El cálculo económico en el comunismo

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El compañero Graccus ha colgado un comentario que contiene un enlace a una Web donde se plantea la cuestión del cálculo económico en el comunismo:

https://icorsoc.blogspot.com.es/2012/07/debate-sobre-el-calculo-economico-en-el.html

En esta Web hay un justo punto de partida: “Previamente debemos realizar una serie de consideraciones: la confusión y mistificación históricas en torno al término "socialismo". Evidentemente no consideramos tal las sociedades de Capitalismo de Estado (Colectivismo de Estado según otros, en todo caso sociedad de explotación) que de este se reivindicaban (URSS, Países del Este, China...)”.

Cualquier discusión sobre la sociedad futura debe tener como premisa que en la URSS, China, Cuba o Corea del Norte, jamás ha habido comunismo ni nada que se le parezca, lo que impera en esos países –o en la URSS hasta su derrumbe– es una forma particular de la tendencia general al capitalismo de Estado.

El compañero señala que “la realización de la sociedad socialista-comunista supone la superación de la explotación y de la ley del valor; es decir del sistema de trabajo asalariado, con la consecuente abolición no ya del mercado sino también del dinero y la adquisición de los bienes en función de su valor de uso”.

Estamos igualmente de acuerdo. La sociedad comunista es una sociedad sin Estado, sin explotación y sin fronteras, se basa en la comunidad humana mundial, es decir, la humanidad unificada que ha abolido en su seno la división en clases sociales. La producción es concebida a escala mundial y no bajo las leyes de la competencia entre naciones o entre empresas; su meta es la satisfacción plena de las necesidades humanas y el pleno desarrollo natural. Es decir, se orienta a la producción de valores de uso y no de valores de cambio (mercancías).

El compañero subraya que “la economía socialista plenamente desarrollada (no se trata de la vuelta a un comunismo primitivo) debe partir del nivel de desarrollo de las fuerzas productivas aportado por el capitalismo. Por ello, lo que es una “asociación de productores libres” no puede evitar los cálculos relativos a problemas tales como las necesidades, las fuerzas productivas disponibles, la correcta asignación de recursos”. Esto es globalmente cierto, como lo es igualmente que “la economía socialista no puede prescindir de la planificación y el cálculo, aún superando toda explotación y toda atadura burocráticas. Y si partimos de que el socialismo solo puede ser una sociedad establecida a nivel mundial la complejidad de la red de producción se ve incrementada.”

El compañero se plantea este debate sobre el cálculo económico en el socialismo con el siguiente objetivo: “Este debate de absoluta necesidad como punto de partida de cualquier movimiento que pretenda transformar realmente la sociedad (por supuesto a mejor, pues la opción contraria no es descartable por desgracia). Pues sin un constante reciclaje teórico y un aprendizaje de la realidad objetiva no es posible una teoría revolucionaria y sin teoría revolucionaria no hay revolución. Es este tremendo déficit teórico el que permite actualmente a las clases dominantes aplicar brutales medidas a pesar de las movilizaciones de masas, que sin descartar sus méritos (15-M, luchas en Grecia, Ocuppy Wall Street) no son suficientes siquiera para hacer retroceder levemente la determinación de los “peces gordos”.”

Coincidimos plenamente con el compañero en la necesidad de darse una sólida base programática y una cultura de debate, compartimos su interés por la teoría y por los desarrollos científicos y coincidimos en que ambas son vitales para una progresión real de las luchas proletarias hacia una perspectiva revolucionaria.

