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Revista Internacional nº 2, trimestre 2º 1975

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La Izquierda Comunista de Alemania

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Cuando se funda el Partido Comunista Alemán, entre el 30 de Diciembre de 1918 y el 1° de Enero de 1919, la oposición revolucionaria a la Social-Democracia parece haber encontrado una autonomía organizativa.

Pero, el partido Alemán, que apareció cuando el proletariado ya luchaba en la calle con las armas en la mano y había tomado el poder (aunque fue por poco tiempo) en algunos centros industriales, iba a manifestar pronto tanto el carácter heterogéneo de su formación como su incapacidad para elevarse a una visión global y completa y afrontar las tareas para las que se había formado.

¿Qué fuerzas se unieron para constituir el Partido? ¿Con qué problemas se confrontarían de inmediato?

Limitémonos a los momentos más importantes, que puedan hacernos comprender qué errores se cometieron y que tendrían graves consecuencias para el futuro.

A - La trayectoria que siguieron los sucesos después del 4 de Agosto del 1914, estuvo llena de dificultades y desbandadas. La historia del grupo Spartaquista es una prueba de ello. Su acción de freno a la clarificación teórica y al desarrollo del movimiento comunista es evidente.

En tiempos de la “Liga Spartakus” (Spartakusbund) (así se llamará el grupo en 1916; antes en 1915, se había llamado “Internationale” por el nombre de la revista aparecida en Abril de ese año), todas las decisiones importantes estuvieron caracterizadas por las posiciones de Rosa Luxemburgo.

En Zimmerwald (5/8 de septiembre de 1915), los alemanes estarán representados por el grupo Internationale, por el berlinés Borchardt en representación del pequeño grupo de la revista Lichstrahlen (Rayos de Luz)y por el ala centrista en torno a Kautsky. Unicamente Borchardt apoyaría la posición internacionalista de Lenin , mientras que los demás alemanes dieron su apoyo a una moción redactada en los siguientes términos:

«En ningún caso debe sacarse la impresión de que esta conferencia quiere provocar una escisión y fundar una nueva Internacional».

En Kienthal (24/30/ de Abril de 1916), la oposición alemana está representada por el grupo International (Bertha Thalheimer y Ernst Meyer), por la Opposizion in der Organization (centristas de Hoffmann) y por los Bremer Linksradikalen (radicales de la izquierda de Bremen) con Paul Frolich.

Las dudas de los Spartaquistas (Internationale) no se han disipado del todo; una vez más se encontrarán más cerca de las posturas de los centristas que de las de la izquierda (Lenin-Frolich). E. Meyer diría:

«Queremos crear la base ideológica (...) de la nueva Internacional, pero en el plano de la organización no queremos comprometernos ya que todo está aún en marcha».

Es la clásica posición de R. Luxemburgo, para quien la necesidad del partido se sitúa más al fin de la Revolución que en su fase preparatoria e inicial («En pocas palabras, históricamente, el momento en que tendremos que encabezar la dirección no se sitúa al principio sino al final de la Revolución»).

El hecho más importante es la aparición en el plano internacional de el Bremer Linksradikalen1. Ya en 1910, el periódico socialdemócrata de Bremen, Bremen Burgerzeitung, publicaba artículos semanales de Pannekoek y Radek, y el grupo de Bremen alrededor de Knief, Paul Frolich y otros, se constituirá bajo la influencia de la Izquierda Holandesa. A finales de 1915, se constituye el ISD Socialistas Internacionales Alemanes nacidos de la unión de los comunistas de Bremen con los revolucionarios berlineses que publicaban la revista Lichtsrahlen. La Bremerlinke se hace independiente de la Socialdemocracia, incluso formalmente, en Diciembre de 1916, pero ya en junio de ese mismo año había empezado a publicar Arbeiterpolitik2 que será el órgano legal más importante de la izquierda. En este órgano aparecerían además de los artículos de Pannekoek y Radek, otros de Zinoviev, Bujarin, Kamevev, Trostsky y Lenin.

Arbeiterpolitik mostraría en seguida una conciencia más madura en cuanto a la ruptura con el reformismo, y así podía1 leerse en su primer número que el 4 de Agosto había sido «el final natural de un movimiento político cuyo declive había ido preparando el tiempo». De Aberiterpolitik surgieron las tendencias que más presión ejercieron para que se discutiera la cuestión del Partido. La discusión del grupo de Bremen con los Spartakistas resultó difícil, al empeñarse éstos a permanecer en la Social-Democracia.

El primero de Enero de 1917, en la conferencia nacional del grupo Internationale, Knief criticó la ausencia de perspectivas claras y de resolución de ruptura clara con el Partido Socialdemócrata y de toda perspectiva de formación de un partido revolucionario sobre bases radicalmente nuevas.

Mientras el grupo Spartaquista Internationale se adhería a la Socialdemocratische Arbeitergemeinschaft (colectivo de trabajo socialdemócrata en el reichstag) y aparecían escritos como:

«Lucha por el Partido y no contra el Partido...lucha por la democracia en el Partido, por los derechos de las masas, por los camaradas del Partido contra los jefes que se olvidan de su deberes... Nuestra consigna no es escisión o unidad, partido nuevo o viejo, sino reconquista del Partido desde la base gracias a la revuelta de las masas... la lucha decisiva por el Partido ha empezado».(Spartakus-Briefe, 30 de Marzo de 1916).

Al mismo tiempo en Arbeiterpolitik podía leerse:

«Creemos que la escisión, tanto a nivel nacional como internacional no sólo es inevitable sino que además es la condición previa a la reconstrucción real de La Internacional, del despertar del movimiento proletario de los trabajadores. Creemos que es inadmisible y peligroso que se nos impida expresar nuestra profunda convicción ante las masas laboriosas». (Arbeiterpolitik n° 4).

Y Lenin en “A propósito del panfleto de Junius” (julio 1916) escribía: «El mayor defecto de todo el marxismo revolucionario Alemán es la ausencia de una organización ilegal estrechamente unida...Una organización semejante se vería obligada a definir claramente su actitud respecto al oportunismo del Kautskysmo. Unicamente el grupo de los Socialistas Internacionalistas de Alemania (ISD) permanece en su lugar, eso está claro y sin ambigüedades».

La adhesión de los Spartaquistas al USPD (Partido Democrático Independiente de Alemania fundado el 6/8 de Abril de 1917; partido centrista sin diferencias, excepto en las proporciones, con la Socialdemocracia, ligado de hecho a la creciente radicalización de las masas; de él formaban parte: Haase, Ledebour, Kautsky, Hilferding y Bernstein), volvió aún más duras y exasperadas las relaciones entre los Comunistas de Bremen y aquellos. Si en Marzo de 1917 se leía aún en el Arbeiterpolitik:

«Los radicales de izquierda se encuentran ante una gran decisión. La mayor responsabilidad está en manos del grupo Internationale al cual reconocemos, a pesar de las criticas que hemos tenido que hacerle, como el grupo más activo y más numeroso, como núcleo del futuro partido radical de izquierda. Sin éste, tenemos que reconocerlo francamente, no podemos ni nosotros ni los ISD construir en un plazo previsible, un partido capaz de actuar. Del grupo Internationale depende que la lucha de los radicales de izquierda se desarrolle en un frente ordenado tras su bandera , o que los grupos de oposición que han surgido en el seno del movimiento obrero, cuya confrontación es un factor de clarificación, se suman en la confusión al avanzar demasiado lentamente y desperdiciando mucho tiempo para llegar a conclusiones» (Subrayado por nosotros)

Tras la adhesión del grupo Spartaquista al USPD, se podía leer en cambio:

«El grupo Internationale ha muerto...Un grupo de camaradas se ha constituido en comité de acción para construir el nuevo partido».

Efectivamente , en Agosto de 1917 hubo una reunión en Berlín con delegados de Bremen, Berlín,Francfort y otras ciudades alemanas, para poner los cimientos de un nuevo partido. Otto Ruhle con el grupo de Dresde participó en esta reunión. En el propio grupo Spartaquista se manifestaron posiciones muy cercanas a las de los Linksradicalen, que no aceptaron los compromisos organizativos de la Centrale, que estaba en la línea de Rosa Luxemburgo. Apareció primero la oposición de los grupos de Duisburgo, Francfort y Dresden a la adhesión al Arbeitergemeinscharft (colectivo...). El órgano del grupo de Duisburgo en particular, inició una viva discusión contra tal adhesión. Más tarde otros grupos como el de Chemnitz, en el que estaba Heckert, manifestaron su oposición a la adhesión a la USPD. Estos grupos estaban de acuerdo en la práctica con lo que Radek expresaba en Arbeiterpolitik:

«La idea de construir un partido con los centristas es una peligrosa utopía.

Los radicales de izquierda, sean o no propicias la circunstancias, tienen que construir su propio partido si quieren cumplir su tarea histórica».

Liebknecht mismo, más ligado a la efervescencia de la clase, expresaba su posición en un escrito desde la cárcel (1917), en el cual intentando aprehender las fuerzas vivas de la revolución, distinguía tres capas sociales en el seno de la Social-Democracia Alemana. La primera estaba formada por funcionarios a sueldo, base social de la política de la mayoría del partido Socialdemócrata. La segunda estaba formada por: «los trabajadores más acomodados y más instruidos. Para éstos, la importancia del peligro de ver estallar un grave conflicto con la clase dominante no estaba clara. Ellos quieren reaccionar y luchar; pero no están decididos a cruzar el rubicón. Forman la base de la Socialdemocratische Arbeitergemeinschaft»

Y la tercera capa:

«Las masas proletarias de trabajadores sin instrucción. El proletariado en su sentido real, estricto. Por su estado actual, sólo esta capa no tiene nada que perder . Nosotros apoyamos a esas masas: el proletariado».

Todo esto demuestra dos cosas:

  1. Que una importante fracción del grupo Spartaquista se orienta hacia la misma dirección que los radicales de izquierda, chocando así contra un centro minoritario representado por Rosa Luxemburgo, Jogiches, Paul Levi

  2. El carácter federalista no centralizado del grupo Spartaquista.

La Revolución Rusa

Los desacuerdos que se manifestaron entre los Spartaquistas y la mayoría del USPD sobre esta revolución , llevaron a Arbeiterpolitik a discutir de nuevo con los Spartaquistas3. Los Comunistas de Bremen no habían disociado nunca su solidaridad con la revolución rusa de la exigencia de formar un partido comunista en Alemania, ¿Por qué, se preguntaban los Comunistas de Bremen, la revolución había triunfado en Rusia?

«Unica y exclusivamente porque en Rusia quien desde el principio llevaba la bandera del socialismo y combatió con el emblema de la revolución Social, era un partido autónomo de radicales de izquierda. Si con buena voluntad aún se podían encontrar en Gotha razones que justificaran la actitud del grupo Internationale, hoy en día se ha desvanecido todo intento de justificación de asociación con los independientes.

Hoy la situación internacional hace aún más urgente la necesidad de fundar un partido propio de los radicales de izquierda”.

Sea como sea, tenemos la voluntad firme de consagrar todas nuestras energías a crear en Alemania las condiciones para un Linksradikalen Partei (partido de los radicales de izquierda). Invitamos pues, a nuestros amigos, a nuestros camaradas del grupo Internationale, en vista de la quiebra total en la que, desde hace ya casi nueve meses, se hunde la fracción y el partido de los Independientes; en vista de las repercusiones corruptoras del compromiso de Gotha (que sólo pueden perjudicar el porvenir del movimiento radical en Alemania4), a romper sin ambigüedades y abiertamente con los pseudosocialistas independientes y a fundar el partido propio de los radicales de izquierda...» (subrayados por nosotros) (Arbeiterpolitik, 15-12-1917).

A pesar de todo, aún tendría que pasar un año antes de la fundación del partido en Alemania, y mientras tanto la tensión social aumentaba: desde las huelgas de Berlín de Abril de 1917 hasta la revuelta de la flota durante el verano, y la oleada de huelgas de Enero de 1918 (Berlín, Ruhr, Kiel, Bremen, Hamburgo, Dresde) que duró todo el verano y el otoño

Veamos ahora algunos otros grupos menores que caracterizaban la situación alemana.

Como hemos escrito antes, los ISD agrupaban también al grupo de Berlín en torno a la revista Lichstrahlen. El representante más importante era Borchardt. Las ideas que desarrollaba en las revista eran violentamente antisocialdemócratas, pero ya anunciaban, por su orientación anarquizante, la ruptura con los Comunistas de Bremen. Arbeiterpolitik observaba que: «En vez del partido, éste (Borchardt) propone una secta propagandista de formas anarquistas»

Más tarde, los comunistas de izquierda lo consideraron como un renegado y lo bautizaron como “Julian el Apóstata”.

En Berlín, Werner Möller, que ya estaba afiliado a Lichtstrahlen, se hizo colaborador asiduo de Arbeiterpolitik, y más tarde su representante. Los sicarios de Noske lo asesinaron bestialmente y a sangre fría en Enero de1919. En Berlín, la corriente de izquierda era muy fuerte con, entre otros, los Spartaquistas (más tarde KAPD); Karl Schröder y Friederich Wendel.

El grupo de Hamburgo ocupa un lugar especial en la oposición revolucionaria a la social-democrácia. Este grupo no entrará en los ISD hasta noviembre de 1918,y entonces éstos, a propuesta de Knief, cambiaron de nombre para convertirse en los IKD (Internationale Kommunisten Deutschland) el 23 de diciembre de 1918. Los dirigentes más destacados en Hamburgo fueron Henrich Laufenberg y Fritz Wolffheim. Lo que los distinguía de los Comunistas de Bremen era una polémica más acerba contra los jefes, con tintes sindicalistas y anarquistas.

Arbeiterpolitik se mantenía al contrario en posiciones correctas cuando escribía el 28 de julio 1918: «La causa de los Linksradikalen, la causa del futuro Partido Comunista Alemán, al que tendrán que afluir tarde o temprano los que han permanecido fieles a los viejos ideales, no depende de grandes apellidos. Al contrario, lo que es y tiene que ser el elemento nuevo, si un día tenemos que llegar el socialismo, es que la masa anónima tome a cargo su propio destino: que cada compañero en tanto que individuo contribuya a ello con su iniciativa propia sin preocuparse si están con él “apellidos notorios”» (subrayado por nosotros).

Lo que también distinguía al grupo de Hamburgo era el carácter cada vez más claramente sindicalista de su orientación política, que se debía, en parte, a la militancia de Wolffheim en las IWW (International Workers of the World) cuando vivió en USA.

Puede decirse que los que expresaron mejor este período de la lucha de clases en Alemania fueron, sin duda, los Comunistas de Bremen. Reconocer esto significa también poner de manifiesto todas las tergiversaciones, los errores del grupo Spartaquista (y por tanto de su mejor teórico, Rosa Luxemburgo) en materia de organización, de concepción del proceso revolucionario, de la función que debe cumplir el Partido.

Está claro que resaltar los errores de Rosa Luxemburgo no significa que haya que minimizar sus batallas, su heroica lucha, pero ello permite entender que, junto a su visión premonitoria en la lucha teórica contra Bernstein y Kaustsky, Rosa defendió posiciones políticas que hoy nos resultan inaceptables.

No tenemos dioses que venerar, sino que al contrario, tenemos que entender los errores del pasado para poder evitarlos, tenemos que saber sacar sin fin lecciones útiles del movimiento proletario, entre otras las que conciernen a la función y el papel organizativo de los revolucionarios.

Para estar a la altura de nuestras tareas, también hay que comprender el lazo indisoluble que existe entre la actividad de pequeños grupos cuando predomina la contrarrevolución (como muestra el ejemplo elocuente, de lo que hicieron Bilan e Internationalisme) y la acción del grupo político cuando las contradicciones insuperables del capitalismo empujan a la clase al asalto revolucionario. Ya no se trata entonces de defender posiciones, sino, sobre la base de esas posiciones en constante elaboración, sobre las bases del programa de clase, ser capaces de cimentar la espontaneidad de la clase de expresar la conciencia de clase, de unificar sus fuerzas ante el asalto decisivo; en otras palabras, de construir el partido, momento esencial de la victoria proletaria.

Pero ni los partidos ni las revoluciones vienen prefabricados. Entendámonos: los artificios organizativos nunca sirvieron para nada; al revés, a menudo han servido incluso a la contrarrevolución. Autoproclamarse partido, construirse como tal en período contrarrevolucionario es un absurdo, un error muy grave que demuestra incomprensión de la base del problema, cuando no hay una perspectiva revolucionaria. Pero puede considerarse igualmente grave dejar esa tarea de lado, o aplazarla para cuando ya es demasiado tarde. En este artículo, es este segundo aspecto el que presenta mayor interés.

Quienes hablan de una espontaneidad que resolverá todos los problemas, hacen, a fin de cuentas, el elogio de una espontaneidad inconsciente y no de un paso de la espontaneidad a la conciencia; no pueden o no quieren comprender que la toma de conciencia por parte de la clase en la lucha tiene que llevarla a reconocer la necesidad de un instrumento adecuado para destruir por asalto el Estado, fortaleza del capital.

