En el medio político proletario, la corriente bordiguista se conoce, más o menos bien, como pretende ser, es decir, un "Partido duro y puro" con un "Programa completo e inmutable".
Obviamente, esto es más una leyenda que una realidad. De hecho, del "Partido", por ejemplo, conocemos al menos 4 o 5 grupos procedentes del mismo tronco, entre ellos el PC Internacional (Programa), cada uno de los cuales pretende ser el único heredero, el único legítimo, de lo que fue la Izquierda Italiana, y encarnar el "Partido histórico" de su sueño. Esta es probablemente la "única invariabilidad" que tienen en común. Por otra parte, se sabe muy poco, o nada -y esto es cierto sobre todo para la mayoría de los militantes de estos partidos-, sobre las verdaderas posiciones de este "Partido" en su origen, es decir, en su fundación, en 1943-1944, tras y después del derrumbe del régimen de Mussolini en Italia en plena Segunda Guerra Mundial.
Para superar este desconocimiento, consideramos muy importante publicar a continuación uno de los primeros documentos de este nuevo partido (PCInt) que apareció en el primer número de su revista Prometeo. Este documento, que aborda una cuestión crucial: la posición de los revolucionarios ante la guerra imperialista y las fuerzas políticas que participan en ella, permitirá a cualquier militante hacerse una idea exacta del estado de claridad y madurez de las posiciones políticas que presidieron la fundación de este Partido, y de la acción práctica que ello, necesariamente, implica.
Para destacar mejor la diferencia (entre lo que dice ser y lo que ha sido y sigue siendo), sería bueno empezar recordando lo que decía ser. Para ello, nos limitaremos a algunas citas de un artículo que pretendía ser fundamental y que sigue siendo un punto de referencia central: Sobre el Partido compacto y poderoso del mañana publicado en el número 76 de Programme Communiste en marzo del 78.
"Su existencia (la del Partido) no está atestiguada por el hecho de que esté "terminado" y no en construcción, sino por el hecho de que crece como un organismo que se desarrolla con las células y la estructura que tenía cuando nació; que crece y se fortalece sin alterarse, con los materiales que sirvieron para constituirlo, con sus miembros teóricos y su esqueleto organizativo." (p15).
Dejando de lado el estilo siempre pomposo propio de los bordiguistas, y con grandes reservas sobre la afirmación de que los "materiales... teóricos" son la única y exclusiva condición para la proclamación del Partido, independientemente del flujo y reflujo de la lucha de clases, podemos quedarnos con la idea de que la evolución posterior de una organización depende, en gran medida, de sus posiciones políticas y de su coherencia al principio. El PCInt (Programa) es una excelente muestra de ello.
Polemizando contra nosotros, el autor del artículo se ve obligado a explicar (¡una vez no es pecado mortal!) las posiciones defendidas por la Fracción Italiana de la Izquierda Comunista y la enorme contribución teórica y política de ésta en su revista Bilan y luego en la revista Octubre en los años 30 a 451.
"Reivindicar hoy la continuidad que la Fracción ha logrado, gracias a una espléndida batalla, mantener con firmeza... significa también comprender las razones materiales por las que la Fracción nos ha legado, junto a tantos valores positivos, elementos que han caducado." (p7)
Estos elementos obsoletos son, entre otros, que "no se trata de buscar en las propias armas teóricas y programáticas, sino, por el contrario, de redescubrir su fuerza y su poder en todos los puntos, y de referirse a ellas como un bloque monolítico para volver a empezar... para llegar, retomando las armas originales con exclusión de todas las demás, a una comprensión completa de las causas de su derrota, así como de las condiciones de una futura ofensiva".
Haber cometido “la imprudencia” de someter a la crítica las posiciones y orientaciones de la I.C. "ha llevado a la Fracción a ciertas defraudaciones, como, por ejemplo, en la cuestión nacional y colonial, o también con respecto a Rusia.... que en la búsqueda de un camino diferente al de los bolcheviques en el ejercicio de la dictadura, ... y también, en cierto sentido, en la cuestión del Partido o de la Internacional".
Y, más adelante, Programa cita como ilustración de las herejías de la Fracción, a Bilan que escribe "las fracciones de izquierda sólo podrán transformarse en partido, cuando los antagonismos entre la posición del partido degenerado y la posición del proletariado amenacen todo el sistema de relaciones de clase..."
Para Programa, "pasajes de este tipo alimentan evidentemente, la especulación de quienes, como el grupo Revolución Internacional, teorizan hoy como inevitable la degeneración oportunista de todo partido de clase que pretenda constituirse antes de la futura oleada revolucionaria, y que, a la espera de esta oleada y bajo el pretexto de un "Balance" preliminar para el renacimiento del partido formal, se entregan a una revisión completa de las tesis constitutivas de la Internacional." (p9)
El partido bordiguista no concibe en absoluto que se puedan criticar, a la luz de la experiencia vivida, posiciones que se han demostrado falsas o inadecuadas. ¡La famosa invariabilidad obliga! Notemos, sin embargo, que después de haberse quitado el sombrero ante la "firmeza", ante la "espléndida batalla" ante los "valores positivos", el portavoz del PCI rechaza también "firmemente" lo que constituye precisamente lo esencial de la verdadera contribución en el trabajo de la Fracción. En cuanto a nosotros, CCI, reconocemos de buen grado que esta aportación de la Fracción nos ha nutrido enormemente en nuestro propio desarrollo, y ello no sólo en la cuestión del momento de la constitución del Partido, sino en tantas otras cuestiones que el artículo denomina "dejarse llevar". El "bloque monolítico" del que habla el artículo, además de sonarnos a frase retórica, no indica más que una vuelta a las posiciones de la Fracción, e incluso un retroceso respecto a la I.C.
"Lo que define a un núcleo muy pequeño de militantes como Partido es la clara conciencia de tener que conquistar una influencia sobre la clase que sólo posee virtualmente, y el esfuerzo dedicado a conseguir este objetivo no sólo con la propaganda de su programa, sino con la participación activa en las luchas y formas de la vida colectiva de la clase; y esto es lo que, a partir de ese momento, nos definió bien como Partido." (p14)
Aquí encontramos una “nueva definición” de la constitución del Partido. Esta vez se hace hincapié en el "activismo". Conocemos este activismo que corroe a todos los izquierdistas, de los distintos partidos desde los trotskistas hasta los maoístas. El PCI no ha dejado de caer en este pozo ayer como hoy, desde su fundación durante la guerra de 1943 hasta su apoyo activo a la guerra del Líbano en el campo palestino, pasando por la participación, junto a los trotskistas y maoístas, en todo tipo de comités fantasmas, el de los soldados, el de apoyo a la lucha de Sonacotra, el de los inmigrantes, etc. En sus acciones febriles, en efecto, se trataba menos de "defender un programa" que de ser los aguadores para "conquistar la influencia sobre la clase". Pero eso no le impide volver a caer como un gato sobre las patas y escribir:
"Observemos de paso que la Fracción en el extranjero no se ha limitado en absoluto a la "investigación teórica", sino que ha librado una dura batalla práctica. Si aún no ha sido Partido sino sólo su preludio no es por falta de actividad práctica, sino por la insuficiencia del trabajo teórico." (Nota p13)
Pasemos por alto la "insuficiencia del trabajo teórico" de la Fracción. La Fracción nunca pretendió tener un "programa acabado" en el bolsillo como el Programa Comunista, y se contentó humildemente con querer ser una contribución al desarrollo del programa a la luz de un examen crítico de la experiencia de la primera gran ola revolucionaria y de la contrarrevolución que la siguió. La Fracción carecía ciertamente de esa megalomanía propia del bordiguismo de la posguerra que, sin el menor pudor y sin sonrojarse, puede escribir:
"La historia de nuestro pequeño movimiento ha demostrado.... que el Partido no nace porque y cuando la clase ha encontrado, bajo el empuje de las determinaciones materiales, el camino único y necesario de la recuperación. Nace porque y cuando un círculo necesariamente "microscópico" de militantes ha alcanzado la comprensión de las causas de la situación objetiva inmediata y la conciencia de las condiciones de su futura inversión; porque ha sacado la fuerza, no para "completar" el marxismo con nuevas teorías.... sino para reafirmar el marxismo en su totalidad, inalterado e intacto; porque fue capaz, sobre esta base… de hacer el balance de la contrarrevolución como una confirmación total de nuestra doctrina en todos los campos." (p10)
"Porque ella (la corriente bordiguista) lo había logrado (el "Balance Global del Pasado") pudo 25 años después constituirse como conciencia crítica organizada, como cuerpo militante activo, como Partido;", aunque, precisa que "ya veremos (más adelante) en qué condiciones y sobre qué base, pero podemos decir desde el principio que no es llevado por un movimiento ascendente, sino que, por el contrario, lo precede desde lejos". (p5)
Esta base se define en estos términos:
"... la base del bloque unitario de posiciones teóricas, programáticas y tácticas reconstituido por el pequeño y "microscópico" partido de 1951-52 (¿) o de hoy, y sólo puede hacerse en sus filas" (p5-6)
Retengamos esta conclusión "sólo puede hacerse en sus filas". Sin embargo, este Partido ha tenido un lamentable accidente en el camino, un accidente del que se habla con cierta vergüenza: "En 1949… se redactó el Llamamiento por la Reorganización Internacional del Movimiento Revolucionario Marxista. Lo que allí se proponía a los pequeños núcleos dispersos de trabajadores revolucionarios que querían reaccionar.... contra el desastroso curso del oportunismo, no era ciertamente un bazar.... de los que querían construir... el tambaleante edificio de la "unidad de las fuerzas revolucionarias" del que todos divagan. Por el contrario, se les propuso un método de lucha homogéneo, basado en el rechazo de las soluciones presentadas por "grupos influenciados incluso parcialmente (¡sic!) e indirectamente (¡sic!) por las sugerencias y el conformismo... que infestan el mundo, una solución cuya "crítica doctrinal" confirmó su inanidad". (p15)
Pasemos por encima de todas estas contorsiones, a modo de explicación de un planteamiento que es suficientemente claro en su grave confusión por su propio título. Además, no era la primera vez que el Partido Bordiguista lanzaba este tipo de llamamientos, y no sólo "a los pequeños núcleos dispersos de trabajadores revolucionarios". Como veremos, dicho Llamamiento se dirigió en plena guerra imperialista, a fuerzas mucho más "serias" para la constitución de un "Frente Obrero" para la "unidad de clase del proletariado". Veamos, por lo tanto, a este Partido en funcionamiento tal y como es, tal y como fue "en su nacimiento".
El presente llamamiento es dirigido por el Comité de Agitación del Partido Comunista Internacionalista a los comités de agitación de los partidos con dirección proletaria y de los movimientos sindicales de empresa para dar a la lucha revolucionaria del proletariado una unidad de directivas y de organización en vísperas de los acontecimientos sociales y políticos que habrán de revolucionar la situación italiana y europea; para ello, se propone que estos diversos comités se reúnan para elaborar un plan de conjunto.
Para facilitar esta tarea, el Comité de Agitación del PCI expone brevemente su punto de vista programático, que podría considerarse como una base inicial para el debate. ¿Por qué hemos considerado oportuno dirigirnos a los comités de agitación de las fábricas y no a los comités centrales de los distintos partidos?
Una mirada panorámica al entorno político, que se ha puesto de manifiesto no sólo en la lucha antifascista sino también en la lucha más específica del proletariado, nos ha convencido (y no sólo hoy) de la imposibilidad de encontrar un mínimo denominador común ideológico y político para sentar las bases de un acuerdo de acción revolucionaria. Las diferentes apreciaciones de la guerra (su naturaleza y sus objetivos), las diferentes apreciaciones sobre la definición del imperialismo y las divergencias en los métodos de lucha ya sean sindicales, políticos o militares, demuestran suficientemente esta imposibilidad.
Por otra parte, todos estamos de acuerdo en considerar la crisis abierta por la guerra como la más profunda e incurable que jamás haya sufrido el régimen burgués; (también estamos de acuerdo) en considerar que el régimen fascista está acabado social y políticamente, aunque las armas alemanas le sigan dando oxígeno, aunque haya que luchar dura y sangrientamente para extirparlo del suelo italiano, y , finalmente, por considerar que el proletariado es el único protagonista de esta nueva historia del mundo que debe salir de este conflicto inhumano.
Pero el triunfo del proletariado sólo es posible a condición de que haya resuelto preventivamente el problema de su unidad en la organización y en la lucha.
Y esa unidad no se ha logrado, ni podrá lograrse nunca, sobre la base del Comité de Liberación Nacional, que surgió por razones contingentes debido a la guerra, que quiso asumir un aspecto de la guerra ideológica contra el fascismo y el hitlerismo pero que fue constitucionalmente impotente para plantear los problemas para superar tales contingencias. No asumió las reivindicaciones y los objetivos históricos de la clase obrera, que habrían chocado con las razones y los objetivos de la guerra democrática instigada y dirigida por el Comité de Liberación Nacional (C. de LN) ni se mostró incapaz de unir a las fuerzas obreras más arraigadas. Frente a la guerra, al margen de las presiones ideológicas, se puede ver a los representantes de las altas finanzas, del capitalismo industrial y agrario y a los de las organizaciones obreras codo con codo; pero ¿quién se atrevería a pensar en un C. de LN, centro motor de la lucha de clases y del asalto al poder burgués, en el que se sentasen los De Gasperis, los Gronchis, los Solens, los Gasparotos, los Croces, los Sforzas, etc.?
Si el C. de LN puede ser históricamente capaz de resolver los problemas debidos al estado de emergencia y su continuación en el marco del Estado burgués, no será en absoluto el órgano de la revolución proletaria, cuya tarea corresponde al partido de la clase que habrá comprendido las exigencias fundamentales del proletariado y se habrá adherido profundamente a la necesidad de su lucha.
Pero este mismo partido será impotente para cumplir su misión histórica si encuentra ante sí un proletariado dividido moral y físicamente, desilusionado por la inutilidad de las luchas internas, escéptico sobre la validez de su propio futuro.
Es esta situación bloqueada la que hemos conocido en todos los momentos de crisis de los últimos años, y contra la que se rompen las grandes aspas de la revolución proletaria. Un proletariado desunido no puede atacar al poder burgués, y debemos tener el valor de reconocer que actualmente el proletariado italiano está desunido y es escéptico como todo el proletariado europeo.
La tarea imperiosa del momento es, pues, la unidad de clase del proletariado, que encontrará en las fábricas y en todos los centros de trabajo el ambiente natural e histórico ideal para la afirmación de dicha unidad. Sólo con esta condición el proletariado podrá transformar en su beneficio la crisis del capitalismo que la guerra ha abierto pero que no puede resolver.
Concluimos nuestro llamamiento resumiendo nuestro pensamiento en algunos puntos:
1. puesto que los motivos, la finalidad y la práctica de la guerra dividen al proletariado y a sus fuerzas combatientes, debemos oponernos a la política que quiere subordinar la lucha de clases a la guerra, subordinando la guerra y todas sus manifestaciones a la lucha de clases;
2. deseamos la creación de organizaciones unitarias del proletariado, que serán la emanación de las fábricas y de las empresas industriales y agrícolas;
3. Estos organismos serán el frente único de facto de todos los trabajadores, y en ellos participarán democráticamente los comités de agitación;
4. Todos los partidos vinculados a las luchas del proletariado tendrán derecho a hacer la propaganda de sus ideas y de sus programas: además, pensamos que será en estos lugares de debates de ideas y de programas, donde el proletariado alcanzará su madurez política y la libre elección de la dirección política que le llevará a la victoria;
5. la lucha del proletariado, desde la agitación parcial hasta la insurrección armada, debe desarrollarse, para triunfar sobre una base de clase, para culminar en la conquista violenta de todo el poder que constituye la única garantía seria de la victoria.
10 de febrero de 1945
A este llamamiento señalamos la respuesta del Comité de Agitación del PDA y la del Partido del Trabajo (de Milán), que declararon que no podían tener en cuenta nuestra propuesta, aunque lo habrían hecho en condiciones más favorables, porque la línea política específica seguida por el PIL, aunque dedicada a la revolución proletaria, no le permite ejercer ningún tipo de influencia sobre las masas del norte de Italia.
Nuestro llamamiento recibió el pleno apoyo de los sindicatos revolucionarios, que aceptaron explícitamente colaborar en la creación de organizaciones de base y se declararon totalmente de acuerdo con nuestro punto de vista sobre la lucha contra la guerra.
La respuesta también vino de los comunistas libertarios, que reconocieron en los términos de la propuesta el terreno en el que ellos mismos se situaban "tanto desde el punto de vista de la situación política general, como desde el punto de vista de la actitud ante la guerra y la necesidad de una organización de clase de los trabajadores que tenga como objetivo la revolución expropiadora mediante la constitución de consejos de administración obreros", y se mostraron satisfechos de que tal punto de vista fuera compartido por los camaradas comunistas internacionalistas.
Sin embargo, es sorprendente que el PCI se haya negado a respondernos con comunicaciones verbales, habiendo ya expresado su opinión sobre nosotros en su prensa. Poco después, al término de una esporádica campaña de denigración contra nosotros (acusándonos de fascistas enmascarados), apareció un encarte en la revista "Usine" que nos calificaba de provocadores y en el que se hacía referencia directa a nuestra propuesta de constitución de organizaciones de frente único obrero, y en marzo le siguió una circular de la Federación Milanesa en la que se invitaba a vuestras organizaciones de base "a intervenir enérgicamente para depurar...".
Tradicionalmente incapaz de responder con un sí o un no, el PS respondió en cambio: "Estimados camaradas, en respuesta a su llamada, confirmamos que nuestro Partido no tiene nada en contra de que sus camaradas participen en los Comités de Agitación periféricos en las fábricas donde su Partido tiene realmente una base y que su colaboración se hace en el marco de la lucha general de masas, para la que surgieron los Comités de Agitación."
A esta carta, que eludía elegantemente la cuestión, respondimos: "Queridos camaradas, habríamos preferido que su respuesta estuviera más en consonancia con las cuestiones planteadas en nuestro documento, y en este sentido fuera más concluyente, evitando la pérdida de tiempo, sobre todo porque la situación política, tras los acontecimientos militares, se agrava cada vez más y plantea tareas cada vez más graves y urgentes para las masas y los partidos proletarios en particular."
Queremos llamar su atención sobre dos puntos:
1. nuestra propuesta no planteaba la cuestión de la adhesión a los comités existentes de tal o cual partido, sino un acuerdo entre sus órganos de dirección de tales comités para concretar un plan de acción común, para resolver todos los problemas derivados de la crisis del capitalismo como una unidad.
2. estaba implícito que nuestra iniciativa no podía tener como objetivo una "lucha general de masas", sino la creación de organismos con representación proporcional en el terreno de la clase y que avanzan hacia objetivos de clase.
Ni que decir tiene que esos comités no pueden tener nada en común con los vuestros, surgidos a partir de la política del CLN, que, como decís, no pueden considerarse organizaciones de clase. Les pedimos una respuesta más precisa sobre estos puntos de los que depende la posibilidad de un trabajo conjunto.
Hasta la fecha no ha habido respuesta.
(Prometeo nº 1 de abril de 1945)
Podemos ahorrarnos los comentarios. Este llamamiento dirigido a las (¡fuerzas vivas del proletariado!) PC y PS para la construcción de la unidad proletaria habla por sí mismo, y ello a pesar del truco táctico que consiste en que no es el propio Partido el que lo dirige directamente a los otros partidos, sino a través de un "Comité de Agitación" fantasma del Partido que lo dirige a los "Comités de Agitación" de los otros partidos.
Hay que añadir que de este Llamamiento no salió nada (¡y con razón!), salvo dejarnos un testimonio, un indicio de un partido que "creció .... con los materiales que sirvieron para constituirlo, con sus miembros teóricos y su esqueleto organizativo".
Pero sería inexacto decir que este llamamiento no produjo nada. He aquí el resultado:
"Siguiendo las directivas dadas por nuestros órganos dirigentes, bajo la presión de los acontecimientos, nuestros camaradas -después de haber advertido preventivamente a las masas contra los golpes prematuros y de haber indicado repetidamente cuáles eran los objetivos (objetivos de clase) que debían alcanzar- se unieron indistintamente a las formaciones en movimiento en el trabajo de destrucción del odioso aparato fascista participando en la lucha armada y en la detención de los fascistas..." (Panorama View). (Una mirada panorámica al movimiento de masas en las fábricas, en Prometeo nº 2, 1 de mayo de 1945; citado en A.Peregalli, l'Altra Resistanza, la disidema di sinistra in Italia 1943-45)
Hasta aquí el Partido en el Norte del país. En cuanto al Sur del país, podemos citar como ejemplo Calabria (Catanzaro) donde los militantes bordiguistas agrupados en torno a Maruca, futuro líder del grupo Damen, permanecieron dentro del PCI estalinista hasta 1944, cuando se pasaron a la "Frazione": "Maruca afirma (en 1943) que la victoria del frente antifascista es la condición histórica indispensable para que el proletariado y su partido se pongan en condiciones de cumplir su misión de clase". (citado por Peregalli, op. cit., p57)
En conclusión, en lo que respecta al partido Bordiguista, podemos decir: dime de dónde vienes y sabré a dónde vas.
M.C.
1 El autor habla de la actividad de la Fracción del "30 al 40", ignorando por completo su existencia y actividad entre el 40 y el 45, cuando se disolvió. ¿Se debe esto a la simple ignorancia o a evitar verse obligado a hacer una comparación entre las posiciones defendidas por la Fracción durante la guerra y las del PCInt constituido en el 43-44?
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Este artículo apareció por primera vez en Internationalisme núm. 12 en agosto de 1946. Aunque es un producto del período inmediatamente posterior a la Segunda Guerra Mundial, sigue siendo notablemente relevante hoy, 36 años después. Aborda la cuestión de cuándo es necesaria y posible la formación del partido.
Para quienes se niegan a reconocer la necesidad de un partido político del proletariado, el problema del papel de dicho partido, su función y el momento de su formación carecen obviamente de interés.
Pero para los que han comprendido y aceptado la idea del partido como expresión de la clase obrera en su lucha contra el capitalismo, la cuestión es crucial. Para los militantes que entienden la necesidad del partido, situar la cuestión de cuándo formarlo en una perspectiva histórica es de suma importancia porque la cuestión de cuándo se forma un partido está vinculada a toda su concepción de lo que debe hacer el partido. ¿Es el partido un puro producto de la "fuerza de voluntad" de un grupo de militantes o es el resultado de la evolución de la clase obrera en lucha?
Si es un mero producto de la voluntad, el partido puede existir o formarse en cualquier momento. Si, por el contrario, es una expresión de la clase en lucha, su formación y permanencia están ligadas a los períodos de auge y declive de la lucha proletaria. En el primer caso, se trata de una visión voluntarista e idealista de la historia; en el segundo, de una concepción materialista de la historia y de su realidad concreta.
No nos equivoquemos: no es una cuestión de especulación abstracta. No se trata de una discusión escolástica sobre las palabras o etiquetas adecuadas: o "partido" o "fracción" ("grupo"). Las dos concepciones conducen a enfoques diametralmente opuestos. Un planteamiento incorrecto basado en no entender el momento histórico de la proclamación del partido lleva necesariamente a una organización revolucionaria a intentar ser lo que todavía no puede ser y a no ser lo que puede ser. Una organización de este tipo, que busque un público inmediato a cualquier precio, que transforme los principios en dogmas en lugar de mantener posiciones políticas claras basadas en un examen crítico de la historia, no sólo se encontrará desdibujando la realidad en el presente, sino que comprometerá su futuro al descuidar sus verdaderas tareas a largo plazo. Este planteamiento deja el camino libre a todo tipo de compromisos políticos y al oportunismo.
Esta es la misma imagen que Internationalisme criticó en el partido Bordiguista en 1946, y 36 años de actividad del PCI confirman ampliamente la validez de estas críticas.
Sin embargo, algunas formulaciones del Internationalisme se prestan a posibles interpretaciones erróneas. Por ejemplo, la frase: "el partido es el organismo político que el proletariado crea para unificar sus luchas". Dicho así, la afirmación implica que el partido es la única fuerza motriz hacia esta unificación de las luchas. Esto no es cierto y no es la posición que defendía Internationalisme, como puede comprobar cualquier lector de su prensa. La formulación debe entenderse en el sentido de que una de las principales tareas del partido es ser un factor, un factor activo, en la unificación de la lucha de la clase orientándola "hacia un ataque frontal contra el Estado y la sociedad capitalista, hacia la construcción de una sociedad comunista". (ibid).
En cuanto a la cuestión de la Tercera Guerra Mundial, la guerra no se produjo de la forma en que Internationalisme predijo. No hubo una guerra generalizada, sino una serie de guerras locales y periféricas denominadas luchas de "liberación nacional" o luchas "anticoloniales"; en realidad estaban supeditadas a las necesidades e intereses de las grandes potencias en su lucha por la hegemonía mundial.
No obstante, es cierto, como predijo el Internationalisme, que la Segunda Guerra Mundial dio lugar a un largo período de reacción y de profunda disminución de la lucha de clases, que duró hasta el final del período de reconstrucción.
A algunos lectores les puede chocar el uso del término "formación de cuadros" que Internationalisme anunciaba como la "tarea del momento" en ese periodo. Hoy la palabra "cuadros" sólo la utilizan los izquierdistas que preparan a los futuros burócratas para el capital contra el proletariado. Pero en el pasado, y tal como lo utilizaba Internationalisme, la idea de formar cuadros significaba que la situación no permitía a los revolucionarios tener una influencia a gran escala en la clase obrera y que, por lo tanto, el trabajo de desarrollo teórico y de formación de militantes tenía inevitablemente prioridad sobre cualquier posibilidad de agitación.
Hoy vivimos un período completamente diferente, una época de crisis abierta para el capitalismo y de renovación de la lucha de clases. Este período hace necesaria y posible la reagrupación de las fuerzas revolucionarias. Esta perspectiva sólo puede ser llevada a cabo por los grupos revolucionarios existentes y dispersos si rechazan cualquier racionalización de su propio aislamiento, si abren el camino a un verdadero debate sobre las posiciones políticas heredadas del pasado que no son necesariamente válidas hoy, si se comprometen conscientemente con un proceso de clarificación internacional que lleve a la posibilidad de un reagrupamiento de fuerzas. Este es el verdadero camino hacia la formación del partido.
Hay dos concepciones de la formación del partido que se han enfrentado desde la primera aparición histórica del proletariado, es decir, su aparición como clase independiente con un papel que cumplir en la historia y no su mera existencia como categoría económica.
Estas concepciones pueden resumirse como sigue:
* La primera concepción sostiene que la formación del partido depende esencialmente, si no exclusivamente, de los deseos de los individuos, de los militantes, de su nivel de conciencia. En una palabra, esta concepción considera la formación del partido como un acto subjetivo y voluntarista.
* La segunda concepción considera la formación del partido como un momento del desarrollo de la conciencia de clase directamente vinculado a la lucha de clases, a la relación de fuerzas entre las clases en un momento dado debido a la situación económica, política y social del momento; al legado de las luchas pasadas y a las perspectivas a corto y largo plazo de las luchas futuras.
La primera concepción, básicamente subjetiva y voluntarista, está más o menos ligada a una visión idealista de la historia. El partido no está determinado por la lucha de clases, sino que se convierte en un factor independiente determinado sólo por sí mismo y se eleva a ser la propia fuerza motriz de la lucha de clases.
Podemos encontrar ardientes defensores de esta concepción desde el principio del movimiento obrero y a lo largo de su historia hasta la actualidad. En los primeros tiempos del movimiento, Weitling y Blanqui fueron los representantes más conocidos de esta tendencia.
Por muy grandes que sean sus errores y por mucho que merezcan las severas críticas que Marx les dirigió, debemos considerarlos a ellos y a sus errores en una perspectiva histórica. Sus errores no deben hacernos olvidar la gran contribución que hicieron al movimiento obrero. El propio Marx reconoció su valor como revolucionarios, su dedicación a la causa proletaria, su mérito como pioneros que inspiraron a la clase trabajadora con su incansable voluntad de acabar con la sociedad capitalista.
Pero lo que para Weitling y Blanqui fue un error, una falta de comprensión de las leyes objetivas que rigen el desarrollo de la lucha de clases, se convirtió para sus seguidores posteriores en el punto central de su existencia. El voluntarismo se convirtió en un aventurerismo total.
Sin duda, los representantes más típicos de esto hoy en día son el trotskismo y todo lo relacionado con él. Su agitación no tiene más límites que sus propios caprichos y fantasías. Los "Partidos" y las "Internacionales" se activan y desactivan a voluntad. Se lanzan campañas, consignas, agitación como un enfermo en convulsiones.
Más cerca de nosotros tenemos a los RKD1 y a los CR2 que pasaron mucho tiempo en el trotskismo y lo dejaron muy tarde. Desgraciadamente, han conservado este gusto por la agitación por sí misma, la agitación en el vacío, y han hecho de ello la base de su existencia como grupo.