Ahora bien, el compañero propone comenzar una primera aproximación al debate a partir del siguiente texto de Wikipedia:

(https://es.wikipedia.org/wiki/Debate_sobre_el_c%C3%A1lculo_econ%C3%B3mico_en_el_socialismo )

Desgraciadamente este texto no aporta la más mínima claridad sino todo lo contrario: sus tesis y cálculos se basan en el capitalismo de Estado identificado como “socialismo”. Como ilustración veamos dos pasajes:

  • el texto empieza así: La función del cálculo económico en una economía nacional que involucra a un número muy grande de individuos ha sido interpretada de maneras diferentes por los economistas pro-capitalistas de distinto tipo y los economistas socialistas de distinto tipo”. El planteamiento nacional es el propio del capitalismo y nada tiene que ver con el comunismo que o es mundial o no será.
  • El texto además cita 3 posibles modelos de debate sobre cálculo económico: “capitalismo de mercado”, “socialismo planificado” y “socialismo de mercado”. Es decir, se trata de un cálculo económico que de principio a fin se sitúa en el terreno del funcionamiento de la economía capitalista con las diferentes etiquetas con las que ha sido disfrazado: USA sería una economía “liberal”, la antigua URSS sería “economía planificada” mientras que China sería “socialismo de mercado”. ¡Palabrería vacía para ocultar que todas son capitalistas!

El texto de Wikipedia señala como referente a Oskar Lange, un economista estalinista, por lo que está más que justificada la respuesta que el compañero Comunero hace en otro comentario (https://es.internationalism.org/node/3501#comment-1828 ):

“Me gustaría hacer una puntualización sobre el artículo al que enlazas: cuando Lange habla de socialismo, se está refiriendo a capitalismo de Estado (no hay más que leer que pone de ejemplo de la superioridad del socialismo frente al capitalismo los “logros” de la URSS de los años 30), y así lo da a entender en cada una de las descripciones que hace de su “socialismo”, y cuando cita a Kautsky hablando de la imposibilidad de llegar a la segunda fase del comunismo.

Lange usa un tipo de análisis que no tiene en cuenta el proceso de producción, y rechaza expresamente el que el análisis marxista lo haga, así como la existencia de la ley del valor-trabajo.

En definitiva, creo que la palabrería de ese tipo de “economistas” debería dejarse de lado en una discusión de este género, máxime cuando tales "economistas" no reconocen la existencia de clases ni sus implicaciones políticas”.

El debate en la Izquierda Comunista en los años 30

A nuestro juicio, el debate debería conducirse fuera de un terreno volcado en el cálculo económico de la reproducción del capitalismo (eso sin entrar en la validez científica en muchos casos discutible de sus teorías).

¿En la sociedad comunista se necesitará un cálculo económico? Es evidente que la humanidad recurrirá a métodos científicos de planificación, organización y distribución de la producción. ¿Cuáles serán esos métodos? ¿En qué unidades de medida estarán basados?

Sugerimos analizar críticamente una aportación de los Comunistas de los Consejos holandeses, concretamente del GIK –Grupo de Comunistas Internacionales. Este escribió en 1930 la obra Principios fundamentales de la producción y la distribución comunista ([1]) conocidos como “Grund-prinzipien” donde se defiende que la medida del tiempo de trabajo constituye la base del cálculo de la producción y de un reparto equitativo de los bienes de consumo.

Esta postura provocó un debate contradictorio en el que participaron Bilan –órgano de la Izquierda Comunista de Italia ([2])– e igualmente Pannekoek ([3]).

El estudio de este debate se recoge en nuestro libro La Izquierda Holandesa: contribución a una historia del movimiento revolucionario. Este libro solo está publicado en francés e inglés, por ello vamos a resumir dicho estudio exponiendo sucesivamente las posiciones del GIK, de Pannekoek y la nuestra ([4]).

La posición del GIK

El GIK parte de una visión economicista: “considerando que la lucha de clase del proletariado es esencialmente de naturaleza económica (…) La dominación del proletariado sobre las fuerzas productivas en la revolución es la cuestión primordial. La dictadura del proletariado, para el “consejismo”, es una dictadura económica antes que política” ([5]).

Para los “Grund-prinzipien” la causa de la derrota de la revolución en Rusia de 1917 es el descuido o subestimación del terreno económico: “Rusia ha intentado en lo concerniente a la industria edificar la vida económica según los principios comunistas y en ello ha fracasado completamente” ([6]).