Si la espontaneidad de la clase es un momento que nosotros reivindicamos, el espontaneismo (o sea, la teorización de la espontaneidad) anula, precisamente, la espontaneidad, y se manifiesta por una serie de recetas viciadas: por un “estar con los obreros” por el hecho de no saber nadar contra la corriente en los momento de calma y reflujo para ir así “con la corriente” en los momentos decisivos. Las desviaciones de Luxemburg sobre las cuestiones organizativas se pueden ver también en su concepción de la conquista del poder (y hasta cierto punto es inevitable teniendo en cuenta la estrecha conexión entre ambos problemas):

«La conquista del poder no tiene que hacerse de un solo golpe, sino progresivamente, hundiéndonos en el Estado burgués hasta que ocupemos todas las posiciones y las defendamos con uñas y dientes» (Tomado del Discurso a la Convención Fundación del Partido Comunista Alemán, en “Habla Rosa Luxemburgo”. Pathfinder Press)

Y, desgraciadamente, eso no es todo. Mientras Paul Frölich, (representante del grupo de Bremen) lanzaba en noviembre de 1918 desde Hamburgo, este llamamiento:

«¡Este es el principio de la revolución alemana, de la revolución mundial! ¡Viva la mayor acción de la revolución mundial! ¡Viva la república alemana de los obreros! ¡Viva el bolchevismo mundial!»

Rosa Luxemburg, poco más de un mes después, en lugar de preguntarse por qué un ataque masivo del proletariado fue derrotado, decía”.

«El 9 de Noviembre, los obreros y soldados destruyeron el antiguo régimen en Alemania (...) El 9 de Noviembre el proletariado se sublevó y sacudió el infame yugo, los Hohenzollerns han sido expulsados por los obreros y los soldados organizados en consejos». (citado por Prudhommeaux: Spartakus et la Commune de Berlín).

Así pues, Rosa interpretaba como una revolución, el paso del poder de manos del equipo de Guillermo II a las de los Ebert-Scheidemann-Haase, y no como un relevo de guardia contra la revolución5.

La incomprensión de la función del papel histórico de la Social-democracia le costará la vida a Rosa, lo mismo que a Liebknecht y a miles de proletarios. El KAPD (Partido Comunista Obrero de Alemania) sabrá sacar las lecciones de esta experiencia (uno de los puntos sobre los que se basa su oposición fundamental a la IC (Internacional Comunista) y al KPD (Partido Comunista de Alemania) es su rechazo de cualquier contacto con el USPD; pero, más adelante, volveremos a este tema), como también lo hará la Izquierda Italiana. Bordiga escribía el 6 de Febrero de 1921 en Il Comunista un artículo titulado la función histórica de la social democracia. Veamos algunos pasajes:

«La socialdemocracia tiene una función histórica, en el sentido de que en los países de Occidente habrá probablemente un periodo durante el cual los partidos socialdemócratas estarán en el gobierno, solos o colaborando con los partidos burgueses. Sin embargo, allí donde el proletariado no tenga fuerza para evitarlo, semejante intermedio no será una condición positiva, necesaria para el advenimiento de formas e instituciones revolucionarias. No será una preparación útil para éstas últimas, sino que constituirá una tentativa desesperada de la burguesía para disminuir y desviar la fuerza de ataque del proletariado para acabar aplastándolo sin piedad a golpes de reacción blanca, en el caso de que le quedasen bastantes fuerzas para atreverse a levantarse contra el legítimo, el humanitario, el decente gobierno de la Socialdemocracia.

Para nosotros sólo puede haber una transferencia revolucionaria de poder, la de manos de la burguesía dominante a las del proletariado, de la misma manera que no puede concebirse otra forma de poder proletario que la dictadura de los Consejos».

Los balbuceos del Partido Comunista Alemán (Spartakusbund).

Hemos empezado este estudio con el congreso de formación del Partido Comunista Alemán (30 diciembre de 1918, 1° de enero de 1919), y hemos recorrido hacia atrás la historia de su conformación; vayamos ahora hacía adelante, a partir de ese punto.

El congreso de formación cristaliza, por así decir, dos concepciones y dos posiciones diametralmente opuestas. Por un lado, la minoría alrededor de Luxemburgo, Jogisches, Paul Levi, que agrupaba a las personalidades más importantes del nuevo partido, y que aún siendo minoría asumía su dirección (las burlas a las posiciones preponderantes de la izquierda y la casi negativa a garantizar su expresión – únicamente Frolich será admitido en la Central – acabarán dando lugar unos meses más tarde a la farsa del congreso de Heildelberg). Por otro lado, la gran mayoría del partido: la furia y la potencialidad revolucionaria que expresaba el grupo del IKD y buena parte de Spartaquistas, con Liebnechkt a su cabeza. Las posiciones de la izquierda triunfaron por aplastante mayoría: contra la participación electoral, por la salida de los sindicatos, por la insurrección.

Pero les faltaba una visión clara de las tareas inmediatas a afrontar, de la preparación del ataque insurreccional que tiene que ser también militar, de la función centralizadora y de dirección del Partido. Predominaba una especie de federalismo, de independencia regionalista. En Berlín, casi ni sabían lo que pasaba en el Ruhr, en el centro, o en el sur y viceversa, la misma Rote-Fahne reconocía el 8 de enero de 1919 que: «la inexistencia de un centro encargado de organizar a la clase obrera no puede durar más tiempo...Es necesario que los obreros revolucionarios pongan en pie organismos dirigentes capaces de guiar y utilizar la energía combativa de las masas»; tengamos en cuenta además, que aquí sólo se trata de la situación en Berlín.

La desorganización sigue en aumento y llega al colmo con la muerte de Luxemburgo y de Liebknecht. Cuando el partido se ve reducido a la clandestinidad y sometido al terror contrarrevolucionario, está descabezado. Las repúblicas Soviéticas que surgen aquí y allá en Alemania: Bremen, Munich, Baviera, etc, son derrotadas una tras otra, y los combatientes proletarios aniquilados. La oleada revolucionaria, la inmensa potencialidad que lleva en sí la clase, retrocede. No podemos citar íntegramente la carta que dirigió Lenin en abril de 1919 a la República Soviética de Baviera. Ni que decir tiene que la mayor parte de las “medidas concretas” a que se refiere Lenin nunca fueron tomadas.

Salud a la República Soviética de Baviera

«Os agradecemos vuestro mensaje de saludo y a nuestra vez, saludamos con toda el alma a la República de Soviets de Baviera. Os rogamos encarecidamente que nos informéis más a menudo y más en concreto cuales son las medidas que habéis tomado para luchar contra los verdugos burgueses que son Scheidemann y Cía; si habéis creado soviets de obreros y de moradores en los barrios de la ciudad; si habéis armado a los obreros y desarmado a la burguesía; si habéis utilizado inmediatamente los almacenes de ropa y demás artículos para asistir inmediata y ampliamente a los obreros, y sobre todo a los jornaleros y pequeños campesinos; si habéis expropiado las fábricas y los bienes de los capitalistas de Munich, así como las explotaciones agrícolas capitalistas de los alrededores; si habéis abolido las hipotecas y los tributos de los pequelos campesinos; si habéis duplicado o triplicado el salario de los jornaleros y peones; si habéis confiscado todo el papel y todas las imprentas para publicar panfletos y periódicos de masas; si habéis instituido la jornada de trabajo de seis horas con dos o tres horas consagradas al estudio del arte de administrar por el Estado; si habéis echado a la burguesía en Munich para instalar inmediatamente a los obreros en los buenos apartamentos; si os habéis apoderado de los bancos; si habéis tomado rehenes de la burguesía; si habéis establecido una ración alimenticia mayor para los obreros que para los burgueses; si habéis movilizado a la totalidad de los obreros a la vez para la defensa y para la propaganda ideológica en los pueblos cercanos. La aplicación urgentisima y lo más amplia posibles de estas medidas y otras parecidas, apoyándose en la iniciativa de los soviets de obreros, de jornaleros y, aparte, de pequeños campesinos, reforzará vuestra posición. Es indispensable golpear a la burguesía con un impuesto extraordinario, y mejorar en la práctica, inmediatamente y cueste lo que cueste, la situación de los obreros, jornaleros y pequeños campesinos: Mis mejores votos y deseos de éxito». Lenin.

La falta de preparación teórica, la incapacidad para estar a la altura de las tareas que la situación exigía, provocaron, con los primeros signos de retroceso, una escisión en el movimiento Alemán. Por un lado se empezará a volver la vista hacia el bolchevismo, hacía Rusia victoriosa, a tomar su propaganda, sus indicaciones tácticas y estratégicas, procurando absurdamente calcarlas en Alemania. Valga de ejemplo en caso de Radek, que es típico: portavoz de los Comunistas de Bremen y del ala más intransigente del movimiento, será tras el retroceso momentáneo de la lucha en el verano de 1919, uno de los promotores, junto con Paul Levi, del Congreso de Heidelberg (octubre de 1919), durante el cual se repudiarían las conquistas del Congreso de Fundación del partido, volviendo al uso del “instrumento” electoral, de los sindicatos ultra reformistas en los que los comunistas tendrían que desarrollar su actividad, para terminar con “cartas abiertas” y el frente único.

¿Qué valor tiene entonces llamar a la centralización, si los sucesos toman el camino contrario al desarrollo del movimiento espontáneo?

Por otro lado, el ala revolucionaria que rehusó esa alternativa y será mucho más fecunda en consejos e indicaciones, tendrá que afrontar una vez constituida organizativamente, un compacto muro de dificultades crecientes.

¿La revolución mundial fracasó a causa de las insuficiencias de la revolución rusa?
¿O bien la revolución rusa fracaso a causa de las insuficiencias de la revolución mundial?.

La respuesta no es fácil, y exige la comprensión de la dinámica social de aquellos años. La revolución rusa fue un magnífico ejemplo para el proletariado occidental. La IIIª Internacional, fundada en Marzo de 19196, es un ejemplo de la voluntad revolucionaria de los bolcheviques, y fue, por su parte, una auténtica tentativa para apoyarse en los comunistas europeos. Pero las dificultades internas de la Revolución

Rusa que surgieron desde el fin de la guerra civil y no tenían solución dentro del marco ruso; la derrota de la primera fase de la revolución Alemana (Enero-Marzo 19) y la de la República Soviética Húngara, convencieron a los comunistas rusos de que la perspectiva de la revolución en Europa se estaba alejando. Para éstos, ya sólo importaba recuperar, para todo el período, a la gran masa de trabajadores, convencer a las masas socialdemócratas de lo justo de las posiciones comunistas, etc. Tendían a recuperar al USPD, considerándolo como el ala derecha del movimiento obrero y no como una fracción de la burguesía, en lugar de llevar una lucha teórica contra la Socialdemocracia, en lugar de estar atentos a las capas más avanzadas de la clase, basando la necesidad de atacar y desenmascarar a la Socialdemocracia en la voluntad de lucha de éstas.

Podemos pues decir que, si bien las vacilaciones de los comunistas de Occidente llegan a ser funestas durante una primera fase (1918-19), fue la misma Internacional Comunista, la que acabó siendo un obstáculo para la irrupción –aunque fuera tardía- de la auténtica vanguardia proletaria de Europa, cuando aún la situación era revolucionaria (y sólo nos referimos aquí a los años 1920-21, aunque aún se puede hablar de reacción proletaria contra los ataques de la burguesía durante dos años más –por ej. Hamburgo en 1923- e incluso después de una única verdadera derrota del proletariado por una masacre).

Si bien el tránsito de una situación a otra se produce gradualmente, podemos sin embargo, señalar, como momento que expresa el cambio de rumbo de la IC la disolución del buró de Amsterdam y el texto de Lenin “El Izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo”.

Volvamos a las vicisitudes del Partido Comunista Alemán. El 17 de Agosto de 1919 se convoca una Conferencia Nacional en Francfurt. El ataque de Levi contra la Izquierda resulta un fracaso; pero en Octubre de ese mismo año, en Heildelberg, sí consigue, en cierta forma, resultados. En un congreso clandestino con escasa representación de los distritos y sin que algunos se enteraran, se decide en la práctica la escisión, al cambiar ciertas posiciones programáticas de Enero. En el punto 5 del nuevo programa del Partido leemos:

«La revolución , que no se hace de golpe, sino que es la larga y perseverante lucha de un clase oprimida desde hace milenios, y por tanto no plenamente consciente de su misión y de su fuerza, está sometida a flujos y reflujos» (subrayado nuestro).

Y Levi, poco después, sostendrá que la nueva oleada revolucionaria surgirá en... ¡1926!

Pero la decisión de expulsar a los “izquierdistas”, a los “aventureros”, no fue tomada oficialmente entonces, sino después, en 1920, en el 3er congreso del KPD. La izquierda después de lo de Heilderberg procura estructurarse en un KPD(O) (O:oposición) de manera que a finales del primer trimestre de 1920 había en la práctica dos organizaciones del KPD: el KPD(S) y el KPD(O). Y esto en una situación particularmente caótica. La información que conseguía llegar a Moscú era muy poca y fragmentada. Lenin en su Saludo a los Comunistas italianos, Franceses y alemanes, del 10 de Octubre de 1919, escribía:

«De los Comunistas Alemanes sólo sabemos que hay prensa comunista en muchas ciudades. Es normal que en un movimiento que se extiende rápidamente, que soporta persecuciones tan brutales, surjan disensiones bastante ásperas. Se trata de una enfermedad del crecimiento. Las divergencias en el seno de los comunistas alemanes se reducen, en la medida en que puedo juzgarlo, al problema del “empleo de los medios legales”: del parlamento burgués, de los sindicatos reaccionarios, de la “ley de consejos” que scheidemannianos y kautskystas han desvirtuado, de la participación en esas instituciones o su boicot». Lenin concluía que había que participar , dando la razón a Levi.

Pero el problema central que se manifestaría algunos meses más tarde será:

  • O lucha revolucionaria ilegal y preparación militar;

  • O actividad legal en los sindicatos y el parlamento.

Estos son los términos de la confrontación entre las dos “líneas” del KPD.

El centro de la Oposición estuvo durante algún tiempo en Hamburgo. Pero pronto Laufenberg y Wolffheim empezaron a desacreditarse. Son ellos quienes empezaron a elaborar la tesis del Nacional-Bolchevismo según la cual, la defensa de Alemania contra la Entente era un deber revolucionario que cumplir, incluso al precio de una alianza con la burguesía alemana7. Fue entonces cuando Bremen, que ya funcionaba como centro de información, se convirtió en punto de referencia del Comunismo de Izquierda. El “centro de información” de Bremen luchó en dos frentes hasta principios de 1920: contra la Central del Partido y contra Hamburgo. Bremen no buscó la escisión, pero intentó que se discutieran los resultados del Congreso de Heildelberg; la Central de Levi, sin embargo, se opuso a cualquier discusión, ayudado en eso por la lucha contra el Nacional-Bolchevismo de los de Hamburgo. La tentativa del levantamiento militar de Kapp, al dar a las divergencias un contenido “práctico”, acabo con la discusión. Veamos las respuestas proletarias a esta tentativa de levantamiento, y el comportamiento de las diferentes organizaciones:

«En el Ruhr, la Reichswehr no clarificó inmediatamente su posición respecto a Kapp, y teniendo en cuenta que todos, desde la ADGB8 y la Socialdemocracia hasta los centristas y el KPDS lanzaron la consigna de huelga general (aunque la Central del KPD dudara un poco en los primeros días), la situación habría tenido potencialidades revolucionarias, si la dirección de los sindicatos y partidos parlamentarios hubiera sido destruida; efectivamente, numerosas zonas como el Ruhr, en Alemania Central, no habrían sufrido las grandes derrotas obreras de los años precedentes, como las que se habían producido en Berlín, Munich, Bremen. Hamburgo, etc. En el Ruhr había una fuerte tensión entre la Reichswehr y los trabajadores y fue la situación creada por el golpe de Kapp lo que provocó inmediatamente el armamento de los proletarios en huelga (el hecho de que muchos obreros combativos hubiesen conseguido librarse del dominio de la ADGB, metiéndose en la FAUD9 también tuvo su importancia). A causa del carácter democratista y constitucionalista de la huelga general, los independientes y numerosos socialdemócratas procuraban moderar la agresividad proletaria, aunque sin éxito en el primer período de avance. El desarrollo de la situación fue el siguiente: localmente en cada ciudad se formaron tropas de proletarios (independientes de los sindicatos) que tomaban las armas contra los soldados de la Reichswehr. Las ciudades insurgentes se reunieron y atacaron las ciudades todavía en manos del ejército para apoyar a los obreros locales.

Mientras una parte del “Ejercito Rojo” (como se llamaba a sí mismo) del Ruhr, expulsaba al Reichswehr fuera del Ruhr, formando un frente paralelo al río Lippe, otros grupos de obreros tomaban una tras otra las ciudades de Reimscheid, Essen, Dusseldorf, Mulheim,

Duisburg. Hamborn y Dinkslaken y rechazaban al Reichswehr a lo largo del Rhin hasta Wesse, en poco tiempo, entre el 18 y el 21 de marzo.