La segunda concepción puede definirse como determinista y objetiva. No sólo considera que el partido está determinado históricamente, sino que su formación y existencia también están determinadas por circunstancias inmediatas y contingentes.
Sostiene que el partido está determinado tanto por la historia como por la situación inmediata contingente. Para que el partido exista realmente, no basta con demostrar su necesidad histórica general. Un partido debe basarse en las condiciones inmediatas y actuales que hacen posible y necesaria su existencia.
El partido es el organismo político que el proletariado crea para unificar sus luchas y orientarlas hacia el ataque frontal al Estado y a la sociedad capitalista, hacia la construcción de una sociedad comunista.
Sin un desarrollo real de la perspectiva de la lucha de clases enraizada en la situación objetiva y no simplemente en los deseos subjetivos de los militantes, sin un alto grado de lucha de clases y de crisis social, el partido no puede existir, su existencia es simplemente inconcebible3.
El partido no puede crearse en un período de estancamiento de la lucha de clases. En toda la historia del movimiento obrero no hay ejemplos de partidos revolucionarios eficaces creados en períodos de estancamiento. Los partidos creados en estas condiciones nunca influyeron ni dirigieron eficazmente ningún movimiento de masas. Hay algunas formaciones que son partidos sólo de nombre, pero su naturaleza artificial sólo dificulta la formación de un verdadero partido cuando llega el momento. Tales formaciones están condenadas a ser sectas en todos los sentidos de la palabra. Sólo pueden escapar de su vida de secta cayendo en el aventurerismo quijotesco o en el oportunismo más burdo. La mayoría de ellas terminan con ambas cosas juntas, como el Trotskismo.
Lo que hemos dicho sobre la formación del partido es también válido para la cuestión de mantenerlo vivo después de las derrotas decisivas del proletariado en un período prolongado de reflujo revolucionario.
A menudo se utiliza el ejemplo del partido Bolchevique para rebatir nuestro argumento, pero esto es una visión puramente formalista de la historia. El partido Bolchevique después de 1905 no puede considerarse como un partido; era una fracción del Partido Socialdemócrata Ruso, dislocado a su vez en varias facciones y tendencias.
Esta era la única manera de que la fracción Bolchevique pudiera sobrevivir para servir después como núcleo central para la formación del partido comunista en 1917. Este es el verdadero significado de la historia de los bolcheviques.
La disolución de la Primera Internacional nos muestra que Marx y Engels también eran conscientes de la imposibilidad de mantener una organización revolucionaria internacional de la clase obrera en un período prolongado de reflujo. Naturalmente, los formalistas de poca comprensión reducen todo el asunto a una maniobra de Marx contra Bakunin. No es nuestra intención entrar en todos los puntos finos del procedimiento o justificar la forma en que Marx lo hizo.
Es perfectamente cierto que Marx vio en los bakuninistas un peligro para la Internacional y que lanzó una lucha para sacarlos. De hecho, creemos que fundamentalmente tenía razón en cuanto al contenido. El anarquismo ha demostrado muchas veces desde entonces ser una ideología profundamente pequeñoburguesa. Pero no fue este peligro lo que convenció a Marx de la necesidad de disolver la Internacional.
Marx repasó muchas veces sus razones durante la disolución de la Internacional y después. Ver este acontecimiento histórico como la simple consecuencia de una maniobra, de una intriga personal, no sólo es un insulto gratuito a Marx, sino que le atribuye poderes demoníacos. Hay que ser tan mezquino como James Guillaume para atribuir acontecimientos de dimensiones históricas a la mera voluntad de los individuos. Por encima de todas estas leyendas del anarquismo, hay que reconocer el verdadero significado de esta disolución.
Podemos entenderla mejor si ponemos estos acontecimientos en el contexto de otras disoluciones de organizaciones políticas en la historia del movimiento obrero.
Por ejemplo, el profundo cambio de la situación social y política en Inglaterra a mediados del siglo 19º llevó a la dislocación y desaparición del movimiento cartista.
Otro ejemplo es la disolución de la Liga Comunista tras los tormentosos años de las revoluciones de 1848-50. Mientras Marx creyó que el período revolucionario no había terminado, a pesar de las grandes derrotas y pérdidas, siguió manteniendo la Liga Comunista, reagrupando fuerzas, fortaleciendo la organización. Pero en cuanto se convenció de que el período revolucionario había terminado y que había comenzado un largo período de reacción, proclamó la imposibilidad de mantener el partido. Se declaró partidario de un repliegue organizativo hacia tareas más modestas, menos espectaculares y más realmente fructíferas teniendo en cuenta la situación: la elaboración teórica y la formación de cuadros.
No fue Bakunin ni ninguna necesidad urgente de "maniobras" lo que convenció a Marx veinte años antes de la Primera Internacional de que era imposible mantener una organización revolucionaria o una Internacional en un periodo de reacción.
Veinticinco años después, Marx escribió sobre la situación en 1850-51 y las tendencias dentro de la Liga en estos términos:
"La represión violenta de una revolución deja su huella en la mente de las personas implicadas, especialmente en las que se han visto obligadas a exiliarse. Produce tal tumulto en sus mentes que incluso los mejores se vuelven desquiciados y en cierto modo irresponsables durante un periodo de tiempo más o menos largo. No consiguen adaptarse al curso que ha tomado la historia y no quieren entender que la forma del movimiento ha cambiado..." (Epílogo de las Revelaciones del Juicio a los Comunistas en Colonia, 8 de enero de 1875).
En este pasaje podemos ver un aspecto fundamental del pensamiento de Marx que se pronuncia contra quienes no quieren tener en cuenta que la forma del movimiento, las organizaciones políticas de la clase obrera, las tareas de esta organización no son siempre las mismas. Estas siguen la evolución de la situación objetiva. Para responder a los que creen ver en este pasaje una simple justificación a posteriori de Marx, es interesante observar los argumentos de Marx en la época de la Liga, tal como los formuló en el debate con la tendencia de Willich-Schapper. Cuando explicó al Consejo General de la Liga por qué proponía una escisión en septiembre de 1850, Marx escribió, entre otros puntos
"En lugar de una concepción crítica, la minoría ha adoptado una concepción dogmática. Ha sustituido una concepción materialista con una idealista. En lugar de ver la situación real como la fuerza motriz de la revolución, sólo ve la mera voluntad ...
... Dice (a los obreros): 'Debemos tomar el poder de inmediato o de lo contrario debemos irnos todos a casa a dormir'.
Al igual que los demócratas, que han hecho un fetiche de la palabra "pueblo", ustedes hacen un fetiche de la palabra "proletariado". Al igual que los demócratas, ustedes sustituyen el proceso de revolución con la fraseología revolucionaria".
Dedicamos estas líneas especialmente a los camaradas de los RKD o de los CR que a menudo nos han reprochado no querer "construir" el nuevo partido.
En nuestra lucha desde 1932 contra el aventurerismo trotskista en la cuestión de la formación del nuevo partido y de la IV Internacional, los RKD sólo vio quién sabe qué tipo de "vacilaciones" subjetivas. Los RKD nunca ha entendido el concepto de "fracción", es decir, de una organización específica con tareas específicas correspondientes a una situación específica cuando no puede existir o formarse un partido. En lugar de esforzarse por comprender esta idea, prefieren la simple traducción de la palabra ‘fracción’ al estilo de los diccionarios, para apoyar su afirmación de que el "bordiguismo" sólo quería ‘reparar’ al viejo PC. Aplican al Comunismo de Izquierda la medida que aprendieron en el trotskismo: ‘o se está a favor de la reparación del viejo partido o hay que crear uno nuevo".
La situación objetiva y las tareas de los revolucionarios correspondientes a esta situación, todo eso es demasiado prosaico, demasiado complicado para los que prefieren la salida fácil a través de la fraseología revolucionaria. La patética experiencia de la organización de los RC no fue aparentemente suficiente para estos camaradas. Ven el fracaso de los CR simplemente como el resultado de una cierta precipitación, mientras que en realidad toda la operación era artificial y heterogénea desde el principio, agrupando a los militantes en torno a un programa de acción vago e inconsistente. Atribuyen su fracaso a la pobre calidad de las personas implicadas, y se niegan a ver cualquier relación con la situación objetiva.
A primera vista puede parecer extraño que grupos que dicen pertenecer a la Izquierda Comunista Internacional, y que durante años han luchado junto a nosotros contra el aventurerismo trotskista de crear artificialmente nuevos partidos, estén ahora montados en el mismo caballo de batalla, y se hayan convertido en los campeones de una ‘construcción’ aún más rápida.
Sabemos que en Italia ya existe el Partido Comunista Internacionalista que, aunque muy débil numéricamente, intenta sin embargo cumplir el papel del partido. Las recientes elecciones a la Asamblea Constituyente, en las que participó el PCI italiano, han revelado la extrema debilidad de su influencia real sobre las masas, lo que demuestra que este partido apenas ha superado las limitaciones de una fracción. La Fracción Belga llama a la formación del nuevo partido. La Fracción Francesa de la Izquierda Comunista (FFGC), formada recientemente y sin principios básicos bien definidos, sigue sus pasos y se ha asignado la tarea práctica de construir el nuevo partido en Francia.
¿Cómo explicar este hecho, esta nueva orientación? No cabe duda de que un cierto número de individuos4 que se han adherido recientemente a este grupo no hacen más que expresar su incomprensión y su no asimilación del concepto de "fracción", y que siguen expresando en el seno de los diferentes grupos de la Izquierda Comunista Internacional las concepciones trotskistas del partido que tenían ayer y que siguen teniendo hoy.
Es igualmente correcto, además, ver la contradicción que existe entre la teoría abstracta y la política práctica en la cuestión de la construcción del partido como una adición más a la masa de contradicciones que se han convertido en un hábito para todos estos grupos. Sin embargo, todo esto todavía no explica las conversiones de todos estos grupos. Esta explicación hay que buscarla en su análisis de la situación actual y sus perspectivas.
Conocemos la teoría de la ‘economía de guerra’ planteada antes y durante la guerra por la tendencia Vercesi en la Izquierda Comunista Internacional. Según esta teoría, la economía de guerra y la guerra misma son períodos de mayor desarrollo de la producción y de expansión económica. Por lo tanto, una ‘crisis social’ no podía aparecer durante este período de ‘prosperidad’. Sólo con la ‘crisis económica de la economía de guerra’, es decir, en el momento en que la producción bélica ya no pudiera abastecer las necesidades del consumo de guerra, cuando la continuación de la guerra se viera obstaculizada por la escasez de materias primas, esta crisis de nuevo estilo abriría una crisis social, y una perspectiva revolucionaria.
Según esta teoría, era lógico negar que las convulsiones sociales que estallaron durante la guerra pudieran llegar a cualquier cosa. De ahí también la negación absoluta y obstinada de cualquier significado social en los acontecimientos de julio de 1943 en Italia5. De ahí también la completa incomprensión del significado de la ocupación de Europa por los ejércitos aliados y rusos, y en particular de la importancia de la destrucción sistemática de Alemania, de la dispersión del proletariado alemán hecho prisionero de guerra, exiliado, dislocado y temporalmente inofensivo e incapaz de todo movimiento independiente.
Para estos camaradas, la reanudación de la lucha de clases y, más precisamente, la apertura de un curso revolucionario ascendente sólo podía ocurrir después del final de la guerra, no porque el proletariado estuviera impregnado de ideología nacionalista patriótica, sino porque las condiciones objetivas para tal lucha no podían existir durante el período de guerra. Este error, ya refutado históricamente (la Comuna de París y la Revolución de Octubre), e incluso parcialmente en la última guerra (véanse las convulsiones sociales en Italia 1943, y ciertos signos de espíritu derrotista en el ejército alemán a principios de 1945) iba a ir fatalmente acompañado de un error no menos grande, que sostiene que el período posterior a la guerra abre automáticamente un curso hacia la renovación de las luchas de clases y las convulsiones sociales.
La formulación teórica más completa de este error se encuentra en el artículo de Lucain, publicado por L'Internationaliste de la Fracción belga. Según su esquema, cuya invención intenta atribuir a Lenin, la transformación de la guerra imperialista en guerra civil sigue siendo válida si ampliamos esta posición para incluir el período de posguerra. En otras palabras, es en el período de posguerra donde se realiza la transformación de la guerra imperialista en guerra civil.
Una vez postulada y sistematizada esta teoría, todo se simplifica y sólo hay que examinar la evolución de la situación y los acontecimientos a través de ella y a partir de ella.
La situación actual se analiza, pues, como una ‘transformación en guerra civil’. Con este análisis central como punto de partida, se declara que la situación en Italia está particularmente avanzada, justificando así la inmediata constitución del partido, mientras que los disturbios en la India, Indonesia y otras colonias, cuyas riendas están firmemente sostenidas por los diversos imperialismos competidores y por las burguesías locales, son vistos como signos del comienzo de la guerra civil anticapitalista. La masacre imperialista en Grecia también se supone que es parte del avance de la revolución. No hace falta decir que ni por un momento sueñan con poner en duda la naturaleza revolucionaria de las huelgas en Gran Bretaña y América, o incluso en Francia. Recientemente, L'Internationaliste acogió con satisfacción la formación de esa pequeña secta, la CNT, como una indicación "entre otras" de la evolución revolucionaria de la situación en Francia. La Fracción Francesa de la Izquierda Comunista llega a afirmar que el gobierno de coalición tripartito ha sido renovado debido a la amenaza de la clase proletaria, e insiste en la extrema importancia objetiva de la entrada en su grupo de unos cinco camaradas procedentes del grupo "Contre le Courant”6
Este análisis de la situación, con la perspectiva de batallas de clase decisivas en un futuro próximo, conduce naturalmente a estos grupos a la idea de la necesidad urgente de construir el partido lo más rápidamente posible. Esto se convierte en la tarea inmediata, la tarea del día, si no de la hora.
El hecho de que el capitalismo internacional no parezca preocuparse lo más mínimo por esta amenaza de lucha proletaria que supuestamente se cierne sobre él, y siga tranquilamente con sus asuntos, con sus intrigas diplomáticas, sus rivalidades internas y sus conferencias de paz en las que muestra públicamente sus preparativos para la próxima guerra, nada de esto tiene mucho peso en el análisis de estos grupos.
La posibilidad de una nueva guerra no se excluye por completo, primero porque es útil como propaganda, y porque prefieren ser más prudentes que en la aventura de 1937-39 donde negaron la perspectiva de una guerra mundial. ¡Es mejor tener una salida por si acaso! De vez en cuando, siguiendo al PCI italiano, se dirá que la situación en Italia es reaccionaria, pero esto nunca es seguido y sigue siendo un episodio aislado, sin ninguna relación con el análisis fundamental de la situación como una que está madurando ‘lenta pero seguramente’ hacia explosiones revolucionarias decisivas.
Este análisis es compartido por otros grupos como los CR, que contrapone la perspectiva objetiva de una tercera guerra imperialista con la perspectiva de una revolución inevitable; o como los RKD que, más cautelosamente, se refugia en la teoría de un doble curso, es decir, de un desarrollo simultáneo y paralelo de un curso hacia la revolución y un curso hacia la guerra imperialista. Evidentemente, los RKD no ha comprendido todavía que el desarrollo de un curso hacia la guerra está condicionado principalmente por el debilitamiento del proletariado y del peligro de la revolución, a menos que hayan retomado la teoría de la tendencia Vercesi anterior a 1939, según la cual la guerra imperialista no es un conflicto de intereses entre diferentes imperialismos, sino un acto de la mayor solidaridad imperialista con el objetivo de masacrar al proletariado, una guerra de clase capitalista directa contra la amenaza revolucionaria proletaria. Los trotskistas, con el mismo análisis, son infinitamente más coherentes, ya que no tienen necesidad de negar la tendencia a una tercera guerra; para ellos, la próxima guerra será simplemente la lucha armada generalizada entre el capitalismo, por un lado, y el proletariado reagrupado en torno al ‘Estado obrero’ ruso, por otro.
En definitiva, o bien la próxima guerra imperialista se confunde, de un modo u otro, con la guerra de clases, o bien se minimiza su peligro convirtiéndola en el precursor necesario de un período de grandes luchas sociales y revolucionarias. En el segundo caso, el agravamiento de los antagonismos Inter imperialistas y los preparativos bélicos en curso se explican por la miopía y la inconsciencia del capitalismo mundial y de sus jefes de Estado.
Podemos mantenernos totalmente escépticos ante un análisis que no se basa más que en ilusiones, halagándose con su clarividencia, y asumiendo generosamente una ceguera total por parte del enemigo. Por el contrario, el capitalismo mundial ha demostrado tener una conciencia mucho más aguda de la situación real que el proletariado. Su comportamiento en Italia en 1943 y en Alemania en 1945 demuestra que ha asimilado muy bien las lecciones del período revolucionario de 1917, mucho mejor que el proletariado o su vanguardia. El capitalismo ha aprendido a derrotar al proletariado, no sólo mediante la violencia, sino utilizando el descontento de los trabajadores y conduciéndolo en una dirección capitalista. Ha sido capaz de transformar las antiguas armas del proletariado en sus cadenas. No hay más que ver que el capitalismo actual utiliza de buen grado los sindicatos, el marxismo, la Revolución de Octubre, el socialismo, el comunismo, el anarquismo, la bandera roja y el 1º de Mayo como los medios más eficaces para embaucar al proletariado. La guerra de 1939-45 se libró en nombre de este ‘antifascismo’ que ya se había ensayado en la guerra de España. Mañana, los trabajadores serán lanzados de nuevo a la batalla en nombre de la Revolución de Octubre, o de la lucha contra el fascismo ruso.
El derecho de los pueblos a la autodeterminación, la liberación nacional, la reconstrucción, las reivindicaciones ‘económicas’, la participación de los trabajadores en la gestión y otras consignas similares, se han convertido en las herramientas más eficaces del capitalismo para destruir la conciencia de clase proletaria. En todos los países, estas son las consignas utilizadas para movilizar a los trabajadores. Las huelgas y disturbios que estallan aquí y allá se mantienen en este marco, y su único resultado es atar aún más fuertemente a los trabajadores al Estado capitalista.
En las colonias, las masas están siendo masacradas en una lucha, no por la destrucción del Estado, sino por su consolidación, su independencia de la dominación de un imperialismo en beneficio de otro. No puede haber ninguna duda sobre el significado de la masacre en Grecia, cuando vemos la actitud protectora de Rusia, cuando vemos a Jouhaux convertirse en el defensor de la CGT griega en su conflicto con el gobierno. En Italia, los obreros ‘luchan’ contra la monarquía en nombre de la república, o son masacrados por la cuestión de Trieste. En Francia, tenemos el repugnante espectáculo de los trabajadores marchando con overoles en el desfile militar del 14 de julio. Esta es la prosaica realidad de la situación actual.
No es cierto que en la posguerra se den las condiciones para un renacimiento de la lucha de clases. Cuando el capitalismo ‘termina’ una guerra mundial imperialista que duró seis años sin ningún estallido revolucionario, esto significa la derrota del proletariado, y que estamos viviendo, no en la víspera de grandes luchas revolucionarias, sino en las secuelas de una derrota. Esta derrota tuvo lugar en 1945, con la destrucción física del centro revolucionario que era el proletariado alemán, y fue tanto más decisiva cuanto que el proletariado mundial no fue consciente de la derrota que acababa de sufrir.
El curso está abierto hacia la tercera guerra imperialista. Es hora de dejar de jugar al avestruz, buscando consuelo en la negativa a ver el peligro. En las condiciones actuales, no vemos ninguna fuerza capaz de detener o modificar este curso. Lo peor que pueden hacer las débiles fuerzas de los grupos revolucionarios actuales es intentar subir una escalera descendente. Acabarán inevitablemente por romperse la crisma.
La Fracción Belga cree que puede salirse con la suya diciendo que, si la guerra estalla, esto demostrará que la formación del partido fue prematura. ¡Qué ingenuos! Tal error se pagará muy caro.
Lanzarse al aventurerismo de la construcción artificial y prematura del partido no sólo implica un análisis incorrecto de la situación, sino que significa apartarse del verdadero trabajo de los revolucionarios de hoy, descuidando la elaboración crítica del programa revolucionario y abandonando el trabajo positivo de formación de sus cuadros.
Pero lo peor está por venir, y las primeras experiencias del partido en Italia están ahí para confirmarlo. Querer a toda costa jugar a ser el partido en un período reaccionario, querer a toda costa trabajar entre las masas significa caer al nivel de las masas, seguir sus pasos; significa trabajar en los sindicatos, participar en las elecciones parlamentarias, en una palabra, oportunismo.
En la actualidad, orientar la actividad hacia la construcción del partido sólo puede ser una orientación hacia el oportunismo.
No tenemos tiempo para los que nos reprochan el abandono de la lucha diaria de los trabajadores y nuestra separación de la clase. Estar con la clase no es una cuestión de estar físicamente, y menos aún de mantener, a toda costa, un vínculo con las masas que en un período reaccionario sólo puede hacerse al precio de una política oportunista. No tenemos tiempo para los que, habiéndonos acusado de activismo desde 1943-45, nos reprochan ahora que queremos aislarnos en una torre de marfil, que tendemos a convertirnos en una secta doctrinaria que ha renunciado a toda actividad.
El sectarismo no es la defensa intransigente de los principios, ni la voluntad del estudio crítico; ni siquiera la renuncia temporal al trabajo exterior a gran escala. La verdadera naturaleza del sectarismo es la transformación del programa vivo en un sistema muerto, los principios que guían la acción en dogmas, ya sea gritados o susurrados.
Lo que consideramos necesario en el actual período reaccionario es hacer un estudio objetivo, captar el movimiento de los acontecimientos y sus causas, y hacerlos comprender a un círculo de trabajadores que necesariamente estará limitado en tal período.
El contacto entre los grupos revolucionarios de los distintos países, la confrontación de sus ideas, la discusión internacional organizada con el fin de buscar una respuesta a los problemas candentes que plantea la evolución histórica, este trabajo es mucho más fecundo, mucho más ‘pegado a las masas’ que la agitación hueca, realizada en el vacío.
La tarea de los grupos revolucionarios hoy es la formación de cuadros; una tarea menos atractiva, menos preocupada por los éxitos fáciles, inmediatos y efímeros; una tarea infinitamente más seria; porque la formación de cuadros hoy es la condición previa que garantiza el futuro partido de la revolución.
Marco
1 Los RKD (Comunistas Revolucionarios de Alemania). Era un grupo trotskista austriaco que se oponía a la fundación de la Cuarta Internacional en 1938 por considerarla prematura. En el exilio, este grupo se alejó cada vez más de esta "Internacional". Se opusieron particularmente a la participación en la Segunda Guerra Mundial en nombre de la defensa de Rusia, y al final se declararon en contra de toda la teoría del 'estado obrero degenerado' tan querida por el trotskismo. En el exilio, este grupo tuvo el enorme mérito político de mantener una posición intransigente contra la guerra imperialista y cualquier participación en ella por cualquier motivo. En este sentido, se puso en contacto con la Fracción de la Izquierda Italiana y Francesa durante la guerra y participó en la impresión de un folleto en 1945 con la Fracción Francesa dirigido a los obreros y soldados de todos los países, en varios idiomas, denunciando la campaña chovinista durante la ‘liberación’ de Francia, llamando al derrotismo revolucionario y a la fraternización. Después de la guerra, este grupo evolucionó rápidamente hacia el anarquismo, donde finalmente se disolvió
2 Los CR (Comunistas Revolucionarios) eran un grupo de trotskistas franceses que los RKD consiguió desvincular del trotskismo hacia el final de la guerra. A partir de entonces, siguió la misma evolución que los RKD. Estos dos grupos participaron en la Conferencia Internacional de 1947 en Bélgica, convocada por la Izquierda Holandesa que reunió a todos los grupos que seguían siendo internacionalistas y que se habían opuesto a toda participación en la guerra
3 Debemos tener cuidado de distinguir la formación de un partido de la actividad general de los revolucionarios, que siempre es necesaria y posible. La confusión de estas dos distinciones es un error muy común que puede conducir a un fatalismo desesperado e impotente. La tendencia Vercesi en la Izquierda Italiana cayó en esta trampa durante la guerra. Esta tendencia consideraba, con razón, que las condiciones del momento no permitían la existencia de un partido ni la posibilidad de una agitación a gran escala entre los trabajadores. Pero concluyó de ello que todo el trabajo revolucionario debía ser desechado y condenado. Incluso negaba la posibilidad de que existieran grupos revolucionarios en estas condiciones. Esta tendencia olvidó que la humanidad no es sólo el producto de la historia: "El hombre hace su propia historia" (Marx). La acción de los revolucionarios está necesariamente limitada por las condiciones objetivas. Pero esto no tiene nada que ver con el grito desesperado del fatalismo: ‘todo lo que se haga no conducirá a nada’. Por el contrario, el marxista revolucionario ha dicho: "Al tomar conciencia de las condiciones existentes y al actuar dentro de sus límites, nuestra participación se convierte en una fuerza adicional que influye en los acontecimientos e incluso modifica su curso". (Trotsky, El nuevo curso)
4 Se refiere a los ex miembros de Unión Comunista, el grupo que imprimió L'Internationale en los años 30 y que desapareció al estallar la guerra en 1939
5 La caída del régimen de Mussolini y el rechazo de las masas a continuar la guerra. En 1943 hubo una gran oleada de huelgas en el Norte de Italia, ver La lucha de clases contra la guerra imperialista - Las luchas obreras en Italia 1943 https://es.internationalism.org/revista-internacional/200704/1863/la-lucha-de-clases-contra-la-guerra-imperialista-las-luchas-obrera [5]
6 Un pequeño grupo constituido después de la guerra, que tuvo una existencia efímera. Sus miembros, tras un breve paso por el PCI (bordiguistas), abandonaron la política
Carlos Marx murió el 14 de Marzo de 1883. Hace pues un siglo que se apagó la voz de quien es considerado por el movimiento obrero como su teórico más insigne.
La burguesía, clase a la que Marx combatió sin tregua durante toda su vida y que se lo devolvió con creces, se propone celebrar ese aniversario a su modo, o sea, echando un montón de mentiras sobre la persona y su labor.
Cada sector de la clase dominante, según su color y los intereses particulares que tiene a cargo defender, según el lugar específico que ocupa en el aparato mistificador, trata el tema a su modo.
Los que opinaban que Marx era un "ser maléfico", una especie de "encarnación del mal" o "una criatura diabólica" han desaparecido prácticamente; en cualquier caso, son los menos peligrosos hoy. En cambio, quedan muchos para quienes Marx, "un hombre, por cierto, muy inteligente y culto, oiga, pero que se equivocó por completo"; otra variante de ese tema es lo de que "si bien el análisis de Marx era válido para el siglo pasado, hoy está, completamente superado"
Sin embargo, los más peligrosos no son los burgueses que, de un modo u otro, rechazan explícitamente los aportes de Marx. La peor ralea son los que se reivindican de él, ya sea los que pertenecen a la rama socialdemócrata, a la estalinista, a la trotskista, o a lo que podría denominarse el ramo "universitario", o también los "marxólogos".
Con ocasión del centésimo aniversario de la muerte de Marx, ya se está viendo a ese mundillo agitarse febrilmente, armando ruido, cacareando con autoridad gallinácea, llenando columnas de periódico y pantallas de televisión.
Nos incumbe a los revolucionarios, y es ése el único y verdadero homenaje que pueda hacérsele a Marx y su labor, denunciar las mentiras, barrer las alabanzas interesadas, restablecer, en suma, la sencilla verdad de los hechos.
Marx descubrió el secreto profundo del modo de producción capitalista: la plusvalía de que se apropia el capitalista gracias al trabajo no pagado de los proletarios. Demostró que en lugar de enriquecerse con su trabajo, el proletario se empobrece, que las crisis son cada vez mas violentas porque la necesidad de mercados es creciente mientras que, en consecuencia, el mercado mundial se encoge cada día más. Se aferró a demostrar que el capitalismo por sus propias leyes, va todo recto hacia su propia destrucción, creando, por necesidad obligada, las condiciones de la instauración del comunismo. Tras llegar al mundo cubierto de sangre y lodo, tras alimentarse cual caníbal de la fuerza de trabajo de los proletarios, el capitalismo saldrá por el foro en medio de un cataclismo.
Por todo eso, la burguesía se ha empeñado desde hace un siglo, en combatir las ideas de Marx. Son legiones de ideólogos dedicadas, intento tras intento, a echar abajo su pensamiento. Profesores, sabios, predicadores de toda confesión han hecho su oficio de la "refutación" de Marx. Dentro incluso del movimiento obrero, el revisionismo se alzó contra los principios básicos del marxismo en nombre de una "adaptación" de éste a las nuevas realidades del momento, a finales del siglo XIX. No fue por casualidad si Bernstein, teórico del revisionismo, se propuso atacar al marxismo en dos puntos básicos:
Esas son las dos ideas esenciales que la burguesía ha agitado como señuelo cada vez que la situación económica del capitalismo parece mejorar de tal modo que pueden caerle unas cuantas migajas a la clase obrera. Y este fue el caso en particular durante el período de reconstrucción que vino tras la segunda guerra mundial con sus economistas y políticos que predecían alegremente el fin de las crisis. Por ejemplo, el premio Nobel de economía, Samuelson, exclamaba en su libro Económics:
"...todo ocurre hoy como si la probabilidad de una gran crisis - una depresión profunda, aguda y duradera como la de 1930, 1870 y 1890 - estuviera reducida a cero."
