Enviado por Revolucion Mundial el
Los antirreeleccionistas convocaron al "pueblo" a luchar contra el "dictador" Díaz y su camarilla, teniendo claro que la situación insoportable de los trabajadores de las ciudades y del campo estaba a punto de la explosión y que había que darle salida, al mismo tiempo que ajustaba cuentas, por medio de un movimiento social democrático. Se inclinaron a establecer alianzas con el campesinado por ser más fácil la manipulación de sus aspiraciones y en menor medida con la clase obrera (el Plan de San Luis no contenía ninguna referencia al sector obrero) a la cual consideraba, con justa razón, un factor peligroso que podría salírsele del control como lo había ya aprendido en la década pasada no sólo en México sino por las referencias que tenía del movimiento obrero en el plano internacional. A pesar de ello, y con gran cautela, supo comprometer a un gran número de grupos obreros armados que tuvieron el mérito de sostener el mayor esfuerzo de la ofensiva contra Díaz hasta su caída, pactada en ciudad Juárez en mayo de 1911, al interior de la burguesía y al margen completamente de las masas movilizadas para tal efecto.
Los sucesivos enfrentamientos de las diferentes fracciones de la burguesía nacional por el control del poder estatal en una serie de cuartelazos y asesinatos parecían interminables y hundían al país en el caos, hasta que la denominada fracción constitucionalista logró imponer un fuerte poder central el que también fue resultado de varios ajustes de cuentas en su interior. En todo este proceso, hay que tomar en cuenta también la injerencia de las potencias capitalistas (EUA y Alemania, principalmente) que operaban muy de cerca para intentar conducir los acontecimientos a favor de sus intereses, antes y durante la primera guerra mundial (1914-1918) [1]. En particular, EU siempre estuvo muy cerca de la "Revolución mexicana" concentrando sus tropas a lo largo de la frontera norte y llegando incluso a ocupar los puertos principales del Golfo de México en previsión de que la situación se saliera de control.
Ni revolución burguesa ni proletaria
Esta disputa armada entre fracciones de la burguesía mexicana que dirimían sus propios intereses de facciones y donde se cuidaron muy bien de someter al proletariado impidiéndole desplegar su propia lucha de clases no tuvo nada que ver con una revolución democrático burguesa, antifeudal, pues el Porfiriato, al cual combatían, representó en realidad un régimen político que favoreció de manera espectacular el desarrollo de las fuerzas productivas capitalistas y de un Estado burgués centralizado (ver RM 116). No tuvo ninguna similitud, por ejemplo, con las revoluciones burguesas inglesa (siglo XVII), ni con la americana o la francesa (siglo XVIII). En México y, en general, en la región, las relaciones capitalistas de producción imponiendo su dinámica dominante al conjunto de la sociedad y el Estado burgués tenían ya una larga historia desde los movimientos independentistas de principios del siglo XIX que significaron para la burguesía del continente su verdadera revolución burguesa, con la particularidad de que en México ese proceso fue rematado en la llamada Guerra de Reforma de mediados de ese siglo (ver RM 114 y 115).
Tampoco fue una revolución proletaria pues sus características son muy diferentes, las cuales pueden resumirse, muy apretadamente, en la capacidad del proletariado, que es la clase revolucionaria de la sociedad capitalista, para pasar de un dominio ideológico de los valores burgueses a una posición de lucha masiva, de toma de confianza en sí mismo, desarrollo de la solidaridad, descubrimiento de su fuerza histórica, hasta la creación de los órganos de lucha y de poder que le permiten apropiarse de su porvenir de manera consciente como el protagonista fundamental del conjunto de la dinámica revolucionaria donde la huelga de masas es el método de acción dominante en la sociedad y la que lleva directamente a la creación de los órganos de poder: los consejos obreros. En medio de este proceso, el Partido proletario actúa aportando la dirección revolucionaria, luchando en su seno para evitar las trampas que pone la burguesía y pugnando por llevar las luchas obreras hasta sus últimas consecuencias.