El 20 de marzo, la AGDB, tras el fracaso del levantamiento de Kapp, declaró terminada la huelga general, y el 22 el SDP y el USPD hicieron lo mismo. El 24 de marzo, representantes del gobierno Socialdemócrata,, del SDP, del USPD y una parte del KPD concluyeron un acuerdo en Bielefeld proclamando el alto al fuego, el desarme de los obreros y la libertad para los obreros que hubiesen cometido actos “ilegales”. Una gran parte del ejército Rojo no acepto tal acuerdo, y siguió la lucha.

El 30 de marzo el gobierno Socialdemócrata y el Reichswehr lanzaron un ultimatun a los proletarios: o aceptaban inmediatamente el acuerdo o si no , la Reichwehr –cuya fuerza se había cuadruplicado, como mínimo, con la llegada de cuerpos francos de Baviera, Berlín, de Alemania del Norte y del Báltico- empezaría una nueva ofensiva. La coordinación ente las diferentes tropas obreras fue a partir de entonces mínima a causa de la traición de los independientes, del centrismo del KPD(S) y de los sindicalistas, y de la rivalidad entre las tres centrales militares del “Ejército Rojo”.

La Reichswehr y las numerosas tropas blancas desplegaron una vasta ofensiva en todos los frentes; el 4 de abril cayeron Duisburg y Mulheim, el 5 Dortmund y el 6 Gelsenkirchen.

Se desencadenó entonces el terror blanco con dureza; produjo víctimas no solo entre los obreros armados, sino también entre sus familias que fueron masacradas, y entre los obreros jóvenes que habían ayudado a los combatientes heridos en la retaguardia. El ejército del Ruhr (Ejército Rojo) incorporó entre 80.000 y 120.000 proletarios. Consiguió organizar una artillería y una pequeña fuerza aérea. El desarrollo de las luchas es lo que dio lugar a la formación de 3 centros militares:

a- Hagen, dirigida por la USPD, aceptó sin vacilar el acuerdo de Bielefeld.

b- Essen, dirigida por el KPD y por la izquierda Independiente; fue reconocida como central suprema del ejército el 25 de Marzo. Cuando el gobierno de la Socialdemocracia planteó el ultimatun a los obreros el 30 de marzo, esta central lanzó la consigna increiblemente ambigua de volver a la huelga general (¡cuando ya los trabajadores estaban en armas y luchando!).

c- Mulheim, dirigida por los Comunistas de Izquierda y sindicalistas revolucionarios. Seguía por completo a la Central militar de Essen, pero cuando esta reaccionó de manera centrista ante el acuerdo de Bielefeld, la Central de Mulheim lanzó la consigna de “luchar hasta la muerte”. Las centrales de la USPD, del KPD(S), y de la FAUD tuvieron en común la posición completamente innoble de considerar las luchas como “aventureras”

Ninguna Central Nacional tomó la dirección de las luchas: el movimiento proletario local mostró la mayor voluntad de centralización dentro de los límites de las fuerzas locales. Incluso en Alemania Central, los proletarios se armaron y, bajo la dirección del comunista M. Holz se levantaron numerosas ciudades de los alrededores de Halle; pero el movimiento no pudo ir más lejos, ya que el KPD(S), muy fuerte en Chemnitz, donde era el partido más importante, se limitó a armar a los obreros con el acuerdo de la Socialdemócratas y los Independientes y a esperar... la vuelta de Ebert al gobierno.

Brandler, que dirigía el consejo obrero de Chemnitz, pensó que su papel de dirigente comunista local consistía en evitar que estallaran luchas entre los Comunistas de Holz, que querían armarse con lo que había abandonado la Reichswehr en Chemnitz y en las afueras, y los Socialdemócratas, que siempre estuvieron preparados para atacar a los revolucionarios intentando varias veces lanzar la Heimwehr (grupos blancos armados de la burguesía local) contra ellos.

El centrismo del KPD(S) apareció a las claras cuando, estando los obreros en lucha. La Central de Levi lanzó el 26 de marzo la consigna, de “oposición leal” a un posible gobierno “obrero” de Socialdemócratas e independientes. “Die Rote Fahne”. Órgano central del KPD(S) escribía (n° 32, 1920): “La oposición leal, la entendemos así:

Ninguna preparación para la toma armada del poder, libertad natural para la agitación del partido, para sus metas y soluciones”. El KPD abdicaba oficialmente de sus metas revolucionarias, y lo hacía además, en un momento en el que más que nunca, el proletariado alemán necesitaba al Partido Comunista Revolucionario.

Es pues, un resultado histórico lógico que los Comunistas de Izquierda ante la traición de la sección de la IIIª Internacional, formasen al mes siguiente (abril 1920) el KAPD, Partido Comunista Obrero de Alemania».

Nos parece que ésta larga cita de la Izquierda Alemana y la Cuestión Sindical en la IIIª Internacional no exige comentario alguno (por este trabajo, una parte importante del P.C.I. (Partido Communiste Internationale) rompió con él en 1972).

En aquellos momentos tendría lugar otro suceso importante: el abandono del KPD(O) por la Bremerlinke y su vuelta al KPD(S), en el que hará el papel de oposición interna, con Frolich y Karld Becker(ya veremos más adelante la posición de estos en los años siguientes y, en particular en la primavera de 1921). Aún no tenemos todos los elementos para entender y juzgar lo que fue un duro golpe para el Comunismo de Izquierda, y un gran éxito para la dirección de Levi. Lo que influenció, sin duda la decisión del grupo de Bremen, fue el sentimiento de fidelidad a la IC (que dio su apoyo al KPD(S), aunque con muchas reservas) y su clara y neta oposición al grupo de Hamburgo, con Laufenberg y Wolffheim.

Hasta ahora no hemos hablado sobre Sindicatos, Consejos y Uniones Obreras que estuvieron en el centro de los debates y divergencias del movimiento Alemán. Lo complejo del problema, nos ha llevado primero a aclarar los demás puntos para, luego poder tratar, de manera sucesiva pero lo más clara posible, la “cuestión sindical”. Es lo que procuraremos hacer en nuestro próximo texto.

S.

1 Los historiadores y la historiografía han utilizado el término de “Linksradikalen” para nombrar grupos como el de Bremen o el de Hamburgo, y luego al KAPD y a las Uniones (AAU y AAUD). El término "Ultralinke", al contrario, fue usado para designar a la oposición de izquierda (Friesland – Fischer – Maslow) en los años siguientes, en el seno del KPD

2 Para publicar “Arbeiterpolitik”, se abrió incluso una suscripción entre los obreros de los astilleros de Bremen

3 En la interpretación de lo que pasaba en Rusia, había toda clase de divergencias entre los Comunistas de Bremen y los Spartakistas. Mencionaremos únicamente la cuestión del uso del “terror revolucionario”. En nombre del Grupo de Bremen, Knief criticó duramente la posición de Rosa Luxemburgo que rechazaba utilizar el terror de clase en la lucha revolucionaria.

4 En Gotha, los Spartaquistas se adhirierón al U.S.P.D.

5 En el IV Congreso de la Internacional Comunista (Noviembre de 1920), Radek recogerá esa idea diciendo que había que agradecer a la Socialdemocracia “el habernos dado el gusto de derrocar al Kaiser”.

6 Debemos recordar que en el 1er Congreso de la Internacional Comunista el representante del KPD tenía el mandato de votar en contra de la fundación de la Internacional. La insistencia y la presión ejercida por los otros delegados, hicieron que Eberlein se abstuviera.

7 La posición “Nacional-Bolchevique” será retomada de nuevo por el KPD en 1923 sin suscitar tantos escándalos.Brandler y Thalheimer hicieron declaraciones del estilo de:

«En la medida en que lleva una lucha defensiva contra el imperialismo, la burguesía Alemana juega, en la situación que se ha creado, un papel objetivamente revolucionario; pero en tanto que clase reaccionaria, no puede utilizar los únicos métodos que permitirían resolver el problema.

En estas circunstancias, la precondición de la victoria del proletariado es la lucha contra la burguesía Francesa y su capacidad de apoyar a la burguesía Alemana en esa lucha, asumiendo la organización y la dirección de la lucha defensiva, saboteada por la burguesía».

Y en “Imprekor”, de Junio de 1923, podía leerse:

«El Nacional-Bolchevismo no habría sido en 1920 más que una alianza para escapar de los generales que, justo después de su victoria, habrían aniquilado al Partido Comunista. Hoy, significa que todos están convencidos de que no hay otra salvación sino es con los Comunistas. Hoy, somos la única solución posible. El insistir con fuerza en el elemento nacional en Alemania es un acto revolucionario de l a misma manera que lo es, insistir en el elemento nacional en las colonias». (subrayado nuestro).

8 ADGB: Sindicato Alemán (Allgemeiner Deutscher Gewerkschafs Bund), antes de Junio de 1919 se llamaba Freien Gewerkshaften.

9 FAUD(S): Organización anarco-sindical fundada en Diciembre de 1919 (Freie Arbeiter Union Deutsclands (Syndikalisten).

 

Series: 

  • Revolución alemana [1]

Corrientes políticas y referencias: 

  • Izquierda Comunista [2]

desarrollo de la conciencia y la organización proletaria: 

  • La Izquierda germano-holandesa [3]

Los epígonos del consejismo (I): Spartacusbond obsesionado por los fantasmas del bolchevismo

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El “Spartacusbond”, grupo holandés de la tradición del Comunismo de Consejos, ha publicado recientemente dos números de un “Boletín de Discusión  Internacional” en ingles. Es ciertamente estimulante que el “Spartacusbond” haga sus ideas más accesibles para quienes no puedan leer el holandés y que están interesados en participar activamente en discusiones y debates internacionales.

Los dos números del Boletín  de Discusión Internacional de Spartacusbond han sido dedicados a una crítica de nuestra Corriente Internacional (CCI):  el primero es una respuesta a un articulo sobre el reagrupamiento internacional aparecido en Internationalism  N° 5 (USA); el segundo aplaude el alejamiento de “Worker´s Voice” de nuestra corriente  y critica un artículo sobre el KAPD aparecido en Revolution Internationale N° 6 e Internationalism N° 5

 EL artículo de Internationalism N° 5 sobre la conferencia Internacional de 1974, hace hincapié en la necesidad de un reagrupamiento de los revolucionarios en este periodo de lucha creciente de la clase obrera. En el pasado, cincuenta años de contrarrevolución , la derrota de los esfuerzos revolucionarios de la clase obrera, la movilización para la guerra mundial y el letargo debido  a los años de la reconstrucción, han hecho sentir sus efectos en los grupos revolucionarios que trataron de mantener viva la llama de la teoría revolucionaria  como una contribución  a las luchas futuras. La inevitable consecuencia de este largo periodo de derrotas y caos fue la pulverización y aislamiento de los grupos revolucionarios. Pero una necesidad no es una virtud. La fragmentación, el aislamiento de los revolucionarios, a nivel internacional son inevitables en la derrota, pero hoy, cuando la perspectiva de la revolución  resurge en las luchas de la clase obrera en el mundo entero, este aislamiento de los  revolucionarios deja de ser inevitable. Al contrario, nuestro nuevo periodo de lucha de clases ha reanimado –y reanimará- la consciencia de la clase obrera que se ha manifestado ya con la aparición de grupos y círculos revolucionarios en el mundo entero.

             El propósito del artículo de Internationalism fue el de poner en claro la idea de que:

  • los grupos revolucionarios deben hacer  el esfuerzo de entender y defender los principios de una orientación revolucionaria hoy en día; ellos deben basar sus actividades sobre posiciones  de clase claras y definidas.
  • Que esto puede ser factible solamente entendiendo la dinámica histórica de la lucha de clases hoy en día y las lecciones de las luchas de los obreros en el pasado por la discusión y la confrontación internacional de las ideas.
  • La discusión internacional debe situarse en el marco de una eventual unificación de nuestros esfuerzos, si un acuerdo sobre los principios fundamentales es alcanzado, para poder contribuir al desarrollo de la consciencia de la clase en el seno del proletariado, mediante la participación  activa en las luchas de la clase.

Pero allí donde escribimos “reagrupamiento de los revolucionarios” el Spartacusbond ve solamente al partido bolchevique mostrando su cabeza una vez más. “Nos preguntamos si los grupos presentes en la conferencia internacional querían realmente formar un partido bolchevique” (Boletín N° 1, pág. ). Para Spartacusbond, aparentemente toda organización es un partido, y todo partido es bolchevique. Este silogismo encierra en efecto una condena a todo trabajo revolucionario hoy... por temor que los demonios del pasado no hayan sido exorcizados.

En primer lugar, es sorprendente que Spartacusbond considere necesario preguntarnos si estamos tomando o no el camino de un partido bolchevique.  Si ellos han leído nuestra prensa, seguramente se deben haber dado cuenta de que la plataforma política sobre la cual está fundamentada nuestra actividad en varios países, es clara e inequívoca sobre el rechazo a la concepción Bolchevique del partido, tanto en las relaciones partido-clase  como en su estructura interna. Una de las premisas de base para cualquier  trabajo revolucionario  hoy en día es el rechazo de la concepción Bolchevique sobre el partido; sin esta base, ningún progreso es posible en la discusión. Desde sus comienzos, nuestra corriente ha defendido la idea  de que:

I. la concepción leninista de la conciencia de clase, según la cual esta procede  ”del exterior”, de los elementos “intelectuales”, es completamente falsa. No puede haber separación entre el ser y la consciencia, entre el proletariado como clase económica y su tarea histórica de realizar el socialismo, entre la clase y sus luchas. Las organizaciones políticas de los revolucionarios  son una manifestación del desarrollo de la consciencia en la clase; ellas son una emanación de la clase obrera.

La consciencia no está circunscrita al partido, ella existe en el conjunto de la clase aunque no se manifieste de manera homogénea o simultánea. La tarea de aquellos que han logrado alcanzar la consciencia más rápidamente es la de organizarse para contribuir a la generalización de la consciencia en el conjunto de la clase. El partido no es el depositario exclusivo de la conciencia tal como la concepción ultra-leninista de los bordiguistas lo afirma; es simplemente una intervención organizada que tiende hacia una mayor claridad y una mayor coherencia de las perspectivas de clase, para contribuir así activamente al proceso  de desarrollo de la consciencia en la clase. El partido no es de ninguna manera un ente absoluto y eterno sino un esfuerzo constante para fortalecer la consciencia del proletariado.

II. La concepción leninista, compartida por casi todos los revolucionarios en uno u otro grado en el comienzo de la gran oleada  revolucionaria de 1917-23, según la cual el partido debía tomar el poder “en nombre de la clase”, debe ser rechazada. La experiencia histórica de la revolución rusa muestra que esta concepción  no conduce más que a un capitalismo de estado, nunca al socialismo.

La clase obrera  EN SU CONJUNTO es el sujeto de la revolución y ninguna minoría de la clase o procedente del exterior –por muy esclarecida que sea o piense que sea- puede “traer” el  socialismo. El socialismo es solamente posible a través de una actividad organizada y consciente propia del proletariado, que aprende por su práctica y su lucha.

El rol del partido no es de ninguna manera el de ejercer el poder por encima de los obreros, ni el de asumir el poder del estado. El rol del partido  es el de contribuir al desarrollo de la consciencia de la clase, a la comprensión de los intereses generales y del objetivo histórico de la lucha. Los consejos obreros son los instrumentos de la dictadura del proletariado y no el partido.

III. Con Marx, rechazando la noción anarquista de “federalismo” en la organización revolucionaria, nuestra  corriente sostiene que la centralización  internacional de las organizaciones revolucionarias no implica de ninguna manera el rechazo de la democracia en el marco de los principios políticos del grupo. Un grupo político no es un monolito como el modelo estalinista y no puede serlo puesto que el debe expresar los debates y discusiones reales del  movimiento obrero. Los militantes no tienen simplemente el “derecho”, ellos tienen el deber de expresar y clarificar todas las divergencia libremente en la organización, dentro del marco de los principios políticos. Los Bolcheviques construyeron el partido como un aparato cuasi-militar por que: se consideraba que el objetivo era la toma del poder por el partido. Esto no es la meta del partido proletario y por consiguiente su estructura interna debe ajustarse a las necesidades de clarificación  política para las cuales ha sido creado en el seno de la clase.

Tales han sido y son, en resumen, los principios sobre los cuales todos los grupos de nuestra corriente están basados. Preguntándose si no vamos a convertirnos en otro partido Bolchevique, nuestra Spartacusbond que aunque conoce nuestras posiciones, presienten que algún “destino fatal” nos transformará en lo contrario de lo que hoy somos, porque a pesar de todo lo que nosotros digamos o hagamos, Spartacusbond ve  en nosotros el estigma  invisible de la muerte. Solamente podemos decir que Spartacusbond no tiene el monopolio de una oposición  sincera a la concepción leninista del partido; ni que tampoco todos los que rechacen esta concepción leninista del partido tienen que terminar compartiendo las ideas de Spartacusbond.

El verdadero problema consiste en que nuestra corriente constituye una organización internacional. No un partido, porque un partido solo puede formarse en un periodo de luchas de clases intensas y generalizadas. Pero nosotros sin embargo, construimos las bases políticas y organizativas para un reagrupamiento internacional. He ahí el hito. En su rechazo a la concepción leninista de la organización, Spartacusbond rechaza también TODAS las formas de organización internacional. “Combatimos toda idea acerca de la necesidad de un partido en la lucha de clases” (Boletín N° 2, pág. 3) y también: “Su presentación (la de la CCI) disipa la diferencia y la oposición entre partido y clase” (Boletín N° 1, pág. 1). Los leninistas ven el partido como exterior  a la clase y por sobre ella, y Spartacusbond admite esta definición como inevitable y justa, y por consiguiente rechazan todo partido. El razonamiento es el mismo, solo las conclusiones cambian.  