Otras lecciones sacadas por la Izquierda Comunista de la Revolución Rusa son desestimadas por el GIK. La más importante, el fracaso de la extensión mundial de la revolución, es descartada de un plumazo: “ni la ausencia de revolución mundial ni la inadaptación de la empresa agrícola rural individual a la gestión estatal se les puede considerar responsables del fracaso de la revolución rusa en el dominio económico” ([7]). La misma subestimación se muestra ante el papel negativo del Estado que surge tras la revolución: “parece que no hubiera problema con la existencia de un Estado (o semi-Estado) en el periodo de transición hacia el comunismo. Su existencia misma, su caracterización (Estado “proletario” o “mal” que hereda el proletariado) no se plantea nunca. Estos problemas son prácticamente escamoteados” ([8]).

Para el GIK todo se reduce al control de la economía por parte del proletariado: “se trata sobre todo de que los productores controlen y repartan el producto social de forma igualitaria para cada uno de ellos y mediante una autoridad ejercida desde abajo (…) La solución según el GIK se halla en el cálculo del coste de producción medido en tiempo de trabajo de las empresas en relación a la cantidad de bienes sociales creados. Desde luego, según la productividad respectiva de las empresas, para un mismo producto las cantidades de trabajo necesarias para su fabricación son desiguales., Pero basta para resolver el problema en calcular el tiempo de trabajo social medio de producción para cada producto. La cantidad de trabajo de las empresas más productivas que superan la media social sería versada a un Fondo Común, éste se encargaría de colocar al nivel medio a las empresas menos productivas. Serviría simultáneamente para introducir el progreso tecnológico necesario para el desarrollo de la productividad de las empresas de una rama dada, de manera a disminuir el tiempo medio de producción” ([9]).

Este sistema según el GIK acabaría con el dominio de la ley del valor sobre la economía: “los productos no circularían según su valor de cambio, sometidos al patrón universal del dinero. Por otro lado, con la edificación de un centro contable y estadístico “neutro”, no separado de los consejos pero independiente de todo grupo de personas o de toda instancia de carácter central, la nueva sociedad escaparía al peligro de la formación de una burocracia parásita que se apropiaría de una parte del producto social” ([10]).

La respuesta de Pannekoek

Pannekoek, vinculado como el GIK al Comunismo de los Consejos, compartía con éste una misma visión economicista, pues para él “la tradición significa dominación de la economía por la política. Lo que los obreros tienen que llevar adelante es la dominación de la política por la economía” ([11]). Sin embargo, no compartía completamente las tesis de los Grund-prinzipien y de hecho rechazó escribir un prólogo a la publicación de dicho libro. Años más tarde, en 1946, en su obra Los Consejos Obreros intenta definir su posición.

Esta comparte con el GIK la tendencia a verlo todo reducido a su aspecto económico: “en el nuevo sistema de producción, el dato fundamental es el número de horas de trabajo, tanto si es expresado en unidades monetarias en un primer momento o bajo su forma real”, para sacar la conclusión que “la contabilidad general, que concierne y engloba las administraciones de las diferentes empresas, las reunirá todas en una tabla del proceso económico de la sociedad. La organización social de la producción tiene como base una buena gestión mediante estadísticas y datos contables. El proceso de producción se expone a la vista de todos bajo la forma de una imagen numérica simple e inteligible” ([12]).

Como el GIK, Pannehoek ignora el peliagudo problema de la persistencia del Estado tras la revolución, dando a entender que se solucionaría con una descentralización del poder estatal en una multiplicidad de poderes constituidos por “colectividades obreras de fábrica”: «todo el poder pertenece a los trabajadores mismos. Allí donde el ejercicio del poder se haga necesario –contra disturbios o ataques al orden existente– el poder emana de las colectividades obreras en los talleres y permanece bajo su control”  ([13]).

