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Todas las calamidades generadas por el capitalismo, la explotación, la miseria, el desempleo, las catástrofes climáticas y la guerra pesan cada vez más y de manera más dramática sobre la vida de la sociedad y, en particular, sobre la clase explotada y los miserables del mundo. Así, el mortífero conflicto de Ucrania, parece que va a durar hasta el agotamiento de ambas partes, mientras que el más reciente y particularmente bárbaro conflicto en Oriente Medio entre Israel y Hamás conlleva el riesgo de una escalada incontrolada de la guerra en la región. Sin embargo, una dinámica opuesta a esta barbarie generalizada emerge tras 30 años de parálisis ante los ataques de la burguesía, nuestra clase está empezando a resistir a través de luchas a menudo masivas frente a nuevos ataques más violentos. Esta otra dinámica, en marcha desde el verano de la cólera de 2022 en el Reino Unido, ilustra la existencia en la sociedad de dos polos opuestos y antagónicos:
Por un lado, una espiral infernal de convulsiones, caos y destrucción, cuyo motor será cada vez más la guerra imperialista y la militarización general de la sociedad, mezclando sus efectos con los de la descomposición de la sociedadi, la crisis económica, la crisis ecológica. Todos estos factores no actúan independientemente unos de otros, sino que se combinan e interactúan para producir un “efecto torbellino” (cuya existencia no pueden dejar de reconocer los miembros más clarividentes de la burguesía mundialii) que concentra, cataliza y multiplica cada uno de los efectos de los diversos factores implicados, provocando una devastación a un nivel superior.
Por otra parte, estimulada por una ola de ataques económicos que conducen a un deterioro considerable de sus condiciones de vida, la clase obrera se manifiesta en su terreno de clase con determinación y a menudo de forma masiva en los principales países industrializados del mundo.
La dinámica del primer polo -la espiral de convulsiones del capitalismo- sólo puede conducir a un dramático hundimiento de la humanidad en la miseria, el caos y la barbarie guerrera, o incluso a su desaparición en un futuro no muy lejano si no se hace nada para invertir el curso de los acontecimientos. El segundo polo, en cambio, es el de la apertura de otra perspectiva para la humanidad, impulsada por el desarrollo de la lucha de clases. Así, si la clase obrera es capaz de desarrollar sus luchas al nivel de los ataques de la burguesía, pero también de elevar su politización al nivel de lo que está en juego históricamente, entonces, como tras la primera oleada revolucionaria mundial de 1917-23, se abrirá de nuevo la perspectiva del derrocamiento del capitalismo a escala mundial.
Esto es el producto de una situación en la que, en los años 80, de frente a la crisis económica cada vez más profunda y sin salida, las dos clases fundamentales y antagónicas de la sociedad se enfrentaron sin lograr imponer su propia respuesta decisiva (la de la guerra mundial para la burguesía, la de la revolución para el proletariado). La incapacidad de la clase dominante para ofrecer la más mínima perspectiva para el conjunto de la sociedad y la incapacidad del proletariado para afirmar abiertamente la suya, conducen a un periodo de descomposición generalizada, de putrefacción de la sociedad a medida que se profundizan las contradicciones del capitalismo en crisisiii.
Un nuevo agravamiento de la crisis sólo podría dar un mayor impulso a todos los estragos de la descomposición de la sociedad que se viene produciendo desde hace 35 años, a la creciente fragmentación y dislocación del tejido social hasta el punto de que algunas de sus expresiones forman ya claramente parte del paisaje desolador: la degradación del pensamiento, la explosión de las enfermedades mentales y psicológicas, el desarrollo de los comportamientos más irracionales y suicidas, la irrupción de la violencia en todos los aspectos de la vida social, los asesinatos en masa perpetrados por desequilibrados, el acoso en las escuelas y en Internet, los salvajes ajustes de cuentas entre bandas, ...
Ninguna de las fracciones mundiales de la burguesía se ha librado de la descomposición de su sistema, como demuestra el auge del populismo con la llegada al gobierno de figuras aberrantes como Trump en Estados Unidos, Bolsonaro en Brasil, Milei en Argentina, ... En algunos países, el ascenso del populismo al poder es sinónimo de opciones igualmente aberrantes, irracionales desde el punto de vista mismo de los intereses de la burguesía, con posibles repercusiones mundiales. Si Trump vuelve al poder en las próximas elecciones estadounidenses, es probable que retire el apoyo financiero y militar a Ucrania -destinado en un principio a debilitar a Rusia y privar así a China del posible apoyo militar ruso en un probable futuro conflicto militar entre Estados Unidos y China-. Del mismo modo, es previsible que Trump en el poder no haga sino animar a Netanyahu a pasar a la ofensiva en todas partes, con el riesgo de que una conflagración regional haga necesaria una fuerte implicación del Tío Sam en la región para defender su hegemonía.
Los acontecimientos recientes no dejan lugar a dudas ni a relativizaciones en cuanto a las consecuencias de los daños ecológicos sobre la habitabilidad del planeta y la supervivencia de muchas especies, incluida, en última instancia, la especie humana: catastróficas inundaciones masivas en Pakistán; subidas de temperatura este verano por encima de los 40 grados en los países del sur de Europa; contaminación que obligó a cerrar las escuelas en la India durante las vacaciones de noviembre, causando problemas respiratorios a 1 de cada 3 niños; la actual epidemia de neumonía entre los niños en China; hambrunas en África, etc.
Sometida a las leyes del capitalismo, la naturaleza será cada vez menos capaz de albergar y alimentar a la especie humana: las poblaciones de peces están amenazadas no sólo por la sobrepesca industrial, sino también por el calentamiento de los océanos; el agotamiento de los suelos y la escasez de agua -resultante de la sequía persistente- están reduciendo considerablemente los rendimientos, sobre todo en las zonas tropicales y subtropicales. En el Cuerno de África, más de 23 millones de personas padecen inseguridad alimentaria aguda y 5.1 millones de niños sufren malnutrición aguda. Y lo peor está claramente por llegar, ya que el medio ambiente se aproxima a una serie de “puntos de inflexión” en los que el daño causado se hará incontrolable, conduciendo a nuevos niveles de destrucción.iv
Frente a estas perspectivas desastrosas, las grandes conferencias internacionales como la COP 28 en los Emiratos Árabes Unidos no son más que foros de debate destinados a dar la ilusión de que “se está haciendo algo”, mientras que ciertos sectores de la clase dominante se vuelven cada vez más “realistas” al optar por adaptarse a la inevitabilidad del calentamiento global en lugar de intentar luchar contra él. De hecho, la función objetiva de la COP 28 (y de todas las demás que la han precedido o la seguirán) es mantener la mistificación de que el capitalismo puede resolver el desafío climático, mientras que la incapacidad de las distintas burguesías nacionales para dejar de lado sus rivalidades, está llevando a la humanidad a la nada.
Frente a quienes no se hacen ilusiones sobre los engaños tipo COP, surgen los llamamientos a luchar por el planeta de grupos a menudo críticos -incluso muy radicales- con las reuniones de la COP o incluso con la sociedad actual, pero que en su programa no plantean la única solución a los problemas climáticos, el derrocamiento del capitalismo por la única fuerza de la sociedad capaz de hacerlo, la clase obrera.
Adquiriendo proporciones sin parangón en la historia de la humanidad, la guerra bajo el capitalismo decadente hunde a la humanidad en la miseria y amenaza su supervivencia. Las dos guerras mundiales y los numerosos conflictos “locales” que no han cesado desde el final de la Segunda Guerra Mundial son una ilustración edificante de ello.
Actualmente hay 56 guerras en el mundo, en las que están implicadas 1.1 millones de personas (el 14% de la población mundial). La guerra es, pues, el componente más “dinámico” de la espiral de destrucción que asola el mundo.
Mientras continúa la carnicería en Ucrania, Sudán, Yemen, Etiopía, el Cáucaso Meridional y Nagorno-Karabaj, y persisten las tensiones bélicas en los Balcanes, un nuevo foco de guerra imperialista, entre Israel y Hamás, está haciendo su brutal aparición, con su rastro de destrucción, emigración masiva, muertes de civiles y barbarie. Las actuales guerras en Ucraniav y Oriente Mediovi son una dramática confirmación de esa dinámica del capitalismo y, por el momento, son su punto álgido.
Estas guerras ya han matado o herido a cientos de miles de soldados y civiles. Están sumiendo a amplios sectores de la población en la miseria más extrema. Su impacto se extiende más allá de las fronteras de Ucrania, Rusia y Palestina. Por ejemplo, los daños causados a la agricultura ucraniana o el bloqueo de las exportaciones de productos agrícolas de ese país han provocado el agravamiento y la extensión de la desnutrición por todo el mundo. Es más, la ferocidad de la burguesía israelí no está dejando un solo metro cuadrado de tierra en el enclave de Gaza a salvo de las bombas (y del hambre y las epidemias), y está provocando un gigantesco éxodo de la población palestina. La guerra de Gaza se sumará inevitablemente de forma significativa a la avalancha mundial de refugiados de guerra.
Los riesgos de efectos colaterales también amenazan a las poblaciones incluso lejos de los campos de batalla, con, por ejemplo, en Ucrania, la posible emisión de nubes radiactivas procedentes de centrales nucleares, dañadas accidental o deliberadamente durante los combates.
No sólo las personas sufren las consecuencias de la guerra, sino también el planeta. En efecto, la necesidad de petróleo, gas y carbón de la maquinaria bélica está provocando un aumento desorbitado del consumo de combustibles fósiles. Aunque el fracaso de la COP 28 a la hora de comprometerse a reducir el consumo de combustibles fósiles se atribuyó con razón al veto de Arabia Saudí y otros productores de petróleo (que en realidad no hizo sino ocultar el veto de la mayoría de los Estados), pero lo que se ha dejado deliberadamente en la sombra es la necesidad insaciable de las fuerzas armadas (tanques, vehículos militares, aviones de combate, .... todos ellos consumidores de mucho combustible) del mundo entero, empezando por las más poderosas, en petróleo, gas y carbón. Así, un estudiovii sobre el consumo de carbono del conjunto de las fuerzas armadas estadounidenses (fuerza aérea, ejército y marina) revela que ellas solas “contaminan y consumen más combustible que la mayoría de los países del mundo”. Las fuerzas armadas de los países de la UE contribuyen más al efecto invernadero que todos los coches de Portugal, Noruega y Grecia juntos, por no hablar de la “huella de carbono” de la industria militar europea. También hay que tener en cuenta la contaminación del suelo y la atmósfera en las zonas de guerra como consecuencia de las municiones disparadas. Si todas estas consideraciones se evitaron cuidadosamente en los debates de la COP28, es precisamente porque el capitalismo es la guerra, y la única manera de librarse de la guerra es librarse del capitalismo.
En cuanto al costo económico de todas las guerras (destrucción de infraestructuras económicas y sociales, gastos en armamento, ...), es en definitiva la población quien lo soporta, la clase obrera en particular, a través de los recortes cada vez mayores sobre los presupuestos nacionales.
La irracionalidad de la guerra sobre el plano económico durante la decadencia del capitalismo es evidente: todos los beligerantes pierden. Pero lo más sorprendente es que, con el periodo de descomposición, la irracionalidad de la guerra afecta también a las ganancias estratégicas esperadas por todos los beligerantes, incluidos los “vencedores”. Todos salen perdiendo en este sentido. Y la guerra que acaba de estallar en Oriente Medio es ya más irracional y bárbara que la de Ucrania.
La crisis de sobreproducción que reapareció en 1967, y cuyos primeros efectos estuvieron en el origen de las oleadas internacionales de lucha de clases, desde entonces no ha hecho más que agravarse a pesar de todos los esfuerzos de la burguesía por ralentizar su curso. Y no podía ser de otra manera, porque no hay solución a la crisis dentro del capitalismo. Lo único que puede hacer, y de lo que ya ha usado y abusado, es posponer los efectos para más adelante. Así pues, no sólo la deuda, principal paliativo de la crisis histórica del capitalismo y ya utilizada a escala masiva, pierde su eficacia -limitando así aún más la posibilidad de reactivar la economía-, sino que la existencia de esta colosal deuda acumulada hace al capitalismo vulnerable a convulsiones cada vez más devastadoras.
Tras la crisis abierta en 2008, que marcó el fin de las “oportunidades” ofrecidas por la globalización, la incapacidad aún más evidente de la clase dominante para superar la crisis de su modo de producción se tradujo en una explosión del cada uno para sí en las relaciones entre naciones y dentro de cada nación, con el retorno gradual del proteccionismo y el cuestionamiento unilateral, por parte de las dos principales potencias, del multilateralismo y de las instituciones de la globalización. En consecuencia, la burguesía se encuentra ahora peor equipada que nunca para hacer frente a la profundización de la crisis actual y a sus posibles expresiones brutales, sobre todo porque la unidad de acción de la burguesía a nivel internacional, que todavía existía durante la crisis de 2008, ha quedado efectivamente descartada.
La situación es aún más grave por el hecho de que tres factores están desempeñando un papel cada vez más importante en el agravamiento de la crisis: la descomposición social, el cambio climático y la guerra. En efecto:
La descomposición social está perturbando cada vez más la producción y el comercio;
El cambio climático está afectando a la producción y la productividad agrícola en Estados Unidos, en China y en Europa. Las lluvias y las inundaciones extremas arruinan irremediablemente regiones enteras o incluso Estados (Pakistán), destruyen infraestructuras vitales y perturban la producción industrial;
la guerra representa un costo para la economía, tanto por el aumento de los gastos improductivos (armamento) como por la destrucción causada por los conflictos.
Por todas estas razones, la próxima expresión abierta de la crisis económica promete ser más grave que la de 1929.
Todos los Estados se preparan ahora para una guerra de “alta intensidad”. Los presupuestos militares aumentan rápidamente en todas partes, de modo que la proporción de la riqueza nacional dedicada al armamento ha vuelto al mismo nivel -e incluso superior- al alcanzado en el punto álgido del enfrentamiento entre los bloques. Cada capital nacional está reorganizando su economía nacional con vistas a reforzar su industria militar y garantizar su independencia estratégica.
El agravamiento de las tensiones y conflictos imperialistas en los dos últimos años demuestra que la guerra, como acción deseada y planificada por los Estados capitalistas, se está convirtiendo en el factor más poderoso de caos y destrucción.
En Ucrania, ambos bandos necesitan reclutar más soldados para mantener la presión actual en los frentes y el equilibrio de fuerzas militares. Esto requiere más sacrificios por ambas partes y también significa más represión de cualquier expresión de resistencia a las exigencias del Estado. Ya está claro que Estados Unidos no podrá mantener su apoyo financiero y militar a Ucrania al nivel actual, y es previsible que Europa no pueda, o ni siquiera quiera, tomar el relevo de Estados Unidos a este respecto. Esta cuestión tiene el potencial de dividir a Europa, debilitarla y posiblemente, a largo plazo, provocar su ruptura, dejando un mosaico de tensiones imperialistas entre sus antiguos miembros.
En Medio Oriente, después de tres meses de conflicto, nada parece capaz de calmar los objetivos imperialistas de Netanyahu, que incluyen descaradamente la erradicación de la población de Gaza. La masiva presencia militar estadounidense en la región -justificada por el hecho de que Israel ha sido durante décadas un apoyo estratégico del imperialismo estadounidense en Medio Oriente- ha impedido hasta ahora que estalle el enorme polvorín que es el Medio Oriente, en particular enfrentando a Israel con Irán, apoyado este último por sus diversas milicias en el Líbano y Yemen. El hecho de que Estados Unidos haya tenido que reunir apresuradamente una fuerza naval para asegurar el tráfico marítimo en el Mar Rojo, afectado por el fuego hostil de los houthistas yemeníes, es un serio indicio del carácter explosivo de la situación. El hecho de que varios países europeos se hayan mantenido al margen de semejante iniciativa estadounidense dice mucho de las dificultades que Estados Unidos puede encontrar en el futuro en esta zonaviii.
El telón de fondo de la actual situación mundial es el plan de la burguesía estadounidense para detener la expansión de China antes de que amenace la dominación militar y económica del mundo por parte de Estados Unidosix. Esa detención implicaría necesariamente una confrontación militar, cuyas consecuencias serían desastrosas para el mundo, aunque la escala de ese conflicto se vería limitada por varios factores, en particular la ausencia de bloques imperialistas mundiales establecidos y el hecho de que la burguesía estadounidense se enfrentará a ciertos límites para conseguir que una clase obrera no derrotada acepte las consecuencias de la guerra, una clase que ha demostrado recientemente su combatividad frente a los ataques económicosx. La guerra en Ucrania estuvo totalmente al servicio de esta perspectiva de Estados Unidos, que incitó a Rusia a invadir Ucraniaxi. Pero el hecho de que este conflicto se prolongue más allá de lo que sin duda esperaba Estados Unidos, así como el estallido de la guerra en Medio Oriente-que va en contra de los planes del Tío Sam- están complicando enormemente la tarea de Estados Unidos, como lo ponen en evidencia los siguientes pasajes de un artículo del diario Le Monde: “Frente a los nuevos conflictos en Europa y Oriente Medio, y las tensiones en el Indo-Pacífico, Washington debe movilizar sus fuerzas en todos los frentes, lo que agrava las vulnerabilidades de su aparato militar en un periodo político crucial. (...)”xii
La III Guerra Mundial no está en el orden del día de la situación actual. Contrariamente a la retórica - venga de donde venga - que apunta a la perspectiva de una Tercera Guerra Mundial, la actual proliferación de conflictos no es la expresión de una dinámica hacia la formación de dos bloques imperialistas, requisito previo para una Tercera Guerra Mundial, sino que confirma, por el contrario, la tendencia al “cada uno para sí” en los enfrentamientos imperialistas. El hecho de que vivamos en un mundo esencialmente multipolar se refleja en la multiplicidad de conflictos en curso en todo el mundo, como ilustran, por ejemplo, las ambiguas relaciones entre Rusia y China. Aunque Rusia se ha mostrado muy dispuesta a aliarse con China en cuestiones específicas, generalmente en oposición a Estados Unidos, no es menos consciente del peligro de subordinarse a su vecino oriental, como demuestra el hecho de que sea uno de los principales opositores a la “Nueva Ruta de la Seda” de China hacia la hegemonía imperialista.
Sin embargo, la multipolaridad que sustenta los conflictos imperialistas actuales no debe llevarnos a subestimar el peligro de que estallen conflictos militares incontrolados, como ocurrió al comienzo de la guerra de Ucrania en 2022xiii.
En los países capitalistas centrales, la burguesía no dispone por el momento de los medios políticos e ideológicos para mantener el control sobre la clase obrera -que no ha sufrido una derrota física y política- con vistas a una confrontación militar frontal y total con otra potencia, exigiendo al proletariado los sacrificios necesarios para el esfuerzo de guerra.
Dicho esto, incluso en ausencia de una guerra mundial entre bloques imperialistas rivales, cuyas condiciones aún no se han dado, la situación actual está llena de peligros que amenazan a la humanidad, incluidas las guerras. El número de guerras locales va en aumento, con consecuencias cada vez más nefastas para la vida en la Tierra, que está a merced del uso de todo tipo de armas, incluidas las nucleares y químicas.
Frente al polo que conduce a la destrucción de la humanidad se alza el de la lucha de clases del proletariado. El primero, con su acumulación de barbarie y de peligros mortales a escala cada vez mayor, aparece como un Goliat aterrador y desproporcionado frente al David de la lucha de clases, de menos de dos años.
¿Cómo puede el David proletario poner fin a la espiral infernal de convulsiones, caos y destrucción del capitalismo en descomposición? Siguiendo los pasos del primer intento mundial del proletariado de derrocar al capitalismo en 1917-23. Fue este intento, encabezado por la Revolución Rusa de 1917, el que puso fin a la Primera Guerra Mundial. A la inversa, la derrota y el alistamiento del proletariado en la Segunda Guerra Mundial abrieron la puerta a una sucesión interminable de guerras (Corea, Vietnam, Medio Oriente). El periodo 1914-68 proporciona una lección clara: sólo el proletariado mundial puede poner fin a la guerra, mientras que su alistamiento bajo banderas burguesas abre la puerta al desencadenamiento del militarismo.
El periodo 1968-1989 es igualmente rico en lecciones. La reemergencia histórica de nuestra clase, expresada en luchas como el Mayo del 68, el otoño caliente italiano, la huelga de masas en Polonia, etc., detuvo la marcha hacia la tercera guerra mundial que, con su frenética carrera por las armas nucleares, podría haber aniquilado el planeta. Sin embargo, estas luchas obreras no pasaron de constituir un obstáculo a la marcha hacia la guerra mundial, porque se limitaron al plano económico sin poder politizarse más cuestionando el capitalismo y comprendiendo lo que está en juego históricamente en la lucha de clases. En consecuencia, no pudieron impedir que se pudriera el capitalismo y sus consecuencias en todos los aspectos de la vida en sociedad, incluida la exacerbación del cada uno para sí a nivel imperialistaxiv.
Las huelgas masivas del verano de 2022 en Gran Bretaña, con su consigna “Basta ya”, fueron las primeras de una nueva dinámica internacional de lucha de clases, rompiendo con todo un periodo de 30 años de gran retroceso.
Desde entonces, se han producido grandes movilizaciones en Francia, Alemania, Canadá, Dinamarca, Estados Unidos, Islandia, Bangladesh, Escandinavia, Quebec, ... la mayoría de las cuales constituyen, en opinión incluso de los medios de comunicación burgueses, un “acontecimiento histórico”, que marca una “ruptura” con la situación anterior en términos de masividad y combatividad. Son protagonizados por una nueva generación de trabajadores que no han sido sometidos al apisonamiento de las campañas sobre la muerte del comunismo y la “desaparición” de la clase obrera, desarrolladas por la burguesía con ocasión del derrumbe de los regímenes estalinistas; por el contrario, son el producto de una maduración de la conciencia en el seno de nuestra clase alimentada por un considerable agravamiento de los ataques del capitalismo en crisisxv.
En este sentido, esta renovación de la lucha de clases es comparable a la emergencia de la lucha de clases en 1968, ante el retorno de la crisis abierta del capitalismo y llevada por una nueva generación de la clase obrera que no había sido, como sus mayores, aniquilada en términos de conciencia por la contrarrevolución tras el fracaso de la oleada revolucionaria de 1917-23. Pero la nueva generación se enfrenta ahora a una tarea mucho más difícil que la generación de 1968. Al impulso de la lucha, la burguesía, a escala mundial, tuvo que movilizar a sus sindicatos, a su ala izquierda y, en ocasiones, a su extrema izquierda. Sin embargo, el nivel de politización alcanzado por la clase obrera en aquella época resultó insuficiente para hacer frente a una serie de obstáculos: las ilusiones democráticas en Polonia, responsables en gran medida de la derrota de las luchas de 1980, y el resurgimiento del corporativismo en Europa Occidental como consecuencia del impacto que tuvo sobre la clase obrera el desarrollo del cada uno para sí en la sociedad. A partir de ahora, corresponderá a las generaciones actuales y futuras de trabajadores elevar la politización de sus luchas a un nivel mucho más alto para orientarlas hacia la perspectiva revolucionaria de derrocar el capitalismo. En esta necesaria toma de conciencia los revolucionarios tienen un rol fundamental que desempeñar.
Para que una vanguardia política se implique plenamente en la lucha de la clase obrera y sea capaz de guiarla, es esencial que haya podido surgir del proceso de confrontación de las posiciones políticas iniciado por la actividad de la Izquierda comunista y su intervención en las luchas. En este sentido, las organizaciones que pertenecen a esta corriente deberán asumir tal responsabilidad, lo que está lejos de ser el caso hoy, más preocupadas como están por su éxito inmediato de reclutamiento, a menudo al precio de concesiones oportunistas.