A través de toda la historia del movimiento obrero, se han formado organizaciones políticas en su seno, agrupando a aquellos individuos que defienden una orientación dada en la lucha de clase. Desde  Babeuf,  pasando por las sociedades secretas, la Liga de los Comunistas y la Primera Internacional, los primeros años del movimiento obrero transcurrieron en un torrente de actividad y de debates políticos. Gradualmente, a través de la experiencia alcanzada, la perspectiva y el papel de esas organizaciones fueron confrontados con la realidad y muchos aspectos clarificados o rechazados. Las sectas de conspiradores, las concepciones golpistas, son abandonadas,  y el papel del partido como contribución  al desarrollo de la consciencia de clase se clarifica  mediante las lecciones positivas y negativas tanto de la segunda como de la tercera Internacional. Durante este periodo, los marxistas y Marx mismo combatieron  las negativas de los Proudhonianos de organizarse políticamente así como también la resistencia opuesta por los anarquistas a la centralización, poniendo el acento sobre la necesidad para los revolucionarios de alcanzar una idea clara acerca de los “objetivos finales de la lucha y de los medios para obtenerlos”.

Es inútil argumentar que el desarrollo de la conciencia en la clase obrera no se expresa por sí sola en el desarrollo y unificación de los grupos revolucionarios. El Spartacusbond no toma en consideración esto. Ellos simplemente sostienen que AHORA estas clases de organizaciones no son meramente inútiles sino que también se han transformado en un verdadero obstáculo para el movimiento de la clase trabajadora. ¿Por qué? ¿Tiene el desarrollo de la  conciencia de la clase una importancia tan esencial par la lucha proletaria, milagrosamente devenida en un proceso homogéneo y automático de la clase? ¿No hay más necesidad de elementos que miren estas cosas más claramente desde una perspectiva más avanzada para trabajar juntos en la diseminación de sus análisis y perspectivas?. Claramente  la respuesta a ambas preguntas es no. Hasta el Spartacusbond reconoce esto: “No hay duda que aquellos que advierten esto (dentro de la necesidad de propagar sus experiencias en cada campo de la lucha. Pero apenas intenten iniciar un partido, una agrupación internacional, que se considere que vaya a ser  el líder de la clase, reincidirán en ideas y modelos organizativos del pasado” (Boletín N° 2, pág. 3).

Esta es claramente una contradicción. Sí aquellos que lo vislumbran van a querer, inevitablemente, organizar y propagar sus criterios, ¿estarán ellos haciendo una contribución positiva o no  a las luchas?. La respuesta parece ser que si ellos son simplemente un grupo aislado, ellos pueden decir lo que tengan que decir sin ningún miedo. Pero o si es que tratan de hacer su impacto más amplio y efectivo mediante la formación de una organización internacional, entonces de acuerdo al Spartacusbond ellos serán un obstáculo para la clase. Como grupos son ineficientes, aislados e indefinidos, el Spartacusbond está preparado a darles su sello de aprobación. Pero una vez que ellos tiendan hacia una coherencia política y organizativa, serán considerados nefastos. Nos permitimos entonces preguntar, por qué el spartacusbond existe?. ¿Para organizarse ellos con el fin de decir a otros que no lo hagan? ¿Un grupo anti-grupo?. Para el Spartacusbond una vez que un grupo trata de ejercer cualquier influencia   en favor de sus ideas, convertirá inevitablemente a sus  miembros en “líderes” (Esto es siguiendo el modelo Bolchevique). Si seguimos esta lógica nuestra única esperanza es autocondenarnos a la impotencia.

El Spartacusbond pretende reclamarse de la tradición comunista de los Consejos de Holanda. ¿Tenemos necesidad de recordarles que los comunistas de consejos con Gorter a la cabeza, trataron de formar una Cuarta Internacional en los años veinte?. ¿Significa esto que Gorter se convirtió en el discípulo holandés de Lenin? Un Bolchevique inconsciente?. Un esfuerzo similar fue el hecho por el grupo comunista de consejos holandés (después de la ruptura con Spartacusbond) en 1947. Este grupo animó  la iniciativa de los comunistas de consejos belgas que hicieron un llamado para una conferencia internacional y el grupo holandés participó activamente en esta conferencia de los diferentes grupos de la izquierda comunista, que se realizó en 1948. ¿No está allí la verdadera tradición de los comunistas de consejo, muy contraria a lo no participación y a la condenación por Spartacusbond de los reagrupamientos internacionales de hoy?.

Pero, sin embargo, el debate se hace más profundo: ¿Cuál es el papel de los revolucionarios?. Es simplemente “propagar  sus experiencias” actuales en tanto que individuos como se desprende de las frase citaba más arriba, o ¿es el de destilar la experiencia de todas las luchas de la clase obrera en la historia, de enriquecer las luchas del presente mediante las lecciones del pasado?. Para el Spartacusbond, el pasado es barrido por la escoba anti-leninista. La revolución  rusa fue simplemente una revolución burguesa y los Bolcheviques un partido capitalista de Estado “por esencia” desde sus  comienzos. Las  concepciones erróneas de los Bolcheviques fueron tomadas de elementos  de la Social Democracia. Por consiguiente, la II Internacional, por otro tanto, debe ser rechazada. Concluimos así con una mescolanza, con una aproximación incoherente, moralista de la historia. ¿Por qué entonces tomarse la molestia de analizar las luchas pasadas y las derrotas cuando es mucho más simple  desconocer su existencia?.

La revolución rusa, según Spartacusbond, fue una revolución burguesa. Pero en el “Oeste” (Europa Occidental) la revolución estaba al orden del día a causa de los cambios objetivos del sistema capitalista (el periodo de decadencia, el comienzo del ciclo  crisis-guerra-reconstrucción) y esto hizo  surgir los levantamientos revolucionarios en Alemania y en otras partes. El Spartacusbond comprende  que un nuevo periodo de lucha, de lucha revolucionaria, ha comenzado en esta época, porque el sostiene correctamente que los sindicatos han dejado de ser en esta época, las organizaciones adecuadas para la lucha de la clase obrera. Nos  encontramos entonces con la contradicción absurda de que el capitalismo está maduro para la revolución proletaria en “Europa Occidental”, pero no en Rusia, donde la burguesía como clase histórica es todavía capaz de avanzar hacia la revolución burguesa. El capitalismo deja de ser así un sistema que domina al mundo y deviene en una cuestión de regiones  geográficas: aquí la revolución proletaria está al orden del día, allá, la burguesía comienza su tarea. ¿Aquí, los obreros  intentan tomar el poder, mientras que allá, sus camaradas obreros combaten el “feudalismo” ruso?. ¡Y los obreros de Europa Occidental que están impulsando las luchas contra el orden burgués son, al mismo tiempo, tan poco conscientes que se unen a la tercera Internacional y toman la revolución “burguesa”en Rusia por la vanguardia de su propia revolución. Esta es una lógica completamente incoherente, una visión de Alicia en el país de las maravillas de la historia. O el programa  revolucionario socialista es una posibilidad mundial o él es simplemente una aventura utópica de la Europa Occidental. ¿Cómo Spartacusbond explica la existencia de consejos obreros, organización de la clase para el asalto revolucionario contra el orden capitalista, en el seno de una revolución “burguesa” en Rusia?. Los abandonaremos a las contorsiones teóricas de una argumentación ilógica. Pero la revolución rusa permanecerá como un libro cerrado para aquellos que estén obsesionados por la derrota, de tal suerte que ellos simplemente negarán todo carácter proletario de la experiencia rusa. Esto conduce inevitablemente al rechazo de toda raíz proletaria de la Tercera Internacional. La historia se transforma así en un enigma donde cada quien gira en círculos haciendo cosas incomprensibles. Para el Spartacusbond, toda lección del pasado es inútil, puesto que la más importante de la lucha de los obreros es “burguesa”; la historia proletaria se transforma así en un inmenso vacío.

Es comprensible que el Spartacusbond vea la contribución de los revolucionarios como simplemente la propagación de “sus experiencias” de manera inmediatista y sin dimensión histórica. Ellos tienen una dificultad deplorable para contactar con el pasado tal como el fue. En el artículo sobre el KAPD aparecido en Internationalism N° 5, Hembe cita la intervención de Jan Appel (Hempel) en el 3er. Congreso de la Tercera Internacional, para mostrar que el KAPD no era antipartido como lo fueron más tarde algunos comunistas de consejos. El KAPD se oponía a la toma del poder del Estado por el partido “en el nombre de la clase”. Pero no rechazaba al partido como contribución necesaria a la consciencia de clase.

“El proletariado necesita un partido fuertemente formado. Cada comunista debe ser individualmente un comunista irrecusable....y debe poder ser un dirigente en su medio. En sus relaciones, en las luchas donde el esté comprometido, él debe ser consistente y lo que le permite a él actuar así es  su programa. El actúa de acuerdo a las decisiones tomadas por los comunistas. Aquí reina la más estricta disciplina. Aquí nada puede ser cambiado a riesgo de ser excluido  o sancionado....” Jan Appel.

 “El Spartacusbond” quiere expresar su indignación acerca del hecho de que Internationalism está abusando del nombre de Jan Appel para intentar encadenar de nuevo a la clase obrera” (Boletín N° 2, pág. 5).

Antes que nada, Spartacusbond considera necesario probar que el KAPD es “su” tradición y que nuestra Corriente no tiene porque citarlo para fortalecer sus ideas. Ellos se han limitado a “dudar de la autenticidad de la cita”, lo que constituye una táctica pueril ya que ni el KAPD ni el mismo Jan Appel, en ese tiempo o después, han protestado porque estos discursos hayan sido falsificados. Los lectores pueden buscar referencias en el texto La  Izquierda Alemana (suplemento de Invariance N° 2 París 1974) para comprobar si Internationalism ha transcrito correctamente esta cita de las intervenciones del KAPD.

Pero Spartacusbond va más lejos: “El hecho es que él (Appel) dejó la Internacional comunista y después como miembro del KAPD retoma la lucha práctica y teórica de la clase obrera alemana” (Boletín N° 2 pág. 5). Esta frase implica que después  de formular  su discurso Appel se dio cuenta de su error y se unió al KAPD.  De hecho Appel en el momento del discurso hablaba como delegado del KAPD a la Internacional Comunista y expresaba las posiciones de su organización que, por otra parte en las luchas de la clase obrera alemana: el tomó parte en ellas desde la primera guerra mundial en adelante. El es todavía activo en el movimiento revolucionario, participa en nuestra conferencia internacional y ha aportado contribuciones valiosas a nuestra organización. Difícilmente hubiéramos sacado esta cuestión a la luz,  de no ser por el hecho de que Spartacusbond quiso manifestar ruidosamente su “indignación”  y acusarnos públicamente de falsificación. Esta es ciertamente una acusación que puede ser devuelta contra los acusadores. Dejando a un lado las polémicas, es claro que aquellos para quienes la visión histórica está limitada a una obsesión con el partido leninista, tienen dificultades par comprender  el contenido de las lecciones del pasado.

Pero ¿qué le da a Spartacusbond el derecho de acusar a nuestra Corriente de querer “encadenar nuevamente a la clase obrera”?. Además de los principios a los que hemos hecho alusión, el Spartacusbond nos reprocha el hecho de que tratemos de comprender las contribuciones positivas de los Bolcheviques. Nuestra Corriente, en  efecto, ha sostenido que las posiciones claras e inequívocas de los Bolcheviques contra la Primera Guerra imperialista mundial fueron un fuerte llamado a la clase  obrera y cohesionó a la izquierda internacional que mantenía una posición internacionalista en la época. Las posiciones del Partido Bolchevique sobre esta cuestión y sobre la necesidad de romper con la Segunda Internacional influenciaron profundamente el movimiento de la izquierda comunista alemana entre otros. La posición Bolchevique contra todo compromiso con el gobierno democrático burgués de Kerensky y el llamado de “todo el poder a los soviets” constituyen contribuciones positivas, a la práctica revolucionaria. Aunque no es nuestro propósito profundizar sobre la experiencia rusa en este artículo, queremos sin embargo puntualizar que estas posiciones merecen la atención y el estudio de los revolucionarios y no pueden ser simplemente  eliminadas por la idea de Spartacusbond de la “esencia” del Bolchevismo o pretendiendo que todo esto era una maniobra maquiavélica para hundir a los obreros.

Tomar en cuenta la contribución positiva de los Bolcheviques sobre estas cuestiones, no puede de ninguna manera ser interpretado como una apología de la posición Bolchevique sobre el partido o sobre otros aspectos de la lucha de clases. Si los Bordiguistas hacen la apología de cualquier frase o palabra de Lenin, el Spartacusbond hace todo lo contrario y condena todo lo que los Bolcheviques hayan podido decir. Desgraciadamente para el Spartacusbond la historia proletaria no puede ser reducida a las simplificaciones de “todo es bueno o todo es malo”.

Estamos enteramente de acuerdo con Spartacusbond en que los consejos obreros son el instrumento esencial del poder proletario, las organizaciones unitarias de la clase, y de la democracia proletaria para la lucha revolucionaria y la venida del socialismo. Estamos de acuerdo igualmente en que la existencia de partidos es un vestigio de una sociedad dividida en clases. Desafortunadamente, el hecho de que el proletariado sea una clase explotada significa que el poder  de las “ideas dominantes”, la ideología burguesa, retarda y bloquea el desarrollo homogéneo y simultaneo de la consciencia de clase en el proletariado. Por consiguiente, es inevitable y necesario que aquellos que pueden ver las raíces de la lucha más claramente se organicen y  traten de propagar esas ideas en la clase. Este objetivo no puede ser alcanzado en tanto que individuos aislados e ineficaces o de grupos locales, así como tampoco a través de actividades limitadas, a decir a los obreros “formen consejos obreros” o reducirse a la idea ridícula de decir a los otros revolucionarios “no os organicéis”.

La clase obrera tampoco necesita de los revolucionarios para que la empujen a formar consejos obreros. En los períodos revolucionarios los obreros han formado sus consejos obreros sin que se les haya tenido que indicar los pasos a seguir para realizar esta operación. En el pasado, cuando la clase obrera estaba inexperimentada, los revolucionarios jugaron un papel importante al alentar la formación de las organizaciones de lucha económica, los sindicatos. Hoy  en día, el período es diferente y la formación de los consejos obreros no es ya el resultado directo de la agitación revolucionaria, sino un movimiento relativamente espontáneo de la clase en respuesta a las condiciones objetivas.

La tarea de la organización revolucionaria es más bien una cuestión de clarificación de las perspectivas por la lucha, de definición de los objetivos y de denuncia clara y contundente de los peligros de las luchas corporativas y parciales.

No hay oposición entre los consejos obreros y el partido, entre el todo y una de sus partes. Cada uno tiene un papel que jugar en la vida de la clase.

El rechazo por el Spartacusbond del papel de una organización revolucionaria internacional, sin hablar ya de un partido, no es una continuación de las ideas centrales del KAPD; refleja las ideas de la fracción Ruhle que salió de KAPD, y estas ideas fueron parcialmente desarrolladas en los años 30 durante el período de derrota y de desmoralización. A pesar de las numerosas contribuciones del comunismo de los consejos para reforzar la idea de la importancia  de los consejos obreros, las teorías de algunas de sus tendencias y particularmente Spartacusbond permanecen inacabadas y parciales. Ellos permanecen prisioneros de la dinámica leninista, aunque ellos han tomado simplemente la contrapartida: en lugar de decir “el partido es todo”, ellos dicen “el partido no es nada”.

“Sin embargo, no hay objeción al estudio y a la cooperación internacional de los grupos que pretendan estimular la lucha autónoma de los obreros. Pero esos grupos no pueden crear un nuevo movimiento internacional de la clase obrera”  (Boletín N° 2, pág. 4).

Esto significa que durante el tiempo que los grupos revolucionarios “estudian” y “cooperan”, están formando parte de la clase. Pero que tan pronto como ellos quieran llevar la “cooperación” de los grupos locales o nacionales al nivel de una organización internacional, con posiciones de principio, teniendo una función activa en la clase, dejan de formar parte de esta última y Spartacusbond condena entonces sus esfuerzos. Cada país por sí mismo, cada grupo por sí mismo – y por encima de todo, no unirse internacionalmente por que el reagrupamiento los convertirá en “líderes” y “leninistas”. Aparentemente no sólo el poder corrompe, sino que también la organización. Esta incoherencia fundamental es teóricamente insostenible. Pero más fundamentalmente, la influencia de este miedo y de esta resistencia al reagrupamiento debilita al movimiento obrero y detiene los esfuerzos de la nueva generación de revolucionarios por crear las respuestas organizativas a las necesidades de la nueva situación revolucionaria de hoy.

 J.A.     