Por otra parte, al presidente Nixon no le daba miedo declarar, el día de su toma de posesión, en Enero de 1969, nada menos que: "Por fin hemos aprendido a gestionar una economía moderna de manera a asegurar su continua expansión". Y de este modo se expresaban hasta principios de los 70 los que con autoridad científica afirmaban que "Marx estaba superado"[1]
Desde entonces, ya no se oyen semejantes opiniones. La crisis se despliega sin pausa. Todos los potingues mágicos preparados por los premios Nóbel de las diversas escuelas han fracasado lamentablemente e incluso lo han puesto peor.
Al capitalismo le llegó la hora de los récord: plusmarca de endeudamiento, de cantidad de quiebras, de infrautilización de capacidades productivas, de desempleo. El espectro de la gran crisis de 1929 vuelve a espantar a la burguesía y a sus profesores a sueldo. Su estúpido optimismo ha dejado el sitio al pesimismo más sombrío y al desconcierto. Hace ya años, el mismo premio Nóbel Samuelson, podía comprobar, desamparado, ¡la crisis de la ciencia económica!, que aparecía incapaz de aportar soluciones a la crisis. Hace año y medio, otro premio Nóbel, Friedman, confesaba que "ya no entendía nada de nada". Más recientemente, otro Nóbel más, Von Hayek constataba que "el crac es inevitable", y "no se puede hacer nada en contra".
En el epílogo a la segunda edición alemana del Capital, Marx hacía constar que "la crisis general ... (por) la extensión universal del escenario en que habrá de desarrollarse y la intensidad de sus efectos, harán que les entre por la cabeza la dialéctica hasta a esos mimados advenedizos del nuevo sacro imperio prusiano - alemán", que crecieron como hongos durante una fase de prosperidad del capitalismo. Esos advenedizos de hoy, especialistas de la manipulación, los economistas, están viviendo la misma experiencia, pero la crisis desenfrenada de nuestros días los está volviendo tontos de solemnidad. Empiezan, eso sí, a comprender con espanto que su "ciencia" es impotente, que no "puedan hacer nada" para sacar al capitalismo del abismo.
No sólo Marx no está "trasnochado" hoy; lo que importa es afirmar claramente que nunca sus análisis habían sido tan actuales.
Toda la historia del siglo XX es una ilustración de la validez del marxismo, las dos guerras mundiales y la crisis de los años 30 fueron la prueba del carácter insuperable de las contradicciones que corroen el modo de producción capitalista. El auge revolucionario de los años 1917 - 23, a pesar de su derrota, confirmó que el proletariado es la única clase revolucionaria de hoy, la única fuerza de la sociedad capaz de echar abajo al capitalismo, de ser el "enterrador", como dice el Manifiesto Comunista, de ese sistema moribundo.
La crisis aguda del capitalismo que se despliega hoy está barriendo todas las ilusiones sembradas por la reconstrucción de la segunda posguerra. Las ilusiones de un capitalismo próspero, de la "coexistencia pacífica" entre ambos grandes bloques imperialistas, del "aburguesamiento" del proletariado y del final de la lucha de clases, han sido barridas todas ellas por el resurgir de la clase obrera desde 1968-69 confirmado en los años siguientes hasta el momento álgido de los combates en Polonia en 1980. Una vez más queda al descubierto con toda claridad la alternativa plasmada por Marx y Engels: "Socialismo o caída en la barbarie".
Por todo eso, el primer homenaje al pensamiento de Marx en el centésimo aniversario de su muerto lo hacen los hechos mismos: la crisis, la agravación irremediable de las convulsiones capitalistas, el resurgir histórico de la lucha de clase. Ese es el mejor homenaje a quién escribía en 1844: "Saber si el pensamiento humano puede alcanzar la verdad objetiva no es una cuestión de teoría sino que es una cuestión práctica. Es en la práctica en donde el ser humano debe probar la verdad, o sea la realidad, la potencia, la materialidad de su pensamiento" (Karl Marx : Tesis sobre Feuerbach)
"En vida de los grandes revolucionarios, las clase opresoras los someten a constantes persecuciones, acogen su doctrinas con la rabia mas salvaje, con el odio mas furioso, con la campaña mas desenfrenada de mentiras y calumnias. Después de su muerte, se intenta convertirlos en iconos inofensivos, canonizarlos, por decirlo así, rodear sus nombres de una cierta aureola de gloria para "consolar" y engañar a las clases oprimida, castrando el contenido de su doctrina revolucionaria, mellando el filo revolucionario de éstas, envileciéndola (Lenin, El Estado y la Revolución).
Esas palabras de Lenin escritas en 1917 contra la socialdemocracia y sobre todo contra al "Papa" de ésta, Karl Kautsky, se han realizado con creces después, a una escala que su autor no hubiera imaginado nunca, pues él mismo fue transformado, tras su muerte, en "icono inofensivo" en el sentido más real de la palabra: su momia instalada en un lugar de peregrinación.
La socialdemocracia en degeneración, pasada abiertamente al campo burgués en 1914, había hecho ya mucha labor para "castrar" el pensamiento de Marx, vaciándolo de todo contenido revolucionario. La primera ofensiva contra el marxismo, el de Bernstein a finales del siglo XIX, se propuso "revisar" la teoría; la de Kautsky, por los años 1910, se hizo en nombre de la "ortodoxia marxista". Espigando por aquí y por allá citas de Marx y Engels, les hacían decir todo lo contrario de su pensamiento verdadero. Así ocurrió, en particular, con la cuestión del Estado burgués. Aún cuando, tras la Comuna de París, Marx afirmó claramente la necesidad de destruirlo, Kautsky, ocultándolo, se las agencia para encontrar fórmulas que podrían dar crédito a la idea contraria. Y como ningún revolucionario, incluidos los mas insignes, está a salvo de ambigüedades, e incluso de errores, Kaustsky consiguió lo que se proponía en beneficio de las prácticas reformistas de la socialdemocracia, en detrimento del proletariado y de su lucha.
La ignominia socialdemócrata no se paró en la falsificación del marxismo. La falsificación anunciaba, después de haber trabajado por la desmovilización total del proletariado frente a la amenaza de guerra, la traición completa, el paso con armas y equipo al campo de la burguesía. En nombre del "marxismo" saltó a pies juntillas en el charco de sangre y lodo de la primera guerra imperialista y ayudó a la burguesía mundial a tapar las brechas que en el edificio ruinoso del capitalismo había abierto la revolución de 1917, mandó asesinar a Rosa Luxemburgo, Karl Liebknecht y millares de espartaquistas en 1919. Usurpando el nombre de Marx, la socialdemocracia obtuvo poltronas ministeriales en los gobiernos burgueses, puestos de jefes de policía, gobernadores en las colonias. Invocando a Marx se convirtió en verdugo del proletariado europeo y de las poblaciones de las colonias.
Pero la palma de la vileza e ignominia se la llevaría el estalinismo, continuador y superador con creces de las falsificaciones socialdemócratas del marxismo, las cuales se quedaron cortas al lado de las de aquél. Nunca antes, una ideología de la burguesía había dado pruebas de semejante cinismo para deformar la menor frase, dándole el sentido contrario de su sentido profundo.
Aun cuando el internacionalismo, la negación del patrioterismo de cualquier tipo, había sido la piedra clave tanto de la revolución de Octubre de 1917 como de la fundación de la Internacional Comunista, le incumbe a Stalin y a sus cómplices inventar la monstruosa teoría de la "construcción del socialismo en un solo país". Y eso lo hace ¡en nombre de Engels y de Marx, que escribían ya en 1847!: "La revolución comunista... no será revolución puramente nacional, se producirá a la vez en todos los países civilizados... Es una revolución universal" (Principios del comunismo).
"Los proletarios no tienen patria" (Manifiesto Comunista), en nombre de ellos el partido bolchevique degenerado y los demás partidos llamados "comunistas" llamaban a la defensa de la "patria socialista" y más tarde a la defensa del interés nacional, de la patria, de las banderas de sus países respectivos. Comparado con la historia patriotera de los partidos estalinistas antes, durante y después de la 2da carnicería imperialista, comparado con los titulares de L'Humanité en 1944 de "A cada cual su alemán" y "¡Viva la Francia eterna", el socialchovinismo de los socialistas en 1914 se quedó corto[2]. Enemigo del Estado de manera mucho más consecuente que el anarquismo, enemigo de la religión, el marxismo se ha convertido en manos estalinistas en una especie de la religión de Estado. Marx, que consideraba incompatible la existencia del Estado y la de la libertad, que consideraba Estado y esclavitud como cosas inseparables, es utilizado como martillo ideológico por los poderes en la URSS y sus satélites, es utilizado como pilar portador del aparato represivo policiaco. Marx, que entró en el combate político denunciando la religión como "opio del pueblo", es recitado cual catecismo por millones de escolares. Marx consideraba que la dictadura del proletariado era la condición de la emancipación de los explotados y de la sociedad entera: ahora es en nombre de la "dictadura del proletariado" que la burguesía reina mediante el terror más bestial sobre cientos de millones de proletarios.
Tras la oleada revolucionaria de la primera posguerra, la clase obrera ha soportado la más terrible contrarrevolución de su historia. Y la principal punta de lanza de la contrarrevolución fue la "patria socialista" y los partidos que de ella se reclamaban. Y ha sido en nombre de Marx y de la revolución comunista por la que él lucho toda su vida, que la contrarrevolución ha sido llevada a cabo con su ristra de millones de cadáveres en los campos del estalinismo y del segundo holocausto imperialista. Todas las bajezas en la que se revolcó la socialdemocracia, el estalinismo las renovó multiplicándolas.
A la burguesía no le ha bastando con transformar a Marx y el marxismo en símbolos de la contrarrevolución. Para rematar su labor, tenía que meterlo en disciplinas universitarias, convertirlo en tesis de filosofía, de sociología, de economía. Con ocasión de este centésimo aniversario de su muerte, junto a socialistas y estalinistas, se ve ya agitarse a "marxólogos" y demás, los cuales suelen ser, por cierto, socialistas o estalinistas. Siniestra ironía: Marx, que se negó a hacer carrera universitaria para poder entregarse a la lucha revolucionaria, es colocado junto a filósofos, economistas y demás ideólogos de la burguesía.
Es muy cierto que en muchas áreas del pensamiento, hay un "antes" y un "después" de Marx, y muy especialmente en la economía. Tras la enorme contribución de Marx en la compresión de las leyes económicas de la sociedad, esa disciplina quedó totalmente cambiada. Pero no es ése un fenómeno idéntico al del descubrimiento de una gran teoría en el área de la física, por ejemplo. En este caso, el descubrimiento es el punto de partida de todo un progreso en el conocimiento; así, el "después" de Einstein ha sido una profundización considerable en la interpretación de las leyes del universo. En cambio, los descubrimientos de Marx en economía no inician, para los pontífices economistas de la burguesía, progresos en esa disciplina, sino, al contrario, una enorme regresión. La razón es muy sencilla. Los economistas de antes de Marx eran los representantes intelectuales de una clase portadora del progreso histórico, de una clase revolucionaria en la sociedad feudal: la burguesía. Smith, Ricardo y demás, a pesar de sus insuficiencias, fueron capaces de hacer avanzar el conocimiento de la sociedad porque defendían un modo de producción, el capitalismo, que, en aquel entonces, era una etapa progresiva en la evolución de la sociedad. Contra el oscurantismo típico de la sociedad feudal, les era necesario el mayor rigor científico que sus tiempos les permitían.
Marx saludó y utilizó las obras de los economistas clásicos. Sin embargo, sus objetivos eran totalmente diferentes de los de aquellos. Si Marx estudió la economía capitalista, no fue, desde luego, para que mejorara su funcionamiento, sino para combatirla y destruirla. Por eso fue por lo que escribió una Crítica de la economía política. Y es precisamente porque enfoca su obra sobre la sociedad burguesa desde el punto de vista de su derrocamiento revolucionario por lo que es capaz de comprender tan bien sus leyes. Sólo una clase que no tiene interés alguno en que se mantenga el capitalismo, o sea el proletariado, puede poner al descubierto sus contradicciones mortales. Si Marx hizo que progresara tanto el conocimiento de la economía capitalista, fue ante todo porque era un combatiente de la revolución proletaria.
Después de Marx, todo progreso nuevo en el conocimiento de la economía capitalista no podía hacerse sino a partir de sus descubrimientos y, por lo tanto, a partir del mismo punto de vista de clase. En cambio, la economía política burguesa, que, por definición, rechaza ese punto de vista, es obligatoriamente una disciplina apologética destinada a justificar con cualquier argumento el mantenimiento del capitalismo, incapaz, por eso mismo, de entender sus verdaderas leyes. El marxismo es la teoría del proletariado, no puede ser una asignatura universitaria. Solo un militante revolucionario puede ser marxista, porque la unidad entre pensamiento y acción es precisamente uno de los fundamentos del marxismo, que se expresa con claridad desde 1844 en las Tesis sobre Feuerbach y sobre todo en la última: "Hasta ahora, los filósofos se han dedicado a interpretar el mundo de diferentes maneras; de lo que se trata hoy es de transformarlo".
Hay quienes han pretendido hacer de Marx un sabio encerrado con sus libros, fuera del mundo. Nada más lejos de la realidad. Un día que sus hijas le hicieron contestar a un cuestionario (publicado por Riazanov con el título de Confesión), a la pregunta de cual es su idea de la felicidad, Marx les contesta: "La lucha". Y desde luego, fue la lucha la médula de su vida, como lo es de cualquier militante revolucionario.
Desde 1842, cuando todavía no se ha adherido al comunismo, inicia Marx su combate político contra el absolutismo prusiano en la redacción de la Gaceta Renana. Luego será un luchador incansable a quien las autoridades europeas expulsan de un país a otro hasta que se afinca definitivamente en Londres en agosto de 1849. Entre tanto, Marx ha participado directamente en los combates de la oleada revolucionaria que sacudió Europa en 1848-49. Y en los combates participó también con su pluma, dirigiendo la Nueva Gaceta Renana, diario publicado en Colonia entre Junio de 1848 y Mayo del 49, invirtiendo en él todos sus ahorros. Pero su más alta contribución a la lucha del proletariado la hizo en la Liga de los Comunistas. Esa es una constante en Marx: contrariamente a ciertos "marxistas" de hoy, él considera que la organización de revolucionarios era un instrumento esencial de la lucha proletaria. El texto más célebre y el más importante del movimiento obrero, El Manifiesto Comunista, redactado por Marx y Engels en 1847, se titulaba en realidad Manifiesto del Partido Comunista. Fue el programa de la Liga de los Comunistas a la cual se habían adherido los dos compañeros unos meses antes y después de que "fuera eliminado de los Estatutos todo lo que favorecía la superstición autoritaria" (Marx).
Igual que con la Liga de Comunistas, Marx ocupó un lugar preponderante en la fundación y la vida de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT), o sea, en la Primera gran organización mundial del proletariado. A él le debemos el Saludo inaugural y los Estatutos de la AIT y la mayoría de los textos fundamentales de ésta, en particular el texto sobre La Guerra Civil en Francia escrito durante la Comuna de París. Pero su contribución a la marcha de la AIT no quedó limitada a eso. De hecho, entre 1864 y 72, su actividad en el seno del Consejo General de la internacional fue cotidiana e infatigable. El era su verdadero animador. Su participación en la vida de la AIT le ocupó cantidad de tiempo y energías que no pudo consagrar a terminar su trabajo teórico. El capital, cuyo primer libro fue publicado en 1867 y los demás sólo después de su muerte en ediciones a cargo de Engels. Pero fue esa una opción deliberada. Marx consideraba su actividad militante en la AIT como fundamental, pues ésta era la organización viva de la clase obrera mundial, de la clase que al emanciparse a sí misma debía emancipar a la humanidad. "La vida de Marx sin la Internacional hubiera sido como una sortija sin diamante", como escribió Engels.
Por la profundidad de su pensamiento y el vigor de su forma de razonar, por la amplitud de su cultura y su búsqueda infatigable de nuevos conocimientos, Marx se asemeja sin dudad alguna a lo que se da en llamar "un sabio". Pero sus descubrimientos no fueron nunca para él fuente de honores ni títulos oficiales ni de ventajas materiales. Su compromiso con la clase obrera, cimiento de la energía con la que llevaba a cabo su trabajo, le granjeó al contrario, el odio y los ataques constantes de la "buena sociedad" de su tiempo. También ello le llevó a tener que pelearse durante casi toda su vida contra una gran miseria material. "No sólo por la pobreza en que vivía, sino por inseguridad total de su existencia, Marx compartió el sino del proletariado moderno", como escribió su biógrafo Franz Mehring.
Y en ningún momento, la adversidad ni las más crueles derrotas sufridas por el proletariado consiguieron desviarlo de su combate. Muy al contrario, como él mismo lo escribía a Johan Philipp Becker:"...todas las naturalezas del mejor carácter, una vez comprometidas por la vía revolucionaria, sacan continuamente nuevas fuerzas en la derrota, se hacen cada vez mas decididas a medida que el río de la historia las arrastra mas lejos".
En la historia del pensar humano, no ha habido nunca maestro que haya sido, a su pesar, traicionado por uno u otro de sus discípulos. También a Marx le ocurrió como a los demás, comprobando aun en vida como su método de análisis de la realidad lo transformaban algunos en vulgar mecanismo. Ya de antemano, Marx declinó toda responsabilidad del uso endulzado que de él hacían ciertos socialdemócratas. Lo que importaba para él, era que se estudiara una sociedad en evolución constante con un método y no que se usaran de cualquier manera cada una de sus palabras y frases como si fuera una escolástica muerta, como leyes invariables. Andar buscando en Marx soluciones listas para su uso, transplantándolas de una época pasada a una época nueva, es helar un pensamiento cuya esencia es la de estar siempre vigilante y ser un arma crítica. Por eso, más que aceptar sin examen lo que nos legó Marx, el marxista de hoy debe determinar con exactitud lo que sigue siendo útil para la lucha de clases y lo que ya no lo es. En una serie de cartas de Engels a Sorge (1886-1894), aquél anima a éste a no caer en el papanatismo beato, ya que, según los propios términos del coautor del Manifiesto Comunista y de La Ideología Alemana, Marx no pretendió nunca construir una teoría rígida, una ortodoxia. Y cuando rechazamos el doctrinarismo "invariante" es porque nos negamos a aceptar un contrasentido absoluto, o sea, una teoría verdadera para siempre jamás, una especie de Verbo que engendraría la acción, que está esperando a los catecúmenos para convertirse en acción.
La teoría de la "invariabilidad" del marxismo es defendida por los Partidos Comunistas Internacionales ("Programa Comunista"), bordiguistas. Aunque esa teoría es, en fin de cuentas, la otra cara de la misma moneda que el "revisionismo", no se pueden poner en el mismo plano. La teoría de la "invariabilidad" fue una reacción contra la degeneración de la Tercera Internacional, contra la contrarrevolución, contra los revisionismos y contra el uso del "marxismo" como religión de Estado. Pero fue, en definitiva, una reacción primaria, superficial, sin la necesaria crítica histórica, una reacción que creía exorcizar el estalinismo y la contrarrevolución transformando los principios del marxismo en dogmas, con lo cual no hacían sino quedarse en el mismo plano que el enemigo de clase[3].
Esa "invariabilidad" no se encuentra en parte alguna en la obra de Marx, pues con esa visión se es incapaz de distinguir lo transitorio de lo permanente. Y al no corresponder a las situaciones nuevas y multiformes queda eliminada como método de interpretación de los hechos. Su verdad es apariencia engañosa por mucho que griten los defensores de esa "invariabilidad".
"Esas ideas sólo tienen interés para una clase saciada, que se siente a gusto, que se ve confortada en la situación presente. Pero no le sirven para nada a una clase que lucha y se esfuerza por progresar y a la que la situación alcanzada deja necesariamente insatisfecha". (En el centro de la concepción materialista, Korsch).
Ser marxista hoy no es pues reivindicarse al pie de la letra de cada uno de los escritos de Marx. Eso plantearía, por cierto, problemas serios teniendo en cuenta que en la obra de Marx hay pasajes que se contradicen. Lo cual no es en absoluto una prueba de falta de coherencia en su pensamiento; incluso sus adversarios han reconocido la impresionante coherencia de su enfoque y de su obra. Es, al contrario, la señal de que su pensamiento estaba vivo, que estaba en constante vigilancia y atento a la realidad y a la experiencia histórica, del mismo modo que:
"...Las revoluciones proletarias como las del siglo XIX se critican a sí mismas sin tregua, interrumpen su curso a cada paso, vuelven a lo que ya parecía cumplido para empezar de nuevo, hacen escarnio de las vacilaciones, flaquezas y miserias de sus primeras tentativas" (Marx, El 18 de Brumario).
Tampoco dudó Marx en poner en tela de juicio sus análisis anteriores. Por ejemplo, en el prefacio a la edición alemana del Manifiesto Comunista de 1872, reconocía que:
"...no hay que dar demasiada importancia a las medidas revolucionarias enumeradas al final del capítulo II. Ese pasaje sería hoy redactado de otra manera por bastantes razones... La Comuna, sobre todo, ha demostrado que la ‘clase obrera no puede contentarse con apoderarse de la máquina estatal dejándola tal como es y haciéndola funcionar para sus propios fines' ".
Ese es el enfoque de los auténticos marxistas. Fue el de Lenin, quién en 1917 combatió contra los mencheviques, los cuales se apoyaban en la letra de la obra de Marx para apoyar a la burguesía y oponerse a la revolución proletaria en Rusia. Fue el de Rosa Luxemburgo, quién en 1906, se enfrenta a los jerifaltes sindicales, los cuales condenan la huelga de masas basándose en un texto de Engels de 1873 escrito contra los anarquistas y su mito de la "huelga general". La defensa de la huelga de masas como arma fundamental de la lucha proletaria del período nuevo, Rosa la hace precisamente en nombre del marxismo:
"Y aunque la revolución rusa hace indispensable la revisión fundamental del viejo punto de vista marxista respecto a la huelga de masas, también es verdad que los métodos y los puntos de vista generales del marxismo salen vencedores bajo forma nueva"(Huelga de Masas, Partido y Sindicatos, Rosa Luxemburgo).
Ser marxista hoy, es utilizar "los métodos y los puntos de vista generales del marxismo", en la definición de las tareas que le impone al proletariado el nuevo período abierto en la vida del capitalismo con la primera guerra mundial, o sea, el período de decadencia de ese modo de producción[4].
Ser marxista hoy es, en particular, denunciar cualquier tipo de sindicalismo por las mismas razones de método que las que llevaron a Marx y a la AIT a animar y apoyar la sindicalización de los obreros. Es combatir cualquier participación en el parlamento y en las elecciones, con el mismo enfoque metodológico que animaba el combate de Marx y Engels contra los anarquistas y su abstencionismo. Es negar el mas mínimo apoyo a las denominadas "luchas de liberación nacional" de hoy por las mismas razones de método que las de la Liga de los Comunistas y la AIT para apoyar en algunos casos y en circunstancias muy precisas a ciertas luchas de liberación nacional de su tiempo.
Ser marxista hoy es rechazar el concepto de partido de masas para la revolución futura, por las mismas razones de principio que hicieron que la Primera y Segunda Internacionales fueran organizaciones de masas.
Ser marxista hoy es sacar las lecciones de toda la experiencia del movimiento obrero, de los aportes sucesivos de la Liga de los Comunistas, de la Primera, Segunda y Tercera Internacionales y de las Fracciones de Izquierda que de ésta última salieron cuando su degeneración, para así ser capaces de fecundar los combates proletarios que la crisis del capitalismo ha hecho surgir desde finales de los 60, dándoles las armas necesarias para destruir el capitalismo.
RC/FM
[1] Hay que señalar que los defensores declarados del sistema capitalista no fueron los únicos defensores de esa idea. En los años 50 y 60 se desarrolló entre grupos e individuos que se reivindicaban, en principio, de la revolución comunista, una tendencia a cuestionar las lecciones básicas del marxismo. Así fue con el grupo "Socialisme ou Barbarie" en Francia, el cual se montó una tesis sobre la "dinámica del capitalismo" afirmando que Marx se había equivocado por completo al intentar demostrar el carácter insoluble de las contradicciones de ese sistema, todo ello bajo la batuta del "gran teórico" Castoriadis (alias Chaulieu, alias Cardan). Las aguas han vuelto desde entonces a sus cauces: el profesor Castoriadis se ha hecho notar como garantía "de izquierdas" de los esfuerzos belicistas del pentágono, publicando un libro en el cual "demuestra" que los EEUU van con mucho retraso respecto a la URSS en lo que a armamento se refiere. Ni más ni menos. De modo tan natural, al rechazar el marxismo, Castoriadis no ha podido sino caer en brazos de la burguesía
[2] Debe quedar claro que todo eso no excusa en nada los crímenes socialdemócratas ni disminuye su gravedad. Es evidente que el proletariado no debe escoger entre la peste socialdemócrata y el cólera estalinista. Ambos van por el mismo camino y persiguen las mismas metas, o sea, el mantenimiento del régimen capitalista con métodos a veces diferentes a causa de las condiciones particulares de los países en que actúan. Lo que hace que el estalinismo sobrepase en ignominia y cinismo a la socialdemocracia es el lugar extremo que ocupa en el capitalismo decadente, en su evolución hacia su forma histórica de capitalismo de Estado y el desarrollo del totalitarismo estatal. Ese proceso inexorable del capital exige, en los países atrasados en los cuales la burguesía privada está menos desarrollada y es ya senil, la presencia de una fuerza política especialmente brutal capaz de instaurar como sea un régimen de capitalismo de Estado. El estalinismo es una de las formas con la que se presentan esas fuerzas políticas; además de llevar a cabo una opresión sangrienta, tiene la peculiaridad de instaurar el capitalismo de Estado en nombre del "socialismo", del "comunismo" o del "marxismo".
[3] Con medios mucho mas limitados, los trotskistas les siguen los pasos a sus hermanos mayores socialdemócratas y estalinistas. Se reivindican de Marx y del marxismo con vehemencia, lo que no impide que desde hace ya mas de 40 años no hayan fallado una ocasión de entregar su apoyo "crítico", como ellos dicen, a las ignominias estalinistas (resistencias, defensa de la URSS, exaltación de las pretendidas luchas de liberación nacional, apoyo a los gobiernos de izquierda...)
[4] Sobre el bordiguismo y los PCInt, han aparecido ya múltiples artículos en esta revista, por ejemplo, en la anterior, № 32, una serie de artículos sobre la crisis del PCInt (Programa Comunista) y en este mismo número, un texto de Internationalisme de 1947
(Conferencia Internacional, Enero 82)
La estructura que se da la organización de los revolucionarios corresponde a la función que asume en la clase obrera. Esta función comporta tareas válidas en todas las etapas del movimiento obrero y también tareas más particulares en tal o cual época de éste, o sea que la organización de los revolucionarios tiene características constantes y características más circunstanciales, mas determinadas por las condiciones históricas en las que surge y se desarrolla.
Entre las características constantes, podemos determinar:
A) La existencia de un programa válido para toda la organización. Este programa, al ser la síntesis de la experiencia del proletariado del cual la organización revolucionaria es parte, y porque es emanación de una clase que no tiene solamente una existencia presente sino sobre todo un porvenir histórico,
B) Su carácter unitario, expresión de la unidad de su programa y de la unidad de la clase de la que emana, que en la práctica se traduce en la centralización de su estructura.
Entre las características variables podemos señalar:
El modo de organización de la CCI participa directamente de esos elementos:
Sin embargo, el carácter unitario a nivel internacional es mucho mas fuerte en la CCI porque, contrariamente a las primeras organizaciones nacidas en el período de decadencia (Internacional Comunista, Fracciones de Izquierda), no tiene ningún enlace orgánico con las organizaciones procedentes de la Segunda Internacional donde la estructuración por naciones estaba mucho mas marcada. Por ello la CCI ha surgido desde el principio como organización internacional suscitando la aparición progresiva de secciones territoriales y no como resultado de un proceso de aproximación de organizaciones ya formadas a nivel nacional.
Este elemento más bien "positivo" resultante de esa ruptura orgánica está contrarrestando sin embargo por toda una serie de debilidades relacionadas con dicha ruptura y que conciernen a la comprensión de las cuestiones de organización, debilidades que no son exclusivas de la CCI, sino que afectan al conjunto del medio revolucionario. Estas debilidades, que se han manifestado de nuevo en la CCI, motivaron la celebración de una Conferencia Internacional y el presente texto.
