Enviado por Revista Interna... el
(Internationalisme, 1948)[1]
Hay un fenómeno en el proceso del conocimiento, en la sociedad burguesa, del que Harper[2] habla en su libro. Se trata de la influencia que por un lado tiene la división del trabajo capitalista en la formación del conocimiento y de la síntesis de las ciencias de la naturaleza y, por otro, el proceso de la formación del conocimiento en el movimiento obrero.
Harper escribe en un pasaje del libro que la burguesía en cada revolución tiene que aparecer como diferente de lo que antes era y de lo que es en realidad en el momento mismo, ocultando así su objetivo final. Esto es verdad, pero Harper, al no hablarnos del proceso de formación del conocimiento en la historia y al no plantear el problema de modo explícito, lo plantea de manera tan mecanicista como la que él les echa en cara Pléjanov y a Lenin. El proceso de formación del conocimiento depende de las condiciones en que se producen los conceptos científicos y las ideas en general, condiciones que están estrechamente relacionadas con las de la producción en general, o sea a las aplicaciones prácticas.
La sociedad burguesa, a medida que va desarrollando sus condiciones de producción, o sea su modo de existencia económica, desarrolla al mismo tiempo su propia ideología, es decir, sus conceptos científicos y sus concepciones del mundo. La ciencia es una rama muy particular en la producción de las ideas necesarias a la vida de la sociedad capitalista, la continuación, la evolución y la progresión de su propia producción. El modo económico de producción, aplica en la práctica lo que elabora la ciencia, pero a su vez tiene una gran influencia sobre la manera como se elaboran prácticamente las ideas y las ciencias. La división del trabajo capitalista, de igual modo que obliga a la más extrema especialización en todos los dominios de la realización práctica de la producción, obliga también a la mayor especialización y división del trabajo en el dominio de la formación de las ideas y principalmente en el domino de las ciencias.
Las ciencias y los sabios confirman con su presencia y sus especializaciones, la división universal del trabajo capitalista y le son tan necesarios como los generales y especialistas militares, o como los administradores y directores generales. La burguesía es perfectamente capaz de hacer la síntesis en el dominio particular de las ciencias que no se refiere directamente a su modo de explotación. Pero en cuanto toca este dominio, la burguesía tiende inconscientemente a disfrazar la realidad en compartimientos: historia, economía, sociología, filosofía ... .Sólo puede llegar a hacer intentos de síntesis incompletos.
La burguesía se limita a aplicaciones prácticas, a investigaciones científicas y en esto, es esencialmente materialista. Pero como no puede llegar a una síntesis completa, como está obligada, inconscientemente, a ocultar el hecho de que su propia existencia va en contra de las leyes científicas del desarrollo de la sociedad (descubiertas, éstas, por los socialistas), no puede asimilar esa barrera psicológica de la realidad de su existencia histórico-social más que gracias al idealismo filosófico que impregna toda su ideología. Ese disfraz necesario a la sociedad burguesa en tanto que modo de existencia social, es capaz de elaborarlo la burguesía misma con su propia filosofía (en sus diferentes sistemas), pero también es propensa a coger de las antiguas filosofías e ideologías de la existencia social de modos de producción pasados, pues éstas no afectan a su propia existencia y en cambio pueden seguir sirviendo de cortina de humo, y también porque todas las clases dominantes de la historia, en tanto que clases conservadoras; acaban por tener necesidad de los antiguos modos de conservación que ellos adaptan, naturalmente, según sus propias necesidades, o sea, deformándolos.
Por todo eso es por lo que incluso los filósofos burguesas, al principio de la historia de esta clase, podían ser, en cierto modo, materialistas, en la medida en que insistían más en que era necesario el desarrollo de las ciencias naturales; y, en cambio, eran básicamente idealistas en cuanto se ponían a hacer razonamientos sobre la existencia de la burguesía misma y para justificarla. Los que ponían más el acento sobre aquellos aspectos del pensamiento burgués podían aparecer como más materialistas, y los que más bien intentaban justificar la existencia de la burguesía no podían ser sino idealistas.
Sólo los socialistas científicos desde Marx han sido capaces de hacer la síntesis de las ciencias y del desarrollo social humano. Y es que esta síntesis es condición previa para el punto de partida revolucionario. Eso es lo que Marx hizo. En la medida en que planteaban nuevos problemas científicos, los materialistas de la época revolucionaria de la burguesía se veían atraídos y obligados a hacer la síntesis de sus conocimientos y de sus concepciones sobre el desarrollo social, pero sin que eso cuestionase en nada la existencia social de la burguesía antes al contrario, procurando justificar su existencia. Fue así como pudieron surgir individualidades que intentaron hacer esa síntesis, desde Descartes hasta Hegel. Es, en realidad, muy difícil separar materialismo e idealismo en la filosofía de Descartes o de Hegel: su intento de síntesis quiso ser completo, quiso abarcar con un mirar dialéctico, la evolución y el movimiento del mundo y de las ideas, pero no pudieron hacer otra cosa sino plasmar total y absolutamente el comportamiento de la burguesía en sus aspectos contradictorios. Y además son excepciones.