Series: 

  • La Izquierda Germano-Holandesa [4]

Corrientes políticas y referencias: 

  • Consejismo [5]

Los epígonos del consejismo (II) - El consejismo viene en ayuda del tercermundismo

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Los consejistas de hoy  en día como aquellos de los grupos holandeses, Spartacusbond y Daad en Gedachte, se distinguen  sobre todo por su confusión Menchevique, que llega a cumbres patéticas cuando la cuestión de la revolución Rusa es planteada.

Los comunistas de consejos que en los años 30 militaron en la lucha de clarificación en contra de la contrarrevolución, y que escribieron para correspondencia internacional de Consejos y otras publicaciones comunistas, eran sin lugar a dudas bolcheviques. Sus tradiciones eran enteramente proletarias. En la desmoralización y confusión causadas por la derrota de la Revolución Mundial, ellos trataron de entender las  razones del reflujo dentro de un marco proletario aunque defiendan algunas concepciones erróneas. Confrontados con la declinación de la revolución proletaria ellos también comenzaron a declinar. Que diferente fue cuando ellos formaban un todo con la revolución proletaria en el levantamiento, cuando entusiastamente se zambullían en la, al parecer, ola irresistible de lucha clasista marcando el período de 1917 al 1923. El Menchevismo nunca pasó esas tesis de eventos: atacó a la revolución proletaria desde sus comienzos hasta el fin.

 LA “REVOLUCION  BURGUESA” UNA CAJA DE UVAS AGRIAS

 Tal como el zorro que en la fábula se alejó de las uvas inalcanzables murmurando que después de todo debían de estar agrias, los “consejistas” de hoy tratan a la revolución de octubre como una revolución burguesa. Como hemos dicho anteriormente,  los comunistas de izquierda alemanes y holandeses que comenzaron a exponer una teoría de la “Revolución Burguesa” en los años 30 para poder explicar la contrarrevolución rusa, fueron una corriente comunista auténtica. Esto fue pese a sus tentativas, pero erróneas, aseveraciones dadas como razones para la recaída de la revolución Rusa. Los consejistas de hoy, así y todo no  constituyen una tal corriente revolucionaria. Ellos no son más que su descolorido y empobrecido residuo, compartiendo (y contribuyendo más a la confusión) a todos los posteriores defectos  de los comunistas de izquierda alemanes y holandeses, pero es más decido el hecho de que ellos no comparten nada del ardor original, o creatividad y coherencia que distinguían a la izquierda alemana y a la holandesa: en suma, ninguna de sus virtudes. Los revolucionarios del KAPD, y los de otros grupos que se identificaban  con su posición, comenzaron como militantes comunistas quienes apoyaron sin reservas la revolución de Octubre, porque se dieron cuenta que era el momento correcto para desplegar la revolución mundial. Lo  que ellos dijeron después cuando la ola revolucionaria mundial estaba retrocediendo, es otro asunto. En la desmoralización y retirada, las minorías comunistas se hacen inevitablemente más confusas y cometen errores, especialmente cuando toda la clase ha sufrido derrotas. Pero aclaremos esto: Spartacusbond, Daad en Gedachte y compañía tomaron de entre los restos de toda la confusión y desmoralización de lo que una vez  fue una autentica fracción revolucionaria. En esto radica toda la diferencia.

Un examen a algunas declaraciones hechas por Spartacusbond demuestra notoriamente su completa regresión de cualquier posición revolucionaria.

“La tercera internacional, siendo promovida por una estructura económica y políticamente  atrasada-  en la realidad burguesa- (si) de la Rusia revolucionaria era una estructura organizativa del pasado, al menos para Europa Occidental”. (Boletín del Spartacusbond, N° 2, pág. 3). Y:

La declinación de la revolución “fue el resultado de la estructura de _Rusia y del socialismo de estado que existía en el bolchevismo desde el comienzo y lo que solamente podía resultar en un capitalismo estatal” (Ibid.,pág. 3).

Cajo Brendel, un  “consejista” colaborador de Daad en Gedachte, también cree que la revolución de Octubre fue  “burguesa”:

“Por algún tiempo la revolución  (burguesa) Rusa parece que tuvo una gran influencia para desarrollos burgueses similares en Asia y Africa”. (Cajo Brendel, Tesis  sobre la Revolución China, panfleto de Solidarity N° 46, Londres 1974, pág. 3).

Observando la repugnante adulteración creciente del marxismo y de las necesidades de la revolución mundial perpetuada por Moscú y el Comintern, los   comunistas de izquierda alemanes y holandeses de los años 20 reaccionaron en muchas formas confusas. Algunos como Gorter y Pannekoek, comenzaron a decir que lo que había sucedido en Rusia era algo “inevitable” debiéndose al retroceso económico ruso; Otto Ruhle y muchos otros abiertamente mantuvieron que Rusia había tenido una revolución “Burguesa”. Hasta el Materialismo y Empirio-Criticismo de Lenin, en la opinión de Pannekoek, filosóficamente era un producto del nivel económico del escaso desarrollo burgués en Rusia, y así el Bolchevismo era cada vez más visto como un tipo especial de “híbrido” del  movimiento burgués jacobino, “forzado” por la historia a establecer un capitalismo estatal en Rusia. Siguiendo este tren de pensamiento pero añadiéndole sus propios aderezos filisteos, Brendel llama a los bolcheviques “idealistas políticos” (Ibid., pág. 2) sentenciados a ser “repentina y horriblemente” despertados a la realidad del capitalismo estatal. Paul Mattick, que se convirtió en otra voz “consejista”, puso en claro una idea similar: para los bolcheviques “estar en el poder bajo las condiciones actuales significó aceptar el papel histórico de la burguesía pero con instituciones sociales diferentes  y una ideología diferente”. (Paul Mattick, “Control Obrero” en La Nueva Izquierda, Boston, 1970, pág... 388). De acuerdo con Mattick la necesidad objetiva de la revolución Burguesa co-existió en la ola revolucionaria proletaria (desencadenada por la primer Guerra Mundial) que él califica de “débil”. Así . todo lo que sucedió en Rusia fue inevitable a causa de su retraso económico, de la ideología capitalista estatal bolchevique y de la  debilidad del proletariado mundial. Bajo la superficie de estas expresiones podría tal vez encontrarse algo profundo como: “Es malo todo lo que termina mal”.

 EL MENCHEVISMO RESUCITADO.

Defendiendo la Revolución Rusa contra el Menchevismo y los renegados como Kausky, Luxemburgo y los comunistas de Occidente que apoyaron el régimen Bolchevique sostuvieron que en 1914 el capitalismo entró en su muy esperado período de decadencia. De ahí que la revolución Rusa fue un eslabón en la creciente cadena de revoluciones proletarias. La guerra imperialistas había dado un golpe mortal al ascendente período de desarrollo capitalista. De ahí en adelante el programa comunista máximo, estaba en la agenda inmediata de la humanidad. La clase obrera estaba enfrentando la alternativa de socialismo o barbarie en ese momento. La espiral del ciclo guerra-reconstrucción–crísis-guerra, apareció en la historia con todos sus efectos mortales significando que nuestra época es también la época de la revolución mundial.

Hablar de “revoluciones burguesas” bajo tales condiciones, o acerca de “necesarios escenarios capitalistas” previos a la revolución proletaria cuando el capitalismo mundial daba señas agónicas de decadencia fue realmente la cima del cretinismo Kautskista. Kautsky y los Mencheviques se opusieron a la Revolución de Octubre por el hecho de que el desarrollo económico ruso estaba muy atrasado, permitiendo solamente la creación de una república burguesa. “Teóricamente esta doctrina... siguiendo el descubrimiento original “marxista” de que una revolución socialista es un asunto nacional y, por así decirlo, doméstico en cada país moderno, tomado por sí mismo”, dijo Rosa Luxemburgo (La Revolución Rusa, en  Los Discursos de Rosa Luxemburgo, Nueva York, 1970, pág.  368). Pero los marxistas de su época entendieron que el desarrollo burgués era imposible dentro de los límites de la sociedad burguesa. Esto se aplica a todos los países, desde Rusia a Paraguay. Las conexiones mundiales del capital, que convierte a todos los países en un solo organismo integrado, el mercado mundial, no da lugar a las teorías de “excepcionalismo” tan defendido por lo izquierdistas de todo tipo y convicción. Ya en  1905-6, Parvus y Trotsky habían comenzado a comprender esta realidad, después de la experiencia de la Revolución Rusa de 1905. Lenin y Luxemburgo adoptaron este punto de vista firmemente en 1917, y comprendieron que el proletariado ruso podía solamente tomar el poder como un preludio a la revolución socialista mundial. No era que los trabajadores rusos tenían que tomar el poder par completar la “revolución burguesa” aunque sea de pasada, pero sí,  que la crisis del capitalismo mundial permitía solamente una ininterrumpida e inmediata lucha hacia el socialismo.

 Los argumentos de Kausky, Plekhanov, Martov y todos los doctrinarios del capitalismo nacional, fueron completamente refutados en la ola revolucionaria de 1917 a 1923. El hecho de que esta ola fue finalmente destruida no altera de ningún modo la conclusión . Si los fracasos de la revolución proletaria en el período de decadencia son siempre a causa del “retroceso económico”, entonces no hay esperanza par el comunismo. La decadencia capitalista significa precisamente que las fuerzas productivas eran cada vez más constreñidas y apretujadas por las propias relaciones capitalistas de producción. En otras palabras, el capitalismo en decadencia podrá solamente detener  y limitar el desarrollo de las capacidades productivas de la humanidad; podrá solamente mantener el retardo económico como un todo.

Las razones para la derrota de la oleada revolucionaria de 1917-23 son muy complejas para discutirlas aquí. Es suficiente hacer notar que las respuestas verbosas de los Mencheviques acerca del “atraso” de Rusia solamente confunden la cuestión. Las raíces de la derrota proletaria durante la época de la revolución, se hallan principalmente al nivel de la consciencia proletaria, lo que ayuda a explicar factores subjetivos como el apego a viejas tradiciones e insuficiente claridad en lo que respecta al programa comunista, factores que tal vez en un momento dado paralicen la clase como un todo y permitan al capitalismo recobrar la iniciativa. Los aspectos  subjetivos de la clase asumen así un aspecto socio-material que puede en ciertos momentos, convertirse en obstáculo objetivo. Pero el determinismo mecánico de los Kauskistas no tiene nada que decir acerca de este proceso que es parecido a un proceso “orgánico” más que a un proceso matemático. Era por lo tanto una regresión teorética para aquellos comunistas de izquierda, que fueron más tarde llamados comunistas de “consejos”,  para revivir los argumentos Mencheviques de la inevitable naturaleza “Burguesa” de la Revolución Rusa. Haciendo esto, estos militantes se fueron en contra hasta de su propio pasado,  y en contra de una de las más grandes experiencias obreras. Sí, fue cierto que la Revolución Rusa fue ahogada en sangre por la contrarrevolución mundial expresándose a través  del “estado obrero” en Rusia. Y fue más doloroso aún ver a los bolcheviques asumir el mando, la tarea de capataz, en esta degeneración. Pero esto no niega la naturaleza proletaria de Octubre, cuya derrota significa una monstruosa debacle de la clase mundial trabajadora.

Solamente la estupidez puede entonces orgullosamente elevar su diminuta frente y encontrar una “revolución  burguesa” en medio de la carnicería. Si las “revoluciones burguesas” emanaran de los huesos y sangre de millones de derrotados  proletarios con conciencia de clase o enfocándolo de una manera diferente,  si las  “revoluciones burguesas” emanaran de los huesos y sangre de millones de derrotados proletarios con conciencia de clase o enfocándolo de una manera diferente, si las “revoluciones  burguesas” son lo que los trabajadores pueden simplemente llamar contrarrevoluciones, entonces  sin lugar a dudas personas como Noske, Scheidemann, Stalin, Mao, Ho, Castro y muchos otros, son “revolucionarios burgueses”. Pero sólo la insolencia y lo obtuso puede honestamente comparar a Cronwell, Robespierre, Saint-Just, Garibaldi, Marat, o William Blake, con esos abortos sangrientos del capitalismo decadente. Escritores como Brendel se sobrepasan en insolencia. Sus profundas declaraciones concernientes a la historia de la revolución proletaria contrastan sorprendentemente con la trivialidad de expresiones como: “La Revolución China tuvo esencialmente (no en detalles) el mismo carácter que la Revolución Rusa en 1917. Pueden haber diferencias entre Moscú y Pekín, pero tanto China como Rusia están en camino hacia el capitalismo estatal. Tal como Moscú,  Pekín persigue una política exterior que tiene poco que hacer con la revolución fuera de Asia (ni siquiera “revolución” de clase media). (Brendel, op. cit. Pág. 2)”.

 De este modo las revoluciones son lo mismo que las contrarrevoluciones, Lenin y Trotsky son lo mismo que Mao y Chou En-Lai. El aspecto más reaccionario de esta salsa “revolucionaria” es que implícitamente denigra y amortaja en extrema confusión los momentos vitales y complejos del movimiento obrero. Brendel, el abogado eterno del eterno desarrollo capitalista, piensa que es capaz de juzgar lo que el paternalísticamente llama “idealistas políticos”. A los Bolcheviques el los compara con Mao, el heredero de Stalin  y autodesignado semi-dios de 800 millones de seres humanos. Con un  rápido lavado de manos nuestro Poncio Pilatos niega cualquier responsabilidad histórica por el curso de la Revolución Rusa.  Todo lo que tenía que ser fue, pero “No fue la inmadurez rusa lo que fue probado en los eventos de la guerra y en la Revolución Rusa”, afirmó Luxemburgo, “pero sí, la  inmadurez del proletariado alemán para el logro de su tareas históricas”. Brendel, por su puesto no vislumbró nada de esto. En sus pensamientos tortuosos, él también, como Kausky y los Mencheviques tropezó y cayó dentro de la letrina que el movimiento obrero había colocado a un lado para aquellos siempre “inmaduros” para entender la revolución comunista.

PAPELES EN BUSCA DE ACTORES

 Brendel habla fácilmente acerca del acaecimiento de toda clase de revoluciones -clase media, capitalista estatal, burguesa y hasta campesina. A todo se hace mención, excepto a la revolución proletaria, que se mantiene en él como un libro cerrado con siete sellos. De acuerdo con él, la revolución burguesa es  inevitable en áreas atrasadas y el drama sigue en una búsqueda desesperada por actores que la lleven acabo. Así: “Ni en Rusia ni en China podía triunfar el capitalismo excepto en su forma bolchevique”. (Ibid., pág. 11). Pero en ninguna otra parte su concepción Menchevique se muestra más abiertamente que aquí:

“Tanto en Rusia como en China las revoluciones tuvieron que resolver las mismas tareas políticas y económicas. Ellos tuvieron que destruir el feudalismo y liberar las fuerzas productivas  de la agricultura, de las cadenas en las cuales las relaciones existentes las limitaban. Ellos tuvieron que destruir el absolutismo y remplazarlo por una maquina estatal que facilitara soluciones a los problemas  económicos  existentes. Los problemas económicos y políticos fueron aquellos de una revolución burguesa,  esto es, de una revolución que iba a hacer del capitalismo el modo dominante de producción”. (Ibid., pág. 10).

 El mensaje es claro: el proletariado “tuvo” que ser fragmentado en diferentes unidades nacionales, que en su turno tuvieron excepcionales sendas de desarrollo que estaban  separadas de la del mercado mundial y de la economía mundial. Cada capital nacional es autártico y la acumulación puede proceder muy bien  desde un confín puramente capitalista. Los únicos límites para una sana acumulación serían las sorpresivas revueltas de los “alteradores del orden” (a lo cardan/Solidaarity) o una eventual “caída de la tasa de ganancias” (a lo Grossman/Mattick).  Lo importante aquí es la concepción que tiene Brendel de la revolución proletaria: una concepción burguesa, nacionalmente fragmentada, localista. Pero entonces ¿cómo puede el proletariado mundial afirmarse como una clase unificada? ¿Cómo puede ser esto posible si cada proletariado hace frente a una condición nacional fundamentalmente diferente? ¿Qué unificará materialmente la lucha de clase ascendente para el socialismo mundial? Brendel y los otros escritores del “consejismo” hacen silencio en este punto guardando todas sus energías, presumiblemente, para resaltar  encantamientos acerca de consejos obreros o “auto-gestión obrera”.

Brendel, mismo, está exento de cualquier cuidado concerniente a estas preguntas. Por ejemplo, las luchas de los obreros chinos de acuerdo a él fueron derrotadas: no porque estas luchas se encontraban a la merced de la contrarrevolución mundial (ya triunfante en Rusia, Alemania, Bulgaria, Italia, etc.), sino por la “insignificancia” obrera en números! Pero nosotros debemos permitir a Brendel delinear su propio curso de pensamiento: “Ha sido clamado por algunos que estos  levantamientos fueron intentos del proletariado chino para influenciar eventos en una dirección revolucionaria. Este no podía haber sido el caso. Veintidós años después de las masacres en estas dos ciudades, el Ministerio Chino de Asuntos Sociales anunció que en China habían catorce ciudades industriales en una población de entre 400 a 500 millones de habitantes. Los obreros industriales componían menos del 0,25% de la población. En 1927 estas cifras deben haber sido todavía más bajas.”