En el centro de las incomprensiones que han lastrado a la CCI está la cuestión de la centralización. La centralización no es un principio abstracto o facultativo de la estructura de la organización. Es la plasmación de su carácter unitario, de que una sola y única organización la que toma posición y actúa en la clase. En las relaciones entre las diferentes partes de la organización y el todo, este es siempre prioritario. No puede existir frente a la clase una posición política o una concepción de la intervención particular de tal o cual sección territorial o local. Estas deben concebirse siempre como partes de un todo. Los análisis y posiciones que se expresan en la prensa, hojas, reuniones públicas, discusiones con los simpatizantes, los métodos empleados tanto en nuestra propaganda como en nuestra vida interna son los de la organización en su conjunto, aunque existan desacuerdos sobre tal o tal punto, en tal o cual lugar, en tal o cual militante y aunque la organización saque al exterior los debates políticos que se desarrollan en su seno. Debe proscribirse la concepción según la cual tal o cual parte de la organización puede adoptar frente a la clase o frente a la organización posiciones o actitudes que le parecen correctas en lugar de las de la organización que serían erróneas, pues:
En la organización, el todo no es igual a la suma de las partes. Estas reciben un mandato para cumplir determinadas actividades particulares (publicaciones territoriales, intervenciones locales...), siendo responsables ante el conjunto del mandato que han recibido.
El momento culminante en que se expresa con toda su amplitud la unidad de la organización es su Congreso Internacional. En él se define, enriquece o rectifica el programa de la CCI, se precisan o modifican sus modalidades de organización o funcionamiento, se adoptan análisis y orientaciones de conjunto, se hace un balance de sus actividades anteriores y se elaboran sus perspectivas de trabajo para el futuro. Por ello la organización en su conjunto debe asumir con el mayor cuidado y energía la preparación del Congreso. Las orientaciones y decisiones de los Congresos deben servir de referencia permanente para la vida de la organización.
Entre dos Congresos la unidad y la continuidad de la organización se expresan en la existencia de órganos centrales nombrados por el Congreso y responsables ante él. En los órganos centrales descansa la responsabilidad (según su nivel de competencia: internacional o territorial) de:
El órgano central es una parte de la organización y como tal es responsable ante ella cuando ésta se reúne en Congreso. Sin embargo, es una parte que tiene como función específica expresar y representar al conjunto de la organización, por lo que sus decisiones y posiciones tienen primacía siempre sobre cualquiera de las demás partes tomadas por separado.
Contrariamente a ciertas concepciones, sobre todo las llamadas "leninistas", el órgano central es un instrumento de la organización y no al revés. No es la cumbre de una pirámide según una visión jerárquica y militar de la organización de los revolucionarios. La organización no está formada por un órgano central más los militantes, sino que es un tejido firme y unido en cuyo seno se insertan, y viven todos sus componentes. Ante todo hay que ver al órgano central como el núcleo de una célula que coordina el metabolismo de una entidad viva.
En este sentido el conjunto de la organización está concernida de forma constante por las actividades de sus órganos centrales los cuales tienen como mandato hacer informes regulares de sus actividades. Aunque es únicamente ante el Congreso donde rinden cuentas los organismos centrales, han de mantener la mayor atención en cuanto a la vida de la organización.
Según las necesidades y las circunstancias los órganos centrales pueden designar en su seno subcomisiones que tienen la responsabilidad de ejecutar y hacer cumplir las decisiones adoptadas en las reuniones plenarias de los órganos centrales, así como cumplir las tareas que sean necesarias entre dos reuniones plenarias (especialmente las tomas de posición).
Estas subcomisiones son responsables ante las reuniones plenarias. Más generalmente, las relaciones establecidas entre el conjunto de la organización y los órganos centrales son válidas igualmente entre éstos y sus subcomisiones permanentes.
La voluntad de la mayor unidad posible en el seno de la organización preside igualmente los mecanismos que permiten la toma de posición y el nombramiento de los órganos centrales. No existe un mecanismo ideal que garantice la mejor opción en las decisiones que haya que tomar, en las orientaciones que adoptar y los militantes que nombrar para los órganos centrales. Sin embargo, el voto y la elección son los que permitan garantizar mejor tanto la unidad de la organización como la mayor participación posible del conjunto de ésta en su propia vida.
En general, las decisiones a todos los niveles (congresos, órganos centrales, secciones locales) se toman (cuando no hay unanimidad) por mayoría simple. Sin embargo, ciertas decisiones que pueden tener una repercusión directa en la unidad de la organización (modificación de la Plataforma o de los Estatutos, integración o exclusión de militantes) son tomadas por una mayoría mas fuerte que la simple ( 3/4, 3/5 .....).
Y, al contrario, y por aquellas misma voluntad de unidad, una minoría de la organización puede provocar la convocatoria de un Congreso Extraordinario a partir del momento en que es significativa (por ejemplo las 2/5 partes); como regla general, le incumbe al Congreso zanjar las cuestiones esenciales y la existencia de una fuerte minoría que exija su celebración es indicio de que hay problemas importantes en la organización.
Finalmente, es evidente que el voto no tiene sentido más que si los miembros que están en minoría aplican las decisiones adoptadas y que por lo tanto ya son las de la organización.
En el nombramiento de los órganos centrales es necesario tomar en cuenta tres elementos:
Por ello puede decirse que la asamblea (congresos y demás) que debe designar un órgano central nombra a un equipo: de ahí que sea el órgano central saliente el que hace una propuesta de candidatos. Sin embargo, la asamblea puede (y es derecho de todo militante) proponer otros candidatos si lo estima necesario y, en todo caso, elegir individualmente los miembros de los órganos centrales. Solo este tipo de elección permite a la organización dotarse de órganos en los que tenga la máxima confianza.
El órgano central tiene la responsabilidad de que se apliquen y defiendan las decisiones y orientaciones adoptadas por el Congreso que lo ha elegido. En ese sentido, es oportuno que figure en su seno una fuerte proporción de militantes que, en el Congreso, se han pronunciado a favor de estas decisiones y orientaciones. Esto no quiere decir que solamente los que han defendido en el Congreso las posiciones mayoritarias, posiciones que se han convertido en las de la organización, puedan formar parte del órgano central.
Los tres criterios definidos arriba son válidos cualesquiera que sean las posiciones defendidas en los debates por tal o cual candidato. Esto no quiere decir, sin embargo, que deba existir un principio de representación - por ejemplo proporcional - de las posiciones minoritarias en el órgano central. Es esa una práctica corriente en los partidos burgueses, particularmente en los partidos socialdemócratas cuya dirección está constituida por representantes de las diferentes corrientes o tendencias en proporción a los votos obtenidos en el Congreso. Semejante forma de designación del órgano central corresponde al hecho de que, en una organización burguesa, la existencia de divergencias se debe a la defensa de tal o cual orientación de gestión del capitalismo, o, mas sencillamente, a la defensa de los intereses de tal o cual sector de la clase dominante o de tal o cual camarilla, orientaciones e intereses que se mantienen de forma duradera y que tienen que ser conciliados mediante un "reparto equitativo" de puestos entre sus representantes. Nada de eso ocurre en una organización comunista donde las divergencias no expresan en manera alguna la defensa de intereses materiales, o de grupos de presión particulares, sino que son la traducción de un proceso vivo y dinámico de clarificación de los problemas que se le plantean a la clase y que tiendan por definición a ser superados por la profundización de la discusión y a la luz de la experiencia. Una representación estable, permanente y proporcional de las diferentes posiciones aparecidas en los diversos puntos del orden del día de un Congreso, daría la espalda al hecho de que los miembros de los órganos centrales:
Hay que acabar con el uso de los términos "democrático" y "orgánico" para calificar la centralización de las organizaciones revolucionarias:
En efecto, el "centralismo democrático" (término acuñado por Lenin) está marcado por el sello del estalinismo que lo ha empleado para enmascarar y encubrir el proceso de aplastamiento y liquidación de toda vida revolucionaria en los partidos de la internacional; proceso en el cual, por otra parte, Lenin tiene una gran responsabilidad por haber pedido y obtenido en el X° Congreso del PCUS (1921) la prohibición de las fracciones, que erróneamente estimaba necesaria, incluso provisionalmente, ante las terribles dificultades que atravesaba la revolución. Por otra parte, la reivindicación de un "verdadero centralismo democrático" tal como era practicado en el partido Bolchevique, no tiene sentido tampoco en la medida en que:
En cierto modo, el término "orgánico" (debido a Bordiga) sería más correcto para calificar la naturaleza del centralismo que existe en la organización de los revolucionarios. Sin embargo, el uso que ha hecho de él la corriente bordiguista para justificar un método de funcionamiento que excluye todo control de los órganos centrales y de su propia vida por el conjunto de la organización, lo descalifica y hay que rechazarlo. En efecto, para los bordiguistas, el hecho -en sí mismo justo- de que una mayoría a favor de una posición no garantiza que ésta sea correcta, o que la elección de órganos centrales no sea un mecanismo perfecto que los proteja de toda degeneración, es utilizado para defender una concepción de la organización donde el voto y la elección son negados. En esta concepción, las posiciones correctas y los "jefes" se imponen "por sí mismos" a través de un proceso llamado "orgánico", pero que en la práctica, supone confiar al "centro" la potestad para decidir sobre todas las cosas, de zanjar todo debate, y lleva a ese "centro" a alinearse con las posiciones de un "jefe histórico" que tendría una especie de infalibilidad divina. Puesto que combaten cualquier forma de espíritu religioso y místico, los revolucionarios no pueden reemplazar al pontífice de Roma por el de Nápoles o Milán.
Repetimos que el voto y la elección, por muy imperfectos que sean, constituyen, en las condiciones actuales, el mejor medio para garantizar un máximo de unidad y de vida en la organización.
Contrariamente a la visión bordiguista, la organización de los revolucionarios no puede ser "monolítica". La existencia de divergencias en su seno es la manifestación de que es un órgano vivo que no tiene respuestas prefabricadas que aportar inmediatamente a los problemas que surgen en la clase. El marxismo no es ni un dogma ni un catecismo. Es el instrumento teórico de una clase que, a través de su experiencia y en la perspectiva de su objetivo histórico, avanza progresivamente, con altibajos, hacia una toma de conciencia que es la condición indispensable para su emancipación. Como toda reflexión humana, la que preside el desarrollo de la conciencia proletaria no es un proceso lineal y mecánico, sino contradictorio y crítico, que plantea necesariamente la discusión y la confrontación de argumentos. De hecho, el famoso "monolitismo" o la famosa "invariancia " de los bordiguistas es una engañifa (esto se verifica frecuentemente en las tomas de posición de esta organización y de sus diversas secciones), o la organización está completamente esclerotizada y ya no puede participar en la vida de la clase, o no es monolítica y sus posiciones no son invariantes.
Si la existencia de divergencias en el seno de la organización es señal de que esta viva, solo el respecto a ciertas reglas en la discusión de estas divergencias permite que sean una verdadera contribución al reforzamiento de la organización y a la mejora de las tareas, para las que la clase la ha creado.
Podemos enumerar algunas de esas reglas:
En la medida en que los debates en curso en la organización conciernen al conjunto del proletariado, es conveniente que ésta saque aquellos al exterior, respetando las condiciones siguientes:
Tampoco existe ningún "derecho" formal de ningún miembro de la organización (individuos o tendencia) para publicar un texto si los órganos responsables de las publicaciones no ven su utilidad o su oportunidad.
Las divergencias existentes en la organización pueden acabar plasmándose en formas organizadas de posiciones minoritarias. Ante esta situación, ninguna medida de tipo administrativo (como la prohibición de estas formas organizadas) podrá sustituir la máxima profundización posible de la discusión pero también es conveniente que este proceso sea llevado de manera responsable, lo que supone:
La tendencia es ante todo la expresión de la vida de la organización, por el hecho de que el pensamiento no se desarrolla nunca en línea recta sino mediante un proceso contradictorio de discusión y confrontación de las ideas. Así, un tendencia está generalmente destinada a reabsorberse en cuanto la cuestión planteada está suficiente clara como para que el conjunto de la organización pueda establecer un análisis único ya sea como resultado de la discusión, ya sea por la aparición de nuevas coordenadas que afirman una visión y rechazan la otra. Por otra parte, una tendencia se desarrolla esencialmente sobre puntos que condicionan la orientación y la intervención de la organización. Por ello, su constitución no tiene como punto de partida cuestiones de análisis teóricos; esta concepción de la tendencia lleva a un debilitamiento de la organización y a una parcelación extrema de la energía militante.
La fracción es la expresión del hecho que la organización está en crisis por la aparición en su seno de un proceso de degeneración y de capitulación frente al peso de la ideología burguesa. Contrariamente a la tendencia que solo se basa en divergencias en la orientación frente a cuestiones circunstanciales, la fracción se basa en divergencias programáticas, divergencias cuya solución solo puede ser la exclusión de la posición burguesa, o el abandono de la organización por parte de la fracción comunista. En la medida en que la fracción surge por la aparición de dos posiciones incompatibles en el seno de una misma organización, tiende a tomar una forma organizada con sus propios órganos de propaganda. Teniendo en cuenta que la organización de la clase no tiene ningún precinto de garantía contra la degeneración, el papel de los revolucionarios es luchar en todo momento por la eliminación de las posiciones burguesas que puedan desarrollarse en su seno.
Cuando se encuentra en minoría en esta lucha, su tarea es la de organizarse en fracción para ganar al conjunto de la organización a las posiciones comunistas y excluir la posición burguesa. Cuando esta lucha se vuelve estéril debido al abandono del terreno proletario por la organización -generalmente en un período de reflujo de la clase- la tarea consiste en ser el puente para una reconstrucción del partido de clase que solo puede surgir en una fase de reanudación histórica de las luchas.
En cualquier caso, la preocupación que debe guiar a los revolucionarios es la que existe en el seno de la clase en general, la de no malgastar las débiles energías revolucionarias de que dispone la clase, y velar sin tregua por el mantenimiento y desarrollo del instrumento tan indispensable y a la vez tan frágil que la organización de revolucionarios es.
El que la organización tenga que abstenerse del uso de cualquier medio administrativo o disciplinario frente a los desacuerdos, no quiere decir que tenga que privarse de ellos en todas las circunstancias. Al contrario, es necesario que recurra a estos medios, suspensión temporal o exclusión definitiva, cuando se enfrenta a actitudes, comportamiento o actos que van en el sentido de crear un peligro para su existencia, su seguridad o su capacidad para cumplir sus tareas. Esto se aplica tanto a los comportamientos en el seno de la organización, en la vida militante, como a los comportamientos fuera de la organización que pueden ser incompatibles con la pertenencia a una organización comunista.
Es conveniente que la organización disponga de las medidas necesarias para su protección frente a los intentos de infiltración o destrucción por parte de los órganos del Estado capitalista o por parte de elementos que, sin estar directamente manipulados por esos órganos, tienen un comportamiento general que les favorece en su trabajo. Cuando estos comportamientos son evidentes, es deber de la organización tomar medidas no sólo a favor de su propia seguridad, sino también a favor de la seguridad de las demás organizaciones comunistas.
Una de las condiciones fundamentales de la aptitud de una organización para cumplir sus tareas en la clase es una comprensión correcta, en su seno, de las relaciones que se establecen entre militantes y organización. Esta es una cuestión particularmente difícil de comprender en nuestra época debido al peso de la ruptura orgánica con las fracciones del pasado y a la influencia del elemento estudiantil en las organizaciones revolucionarias después del 68, que han favorecido el resurgir de una de las taras del movimiento obrero en el siglo XIX: el individualismo.
De manera general, las relaciones que se establecen entre los militantes y la organización se basan en los mismos principios que los tratados anteriormente respecto a las relaciones entre las partes y el todo.
Con mayor precisión, cabe afirmar sobre esta cuestión los puntos siguientes:
La verdadera igualdad que puede existir entre militantes es la que consiste en que cada uno de ellos dé el máximo de lo que puede dar para la vida de la organización - "de cada uno según sus capacidades", cita de Saint Simón, recogida por Marx. La verdadera realización de los militantes, en tanto que militantes, consiste en hacer todo lo que les incumbe para que la organización pueda cumplir con las tareas para las cuales la hecho surgir la clase;
El conjunto de estos datos significa que el militante no hace una "inversión" personal en la organización de la cual esperaría dividendos o que podría retirar si ha de marcharse. Así pues, hay que proscribir absolutamente en tanto que totalmente ajenas al proletariado todas las prácticas de "recuperación" de material o de fondos de la organización aún siendo en vistas a constituir otro grupo político;
De la misma manera, «las relaciones que se traban entre los militantes de la organización», si bien «llevan necesariamente los estigmas de la sociedad capitalista...no pueden estar en flagrante contradicción con el objetivo perseguido por los revolucionarios... Se apoyan sobre una solidaridad y una confianza mutuas que son una de las marcas de la pertenencia de la organización a la clase portadora del comunismo» (Plataforma de la CCI).
El 23 de Octubre de 1981
[1] Esta afirmación no la hacemos únicamente para uso interno. No se refiere solamente a las escisiones que se han producido (o que puedan producirse) en la CCI. En el seno del medio político proletario hemos defendido siempre esta posición. Tal fue el caso por ejemplo de la escisión de la sección de Aberdeen de la Communist Workers Organisation (CWO), así como la escisión del Núcleo Comunista Internacionalista respecto al Partido Comunista Internacional (Programa Comunista). Criticamos entonces el carácter precipitado de dichas escisiones, basadas sobre divergencias que aparentemente no eran fundamentales y que no habían podido ser clarificadas mediante un profundo debate interno. Por regla general la CCI se opone a las escisiones sin principios basadas sobre divergencias secundarias (aunque los militantes concernidos planteen enseguida su candidatura a la CCI, como fue el caso del grupo de Aberdeen). Toda escisión sobre cuestiones secundarias expresa una concepción monolítica de la organización que no tolera ninguna discusión ni ninguna divergencia en su seno. Es lo típico de las sectas.
(Internationalisme, № 25, Agosto de 1947)
Este texto de Internationalisme forma parte de una serie de artículos publicados durante el año 1947, titulada "Problemas actuales del movimiento obrero". En estos artículos, Internationalisme entiende por "movimiento obrero" los grupos y las organizaciones políticas. Polemiza contra el ambiente de activismo existente entre los grupos que veían, con el final de la segunda guerra mundial, la posibilidad de que se repitiera el proceso revolucionario tal como se había producido al final de la primera guerra mundial, desde 1917 hasta 1923.
Internationalisme analiza, al contrario, el final de la segunda guerra mundial como derrota profunda de la clase obrera internacional; las condiciones no son las mismas que las del final de la primera guerra; la clase obrera había sido derrotada física e ideológicamente; la supervivencia del capitalismo había acentuado la tendencia hacia el capitalismo de Estado, la cual modifica el contexto de la lucha de la clase; las condiciones no estaban, pues, reunidas para una reanudación general de la lucha revolucionaria.
Internationalisme lucha contra el voluntarismo de los grupos que proponen ya la formación inmediata del partido, sin tener en cuenta ese nuevo contexto del período, y como único marco político la repetición, a su escala microscópica, de las posiciones y orientaciones del partido bolchevique del período revolucionario, sin balance alguno de la derrota de la revolución y de los errores de ese partido. Esos grupos eran escisiones del trotskismo, y sobre todo eran las fracciones de la Izquierda Comunista Internacional que habían apoyado la formación de un partido comunista internacionalista (PCInt) en la Italia de 1943.
Prosiguiendo la crítica que había hecho desde la constitución del PCInt[1], Internationalisme recuerda cuáles son las condiciones de la formación de un Partido. La historia del movimiento obrero demuestra que el nacimiento, el desarrollo, así como el final, la degeneración o la traición de las organizaciones políticas del proletariado (Liga de los Comunistas, AIT, Segunda Internacional Comunista, Partido Bolchevique) están en relación muy estrecha con la actividad de la clase obrera misma. En el seno de la clase obrera, un Partido, o sea, una organización capaz de tener una influencia decisiva en el curso de los acontecimientos de la lucha de la clase, sólo puede surgir si en la clase se expresa una tendencia a organizarse y a unirse contra el capitalismo, en una etapa ascendente de lucha.
Esa tendencia no existe al final de la segunda guerra mundial. Los movimientos de huelga de 1943 en Italia o las manifestaciones contra el hambre en 1945 en Alemania, en donde se ve incluso a la policía revolverse contra el poder, son hechos limitados y aislados. Aunque dan prueba de una combatividad de clase que todos los grupos reconocen, quedan muy limitados y prisioneros de la ideología y de las fuerzas de encuadramiento de la burguesía, partidos de izquierda y sindicatos.
Para Internationalisme, no es el momento de la formación del Partido. Contra quienes declaran "derrotista" esa posición, Internationalisme reafirma que el debate no consiste en "construcción del partido" o "nada", sino en qué tareas le incumben a los grupos revolucionarios entonces y con qué programa. Para muchos, lo que sirve de teoría es un rollo incoherente que repite las posiciones de la Internacional Comunista como si no hubiera ocurrido nada desde el período revolucionario, y que oculta todos los debates habidos antes de la guerra.
En la constitución del PCInt se encuentran elementos, como Vercesi, que durante la guerra negaban toda posibilidad de actividad revolucionaria, que se negaban a tomar posición contra la guerra, teorizando la "desaparición del proletariado", para acabar participando en los "comités antifascistas"[2]. Hay también muchos individuos que ni habían participado, ni estaban enterados de lo que era la labor política de la Izquierda Comunista de entre las dos guerras mundiales y que el llamamiento de predecesores de los años 20 como Damen y Bordiga que habían dejado de lado esa labor, entran en las filas del PCInt, sin que se hubieran discutido nunca las posiciones de la izquierda.
Internationalisme, que se sitúa en la continuidad de la labor de la Izquierda Comunista, nunca cuestionó la necesidad de la actividad revolucionaria. Así lo afirma: "... el curso de la lucha de clases no lo modifica la voluntad de los militantes, pero tampoco se modifica independientemente de ella". ¿Qué actividad?. Esa es la pregunta que Internationalisme plantea a las organizaciones revolucionarias.
Lo de la "construcción del partido" del PCInt significa lanzarse a un activismo sin principios, un partido hecho de retales, con trozos de diferentes tendencias, incluidos grupos que habían participado junto a la burguesía en la "resistencia antifascista". Para Internationalisme, al contrario, de lo que trataba era de continuar la labor propia de la fracción comunista, seguir haciendo balance de la oleada revolucionaria anterior (de los años 20), sacando las lecciones de la derrota y del período de guerra, mantener, en función de los medios al alcance, una propaganda constante a contracorriente, conservar en lo posible la confrontación y la discusión en un medio revolucionario tan reducido a causa de las condiciones de la época.
En 1947, Internationalisme pudo comprobar el fracaso de los grupos que confundían desde hacía años su propia agitación con actividad de clase, lo que producía desmoralización y dispersión de fuerzas militantes inmaduras y reagrupadas precipitadamente, que se embaucan a sí mismas, sin discusión alguna, con perspectivas que no tienen nada que ver con la realidad.
Había grupos escisionistas del trotskismo que abandonan el marxismo y se dislocan. El PCInt, que contaba en sus principios con 3000 miembros más o menos, estaba metido en un proceso de dispersión y abandonos en masa. Y dirigentes de ese partido, en vez de darse cuenta de las causas reales de esos fenómenos, dan explicaciones como que "se trata de la transformación de la cantidad en calidad".
Contra estas distorsiones, Internationalisme explica lo que ocurría denunciando, por un lado, la incapacidad para comprender aquel período de la posguerra, y, por otro, los métodos utilizados y defendidos por el PCInt, métodos que niegan la profundización política y teórica del conjunto de militantes. Esos métodos se basan en un concepto erróneo de la lucha y la toma de conciencia de clase; el concepto de que la conciencia sólo puede ser llevada a la clase obrera "desde fuera". Ese concepto, que el PCInt recoge de Lenin, el cual, en su obra ¿Qué hacer?, lo había tomado de Kautsky. Esta visión no concibe la toma de conciencia como algo propio del conjunto de la clase obrera, en cuyo seno el partido es la expresión más clara y más decidida en cuanto a los medios y las metas generales del movimiento. La conciben como algo propio de una minoría ilustrada poseedora de los conocimientos teóricos que debe "aportar" a la clase.
Semejante concepto aplicado al ámbito del partido, lleva a teorizar que únicamente los individuos como tales son capaces de ahondar en la teoría revolucionaria para después destilarla y entregársela triturada y medio digerida, por decirlo así, a los miembros de la organización.
Y para rematar la cosa, es el concepto del jefe genial, único capaz de llevar a cabo la labor teórica de la organización, concepto criticado en este extracto de "Problemas actuales del movimiento obrero" que traducimos aquí. La actitud que el PCInt defendía en cuanto a Bordiga, y la que sigue manteniendo hoy en general en lo referente a cuestiones teóricas del movimiento obrero, está ligada a este concepto. Le sirve de base para negarse a discutir abiertamente de todos los temas y orientaciones de la organización. Para los militantes significa obediencia servil y confianza ciega en las orientaciones políticas elaboradas únicamente por el centro de la organización; significa ausencia de auténtica formación. En el próximo número de esta revista, publicaremos la continuación de este artículo que lleva por título "La disciplina, fuerza principal...", y que va dirigido contra la visión militar de la labor militante en una organización revolucionaria.
Los criterios esclerosados del PCInt sobre los métodos de una organización revolucionaria contra los que Internationalisme combatía ya en 1947, siguen causando estragos hoy, y en particular, en los grupos que se reclaman del "leninismo". Frente a las dificultades que el acelerón actual de la historia hace surgir, esos criterios no hacen sino agravar el oportunismo y el sectarismo en un medio revolucionario en dificultades[3].
Contrariamente a esos criterios, el partido, igual que cualquier organización revolucionaria, no puede cumplir con su labor más que si es un lugar de elaboración permanente y colectiva de las orientaciones políticas. Lo cual implica que en él exista la discusión, lo más abierta y lo más amplia que sea posible, a imagen de la clase obrera cuya emancipación exige la acción consciente y colectiva en la que participan todas las partes y todos los miembros de la clase.
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EL CONCEPTO DEL JEFE GENIAL
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No es algo nuevo en política que un grupo cambie radicalmente su modo de ver y actuar cuando se convierte en una gran organización, en partido de masas. Podríamos citar múltiples ejemplos de estas metamorfosis. Podría decirse eso también y con razón, del partido bolchevique después de la revolución. Lo que sorprende, en cuanto al Partido Comunista Internacionalista de Italia, es la rapidez con la que las mentes de sus principales dirigentes han dado ese cambio. Y esto es tanto más sorprendente por cuanto, en fin de cuentas, el PCInt de Italia no deja de ser, tanto en cantidad como en funcionamiento, una fracción amplia.
¿Cómo se puede explicar ese cambiazo? El Partido Comunista Italiano, por ejemplo, cuando su fundación, animado por una dirección perteneciente a la izquierda y con Bordiga en ella, se hizo notar siempre, en la Internacional Comunista, por su capacidad crítica. El PCI no aceptaba la sumisión "a priori" a no se sabe qué autoridad absoluta de los jefes, incluso a los que tenía la mayor estima. El criterio del PCI era que la discusión tenía que ser libre y que había que luchar contra toda posición política que no compartía. Desde la fundación de la IC, la fracción de Bordiga se encontrará en muchos aspectos en oposición y expresará abiertamente sus desacuerdos con Lenin y otros dirigentes del partido bolchevique, de la revolución rusa y de la IC. Son conocidos los debates que hubo entre Lenin y Bordiga en el segundo Congreso. A nadie se le ocurría entonces cuestionar ese derecho de libre discusión. A nadie se le hubiera ocurrido ver en eso una "ofensa" a la autoridad de los "jefes". Quizá personajes tan serviles y endebles como Cachin[4] podían escandalizarse para sus adentros, pero entonces no se atrevían ni a manifestarlo. Es más, la discusión no era considerada como un derecho sino como un DEBER, como único medio para elaborar, gracias a la confrontación de ideas y de labor teórica, posiciones programáticas y políticas necesarias a la acción revolucionaria.
Lenin escribía: «Es deber de los militantes comunistas comprobar por sí mismos las resoluciones de las instancias superiores del partido. Aquel que, en política, lo cree todo bajo palabra, es un tonto sin remedio». Lenin insistía sin cesar en la necesaria educación política de los militantes. Y aprender, comprender es algo que sólo se consigue mediante la discusión libre, mediante la confrontación general de las ideas por el conjunto de militantes sin excepción. Y no es solamente un problema de pedagogía, sino una condición previa de la elaboración política, del avance del movimiento de emancipación del proletariado.
Tras la victoria del estalinismo y la exclusión de la izquierda de la IC, la fracción italiana no dejó nunca de luchar contra el mito del jefe infalible, y al contrario de Trotski, exigía en la oposición de izquierda el mayor esfuerzo por el re-examen crítico de las posiciones pasadas y por la labor teórica, mediante la mas amplia discusión de los problemas nuevos. La fracción italiana hizo ese esfuerzo antes de la guerra. No pretendió, sin embargo, haber resuelto todos los problemas; ella misma, como ya se sabe, estaba muy dividida sobre cuestiones de primera importancia.