Lo que llevó algunos individuos hacia una actividad así, es algo que está por esclarecer todavía, pues el conocimiento social histórico, económico y psicológico sigue estando en pañales. En cuanto a nosotros, solo podemos decir la banalidad de que obedecían a preocupaciones generales de su sociedad.
En el capitalismo, y aun tendiendo hacia la construcción de una nueva sociedad, los socialistas por un lado y el proletariado de otro, están forzados, por su existencia y desarrollo en el seno del capitalismo, a plegarse, en el dominio del conocimiento, a las leyes propias de éste. Los militantes comunistas acaban por especializarse en la política, y sin embargo no les vendría mal y les sería muy útil procurar tener conocimientos y una visión de síntesis mucho más universal. Esto es lo que hace que se produzca la división en el movimiento obrero entre las corrientes políticas por un lado y por otro, muy a menudo incluso, entre la política y los teóricos de dominios científicos de la historia, de la economía, de la filosofía. El proceso de formación de los teóricos de socialismo ha ocurrido casi de la misma manera que la de los sabios y los filósofos burgueses de la época revolucionaria.
La influencia ambiente de la educación y del medio burgués se sigue manteniendo fuertemente en el proceso de formación de las ideas en el movimiento obrero. El desarrollo de la sociedad misma, por un lado, y de las ciencias por otro, son factores decisivos en la evolución del movimiento obrero. Este puede considerarse como una repetición inútil y, sin embargo, no se repetirá nunca lo suficiente. Y esa constante evolución paralela a la evolución del proletariado y de los socialistas es para éstos una pesada traba.
Los restos de religiones, es decir de épocas históricas precapitalistas, son atavismos de la burguesía "reaccionaria", pero sobre todo de la burguesía en tanto que última clase explotadora de la historia. A pesar de esto, la religión no es lo que hay de más peligroso en la ideología de las clases explotadoras, sino que lo es esa ideología en su conjunto, en donde al lado de las religiones, el chovinismo y demás idealismos verbosos, hay un materialismo seco, corto y estático. Así pues, hay que poner juntos el aspecto idealista del pensamiento de la burguesía y su materialismo de las ciencias de la naturaleza, que forma parte integrante de su ideología. Estos diferentes aspectos de la ideología burguesa, aunque para esta clase no forma parte de un todo, pues tiende a disfrazar la unidad de su existir bajo la pluralidad de sus mitos, deben ser analizados como tales por los socialistas.
Es así como uno se da cuenta de lo que le cuesta al movimiento obrero liberarse de la de ideología burguesa en su conjunto, tanto de sus idealismos como de su materialismo incompleto. ¿No ha tenido acaso influencia Bergson[3] en la formación de corrientes en el movimiento obrero en Francia?.
La gran dificultad está en hacer de cada nueva ideología o formulación de ideas el objeto de un estudio crítico y no es el objeto de un dilema entre adopción o rechazo. También está en concebir todo progreso científico, no como progreso real, sino como un progreso o un enriquecimiento (en el dominio del conocimiento) que está sólo en potencia en la sociedad y cuyas reales posibilidades prácticas de aplicación dependen, en última instancia, de las fluctuaciones de la vida económica del capitalismo. En este sentido, los socialistas acaban por tener únicamente una postura crítica permanente, haciendo de las ideas el objeto de un estudio: cara a la ciencia, mantienen una postura de asimilación teórica de sus resultados cuya aplicaciones prácticas comprenden como algo que no podrá servir a la humanidad en sus necesidades reales más que en sociedad que va evolucionando hacia el socialismo.
El proceso del conocimiento en el movimiento obrero considera como adquisición propia el desarrollo teórico de las ciencias, pero lo integra en un conjunto de conocimientos cuyo eje es la realización práctica de la revolución social, eje de todo progreso real de la sociedad.