“Con el proletariado insignificante como clase en 1949, parecía inverosímil (sic) que ellos pudieran embarcarse en una actividad de clase revolucionaria veintidós años antes. El levantamiento de Shangai en marzo de 1927 fue  sostener  la expedición norteña de Chiang Kai-Shek. Los obreros sólo jugaron un papel insignificante en él  aunque Shangai era la ciudad más industrializada de China, donde un tercio del proletariado chino vivía. El levantamiento fue ”democratico-radical” antes que proletario en naturaleza y fue sangrientamente reprimido por Chiang Kai-Sshek porque él detestaba el jacobinismo y no porque él temiera al proletariado. La así  llamada  “Comuna de Cantón” no fue  más que una aventura provocada por los Bolcheviques chinos en un intento de lograr lo que ellos no habían podido obtener en Wu Han.”

“El levantamiento de Cantón en 1927 no tuvo perspectiva política y expresó una resistencia proletaria no más que el KTT (Partido Comunista Chino) expresó aspiraciones proletarias. Borodin, consejero del gobierno ruso, dijo que él había vendido a China para pelear por una idea: fue por ideas políticas similares que KTT sacrificó a los obreros de Cantón. Estos trabajadores nunca desafiaron seriamente a Chiang Kai-Shek  y a la derecha del KTT; el único serio, sistemático y sostenido desafío vino del campesinado”. (Ibid., pág. 15).

 La acusación de que los obreros chinos nunca “desafiaron seriamente “ al capital chino es una completa malinterpretación. Cualquier acción propia del proletariado desafía al capitalismo aunque desde los primeros momentos los obreros no estén conscientes de sus  propias metas finales y fuerza potencial. Pero el capital  si lo presiente, y esa es la razón por la cual Shiang, Stalin, Bukharin y Borodin ayudaron a estrangular el movimiento revolucionario chino. Pero, ¿qué criterio usó Brendel par hacer esta aseveración sin sentido, esta aserción de un “no-existente” desafío proletario?. ¿Alguna vez el Soviet de Petrogrado de febrero de 1917, controlado por Mencheviques y liberales, “desafió” al capital ruso? La respuesta de Brendel sería “no”. En hechos, para él los obreros nunca deben pensar en desafiar al capitalismo ya que todo lo que ellos están limitados a obtener  es capitalismo estatal, “jacobinismo”, etc. Los trabajadores chinos en Shangai, Hankow y Cantón, por supuesto se sublevaron por medio de los miles de comités de huelga creados y destacamentos armados que por su propia naturaleza hubieran tenido que confrontar no solamente a Chiang sino también al partido comunista chino, si la clase quería sobrevivir políticamente y conectarse con la lucha de clase mundial. Pero como no había ya una revolución mundial a la cual conectarse no se abrió ninguna perspectiva para la sublevación del proletariado chino. El movimiento proletario fue definitivamente estrangulado por la reacción política mundial en 1927, y no por su falta “numérica” de fuerza. El peso del proletariado en la economía y  su carácter de clase internacional es, con su conciencia, la única base real par su lucha. Las difamaciones de Brendel en contra del proletariado tienen sin embargo, un más ominoso tinte. Él está en contra de las “aventuras” pero solo mientras sean proletarias. Cuando el habla acerca del campesinado se muestran sus verdaderos colores. Así que fueron los campesinos los que presentaron...” el único desafío serio, sistemático y sustancial...” al KTT.  Ninguna aventura aquí por favor

La lógica de suposición fluye, casi majestuosamente: “Después  de los veinte años de tentativa  de ataque, las masas campesinas descubrieron al fin como unificarse en una fuerza revolucionaria. No fue la clase obrera que era muy débil todavía, la causante de la caída de Chiang Kai-Sshek sino las masas campesinas organizadas dentro de una democracia primitiva en guerrillas armadas. Esto demuestra otra diferencia fundamental entre Rusia y China y sus revoluciones.  En Rusia fue donde los obreros estuvieron a la cabeza de los eventos en Petrogrado, Moscú, Kronstadt y la revolución  progresó desde las ciudades hacia los campos. No así en China donde el caso fue lo opuesto. La revolución avanzó desde las áreas rurales a las urbanas”. (Ibid., pág. 16).

No se trata ya de la revolución proletaria luchando contra el capitalismo; no, ahora es una cuestión de “revoluciones” en abstracto, de dramas en busca de autores y actores. La idea de que los campesinos estuvieron organizados en una “democracia primitiva” en guerrillas armadas no es más que una apología cínicamaoista, típica de escritores como Edgar Snow.

 “En China, tal como en Rusia, no fue el partido el que enseñó el camino a los campesinos – fueron los campesinos quienes le mostraron el camino al partido”.. (Ibid., pág. 17).

La lógica de esta posición está clara, aunque no está deletreada así  por el poco  ingenio de Brendel:  si las masas campesinas le enseñaron el camino a la burocracia, entonces se entiende que la burocracia  puede ser controlada desde abajo. Siendo así los comunistas deberían apoyar esa burocracia en contra de otras fracciones capitalistas que no permiten dicho control (esto es, de Chiang). El movimiento marxista del siglo 19 en el período ascendente del capitalismo no reparó en hacer esto cuando apoyó luchas genuinas de liberación nacional: tuvo que apoyar los embates de los demócratas pequeños burgueses o avanzadas fracciones capitalistas en sus luchas contra grupos reaccionarios o absolutistas. La jerizonga ética de Brendel y compañía, en todo caso no permite tales implicaciones. La verdad es que el campesinado chino fue movilizado por el partido comunista de Mao durante y después de la guerra anti-japonesa como carne de cañón para el embutido imperialista. Durante  la segunda guerra mundial el PC de Mao fue simplemente aliado de la facción democrática imperialista en lucha contra el fascismo imperialista. Brendel no es de la clase que se hubiera opuesto a ese tipo de guerra. En china el hubiera estado de parte de las “guerrillas armadas democráticas de los campesinos”. (sic!). En otras palabras, el hubiera estado con los aliados, como lo hicieron todos los liberales y Stalinistas. Nuestro  Poncio ha dado a entender en todo caso, que a él no le gustan las cosas dichas de esta forma; directo en la cara. Pero las tradiciones del movimiento obrero lo demandan, porque esta es la única forma en que el proletariado puede afirmar su programa revolucionario contra los escribas confusos y abiertamente reaccionarios.

 Así de este modo, hemos visto como el Menchevismo (el viejo y el nuevo estilo) inevitablemente lleva a la capitulación a diferentes facciones capitalistas. No hay nada neutral en la lucha de clases, y aquellos filisteos que advierten que “no  todo es blanco o negro, el gris también existe”, ignoran el hecho de que para poder apreciar las gradaciones en el color, uno primero debe determinar qué es blanco y qué es negro. Otra expresión de esta confusión reaccionaria aparece en el siguiente extracto tomado de un panfleto publicado por Solidarity, un grupo que ha sido influenciado por el “consejismo” en su forma degenerada:

 “Solo porque la organización frontal comunista, es a veces forzada a la lucha, aunque sea solo por “representarse” así misma como “líder” de esa lucha, el revolucionario no debe desertar de esa lucha. Hacer esto es desdeñar, en una lucha los términos que fueron determinado por una clase. Desdeñar equivale  sostener que los términos de la clase han sido decididos   por el “partido” y no la “clase”. Tal decisión en estas circunstancias sería totalmente reaccionaria”. (Bob Potter, Vietnam: ¿La Victoria de Quién? Panfleto de Solidarity 43 Londres, 1973, pág. 29).

Por lo tanto, para el sofista Potter, la “clase determina” los términos de la lucha. De este modo los guerrilleros de Tito, el Octavo Regimiento inglés, los Rangers Norteamericanos en el Día-D, podrían ser llamados expresiones de la clase” “determinado” su lucha “antifascista” en1930-45, tal como la “clase” supuestamente “determino” la lucha contra Thieu y el imperialismo yanky. La apología es otra vez un truco Stalinista barato. En efecto, significa la completa degeneración de esas ideas, que bajo la pretensión de apoyar a la clase “de abajo” se va a capitular ante las facciones capitalistas que están retratadas como expresiones, aunque distorsionadas de la clase obrera.

En su introducción  de 1970 para la Tesis de Brendel, los cardanistas de Solidarity de Aberdeen mostraron exactamente la total subordinación del “consejismo” actual a la ideología izquierdista del tercermundismo.

 “A pesar de todo, las luchas de la gente de las colonias hicieron una contribución al movimiento revolucionario. Que poblaciones campesinas pobremente armadas podían resistir las enormes fuerzas del imperialismo moderno, destrozó el mito del invencible poder militar tecnológico-científico del Occidente. La lucha también reveló a millones de personas la brutalidad y racismo el capitalismo y guió a muchos, especialmente jóvenes y estudiantes, a luchar en contra de sus propios regímenes. Pero la resistencia de la gente de las colonias contra el imperialismo sin embargo, no implica para esta o aquella organización comprometida en la lucha”. (Panfleto de Solidarity de Aberdeen 2, pág. III).

 La última frase es falaz dado que la precede y en cualquier caso es meramente añadida para apaciguar algunas malas consciencias.

Estas concepciones son un resultado inevitable de los años de esterilidad y confusión que finalmente destruyó el movimiento consejista. El Menchevismo también fue resucitado por el consejismo (y los Bordiguistas que hablan acerca de la “revolución colonial” fervientemente unidos en esta particular asociación).

De acuerdo a la leyenda bíblica, Jesús resucitó a Lázaro, y si toda la evidencia es verdadera, parece que nadie le criticó la hazaña. El caso hubiera sido diferente si Jesús hubiera en cambio elegido resucitar a Herodes, Jerjes ó cualquier déspota  Sumerio sediento de sangre. Esta clase de “salvador” rápidamente se hubiera ganado un justificable desprecio por parte de sus contemporáneos. La hazaña de Spartacusbond, Dada en Gedachte, etc., en resucitar el Menchevismo por dos veces no es menos ofensivo para el movimiento obrero

 Nodens

Series: 

  • La Izquierda Germano-Holandesa [4]

Corrientes políticas y referencias: 

  • Consejismo [5]

Revolución y contrarrevolución en Italia (I)

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Una tesis concebida a escala nacional, estudia la situación de la Italia contemporánea “in vitro”, según la diferencia de nivel, la desigualdad de desarrollo  entre el Norte industrial y el “Mezzogiorno” que se caracteriza por una agricultura fundada sobre un sistema de pertenencias y latifundios, región en donde a principios de este siglo, el promedio de las ganancias era un 50% más bajo que el de las provincias del Norte. Es ésta la tesis del alumno de B. Croce, del intervencionista de 1914, del revisionista que decreta que Octubre no comprobó el análisis de Marx, A Gramsci, de quien hereda la  “nueva izquierda” y a quien ésta intenta presentar como el teórico más original del marxismo en el mundo no ruso.

Una tesis concebida a escala nacional, estudia la situación de la Italia contemporánea “in vitro”, según la diferencia de nivel, la desigualdad de desarrollo  entre el Norte industrial y el “Mezzogiorno” que se caracteriza por una agricultura fundada sobre un sistema de pertenencias y latifundios, región en donde a principios de este siglo, el promedio de las ganancias era un 50% más bajo que el de las provincias del Norte. Es ésta la tesis del alumno de B. Croce, del intervencionista de 1914, del revisionista que decreta que Octubre no comprobó el análisis de Marx, A Gramsci, de quien hereda la  “nueva izquierda” y a quien ésta intenta presentar como el teórico más original del marxismo en el mundo no ruso.

Sobre este tema, el marxismo no puede ser más claro: si las tierras del sur, presas de un sistema semi-feudal, constituyen uno de los principales centros de emigración, mientras que la reserva de riquezas del llano aluvial del Po es objeto de grandes cuidados por parte del capitalismo, esto se debe fundamentalmente a las condiciones del mercado mundial y a la consecuente división internacional del trabajo. Ilustrado esta visión diremos que esta emigración que despuebla las provincias meridionales correspondió a la crisis mundial y a la gran depresión agrícola del final de siglo. La adopción  del proteccionismo fue el acto de nacimiento del capital italiano, favoreciendo a los agrarios del  llano del Po y asegurándole sus rentas a los terratenientes ausentes. El descubrimiento de azufre en Lousiana representó la ruina de Sicilia que, durante  largo tiempo fue la única extractora.

El capitalismo italiano surge “post festum” en una situación en que las potencias ya se  han prácticamente compartido todo el mundo. A este capitalismo despojado de derecho de primogenitura le van a corresponder las partes del mundo que no les interesaba a las grandes potencias, no porque éstas fueran filántropos, sino que consideraron los fuertes gastos que le hubieran costado a las metrópolis colonizadoras. Pero Italia seguirá  reivindicando incansablemente nuevos dominios de expansión para elevarse al nivel de las otras potencias. En una situación  coyuntural desfavorable al imperialismo italiano se verá crecer la semilla de un nacionalismo que define a Italia como” la gran proletaria de las Naciones”, sobre ese camino, Mao tuvo predecesores en las personas de Crispi, Corradini o Mussolini, el otro piloto que con el lenguaje de Dante se llamó “Duce”.

En la época de rivalidades imperialistas crecientes, Italia puso en marcha su economía de guerra con la esperanza de utilizarla luego par su propia política de conquista territorial. Se preparaba así a conquistar una parte de las zonas en disputa donde hubiera podido encontrar las principales fuentes de materias primas que tanta falta le hacían a la economía metropolitana. Y es que los trabajadores italianos al contrario de sus hermanos de clase ingleses, belgas, franceses u holandeses no participaron de ninguna manera en los repartos de los botines imperialistas.

El desarrollo de ciertas industrias, particularmente de la siderúrgica, de la química, de la aeronáutica, de las construcciones navales, marca su progresión de éxitos que impresionaron  hasta a los más incrédulos expertos de la metrópolis capitalistas. El esfuerzo de guerra italiano, que aumenta la red ferroviaria de 8.200 Km. en 1881 a 17.038 en 1905, todos los ingenieros, financieros, escritores y políticos que visitaron la península en esta época lo saludan unánimemente. Debiéndole mucho en cuanto a su desarrollo a la afluencia de capitales franceses invertidos masivamente en la economía italiana a partir de 1902, y a la fuerte participación bancaria suiza y germánica, Italia construye en el Norte del país potentes centrales hidroeléctricas. Este esfuerzo va a permitirle suplir las insignificantes extracciones de carbón del Valle de Aosta y electrificar las vías de ferrocarril que servirán ulteriormente para transportar carne de cañón... pero verán también formidables levantamientos de soldados y de huelgas de empleados del ferrocarril, las cuales fueron declaradas ilegales.

En el curso de este breve período de enderezamiento económico, el poder político pasará de las manos de los armadores y negociantes a las de los jefes de empresas de Lombardia y del Piemonte.

La dificultad de encontrar territorios extra-capitalistas no ocupados había pues conducido al desarrollo de una fuerte economía de guerra. En los primeros años del siglo, los gastos militares continúan devorando la cuarta parte de los ingresos. De mayo de 1915 a octubre del 17 la producción mensual de ametralladoras pasa de 25 a 800, la de cañones de 80 a 500, la fabricación de bombas de 10.000 a 85.000 por día. En mayo de 1915 Italia no poseía casi ningún lanza bombas mientras que justo antes de Caporetto tiene 2.400.A fines de diciembre de 1914 Italia podía disponer en llamados en filas un millón y medio de hombres.

Al mismo tiempo mientras se votaba en el parlamento la compra de material a la industria pesada y los créditos de defensa, en la mayoría de los centros industriales masas de obreros en mono azul y en uniforme se echan a la calle para reclamar pan y trabajo. No hubo una ciudad que no se viera paralizada por la huelga general, no hubo un centro industrial que no se viese invadido por la ola revolucionaria ascendente. En Napoli, el año 1914 comienza con un motín contra el aumento de los alquileres. En Marzo los trabajadores de la industria estatal de tabaco comienzan una huelga que durará dos meses, Valiente como siempre el proletariado de Italia reacciona con su violencia de clase a las matanzas de sus camaradas. El 7 de junio, la “semana roja” toma a Ancona en donde se abolieron inmediatamente los impuestos; su protesta no era platónica ni se hacía por medio de peticiones sino por la forma del poder. En Bologna en Ravena, se proclama la “República Roja”,  la huelga general se extiende a toda la península dividiendo inmediatamente a Italia en dos campos. Salandra, llamado al poder para liquidar las escuelas de la guerra colonial de libia debió utilizar 100.000 hombres de tropa para restablecer el orden.

Saludemos a los militantes  anarquistas que pagaron con su propia vida “burlándose con razón de los pedantes burgueses que les calculan el costo de esta guerra civil en muertos, heridos y sacrificios de dinero” (Marx)

LA LUCHA CONTRA LA GUERRA

La Italia monárquica y democrática había entrado en guerra para reconquistar los países africanos perdidos después del desastre militar total de Adowa frente a los ejércitos abisinios en marzo de 1896. Trataba de restablecer sus derechos sobre Libia, derechos disminuidos por una serie de tratados franco-ingleses, y, trataba de ganar algunas posiciones en el mar rojo. El desencadenamiento del primer conflicto mundial en donde se jugaba el reparto imperialista del mundo – y no la lucha por la “libertad”, tema mentiroso de la Social-democracia- le pareció a la clase dominante italiana un medio apropiado para apoderarse de las regiones sometidas a la autoridad austríaca; Trentino, el mercado de Trieste, Istria y Dalmatia o bien a la administración francesa: Córcega y Tunisia, más de un millón de residentes de habla italiana volverían a encontrar la hospitalidad de la madre patria.