Debemos hacer constar, sin embargo, que todas aquellas buenas disposiciones y tradiciones se han desvanecido con la formación del partido. El PCInt es actualmente la agrupación revolucionaria en donde la discusión teórica y política es menor, si es que existe. La guerra y la posguerra han planteado cantidad de problemas nuevos. Ninguno de ellos ha sido abordado en las filas del partido italiano. Basta con leer los escritos y periódicos del partido para darse cuenta de su gran miseria teórica. Cuando se leen las actas de la Conferencia Constituyente del Partido, uno se pregunta si tuvo lugar en 1946 o en 1926. Uno de los dirigentes del partido, el camarada Damen por lo visto, tenía razón al decir que el partido recogía y volvía a surgir con las posiciones de... 1925. Lo que para él es una fuerza, las posiciones de 1925, expresa claramente el terrible retraso teórico y político, poniendo de relieve la enorme debilidad del partido.
Ningún otro período en la historia del movimiento obrero, ha trastornado tanto las adquisiciones y ha planteado tantos nuevos problemas como este período, relativamente corto, entre 1927 y 1947, ni siquiera el que va desde 1905 a 1925, tan cargado y movido empero. La mayor parte de la Tesis fundamentales, las bases de la IC, han envejecido y están caducadas. Las posiciones sobre la cuestión nacional y colonial, sobre la táctica, sobre las consignas democráticas, el parlamentarismo, los sindicatos, el partido y sus relaciones con la clase deben ser puestas en entredicho de forma radical. Además, hay que dar respuesta a problemas como el Estado después de la revolución, la dictadura del proletariado, las características del capitalismo decadente, el fascismo, el capitalismo de Estado, la guerra imperialista permanente, las nuevas formas de lucha y de organización unitaria de la clase obrera. Problemas que la IC apenas si pudo entrever y abordar y que han aparecido a las claras después de la degeneración de la Internacional.
Cuando, ante la inmensidad de esos problemas, uno lee las intervenciones en la Conferencia de Turín, repetidas hasta la saciedad como si fueran letanías las viejas posiciones del Lenin de La enfermedad infantil del comunismo ya caducas antes de ser escritas, cuando uno ve al partido recoger como si no hubiera pasado nada, las viejas posiciones de 1924 de participación en las elecciones burguesas y de lucha dentro de los sindicatos, se toma entonces la medida del retraso político de ese partido y todo lo que le queda por recuperar.
Y es, sin embargo, el mas atrasado, repitámoslo, con respecto a la labor de la Fracción de antes de la guerra, el que mas se opone a cualquier discusión política interna o pública, es en ese partido en donde la vida ideológica está más descolorida. ¿Cómo se explica eso?
La explicación nos la dio uno de los dirigentes de ese partido, en una conversación que mantuvo con nosotros[5]. Nos dijo: "El partido italiano está formado, en su gran mayoría, por gente nueva sin formación teórica y políticamente vírgenes. Los antiguos militantes mismos, han estado durante 20 años aislados, cortados de todo movimiento de pensamiento. En el estado actual los militantes son incapaces de abordar los problemas de la teoría y de la ideología. La discusión sólo serviría para perturbarles su punto de vista, y les haría mas daño que beneficio. Por ahora, lo que necesitan es andar pisando tierra firme, aunque sea con las viejas posiciones ya caducas, pero ya formuladas y comprensibles para ellos. Por ahora, basta con agrupar las voluntades para la acción. La solución de los grandes problemas planteados por la experiencia de entre ambas guerras, exige calma y reflexión. Sólo un "gran cerebro" puede abordarlas con beneficio y dar la respuesta que necesitan. La discusión general no haría otra cosa que propagar la confusión. El trabajo ideológico no incumbe a la masa de militantes, sino a individuos. Mientras esos individuos geniales no hayan surgido, no podemos esperar un avance ideológico. Marx, Lenin, eran individuos así, genios de esos en el pasado. Hay que esperar ahora, llegada de un nuevo Marx. Nosotros, en Italia, estamos convencidos de que Bordiga será ese nuevo genio. Ahora está trabajando en una obra de conjunto que contendrá las respuestas a los problemas que preocupan a los militantes de la clase obrera. Cuando esta obra aparezca, los militantes tendrán que asimilarla y el partido deberá alinear su política y su acción en función de esos nuevos militantes".
Ese discurso, que reproducimos casi palabra por palabra, contiene tres elementos. Primero, la constatación del bajo nivel ideológico de los miembros del Partido. Segundo, el peligro que es abrir amplias discusiones en el partido porque perturbarán a sus miembros, quitándole cohesión. Tercero, que la solución de los problemas políticos nuevos SOLO puede venir de un "cerebro genial".
Sobre el primer punto, el camarada dirigente tiene totalmente razón. Es un hecho incuestionable, pero eso debería incitarle, es de suponer, a plantearse lo que vale ese partido, lo que ese partido puede representar para la clase obrera, lo que ese partido puede aportarle a ésta.
Ya hemos visto la definición que de Marx a lo que distingue a los comunistas del conjunto del proletariado. Su conciencia de los fines generales del movimiento y de los medios para alcanzarlos. Ahora bien, resulta que los miembros del partido italiano no caben en esa definición, puesto que su nivel ideológico no supera en nada el del conjunto del proletariado; ¿puede hablarse entonces de partido comunista?. Bordiga formulaba muy justamente la esencia del partido como un "cuerpo de doctrina y una voluntad de acción". Si falta ese cuerpo de doctrina, ni mil reagrupamientos forman el partido. Para serlo de verdad, la primera tarea que tiene el PCInt es la formación ideológica de responsables, o sea, el trabajo ideológico previo para poder llegar a ser un partido de verdad.
No es esa la idea de nuestro dirigente del PCInt, el cual estima, al contrario, que ese trabajo puede perturbar la voluntad de acción de sus miembros. ¿Qué se puede decir de semejante manera de ver, de semejantes ideas?, sino que son sencillamente engendros ABERRANTES. ¿Hará falta recordar, por ejemplo, los valiosos pasajes del ¿Qué hacer? en el cual Lenin cita a Engels sobre la necesidad de la lucha en tres frentes: el económico, el político y el ideológico?
En todas las épocas, ha hablado de esos socialistas que temían que la discusión y la expresión de divergencias pudieran perturbar la buena acción militante. A ese socialismo se le puede llamar socialismo obtuso o socialismo de la ignorancia.
Contra Weitling, dirigente reconocido, el joven Marx fulminaba: «El proletariado no tiene necesidad de la ignorancia». Si la lucha de las ideas puede perturbar la acción de los militantes, ¿No sería todavía mas cierto en el conjunto del proletariado? Si seguimos esas ideas, es mejor decir adiós al socialismo, si no es que algunos profesan un socialismo equivalente a ignorancia. Esos son conceptos de iglesia, la cual teme que se perturben las mentes de sus fieles si se plantean demasiados problemas doctrinales.
Contrariamente a la afirmación de que los militantes sólo pueden actuar con certidumbre, "aunque éstas se basen en posiciones falsas", nosotros afirmamos que no existen certidumbres, lo que existe es la superación constante de las verdades. Únicamente la acción basada en los datos mas recientes, enriqueciéndose continuamente, es revolucionaria. En cambio, la acción que se basa en verdades trasnochadas y caducas es estéril, dañina, reaccionaria. Quieren nutrir a sus militantes con buenas verdades absolutamente ciertas, cuando sólo las verdades relativas que contienen sus antítesis de duda pueden dar una síntesis revolucionaria.
Si la duda y la controversia ideológica pueden perturbar la acción de los militantes habría que explicar por qué eso sería únicamente, válido para nuestros días. En cada etapa de la lucha surge la necesidad de superar las posiciones anteriores. En cada momento la validez de las ideas adquiridas y de las posiciones tomadas es puesta en duda. Según el PCInt, estaríamos en un círculo vicioso: o se trata de reflexionar, razonar y, por lo tanto no se puede actuar, o se trata de actuar sin saber si nuestra acción se basa en un razonamiento bien pensado. ¡Vaya conclusión a la que llegaría nuestro dirigente del PCInt si fuera lógico con sus premisas!. En cualquier caso, lo que consigue el PCInt es fabricar el tipo ideal del "tonto sin remedio" de que hablaba Lenin. Sería el "perfecto idiota" elevado a la categoría de miembro ideal del PCInt de Italia.
Todo el razonamiento del dirigente acerca de la imposibilidad "momentánea" de hacer labor de investigación y de controversia teórico - política en el seno del PCInt, no se justifica bajo ningún concepto. La perturbación provocada por las controversias es precisamente la condición para la formación del militante, la condición de que su acción pueda basarse en una convicción que hay que poner a prueba sin cesar, que hay que comprender y enriquecer. Esa es la condición fundamental de la acción revolucionaria. Sin ella no hay sino obediencia ciega, cretinismo y servilismo.
El pensamiento íntimo de nuestro dirigente se encuentra, sin embargo, en el tercer punto. Esa es su creencia profunda. Los problemas teóricos de la acción revolucionaria no se resuelven con controversias y discusiones, sino gracias al cerebro genial de un individuo, del jefe. La solución no está en la labor colectiva, sino en la individual del pensador aislado en su escritorio, que saca de su preclara mente los elementos fundamentales de la solución. Una vez terminado ese trabajo, con la solución dada, ya sólo le queda a la masa de militantes, al conjunto del partido, asimilar esa solución y poner su acción política en línea con ella. Las discusiones acabarían siendo contraproducentes o, por lo menos, un lujo inútil, una estéril pérdida de tiempo. Y para darle apoyo a semejante tesis, echan mano nada menos que del ejemplo de Marx.
El dirigente se hace una curiosa idea de Carlos Marx. Nunca otro pensador ha sido menos "hombre de escritorio" que Marx. Menos que en cualquier otro, se puede andar separando en Marx el hombre de acción, el militante, del pensador. El pensamiento de Marx madura en relación directa no con la acción de los demás, sino con su acción junto con los demás en el movimiento general. No hay ninguna idea en su obra que Marx no hubiera expuesto u opuesto, en conferencias y controversias, a otras ideas a lo largo de su actividad. Por eso su obra respira ese frescor expresivo y esa vitalidad. Toda su obra, incluido El Capital, no es sino una continua controversia en la cual la investigación teórica mas ardua y abstracta está estrechamente unida a la discusión y la polémica. ¡Curiosa manera de ver la obra de Marx el considerarla como producto de la milagrosa composición biológica de su cerebro!
De modo general, se acabaron los tiempos de los genios en la historia humana. ¿Qué era la genialidad en el pasado? Se debía a la relación entre el nivel bajísimo del conocimiento promedio de los humanos y el conocimiento de algunos individuos de la elite, entre los cuales la diferencia era inconmensurable. En etapas inferiores en el desarrollo del saber humano, el muy relativo saber podía ser fruto de una adquisición individual, igual que la producción, que podía tener un carácter individual. Lo que distingue la herramienta de la máquina, es el carácter de su producto, que de ser un producto rudimentario de un trabajo privado se convierte en producto complicado fruto de un trabajo social colectivo. Igual ocurre con el conocimiento en general. Mientras era algo elemental, un individuo aislado podía abarcarlo en su totalidad. Con el desarrollo de la sociedad y de la ciencia, el conocimiento deja de poder ser abarcado por el individuo por serlo por la humanidad entera. La distancia entre el genio y el promedio de los hombres disminuye en la misma proporción en que se eleva la suma de conocimientos humanos. La ciencia, igual que la producción económica, tiende a socializarse. Del genio, la humanidad pasó al sabio aislado y del sabio aislado al equipo de sabios. Para producir hay que contar con la cooperación de grandes masas de obreros .Esta misma tendencia a la división, la encontramos en la producción "mental", y es lo que le asegura su desarrollo. El gabinete del sabio ha dejado el sitio al laboratorio en el que cooperan equipos de sabios, igual que el taller de artesano ha dejado el sitio a las grandes factorías.
El papel del individuo tiende a disminuir en la sociedad humana, no como individuo sensible, sino como individuo que emerge de la masa confusa y se sitúa por encima de ella. El hombre-individuo está dejando el sitio al hombre social. La oposición de la unidad individual a la sociedad será resuelta con la síntesis de una sociedad en la que todos los individuos encuentren su verdadera personalidad. El mito del genio no pertenece al porvenir de la humanidad. Acabará ocupando un sitio en el museo de la prehistoria junto al mito del héroe y del semidiós.
Puede pensarse lo que se quiera de la disminución del papel del individuo en la historia humana. Se puede estar a favor o lamentarlo. Lo que no se puede es negar el proceso. Para poder seguir produciendo con técnicas evolucionadas, el capitalismo estaba obligado a instaurar la instrucción general. La burguesía se ha visto obligada a abrir cada vez más escuelas, en la medida en que esto era compatible con sus intereses. Se ha visto obligada a dejar que los hijos de los proletarios accedan a una instrucción mas elevada.
Es ese sentido, la burguesía ha elevado el promedio de cultura general de la sociedad. Pero no puede ir mas allá de cierto grado sin que eso afecte a su propia dominación, convirtiéndose así en impedimento para el desarrollo cultural de la sociedad. Esta es una de las expresiones de la contradicción histórica de la sociedad burguesa que únicamente el socialismo podrá resolver. El desarrollo de la cultura y de la conciencia sin cesar superada será el resultado pero también es la condición del socialismo. Y ahora, resulta que un señor que se las da de marxista, que se presenta como uno de los dirigentes de un partido, que se pretende comunista nos habla y nos pide que esperemos al genio salvador.
Para convencernos, el dirigente nos contó la siguiente anécdota: Un día se presentó en casa de Bordiga, a quién no había visto desde hacía 20 años, y le pidió su parecer sobre unos escritos teóricos y políticos suyos. Después de leerlos, Bordiga, que los había juzgado erróneos, le habría preguntado qué pensaba hacer con ellos; publicarlos en la revista del partido, le contestó nuestro dirigente. Bordiga le habría replicado que, como no tenía tiempo de hacer las investigaciones teóricas necesaria para refutar el contenido de esos artículos, se oponía a su publicación. Y que si el partido hacía lo contrario, retiraría su colaboración literaria. La amenaza de Bordiga bastó para el dirigente renunciara a la publicación de sus artículos. Esta anécdota que el dirigente nos contó como algo ejemplar, debía servir para convencernos de la grandeza del maestro y de la mesura del alumno. En realidad, lo que nos deja es un sentimiento penoso. Si es cierta, nos da una idea del estado de ánimo que reina en el PCInt de Italia, estado de ánimo lamentable. O sea que no es el partido, la masa de militantes, la clase obrera en su conjunto, quienes deberían juzgar si tal o cual posición, sería justa o errónea. La masa ni siquiera debe ser informada. El "maestro" es el único juez de lo que aquélla puede entender y de lo que debe ser informada. ¡Preocupación sublime la de no "perturbar" la quietud de las masas! ¿Y si el "maestro" se equivoca? Eso es imposible, nos dirán, pues si el "maestro" se equivoca, ¿Cómo puede un simple mortal tener ni siquiera la posibilidad de juzgarlo? El caso es que a otros "maestros" ya les ocurrió lo de equivocarse, por ejemplo, a Marx, a Lenin. ¡Ah!, pero eso no le ocurrirá a "nuestro maestro", al Verdadero. Y si esto ocurriera, sólo al "maestro" futuro le incumbirá enderezar las cosas. Ese es un concepto típicamente aristocrático del pensamiento. Nosotros no negamos el gran valor que puede tener el saber del especialista, del sabio, del pensador, pero rechazamos el concepto monárquico del pensamiento, el derecho divino sobre el pensamiento. En cuanto al "maestro" mismo, éste deja de ser un ser humano cuyo pensamiento se desarrolla en contacto con los demás humanos para convertirse en una especie de Ave Fénix, un fenómeno que se mueve por sí mismo, la Idea pura que se busca, que se contradice y se aprehende a sí misma como en Hegel.
Esperar al genio es proclamar la propia impotencia, es como la masa que espera al pie del Sinai la llegada de no se sabe qué Moisés que trae consigo no se sabe qué mandamientos de inspiración divina. Es la antiquísima y eterna espera del Mesías que debe llevar la libertad a su pueblo. El ya viejo canto revolucionario del proletariado, la Internacional, dice: «Ni dios, ni cesar, ni tribuno, está el supremo salvador», habría que añadir "ni genio" dedicándose especialmente a los miembros del PCInt de Italia.
Existen presentaciones múltiples y varias de esas modernas visiones mesiánicas: el culto del "jefe infalible" de los estalinistas, el Fuhrer prinzip de hitlerianos, la pertenencia de los camisas negras al Duce. Son la expresión de la angustia de la burguesía decadente que toma vaga conciencia de su cercano fin y que intenta salvarse arrodillándose ante el primer aventurero. El concepto de genio forma parte de la misma familia de divinidades.
El proletariado debe echar por la borda todos esos conceptos.
El proletariado no debe tener miedo a mirar la realidad de cara pues el porvenir del mundo le pertenece.
(Continuará)
[1] Puede leerse "La tarea del momento: formación del partido o formación de responsables" en la Revista Internacional N° 32, 1983
[2] Puede leerse el libro publicado por la CCI en francés y en español Contribución a la historia de la Izquierda Comunista de Italia.
[3] Véase: "Convulsiones actuales del medio revolucionario", en la Revista Internacional, N° 28, 1982
[4] Marcel Cachin, conocido "hombre político" del estalinismo francés. Antiguo parlamentario del Partido Socialista francés (SFIO), fue director de gabinete del Ministro socialista Sembat durante la primera guerra mundial. Patriotero profesional, fue encargado de entregar fondos del Estado francés a Mussolini para que éste llevara a cabo una campaña en pro de la entrada en guerra de Italia al lado de la Entente. En 1920, se hizo partidario de ... la Internacional Comunista, continuando su carrera de parlamentario; acabó siendo, hasta su muerte, uno de los mas serviles partidarios de Stalin
[5] Conversación con Vercesi
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Muchos camaradas, que no conocen la historia de la izquierda italiana desde los años 20, tendrán problemas para orientarse en este período relativamente poco conocido del movimiento revolucionario. Somos conscientes de esta dificultad y hemos intentado contribuir a superarla reimprimiendo toda una serie de textos del pasado en la prensa de la CCI. La reimpresión del "Llamamiento de 1945" en la Revista Internacional nº 321 suscitó una respuesta de Battaglia Comunista (que reproducimos a continuación) y posteriormente de la Organización Obrera Comunista2 en "Perspectivas Revolucionarias" nº 20 (nueva serie). Antes de responder a las críticas de estos grupos, nos gustaría hacer un breve comentario sobre los métodos utilizados. Para la CWO, la CCI mentía cuando hablaba de un llamamiento a los estalinistas, haciendo creer "que el llamamiento se dirigía a los partidos estalinistas y no simplemente a los trabajadores bajo su influencia" (RP nº 20 p.36). En este punto hay dos objeciones que plantear. La primera es que las alegaciones del CWO son falsas. El llamamiento no se dirige a los trabajadores influidos por los partidos contrarrevolucionarios, sino a los Comités de Agitación de los propios partidos estalinistas y socialdemócratas.
En segundo lugar, la CCI no "trató de aparentar" nada; publicamos el Llamamiento en su totalidad para que los camaradas pudieran formarse su propia opinión. Pero hablando de esto, ¿cuál es exactamente el juicio del CWO sobre el contenido de este texto, aparte de esa acusación de “mentir”?
Tales métodos son completamente improductivos y contrarios a la excelente iniciativa del mismo número de Perspectivas Revolucionarias: la publicación de varios textos de discusión interna de la CWO sobre la izquierda italiana "para llevar el debate a todo el movimiento revolucionario". Hasta ahora, la CCI era prácticamente la única organización que publicaba en su prensa algunas de sus discusiones internas. La CCI y la CWO sólo pueden esperar que Battaglia Comunista siga algún día este ejemplo.
Citamos literalmente la respuesta de los camaradas:
"Suele ocurrir en las polémicas partidistas que, cuando no quedan argumentos válidos, se cae en artimañas mentirosas escondidas en la retórica y la demagogia. Así, la CCI, por ejemplo, al hablar de la crisis del Partito Comunista Internazionale (Programma Comunista) en la Revista Internacional nº 32 pretende encontrar en los orígenes del Partito Comunista Internazionalista (PC Int) en 1943-45 los signos de un pecado original que condena para siempre al PC Int (o al menos a la facción que se escindió en 1952)”.
“No queremos entrar aquí en una respuesta exhaustiva; sólo ofrecemos algunos comentarios muy breves:
1. El documento titulado "Llamamiento del Comité de Agitación" que se publicó en el número 1 de Prometeo en abril de 1945, ¿fue en realidad un error? Sí, lo fue; lo admitimos. Fue el último intento de la izquierda italiana de aplicar la táctica del "frente único en la base" defendida por el PC de Italia en 1921-23 contra la Tercera Internacional. Como tal, lo catalogamos como un 'pecado venial' porque nuestros camaradas lo eliminaron después tanto política como teóricamente con tal claridad que hoy estamos bien armados contra cualquiera en este punto.
2. Aquí y allá se cometieron otros errores tácticos, pero sin esperar a la CCI ya los hemos corregido todos por nuestra cuenta y los tenemos presentes para no repetirlos nunca. Pero estos errores no nos han impedido seguir adelante precisamente porque los hemos corregido. Nunca hemos abandonado nuestro propio terreno que es el del marxismo revolucionario.
3. Sólo se equivocan los que nunca dan un paso o los que no existen. Así, durante la guerra imperialista, cuando las masas explotadas empujadas a la masacre mostraron los primeros signos de una tendencia a salir de la prisión de las fuerzas interclasistas ligadas a los bloques imperialistas, los "antecesores" de la CCI, juzgando que el proletariado estaba derrotado porque había aceptado la guerra, se quedaron cómodamente en casa sin pensar nunca en "ensuciarse las manos" en el movimiento obrero.
4. Mucho más tarde, juzgando que el proletariado ya no estaba postrado y derrotado, resurgieron, habiendo recogido a algunos estudiantes e intelectuales, para "abonar" las nuevas luchas de clase que supuestamente nos llevarán directamente a la revolución. Aquí vemos el verdadero error fundamental de la CCI. El pecado original de la CCI reside en su manera de tratar los problemas, incluyendo la relación entre la clase, su conciencia y el partido. Y si (decimos "si" porque es una fuerte probabilidad) la guerra estalla antes de que la clase obrera se enfrente al enemigo, la CCI se limitará a volver a casa mientras nosotros nos "ensuciaremos las manos", trabajando al máximo de nuestras posibilidades organizativas hacia el derrotismo revolucionario antes, durante y después de la guerra.
5. En cuanto a los errores de Programma, son tan grandes como su profundo oportunismo. (ver número anterior de Battaglia Comunista). En Programma Comunista quedan abiertas muchas cuestiones muy importantes a pesar de las protestas en sentido contrario: las cuestiones del imperialismo, de las guerras de liberación nacional y, ciertamente no por casualidad, del sindicalismo. Por estas cuestiones Programma está en crisis, como también la CCI. Y si podemos decirlo, es exactamente lo que escribimos en los números 15 y 16 de diciembre de 1981 en el artículo "Crisis de la CCI o crisis del movimiento revolucionario". Dijimos que sólo algunas organizaciones están en crisis, a saber, la CCI y Programma. Las organizaciones sin ideas claras sobre problemas muy importantes se rompen cuando estos problemas ya no corresponden a sus esquemas y se entrometen a la fuerza. Son organizaciones en crisis que nunca consiguen intervenir en el movimiento. Sólo están "vivas" cuando la situación está "en calma"; sobreviven como un peso muerto mientras no se altere su delicado equilibrio".
En primer lugar, nos complace constatar que Battaglia Comunista ha confirmado al menos la autenticidad y la veracidad de los textos que publicamos.
Aclarado esto, BC se pregunta a continuación: "¿fue este llamamiento un error? Sí, lo admitimos", ¡pero sólo un "pecado venial"! No podemos más que admirar la delicadeza y el refinamiento con que BC arregla su propia imagen. Si una propuesta de frente único con los carniceros estalinistas y socialdemócratas es sólo un 'pecado venial', ¿qué otra cosa podría haber hecho el PC Int en 1945 para caer en un error realmente grave? ¿formar parte del gobierno capitalista? Pero el PC Int nos tranquiliza: ha corregido estos errores hace tiempo sin esperar a la CCI y nunca ha tratado de ocultarlos. Posiblemente, pero en 1977, cuando acabamos de sacar a relucir en nuestra prensa los errores del PC Int en el periodo de la guerra, Battaglia respondió con una carta indignada en la que admitía que había habido errores, pero afirmaba que eran culpa de los camaradas que se fueron en 1952 para fundar el PC Internazionale3.
En aquel momento dijimos que nos parecía extraño que Battaglia se lavara las manos de todo el asunto. En efecto, Battaglia nos dijo: "Hemos participado en la constitución del PC Int... nosotros y los demás. Lo que es bueno es de nosotros y lo que es malo es de ellos". Incluso admitiendo que esto pudiera ser cierto, lo "malo" existía ... y nadie dijo nada al respecto". (de Rivoluzione Internazionale nº 7, 1977)
Es demasiado fácil aceptar compromiso tras compromiso en silencio para construir el Partido con Bordiga (cuyo nombre atrajo a miles de miembros) y con Vercesi (que se encargó de toda una red de contactos fuera de Italia) y luego, cuando las cosas van mal, empezar a quejarse de que todo es culpa de los bordiguistas. Se necesitan dos para llegar a un acuerdo.
Aparte de este punto general, la pretensión de echar la culpa a los "malos" no tiene sentido. El Llamamiento del 45 no fue escrito por los "grupos del Sur" que eran los que estaban ligados a Bordiga. Fue escrito por el Centro del Partido en el Norte, dirigido por la tendencia Damen que hoy es Battaglia Comunista. Para dar otro ejemplo, sólo uno entre muchos, los peores errores activistas y localistas vinieron de la Federación de Catanzaro dirigida por Francesco Maruca que fue miembro del Partido Comunista estalinista hasta su expulsión en 1944. Pero cuando se produjo la escisión en el PC Int la Federación de Catanzaro no se fue con Bordiga y Programma Comunista, sino que permaneció en Battaglia. De hecho, un artículo del nº 26/27 de Prometeo seguía citando a Maruca como militante ejemplar. Es cierto que el artículo (una especie de apología) no trataba realmente de las posiciones defendidas por Maruca. Por el contrario, para adornar las cosas, el artículo fechaba su exclusión del PC en 1940, es decir, cuatro años antes de que se produjera realmente. Con estas constantes contorsiones Battaglia Comunista trata de ocultar o de minimizar sus errores de origen.
Al principio, Battaglia se jactaba públicamente de tener un pasado intachable. Después, cuando salieron algunas manchas, las atribuyeron a los "programistas". Cuando ya no pueden negar su propia participación, presentan sus errores como meros pecadillos. Pero todavía tienen que encontrar a alguien a quien culpar y entonces hacen que todo sea culpa nuestra o, más exactamente, culpa de nuestros 'antepasados' que, juzgando que el proletariado fue derrotado porque aceptó la guerra, supuestamente se quedaron a salvo en casa sin "ensuciarse las manos con el movimiento obrero".
Una acusación de deserción de la lucha es grave y la CCI quiere responderla de inmediato, no para defendernos a nosotros mismos o a nuestros "antepasados" -no lo necesitan- sino para defender al medio revolucionario de técnicas de desprestigio inaceptables: lanzar graves acusaciones sin siquiera sentir la necesidad de ofrecer un mínimo de pruebas.
Durante la guerra, toda una parte de la Fracción Italiana y de la Fracción Belga de la Izquierda Comunista Internacional consideró que el proletariado ya no tenía existencia social. Estos camaradas abandonaron toda actividad política, excepto al final de la guerra, cuando participaron en el Comité Antifascista de Bruselas. La mayoría de la Fracción Italiana reaccionó contra esta tendencia dirigida por Vercesi y se reagrupó en Marsella en 1940. En 1942 se formó el núcleo francés de la Izquierda Comunista con la ayuda de la Fracción Italiana; en 1944 el núcleo publicó Internationalisme y el periódico de agitación "l'Etincelle". Durante estos años el debate se centró en la naturaleza de clase de las huelgas de 1943 en Italia:
Una tendencia de la Fracción Italiana, la tendencia Vercesi y partes de la Fracción Belga, negaron hasta el final de la guerra que el proletariado italiano hubiera salido a la arena política. Para esta tendencia, los acontecimientos en Italia en 1943 eran simplemente una manifestación de la crisis económica, como ellos la llamaban, "la crisis de la economía de guerra" o una mera revolución de palacio, una disputa entre las altas esferas del capital italiano y nada más.