A pesar de las huelgas obreras
el proletariado no participa como clase durante las pugnas interburguesas
En la llamada Revolución mexicana el proletariado no participa como clase en el conjunto de los acontecimientos. La clase obrera había experimentado una serie de huelgas masivas importantes en la última década del Porfiriato (de 1906 a 1908) sobre todo en los sectores punta del desarrollo capitalista: textiles, mineros, ferrocarrileros y del tabaco, que habían sido ferozmente reprimidas poco antes del inicio de los conflictos guerreros en 1910. Esta dinámica de huelgas que sostuvo con coraje de clase el proletariado en México no pudo mantener una continuidad ascendente aún si en los años siguientes se producirán nuevas huelgas pero que no lograrán estructurar una ofensiva insurreccional contra la burguesía, dado que la estructura sindical empieza a tomar una presencia importante en el control de las respuestas obreras. Así, con la caída de Díaz en mayo de 1911, las demandas antes reprimidas de manera bestial se plantearon con urgencia dada la situación de miseria insoportable de los trabajadores de la ciudad y del campo, se crearon nuevos sindicatos y centrales obreras, aunque este esfuerzo se da justo en el cambio de periodo histórico que convertía en obsoletas a la lucha sindical y parlamentaria, lo cual distaba mucho de esclarecerse no sólo en México sino en el mundo entero. El descontento obrero intentaba presentarse mediante huelgas, pero el control burgués se impone. Esta dinámica se prolongó todavía hasta los años de 1915-16 en gran parte del país implicando a sectores como maestros, tranviarios, electricistas, mineros. Ante esto, el gobierno de Venustiano Carranza desempolvó un viejo decreto de Juárez (1862) para reprimir el bandolerismo y a los "trastornadores del orden", para utilizarlo en contra de los movimientos huelguistas.
Todas estas expresiones de la clase obrera no pudieron eslabonar un movimiento creciente de la aún frágil clase obrera, que le permitiera jugar un papel independiente, con la capacidad para atraer a su política a los campesinos del centro y el norte del país para disputarle el poder político a la burguesía. Ni mucho menos guió sus luchas con un programa político claro como clase pues en esos años el único programa político obrero existente era el del PLM magonista de corte anarquista [2], el cual aunque defendía los intereses de la clase obrera y tuvo una destacada participación en las principales huelgas de finales del Porfiriato y en todo el periodo de los enfrentamientos interburgueses (denunció a Madero como representante de una fracción burguesa), tenía muchas confusiones (p.ej. sobre la lucha económica y la lucha política).
¿Qué actores entonces fueron los protagonistas?
Evidentemente el protagonismo fue de las fracciones burguesas que se disputaban el control del Estado como los maderistas, el grupo de Huerta o la fracción de los carrancistas y los obregonistas, pero también hay que señalar otros sectores que tuvieron amplia participación y que también fueron utilizados de manera masiva en los diferentes ejércitos campesinos. Tenemos, por ejemplo, a los zapatistas: un movimiento que estaba formado en su mayoría por campesinos depauperados y por peones de hacienda del estado de Morelos que era su base regional y los límites de su influencia territorial con ínfima influencia a los estados vecinos entre 1913 y 1915, pero también los límites de sus estrechos intereses, exclusivamente agrarios, que resalta la mentalidad campesina sin interés en lo que sucediera fuera de su propio terreno, por lo que a pesar de su discurso emancipador, no puede escapar de sus deseos por recuperar la propiedad de la tierra y sus pretensiones de volver al pasado. Una característica que incapacita a los campesinos para desempeñar un papel revolucionario de manera independiente por lo que su destino histórico está ligado a la actividad revolucionaria del proletariado.
Pero también destacaron los villistas: Su líder, Pancho Villa, había sido durante años un bandolero al igual que Tomás Urbina, uno de sus correligionarios. En sus inicios, el ejército de Villa se formó para apoyar la campaña maderista, derivando después en una serie cambios y recambios de acuerdo a los giros de las pugnas interburguesas. Por su parte las masas que formaban el ejército, era una masa amorfa, en la que se integraban de manera individual campesinos jornaleros, e incluso mineros, pero su origen social no definía su práctica, en tanto que asumen una actitud muy cercana a la de mercenarios, no sólo por el hecho de existir en la forma de un ejército regular que recibe una paga, y para asegurar la paga y su capacidad bélica, se pliegan a las ordenes de los "jefes constitucionalistas" o incluso de las compañías petroleras extranjeras y hacendados, y no son pocas las ocasiones en que este grupo para asegurar su poderío militar se dedica al contrabando de algodón o ganado robado en los EUA, lo cual, por cierto, era permitido por el gobierno norteamericano.