Ahora bien, respecto a la visión del GIK, la postura de Pannehoek es mucho más realista. Para el GIK la toma del poder del proletariado en un país permite “ponerse a construir el comunismo” inmediatamente, da por supuesto que ya ha desaparecido el influjo de las relaciones capitalistas de producción sobre el “territorio liberado”, en cambio, para Pannehoek “al comienzo del periodo de transición, cuando hay que levantar una economía arruinada, el problema esencial consiste en poner en pie el aparato de producción y asegurar la existencia inmediata de la población. Es muy posible que en estas condiciones se continúe repartiendo uniformemente los productos alimentarios, como se hace en tiempos de guerra o de hambruna. Pero es más probable que en esta fase de reconstrucción, donde todas las fuerzas disponibles deben emplearse a fondo y donde los nuevos principios morales del trabajo en común no toman forma más que de manera gradual, el derecho de consumo esté vinculado al cumplimiento de un trabajo. El viejo dicho popular de quien no trabaja no come expresa un sentimiento instintivo de justicia” ([14]).

Lo que Pannekoek recuerda es que el comunismo no podrá surgir inmediatamente tras la toma del poder por el proletariado en un país. Sostener semejante idea conduce inevitablemente a la concepción estalinista del “socialismo en un solo país”, lo que, se ponga la sociedad la etiqueta que se ponga, conduce necesariamente a la vuelta al redil del capitalismo. Pero es necesario ir más lejos: tras el derrocamiento del poder burgués en todos los países se abre un periodo de transición donde, para sentar las bases del comunismo, el proletariado debe llevar una dura lucha contra los residuos de la ley del valor capitalista, contra los restos de la división en clases sociales y contra la consecuencia de todo lo anterior que es la persistencia del Estado.

En esa línea, Pannekoek critica también la pretensión del GIK de que el pago a cada trabajador según sus horas trabajadas constituya un reparto igualitario del consumo. Como decimos en nuestro libro, Pannekoek “al rechazar un “derecho igual” en el reparto del consumo, está más próximo a la postura de Marx en su Crítica del Programa de Ghota. Esta mostraba, en efecto, que una distribución igual basada sobre el tiempo de trabajo llevaba necesariamente a nuevas desigualdades, porque los productores difieren unos de otros tanto por su capacidad de trabajo como por su estado físico y familiar” ([15]).

Nuestra postura

Nuestra posición ([16]) trata de seguir las líneas de análisis expuestas por Bilan. La reflexión sobre cómo podrá ser la futura sociedad comunista tiene dos fuentes:

  • la comprensión en profundidad de las contradicciones que llevan a la bancarrota al capitalismo, así como de la naturaleza y dinámica de la clase revolucionaria, el proletariado
  • el análisis crítico de las experiencias históricas vividas por el proletariado en sus tentativas revolucionarias: la Comuna de París, la Revolución Rusa y la oleada revolucionaria mundial de 1917-23.

Desde este punto de partida nuestro libro subraya nuestras divergencias con el GIK. En primer lugar, “el GIK concebía como inmediatamente posible, desde la toma del poder por los consejos obreros, en un país dado, la edificación del comunismo en su forma evolucionada. Parte de una situación ideal, donde el proletariado victorioso se adueña del aparato productivo de países altamente desarrollados que no han sufrido los estragos de una guerra civil” ([17]).

Ignorar la realidad es condenarse a ser prisionero de ella. La tentativa revolucionaria mundial de 1917-23, se estrelló, especialmente en Rusia, con las consecuencias terribles de la Primera Guerra mundial y casi sin respiro con las, aún más traumáticas, de una brutal guerra civil (1918-21) conducida por USA, Francia, GB y Japón. En nuestra época, estamos comprobando cómo continentes enteros como el caso de África han sido abandonados al abismo por la crisis capitalista, la cual actualmente está arrasando como un tsunami las economías consideradas más “privilegiadas”. ¡No hablemos de las guerras imperialistas, de los desastres medio ambientales y de la rampante barbarie moral que como otro tsunami aún más peligroso por sus efectos profundos afecta a toda la humanidad! ¿Es serio en tales condiciones plantearse la construcción inmediata del comunismo? Peor aún es pretender aislarse del mundo, encerrarse en el país “conquistado” y ponerse a construir sólo en él, el “comunismo”.