Sylunken, enero-2024
i Todas estas manifestaciones de putrefacción social que hoy, a una escala desconocida en la historia, invaden todos los poros de la sociedad humana, sólo pueden expresar una cosa: no sólo la dislocación de la sociedad burguesa, sino también la aniquilación de todo principio de vida colectiva en el seno de una sociedad que se encuentra privada del más mínimo proyecto, de la más mínima perspectiva, incluso a corto plazo, incluso de la más ilusoria” (TESIS: La descomposición, fase última de la decadencia capitalista [3]).
ii Cf. el Informe presentado en el Foro de Davos en enero de 2023, al que se hace referencia en el Informe sobre la descomposición para el 25º Congreso Internacional de la CCI [4]. Revista Internacional 170.
iii TESIS: la descomposición, fase última de la decadencia capitalista [3].
iv El colapso del sistema de corrientes oceánicas como la Corriente del Golfo, regulador esencial del clima del planeta, podría, de confirmarse, alterar radicalmente el clima de la Tierra y debilitar considerablemente a la especie humana en el espacio de algunas décadas. El deshielo de la tundra y de los casquetes polares del Norte o el declive de la selva amazónica (cada vez más amenazada por la sequía y los incendios forestales) plantean la aterradora perspectiva de que se empiece a emitir a la atmósfera más dióxido de carbono del que puede absorber.
v Leer el artículo “Espiral de atrocidades en Oriente Medio: la aterradora realidad de la descomposición del capitalismo”, en este número de la Revista.
vi Leer el artículo “Guerra en Ucrania: Dos años de enfrentamiento imperialista, barbarie y destrucción”, en este número de la Revista.
vii Estudio [5] que revela que las fuerzas armadas estadounidenses contaminan y consumen más combustible que la mayoría de los países del mundo. Se basa a su vez en otro estudio publicado en la revista Transactions of the Institute of British Geographers [6].
viii “Aunque Estados Unidos anunció en diciembre que contaba con el apoyo de más de veinte países, los refuerzos de la coalición han sido hasta ahora extremadamente limitados, y a veces no han ascendido más que a unos pocos oficiales adicionales: tres holandeses, dos canadienses y una decena de noruegos. A finales de diciembre, Dinamarca anunció que enviaría una fragata “antes de finales de enero”, pero este despliegue requería la aprobación parlamentaria. Italia también anunció el envío de un buque al Mar Rojo a finales de diciembre, antes de distanciarse de la coalición anti houthista. Al igual que París y Madrid, que desviaron un buque que ya operaba en zonas cercanas (el golfo de Adén y el estrecho de Ormuz), Roma quiso conservar un mando autónomo sobre su buque.” “Coalition anti-Houthists : les États-Unis en manque de renforts en mer Rouge [7]” - Le Monde (12 de enero de 2024).
ix Leer el “Complemento a la resolución sobre la situación internacional adoptada en el 25º Congreso de la CCI”, en este número de la Revista.
x Leer nuestro artículo “Después de la ruptura en la lucha de clases, la necesidad de la politización de las luchas”, en este número de la Revista.
xi Leer el “Complemento a la resolución sobre la situación internacional adoptada en el 25º Congreso de la CCI” y la “Resolución sobre la situación internacional en el 24º Congreso de la CCI”, Revista Internacional 170.
xii L’armée américaine au défi de la multiplication des guerres [8], Le Monde, 12 de enero de 2024.
xiii Leer el “Complemento a la resolución sobre la situación internacional del 25º Congreso de la CCI”.
xiv Leer “Después de la ruptura en la lucha de clases, la necesidad de la politización de las luchas”.
xv Ibid
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La evolución de la situación mundial desde el 25º congreso confirma ampliamente lo que plantea la resolución que adoptamos sobre la situación internacional. No sólo la descomposición se convierte en el factor decisivo de la evolución de la sociedad como habíamos anticipado ya desde 19901, sino que en la presente década, «la agregación e interacción de fenómenos destructivos produce un "efecto torbellino" que concentra, cataliza y multiplica cada uno de sus efectos parciales, provocando una devastación aún más destructiva»2.
Concretamente, mientras la crisis económica se profundiza y se produce un deterioro significativo de las condiciones de vida de la clase obrera, que anima una “ruptura” con la situación de pasividad y el desarrollo de la combatividad y potencialmente de la conciencia, el deterioro ecológico y la multiplicación de los focos de guerra imperialista (Ucrania, Armenia/Azerbayán, Bosnia, África, Oriente Medio) muestran la perspectiva de destrucción y ruina que el capitalismo ofrece a la humanidad.
En el terreno de la crisis ambiental, los acontecimientos recientes no dejan margen de duda o relativización sobre las consecuencias del cambio climático para la habitabilidad del planeta y la supervivencia de muchas especies (incluyendo a término la especie humana). Muestras recientes de ello son las inundaciones de Pakistán, o el aumento de la temperatura este verano a más de 40 grados en los países del sur de Europa, la contaminación que ha obligado a cerrar las escuelas en India por las vacaciones de navidad en Noviembre y que hace que 1 de cada 3 niños tengan problemas respiratorios, las hambrunas en África, etc.
De entre todos los elementos del “efecto torbellino” sin embargo, es la guerra imperialista la que determina de forma inmediata el curso de los acontecimientos de la situación mundial. Desde el 25º congreso, hemos asistido a una especie de estancamiento de la guerra en Ucrania, al resurgimiento de la guerra en Nagorno-Karabaj, a las tensiones guerreras en los Balcanes y principalmente a la guerra entre Israel y Hamas. A pesar de la presencia de fondo en la situación mundial de la confrontación entre EEUU y China, esta proliferación de conflictos regionales no es la expresión de una dinámica a la formación de bloques imperialistas sino que confirma la tendencia al “cada uno a la suya” de los enfrentamientos imperialista en este periodo.
1.- Respecto al análisis de los enfrentamientos imperialistas durante la guerra fría, las coordenadas del análisis marxista han cambiado en la situación actual; principalmente sobre la posibilidad de la formación de bloques imperialistas y sobre la confrontación de clases. A pesar de ello, los Bordiguistas (Programa, Le Proletaire, Il Partito) y Damenistas (TCI) se empeñan en ver en la situación actual la formación de dos bloques imperialistas opuestos alrededor de China y EEUU, y la marcha hacia una tercera guerra mundial. De hecho los “expertos” de la burguesía dan una visión de los conflictos imperialistas recientes más ajustada a la realidad3.
Nosotros en la resolución sobre la situación internacional del 24º congreso escribíamos:
«La marcha hacia la guerra mundial está todavía obstruida por la poderosa tendencia a la indisciplina, al sálvese quien pueda y al caos a nivel imperialista, mientras que en los países capitalistas centrales el capitalismo no dispone todavía de los elementos políticos e ideológicos -incluyendo en particular una derrota política del proletariado- que podrían unificar la sociedad y allanar el camino hacia la guerra mundial. El hecho de que seguimos viviendo en un mundo esencialmente multipolar se pone de manifiesto, en particular, en la relación entre Rusia y China. Aunque Rusia se ha mostrado muy dispuesta a aliarse con China en cuestiones concretas, generalmente en oposición a EEUU, no es menos consciente del peligro de subordinarse a su vecino oriental, y es uno de los principales opositores a la "Nueva Ruta de la Seda" de China hacia la hegemonía imperialista»4.
2) El reconocimiento de la correlación desordenada de fuerzas imperialistas, definida esencialmente por la tendencia al "sálvese quien pueda", no debe llevar a subestimar el peligro de la explosión de conflictos militares incontrolados, como ocurrió al comienzo de la guerra en Ucrania en 2022. El conflicto entre EE.UU. y China bien podría conducir a una confrontación militar directa, por lo que la amenaza de un conflicto abierto en este caso (algo subestimada en la Resolución del 25º Congreso sobre la situación internacional) debe analizarse más a fondo.
La estrategia geopolítica proclamada por Estados Unidos desde 1989 ha consistido en impedir la aparición de cualquier potencia que pudiera rivalizar con su enorme superioridad militar en la escena mundial. Esta doctrina confirmaba a la vez que su principal ambición no era la recreación de un bloque, y al mismo tiempo indicaba que, a diferencia de la 1ª y 2ª Guerras Mundiales, en las que esperó en una postura defensiva antes de emerger con el botín, ahora tenía que tomar la ofensiva militar en la escena mundial y convertirse en la fuerza dominante de la desestabilización imperialista.
Los fiascos de Irak y Afganistán demostraron que la política de policía mundial sólo producía más caos, mostrando al mismo tiempo el declive del imperialismo estadounidense. Más recientemente ha intentado reaccionar recurriendo a una defensa más estricta de sus propios intereses (el "America first" de Trump y el "America is back" de Biden), aunque esto desencadene un caos aún mayor. Como ya habíamos identificado, el enorme desarrollo económico, tecnológico y militar de China es una amenaza para el dominio estadounidense.
Por eso EEUU desarrolla una política que trata de dificultar la progresión del desarrollo económico, tecnológico y militar en China, con iniciativas como la deslocalización de empresas, las limitaciones a la colaboración en investigación universitaria de vanguardia, el bloqueo a las exportaciones de tecnología, la”chip quadruple Alliance” de EEUU con Taiwan, Japón y Corea del Sur, que intenta aislar a China de las cadenas de aprovisionamiento mundial de microchips, etc. Por otro lado, trata de establecer un cerco geopolítico que garantice el control del Indopacífico y el continente asiático con iniciativas como el QUAD, la “OTAN de Asia”, que agrupa a EEUU con Japón, India, Australia y Corea del Sur, o el AUKUS, tratado de cooperación militar con Australia y el Reino Unido. Ese cerco de EEUU no deja de estrecharse y los últimos pasos han sido la instalación de bases militares americanas en Filipinas y el logro de ganar a Vietnam como aliado en la región. En última instancia, para EEUU la guerra de Ucrania tiene igualmente el objetivo de aislar estratégica y militarmente a China, desangrando a Rusia despojándola de cualquier vehemencia de potencia mundial y tratando de evitar que China pudiera aprovechar su tecnología militar o sus recursos energéticos y su experiencia y medios en el “gran juego” imperialista mundial. El sangriento estancamiento de la guerra en Ucrania ha hecho avanzar este proyecto estadounidense de desangrar a Rusia.
Recientemente, a esa política de cerco a China se añade además una sobrepuja de provocaciones como la visita de Pelosi a Taipéi, el derribo de globos meteorológicos acusándolos de espionaje, el anuncio de 345 millones de dólares en ayuda militar a Taiwan, o las declaraciones de Biden de que EEUU no dudará en enviar tropas a la isla para defenderla de una invasión china.
El conjunto de todas las iniciativas americanas apunta a una estrategia de aislamiento y de provocación a China, que trata de empujar a enfrentamientos prematuros para los que no está aún cualificada y que podrían incluir choques militares. Esto reproduce en realidad la política de cerco a la “URSS” que obligaba a ésta a implicarse en aventuras imperialistas por encima de sus posibilidades reales económicas y militares, y que acabó produciendo el hundimiento del bloque imperialista que dirigía.
No cabe duda que China ha aprendido y toma nota de las lecciones del hundimiento del bloque del Este; pero no hay que descartar la posibilidad de que, ante la continuación e intensificación de la presión de EEUU, acabe por no tener más remedio que responder, y por tanto no hay que subestimar la posibilidad de un conflicto particularmente en el mar de China en torno a Taiwán. Evidentemente en el caso de producirse, las consecuencias serían desastrosas y terribles para todo el mundo; aunque la escala de tal conflicto estuviera limitada por varios factores, en particular por la ausencia de bloques imperialistas y la incapacidad de la burguesía estadounidense para arrastrar a una clase obrera no derrotada a una movilización a gran escala para la guerra.
3) El sangriento conflicto actual en Oriente Medio estalló precisamente en el contexto de la expansión caótica e imprevisible de la tendencia de cada potencia imperialista para sí misma, y no a partir de ningún movimiento hacia la solidificación de bloques.
La retirada de una fuerte presencia militar de EEUU en Oriente Medio fiaba el mantenimiento de la Pax americana en la región a Israel, en el marco de los acuerdos de Oslo (1993), que reconocían el principio de “dos Estados” (por tanto de un Estado Palestino)en la región. Aparentemente reinaba la calma que había permitido incluso firmar los acuerdos de Abraham en 2020, que sancionaban la paz entre Israel y Emiratos Árabes Unidos; sin embargo, Israel en la práctica ha continuado e intensificado una política de hostigamiento y apoyo a los colonos en Cisjordania, saboteando la Autoridad Palestina (AP)apoyando precisamente a Hamas, que ahora es su enemigo mortal, saboteando así en la práctica el mandato americano. La situación ha llegado a un límite con el gobierno de Netanyahu conjuntamente con la extrema derecha. El ministro de finanzas ha llamado al ejército a asumir la venganza de los colonos quemando las casas de los palestinos y la presencia de los soldados de Israel compite con la de la policía de la AP. Así que Hamas, que ganó las últimas elecciones en la franja de Gaza, antes que esperar de brazos caídos el destino de Cisjordania, ha lanzado un ataque a la desesperada.
Ese ataque sin embargo coincide con las ambiciones de otra potencia regional: Irán, que veía un debilitamiento de su presencia en la región y que a su vez, bajo los auspicios de China, había firmado en marzo un acuerdo con Arabia Saudí sobre las “rutas de la seda”, en concurrencia directa con el de Israel y Emiratos Árabes.
El Wall Street Journal hizo público lo que todo el mundo sabía: el ataque de Hamas fue abiertamente preparado y apoyado por Irán y Hezbollah en el sur de Líbano.
La respuesta de Israel de arrasar Gaza con el pretexto de acabar con Hamas muestra una política de tierra quemada por ambas partes. La furia asesina de Hamas encuentra en la venganza exterminadora de Israel la otra cara de la moneda. Y globalmente el incendio de la región es un llamamiento a la intervención de otras potencias regionales, y particularmente de Irán, que es el principal beneficiado de la situación de quiebra del equilibrio regional.
Lo que sin embargo no beneficia a EEUU. El gobierno Biden no ha tenido más remedio que apoyar a regañadientes la respuesta del ejército israelí, tratando, aunque inútilmente, de rebajar la tensión y se ha visto obligado a restablecer su presencia militar en la zona con el envío «Junto con el portaaviones Ford, del crucero Normandy y los destructores Thomas Hudner, Ramage, Carney y Roosevelt, y aumentará la presencia de escuadrones de aviones de combate F-35, F-15, F-16 y A-10 en la región»5. Algunos ya han tenido que intervenir ante los ataques a las tropas americanas en Irak. El objetivo es disuadir a toda costa a Irán de una intervención directa o a través de Hezbollah, que haría estallar toda la región y el mundo entero; pero también a Israel de intentar cumplir su amenaza de “borrar a Irán del mapa”.
Por su parte Rusia sin duda se beneficia de que el foco de atención y propaganda bélica se desplace de Ucrania a Palestina. Eso interfiere con los recursos financieros y militares que EEUU podría emplear en el frente ruso y “da un respiro” a la tensión guerrera. Además Putin se beneficia del apoyo de EEUU al salvajismo de la represión israelí para denunciar la hipocresía de la sociedad americana y de “Occidente”, que denuncia la ocupación de Crimea pero consiente la invasión de Gaza. Sin embargo Rusia no puede hacer avanzar significativamente sus propios intereses en la región a través de esta guerra.
China podría igualmente ver con buenos ojos el debilitamiento de la política USA de “pivot to the East”; pero la guerra y la desestablización de la región va en contra de sus propios intereses geopolíticos del trazado de la nueva ruta de la seda.
La guerra actual en Oriente Medio no es pues el resultado de la dinámica a la formación de bloques imperialistas, sino del “cada uno para sÍ”; Al igual que el enfrentamiento en Ucrania, esta guerra confirma la tendencia dominante de la situación imperialista mundial: una creciente irracionalidad alimentada por la tendencia de cada potencia imperialista a actuar por su cuenta y la sangrienta política de la potencia dominante, Estados Unidos, para contrarrestar su inevitable declive impidiendo el ascenso de cualquier posible contendiente.
4) La Guerra en Oriente Medio tiene un impacto en el conjunto de la clase obrera de los países centrales aún mayor que la de Ucrania, por un lado porque en algunos países como Francia, un gran porcentaje de la emigración procede de los países árabes6, pero también porque la “defensa del pueblo palestino” forma parte desde hace tiempo del bagaje de la “ideología de izquierdas” de los grupos trotskistas y anarquistas, y también hay que decirlo, del apoyo a la “liberación nacional” de algunos grupos bordiguistas como Programa. Así hemos visto manifestaciones de 30.000 asistentes en Berlín, 40.000 en Bruselas y 35.000 en Madrid, por la defensa de los palestinos y por la paz. Por otro lado, el sionismo se cubre con “la cuestión judía”, que no solo tiene connotaciones históricas, sino que implica una parte de la población en Europa y en EEUU. Eso explica las manifestaciones y actos contra el antisemitismo en Francia, recientemente en París, o en Alemania; y también las campañas en las universidades americanas, como en Harvard, donde los estudiantes que han denunciado las masacres han sido expuestos como antisemitas.
A pesar de ello, la Guerra en Oriente Medio probablemente no va a acabar con la dinámica de “ruptura” de la pasividad de la clase obrera que identificamos a partir del “verano del descontento” en Gran Bretaña, que no tiene como punto de partida una respuesta a la Guerra, lo que en la situación actual demandaría un desarrollo de la conciencia y una politización en el conjunto de la clase que por el momento no es el caso; sino la profundización de la crisis económica.
Cuando Internacionalismo planteó la perspectiva de una reanudación de la lucha de clases en los años 60, su análisis se basaba fundamentalmente en dos elementos: 1) el final del periodo de “prosperidad” tras la 2ª guerra mundial y la perspectiva de la crisis; 2) la presencia de una nueva generación en la clase obrera que no había sufrido una derrota. La dimensión que tomaron las luchas en Mayo 68 en Francia y el Otoño caldo en Italia 69, etc fue, además de lo anterior, también el producto de la falta de preparación de la burguesía.
La condición de que el proletariado no está derrotado es igualmente determinante y lo más importante en la situación actual. Por otro lado, la situación actual de agravación de la descomposición y efecto torbellino, presenta elementos que son un obstáculo a la lucha y la toma de conciencia del proletariado; pero contiene igualmente una agravación cualitativa de la crisis, que se expresa en un deterioro significativo de las condiciones de vida del proletariado. La decisión de entrar en lucha, de no resignarse, de no confiar y esperar “un nuevo desarrollo de la economía”, significa una reflexión sobre la situación global, una desconfianza hacia las expectativas que puede ofrecer el capitalismo, un mínimo balance de lo que nos han prometido y no han cumplido. En ese sentido, “enoug is enough” implica una maduración subterranea de la conciencia. Ese planteamiento tiene una dimensión internacional, para el conjunto de la clase obrera. El ejemplo de las luchas en Francia y GB, y ahora en EEUU, forma parte igualmente de una reflexión por la que los trabajadores en otros países se identifican con los que participan en esas luchas. Eso forma parte igualmente del inicio de una reflexión sobre la identidad de clase.
Cierto que, indirectamente, la cuestión de la Guerra está presente en ese proceso. Esa maduración se ha producido durante dos décadas de agravación de los conflictos imperialistas simultaneamente a la agravación de la crisis económica; más aún, la “ruptura” se ha producido a pesar del estallido de la guerra de Ucrania. De hecho, el desarrollo de las luchas conduce necesariamente al inicio embrionario de una reflexión que relaciona la crisis y la Guerra, por ejemplo cuando se ve que la inflación aumenta por los gastos en armamentos y que nos exigen sacrificios para aumentar los presupuestos de defensa.
5) Sin embargo, el empeoramiento de la situación mundial está lleno de peligros para la clase obrera. ¿Quién puede predecir las consecuencias de una guerra entre EEUU y China, cuya escala puede empequeñecer cualquier conflicto desde 1945? ¿O los efectos de otras catástrofes que traerá el periodo de descomposición?
En este periodo de descomposición, no solo han cambiado las condiciones de la agravación de los conflictos imperialistas, pasando de la “Guerra fría” entre dos bloques imperialistas al “cada uno para sí”; también han cambiado desde el punto de vista de la confrontación de clases.
Durante el periodo de la Guerra fría, la resistencia del proletariado, el hecho que la burguesía no hubiera conseguido derrotar a la clase obrera, significaba el principal obstáculo a la guerra imperialista total. Y la confrontación de clases podía analizarse en términos de “curso histórico”, como había hecho la Izquierda italiana en el exilio (BILAN) en los años 30, ante la guerra de 1936 en España y la IIª guerra mundial: o curso a la derrota del proletariado y la guerra, o curso hacia los enfrentamientos decisivos y la perspectiva revolucionaria.
En el periodo actual de agravación caótica de los conflictos imperialistas según la tendencia del “cada uno para sí”, la no derrota del proletariado no impide la proliferación de enfrentamientos guerreros que aunque por el momento implican a los países donde el proletariado es más débil, como en Rusia/Ucrania u Oriente Medio, no excluye la posibilidad de que alguno de los países centrales pueda embarcarse en aventuras guerreras.
Así, mientras en los años 1960-90 el tiempo jugaba a favor del proletariado, que podía madurar las lecciones de sus fracasos y vacilaciones para preparar nuevos asaltos en su lucha contra el capitalismo, como escribimos en las «Tesis sobre la descomposición» en 1990, a partir de entonces, el período de descomposición ha creado una carrera contrarreloj para la clase obrera.
02.12.2023
1 La decadencia del capitalismo no es un proceso homogéneo y regular: al contrario, tiene una historia con diferentes fases. La fase de descomposición ha sido identificada en nuestras Tesis como “expresión de la entrada del capitalismo decadente en una fase específica - y última - de su historia, aquélla en la que la descomposición social se convierte en un factor, incluso en el factor, decisivo de la evolución de la sociedad” (tesis 2). Es evidente que, si el proletariado no fuera capaz de derrocar al capitalismo, asistiríamos a una terrible agonía que conduciría a la destrucción de la humanidad.
2 https://es.internationalism.org/content/4897/los-anos-20-del-siglo-xxi-l... [13]
3 Actualización de las tesis de la Descomposición (2023), Revista Internacional n 170
4 Resolución sobre la situación Internacional del XXIVº congreso de la CCI, Revista Internacional nº 167
5 Los AngelesTimes, 8 de Octubre 2023
6 el 10% de la población de Francia son musulmanes, o sea aproximadamente 6 millones
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¡Abajo las masacres!
¡No a las ilusiones pacifistas!
¡Internacionalismo proletario!
El actual baño de sangre imperialista en Oriente Próximo es el último episodio de un siglo de guerra casi permanente que ha caracterizado al capitalismo mundial desde 1914.
Las masacres de millones de civiles indefensos, los genocidios, la reducción a escombros de ciudades e incluso países enteros no han traído más que la promesa de más y peores atrocidades por venir.
Las justificaciones o "soluciones" propuestas por las diversas potencias imperialistas implicadas, grandes o pequeñas, para la carnicería actual, como todas las que la precedieron, constituyen un gigantesco engaño destinado a engatusar, dividir y preparar a la clase obrera para una masacre fratricida en nombre de una burguesía nacional contra otra.
Hoy llueve un diluvio de fuego y hierro sobre los habitantes de Israel y Gaza. Por un lado, Hamás. Al otro, el ejército israelí. En medio, trabajadores bombardeados, tiroteados, ejecutados y tomados como rehenes. Ya han muerto miles de personas.
En todo el mundo, la burguesía nos llama a elegir bando. Por la resistencia palestina a la opresión israelí. O por la respuesta israelí al terrorismo palestino. Cada uno denuncia la barbarie del otro para justificar la guerra. El Estado israelí lleva décadas oprimiendo al pueblo palestino mediante bloqueos, acoso, puestos de control y humillaciones. Las organizaciones palestinas matan a inocentes con cuchilladas y atentados. Cada bando pide que se derrame la sangre del otro.
Esta lógica mortífera es la de la guerra imperialista. Son nuestros explotadores y sus Estados los que libran siempre una guerra despiadada para defender sus propios intereses. Y somos nosotros, la clase obrera, los explotados, los que pagamos siempre el precio, con nuestras vidas.
Para nosotros, proletarios, no hay bando que elegir, ¡no tenemos patria, ni nación que defender! A ambos lados de la frontera, ¡somos hermanos de clase! ¡Ni Israel, ni Palestina!
Sólo el proletariado internacional unido puede poner fin a estas masacres crecientes y a los intereses imperialistas que están detrás de ellas. Esta solución única e internacionalista, preparada por un puñado de comunistas de izquierdas en Zimmerwald, fue validada en octubre de 1917 cuando la lucha revolucionaria de la clase obrera derrocó al régimen capitalista en Rusia y estableció su propio poder político de clase. Con su ejemplo, Octubre inspiró un movimiento revolucionario internacional más amplio que forzó el fin de la Primera Guerra Mundial.
La única corriente política que sobrevivió a la derrota de esta oleada revolucionaria y mantuvo la defensa militante de los principios internacionalistas fue la Izquierda Comunista. En los años 30, preservó esta línea fundamental de la clase obrera durante las guerras española y chino-japonesa, mientras que otras corrientes políticas como los estalinistas, los trotskistas y los anarquistas eligieron su bando imperialista al comienzo de estos conflictos. La Izquierda Comunista mantuvo su internacionalismo durante la Segunda Guerra Mundial, mientras que estas otras corrientes participaron en la carnicería imperialista disfrazada de lucha entre "fascismo y antifascismo" y/o en defensa de la Unión "Soviética".
Hoy, las escasas fuerzas militantes organizadas de la izquierda comunista siguen adhiriéndose a esta intransigencia internacionalista, pero sus escasos recursos se ven aún más debilitados por la fragmentación en varios grupos diferentes y por un espíritu sectario y mutuamente hostil.
Por eso, ante el creciente deslizamiento del mundo hacia la barbarie imperialista, estas fuerzas dispersas deben hacer una declaración conjunta contra todas las potencias imperialistas, contra los llamamientos a la defensa nacional detrás de los explotadores, contra los llamamientos hipócritas a la "paz", y por la lucha de clases proletaria que conduce a la revolución comunista.
TRABAJADORES DEL MUNDO, ¡UNÍOS!
Corriente Comunista Internacional
Internationalist Voice
17.10.2023
Hace sólo 20 meses, tras la invasión rusa de Ucrania, la CCI propuso a los grupos de la izquierda comunista una declaración conjunta similar. Los grupos que la firmaron -además de la CCI, Istituto Onorato Damen, Internationalist Voice e International Communist Perspective (Corea del Sur)- produjeron posteriormente dos Boletines de Discusión de los grupos de la Izquierda Comunista debatiendo sus respectivas posiciones y diferencias y celebraron reuniones públicas conjuntas.
