecido, como podemos ver en varios países. Hacer un balance crítico del concepto de organización en las izquierdas alemana y holandesa nos proporciona la prueba no de la bancarrota de las organizaciones revolucionarias, sino por el contrario de su papel indispensable para extraer las lecciones del pasado y preparar los combates futuros.
Sin teoría revolucionaria no puede haber movimiento revolucionario, pero sin organizaciones revolucionarias no puede haber teoría revolucionaria. No entender esto sólo puede llevar a los individuos y a las organizaciones informales al vacío. Abre la puerta a una pérdida de convicción en la posibilidad misma de una revolución (véase el texto de Canne-Mejer en esta Revista Internacional).
CH
1 "... ni siquiera es posible hablar de clase mientras no exista en su seno una minoría que tienda a organizarse en partido político" (Bordiga, Partido y clase).
2 Una idea defendida por Franz Pfemfert, amigo de Ruhle, director de la revista Die Aktion y miembro del KAPD.
3 Micahelis, ex profesor del KAPD y miembro de la KAU en 1931, dijo: "En la práctica, la Unión se convirtió en un segundo partido... el KAP reagrupó más tarde a los mismos elementos que la Unión".
4 Estos dos grupos se unieron en 1984 en BIPR (Buró Internacional por el Partido Revolucionario) que a partir de 2009 se transformó en la TCI (Tendencia Comunista Internacionalista)
5 En 1925, en Alemania había tres KAPD: uno la tendencia de Berlín y dos la tendencia de Essen. Este error, que fue una tragedia para el campo proletario de entonces, se repitió en forma de farsa en 1943 en Italia con la proclamación -en plena contrarrevolución- del Partido Comunista Internacionalista dirigido por Damen y Maffi. Ahora hay cuatro "partidos" en Italia que reivindican su ascendencia de la izquierda italiana. Esta megalomanía de pequeños grupos que se autodenominan partido sólo sirve para ridiculizar la propia noción de partido y es un obstáculo para el difícil proceso de reagrupación de los revolucionarios, que es la principal condición subjetiva para el surgimiento de un partido mundial de resto en el futuro
6 El mismo Michaelis dijo en 1931: "Las cosas llegaron incluso al punto de que, para muchos camaradas, los consejos sólo se consideraban posibles si aceptaban la línea del KAPD".
7 En el mismo número de Radencommunisme se dice que "cuando había una huelga salvaje, los huelguistas a menudo sacaban octavillas a través del grupo; éste las elaboraba aunque no estuviera absolutamente de acuerdo con su contenido". (Subrayado nuestro)
"¡Proletarios de todos los países, uníos!"
Este llamamiento, con el que concluye el Manifiesto Comunista[1] redactado por Marx y Engels en 1848, no era un generoso y simple deseo sino que expresaba lo que es una de las condiciones vitales para la victoria y la emancipación de la clase obrera. El movimiento de la clase obrera se afirma, desde su nacimiento, como el combate de una clase internacional contra las fronteras nacionales en las que se desarrolla la dominación de la clase capitalista sobre el proletariado. Sin embargo, ya que en el siglo XIX el capitalismo no había agotado aun todas las potencialidades de su desarrollo, en su lucha contra las relaciones de producción precapitalistas, no es extraño que los comunistas vieran como posible que, en algunos casos y en determinadas condiciones, la clase obrera apoyara a determinadas fracciones de la burguesía puesto que piensan que el capitalismo, al irse desarrollando, aceleraría la maduración de las condiciones de la revolución proletaria. Pero, desde principios del siglo XX, al constituirse el mercado mundial, lo que significa que el modo de producción capitalista se había extendido a todo el planeta, se abrió el debate sobre la naturaleza del apoyo de los revolucionarios a los movimientos nacionales.
Este artículo, primero de una serie dedicada a la actitud de los comunistas respecto a la cuestión nacional, recuerda en qué términos y con qué intenciones se desarrolló el debate sobre estas cuestiones entre Lenin y Rosa Luxemburgo.
El fracaso de la oleada revolucionaria de 1917-23, el triunfo de la contrarrevolución en Rusia y la sumisión, durante cincuenta años, del proletariado a la barbarie del capitalismo decadente no permitieron una clarificación completa de la cuestión nacional en el movimiento obrero. Durante todo ese periodo, la contrarrevolución hizo todo lo que pudo y más para desvirtuar el contenido de la revolución proletaria, presentando siempre el capitalismo de Estado instaurado en la URSS como la "continuidad natural" de la oleada revolucionaria de los años 17-23, relacionando el internacionalismo proletario con la política imperialista del Estado capitalista ruso y sus maniobras gansteriles, ejecutadas en nombre de la "autodeterminación", del "derecho de los pueblos", de "la liberación nacional de los pueblos oprimidos",... Las posiciones de Lenin se veían así, en todos sus aspectos, transformadas en dogmas infalibles. Por ejemplo, la posibilidad de que el proletariado utilizara los movimientos nacionales como "palanca" para la revolución comunista, táctica preconizada con el reflujo de la revolución en los países centrales, y la necesidad de defender "el Estado proletario" en Rusia, tendían a considerarse, en las filas revolucionarias mismas, exceptuadas unas cuantas minorías, como algo adquirido para siempre, inmutable.
La dispersión y la crisis de organizaciones revolucionarias, como es especialmente el caso del partido bordiguista "PCInt-Programa Comunista", hacen hoy evidente la importancia que tiene para los comunistas el defender una clara posición de principios sobre las llamadas "luchas de liberación nacional" si no quieren ser enterrados bajo el enorme peso que ejerce la losa ideológica burguesa en esta cuestión crucial. El abandono por el PCInt de una posición internacionalista en el conflicto interimperialista de Oriente Medio, dando su apoyo crítico a fuerzas capitalistas como la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), ha provocado la dislocación del grupo y originado una escisión ya claramente nacionalista y ultra-patriotera (el grupo El Oumami). Este es un ejemplo reciente de que el proletariado debe recelar de lo que suponga la más mínima concesión al nacionalismo en el periodo de decadencia del capitalismo. El origen de las debilidades teóricas de los bordiguistas, al igual que el de toda la tradición llamada leninista, sobre la cuestión nacional está en que defienden la posición que mantuvo Lenin, en la joven Internacional Comunista, apoyando los movimientos nacionales con la consigna: "derecho de las naciones a la autodeterminación".
La Corriente Comunista internacional niega cualquier apoyo de ese tipo en la época del imperialismo. Esta negativa está basada en la crítica de las ideas de Lenin que Rosa Luxemburgo hiciera ya a principios del siglo XX. Hoy en día, a la luz de la experiencia proletaria durante estos últimos setenta años, no podemos sino reafirmar que es la posición de Luxemburgo y no la de Lenin la que corresponde a la historia; la que ofrece las únicas bases claras para tratar la cuestión al modo marxista.
Hay hoy gente, que aparece en el medio revolucionario o que ha roto sólo parcialmente con el izquierdismo, que adopta la postura de Lenin contra Luxemburgo sobre este tema. En vista de lo importante que es romper claramente con todos los aspectos de la ideología izquierdista, publicaremos aquí una serie de artículos que examinarán críticamente los debates que hubo en el medio revolucionario antes y durante la I Guerra mundial imperialista. Demostraremos que es la posición de R. Luxemburgo la que de verdad tiene en cuenta coherentemente todas las implicaciones de la decadencia capitalista sobre la cuestión nacional. Dejaremos también muy clara la posición de Lenin, considerándola como un error del movimiento obrero de la época, frente a todas las distorsiones y censuras de los ideólogos de la izquierda del capital.
"El marxismo es inconciliable con el nacionalismo, por mucho que éste fuese "el más justo", "el más puro", de lo más refinado y civilizado". (Lenin: "Notas sobre la cuestión nacional".)
Ante las groseras deformaciones que los epígonos de Lenin le hicieron a la cuestión nacional, cabe ante todo subrayar que Lenin, como marxista que era, basaba su actitud de apoyo a los movimientos nacionalistas en los cimientos construidos por Marx y Engels en la I Internacional; como sobre cualquier otra cuestión social, él afirmaba que los marxistas deben examinar la cuestión nacional:
Cuando Lenin defendía la idea de que el proletariado debe reconocer el "derecho de las naciones a la autodeterminación"; o sea, el derecho de una determinada burguesía a separarse y organizar un Estado capitalista independiente si esta lo consideraba necesario, insistía en que tal derecho no tenía que ser apoyado más que cuando redundaba en interés de la lucha de la clase obrera, pues el proletariado «al reconocer la igualdad de derechos y el derecho igual a formar un Estado nacional, aprecia y coloca por encima de todo la unión de los proletarios de todas las naciones, evalúa toda reivindicación nacional y toda separación nacional con la mira puesta en la lucha de clase de los obreros». (Lenin: "Sobre el derecho de las naciones a la autodeterminación". 1914)[2].
Para Lenin, el derecho de autodeterminación era una reivindicación necesaria en la lucha del proletariado por la democracia, por la igualdad de derechos, por el sufragio universal, etc. Él planteaba el problema fundamental en la perspectiva de que la revolución burguesa, en marcha ya en Europa oriental, Asia y África, llegaría a concluirse; de que el desarrollo de movimientos nacionalistas, impulsados por una burguesía en ascenso, era históricamente inevitable para destruir el feudalismo y extender las relaciones capitalistas en el mundo. Según eso, allá donde surgieran movimientos nacionalistas burgueses los marxistas, según Lenin, deberían apoyarlos: luchando por el más alto nivel de democracia, ayudándolos a liquidar los vestigios feudales y a suprimir toda opresión nacional, para así quitar los obstáculos que dificultaban la lucha de la clase de los proletarios contra el capital.
Esta tarea adquiría un significado particular para los bolcheviques en Rusia, quienes procuraban ganarse la confianza de las masas en las naciones oprimidas por el Imperio zarista. Para Lenin, que veía en el nacionalismo "gran ruso" el obstáculo principal para la democracia y para el desarrollo de las luchas proletarias, por ser más "feudal que burgués", negarles a las pequeñas naciones el derecho a la secesión significaría en la práctica apoyar los privilegios de la nación opresora y subordinar a los obreros a la política de la burguesía y de los señores feudales rusos.
Lenin era sin embargo muy consciente de los peligros que entrañaba el apoyo del proletariado a los movimientos nacionalistas puesto que, incluso en los países "oprimidos", las luchas del proletariado y las de la burguesía se oponían radicalmente:
Por estas razones, Lenin insiste en que el apoyo del proletariado al nacionalismo debía limitarse a lo estrictamente progresista en esos movimientos; apoyaría a la burguesía "condicionalmente", "sólo en determinado sentido". Desde el punto de vista de lo que es el que se lleve a cabo la revolución burguesa mediante la lucha por la democracia contra la opresión nacional, el apoyo del proletariado a la burguesía de una nación oprimida sólo debía darse cuando aquella combata realmente contra la nación opresora: "(...) En la medida en que la burguesía de la nación oprimida defiende su propio nacionalismo burgués nosotros lo combatimos. Lucha contra los privilegios y violencias de la nación opresora, ninguna tolerancia respecto a la tendencia de la nación oprimida a defender sus propios privilegios" (Ibídem, pág 631).
O sea que, los movimientos nacionalistas burgueses no debían ser apoyados más que por su contenido democrático; es decir, por su capacidad para contribuir a la instauración de mejores condiciones para la lucha de la clase y para la unidad de la clase obrera: "En todo nacionalismo burgués de una nación oprimida hay un contenido democrático general contra la opresión, y a este contenido le prestamos un apoyo incondicional distanciado rigurosamente de la tendencia al exclusivismo nacional..." (Ídem; subrayado en el original).
Por eso Lenin, en 1913, cuando se refiere a las limitaciones históricas de la lucha por la democracia y la necesidad de la consigna de la autodeterminación (en una época en que ya, desde 1871, las revoluciones democrático burguesas habían terminado en el Occidente de Europa continental) era de lo más explícito cuando expresa que "Por eso, buscar ahora el derecho a la autodeterminación en los programas socialistas de la Europa Occidental significa no comprender el abecé del marxismo" (Ídem, pág. 629).
Pero en la Europa del Este y en Asia, la revolución burguesa tenía aun que consumarse y, "precisamente y sólo porque Rusia, junto con los países vecinos, pasa por esa fase, nosotros en nuestro programa necesitamos incluir un punto sobre el derecho de las naciones a la autodeterminación" (Íd.; subrayado nuestro).
La consigna de la autodeterminación estaba, desde un principio, plagada de ambigüedades. La situación obligaba a Lenin a admitir que era una reivindicación negativa, de un derecho a formar un Estado separado por el que el proletariado no podía ofrecer garantía ninguna y que no podía ser acordado (es decir, aceptado de común acuerdo con la burguesía nacional correspondiente) a expensas de ninguna otra nación. Sus escritos sobre el tema están llenos de advertencias, limitaciones y excepciones a veces contradictorias; se trataba por encima de todo de que los socialistas de los países "oprimidos" pudieran utilizarla con fines propagandísticos. Sin embargo, y siguiendo el mismo método, estrictamente histórico, de Lenin, podemos decir que la raíz de esta reivindicación se fundamentaba en la capacidad que aun tenía la burguesía para luchar por la democracia contra el feudalismo y la opresión nacional en las áreas del mundo donde el capitalismo estaba aun expandiéndose. La conclusión resultante es que cuando ese periodo llegase a su fin todo el contenido democrático de las luchas desaparecería y por tanto la única tarea progresista del proletariado sería la de hacer su propia revolución contra el capitalismo.
La crítica de Rosa Luxemburgo a la adopción por los bolcheviques de la consigna: "El derecho de las naciones a la autodeterminación" formaba parte inseparable de la lucha que estaba llevando el ala izquierda de los partidos socialdemócratas de Europa del Oeste contra las tendencias cada vez más abiertas hacia el oportunismo y el revisionismo en la II Internacional. A principios del siglo XX ya se podía observar, en los países capitalistas avanzados, el nacimiento de la tendencia hacia el capitalismo de Estado y el imperialismo y su resultado: la tendencia a la absorción, por la maquinaria estatal, de las organizaciones permanentes del movimiento obrero; es decir, los sindicatos y los partidos de masas. En la II Internacional aparecen teóricos, como Bernstein, que "revisan" el marxismo revolucionario para justificar la evolución de esa integración. Luxemburgo fue una de las primeras, entre los teóricos de la Izquierda, que luchó contra ese "revisionismo" y buscó sus causas profundas.
Rosa Luxemburgo rechazaba con ahínco la noción de "autodeterminación" pues veía en esta los signos de la influencia "socialpatriota" de fuerzas nacionalistas reaccionarias, que se llamaban a sí mismas socialistas, en la Internacional y cómo algunos dirigentes teóricos, por ejemplo Kautsky, las justificaban. La adopción por la Internacional, en 1896, de una Resolución que reconocía "el derecho absoluto de todas las naciones a la autodeterminación" fue una respuesta a las insistencias del Partido Socialista Polaco para obtener el apoyo oficial a favor de la restauración de la soberanía nacional polaca. Las pretensiones del PSP no se aceptaron pero la fórmula general adoptada, en opinión de Rosa Luxemburgo, eludía dos importantes cuestiones subyacentes: la base histórica del apoyo del proletariado a los movimientos nacionalistas y la necesidad de luchar contra el socialpatriotismo en la Internacional.
Luxemburg empezó su crítica aceptando el mismo marco básico que Lenin, o sea:
Sin embargo, su tarea primordial era la de defender el punto de vista marxista de la cuestión nacional contra aquellos que, al igual que los socialpatriotas polacos, utilizaban los escritos de Marx para apoyar la independencia de Polonia y justificar así sus propios proyectos reaccionarios de restauración nacional, empeñándose "en transformar una visión particular de Marx sobre un problema del momento en un dogma fuera del tiempo, inmutable, indiferente a las contingencias históricas, sin la menor duda ni la menor crítica, ya que al fin y al cabo... "lo dijo el mismo Marx". Eso no era ni más ni menos que apropiarse del nombre de Marx para dar validez a una tendencia que, por su misma esencia, iba en contra de las enseñanzas y de la teoría marxista" (Prólogo a la antología: "La cuestión polaca y el movimiento socialista". 1905)[3].
Contra semejante fosilización de la metodología histórica del marxismo, R. Luxemburgo afirmaba que "sin un examen crítico de las condiciones históricas concretas, ningún aporte válido puede hacerse al problema de la opresión nacional" ("La cuestión polaca"; Congreso de la Internacional, 1896). Y en base a esto ella siguió esbozando sus principales argumentos contra la consigna de la autodeterminación:
La mayoría de estos argumentos, que en muchos casos no eran sino la reafirmación de las posiciones marxistas básicas sobre el Estado y la naturaleza clasista de la sociedad, quedaron sin respuesta por parte de Lenin. En contra de la idea del apoyo del proletariado a la autodeterminación, Rosa Luxemburg hacía hincapié en la segunda parte de la Resolución, adoptada por la Internacional en 1896, que llamaba a los obreros de todos los países oprimidos a "integrarse en las filas de los obreros conscientes del mundo entero, para combatir junto a ellos por la derrota del capitalismo internacional y alcanzar las metas de la socialdemocracia internacional" (R. Luxemburg: "La cuestión nacional y la autonomía" 1908).
Rosa Luxemburg desarrolló su crítica a la autodeterminación refiriéndose particularmente a Polonia; sin embargo, las razones expuestas por ella para explicar su negativa a apoyar la independencia de Polonia frente a Rusia tienen una importancia general para esclarecer el punto de vista marxista respecto a estas cuestiones y lo que implican los cambios operados en la vida del capitalismo en cuanto a la cuestión nacional en general.
Marx y Engels empezaron apoyando el nacionalismo polaco, como parte de una estrategia revolucionaria de: defensa de los intereses de la revolución democrático-burguesa en Europa occidental contra la Santa Alianza de regímenes feudales y absolutistas en Europa oriental. Incluso hicieron llamamientos a guerrear contra Rusia y a insurrecciones en Polonia por la salvaguarda de la democracia burguesa. R. Luxemburg puso de relieve que aquel apoyo al nacionalismo polaco se había dado en un momento en que no había el menor signo de acción revolucionaria en Rusia y que no existía todavía un proletariado significativo, ni en Rusia ni en Polonia, para entrar en lucha contra el feudalismo: "No fue una teoría ni una táctica socialistas lo que determinó el punto de vista que Marx, y más tarde Engels, adoptaron respecto a Rusia y Polonia sino las exigencias políticas de la democracia alemana de la época -los intereses prácticos de una revolución burguesa en Europa occidental-" (Obra citada).
La reafirmación por Luxemburg de la posición marxista se basaba en el análisis del desarrollo histórico del capitalismo: en la segunda mitad del siglo XIX, Polonia "bailaba" la "frenética danza del capitalismo y del enriquecimiento capitalista sobre la tumba de los movimientos nacionalistas y de la nobleza polaca"; lo que dio nacimiento a un proletariado polaco y a un movimiento socialista que desde sus orígenes defendió sus propios intereses de clase como lo que eran: opuestos al nacionalismo. Esto iba paralelo a los cambios habidos en la misma Rusia en donde la clase obrera ya había comenzado a entablar sus propios combates.
En Polonia, el desarrollo capitalista fue el origen de la oposición entre la independencia nacional y los intereses de la burguesía; ésta renunció a la causa nacionalista de la vieja nobleza para lograr una más estrecha integración de los capitales polacos y rusos forzada por la necesidad de mantener el mercado ruso, del cual la burguesía se vería privada si Polonia desaparecía como Estado independiente. De esto Luxemburg concluía que la tarea política del proletariado en Polonia no era la de tomar a su cargo una lucha utópica sino la de unirse con los obreros rusos en la lucha común contra el absolutismo para una democratización más amplia, para que surgieran las mejores condiciones de lucha contra el capital ruso y el polaco.
Que el Partido Socialista Polaco usara el apoyo de Marx en 1848 al nacionalismo polaco no era sino una traición al socialismo, el signo evidente de la influencia del nacionalismo reaccionario dentro del movimiento socialista, que usaba las palabras de Marx y Engels pero en realidad daba la espalda a la alternativa proletaria; o sea, la lucha de una clase unida que se manifestó en 1905 cuando la huelga de masas se extendió desde Moscú y Petrogrado hasta Varsovia. El nacionalismo polaco se había convertido en "un barco donde pululaba todo tipo de reaccionarios, un campo abonado para la contrarrevolución"; se había convertido en arma en manos de la burguesía nacional; la cual, en nombre de la nación polaca hostigaba y asesinaba a los obreros en huelga, organizaba "sindicatos nacionales" como cortafuegos de la combatividad obrera, organizaba campañas contra las huelgas generales "antipatrióticas" y montaba bandas armadas nacionalistas para asesinar a los socialistas. Y Rosa L. concluía: "maltratada por la historia, la idea nacional polaca atravesó todo tipo de crisis y acabó cayendo en declive. Tras haber iniciado su carrera política como rebelión romántica, noble, glorificada por la revolución internacional se encarna ahora en el "hooligan" nacional, en el voluntario de los "Cien negros" del absolutismo y del imperialismo ruso." (R. L.: "La cuestión nacional y la autonomía". 1908).
Mediante un examen de los cambios concretos aportados por el desarrollo capitalista R. Luxemburg logró dar al traste con las frases abstractas sobre los "derechos" y la "autodeterminación" y, lo que es más importante, refutar todos los argumentos de Lenin en su posición de que había que apoyar la autodeterminación polaca para que así avanzara la causa de la democracia y la erosión del feudalismo. El nacionalismo se había convertido en fuerza reaccionaria en todas partes donde había tenido que encarar la amenaza de la lucha de la clase unificada. Por muy específico que fuera el caso de Polonia, las conclusiones de R. Luxemburg iban a tener necesariamente una aplicación general, en un periodo en el que los movimientos burgueses de liberación nacional dejaban patente el antagonismo existente entre la clase burguesa y el proletariado.
El rechazo de Luxemburg a la autodeterminación y a la independencia de Polonia era algo inseparable de su análisis sobre el nacimiento del imperialismo y sus consecuencias en las luchas de liberación nacional. Aunque fue esa una de las cuestiones esenciales en el movimiento socialista en Europa occidental, los comentarios de Luxemburgo no fueron en absoluto tenidos en cuenta por Lenin hasta el estallido de la I Guerra mundial. La emergencia del imperialismo capitalista, según Luxemburg, volvía caduca la más mínima idea de independencia nacional. La tendencia era hacia la "destrucción continua de la independencia de una cantidad cada vez más grande de nuevos países y pueblos, de continentes enteros" por un puñado de poderes dirigentes. El imperialismo, al ampliar el mercado mundial, destruía toda probabilidad de independencia económica: "Este proceso, así como la raíz de las políticas coloniales, está en los cimientos mismos de la producción capitalista... Sólo los inofensivos apóstoles burgueses de la "paz" pueden creer en la posibilidad, para los Estados de hoy, de evitar esa vía. " (Ídem).
Todas las pequeñas naciones quedaban condenadas a la impotencia política. Luchar para asegurarse la independencia en el seno del capitalismo significaría de hecho pretender la vuelta al primer estadio del desarrollo capitalista, lo cual era, ni más ni menos, una utopía.
Esta nueva característica del capitalismo hacía surgir no ya Estados nacionales, según el modelo de las revoluciones democrático burguesas de Europa, sino Estados de rapiña, mejor adaptados a las necesidades del periodo. En esas condiciones, la opresión nacional se transformaba en un fenómeno general e intrínseco al capitalismo y su eliminación se había hecho imposible sin la destrucción del capitalismo mismo, mediante la revolución socialista. Lenin refutaba este análisis de la dependencia creciente de las naciones pequeñas pues para él no tenía relación con la cuestión de los movimientos nacionales; Lenin no negaba la existencia del imperialismo o del colonialismo pero, según él, de lo único que se trataba era de la autodeterminación política, defendiendo en esta cuestión a Kautsky, que apoyaba la restauración de Polonia, contra Luxemburg.
El desarrollo del imperialismo, como condición para el sistema capitalista mundial, no se podía apreciar claramente todavía y Luxemburg sólo podía poner unos cuantos ejemplos "tipo": Inglaterra, Alemania, Norteamérica; a la vez que reconocía que el mercado mundial estaba todavía en expansión y que el capitalismo no había entrado en su crisis mortal. Sin embargo, la valía de su análisis está en haber examinado algunas de las tendencias fundamentales del capitalismo y sus implicaciones para la clase obrera y para la cuestión nacional. Su rechazo a las luchas de liberación nacional se basaba en la comprensión de las nuevas condiciones de la acumulación capitalista y no en consideraciones morales y subjetivas.
La consigna de la autodeterminación debería alcanzar, según Lenin, dos objetivos: como reivindicación, importante en la lucha del proletariado por la democracia en el seno de la sociedad capitalista y como táctica de propaganda, utilizándola contra el chovinismo nacional en el imperio zarista. Sin embargo, esa consigna contenía, desde el principio, ambigüedades teóricas y peligros prácticos que acabarían por corroer, en los bolcheviques, la defensa del internacionalismo proletario en los inicios de la fase imperialista del capitalismo:
Además, el uso que hacía Lenin de términos tales como "naciones oprimidas" y "opresoras" no era el adecuado, ni siquiera en el capitalismo ascendente. Es cierto que Rosa Luxemburg utilizaba también esos términos, cuando describía la emergencia de un puñado de grandes potencias que se repartían el mundo, pero para ella estos "Estados de conquista" no eran sino ejemplos de una tendencia general en el capitalismo en su conjunto. Uno de los valores de sus escritos sobre el nacionalismo polaco fue el de haber demostrado que, incluso en las pretendidas naciones oprimidas, la burguesía usaba el nacionalismo contra la lucha de la clase obrera, actuando como agente de las potencias imperialistas dominantes. Todos los discursos sobre las naciones "oprimidas" y "opresoras" acaban transformando la nación burguesa en una abstracción que sirve para ocultar los antagonismos de clase.