"Para esta tendencia, el proletariado italiano estaba completamente ausente, política y socialmente. Esto debía ir en consonancia con toda una teoría que se habían inventado sobre la 'inexistencia social del proletariado durante la guerra y durante todo el periodo de la economía de guerra'. Así, antes y después de 1943 fueron totalmente pasivos e incluso defendieron la idea de la disolución organizativa de la Fracción. Con la mayoría de la Fracción Italiana combatimos esta tendencia liquidacionista paso a paso. Con la Fracción Italiana, analizamos los acontecimientos de 1943 en Italia como una manifestación de vanguardia de la lucha social y una apertura de un curso hacia la revolución; defendimos la posibilidad de la transformación de la Fracción en el Partido". (Internationalisme, nº 7, febrero de 1946: "Sobre el primer congreso del PC Internacionalista de Italia"4)
Pero en 1945 se produjo toda una serie de giros teatrales. Cuando se supo que el Partido se había formado efectivamente en Italia a finales de 1943, la tendencia de Vercesi dio un triple salto atrás y se propulsó a la dirección del Partido junto con la tendencia excluida en 1936 por su participación en la Guerra Civil española y la mayoría de la Fracción Italiana que los había excluido en su momento.
Los únicos que se negaron a sumarse a este oportunismo fueron nuestros "antecesores" del Internationalisme (Gauche Communiste de France). Y había una buena razón para ello. A diferencia de Vercesi, ellos estuvieron en la vanguardia del trabajo ilegal durante la guerra para reconstituir la organización proletaria; por eso no tenían ninguna razón para esconderse detrás de los "hurras" por el Partido cuando llegó el ajuste de cuentas. Por el contrario, vieron que el capitalismo había logrado desactivar la reacción proletaria contra la guerra (marzo de 1943 en Italia; primavera de 1945 en Alemania) y había cerrado toda posibilidad de una situación prerrevolucionaria. En consecuencia, empezaron a preguntarse si había llegado realmente el momento de la transformación de la Fracción en Partido. Además, aunque Internationalisme defendió el carácter proletario del PC Int frente a los ataques de otros grupos5, se negó a encubrir las veleidades políticas y la falta de homogeneidad del nuevo Partido. Los camaradas de Internationalisme llamaron constantemente a la ruptura política con todas las tentaciones oportunistas:
"O bien la tendencia de Vercesi debe renunciar a su política antifascista y a toda la teoría oportunista que la determinó públicamente ante el Partido y el proletariado, o bien el Partido, tras una discusión y una crítica abiertas, debe renunciar teórica, política y organizativamente a la tendencia oportunista de Vercesi". (ídem)
¿Cuál fue la reacción del PC Int ante este llamamiento? Durante más de un año fingió no darse cuenta e ignoró por completo los repetidos llamamientos del Internacionalisme. A finales de 1946, cuando se reconstituyó un Buró Internacional bajo el impulso del PC Int y sus camaradas franceses y belgas, Internationalisme envió otra de las muchas cartas abiertas pidiendo participar en la conferencia para crear una discusión honesta sobre los puntos que el PC Int se negaba a discutir y para trabajar en la definición clara del peligro oportunista. La única respuesta que obtuvo fue:
"Dado que su carta sólo demuestra una vez más la prueba de su constante deformación de los hechos y de las posiciones políticas del PC Int de Italia y de las Fracciones belgas y francesas; que no sois una organización política revolucionaria y que vuestra actividad se limita a sembrar la confusión y a arrojar lodo sobre nuestros camaradas, hemos rechazado unánimemente vuestra solicitud de participar en nuestro Encuentro Internacional de las organizaciones de la Izquierda Comunista Internacional. Firmado: PCI de' Italia". (publicado en Internationalisme no 46, "Respuesta del Buró Internacional de la Izquierda Comunista Internacional a nuestra carta")6.
Esta es la forma en que los "antecesores" de Battaglia, en nombre de una alianza oportunista con la tendencia de Vercesi, liquidaron la única tendencia de la Izquierda Comunista Internacional que tuvo el valor político de enfrentarse al sectarismo y a los que convenientemente eligieron olvidar.
En cuanto a la valentía física, no es nuestro estilo hacer hincapié en este aspecto, pero podemos asegurar a Battaglia que se necesitó mucha más valentía para colocar carteles derrotistas contra la guerra imperialista, contra la barbarie nazi y contra la Resistencia durante la "liberación" de París que para caer en las filas de los partisanos y participar en las cacerías fascistas de la "liberación" del norte de Italia.
Volviendo a hoy en dia, Battaglia afirma que el movimiento revolucionario no está en crisis, sino sólo la CCI, Programma Comunista y todos los demás grupos de la izquierda italiana (excepto, por supuesto, Battaglia) más todos los grupos de otros países que no participaron en la Conferencia Internacional organizada por Battaglia y la CWO. Pero un momento. Si quitamos todos estos grupos, ¿qué queda? Sólo Battaglia y el CWO.
Pero la crisis no se manifiesta sólo a través de la desintegración de los grupos mediante escisiones. También produce retrocesos políticos, como cuando la CWO consideró que la insurrección era una necesidad inmediata en Polonia, o cuando Battaglia presentó a la Unidad de Militantes Comunistas de Irán y a la KOMALA kurda, fuerzas extremadamente sospechosas de desde cualquier punto de vista de la clase proletaria, como repentinas organizaciones comunistas y las alentó con un apoyo crítico en el "intercambio de prisioneros" entre la KOMALA y el ejército iraní.
Hay que señalar que tanto Battaglia como la CWO han corregido errores después de una crítica fraternal en nuestra prensa, especialmente en la prensa de lengua inglesa. Pero esto sólo demuestra que las vacilaciones momentáneas de un grupo pueden corregirse también con los esfuerzos de otros grupos y que ninguna organización revolucionaria puede considerarse totalmente independiente del resto del medio revolucionario.
Battaglia parece pensar que, al reeditar documentos del movimiento revolucionario, la CCI quiere demostrar que Battaglia tiene una historia llena de errores y que, por lo tanto, debe estar fuera del medio proletario. En esto están muy equivocados. Las vacilaciones de un Maruca pertenecen a Battaglia tanto como el derrotismo de un Damen, de la misma manera que los errores y contribuciones de un Vercesi pertenecen a Programma Comunista. Todo esto, lo bueno y lo malo, forma parte del patrimonio de todo el movimiento revolucionario. Corresponde a todo el movimiento revolucionario hacer un balance crítico que nos permita a todos aprovechar estas lecciones.
Este balance no puede ser elaborado por grupos aislados, cada uno curando sus propias heridas. Exige la posibilidad de un debate abierto y organizado como el que se inició en el marco de las Conferencias Internacionales de los grupos de la Izquierda Comunista (1977, 78, 79). Battaglia fue uno de los responsables de estas conferencias7. No es de extrañar que hoy no entienda cómo contribuir a la discusión.
Beyle
1 Ver El Partido Comunista Internacional (Programa Comunista) en sus orígenes, como pretende ser y como es en realidad https://es.internationalism.org/content/4727/el-partido-comunista-internacional-programa-comunista-en-sus-origenes-como-pretende-ser [14]
2 CWO: Communist Workers Organization, hoy forma parte del TCI
3 Hasta 1952, la tendencia Bordiga y la tendencia Damen estaban en la misma organización llamada Partito Comunista Internazionalista. Por lo tanto, la tendencia Bordiga no puede tener la responsabilidad exclusiva de lo que ocurrió en el PC Int, especialmente porque esta tendencia era minoritaria. Cuando se produjo la escisión en 1952, la tendencia Bordiga tuvo que abandonar el PC Int y fundar el PC Internazionale (Programma Comunista), mientras que la tendencia Damen mantuvo las publicaciones Prometeo y Battaglia Comunista. Aunque Battaglia Comunista polemizó mucho contra Programa, nunca atacó sus orígenes porque éstos son los mismos para ambos grupos
4 https://es.internationalism.org/content/4431/sobre-el-primer-congreso-del-partido-comunista-internacionalista-de-italia [15]
5 Véase, en el artículo citado "Los revolucionarios (en Italia) deben unirse al PC Int de Italia - respuesta a los revolucionarios comunistas de Francia y Alemania
6 Todos estos documentos fueron publicados en Internationalisme en diciembre de 1946. La carta abierta del GCF al PC Int fue publicada en el Bulletin d'etude et de Discussion de Revolution Internationale no. 7, junio de 1974
7 Véase la Revista Internacional nº 16, 17, 22 y "Textos y Actas de las Conferencias Internacionales (Milán 1977, París, 1978, 1979). Un balance de las conferencias se encuentra en El sectarismo, una herencia de la contrarrevolución que hay que superar https://es.internationalism.org/revista-internacional/201003/2829/el-sectarismo-una-herencia-de-la-contrarrevolucion-que-hay-que-sup [16] ; Ver igualmente Segunda Conferencia de los grupos de la Izquierda Comunista https://es.internationalism.org/revista-internacional/197801/2065/segunda-conferencia-de-los-grupos-de-la-izquierda-comunista [17] y Resoluciones presentadas por la CCI a la 2ª Conferencia Internacional de grupos de la Izquierda Comunista https://es.internationalism.org/revista-internacional/197904/2289/resoluciones-presentadas-por-la-cci-a-la-2-conferencia-internacion [18]
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Este texto de Internationalisme forma parte de una serie de artículos publicados durante el año 1947 titulada "Problemas actuales del movimiento obrero". Remitimos al lector a la presentación de la primera parte publicada en el no 33 de esta Revista Internacional, la cual sitúa la crítica que Internationalisme hace del concepto que el Partido Comunista Internacionalista de Italia tiene sobre la organización en el contexto histórico de aquel tiempo.
Tras haber criticado el concepto del jefe genial el cual teoriza que únicamente las individualidades como tales tienen capacidades para profundizar la teoría revolucionaria, en esta parte Internationalisme prosigue su crítica contra el remate de aquella visión, "la disciplina" que concibe a los militantes de la organización como simples ejecutantes que no tienen por qué discutir sobre las orientaciones políticas de la organización.
Internationalisme reafirma que "la organización y la acción concertada comunistas tienen por única base la conciencia de los militantes que la componen. Cuanto mayor y más clara es esta conciencia más fuerte será la organización, más concertada y eficaz será su acción".
Desde aquel entonces, las escisiones a repetición a partir del tronco común inicial que era el Partido Comunista Internacionalista de Italia (PCInt) con la misma visión de la organización hasta el actual desmoronamiento del más fuerte de esos partidos, el Partido Comunista Internacional (Programa Comunista), no han hecho sino confirmar la validez de las advertencias de Internationalisme sobre semejantes concepciones.
Cuando las elecciones al parlamento en Italia, a finales de 1946, se publicó en el Órgano central del PCI de Italia, un artículo de fondo que era por sí mismo un programa. Su título, "Nuestra Fuerza" ; su autor, el secretario general del Partido. ¿De qué se trataba? De la turbación que había provocado en las filas del PCI la política electoral del Partido. Toda una parte de los camaradas, obedeciendo más, parece, al recuerdo de una tradición abstencionista de la fracción de Bordiga, que, a una clara posición global, se rebelaba contra la política de participación en las elecciones. Esos compañeros reaccionaban más bien con mal humor y falta de entusiasmo, "negligencias" prácticas en la campaña electoral que con una lucha política e ideológica franca en el seno del Partido. Por otra parte, algunos camaradas llevaban su entusiasmo electoral hasta tomar parte en el Referéndum para elegir entre Monarquía o República, votando claro está a favor de la República, a pesar de la posición abstencionista sobre el Referéndum Así pues, queriendo evitar "traumas" al partido con una discusión general sobre el parlamentarismo, al reanudar con la política caduca llamada de "parlamentarismo revolucionario", lo único que han conseguido es traumatizar de verdad la conciencia de los miembros que no sabían ya a qué "genio" encomendarse. Al participar los unos con demasiado calor, los otros demasiado fríamente, el Partido se ha constipado, y ha salido muy enfermo de la aventura electoralista.
Contra esta situación es contra lo que alza vehementemente la voz el secretario general en su editorial. Blandiendo la espada de la disciplina, corta de un tajo las improvisaciones políticas locales de derechas o de izquierdas. Lo importante no es lo justo o lo erróneo de una posición, sino la toma de conciencia de que hay una línea política general, la del Comité Central a quien se debe obediencia. Es la Disciplina. El alma divina de la disciplina. La Disciplina sería la Fuerza Principal del Partido, y del Ejército, se podría añadir. Aunque el secretario general dice que es “libremente consentida”. ¡Qué Dios sea alabado! ¡Este añadido nos tranquiliza!
Este recordatorio de la disciplina ha tenido resultados beneficiosos: del Sur, del Norte, de la Derecha y de la Izquierda, un número creciente de militantes han traducido a su manera la "disciplina libremente consentida" dimitiendo libremente.
Los dirigentes del PCI nos dicen que este abandono masivo responde a la "transformación de la cantidad en calidad" y que la cantidad que abandonó el Partido se llevó consigo una falsa comprensión de la disciplina comunista. Nosotros respondemos que los que se han quedado, y el Comité Central en primer lugar, no solo tienen una falsa concepción de la disciplina, sino, peor aún, tienen una falsa concepción del comunismo.
¿Qué es la disciplina? UNA IMPOSICIÓN DE LA VOLUNTAD DE OTROS. El añadido "libremente consentida" no es más que un adorno para hacerla más atractiva. Si emanara de quienes están sometidos a ella, no habría necesidad de recordárselo y, sobre todo, de recordarles constantemente que fue "libremente consentida".
La burguesía siempre ha afirmado que SUS leyes, SU orden, SU democracia, son el resultado de la "libre voluntad" del pueblo. En nombre de ese "libre albedrío" ha construido cárceles en cuyos frontones ha inscrito con letras de sangre "Liberté, Egalité, Fraternité". Siempre en este mismo nombre enrola al pueblo en los ejércitos, donde entre masacre y masacre le revela su "libre albedrío" que se llama Disciplina.
El matrimonio es un contrato libre, dicen, por lo que el divorcio y la separación se convierten en una burla intolerable. "Sométete a TU voluntad" ha sido la cumbre del arte jesuítico de las clases explotadoras. Así, envuelta en papel de seda y con un bonito envoltorio, presentaban su opresión a los oprimidos. Todo el mundo sabe que era por amor, por respeto a su alma divina, para salvarla, que la Inquisición cristiana quemaba a los herejes que compadecía sinceramente. El alma divina de la Inquisición se ha convertido hoy en "libre consentimiento".
Un, Dos, Izquierda, Derecha… Ejerced vuestra disciplina “libremente consentida” y seréis felices…
¿Cuál es la base de la concepción comunista? No de la disciplina, ojo, sino de la organización y la acción comunista.
Se basa en la premisa de que las personas sólo actúan libremente cuando son plenamente conscientes de sus intereses. Esta conciencia está condicionada por la evolución histórica, económica e ideológica. La "libertad" sólo existe cuando se adquiere esta conciencia. Cuando no hay conciencia, la libertad es una palabra vacía, una mentira; no es más que opresión y sumisión, aunque formalmente se "consienta libremente".
Los comunistas no están en el negocio de traer algún tipo de libertad a la clase obrera. No tienen ningún regalo que ofrecer. Todo lo que tienen que hacer es ayudar al proletariado a tomar conciencia de "los fines generales del movimiento", como lo expresa el Manifiesto Comunista de forma notablemente precisa.
El socialismo, decimos, sólo es posible como acto consciente de la clase obrera. Todo lo que promueve la conciencia es socialista, PERO SÓLO LO QUE LA PROMOCIONA. No se puede lograr el socialismo mediante engaños y trampas. No porque la trampa sea un medio inmoral, como diría un Koestler, sino porque la trampa no contiene ningún elemento de conciencia. El bastón es completamente moral cuando el objetivo es la opresión y la dominación de clase, porque logra concretamente ese objetivo, y no hay otra manera, y no puede haber otra manera. Cuando se utiliza la coacción -y la disciplina es una coacción moral- para compensar la falta de conciencia, se da la espalda al socialismo, se crean las condiciones para el no socialismo. Por eso nos oponemos categóricamente a la violencia en el seno de la clase obrera después del triunfo de la revolución proletaria, y nos oponemos resueltamente al uso de la disciplina en el seno del Partido.
¡Que se nos entienda bien!
No rechazamos la necesidad de organización, no rechazamos la necesidad de acción CONCERTADA. Al contrario. Pero negamos que la disciplina pueda servir jamás de base a esta acción, siendo por su propia naturaleza ajena a ella. La organización comunista y la acción concertada tienen ÚNICAMENTE como base la conciencia de los militantes que las fundan. Cuanto mayor y más clara sea esta conciencia, más fuerte será la organización, más concertada y eficaz será la acción.
En más de una ocasión, Lenin denunció violentamente el uso de la "disciplina voluntaria" como herramienta de la burocracia. Si utilizó el término disciplina, siempre lo hizo -y lo explicó muchas veces- en el sentido de voluntad de acción organizada, basada en la conciencia y la convicción revolucionaria de cada militante.
No se puede exigir a los militantes, como hace el Comité Central del PCI, que lleven a cabo una acción que no comprenden, o que va en contra de sus convicciones. Eso es creer que se puede hacer un trabajo revolucionario con una masa de idiotas o de esclavos. Es fácil ver por qué con esta política se necesita disciplina, elevada al nivel de una deidad revolucionaria.
En realidad, la acción revolucionaria sólo puede ser emprendida por militantes conscientes y convencidos. Y entonces esta acción rompe todas las cadenas, incluidas las forjadas por la santa disciplina.
Los viejos militantes recuerdan qué emboscada, qué arma formidable contra los revolucionarios constituyó esta disciplina en manos de los burócratas y de la dirección de la IC. Los hitlerianos en formación tenían su santo Vehme, los Zinoviev a la cabeza de la IC tenían su santa Disciplina. Una verdadera inquisición, con sus comisiones de control torturando y hurgando en el alma de cada militante.
Un corsé de hierro colocado sobre el cuerpo de los partidos, aprisionando y sofocando cualquier manifestación de conciencia revolucionaria. El colmo del refinamiento consistía en obligar a los militantes a defender públicamente lo que condenaban dentro de la organización. Era la prueba del bolchevique perfecto. Los juicios de Moscú no eran de naturaleza diferente, con esta concepción de la disciplina voluntaria.
Si la historia de la opresión de clase no hubiera legado esta noción de "disciplina", la contrarrevolución estalinista habría tenido que reinventarla.
Sabemos de algunos militantes de primera fila del PCI italiano que, para evitar el dilema de participar en la campaña electoral en contra de sus convicciones o romper la disciplina, no encontraron otra cosa que el ardid de un viaje oportuno. Engañar la conciencia, engañar al Partido, desaprobar, callar y dejar que las cosas sucedan: estos son los resultados más claros de estos métodos. ¡Qué degradación del Partido, qué degradación de los militantes!
La disciplina del PCI se extiende no sólo a los miembros del Partido italiano, sino que también se exige a las fracciones belga y francesa.
El abstencionismo se daba por descontado en la Izquierda Comunista de Italia. Así, una camarada de la fracción francesa escribió un artículo en su periódico intentando conciliar el abstencionismo con el participacionismo del PCI italiano. En su opinión, no se trataba de una cuestión de principios, por lo que la participación del PCI era perfectamente admisible. Sin embargo, cree que habría sido "preferible" abstenerse. Como vemos, se trata de una crítica un tanto benévola, dictada sobre todo por la necesidad de justificar la crítica de la fracción en Francia a la participación electoral de los trotskistas en Francia.
Esas críticas no cayeron bien en el secretariado del partido. Fulminante, el secretario declaró que las críticas en el extranjero a la política del Comité Central en Italia eran inadmisibles. Consideró que en Francia habían clavado una puñalada por la espalda al partido.
Marx y Lenin decían: enseñar, explicar, convencer. "...disciplina... ...disciplina..." responde el Comité Central.
No hay tarea más importante que formar militantes conscientes, mediante un trabajo perseverante de educación, explicación y discusión política. Esta tarea es al mismo tiempo el único medio de garantizar y fortalecer la acción revolucionaria. El PCI italiano ha descubierto un medio más eficaz: la disciplina. Después de todo, esto no es sorprendente. Cuando se profesa el concepto del Genio contemplándose y reflejándose del que brota la Luz, el Comité Central se convierte en el Estado Mayor que destila y transforma esta luz en órdenes y ukases, los militantes en tenientes, suboficiales y cabos, y la clase obrera en una masa de soldados a los que se enseña que "la disciplina es nuestra principal fuerza...".
Esta concepción de la lucha del proletariado y del partido es la de oficial de carrera del Ejército francés. Encuentra su fuente en la opresión secular y en la dominación del hombre por el hombre. Incumbe al proletariado borrarla de la faz de la tierra.
Puede parecer sorprendente, después de los largos años de luchas épicas en el seno de la IC sobre el derecho de Fracción, volver hoy a esta cuestión. Para todo revolucionario, parecía haber sido resuelta por la experiencia. Sin embargo, es este derecho de Fracción el que estamos obligados a defender hoy frente a los dirigentes del PCI italiano.
Ningún revolucionario habla de libertad o democracia en general, porque ningún revolucionario se deja engañar por las fórmulas en general, porque siempre busca poner de relieve su verdadero contenido social, su contenido de clase. Más que a nadie, le debemos a Lenin la tarea de rasgar los velos y desenmascarar las mentiras descaradas que encubren las bellas palabras "libertad y democracia" en general.
Lo que es cierto para una sociedad de clases también lo es para las formaciones políticas que operan en ella. La II Internacional era muy democrática, pero su democracia consistía en ahogar el espíritu revolucionario en un océano de influencia ideológica de la burguesía. Los comunistas no queremos este tipo de democracia, en la que se abren todas las compuertas para apagar la chispa revolucionaria. La ruptura con los partidos burgueses que se llamaban socialistas y democráticos era necesaria y estaba justificada. La fundación de la III Internacional sobre la base de la exclusión de esta supuesta democracia fue una respuesta histórica. Esta respuesta es una conquista definitiva para el movimiento obrero.
Cuando hablamos de democracia obrera, de democracia dentro de la organización, lo hacemos de forma muy distinta a como lo hacen la Izquierda Socialista, los trotskistas y otros demagogos. La democracia a la que nos seducen, con trémolos en la voz y miel en los labios, es aquella en la que la organización es libre de proporcionar ministros para la gestión del Estado burgués, libre de participar en la guerra imperialista. Estas democracias organizativas no están más cerca de nosotros que las organizaciones no democráticas de Hitler, Mussolini y Stalin, que hacen exactamente el mismo trabajo. Nada es más repugnante que la anexión (los partidos socialistas lo saben todo sobre la anexión imperialista) de Rosa Luxemburgo por el Tartufo de la Izquierda Socialista para oponer su "democratismo" a la "intolerancia bolchevique". Rosa, al igual que Lenin, no resolvió el problema de la democracia obrera, pero ambos sabían cuál era su posición respecto a la democracia socialista y la denunciaron por lo que valía.
Cuando hablamos de régimen interno, nos referimos a una organización basada en criterios de clase y en un programa revolucionario que no esté abierto al primer abogado burgués que se presente. Nuestra libertad no es abstracta en sí misma, sino esencialmente concreta; es la de revolucionarios agrupados que buscan juntos los mejores medios para actuar por la emancipación social. Sobre esta base común y trabajando por el mismo objetivo, surgen inevitablemente muchas diferencias a lo largo del camino. Estas diferencias expresan siempre o bien la ausencia de todos los elementos de respuesta, o bien las dificultades reales de la lucha, o bien la inmadurez del pensamiento. No pueden suprimirse ni prohibirse; al contrario, deben resolverse mediante la experiencia de la propia lucha y la libre confrontación de ideas. El sistema de organización consiste, pues, no en sofocar las divergencias, sino en determinar las condiciones de su solución. Es decir, en lo que se refiere a la organización, favorecer que salgan a la luz en lugar de dejarlas pasar a la clandestinidad. Nada envenena más el ambiente de la organización que las divergencias que permanecen en la sombra. A la primera dificultad, al primer contratiempo serio, el edificio que se creía sólido como una roca se resquebraja y se derrumba, dejando un montón de piedras. Lo que al principio era una tempestad se transforma en una catástrofe decisiva.
Necesitamos un Partido fuerte, dicen los camaradas del PCI, un Partido unido y la existencia de tendencias y la lucha de fracciones lo dividen y debilitan. En apoyo de esta tesis, estos mismos camaradas invocan la resolución presentada por Lenin y votada en el X Congreso del PC ruso prohibiendo la existencia de fracciones en el Partido. Este recordatorio de la famosa resolución de Lenin, y su adopción hoy, marca toda la evolución de la fracción italiana en un Partido. Lo que la izquierda italiana y toda la izquierda de la IC combatieron y combatieron durante más de 20 años se ha convertido hoy en el credo del militante "perfecto" del PCI. Recordemos también que la resolución en cuestión fue adoptada por un partido 3 años después de la revolución (nunca podría haber sido prevista ni siquiera antes) que se enfrentaba a innumerables dificultades: bloqueo exterior, guerra civil, hambruna y ruina generalizada en Rusia. La Revolución Rusa había llegado a un terrible callejón sin salida. O la revolución mundial la salvaba o sucumbiría bajo la presión combinada del mundo exterior y las dificultades internas. Los bolcheviques en el poder estaban sometidos a esta presión y retrocedían económica y, lo que era mil veces más grave, políticamente. La resolución sobre la prohibición de las fracciones, que Lenin presentó como provisional, dictada por las terribles condiciones contingentes en las que se debatía el partido, formaba parte de una serie de medidas que lejos de fortalecer la Revolución no hacían sino agudizar su degeneración.
El X Congreso fue testigo de la votación de esta resolución, del aplastamiento por la violencia estatal de la revuelta obrera de Kronstadt y del comienzo de la deportación masiva de los opositores del Partido a Siberia.
La supresión ideológica dentro del Partido sólo podía concebirse como algo que iba de la mano de la violencia dentro de la clase. El Estado, órgano de violencia y coacción, sustituyó a las organizaciones ideológicas, económicas y unitarias de la clase: el partido, los sindicatos y los soviets. El GPU sustituye al debate. La contrarrevolución se impone a la revolución bajo la bandera del socialismo y se instaura el régimen más inicuo del capitalismo de Estado.
Marx dijo, refiriéndose a Luis Bonaparte, que los grandes acontecimientos de la historia ocurren, por así decirlo, dos veces, y añadió: "la primera vez como tragedia, la segunda como farsa".
El PCI italiano reproduce como farsa la grandeza y la tragedia de la Revolución Rusa y del Partido Bolchevique. El Comité de Coalición Antifascista de Bruselas frente al Soviet de Petrogrado; Vercesi en lugar de Lenin; el pobre Comité Central de Milán en lugar la Internacional Comunista de Moscú, donde se sentaban revolucionarios de todos los países; la tragedia de una lucha de decenas de millones de hombres frente a las mezquinas intrigas de unos pocos jefecillos. En 1920, el destino de las revoluciones rusa y mundial dependía de la cuestión de los derechos de las fracciones. "Ninguna fracción" en Italia en 1947 fue el grito de los impotentes que no querían ser obligados a pensar por el arma de la crítica y verse perturbados en su tranquilidad dogmática. "Ninguna fracción" llevó al asesinato de una revolución en 1920. "Ninguna fracción" en 1947 es una farsa ridícula de un partido inviable.
Sabemos que el Buró Internacional de la Fracción italiana se disolvió con el estallido de la guerra. Durante la guerra, surgieron diferencias políticas dentro de la Izquierda Comunista de Italia y entre los grupos que afirmaban formar parte de ella. ¿Qué método debería utilizarse para reconstruir la unidad organizativa y política de la Izquierda Italiana? Nuestro grupo abogaba por la convocatoria de una conferencia internacional de todos los grupos que decían formar parte de ella, con el objetivo de mantener un debate lo más amplio posible sobre todas las cuestiones en las que había desacuerdo. En nuestra contra, prevaleció el otro método, que consistía en mantener las diferencias al mínimo y exaltar la constitución del Partido en Italia en torno al cual debía formarse la nueva agrupación. No se toleró ninguna discusión o crítica internacional y a finales de 1946 se celebró un simulacro de Conferencia. Nuestro espíritu de crítica y discusión franca fue considerado intolerable e inaceptable, y en respuesta a nuestros documentos (los únicos presentados a la Conferencia para su discusión) se decidió no sólo no discutirlos, sino eliminarnos por completo de la Conferencia.
Pero incluso como farsa, la prohibición de las fracciones se convierte en un serio obstáculo para la reconstrucción de la organización revolucionaria. La reconstrucción del Buró Internacional del Izquierda Comunista de Italia podría servir de ejemplo palpable de este método.
En Internationalisme Nº 16, de diciembre de 1946, publicamos nuestro documento para todos los grupos que decían ser miembros de la Izquierda Comunista de Italia como preparación de la Conferencia. En este documento enumeramos todas las diferencias políticas existentes en la Izquierda y explicamos francamente nuestro punto de vista. En el mismo número de Internationalisme encontrarán también la "respuesta" de este singular Buró Internacional. “Puesto que", dice esta respuesta, "su carta demuestra una vez más la constante distorsión de los hechos y de las posiciones políticas adoptadas tanto por el PCI italiano como por las fracciones francesa y belga" y, además, "que su actividad se limita a lanzar confusión y lodo contra nuestros camaradas, hemos descartado unánimemente la posibilidad de aceptar su solicitud de participar en la reunión internacional de las organizaciones de la GCI".