Sin embargo, otros grupos de la Izquierda Comunista se negaron a firmar el llamamiento (o no respondieron en absoluto) a pesar de estar de acuerdo con su principio internacionalista. Dada la urgencia de defender este principio en común hoy en día, pedimos a estos grupos - enumerados a continuación - que reconsideren y firmen este llamamiento.
Uno de los argumentos en contra de la firma de la declaración conjunta sobre Ucrania fue que las diferencias entre los grupos eran demasiado grandes para permitirlo. Es innegable que estas diferencias importantes existen, ya sea sobre cuestiones de análisis, cuestiones teóricas, la concepción del partido político, o incluso sobre las condiciones de afiliación de los militantes. Pero el principio más urgente y fundamental del internacionalismo proletario, la frontera de clase que distingue a las organizaciones revolucionarias de la Izquierda Comunista, es mucho más importante. Y, una declaración común sobre esta cuestión no significa que se olviden otras diferencias. Al contrario, los boletines de debate demuestran que es posible y necesario un foro de discusión.
Otro argumento era que se necesitaba una influencia más práctica de la perspectiva internacionalista en la clase obrera, más amplia que un llamamiento limitado a la izquierda comunista. Por supuesto, todas las organizaciones comunistas internacionalistas militantes quieren tener más influencia en la clase obrera. Pero si las organizaciones internacionalistas de la izquierda comunista ni siquiera son capaces de actuar juntas en la práctica sobre la base de su principio fundamental en los momentos cruciales del conflicto imperialista, ¿cómo pueden esperar ser tomadas en serio por sectores más amplios del proletariado?[1]
El actual conflicto israelí-palestino, más peligroso y volátil que ninguno de los anteriores, que llega menos de dos años después del resurgimiento de la guerra imperialista en Ucrania, y junto a muchas otras conflagraciones imperialistas reavivadas recientemente (Serbia/Kosovo, Azerbaiyán/Armenia, y las crecientes tensiones entre EEUU y China sobre Taiwán), significan que una declaración internacionalista conjunta es aún más urgente que antes.
Por eso pedimos directa y públicamente a los siguientes grupos que manifiesten su voluntad de firmar conjuntamente la declaración contra la guerra imperialista reproducida más arriba, que luego, si es necesario, podrá ser modificada o reformulada en función de su objetivo internacionalista común:
Tendencia Comunista Internacionalista
PCI (Programma Comunista)
PCI (Il Partito Comunista)
PCI (Le Prolétaire, Il Comunista)
Istituto Onorato Damen
Otros grupos que no han nacido en el marco de la Izquierda Comunista que estén de acuerdo con las posiciones internacionalistas defendidas en este llamamiento pueden anunciar su apoyo al mismo y distribuirlo.
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El 24 de Febrero de 2022 Rusia desencadenaba una “Operación especial” contra Ucrania que pretendía ser una Blitzkrieg1 desde el Norte y el Este, con la intención de cambiar el gobierno de Kiev y ocupar el Donbás, Zaporiya y Jerson. Frente a ello el Estado de Ucrania declaraba la movilización militar de la población y en las principales potencias occidentales se ponía en marcha una campaña democrática de apoyo a la defensa de Ucrania. Todo lo que quería inducir a pensar en un incidente “limitado”, como la ocupación de Crimea en 2014.
Hoy en cambio, la situación se parece más a lo que Rosa Luxemburg describía al principio de su folleto de Junius sobre la Iª guerra mundial: «La ruidosa alegría de las muchachas que corrían a lo largo de los convoys de soldados ya no escolta a los trenes de reservistas y éstos ya no saludan a la multitud colgados de las ventanillas de su vagón con una sonrisa alegre en los labios…La carne de cañón embarcada en agosto y septiembre, henchida de patriotismo, se pudre ahora en Bélgica, en los Vosgos, en Masuria… Las ciudades se metamorfosean en montones de escombros; los pueblos en cementerios; regiones enteras en desiertos; poblaciones íntegras en ejércitos de mendigos; iglesias en cuadras…Enlodada, deshonrada, embarrada en sangre, ávida de riqueza: así se presenta la sociedad burguesa, así es ella».
La guerra de Ucrania expresa las características de la guerra imperialista en la decadencia del capitalismo, y particularmente en su periodo de descomposición.
Desde la Iª guerra mundial (4 años de duración), y particularmente después de la IIª guerra mundial (5 años), la guerra no ha cesado, causando globalmente mucho más muertos y destrucción que en las dos guerras mundiales: Guerra de Corea(3 años; aunque se cerró en falso con un armisticio que significa la persistencia de la guerra); Vietnam (20 años); Irán-Irak (8 años); Afganistán (20 años); guerra de Irak (8 años); guerra de Angola (13 años); 1ª y 2ª guerra del Congo ( 1 año y 5 años)… Hoy se calcula que hay en todo el mundo 183 conflictos armados.
La guerra en Ucrania dura ya casi 2 años2 y ahora mismo se encuentra en un estado de estagnación tras el fracaso de la contraofensiva ucraniana, que solo puede ser la antesala de una nueva agravación. De hecho, desde la ocupación rusa de Crimea en 2014, la guerra en el Donetsk no ha cesado. Pero más allá de eso, el conflicto entre la extensión de la OTAN hasta las puertas de Moscú y la resistencia de la Federación rusa, pone las bases para la persistencia y escalada de los enfrentamientos: «Ucrania ha desarrollado una impresionante potencia de combate con decenas de miles de millones de dólares de ayuda, formación exhaustiva y apoyo de inteligencia de Occidente. Las fuerzas armadas ucranianas serán capaces de poner en riesgo cualquier área bajo ocupación rusa. Más aún, Kiev mantendrá la capacidad de atacar la propia Rusia, como se ha demostrado consistentemente el año pasado. Por supuesto el ejército ruso también tienen la capacidad de amenazar la seguridad de Ucrania. Aunque sus fuerzas armadas hayan sufrido bajas significativas y pérdidas de material de las que les llevará años recuperarse, sus capacidades aún son formidables. Y como han demostrado diariamente, incluso en su estado actual lamentable, aún pueden causar muerte y destrucción significativas en el ejército y la población civil de Ucrania»3
La guerra de Ucrania confirma igualmente la tendencia a una mayor implicación directa de los países centrales del capitalismo en la guerra imperialista. De hecho, esta guerra significa la vuelta de la guerra a Europa desde 1945 y la guerra de los Balcanes en los años 90. Y enfrenta a los dos países más grandes de Europa en cuanto a extensión, incluyendo por otra parte a la 2ª potencia nuclear mundial.
Además la guerra implica directamente a las grandes potencias de Europa4 y a EEUU, que participan en su financiación y en el envío de armamento y entrenamiento militar5. No es extraño, pues, que esta guerra traiga el espectro de la guerra mundial:
«Antes de la invasión rusa, muchos asumían que las guerras entre las grandes potencias del siglo XXI, en el caso de que pudieran ocurrir, no serían como las anteriores. Se librarían usando una nueva generación de tecnologías avanzadas incluyendo sistemas de armas autónomas. Se desarrollarían en el espacio y el ciberespacio; la presencia de soldados en el frente probablemente no importaría mucho. En vez de eso, Occidente ha tenido que admitir que se trata de otra guerra entre Estados en suelo europeo, librada por grandes ejércitos en muchas millas cuadradas de territorio. Y esta es solo una de las muchas formas en que la invasión de Rusia recuerda a las dos guerras mundiales. Igual que esas guerras anteriores, ésta ha sido alimentada por el nacionalismo y las expectativas irrealistas sobre lo fácil que sería avasallar al enemigo. Los combates han tenido lugar tanto en áreas civiles como en el frente, asolando ciudades y haciendo huir a la población. La guerra ha consumido vastos recursos y los gobiernos implicados se han visto forzados a usar reclutas, y en caso de Rusia, mercenarios. El conflicto ha llevado a la búsqueda de nuevo y más mortífero armamento y comporta el potencial de una peligrosa escalada. Y también se deja sentir en muchos otros países»6
Otro perfil de las guerras en la decadencia (y también en su fase final de descomposición) es que exigen la movilización de todos los recursos de la nación y el alistamiento de toda la población en el frente o la retaguardia. Los medias han insistido que tanto en Rusia como en Ucrania, mientras la guerra transcurría en el frente, la vida en la retaguardia seguía normalmente en Moscú o Kiev. Se trata de una verdad a medias. Es cierto que, particularmente en Rusia, se han enviado al frente principalmente mercenarios de Wagner y Kadyrovtsi7, y que la conscripción ha evitado por el momento cuidadosamente las concentraciones del proletariado: «El Kremlin ha recurrido desproporcionadamente a reclutar soldados de las regiones más pobres de Rusia, compuestas de una amplia población de minorías étnicas, incluyendo las de repúblicas que en su día fueron rebeldes, como Chechenia, y provincias como Buryatia y Tuva. En Tuva, por ejemplo, uno de cada 3.300 adultos ha muerto luchando en Ucrania (comparado con Moscú, donde la cifra es 1 de cada 480 mil adultos)»8
También es cierto que es necesario mantener la producción en la medida de lo posible: por ejemplo en Ucrania, las empresas tienen el derecho de “salvar” del reclutamiento hasta el 50% de sus cuadros y obreros especializados (a cambio, facilitan el de los demás obreros amenazándolos de despido) y que ambos gobiernos están interesados en mantener una apariencia de “normalidad” en la retaguardia.
Pero la guerra es una guerra total; la barbarie se ceba en el frente y con la población civil. Desde el primer día de la guerra Zelenski prohibió la salida del país a los hombres adultos en edad de combatir, lo que no ha impedido que hayan más de 8 millones de refugiados ucranianos (y otros tantos desplazados al interior del país huyendo de los frentes de guerra). En Rusia igualmente desde la movilización parcial de septiembre 2022, el gobierno puede reclutar a cualquier ciudadano en condiciones de combatir, lo que produjo inmediatamente la huida del país de 200 mil jóvenes según se calcula, y posiblemente más después.
En el frente «las agencias de Inteligencia occidentales han estimado que durante algunos de los peores combates, Rusia ha sufrido una media de más de 800 muertos y heridos por día y los oficiales ucranianos han reconocido picos de entre 200 y 500 bajas al día del lado de Ucrania. Rusia ha perdido ya más soldados en este guerra que en 10 años de combate en Afganistán»9
Según fuentes de oficiales americanos, el New York Times estima a mediados de agosto de este año en cerca de 500 mil el número de muertos, heridos y mutilados en la guerra; 70 mil muertos y 120 mil heridos graves del lado ucraniano10, de donde se tienen más datos. Según fuentes ucranianas, las tropas rusas se rellenan con presidiarios excarcelados chantajeados para ir a la guerra. Los oficiales los desprecian y los envían a morir a primera línea sin ocuparse de los heridos y menos aún de los muertos.
En cuanto a la población civil, desde el primer asalto ruso, se han descubierto fosas comunes de asesinatos y torturas en los suburbios de Kiev y después en Bucha, con evidencias de cientos de ejecuciones sumarias, violaciones a mujeres y niños, que se han exhibido como propaganda de guerra contra Rusia. Los bombardeos continuos destruyen las viviendas de la población y las infraestructuras mínimas y causan un goteo permanente de víctimas. Ciudades enteras como Mariupol han sido completamente destruidas. La lluvia de misiles no cesa, no solamente en el frente del Este, sino también en Kiev. Se han bombardeado estaciones de tren (Kramatorsk –Abril 2022-), cafeterías y restaurantes, hospitales, maternidades, centrales eléctricas e incluso centrales nucleares como Zaporiya se han visto seriamente amenazadas.
Cada día ambos bandos disparan decenas de miles de proyectiles11 desencadenando el terror y la destrucción cuando explosionan; pero también cuando no lo hacen, porque quedan como una amenaza que puede seguir matando y mutilando. Las bombas de racimo proporcionadas por EEUU los últimos meses, como su nombre indica, estallan sembrando al mismo tiempo toda la zona de explosivos. Ucrania es hoy uno de los países con más minas del mundo; minas antipersonales y antitanque, que estallan al pisar sobre ellas pero también cuando pasan los coches o los autobuses de la población huyendo. Las tropas rusas en su retirada siembran todo el terreno de minas y preparan trampas dejando explosivos en los cadáveres y en las casas abandonadas, y el ejército de Ucrania mina el frente para impedir el avance de los rusos. Las minas se lanzan con misiles o con drones, por todas partes:
«Se sospecha que unos 174.000 kilómetros cuadrados de Ucrania están contaminados con minas y artefactos explosivos sin detonar. Se trata de una superficie del tamaño de Florida, aproximadamente el 30% del territorio ucraniano. Esta estimación tiene en cuenta las áreas ocupadas por Rusia desde su invasión a gran escala, junto con las zonas reconquistadas, desde la región de Járkov, en el este, hasta los alrededores de Kiev, como Bucha. Según Human Rights Watch, se han documentado minas en 11 de las 27 regiones de Ucrania»12
Por no hablar de las consecuencias ecológicas de la guerra, que ya mencionamos antes: «Se han bombardeado fábricas químicas en un país especialmente vulnerable. Ucrania ocupa el 6% del territorio europeo, pero contiene el 35% de su biodiversidad, con unas 150 especies protegidas y numerosos humedales»13
Esta es la imagen reciente que dan los periodistas de Kryvyi Rih, importante concentración industrial cerca de Zaporiya, 7ª ciudad del país: «Las colas ante las oficinas de reclutamiento han desaparecido. Ahora todo el mundo sabe cómo es el día a día de un soldado. Ya no es raro cruzarse con soldados mutilados de guerra en las inmediaciones de las estaciones de autobuses de las ciudades medianas.»14
Pero la principal víctima de la guerra es la clase obrera. Las familias de los trabajadores son bombardeadas en la retaguardia y ellos son reclutados en las fábricas para ir al frente, chantajeados con el despido, de manera parecida a lo que ocurre con los presidiarios rusos. Pero encima, una vez movilizados, pierden su salario, que cambian por la mísera paga de soldado de 500€. Además el Estado se ha desentendido de los seguros de los heridos y mutilados. Para los que quedan en el trabajo, la Rada (parlamento de Ucrania) aprobó en Julio de 2022 la suspensión de la mayor parte de la legislación laboral, dejando arbitrariamente en manos de las empresas la negociación de los salarios y el despido libre.
En las guerras imperialistas de la decadencia (y también en su fase final de descomposición), la guerra no está al servicio de la economía, como en el periodo ascendente de expansión del capitalismo en el s.XIX, cuando las guerras coloniales permitían la expansión mundial del capitalismo, o las guerras nacionales daban un marco al desarrollo capitalista, sino que la economía está al servicio de la guerra15. Y esto se confirma en la guerra de Ucrania, empezando por Rusia.
En su entrevista de fin de año, Putin ha presumido de un aumento de la producción del 3,5% en Rusia; pero eso indica substancialmente el aumento de la producción de guerra:
«El Kremlin está tirando la casa por la ventana, aumentando su presupuesto militar un 68% en 2024. La industria de defensa se pone rápidamente en marcha para abastecer a la primera línea. Una investigación del medio ucraniano Skhemy, basada en observaciones por satélite, muestra la construcción o ampliación de varias fábricas clave del sistema militar-industrial ruso. En el sector aeronáutico, se trata de la fábrica Gorbunov de Kazán (que produce los bombarderos Tu-16, Tu-22 y TU-160), la de Irkutsk (cazas Su-30) y la de Ekaterimburgo (motores y cajas de cambio para los helicópteros militares Mi-24 y Ka-52). Otras, especializadas en ingeniería mecánica en Doubna (misiles Kh-22, Kh-55 y Kh-101) y Kronstadt (aviones no tripulados militares Orion y Helios), así como Kalashnikov (munición para merodeadores Zala, Lancet e Italmas), también han ampliado sus instalaciones industriales.»16
Los ingresos de la población sin embargo, han disminuido un 10% la última década según cifras oficiales, y la situación económica del país recuerda a la de la URSS estalinista en el momento del hundimiento del bloque del Este, de la que el estancamiento y atraso económico fue precisamente una causa principal:
«La economía del país está estancada, con pocas fuentes de valor aparte de la extracción y exportación de recursos naturales. Todo el sistema está plagado de corrupción y dominado por empresas estatales, o controladas por el Estado, que son ineficientes, y las sanciones internacionales limitan el acceso al capital y la tecnología. Rusia tiene dificultades para desarrollar, retener y atraer talentos; el Estado no financia suficientemente la investigación científica y la mala gestión burocrática obstaculiza la innovación tecnológica. Como resultado, Rusia va considerablemente a la zaga de Estados Unidos y China en la mayoría de los indicadores de desarrollo científico y tecnológico. El gasto militar se ha estancado en los últimos cuatro años, y se prevé que la población disminuya en diez millones de personas de aquí a 2050.»17
La guerra ha tenido igualmente un gran impacto en la economía de las principales potencias europeas. EEUU ha utilizado la guerra, que él mismo contribuyó a desencadenar, no sólo para “desangrar” a Rusia y dificultar una posible alianza con China18, sino también para imponer a las potencias europeas su política de sanciones a la Federación y de financiación de la guerra en Ucrania.
Hasta ahora hemos tratado el balance de casi dos años de esta guerra sin hacer diferencias entre las características de las guerras en la decadencia o su última fase de la descomposición; pero en este punto hay una diferencia importante, y es la tendencia a “cada uno a la suya”, la dificultad de EEUU de imponer una disciplina a sus aliados y al mismo tiempo la imposibilidad de éstos de librarse de la tutela americana, y por tanto la imposibilidad de consolidar un bloque imperialista. Lo que en los medios se llama “Occidente”, frente al “Sur global”, no es la continuación de lo que fue el bloque USA frente al bloque del Este en la guerra fría, sino un saco de gatos donde cada cual defiende sus propios intereses frente a los demás; no menos de lo que sucede en el “Sur global”.
En un primer momento de la guerra, especialmente Francia y Alemania, trataron de mantener un diálogo con Putin y esquivar la política USA de forzar el desgaste del Kremlin en la guerra; pero finalmente han tenido que acatar las sanciones y la financiación de la guerra. Globalmente se calcula en 5 mil millones de euros la cantidad que la UE ha invertido solo en ayuda militar a Ucrania. Macron ha tenido que pasar de declarar la “muerte cerebral” de la OTAN, a contribuir con cerca de 3 mil millones de euros a financiar la guerra y enviar armamento a Ucrania; aunque no sin resistencias, porque su ayuda militar se situaría en quinto lugar, incluso detrás de Finlandia o Eslovaquia.
Pero sin duda es para Alemania para la que las sanciones y la guerra han tenido mayor impacto: «Antes de la invasión de Ucrania, Europa importaba el 45% de su gas de Rusia, con Alemania particularmente resistente a décadas de advertencias de EE.UU. de que tal dependencia de una única potencia ideológicamente hostil era una locura. Como era de esperar, una vez iniciada la guerra, Vladimir Putin recurrió al uso de los suministros de gas como arma de guerra. A partir de junio de 2022, los suministros de gas a través de Nord Stream 1, el gasoducto de 1.200 km desde la costa rusa cerca de San Petersburgo hasta el noreste de Alemania, se redujeron al 40% de lo normal. En julio el suministro había caído aún más, hasta el 20%. Gazprom culpó al "mantenimiento rutinario y los equipos defectuosos". A finales de agosto con los precios del gas subiendo en espiral, el NordStream 1 no transportaba nada de gas.»19. A lo que hay que añadir el sabotaje, primero político por parte de EEU y después práctico (haciéndolo estallar) de autoría desconocida, del Nordstream 2. Alemania ha tenido que reorganizar sus fuentes de Energía con amenazas de racionamientos.
En revancha Scholz ha declarado una Zitenwenden (cambio de época) en la política de Seguridad del país, que significa una política de rearme intensivo. Política que sigue el conjunto de países de la UE con un aumento del 30% de sus gastos de defensa desde febrero 2022.
EEUU por su parte ha invertido globalmente cerca de 250 mil millones de dólares en armamento y financiación de la guerra, y actualmente la administración Biden trata de salvar a toda costa un presupuesto de 60 mil millones más. A pesar de todo, el Estado americano se ha beneficiado económicamente de las sanciones y los recortes de energía para exportar sus propios recursos.
A escala internacional, el bloqueo de la exportación de grano de Ucrania (uno de los 4 principales productores mundiales), y del tráfico marítimo en el mar negro, han causado hambrunas en África y junto con el gasto en armamentos y otros gastos improductivos han colaborado al aumento de la inflación y particularmente de los precios de los alimentos. Todo esto, además del encarecimiento energético y el enorme aumento de los presupuestos militares, se descarga sobre los trabajadores en forma de sacrificios y un deterioro notable de sus condiciones de vida.
Los grupos del Medio Político proletario de tradición Bordiguista y Damenista defienden que la guerra imperialista permite iniciar un nuevo ciclo de acumulación; La Izquierda Comunista de Francia, de la que nos reclamamos, al final de la IIª guerra mundial había sacado sin embargo la conclusión de que en la decadencia del capitalismo, la guerra solo produce la destrucción de fuerzas productivas:
«La guerra fue el medio indispensable para que el capitalismo abriera las posibilidades de un mayor desarrollo, en un momento en que estas posibilidades existían y sólo podían abrirse por medio de la violencia. Del mismo modo, el colapso del mundo capitalista, habiendo agotado históricamente todas las posibilidades de desarrollo, encuentra en la guerra moderna, la guerra imperialista, la expresión de este colapso que, sin abrir ninguna posibilidad de desarrollo ulterior para la producción, no hace más que engullir las fuerzas productivas en el abismo y acumular ruina sobre ruina a un ritmo acelerado.»20
Y esta guerra es una confirmación de eso:
«Hoy, la guerra en Ucrania no puede tener objetivos económicos directos. Ni para Rusia, que inició las hostilidades el 24 de febrero de 2022, ni para Estados Unidos, que durante más de dos décadas ha aprovechado el debilitamiento de Rusia tras la caída de su imperio en 1989 para impulsar la expansión de la OTAN hasta sus fronteras. Si Rusia consigue establecer el control sobre nuevas partes de Ucrania, tendrá que hacer frente a enormes gastos para reconstruir las zonas que está asolando. Además, a largo plazo, las sanciones económicas que están aplicando los países occidentales debilitarán aún más su ya débil economía. Por parte de Occidente, estas mismas sanciones también tendrán un coste considerable, por no hablar de la ayuda militar a Ucrania, que ya asciende a decenas de miles de millones de dólares. De hecho, la guerra actual es una ilustración más del análisis que hace la CCI de la cuestión de la guerra en el período de decadencia del capitalismo y especialmente en la fase de descomposición que constituye la culminación de esta decadencia.»21
En efecto, como el propio Putin acaba de declarar, “Ucrania es incapaz de producir nada”; de hecho la economía de Ucrania antes de la guerra ya estaba muy debilitada. Por ejemplo, tras la independencia de la URSS en 1991, la producción disminuyó un 60% y el PNB por habitante cayó un 42%; a excepción precisamente del Este, que es ahora el principal escenario de la guerra, de Kiev y los oblast del norte, la producción principal es agrícola. Y ahora las infraestructuras como el puente de Crimea son destruidas, ciudades enteras están en ruinas, en algunos lugares que eran importantes concentraciones obreras, las fábricas producen al 25% de su capacidad.
La situación del sector de producción y abastecimiento de energía es significativa del estado del país. Cuatro centrales nucleares están detenidas, y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) calcula en 10 mil millones el costo de las destrucciones solo en este sector, que han dejado a 12 millones de personas en penuria energética: «El invierno pasado, Ucrania sufrió apagones y cortes de calefacción en todo el país. Los hospitales se quedaron sin electricidad o tuvieron que recurrir a sus propios generadores. En abril, la capacidad de generación de energía de Ucrania se había reducido en un 51% en comparación con justo antes de la invasión rusa, según el PNUD de la ONU.»22
Falta la mano de obra básica y particularmente la especializada en tecnología e investigación, que mayormente ha huido del país, o ha sido alistada en el frente: «Muchos profesores y estudiantes varones se alistaron en el ejército. Unos 2.000 profesores e investigadores no pudieron continuar su trabajo. En algunas universidades, el 30% de los profesores se han marchado al extranjero o al otro extremo del país. Sesenta y tres instituciones informan de la escasez de personal docente.»23
En esas condiciones es difícil pensar en una reconstrucción que inicie un nuevo ciclo de acumulación, y menos aún ante la perspectiva de cronificación de la guerra.
La guerra imperialista en la decadencia del capitalismo presenta ya en sí ese aspecto de la destrucción permanente como modo de vida del capitalismo; pero en su fase final de descomposición, y particularmente en los años recientes, esa irracionalidad adquiere una cualidad superior, de tierra quemada, por parte de los diferentes bandos imperialistas.