Los obreros y campesinos de Italia solo pudieron abstenerse por un año de la desolación y sufrimiento de ésta conflagración, en la cual Italia tuvo que participar para no quedarse relegada para siempre a un segundo lugar, del que trataba de salirse desde su formación como nación. La entrada tardía de Italia en el conflicto mundial traducía por una parte las dificultades encontradas por la burguesía par hacerles morder el anzuelo del intervencionismo a los obreros y campesinos italianos, por otra parte su titubeo en escoger entre las ofertas austro-alemanas y las de los aliados. Por esta razón la diplomacia de Roma jugaba sobre los dos tableros, llevando a cabo dos tratados paralelos. A los austríacos les reclamaba además del Trentino, la posibilidad de adelantar sus fronteras hasta la ribera occidental del Isenzo, apoderarse de Trieste y Carso de las islas Curzola, en el centro de las costas dalmáticas, finalmente pedían la preponderancia italiana sobre Albania. La Entente fue más generosa: al participar en la guerra de su lado recibiría, al cabo de un mes, el Alto Adigio, el Trentino, los Alpes Julianos, Trieste y Albania, además de promesas sobre la zona turca de Adalia y venía confirmada su ocupación del Dodecaneso.

Inglaterra le concedió un préstamo a Italia de 50 millones de libras (125 billones de liras).

Italia se vendía pues al mejor postor: o a la Entente o a Alemania a quien estaba ligada desde 1882. Del lado alemán, el Reichstag envió a Roma al diputado socialista Sudekum, - una especie de social – chovinista sin escrúpulos, según Lenin- encargado de hacer respetar los compromisos políticos y económicos que Italia había contraído con los dignatarios de la triple Alianza. Por su parte el gobierno francés encargó al diputado socialista  Cachin comprar la asistencia militar italiana a través de Mussolini. Para demostrar el valor muy relativo que los imperios centrales le daban a Italia, a Austria le parecieron excesivas las exigencias formuladas por Roma y por consiguiente, se negó a ceder a Italia cualquier territorio perteneciente a los Habsburgo o de extenderlos más allá de la parte meridional del Trentino. Entonces el 26 de abril de 1915 Sonnino firmaba el pacto de Londres; el 4 de marzo Italia denunciaba la Triple Alianza (el bando pro-alemán).

El viaje de Cachin y de Jouhaux para hacer entrar a Italia en la pelea se reveló beneficioso para  el imperialismo francés. El dinero francés se sumaba a los subsidios de los industriales interesados por la intervención, Fíat, Ansaldo, Edison para caer en las cajas del “Popolo d’Italia”. En sus columnas, Mussolini exaltaba la guerra liberadora que tiene antes  que todo que “borrar las leyendas innoble de que los italianos no pelean, tiene que anular la vergüenza de Lissa y de Custozza, debe mostrarle al mundo que Italia es capaz de hacer una guerra, una gran guerra. Hay que repetirlo una gran guerra” (“Popolo d’Italia”, 1915).

Miente por los intereses de la burguesía el que describe escenas de entusiasmo de los "“gloriosos días de mayo"”por parte de los trabajadores italianos. Al mismo tiempo borra el papel que jugó la social-democracia en una guerra que se hacía por el dominio económico y políticos donde podía instalarse el capital financiero. De hecho no hubo ninguna clase obrera marchando alegremente hacia la masacre con la flor en el fusil y el himno nacional en los labios.  Ni los proletarios ni los campesinos, a quien se les había sin embargo, presentado la guerra como un asunto inalienable, creyeron  en los discursos patrioteros que les hacían las oficinas del Estado, ni tampoco creyeron en las promesas de un porvenir mejor una vez que se hubiera ganado la victoria sobre el enemigo.

A los primeros contactos con la realidad poco gloriosa de la guerra, el sentimiento derrotista se reanimó, pues además, los jóvenes socialistas y anarquistas se entregaban  por entero a la acción de transformar la guerra imperialista en guerra civil. La única  diferencia que existía entre los dos, era que los socialistas sabían perfectamente que una transformación tal estaba condicionada por el hecho que  el capitalismo había llegado hasta lo último de sus contradicciones como sistema de producción, y los anarquistas creían poder llevarla a cabo por la pura  voluntad de su partido. Pero los dos cumplieron con el deber elemental del socialismo en la guerra: hacer propaganda por la lucha de clases.

Los años de guerra se caracterizaron por una  ola gigantesca de huelgas contra las consecuencias catastróficas de la economía de guerra, por manifestaciones de soldados en las ciudades de guarnición, y de levantamientos de obreros agrícolas. Durante todo el tiempo que duró el conflicto imperialista estallaron sin cesar graves disturbios sociales. Los obreros exigían la paz inmediata  y la desmovilización general para regresar a sus casas. El ejército titubeaba, y por cierto los soldados fueron desertando. Hacia el final de octubre de 1917 se vio el principio de guerra civil en la matanza de Isonzo: el frente se desintegró, en una zona de batalla de primera importancia. La conclusión de la falta de ardor guerrero en los soldados italianos, a quienes seguramente se les habían olvidado las lecciones de Mussolini, fue el desmoronamiento del frente de Caporetto. En olas sucesivas 350.000 hombres fueron abandonando sus armas en el campo de batalla frente al avance de los austro-alemanes cuyas primeras filas utilizaban gases mortales, los reservistas italianos enviados para frenar la ofensiva y detener a los desertores rehusaron a su vez ir al frente.

Para los progresos ulteriores de la revolución esta derrota, que era la de la burguesía reaccionaria italiana, abría grandes perspectivas. La debacle de Caporetto golpeó el mecanismo gubernamental italiano: la vía revolucionaria estaba definitivamente abierta.

Gritado por los pechos doloridos de centenares de miles de soldados,  desde los páramos de Galicia regados de sangre hasta las trincheras de Isonzo, el grito de derrotismo revolucionario era finalmente victorioso. A miles de kilómetros más lejos, obreros, soldados y marineros revolucionarios tomaban el palacio de Invierno en Petrogrado.

El desmoronamiento del ejército italiano, el desorden que inundó los órganos del Estado, abrieron una crisis política profunda, de las que nadie se recupera. La dependencia italiana con respecto a la entente se acentuó puesto que el generalísimo Foch y el general en jefe inglés Robertson impusieron una reorganización profunda del alto mando italiano.

Después de la desbandada del  II° Ejército que puso al enemigo a un día de marcha desde Venecia, la burguesía asocia la exaltación del celo patriótico a los solemnes llamados del rey a todos los hombres de orden. A toda costa había que oponerle a la “subversión bolchevique” un frente unido pues ésta había comprendido que si la máquina de la guerra se detenía “la multitud de los obreros de las fábricas de armamentos se quedarían sin trabajo: el hambre y el frío los harán unirse a la masa de fugitivos. Será la revuelta, luego la revolución“

En nombre de la central sindical, la Confederación General Italiana del trabajo, Rigola declaró: “cuando el enemigo pisotea nuestro suelo, tenemos un solo deber: resistir”. Tréves y Turati[1] dirán algo idéntico aunque más pernicioso: “la defensa de la patria no es renegar al socialismo”. Eran de verdad los aliados de todo el bloque burgués, los contadores del imperialismo.

En toda la península de Italia, los propagandistas gubernamentales dan discursos vengadores para excitar la venganza contra el “veneno corporatista”, para levantar la moral de la población y estimular  la conciencia seccional de los trabajadores. El slogan patriotero “resistir, resistir, resistir,” costó a las cajas del Estado más de 6 millones de liras constantes y sonantes. ¿cómo  reanimar la moral de una tropa que manifestaba su rechazo a la masacre?, era muy simple: el ejército fue reorganizado con una pizca de democratización, otorgando permisos regulares y mejorando el jornal del soldado. Nitti, que era entonces ministro de las finanzas creó “la Sociedad Nacional de los Combatientes” para facilitar la adquisición de tierras para los campesinos después de la desmovilización.

Los militantes internacionalistas, acusados de alta traición fueron sometidos a represalias furiosas, arrastrados ante cortes marciales, enviados a primera fila en el campo de batalla. No habían  solamente deseado la derrota de su gobierno sino que se habían preparado para las nuevas  tareas: reconstruir una Internacional. En aquel entonces los anarquistas encabezados por Malatesta sabían que la guerra se encuentra en gestación permanentemente en el organismo social capitalista, que ella es la consecuencia de un régimen que tiene como base la explotación de la fuerza del trabajo, que ya no existen más que guerras imperialistas.  Todos ellos tanto los socialistas como los libertarios, tuvieron que sufrir los castigos de la democracia. Apenas los habían perseguido y martirizado cuando ya algunos diputados del partido socialista empezaban a participar en el trabajo de ciertas comisiones parlamentarias  y marchaban alegremente hacia una fusión completa con el reino, que tenían esperanzas de ver convertido en una de las primeras potencias imperialistas.

Muy justamente, Gorter expresó la idea de que la burguesía, gracias a su propia descomposición, sabiendo olfatear otra pudredumbre moral, adivinó inmediatamente la profunda corrupción de la social-democracia. Desde el principio de las hostilidades, el P.S.I. (Partido Socialista Italiano) había antes que todo tratado de evitar todo lo que hubiese podido contribuir a desviar a Italia de la neutralidad, llegando a utilizar si era necesario...la huelga general. El amor de los socialistas por la neutralidad, les hizo reunirse con la delegación socialista suiza en Lugano en octubre de 1914. De la montaña  no salió más que un ratón: lanzó al mundo un mensaje de paz y de concordia; dirigió una  advertencia a los camaradas de los países en guerra par luchar a favor del armisticio; tomó la decisión de presionar a los gobernantes para imponerles una acción pacifica. Allí estaba todo el maximalismo italiano que tenía en sus manos el destino del P.S.I.

La táctica del P.S.I. se centró en frenar la lucha de clases durante todo el tiempo que duró la guerra, bajo el hipócrita pretexto: “ni sabotear, ni participar”, lo que, de hecho no era más que un pisoteo de los principios mas elementales de la lucha de clases internacional. Hay que señalar que ésta posición, de lo más ambigua la compartían también  el medio de los negociantes y el Vaticano, protector del imperio católico austríaco. Igual que los socialistas de la neutralidad, el papa Benedicto XV lanza su famosa circular invitando a las  potencias a negociar por una paz honorable, sin anexiones ni indemnizaciones. En pocas palabras, temiendo que de la guerra pudiera surgir la revolución proletaria, el P.S.I. en su lucha ambigua contra la guerra, simplemente, lucha contra la revolución.

A pesar de sus esfuerzos por construir la Unión Sagrada, la burguesía italiana no había logrado ahogar la lucha de clases. Durante el verano de 1917, Torino se había cubierto de barricadas, en este segundo año de guerra total. El 21 de agosto, como el pan y los víveres corrientes habían faltado, a pesar  de que el prefecto hubiera dado la orden, muy a pesar suyo, de que los panaderos distribuyeran la harina, los obreros de varias fábricas pararon el trabajo y se fueron a la Cámara del Trabajo; pero se tropezaron con las fuerzas del orden. A partir de ese momento, empujada por su propia dinámica, la huelga  demuestra que ella no consiste en un simple paro por las mejoras de las condiciones de vida. Se transforma rápidamente en lucha frontal, puesto que después de haber fraternizado con los soldados del regimiento Alpino, los trabajadores mal armados, pelean durante cinco días contra tropas que utilizaban ametralladoras y tanques. Así fue como los grandes  levantamientos de Torino no vuelven a la calma- y todavía de lo más precaria- sino después de una represión que dejó cincuenta muertos y 200 heridos.

Fue a finales de 1916 cuando,  para prevenir estallidos de huelgas salvajes en un momento que la producción de armamentos tenía que funcionar a pleno rendimiento, la burguesía instituyó los Comités de movilización Industriales. Sin ningún titubeo los sindicatos habían aceptado colaborar con la construcción de este baluarte del capitalismo de estado. Municipalidades con reputación de “rojas” como Bologna, Reggio, D’Emilia, Milano, se las arreglan para “humanizar” la guerra, y, en una expresión de caridad vienen a vendar las  heridas: comida, ayuda para los  familiares de los militares, etc. Las Comisiones Internas, compuestas únicamente por obreros sindicalizados recibieron como misión  socavar la tensión en los talleres. Se convertían en instituciones permanentes a quienes  se les confiaba entre otras cosas, el derecho de preocuparse de un problema tan importante como el cálculo del  trabajo a destajo o bien, el despido de los obreros. Son esas estructuras de colaboración abierta, presentes en toda fábrica desde febrero de 1919, las que los  Ordinovistas tomarán como soporte de la “práxis revolucionaria”, el “gérmen soviético” de la dictadura proletaria, el medio por excelencia de organización autónoma de la clase en los sitios de trabajo. Y la clase tuvo que pelear, otra vez, contra éstos órganos auto-reguladores del capital.

Los socialistas mayoritarios no fueron los únicos que siguieron la política nacionalista de su burguesía. También lo hicieron los partidarios de Sorel y los anarco-sindicalistas  (por lo menos una parte importante). Los militantes que se aliaron a su burguesía – que antes habían combatido – fueron innumerables. El veterano A. Cipriani llegó a declarar que si sus 75 años se lo permitieran, él estaría en las trincheras “de la democracia”, combatiendo la “reacción militarista germánica”. El mismo escenario de capitulación de la social – democracia ante la prueba histórica de la guerra se  repetía casi punto por punto del otro lado de los Alpes. Semejante colapso generalizado de la Internacional  le hacía decir a Rosa Luxemburgo que la social-democracia se había puesto al servicio de la burguesía porque, a partir del 4 de agosto de 1014  y hasta que la paz fuera firmada. “la lucha  de clase no beneficiaba sino al enemigo”.  También  en Italia las organizaciones le pedían a los trabajadores que renunciaran a hacer huelgas, que pospusieran su lucha de clases para  no debilitar las fuerzas del Estado democrático, para no comprometer la eventualidad de una paz rápida. Mientras decían esas mentiras, los beneficios de la industria pesada italiana crecían como hongos después de la lluvia, y los cadáveres llegaban a formar montañas.

Grupos de anarquistas y sorelianos lanzaban los “fasci” por la revolución europea contra la barbarie, el militarismo alemán y la traicionera Austria católica-romana.

Ejemplo tras ejemplo, la alianza de fracciones enteras de la social-democracia con la burguesía en guerra, la actividad ultra-chovinista de las organizaciones, fue un fenómeno mundial cuyas raíces estuvieron en el cambio definitivo de período del capitalismo y no en la explicación personalista que pretende que se debió a la traición de los jefes. Las decenas de años de desarrollo del P.S.I. tuvieron una influencia negativa en el programa. Se había vuelto todopoderoso a un nivel material con 223 de las 280 comunas de Emilia que tenia en sus manos, centenares de sindicatos, ligas campesinas, cooperativas y bolsas de trabajo. Pero esta potencia “terrestre” era un peso muerto para el proletariado.

Evidentemente, el paso de la social-democracia italiana al terreno burgués no se hizo en un día. Ya desde los años de 1912, en una época, aunque, como contra-partida por el abandono de sus proyectos de conquista de Marruecos y de Egipto, el imperialismo italiano había sido autorizado por los ingleses y los franceses a poner su atención en Trípoli y a preparar la conquista de Dodecaneso y de Rodas, el partido que tenía entonces 22 años, había tenido problemas con la cuestión del colonialismo. Considerando que el establecimiento de 2 millones de italianos del continente en los lugares desérticos de Trípoli ofrecería una ocasión excepcional para ocupar una masa  importante de desempleados y de ocuparse de nuevo de esta vieja colonia romana, diputados socialistas, Bissolati, Proceda y Bonowi se declararon partidarios convencidos del expansionismo italiano. En el  Oriente Medio, los Balkanes, Italia tenía que tomar el relevo de “el hombre enfermo”: el imperio turco. Todo ese bonito mundo de hombres políticos clamaba desde lo alto de las tribunas parlamentarias y de las estradas de los mítines, que los socialistas no podían decentemente dejarles a los adversarios de derecha, el monopolio del patriotismo. Y, ironía de historia, es el futuro “Duce” quien hará expulsar del partido a los elementos  belicistas, los masones libres como “enemigos de clase” por su apegamiento inmoderado a la causa de la democracia reformista y las simpatías que aportaron a la colaboración con la burguesía.