Toda esta estrategia sobre la "autodeterminación" era herencia no de Marx y Engels sino de la II Internacional que estaba, a finales del siglo XIX, muy corrompida por la influencia del nacionalismo y el reformismo. La posición de Lenin era compartida por el ala centro de los partidos socialdemócratas y, sobre este tema, él apoyaba a Kautsky, el teórico más "ortodoxo", contra R. Luxemburg y el ala izquierda de la Internacional. Combatiente desde su situación en Rusia, Lenin no llega a demostrar que la autodeterminación era una concesión al nacionalismo ni que para llegar a la raíz de la degeneración de la socialdemocracia era necesario rechazar el "derecho de las naciones a la autodeterminación".
La verdadera importancia de la posición de Luxemburg era que se basaba en el análisis de las tendencias dominantes en el núcleo mismo de la producción capitalista, en particular en la emergencia del capitalismo en Europa, como indicadores de la naturaleza del conjunto de la economía mundial en la época imperialista.
En cambio, Lenin basaba su posición en su experiencia como combatiente en una situación como la de Rusia y en las necesidades de los países de las zonas atrasadas del mundo, en los que la revolución burguesa estaba aun por realizar, pese a estar en los albores de la época en que ya no sería posible para el proletariado obtener reformas del capitalismo y en la que el nacionalismo ya no podría tener ningún papel progresista.
La de Lenin era una estrategia para una época histórica en vías de extinción y ya no podía responder a las necesidades de la clase obrera en las nuevas condiciones del capitalismo en decadencia.
M. T. Julio de 1983.
[1] Leer en: https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/48-manif.htm [4]
[2] "El derecho de las naciones a la autodeterminación [5]".
[3] R. Luxemburg: "El desarrollo industrial de Polonia y otros escritos sobre el problema nacional". Cuaderno nº 71 de Ediciones Pasado y Presente. México 1979
Communistenbond Spartacus (Unión Comunista Espartaco) nació en 1942 de una escisión del "Marx-Lenin- Luxemburg Front", el cual, a su vez, había salido del RSAP. Esto organización, cuya figura dominante era Henk Sneevliet, y que el gobierno holandés ilegalizó en 1940, oscilaba entre el trotskismo y el POUM, con posiciones antifascistas, sindicalistas, de defensa de las "liberaciones nacionales" y del Estado ruso. El MLL Front, que sucedió aquél en la ilegalidad se comprometió en la labor internacionalista de denuncia de todos los frentes de guerra capitalista; y en 1941, su dirección por unanimidad menos un voto trotskista, decidió no apoyar a la URSS, denunciando la guerra germano-soviética como un desplazamiento del frente de guerra imperialista. El MLL Front quedó decapitado en 1942 cuando la dirección fue encarcelada (incluido Sneevliet) y ejecutada por el ejército alemán. Algunos meses más tarde, lo que quedaba del Front se escindía en dos: por un lado, la pequeña minoría trotskista que escogió el campo del capitalismo, por el otro los militantes internacionalistas que iban a formar, al principio en la mayor confusión, Communistenbond. Esta organización fue evolucionando progresivamente hacia el comunismo consejista. Tras haber sido a partir de 1945 y durante los años 50 la corriente revolucionaria internacionalista en Holanda, acabó degenerando por completo en la ideología consejista. A finales de los años 70, desapareció como grupo, no dejando sino epígonos y entre ellos el grupo "Daad en Gedachte".
Si presentamos aquí esta historia del "Communistenbond Spartacus" es, primero, porque es más conocida tanto mas por cuanto el Bond degenerante consideraba que interesarse por su propia historia era como interesarse por trastos viejos. Para los revolucionarios internacionalistas, la historia de un grupo comunista no son trastos viejos: es nuestra propia historia, la historia de una fracción política que el proletariado hizo surgir. Hacer hoy balance de este grupo y de la corriente consejista, es sacar las lecciones positivas y negativas que nos permiten forjar las armas de mañana. Puesto que la corriente consejista es organizativamente una corriente en descomposición en Holanda, que ya no es un cuerpo sano del que se pueden sacar lecciones vivas para la lucha revolucionaria, le incumbe a la CCI sacar las enseñanzas de la historia de Communistenbond Spartacus, para así mostrar a la gente que hoy está surgiendo y que se plantea los problemas en base al consejismo como la lógica de éste los lleva a la nada.
Ojala este historia de Communistenbond Spartacus sirva para que quienes se reclaman todavía del "Comunismo de Consejos" comprendan la necesidad de una actividad organizada basada en el concepto marxista de la decadencia del capitalismo. La organización política de los revolucionarios, internacional y centralizada, es un arma indispensable que la clase proletaria hace surgir por el triunfo de la revolución comunista mundial.
La evolución del MLL Front hacia posturas internacionalistas de no defensa de la URSS y de lucha contra los dos bloques imperialistas (aliado y "eje"), sin distinciones de etiquetas ("democracia", "fascismo", "comunismo") fue una evolución atípica. Salido del RSAP, orientado hacia el socialismo de izquierda, el MLL Front evolucionaba hacia posiciones comunistas consejistas. Esta orientación se explica primero por la fuerte personalidad de Sneevliet, el cual, a pesar de su edad avanzada, era capaz de evolucionar políticamente y que, en lo personal, no tenía nada que perder[1]. Una transformación política tan profunda no puede ser comparada con la del grupo de Munís, tan atípica como aquella, ola de los RKD[2].
Esta evolución no fue, sin embargo, hasta sus últimas consecuencias. La desaparición de Sneevliet y de sus camaradas - en particular Ab Menist - decapitó la dirección del Front. Esta debían gran parte su cohesión al peso político de Sneevliet, el cual era más un militante guiado por sus convicciones revolucionarias y su intuición que un teórico.
La muerte de Sneevliet y de casi todos los miembros de la Central redujo a la nada durante varios meses al organización. Desde marzo hasta el verano de 1942, todos los militantes estuvieron ocultos, procurando evitar los contactos por miedo a la Gestapo a la que sospechaban haber desmantelado el Front gracias a un chivato que logró hacer su labor en el seno mismo de la organización. Los archivos de la policía y del proceso de Sneevliet no dan, sin embargo, ningún indicio de que se hubiera ntroducido agente alguno de la Gestapo en organización[3].
De la dirección del Front sólo sobrevivió Stan Poppe que impulsó el "Revolutionar-socialistische Arbeidersbeweging" (Movimiento obrero socialista revolucionario). Ese término de "movimiento obrero" daba a entender que la organización, que se consideraba formalmente como la continuación del MLL Front, no se concebía ni como un frente ni como partido.
Tras la formación del grupo de Stan Poppe los últimos partidarios de Dolleman formaron el 22 de agosto de 1942 en La Haya su propio grupo, con una orientación trotskista. Nacía así el "Comité van Revolutionaire Marxisten" (Comité de marxistas revolucionarios) con la defensa de la URSS como base[4]. Este grupo era mucho más reducido en número que el Movimiento obrero socialista-revolucionario. Publicaba el mensual De Rode October (Octubre Rojo), con 2000 ejemplares. Entre los dirigentes del CRM estaban Max Perthus, que había sido liberado de la cárcel. La antigua fracción trotskista del MLL Front estaba así reconstituida. Los elementos más jóvenes del Front, los mas activistas, entraron en su mayoría en el CRM. Y lógicamente, éste se unió a la IV Internacional, proclamándose como su sección en Holanda en 1944[5].
Esta última escisión fue la consecuencia del enfrentamiento entre dos posiciones irreconciliables: una que defendía las posiciones internacionalistas tomadas en junio de 1941 por Sneevliet y sus compañeros y la otra que se comprometía en la guerra al apoyar a Rusia y por lo tanto al bloque militar de los aliados.
Es posible que hubiera habido otras razones que entraron en juego en la escisión, organizativas y personales a la vez. En el verano de 1942, Poppe se había ocupado de formar una nueva dirección separando a todos los partidarios de la defensa de la URSS. Por otro lado, Poppe, por haber sido la última persona que había visto a Sneevliet antes de la detención de éste, era para algunos, poco de fiar e incluso sospechoso[6].
En realidad, la organización formada en torno a Stan Poppe estaba muy preparada para la clandestinidad, pudiendo proseguir su trabajo político hasta el final de la guerra sin detenciones. Y tuvo en la persona de Leen Molenaar a uno de los más hábiles fabricantes de documentación falsa y de cartillas de racionamiento para los militantes clandestinos[7].
A finales del verano, el grupo, compuesto por unos 50 militantes, empezó a editar un boletín a multicopista más o menos periódico: Spartacus. Se presentaba como órgano del "Communistenbond Spartacus". Se editaron varios folletos que demostraban un nivel teórico más elevado que en el MLL Front. Hace finales de 1944, Spartacus se convirtió en órgano teórico mensual. Junto a éste, desde octubre del 44 hasta mayo del 45 se difundió un panfleto semanal sobre la actualidad inmediata: Spartacus-actuele berichten (Noticias de actualidad).
Políticamente, los miembros del Bond, por ser más veteranos, estaban más aguerridos y más formados teóricamente que los elementos trotskistas. Muchos de ellos habían militado en el NAS y de ella habían guardado una mentalidad sindicalista-revolucionaria. Por ejemplo Anton (Toon) van den Berg, militante del OSF y después del RSAP, que había dirigido el NAS hasta 1940. En torno a él se formó el grupo de Rótterdam de Communistenbond, el cual se caracterizó siempre y hasta el final de la guerra por su ánimo activista. Otros, en fin, teniendo un pasado político marcado menos por el sindicalismo que por el socialismo de izquierda y también del MLL Front. Este era el caso de Stan Poppe, cuya orientación política era todavía una mezcla de leninismo y consejismo.
La mayoría de los militantes procedían del antiguo RSAP, sin haber pasado por el movimiento trotskista, muy débil por cierto en Holanda. Muchos de ellos siguieron, después de la guerra, militando en el Bond, la mayoría hasta final de sus vidas.: Bertus Nansink, Jaap van Otterloo, Jaap Mtulenkamp, Cees van der Kull, Wlebe can der Wal, Jan Vastenhouw y otros.
Durante los años, la evolución de "Spartacus" se vio acompañada de ambigüedades políticas que demostraban que el espíritu del RSAP no había desaparecido por completo. Los reflejos socialistas de izquierda volvieron a expresarse en los contactos con un grupo socialdemócrata que había dejado el SDAP (Partido socialdemócrata holandés) a principios de la guerra y cuya personalidad más destacable era W. Romljn, el cual, a finales del 43, había escrito un folleto en el que se pronunciaba por un apoyo "táctico" a la lucha militar de los aliados. Spartacus ataca con firmeza esa posición[8] y rompe las discusiones para una fusión con Romljn. El hecho mismo de que hubiera propuestas de fusión con ese grupo demostraba que el Bond no tenían la más mínima definición de clase sobre la socialdemocracia. En esto, Spartacus andaba muy lejos de los comunistas de consejos, los cuales habían denunciado siempre a los grupos socialistas tanto de derecha como de izquierda como partidos contrarrevolucionarios y burgueses. Esa persistencia en buscar contactos con socialistas de izquierda la vemos otra vez en noviembre de 1944, cuando durante algún tiempo lleva a cabo un trabajo común con el grupo "De Vonkt", trabajo que acaba fracasando por las evidentes divergencias políticas.
Con la corriente trotskista, aunque la ruptura organizativa estaba consumada, no era así ideológicamente con sus corrientes de izquierda. Poppe mantuvo durante el 1944 dos reuniones con "Contra la Corriente" (Tegen de Stroom), grupo formado en torno a Vereken. Aunque este había rechazado la defensa de la URSS en junio del 41, mantenía relaciones con el Comité comunista internacional francés de Henry Molinier; y acabó integrarse en la IVª Internacional después de la guerra[9]. Más significativo es que en el seno mismo del Bond no había desaparecido las últimas dudas sobre si sí o no a la defensa de la URSS. Una pequeña parte de la organización - en contra de la defensa del campo ruso en la guerra que estaban viviendo - se declaraba a favor de la defensa de la URSS en caso de una tercera guerra mundial entre los aliados occidentales contra la URSS[10].
Así, durante dos años, hasta que la aportación teórica del ex-GIC se hiciera preponderante, el Bond intentó clarificar sus posiciones políticas. Su actividad consistió en gran parte en realizar una labor teórica en forma folletos.
El folleto de Stan Poppe sobre Las perspectivas del imperialismo tras la guerra en Europa y las tareas de los socialistas-revolucionarios lo escribió en diciembre de 1943, publicado en enero del 44[11]. Este texto, muy influenciado por el libro de Lenin El imperialismo, fase suprema del capitalismo, se reclamaba del "socialismo científico de Marx, Engels, Lenin" y no de Rosa Luxemburgo. Intenta definir el curso seguido por el capitalismo y las perspectivas revolucionarias para el proletariado.
La causa de la guerra mundial era "la crisis general del capitalismo" desde 1914. En un sentido leninista, Poppe definía el nuevo período de crisis como imperialista monopolista:
"Esta última fase, la más alta, Lenin la definía como imperialismo. El imperialismo es la expresión política de la sociedad que produce según un modo capitalista-monopolista".
Es interesante esa referencia al Lenin cuando se sabe que más tarde los consejistas de Spartacus se presentarán como antileninistas.
Sin embargo, puede observarse ya cierta reflexión teórica bajo la referencia casi escolar a Lenin. Poppe entiende la crisis como crisis de sobreproducción. Y esta se plasma en el capitalismo de Estado, remate de la fase de monopolio cuya expresión es la economía armamentística. Esta invade la producción y «el sistema (capitalista) no puede sino irse salvando mediante la guerra y la producción para la guerra». No dice nada de Rusia como capitalista de Estado. Al contrario, afirma que la URSS, «está fuera de la dominación del monopolio -producción capitalista y del mercado»; que es «el único adversario estatalmente organizado, del imperialismo». Esta posición es tanto más sorprendente por cuanto Poppe había sido de los que, en el MLL Front, había definido a la URSS como capitalista de Estado. Contradictoria era por lo tanto la denuncia en ese texto de las medidas de capitalismo de Estado en todos los países "ya sean democráticos o autocráticos, republicanos o monárquicos". Salvo en la URSS.
Más lúcido era el análisis del conflicto en Europa: "La guerra va a llegar a su término. La derrota militar de Alemania y de sus aliados no es especulación sino realidad de los hechos...". Poppe, por paradoja de estilo, consideraba que la segunda guerra mundial se iba a continuar en una tercera guerra mundial en Asia, enfrentando a Japón y al campo anglo-norteamericano por el dominio de las colonias.
Un poco como Bordiga después de 1945[12], Poppe consideraba que la guerra llevaba a la fascistización de las democracias occidentales en el plano político:
"La guerra imperialista es -en el plano de la política exterior la otra cara de la explotación monopolista de la fuerza de trabajo, en tanto que, en política interior, la democracia burguesa, forma de vida del mismo orden social, es como el fascismo."
Las democracias tendrán, en caso de crisis revolucionaria, en el fascismo "su propio futuro", sino se impondrá en economía una forma de neofascismo.
"Por la apariencia de la terminología, ya no habrá fascismo, pero en los hechos, viviremos su segunda edad de oro. En el centro de la política social neofascista estará la degradación del salario obrero, consecuencia necesaria de la política de deflación."
Recordando el ejemplo de los años 30, Poppe pensaba que la crisis abierta del capitalismo continuaría después de la guerra: habría "una coyuntura de reconstrucción, pero muy corta y muy modesta".
La alternativa para el proletario era la de "socialismo o caída en la barbarie", o sea revolución proletaria o guerra. El texto se guarda bien de hacer pronósticos. Subraya que la guerra "por la reconquista y la salvaguarda de Indonesia y del Extremo Oriente" implica "la perspectiva de una guerra inevitable contra la Unión Soviética misma", ya sea durante la "tercera" guerra en Oriente, ya durante una "cuarta" guerra mundial.
Sin embargo, «la crisis general del capitalismo hace que madure la crisis revolucionaria del sistema». Esto no implica que la "revolución surja automáticamente": depende de la intervención consciente de la clase revolucionaria a lo largo del proceso (revolucionario)".
Teóricamente, Poppe defendía la revolución como la instauración de la dictadura del proletariado y la disolución de "esa dictadura y del Estado mismo". Esta dictadura sería la de los Consejos de fábrica, los cuales formarían los "consejos centrales del poder". Cabe señalar que están aquí excluidos los soviets de campesinos. En «la lucha por el poder», que no es otra que «la lucha por y con los consejos», el proletariado de fábrica es el meollo de la revolución. Poppe toma como ejemplo la ocupación de fábricas en Italia 1920 lo que es significativo de una visión "usinista" Es significativo de una visión "fabriquerista" de estilo Gramsciano el que Poppe tome el ejemplo de la ocupación de fábricas como en la Italia de 1920[13].
Significativa es también la separación que hace entre la revolución de consejos obreros en los países industrializados y el llamamiento a que se apoyen "las luchas de liberación nacional": «No puede existir una política socialista en Europa y América sin proclamación de la plena independencia de los antiguos pueblos colonizados».
En la cuestión colonial, Poppe recoge las posiciones de Lenin del Derecho de los pueblos a autodeterminarse. No parece que esas posturas de Poppe fueran reflejo de la opinión de todos los militantes: en 1940, Jan Vastenhouw (miembro en aquel entonces del MLL Front) había atacado con firmeza los conceptos de Lenin, en un boletín interno.
Poppe va muy lejos en su análisis, no solo considera que «la tarea de los revolucionarios socialistas es evidentemente llamar a los obreros de todos los países a echar fuera a los japoneses de los territorios ocupados en China e Indonesia», sino que además proclama la necesidad de que esa "liberación" se haga tras los estandartes de la URSS. Eso si, Poppe no habla de una URSS estalinista, sino de una URSS liberada del estalinismo por obreros y campesinos gracias a la instauración del poder de los consejos en Europa. Según esta óptica -mezcla de quimera y de creencia- habría guerras de "liberación nacional" revolucionarias: «Si los socialistas no se equivocan en sus previsiones, eso significa que la URSS se convierte en el factor más importante también en la lucha contra el imperialismo japonés. Una URSS que puede apoyarse en la alianza del poder de los consejos de los demás pueblos en lugar de dudosos tratados con los gobiernos capitalistas; una URSS que se sabe apoyada en su retaguardia por un sistema de uniones de consejos europeos y por la solidaridad del proletariado guiado por el socialismo revolucionario debe también, sin la ayuda de los ejércitos ingleses y americanos, ser capaz de expulsar a los imperialistas japoneses del Mandchukuo y del resto del territorio de la República China, e igual en Indonesia».
Esa idea de una guerra de "liberación revolucionaria" se parecía a la teoría de la guerra revolucionaria lanzada en 1920 por el Komintern. Pero hay que hacer constar que la "liberación" que Poppe preconizaba a punta de bayoneta era más nacional e incluso nacionalista, puesto que proponía la restauración de la "República de China" en su integridad territorial. Aparecía como guerra nacional burguesa a imagen de las guerras de la revolución francesa, instauradora y no destructora del marco nacional. La teoría de Poppe de los consejos obreros es una teoría nacional de consejos federados en uniones. Y el concepto de "lucha de liberación nacional" es el corolario de un concepto según el cual la revolución obrera que hace surgir los consejos obreros es nacional.
Las posiciones de Poppe y del Bond están muy lejos de las del comunismo de consejos. Siguen siendo una mezcla sincretista de leninismo, de trotskismo y hasta de gramscismo. Y eso tanto más por cuanto Bond, hasta el verano de 1944, será incapaz de darse una posición teórica sobre la naturaleza de la URSS.
Sería finalmente por medio de discusiones llevadas a cabo durante el verano de 1944 con antiguos miembros de la GIC[14] cuando la Unión Comunista Spartacus se orientará definitivamente hacia el comunismo de consejos. Algunos miembros del Bond tomaron contacto con Canne Maijer, B.A. Sijes, Jan Appel y Theo Massen, Bruun Van Albada para pedirles qué trabajaran en la organización. Aceptaron contribuir teóricamente mediante la discusión y por escrito[15]; pero no quisieron ni disolver su propio grupo ni integrarse inmediatamente en el Bond. Seguían desconfiando de la nueva organización marcada por una tradición leninista; primero querían comprobar en qué medida el Bond se iba a orientar hacia el comunismo de consejos. Poco a poco fueron participando en actividades de redacción e intervención, con una especie de estatuto híbrido de "invitados"[16]. Procuraban no tomar partido en las cuestiones organizativas del Bond, no participando en las reuniones en que esas cuestiones eran tratadas. Poco antes de mayo de 1945 se hicieron miembros por completo de la organización, una vez comprobados el acuerdo teórico y político por una parte y la otra.
Fruto de la maduración política del Bond fue el folleto publicado en agosto del 44: De Stridjd om de macht (La lucha por el poder). Este folleto se pronunciaba contra toda actividad de tipo parlamentario y sindical, preconizando la formación de nuevos órganos proletarios, antisindicales, nacidos de la lucha espontánea: los consejos de fábrica, base de la formación de los consejos obreros. En este folleto se constataba, en efecto, que los cambios en el modo de producción capitalista acarreaba modificaciones estructurales en la clase obrera que exigían la aparición de nuevas formas de organizaciones obreras en relación con el surgimiento de un "nuevo movimiento obrero"[17].
Al contrario del antiguo GIC, el Bond, en ese folleto, preconizaba la formación de un partido revolucionario y de una internacional. Sin embargo, a diferencia del trotskismo, se insistía en que un partido así solo podría surgir al final de la guerra y cuando se hubieran formado los órganos de lucha del proletariado.
Cuando en mayo del 45, el Bond publica legalmente la revista mensual, Spartacus, ya no puede ser considerado como continuación del MLL Front. Con la aportación militante de los miembros del GIC se ha convertido en organización comunista de consejos. Como lo haría notar Canne Meijer en 1946: «El Spatacusbond no puede ser considerado como continuación directa del RSAP. Su composición es diferente, y en muchas cuestiones, la toma de posición no es la misma... Muchos que pertenecieron al RSAP no se han unido a Spartacus y algunos han podido ser atraídos por trotskistas. Pero los trotskistas, de todos modos, tampoco son muchos»[18]
En importancia, "Spartacus" era la primera organización revolucionaria en Holanda, por lo que le incumbía una gran responsabilidad política en el ámbito internacional para el reagrupamiento de revolucionarios en Europa, separados por la ocupación y que estaban volviendo a la búsqueda de lazos internacionales. Esa posibilidad de transformarse en polo de reagrupamiento dependía tanto de la solidez de la organización, de su homogeneidad política y teórica, como del decidido ánimo de salir de las fronteras lingüísticas de la pequeña Holanda.
En cantidad, el Bond era relativamente fuerte para una organización revolucionaria y más aún en un país pequeño. En 1945, contaba con un centenar de militantes; poseía a la vez una revista teórica mensual y un semanario con 6000 ejemplares[19]. Estaba presente en la mayoría de las grandes ciudades y, en particular, en los centros obreros de Ámsterdam y de Rótterdam, allí donde la tradición comunista de consejos era real.
En cambio, la organización andaba lejos de ser homogénea. En ella se juntaban antiguos miembros del MLL Front, del GIC, pero también de los antiguos sindicalistas del NAS de preguerra. Al Bond se le habían unido también anarquistas del antiguo "Movimiento socialista Libertario". Y muchos jóvenes habían entrado en "Spartacus", pero sin experiencia política ni formación teórica. Había pues unión de elementos de diferentes orígenes pero no verdadera fusión, condición básica para la creación de un entramado organizativo homogéneo. Las tendencias centrífugas eran por tanto, fuertes, como ya veremos más lejos. Los elementos libertarios acarreaban posturas antiorganizativas. Los sindicalistas, muy activos en torno a Toon van den Berg en Rótterdam, eran de lo mas activista y obrerista. Su modo de ver era más sindicalista que político. Además, los más jóvenes tenían la tendencia, debida a su inmadurez política, a seguir a una de esas dos tendencias y en especial la primera.
Organizativamente, el Bond nada tenía que ver con el antiguo GIC, el cual se concebía como federación de grupos de trabajo. El Bond era una organización centralizada y lo será hasta 1947. Estaba formado por núcleos (Kerne) o secciones locales de 6 miembros, cubiertas por secciones territoriales o urbanas. El comité ejecutivo de 5 miembros representaba a la organización hacia el exterior y era responsable ante el Congreso del Bond, instancia suprema. Como en cualquier otra organización revolucionaria digna de este nombre, tenía órganos de trabajo elegidos: una comisión política que contenía a la redacción y encargada de cuestiones políticas; una comisión de organización para las tareas corrientes; una comisión de control encargada de comprobar que las decisiones tomadas se cumplían; una comisión de control financiero. En total, en 1945, había entre 21 y 25 personas en los órganos centrales.
La adhesión a la organización estaba claramente definida por los estatutos adoptados en octubre del 45[20]. El Bond, que entonces tenía un elevado concepto de la organización, no quería aceptar a nuevos miembros más que con la mayor prudencia y exigiendo de ellos "la disciplina de un partido centralista democrático"[21]. El Bond, efectivamente reanudaba con la tradición del KAPD.