Así en esta guerra Rusia destruye las infraestructuras y la producción y aniquila la población del territorio que reclama (Donbás) y mientras uno de sus objetivos principales era impedir la presencia de la OTAN a las puertas de sus fronteras, de un lado ha empujado a Suecia y Finlandia a presentar su candidatura para entrar en ella, y de otro en vez de la “neutralidad” de Ucrania, se encuentra con el país militarizado y armado con la tecnología más moderna suministrada por el conjunto de países de la OTAN.
EEUU, que empujó a Putin a desencadenar la guerra para “desangrar a Rusia” y debilitar su posible alianza con China, ante la estagnación de la guerra, se encuentra frente a la perspectiva de, o bien aceptar la derrota de Ucrania (respaldada por la OTAN y en primer lugar por los USA mismo), lo que significaría un debilitamiento de la imagen de EEUU como 1ª potencia mundial y como aliado, o bien seguir la guerra hacia una escalada de consecuencias imprevisibles si hay una implicación directa de la OTAN, o por el uso de armas nucleares. Al mismo tiempo, en lugar de que la guerra fuera una demostración de fuerza que habría impuesto la disciplina a todos sus rivales y a las potencias de segundo y tercer orden, se encuentra con el desafío de Israel en la guerra de Oriente Medio y la posibilidad de la implicación de otras potencias regionales como Irán. Y si bien ha sido capaz de imponer por el momento sus intereses en Europa, las diferentes potencias de la UE han comenzado una carrera armamentística que algún día pueda permitirles resistir esas presiones. Una situación que no escapa a los analistas americanos:
«Un conflicto prolongado mantendría el riesgo de escalada –o bien del recurso a las armas nucleares de Rusia o a una guerra OTAN/Rusia- en un alto estado de alarma. Ucrania quedaría completamente dependiente militar y económicamente del apoyo de Occidente, lo que eventualmente causaría problemas presupuestarios para los países occidentales y problemas de preparación de sus ejércitos. Las consecuencias económicas globales persistirían y Estados Unidos serían incapaces de enfocar sus recursos en otras prioridades, y la dependencia rusa de China se profundizaría. Aunque una guerra larga también debilitaría aún más a Rusia, el beneficio no supera los costos»24
En el campo de batalla mismo, esa tendencia a la irracionalidad se ha expresado en la tendencia a reproducir a pequeña escala los asedios como el de Stalingrado en la 2ª guerra mundial o Verdun en la 1ª guerra mundial25, como en Bajmut o en Mariupol, donde con el pretexto del valor más o menos estratégico de la plaza, se procede a una destrucción sistemática con su enorme saldo de soldados muertos y heridos (en Bajmut se calculan cientos de miles de heridos graves y más de 50 mil muertos).
La clase obrera en Ucrania está enormemente debilitada por la desindustrialización tras la desintegración de la URSS y por el peso de las campañas ideológicas que buscaron arrastrarla a las peleas entre fracciones de la burguesía en la llamada “revolución naranja”26 (2004), el euromaidán (2013) y la guerra de Crimea (2014). La declaración de guerra de Febrero no encontró resistencia en las movilizaciones obreras, sino en la huida masiva de refugiados. Y aunque recientemente en Kiev han habido manifestaciones de las mujeres pidiendo la vuelta de los soldados del frente, y el gobierno Zelensky tiene serias dificultades para reclutar soldados, no cabe esperar una respuesta obrera a la guerra.
En cuanto a Rusia, a pesar del black out informativo, da la impresión de que el proletariado de las principales concentraciones industriales sufre directamente menos el reclutamiento y los bombardeos, y al contrario, cada vez más la intensificación de la explotación y la represión en el trabajo y la pérdida de poder adquisitivo. Su respuesta a la situación continúa siendo un enigma; pero lo que se desprende de los hechos hasta ahora es que necesitará un tiempo de maduración.
Esperar una respuesta del proletariado de alguno de ambos países implicados que detenga la guerra está pues, fuera de lugar.
Por otro lado, tampoco las luchas actuales del proletariado mundial en los principales países son el producto de una protesta contra la guerra. El proletariado mundial fue capaz de detener la Iª guerra mundial, pero su lucha revolucionaria en Rusia y Alemania no era directamente el producto de una respuesta a la guerra, sino del desarrollo de sus luchas reivindicativas y de su conciencia frente al hundimiento del capitalismo. En el momento en que la burguesía en Alemania consiguió separar la lucha contra la guerra de la lucha revolucionaria en la retaguardia, la paz fue empleada contra la revolución.
Hoy los trabajadores de los principales países, a partir del verano del descontento en Gran Bretaña27, han iniciado una dinámica de luchas en defensa de sus condiciones de vida que se ha confirmado especialmente con las luchas contra la reforma de las pensiones en Francia y las luchas en EEUU (automóvil, sanidad, enseñanza, etc.). Las luchas se han desarrollado a pesar de la guerra de Ucrania; y la implicación de los diferentes países en la financiación y el envío de armamento para la guerra empezaba a permitir un terreno de reflexión sobre la relación entre los sacrificios y la guerra.
El estallido de la guerra en Oriente Medio no puede acabar con las luchas; pero teniendo en cuenta el peso ideológico de “la cuestión palestina”, que han transmitido durante muchos años los grupos izquierdistas; así como de la “cuestión judía”, que jugó un papel central en la movilización antifascista en la 2ª guerra mundial, esta guerra llama a elegir uno de los bandos imperialistas y significa un golpe al internacionalismo proletario28.
Hic Rhodas
29.12.2023
1 Guerra relámpago; término alemán para designar una campaña militar rápida y contundente con el objetivo de una clara victoria que evite la posibilidad de una guerra total (Wikipedia)
2 Según un estudio de la Universidad de Uppsala (Suecia) basado en los conflictos de 1946 a 2021, el 26% de las guerras entre los Estados terminan en menos de un mes, y otro 25% en un año; pero también demuestra que si el conflicto dura más de 1 año, la tendencia es a que se alargue al menos una década.
3 An Unwinnable War, in Foreign Affairs July/August 2023, by Samuel Charap (RAND Corporation; he served on the Policy Planning Staff of the US Department of State during the Obama administration)
4 «El bloque ha proporcionado ayuda militar a Ucrania -la primera vez que las instituciones europeas prestan directamente ayuda militar (incluso letal) a un Estado, además de poner fin a su resistencia a implicarse militarmente en apoyo a un tercer Estado en guerra» (How the Ukraine war made the EU rethink everything, The Guardian weekly, 6 Oct 2023
5 18 Estados miembros de la UE están instruyendo soldados ucranianos (The Guardian weekly, ídem)
6 How wars Don’t End, Foreign Affairs July/August 2023, by Margaret MacMillan, Professor Emeritusof International History at Oxford
7 soldadesca del líder checheno Kadyrov
8 The Treacherous Path to a Better Russia, Foreign Affairs July/August 2023, by Andrea Kendall-Taylor and Erica Frantz. Andrea Kendall is Senior Fellow and Director of the Transatlantic Security Program at the Center for a New American Security. From 2015-2018, she was deputy national intelligence officer for Russia and Eurasia at the National Intelligence Council in the Office of the Director of National Intelligence. Erica Frantz is Associate Professor of Political Science at Michigan State University
9 ver nota 3
10 Loin du front, la société ukranienne coupée en deux, Le Monde Diplomatique, Novembre 2023
11 Uno de los periodistas que aguantó hasta el final el asedio de Mariupol cuenta que «en un momento dado la gente no sabía a quien culpar de los bombardeos, si a los rusos o a los ucranianos» (A harrowing film exposes the brutality of Russia’s war in Ukraine, Vox -Voxmedia-, sobre un documental de la toma de Mariupol)
12 There are now more land mines in Ukraine than almost anywhere else on the planet, Vox (Voxmedia)
13 Ver : la guerra de Ucrania, un paso de gigante hacia la barbarie y el caos generalizado, en la Revista Internacional nº 168. La cita es de Iryna Stavchuk, ministra ucraniana del medio ambiente y recursos naturales, publicada en “Les guerres contre nature”, Le Monde 11 Junio 2022
14 Ver nota 10
15 Ver: Informe a la Conferencia de la Izquierda Comunista de Francia de julio de 1945, publicado “Las verdaderas causas de la Segunda Guerra Mundial”, en Revista Internacional nº 59
16 L’industrie d’armement russe monte en puissance, Le Monde 4 de Noviembre 2023
17 The Myth of russian decline, by Michael Kofman and Andrea Kendall-Taylor (Center for a New American Security), Foreing Affairs Noviembre/Diciembre 2021
18 Ver: significado e impacto de la guerra en Ucrania, en Revista Internacional nº 169
19 The Guardian weekly 6 October 2023, Vol 209 n.º 14: How the Ukraine war made the EU rethink everything, pag. 13
20 Ver nota 15
21 Militarismo y descomposición, Mayo 2022, en Revista Internacional nº 168
22 Ukraine fears another plunge into cold and darkness the washington post . wednesday, october 1 1 , 2023
23 Ukraine, le sistème éducatif fait front, de Qubit, revista científica de Hungría, publicado en Courrier International 1275, del 23 al 29 Noviembre 2023
24 Ver nota 3
25 El término de “bleeding to White”, que había empleado Hillary Clinton para referirse al objetivo de EEUU respecto a Rusia en esta guerra, lo empleó Erich von Falkenhayn, Jefe del Estado Mayor alemán, en el asedio a la fortaleza de Verdun en la Iª Guerra mundial respecto de Francia, a la que quería obligar a desgastar sus fuerzas. El fracaso de la ofensiva alemana resultó en una carnicería en la que murieron 750 mil soldados, 143 mil alemanes y 162 mil franceses
26 Ver Revista Internacional nº 120 (1er trimestre 2005): Elecciones USA-Ucrania, el capitalismo mundial, un callejón con cada vez menos salida
27 Se ha llamado el verano del descontento a las luchas del verano de 2022 en gran Bretaña, que tras la consigna de “enough is enough”, expresaban una ruptura de 40 años de pasividad tras la derrota de las huelgas mineras de 1983; el término hace referencia a las luchas de 1978-1979 que se conocieron como el invierno del descontento
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Israel y Gaza desde el 7 de octubre del 2023: la guerra en toda su abominación, una explosión de barbarie. Ese día, en nombre de la "justa venganza" contra "los crímenes de la ocupación sionista", miles de "combatientes" fanáticos de Hamás y sus aliados se abalanzaron sobre las ciudades israelíes que rodean la Franja de Gaza, sembrando el terror y cometiendo crímenes de un salvajismo sin límites contra civiles indefensos. Una vez repelidos los escuadrones asesinos de Hamás, Tsahal desató todo su poder asesino sobre la Franja de Gaza en nombre de la lucha por la "civilización democrática" contra "las fuerzas de la oscuridad": "Estamos luchando contra animales humanos y actuamos en consecuencia", declaró el ministro de Defensa israelí Yoav Galant el 9 de octubre1. Desde hace más de tres meses, la aviación y la artillería israelíes bombardean día y noche el superpoblado enclave controlado por Hamás, masacrando indiscriminadamente a civiles y terroristas por igual, mientras las columnas blindadas del Tsahal avanzan entre las ruinas disparando a todo lo que se mueve.
Ciudades completamente devastadas, hospitales destruidos por los misiles, multitudes de civiles deambulando bajo las bombas, sin comida ni agua, familias buscando a sus seres queridos bajo las ruinas o llorando a sus muertos por todas partes... "Carthago delenda est" ("Cartago debe ser destruida") era el estribillo obsesivo de Catón el Viejo; esta misma obsesión parece rondar las mentes de las facciones dirigentes de la burguesía israelí. Después de sólo tres meses de conflicto, Gaza ya tiene proporcionalmente más muertos y edificios destruidos que Mariupol, en Ucrania, o que las ciudades alemanas bombardeadas durante la Segunda Guerra Mundial. Este paisaje apocalíptico es el del capitalismo del siglo XXI.
Estas decenas de miles de civiles gazatíes "eliminados", estos otros millones arrojados a carreteras que no llevan a ninguna parte, son las víctimas del Estado de Israel, "la única democracia del Cercano Oriente y Medio Oriente", que pretende ser el único depositario de la memoria del Holocausto y de sus campos de exterminio. Los revolucionarios llevan décadas diciéndolo: ¡el capitalismo está hundiendo poco a poco a la humanidad en la barbarie y el caos! ¡En Medio Oriente, el capitalismo está desvelando el futuro que tiene reservado para toda la humanidad! La guerra de Gaza es la ilustración perfecta de la intensificación aterradora de la barbarie desatada por el capitalismo en la fase final de su decadencia, el período de descomposición.
La historia de Medio Oriente es una sorprendente ilustración de la aterradora expansión del militarismo y de las tensiones bélicas, más concretamente desde que el capitalismo comenzó a entrar en su decadencia a principios del siglo XX. De hecho, el hundimiento del imperio otomano situó a la región en el centro de los apetitos y enfrentamientos imperialistas2.
En particular, tras la Segunda Guerra Mundial, la región estuvo marcada por la creación del nuevo Estado de Israel y las sucesivas guerras árabe-israelíes de 1948, 1956, 1967 y 1973 (sin olvidar la invasión israelí de Líbano en 1982), y fue una zona central de confrontación entre los bloques oriental y occidental. De los años cincuenta a los setenta, la Unión Soviética y su bloque intentaron con insistencia afianzarse en la región apoyando al nacionalismo árabe y, en particular, a los fedayines palestinos y a la Organización para la Liberación de Palestina. Estos intentos encontraron una fuerte oposición por parte de Estados Unidos y el bloque occidental, que hicieron del Estado de Israel una de las puntas de lanza de su política. A finales de los años setenta y durante los ochenta, el bloque estadounidense se hizo poco a poco con el control general de Medio Oriente y redujo progresivamente la influencia del bloque soviético, aunque la caída del Sha y la "revolución iraní" de 1979 no sólo privaron al bloque estadounidense de un importante bastión sino que anunciaron, con la llegada al poder del retrógrado régimen de los molas, la creciente descomposición del capitalismo. El objetivo de esta ofensiva del bloque norteamericano era "completar el cerco de la URSS, despojar a ese país de todas las posiciones que había podido mantener fuera de su control directo. La prioridad de esta ofensiva es la expulsión definitiva de la URSS de Medio Oriente, la puesta en camino de Irán y la reintegración de este país en el bloque estadounidense como parte importante de su sistema estratégico"3.
Tras la implosión del bloque soviético a finales de 1989, la década de 1990 vio una expansión espectacular de las manifestaciones del periodo de descomposición del capitalismo y, en este contexto, el "informe sobre las tensiones imperialistas" del XX Congreso de la CCI ya señalaba en 2013: "Medio Oriente es una terrible confirmación de nuestros
análisis sobre el impase del sistema y la huida hacia el "cada uno para sí”. Es una ilustración sorprendente de los rasgos centrales de esta fase:
la explosión del "sálvese quien pueda" imperialista mediante la expresión de los apetitos hegemónicos de una multitud de Estados. Irán ha manifestado sus ambiciones imperialistas, primero en Irak apoyando a las principales milicias chiíes, que dominan un aparato estatal fragmentado, después en Siria apoyando a distancia al régimen de Bashar al-Assad, a punto de ser barrido por la revuelta de la mayoría Suní. A través de sus aliados -desde el Hezbola libanés hasta los Hutis yemeníes-, el país de los Mulás se ha erigido en una formidable potencia regional. Pero Turquía, con sus intervenciones en Irak y Siria, Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos, presentes en Yemen y Egipto, e incluso Qatar, base de retaguardia de grupos vinculados a los Hermanos Musulmanes, no ocultan sus ambiciones imperialistas;
las reacciones asesinas de la superpotencia estadounidense para contrarrestar el declive de su dominación. Estados Unidos ha provocado y librado dos guerras asesinas en Medio Oriente (la Operación Tormenta del Desierto de Bush padre en 1991 y la Operación Libertad Iraquí de Bush hijo en 2003), que al final sólo han provocado más caos y barbarie;
el aterrador caos resultante de sangrientas guerras civiles (Siria, Yemen) que han provocado el colapso de las estructuras estatales, Estados fragmentados y fallidos (Irak, Líbano), poblaciones traumatizadas y millones de refugiados.
En esta dinámica de creciente confrontación en Medio Oriente, Israel ha desempeñado un papel clave. Como primer lugarteniente de los estadounidenses en la región, Tel Aviv estaba destinada a ser la piedra angular de una región pacificada gracias a los acuerdos de Oslo y Jericó-Gaza de 1993, uno de los mayores éxitos de la diplomacia estadounidense en la región, que concedieron a los palestinos un principio de autonomía y los integraron así en el orden regional concebido por el Tío Sam. Sin embargo, en la segunda mitad de los años noventa, tras el fracaso de la invasión israelí del sur del Líbano, la derecha "dura" israelí llegó al poder (el primer gobierno de Netanyahu, de 1996 a 1999) en contra de los deseos del gobierno estadounidense, que había apoyado a Simón Peres. Desde entonces, la derecha hizo todo lo posible por sabotear el proceso de paz con los palestinos:
mediante la extensión de los asentamientos en Cisjordania y el apoyo a colonos cada vez más arrogantes y violentos: ya en febrero de 1994, un terrorista judío, colono perteneciente al movimiento racista creado por el rabino Meir Kahane, masacró a 29 musulmanes en la Cueva de los Patriarcas en Hebrón; en noviembre de 1995, un joven sionista religioso asesinó al primer ministro Isaac Rabin;
- mediante la estimulación secreta de Hamás y sus atentados terroristas para socavar la autoridad de la OLP, aplicar una política de "divide y vencerás" y justificar un control cada vez mayor sobre los territorios palestinos.
Desde esta perspectiva, el desmantelamiento unilateral de los asentamientos en Gaza por parte del gobierno de Sharon en 2004 no fue en absoluto un gesto conciliador, como lo presentó la propaganda israelí, sino por el contrario el producto de un cálculo cínico para congelar las negociaciones sobre una solución política del conflicto en una fecha posterior: la retirada de Gaza "significa congelar el proceso político. Y cuando se congela ese proceso, se impide la creación de un Estado palestino y cualquier debate sobre los refugiados, las fronteras y Jerusalén"4.
Además, dado que los islamistas rechazan la existencia de un Estado judío en tierras islámicas, al igual que los sionistas mesiánicos rechazan la existencia de un Estado palestino en la tierra de Israel, dada por Dios a los judíos, estas dos facciones son, por tanto, aliadas objetivas en el sabotaje de la "solución de los dos Estados". Los sectores derechistas de la burguesía israelí también han hecho todo lo que estaba en su mano para reforzar la influencia y los recursos de Hamás, en la medida en que esta organización era, como ellos, totalmente contraria a los Acuerdos de Oslo: en 2006, los primeros ministros Sharon y Olmert prohibieron a la Autoridad Palestina desplegar un batallón de policía adicional en Gaza para oponerse a Hamás y autorizaron a Hamás a presentar candidatos en las elecciones de 2006. Cuando Hamás dio un golpe de Estado en Gaza en 2007 para "eliminar a la Autoridad Palestina y establecer su poder absoluto, el gobierno israelí se negó a apoyar a la policía palestina". En cuanto a los fondos financieros qataríes que Hamás necesitaba para poder gobernar, el Estado hebreo permitió que se transfirieran regularmente a Gaza bajo la protección de la policía israelí.
La estrategia de Israel es clara: Gaza entregada a Hamás, la Autoridad Palestina debilitada, con un control limitado sobre Cisjordania. El propio Netanyahu ha afirmado abiertamente esta política: "Cualquiera que quiera frustrar la creación de un Estado palestino debe apoyar el fortalecimiento de Hamás y transferir dinero a Hamás. Esto forma parte de nuestra
estrategia"5. La precipitación de las fracciones derechistas de la burguesía israelí en el poder para seguir su propia política imperialista, en oposición a los intereses de Washington, en particular con los sucesivos gobiernos de Netanyahu desde 2009 hasta la actualidad, es una caricatura de la gangrena de la descomposición que corroe el aparato político de la burguesía. El Estado de Israel y Hamás, en diferentes momentos y con ambos practicaron la política de lo peor que conduciría a las atroces masacres de hoy.
Ante la prioridad otorgada a la contención de Irán, Trump ha llevado a cabo una política de apoyo incondicional a esta política de la derecha israelí, proporcionando al Estado hebreo y a sus respectivos dirigentes promesas de apoyo inquebrantable en todos los frentes: suministro de material militar de última generación, reconocimiento de Jerusalén Este como capital y de la soberanía israelí sobre los Altos del Golán sirios. Ha apoyado la política de abandono de los Acuerdos de Oslo y de la solución de "dos Estados" (israelí y palestino) en "tierra santa".
Con el fin de dar prioridad a la contención de Irán, Trump ha llevado a cabo una política de apoyo incondicional a esta política de la derecha israelí, ofreciendo al Estado hebreo y a sus respectivos dirigentes el compromiso de poner fin a la ayuda estadounidense a los palestinos y a la OLP y de negociar los "Acuerdos de Abraham", una propuesta de "gran acuerdo" que implicaba el abandono de cualquier pretensión de crear un Estado palestino y la anexión por parte de Israel de amplias zonas de Palestina a cambio de una "gigantesca" ayuda económica estadounidense, tenía como objetivo esencial facilitar el acercamiento de facto entre los comparsas saudí e israelí: "Para las monarquías del Golfo, Israel ya no es el enemigo. Esta gran alianza comenzó hace mucho tiempo entre bastidores, pero aún no se ha concretado. La única manera de que los estadounidenses avancen en la dirección deseada es obtener la luz verde del mundo árabe, o más bien de sus nuevos dirigentes, MBZ (Emiratos) y MBS (Arabia), que comparten la misma visión estratégica para el Golfo, para quienes Irán y el islam político son las principales amenazas. Según esta visión, Israel ya no es un enemigo, sino un socio regional potencial con el que será más fácil frustrar la expansión iraní en la región. […] Para Israel, que lleva años buscando normalizar sus relaciones con los países árabes suníes, la ecuación es simple: se trata de buscar la paz árabe-israelí, sin necesariamente obtener la paz con los palestinos. Los países del Golfo, por su parte, han bajado sus exigencias sobre la cuestión palestina. Este “plan final” […] parece aspirar a establecer una nueva realidad en Medio Oriente. Una realidad basada en la aceptación por parte de los palestinos de su derrota, a cambio de unos miles de millones de dólares, y en la que israelíes y países árabes, principalmente del Golfo, podrían finalmente formar una nueva alianza, apoyada por Estados Unidos, para frustrar la amenaza de la expansión de un imperio persa moderno”6.
Sin embargo, como ya señalamos en 2019, estos acuerdos, que fueron una pura provocación a nivel internacional (abandono de acuerdos internacionales y resoluciones de la ONU) así como regional, no pudieron en última instancia reactivar la manzana de la discordia palestina, explotada por todos los actores imperialistas regionales (Irán por supuesto, pero también Turquía e incluso Egipto) contra Estados Unidos y sus aliados. Además, sólo podrían envalentonar al compinche israelí en sus propios apetitos imperialistas e intensificar las confrontaciones, por ejemplo, con Irán: “Ni Israel, hostil al fortalecimiento de Hezbollah en el Líbano ni Siria ni Arabia Saudita pueden tolerar este avance iraní”7. Los Acuerdos de Abraham irremediablemente sembraron las semillas de la actual tragedia de Gaza.
El ataque suicida de Hamas y las ciegas represalias de Israel aparecen como la expresión de una dinámica de confrontación imperialista caótica e impredecible, carente de toda racionalidad: de hecho, estos tres meses de destrucción y masacres alrededor de la franja de Gaza claramente no dan evidencia de un proceso gradual de alineación detrás de un líder dominante o de adhesión a un bloque imperialista en formación, sino que, por el contrario, ilustran la explosión del “sálvese quien pueda” imperialista, en creciente interrelación con una exacerbación del militarismo, una multiplicación de los trastornos económicos y una creciente pérdida de control de las burguesías nacionales sobre su aparato político. Estos enfrentamientos sangrientos son un producto a la vez inevitable e irracional, porque ninguno de los protagonistas puede realmente obtener ventajas estratégicas duraderas (por no hablar de las consecuencias económicas, que corren el riesgo de ser catastróficas para todos).
Si consideramos primero a los beligerantes directos, está claro que la elección de la política de los peores no beneficiará en última instancia a ninguno de ellos, sino que producirá una extensión aterradora de destrucción y barbarie:
-Para Hamás, que corría el riesgo de quedar totalmente marginado por las consecuencias de los Acuerdos de Abraham, dar un golpe importante era vital para redirigir la atención internacional hacia el “problema palestino”. Evidentemente, el atentado del 7 de octubre sólo fue posible gracias a un acercamiento con Irán que le proporcionó armas adecuadas, pero este acercamiento generó tensiones en el seno de la organización entre los "militares" (los comandantes de las brigadas al- Qassam) y los "políticos". liderazgo que criticó a Irán por su apoyo a Assad durante la guerra civil contra grupos suníes en Siria. Además, al enviar mil asesinos a masacrar a civiles, Hamás se expone a una posible aniquilación en Gaza y, en cualquier caso, a una destrucción masiva de sus fuerzas. A través de estas acciones, esta banda de “dioses locos” oscurantistas y sanguinarios, que reemplazaron al podrido y corrupto Fatah en Gaza, expresa de manera caricaturizada la irracionalidad en la que se ha sumido la burguesía palestina;
-En cuanto al Estado de Israel, ha emprendido sangrientas represalias que generarán una generación de palestinos ebrios de venganza y que al mismo tiempo corren el riesgo de acentuar la desestabilización interna del país, dado el creciente caos que reina en el aparato político israelí: tensiones entre facciones de la burguesía, corrupción masiva, chanchullos legislativos, tensiones entre el gobierno y el aparato judicial que ocultan mal los ajustes de cuentas en el seno del aparato estatal, delirios supremacistas de los ultraortodoxos... Todo ello en un contexto de considerable explosión de la pobreza. El desencadenamiento ciego de la venganza corre el riesgo, sobre todo, de desestabilizar gravemente toda la región, hasta el punto de que las facciones de derecha pretenden liquidar definitivamente la “solución de dos Estados” emprendiendo una “limpieza étnica” de Palestina en su totalidad. población árabe, que sólo puede acentuar la oposición al “padrino” estadounidense.