En segundo lugar, “el GIK da una forma automática y casi natural a la edificación de la sociedad comunista. Esta no sería el resultado de un largo proceso contradictorio de lucha de clase por la dominación del semi-estado, contra las fuerzas conservadoras, sino el fruto de un desarrollo lineal y armonioso, prácticamente matemático” ([18]). En la transición del capitalismo al comunismo, la lucha de clases prosigue: contra los restos de la burguesía derrotada y sobre todo contra el semi-Estado, un arma de doble filo pues si bien es imprescindible para reprimir los restos de la burguesía derrotada e integrar a las capas y clases sociales no explotadoras, es simultáneamente el núcleo de concentración de todas las fuerzas que quieren mantener el statu quo, que intentan desposeer al proletariado de su auto-organización y con ello cerrar la ruta hacia el comunismo.

Pero analizando la tesis de la contabilidad del tiempo de trabajo como medida de organización de la producción y la distribución, esta presenta una considerable falla científica: se trata de un sistema que “reintroduce la ley del valor, dando un valor contable y no social al tiempo de trabajo necesario para la producción. El GIK se opone a Marx para quien el patrón de medida en la sociedad comunista no era el tiempo de trabajo sino el tiempo disponible, el del tiempo libre disponible ([19]). A través de una larga lucha, en el periodo de transición tras la destrucción del Estado capitalista en todos los países, se van construyendo las bases para recuperar lo que el capitalismo llevaba en germen –pero que tras un siglo de decadencia le es imposible desarrollar: la sociedad de la abundancia, uno de los fundamentos del comunismo. En el comunismo, “la verdadera riqueza será la plena potencia productiva de todos los individuos, el patrón de medida ya no será el tiempo de trabajo sino el tiempo disponible. Adoptar el tiempo de trabajo como medida de la riqueza es basar la sociedad sobre la pobreza; es querer que el tiempo libre no exista más que en y por oposición al tiempo de trabajo; es reducir el tiempo entero únicamente al tiempo de trabajo” ([20]).

¿Por dónde empezar?

Como hemos dicho al principio es muy válido el interés por comprender como será la sociedad comunista por la que luchamos. Ahora bien, del análisis del debate en torno a los Grund-prinzipien se desprende una clara lección: el punto de partida deben ser las cuestiones políticas de extensión mundial de la revolución, de mantener y desarrollar la auto-organización del proletariado, de reforzar la iniciativa y auto-actividad de las masas obreras, de lucha enconada contra el semi-Estado hasta su completa extinción.

Esta primacía de la política incluye necesariamente una prioridad vital en el terreno económico: disminución sistemática de las horas de trabajo, mejora permanente de las condiciones laborales y de vida (abastecimiento, sanidad, cultura, educación, seguridad e higiene en el trabajo etc.), de tal forma que el proletariado goce de la mejor situación material para desarrollar su auto-organización, su autonomía política, su conciencia, su capacidad para avanzar hacia el comunismo.

“De todos los instrumentos de producción, la mayor fuerza productiva es la propia clase revolucionaria” señala Marx en La Miseria de la Filosofía ([21]). La auto-organización, la conciencia creciente, la solidaridad y la confianza mutuas desarrolladas sin cesar, la iniciativa y creatividad de las masas trabajadoras, su capacidad para integrar con paciencia y espíritu constructivo a las capas sociales no explotadoras, todo ello es el motor de la marcha al comunismo. La consigna la emancipación de los trabajadores será obra de los propios trabajadores, formulada por la Primera Internacional (1864-76) no es retórica, expresa la esencia de la revolución comunista. Pero esa capacidad de la clase obrera necesita el fortalecimiento, aunque sea lento y gradual, de sus condiciones de vida. ¡No se puede pensar y actuar juntos si lo que ocupa a los obreros y sus familias es un trabajo extenuante, la necesidad de buscar desesperadamente trabajo, comida, suministros!