De esa tradición, sin embargo, el Bond recogía algunos aspectos mucho menos favorables para el cumplimiento de su labor. Centralizado por sus órganos, el Bond, en cambio, estaba descentralizado en lo local. Consideraba que cada "núcleo" era autónomo en su propia región[22]. Con la pretensión de "descentralización del trabajo", lo que iba a ser inevitable era que esa entrara en contradicción con el centralismo de la organización.
Por otro lado. El Bond acarreaba algunos conceptos sobre la organización que se habían desarrollado en las grandes organizaciones políticas de masas del pasado. La organización se seguía concibiendo como organización de "cuadros"; de ahí la decisión tomada en la Conferencia del 21-22 de julio del 45 de hacer una "escuela de cuadros marxistas".
Y no era totalmente unitaria, pues en la periferia de la organización gravitaban las "Asociaciones de amigos de Spartacus" (VSV). El Bond tenía en la VSV a su organización juvenil autónoma. Formada por jóvenes entre 20 y 25 años, esta organización paralela era de hecho una organización de jóvenes simpatizantes. Aunque no tenían obligaciones para con el Bond, debían participar en la propaganda y contribuir financieramente. Esa imprecisión entre militantes y simpatizantes contribuyó en gran medida a reforzar las tendencias centrífugas dentro de la organización.
Otro ejemplo del peso del pasado está en la creación en agosto del 45 de una "ayuda obrera" (Arbeidershulp). Consistía en crear una caja de resistencia para ayudar financieramente a los obreros en la huelga. Detrás de esto, se dibujaba la idea de que el Communistenbond debía dirigir la lucha de los obreros, sustituyendo los esfuerzos espontáneos de éstos para organizarse. Esa "ayuda obrera" tuvo, de todos modos, una breve existencia. La discusión sobre el partido, que fue general en el Bond, permitió que se fueran precisando cuales son la naturaleza y las funciones de la organización política de los revolucionarios.
Spartacus pensaba, en efecto, que las luchas obreras que estallaban al terminar la guerra, anunciaban un período revolucionario, si no inmediato, al menos en el futuro. En abril del 45, la Conferencia de Spartacusbond proclamaba la necesidad de un partido y el carácter provisional de su existencia como organización nacional: "El Bond es una organización provisional de marxistas, orientada hacia una formación de un auténtico partido comunista internacional que debe surgir de la lucha de la clase obrera"[23].
Es muy significativo que esta declaración planteara la cuestión del nacimiento del partido en período revolucionario. Esta concepción era la contraria de la de los trotskistas de los años 30 y mas tarde la de los bordiguistas después de 1945, quienes consideraban como secundario lo de la época de surgimiento del partido, el cual sería única y sencillamente fruto de la voluntad. Bastaba con proclamarlo para que existiera. No menos digno de notar es que el "Llamamiento inaugural", votado en la Conferencia de julio, fue dirigido a los grupos revolucionarios internacionalistas. De él se excluyó al CRM trotskista de Holanda con el cual la Conferencia rompió todo contacto debido a su posición de "defensa de la URSS"[24]. Fue además un llamamiento al reagrupamiento de los diferentes grupos de la izquierda comunista que rechazaban el concepto de la toma del poder por el partido:
«Es en y mediante el movimiento mismo como puede nacer una nueva Internacional Comunista, en la cual los comunistas de todos los países -liberados del sojuzgamiento burocrático pero también de la menor pretensión de luchar por el poder por cuenta propia- pueden participar»[25]
Hay que hacer constar sin embargo, que este llamamiento al reagrupamiento de revolucionarios internacionalistas se plasmó en muy pocas medidas. La Conferencia decidió establecer una secretaría de información en Bruselas con la tarea de tomar contacto con grupos diversos y editar un boletín de información. A la vez, habían vuelto a tomar contacto, que duró muy poco, con el grupo de Vereeken. Resultaba evidente que las posiciones de ese grupo, llamado "Contra la Corriente" (Tegen de Streoo)[26] eran incompatibles con las Bond. Pero el hecho mismo de volver a contactarlo mostraba la ausencia de criterios políticos en la delimitación entre los grupos comunistas internacionalistas y otros grupos confusos o anarquistas. Esa misma ausencia de criterios la volveremos a encontrar en 1947 cuando la Conferencia Internacional habida en Bruselas, como veremos más lejos.
La preparación del Bond para el surgimiento de un partido exigía previamente la mayor homogeneidad en la organización sobre la concepción teórica del partido. Por eso fueron escritas y discutidas por el Congreso del 24-26 de diciembre del 45 las "Tesis sobre la tarea y la naturaleza del partido"[27]. El Congreso las adoptó y se publicaron el en folleto de enero del 46[28]. Es muy significativo el que hubieran sido redactadas por un ex miembro del GIC, Bruun van Albada. Esto es prueba de la unanimidad que había entonces en el Bond en ese tema y, mas que nada, plasmaba el rechazo explícito de las concesiones que se habían desarrollado en el GIC en los años 30.
Las reuniones públicas habidas sobre la cuestión del partido durante 1946 son buena muestra de la importancia que tenían las Tesis par ala organización.
Las Tesis se centraron en el cambio de función del partido entre el período de ascendencia del capitalismo, llamado período del "capitalismo liberal", y el período de la decadencia que siguió a la primera guerra mundial, período de dominación del capitalismo de Estado. Aunque en los términos de ascendencia y decadencia no son utilizados en la Tesis, en ellas se insiste con fuerza en el cambio de período histórico, lo cual exige que se cuestionen las viejas concepciones del partido:
«La crítica actual de los viejos partidos no es solo una crítica de su práctica política o del proceder de sus jefes, sino una crítica de toda la vieja concepción del partido. Es una consecuencia directa de los cambios en la estructura y en los objetivos del movimiento de masas. La tarea del partido (revolucionario) está en su actividad en el seno del movimiento de masas del proletariado»
Las Tesis, con método histórico, demuestran que la concepción del partido obrero que actúa según el modelo de los partidos burgueses de la revolución francesa, no diferenciado de las demás capas sociales, no sirve desde la Comuna de París. El partido no pretende la conquista del Estado, sino su destrucción;
«En aquel período de desarrollo de la acción de masas, el partido político de la clase obrera iba a jugar un papel mucho mayor: Puesto que los obreros no eran todavía la mayoría aplastante de la población, el partido político aparecía todavía como la organización que debía trabajar par arrastrar a la mayoría de la población en la acción de los obreros, exactamente de la misma manera que el partido de la burguesía había actuado en la revolución burguesa; ya que el partido proletario tenía que ponerse a la cabeza del Estado, el proletariado debería conquistar el poder de Estado».
Al explicar la evolución del capitalismo desde 1900, "período de prosperidad creciente del capitalismo", las Tesis explican el desarrollo del reformismo en la social democracia, con la tendencia al rechazo de los partidos de la segunda Internacional de después de 1900, a causa de su patente evolución hacia el oportunismo parlamentario y sindical. Pero ignoran totalmente la reacción de las izquierdas comunistas (Lenin, Luxemburgo, Panneokoek) contra ese oportunismo en el seno de la Internacional. Las Tesis demuestran muy bien el "remedio de plena democracia" de la socialdemocracia clásica y la "total separación entre la masa de miembros y la dirección del partido", pero concluyen negativamente sin mostrar la aportación positiva de esa organización para el movimiento obrero de la época:
«El partido político deja de ser una formación de poder de la clase obrera para transformarse en la representación diplomática de los obreros en la sociedad capitalista. Y como oposición leal, participa en el parlamento, participa en al organización de la sociedad capitalista».
La primera guerra mundial abrió un período nuevo: el de la revolución proletaria. Las Tesis consideran que es la pauperización absoluta del proletariado y no el cambio de período lo que origina la revolución. Según eso, mal se puede apreciar la diferencia entre el período revolucionario de 1917-23 y 1848, período de "pauperización absoluta" característica de la situación del proletariado en ciernes:
«El estallido de la guerra mundial significó que la fase de pauperización relativa le sucedía la de pauperización absoluta. Esta nueva evolución iba a empujar a los obreros a la fuerza a una oposición revolucionaria al capital. Y de ahí que, al mismo tiempo, los obreros entraron en conflicto con la socialdemocracia»
Las Tesis subrayan bien los aportes positivos de la oleada revolucionaria de la posguerra: nacimiento espontáneo de "organizaciones de empresa y de consejos obreros como órganos de la democracia obrera dentro de las empresas y órganos de la democracia política local". Las Tesis, sin embargo, minimizan el alcance revolucionario de 1917 en Rusia; parece como si del 17 solo guardaran lo que ocurriría más tarde: la contrarrevolución y el capitalismo de Estado. Ven incluso en la revolución el origen de la contrarrevolución estalinista. Queda anulado el proceso de degeneración, de modo que hacen responsable a los obreros rusos del fracaso de la revolución rusa. Y el desarrollo del "socialismo de Estado" (o sea el capitalismo de Estado) es considerado "como resultado de la lucha revolucionaria de los campesinos y los obreros".
Es, sin embargo, con gran lucidez como las Tesis subrayan el efecto pernicioso de la confusión entre el socialismo y el capitalismo de Estado en las filas obreras de la época. Esta confusión impidió la plena maduración de la conciencia revolucionaria:
«gracias a la revolución rusa, la concepción socialista de Estado se adornó con la aureola revolucionaria, lo cual contribuyó en gran medida a entorpecer la verdadera toma de conciencia revolucionaria de los obreros»[29]
El rechazo implícito de la revolución rusa y de la aportación del partido bolchevique en 1917 lleva al redactor de las Tesis a establecer una identidad entre el bolchevismo revolucionario del principio y el estalinismo. Para él, no hay diferencias entre bolchevismo y socialdemocracia, excepto la del método en la instauración de "una economía planificada por el Estado".
Más original es la definición del papel del partido y de los revolucionarios en su intervención. Recogiendo la concepción del KAPD de los años 20, el Bond subraya que el papel del partido no es ni guiar, ni educar, ni ponerse en lugar de la clase obrera: «El papel del partido está ahora limitado al de organización de clarificación y de propaganda. Y no aspira ni mucho menos, a instaurar un dominio sobre la clase».
La génesis del partido depende estrechamente de los cambios habidos en el capitalismo, cuyo período de capitalismo liberal ha terminado definitivamente, y de la transformación de la conciencia de clase de los obreros. La lucha revolucionaria que hace surgir el partido es, ante todo, una lucha contra el Estado, fruto de la acción de masas, y una lucha consciente para la organización: «El Estado se ha vuelto claramente enemigo mortal de la clase obrera... En todos los casos, la lucha de los obreros se desarrolla en oposición irreconciliable con ese Estado, no solo contra los gobiernos, sino contra el conjunto del aparato (de Estado), viejos partidos y sindicatos incluidos... Hay un lazo indestructible entre los tres elementos de emancipación de los obreros: el desarrollo de la acción de masas, el desarrollo de la organización y de la conciencia»
Las Tesis establecen la relación dialéctica entre el auge de la organización revolucionaria y el de la lucha revolucionaria: «así se desarrolla, en la lucha, la organización material y espiritualmente; y con la organización se desarrolla la lucha».
Lo más significativo de las Tesis es mostrar el papel positivo del partido revolucionario en los movimientos de masas y definir el tipo de militante revolucionario que corresponde al nuevo período.
Su terreno queda claramente definido:
Necesidad del partido : Toma de conciencia
Las Tesis demuestran la necesidad del partido, pues es un producto dialéctico del desarrollo de la conciencia de clase y, por consiguiente, un factor activo en ese proceso. Las Tesis están muy lejos de la visión "consejista", visión que sería luego desarrollada, según la cual los revolucionarios inorganizados se "disuelven" en la clase[30]. Las tesis rechazan también la visión bordiguista, la cual concibe el partido como un verdadero estado mayor al cual los obreros deben obedecer ciegamente. El partido surge de una necesidad en el desarrollo de la conciencia de clase y sus relaciones con ésta son orgánicas y no se definen como relación de fuerza: «En el proceso de toma de conciencia en y mediante la lucha, proceso en el cual ésta se hace consciente de sí misma, el partido tiene una papel importante y necesario que desempeñar. En primer lugar, el Partido apoya y sostiene esa toma de conciencia. Las lecciones que deben ser extraídas tanto de las victorias como de las derrotas, y de las que los obreros, tomados separadamente, tienen una conciencia mas o menos clara, son formuladas y difundidas entre las masas por medio de la propaganda. Esa es la ‘idea' que, en cuanto entra en las masas, se convierte en fuerza material. (...)El partido no es ni un Estado mayor separado de la clase, ni el "cerebro pensante" de los obreros; es el foco donde se centra y se expresa la conciencia creciente de los obreros »
Aunque el partido y la clase están en relación orgánica de complementariedad en una misma claridad de conciencia, no son idénticos, no debe confundirse. El partido es la expresión mas alta de la conciencia de clase del proletariado, como conciencia política e histórica, y no como conciencia reflejo de la lucha inmediata (conciencia inmediata en la clase). El partido es, por lo tanto, una parte de la clase. «Como parte de la clase que es, la mas conciencia en la lucha y la mas formada, en partido debe ser capaz de comprender, el primero, los peligros que amenazan (la lucha de los obreros), el primero en discernir las potencialidades de las nuevas organizaciones de poder (obrero); y en éstas, debe luchar de modo que su opinión se la apropien los obreros a fondo; y debe propagarla mediante la palabra y por los actos si hace falta, de modo que su ejemplo haga avanzar a la clase en su lucha.»
Se puede notar que esa concepción del partido en su función de propaganda "por la palabra y los hechos" es la misma que la del KAPD de los años 20. El Bond tiene en eso una idea casi voluntarista del partido, la idea de que el ejemplo de la acción del partido es un combate e incluso una incitación al combate. Esa definición se parece también a la de Bordiga, para quien partido es igual a programa más voluntad de acción. Sin embargo, en la izquierda holandesa, el programa es menos un conjunto de principios políticos y teóricos que la plasmación de la conciencia de clase, e incluso de una suma de conciencias obreras:
«Lo que cada obrero siente, o sea que la situación es insoportable y que hay que destruir obligatoriamente al capitalismo, debe ser sintetizado por el partido en formas claras»
Las tareas del partido: Teoría y praxis.
Para Communistenbond es evidente que no puede haber separación entre trabajo teórico e intervención práctica. La teoría no se define como una suma de opiniones individuales, sino como una ciencia. Como ya lo subrayaba el Bond en enero de 1945: «El materialismo dialéctico no solo es el único método exacto sino también el único método universal de investigación»[31]. Paradójicamente, es el científico Pannekoek quien, en Los Consejos obreros, niega la idea de la teoría materialista científica considerando que una organización expresa opiniones múltiples sin resultado científico y sin método. Contrariamente al Bond del período 45-46, Pannekoek defiende un método ecléctico, o sea que rechaza todo método de investigación teórica y sigue el principio de que una suma de unidades produce una totalidad. Por eso Pannekoek escribe que «en cada uno de esos diversos pensamientos se encuentra de hecho una parcela de la verdad más o menos grande»[32]. En cambio, las Tesis afirman que: «Las cuestiones deben ser examinadas en su coherencia; los resultados deben ser expuestos en su claridad y su determinismo científicos».
De ese método proceden las tareas del partido en el proletariado:
Esa función del partido no es sinónimo de pasividad. Contrariamente a los "consejistas" de los años 50 y 60 (cf. Infla), el Sapartacusbond no tuvo complejo de afirmarse con "motor" de la lucha de clases que toma iniciativas que compensan las vacilaciones de los obreros:
«cuando los obreros vacilan en tomar tal o cual medida, los miembros del partido pueden, como obreros industriales revolucionarios, tomar la iniciativa y están obligados incluso a ello cuando el cumplimiento de tales medidas es posible y necesario. Cuando los obreros quieren dejar en manos de una instancia sindical la decisión de iniciar una acción, los comunistas conscientes deben tomar la iniciativa a favor de una acción en manos de los obreros mismos. Cuando, en una fase más desarrollada de las luchas, las organizaciones de empresa y los consejos obreros vacilen ante un problema de organización de la economía, los comunistas conscientes no deben solamente demostrarles la necesidad de esa organización; también deben ellos mismos estudiar estas cuestiones y convocar asambleas de empresas para discutirlas. La actividad de los comunistas se desarrolla en la lucha y como motor de ella cuando se estanca o corre el riesgo de meterse en callejones sin salida»
Se puede observar en ese pasaje una interpretación obrerista de la intervención en los consejos obreros. El que los miembros del partido intervengan como "obreros industriales" parece excluir el que "comunistas conscientes" -de extracción intelectual, por ejemplo- puedan defender como miembros del partido y ante los obreros su punto de vista. Según eso, Marx, Lenin o Engels estarían excluidos. En 1918, a Rosa Luxemburgo le quitaron el "derecho" de expresión en el gran Consejo de Berlín so pretexto que era una "intelectual". Los que defendieron la moción de exclusión no eran otros sino los miembros del SPD (partido socialdemócrata alemán) conscientes del peso político de aquella. En eso parece como si las Tesis vieran a los "intelectuales" miembros del partido como "ajenos" al proletariado, a pesar de que definen al partido como "una parte de la clase".
Es, además, característico el que la intervención de partido en los consejos esté centrada en los problemas económicos del período de transición: gestión de la producción y "organización de la economía por la democracia de los consejos obreros, cuya base es el cálculo del tiempo de trabajo". Al afirmar que «la necesidad de organizar una economía comunista planificada debe ser claramente demostrada», Spartacusbond expresa una tendencia a subestimar los problemas políticos que son lo primero que se plantea a la revolución proletaria, o sea, la toma del poder por los consejos, condición previa del período de transición hacia el comunismo.
El funcionamiento del partido
Las tesis no dicen nada sobre el tema de la centralización del partido. No tratan ni la cuestión de fracciones y tendencias, ni de la democracia interna. El Bond expresa una tendencia a idealizar la homogeneidad del partido. Al igual que el PCIntl bordiguista de la posguerra[33] no concibe que puedan surgir divergencias en la organización. Pero mientras el partido "bordiguista" ve "garantías" contra las divergencias en el ideal del "programa inmutable", Spartacusbond las ve en la existencia de militantes ideales. Militante, según el Bond, es aquél que se muestra siempre capaz de ser autónomo en comprensión y juicio: «(los miembros del partido) deben ser trabajadores con autonomía, con facultad propia par entender y juzgar».
Esa definición se presenta como "imperativo categórico" y ética individual en el seno del partido. Hay que decir que el Bond considera que una composición profesional totalmente proletaria y las elevadas cualidades de cada militante ponen al partido al resguardo de la degeneración burocrática. Y hay que dejar constancia, sin embargo, de que partidos compuestos en su gran mayoría de obreros como los PC en los años 20 y 30, no se libraron ni mucho menos de la burocratización estalinista y que la organización del partido en células de obreros de fábrica ahogó por completo la capacidad política de "comprensión y juicio" de los militantes[34] por muy extraordinarios que fuesen. Por otra parte, en un partido revolucionario, no existe igualdad formal en las capacidades de cada uno; la igualdad verdadera es la política, por ser el partido un cuerpo político ante todo, cuya cohesión se refleja en cada uno de sus miembros. Es ese cuerpo lo que permite a los militantes ir individualmente hacia una homogeneidad política teórica.
Más profundo es, en cambio, el rechazo por parte del Bond de una disciplina de estilo jesuítico que destroza las convicciones profundas de cada militante: «Al haberse adherido a los principios y conceptos generales del partido que acaban por ser de los suyos propios, (los militantes) deben defenderlos y aplicarlos en cualquier circunstancia. Y no funcionan con disciplina de cadáver, sometiéndose sin voluntad a las decisiones, sino que solo conocen la obediencia por íntima convicción que se basa en la mayor comprensión y, en caso de conflicto en la organización, es esa convicción la que zanja»
En las Tesis de desarrollo una idea muy importante, la de que el partido no es solo un programa, sino que además está formado por personas impulsadas por la pasión revolucionaria. Esta pasión, que el Bond llama "convicción" es lo que inmunizaría al partido contra cualquier tendencia a la degeneración:
«Esta autoactividad de los miembros, esa educación general y esa participación consiente en la lucha obrera hacen imposible que surja la menor burocracia de partido. En el plano organizativo, no existen medidas eficaces contra ese peligro, si decaen esa autoactividad y esa educación; si esto ocurriera, el partido no podría seguir considerándose como partido verdaderamente comunista, para el que la autoactividad de la clase es una idea básica, un partido en el cual esa idea se hecho realidad en cada uno de sus miembros. Un partido con un programa comunista puede degenerar; un partido formado por comunistas, nunca.»
Traumatizado por la experiencia rusa, el Bond pensaba que la voluntad militante y la formación teórica eran suficientes precauciones contra la amenaza de degeneración. Aparecía así la tendencia a hacerse una imagen del militante puro, no sometido individualmente a la presión de la ideología burguesa. Al ver al partido como suma de individuos con "las más elevadas exigencias", las Tesis expresaban un voluntarismo cierto y hasta un ingenuo idealismo. La separación entre programa, fruto de la constante búsqueda teórica, y voluntad militante, acaba en negación de la idea misma del partido como cuerpo tanto orgánico como programático. Y si bien el partido era una suma de voluntades militantes, ya no existía como órgano que relacionara a todas sus células militantes.
Dos años más tarde, el Bond llevaría esa separación hasta su extremo (cf. Infla).
La relación con la clase
Surgido de la acción de masas del proletariado, el partido no posee más "garantía", en última instancia, que la que le otorgan sus lazos con aquel: «Cuando ese lazo no existe, cuado el partido es un órgano que se sitúa fuera de la clase, no queda más alternativa que o situarse -por derrotismo - fuera de la clase, o someter a los obreros a sus directivas mediante la coacción. Por lo tanto, el partido solo puede ser verdaderamente revolucionario si está bien afianzado en las masas de tal modo que su actividad no sea, en general, distinta a la del proletariado, si la voluntad, las aspiraciones y la comprensión conscientes de la clase obrera se cristalizan en el partido»
La relación con la clase aparece ahí, en su definición, como algo contradictorio. El partido es el catalizador de la conciencia de clase en lucha y simultáneamente se fusiona con el proletariado. El Bond solo ve contradicción entre el partido y la clase cuando se produce un proceso de degeneración, durante el cual se pierde el "lazo".
Todo eso se debe a la obsesión que tenían todos los revolucionarios de entonces de que no se repitieran los horrores de la contrarrevolución en Rusia. Hay que hacer notar, sin embargo, que la igualdad de los fines históricos del proletariado y los del partido no implican fusión. La historia del movimiento obrero y en particular en las revoluciones rusa y alemana, es la historia de la relación atormentada entre el partido y la clase. En período revolucionario, el partido puede estar en desacuerdo con ciertas acciones de la clase; los bolcheviques, por ejemplo, estaban en desacuerdo en julio de 1917, con las masas obreras del Petrogrado que querían tomar el poder prematuramente. Y puede también, como el Spartacus Bund de Rosa Luxemburgo, estar en acuerdo con "la voluntad de las masas" impacientes en tomar el poder en Berlín y acabar decapitado. En la realidad de los hechos, la fusión entre partido y masas no se ha realizado casi nunca. El partido va más a menudo "contra la corriente", incluso en período revolucionario. Aunque es "una parte de la clase", como lo muestran las Tesis, está diferenciado de la totalidad de la clase cuando sus principios y actividad no son totalmente aceptados por las masas obreras y eso cuando no encuentran la mayor hostilidad.
Partido y Estado en la revolución
Las Tesis de diciembre de 1945 no trataban el problema de las relaciones entre partido y Estado en la toma de poder. La cuestión[35] se planteó en el Bond y en marzo del 46 apareció un folleto con un capítulo dedicado a ese tema: "De la sociedad esclavista al poder obrero". En él se decía que el partido no podía ni tomar el poder, ni "gobernar" a los obreros. Pues «cualquiera que sea el partido que forme el gobierno, tendrá que gobernar contra las personas, mediante la burocracia y para el capital»[36]. Por eso es por lo que el partido, partido y parte de los consejos obreros, se distinguen del Estado:
«Es un partido totalmente diferente de los de la sociedad burguesa. No participa por sí mismo y de ningún modo en el poder... la toma proletaria del poder no es ni la conquista del gobierno del Estado por un ‘partido obrero', ni la participación de un partido así en el gobierno de estado...El Estado, por esencia, es algo totalmente ajeno al poder de los obreros; de ahí que las formas de organización del poder obrero no tengan ninguna de las características del ejercicio del poder por el Estado,"[37]
Y en 1946, a la inversa de lo que ocurrirá mas tarde, Pannekoek es influenciado por el Communistenbond. En sus Cinco Tesis sobre la lucha de clases, afirma -en contradicción con sus ideas anteriores - que el trabajo de los partidos revolucionarios «es una parte indispensable de la autoemancipación de la clase obrera». Cierto es que Pannekoek reduce la función de los partidos a algo únicamente teórico y propagandístico:
«A los partidos les incumbe la segunda función (siendo la primera "la conquista del poder político", NPLR), o sea la de difundir las ideas y los conocimientos, estudiar, discutir, formular las ideas sociales y, por la propaganda, esclarecer la mente de las masas»
Las oposiciones que surgieron en el Bond sobre la concepción del partido, durante la preparación del Congreso de navidades del 45, eran más bien para matizar las Tesis que para criticarlas. Eran, de todos modos, un rechazo de la teoría educacionista de Pannekoek. En un proyecto de Tesis, aceptado por dos miembros de cinco de la comisión política, se subrayaba que «el nuevo partido no es el educador de la clase». Este proyecto era sobre todo para precisar algunos puntos que habían quedado poco claros en "Taak en Wazn van de Nieuwe Partij". En primer lugar, y para dejar bien clara la ruptura con el antiguo RSAP de Sneevliet, la participación "táctica" en las elecciones quedaba netamente rechazada: «El partido, naturalmente, no participa en ninguna actividad parlamentaria» En segundo lugar, el redactor del proyecto creía ver en las Tesis una vuelta a los conceptos activistas del KAPD, o más bien de las tendencias "dirigistas" en la lucha de masas:
«El partido no dirige acción alguna y, como tal partido, no conduce ninguna acción de la clase. Lucha en contra, precisamente, de cualquier subordinación de la clase y de sus movimientos a la dirección de un grupo político."[38].