Se puede pensar lo que se quiera del espíritu con el que se dio esta respuesta, pero hay que decir que, a falta de argumentos políticos, no carece de energía y decisión burocrática. Lo que no dice la respuesta, y que es muy característico de la concepción de la disciplina verdaderamente general profesada y practicada por esta organización, es la siguiente decisión tomada en gran secreto.
He aquí lo que nos escribió al respecto un camarada del PCI italiano al día siguiente de esta reunión internacional: "El domingo 8 de diciembre tuvo lugar la reunión de los delegados del Buró Político Internacional del PCI. Con referencia a su carta a los camaradas de las fracciones de la GCI y el PCI en Italia, se le enviará en breve una respuesta oficial. Con referencia a su solicitud de reuniones conjuntas para seguir discutiendo, su ... propuesta fue rechazada. Además, se ha ordenado a todos los camaradas que rompan toda comunicación con las fracciones disidentes. Por lo tanto, lamento comunicarle que no podré seguir en el futuro en contacto con su grupo", firmado JOBER - 9 de diciembre de 1946.
¿Es necesario seguir comentando esta decisión interna y secreta? Realmente no. Sólo añadiremos que, en Moscú, Stalin dispone evidentemente de medios más apropiados para aislar a los revolucionarios: las celdas de la Lubyanka, (la prisión de la GPU) los aisladores de Verkhni Uralsk y, si es necesario, la bala en la nuca. Gracias a Dios, el PCInt aún no tiene esa fuerza y haremos todo lo posible para que nunca la tenga, pero en realidad eso no es culpa suya. Lo que importa en última instancia es el objetivo y el método, que consiste en tratar de aislar y silenciar el pensamiento del adversario, de los que no piensan como tú. Fatalmente, y de acuerdo con la posición que ocupas y la fuerza que posees, te ves abocado a medidas cada vez más violentas. La diferencia con el estalinismo no es una cuestión de naturaleza, sino sólo de grado.
Lo único que debe lamentar el PCI es verse obligado a recurrir a estos medios miserables de "prohibir a sus miembros todo contacto con las fracciones disidentes".
Toda la concepción del régimen interno de la organización y de sus relaciones con la clase queda ilustrada y concretada por esta decisión, en nuestra opinión, monstruosa y repugnante. Excomunión, calumnia, silencio impuesto, estos son los métodos que están sustituyendo a la explicación política, la discusión y la confrontación. Este es un ejemplo típico del nuevo concepto de organización.
Un camarada de la GCI nos escribe una larga carta para "descargar" -como él dice- su estómago de todo lo que le pesa, desde la coalición antifascista hasta la nueva concepción del Partido. “El partido", escribe en la carta, "no es el objetivo del movimiento obrero, es sólo un medio para alcanzar un fin". Pero el fin no justifica todos los medios. Los medios deben estar impregnados del carácter del fin al que sirven para alcanzarlo, el fin debe encontrarse en cada uno de los medios empleados, y en consecuencia el partido no puede construirse según las concepciones leninistas, porque eso significaría, una vez más, ausencia de democracia: disciplina militar, prohibición de la libre expresión, ofensas a la opinión, monolitismo y mistificación del partido.
Si la democracia es el mayor fraude de todos los tiempos, eso no debe impedirnos estar a favor de la democracia proletaria en el Partido, el movimiento obrero y la clase. O propongamos otro término. Lo importante es que siga siendo el mismo. Democracia proletaria significa derecho de expresión, libertad de pensamiento, libertad de discrepar, supresión de la violencia y del terror en todas sus formas, en el partido y naturalmente en la clase.
Comprendemos y compartimos plenamente la indignación de este camarada cuando se pronuncia contra la construcción del partido cuartelero y la dictadura sobre el proletariado. Qué lejos está esta concepción sana y revolucionaria de la organización y del régimen interno de la otra concepción que nos ha dado recientemente uno de los dirigentes del PCI italiano. "Nuestra concepción del Partido", dijo textualmente, "es un partido monolítico, homogéneo, monopolista".
Tal concepción, junto con el concepto de líder genial y de disciplina militar, no tiene nada que ver con el trabajo revolucionario del proletariado, donde todo está condicionado por la elevación de la conciencia, por la maduración ideológica de la clase obrera. Monolitismo, homogeneidad y monopolismo son la trilogía divina del fascismo y del estalinismo.
El hecho de que un hombre o un partido que se autodenomina revolucionario pueda reivindicar esta fórmula es un trágico indicio de la decadencia y degeneración del movimiento obrero. Sobre esta triple base no estamos construyendo el partido de la revolución, sino un nuevo cuartel para los trabajadores. Estamos ayudando efectivamente a mantener a los trabajadores en un estado de sumisión y dominación. Es una acción contrarrevolucionaria.
Lo que nos hace dudar de la posibilidad de recuperación del PCI italiano, más que sus errores puramente políticos, son sus concepciones de la organización y sus relaciones con el conjunto de la clase. Las ideas que marcaron el fin de la vida revolucionaria del partido bolchevique y el comienzo de su decadencia: la prohibición de las facciones, la supresión de la libertad de expresión en el partido y en la clase, el culto a la disciplina, la exaltación del líder infalible, sirven hoy de fundamento y base al PCI italiano y a la GCI. Si el PCI persiste en este camino, nunca podrá servir a la causa del socialismo. Con plena conciencia de la gravedad de la situación, les gritamos: "Alto ahí. Hay que dar marcha atrás, pues aquí la pendiente es fatal".
Marc
I) En el marco dado por los textos de base de nuestra organización sobre la función de la organización revolucionaria, y como un desarrollo particular de su visión, debe ser abordada la cuestión del Partido Comunista y sus relaciones con la clase [1].
II) El Partido Comunista es una parte de la clase, un organismo que, en su movimiento, esta segrega y se da para el desarrollo de su lucha histórica hasta la victoria, es decir hasta la transformación radical de la organización y las relaciones sociales para fundar una sociedad que realice la unidad de la comunidad humana mundial: cada uno para todos y todos para cada uno.
III ) En oposición a las tesis defendidas por Lenin en su libro ¿Que hacer?, del Partido “al servicio de la clase”; contrariamente a la estúpida caricatura del “leninismo” de la que se han hecho campeones las diferentes tendencias del bordiguismo, según las cuales es “el Partido el que crea a la clase”, nosotros siguiendo las posiciones defendidas por Rosa Luxemburgo afirmamos que “el Partido es un producto de la clase”, porque la constitución del Partido traduce y expresa un proceso de toma de conciencia que se opera en la clase en el desarrollo de su lucha, así como los grados de conciencia que la clase ha alcanzado. Esta formulación no tiene nada que ver con otro concepto del bordiguismo al revés, el cual, durante los años 70, tuvo su expresión más acabada en la revista Invariante, concepto según el cual “el Partido es la clase”. Tal concepto simplista sustituye el Todo, la Unidad del Todo y su movimiento real, por una estricta identificación de los elementos, ignorando las diferencias que existen y se producen y, el lazo dialéctico entre estos elementos en el seno mismo de la unidad de la cual son parte integrante.
IV) Este concepto identificador no puede comprender el papel que tienen los diferentes elementos en la unidad de la que surgen. No ve el movimiento. Es estático y no dinámico. Es fundamentalmente a-histórico. Este concepto viene a añadirse a la visión idealista, moral, de los modernistas – esos epígonos modernos del consejismo degenerado – que operan con la vieja dicotomía de blanco o negro, bien o mal, y para los cuales toda organización política es en el seno de la clase, por definición, el mal absoluto.
V) El principal defecto del consejismo de la Izquierda Holandesa, bajo la influencia de Pannekoek, es el de atribuir a las corrientes y grupos que surgen de la clase únicamente una función educadora y pedagógica. Escamotean su papel político, es decir, el de ser una parte activa y militante en el seno de la clase, elaborando y definiendo en su seno posiciones comunistas coherentemente cristalizadas en un programa, el programa comunista, por el cual estos grupos actúan de manera organizada. Al atribuirle solamente una función educadora y no de defensa de un programa comunista, Pannekoek hace de su organización consejista, el consejero de la clase. Ambas opiniones se juntan en la negación de la idea de que el Partido es parte de la clase, es uno de los organismos activos de la clase.
VI) La sociedad política es el mundo social unido de la humanidad que se perdió al dividirse en clases, y que la humanidad, personificada en el proletariado, y por medio de su lucha, procura penosamente volver a alcanzar. Por eso, la lucha del proletariado toma necesariamente un carácter político (precisamente porque se trata de la lucha de una clase). En efecto, la lucha del proletariado es fundamentalmente social en el pleno sentido del término. Conlleva, en su triunfo, la disolución de todas las clases y de la propia clase obrera en la comunidad humana reconstituida a escala del planeta. Sin embargo, esta solución pasa necesariamente por la lucha política – es decir, una lucha por la instauración de su poder sobre la sociedad - para la cual la clase obrera se da instrumentos como las organizaciones revolucionarias, partidos políticos.
VII) La formación de las fuerzas políticas que expresan y definen los intereses de clase no es algo propio del proletariado. Es algo propio a todas las clases de la historia. El grado de desarrollo, de definición y de estructuración de estas fuerzas está en relación con las clases de las que emana. Su forma más acabada se encuentra en la sociedad capitalista, la última sociedad de clases de la historia, en la cual las clases sociales conocen su desarrollo más completo, en el cual los antagonismos que las oponen se manifiestan con más claridad.
Sin embargo, aunque existen puntos comunes incontestables entre los partidos del proletariado y los de las otras clases – y sobre todo de la burguesía -, las diferencias que las oponen también son considerables.
De igual modo que para las demás clases históricas del pasado, el objetivo de la burguesía, al establecer su poder sobre la sociedad, no era el de abolir la explotación sino el de mantenerla bajo otras formas; no era suprimir la división de la sociedad en clases, sino instaurar una nueva sociedad de clases; tampoco era destruir el Estado, sino al contrario, perfeccionarlo. El tipo de organismos políticos con los que se dota la burguesía, sus métodos de acción y la intervención en la sociedad, están directamente determinados por sus objetivos; los partidos burgueses son partidos estatales que tienen por misión específica la toma y el ejercicio del poder del Estado como emanación y garantía de la perpetuación de la división de la sociedad en clases. En cambio, el proletariado es la última clase de la historia, la clase cuyo objetivo con la toma del poder político es la abolición de la división de la sociedad en clases y la eliminación del Estado, expresión de esa división. Por todo eso, los partidos del proletariado no son partidos estatales, no tienen por meta la toma y el ejercicio del poder del Estado, su meta final es, al contrario, la desaparición del Estado y de las clases.
VIII) Hay que precaverse contra las interpretaciones abusivas de la inoportuna frase del Manifiesto Comunista (que es comprensible en el contexto político de antes de 1.848) donde se dice que “….los comunistas no forman partido distinto…”.
Tomada al pie de la letra, esta frase está en contradicción con el hecho de que se trataba del manifiesto de una organización que precisamente se llamaba Liga de los Comunistas y a la cual servía el programa. Esto es aún más sorprendente por proceder de las dos personas que redactaron este Manifiesto, Marx y Engels, que fueron toda su vida tanto militantes del movimiento general de la clase como hombres de Partido y de acciones políticas.
IX) Al ser parte integrante del movimiento general de la clase obrera que les da vida, esos organismos políticos que son los partidos, evolucionan con el desarrollo de la lucha de clases. Como cualquier organismo vivo, estos partidos políticos del proletariado tienen una historia que está indisolublemente ligada a la historia del movimiento general de la clase, con sus momentos álgidos de lucha y sus retrocesos momentáneos.
No se puede estudiar y comprender la historia de este organismo, el Partido, si no es situándola en el contexto general de las diferentes etapas que recorre el movimiento obrero, de los problemas que se le plantean, del esfuerzo de su toma de conciencia, de su capacidad para responder, en un momento dado, de manera adecuada a sus problemas, de extraer las lecciones de su experiencia, y con ella formar un nuevo trampolín para sus futuras luchas.
Si ya son un factor de primer orden del desarrollo de la clase, los partidos políticos son también, a la vez, expresión del estado real de ésta en un momento dado de su historia.
X) A lo largo de su movimiento, la clase ha estado sometida al peso de la ideología burguesa que tiende a deformar, a corromper los partidos proletarios, a desnaturalizar su verdadera función. A esas tendencias se opusieron las fracciones revolucionarias dándose por tarea elaborar, clarificar y precisar las posiciones comunistas. Este fue el caso claro de la Izquierda Comunista salida de la Tercera Internacional: la comprensión de las cuestiones del Partido pasa necesariamente por la asimilación de la experiencia y de las aportaciones del conjunto de esta Izquierda Comunista Internacional.
Sin embargo, recae sobre la Fracción Italiana de la Izquierda Comunista el mérito específico de haber evidenciado la diferencia cualitativa existente en el proceso de organización de revolucionarios según los períodos: el del desarrollo de la lucha de clases y el de las derrotas y sus retrocesos. La Fracción Italiana supo despejar con claridad para cada uno de los períodos, la forma de la organización de los revolucionarios y las correspondientes tareas: en el primer caso, la forma del Partido, que ejerce una influencia directa e inmediata en la lucha de clases; en el segundo caso, el de una organización numéricamente reducida cuya influencia es mucho más débil y poco operante en la vida de la clase. A este tipo de organización le dio en nombre distintivo de Fracción que, entre dos períodos del desarrollo de la lucha de clases, es decir, entre dos momentos de la existencia del Partido, constituye una unión y un vínculo, un puente orgánico entre el antiguo y futuro Partido.
La Fracción Italiana combatió las incomprensiones de Trotsky quien creía poder construir un Partido y una Internacional en cualquier situación – por ejemplo, en los años 30 -, y lo único que consiguió es que se produjeran escisiones y una enorme dispersión de los elementos revolucionarios. Rechazó los malabarismos de un Bordiga, el cual jugaba con las palabras, haciendo abstracciones sin sentido y sofismas tales como la “…invariación del programa…” y la distinción entre “Partido formal” y “Partido histórico”. En contra de estas diferentes aberraciones, la Fracción Italiana de la Izquierda Comunista demostró la validez de sus tesis apoyándose firmemente en la experiencia de un siglo de historia del movimiento obrero y de sus organizaciones.
XI ) La historia real y no las fantasías sobre ella nos muestran que la existencia del Partido de clase recorre un movimiento cíclico de surgimiento, desarrollo y hundimiento. Hundimiento que se manifiesta por su degeneración interna, por su paso al campo del enemigo o, también, por su desaparición pura y simple que deja intervalos más o menos largos hasta que, de nuevo, se presentan las condiciones necesarias para su resurgimiento. Esto es verdad tanto para el período pre-marxista – empezando por la Liga de los Iguales (Babeuf) y el sucesivo surgimiento de organizaciones revolucionarias -, como para la época de la vida y la actividad de Marx y Engels, y lo mismo después de su muerte, hasta nuestros días. La Liga de los Comunistas vivió tan sólo cinco años (1.847-52), la Primera Internacional nueve años (1.864-73), la Segunda Internacional 25 años (1.889-1.914), la Tercera Internacional 8 años (1.919-27 y eso, contando holgadamente). Si es cierto que existe un lazo evidente de continuidad que se debe a que todas ellas eran organismos de una misma clase, eran momentos sucesivos de esa unidad histórica que es la clase obrera, la cual, al igual que el sistema solar en relación con los planetas, parece presentar un Todo estable en cuyo interior se mueven los diferentes organismos, en cambio, no existe ninguna estabilidad, ninguna fijeza de ese organismo llamado Partido.
La pseudo teoría bordiguista sobre “el Partido histórico” y el “Partido formal” está llena de misticismo. Según esta teoría, el Partido “histórico”- igual que el programa – sería algo fijo, inamovible, invariable. Y este Partido solo podría manifestar su realidad en el Partido formal. ¿Pero qué ocurre con el Partido “histórico” cuando el “formal” desaparece?. Es invisible e inoperante, pero sigue subsistiendo en alguna parte, no se sabe donde, pero ahí esta porque es inmortal. Volvemos a encontrar en este desarrollo las tesis e interrogantes de la filosofía idealista y religiosa que separa el espíritu y la materia, el alma y el cuerpo, la primera, eterna beatitud, el segundo, mortal.
XII ) Ninguna teoría iluminista, voluntarista, de la generación espontánea o de la genial inteligencia, es capaz de explicar el fenómeno del surgimiento y de la existencia del Partido, y aún menos, las razones de su periodicidad, de sucesión ordenada de sus diferentes momentos. Sólo un punto de vista que tenga en cuenta el movimiento real de la lucha de clases, movimiento a su vez condicionado y determinado por la evolución del sistema capitalista y sus contradicciones, puede dar una respuesta válida al problema del Partido, integrándolo en la realidad del movimiento de la clase.
XIII ) Ese mismo punto de vista debe ser aplicado cuando se examina la variabilidad, comprobada en la historia, de ciertas funciones del Partido.
De igual manera que la filosofía, en la antigüedad, abarca diversas disciplinas, el Partido, producto del movimiento de la lucha de clases del proletariado, asegura, en los comienzos de su historia, el cumplimiento de tareas en la clase, en especial:
- es el crisol en el que se elabora la teoría de la clase proletaria.
- pone en evidencia los fines contenidos potencialmente en la lucha de ésta.
- es un órgano activo, militante en la clase, situándose en primera fila para defender sus intereses inmediatos, económicos y políticos.
- es educador, multiplicando, diversificando sus intervenciones en la clase y asegurando esta educación a todos los niveles mediante la prensa y conferencias, por la organización de clases nocturnas, con la creación de universidades obreras,….
- asegura la propaganda, la difusión de las ideas revolucionarias en la clase.
- combate enérgicamente y sin tregua las ideas, los prejuicios de la ideología burguesa que penetra constantemente en las mentes de los obreros y dificulta su toma de conciencia.
- se convierte en agitador, organizando y multiplicando las manifestaciones obreras, mítines, reuniones y demás acciones de la clase.
- se convierte en organizador, creando, multiplicando y apoyando toda clase de asociaciones obreras, culturales y de defensa de las condiciones materiales inmediatas (socorros mutuos, cooperativas de producción, cajas de huelga, de solidaridad financiera) y sobre todo la formación de organizaciones unitarias y permanentes de defensa de los intereses económicos inmediatos de la condición obrera: los sindicatos.
- asegura, por la presencia de representantes obreros en los parlamentos, la lucha por reformas políticas en el interés inmediato de los obreros.
XIV ) La historia de estos últimos 140 años ha conocido cuatro grandes conmociones en el capitalismo:
- 1.848 : finalización del ciclo de las revoluciones anti-feudales de la burguesía.
- 1.870 : finalización, con la guerra franco-prusiana, de la formación de grandes conjuntos, de grandes unidades económico-políticas del capitalismo, de las naciones, y apertura de un largo período de expansión capitalista a través del mundo, el colonialismo.
- 1.914 : culminación de la fase imperialista, agudización de las contradicciones del sistema y su entrada en la fase de declive con la Primera Guerra Mundial.
- 1.917 : estallido del sistema, planteándose la necesidad inminente de transformación social.
XV ) ¿Cuál es la reacción del proletariado ante estos cuatro acontecimientos capitales?
- 1.848 : tras la burguesía aparece la gigantesca sombra del joven proletariado (Jornadas de Junio, levantamiento de los obreros en París), acontecimiento presagiado algunos meses antes por la constitución de la Liga de los Comunistas. Verdadero primer Partido del proletariado moderno, esta organización, rompiendo con el romanticismo de las asociaciones conspirativas, anuncia y demuestra en un programa coherente, crítica del capitalismo ( El Manifiesto Comunista ), el inevitable hundimiento de este sistema bajo el peso de sus insuperables contradicciones internas. Designa al proletariado como sujeto de la solución histórica, sujeto que, con su revolución, tendrá que poner fin a la larga historia de la división de la sociedad humana en clases antagónicas y a la explotación del hombre por el hombre. Oponiéndose a toda fraseología revolucionaria y al voluntarismo, la Liga reconoce, en 1.852, la victoria del capitalismo en los primeros levantamientos del proletariado, en una situación de inmadurez histórica de las condiciones que hacen posible el triunfo de la revolución socialista. Y ante esta nueva situación de derrota, la Liga está abocada inevitablemente a desaparecer como organización política actuante y centralizada.
- 1.870: los militantes de la Liga no desaparecieron en el paisaje. En espera de que maduraran las condiciones de un nueva oleada de luchas obreras, siguieron desarrollando un trabajo de elaboración teórica, de asimilación de experiencias en el seno de la clase, resultante de la gran conmoción social de 1.848. Por su lado la burguesía, repuesta de esa conmoción, siguió a pasos agigantados su desarrollo y expansión. Quince años después, nos encontramos ante un proletariado más numeroso, extendido a otros países, más maduro y decidido a llevar adelante grandes batallas no ya hacia la revolución, debido a la inmadurez de las condiciones objetivas para este objetivo a corto plazo, sino para la defensa de sus condiciones económicas de existencia inmediata. En este contexto, en 1.864, se funda a iniciativa de los obreros franceses e ingleses, la Primera Internacional (Asociación Internacional de los Trabajadores, AIT ) que agrupaba a decenas de miles de obreros de todos los países industrializados o en vías de industrialización, desde las Américas hasta Rusia. Los antiguos militantes de la Liga de los Comunistas se encuentran, por supuesto, en las filas de la AIT en la que ocuparán puestos de la mayor responsabilidad, como Marx que se encontraba al frente.
Año tras año, en todos los rincones del mundo, la AIT se convertirá en la bandera de obreros cada vez más numerosos, cada vez más combativos hasta el punto de llegar a ser la gran preocupación de todos los gobiernos de Europa. En esta organización general de la clase es donde se enfrentarán la corriente marxista, autentica expresión del proletariado y, la corriente anarquista de Bakunin, representante de la ideología pequeño-burguesa, la cual aún tenía una gran influencia entre los proletarios de la primera generación y entre los artesanos aún no proletarizados.
La guerra franco-prusiana, la miserable derrota del IIº Imperio y su caída en Francia, la canallada de la burguesía republicana, la miseria y el hambre de los obreros en París asediados por el ejército de Bismarck, la provocación del Gobierno….todo empujaba a los obreros parisinos a un enfrentamiento armado prematuro para acabar con el Gobierno burgués y proclamar la Comuna. El aplastamiento de la Comuna era inevitable. Y al mismo tiempo que testimoniaba su combatividad y la voluntad exasperada de la clase obrera, yendo al asalto del capital y de su Estado, dejando a las futuras generaciones enseñanzas inestimables, su derrota, en un inmenso baño de sangre, tuvo como consecuencia inmediata la desaparición de la AIT.
- 1.914 : el triunfo asesino del capital, la masacre de la Comuna de París y, después, la desaparición de la AIT pesarían durante años y dejarían marcada a toda una generación de proletarios. Una vez cicatrizadas las heridas, poco a poco, el proletariado vuelve a tomar confianza en sí mismo y, en su capacidad de enfrentarse al capital. Lentamente las organizaciones de clase se reconstituyen: Bolsas de trabajo, Sindicatos, Partidos políticos, que tienden a centralizarse primero a escala nacional, y después a escala internacional, dando vida en 1.889 ( 18 años después de la Comuna ) a la II ª Internacional, organización estrictamente política.
Pero el mundo capitalista está entonces en pleno apogeo, en su desarrollo a nivel internacional, extrae un máximo de ganancias gracias a un mercado que aparece sin límites. Es la edad de oro del colonialismo, del desarrollo de los medios de producción y de la plusvalía relativa que sustituye a la plusvalía absoluta. La lucha del proletariado por la disminución de la jornada laboral, por el aumento de los salarios, por reformas políticas resulta “rentable”. Esta situación parece alargarse sin fin, alimenta la ilusión de que, con sucesivas reformas, el mundo capitalista podría transformarse gradualmente en una sociedad socialista. Esta ilusión se llamaba reformismo. Esta enfermedad va a penetrar profundamente en la cabeza de los obreros y en sus organizaciones políticas y económicas, va a corroer la conciencia de clase y hacerle perder de vista la meta y los medios revolucionarios.
El triunfo del reformismo será finalmente la derrota del proletariado. La burguesía triunfará consiguiendo atarlo a sus valores, ante todo nacionalistas, patrióticos, a corromper definitivamente a sus organizaciones, partidos y sindicatos, que pasan para siempre al campo del capital.
- 1.917 : adormecido, cloroformado, traicionado por el paso de sus organizaciones al campo burgués, alistado por el nacionalismo y el patriotismo con el que la burguesía lo atonta en fuertes dosis, el proletariado, movilizado en la guerra, despertará entre el ruido ensordecedor de los cañones, en medio de millones de cadáveres de su propia clase, sumergido en un océano de sangre, de su propia sangre. Le ha sido necesario nada menos que ese cataclismo de tres años de guerra imperialista mundial para despertarse y comenzar a tomar conciencia de la realidad.
1.917 fue la primera explosión de una oleada revolucionaria que durará años, y durante esa explosión el proletariado se verá obligado a reconstituir nuevas organizaciones de clase que correspondan a sus nuevas tareas no ya bajo la forma de sindicatos transformados para siempre en algo inadecuado para el nuevo período de decadencia del capitalismo, sino bajo la forma de los Consejos Obreros. Tampoco resucitará a la Socialdemocracia perdida para siempre y pasada al campo enemigo, sino un Partido Comunista Mundial ( la Tercera Internacional ) a la altura de la tarea que se imponía: contribuir a la marcha hacia la revolución mundial del proletariado. Con las fracciones y las minorías salidas de la Izquierda de la Segunda Internacional que habían luchado durante años contra la ideología reformista, que habían denunciado la traición de la vieja Socialdemocracia, que lucharon contra la guerra y contra la ideología de la defensa nacional, en una palabra que habían sido fieles al marxismo y a la revolución proletaria, es con quienes se va a constituir el nuevo Partido, la nueva Internacional, la Internacional Comunista (IC).
XVI ) Aquellas grandiosa primera oleada de la revolución proletaria fracasó por el hecho de haber surgido en el curso de la guerra ( esta no es la condición más favorable para el desarrollo de la revolución ). Este fracaso también se debió a la inmadurez de la conciencia del proletariado que se manifestó entre otras cosas, por la supervivencia en el seno de la nueva Internacional, de bastantes posiciones erróneas heredadas de la vieja socialdemocracia:
- las falsas respuestas en cuanto al papel del Partido en la revolución y la relación Partido-clase.
- la asimilación de la dictadura del proletariado a la dictadura del Partido.
- la confusión, particularmente peligrosa, en cuanto a la cuestión del Estado en el período de transición, proclamando “Estado proletario” o “Estado socialista”.
Estos diferentes errores, la supervivencia del Estado soviético proclamado como “Estado obrero”, los análisis insuficientes por parte de la “Oposición de Izquierdas” sobre la degeneración de la revolución, pretendiendo que se mantenía intacto su “carácter proletario”y las “adquisiciones de Octubre”, todos esos factores, combinados entre sí y a las sucesivas derrotas del proletariado en los demás países, en las cuales tiene una parte de responsabilidad, contribuyeron al restablecimiento de una relación de fuerzas a favor de la burguesía mundial, fueron los responsables del aplastamiento histórico de la clase. Este conjunto de elementos acarreará también la decadencia y degeneración y, finalmente, el paso a la burguesía de los partidos de la IC, y la muerte de esta.
La amplitud de la derrota padecida por el proletariado estará en relación directa con la amplitud de la oleada revolucionaria que la precedió. Ni la gran crisis mundial que estalló en 1.929, ni la Segunda Guerra Mundial, ni el período de reconstrucción de la posguerra conocerán luchas del proletariado de una amplitud tan significativa. Incluso en los pocos países en los que la combatividad obrera existía aún por no haber sido directamente puesta a prueba, esta combatividad será desviada fácilmente de su terreno de clase por fuerzas políticas de la izquierda para preparar así la Guerra Mundial. Así ocurrió con la huelga general de 1.936 en Francia y, el mismo año, con la insurrección del proletariado español, rápidamente encarrilada en una guerra “civil” entre fascismo y antifascismo, que sirvió de preparación y de ensayo general para la Segunda Guerra Mundial. En otros países, como en Rusia, Rumania, Polonia, Alemania, Austria, Italia, los países balcánicos, o Portugal, el proletariado fue sometido a la más negra represión, arrastrado por millones a cárceles y campos de concentración.
La más mínima condición para el surgimiento del Partido de clase está entonces ausente. Tan solo el voluntarismo y la incomprensión total de la realidad de un Trotski, quien llega incluso a saludar en 1.936, el comienzo de la revolución en Francia y en España, quien confunde el capitalismo de Estado en Rusia con la “supervivencia de las conquistas de Octubre”, le permite lanzarse, con sus partidarios a la aventura de proclamar nuevos partidos y una nueva Internacional pretendidamente revolucionarios, después de que su corriente se dedicara a andar con idas y vueltas por los partidos socialistas de la difunta Segunda Internacional de siniestro recuerdo.