Esto es lo que da lugar a que el movimiento obrero, a causa de su experiencia social revolucionaria de lucha en el seno del capitalismo contra la burguesía, se encuentre especializado en el dominio estrictamente político, el cual es, hasta la insurrección (toma de conciencia) el terreno neurálgico clave de la lucha de clases entre burguesía y proletariado. Esto es lo que le da el doble aspecto al desarrollo del conocimiento en el movimiento obrero, por un lado diferenciado y por otro unificado, que tiene lugar a medida que se va produciendo la liberación REAL del proletariado. Conocimiento político, por un lado, al plantear los problemas inmediatos y candentes; conocimiento teórico, y científico, que va evolucionando más lentamente, que se mantiene sobre todo (y hasta el presente) en las épocas de retroceso del movimiento obrero y que aborda sin duda alguna problemas tan importantes y en relación con los problemas políticos, pero de manera menos inmediata y candente.
En la política queda marcada, conforme se va desarrollando la sociedad, la frontera inmediata de clase, a través de la lucha política del proletariado. Es pues en el desarrollo de la lucha política del proletariado en donde se sigue paso a paso la evolución de la lucha de clases y el proceso de formación del movimiento obrero revolucionario en oposición a la burguesía cuyas formas de lucha política evolucionan en función de la evolución constante de la sociedad capitalista. La política de clase del proletariado varía entonces de día en día e incluso, en cierta medida, localmente (ya veremos luego en que medida). Es en esta lucha cotidiana, en las divergencias de partidos y de grupos políticos, en la táctica del lugar y del momento, en donde quedan plasmadas inmediatamente las fronteras de clase. Vienen luego, de una manera más general, menos inmediata y planteando objetivos más lejanos, los fines de la lucha revolucionaria del proletariado, que están contenidos en los grandes principios de los partidos y los grupos políticos.
Es pues en los programas primero, y luego en su aplicación práctica, en la acción cotidiana, en donde se plantean las divergencias en cuanto a la acción política, que reflejan en su evolución, a la vez que la evolución general de la sociedad, la evolución de las clases, de sus métodos de lucha, de sus medios y de sus ideologías, de la teoría y de la práctica del movimiento de su lucha política. Al contrario, la síntesis de la dialéctica científica en el dominio puramente filosófico del conocimiento, se desarrolla no a la manera dialécticamente inmediata de la lucha de la clase como práctica política, sino de una manera dialéctica mucho más lejana, esporádica, sin lazo aparente ni con el medio local, ni social, de manera parecida a como se desarrollaban las ciencias aplicadas, ciencias de la naturaleza, de finales del feudalismo y del nacimiento del capitalismo.
Harper no hace esas diferencias. No ha sabido mostrarnos el conocimiento en sus diferentes manifestaciones del pensamiento humano, muy dividido en especializaciones, en el tiempo, en lo diferentes medios sociales, en su evolución, etc....El conocimiento humano se desarrolla, hablando sencillamente, en función de las necesidades que los distintos medios sociales tienen que encarar y los diferentes dominios del conocimiento se desarrollan en función de las aplicaciones prácticas. Cuando más inmediatamente y de cerca toca el conocimiento humano el terreno práctico, tanto más sensible es su evolución; y al contrario, cuando más nos interesamos en una tentativa de síntesis, tanto más difícil es seguir la evolución, púes la síntesis se hace según las leyes puramente accidentales del azar, es decir, leyes tan complicadas, que proceden de factores tan diversos y complejos, que es prácticamente imposible ponerse hoy a hacer estudios semejantes.
Además, la práctica engloba a grandes masas de la sociedad, mientras que la síntesis la hacen a menudo individualidades. Lo social entra en leyes generales que son más fácil y más inmediatamente definibles. Lo individual aparece bajo el ángulo de particularidades casi imperceptibles para lo que es hoy la ciencia histórica, que aun está dando sus primeros pasos.
Por esta razón destacamos, en primer lugar, un grave error en Harper, el de haberse metido en un estudio sobre el problema del conocimiento, hablando únicamente de la diferencia que hay entre la manera burguesa de abordar los problemas y la manera socialista y revolucionaria, dejando en la sombra el proceso histórico de formación de las ideas. Al operar de este modo, la dialéctica de Harper resulta impotente y vulgar. Harper escribe un pequeño estudio interesante, criticando la manera como Lenin aborda la crítica del empiriocriticismo, demostrando, y es verdad, la mezcla de mal gusto en la polémica, de vulgaridad y errores en lo científico, de materialismo burgués y de marxismo. Pero al lado de ese interés, Harper saca unas conclusiones de una banalidad todavía mayor que la dialéctica de Lenin en Materialismo y Empiriocriticismo.