Siguiendo esa tónica, el nuevo partido «no reconoce ‘jefe' alguno. No hace sino ejecutar las decisiones de sus miembros... Sea cual sea el tiempo que dure una decisión tomada, ésta es válida para todos los miembros».
Chardin
(Continuará)
[1] De los dos hijos de Sneevliet, uno se había suicidado y el otro había muerto en España en las milicias del POUM, tras las banderas del antifascismo, víctima de las posiciones propagadas por el RSAP
[2] El grupo de Munís, exiliado en Méjico, durante la guerra, adoptó posturas internacionalistas de no defensa de la URSS. Los RKD, salidas también del trotskismo, y formados por militantes franceses y austriacos, colaboraron al final de la guerra con la fracción francesa de la izquierda comunista, orientándose paulatinamente hacia el anarquismo y desapareciendo en 1948-49
[3] Los estudios de Max Perthus y de Win Bot sobre el MLL Front, basados en los archivos alemanes en Holanda, no dan base alguna a esa hipótesis
[4] Winkel, en su libro De ondergrondse pers 1940-45 (La Haya, 1944), afirma que el ex dirigente del KAPN y amigo de Gorter, Barend Luteraan era redactor del CRM; por lo visto Luteraan fundó su propio grupo durante la guerra, con posiciones trotskistas. Después de la guerra se hizo miembro de la socialdemocracia holandesa (partido del Trabajo)
[5] El Grupo Bolchevique Leninista, formado con las posiciones de la Cuarta Internacional en 1938, desapareció durante la guerra, tras la detención de sus dirigentes. El CRM se proclamó partido en diciembre del 45, aunque numéricamente muy débil, con el nombre de Partido Comunista Revolucionario (RCP). Publicaba el semanario De Tribune, que no tenía nada que ver con el tibunismo del SPD de Gorter
[6] Después de la guerra, las sospechas cayeron en Stan Poppe. Sneevliet había sido detenido después de haber visitado a Poppe. En el expediente del juicio de Sneevliet constaba que éste había sido capturado "con ayuda de Poppe". En diciembre del 50 se formó una comisión de encuesta compuesta por el RCP, Communistenbond y el pequeño sindicato independiente OVB, la cual llegó a la conclusión de que el comportamiento de Poppe había sido irreprochable y que no podía acusársele de nada
[7] 300.0000 personas de una población de 600.000 de habitantes vivían en la clandestinidad, con documentación falsa y tarjetas de racionamiento falsas
[8] Cf. Spartacus, Bulletin can de revolutionai -socialistische Arbeidersbeweging, enero de 1944
[9] Cf. Vereeken, Le Guépéou dans le mouvement trotskyste, París. 1975, capítulo primero
[10] Cf. Spartacus, nº 4, octubre de 1942; y el de febrero de 1944, el artículo "La Unión Soviética y nosotros"
[11] "De perspectiven van het imperialismo na de oorlg in Europa en de taak van de revolutionaire socialisten", diciembre del 43. Es de notar que ese folleto, cuyas tesis estaban muy alejadas del comunismo de consejos, se tomó como base política del Bond en 1945, sin que se hiciera la menor crítica sobre el contenido de esas Tesis. Cf. Spatacus, maanschrift voor de revolutionaire-socialtische Arbeidersbeweging, mayo del 45: Beschouwingen over de situatie : de balans
[12] Prometeo, nº 3, octubre 1946: "Perspectivas de la posguerra respecto a la plataforma del partido". Bordita, autor del artículo, afirma que "las democracias occidentales evolucionan progresivamente hacia formas totalitarias y fascistas". Con esto, Bordita al igual que la izquierda holandesa quería subrayar la tendencia hacia el capitalismo de Estado en los países de Europa occidental
[13] El Bond publicó en su revista teórica Maandblad Spartacus en 1945 (nº 9 y 12) un estudio sobre las ocupaciones de fábrica en Italia: "Una ocupación de fábricas". El artículo afirma que en 1920 "Las fábricas formaban una unidad que no estaba ligada ni a un partido ni a un sindicato", "...el movimiento terminó con un compromiso entre sindicatos y patronal". Muestra que la ocupación de fábricas no es suficiente, que deben surgir consejos obreros "cuya tarea primera no es la ordenación de la industria, sino la organización de la lucha; es entonces un período de guerra: la guerra civil". Esta visión crítica de las ocupaciones fabriles en Italia, dista mucho de la visión "usinista" que después defendería Pannekoek en el Bond, con aquello de la "gestión de la producción" por parte de los consejos
[14] El GIC (Grupo de Comunistas Internacionales) fue el grupo de la izquierda comunista holandesa, fundado en 1927, grupo que recogió la herencia teórica de la izquierda comunista alemana, pero abandonando los aportes positivos de ésta, en cuanto al partido y la organización de los revolucionarios
[15] Para la historia de la fusión entre los ex GIC y el Communistenbond, ver una carta de Canne Meijer del 30 de junio de 1946 a la revista El Proletario 8RKD-CR) que da útiles precisiones. Canne Meijer escribió en 1944 para la discusión, un texto sobre la democracia obrera: "Arbeiders-democratie in de bedrijven". Brunn van Albada publicó en Saprtacus nº 1 de enero de 1945 un estudio sobre el método marxista "Het marxisme als methode van onderzoek", como método dialéctico científico de investigación
[16] "... eran solo ‘invitados', dice Canne Meijer en la misma carta, hacían todo el trabajo... en común con los camaradas del Bond, pero evitaban la menor ingerencia organizativa."
[17] Sin embargo, en 1943-44, miembros del Bond participaron en la creación del pequeño sindicato clandestino llamado Sindicato Unitario
[18] En la carta del 30 de junio del 46 ya citada, Canne Meijer considera que el Bond se inscribe el desarrollo de un "nuevo movimiento obrero, que no es una ‘oposición' al antiguo, ni es su ‘izquierda' o su ‘ultraizquierda', sino un movimiento con otras bases".
[19] Carta de Canne Meijer del 27 de junio del 46 a la revista El Proletario. En 1946, la tirada de Spartacus semanal había caído a 4000 ejemplares
[20] Los estatutos están en el Boletín Interno del Bond, En Nuestro Círculo, nº 5
[21] Decisión de la Conferencia del 21-22 de julio del 45, en la que estaban presentes 21 militantes de los "Kerne" de Leiden, Ámsterdam, Rótterdam, Hilversum-Bussum. Cf. Uit Eigen Kring (UEK, nº 2, agosto del 45)
[22] "El núcleo es autónomo en su propio círculo. Decide de la admisión y de la exclusión de los miembros. El comité ejecutivo central es consultado primero para la exclusión o admisión de los miembros". Con este punto de los estatutos, la autonomía de los núcleos estaba limitada en teoría, y tanto más al haber sido afirmada la disciplina organizativa: "Los núcleos (núcleos principales) están obligados a cumplir las decisiones tomadas por la Conferencia del Bond y a difundir los principios del Bond tal como han sido y son establecidos en sus Conferencias"
[23] UEK, nº1, de abril del 45
[24] UEK, nº 2, de agosto del 45: "La conferencia acuerda rechazar toda colaboración con el CRM. Se toma la decisión de no discutir con el CRM"
[25] UEK, nº 4, de agosto del 45: "Proyecto de llamamiento inaugural a los trabajadores manuales e intelectuales de todos los países"
[26] La propuesta de establecer una secretaría de informaciones en Bruselas procedía de Contra la Corriente y de la central del Communistenbond. La conferencia dio su acuerdo. Cf. UEK nº 2, punto 8 de la Resolución
[27] Las Tesis, uno de los tres proyectos presentados, aparecieron en UEK nº 8, de diciembre del 45, y en enero del 46 en forma de folleto. Los otros dos proyectos fueron también sometidos a discusión
[28] Las Tesis no fueron puestas en entredicho hasta 1951. El grupo de Ámsterdam propuso enmiendas a la organización. Cf. UEK del 20 de octubre de 1951
[29] En 1943, Pannekoek, a pesar de su análisis sobre la revolución rusa como "burguesa", decía que octubre de 1917 había tenido unos efectos positivos sobre la conciencia de clase: "Después, cual brillante estrella en el oscuro firmamento, la revolución rusa iluminó la tierra entera. Por todas partes, las masas volvieron a la esperanza; se hicieron reacias a las órdenes de sus amos, pues oían las llamadas que llegaban de Rusia: llamadas para acabar con la guerra, a la fraternidad entre los trabajadores de todos los países, a la revolución mundial contra el capitalismo". (Pannekoek, Los Consejos Obreros)
[30] Bordiga, en Partido y -clase: "Un partido vive cuando viven una doctrina y un método de acción. Un partido es una escuela del pensamiento político y, por lo tanto, una organización de lucha. Primero existe un hecho de conciencia; luego, un hecho de voluntad o, más exactamente, la tendencia hacia una finalidad" (1921)
[31] Cf. Saprtacus, maanschrift voor de revolutionaire-socialtische Arbeidersbeweging, nº 1: "Het marxisme als methode van onderzoek", artículo escrito por van Albada, que era astrónomo de profesión
[32] Los Consejos Obreros, de Anton Pannekoek.
[33] El PCInt de Bordiga se concebía como partido monolítico en el que no podía existir una "libertad de teoría". Los debates internos eran imposibles debido al "centralismo orgánico de una dirección que concebía al marxismo como una "conversación de la doctrina". En el Bond, sí había debates internos, pero sin que estuviera definido en los Estatutos el marco en que debían desarrollarse
[34] Cf. Bordiga: "... los jefes de origen obrero se han revelado tan expertos como los intelectuales en el oportunismo y la traición, y, en general, más susceptibles de ser absorbidos por las influencias burguesas... Afirmamos que el obrero, en la célula, tendrá tendencia a no discutir más que de los problemas particulares que puedan interesar a los trabajadores de su empresa" (L' Unitá, nº 172, 26 de julio de 1925)
[35] Un segundo proyecto de Tesis sobre el partido abordaba ese tema. Y rechazaba explícitamente la idea de que el partido toma y ejerce el poder. Cf. "Stellingen, taak en wezen van de Partij", Tesis nº 9, en Uit Eigen Kring, nº 7, de diciembre del 45
[36] El folleto era una de las bases programáticas del Bond. Examinaba la cuestión del poder a través de la evolución de las sociedades de clase desde la antigüedad hasta la sociedad capitalista
[37] Las "Cinco Tesis" de Pannekoek fueron publicadas de nuevo, en francés, por Information et Correspondance Ouvriere (ICO) en folleto La greve généralisée en France, mai-juin 1968, suplemento de ICO nº 72
[38] UEK Nº 7, diciembre del 45: "Tesis sobre el concepto y la esencia del partido". Esas Tesis fueron el tercer proyecto sometido a la discusión, proyecto no aceptado por el Congreso del Bond
En el primer artículo esta serie, aparecido en el número 36-37 de la Revista Internacional en castellano, examinamos la actitud de los comunistas sobre la cuestión nacional en los albores de la decadencia del capitalismo, en especial los debates entre Lenin y Rosa Luxemburgo sobre la cuestión del apoyo de la clase obrera al "derecho de las naciones a la autodeterminación". Concluíamos que incluso, aun cuando ciertas luchas de liberación nacional pudieran haber sido todavía consideradas como progresistas desde el punto de vista de los intereses de la clase obrera, semejante consigna debía ser rechazada.
Con el estallido de la guerra en 1914, toda una serie de nuevas cuestiones se plantean al movimiento obrero. En este artículo, nos proponemos examinar las primeras tentativas de los comunistas para debatirlas, y sus implicaciones en cuanto a la cuestión del apoyo a todas las luchas nacionalistas.
Una de las funciones propias de los revolucionarios consiste en mejorar los análisis de la realidad a la que se encuentra confrontada la clase obrera. En la primera guerra mundial, el debate en el seno de las fracciones de la 'Izquierda de Zimmerwald' sobre las luchas de liberación nacionales intentaba responder, en buena medida, a esa preocupación, con el fin de poner en evidencia las condiciones a la que se encontraba confrontada la clase obrera en su lucha, condiciones nuevas, sin precedentes, de la guerra capitalista mundial, del imperialismo desencadenado y del control masivo del Estado.
Sesenta años más tarde, el debate no es el mismo, los revolucionarios no deben repetir las inadecuaciones y los errores. La experiencia de la clase ha aportado respuestas, de la misma forma que ha planteado nuevos problemas. Y si las minorías políticas no adoptan el mismo espíritu de crítica implacable y de investigación práctica, permaneciendo atadas a las consignas propias del período ascendente del capitalismo, faltarían a sus deberes fundamentales, rechazando toda la metodología de Lenin, Luxemburgo y las fracciones de izquierda. Es esta metodología la que ha conducido a la CCI a rechazar las posiciones de Lenin sobre la cuestión nacional y a desarrollar la contribución hecha por Rosa Luxemburgo.
Los revolucionarios que permanecieron fieles al espíritu del Manifiesto Comunista y a su grito de unión: ¡Los proletarios nos tienen patria. Proletarios de todos los países, uníos!, se reagruparon en el movimiento de Zimmerwald, compuesto por los oponentes a la guerra, pero se vieron obligados rápidamente a organizar un ala izquierda en el movimiento, con el fin de defender una posición de clase clara contra las tendencias reformistas y pacifistas de la mayoría. La izquierda de Zimmerwald se funda en 1915 sobre las siguientes bases de unificación:
Sin rechazar el viejo programa mínimo de la socialdemocracia ni la lucha por reformas en el seno del capitalismo, esta lucha, sin embargo, debía ser llevada «con vistas agudizar toda crisis política y social del capitalismo general, al igual que la crisis causada por la guerra, y transformar esa lucha en un ataque contra la fortaleza fundamental del capitalismo... Con la consigna de socialismo, esta lucha hará que las masas trabajadoras sean impermeables a la consigna de sojuzgamiento de un pueblo por otro» (Proyecto de Resolución de la Izquierda de Zimmerwald, 1915).
A pesar de la adhesión persistente al programa mínimo, apropiado para el período ascendente del capitalismo, las posiciones de la izquierda de Zimmerwald constataron la ruptura en el período histórico, y en el mismo movimiento obrero. En lo sucesivo, la cuestión para el proletariado no podía ser apoyar a los movimientos del nacionalismo burgués cara a hacer avanzar la lucha por la democracia en el marco del capitalismo todavía en plena expansión. La actitud del proletariado hacia la cuestión nacional era ahora inseparable de la necesidad de luchar contra la guerra, y más en general, contra capitalismo imperialista, con el objetivo de crear las condiciones para la toma del poder por el proletariado.
En la Izquierda de Zimmerwald, en Partido Bolchevique expresaba ya claramente la actitud general, histórica, de los revolucionarios frente las luchas de liberación nacional:
«Las guerras realmente nacionales que han tenido lugar, especialmente en el período 1789- 1871, eran la expresión de movimientos nacionales de masa, de una lucha contra el absolutismo y el sistema feudal, por la abolición de la opresión nacional y la creación de Estados sobre la base nacional, condición previa del desarrollo capitalista.
La ideología nacional engendrada por esta época ha dejado huellas profundas en la pequeña burguesía y en una parte del proletariado. Es esto lo que aprovechan actualmente, en una época totalmente diferente, la del imperialismo, los sofistas de la burguesía y los traidores al socialismo que se arrodillan ante ella con el fin de dividir a los obreros y desviados de sus tareas de clase y de la lucha revolucionaria contra la burguesía.
Las palabras del Manifiesto Comunista: "Los obreros no tienen patria" son hoy más justas que nunca. Sólo la lucha internacional del proletariado contra la burguesía puede salvaguardar sus conquistas y abrir a las masas oprimidas la vía de un porvenir mejor» (Resolución de la Conferencia de Berna de las secciones en el extranjero del POSDR, marzo de 1915).
Es este marco donde se sitúa el debate entre las diferentes fracciones de la izquierda de Zimmerwald sobre la cuestión nacional.
Este debate, llevado en especial entre los comunistas de Europa occidental y Lenin, se había focalizado el origen de la cuestión: ¿es posible todavía para el proletariado aportar su apoyo al "derecho de las naciones a la autodeterminación"?. Retomaba a grandes rasgos las líneas de la polémica anterior a la guerra entre Lenin y Rosa Luxemburgo; pero debía ampliarse y abrirse a dos cuestiones fundamentales planteadas por la entrada del capitalismo en su fase de decadencia:
Mientras que a estas dos cuestiones Lenin respondía "si", otros, como la izquierda alemana, holandesa y polaca, junto con el grupo Kommunist en torno a Bujarin y Piatakov en el seno del partido bolchevique, comenzaron tímidamente a responder "no", rechazando definitivamente la consigna de autodeterminación y tendiendo a definir las tareas del proletariado frente las condiciones nuevas del capitalismo decadente. Estas fueron las fracciones (que tendían hacia posiciones coherentes alrededor de la teoría de Rosa Luxemburgo sobre el imperialismo), que mejor encararon la cuestión nacional en la decadencia, y no los combates de retaguardia de Lenin, que estaba en contra de que se criticara como caduco el programa mínimo, pretendidamente apto para jugar un papel vital en la revolución proletaria en Rusia y los países atrasados de Europa del Este y Asia[1].
Cuando en la Conferencia de Berna del partido bolchevique en 1915, Bujarin se opone al derecho de las naciones a la autodeterminación en tanto que táctica proletaria, Lenin fue el primero en insistir en que no se podía rechazar un aspecto de la lucha por la democracia sin poner en cuestión esta última en su conjunto: si la reivindicación de la autodeterminación era imposible en la época del imperialismo, ¿por qué no rechazar todas las restantes reivindicaciones democráticas?.
Lenin planteaba el problema de la forma siguiente: ¿cómo relacionar el advenimiento del imperialismo con la lucha por reformas y la democracia?. De ahí que denuncie la posición de Bujarin que califica de "economismo imperialista", es decir, un rechazo de la necesidad de la lucha política y, por consiguiente, una capitulación ante el imperialismo.
Pero Bujarin no rechazaba la necesidad de la lucha política, sino su identificación a la lucha por el programa mínimo.
Bujarin y el grupo Kommunist planteaban el problema en términos de la necesidad del proletariado de romper de forma decisiva con los métodos del pasado y adoptar una nueva táctica y unas consignas que respondieran a la necesidad de destruir el capitalismo por la revolución proletaria. Si bien los comunistas habían defendido firmemente la lucha por la democracia, en adelante se negarían a hacerlo.
Como le expresa de forma más completa Bujarin en el desarrollo posterior de esta posición:
«Es perfectamente claro, a priori, que las consignas y los objetivos específicos del movimiento dependen enteramente del carácter de la época en la cual el proletariado en lucha debe actuar. El período pasado era el de la conjunción de las fuerzas y preparación para la revolución.
El período presente es el de la revolución, y esta distinción fundamental implica igualmente diferencias profundas en las consignas y los objetivos concretos del movimiento. En el pasado, el proletariado tenía necesidad de la democracia porque no estaba en la situación que le permitiera encarar la lucha por su propia dictadura. La democracia era válida en la medida en que ayudaba al proletariado a elevar un paso su conciencia, pero el proletariado estaba obligado a presentar sus reivindicaciones de clase en una forma 'democrática'... Sin embargo, no hay necesidad de hacer de la necesidad virtud... Ha llegado la hora del asalto directo de la fortaleza capitalista y la eliminación de los explotadores» (La teoría de la dictadura del proletariado, 1919)
Puesto que la época de la democracia burguesa progresista era ya caduca y que el imperialismo era inherente a la supervivencia del capitalismo, las reivindicaciones antiimperialistas que mantuvieran intactas las relaciones capitalistas de producción se convertían en utópicas y reaccionarias.
La única respuesta al imperialismo no podía ser más que la revolución proletaria:
«La socialdemocracia no debe proponer reivindicaciones 'mínimas' en las condiciones presentes de la política internacional... Toda propuesta de tareas 'parciales', de 'liberación nacional', el marco del sistema capitalista, significa un desvío de las fuerzas proletarias de la verdadera solución del problema y su fusión con las fuerzas de los grupos burgueses nacionales correspondientes. La consigna de autodeterminación de las naciones es ante todo utópica (no pueda ser realizada en los límites del capitalismo) y rechazable como consigna que siembra ilusiones. En este sentido, no difiere en nada de las consignas sobre los 'tribunales de arbitraje', sobre el 'desarme', etc., que presuponen la posibilidad de un pretendido capitalismo pacífico» (Tesis sobre el derecho a la autodeterminación, 1915)
Pero Bujarin iba más lejos en su rechazo del programa mínimo en la era del imperialismo y demostraba la necesidad de una táctica y unas consignas que expresen la necesidad para el proletariado de destruir el Estado capitalista.
Mientras que en el período ascendente del capitalismo el Estado garantizaba las condiciones generales de explotación por los capitalistas individuales, la época del imperialismo dio nacimiento a un aparato de Estado militarista explotador directo del proletariado, con el paso de la propiedad individual del capital a la propiedad colectiva mediante la unificación de estructuras y capitalistas (en trust, sindicatos, etc.) y la fusión de estas estructuras con el Estado. Esta tendencia al capitalismo de Estado se extiende del ámbito económico a toda la vida social:
«Todas estas organizaciones tienen tendencia a fusionarse entre sí, y a transformarse en una sola organización de los explotadores. Tal es la etapa más reciente del desarrollo, etapa que se ha hecho particularmente evidente durante la guerra... Así ha surgido una organización única, que absorbe todas las demás: el Estado imperialista pirata moderno, organización omnipotente de la dominación burguesa... y si sólo los Estados más avanzados han alcanzado hasta ahora esta etapa, cada día, y en particular cada día de guerra, tiende generalizar este Estado de hecho» (El Estado pirata imperialista, 1915)
La única fuerza capaz de afrontar esta unidad de las fuerzas de la burguesía no podía ser más que la acción de masas del proletariado. En estas condiciones nuevas, el movimiento revolucionario tenía necesidad, por encima de todo, de manifestar su posición al Estado, lo que implicaba la negativa a apoyar a cualquier país capitalista sea cual fuere[2]
Contra este implacable ataque al programa mínimo y contra la oposición a la autodeterminación expresada por la mayoría de las izquierdas de Europa occidental, Lenin escribió sus Tesis sobre la revolución socialista y el derecho de las naciones a la autodeterminación, a comienzos de 1916.
Desde el principio, la necesidad de evitar todo apoyo a la democracia burguesa reaccionaria y al Estado democrático le reforzaba a adoptar una posición defensiva. Debía así estar de acuerdo con Bujarin sobre el hecho que:
La posición de Lenin estaba igualmente basada en el reconocimiento del hecho de que la naturaleza del nuevo período exigía una ruptura con los antiguos métodos reformistas de lucha:
« Es necesario formular todas estas reivindicaciones y darles resultados no reformistas, sino revolucionarios; no permaneciendo en el marco de la legalidad burguesa, sino rompiendo, arrastrando a las masas a la acción, ampliándola y fomentándola alrededor de cada reivindicación democrática fundamental hasta el asalto directo del proletariado contra la burguesía, es decir, hasta la revolución socialista, que expropia a la burguesía» (Ibid)
El capitalismo y el imperialismo no podían ser derribados más que por medio de una revolución política. Sin embargo:
«Sería un error capital creer que la lucha por la democracia es susceptible de desviar al proletariado de la revolución socialista o de eclipsarla, de esfumarla, etc. Al contrario, de la misma forma que es imposible concebir un socialismo victorioso que no realizara la democracia integral, por lo mismo el proletariado no puede prepararse a la victoria sobre la burguesía sino lleva una lucha general, sistemática y revolucionaria por la democracia." (Ibid)
Tal era, a grandes rasgos, toda la argumentación de Lenin, si se tienen en cuenta todos los argumentos avanzados contra él, en esa época, dos cuestiones quedaron sin respuesta:
Lenin se daba cuenta de esos problemas, indudablemente, pero no podía resolverlos.
Estaba de acuerdo con eso de que el imperialismo había hecho de la democracia una ilusión, pero sin embargo continuaba apreciando las "aspiraciones democráticas" de las masas; por lo tanto, existía un antagonismo entre el imperialismo en tanto que negación de la democracia, y la lucha de las masas por la democracia. Lo que se condensaba en la posición de Lenin era que seguía siendo necesario, para la clase obrera, luchar no por destruir el Estado capitalista, - al menos no en lo inmediato -, sino utilizar en su seno sus instituciones para obtener reformas democráticas:
«La solución marxista al problema de la democracia consiste en la utilización por el proletariado de todas las instituciones democráticas en la lucha de clase contra la burguesía, con el fin de prepararse a su derrocamiento y asegurar su propia victoria» (Lenin, Respuesta a Kiewsky (Y. Piatakov), 1916)
Antes de la revolución de Febrero, Lenin defendía, en compañía de Kautsky, la idea según la cual la actitud marxista hacia el Estado consistía en impulsar al proletariado a apoderarse del poder del Estado y utilizarlo para construir el socialismo.
Criticaba la posición de Bujarin tachándolo de no marxista y semi anarquista, afirmando de nuevo que los socialistas estaban por la utilización de las instituciones estatales existentes.