No fue, ni mucho menos, un período de movimientos centrípetos, de convergencia de fuerzas revolucionarias hacia la unificación y hacia la formación del Partido de clase; lo que caracterizó a este periodo fue, al contrario, el haber sido un movimiento categóricamente centrífugo, de dispersión de los grupos y de los elementos revolucionarios. La Izquierda inglesa, desaparecida ya desde hacia tiempo, la Izquierda rusa, sistemáticamente exterminada en las mazmorras de Stalin, la Izquierda alemana completamente liquidada. Los grupos revolucionarios que subsisten se aíslan y se repliegan sobre sí mismos, debilitándose según van pasando los meses y los años.
La guerra de 1.936 en España hará una severa selección entre esos grupos, entre los que se han dejado atrapar en las redes del antifascismo y los que se mantienen firmemente anclados en un terreno de clase. Las fracciones de la Izquierda Comunista Internacional, las cuales prosiguen y desarrollan un trabajo de comprensión teórica, sometiendo, sin ningún ostracismo, las posiciones políticas anteriores de la IC e su apogeo, a la crítica más severa, más fecunda, basada en la verdadera experiencia del movimiento desde 1.917.
La Izquierda Comunista Internacional padecerá también los contragolpes de los acontecimientos. Primero con la escisión de una minoría en 1.936, que opta por la participación en la guerra de España, al lado de los republicanos antifascistas y, una segunda vez, con el abandono, al principio de la Guerra Mundial, de una minoría que proclama la “desaparición social del proletariado” en tiempos de guerra y, como consecuencia de ello, la imposibilidad de seguir manteniendo la actividad y la organización de las fracciones. La tercera crisis, la definitiva, surge a finales de 1.945, con la escisión de la fracción francesa de la Izquierda Comunista (GCF) que se opone a la decisión de la Izquierda Comunista Internacional de que hay que disolverse y amalgamarse pura y simplemente y a título individual, en un partido proclamado en Italia y del cual se ignoraba todo, de su plataforma y de sus posiciones. Lo único que se sabía era que se había formado alrededor de dos eminentes figuras de la Izquierda Italiana de los años 20: Damen y Bordita. Así acabó la Fracción Italiana de la Izquierda Comunista.
XVII ) Este rápido resumen de la historia del movimiento obrero nos enseña las siguientes lecciones generales:
A ) La necesaria existencia de una estrecha unión entre la clase como un todo y el Partido como órgano particular de este todo. Hay períodos en los que la clase puede existir sin Partido pero no podrá nunca existir un Partido sin clase.
B ) La clase segrega el Partido como un organismo indispensable encargado de funciones que la clase necesita en su maduración y su toma de conciencia permitiéndole así estar capacitada para la victoria final. Es imposible suponer la victoria final del proletariado sin que haya desarrollado los órganos que le son indispensables y sobre todo la organización general unitaria de la clase que agrupa en su seno a todos los obreros, y la organización política ( el Partido formado en base a un programa general con posiciones coherentes que señalan la meta final de la lucha del proletariado, el comunismo y los medios para conseguirlo ).
C ) Entre las organizaciones generales abiertas a todos los obreros y la organización política que es el Partido existe una diferencia sustancial en su evolución.
En el período ascendente del capitalismo, la organización general de la clase que se da por tarea la defensa de los intereses económicos inmediatos de la clase, tiene, al mismo tiempo que padece modificaciones importantes en la estructura, una existencia permanente. Este no es el caso de la organización política, el Partido, que existe de modo intermitente, en los períodos de desarrollo de la lucha y de combatividad obrera. Esta constatación señala claramente la estrecha dependencia entre la existencia del Partido y la situación de la lucha de clases. En un período de auge de las luchas, las condiciones están dadas para el surgimiento y la actividad del Partido. En los períodos de reflujo, con la desaparición de estas condiciones, el Partido tiende a desaparecer. En el primer caso, es la tendencia centrípeta la que gana y en el segundo caso, es la tendencia centrifuga la que se impone.
D ) Respecto a este punto, hay que señalar que las cosas han cambiado sensiblemente en el período de decadencia del capitalismo. En este período en el que no es posible ni tan siquiera mantener y mejorar realmente y durante un cierto tiempo las condiciones de vida del proletariado, ni puede ni debe existir una organización permanente cuya razón de ser esté fuera de esa meta. Por eso es por lo que el sindicalismo se ha vaciado de todo contenido obrero. Los sindicatos no pueden mantenerse y existir sino es como apéndices del Estado, encargados de encuadrar, controlar y desorientar cualquier acción o lucha de la clase. En este período, solo las huelgas salvajes que tienden hacia la huelga de masas, controladas y dirigidas por asambleas generales, presentan la forma posible de un contenido de clase. Por ello las asambleas no pueden existir de modo permanente al principio de las luchas. Una organización general de la clase sólo puede existir y hacerse permanente cuando la defensa de los intereses inmediatos se combinan con la posibilidad de la revolución, en el período revolucionario. Esta organización son los Consejos Obreros. Es el único momento de la historia del capitalismo donde puede existir de forma permanente esa organización verdaderamente general, siendo entonces la plasmación de la unidad de la clase. No ocurre lo mismo con el Partido político que puede muy bien surgir antes del punto culminante que es la formación de los Consejos Obreros. Y esto porque su existencia no la condiciona el momento final, sino sencillamente un período de auge de la lucha de clases.
E ) Hemos podido constatar en el transcurso de la historia como, en la evolución de la lucha de clases, se modifican algunas funciones pasadas del Partido. Pongamos unos ejemplos:
- a medida que va desarrollándose la lucha de clases, con la acumulación de experiencias, la elevación general de la cultura de los obreros, el Partido va perdiendo su papel de educador general.
- eso es aún más cierto en lo referente a su papel respecto de la organización de la clase. Una clase obrera como fue el caso de los obreros ingleses de 1.864, capaz de tomar la iniciativa de fundar la Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT), no necesitaba en absoluto un tutor para organizarla. El modo de actuar consistente en “ir hacia el pueblo” o “hacia los obreros” para organizarlos, aún tenía sentido en un país atrasado como la Rusia de finales del siglo XIX. Semejante función había perdido su sentido en los países industrializados como Inglaterra, Francia, etc.…La fundación de la AIT en 1.864 no fue obra de Partido alguno. Prácticamente no existían, y en los pocos casos en que existían, como en el caso del “Cartismo” en Inglaterra o el “Blanquismo” en Francia, estaban en plena descomposición.
La AIT fue algo mucho más parecido a la organización general que a una agrupación del estilo de la Liga de los Comunistas, es decir de tipo Partido, estrictamente agrupado y seleccionado en base a un programa teórico y político coherente. Por esto es por lo que pudieron coexistir y enfrentarse en su seno varias corrientes: marxistas (colectivistas), obreristas, proudhoniana, anarquista y hasta, al principio, una corriente tan extraña como el mazzinismo. La Internacional era un crisol en donde se decantaban las ideas y las corrientes. Un partido es producto ya de una decantación. Por esto es por lo que las corrientes eran todavía algo informal en su seno. Un solo partido político en el pleno sentido de la palabra había nacido tras la disolución de la Liga de los Comunistas y durante la existencia de la AIT en 1.868: el partido socialdemócrata eisenachiano, la tendencia marxista, bajo la dirección de W.Liebkneht y Bebel, Solo fue en 1.878, con ocasión de las elecciones, cuando nació, bajo la dirección de Guesde y Lafargue y, con la participación directa de Marx (quien escribió su plataforma política), el partido obrero, en Francia.
Solo fue a partir de 1.880 con el desarrollo acelerado del capitalismo y el nuevo auge de la lucha de clases, cuando se hicieron sentir la necesidad y la posibilidad de la formación de partidos políticos para la lucha política misma, diferenciados de las organizaciones cuya índole era la defensa de los intereses inmediato en lo económico, es decir, los sindicatos. Fue a partir de los años 1.880 que, más o menos en todos los países industrializados o en vías de industrialización, se fue emprendiendo de verdad un proceso de formación de partidos, a semejanza de la socialdemocracia alemana, la cual, iba a tomar, en 1.889, la iniciativa de la constitución de la Segunda Internacional.
La IIª Internacional fue el resultado de una decantación política que se había ido operando en el seno del movimiento obrero desde la disolución de la AIT ( 16 años antes) y de una unificación de la corriente marxista a escala internacional. Se revindicaba del “socialismo científico” tal y como lo habían formulado Marx y Engels 40 años antes del Manifiesto de la Liga de los Comunistas en 1.848. No se dio como tarea, como lo había hecho la AIT, el proceder a una encuesta sobre las condiciones de vida de la clase obrera en los diferentes países, ni el elaborar listas de reivindicaciones económicas. Este tipo de actividades que al principio aún fueron suyas, iba a dejarlas progresiva y definitivamente a los sindicatos. En cambio, se dio como tarea la lucha por las reivindicaciones políticas inmediatas: sufragio universal, derecho de reunión y libertad de prensa, participación en las campañas electorales, luchas por reformas políticas, lucha contra la política colonialista de la burguesía, contra el militarismo, etc.…al mismo tiempo que proseguía una labor de elaboración teórica y de defensa de las metas del movimiento, la revolución socialista.
Con razón Engels ( en uno de los prefacios del Manifiesto Comunista) señaló, en los años 1.880, que la AIT había cumplido enteramente su tarea en el período histórico en el que había surgido. Sin embargo, se equivocaba al concluir precipitadamente que el movimiento político de la clase, la formación de partidos en diferentes países, estaba teniendo tal desarrollo que la clase obrera ya “ …no necesitaba una organización internacional…”. La IIª Internacional, a pesar de todas sus insuficiencias, todos sus errores, toda su penetración reformista que era canalizada sobre todo por los sindicatos y que al triunfar en su seno el oportunismo se perdió para la clase obrera, cumplió una labor muy positiva, en un sentido histórico, para la clase.. Una labor que ha quedado como adquisición para el movimiento obrero aunque solo fuese por haber servido de cancha de primer orden para la confrontación y la clarificación teóricas en más de un aspecto, de lugar de enfrentamiento de las posiciones políticas de la Izquierda contra el revisionismo bersteiniano y el centrismo kautskista. En su seno vivió y se templó la Izquierda revolucionaria.
Cuando los moralistas-modernistas de cualquier matiz se complacen hoy día en sacar un balance únicamente negativo en la historia – y eso, en el mejor de los casos, cuando tienen un mínimo conocimiento de la historia – de lo que fue la Segunda Internacional en cierta época y de su aportación a la historia del movimiento obrero, solo dan muestras de su propia y total ignorancia respecto de lo que es un movimiento histórico en su desarrollo. En su ingenuidad, ni siquiera se dan cuenta de que lo poco que aún hoy conocen, se lo deben a la historia, al pasado del movimiento obrero, movimiento vivo de la clase. Los mismos que se apresuran a tirar el envoltorio con el regalo dentro, ni siquiera sospechan que sus ideas e “invenciones”, que toman por muy originales, las han cogido de donde estaban, es decir, al ser desde hace mucho tiempo algo inútil e inutilizable, en las papeleras de la época utópica de la historia del movimiento obrero. También los bastardos tienen genitores, aunque sean, en verdad inconfesables.
Y al igual que los modernistas, los bordiguistas se contentan con ignorar la historia del movimiento obrero, la historia viva de una clase en movimiento y en evolución, con sus momentos de debilidad y sus momentos de fuerza. En lugar de estudiarla y entenderla, ponen en su lugar a dioses muertos, eternamente inmóviles y momificados por el bien y mal absolutos.
XVIII ) El despertar del proletariado tras tres años de masacres imperialistas y la muerte vergonzante de la II ª Internacional marcada por la infamia de la traición, abren un período de auge de las luchas y de reconstrucción del Partido de clase. Este nuevo período de intensas luchas sociales – en el que se produce el derrumbamiento cual vulgar castillo de naipes de ciudadelas y fortalezas que un día antes parecían inexpugnables, el desmoronamiento en solo unos días del aparato militar de monarquías e imperios que parecían invulnerables como Rusia, Austria-Hungría, la Alemania prusiana – es, no un simple momento, sino un formidable salto cualitativo en la evolución histórica y también del movimiento obrero, al planteársele de golpe la cuestión de la revolución, del desarrollo del proceso revolucionario y de la estrategia de la toma del poder político por la clase obrera.
Por primera vez en la historia, la clase obrera y sus partidos comunistas de constitución reciente han de responder a toda una serie de cuestiones cruciales, planteándose cada una de las cuales en términos de vida o muerte de la revolución. Respecto de las respuestas a estas cuestiones, la clase y los partidos tienen una idea muy vaga en su seno, o ninguna idea en absoluto, ó, también, una idea francamente anacrónica y errónea. Solo minúsculos enanitos, pero dotados de una inconmensurable megalomanía, que jamás han visto una revolución, ni de lejos ( y la revolución proletaria constituye el mayor salto en la historia de la humanidad hasta hoy ), pueden desde su pequeña altura, apuntar, sesenta años más tarde, con su dedo lleno de desprecio y suficiencia, los errores y los tanteos de aquellos gigantes que se atrevieron a lanzarse al asalto del cielo capitalista encaminándose resueltamente por la vía de la revolución.
Es cierto que la clase obrera, y particularmente los partidos y la Internacional Comunista, anduvieron a tientas a menudo, improvisaron y cometieron graves errores que entorpecieron la marcha de la revolución. Sin embargo, no solo nos han legado adquisiciones inapreciables, sino también una rica experiencia que hemos de estudiar minuciosamente para comprender las dificultades encontradas, para evitar las trampas en las que cayeron, para superar los errores que cometieron y, en base a su experiencia, poder responder mejor a los problemas que plantea en la actualidad la marcha hacia la revolución. Hay que saber aprovechar la distancia en el tiempo que hoy poseemos con respecto de aquella época para procurar resolver, aunque solo sea en parte, esos problemas, sin por ello caer en esquemas pretenciosos ni perder de vista que la próxima revolución aportará nuevos problemas que no podemos prever por completo.
XIX ) Volviendo al problema preciso del Partido y de su función en el periodo actual y en la revolución, podemos enunciar una respuesta de lo que no es, para poder poner de relieve lo que debería ser.
A.- El Partido no puede pretender ser el único y exclusivo poseedor o representante de la conciencia de clase. No está predestinado a semejante monopolio. La conciencia de clase es algo inherente a la clase, como totalidad y en su totalidad. El Partido es el órgano privilegiado de esta conciencia y nada más. Esto no implica que sea infalible, ni que a veces en determinados momentos, esté incluso por debajo del nivel de conciencia alcanzado por otros sectores de la clase. La clase obrera no es homogénea pero tiende a serlo. Ocurre igual con la conciencia de clase que tiende a homogeneizarse y generalizarse. Le incumbe al Partido y, esta es una de sus principales funciones, contribuir conscientemente a acelerar ese proceso.
B.- Por esto mismo, el Partido tiene como tarea orientar a la clase, el fecundar su lucha; no es un dirigente o sea, que no es él quien decide solo, en lugar y en nombre de la clase.
C.- A este respecto, hay que reconocer la posibilidad de que surjan grupos ( llamados a sí mismos Partidos u de otro modo ) en el seno de la clase y de sus organizaciones unitarias, los Consejos Obreros. El Partido Comunista no es quien para, bajo ningún concepto, arrogarse el derecho de prohibir la existencia de aquellos, o para hacer presión en ese sentido. Muy al contrario, es obligación suya el combatir con energía semejantes tentativas.
D.- A semejanza de la clase, la cual, como un todo, puede estar atravesada por varias corrientes revolucionarias más o menos coherentes, el Partido dentro de su marco programático, admite la posibilidad de que hay divergencias y tendencias. El Partido comunista rechaza de plano y categóricamente la idea de un Partido monolítico.
E.- El Partido, bajo ningún concepto, puede pretender establecer un listado de recetas con las que responder a todos los problemas y en los detalles que puedan plantearse en las luchas o en el desarrollo de estas. No es un órgano ejecutivo, tampoco administrativo, ni técnico de la clase. Es un órgano político y como tal debe mantenerse. Ese principio es tanto aplicable a las luchas que preceden a la revolución como a las del propio período revolucionario, durante el cual, el Partido ni puede ni debe hacer el papel de “Estado Mayor” de la insurrección.
F.- La disciplina de la organización y en la acción que el Partido exige a sus miembros no puede ser realidad más que en el contexto de una libertad de crítica y discusión, dentro del marco de la plataforma que se ha dado. Ni puede ni debe exigir de sus miembros con divergencias sobre ciertas posiciones importantes que presenten y defiendan cara al exterior y contra sus convicciones, esas posiciones, que se hagan portavoces de ellas en nombre del Partido. Esto no es solo por la preocupación de respetar la conciencia política de sus miembros, sino en nombre del interés general de la organización como un todo. Confiar la defensa de las posiciones importantes de la organización a militantes que no las comparten implica una mala defensa de las mismas. En este mismo sentido, el Partido no puede ni debe recurrir a medidas de represión para presionar a sus miembros. Por principio, el Partido rechaza el uso de la fuerza y de la violencia como medio de persuasión y para formalmente aparentar convicción en su seno, del mismo modo que rechaza las prácticas de violencia e imposición por la fuerza físicas en el seno de la clase y en su relación con la clase.
G.- El Partido no pide a la clase que “le otorgue su confianza”, por ser quien es, que le delegue el poder de decisión por que es el Partido, ya que, por principio el Partido comunista está en contra de toda delegación de poder de la clase a un organismo, grupo o partido que no dependa como tal de su control constante. El principio comunista exige la práctica real de delegados elegidos y revocables en todo momento, responsables siempre ante la asamblea que los ha elegido; por lo tanto, el principio comunista rechaza cualquier modo de elección basado en listas presentadas por los partidos políticos. Cualquier otro modo lleva sin remedio a una práctica substitucionista.
Si bien el Partido tiene derecho a exigir la dimisión de uno de sus miembros de un puesto, de un comité, de un órgano e incluso de un puesto del Estado para que el militante que fue elegido por una asamblea ante la cual es responsable, el Partido no puede imponer su sustitución por otro de sus miembros, pues no es de su incumbencia.
H.- Y, a diferencia de los partidos burgueses, el Partido proletario no es un órgano destinado a apoderarse del Estado o a gestionarlo. Este principio procede de todo lo dicho anteriormente y de la necesaria independencia de la clase obrera para con el Estado del período de transición. El abandono de ese principio lleva irremediablemente a la pérdida por parte del Partido de su carácter proletario.
I.- De todo lo precedente se deduce que el Partido proletario de nuestros tiempos no puede ni debe ser un Partido de masas. Al no tener ninguna función estatal ni de encuadramiento de la clase, seleccionado como está alrededor de un programa lo más coherente posible, el Partido será necesariamente una organización minoritaria hasta y durante el período revolucionario. Por lo tanto, el concepto de la Internacional Comunista de “partido revolucionario de masas”, concepto que ya en su tiempo era falso y provenía de un período ya caduco, debe ser rechazado de plano.
XX ) La CCI analiza el período abierto por el resurgir de las luchas obreras a partir de 1.968 como un período de reanudación histórica de combates de clase como respuesta a la crisis abierta y que se profundiza desde que se acabó la reconstrucción tras la segunda post-guerra mundial. De acuerdo con ese análisis, la CCI considera que este es un período que plantea las premisas para la reconstrucción del Partido. Sin embargo, aunque la hacen en condiciones independientes de su voluntad, son los hombres los que hacen la historia. Por lo tanto, la formación del futuro Partido será el resultado de un esfuerzo consciente, deliberado, labor en la que los grupos revolucionarios existentes deben empeñarse desde ahora. Esa labor exige una comprensión clara tanto de las características generales, válidas para todas las épocas, del proceso de formación del Partido, como de las condiciones específicas, inéditas en la historia, de su surgimiento en el futuro.
XXI ) Uno de los aspectos específicos más importantes del surgimiento del futuro Partido estriba en que se formará ya de entrada a escala mundial, contrariamente a lo ocurrido en el pasado.
En el pasado, las organizaciones políticas del proletariado tendían cuando menos hacia la unidad mundial. Sin embargo, las organizaciones mundiales eran el resultado del reagrupamiento de formaciones constituidas más o menos en el plano nacional y, alrededor de una formación procedente de un determinado sector nacional del proletariado que ocupaba una posición de vanguardia en el movimiento obrero.
La AIT por ejemplo, se formó esencialmente en 1.864 teniendo como eje principal el proletariado de Inglaterra, que era, y con mucho, el país más desarrollado de la época y el país en donde el capital era más poderoso y estaba más concentrado. La Conferencia constitutiva de la AIT tuvo lugar en Londres, ciudad que fue sede del Consejo General hasta 1.872. Las Trade-Unions fueron durante mucho tiempo las fuerzas más importantes de la AIT.
La Segunda Internacional, por su parte, se forma en 1.889 básicamente alrededor de las posiciones de la Socialdemocracia alemana, la cual era, en Europa y en el mundo, el partido obrero más antiguo, el más desarrollado y fuerte, lo cual era ante todo resultado del fantástico desarrollo del capitalismo alemán ( y por tanto de la clase obrera ) en la segunda mitad del siglo XIX.
La Tercera Internacional tuvo como polo indiscutible al partido bolchevique, no ya a causa de no se sabe qué preponderancia del capitalismo ruso, el cual estaba atrasado aunque ocupara el quinto puesto mundial, sino porque el proletariado de ese país fue el primero ( y el único ) en echar abajo el estado capitalista y tomar el poder, durante la gran oleada revolucionaria de la primera post-guerra mundial.
La situación de hoy es bastante distinta de las del pasado. Por un lado, el periodo de decadencia del capitalismo no ha permitido que aparezcan nuevos grandes sectores del proletariado mundial que hubieran podido ser el nuevo polo para el movimiento obrero en su conjunto, a semejanza de lo que fue Alemania en el siglo pasado.
Por otro lado, en el capitalismo decadente, y a causa precisamente de su decadencia, ha habido una notoria nivelación de sus características económicas , sociales y políticas, muy especialmente en los países avanzados. Nunca antes en la historia, el mundo capitalista, a pesar de sus insuperables divisiones nacionales y de bloque había llegado a semejante grado de homogeneidad, de dependencia mutua entre sus diferentes partes, debido entre otras cosas, al desarrollo del comercio mundial y al uso de los medios de comunicación modernos. Esta evolución ha repercutido en la clase obrera en una nivelación, desconocida en el pasado, de sus condiciones y modo de vida, y también en cierto modo, de su experiencia política. Y, para terminar, las circunstancias actuales del desarrollo histórico de la lucha de clases hacia la revolución, que no son las de la guerra imperialista como en 1.917, sino la agravación simultánea en todos los países de la crisis económica, lo que implica un nivel considerable de unidad de la burguesía contra el proletariado y, obligan a que ese desarrollo tienda hacia una simultaneidad, una unidad, una generalización del combate nunca vistos en el pasado. Todas esas condiciones empujan no a la formación del futuro partido mundial alrededor de tal o cual sector nacional del proletariado, sino al surgimiento ya de entrada a escala internacional alrededor de posiciones y un eje político lo más claro, coherente y desarrollado.
Es sobre todo por esta razón por lo que hoy más que nunca en el movimiento obrero, es fundamental que los diferentes grupos comunistas que hay por el mundo, movilicen y unan sus esfuerzos para construir ese eje y, antes que nada, clarifiquen lo que son hoy las pociones proletarias. Esa labor fundamental forma parte por lo tanto y de qué manera, del ya mencionado compromiso consciente y voluntario de los revolucionarios en cuanto a sus responsabilidades en el proceso de formación del futuro partido.
XXII ) De acuerdo con esa perspectiva, la CCI defiende la idea de la necesidad urgente de romper con el aislamiento en el que están inmersos los grupos comunistas existentes, de combatir la mentalidad que transforma la necesidad (objetiva) de ayer en virtud para hoy, que es en lo que se basan el espíritu de capilla y el sectarismo, para iniciar de una vez por todas una verdadera discusión internacional entre esos grupos. La discusión deberá plasmar la voluntad firme de eliminar malentendidos, incomprensiones e interpretaciones falsas de las posiciones de unos y otros, procedentes aquéllas de la mala polémica o de la ignorancia de éstas, para que se abra una verdadera confrontación de divergencias políticas que permita que se inicie un proceso de decantación y de reagrupamiento.
La CCI conoce las enormes dificultades que existen para que se realice esa tarea. Esas dificultades se deben sobre todo al terrible peso de la contrarrevolución que la clase obrera ha padecido durante más de cuarenta años y que acabó con las Fracciones de Izquierda surgidas de la Internacional Comunista, rompiendo así la continuidad histórica y orgánica entre las diferentes organizaciones políticas proletarias desde mediados del siglo pasado. A causa de esta ruptura, el futuro partido no podrá formarse según el proceso evidenciado por la Fracción Italiana, según el cual la Fracción era el puente entre el antiguo y el nuevo partido.
Esta situación hace todavía más indispensable si cabe la labor de confrontación y decantación para el agrupamiento de las organizaciones del campo comunista. La CCI se ha empeñado en esa labor, procurando mantener contactos con todos esos grupos. Propuso en su momento la realización de Conferencias Internacionales de grupos pertenecientes al campo proletario, y en ellas participó activamente. Hay que hacer constar el fracaso de esos primeros intentos, debido sobre todo a la mentalidad sectaria de ciertos grupos, ruinas esclerotizadas de la Izquierda Italiana, que se proclaman, cinco en total, y cada uno por su lado, como el “Partido histórico”. Esos pretendidos “Partidos” están abocados a la esclerosis irreversible si se mantienen en esa misma actitud.
Por lo que a la CCI se refiere, estamos convencidos de que no existe ningún otro camino, Y esa ha sido la vía que siempre triunfó en la historia del movimiento obrero, la de Marx y Engels, la de Lenin y Rosa Luxemburgo, la vía seguida por la Izquierda Comunista Internacional y “BILAN” en los años 30. Es la única vía fecunda y preñada ya de promesas, la única que, más que nunca, la CCI ha decidido proseguir y desarrollar con firmeza y determinación.
Congreso Internacional de la CCI (Verano de 1.983)
[1] Ver Función de la Organización Revolucionaria en REVISTA INTERNACIONAL nº 29
Links
[1] https://es.internationalism.org/files/es/el_partido_comunista_internacional_programa_comunista_en_sus_origenes_como_pretende_ser_y_como_es_en_realidad_0.pdf
[2] https://es.internationalism.org/en/tag/corrientes-politicas-y-referencias/izquierda-comunista
[3] https://es.internationalism.org/en/tag/desarrollo-de-la-conciencia-y-la-organizacion-proletaria/la-izquierda-italiana
[4] https://es.internationalism.org/files/es/la_tarea_del_momento-_formacion_del_partido_o_formacion_de_cuadros.pdf
[5] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200704/1863/la-lucha-de-clases-contra-la-guerra-imperialista-las-luchas-obrera
[6] https://es.internationalism.org/en/tag/desarrollo-de-la-conciencia-y-la-organizacion-proletaria/izquierda-comunista-francesa
[7] https://es.internationalism.org/en/tag/3/51/partido-y-fraccion
[8] https://es.internationalism.org/en/tag/2/24/el-marxismo-la-teoria-revolucionaria
[9] https://es.internationalism.org/en/tag/21/516/cuestiones-de-organizacion
[10] https://es.internationalism.org/en/tag/vida-de-la-cci/resoluciones-de-congresos
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[12] https://es.internationalism.org/en/tag/3/43/cultura
[13] https://es.internationalism.org/files/es/battaglia_comunista_sobre_los_origenes_del_partido_comunista_internacional.pdf
[14] https://es.internationalism.org/content/4727/el-partido-comunista-internacional-programa-comunista-en-sus-origenes-como-pretende-ser
[15] https://es.internationalism.org/content/4431/sobre-el-primer-congreso-del-partido-comunista-internacionalista-de-italia
[16] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201003/2829/el-sectarismo-una-herencia-de-la-contrarrevolucion-que-hay-que-sup
[17] https://es.internationalism.org/revista-internacional/197801/2065/segunda-conferencia-de-los-grupos-de-la-izquierda-comunista
[18] https://es.internationalism.org/revista-internacional/197904/2289/resoluciones-presentadas-por-la-cci-a-la-2-conferencia-internacion
[19] https://es.internationalism.org/en/tag/series/lucha-contra-el-oportunismo
[20] https://es.internationalism.org/en/tag/corrientes-politicas-y-referencias/battaglia-comunista
[21] https://es.internationalism.org/files/es/contra_la_concepcion_de_la_disciplina_del_pcint.pdf
[22] https://es.internationalism.org/en/tag/corrientes-politicas-y-referencias/tendencia-comunista-internacionalista-antes-bipr
[23] https://es.internationalism.org/en/tag/vida-de-la-cci/congresos-de-la-cci
[24] https://es.internationalism.org/en/tag/2/39/la-organizacion-revolucionaria