La situación no es muy diferente para los demás protagonistas involucrados en este conflicto:
-Irán parece sacar a corto plazo cierta ventaja de la situación, ¡pero para él es una victoria pírrica! En realidad, el régimen de los mulás se ve obligado a optar por huir precipitadamente de las provocaciones porque está bajo una fuerte presión de las sanciones económicas impuestas por los Estados Unidos, pero también de las tensiones sociales dentro de la propia sociedad iraní, que sufre miseria y escasez de bienes vitales, resultado de cuarenta años de economía de guerra. Además, Irán está expuesto a durísimas represalias contra sus posiciones en el Líbano y Siria, e incluso a ataques destructivos en su territorio, como los recientes ataques en Kerman. Israel ya bombardea periódicamente instalaciones de Hezbolá o de la Brigada iraní Al Quds en el Líbano, Siria e incluso Irak y siempre está dispuesto a atacar las centrales nucleares iraníes, como en julio de 2019, donde explosiones “misteriosas” destruyeron una fábrica de centrifugadoras en Natanz;
-Turquía forma parte de la nebulosa de los “hermanos musulmanes” con Qatar y Hamás y, por tanto, está situada en primera línea para condenar a Israel: Erdogan comparó a Netanyahu con Hitler y la policía turca arrestó a 33 personas sospechosas de espiar para Israel. Por otra parte, Ankara no deja de criticar la tibieza de las monarquías del Golfo: “la aparición de una oposición brutal entre el eje Ankara-Doha y el eje Riad-Abu Dabi. En julio de 2013, esta oposición ya era perceptible en el teatro egipcio durante el golpe de Estado contra el presidente Mohamed Morsi"8;
desde el punto de vista de Rusia, los enfrentamientos en Gaza ciertamente desvían la atención de EEUU y los europeos de Europa del Este y reducen la presión sobre el frente ucraniano. Pero el conflicto de Gaza coloca también a Moscú en una posición delicada, dividida entre el apoyo tradicional a la causa palestina y un acercamiento estratégico con Irán (que le suministra drones) por un lado y las buenas relaciones que Putin mantiene con Israel y en particular con Netanyahu por otra parte (Israel no participa en el programa de sanciones económicas contra Rusia y también se ha abstenido de condenar la ocupación de Crimea en 2014). Además, una posible extensión de los enfrentamientos e intervenciones de otras potencias en el conflicto podría poner en peligro las posiciones rusas en Siria;
-China también se está beneficiando de la reorientación temporal de la atención de Washington, que ya no sitúa al Mar de China y a Taiwán en el centro de sus preocupaciones inmediatas. Sin embargo, mientras que la diplomacia china, al reconciliar a los enemigos hermanos iraníes y sauditas e integrar a estos países, así como a Egipto, en los BRICS había logrado relanzar una rama de las "Rutas de la Seda" a través de Medio Oriente, que terminaría en Israel, la el actual estallido de caos y atrocidades corre el riesgo no sólo de debilitar su suministro de hidrocarburos, sino también de constituir un obstáculo considerable para la aplicación de las "Rutas de la Seda", que la economía china, en dificultades, tiene gran necesidad;
-En lo que respecta finalmente a la primera potencia mundial, EEUU, la reacción, cuando menos febril, de la administración Biden, con una visita expresa de Biden a Tel Aviv y una presencia casi semanal del Secretario de Estado Blinken o del Ministro de Defensa Austin en la región, subraya ampliamente que la guerra de Gaza está trastornando gravemente su política imperialista. EEUU operó, durante la era Obama, un “pivote asiático”, una política de reorientación de sus recursos económicos y militares para frenar al rival chino, continuada y amplificada por Trump y Biden. Al mismo tiempo, promovieron un sistema de alianzas entre Israel y varios países árabes, en particular Arabia Saudí, para contener las aspiraciones imperialistas de Irán, delegando en el Estado judío la responsabilidad de mantener el orden en Medio Oriente. Esto sin tener en cuenta la dinámica de creciente inestabilidad de las alianzas y la profunda tendencia hacia el “sálvese quien pueda” y sobre todo con la tendencia cada vez más marcada de la burguesía israelí a anteponer sus propios intereses imperialistas a los de EEUU.
EEUU se encuentra hoy acorralado por Israel, obligado a apoyar la irresponsable política de “limpieza étnica” de Netanyahu. El propio Biden lo reconoció durante en su rueda de prensa del pasado 12 de diciembre: “No sólo quieren venganza por lo que hizo Hamás, sino también por todos los palestinos. No quieren una solución de dos Estados”. La administración estadounidense tiene poca confianza en la camarilla de Netanyahu, que corre el riesgo de incendiar la región, mientras cuenta con el apoyo militar y diplomático estadounidense en caso de que el conflicto empeore. Además, Biden insiste periódicamente en que “estos bombardeos indiscriminados están provocando que Israel pierda el apoyo internacional”. Por lo tanto, la guerra en Gaza es un nuevo punto de presión sobre la política imperialista estadounidense, que podría resultar desastrosa si el conflicto se amplía. Washington tendría entonces que asumir una presencia militar considerable y un apoyo a Israel que sólo podría pesar, no sólo en la economía estadounidense, sino también en su apoyo a Ucrania y, más aún, en su estrategia para frenar la expansión de China.
En resumen, no sólo ningún Estado tiene nada que ganar con este conflicto sin salida, sino que la continuación del conflicto sólo puede conducir a su extensión y a una destrucción y barbarie aún mayores.
Esto se aplica principalmente a Israel, como señala Steinberg, uno de los mejores expertos israelíes en la cuestión palestina: “Al presionar a su principal enemigo para que reaccione exageradamente, las organizaciones terroristas buscan deslegitimarlo ante los ojos de la opinión internacional. Esto a su vez les otorga una forma de legitimidad. Si Israel no se retira de Gaza, se enfrentará a una forma omnipresente de guerra de guerrillas, cuyo objetivo será empantanarlo en una situación idéntica a la que experimentó en el sur del Líbano. Esto supondría una amenaza para las relaciones con Egipto y Jordania, llegando incluso a cuestionar los tratados de paz con estos países. Hamás saldrá fortalecido”9. Si para Israel el riesgo de permanecer “atascado en la espiral infernal de los años de Netanyahu” podría llevar al “aislamiento y al colapso económico y social”10, para Medio Oriente, tal perspectiva de expansión del conflicto por toda la región generaría una nueva espiral de barbarie, una conflagración de guerra dominada por el “sálvese quien pueda”, la desestabilización de numerosos Estados, incluso de regiones del planeta en constante expansión, con carestías, hambrunas, millones de refugiados, consecuencias inmediatas particularmente devastadoras para toda la economía mundial, teniendo en cuenta la importancia de la zona en la producción de hidrocarburos y en el transporte naval mundial, y finalmente la importación del conflicto en Europa, con una serie de atentados mortales y enfrentamientos comunitarios.
El riesgo de una conflagración general en Medio Oriente no es despreciable y aumenta con el establecimiento de una guerra de larga duración. Y el peligro de que el conflicto se expanda es cada vez más claro: los disparos de Hezbollah son diarios y, ante estas oleadas de misiles, el ministro de Defensa israelí ha amenazado con invadir el sur del Líbano; Israel “liquidó” a uno de los líderes de Hamás con un ataque con drones contra un barrio de Beirut controlado por Hezbollah; en Irán se llevan a cabo ataques con bombas; Los hutíes de Yemen atacan barcos comerciales y petroleros a la entrada del Mar Rojo, lo que provocó la formación de una "coalición internacional" que involucra a Estados Unidos, Gran Bretaña y otros estados europeos para "garantizar la libre circulación" en esta arteria vital para la economía global.
Lejos de cualquier “coherencia de bloque” que prevaleció hasta el colapso de la URSS, todos los actores locales están dispuestos a apretar el gatillo. Por encima de todo, el conflicto corre el riesgo de abrir un nuevo frente, con Irán y sus aliados en una emboscada, lo que probablemente debilitará aún más el liderazgo estadounidense. Las tensiones políticas dentro de la burguesía estadounidense y las consiguientes dificultades para controlar el juego político son en sí mismas un factor poderoso que reaviva la inestabilidad. Limitan la libertad de acción de la administración Biden y empujan a las facciones israelíes en el poder (como Putin en el conflicto en Ucrania) a postergar las cosas con la esperanza de que Donald Trump regrese a la presidencia. Por supuesto, Washington intenta impedir que la situación se salga de control... una ambición completamente ilusoria a largo plazo, dada la desastrosa dinámica en la que se está hundiendo Medio Oriente.
Cualesquiera que sean las medidas que se adopten, la dinámica de desestabilización es inevitable. Por lo tanto, se trata fundamentalmente de una nueva etapa significativa en la aceleración del caos global. Este conflicto muestra hasta qué punto cada Estado aplica cada vez más, para defender sus intereses, una política de “tierra arrasada”, buscando ya no ganar influencia o conquistar intereses, sino sembrar el caos y la destrucción entre sus rivales. Esta tendencia a la irracionalidad estratégica, las visiones cortoplacistas, la inestabilidad de las alianzas y el “sálvese quien pueda” no es una política arbitraria de tal o cual Estado, ni producto de la mera estupidez de tal o cual fracción burguesa en el poder. Es consecuencia de condiciones históricas, las de la descomposición del capitalismo, en las que se enfrentan todos los Estados. Con el estallido de la guerra en Ucrania, esta tendencia histórica y el peso del militarismo en la sociedad se han profundizado profundamente. La guerra de Gaza confirma hasta qué punto la guerra imperialista es ahora el principal factor desestabilizador de la sociedad capitalista. Producto de las contradicciones del capitalismo, el aliento de la guerra alimenta a su vez el fuego de esas mismas contradicciones, aumentando, por el peso del militarismo, la crisis económica, el desastre ambiental, el desmembramiento de la sociedad. Esta dinámica tiende a pudrir todos los sectores de la sociedad, a debilitar a todas las naciones, empezando por la primera de ellas: EEUU
Durante años, la situación de la población en general y de la clase trabajadora ha sido dramática en la región, especialmente en Irak, Siria, Líbano y Egipto. En Palestina, Hamás ha reprimido sangrientamente manifestaciones contra la pobreza, como en marzo de 2019, mientras sus líderes mafiosos se atiborran de ayuda internacional (Hamás es una de las organizaciones terroristas más ricas del planeta). Hoy, en todo el mundo, la burguesía está llamando a los trabajadores a elegir un bando: la “resistencia palestina” o la “democracia israelí”. Como si no hubiera otra opción que apoyar a una u otra de estas camarillas burguesas sedientas de sangre.
Por un lado, el gobierno israelí justifica la carnicería afirmando que vengará a las víctimas del 7 de octubre e impedirá que los terroristas de Hamás ataquen nuevamente la “seguridad del Estado judío”. ¡Qué lástima por las decenas de miles de víctimas inocentes! ¡La seguridad de Israel merece una masacre! Por otro lado, se afirma: "No defendemos a Hamás, defendemos el derecho del 'pueblo palestino' a la autodeterminación", con la esperanza de hacer olvidar "el derecho del pueblo palestino a la autodeterminación" ¡Es sólo una fórmula destinada a ocultar la defensa de lo que debemos llamar el Estado de Gaza! Los intereses de los proletarios de Palestina, de Israel o de cualquier otro país del mundo no se confunden en modo alguno con los de su burguesía y su Estado. Una Franja de Gaza “liberada” no significaría otra cosa que consolidar el odioso régimen de Hamás o de cualquier otra facción de la burguesía de Gaza.
Pero algunos argumentarán que “la lucha de un país colonizado por su liberación” socava “el imperialismo de los estados colonizadores”. En verdad, como muestra este artículo a lo largo del texto, el ataque de Hamás es parte de una lógica imperialista que va mucho más allá de sus intereses exclusivos. “Todas las partes de la región tienen la mano en el gatillo”, afirmó el Ministro de Asuntos Exteriores iraní a finales de octubre. Por muy débil que sea frente al poder del Tsahal, Hamás, como cualquier burguesía nacional desde la entrada del capitalismo en su período de decadencia, no puede, como por arte de magia, escapar de las relaciones imperialistas que gobiernan todas las relaciones internacionales. Apoyar al Estado palestino significa alinearse detrás de los intereses imperialistas de Jamenei, Nasrallah, Erdogan o incluso Putin, que se frotan las manos. No que elegir entre esta banda de locos sedientos de dinero y sangre de Gaza y la camarilla de gente ilustrada y corrupta de Netanyahu.
Para completar la camisa de fuerza nacionalista en la que la burguesía busca encerrar a la clase obrera, están finalmente las campañas pacifistas: “¡No apoyamos a ningún bando! ¡Exigimos un alto al fuego inmediato!” Los más ingenuos imaginan sin duda que el acelerado descenso del capitalismo a la barbarie se debe a la falta de “buena voluntad” de los asesinos a la cabeza de los Estados, o incluso a una “democracia fallida”. Los más inteligentes saben perfectamente qué sórdidos intereses defienden. Este es el caso, por ejemplo, del presidente Biden, proveedor de municiones de racimo a Ucrania, “horrorizado” por los “bombardeos indiscriminados” en Gaza mientras sigue suministrando las municiones esenciales. Y si Biden alzara la voz ante Netanyahu, no se trata de “preservar la paz en el mundo”, sino de concentrar mejor sus esfuerzos y sus fuerzas militares hacia su rival chino en el Pacífico, en lugar del engorroso aliado ruso de Beijing en Ucrania. Por lo tanto, no hay nada que esperar de “paz” bajo el dominio del capitalismo, como tampoco después de la victoria de tal o cual campo. ¡La burguesía no tiene solución a la guerra!
La solución no vendrá de los proletarios de Gaza, aplastados bajo las bombas, ni de los de Israel, consternados por las masacres bárbaras de Hamás y arrastrados a las campañas chauvinistas, como ocurre con los proletarios de Ucrania o Rusia. Sólo puede provenir de la clase trabajadora internacional, en el rechazo de la austeridad y los sacrificios que implica el desarrollo de choques económicos y militarismo.
A través de una serie de luchas sin precedentes en muchos países, en el Reino Unido con un año de movilizaciones, en Francia contra la reforma de las pensiones, en Estados Unidos contra la inflación en particular, en Canadá, en Escandinavia o recientemente en Bangladesh, la clase trabajadora demuestra que es capaz de luchar, si no contra la guerra y el militarismo mismos, al menos contra las consecuencias económicas de la guerra, contra los sacrificios exigidos por la burguesía para alimentar su economía de guerra. Es un paso fundamental en el desarrollo de la combatividad y, en definitiva, de la conciencia de clase. La guerra en Medio Oriente, con la profundización de la crisis y las necesidades adicionales de armas que generará en los cuatro rincones del planeta, no harán más que aumentar las condiciones objetivas para esta ruptura con las últimas décadas en las reacciones del proletariado11.
¡La clase obrera no ha muerto! A través de sus luchas, el proletariado también se enfrenta a lo que es la verdadera solidaridad de clase. Sin embargo, frente a la guerra, la solidaridad de los trabajadores no se dirige ni a los palestinos ni a los israelíes. Va a los trabajadores de Palestina e Israel, como va a los trabajadores de todo el mundo. La solidaridad con las víctimas de las masacres no significa ciertamente mantener las mistificaciones nacionalistas que llevaron a los trabajadores a colocarse detrás de una camarilla burguesa. La solidaridad de los trabajadores requiere sobre todo el desarrollo de la lucha contra el sistema capitalista, responsable de todas las guerras. La Izquierda Comunista ya lo expresó claramente en los años 1930: “Para el verdadero revolucionario, naturalmente, no existe la cuestión “palestina”, sino sólo la lucha de todos los explotados en Medio Oriente, ya sean árabes o judíos, de la lucha más general de todos los explotados del mundo por la revuelta comunista”12. La lucha revolucionaria no puede surgir de un chasquido de dedos. Ciertamente no será el resultado de la adhesión a los campos nacionalistas o imperialistas defendidos por la burguesía; hoy, sólo puede pasar por el desarrollo de las luchas obreras, contra los ataques económicos cada vez más duros de la burguesía. ¡Las luchas de hoy preparan la revolución del mañana!
07.01.2024 / R. Havanais
1 “Un periódico no alineado”, Le Monde Diplomatique, noviembre de 2023.
2 Para una visión más detallada de las relaciones imperialistas en la región hasta la Segunda Guerra Mundial, https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/163/conflictos-imperialistas-en-oriente-medio-ii-la-utilizacion-del-sio [27], Revista Internacional N° 117.
3 Resolución sobre la situación internacional, VI Congreso de la CCI, Revista Internacional No. 44, 1986.
4 Dov Weissglas, asesor cercano del Primer Ministro Sharon, en el diario Haaretz, 8 de octubre de 2004. Citado en Ch. Enderlin, "El error estratégico de Israel", Le Monde Diplomatique, enero de 2024.
5 Netanyahu a los parlamentarios del Likud el 11 de marzo de 2019, comentarios informados por el diario israelí Haaretz el 9 de octubre.
6 Extracto del periódico libanés L´Orient -Le Jour, 18 de junio, 2019.
7 “XXIII Congreso de la CCI, Resolución sobre la situación internacional, Revista Internacional 164.
8 Le Monde Diplomatique, junio de 2020.
9 Cita tomada de Ch. Enderlin, “https://www.monde-diplomatique.fr/2024/01/ENDERLIN/66457 [28] , Le Monde Diplomatique, enero de 2024.
10 Ch. Enderlin, https://www.monde-diplomatique.fr/2024/01/ENDERLIN/66457 [28] “El error estratégico de Israel”, Le Monde Diplomatique, enero de 2024.
11 “El conflicto judío-árabe: la posición de los internacionalistas en los años 1930” (tomado de Bílan n°30 y 31, 1936), Revista Internacional n°110, 2002.
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“La guerra es un asesinato metódico, organizado y gigantesco. Sin embargo, para realizar un asesinato sistemático entre hombres normalmente constituidos es necesario producir primero una intoxicación adecuada. Este ha sido siempre el método habitual de los beligerantes. Los pensamientos y sentimientos de bestialidad deben corresponder a La bestialidad de la práctica, debe prepararla y acompañarla.” (Rosa Luxemburgo, ‘La crisis de la socialdemocracia’,1915)
Los terribles enfrentamientos que vuelven a ensangrentar Medio Oriente confirman una vez más lo que la gran revolucionaria Rosa Luxemburgo escribió en prisión en 1915.
Los milicianos de Hamas que el 7 de octubre de 2023, cometieron crímenes atroces contra la población civil israelí, mujeres, niños y ancianos, sólo pudieron comportarse con tal salvajismo tras un condicionamiento y un lavado de cerebro sistemático por parte de la organización islamista que gobierna la Franja de Gaza.
Del mismo modo, si hoy la gran mayoría de la población israelí aprueba los criminales bombardeos y la ofensiva terrestre de la que son víctimas los habitantes de Gaza y que ya han causado miles de muertes civiles, no solo es porque sufrió un terrible trauma con la masacre del 7 de octubre, sino porque ella también ha sido víctima de condicionamientos durante décadas por parte de las autoridades israelíes y de los distintos partidos de la burguesía.
Hoy, con la guerra entre el Estado de Israel y Hamas asistimos una vez más a como las diferentes fuerzas políticas, que defienden la perpetuación del orden capitalista, usan el mismo método que la clase explotadora ha utilizado a gran escala desde el principio del siglo XX para justificar la barbarie bélica: resaltar las atrocidades cometidas por “el enemigo” para justificar sus propias atrocidades. Y no faltan ejemplos a lo largo del siglo XX, el siglo donde el sistema capitalista entró en su período de decadencia.
Ciertamente, la guerra existió mucho antes de este período y las justificaciones, por parte de quienes la dirigieron, estuvieron siempre acompañando, pero las guerras del pasado nunca habían tomado la forma de una guerra total, movilizando todos los recursos de la sociedad e involucrando a toda la población, como sucedió a partir de 1914. Fue a partir de la Primera Guerra Mundial cuando los gobiernos de los países beligerantes se ocuparon de manera organizada y sistemática de la propaganda que permitía movilizar a los sectores más importantes de la población de un país.
Ya hemos dedicado en nuestra prensa un artículo muy detallado sobre la propaganda destinada, “con miras al asesinato sistemático”, a “ producir una intoxicación apropiada en hombres de constitución normal” , como escribió Rosa Luxemburgo. Instamos a nuestros lectores a leer este artículo completo, “ El nacimiento de la democracia totalitaria [32] ”(1) , publicado en 2015, del que aquí citaremos sólo algunos breves extractos.
En particular, este artículo cita extensamente una obra de Harold Lasswell publicada en 1927 y titulada “Técnicas de Propaganda en la Guerra Mundial [33]”.
Aquí algunos pasajes:
"Las resistencias psicológicas a la guerra en las naciones modernas son tan grandes que cada guerra debe aparecer como una guerra de defensa contra un agresor amenazante y asesino. No debe quedar ambigüedad sobre aquéllos a los que debe odiar la población. No puede quedar el menor resquicio por el que penetre la idea de que la guerra se debe a un sistema mundial de negocios internacionales o a la imbecilidad y maldad de todas les clases gobernantes, sino que se debe a la rapacidad del enemigo. Culpabilidad e inocencia deben quedar geográficamente establecidas: la culpabilidad debe estar del otro lado de la frontera. Si la propaganda quiere movilizar todo el odio de la población, debe vigilar que todas las ideas que circulan responsabilicen únicamente al enemigo. Podrán permitirse en ciertas circunstancias algunas variaciones de esa consigna principal, que vamos a intentar especificar, pero ese argumento debe ser siempre el esquema dominante. Los gobiernos de Europa occidental no podrán nunca estar totalmente seguros de que el proletariado de dentro de sus fronteras y bajo su autoridad y que posee una conciencia de clase, vaya a alistarse tras sus trompetas bélicas"
La propaganda “"es una concesión a la racionalidad del mundo moderno. Un mundo instruido, un mundo educado prefiere desarrollarse basándose en argumentos e informaciones (…) Todo un aparato de erudición difundida populariza los símbolos y las formas del llamamiento pseudo-racional: el lobo de la propaganda no duda en vestirse con piel de cordero. Todos los hombres elocuentes de aquel entonces (escritores, reporteros, editores, predicadores, conferenciantes, profesores, políticos) se ponen al servicio de la propaganda amplificando la voz del amo. Todo se lleva con el ceremonial y el disfraz de la inteligencia pues es una época racional que requiere que la carne cruda sea asada por chefs mañosos y competentes". Las masas deben ser atiborradas con una emoción inconfesable, que deberá por lo tanto estar sabiamente cocida y bien aderezada: "Una nueva llamarada debe restañar el chancro del desacuerdo y reforzar el acero del entusiasmo bélico” (Lasswell, op. cit. p. 221)
“Para movilizar el odio de la población contra el enemigo, había que representar la nación adversa como un agresor amenazante y asesino (…). Mediante la elaboración de los objetivos de guerra el trabajo de obstrucción del enemigo se hace evidente. Representar la nación adversa como satánica: viola todos los modelos morales (las costumbres) del grupo, es un insulto a su propia autoestima. Mantener el odio depende de que hay que completar las representaciones del enemigo amenazante, obstructor, satánico, con la afirmación de la seguridad de la victoria final”. (Lasswell, op.cit., pág. 195)
La lectura de estos pasajes, que ilustran y complementan las líneas de Rosa Luxemburgo de manera notable,
podría sugerir que Lasswell era un militante que luchaba contra el capitalismo. Nada de eso, fue un eminente académico estadounidense que publicó numerosos trabajos sobre ciencia política y enseñó esta disciplina de 1946 a 1958 en la prestigiosa Universidad de Yale. En su obra de 1927, como conclusión de sus trabajos, defendió el control gubernamental de las técnicas de comunicación (telégrafo, teléfono, cine y radio) y puso sus conocimientos al servicio de la burguesía estadounidense durante toda su vida, pero especialmente durante la Segunda Guerra Mundial, donde fue director de investigaciones sobre comunicación y guerra en la Biblioteca del Congreso (la principal y prestigiosa biblioteca de Estados Unidos) al mismo tiempo que trabajaba en los servicios de propaganda de la armada.