Pero en la elaboración de su propia respuesta a Bujarin en 1916, cambia su posición recogiendo los escritos originales de Marx sobre la necesidad de destruir el Estado burgués, insistiendo en el significado real de la aparición de los Soviets en 1905, como forma específica de la dictadura del proletariado, alternativa al poder del Estado burgués. Su refutación de Bujarin la sustituyó por el folleto mejor conocido de El Estado y la Revolución en el cual propugna claramente la destrucción del Estado burgués.
Sin embargo, a pesar de esta clarificación esencial en su actitud hacia el Estado, a pesar de su lucha encarnizada por la realización de la consigna "Todo el poder a los Soviets" en octubre de 1917, Lenin nunca renunció a su concepción teórica de la revolución democrática. Así, por ejemplo, mientras que su Tesis de Abril concluía que en la medida de que poder del Estado había pasado entonces a manos de la burguesía, "la revolución democrática en Rusia está rematada", asimismo incluía en su programa de necesidad para el proletariado de acometer tareas burguesas, democráticas, incluido el derecho de autodeterminación en la lucha por el poder de los Soviets.
Según la expresión de Bujarin, su posición sobre la cuestión nacional era "pro estatal ", todavía influenciada ampliamente por las condiciones con que se había enfrentado el proletariado de los países subdesarrollados, y basada en conceptos caducos más propios del período ascendente del capitalismo que del periodo de la decadencia imperialista.
Las guerras nacionales se desarrollan entre 1789 y 1871. Se planteaba entonces sí, primero, ese período se había terminado definitivamente con el estallido de la guerra en 1914 y, segundo, si teniendo en cuenta el carácter indiscutiblemente imperialista y reaccionario de esa guerra, si ése no era ya un carácter general e irreversible de las guerras del período que se iniciaba. Y, otra vez, mientras que las izquierdas europeas empezaban a responder afirmativa aunque tímidamente a estas preguntas, Lenin dudaba en admitir esas respuestas aunque las bases de acuerdo fueran importantes.
Esa cuestión en su totalidad era esencial, claro está, para el izquierda en Zimmerwald, la cual denunció, en plena guerra imperialista, las mentiras de la burguesía sobre la defensa de la patria y la necesidad de morir por el país; si ciertas guerras podía ser calificadas de progresistas y revolucionarias, los internacionalistas podrían entonces, en ese caso particular, llamar a los obreros a la defensa de la patria.
Bujarin plantea claramente que la guerra había hecho que esta cuestión fuera una frontera de clase:
«El problema táctico más importante de nuestros tiempos es el de la pretendida defensa nacional. Ésa cuestión enseña claramente donde está la línea que separa lo burgués de lo proletario. Eso de la defensa de la patria es pura patraña, pues no se refiere realmente al país como tal, o sea a la población, si no a su organización estatal..." (El Estado pirata imperialista)
Por consiguiente:
«La tarea de la socialdemocracia hoy consiste en hacer propaganda a favor de la indiferencia sobre lo de la 'patria', la 'nación' etc., lo cual implica que se plantee la cuestión no con enfoque 'pro estatal'... (Protesta contra una 'desintegración' del Estado), sino al contrario, con enfoque claramente revolucionario contra el poder de Estado y del sistema capitalista en su conjunto." (Tesis 7 de Tesis sobre el derecho a la autodeterminación, 1915)
Bujarin demostraba que si la consigna de la autodeterminación se aplicaba concretamente, o sea que garantizara la independencia y el derecho a la secesión, en las condiciones de la guerra imperialista, no sería ni más ni menos que una variante de la consigna de la "defensa de la patria", de que habría que defender concretamente las fronteras de nuevo Estado independiente en el ruedo imperialista; ¿qué otra cosa podría significar semejante reivindicación?.
En esa situación, se rompería las fuerzas internacionalistas el proletariado y su lucha de clases sería llevada al atolladero nacionalista:
«De eso resulta que en ningún caso y bajo ningún pretexto apoyaremos nosotros al gobierno de una gran potencia al reprimir el levantamiento de una nación oprimida; pero tampoco movilizaremos las fuerzas proletarias tras las consignas de 'derecho de las naciones a la autodeterminación'» (Tesis 8, Ibid)
La izquierda alemana basó sus análisis en la teoría de Rosa Luxemburgo, la cual, en el Folleto de Junius, había afirmado que:
« (hoy) la fraseología nacional... no sirve para otra cosa que enmascarar más o menos las aspiraciones imperialistas, y eso si no es utilizada como grito guerrero en los conflictos imperialistas, único y último medio ideológico para captar la decisión de las masas populares y hacerles desempeñar el papel de carne de cañón en las guerras imperialistas"; y la izquierda alemana se irguió con tanto ímpetu como aquella contra la idea de que pueda haber guerras nacionales progresistas en la era del imperialismo:
«En esta era del imperialismo desatado, ya no caben guerras nacionales. Los intereses nacionales no son sino la patraña para poner a las masas populares y trabajadoras al servicio de su enemigo mortal: el imperialismo." (Tesis 5, "Sobre las tareas de la socialdemocracia internacional, 1916, que aparecen como apéndice al Folleto de Junius).
En su enérgica respuesta, Lenin retrocedió al hacer esta conclusión general sobre la naturaleza del periodo:
Lenin era incapaz de comprender que la entrada del capitalismo en su fase imperialista determinada la naturaleza reaccionaria de la guerra, y así hizo hincapié en que había que hacer una valoración concreta de cada guerra tomada por separado. Y se negó también a admitir que el carácter imperialista evidente de los países adelantados de Europa y América significaba que un cambio se había operado en el conjunto del sistema capitalista, cambio al que no podían escapar ni los países atrasados de Asia y África. Según Lenin, en los países capitalistas avanzados, el período de guerras nacionales había terminado hacía ya tiempo; el Europa del este y el los países semicoloniales y coloniales, en cambio, las revoluciones burguesas estaban al orden del día; en estos países, las luchas de liberación nacional contra las grandes potencias imperialistas no eran todavía letra muerta, y, por consiguiente, la defensa del Estado nacional seguir siendo progresista. En Europa misma, no podía considerarse como imposible (aunque Lenin lo considera improbable) que hubiera guerras nacionales de las pequeñas naciones anexionadas u oprimidas.
Lenin citaba el hipotético ejemplo de Bélgica anexionada por Alemania durante la guerra para ilustrar la necesidad para los socialistas de apoyar, incluso, el "derecho" de la burguesía belga oprimida a la autodeterminación.
Las dudas de Lenin en adoptar los argumentos, con mucho los más coherentes, de la izquierda alemana, sobre la imposibilidad de guerras nacionales, se debían principalmente a la preocupación de no rechazar movimientos o acontecimientos que pudieran acelera la crisis en el sistema capitalista, crisis que el proletariado podría aprovechar.
«La dialéctica de la historia hace que las pequeñas naciones, impotentes en tanto que factor independiente en la lucha contra imperialismo, tienen el papel de fermento, de bacilo que favorece la entrada en escena de la fuerza verdaderamente capaz de luchar contra imperialismo, o sea, el proletariado socialista. Seríamos unos revolucionarios lamentables, si, en la gran guerra liberadora del proletariado por el socialismo, no supiéramos aprovecharnos del menor movimiento popular dirigido contra tal o cual plaga del imperialismo, para que así se agrave y profundice la crisis» (Balance de una discusión sobre el derecho de las naciones a la autodeterminación).
Lo que interesaba a Lenin no era el destino de los movimientos nacionalistas como tales, sino únicamente sus posibilidades para debilitar las grandes potencias imperialistas en plena guerra mundial; de ahí que pusiera el levantamiento irlandés de 1916 en el mismo plano que las revueltas coloniales en África y los motines en las tropas coloniales en India, en Singapur, etc., como otros tantos signos anunciadores de la crisis del imperialismo.
Tomemos como ejemplo concreto el del alzamiento nacionalista irlandés de 1916 para ilustrar algunos de los peligros de ese enfoque de Lenin. Para éste, esa rebelión era la prueba de la validez de su posición según la cual el animar las aspiraciones nacionalistas de las naciones oprimidas era un factor activo y positivo en la lucha contra el imperialismo, posición contraria a la de otros como Rosa Luxemburgo y Trotsky, quienes afirmaban que se trataba de un levantamiento desesperado sin apoyo serio y que demostraba, al contrario, que el período de luchas de liberación nacional estaba terminado.
Lenin no decía que hubiera en Irlanda un movimiento proletario de masas detrás de la rebelión, la cual no se presentaba a sí misma sino como "combate callejero llevado a cabo por un sector de la pequeña burguesía urbana y un sector de la clase obrera"; el problema real estaba en la naturaleza de clase de esas revueltas nacionalistas o, dicho de otra manera,: ¿ese tipo de movimientos participan en el reforzamiento de la "única fuerza antiimperialista, el proletario socialista" (Lenin) o de la burguesía imperialista?.
Lenin otorgaba, y eso era peligroso, un potencial anticapitalista a esas acciones nacionalistas, diciendo que, a pesar de sus sobresaltos reaccionarios, «atacarán objetivamente al capital» (ídem), y que el proletariado debía asociarse a ellas y dirigirlas para hacer avanzar el proceso de la revolución social.
Sin embargo, y sin entrar en la historia de la cuestión irlandesa, podemos decir brevemente qué hechos se produjeron que contradicen totalmente esa idea de Lenin. La revuelta irlandesa de 1916 marcó con su impronta nacionalista la lucha de clases del proletariado en Irlanda, debilitados ya por la derrota parcial de sus luchas de preguerra, al movilizar activamente a los obreros en la lucha armada del nacionalismo católico de Irlanda del Sur. A pesar de la poquísima simpatía que tuvo entre las masas obreras el golpe militar desesperado, las campañas de terror llevadas a cabo por el Estado británico consecutivas al golpe, acabaron por desorientar del todo a los obreros echándolos en brazos de los nacionalistas ultras; eso quedó plasmado en una matanza y en el sabotaje sistemático de la lucha autónoma de la clase obrera contra el capitalismo, sabotaje llevado a cabo tanto por los ingleses "negrigualdos", como por el IRA republicano. La derrota de esa fracción relativamente débil y aislada del proletariado mundial, derrota infligida por las fuerzas unificadas de la burguesía irlandesa y británica, no hizo sino expresar el reforzamiento del imperialismo mundial cuyo interés primero fue siempre la derrota de su mortal enemigo. La rebelión irlandesa era únicamente la prueba de que todas las fracciones de la burguesía, incluidas las de las naciones pretendidamente oprimidas, se ponen del lado del imperialismo cuando se encuentran ante la amenaza de destrucción del sistema de explotación, condición del mantenimiento de sus privilegios.
Los revolucionarios de hoy sólo pueden concluir diciendo que la historia demuestra que Lenin se equivocó, y que las izquierdas comunistas, a pesar de sus confusiones, tenían razón en lo esencial. La única lección que sacar de la revuelta irlandesa es comprender que el más mínimo apoyo al nacionalismo lleva en línea recta a la subordinación de la lucha de la clase a las guerras imperialistas del periodo de decadencia del capitalismo.
El llamamiento de Lenin al apoyo del todo levantamiento nacionalista ha sido utilizado por la burguesía como pretexto para ahogar a los obreros y a los campesinos en incontables carnicerías tras las banderas del nacionalismo y el "antiimperialismo". Sin embargo, hay un río de sangre entre los peores errores de Lenin y las "mejores" posiciones defendidas por los que presumen de ser sus herederos, o sea, los verdugos del proletariado, estalinistas, trotskistas, o maoístas.
También hay que salvar el verdadero contenido crítico de los escritos que Lenin de algunas deformaciones como las del PCInt (Programa Comunista) entre otros, el cual, aunque pertenece al campo revolucionario, prefiere mantenerse apegado a todos los errores del pasado, incluso cuando esos desembocan en la defensa de las fracciones capitalistas más reaccionarias so pretexto de "liberación nacional" (ver Revista Internacional, n° 32, para un análisis más desarrollado de los errores del PCInt y de su reciente descomposición).
Lenin fue siempre consciente de los peligros para los revolucionarios de apoyar al nacionalismo; insistía machaconamente en la necesidad para el proletariado de preservar su unidad y su autonomía frente a todas las fuerzas burguesas, aunque esto no haría sino volver su posición aún menos aplicable y más contradictoria la práctica.
Por eso, cada vez que animaba los revolucionarios a apoyar cada revuelta contra el imperialismo, añadía: "a condición de que no sea la rebelión de una clase reaccionaria". Lo que las izquierdas, como la izquierda a la que pertenece Rosa Luxemburgo, defendieron con mucho más coherencia, era el hecho de que lo nacionalista en todos los alzamientos contra la represión sangrienta de las grandes potencias imperialistas, era introducido por la clase reaccionaria, la burguesía, para eliminar la amenaza de rebelión de la clase obrera; los revolucionarios debían definir claramente los límites entre nacionalismo y lucha de la clase, ya que sólo la clase obrera puede abrir, en la era del imperialismo, la vía progresista a la humanidad.
A lo largo de sus escritos, Lenin fue matizando su postura para que se evitará el peligro siempre presente de que la lucha de la clase se subordinara a la lucha nacional, ya fuera capitulando ante el aparato de Estado democrático, ya ante la burguesía de las naciones oprimidas. La actitud marxista ante la cuestión nacional debía reconocer siempre la primacía de la lucha de clases:
«Al contrario de los demócratas pequeño burgueses, Marx concebía todas las reivindicaciones democráticas sin excepción no como algo absoluto, sino como expresión histórica de la lucha de las masas populares, dirigidas por la burguesía contra régimen feudal. Todas esas reivindicaciones sin excepción, en ciertas circunstancias, le han servido alguna vez a la burguesía para engañar los obreros. Es, pues, radicalmente falso desde un punto de vista teórico, el aislar, separándola y oponiéndola en las demás, una de las reivindicaciones de la democracia política, o sea, el derecho de las naciones a la autodeterminación. En la práctica, el proletariado no conservará su independencia sino es subordinando la lucha por todas las reivindicaciones democráticas, incluida la republicana, a su lucha revolucionaria por el derrocamiento de la burguesía» (La Revolución socialista y el derecho de las naciones a la autodeterminación, Tesis V°, abril de 1916)
Por lo tanto, Lenin tenía que rectificar concretamente su postura acerca de la autodeterminación para así defender la necesaria unidad internacional para de la clase obrera y resolver la preocupación crucial para los revolucionarios de la división teórica que él hacía del proletariado en los campos: el de las naciones "oprimidas" y el de las naciones "que oprimen". Esto era para Lenin "la tarea más difícil y más importante".
Así, mientras que el proletariado de los países "opresores" debía reivindicar la independencia de las colonias y de las pequeñas naciones oprimidas por su "propio" imperialismo, «Los socialistas de las naciones oprimidas deben empeñarse en promover y realizar la unidad completa y absoluta, incluso en el plano organizativo, de los obreros de la nación oprimida con los de la nación opresora. Sin eso, es imposible salvaguardar una política independiente del proletariado y su solidaridad de clase con el proletariado de los demás países, frente a las maniobras de todo tipo, las traiciones y los chanchullos de la burguesía» (ibidem) (Tesis IV°).
¡Cuántas veces hemos oído a los "leninistas" de hoy entusiasmarse con las luchas de liberación nacional, citando a Lenin!. Y éste lo dejó claro: si no hay unidad de clase proletaria, incluidas las expresiones concretas en organización, la clase obrera es incapaz de defender su autonomía de clase frente a su enemigo de clase. La lucha de clases no podía quedar subordinara a la lucha nacional, es decir, en realidad, a la lucha del imperialismo por una parte del mercado mundial; y en esta lucha, los obreros no podía servir sino de carne de cañón para su propio burguesía y las consignas del Manifiesto Comunista: "Los proletarios no tienen patria, Proletarios de todos los países, Uníos", transformadas en lo contrario: "Proletarios de las naciones oprimidas, defended la patria".
Lo que los izquierdistas de hoy ignoran u ocultan son esas condiciones del apoyo a la autodeterminación que están en las posiciones de Lenin; y esas son sin embargo algo central en la defensa del internacionalismo proletario de Lenin, pues, a pesar de las deformaciones se sitúan en la visión de los intereses generales de la clase obrera.
En otros lugares de sus textos, Lenin rechaza con firmeza todo tipo de enfoque abstracto y no crítico del apoyo a los movimientos nacionalistas:
«Ninguna reivindicación democráticas debe llevar a favorecer los abusos; no estamos obligados a apoyar ni cualquier lucha independentista, ni cualquier movimiento republicano o anticlerical» (Balance de una discusión...)
Los intereses generales de la lucha de la clase podían estar en contradicción con el apoyo a tal o cual movimiento nacionalista:
«Puede ocurrir que el movimiento republicano de un país sea instrumento de intrigas clericales, financieras o monárquicas de otros países: tenemos entonces el deber de no apoyar a ese movimiento concreto." (La Revolución socialista y el derecho...)
Si, siguiendo el ejemplo de Marx, que se negaba a apoyar el nacionalismo checo en el siglo XIX, Lenin sacaba esta conclusión: si la revolución proletaria estallara en ciertos países europeos más importantes, los revolucionarios serían favorables a "una guerra revolucionaria" contra las otras naciones capitalistas que podrían como baluartes de la reacción, o sea, favorables al aplastamiento de estas, sean cuales sean las luchas de liberación nacional que surgieran en su seno.
Así pues, para Lenin, era posible que movimientos nacionalistas actuasen como armas de las potencias imperialistas contra la lucha de clases,; para Luxemburgo y Bujarin, eso era un fenómeno general e inevitable de la fase imperialista del capitalismo. Aunque adolecía de entrada de la coherencia del enfoque teórico de estos, Lenin se vio obligado, por la solidez la de argumentación, a acercarse a su posición. Ya era significativo que se viera obligado a admitir que la consigna de independencia de Polonia era algo utópico y reaccionario en las circunstancias entonces, yendo hasta a afirmar que «Ni siquiera una revolución en Polonia cambiaría lo más mínimo y no haría sino desviar la atención de las masas en Polonia de la tarea principal, el lazo estrecho entre su lucha y la del proletariado de Rusia y de Alemania» (Balance de una discusión...).
Sin embargo, Lenin se seguía negando a sacar conclusiones generales de ese ejemplo.
Aparte de su método fundamental, había algo con lo que todos los miembros de la izquierda de Zimmerwald estaban de acuerdo, algo que a menudo ignoran quienes se llenan la boca de palabrería hueca en los debates sobre si sí o no apoyar los movimientos nacionales, y es que sólo la lucha de la clase obrera es portadora de porvenir para las masas oprimidas y para la humanidad entera. En ningún sitio de sus escritos, incluso en las afirmaciones más confusas de Lenin, podrá darse supuesto el capitalismo decadente podrá ser destruido por otro medio que la violencia de la revolución proletaria. La preocupación de Lenin, Bujarin, Luxemburgo y los demás era la de saber si y hasta dónde podían contribuir las luchas nacionales a acelerar la crisis final del capitalismo, yendo así en favor de la lucha revolucionaria, participando en la labor de zapa del podrido edificio del imperialismo.
A pesar del indiscutible acuerdo con el marco básico del debate, un importante parte del movimiento obrero seguía pensando que una ruptura completa con la teoría y la práctica del pasado sobre esta cuestión no se justificaba todavía; Lenin creía que los obreros no tenían nada que perder al apoyar los movimientos nacionalistas, pues éstos iban todos hacia la destrucción del capitalismo.
Hoy, las incontables matanzas de obreros por parte de las fracciones nacionalistas nos han dado suficientes pruebas que nos permiten aportar nuestra propia contribución al debate, y concluir que la lucha de la clase obrera y el nacionalismo de cualquier forma y pelaje sólo convergen en un punto: que son enemigos mortales, que éste fue y sigue siendo una arma en manos del enemigo de clase de aquella.
Los revolucionarios que, aún con vacilaciones, tuvieron la valentía de afirmar que había llegado el tiempo de romper con claridad con el pasado estaban a la vanguardia de los esfuerzos del proletariado por comprender el mundo en que vivía y luchaba. Su contribución, y muy especialmente la de Rosa Luxemburgo sobre el imperialismo en su conjunto y la crisis mortal del capitalismo, siguen siendo clave en la labor de los revolucionarios en el periodo de decadencia. En la posición de Lenin sobre la cuestión nacional, en cambio, la burguesía ha entrado a saco para justificar toda clase de guerras fraccionarias de "liberación nacional". No es por casualidad si la izquierda capitalista, en su búsqueda de referencias marxistas que justifiquen su participación en las guerras imperialistas, se dedica a rumiar para luego servirnos recalentados los escritos de Lenin, que ya de por sí contienen bastantes debilidades peligrosas, aportando con ello una de las piedras clave marcar de la ideología burguesa de hoy.
Sin embargo, no se puede hacer responsable a Lenin de la manera con que la burguesía ha reformado su pensamiento tras la derrota de la revolución proletaria por la que aquél tanto luchó. En contra de anarquistas y demás libertarios y consejistas para los cuales Lenin no fue más que un político burgués que utilizó el marxismo para justificar su propia lucha por el poder, nosotros insistimos en que la contrarrevolución burguesa se vió obligada a desvirtuar todo aquel marco del debate en que participó Lenin, a ocultar, deformar o suprimir ciertos principios fundamentales que defendía, para sí vaciar su contribución a ese debate de todo contenido marxista revolucionario.
Dicho lo cual, y contrariamente a los bordiguistas, de nada sirve taparse los ojos ante los errores del pasado. Hay que afirmar que los escritos de Lenin había peligrosas debilidades y ambigüedades respecto a lo que hemos analizado, que hay que rechazar de modo definitivo y tajante si queremos mantenerlos en la defensa de las posiciones de clase.
En un próximo artículo, trataremos de las trágicas consecuencias prácticas que tuvieron las incomprensiones de los bolcheviques sobre la cuestión nacional a través de la política del Estado soviético.
S. Ray
[1] Otros argumentos de Lenin contra la postura de las izquierdas eran, hay que decirlo, de lo más flojo. Por ejemplo, según Lenin, Bujarin y Piatakov estarían "deprimidos" a causa de la guerra... y la causa de la oposición de las izquierdas holandesa y polaca a la autodeterminación se debería a la historia de sus pequeñas naciones respectivas. Lo cual no explica ni mucho menos por qué esa era la postura dominante de las fracciones europeas de la izquierda de Zimmerwald en aquel tiempo, incluida la izquierda alemana
[2] La postura Bujarin sobre la necesidad de destruir el poder de Estado burgués y su insistencia en la acción de masas de los obreros se debería en parte a los trabajos de Pannekoek y de la izquierda alemana con los cuales el grupo Kommunist en exilio había colaborado durante la guerra. En su polémica con Kautsky, antes de la guerra, Pannekoek había insistido en que «La batalla proletaria no es sólo una batalla contra la burguesía por la conquista del poder de Estado; es también una lucha CONTRA EL PODER DEL ESTADO» (La acción de masas y la Revolución, 1911). La respuesta proletaria a la represión del Estado burgués debía ser LA HUELGA DE MASAS.
[3] Hay que insistir en que la separación de Noruega de Suecia en 1905 era el ÚNICO ejemplo concreto que Lenin podía poner para justificar su política sobre la autodeterminación, razón por la cual procuró olvidarse de aludir a aquella en sus escritos sobre el tema. Pues, sin profundizar demasiado, se puede afirmar que es ejemplo tenía demasiadas particularidades que hacían frágiles las bases de una teoría general: aquella separación ocurrió en los albores de la decadencia capitalista, en una región periférica en relación con el centro del capitalismo, en un país con un proletariado relativamente débil. Además, la burguesía Noruega disfrutó siempre de cierta autonomía política, de modo que su independencia formal pudo ser rematada por la sencilla razón de que la burguesía sueca estaba dispuesta a aceptarla. Por eso lo primero que hicieron fue organizar un referéndum...
En el contexto histórico de reanudación de combates de clase que se inició en 1968, es evidente que estamos asistiendo hoy a una tercera oleada de luchas obreras, después de las de 1974-78 y las de 1978-80. La sucesión de luchas obreras que, desde mediados de 1983, ha afectado prácticamente a la totalidad de los países avanzados -particularmente los de Europa occidental- y cuya más alta expresión hasta el momento es la huelga actual de los mineros de Gran Bretaña, ha venido a demostrar claramente que la clase obrera mundial se ha sacudido la apatía que había sido causa y consecuencia de la dolorosa derrota sufrida en Polonia en diciembre de 1981. Esto es lo que desarrollaremos aquí, en continuación (aunque empezamos a tratarlo en artículos anteriores de nuestra Revista Internacional) con la primera parte de este artículo. Todos los grupos revolucionarios reconocen ahora, aunque con retraso, la existencia de una nueva oleada de luchas. Sin embargo, ese retraso manifiesto de muchos revolucionarios para llegar a comprender la situación presente plantea el problema del método con el cual hay que analizarla. Es ese método, condición de la capacidad de los comunistas para ser un factor activo en el desarrollo de las luchas de la clase proletaria, lo que examinamos en esta segunda parte del artículo.