El proletariado se sacude de encima, revolucionariamente, el medio social capitalista, gracias a una lucha continua, pero solo adquiere totalmente una ideología independiente en el sentido pleno del término, cuando realiza en la práctica la insurrección generalizada que hace realidad viva a la revolución socialista, permitiéndole andar sus primeros pasos. A la vez que el proletariado consigue la independencia política e ideológica total, que alcanza la conciencia de la única solución revolucionaria ante el marasmo económico y social del capitalismo, o sea, la conciencia de la construcción de una sociedad sin clases, que se despliega la insurrección generalizada, entonces también deja de existir en tanto que clase para el capitalismo y, por medio de la dualidad de poder a favor suyo, está creando el terreno histórico y social favorable para su propia desaparición como clase.
La revolución socialista contiene, pues las dos acciones del proletariado, la de antes y la de después de la insurrección. No consigue desarrollar totalmente una ideología independiente más que cuando ha creado el terreno favorable para su desaparición, es decir, tras la insurrección. Antes de la insurrección, su ideología tiene como principal objetivo conseguir que se realice prácticamente la insurrección, o sea la toma de conciencia de la necesidad de realizarla y de las posibilidades y medios que hay para realizarla. Tras la insurrección se plantean inmediatamente, por un lado, la gestión de la sociedad y por otro, la desaparición de las contradicciones legadas por el capitalismo. Y entre las primeras preocupaciones se plantea, tras la insurrección, la de evolucionar hacia el socialismo y el comunismo, es decir, la de resolver en la práctica lo que debe ser el período transitorio. Sólo a partir de este período, la conciencia social, incluso la del proletariado, podrá estar totalmente liberada de la ideología burguesa. Hasta ese acto liberador por la violencia, todas las ideologías burguesas, la ciencia y el arte, toda la cultura burguesa, seguirá influenciando a los socialistas incluso en su manera de razonar. Con mucha lentitud aparece una síntesis socialista de la evolución del movimiento obrero y de su estudio.
En la historia del movimiento obrero, ha ocurrido a menudo que aquellos que son capaces de razonar y analizar en profundidad lo referente a las clases y a la evolución del capitalismo o sobre un movimiento insurreccional, han sido, fuera del movimiento real mismo, más bien observadores que actores. Este es el caso de Harper comparado con Lenin. Así mismo, puede producirse un desfase en el devenir del conocimiento desde el punto de vista del socialismo, desfase que hace que ciertos estudios teóricos sigan siendo válidos mientras que los hombres que los han formulado practican una política que ya no está adaptada a la lucha del proletariado. Y la inversa ocurre también.
En el movimiento que arrastró a la clase obrera de Rusia a tres revoluciones en doce años, las tareas prácticas de la lucha de clases eran tan atrayentes y absorbentes, tantas las necesidades de la práctica de la lucha y, después, de la toma del poder mismo, que llevaban más la formación de políticos del proletariado como Lenin o Trotski, de hombres de acción, de tribunos y polemistas, que de filósofos y economistas. Los que esto eran, en la segunda y tercera Internacionales, estaban a menudo fuera del movimiento práctico revolucionario y, en todo caso, lo eran durante períodos de retroceso del curso revolucionario.
Lenin, entre 1900 y 1924, empujado por la marea de la revolución en auge, escribe una obra que es toda ella palpitante, áspera a veces como la lucha misma, con sus altibajos, imagen plasmada de la tragedia histórica y humana. Su obra es sobre todo polémica y política, de combate. Lo esencial de su obra para el movimiento obrero es, sobre todo, el aspecto político y no la filosofía y sus estudios económicos, de dudosa calidad por faltarle profundidad de análisis, conocimientos científicos y posibilidades de síntesis teórica. Al lado de la tormentosa situación histórica de Rusia, la tranquila situación en Holanda, en margen de la lucha obrera de Alemania, permite el desarrollo ideológico de un Harper, en un período de reflujo de la lucha de clases.
Harper ataca violentamente a Lenin en el punto flaco de éste, dejando en la sombra la parte más importante y más viva de su obra y acaba falseando el razonamiento cuando quiere sacar, de ese punto flaco, conclusiones sobre el pensamiento de Lenin y sobre el alcance de su obra.
Incompletas y erróneas ya respecto a Lenin, las conclusiones de Harper caen en la ramplona vulgaridad periodística cuando intenta sacarlas de la revolución rusa en su conjunto. Respecto a Lenin, todo lo dicho demuestra que Harper no ha entendido nada de su obra principal y así se apega a Materialismo y empirocriticismo únicamente. Respecto a la revolución rusa, la cosa es mucho mas grave y sobre ello hemos de volver.
Philippe
Continuará....
[1] La primera parte de este artículo con su correspondiente presentación fue publicada en la Revista Internacional, n° 25
[2] "Harper" era el pseudónimo de Pannekoek - NDLR
[3] Henri Bergson (1859-1941), filósofo francés opuesto al racionalismo. NDRL