Como se expresa con toda claridad en los escritos de Lasswell, se trata de que cada Estado que lidera la guerra presente al enemigo combatido como la encarnación del MAL para presentarse como el eminente representante del BIEN. Hay muchos ejemplos en la historia desde 1914 en adelante y sólo podemos citar algunos.
Como dice nuestro artículo de 2015, “Gran Bretaña utilizó a fondo la ocupación de Bélgica por Alemania, con una buena dosis de cinismo por cierto, pues la invasión alemana frustraba sencillamente los planes de guerra británicos. Gran Bretaña propaló historias atroces de lo más macabro: las tropas alemanas mataban a las criaturas a bayonetazos, hacían caldo con los cadáveres, ataban a los curas cabeza abajo en los badajos de las campanas en su propia iglesia, etc..”
La burguesía francesa no se quedó al margen: en una postal propagandística encontramos un poema en el que un soldado explica a su joven hermana qué es un “boche” (término utilizado en Francia para designar a un alemán y que significa “carnicero”):
“¿ Quieres saber, niña, qué es este monstruo, un Boche?
Un Boche, cariño, es un ser sin honor
Es un bandido traicionero, torpe, odioso e inmundo
Es el hombre del saco-robachicos, un ogro envenenador.
Es un demonio de soldado que quema pueblos,
Fusila a los viejos y mujeres, sin remordimientos,
Remata a los heridos, comete todos los pillajes
Entierra a los vivos y expolia a los muertos .
Es un cobarde degollador de niños y niñas,
que ensarta a bebés con bayonetas,
Masacrando por placer, sin motivos... sin cuartel
Este es el hombre, mi niña, que quiere matar a tu padre,
Destruir tu patria y torturar a tu madre,
Este es el teutón maldito en el universo entero.
Este tipo de propaganda se desarrolló especialmente tras la confraternización que tuvo lugar en el frente durante la Navidad de 1914 entre unidades alemanas, francesas y escocesas. Este poema lo dice claramente: no podemos, de ninguna manera, confraternizar con “monstruos”.
Posteriormente, la acumulación de cadáveres en ambos bandos sirvió a cada Estado contendiente para justificar la demonización del enemigo. Cada campo elogió el heroísmo y el sacrificio de sus soldados en la “necesaria” misión de parar los “crímenes” de los soldados del otro campo. Matar a seres humanos ya no era un delito si vestían otro uniforme sino que al contrario era un “deber sagrado en defensa de la humanidad y la moralidad”.
Esta demonización de los pueblos “enemigos” con miras a justificar la barbarie bélica que se mantuvo durante todo el siglo XX y principios del XXI, cuando la guerra se convirtió en una manifestación permanente del hundimiento del capitalismo en su fase de decadencia. La Segunda Guerra Mundial nos ofrece un ejemplo que es a la vez esclarecedor y atroz. Para la propaganda burguesa de hoy sólo había un “Campo del MAL”: la Alemania nazi y sus aliados.
El régimen nazi era la encarnación de la contrarrevolución que había sufrido el proletariado de Alemania después de sus intentos revolucionarios de 1918-23. Una contrarrevolución a la que las “democracias” del “Campo del BIEN” habían contribuido plenamente y que fue culminada por el nazismo. Además, estas “democracias” habían creído durante mucho tiempo que podían llegar a un acuerdo con el régimen de Hitler, como lo demuestran los acuerdos de Munich de 1938. Las atrocidades cometidas por el régimen nazi fueron utilizadas en la propaganda de los aliados para justificar sus propias atrocidades. En particular, el exterminio de los judíos de Europa por parte de este régimen, que era expresión más concentrada de la barbarie en la que la decadencia del sistema capitalista ha sumido a la sociedad humana, y que resultó un argumento generalizado y presentado como “irrefutable” sobre la necesidad de los Aliados para destruir Alemania, que incluyó el asesinato de decenas de miles de civiles bajo las bombas del “Campo del BIEN”. Después de la guerra, cuando las poblaciones de los países “victoriosos” tomaron conciencia de los crímenes cometidos por sus líderes, se les explicó que las terribles masacres de poblaciones civiles (en particular los bombardeos de Hamburgo entre el 25 de julio y el 3 de agosto de 1943 y los de Dresde del 13 al 15 de febrero de 1945 que, utilizando masivas bombas incendiarias, atacaron principalmente a civiles, causando un total de más de 100 mil muertes) eran justificados por la barbarie del régimen nazi. Estos mismos líderes organizaron propaganda masiva sobre las –verdaderas– atrocidades cometidas por este régimen, y en particular el exterminio de las poblaciones judías(2). Por otra parte, se cuidaron de no señalar que los Aliados no hicieron absolutamente nada para ayudar a estas personas, a las que la mayoría de los países del Campo del BIEN denegaron los visados de entrada y que incluso rechazaron las ofertas de los dirigentes nazis de entregar a cientos de miles de judíos.
Esta sucia hipocresía de la burguesía “democrática” queda muy bien desmantelada, con la evocación de hechos históricos probados, en un artículo titulado “Auschwitz o la gran coartada [34]” y publicado en 1960 en el n°11 de la revista Programme Comunista (órgano del Partido Comunista Internacional, bordiguista) (3) . Aquí está la conclusión de este artículo que apoyamos plenamente:
“Hemos visto cómo el capitalismo condenó a muerte a millones de hombres expulsándolos de la producción. Hemos visto cómo los masacró sin dejar de extraerles toda la plusvalía que les fue posible. Queda ver cómo el capitalismo los explota todavía después de su muerte.
Son ante todo los imperialistas del campo aliado quienes se sirvieron de esta masacre para justificar su guerra y justificar, después de la guerra, el tratamiento infame infligido al pueblo alemán. Cómo nos precipitamos sobre campos y cadáveres, paseando por todas partes fotos horribles y clamando: ¡Vean lo hijos de puta que eran esos boches! ¡Cuánta razón tuvimos de haberlos combatido! ¡Y cómo ahora tenemos razón de hacerles pasar el trago amargo! Cuando se piensa en los innumerables crímenes cometidos por el imperialismo; cuando se piensa, por ejemplo, que en ese mismo momento (1945) en que nuestros Thorez cantaban su victoria sobre el fascismo, 45.000 argelinos (¡provocadores fascistas!) caían bajo los golpes de la represión(4) ; cuando se piensa que es el capitalismo mundial el responsable de estas masacres da realmente náuseas el innoble cinismo de esta satisfacción hipócrita.
Al mismo tiempo todos nuestros buenos demócratas se arrojaron sobre los cadáveres de los judíos. Que desde entonces no han cesado de agitar ante las narices del proletariado. ¿Para hacerles sentir la infamia del capitalismo? Al contrario, para hacerles apreciar por contraste la verdadera democracia, el verdadero progreso, ¡el bienestar del cual uno goza en la sociedad capitalista! Los horrores de la muerte capitalista deben hacer olvidar al proletariado los horrores de la vida capitalista y del hecho que ¡ambos están indisolublemente ligados! Las experiencias de los médicos S.S. deben hacer olvidar que el capitalismo experimenta a gran escala productos cancerígenos, los efectos del alcoholismo sobre la herencia, la radioactividad de las bombas «democráticas». Si se muestran las lámparas forradas en piel de hombre, es para hacer olvidar que el capitalismo ha transformado al hombre viviente en lámpara. Las montañas de cabellos, los dientes en oro, el cuerpo del hombre muerto, han convertido al hombre viviente en mercancía. Es el trabajo, la vida misma del hombre que el capitalismo ha transformado en mercancía. Es ésta la fuente de todos los males. Utilizar los cadáveres de las víctimas del capital para tratar de esconder la verdad, hacer que estos cadáveres sirvan a la protección del capital es bien la más infame forma de explotarlos hasta la médula”.
De hecho, este artículo expone lo que constituye una posición fundamental de la izquierda comunista: la denuncia de la ideología antifascista, de la cual la evocación de la Shoah [aniquilación] constituye un pilar, como medio para justificar la defensa de la “democracia” capitalista. Así, ya en junio de 1945, el número 6 de L'Étincelle , periódico de la izquierda comunista francesa, antepasado político de la CCI, había publicado un artículo titulado “Buchenwald, Maïdaneck, demagogia macabra” que desarrollaba el mismo tema y que reproducimos a continuación:
“El papel desempeñado por las SS, los nazis y su campo de muerte sistematizada, era exterminar en general a todos los que se oponían al régimen fascista y especialmente a los militantes revolucionarios que siempre han estado en la vanguardia de la lucha contra la burguesía capitalista, bajo cualquiera forma que adopte: autárquica, monárquica o “democrática”, cualquiera que sea su líder: Hitler, Mussolini, Stalin, Leopoldo III, Jorge V, Víctor-Emmanuel, Churchill, Roosevelt, Daladier o De Gaulle”.
La burguesía internacional que, cuando estalló la Revolución de Octubre en 1917, buscó todos los medios posibles e imaginables para aplastarla, que destrozó la revolución alemana en 1919 con una represión de increíble salvajismo, que ahogó en sangre la insurrección proletaria china; la misma burguesía que financió la propaganda fascista en Italia y luego la de Hitler en Alemania; la misma burguesía puso en el poder en Alemania a quien había designado como policía de Europa en su nombre; la misma burguesía que hoy gasta millones para financiar la organización de una exposición “Las SS crímenes hitlerianos”, el rodaje y la presentación al público de películas sobre las “atrocidades alemanas” (mientras las víctimas de estas atrocidades siguen muriendo a menudo sin cuidados y que los supervivientes que regresan no tienen medios para vivir).
Esta misma burguesía, es la que pagó por un lado el rearme de Alemania y, por el otro, la que se burló del proletariado arrastrándolo a la guerra con una ideología antifascista, es la que de esta manera favoreció la llegada de Hitler al poder. El poder se utilizó hasta el final para aplastar al proletariado alemán y arrastrarlo a la más sangrienta de las guerras, a la más inmunda carnicería que se pueda concebir.
Es siempre esta misma burguesía la que envía representantes con coronas de flores para inclinarse hipócritamente ante las tumbas de los muertos que ella misma ha generado porque es incapaz de dirigir la sociedad y porque la guerra es su única forma de vida.
¡ES A ELLA A LA QUE ACUSAMOS!
Porque los millones de muertes que ha perpetrado en esta guerra no son más que un añadido a una lista ya demasiado larga, por desgracia, de los mártires de la “civilización”, de la sociedad capitalista en descomposición.
Los responsables de los crímenes de Hitler no son los alemanes que fueron los primeros, en 1934, en pagar la represión burguesa de Hitler con 450 mil vidas humanas y que continuaron sufriendo esta represión despiadada cuando se llevó a cabo al mismo tiempo en el extranjero. No más que los franceses, los ingleses, los americanos, los rusos, o los chinos no son responsables de los horrores de la guerra que no querían pero que les impuso su burguesía.
Por el contrario, son los millones de hombres y mujeres que murieron lentamente en los campos de concentración nazis, que fueron salvajemente torturados y cuyos cuerpos se pudrían en cualquier parte, que han sido golpeados durante esta guerra combatiendo o sorprendidos en un bombardeo “liberador”, los millones de cadáveres mutilados, amputados, desgarrados, desfigurados, enterrados bajo tierra o pudriéndose al sol, los millones de cuerpos, soldados, mujeres, ancianos, niños.
Son estos millones de muertos los exigen venganza...
...y no reclaman venganza contra el pueblo alemán que sigue pagando; sino sobre esta burguesía infame y sin escrúpulos que no pagó, pero se aprovechó y que sigue burlándose con sus caras de gordos cerdos, de los esclavos hambrientos.
La verdadera posición del proletariado no es responder a llamados demagógicos tendentes a continuar y acentuar el chauvinismo a través de comités antifascistas, sino la lucha directa de clases por la defensa de sus intereses, de su derecho a la vida, de su lucha de cada día, de cada momento hasta la destrucción del monstruoso régimen del capitalismo.”(5)
Incluso hoy, el Estado de Israel (y quienes lo apoyan) invocan la memoria de la Shoá para justificar sus crímenes. Las atrocidades sufridas en el pasado por las poblaciones judías son una manera de hacer creer que este Estado pertenece al campo del BIEN, incluso cuando toma el ejemplo de las “democracias” durante la Segunda Guerra Mundial para masacrar bajo las bombas, de manera deliberada, poblaciones civiles. Y las atrocidades cometidas por Hamás el 7 de octubre le permitieron reavivar la llama de manera espectacular hasta el punto de silenciar en Israel incluso las voces de quienes anteriormente denunciaban la política criminal de este Estado, o incluso de arrojarlos al campo de “guerra a toda costa”
Al mismo tiempo, los enemigos de Israel y quienes los apoyan, y que durante décadas han hecho de la opresión y la humillación de las poblaciones palestinas su negocio, ya sea que se alineen detrás de banderas islámicas o banderas "antiimperialistas", encuentran hoy, con las masacres cometidas por el Estado hebreo en Gaza, los escandalosos argumentos para justificar su apoyo a un Estado palestino que, como todos los Estados, será el instrumento de la clase explotadora para oprimir y reprimir a los explotados.
Para justificar la barbarie bélica, la propaganda burguesa ha hecho, especialmente desde 1914, un uso masivo de la mentira, como vimos anteriormente y como seguimos viendo. Pensemos, entre muchos otros ejemplos, en el mito de las “armas de destrucción masiva” suscitado por el Estado estadounidense en 2003 para justificar la invasión de Irak. Pero esta propaganda es aún más eficaz cuando puede basarse en las atrocidades reales cometidas por quienes son designados como enemigos. Y estas atrocidades no van a desaparecer; todo lo contrario. A medida que el sistema capitalista se hunde en su decadencia y descomposición, serán cada vez más frecuentes y abominables. Como en el pasado, serán utilizados por cada sector de la burguesía para justificar sus propias atrocidades y las atrocidades futuras.
La indignación y la ira contra estas atrocidades son legítimas y normales en todo ser humano. Pero es importante que los explotados, los proletarios, sean capaces de resistir las sirenas de quienes los llaman a combatir y matar a los proletarios de otros países, o a morir en esos combates. Ninguna guerra en el capitalismo será jamás la que ponga fin a las guerras, las “últimas de las últimas”, como afirmaba la propaganda de los países de la Entente en 1914 o como afirmaba en 2003 el presidente Bush hijo, que predijo “una era de paz y prosperidad” tras la eliminación de Saddam Hussein (de hecho, la masacre de cientos de miles de iraquíes). La única manera de poner fin a las guerras y las atrocidades que causan es acabar con el sistema que las crea, el capitalismo. Cualquier otra perspectiva sólo preserva la supervivencia de este sistema bárbaro.
(Fabienne, 24-11-2023)
1 Revista Internacional nº 155. El articulo original en nuestra prensa francesa “Naissance de la démocratie totalitaire”, en español se publicó con el título “La propaganda durante la Primera Guerra Mundial [35]”.
2 La utilización por parte del Campo del BIEN americano de la bomba atómica que arrasó las ciudades de Hiroshima (6 de agosto de 1945 – entre 103 mil y 220 mil muertos según diferentes estimaciones) y Nagasaki (9 de agosto – de 90 mil a 140 mil muertos) no podría evidentemente justificarse por el exterminio de los judíos por parte de las autoridades japonesas, pero sí hay que darle una vocación “humanitaria”. De hecho, según las autoridades estadounidenses, ayudó a salvar un millón de vidas en ambos bandos al acelerar el fin de la guerra. Esta es una de las mentiras más atroces sobre la Segunda Guerra Mundial. De hecho, incluso antes de estos bombardeos, el gobierno japonés estaba dispuesto a capitular con la condición de que el emperador Hirohito conservara su trono. Las autoridades estadounidenses rechazaron entonces esta condición. Era absolutamente necesario que pudieran utilizar la bomba atómica para comprender mejor el “rendimiento” de esta nueva arma y, sobre todo, para enviar un mensaje de intimidación a la Unión Soviética, que el gobierno estadounidense predijo sería el próximo enemigo. Por su parte, Hirohito permaneció en su trono hasta su muerte el 7 de enero de 1989, sin ser nunca preocupado por las autoridades estadounidenses a pesar de que su participación personal en los crímenes de los ejércitos japoneses estaba claramente establecida. Una última aclaración: si la capital de Japón, Tokio, no recibió una bomba atómica es porque ya fue prácticamente arrasada por múltiples bombardeos “clásicos” (con uso intensivo de bombas incendiarias), y en particular los de de marzo de 1945 que provocó tantas muertes como la de Hiroshima.
3 Este artículo se basa en particular en el libro “ La historia de Joël Brand” (Éditions du Seuil, 1957, traducido del alemán: Die Geschichte von Joel Brand , Verlag Kiepenheuer & Witsch, Köln-Berlin, 1956) que describe las aventuras de este judío húngaro que organizó la fuga de los judíos perseguidos por los nazis. En mayo de 1944, Adolf Eichmann encargó a Brandt transmitir a los aliados una propuesta para la “entrega” de cientos de miles de judíos, propuesta rechazada por las autoridades británicas.
4 Referencia a la sublevación de la población de Sétif el 8 de mayo de 1945, el mismo día de la firma del armisticio, sofocada con extrema violencia por el gobierno francés, en la que participó el Partido "Comunista" dirigido por Maurice Thorez.
5 La Tendencia Comunista Internacionalista ha publicado en su sitio web un artículo que trata las mismas cuestiones abordadas en nuestro presente artículo:-La hipocresía imperialista en Oriente y Occidente [36]. Este es un artículo excelente que damos la bienvenida y animamos a nuestros lectores a consultarlo.
En la Parte I de este artículo, decíamos en la introducción que "El colapso del bloque del Este marcó el inicio de la fase final de la evolución del capitalismo: la descomposición social. Con esta fase también comienza el declive del liderazgo estadounidense y el deslizamiento del sistema burgués hacia el caos y la barbarie.... La segunda parte de este artículo tratará del período que va desde 1990 hasta hoy. En 30 años de descomposición de la sociedad burguesa, Estados Unidos se ha convertido en un factor de agravamiento del caos, y su liderazgo mundial no se recuperará, proclame lo que proclame el equipo de Biden en sus discursos. No es una cuestión de deseos; son las características de esta fase final del capitalismo las que determinan las tendencias que está obligado a seguir, conduciendo inexorablemente al abismo si el proletariado no puede ponerle fin mediante la revolución comunista mundial"1.
El gobierno de Biden lleva ya 8 meses en el poder y se han confirmado claramente las dificultades de la burguesía estadounidense para revertir los efectos de la descomposición en todos los niveles: El huracán Ida causando estragos en Nueva Orleans, los incendios que arrasan regiones enteras en California... en resumen, la burguesía es incapaz de hacer frente a las consecuencias del cambio climático; la guerra comercial con China afecta a los propios consumidores estadounidenses; mientras tanto, los políticos de ambos partidos están más preocupados por defender sus intereses mezquinos que por construir una unidad que responda a las necesidades del capital nacional; la violencia en las calles sigue aumentando, el consumo de opioides y fentanilo bate récords y destruye vidas; los grupos que promueven las teorías conspirativas más descabelladas siguen floreciendo; y la "mayor democracia del mundo" aún no se ha recuperado del fiasco político de las elecciones de 2020, lo que Trump llama el gran "fraude electoral" . Ahora hay que añadir que la retirada de EEUU de Afganistán en desorden2, abandonando a sus aliados a su suerte, es una muestra más de que EEUU nunca recuperará su lugar como gendarme del mundo. La pérdida de ese estatus provocará más divisiones en el seno de la burguesía norteamericana, y a nivel mundial se producirá un caos creciente en las relaciones imperialistas donde las guerras localizadas, el desorden y el sálvese quien pueda serán el centro de la dinámica infernal de un sistema que se está pudriendo.
Por lo tanto, nuestro marco de análisis insiste en que ".... es vital subrayar la distinción fundamental entre los elementos de descomposición que han infectado al capitalismo desde principios de siglo y la descomposición generalizada que está infectando al sistema en la actualidad, y que sólo puede agravarse. También en este caso, al margen del aspecto estrictamente cuantitativo, el fenómeno de la descomposición social ha alcanzado hoy tal amplitud y profundidad que ha adquirido una cualidad nueva y única, que revela la entrada del capitalismo decadente en una nueva y última fase de su historia: la fase en la que la descomposición se convierte en un factor decisivo, si no el decisivo, de la evolución social"3.
La implosión de la URSS y la desaparición del bloque oriental provocaron la dislocación automática del bloque occidental. Estados Unidos tuvo que provocar la Guerra del Golfo Pérsico en 1991, haciendo creer a Saddam Hussein que no se "inmiscuiría en los asuntos árabes": Irak invadió Kuwait y los estadounidenses organizaron la "gran coalición de la Comunidad Internacional" para castigar a Irak. Pero el objetivo central era alinear a los países tras la bandera estadounidense, dar un golpe en la mesa y demostrar quién impondría la disciplina en el mundo a partir de entonces.
"La guerra del Golfo muestra que, ante la tendencia al caos generalizado propia de la descomposición y que se ha acelerado considerablemente con el colapso del bloque del Este, el capitalismo no tiene otra salida en su intento de mantener unidos a sus diferentes componentes, que imponer la camisa de fuerza militar. En este sentido, los métodos que utiliza para tratar de contener un estado de caos cada vez más sangriento son en sí mismos un factor de agravamiento de la barbarie militar en la que se está sumiendo el capitalismo"4 Este fue el punto álgido del liderazgo estadounidense tras el fin de la "era bipolar": después de la "Tormenta del Desierto" los fracasos se han ido acumulando uno tras otro y la dominación estadounidense se ha ido debilitando desde entonces.
"A principios del siglo XXI, la propagación de la descomposición se manifestó sobre todo en la explosión del sálvese quien pueda y el caos a nivel imperialista. El ataque a las Torres Gemelas y al Pentágono por parte de Al Qaeda el 11 de septiembre de 2001, y la respuesta militar unilateral de la administración Bush, abrieron aún más la caja de Pandora de la descomposición: con el ataque y la invasión de Irak en 2003, desafiando las convenciones y organizaciones internacionales y sin tener en cuenta la opinión de sus principales "aliados", la primera potencia mundial pasó de ser el gendarme del orden mundial al principal agente del sálvese quien pueda y del caos. La ocupación de Irak y luego la guerra civil en Siria (2011) agitarían poderosamente el sálvese quien pueda imperialista, no sólo en Oriente Medio sino en todo el mundo. También acentuaron la tendencia al declive del liderazgo de Estados Unidos, mientras que Rusia comenzó a volver al primer plano, especialmente a través de un papel imperialista "disruptivo" en Siria, y China se alzaba rápidamente como retador de la superpotencia estadounidense"5
Mientras que en la década de los noventa Estados Unidos consiguió mantener su estatus de primera potencia mundial, gracias en gran parte a su capacidad para presentarse como vencedor de la Guerra Fría, el "Nuevo Orden Mundial" de Bush padre iba a ser un eufemismo para el desorden y el caos. De hecho, el comienzo del siglo XXI marcaría ya el abierto declive histórico de Estados Unidos. Esto se expresa en su incapacidad para estabilizar las zonas en las que mete sus narices. Está claro en el caso de Palestina-Israel, pero también en el de Irán y en la incapacidad de la OTAN para responder a la política de Rusia en Ucrania, cuya política de sanciones y "máxima presión" no ha dado los resultados esperados.
"En 1992, Washington adoptó una orientación muy clara y consciente para guiar su política imperialista en el período posterior a la Guerra Fría, basada en "un compromiso fundamental de mantener un mundo unipolar en el que Estados Unidos no tenga ningún competidor de igual nivel. No se permitirá que ninguna coalición de grandes potencias sin Estados Unidos alcance la hegemonía" (Prof. G.J. Ikenberry, Foreign Affairs, Sept/Oct. 2002, p.49). Esta política pretende impedir el ascenso de cualquier potencia en Europa o Asia que pueda desafiar el protagonismo estadounidense y servir de polo de reagrupación para la formación de un nuevo bloque imperialista. Esto se explicó inicialmente en la declaración de política de planificación de la defensa de 1992, redactada por Rumsfeld en 1992, durante el último año de la primera administración Bush, que estableció claramente esta nueva gran estrategia”6
Hoy podemos confirmar el estrepitoso fracaso de esta orientación: hay un claro ascenso de Rusia, pero sobre todo de China, en la arena imperialista. China es ya el principal rival de EEUU, aunque todavía no posee la capacidad militar de los norteamericanos. Los "capitalistas estalinistas" no tienen otra opción: o se arman para defender su expansión económica o se hundirán, encerrados tras el muro de contención que los estadounidenses pretenden construir a su alrededor. El peligro que representa China sigue creciendo y amenazando los privilegios de EEUU como única superpotencia mundial. La guerra comercial ha sido declarada, y con ella la movilización militar que la acompaña serán factores de crisis, desacuerdos y tensiones que inevitablemente involucrarán a otros peones imperialistas.