El proletariado necesitó dos años para sacar las lecciones y reponerse, una vez acabada la oleada de luchas de los años 1978-80; oleada cuyos combates más importantes fueron: la lucha de los siderúrgicos en Francia y en Gran Bretaña, la de los portuarios de Rotterdam -con su propio Comité de huelga- y, sobre todo, la huelga de masas de Polonia en agosto de 1980. Fueron necesarios dos años para que el proletariado internacional pudiera digerir y comprender la derrota sufrida en Polonia; derrota que culminó en el Golpe del 13 de diciembre de 1981, seguida de una feroz represión. El retroceso de las luchas que acarreó esa derrota iba durar poco tiempo. Antes incluso de que tuviéramos que reconocer claramente el nuevo auge en la combatividad del proletariado, que se había de expresar: primero, en los EE.UU en julio de 1983 (huelga en teléfonos) y después en Bélgica en septiembre (huelga del sector público), afirmábamos en el V° Congreso de la CCI, en julio de 1983, que:
"Si hasta ahora el proletariado de los países centrales había padecido, con menos brutalidad que sus hermanos de clase de la periferia, los rigores de la austeridad; el hundimiento del capitalismo en la crisis obliga a la burguesía a un ataque despiadado contra el nivel de vida de la clase obrera en la concentración industrial más importante del mundo: Europa occidental (...) Esta crisis, vivida por el proletariado como una imposición, lo empuja a generalizar sus luchas y su conciencia, proponiendo en la práctica su perspectiva revolucionaria." (Revista Internacional, n° 34-35: "Informe sobre la situación internacional").
El periodo 1983-84 ha confirmado ampliamente este análisis. Sin entrar en detalles (para profundizar, lean nuestra Revista Internacional, n° 36-37; y las publicaciones territoriales de la CCI), recordaremos que esta oleada de luchas se ha manifestado por todos los continentes: en Japón, India, Túnez y Marruecos -revueltas del hambre del invierno pasado-, Brasil, Argentina, Chile, Santo Domingo, EEUU y Europa occidental. En Europa, donde ha habido revueltas obreras en todos los países, se encuentra el corazón económico y sobre todo histórico del capitalismo; ahí está también la concentración obrera más grande, más antigua y más experimentada del mundo. Tras un verano en el que la combatividad obrera ni se ha desmentido ni ralentizado (Inglaterra), nos encontramos al comienzo de un otoño durante el cual los acontecimientos se van a acelerar.
Con la acentuación de la crisis la burguesía necesita atacar aún más a la clase obrera; la táctica que tiene que mantener y reforzar sigue siendo la de la "izquierda en la oposición". Los partidos de izquierda, "oponiéndose" a los partidos gubernamentales -de derecha-, se encargarán especialmente de sabotear las reacciones obreras a las medidas de austeridad y a los despidos que se están aplicando y deberán incrementarse en todos los países.
Dos acontecimientos son particularmente significativos de esta táctica de "izquierda en la oposición" de la burguesía:
Estos dos acontecimientos, el paso del PCF a la oposición y, sobre todo, la futura elección presidencial en los EEUU, se sitúan en el marco del reforzamiento del aparato político de la burguesía para enfrentar al proletariado a nivel internacional. Significan que la burguesía sabe que la crisis económica del capital va a seguir acentuándose y que va a tener que atacar aún más a la clase obrera; que la burguesía internacional ha sabido reconocer, a su manera, la reanudación internacional de las luchas obreras.
A. Los obreros en Gran Bretaña en primera fila de la oleada de luchas internacional.
En esa situación general hay que enmarcar el movimiento de luchas obreras en Gran Bretaña: la huelga de los mineros, que dura desde hace nada menos que siete meses, se ha convertido en la punta de lanza del proletariado mundial y representa el nivel de lucha más elevado desde la huelga de masas de agosto de 1980 en Polonia.
Sin embargo, el proletariado en Gran Bretaña se enfrenta a una burguesía políticamente muy fuerte y que se había preparado desde hace tiempo para enfrentarse con la clase obrera. Éste es el país capitalista más antiguo. La burguesía británica dominó el mundo durante todo el siglo pasado. Tiene una experiencia de dominación política -especialmente mediante su juego democrático y parlamentario- envidiada por la burguesía de los demás países.
Es esa experiencia política sin igual lo que le ha permitido ser el primer país que puso en práctica la táctica de "la izquierda en la oposición". Consciente de la peligrosidad de las reacciones obreras, que los ataques económicos, debidos a la crisis, iban a provocar obligatoriamente, y del desgaste del Partido laborista en el poder, la burguesía, en mayo de 1979, mandó a este partido a la oposición y encontró en M. Thatcher, a la "Dama de Hierro" que le sustituyera. Supo dividir (creando el partido socialdemócrata) y debilitar electoralmente al Partido laborista, dejándolo sin embargo suficientemente fuerte para impedir - con su organización sindical el TUC - el surgimiento de luchas obreras o, al menos, sabotearlas.
La huelga de los mineros, así como la reanudación internacional de las luchas, nos enseñan que la táctica de la burguesía de la "izquierda en la oposición" ya no basta para impedir o asfixiar el surgimiento de reacciones obreras; aunque logre todavía sabotearlas, y bastante bien. En ese sabotaje, la burguesía británica dispone de un arma que le envidian igualmente las otras burguesías: sus sindicatos. Como en el juego parlamentario y electoral, la clase dominante inglesa es experta en el arte de presentarle falsas opciones al proletariado: a un lado la dirección nacional del TUC laborista, a otro Scargill (jefe del sindicato de los mineros) con los shop-stewards (instituciones que tienen más de 60 años y que hacen el papel de sindicatos de base, los de talante más "radical") último bastión del sindicalismo contra la lucha de los obreros. Aunque si la burguesía es antigua y experimentada, el proletariado es también antiguo, experimentado y muy concentrado. Esto es lo que da un significado particular al movimiento de huelgas actual.
La lucha de los mineros, cuya fama y experiencia han atravesado ya el Canal de la Mancha y llegado al Continente, ha contribuido a destruir una mistificación importante tanto en Gran Bretaña como en los otros países: el mito de la democracia británica y del policía inglés desarmado (Bobby). La violenta represión de que han sido víctimas los mineros tiene poco que envidiar a la de cualquier dictadura sudamericana: 5000 detenciones, 2000 heridos y 2 muertos. Las ciudades y los pueblos mineros ocupados por la policía antidisturbios, obreros atacados en las calles, en los pubs, en su casa, embargo del abastecimiento de comida destinado a las familias, etc. La dictadura del estado burgués se ha quitado su máscara democrática.
¿Por qué ha empleado la burguesía tanta violencia? Para desmoralizar a los mineros; para desanimar a los otros sectores de la clase obrera que pudieran tener la tentación de unírseles; cierto, pero sobre todo para impedir que los piquetes extiendan la huelga a otros pozos, a otras fábricas; para impedir una extensión general del movimiento. Porque la burguesía tiene miedo. Tiene miedo de las huelgas espontáneas que hubo en los ferrocarriles (Paddington), en la British Leyland, de las ocupaciones en los astilleros (Birkenhead) o en la Aerospace (cerca de Bristol).
Fue ese mismo miedo a la extensión lo que le impidió utilizar la misma violencia estatal una vez que los estibadores se pusieron en huelga de solidaridad, el mes de julio. El uso de la represión en tales circunstancias acarreaba el riesgo de hacer saltar el polvorín, de acelerar la extensión de la huelga a toda la clase obrera. Gracias a las maniobras de los sindicatos (lean World Revolution, n° 75. Mensual de la CCI en Gran Bretaña) y a los "media", esta primera huelga se terminó al cabo de diez días.
En el movimiento de luchas en Gran Bretaña se verifican todas las características de las luchas internacionales actuales que evidenciamos en el artículo "La nueva oleada de luchas de la clase obrera", en el número 36-37 de la Revista Internacional. Hay que resaltar la extraordinaria combatividad que está demostrando el proletariado en Gran Bretaña: después de 7 meses, a pesar de una violenta represión y de presiones por todas partes, los mineros siguen en huelga. En el momento en que escribimos esto gran parte de los trabajadores portuarios están de nuevo en huelga, en solidaridad con los mineros; a pesar del fracaso de la primera tentativa del mes de julio tienen conciencia de que su interés de clase inmediato es el mismo que el de los mineros y demás sectores de la clase obrera.,
Poco a poco, es el conjunto de la clase obrera el que está tomando conciencia de sus intereses de clase, es quien se está expresando en las minas. A través de ese combate, la cuestión que se plantea claramente es la de la extensión real de las luchas. Hay que subrayar que, además de los estibadores, los desempleados y las mujeres de los obreros luchan con los mineros y, junto a ellos, pelean contra la policía. Con la solidaridad se está afirmando hoy abiertamente en Gran Bretaña, para el proletariado mundial y sobre todo el europeo, la perspectiva de la extensión consciente. A través de esa extensión y del enfrentamiento con los sindicatos y los partidos de izquierda, lo que está desarrollando el movimiento de luchas obreras son las condiciones de la huelga de masas en las metrópolis del capitalismo.
B. El significado de las huelgas en Alemania central
Además de los combates en GB, uno de los aspectos más convincentes de que asistimos a un oleada internacional de luchas de la clase obrera, ha sido el regreso del proletariado alemán al terreno de los enfrentamientos de clase, como lo atestiguan las ocupaciones de los astilleros en Hamburgo y en Bremen en septiembre de 1983 y la huelga de los metalúrgicos y de los impresores en la primavera de 1984. Es la fracción más numerosa, más concentrada y también más central de la clase obrera de Europa del Oeste. Este auge de luchas obreras en el corazón de la Europa industrial tiene un significado histórico que va mucho más lejos que la importancia inmediata de las huelgas mismas. Significa el agotamiento del margen de maniobra de la burguesía contra la clase obrera en Europa, margen que le permitió preservar una relativa paz social en RFA en los años 70.
El desarrollo de las luchas en RFA confirma dos aspectos importantes del análisis marxista de la situación mundial que la CCI está realizando:
¿Cuál es el significado de la reanudación de los enfrentamientos de clase en Alemania, que la propaganda burguesa trata de ocultar? Esas luchas demuestran la bancarrota del "milagro económico" de la posguerra, la quiebra de la afirmación según la cual el trabajo duro, la disciplina y la "colaboración capital-trabajo", la "paz social", pueden evitar la crisis económica. Más importante aún: esas luchas demuestran que el proletariado no se ha integrado jamás en el capitalismo (recordemos las teorías estilo Marcuse de 1968), que todos los ataques de la social democracia y del nazismo no lograron destruir el corazón del proletariado europeo. Afirmamos que, a imagen del resto del proletariado internacional, los obreros alemanes sólo están iniciando la vuelta al combate de clase, pero no nos olvidamos de que el regreso del proletariado alemán al lugar que le pertenece, a la cabeza de la lucha de clases internacional, será largo y difícil. Tenemos que recordar especialmente, que:
Lejos de encontrarse a la cabeza del movimiento, los obreros de RFA a duras penas están recuperando el retraso que llevan con respecto al resto de los obreros de Europa. Esto se verifica a nivel de la combatividad, de la extensión de los movimientos, del grado de politización y de confrontación con la estrategia de la izquierda en la oposición, especialmente la táctica del "sindicalismo de base", arma que la burguesía alemana no ha tenido que emplear mucho todavía. Esa "recuperación" se ha convertido en RFA en uno de los aspectos más importantes del proceso de homogenización de la conciencia de clase en el proletariado europeo y de mejora de las condiciones de lucha en Europa occidental. Es el aliado actual de las luchas obreras, el nuevo paso adelante en el desarrollo histórico de los combates de clase desde 1968; todo lo cual exige a las organizaciones revolucionarias responsabilidades más grandes, y en particular la de intervenir activamente en el proceso de toma de conciencia que se está operando en la clase. Tal intervención se apoya necesariamente en la mayor claridad y comprensión posibles de lo que está en juego verdaderamente en la situación actual. Todo esto resalta la importancia que tiene, para los revolucionarios y para la clase general, el método con el cual se analiza la realidad.
Para reconocer y comprender la reanudación de las luchas obreras hay que apropiarse del método marxista de análisis de la realidad social.
Ese método no consiste en hacer fenomenología. No se puede comprender ni explicar ningún fenómeno social a partir del fenómeno mismo, por sí mismo y para sí mismo. El fenómeno social, la lucha de clases, sólo se puede comprender si se sitúa en el desarrollo del movimiento social general. El movimiento social no es una suma de fenómenos sino un todo que los contiene a todos y a cada uno.
El movimiento de la lucha proletaria es a la vez internacional e histórico. Desde ésos dos puntos de vista, mundial e histórico, es como los revolucionarios pueden comprender la realidad social, la situación de la lucha de su clase.
Por otra parte, el trabajo teórico y de análisis de los revolucionarios no es una reflexión pasiva, un simple reflejo de la realidad social; tiene un papel activo, indispensable en el desarrollo de la lucha proletaria. No es algo exterior al mismo movimiento de la lucha de clases; forma parte integrante de la lucha del proletariado. Siendo los revolucionarios parte, muy precisa y particular, de la clase obrera, su actividad teórica y política son aspectos concretos de la lucha revolucionaria del proletariado.
Los comunistas sólo pueden apropiarse del método marxista situándose como factor activo en el movimiento de la lucha de su clase, y desde un punto de vista mundial e histórico.
Es imposible comprender el significado de las luchas y, especialmente, de la oleada actual de la lucha de clases, si se examina cada una por separado, de manera estática, inmediata o fotográfica. Es muy difícil darse cuenta de que estamos asistiendo a una reanudación de la lucha de clases si uno se pone a estudiar en sí y de manera aislada las principales características de las luchas de hoy (ver Revista Internacional, n° 36-37: "La nueva oleada de luchas de la clase"), como son: la tendencia al surgimiento de movimientos espontáneos, de movimientos de gran amplitud que afectan a sectores enteros de un mismo país, la tendencia hacia la extensión y la autoorganización,... Si se estudian esas características de manera separada y se comparan con lo que fueron las luchas en Polonia en 1980, es efectivamente muy difícil ver una oleada de luchas. Los movimientos espontáneos de solidaridad, de los estibadores y de otros sectores obreros, con los 135.000 mineros en huelga en Gran Bretaña; las manifestaciones violentas y espontáneas que desbordaban a los sindicatos el pasado marzo en Francia; los 700.000 manifestantes obreros en Roma el 24 de marzo; la huelga de los servicios públicos en septiembre de 1983 en Bélgica,... parecen poquita cosa comparados con el nivel de lucha al que llegó la oleada precedente; y sobre todo, parecen muy lejos de la huelga de masas en Polonia. Y sin embargo...
El método marxista no se contenta con comparar dos fotos tomadas con unos años de intervalo. No se contenta con quedarse en la superficie de las cosas. Para los revolucionarios consecuentes, se trata de comprender la dinámica profunda, el movimiento histórico de las luchas obreras.
No solo en África del Norte, en Santo Domingo, en Brasil,..., surgen movimientos espontáneos y de gran amplitud; sino que la oleada de luchas se sitúa sobre todo -no únicamente, ya vemos- en los principales centros industriales del mundo, en Europa occidental, en los EE.UU,... Es en los principales y más antiguos países capitalistas, en los países "más prósperos", en el bastión industrial de Europa, donde el proletariado es más antiguo, más experimentado y está más concentrado, donde éste está reaccionando contra los ataques de la burguesía.
Las dos principales armas que empleó con éxito la burguesía contra el proletariado en la oleada de luchas precedente, y especialmente en Polonia, ya no tienen eficacia suficiente para mantener a los obreros ilusionados o desmoralizados:
La toma de conciencia del carácter inevitable e irreversible de la crisis del capital en el mundo entero y del carácter burgués de los partidos de izquierda -tengan responsabilidades gubernamentales o no- no podía ni puede desarrollarse más que a partir de las luchas obreras en los países industriales más desarrollados y más antiguos; en los países en donde la burguesía dispone de un aparato de Estado experimentado en el juego democrático y parlamentario; en los países en donde arraigaron y se hicieron fuertes las ilusiones sobre "la sociedad de consumo", sobre "la eterna prosperidad",...
El proletariado reanuda hoy el combate donde lo había dejado en Polonia, respondiendo a ésos dos obstáculos y superándolos. Comprender el significado del período actual de luchas es comprender el movimiento y la dinámica que las animan; es captar y comprender que lo que produce y determina la reanudación internacional de las luchas obreras es la maduración de la conciencia de clase en el proletariado, el desarrollo de la toma de conciencia entre los obreros.
En efecto, aunque es una condición indispensable para el desarrollo de la lucha de la clase obrera, el hundimiento del capitalismo en la crisis no basta para explicar este desarrollo. El ejemplo de la crisis de 1929 y el de los años que preceden a la Segunda guerra mundial nos lo prueban. En los años 30, los terribles ataques de la crisis económica no provocaron más que una gran desmoralización y gran desorientación en el proletariado, que acababa de sufrir la mayor derrota de su historia y tenía que aguantar el peso de las mistificaciones "antifascistas" y de "defensa de la patria socialista" cuya finalidad era amarrarlo al Estado burgués tras los partidos de izquierda y los sindicatos.
La situación es muy diferente hoy en día. El proletariado de hoy no está derrotado y hemos visto más arriba que lo que determina la oleada actual de luchas de la clase es su capacidad de digerir, de madurar sus derrotas parciales, de dar una respuesta a las armas ideológicas que le opone la burguesía. Las condiciones objetivas (la crisis económica, la miseria que se generaliza,...) no son las únicas; se deben añadir condiciones subjetivas favorables: la voluntad consciente de los obreros de no aceptar más sacrificios para salvaguardar la economía nacional, la no adhesión del proletariado a los proyectos burgueses (económicos y políticos), la comprensión cada vez mayor del carácter antiobrero de la izquierda y los sindicatos,...
Y cuanto más importante se hace el factor subjetivo en el desarrollo de las luchas obreras, más fundamental es la intervención de los revolucionarios en ellas. Por ser la expresión más elevada de la conciencia de clase, los comunistas son indispensables, no sólo por su trabajo teórico, político y su propaganda. No solamente serán indispensables mañana en el período revolucionario, sino que ya hoy son indispensables en el proceso actual de reanudación de la lucha de su clase, de maduración de la huelga de masas. Al denunciar las trampas y los callejones sin salida que utiliza el capitalismo contra el proletariado, estimulan, catalizan y aceleran el desarrollo en la clase de una conciencia clara de la naturaleza de esas trampas y del papel verdadero de la izquierda y de los sindicatos. Además, aunque no se hacen ilusiones sobre la importancia de su impacto inmediato, los revolucionarios contribuyen a que las luchas se orienten hacia una autonomía mayor de la clase obrera frente a la burguesía, hacia la extensión y coordinación de las luchas: envío de delegaciones masivas a otras fábricas, piquetes de huelga, manifestaciones,...; en fin, todo lo que refuerce la organización, por los obreros mismos en sus asambleas generales, de esa extensión y de un desarrollo más amplio de la lucha de la clase.
Si no se reconoce o si se subestima la reanudación actual de la lucha de la clase, si se tiene una visión mecánica del desarrollo de la lucha, si no se comprende el papel activo que tiene la conciencia de clase en el desarrollo de la lucha, se llega al rechazo -por lo menos implícito- de la necesidad de la intervención de los revolucionarios hoy y, por lo tanto, del Partido comunista mundial de mañana. No basta con proclamar la necesidad del partido (Gracias, no obstante, a quienes lo hacen) para contribuir eficazmente al proceso que conduce a su futura constitución. En las luchas actuales, desde ahora, es donde se preparan las condiciones de su edificación, se construyen las organizaciones que lo formarán, donde los comunistas dan prueba de su capacidad para comportarse como vanguardia de los combates revolucionarios venideros. Para probar esa capacidad, tienen que mostrarse capaces de defender con rigor el método marxista, cuya ignorancia y olvido desarman políticamente al proletariado y lo conducen a la impotencia y a la derrota.
RL
Septiembre de 1984
Continuamos publicando textos antiguos de nuestra Revista Internacional. En este caso se trata de una contribución fruto de la discusión en nuestra sección en Bélgica, sobre las condiciones de surgimiento del partido del proletariado y la evolución y la responsabilidad de las minorías revolucionarias de nuestra época
Las condiciones generales del resurgir de lucha obrera desde 1968 y sus implicaciones en el proceso de agrupamientos hacia el Partido.
–I–
El futuro partido de clase no surgirá como producto de una reacción contra la guerra sino de un desarrollo lento y con altibajos de la lucha de clases en respuesta a una crisis internacional que se va agudizando con un ritmo relativamente lento. Esto implica lo siguiente:
§ la posibilidad de una mucho mayor maduración de la conciencia obrera antes del asalto final, maduración que se expresará en particular en el seno de las minorías revolucionarias;
§ que una lucha que se desarrolla a escala mundial pone las bases para un proceso de reagrupamiento de las fuerzas revolucionarias que se concibe, de entrada, a nivel internacional.
–II–
Lo “original” del período 1917-23 no fue tanto la rapidez de los acontecimientos a partir de 1917 (es de suponer que esta vez todo irá más rápido una vez iniciado el proceso revolucionario, pues nos encontramos frente a una burguesía con mayor experiencia) sino el carácter bisagra del período.
Hoy día, 70 años de decadencia capitalista hacen que una serie de cuestiones se planteen en términos mucho más claros que entonces: naturaleza de los sindicatos, de la democracia y del parlamentarismo, la cuestión nacional. Aun cuando estamos lejos del período insurreccional, cada lucha obrera se ve obligada a enfrentarse con las fuerzas de mistificación y de encuadramiento de la burguesía. Aunque con confusiones, el medio proletario de hoy se ve obligado a tomar postura frente a las experiencias y enseñanzas de estos 70 años de decadencia. La labor de clarificación de las condiciones de la lucha de clases impuestas por la entrada en decadencia del sistema ya está desde ahora mucho más avanzada que en 1919.
–III–
Si es verdad que el período actual sigue caracterizado por la ausencia de continuidad orgánica con el movimiento del pasado, lo cual es un pesado lastre para las fuerzas revolucionarias de hoy y sus relaciones mutuas, no debemos olvidar que la continuidad orgánica con la Segunda Internacional –aunque de ésta salieron las fuerzas vivas que formaron la Tercera Internacional– también condicionó muchas de las debilidades de ésta. No sólo en lo programático no fue capaz de proseguir con suficiente profundización la crítica de las tradiciones socialdemócratas y comprender el conjunto de las nuevas condiciones que estaban apareciendo, sino que también en lo organizativo, las diferentes fracciones de izquierdas tuvieron enormes dificultades para comprender lo que eran y superar la fase de existir como oposición encargada de enderezar la organización socialdemócrata degenerante. En la Tercera Internacional, el proceso de confrontación y de reagrupamiento estuvo muy marcado por el modelo de la Segunda Internacional: funcionamiento como suma de partidos nacionales, y, hasta dentro de una nación como Alemania pesaban los hábitos federalistas. Así pues:
§ incluso sin “ruptura orgánica”, la organización de un marco de discusión resultó no solo insuficientemente internacional, sino que ya fue incluso muy difícil en la propia Alemania;
§ la elaboración de la ruptura con la Segunda Internacional se quedaría en una serie de procesos nacionales, lo cual produjo desfases entre los países y por lo tanto heterogeneidad en lo político.
El largo período de derrota que vivió el proletariado tras el fracaso de la revolución fue al mismo tiempo el crisol en el cual la clase llevó lo más lejos posible su esfuerzo para sacar las lecciones de la oleada revolucionaria. Tenemos detrás de nosotros, no sólo la experiencia viva de octubre, sino también el esfuerzo de fracciones, como Bilan e Internationalisme[1], por sacar la máximo de lecciones para la próxima oleada.
–IV –
Hoy, la ruptura orgánica con el movimiento del pasado hace que los grupos revolucionarios ya no estén enfrentados a la necesaria ruptura con las organizaciones que se pasaron al campo enemigo. Tampoco son lo que fue Bilan, al tener esta fracción como tarea esencial, en la contrarrevolución triunfante, la de servir de lazo con la futura apertura de un curso revolucionario, sacando todas las lecciones de la derrota. La existencia y el desarrollo de las organizaciones revolucionarias hoy están condicionados ante todo por la reanudación de las luchas de finales de los 60.
– V –
Las condiciones están reunidas como nunca antes para que se realicen lo que plantea el texto de CCI[2] de lo que en el período de decadencia «el partido político puede perfectamente surgir antes de ese momento álgido que los Consejos Obreros son».
El esquema simplista que convierte a los bolcheviques en un “ejemplo de partido”, comparado con Alemania donde el reagrupamiento resultó mucho más difícil, no tiene en cuenta el hecho de que la ausencia ya desde 1917 de un partido internacional fue una gran debilidad que pesaría en toda la oleada revolucionaria. El retraso habido en el reagrupamiento hacia el partido mundial fue un lastre no sólo a nivel de Alemania, sino y sobre todo a nivel internacional. El polo de clarificación que fue la IC se constituyó demasiado tarde y duró poco tiempo; hoy, en cambio, las condiciones para la constitución de ese polo, con la suficiente anticipación de los momentos decisivos, son mucho mejores. De igual modo, podrá y habrá que constituirse sobre una base programática mucho más clara, que engloba como base mínima el conjunto de las lecciones de la primera oleada revolucionaria.
– VI –
Hoy, si las condiciones generales muestran la posibilidad de un partido más claro, más maduro y más directamente internacional, también hacen esas características más necesarias que nunca. Es verdad que la burguesía ya no dispone de aquella arma contrarrevolucionaria esencial que fueron las organizaciones de masas que recién acaban de pasarse al enemigo, sin embargo ha aprendido a desarrollar los medios de control más sutiles y es de suponer que intentará todo para tratar de recuperar los órganos con que se dotará la clase obrera. Y sobre todo es una burguesía mucho más capaz de unificarse con la mayor rapidez a nivel internacional con la que se enfrentará el proletariado. En esa situación, la claridad de la vanguardia política, su unidad y su capacidad para desarrollar una influencia internacional serán vitales.