La experiencia de 1918-20 en Rusia es muy instructiva al respecto: las fábricas cerraban masivamente, los racionamientos eran extremos, la explotación de los trabajadores se agudizó, la clase obrera fue sometida a la militarización y al taylorismo… Esto que se llamó para más confusión “comunismo de guerra” contribuyó fatalmente al debilitamiento político y social del proletariado y a la muerte de los soviets obreros ([22]).

Cuando Pannekoek habla de primacía de la economía sobre la política está aplicando a la revolución proletaria el esquema seguido por las revoluciones burguesas. En el largo periodo que va desde mediados del siglo XV hasta finales del siglo XVIII, la burguesía desarrolló frente a la feudalidad un enorme poder económico, económicamente era en muchos países europeos la clase dominante de la sociedad. Desde esa posición pudo realizar el “jaque mate” al poder feudal mediante revoluciones nacionales en países como Gran Bretaña (1640) o Francia en 1789.

Además de ser mundial y nunca nacional, la revolución proletaria sigue el esquema inverso: un combate político para sentar las bases de una sociedad donde habrá desaparecido la producción mercantil, el trabajo asalariado y definitivamente la explotación. “Solo en un orden de cosas en el que ya no existan clases ni antagonismo de clases, las evoluciones sociales dejarán de ser revoluciones políticas», entonces «la clase obrera sustituirá, en el curso de su desarrollo, a la antigua sociedad civil con una asociación que excluirá a las clases y su antagonismo; ya no habrá un poder político propiamente dicho, ya que el poder político es precisamente la concreción oficial del antagonismo en la sociedad civil” ([23]).


[1] No hemos encontrado una publicación digital en Internet de los Principios en español, hemos encontrado el libro a la venta en https://www.iberlibro.com/Principios-fundamentales-producci%C3%B3n-distribuci%C3%B3n-comunista-Zero/4073113521/bd

[2] Bilan, fundado en 1933, fue el órgano de la Izquierda Comunista Italiana, se puede consultar nuestro libro –traducido al español– Contribución a una historia del movimiento revolucionario: la Izquierda Comunista de Italia, se puede pedir a nuestro mail.

[3] Antón Pannekoek (1873-1960) fue un destacado militante proletario que participó activamente en el movimiento de la Izquierda Comunista Internacional, muchas de sus obras se pueden encontrar en español en https://www.marxists.org/espanol/pannekoek/index.htm

[4] El libro se puede adquirir contactando con nuestra Web en francés: https://fr.internationalism.org/node/2875 ; o en inglés: word-power.co.uk/catalogue/1899438378.

[5] Edición francesa del libro La Izquierda Holandesa: contribución a una historia del movimiento revolucionario capítulo VII, apartado 1, página 182, en adelante Libro…

[6] Ídem, capítulo VII; apartado 4, página 195.

[7] Ídem, página 196.

[8] Ídem, página 195.

[9] Ídem, página 196.

[10] Íbidem.

[11] Ídem, página 194.

[12] Ídem, página 198.

[13] Íbidem. Observemos que si hay “ataques al orden establecido” es que persisten los conflictos de clase que hacen necesario el Estado precisamente para reprimir las tentativas de restaurar el capitalismo.

[14] Ídem, página 199.

[15] Íbidem. Para consultar la Crítica del Programa de Ghota se puede visitar el siguiente enlace: www.marxists.org.

[17] La Izquierda Holandesa, op. cit., página 196.

[18] Ídem, página 197.

[19] Íbidem. El subrayado es nuestro.

[20] Marx: Grundisse, tomo II, pag. 308, edición francesa.

[21] Capítulo II: La metafísica de la economía política, pág. 296.

[22] Se puede consultar a este respecto nuestra polémica con el grupo FOR (Fomento Obrero Revolucionario) sobre el comunismo de guerra y las colectividades de 1936 en España, ambas expresiones según dicho grupo de “relaciones no capitalistas”. Se trata de Las confusiones de FOR sobre Octubre 1917 y España 1936 en Revista Internacional nº 25. Este artículo solo está disponible en formato papel por lo que puede ser pedido a nuestro mail.

[23] Marx, op. cit, Capítulo II: La metafísica de la economía política, pág. 298.

 

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