El ascenso de China no causó ningún problema durante más de 25 años. Todos los países industrializados, empezando por los Estados Unidos y los europeos, se apresuraron a invertir en China, a instalar sus fábricas, ya que allí podían contar con una mano de obra muy barata y casi sin exigencias fiscales y medioambientales. Este ascenso de China no puede entenderse sin analizarlo en el marco de las condiciones creadas por la entrada del capitalismo en su fase terminal: la descomposición social7. Lo que nos interesa aquí es destacar cómo la política estadounidense dedica cada vez más esfuerzos a contener al Dragón Chino. La dinámica del capitalismo decadente conduce inexorablemente a la guerra como forma permanente de existencia. El fin de los bloques imperialistas y el fin de la Guerra Fría no significaron una "era de paz", un "Nuevo Orden Mundial". Los esfuerzos de EEUU, como primera potencia económico-militar, debían dirigirse a salvaguardar el capitalismo en su conjunto, coincidiendo los intereses del capitalismo norteamericano con la defensa de ese "orden mundial". Y, sin embargo, sus aventuras militares al estilo "llanero solitario" sólo han traído más caos e inestabilidad. Afganistán es un ejemplo dramático de lo que supone la decadencia estadounidense, y junto a ella la decadencia general de un sistema en descomposición.
20 años de invasión, más de 2 billones de dólares (¡300 millones de dólares al día!) - ninguna de estas inversiones fue compensada con petróleo, litio o heroína. Las guerras ya no tienen una justificación económica. La salida de Estados Unidos de Afganistán bajo una imagen de estampida y huida humillante es el ejemplo más concreto del atolladero en el que se encuentra la "política exterior estadounidense". Asia Central es un espacio geopolítico importante y el hecho de que después de 20 años no se hayan alcanzado los objetivos estadounidenses no se debe a la incompetencia del ejército afgano, como dijo cínicamente Biden; se debe principalmente a los años de inestabilidad, al aumento del caos, a la miseria, al fortalecimiento de los "señores de la guerra". Poner orden en este caos es misión imposible, ya que la descomposición, con su tendencia al sálvese quien pueda, es un fenómeno irreversible.
Este fracaso abierto de Estados Unidos en Afganistán acelerará los procesos centrífugos que se vienen produciendo desde hace más de 30 años:
- El aumento de la desconfianza de los "aliados" de Estados Unidos respecto a la capacidad de este país para garantizar el cumplimiento de sus objetivos. Así, los miembros de la OTAN ya se inclinan por mantener a EEUU al margen de los intereses europeos. Desde la creación de la OTAN, los aliados europeos aceptaron alinearse detrás de los estadounidenses para obtener protección militar contra la amenaza de la Unión Soviética. Aunque Rusia sigue siendo un peligro latente para Europa, no tiene la importancia que tuvo en su día. Trump insistió en que los europeos debían asumir más costes de la OTAN, lo que significa que los estadounidenses son cada vez más incapaces de sostener económica y militarmente este legado de la Guerra Fría. En la actualidad, el liderazgo estadounidense está tan desgastado que no inspira confianza ni siquiera a sus aliados europeos. La reciente formación de un acuerdo entre EEUU, Australia y Gran Bretaña (AUKUS) echó por tierra el acuerdo de Francia para vender submarinos nucleares a Australia, y esto ya está enfrentando a la Unión Europea con los estadounidenses. Para las burguesías europeas, la emancipación de la tutela norteamericana ya es posible, no por sus mayores atributos militares y económicos, sino por el declive histórico de EEUU.
- Todos los pequeños tiburones imperialistas regionales se envalentonarán para desafiar abiertamente a EEUU. La inclusión de Irán en la "Organización del Acuerdo de Shangai" pretende impedir el acceso militar de EEUU a la región. China y Rusia son las principales partes de dicho acuerdo. Pero lo mismo ocurrirá con las demás potencias de Asia Central y Oriente Medio. La tendencia al sálvese quien pueda va a crecer, y con ella la inconstancia de cada país aumentará el número de interminables guerras locales. Los rusos ya tienen un pie en Siria; Turquía siente que puede desafiar a Europa, léase la OTAN, y avanzar en sus intereses en el Mediterráneo. Al mismo tiempo, el vacío dejado por Estados Unidos será llenado por otras potencias. Ya se sabe que China y Rusia harán tratos con los talibanes para relanzar la "Nueva Ruta de la Seda" Aunque Rusia no apoya el proyecto chino, intervendrá para proteger sus propias fronteras y los países de Asia Central bajo su influencia de la inminente propagación del caos en la región. Estados Unidos no puede retirarse sin establecer una retaguardia que le permita al menos seguir interviniendo. Mantendrán sus bases militares en la región y desde allí seguirán avivando el fuego.
- Las divisiones en el seno de la burguesía estadounidense se exacerbarán. La salida de Afganistán estaba prevista desde Obama; Trump firmó los acuerdos de salida el 1 de mayo de este año y Biden la está aplicando de forma totalmente caótica. La pérdida de su lugar como primera potencia mundial acentuará las fracturas: ¿Cómo mantendrá Estados Unidos su presencia en Oriente Medio y Asia Central para no dejar el campo libre a otras potencias? ¿Cuál será la política de Estados Unidos hacia sus aliados europeos después de Afganistán? ¿Estará Israel a salvo? ¿Cómo contener el ascenso de China después de esta debacle? ¿Cómo enfrentarse a Rusia? Todas estas preguntas no serán objeto de decisiones unánimes en el seno de la burguesía estadounidense; al contrario, acelerarán las divisiones internas en un contexto en el que el populismo seguirá influyendo en la política estadounidense. Todo el mundo tratará de promover sus intereses, desde facciones como Black Rock, Soros y compañía hasta otras vinculadas al fundamentalismo cristiano, los supremacistas blancos y agrupaciones como el Instituto Cato y el Movimiento Tea Party, todo tipo de think tanks y milicias civiles que tratarán de imponer sus ideologías a costa de una visión nacional del capital, lo que favorecerá enormemente la fragmentación de la vida política estadounidense.
"Esta tendencia general de la burguesía a perder el control de su propia política fue uno de los factores principales del colapso del bloque del Este; este colapso sólo puede acentuar la tendencia
- por el agravamiento de la crisis económica resultante;
- por la desintegración del bloque occidental que supone la desaparición de su rival;
- porque la desaparición temporal de la perspectiva de la guerra mundial exacerbará las rivalidades entre las diferentes facciones burguesas (entre facciones nacionales especialmente, pero también entre camarillas dentro de los estados nacionales)" (Tesis sobre la Descomposición).
La erosión de la capacidad de la burguesía para gestionar su juego político comenzó con fuerza al final de la Guerra Fría y la entrada en la fase de descomposición del capitalismo: estamos hablando de principios de los años 90. Aunque ya había fenómenos que anunciaban esta tendencia (la candidatura de Ross Perot, la destitución de Clinton, etc.) fue en el año 2000, con las elecciones que dieron la victoria a Bush hijo, cuando esta tendencia a la pérdida de control del juego político comenzó a manifestarse de forma espectacular. Las "elecciones robadas" mostraron que el ejemplo mundial de democracia empezaba a parecer cada vez más endeble8. Al Gore ganó la elección presidencial nacional por más de 500.000 votos, pero la decisión se tomó 36 días después y fue Florida, gobernada por el hermano de Bush, la que decidió la elección. El arcaico sistema electoral estadounidense demostró que no es el voto popular del ciudadano el que decide. La ideología demócrata recibió un duro golpe.
Tanto la facción de Bush como la de Gore llegaron a defender sus propios apetitos e intereses en detrimento de una visión global del capital estadounidense. Nixon, en 1960, adoptó una actitud diferente y comprendió la naturaleza del circo electoral y las necesidades del capital en ese momento. No impugnó a Kennedy, a pesar del fraude de Chicago, y todas las facciones dejaron de lado sus divergencias para formar un frente unido. Lo que ocurrió en las elecciones de 2000 fue ya la expresión de las divisiones internas de la burguesía, donde las tendencias centrífugas empezaban a mostrar su gravedad.
Las fuerzas de extrema derecha, especialmente el fundamentalismo cristiano, comenzaron a aparecer en la escena política estadounidense. Inicialmente como base del Partido Republicano en la época de Reagan, ahora han ganado fuerza en los llamados "estados rurales", una tendencia que ha sido alimentada por el creciente caos y la falta de esperanza en el futuro. Un ejemplo concreto de este fenómeno fue el surgimiento del Tea Party, que sería un actor importante en el torpedeo de la administración Obama, acusando al presidente de ser "marxista" y "agente musulmán". El Tea Party no sólo se nutrió del fundamentalismo cristiano, sino también de supremacistas blancos, activistas antiinmigrantes, milicianos, etc., todo un cóctel que se infiltró en el Partido Republicano y amenazó la estabilidad del sistema político, unido en torno a la consigna de estar en contra del "establishment de Washington". Estos eran ya signos claros de la propagación de la ideología populista, una ideología de la descomposición.
"- El ascenso del populismo "no es la opción política deseada por los sectores dominantes de la burguesía". Por el contrario, es una confirmación de la tendencia a 'una creciente pérdida de control de la clase dominante sobre su aparato político'.
- Su verdadera causa es "la incapacidad del proletariado de plantear su propia respuesta, su propia alternativa a la crisis del capitalismo". En este vacío entra la pérdida de confianza en las instituciones oficiales de la sociedad, que ya no son capaces de protegerla, y se hace cada vez más fuerte, dando lugar a una pérdida de confianza en el futuro y a la tendencia a mirar al pasado y a buscar chivos expiatorios a quienes culpar de la catástrofe".
- Hay "un elemento común presente en la mayoría de los países avanzados: la profunda pérdida de confianza en las 'élites' (...) debido a su incapacidad para restablecer la salud de la economía y frenar el aumento constante del desempleo y la pobreza". Esta revuelta contra los dirigentes políticos "(...) no puede conducir en modo alguno a una perspectiva alternativa al capitalismo".
- La reacción populista es querer sustituir la hipócrita pseudo igualdad existente por un sistema 'honesto' y abierto de discriminación legal. (...) La lógica de esta argumentación es que, en ausencia de una perspectiva de crecimiento a largo plazo para la economía nacional, las condiciones de vida de los nativos solo pueden estabilizarse más o menos discriminando a todos los demás."9
La llegada de Trump al poder no marcó el inicio del populismo, ni la victoria de Biden marca su fin. Trump hace oficial la enorme dificultad de la burguesía de la primera potencia mundial para "gestionar" su circo electoral y contener las tendencias centrífugas que crecen en su seno. "La crisis de la burguesía estadounidense no se ha producido como consecuencia de la elección de Trump. En 2007, el informe ya señalaba la crisis de la burguesía estadounidense explicando: "Es ante todo esta situación objetiva -una situación que excluye cualquier estrategia a largo plazo por parte del poder dominante - la que hizo posible la elección y reelección de un régimen tan corrupto, con un presidente piadoso y estúpido a la cabeza [Bush hijo]. (...), la Administración Bush no es más que un reflejo de la situación de callejón sin salida del imperialismo estadounidense' Sin embargo, la victoria de un presidente populista (Trump) conocido por tomar decisiones impredecibles no sólo sacó a la luz la crisis de la burguesía estadounidense, sino que también puso de manifiesto la creciente inestabilidad del aparato político de la burguesía estadounidense y la exacerbación de las tensiones internas" (ídem.)
Las elecciones de 2020 estuvieron rodeadas de inestabilidad y agudización de las luchas internas en el aparato político estadounidense. Las manifestaciones antirracistas y el movimiento Black Lives Matter tuvieron un gran impacto en la vida política, las milicias se manifestaron abiertamente, los republicanos y los demócratas también mostraron sus divisiones y la burguesía estadounidense luchó por imponer una facción más responsable en el poder. De hecho, las acusaciones de fraude impregnaron las elecciones de principio a fin y la democracia quedó aún más desacreditada: El propio presidente Trump la calificó de "enorme fraude". La burguesía trató de recuperarse de las "elecciones robadas" del año 2000, pero Trump y el trumpismo revivieron la idea de "fraude", y el sistema democrático en el que se basa la explotación del trabajo por el capital se ha debilitado de nuevo. Esta fragilidad y el crecimiento de la fragmentación en la vida de la sociedad estadounidense no harán más que aumentar, a pesar de que las facciones más responsables de la burguesía estadounidense intentan, con "Sleepy Joe"10 a la cabeza, contrarrestar esta dinámica irreversible.
La implosión de la Unión Soviética a finales de 1989 puso fin a la Guerra Fría. La causa fundamental de la debacle soviética residía en la imposibilidad de mantener una carrera armamentística con Occidente. La economía de la URSS no estaba ni siquiera cerca de igualar el poderío de Estados Unidos. Sin embargo, como cabeza del llamado bloque "socialista", la URSS estaba obligada a competir militarmente para mantener esa posición. A la larga, esta aberración económica, el gasto militar, la desangraría financieramente y se desmoronaría bajo el implacable ariete de la crisis.
"Hoy en día, el armamento cristaliza el plus ultra de la perfección tecnológica. La fabricación de sofisticados sistemas de destrucción se ha convertido en el símbolo de una economía moderna de alto rendimiento. Sin embargo, estas "maravillas" tecnológicas, que acaban de mostrar su eficacia asesina en Oriente Medio, son, desde el punto de vista de la producción, de la economía, un gigantesco despilfarro. Las armas, a diferencia de la mayoría de las otras mercancías tienen la particularidad de que una vez producidas son expulsadas del ciclo productivo del capital. No sirven ni para ampliar o sustituir el capital constante (a diferencia de las máquinas, por ejemplo) ni para renovar la fuerza de trabajo de los trabajadores que ponen en marcha este capital constante. Las armas no sólo no hacen más que destruir, sino que ya son una destrucción de capital en sí mismas, una esterilización de la riqueza. Cuando Estados Unidos, por ejemplo, anuncia que el presupuesto de defensa representa el 6% del PNB, eso significa que se ha destruido el 6% de la riqueza producida anualmente. Este 6% tiene que ser retirado de la producción global, lo que significa que la producción militar debe restarse del crecimiento anual, no añadirse como hacen los economistas."11 Los bienes de consumo y los bienes de producción pueden integrarse en el ciclo de la acumulación de capital, pero la producción militar tiene el único destino de esfumarse literalmente. Desde el punto de vista del capital global es la esterilización pura y dura del trabajo acumulado. El capitalismo decadente no puede evitar la huida hacia adelante de este proceso.
La economía norteamericana está sometida a una presión creciente en cuanto al gasto militar, que ya triplica el de su rival más cercano, China. ¡El presupuesto militar en 2019 fue de unos 716 mil millones de dólares! Esta tendencia del capitalismo a gastar cada vez más en armamento no es una opción, es una expresión de la vida misma de este sistema en decadencia y su impulso ciego hacia la guerra. China ya está inmersa en esta dinámica y EEUU hará todo lo posible para evitar que surja como rival en igualdad de condiciones. Con este ejemplo podemos ver que las ilusiones aislacionistas del capital estadounidense en los años 20 y 30, sobre crecer económicamente lejos de los "problemas europeos", era una utopía: la participación en la guerra bajo el capitalismo no es una opción sino un imperativo. Por eso, la facción aislacionista fue perdiendo terreno y se disolvió orgánicamente después de la Segunda Guerra Mundial, tras la cual siguió presente pero ya no tuvo un peso real. Aunque el populismo trumpista intentó abanderar esta facción, la realidad es que la lógica del capitalismo conduce inevitablemente a la guerra. El capitalismo moviliza todo el aparato productivo en aras de mantener y mejorar constantemente su poder militar12. Esto explica por qué Estados Unidos ha perdido su competitividad económica mundial. Muchas empresas estadounidenses dependen de las inversiones a través del Pentágono (Boeing, MacDonell-Douglas, Texas Instruments, General Electric, Chrysler, etc.). Estas "inversiones" exigen cada vez más dólares, de modo que la deuda estadounidense ya ha alcanzado los 28 billones de dólares, es decir, el 130% de su PIB. Por lo tanto, no es casualidad que la esfera militar colonice cada vez más la estructura del Estado e influya en el aumento de los presupuestos militares en detrimento de otros sectores. Las dificultades y divisiones que corroen la supuesta unidad de la burguesía no pueden sino aumentar en este ámbito, y las luchas internas se intensificarán sin duda.
Otro resultado del crecimiento canceroso del militarismo es que la economía "civil" -infraestructuras, sanidad, educación, etc.- se descuida cada vez más. Esto no puede sino debilitar la competitividad del capital estadounidense en el mercado mundial, obligando a la administración Biden a impulsar un importante programa de "modernización" en este ámbito. Y esto, a su vez, contribuirá a acumular la deuda nacional.
El frente interno de Estados Unidos está experimentando un empeoramiento de los conflictos y las divisiones. Los principales partidos están perdiendo credibilidad y las disensiones y fracturas son cada vez más evidentes. El Partido Demócrata no se unificó tras la pérdida del candidato Sanders frente a Hilary Clinton y Biden para la presidencia. El ala "socialista" del Partido Demócrata no está muy contenta, por lo que el "Escuadrón" (Ocasio Cortez y compañía) será el "ala crítica" contra Biden si no implementa sus "propuestas sociales, verdes y progresistas". No olvidemos que también hay divisiones entre el Escuadrón y Nancy Pelosi. El Escuadrón la ha acusado de ser "racista" y hay serias divergencias sobre la política de inmigración. A esto se suma el hecho de que la población no votó por Biden sino contra Trump, lo que refleja la débil base social de los demócratas. Por otro lado, los partidarios de Trump son muy significativos y éste se ha convertido en el segundo candidato presidencial con más votos de la historia, sólo por detrás de Biden. El Partido Republicano, por su parte, también se enfrenta a luchas internas. Bush Jr., miembro distinguido del Partido Republicano, ha desatado las críticas contra Trump desde las últimas elecciones cuando dijo abiertamente sobre la toma del Capitolio el 6 de enero de este año: "Así es como se disputan los resultados en las repúblicas bananeras".
Durante los cuatro años de mandato de Trump, el Partido Republicano, el partido de Abraham Lincoln, se deslizó más hacia la extrema derecha. Trump avivó el racismo, no condenó a los conspiranoicos como el grupo QAnon, halagó a los supremacistas blancos y condenó al movimiento BLM como "comunista". Acusó a Gorge Soros de financiar al BLM, a los Antifas y a las caravanas de migrantes que vienen de Centroamérica. Por otro lado, tras los acontecimientos del 6 de enero muchos republicanos desertaron de las filas de los partidarios de Trump. El GOP (Grand Old Party) fue vandalizado por el populismo y la democracia estadounidense pierde cada vez más su capacidad de controlar los resultados electorales. Los dos grandes partidos han perdido la unidad interna y la credibilidad. En las últimas elecciones, el programa de Biden era básicamente vacío y sólo inspiraba desconfianza, mientras que los republicanos y Trump basaron su campaña en el alarmismo. La amenaza de una confrontación abierta estuvo presente en todo el ambiente electoral de 2020. Esta tendencia social hacia el desarrollo de fuerzas centrífugas no cambiará con Biden: su promesa de "reconciliación nacional" y de "restauración de la democracia" se quedará en nada ante la aceleración de la descomposición social.
Estados Unidos es el país con el mayor número de premios Nobel en ciencia, el país de Silicon Valley. Es el centro mundial de empresas tecnológicas como Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft. Sin embargo, en los últimos 30 años ha habido un resurgimiento de todo tipo de ideologías retrógradas y fundamentalistas. Por ejemplo, durante la elección de Bush hijo, de los 60 millones de votos que obtuvo, 20 millones procedían de los fundamentalistas cristianos de derecha. Estos elementos no votan en función de cuestiones económicas o de la orientación imperialista de los EE.UU., sino que votan por consejo de los clérigos locales basándose generalmente en cuestiones como el matrimonio homosexual o el aborto. Las teorías "creacionistas" siguen teniendo una enorme influencia, incluso a nivel de la educación oficial en varios estados. "El alarmante aumento del fundamentalismo religioso, ya sea en sus variantes cristiana, islámica o judía, es una consecuencia de la descomposición social, que representa una falsa respuesta a una sociedad sin esperanza, un mundo caracterizado sin perspectiva de futuro, por la creciente desesperación y el miedo"13.
Las divisiones internas se vuelven aún más peligrosas cuando están inmersas en una "cultura de la violencia". En Estados Unidos la carga de la violencia tiene una larga historia, sin embargo, los grupos que viven en torno a la promoción y el uso de la violencia como forma de expresión han revivido e incluso aumentado: el KKK sigue existiendo, QAnon cobró un enorme impulso bajo la administración Trump, Proud Boys, Boogalo Boys, New Black Panthers, The Oath Keepers,14 etc. Hay más de 200 milicias organizadas y armadas hasta los dientes. "Las milicias han estado involucradas y activas en Estados Unidos durante décadas o siglos en algunos casos. Pero lo que estamos viendo ahora no tiene absolutamente ningún precedente en la historia de Estados Unidos", le dice a BBC Mundo Paul Goldenberg, miembro del Consejo Asesor del Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos."15 El escenario es un caldo de cultivo explosivo en una sociedad dividida. Trump estuvo coqueteando con estas milicias y les dijo a los Proud Boys que "esperaran" y luego dio la señal de "no rendición". El asalto al Capitolio no se entiende sin la aquiescencia del populismo y de Trump en particular. Al final Trump acabó condenando sin convicción la invasión del Capitolio, obligado a proteger su propio pellejo16.
El complemento ideal a este aspecto de la cultura de la violencia es el enorme peso del terror de Estado. Si hay un país en el que el terror de Estado se vive a diario, ese es EEUU. No sólo nos referimos a la brutalidad policial que en este país tiene un siniestro legado; hay otros aspectos como el aplastamiento permanente de cualquier expresión de lucha proletaria, las persecuciones y la vigilancia de todo lo que huela a "subversión". Hay una larga historia de patrones estadounidenses que contratan matones armados para reprimir las huelgas; el "miedo rojo" después de 1919 fue la reacción del capital estadounidense ante el temor de que la ola revolucionaria de la posguerra se extendiera a América, mientras que el macartismo fue la expresión de la política anticomunista durante la Guerra Fría. Hoy ya se habla de un "nuevo macartismo" que ahora controla las redes sociales y los "medios alternativos": en octubre de 2018 hubo una purga en Twitter y Facebook de sitios que "no cumplían con los requisitos". "Durante este mes de octubre, Facebook y Twitter eliminaron las cuentas de cientos de usuarios, incluidas muchas fuentes de medios alternativos dirigidas por usuarios estadounidenses. Entre los eliminados durante la purga coordinada se encontraban populares portales que escudriñan los abusos policiales y el intervencionismo estadounidense, como 'The Free Thought Project', 'Anti-Media'" y 'Cop Block'", junto con las páginas de periodistas como Rachel Blevins"17 Es sólo el principio y siguen en la mira con la idea de mantener un enorme aparato dedicado a acabar con cualquier teoría conspirativa "masónica-judeo-comunista" (la base unificadora de todos los grupos supremacistas blancos). La supresión de ideas impregna todo el entorno social y la clase trabajadora no se libra, desde luego. No es casualidad que el Día del Trabajo, el Primero de Mayo, se celebre en todo el mundo para conmemorar la gesta de los "Mártires de Chicago"... ¡Excepto en EEUU! No es por vergüenza por el pasado criminal de la burguesía; no, es una manipulación pura y dura, destinada a enterrar todo lo que pueda despertar una idea sobre la lucha de clases. El Estado en el "país de la libertad" ejerce un control omnipresente sobre grupos e individuos que es la envidia de los totalitarismos más abyectos. En esta misión, las redes sociales desempeñan cada vez más un papel central.
Tras el fiasco de Afganistán, la pérdida del estatus de gendarme mundial, el agravamiento de la crisis económica y la guerra comercial con China, se abren ahora varios focos de conflicto: cómo hacer frente al "terrorismo global e interno", qué hacer con unas infraestructuras que necesitan una renovación, qué hacer con el cambio tecnológico, la crisis climática y la inmigración, que sigue aumentando, etc. Todas estas cuestiones aceleradas no contribuirán a la unidad; al contrario, son factores que exacerbarán las divisiones ya existentes
Como señalamos en la primera parte de este artículo, "el largo proceso de incorporación de los Estados de la Unión comenzó en 1787 hasta las últimas incorporaciones de 1959. Alaska fue traída de los rusos en 1867, pero no fue hasta enero de 1959 que Alaska se convirtió en el estado número 49 y Hawaii en el 50 en agosto del mismo año. Estamos hablando de más de 170 años, un periodo en el que el territorio se extendió hasta la conquista de la "última frontera", es decir, hasta la costa del Pacífico de California". Un largo proceso que comenzó en el ascenso del capitalismo y culminó en pleno periodo de decadencia, tras la Segunda Guerra Mundial. Este elemento siempre ha supuesto un problema para la "unidad nacional": la "Unión Americana" es un enorme rompecabezas en el que cada pieza intenta siempre defender su especificidad. Las reivindicaciones independentistas de la "República de Texas" o las divisiones entre estados altamente productivos como California y los más agrícolas son muy familiares. Además, cada estado tiene su propia autoridad electoral con sus propias leyes, por lo que el arcaico modelo del Colegio Electoral ha roto la ilusión democrática de "un hombre un voto": basta recordar las elecciones presidenciales de 2000 y 2020 (ver más arriba).