El medio proletario y la labor de reagrupamiento hoy
– I –
El fracaso del ciclo de Conferencias Internacionales[3], anunciadora de la crisis que atraviesa el medio revolucionario, y esto cuando se está produciendo una aceleración cualitativa de la historia, nos da la medida del retraso y de la debilidad de las minorías comunistas frente a sus responsabilidades. Así pues no basta con que las condiciones objetivas tal como hoy existen vayan en favor de la clarificación y el proceso de unificación en el seno de las fuerzas revolucionarias, para que se emprenda automáticamente el proceso de reagrupamiento hacia el partido.
– II –
La ruptura orgánica con el movimiento del pasado y los 50 años de contrarrevolución implican tareas cualitativamente diferentes para las minorías comunistas. La cuestión ya no se plantea en términos de asegurar la continuidad del programa operando una ruptura clara con las antiguas organizaciones degeneradas. Sin embargo, no por esto resulta la tarea menos ardua. Es una larga labor de decantación la que incumbe a las minorías comunistas desde el resurgir del proletariado en el 68. Decantación en el sentido tanto de la reapropiación de las lecciones del pasado como de clarificación de las nuevas condiciones que están apareciendo. Esta decantación implica una comprensión de lo que son y lo que no son, en relación con el análisis del período actual. La megalomanía – el mito de ser hoy día EL partido, rechazando cualquier confrontación con el medio político –, el sectarismo, la idea de que la historia “empieza con uno” o que el partido y su programa es algo invariable desde 1848, las confusiones, todo eso son expresiones de las dificultades del medio para tomar conciencia de lo que es y de cuáles son hoy sus responsabilidades.
– III –
Al decir que hoy existen las condiciones para el surgimiento del partido antes del momento crucial, no decimos que están reunidas todas las condiciones para que se constituya el partido ya. Su relación con el desarrollo de la lucha de clases significa que el surgimiento del partido implica que la clase obrera responda al llamamiento de la historia y desarrolle su conciencia en una dinámica de internacionalización de su lucha.
La aparición de partidos del proletariado exige esa dinámica, no sólo para que se les “escuche”, no solo porque únicamente en esta fase es cuando las ideas revolucionarias pueden “convertirse en fuerza material”, sino también porque sólo esa dinámica puede aportar elementos indispensables al reagrupamiento de las fuerzas revolucionarias a escala mundial. Y esto al clarificar en la práctica cuestiones tan esenciales como el problema de la generalización internacional, la organización general de la clase contra las múltiples formas sindicales, la función de la violencia... y, sobre todo, la cuestión del partido, de su relación con los Consejos obreros.
– IV –
Así pues, aún rechazando la idea de un partido creado artificialmente en torno a un reagrupamiento “PCInt + CCI + CWO” y el carácter absurdo de semejante posibilidad, la CCI no por ello considera el futuro partido como un producto mecánico del período prerrevolucionario. Existe ya desde hoy un esfuerzo voluntario por parte de las minorías comunistas, pero sin ilusiones inmediatas o prematuras. Nuestra voluntad de participar en las Conferencias iniciadas por el PCInt (BC) se apoyaba:
§ en el rechazo de todas las prácticas de sectarismo y de negación del debate;
§ en la comprensión de que no se puede andar fabricando reagrupamientos prematuros;
§ en la necesidad de organizar un lugar de confrontación y de decantación lo más amplio posible, en el marco de las fronteras de clase;
§ en la necesidad de tener criterios de participación lo bastante precisos, no admitiendo, entre otras, a las corrientes “antipartido”, modernistas o consejistas, con el fin de quedarse muy claro el objetivo de esas conferencias;
§ en el objetivo de que esas conferencias son, frente al exterior, frente a la clase, un polo activo de referencia, al ser capaces de tomar posición sobre cuestiones esenciales;
§ en la necesidad de órdenes del día hechos en el sentido de la profundización de lo que es el esfuerzo de unificación de los revolucionarios hoy: el análisis del período actual y de la crisis, por una parte, y por, la cuestión del papel de los revolucionarios, al ser esta una de las cuestiones menos avanzadas hoy y que hace urgente una confrontación.
Tuvimos que darnos cuenta de que el sectarismo y el rechazo del debate tenían mucho peso incluso entre los grupos que habían participado activamente en las conferencias. La inmadurez del medio también se plasmó en la idea que se hacían finalmente de las conferencias BC y CWO o, o sea, de algo mucho más inmediato, en busca de un reagrupamiento rápido, antes de que hubiera tenido lugar el debate, y, al fin y al cabo, contando con las primeras conferencias únicamente para encontrar los medios materiales para expulsar a la CCI... en nombre de un desacuerdo que ni siquiera se debatió.
– V –
Esta experiencia nos muestra el largo camino que todavía nos queda por recorrer. Si hemos puesto la cuestión del partido al orden del día en la CCI, es porque pensamos que en esta cuestión se plasma la comprensión de las tareas de las minorías revolucionarias hoy, así como la actitud que unas tienen para con las otras. En el centro del proceso de decantación que, de grado o por fuerza – y hasta con forma de crisis abierta con la desaparición de grupos enteros –, se ha emprendido en el medio político, está la cuestión del partido y de cómo se desarrolla la conciencia de clase.
La crisis que está atravesando el medio, y que tampoco ha dejado a salvo a la CCI, es una advertencia grave. Pues demuestra que las confusiones sobre la función de las organizaciones políticas de la clase, la búsqueda de un resultado inmediato y la impaciencia respecto a la lucha de clases, son terreno abonado para la destrucción de las organizaciones comunistas bajo la presión material e ideológica de la burguesía.
No podemos alegrarnos de ver a un PCInt diezmado parir una organización burguesa, o ver a la CWO enrollarse con grupos nacionalistas. Esto demuestra que, sin una reacción clara a nivel programático contra la presión de la burguesía, sin tampoco desarrollar una capacidad para integrar las nuevas lecciones de la lucha de clases, todo el esfuerzo de decantación en el seno del medio revolucionario puede verse aniquilado del día a la mañana.
– VI –
Nuestra comprensión sobre la cuestión del partido es hoy la que más lejos va en el balance de la primera oleada revolucionaria. Es esta la cuestión sobre la cual más confusiones hay en el medio, en la medida en que la experiencia de 1917-23 no consiguió darle suficiente claridad. A menudo decimos que nuestra posición se inscribe más en negativo que en positivo; hemos de comprender, sin embargo, que sólo en los movimientos de huelga de masas se podrá esclarecer plenamente esta cuestión a nivel internacional.
Los acontecimientos de Polonia, aún con todos sus límites, fueron para nosotros la confirmación patente de nuestras posiciones sobre el desarrollo de la conciencia de clase, la función de las minorías revolucionarias y las formas de organización unitaria de la clase. Y también nos obligaron a llevar más lejos la comprensión del problema de la internacionalización, de la necesaria crítica de la teoría del “eslabón más débil”[4]. Todo el medio fue, en realidad, puesto a prueba por aquellos acontecimientos. Ante un movimiento semejante, pero en un país más central, ¿podría la CWO haber mantenido durante mucho tiempo su llamamiento para “la insurrección ahora ya”, que dijo para Polonia?. ¿Y el PCInt hubiera podido seguir afirmando que no puede existir movimiento de clase sin organización previa de los obreros por el partido?.
Los próximos movimientos, más todavía que durante la fase de retroceso de los primeros años 80, pondrán a prueba a los grupos revolucionarios. Se producirán, sin lugar a duda, aún más cambios y trastornos en el medio revolucionario y, también, han de surgir nuevos grupos. Y estos no por ser nuevos estarán, ni mucho menos, a resguardo de las confusiones del pasado. Para asimilar lo mejor posible las lecciones de las próximas experiencias de la clase obrera, para poder ser ese polo de referencia para que las nuevas vanguardias y generaciones comunistas no vuelvan a cometer los mismos errores, la esforzada labor de clarificación debe proseguir en el medio revolucionario.
El armazón del futuro partido no está formado ya de una vez para siempre por las corrientes y grupos que hoy existen, y, sin embargo, les incumbe a ellos la continuación de la labor de decantación indispensable para el reagrupamiento de mañana, pues para eso los hizo surgir su clase desde que ésta volvió por los caminos de la lucha.
JU
Mayo de 1983
[1] BILAN (Balance): órgano de la Fracción Italiana de la Izquierda Comunista, existió entre 1933 y 1938. INTERNATIONALISME (Internacionalismo): órgano de la Izquierda Comunista de Francia, grupo que continuó la labor de BILAN (1945-52).
[2] Texto adoptado como Resolución en el V° Congreso de la CCI. Ver Revista Internacional n° 34-35, “El Partido y los lazos con su clase”, punto XVII-D, p. 37.
Ver /revista-internacional/200604/892/el-partido-y-sus-lazos-con-la-clase [11]
[3] Ver un balance de las mismas en El sectarismo, una herencia de la contra-revolución que hay que superar, en Revista Internacional nº 22, https://es.internationalism.org/node/2829 [12]
[4] Ver "El proletariado de Europa Occidental en una posición central de la generalización de la lucha de clases [13]", Revista Internacional nº 31.
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La historia del movimiento obrero no es sólo la de sus grandes batallas revolucionarias, cuando millones de proletarios se han lanzado al "asalto de los cielos"; no son sólo dos siglos de resistencia constante, de huelgas, de combates incesantes y desiguales para limitar la opresión brutal del capital. La historia del movimiento obrero es también la de sus organizaciones políticas, las organizaciones comunistas. La forma en la que se han constituido, dividido, reagrupado, los debates teórico-políticos que han fluido a través de ellas como sangre que alimenta su pasión revolucionaria - todo esto pertenece, no a los individuos particulares que fueron sus miembros, sino a la vida de su clase como un todo. Las organizaciones políticas proletarias son sólo una parte del proletariado. Su vida forma parte de la del proletariado.
Comprender la vida, la historia y el porvenir histórico de la clase revolucionaria, significa también comprender la vida y la historia de sus organizaciones comunistas.
El artículo que publicamos a continuación -una polémica con la Communist Workers' Organisation (CWO) sobre la historia de las organizaciones comunistas entre los años 1920 y 1950- no tiene nada que ver con las preocupaciones académicas de los historiadores universitarios, sino con la necesidad de que los revolucionarios de hoy fundamenten sus orientaciones políticas en la roca granítica de su experiencia de clase.
Por muy diferentes que sean los años 1980 y los años 1920, los principales problemas a los que se enfrentan los combates proletarios de hoy no han cambiado desde los años 1920. La comprensión de las tendencias históricas del capitalismo (decadencia e imperialismo), la posibilidad de utilizar las formas de lucha sindical y parlamentaria, las luchas de liberación nacional, la dinámica de la huelga de masas, el papel de las organizaciones revolucionarias - todas estas cuestiones están en el núcleo de los análisis y las posiciones de las organizaciones comunistas durante los años 1920 (marcados por las revoluciones rusa y alemana), durante los años 1930 (marcados por el triunfo de la contrarrevolución y su dominio sobre el proletariado), durante los años 1940 (años de la guerra mundial imperialista) y durante los años 1950 al inicio del período de reconstrucción.
Para una organización política, ignorar las aportaciones sucesivas de las diferentes corrientes del movimiento obrero durante estos años, o peor aún, falsear su realidad y deformar su contenido, alterar su historia con el objetivo irrisorio de dibujarse un árbol genealógico más bonito, no sólo significa tirar por la borda todo el rigor metodológico -instrumento indispensable del pensamiento marxista-, también significa desarmar a la clase obrera y obstaculizar el proceso que conduce a la reapropiación de su experiencia histórica.
Este es el tipo de ejercicio al que se ha entregado la CWO, en el número 21 de su revista teórica, Revolutionary Perspectives (RP).
Aquí encontramos un artículo que se propone criticar nuestro folleto sobre la historia de la Izquierda Comunista de Italia. Ya estamos acostumbrados a las demostraciones de falta de seriedad de la CWO: durante años denunciaron a la CCI como una fuerza contrarrevolucionaria porque siempre hemos afirmado que la vida proletaria sobrevivió en el seno de la Internacional Comunista después de 1921 (Kronstadt), hasta 1928 (la adopción del "socialismo en un solo país"). Ahora, en el número 21 de RP, la CWO acusa a la CCI, con la misma frivolidad, de defender posiciones "eurochovinistas" - lo cual, si el pensamiento de la CWO contuviera un ápice de rigor, debería excluirnos ipso facto del campo revolucionario.
Con la misma ligereza irresponsable, la CWO ha leído nuestro panfleto siguiendo el método de muestreo de Gallup: una página de cada diez. El objetivo apenas oculto de la crítica supuestamente basada en esta lectura es minimizar, si no borrar completamente de la historia del movimiento obrero, la contribución específica -e insustituible- de los grupos que publicaron primero Bilan y luego Internationalisme; es decir, eliminar de la historia del movimiento obrero todas las corrientes de la Izquierda Comunista que no sean aquellas de las que la CWO y su "organización fraternal", el Partido Comunista Internacionalista (Battaglia Communista), extraen específicamente sus orígenes.
En respuesta, el artículo que sigue se propone, no sólo restablecer ciertas verdades históricas, sino también mostrar cómo las organizaciones revolucionarias deben comprender, integrar y asumir críticamente las sucesivas aportaciones del movimiento comunista en su conjunto, y en particular de la Izquierda Comunista Internacional.
"A la CCI le gusta presentarse como una fusión de los 'mejores' elementos de la Izquierda Alemana (KAPD) y de la Izquierda Italiana, lamentando que la actitud sectaria de Bordiga les impidiera unirse contra el oportunismo de la Comintern... La idea de la CCI de que sólo el sectarismo impidió una fusión de las Izquierdas Italiana y Alemana contra la Comintern, y que una fusión similar es necesaria hoy para la formación de un nuevo partido, es socavada por su propia narrativa." (RP 21)
Estos extractos muestran claramente en qué confusiones de partida se empeña la CWO para confundir la fuerza motriz fundamental de las diferentes vías a través de las cuales se ha expresado históricamente la Izquierda Comunista. Según la CWO, la CCI habría deseado una fusión política y organizativa de las Izquierdas Italiana y Alemana en un frente unido contra la IC. No tenemos ni idea de dónde han encontrado los camaradas tales idioteces. Hasta un niño podría entender que proponer una fusión de ese tipo en un momento así habría sido una locura. No sólo porque la Izquierda Italiana nunca habría aceptado la unificación con una tendencia que condenaba a los sindicatos y cualquier trabajo dentro de ellos (incluso aunque, al mismo tiempo, propusiera un neosindicalismo "revolucionario" en la forma de los "Unionen") y que, además, a veces ponía en duda la importancia del papel del partido de clase; sino también porque la Izquierda Alemana nunca habría aceptado la unificación con una tendencia que no entendía la integración de los sindicatos en el aparato estatal y aceptaba ciegamente el apoyo de Lenin a las luchas de liberación nacional. De lo que se trataba no era de una fusión imposible e inútil, sino de una lucha común contra la degeneración denunciada por ambas tendencias. Para llevar a cabo esta lucha común con claridad, las diferentes fuerzas de izquierda se deberían haber visto obligadas, en primer y principal lugar, a aclarar sus propios desacuerdos sobre cuestiones cruciales como los sindicatos, las luchas de liberación nacional y el partido. De este modo, los debates fundamentales se habrían llevado a cabo en el seno de la IC y no contra ella. Sin este debate, la IC se perdió las cuestiones esenciales, proponiendo respuestas a estas cuestiones sin llegar a sus raíces, por lo que fue incapaz de defenderse contra la degeneración.
Con el reflujo de las luchas, la Izquierda Alemana -que era más la expresión de un arraigado y profundo empuje de las luchas obreras que de una completa claridad programática- fue incapaz de contribuir a la clarificación del programa proletario y se disgregó en una multitud de pequeñas sectas. Fue la Izquierda Italiana -mejor armada teóricamente, sobre todo en lo que respecta a la necesidad y la función de la organización revolucionaria- la que comprendió las características del nuevo período, llevó adelante el debate en forma de un balance ("bilan") que la IC de la época de Lenin no había podido elaborar, y que era necesario para integrar la profunda pero incompleta intuición de la Izquierda Alemana en una sólida perspectiva marxista:
"El programa internacional del proletariado será el resultado del entrecruzamiento ideológico-y por lo tanto de la experiencia de clase- de la revolución rusa y de las batallas en otros países, particularmente en Alemania e Italia... Porque, si bien Lenin aventaja a Rosa Luxemburgo en algunos aspectos, es obvio que en otros Rosa vio más claramente que él. El proletariado no se encontró en condiciones que le permitieran, como en Rusia, clarificar completamente sus tareas revolucionarias; por el contrario, en la acción contra el capitalismo más avanzado de Europa, el proletariado no podía dejar de tener, sobre ciertos problemas, una percepción mejor y más profunda que los bolcheviques...Comprender significa completar los fundamentos demasiado estrechos y no entrecruzados por las ideologías resultantes de las batallas de clase en todos los países - completarlos con nociones ligadas al curso histórico en su conjunto hacia la revolución mundial. La Internacional de Lenin no pudo hacer esto. El trabajo ha caído sobre nuestros hombros." ('Deux Epoques: en marge d'un anniversaire', Bilan 15, enero de 1935)
Cuando la CWO nos recuerda que Reveil Communiste, un pequeño grupo de italianos que había asumido las posiciones del KAPD, terminó en el consejismo y luego en el vacío, no hace más que confirmar nuestra tesis central: que era imposible hacer una fusión del 50% de la Izquierda Alemana y del 50% de la italiana. Por el contrario, de lo que se trataba era de dar a "los problemas que el proletariado alemán percibía mejor y más profundamente que los bolcheviques" un anclaje en un marco marxista consistente. Esto es lo que se propuso Bilan.
La historia no se hace con especulaciones (“¿y si?”). La incapacidad de las Izquierdas Comunistas de situar en el centro del debate de la IC los problemas planteados por la clase obrera con la entrada del capitalismo en su fase decadente no puede achacarse ni a Bordiga ni a Pannekoek. Esta incapacidad fue más bien fruto de la inmadurez con la que el proletariado mundial afrontó este primer combate decisivo y que se refleja en los “errores” de su vanguardia revolucionaria. Pasada la oportunidad, el trabajo tuvo que hacerse en las terribles condiciones del reflujo de la lucha, y sólo por la Izquierda Italiana, porque sólo ella tenía una posición teórica adecuada para cumplir ese papel. Y fue tomando esta dirección, la de Bilan, como la Izquierda Italiana integró las contribuciones y experiencias de las diferentes Izquierdas Comunistas, para lograr "la elaboración de una ideología política de izquierda internacional". (Carta de Bordiga a Korsch, 1926). Gracias a este trabajo de síntesis histórica, la Izquierda Italiana logró "completar los fundamentos demasiado estrechos" y trazar los principales elementos del programa de la Izquierda Comunista Internacional (Gauche Communiste Internationale) que siguen siendo válidos hoy para el proletariado de todo el mundo. La acusación de la CWO (de que queremos fusionar hoy las diferentes izquierdas) demuestra no sólo su incapacidad para distinguir una "izquierda histórica" de una unión mecánica, sino sobre todo su incapacidad congénita para comprender que este trabajo ya se ha hecho y que no tenerlo en cuenta significa retroceder 60 años. Así, la CWO de ayer no consiguió ir más allá de las posiciones de la Izquierda Alemana de los años 1930, mientras que la de hoy ha vuelto a las de la Izquierda Italiana de los años 1920 o incluso a las de Lenin. Las posiciones cambian, pero el retroceso se mantiene.
"De hecho, para ellos (la CCI), la Izquierda Italiana es sinónimo del período del exilio y sería en este período donde se extrajeron las "verdaderas lecciones" de la oleada revolucionaria. ¡Qué punto de vista tan pesimista! Se rechaza la época en que las ideas comunistas se apoderaron de las masas y se idolatra el periodo de derrota... Pero la idealización de Bilan está fuera de lugar. Ciertamente, estos camaradas hicieron grandes contribuciones al programa comunista (...) Pero sería insensato negar las debilidades de Bilan (...) en la cuestión de las perspectivas: la falta de una base clara en la economía marxista (Bilan era luxemburguista) les condujo a puntos de vista erráticos y equivocados sobre el curso histórico. Argumentando que la producción de armas era una solución a la crisis capitalista, consideraban que el capitalismo no necesitaba otra guerra imperialista como base de una renovada acumulación (…) Bilan se disolvió en la revista Octubre en 1939 y la Fracción formó un Buró Internacional pensando que la revolución proletaria estaba a la orden del día; por lo tanto, se quedaron totalmente estupefactos cuando estalló la guerra en 1939, lo que llevó a la disolución de la Fracción en su totalidad” (RP 21, pp 30-31).
Estos extractos plantean tres tipos de problemas:
1) nuestra " idealización " de Bilan
2) el papel de los revolucionarios en período de contrarrevolución
3) la "quiebra" final de la Fracción Italiana en el extranjero
Los examinaremos en orden. En primer lugar, liquidemos esa idea de que idealizamos a Bilan:
"Bilan nunca tuvo la estúpida pretensión de haber encontrado las respuestas definitivas a todos los problemas de la revolución. Era consciente de que a menudo sólo iba a tientas hacia una respuesta: sabía que las respuestas "definitivas" sólo podían ser el resultado de la experiencia viva de la lucha de clases, de la confrontación y la discusión en el seno del movimiento comunista. En muchas cuestiones, las respuestas de Bilan seguían siendo insatisfactorias... No se trata simplemente de rendir homenaje a este pequeño grupo ... nuestra tarea es reapropiarnos de lo que Bilan nos ha dejado, continuar en su camino una continuidad que no es un estancamiento, sino un proceso de avance sobre la base de las lecciones y el ejemplo dados por Bilan." (Introducción a los textos de Bilan sobre la Guerra Civil española, Revista Internacional nº4, 1976).
Esta ha sido siempre nuestra posición. Es cierto que, en su momento, la CWO nos definió como contrarrevolucionarios precisamente porque defendíamos a la Izquierda Italiana después de 1921, que ellos habían elegido como fecha mágica a partir de la cual la IC se volvía reaccionaria. Esto puede explicar la falta de atención de la CWO al leer tanto los textos que hemos reeditado de Bilan como nuestras introducciones.
Pasemos al segundo punto. No preferimos los periodos de derrota a los de lucha proletaria abierta, pero tampoco nos refugiamos detrás de este tipo de banalidad para ocultar el hecho histórico esencial: que durante los años de la oleada revolucionaria la IC no consiguió llevar a cabo todo el trabajo de clarificación de las nuevas fronteras de clase del programa proletario. Este trabajo recayó en gran medida en las minorías revolucionarias que sobrevivieron a su degeneración. Ciertamente, hubiéramos preferido que esta síntesis se hubiera hecho cuando los proletarios alemanes salieron en armas a las calles de Berlín, no sólo porque esta se hubiera hecho mejor, sino porque probablemente hubiera dado a la primera oleada revolucionaria del proletariado mundial un resultado muy diferente. Por desgracia, la historia no se hace preguntándose "¿y si?", y el trabajo recayó principalmente en Bilan.
Si insistimos tanto en el trabajo de la Fracción Italiana en el extranjero, no es porque prefiramos los años 30 a los 20, sino porque los grupos que deberían ser sus "continuadores" (el PCInt, constituido artificialmente al final de la guerra) lo han cubierto con un manto de silencio, permitiendo así que se borre de la memoria histórica del movimiento obrero. Si observamos la prensa de todos los grupos que reivindican sus orígenes en la Izquierda Italiana (incluyendo a Battaglia) no podemos más que asombrarnos por el hecho de que "el número de reimpresiones de Bilan se puede contar con los dedos de una mano" (Revista Internacional nº 4). Incluso hoy, después de que la CCI haya publicado cientos de páginas en diferentes idiomas, además de un estudio crítico de más de 200 páginas, algunos de estos grupos siguen fingiendo que nunca han oído hablar de Bilan. En efecto, nos enfrentamos a la "política del avestruz" y teníamos razón al insistir en esto. Aclarados estos detalles, queda una cuestión fundamental que el artículo de la CWO no ha captado: ¿cómo explicar que semejante contribución al programa proletario fuera elaborada durante los años de la derrota, de un reflujo profundo y general de la actividad autónoma de la clase?
Según la lógica de la CWO sólo puede haber dos respuestas:
Negar o minimizar la contribución teórica de la Fracción Italiana de la Izquierda Comunista porque su trabajo se realizó en un período de derrota y en un curso hacia la guerra, que es lo que habitualmente hacen la CWO y Battaglia, así como el PCInt (Programa Comunista).
O reconocer esta contribución como una ilustración de la idea de que la conciencia comunista no nace de las luchas, sino de la organización revolucionaria que, necesariamente, debe introducirla desde fuera en la clase obrera.
Este tipo de respuestas no explican nada y sólo muestran una concepción mecánica de la influencia de la lucha de clases en el pensamiento de las minorías revolucionarias. Con tal concepción, la única experiencia en la que podía basarse Bilan eran las derrotas de los años 30. Pero los orígenes de Bilan no están en los años 30. Se encuentran en “la época en que las ideas comunistas se apoderaron de las masas”. Sus militantes se formaron no en la estela del Frente Popular, sino a la cabeza de los movimientos de masas revolucionarios de los años 20. Lo que hizo posible que Bilan siguiera, a contracorriente, profundizando en sus posiciones revolucionarias, fue su inquebrantable confianza en la capacidad revolucionaria de la clase obrera; y esta confianza se adquirió no a través de la lectura sino de la participación de sus militantes en el mayor intento de la clase por crear una sociedad sin clases. Desde este punto de vista, el trabajo teórico de las fracciones de izquierda no era en absoluto independiente o aislado de la experiencia histórica de las masas proletarias. El trabajo de Bilan no sólo se llevó a cabo en el impulso de la oleada revolucionaria anterior, sino que no habría tenido sentido fuera de la perspectiva de una nueva oleada. La prueba ' a contrario' de la influencia muy estrecha, pero no inmediatista, del movimiento de clase sobre la reflexión de los revolucionarios se encuentra en el hecho de que el mayor estancamiento de las minorías revolucionarias no se produjo durante los años 30, sino durante los años 50, porque la burguesía mundial había logrado terminar la Segunda Guerra Mundial sin un nuevo estallido revolucionario y cuando el empuje de la oleada revolucionaria anterior se había desgastado por 30 años de contrarrevolución.