Al final se impusieron los constitucionalistas con el grupo de Carranza a la cabeza, secundado por el grupo de Sonora, que eran, de hecho prolongaciones directas de las entrañas del Porfirismo; esta fracción de la burguesía logra estabilizar un poco la situación y además ser reconocida como gobierno de facto por los EUA a finales de 1915, objetivo que todos los grupos en pugna habían perseguido por años. De hecho, el abigarrado grupo "constitucionalista" ya había exigido anteriormente este estatus intentando probar su capacidad para la toma del poder civil y militar como la fracción más apta de todas las que se habían enfrentado. Había demostrado, por ejemplo, con creces el sometimiento de la clase obrera y la campesina para empezar a estructurar un Estado capitalista viable para continuar con los negocios capitalistas. En particular, logró atraer a su influencia, corromper y utilizar (por medio del siniestro Dr Atl), a la principal organización obrera que existía desde 1912, la Casa del Obrero Mundial (COM) [3], orillándola a firmar un pacto de colaboración que llevó a la utilización de grandes contingentes obreros armados, formando con ello a los batallones rojos, para combatir a los ejércitos campesinos de Zapata y Villa, con lo que se verificó su muerte como organización de la clase obrera.
La Constitución de 1917
Habiendo concluido prácticamente la sucesión de revueltas en 1917, el Congreso constituyente fundamentalmente fue el acto mediante el cual la burguesía se previene en contra del proletariado y las masas campesinas. La burguesía ya contaba con estatutos jurídicos constitucionales que cimentaban su dominación como clase sobre todo con la constitución liberal de 1857, que establece las condiciones legales para el reinado de la burguesía y la explotación del proletariado y las masas campesinas despojadas. La Constitución burguesa de 1917 viene a confirmar los postulados anteriores, pero además integra artículos que establecen medidas en contra del enemigo histórico de la burguesía: el proletariado, considerando que el conflicto entre el trabajo y el capital era inevitable. Adoptó el modelo corporativo prevaleciente en las legislaciones de los principales países de Europa y en Estados Unidos, favoreciendo una mayor participación de los trabajadores en el funcionamiento de la democracia burguesa, mediante el sufragio universal o el derecho de organización sindical, estableciendo contratos colectivos, Juntas de conciliación estatales, etc.; así, se dio especial cuidado a la redacción de los artículos sobre el derecho laboral. Además, consideró también varias demandas de los trabajadores como la jornada de 8 horas, el día de descanso, el salario mínimo, pero no por razones de justicia social sino por consideraciones pragmáticas, para evitar el agotamiento físico y mental de los trabajadores tan necesarios para incrementar diariamente las ganancias capitalistas.
Lo mismo pasa con el marco jurídico destinado a controlar las exigencias de los campesinos. El artículo 27, se cuida muy bien de no provocar en el futuro acciones contrarias a los intereses de los capitalistas tanto en la ciudad como en el campo. De hecho, a pesar de lo que se dice, este apartado se formula también de manera muy conveniente a la burguesía estadounidense que defendía sus intereses relacionados con la propiedad de la tierra. La famosa Reforma agraria que se establece tiene el objetivo manifiesto, como en el caso de los obreros, de inculcar esperanzas a un sector de las masas explotadas y oprimidas en el sentido de que serán atendidos sus reclamos ancestrales pero en el marco de la ley burguesa. Lo mismo vale para el resto de artículos pretendidamente "sociales" o progresistas como el 3º referente a la educación laica, gratuita y obligatoria que aparte de aparecer como "concesiones" dadas a los trabajadores, son medidas esenciales para el funcionamiento del Estado capitalista. En fin, el conjunto de las formulaciones políticas de la Constitución de 1917 tienen el sello de una preocupación burguesa por poner un límite a las potencialidades de la clase obrera que había demostrado ya, y no sólo en México, que estaba dispuesta a enarbolar sus propios intereses de clase, aún si en los años pasados recientes no había logrado posicionarse como una clase independiente durante los enfrentamientos armados interburgueses.
La burguesía fue el artífice y dirigente de la llamada Revolución mexicana y utilizó para sus fines como carne de cañón a las masas obreras y campesinas, éstas no tienen nada que reivindicar de ese movimiento interburgués.
RR/agosto del 2010
[1] Esta injerencia es un hecho histórico innegable. Sin embargo, hay que tener cuidado en sobreestimar la influencia real de las potencias europeas o de Japón en la época, dada la supremacía alcanzada por la burguesía americana en los asuntos mexicanos (ver RM 117). Por otra parte, es cierto que esos liderazgos buscaban a toda costa provocar las mayores dificultades a sus rivales aliados y, en primer lugar, a los EU, pero estos intentos no iban en el sentido de desplazar a los EU de su traspatio natural sino en el de restarles fuerza en el plano imperialista.
[2] El Partido Liberal Mexicano, proclamó su programa el 1º de julio de 1906.
[3] La COM tenía un programa radical y sindicalista y se orientaba por la lucha de clases, aunque era "apolítica" y proponía la acción directa, el sabotaje y el boicot anarquista