Había sido pues, necesario, amputar los miembros gangrenados y poner un nuevo centro dirigente capaz de defender la posición de clase sobre la cuestión del colonialismo. Contra los partidarios de la conquista, la izquierda declaraba: “Ni un hombre, ni un centavo para las aventuras africanas”. Desgraciadamente, las tendencias expansionistas que se habían afirmado al interior del movimiento obrero, tenían en realidad, causas  más profundas de los que creían los que habían tratado de curar el mal con un hierro candente.  Cuando en Monza, en julio de 1900, surge armado el obrero anarquista Bresci  para vengar a los combatientes proletarios de Milano de 1898, los periódicos socialistas salen con los signos de duelo habituales. Los socialistas estaban llorando a Humberto I. El rey-carnicero. Así pues, se puede decir que durante la primera guerra mundial, el partido italiano firmó una nueva tregua con la casa de Savoya y, por un acuerdo tácito, alió su causa a la del Estado. En vez de llamar a la lucha de clases contra el militarismo y a la solidaridad internacional, sostenía  que después de los necesarios sacrificios impuestos por la causa nacional, se abriría un largo camino de prosperidad capitalista que  traería una serie de reformas sociales  positivas. El Estado subvencionaría mucho mejor que antes la caja de seguros contra los accidentes de trabajo, haría leyes sobre las condiciones  de empleo de las mujeres y de los niños, extendería el descanso semanal a nuevas capas de trabajadores, facilitaría la participación de los asalariados en los beneficios de la empresa. Así pues, las medidas de legislación social tomadas en los años 1903-1906 durante el  breve período de estabilidad económica italiana se verían ampliadas y fortificadas. El jefe de la burguesía industrial y comercial, Giliotti sostuvo los discursos adormecedores de los socialistas de la Cámara, diciendo que había que ir “a  la izquierda, siempre más a la izquierda”. Al terminar la guerra, no era ese cuadro de idilio social que deseaba la burguesía y su ayudante, la social-democracia, el que podía representar la situación real italiana.

UNA SITUACION CATASTROFICA

El fin  de las hostilidades, que llegó el 4 de noviembre de 1918, no permitió al imperialismo italiano beneficiarse con grandes conquistas. Una vez terminada la guerra, los países de la Entente se mostraron muy avaros con las compensaciones prometidas. Aprovecharon a fondo  la imprecisión del artículo 13 del pacto de Londres, Francia rehusa ceder Dalmacia a Italia, prefiriendo que, como Dantzing, Fiume sea declarada “ciudad libre” bajo la tutela de la Liga de Naciones. Además, Inglaterra y Francia autorizan la ocupación de Smyrna por las tropas griegas de Venizelos, en vez de las italianas,, y, queda descartado que Roma obtendrá su mandato sobre el Togo ex-alemán,. La adquisición de nuevas fronteras al norte y al este,  la conquista de la parte adriática de Istria, del puesto de Zadar, más algunas islas pequeñas, su protectorado sobre Albania, la soberanía italiana sobre el Dodécaneso, no llegan a resolver el problema de la necesidad de mercados para la economía italiana.

La desaparición del potente rival austríaco, que debe cederle casi la totalidad de su flota mercante, reemplazado por una cantidad de pequeños estados, no le evita a Italia su más grave crisis histórica desde la constitución de su unidad nacional en 1870.

Para el gran capital, la industria pesada había constituido un campo de acumulación cada vez mayor: no solo Italia pudo garantizar su producción  de armas y de sus proyectiles sino que también exportó para sus aliados vehículos y aviones. En su camino, se tropezará con la hostilidad “pacifista” de las industrias tradicionales que la habían precedido en la formación del capital italiano. Este tuvo que reconvertir la producción a tiempos de paz cuando suena la hora de la reconciliación, cuando la guerra brutal viene a ser reemplazada por la competencia comercial. Entonces  los magnates de los trusts Ansaldo, Breda, Montecatini, despiden obreros pues se hace cada vez más difícil valorizar los enormes  capitales invertidos hasta hipertrofiarse en las industrias de “defensa nacional”.La producción de hierro colado cae de 471.188 toneladas en 1917 a 61.391 en 1921 y,  al mismo tiempo, la del acero cae de 1.333.641 toneladas a 700.433. La Fíat, que había ensamblado 14.835 vehículos en 1920, no construye más que 10.321  un año más tarde. El déficit de la balanza comercial se encontró multiplicado por casi 5% con relación a 1914; América redujo las inmigraciones de 800.000 en 1913 a  menos de 300.000 en 1921-22; Inglaterra disminuyó en un tercio sus exportaciones de carbón.

Mientras el anillo de la crisis se iba estrechando, nacía el nuevo gobierno encabezado por Nitti, principalmente par levantar las ruinas de la guerra. Todo el comercio exterior italiano tenia que ser reconstituido, lo cual representaba un trabajo que estaba por encima de las fuerzas reales del país, puesto que, en ese momento, la deuda pública era de unos 63 billones de los cuales, 2/3 se habían debido a los gastos de guerra.

El estado había hecho soportar a las clases laboriosas la política guerrera por la presión fiscal, la creación de impuestos suplementarios y, sobre todo, por el aplastamiento de los salarios; el régimen fiscal italiano se había vuelto uno de los más pesados del mundo. El gabinete Nitti que va a seguir ese mismo camino, toma, el 24 de noviembre de 1919, las disposiciones fiscales siguientes:

  • impuestos de 18% sobre las rentas del capital
  • impuestos de 15% sobre las rentas mixtas de capital y de trabajo
  • impuestos de 9 a 12% sobre los salarios.

Al mismo tiempo, introducían nuevas tasas sobre el consumo. Lo que acababa de ensombrecer la situación era la falta de materias primas, de combustible. El ritmo de la producción se estaba derrumbando, las masas de desempleados aumentaban; las posibilidades de emigración que había absorbido 900.000 obreros y campesinos en 1913, se estaba agotando. La burguesía italiana no puede readaptar su economía a las nuevas necesidades del mercado mundial, puesto que sus competidores, mejor equipados, son los que dominan ese mercado. La deuda pública que aumentaba un 1 billón por mes, como lo escribía Nitti en una carta de octubre de 1919 a sus electores, era una de las siete plagas del país: debe 14.5 billones de liras a sus aliados.

La “victoria a medias” que había obtenido el capital italiano no le daba margen de maniobra para implantar una política de “concordia nacional” como la que el social patriota había impulsado en Francia desarrollando una política de subsidios. Las huelgas estallan, en 1920 la represión gubernamental de las mismas costará 320 muertos.

LAS LUCHAS QUE PRECEDEN LAS OCUPACIONES

No se pueden comprender realmente las huelgas masivas que sumergen a Italia si no se incluyen en la curva de la crisis general del capitalismo, que empezó en 1914, y de la erupción proletaria que surgió como repuesta a la crisis en casi toda Europa. Igual que en Rusia, el surgimiento proletario en Italia no fue sino un momento de la revolución mundial nacida de la miseria y de los horrores indescriptibles engendrados por el militarismo. Fue pidiendo pan y el retorno a sus hogares que, como un volcán, se levantaron los trabajadores italianos hambrientos y ensangrentados. Desde 1913, su salario real había bajado 27% y la guerra le costó el proletariado 651.000  muertos y 500.000 mutilados.

Primero en Roma, luego en Liguria, en Toscana hasta la punta de la bota italiana, las masas, muriéndose de hambre, asaltan los almacenes de alimentos. Frente a ello las Cámaras del Trabajo[2] juegan a fondo su papel de perros guardianes. Llenos de pánico, los  comerciales que, acaparando las mercancías, esperaban poder alzar los precios, depositan las llaves de sus sacrosantas tiendas entre las manos de los jefes sindicales. Esto les asegura en cambio una protección que el estado es incapaz de dar, pues en ese momento, no dispone de fuerzas suficientes par intervenir en todos los lugares en donde hay que salvaguardar la propiedad privada. Las huelgas se volvieron tan fuertes que el estado se vio obligado a importar trigo y a aplicar un “precio restringido de pan” con subvenciones que le costaban 6 billones de liras por año. Cuando en junio de 1920, el tercer ministerio de Nitti decide revocar el precio restringido de pan, provoca inmediatamente disturbios tales que se ve obligado a retroceder. El temor de un levantamiento revolucionario era tan justificado que la cámara rechazó varias veces las proposiciones de aumento de precio del pan. Tendrá que esperar el reflujo del movimiento, en 1921, para pasar a la ofensiva, y es el neutralista, el hombre de “izquierda” Giolotti quien logrará echar atrás por fin el precio restringido del pan.

En los campos, comienzan las ocupaciones de latifundios. Son esencialmente movimientos de los desmovilizados que perdieron definitivamente toda confianza en las antiguas promesas del estado sobre un eventual reparto de las tierras. En Italia, todas las proposiciones hechas sobre la cuestión agraria por los reformadores de la era liberal o ciertos elementos esclarecidos de la iglesia católica, no hicieron,  evidentemente, más que crear ilusiones falsas. La idea de crear asociaciones agrícolas, agrupando en un solo dominio comunitario, las pequeñas parcelas, germinó en la mente de algunos filántropos de los años posteriores al “risorgimento”. Causó gran entusiasmo esta posición que hacía depender el futuro de los campesinos del cultivo en común de la tierra y de compartir las cosechas proporcionalmente al aporte de cada uno en tierra, ganado, material. Los campesinos más desfavorecidos por el régimen de la propiedad de bienes raíces depositaron muchas esperanzas en la asociación libre, propuesta también por la social-democrácia.

Así fue como las asociaciones cooperativas nacieron en medio de un entusiasmo general; por parte de los campesinos porque veían en ellas  un remedio para su miseria material; por parte  de los socialistas porque les parecían evidentes las posibilidades que éstas contenían para crear una forma de producción transitoria, tendiendo progresivamente a la realización del socialismo.

Hubieran debido comprender muchas cosas al ver  al Estado mismo impulsar las comunas rurales, el clero católico organizar las cooperativas agrícolas en sus diócesis. Pero  ya el programa mínimo de reformas a obtener dentro del capitalismo había cumplido su papel. Por su práctica limitada a las condiciones particulares y nacionales de Italia, hasta por sus costumbres, la democracia socialista se volvía cada vez más el representante del capitalismo. El capitalismo aportaba una “solución” a la vieja cuestión agraria consistente en agrupar a los cultivadores en cooperativas, base de una generalización de las relaciones de producción mercantiles en el campo. Quedaba fuera de juego la vieja consigna “la tierra al no pertenecerle a nadie, los frutos sean de todos” (Babeuf). Podía entonces “resolverse” en el terreno capitalista, sin que el proletariado triunfe en su lucha histórica y organice la satisfacción de la especie humana sobre bases exentas de todo criterio mercantil.

En el llano del Po, donde se practica un cultivo intensivo, el partido socialista había organizado a braceros sobre la base de la cooperativa agrícola. Lo más importante para los empresarios era aumentar la productividad para competir con las cooperativas del Partido Popular-Católico. En Bologna, en Ravena, en Reggio Emilia, de donde partió el movimiento cooperativo, las cámaras de trabajo controlan toda la vida económica de sus provincias y,  “victoria obrera suprema” deciden el precio de los víveres que distribuyen por el canal de las cooperativas. Así la clase obrera italiana iba a poder expropiar pacíficamente a la burguesía, persuadiéndola de la inutilidad de su poder. Ese era al menos el estado de ánimo de los dirigentes socialistas, orgullosos de haber podido demostrar concretamente que sus programas no eran puras abstracciones.

Refiriéndose a Owen y a los pioneros del Rochdale, Lenin decía con respecto a la concepción cooperativa: “soñaron con realizar la democracia socialista del mundo sin tener en cuenta un punto tan importante como, la  conquista del poder político por la clase obrera, la destrucción de la dominación de los explotadores”. Ese era exactamente el caso de los dirigentes italianos que se proponían ir hacia nuevas relaciones sociales, volviéndolas posibles inmediatamente.

La cooperación no resuelve nada puesto que el socialismo no puede nacer en el seno de las relaciones de producción de la vieja sociedad capitalista y volverse, a su vez, una fuerza económica. En todo el territorio italiano donde se siente fuertemente la  competencia, principalmente con el trigo y el maíz, la lucha agraria se volvió muy intensa. Y como esta lucha desesperada no lograba ponerle un freno al declive de los pequeños productores campesinos y como, evidentemente la represión era muy violenta por parte del Estado, la única salida que se ofrecía era la escapatoria de la emigración hacia la metrópolis americanas y las regiones cafeteras del Brasil.

PREPARATIVOS BURGUESES PARA LA GUERRA CIVIL

Apenas tres meses después  de su formación (16 de noviembre de 1919), el ministro Nitti, que había lanzado el slogan “producir más, consumir menos”.  Decide equipar un cuerpo de policía auxiliar, la Guardia Real. Ese nuevo cuerpo armado, que cuenta con millares de hombres, estuvo equipado de pies a cabeza para hacer reinar el orden burgués que se veía cada vez más desafiado. Aún antes de que el fascismo hiciera pesar el terror, centenares de trabajadores cayeron bajo las bajas de dicha guardia. De más esta decir que ese esfuerzo democrático del aparato de Estado le dará plena satisfacción a la burguesía. En abril de 1920, la tropa le dispara a los huelguistas en Décima y deja nueve obreros muertos en las calles; la conmemoración del 1° de mayo  deja 15 muertos; el 26 de junio hubo 5 muertos en el levantamiento de Ancona contra la expedición de tropas italianas para ir a ocupar Albania. Bajo la dirección de los anarquistas, la revuelta se extiende a Romagna. En Mantua trabajadores y soldados invaden la estación, arrancan los rieles para detener los trenes de la Guardía Real, los que estaban destinados a la guerra contra los Soviets cargados de armas y de municiones, golpean a todos los oficiales, asaltan la prisión que incendian después de haber liberado a los presos. En un año, de abril del 19 a abril del 1920, la metralla democrática mató a 145 trabajadores e hirió a 444, en todas las regiones de Italia. Pero cada vez que hay muertos en las calles, los trabajadores continúan la lucha proclamando huelga general:  la de los empleados del correo, la de los empleados de los ferrocarriles, la de Milano doblemente repudiada por el P.S. y la C.G.T. cuyos representantes, elegidos por sufragio universal, prefieren salir de la sesión inaugural de la cámara, gritando “viva la república”. En Puglia los jornaleros pelean para obtener el pago de sus días de trabajo; habrá 6 muertos del lado de los braceros y 3 entre los terratenientes.

La caída de los Hohenzollern[3], la explosión consecutiva del imperio austro-alemán, la revolución mundial, que conmovió primero a Europa Oriental y Central, fueron fermentos de una Italia cada vez más febril. El proletariado italiano será el único que concretizará  su solidaridad con los Soviets rusos y húngaros con la huelga general, será el único que saboteará en su país la intervención armada de las potencias aliadas a favor de Koltchak[4].

A medida que se desarrollaba el movimiento de lucha del proletariado, la clase dirigente sentía la necesidad de armarse. En mayo de 1920 los industriales, agrupados en una Confederación General de la Industria, firman en Milano un acuerdo según el cual cada parte contratante se compromete a liquidar el “bolchevismo italiano y, prioritariamente a los militantes que habían defendido la única posición de clase durante la guerra imperialista:  el derrotismo revolucionario”. No sin razón los defensores del orden veían en ellos el núcleo del partido revolucionario que llamaba al proletariado a la lucha contra el gobierno de su Majestad, a reagruparse bajo la bandera de la guerra civil por el derrocamiento de la dictadura democrático-burguesa. El 18 de agosto, se constituye, sobre un modelo idéntico, la Confederación General de la Agricultura que reúne alrededor de su programa  a todas las formas de las grandes, medianas y pequeña explotación agrícola, interesadas todas en ponerle fin a las ocupaciones de las tierras. Todos quieren la cabeza de los “caporetistas” de los “rojos”, considerados como agentes del enemigo. Utilizan todos los medios posibles par impedir la propaganda comunista. Más adelante veremos el papel que jugaron cuando el fascismo vino al poder.

1. Miembros del Partido Socialista Italiano.

2. Locales de los sindicatos.

3. Dinastía reinante en Alemania derrocada por la revolución obrera de noviembre 1918.

4. Uno de los jefes de las fuerzas militares anti bolcheviques en la guerra civil que asola Rusia entre 1918-1921.

 

Series: 

  • Revolución y contrarrevolución en Italia [6]

Personalidades: 

  • Mussolini [7]
  • Gramsci [8]

desarrollo de la conciencia y la organización proletaria: 

  • La Izquierda italiana [9]

Respuesta a «Workers' Voice»

  • 3057 lecturas

Vida de la CCI: 

  • Correspondencia con otros grupos [10]

URL de origen:https://es.internationalism.org/revista-internacional/200509/131/revista-internacional-n-2-2-trimestre-1975

Enlaces
[1] https://es.internationalism.org/tag/21/367/revolucion-alemana [2] https://es.internationalism.org/tag/corrientes-politicas-y-referencias/izquierda-comunista [3] https://es.internationalism.org/tag/desarrollo-de-la-conciencia-y-la-organizacion-proletaria/la-izquierda-germano-holandesa [4] https://es.internationalism.org/tag/21/511/la-izquierda-germano-holandesa [5] https://es.internationalism.org/tag/corrientes-politicas-y-referencias/consejismo [6] https://es.internationalism.org/tag/21/552/revolucion-y-contrarrevolucion-en-italia [7] https://es.internationalism.org/tag/20/446/mussolini [8] https://es.internationalism.org/tag/20/448/gramsci [9] https://es.internationalism.org/tag/desarrollo-de-la-conciencia-y-la-organizacion-proletaria/la-izquierda-italiana [10] https://es.internationalism.org/tag/vida-de-la-cci/correspondencia-con-otros-grupos