Somos conscientes de que tal concepción de la profundización de la consciencia de clase -a través de una trayectoria compleja, no rectilínea y a veces vacilante- es difícil de digerir; pero es la única concepción fiel al método marxista que la sostiene. Sin duda, es más fácil imaginar que el partido, por su propia cuenta, elabore un bonito y limpio programa y lo envíe a la clase obrera en el momento oportuno, como una carta en el correo. Soñar no cuesta nada.
Nos queda la última cuestión: la del colapso de la Fracción debido a la teoría de Vercesi de que la economía de guerra hacía inútil la guerra imperialista. En primer lugar, señalaremos que esta era una nueva orientación, desarrollada entre 1937 y 1939, y que contradecía toda la perspectiva planteada desde 1928 en adelante: la de una relación de fuerzas desfavorable al proletariado y que llevaría a un nuevo conflicto mundial. En segundo lugar, esta no era la única posición dentro de la Gauche Communiste Internationale. Este análisis fue violentamente criticado por una mayoría de la Fracción Belga y una amplia minoría de la Fracción Italiana. El resultado de esta batalla no fue, como quiere hacer creer la CWO, que la Fracción se disolvió definitivamente, sino que fue reconstituida por la minoría reagrupada en Marsella, en el sur de Francia no ocupado por los alemanes. El trabajo continuó regularmente durante toda la guerra, con una notable sistematización y profundización de las posiciones programáticas. A partir de 1941, la Fracción celebró conferencias anuales que produjeron (entre otras cosas) una condena de las teorías revisionistas de Vercesi sobre la economía de guerra ("Declaration politique", mayo de 1944). Cuando la Fracción se enteró de que la confusión de Vercesi le había llevado hasta el punto de participar en un comité antifascista en Bruselas, reaccionó inmediatamente excluyéndolo por considerarlo políticamente indigno de confianza (Résolution sur le cas Vercesi, enero de 1945). Como vemos, la Fracción no terminó su trabajo siguiendo a Vercesi, sino que lo continuó, excluyendo a éste.
Señalaremos de paso que la CWO hace su enésimo y patético intento de apuntalar una de sus ideas fijas: que nadie que, como la CCI, defienda la teoría económica de Rosa Luxemburgo sobre la saturación de los mercados puede mantener una línea política revolucionaria. Debe quedar claro que, en sentido estricto, Bilan no era luxemburgista, sino que se limitaba sobre todo a aceptar las consecuencias políticas de los análisis de Rosa (rechazo de las luchas de liberación nacional, etc.). No es casualidad que la defensa de estos análisis económicos recayera en gran medida en camaradas de otros grupos revolucionarios: como Mitchell (quien, procedente de la Ligue des Communistes Internationalistes, formó en estrecha relación con Bilan la Fracción Belga de la Izquierda Comunista), o Marco (quien venía de la Union Communiste e igualmente en relación con Bilan animaría la Izquierda Comunista de Francia). El luxemburgista Mitchell fue el principal crítico de las teorías revisionistas de Vercesi antes de la guerra, y durante la guerra fue el luxemburgista Marco quien corrigió los puntos más débiles de los análisis económicos de Rosa. ¿Qué demuestra esto? ¿Que sólo los luxemburgistas pueden ser marxistas coherentes? No, como demuestra la presencia de camaradas no luxemburgistas junto a Mitchell y Marco. ¿Qué demuestra entonces? Lo que sí demuestra es que la CWO debería dejar de ocultar los hechos esenciales tras cuestiones secundarias.
Y esto nos lleva al hecho esencial de que la CWO, en su relato, ha borrado sin miramientos seis años de existencia de la Fracción (¡y qué años! - los años de la guerra imperialista). Es significativo que Programma Communista utilizó airosamente el mismo truco cuando finalmente se vio obligado a hablar de la Fracción. Les contestamos entonces como contestamos ahora a la CWO:
"El artículo habla de la actividad de la Fracción de 1930 a 1940, ignorando por completo su existencia y actividad entre 1940 y 1945, fecha de su disolución. ¿Es esto por simple ignorancia o para evitar verse obligado a hacer una comparación entre las posiciones defendidas por la Fracción durante la guerra y las del PCInt formado en 1943-44?" (Revista Internacional nº 32, 1983)1.
Dado que nuestro estudio de la Izquierda Italiana dedica no menos de 17 páginas a la actividad de la Fracción de 1939 a 1945, habría que acusar a la CWO no de ignorancia sino de ceguera. La CWO también ha adoptado la política del avestruz.
"La CCI presenta la formación del PCInt como un paso atrás respecto a Bilan, al que idolatran en su prensa. Pero ¿por qué fue un paso atrás? Según el escritor, "la Izquierda Italiana degeneró profundamente después de 1945 hasta el punto de fosilizarse por completo". (p. 186). Pero ¿fue realmente una fosilización comprometer a miles de trabajadores en la política revolucionaria después de las grandes huelgas de 1943? ¿Y qué hay de la plataforma del Partido, publicada en 1952? ¿Representa un paso atrás? (…) Y sobre la guerra, después de las confusiones y prevaricaciones de Bilan, las posiciones (del PCInt) fueron sin duda un paso adelante, (...) un avance frente a las teorías sobre la ‘desaparición’ del proletariado durante la guerra imperialista”. (RP, nº 21, p.31).
"Cuando se formó el PCInt en 1943, los antecesores de la CCI (Internationalisme) se negaron a unirse a él no sólo porque consideraban que las bases teóricas del nuevo Partido eran poco sólidas, sino también porque (…) creían que una nueva guerra estaba a punto de estallar en ese momento, y por lo tanto concluyeron que no tenía sentido hacer nada: "Cuando el capitalismo 'termina' una guerra imperialista mundial que ha durado seis años sin ningún resurgimiento revolucionario, esto significa la derrota del proletariado" (Internationalisme 1946)." (RP 20 p. 35). "De hecho, la Fracción Francesa, que publicaba Internationalisme, fue expulsada de la Izquierda Comunista por publicar un folleto conjunto con dos grupos trotskistas franceses el Primero de mayo de 1945..." (RP 21 p. 31).
En lugar de proceder mediante argumentos políticos, la CWO parece adoptar la técnica de los anuncios publicitarios, en los que se demuestra la limpieza de las sábanas lavadas con super detergente colocándolas junto a sábanas sucias lavadas con detergente ordinario. ¿Qué tomamos como punto de referencia para ver si el PCInt es un paso adelante o un paso atrás? Las teorías revisionistas de Vercesi, ¡que acabaron negando toda actividad revolucionaria durante la guerra, dada la "inexistencia social" del proletariado! ¿Y qué ofrecemos como única alternativa? ¡Un grupito que coquetea con los trotskistas, que declara inútil toda actividad revolucionaria y que al final abandona sus publicaciones en 1952! Al lado de este lamentable espectáculo, es demasiado fácil que las posiciones del PCInt parezcan brillantemente claras.
¿Pero cuantas falsificaciones y omisiones se han acumulado para hacer este spot publicitario? Para realzar la actividad del PCInt desde la mitad de la guerra en adelante, simplemente borran la actividad de la Fracción Italiana desde el principio de la guerra hasta el final. La Izquierda Italiana es identificada con Vercesi cuando, en realidad, durante la guerra la tendencia de Vercesi fue primero combatida, luego condenada y finalmente excluida. Todavía con el objetivo de hacer desaparecer toda la actividad de la Gauche Communiste Internationale se lanza entonces un feroz ataque contra la Gauche Communiste de France (constituida a partir de 1942), que mantuvo su actividad y la lucha contra Vercesi con mayor vigor. Aquí, la CWO no se avergüenza de utilizar las mismas falsificaciones que empleó el propio Vercesi, cuando este era responsable del trabajo internacional del PCInt a partir de 1945, al excluir esta tendencia combativa de la Gauche Communiste Internationale.
En realidad, la RKD alemana y la CR francesa2, dos grupos proletarios con los que Internationalisme publicó (en varios idiomas) un llamamiento a la confraternización proletaria, ya habían roto con el trotskismo en 1941 y habían mantenido una posición internacionalista durante toda la guerra (como demuestra ampliamente la documentación de las páginas 153-4 del libro). En cuanto al supuesto rechazo de toda actividad por parte de Internationalisme después de 1945, la CWO debería explicarnos cómo fue que la única fuerza de la Izquierda Comunista presente en la famosa huelga salvaje -y en el comité de huelga- en Renault en 1947 fue precisamente la Gauche Communiste de France, mientras que la "segunda" Fracción Francesa (vinculada al PCInt) demostraba su total desinterés por el único movimiento proletario importante después de la Segunda Guerra Mundial. Sin engañarse en cuanto a la posibilidad de una revolución, los camaradas de Internationalisme nunca fallaron en sus tareas como militantes comunistas. Así, la GCF participó activamente en la Conferencia Internacional de 1947 convocada por la Izquierda Holandesa3, publicó 12 números de un periódico mensual, L'Etincelle, y 48 números de su revista “Internationalisme”. La razón de su disolución en 1952 fue la extrema dispersión de sus miembros (La Reunión en el Océano Índico, América del Sur, EE.UU. y en París, donde quedaron muy pocos miembros), lo que hizo materialmente imposible que continuara su existencia y actividad.
Realmente no es interesante ni útil seguir a la CWO en todas sus contorsiones. En RP nº20, citan nuestro reconocimiento de las "claras posiciones del PCInt con respecto a los partisanos" en la página 170 del folleto para demostrar que mentimos deliberadamente al hablar de la confusión del PCInt con respecto a los partisanos. Pero ¿por qué la CWO no cita también la página 171 donde describimos el cambio de posición de 1944, o la página 177 donde uno de los dirigentes del PCInt reconoce (en 1945) los efectos desastrosos de este cambio4? ¿Acaso la CWO sólo lee una de cada diez páginas? En todo caso, no cabe duda de que eligen cuidadosamente las páginas que citan... Pero, por si fuera poco, en RP nº21 se citan las discusiones de Internationalisme con Socialisme ou Barbarie como prueba de su carácter oportunista. En cambio, en el número anterior, las discusiones de Battaglia Communista con Socialisme ou Barbarie se presentaron como prueba del carácter "vivo y no sectario" de BC. ¡La misma acción sería prueba de espíritu revolucionario cuando proviene de BC, y de eclecticismo cuando proviene de Internationalisme! ¿Cómo podemos responder seriamente a estos argumentos?
No idolatramos a Internationalisme más que a Bilan. Somos muy conscientes de lo mucho que “balbucearon” en su esfuerzo permanente por clarificar las posiciones de clase. Por eso no nos limitamos a memorizar sus posiciones, sino que intentamos profundizar en ellas y superarlas críticamente cuando es necesario. No nos avergüenza en absoluto reconocer que algunos de sus errores, que condujeron a la dispersión geográfica de los militantes, contribuyeron a la imposibilidad de mantener una prensa regular, lo cual fue un mal golpe para todo el movimiento revolucionario. Con este tipo de argumento, la CWO está prendiendo un petardo que explotará en sus propias manos. De hecho, la CWO debería explicarnos cómo y por qué la Fracción Belga y la "segunda" Fracción Francesa, ambas vinculadas al PCInt, suspendieron la publicación en 1949 (tres años antes que Internationalisme), sin que el Partido Italiano "con sus miles de militantes" moviera ni un solo dedo para hacer algo al respecto. ¿Cómo es posible que un pequeño grupo, que no tenía ninguna idea más allá de escaparse a Sudamérica, consiguiera resistir durante años, a contracorriente, cuando los representantes del PCInt en el extranjero ya habían tirado la toalla? Esperaremos la respuesta de la CWO... Y mientras esperamos a que la CWO descifre estos "misteriosos" acontecimientos, volvamos al verdadero problema: ¿fue el PCInt una regresión en relación con la Fracción en el extranjero o no? Hemos visto que la Fracción en el extranjero se mantuvo activa hasta 1945, aclarando aún más una serie de problemas que Bilan había dejado sin resolver (por ejemplo, la naturaleza contrarrevolucionaria, capitalista e imperialista del Estado ruso). También hemos visto cómo la Gauche Communiste de France se formó en el impulso del último gran esfuerzo de la Fracción Italiana, cómo participó activamente en el trabajo de la Fracción y lo continuó tras la disolución de ésta. Examinemos ahora el otro elemento de la comparación: el PCInt, fundado en Italia en 1943.
A primera vista, uno no puede sino quedarse boquiabierto ante la presentación de la CWO: no sólo las posiciones del PCInt estaban perfectamente claras -véase la Plataforma de 1952- sino que contaba con miles de miembros obreros. Evidentemente, ¡esto parece un buen paso adelante comparado con los "balbuceos" de unas pocas docenas de emigrantes en el extranjero! Pero en cuanto examinamos este "paso" un poco más de cerca, nos encontramos inmediatamente con las primeras notas discordantes: ¿por qué esperar hasta 1952 para redactar una plataforma cuando el PCInt había sido fundado 10 años antes y cuando (a partir de 1949) había perdido todo su seguimiento de masas? Además, la Plataforma de 1952 obviamente no existía en 1943: entonces, ¿sobre qué base se unieron todos esos "miles de trabajadores"? La respuesta es sencilla: sobre la base de la Plataforma del PC Internacionalista escrita por Bordiga en 1945 y distribuida en 1946 por el partido en el extranjero en una edición francesa con una introducción política de Vercesi5. Esta plataforma no era clara ni sobre la naturaleza capitalista del Estado ruso ni sobre los "movimientos partisanos". En cambio, declaraba muy claramente que "la política programática del Partido es aquella desarrollada... en los textos fundadores de la Internacional de Moscú" y que "el Partido aspira a la reconstitución de la confederación sindical unitaria". Sobre la base de estas posiciones (que no eran más que un retorno a la IC de los años 20) lograron reclutar a "miles de trabajadores" - y luego perderlos completamente un poco más tarde. Esto fue un doble paso atrás, no sólo en relación con las conclusiones extraídas por la Fracción en su período final (1939-45), sino incluso en relación con las posiciones iniciales de la Fracción (1928-30). El peso de miles de nuevos miembros -entusiastas, ciertamente, pero con muy poca formación política- iba a ser un serio obstáculo para los esfuerzos de los militantes más antiguos que no habían olvidado el trabajo de la Fracción: por ejemplo, Stefanini que, en la Conferencia Nacional de 1945, defendió una posición antisindical análoga a la de Internationalisme, o Danielis, que reconoció amargamente en el Congreso de 1948 que "uno no puede dejar de preguntarse si ha habido realmente una soldadura ideológica del Partido y de la Fracción en el extranjero: en el Congreso de Bruselas de la Fracción se nos aseguró que se enviaba regularmente material teórico a Italia" (Actas del Primer Congreso del PCInt, p. 20). A través de estas palabras desilusionadas de uno de los líderes del propio Partido podemos medir la magnitud del paso atrás dado por el PCInt en relación con las contribuciones teóricas de la Fracción.
Queda una última cuestión: ¿cómo situar la plataforma de 1952 sobre cuya base la tendencia de Damen (Battaglia Comunista) se separó de la de Bordiga, que iba a formar Programma Comunista, hoy en desbandada?
Basta con echar un vistazo para ver que las posiciones centrales de esta plataforma (dictadura de la clase y no del partido, imposibilidad de recuperar los sindicatos, rechazo de las luchas nacionales) son un claro avance respecto a la Plataforma de 1945. Siempre lo hemos dicho muy claramente. EL PROBLEMA ES QUE UN PASO ADELANTE NO ES SUFICIENTE DESPUÉS DE DOS PASOS ATRÁS. Es más, después de siete años de enfrentamiento entre tendencias dentro del PCInt, se podría haber esperado algún progreso sustancial en la claridad de los términos utilizados, ya que las formulaciones que todavía estaban “abiertas” en 1942 ya no lo estaban diez años después. En cambio, BC da pequeños pasos adelante en cada cuestión y luego se detiene a mitad de camino sin llegar realmente a una conclusión: la dictadura la ejerce la clase y no el Partido. PERO es el Partido el que organiza y dirige a la clase como un estado mayor; los sindicatos no se pueden recuperar, PERO podemos trabajar dentro de ellos; el parlamentarismo revolucionario es imposible, PERO el Partido no puede excluir el uso táctico de las elecciones; y así sucesivamente... La Plataforma de 1952 hace pensar en una versión ultra-extremista de las tesis de la Internacional más que en una síntesis efectiva del trabajo realizado hasta entonces por la Izquierda Comunista Internacional. Ciertamente constituyó un buen punto de partida para recuperar el retraso acumulado por la incoherencia de las bases teóricas del PCInt desde 1943-45. Sin embargo, el peso de la contrarrevolución (en su máxima expresión durante los años que siguieron) impidió que BC diera pasos sustanciales hacia adelante, a pesar de que algunas de las mayores ingenuidades han sido eliminadas recientemente (por ejemplo, la transformación de los "grupos sindicales internacionalistas" en "grupos de fábrica internacionalistas").
Si bastara con eliminar el término "sindicato" para acabar con todas las ambigüedades sobre los sindicatos, todo iría bien... Lo que en 1952 eran obstáculos incompletos a la penetración del oportunismo, hoy son susceptibles de convertirse en una especie de colador por el que puede pasar cualquier cosa, como ha demostrado la reciente desventura de BC con los nacionalistas iraníes de la Unión de Militantes Comunistas (UMC).
"A la CCI le gusta presentarse como una fusión de los 'mejores' elementos de la Izquierda Alemana (KAPD) y de la Izquierda Italiana (…), aunque la CCI lo proclame como una virtud, la naturaleza aborrece los desequilibrios. No puede haber una fusión ecléctica de tradiciones políticas disímiles. Los revolucionarios de hoy deben basarse firmemente en el terreno de la Izquierda Italiana, corrigiendo sus errores con sus propias armas, la dialéctica marxista." (RP 21, p. 30)
En un artículo reciente, tratamos de mostrar cómo BC y la CWO, con su visión de una contrarrevolución aún activa, son incapaces de entender la diferencia entre hoy y los años 30 desde el punto de vista de la relación de fuerzas entre las clases. En esta conclusión, trataremos de mostrar que éste no es el único punto "en el que BC y la CWO están cuarenta años atrasados" (Revista Internacional nº36). La CWO nos acusa de "eclecticismo" con respecto a las Izquierdas Italiana y Alemana, sosteniendo que no se pueden "fusionar". Estamos totalmente de acuerdo. La involución teórica de Reveil Communiste en los años 30 (y del Groupe Communiste Internationaliste más recientemente) lo demuestra irrefutablemente. Lo que sí fue posible, en cambio, fue someter la experiencia acumulada por el proletariado mundial en la primera oleada revolucionaria "a la crítica más intensa" (Bilan nº 1), para llegar tras años de trabajo a una "síntesis histórica" (Bilan nº15).
El HECHO que no se puede negar es que esta síntesis histórica ya ha sido realizada, principalmente bajo el impulso (y gracias al trabajo) de la Izquierda Italiana y que constituye el punto de referencia para cualquier posición que se tome hoy. La elección entre la Izquierda Italiana, la Izquierda Alemana o un cóctel de ambas carece en cualquier caso de sentido, porque desde el punto de vista del movimiento histórico de la clase estas dos tendencias ya no existen.
El trabajo de síntesis histórica de la Fracción ha permitido "la elaboración de una ideología política de izquierda internacional" que Bordiga reclamaba en 1926. En consecuencia, la única Izquierda Comunista de la que nos sentimos parte es la Gauche Communiste Internationale fundada sobre la base de este trabajo. Y ésta, hoy, es la única elección aceptable. La CCI, que se formó sobre la base de esta obra y que ha contribuido en gran medida a darla a conocer, ha elegido claramente. Programma Comunista ha rechazado esta obra, para volver a los años 20. Como hemos visto, BC y la CWO no han conseguido determinarse con claridad. Ante la elección de hoy: construir sobre los pasos dados por la Fracción Italiana, Belga y Francesa o construir sobre la regresión del PCInt, estos compañeros se mantienen eclécticamente en el medio. "El problema de BC es que su respuesta a nuestro planteamiento, como sus posiciones políticas, sigue siendo esquiva. A veces es sí y a veces es no (...) Mientras que Programma tiene una coherencia en sus errores, los errores de BC son incoherentes" (Revista Internacional nº36).
La CWO sostiene que quien practica el eclecticismo en cuestiones fundamentales, acaba perdiendo el equilibrio y poniendo así en peligro los avances ya conseguidos. Aceptamos este juicio sin reservas y, además, lo confirman los hechos. En los diez años transcurridos desde su fundación, la CCI no ha modificado ninguna de sus posiciones programáticas originales; la CWO, desde el momento en que se acercó a las posiciones eclécticas de BC, ha dado la vuelta a su propia plataforma, abandonando uno tras otro los avances de la izquierda internacional y girando hacia el leninismo de los años 20 en todas las cuestiones fundamentales. Antes de que este proceso se vuelva irreversible, los camaradas de la CWO harían bien en recordar que, hoy en día, el llamado "leninismo" ya no tiene nada que ver con la obra revolucionaria de Lenin y no es más que otra de las ideologías contrarrevolucionarias de la izquierda capitalista.
Beyle.
1El Partido Comunista Internacional (Programa Comunista) en sus orígenes, como pretende ser y como es en realidad https://es.internationalism.org/content/4727/el-partido-comunista-internacional-programa-comunista-en-sus-origenes-como-pretende-ser [18]
2 RKD: Comunistas Revolucionarios de Alemania, CR: Comunistas Revolucionarios. Ver notas 1 y 2 de La tarea del momento: formación del partido o formación de cuadros https://es.internationalism.org/content/4722/la-tarea-del-momento-formacion-del-partido-o-formacion-de-cuadros [19]
3 Ver Hace 60 años: una conferencia de revolucionarios internacionalistas https://es.internationalism.org/revista-internacional/200802/2191/hace-60-anos-una-conferencia-de-revolucionarios-internacionalistas [20]
4 Sobre el grave asunto del apoyo crítico del PC Internacionalista al movimiento partisano en Italia ver Las ambigüedades sobre los “Partisanos” en la formación del Partido Comunista Internacionalista en Italia https://es.internationalism.org/content/4751/las-ambiguedades-sobre-los-partisanos-en-la-formacion-del-partido-comunista [21]
5 La CWO nos reprocha larga y amargamente el haber utilizado el término "Bordigista" en un artículo de la Revista Internacional nº 32 para describir a BC y a la CWO. Estamos dispuestos a admitir que se trata de una falta de precisión por nuestra parte, que podría dar lugar a confusión. Sin embargo, la CWO hace uso de una coma mal colocada para oscurecer el debate de fondo. Porque, en primer lugar, la tendencia que iba a convertirse en BC se identificó con esta Plataforma de Bordiga hasta 1952. En segundo lugar, porque las críticas de BC a Bordiga, con las que se identifica la CWO, se quedan siempre en la ambigüedad, a medio camino
Enlaces
[1] https://es.internationalism.org/files/es/la_concepcion_de_la_organizacion_en_la_izquierda_germano_-_holandesa.pdf
[2] https://es.internationalism.org/tag/corrientes-politicas-y-referencias/comunismo-de-consejos
[3] https://es.internationalism.org/tag/corrientes-politicas-y-referencias/consejismo
[4] https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/48-manif.htm
[5] https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1910s/derech.htm
[6] https://es.internationalism.org/tag/21/379/la-cuestion-nacional
[7] https://es.internationalism.org/tag/2/33/la-cuestion-nacional
[8] https://es.internationalism.org/tag/21/511/la-izquierda-germano-holandesa
[9] https://es.internationalism.org/tag/desarrollo-de-la-conciencia-y-la-organizacion-proletaria/la-izquierda-germano-holandesa
[10] https://es.internationalism.org/tag/desarrollo-de-la-conciencia-y-la-organizacion-proletaria/el-movimiento-de-zimmerwald
[11] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200604/892/el-partido-y-sus-lazos-con-la-clase
[12] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201003/2829/el-sectarismo-una-herencia-de-la-contrarrevolucion-que-hay-que-sup
[13] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200604/855/el-proletariado-de-europa-occidental-en-una-posicion-central-de-la-
[14] https://es.internationalism.org/tag/21/506/construccion-de-la-organizacion-revolucionaria
[15] https://es.internationalism.org/tag/2/39/la-organizacion-revolucionaria
[16] https://es.internationalism.org/tag/3/51/partido-y-fraccion
[17] https://es.internationalism.org/files/es/polemica_con_la_cwo_como_reapropiarse_de_los_aportes_de_la_izquierda_comunista_internacional.pdf
[18] https://es.internationalism.org/content/4727/el-partido-comunista-internacional-programa-comunista-en-sus-origenes-como-pretende-ser
[19] https://es.internationalism.org/content/4722/la-tarea-del-momento-formacion-del-partido-o-formacion-de-cuadros
[20] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200802/2191/hace-60-anos-una-conferencia-de-revolucionarios-internacionalistas
[21] https://es.internationalism.org/content/4751/las-ambiguedades-sobre-los-partisanos-en-la-formacion-del-partido-comunista
[22] https://es.internationalism.org/tag/series/lucha-contra-el-oportunismo
[23] https://es.internationalism.org/tag/corrientes-politicas-y-referencias/communist-workers-organisation