Un problema adicional surge con la cuestión de cómo Estados Unidos ha construido la llamada "identidad nacional". "El estimado politólogo de Harvard Samuel Huntington en su libro de 2004, ¿Quiénes somos? fue una expresión temprana de una crisis de identidad nacional emergente, en la que se preocupaba expresamente por los desafíos únicos que planteaba la inmigración hispana masiva. Mientras que otros veían la inmigración continua como una parte integral e importante de la historia estadounidense -su supuesta historia de apertura, inclusión y diversidad-, a Huntington le preocupaba la pérdida de identidad nacional, la balcanización cultural y la corrosión de la vida cívica. Hoy en día, estos debates en torno al significado de la "americanidad" no han hecho más que acelerarse y profundizarse en un tono cada vez más hostil, con Trump llevando la retórica de un lado a niveles de agresión que muchos en los medios de comunicación consideran más allá de las normas de la política burguesa"18.
El capitalismo es totalmente incapaz de generar una unidad de lo diverso; su esencia es la división, la competencia y la exclusión. Si bien esto es un problema para el sistema en su conjunto, la sociedad estadounidense tiene un problema muy agudo. La migración fue la base de su constitución como nación, y, sin embargo, hoy en día los inmigrantes son vistos como una "amenaza para los valores estadounidenses". Toda la retórica antiinmigrante, el odio contra los "invasores migrantes", refleja no sólo la incapacidad del capital para absorber mano de obra barata, sino que también se basa en el "miedo al otro". La descomposición social aumenta estas ideologías irracionales. Por ejemplo, los WASP (White Anglo Saxon Protestants) ven amenazada su preponderancia en el Estado y en la vida social. La idílica "identidad nacional" es una mera ilusión ligada exclusivamente a las necesidades del estado capitalista. En EE.UU., las minorías son excluidas, el racismo segrega, los inmigrantes son rechazados y odiados. Por ejemplo, en EEUU hay unos 60 millones de migrantes de México, pero sólo 35 millones están registrados en el censo, es decir, "oficialmente" más de 25 millones son "ciudadanos fantasmas". Lo mismo ocurre con todos los migrantes de América Latina y del resto del mundo. La generación de un "sentimiento americano" que sea referente de identidad es imposible en una sociedad fracturada que excluye a millones de personas de la vida oficial.
También hay que añadir la "cultura de la posesión de armas". Históricamente, EE.UU. expandió su "frontera" de forma violenta, y la posesión de armas era un "derecho individual" consagrado en la constitución. Hoy podemos ver que la gran democracia occidental tiene más armas que habitantes: las armas que circulan por la nación se estiman en una media de 4 armas por habitante. El poderoso lobby de la Asociación Nacional del Rifle es uno de los más influyentes en el gobierno estadounidense, ya sea una administración demócrata o republicana. La promesa de Biden de limitar la venta indiscriminada de armas se encontrará con la resistencia de la NRA y del complejo militar estadounidense. ¿Cuáles son las consecuencias sociales de vivir en una "democracia armada" como ésta? ¿Es una práctica que permite al individuo "defender su propiedad y defender a los suyos"? Detrás de este derecho completamente burgués se encuentra la rancia ideología del capitalismo que enfrenta a un individuo con otro: "tus derechos terminan donde empiezan los míos". Esta división congénita del capitalismo ha comenzado a expresarse violentamente en la vida social estadounidense. No faltan las masacres diarias, los tiroteos en escuelas, bares, centros comerciales, etc. La delincuencia va en aumento y es la "democracia americana" la que tiene el mayor porcentaje de presos por habitante. A esto hay que añadir el aumento del número de milicias, la falta de confianza en el futuro, las divisiones provocadas por el populismo, etc. Estamos ante un caldo de cultivo para el agravamiento de la descomposición social, y de forma violenta y sangrienta.
Otro aspecto que no se puede ignorar es el de la inmigración. Aunque Estados Unidos se ha construido sobre la base de la migración, el declive del capitalismo ha convertido este fenómeno en un verdadero problema. Si bien los dos grandes océanos que lo rodean lo "protegen" del flujo migratorio masivo, la frontera con México es un verdadero talón de Aquiles. El inacabado Muro de Trump no ha inhibido el flujo, y los migrantes de todo el mundo utilizan México como puerta de entrada. "México registró la llegada de 147.000 migrantes indocumentados entre enero y agosto, el triple que, en 2020, mientras que las autoridades estadounidenses detuvieron a unos 212.000 migrantes sólo en julio, la primera vez que se supera la barrera de los 200.000 en 21 años."19
La política de Biden no difiere de la de sus predecesores. Prometió ser "más humano" pero la realidad es que las deportaciones masivas continúan, la frontera está cerrada "por razones de salud" y la frontera con México está plagada de indocumentados de Haití, Cuba, Venezuela, Centroamérica, etc. Hay una verdadera crisis humanitaria presentada como crisis "migratoria". Las oportunidades de trabajo y la estabilidad no existen en América Latina, por lo que la huida a EEUU es una última esperanza para millones de personas, una esperanza que se topa con un Muro, bandas de traficantes, fuerzas del Estado... hasta que la esperanza se disuelve en lágrimas y el sueño americano se convierte en una cruel y sangrienta pesadilla. Los inmigrantes que tienen la suerte de cruzar la frontera y entrar en Estados Unidos están condenados, en su mayoría, a la segregación, la mendicidad o a engrosar las filas de los sin techo que se pierden en barrios violentos y marginales donde la droga es "el pan de cada día". ¡Cuán lejos están las aspiraciones de los primeros pioneros y colonos americanos de estas masas de desesperados en un camino suicida!20
La falta de perspectivas de una sociedad se refleja dramáticamente en todos los niveles de la vida política e ideológica:
- El desarrollo del terrorismo, o la toma de rehenes, como métodos de guerra entre estados, en detrimento de las "leyes" que el capitalismo estableció en el pasado para "regular" los conflictos entre las diferentes facciones de la clase dominante;
- el aumento constante de la criminalidad, la inseguridad y la violencia urbana, así como el hecho de que cada vez más niños sean presa de esta violencia y de la prostitución
- el desarrollo del nihilismo, la desesperación y el suicidio entre los jóvenes (expresado, por ejemplo, en el eslogan punk "no future" y en los disturbios urbanos en Gran Bretaña), y del odio y la xenofobia que infectan los "skinheads" y los "hooligans" que aprovechan los acontecimientos deportivos para aterrorizar a la población en general
- el maremágnum de la drogadicción, que se ha convertido en un fenómeno de masas y en un poderoso elemento de corrupción de los Estados y de los organismos financieros; sin escatimar en ningún rincón del planeta, especialmente prevalente entre los jóvenes, es cada vez menos una huida hacia la fantasía y la ilusión, sino que se acerca cada vez más a la locura y al suicidio;
- la profusión de sectas, la renovación del espíritu religioso, incluso en los países avanzados, el rechazo del pensamiento racional y coherente incluso entre ciertos "científicos"; un fenómeno que domina los medios de comunicación con sus espectáculos idiotas y su publicidad adormecedora;
- la invasión de los mismos medios de comunicación por el espectáculo de la violencia, el horror, la sangre, las masacres, incluso en los programas destinados a los niños" (Tesis sobre la Descomposición).
Desgraciadamente, la realidad de la vida americana confirma dramáticamente lo que decíamos hace 30 años. No se trata de presumir, sino simplemente de mostrar la corrección de nuestro marco marxista de análisis.
Este verano se cumplieron 50 años desde que Richard Nixon declaró la guerra a las drogas: en el punto álgido de la pandemia hubo 87.000 muertes por sobredosis en un año, la mayoría por opioides. El piadoso Biden propone no "encarcelar, sino tratar" a los adictos, pero no hay presupuesto para ello y la vida social está fuera de control. El mercado negro está inundado de analgésicos y otras drogas elaboradas con opioides sintéticos como el fentanilo, más potentes, pero también más adictivos. El sistema sanitario estadounidense lanzó una "campaña contra el dolor", pero fue una forma criminal de hacer legales las recetas de analgésicos opiáceos, y las grandes farmacéuticas se llevan su tajada de este triste pastel. Las comunidades afroamericana y latina han sido señaladas como los principales consumidores y traficantes. Sin embargo, la realidad está superando todas las previsiones; las cifras van en aumento y hoy las autoridades estadounidenses ya hablan de "crisis de salud pública" o "crisis de los opioides" para referirse al aumento de las adicciones y al incremento de las muertes por sobredosis. El capitalismo está intoxicando a una sociedad estadounidense que se hunde en la desesperación y la angustia diaria.
Algunos pensarían que vivir en Estados Unidos, la primera potencia mundial, es lo más parecido al paraíso en la tierra. A los datos anteriores hay que añadir el pésimo estado de las infraestructuras estadounidenses, calificadas de "mediocres" y "precarias" por la Sociedad Americana de Ingenieros Civiles (ASCE): la mayoría de las autopistas y aeropuertos se construyeron entre 1950 y 1970, y ni un solo aeropuerto estadounidense está entre los 20 mejores. Trump propuso invertir 1,5 billones de dólares, de los cuales sólo 200.000 millones procederían del presupuesto federal, pero esta faraónica suma no cubre ni un tercio de las necesidades. Con Biden, las cosas no son diferentes. De su propuesta de 2 billones de dólares para infraestructura, sólo se ha aprobado la mitad. La renovación de las "arterias" para la circulación de mercancías será lenta y el deterioro avanza más rápido que la regeneración. Lo más significativo es la imagen dantesca de la ciudad de Detroit: una ciudad emblemática, antaño cuna de la industria del automóvil, es ahora una ciudad en ruinas y sus habitantes se han reducido a la mitad.
La pandemia de Covid-19 no hizo más que confirmar una realidad que se venía gestando desde hace al menos tres décadas. La negligencia criminal de Trump al restar importancia a la pandemia, ignorar a sus asesores científicos y no aplicar inmediatamente medidas de contención, hizo que la pandemia estallara y que EEUU se convirtiera en uno de los países más afectados. La vacunación masiva emprendida por Biden ha limitado los efectos; decimos limitado porque las variantes como Delta y Mu han vuelto a aumentar el número de hospitalizados. "Entre los países centrales, es el más poderoso de ellos, la superpotencia estadounidense, el que más está sufriendo el impacto de la crisis del Covid-19: el mayor número absoluto de infecciones y muertes del mundo, una situación sanitaria deplorable, una administración presidencial 'vandálica' que ha gestionado catastróficamente la pandemia y ha aislado internacionalmente al país de sus alianzas, una economía en grandes dificultades, un presidente que ha socavado la credibilidad de las elecciones, ha convocado una marcha al parlamento, ha profundizado las divisiones dentro del país y ha alimentado la desconfianza en la ciencia y en los datos racionales, calificados de 'fake news'. En la actualidad, Estados Unidos es el epicentro de la descomposición” (ver nota 4). También hemos visto que la crisis climática mundial está golpeando con fuerza a Estados Unidos, especialmente en los estados del oeste, como California y Oregón, que han visto una sucesión de incendios forestales, sequías e inundaciones. En resumen, estamos asistiendo a la incapacidad de la burguesía de la primera potencia mundial para hacer frente, de forma unitaria, a los efectos de la decadencia de su propio sistema.
Tanto a nivel nacional como internacional, estamos asistiendo a la decadencia histórica de EEUU. Decadencia como nación modelo en la que el "sueño americano" empieza a convertirse en la "pesadilla americana"; en la que el "estilo de vida americano" y los "valores americanos" reflejan un empeoramiento de las condiciones de vida; en la que la clase trabajadora americana se lleva la peor parte de los efectos. No es una cuestión de afroamericanos o de latinos, no es una cuestión racial como quieren hacer ver los medios de comunicación. Hay una cuestión mucho más grave que se está ocultando: la clase explotada (trabajadores agrícolas, asalariados, obreros industriales, etc.) está formada por blancos, negros, latinos, asiáticos, etc. y la burguesía hace todo lo posible por ocultar esta realidad y evitar cualquier reflexión en profundidad sobre el destino del capitalismo y sobre quién puede sacar a la humanidad de este atolladero.
El declive de EEUU como gendarme del mundo ya está en marcha. La salida de Afganistán es una expresión de la aceleración de un fenómeno irreversible para los estadounidenses. En lugar de estabilizar la región, los estadounidenses han acelerado su caída en el desorden. Asia Central experimentará una verdadera aceleración de la inestabilidad y el caos. Esta debilidad de Estados Unidos fomentará que las fuerzas centrífugas y la indisciplina se extiendan por todo el mundo, que ya está lleno de guerras localizadas. La guerra comercial con China puede llevar tarde o temprano a enfrentamientos más directos, aunque China no se mueve por el momento en esa dirección (Taiwán, por ejemplo, será un termómetro decisivo en esta evolución). Hay que repetir con énfasis que Estados Unidos nunca recuperará su estatus perdido. Su papel de gendarme mundial y su supremacía como potencia en todos los ámbitos de la vida capitalista han llegado a su fin. El fin del "siglo americano" no se plantea en términos absolutos: la burguesía estadounidense intentará contrarrestar esta tendencia, pero es irreversible. En esta caída arrastrará a la humanidad a una barbarie sin fin si el proletariado mundial no bloquea este camino hacia el abismo.
Marsan
1 https://es.internationalism.org/content/4688/los-estados-unidos-superpotencia-en-la-decadencia-del-capitalismo-hoy-epicentro-de-la [37]
2 Ver Detrás del declive del imperialismo estadounidense, el declive del capitalismo mundial https://es.internationalism.org/content/4705/detras-del-declive-del-imperialismo-estadounidense-el-declive-del-capitalismo-mundial [38]
3 Tesis sobre la Descomposición https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/223/la-descomposicion-fase-ultima-de-la-decadencia-del-capitalismo [3]
4 Militarismo y Descomposición https://es.internationalism.org/revista-internacional/201410/4046/militarismo-y-descomposicion [39]
5 Informe sobre la pandemia y desarrollo de la descomposición del 24º Congreso Internacional de la CCI https://es.internationalism.org/content/4713/informe-sobre-la-pandemia-y-desarrollo-de-la-descomposicion-del-24o-congreso [40]
6 Notas sobre la historia de la política imperialista de Estados Unidos desde la 2ª Guerra Mundial (2ª parte) https://es.internationalism.org/revista-internacional/200604/847/notas-sobre-la-historia-de-la-politica-imperialista-de-estados-unid [41]
7 “Las etapas del ascenso de China son inseparables de la historia de los bloques imperialistas y de su desaparición en 1989: la posición de la izquierda comunista que afirmaba la "imposibilidad de todo surgimiento de nuevas naciones industrializadas en el período de la decadencia y la condena de los Estados "que no lograron su "despegue industrial" antes de la Primera Guerra Mundial a estancarse en el subdesarrollo, o a conservar un atraso crónico con respecto a los países que llevan la delantera" era válida en el período de 1914 a 1989. Fue la camisa de fuerza de la organización del mundo en dos bloques imperialistas opuestos (permanentes entre 1945 y 1989) en preparación de la guerra mundial lo que impidió cualquier alteración importante de la jerarquía entre potencias. El ascenso de China comenzó con la ayuda norteamericana que premiaba su giro imperialista hacia Estados Unidos en 1972. Continuó de forma decisiva tras la desaparición de los bloques en 1989. China aparece como el principal beneficiario de la "globalización" tras su adhesión a la OMC en 2001, cuando se convirtió en el taller mundial y en el receptor de las deslocalizaciones e inversiones occidentales, convirtiéndose finalmente en la segunda potencia económica del mundo. Fueron necesarias las circunstancias sin precedentes del periodo histórico de descomposición para permitir el ascenso de China, sin el cual no se habría producido. El poder de China lleva todos los estigmas del capitalismo terminal: se basa en la sobreexplotación de la fuerza de trabajo proletaria, en el desarrollo desenfrenado de la economía de guerra a través del programa nacional de "fusión militar-civil" y va acompañado de la destrucción catastrófica del medio ambiente, mientras que la cohesión nacional se basa en el control policial de las masas sometidas a la educación política del Partido Único y en la feroz represión de las poblaciones de musulmanes uigures y del Tíbet. De hecho, China no es más que una gigantesca metástasis del cáncer militarista generalizado de todo el sistema capitalista: su producción militar se desarrolla a un ritmo frenético, su presupuesto de defensa se ha multiplicado por seis en 20 años y ocupa el segundo lugar en el mundo desde 2010". Revista Internacional 164, Resolución sobre la situación internacional (2019): Conflictos imperialistas; vida de la burguesía, crisis económica | Corriente Comunista Internacional https://es.internationalism.org/content/4447/resolucion-sobre-la-situacion-internacional-2019-los-conflictos-imperialistas-la-vida [42]
8 "Comenzó a circular por Internet una popular parodia de las elecciones en la que se preguntaba qué dirían los medios de comunicación si en una nación africana se celebraran unas controvertidas elecciones en las que el candidato ganador fuera el hijo de un presidente anterior, que hubiera servido previamente como director de las fuerzas de seguridad del Estado (CIA), y en las que la victoria se determinara por un disputado recuento de los votos en una provincia gobernada por un hermano del candidato presidencial". Elección de George W. Bush | Corriente Comunista Internacional (internationalism.org)
9 Informe sobre el impacto de la descomposición en la vida política de la burguesía (2019) https://es.internationalism.org/content/4458/informe-sobre-el-impacto-de-la-descomposicion-en-la-vida-politica-de-la-burguesia-2019 [43]
10 Apodo de Joe Biden
11 Revista Internacional 65. ¿Dónde estamos en la crisis? Crisis económica y militarismo. https://es.internationalism.org/revista-internacional/200608/1060/crisis-y-militarismo [44]
12 "Para desarrollar la bomba atómica, el Estado estadounidense movilizó todos los recursos de la ciencia y los puso a disposición de los militares. Se dedicaron dos mil millones de dólares al Proyecto Manhattan, creado por el gran humanista Roosevelt. Todas las universidades del país se sumaron a él. Directa o indirectamente, todos los grandes físicos, desde Einstein hasta Oppenheimer, participaron, incluyendo seis premios Nobel. Esta gigantesca movilización de todos los recursos científicos para la guerra expresa una característica general del capitalismo decadente. El capitalismo de Estado, ya sea abiertamente totalitario o envuelto en la bandera democrática, coloniza y militariza toda la ciencia. Bajo el reinado del capitalismo, la ciencia vive y se desarrolla por y para la guerra. Esta realidad no ha dejado de agravarse desde 1945". Revista Internacional 83 Hiroshima y Nagasaki: las mentiras de la burguesía https://es.internationalism.org/revista-internacional/200703/1784/50-anos-despues-hiroshima-y-nagasaki-o-las-mentiras-de-la-burguesi [45]
13 Internationalism 134, Informe sobre la situación nacional en EUA. Corriente Comunista Internacional
14 Los Oath Keepers se formaron en 2009 y se describen a sí mismos como "una asociación no partidista de militares en activo y en servicio, policías y personal de primera respuesta que se comprometen a mantener el juramento prestado por todos los militares y policías de "defender la Constitución contra todos los enemigos, extranjeros y nacionales”
15 BBC World News, 21 de septiembre 2020
16 Asalto del Capitolio en Washington: Los Estados Unidos en el centro de la descomposición mundial del capitalismo https://es.internationalism.org/content/4635/asalto-del-capitolio-en-washington-los-estados-unidos-en-el-centro-de-la-descomposicion [46]
17 Nuevo Macartismo. Telesurtv.net. 2018
18 World Revolution 384, Trump contra el escuadrón
19 BBC World News, 22.9.21
20 El éxodo migratorio expresa la aceleración de la descomposición capitalista https://es.internationalism.org/content/4760/el-exodo-migratorio-expresa-la-aceleracion-de-la-descomposicion-capitalista [47]
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“El Reino Unido se ve sacudido por un movimiento de huelga histórico” (Le Parisien, agosto de 2022)
“Reforma de las pensiones en Francia: movilización histórica” (Midi libre, enero de 2023)
“Huelga histórica en el transporte alemán por mejores salarios” (Euronews, marzo de 2023)
“Canadá: huelga histórica de funcionarios por aumento de salarios” (France 24, abril de 2023)
“Estados Unidos: huelga histórica en el sector del automóvil” (France Info, septiembre de 2023)
“Islandia: huelga histórica contra las desigualdades salariales” (Tf1, octubre de 2023)
“En Bangladesh, una huelga histórica de los obreros textiles” (Libération, noviembre de 2023)
“En Suecia, un movimiento de huelga interprofesional histórica” (Libération, noviembre de 2023)
“Huelga histórica de los servicios públicos en Quebec” (Le Monde, diciembre de 2023)
Los titulares de la prensa no dejan lugar a dudas: desde julio de 2022 algo está sucediendo en la clase obrera. Los trabajadores han retomado el camino de la lucha proletaria a escala internacional y esto es, en efecto, un acontecimiento “histórico”.
La CCI califica este cambio como “ruptura”. Creemos que se trata de una nueva dinámica prometedora para el futuro. ¿Por qué?
En enero de 2022, en un momento en el que la crisis sanitaria de Covid todavía era una amenaza, escribimos en un volante internacional1: “En todos los países, en todos los sectores, la clase trabajadora está sufriendo un deterioro insoportable de sus condiciones de vida y de trabajo. Todos los gobiernos -ya sean de derecha o de izquierda, tradicionales o populistas- son implacables en sus ataques. Los ataques llueven bajo el peso del agravamiento de la crisis económica mundial. A pesar del temor a una crisis sanitaria opresiva, la clase trabajadora empieza a reaccionar. En los últimos meses se han desarrollado luchas en Estados Unidos, Irán, Italia, Corea, España y Francia. Es cierto que no se trata de movimientos masivos: las huelgas y manifestaciones son aún muy escasas y poco frecuentes. Pero la burguesía las observa como un halcón, consciente de la magnitud de la cólera que se está gestando. ¿Cómo hacer frente a los ataques de la burguesía? ¿Quedarse aislados y divididos, cada uno en “su” empresa, en “su” sector de actividad? ¡Eso nos dejaría impotentes! Entonces, ¿cómo podemos desarrollar una lucha unida y masiva?”.
Si elegimos producir y distribuir este volante desde el primer mes de 2022, es porque somos conscientes del potencial actual de nuestra clase. En junio, apenas 5 meses después, estalló en el Reino Unido “El Verano de la cólera”, la mayor oleada de huelgas en el país desde 1979 y su “Invierno de la cólera”2, un movimiento que anunció toda una serie de luchas “históricas” a través del mundo. En el momento de escribir estas líneas la huelga se está extendiendo en Quebec.
Para comprender la profundidad del proceso en curso y lo que está en juego, es necesario adoptar un enfoque histórico, el mismo que nos permitió detectar esta famosa “ruptura” en agosto de 2022.
En agosto de 1914, el capitalismo anunció su entrada en la decadencia de la forma más estremecedora y bárbara imaginable: estalla la Primera Guerra Mundial. Durante cuatro espantosos años, en nombre de la patria, millones de proletarios tuvieron que masacrarse unos a otros en las trincheras, mientras los que quedaban atrás -hombres, mujeres y niños- trabajaban día y noche para “apoyar el esfuerzo de guerra”. Las armas escupían balas, las fábricas escupían fusiles. Por todas partes el capitalismo engullía el metal y las almas.
Ante estas condiciones insoportables, los trabajadores se sublevaron. Hubo fraternización en el frente, huelgas en la retaguardia. En Rusia, la dinámica se volvió revolucionaria, es la Insurrección de Octubre. Esta toma del poder por el proletariado fue un grito de esperanza que escucharon los explotados de todo el mundo. La oleada revolucionaria se extendió a Alemania. Fue esta propagación la que puso fin a la guerra: las burguesías, aterrorizadas por esta epidemia roja, prefirieron poner fin a la carnicería y unirse contra su enemigo común: la clase obrera. Aquí, el proletariado demuestra su fuerza, su capacidad de organizarse masivamente, de tomar en sus manos las riendas de la sociedad y de ofrecer a toda la humanidad una perspectiva distinta de la prometida por el capitalismo. Por un lado, la explotación y la guerra, por el otro la solidaridad internacional y la paz. Por un lado. la muerte, por el otro la vida. Si esta victoria fue posible, fue porque la clase y sus organizaciones revolucionarias habían acumulado una gran experiencia a lo largo de décadas de luchas políticas desde las primeras huelgas obreras en los años de 1830.
En Alemania en 1919, 1921 y 1923, los intentos de insurrección fueron sofocados con derramamiento de sangre (¡por la socialdemocracia entonces en el poder!). Derrotada en Alemania, la oleada revolucionaria se rompió y el proletariado se encontró aislado en Rusia. Esta derrota fue evidentemente una tragedia, pero sobre todo una fuente inagotable de lecciones para el futuro (cómo enfrentarse a una burguesía fuerte y organizada, a su democracia, a su izquierda; cómo organizarse en asambleas generales permanentes; qué papel tiene el partido y qué relación tiene con la clase, con las asambleas y los consejos obreros, etc.).
Dado que el comunismo sólo es posible a escala mundial, el aislamiento de la revolución en Rusia significaba implacablemente su degeneración. Y así, desde “dentro”, la situación se fue deteriorando hasta el triunfo de la contrarrevolución. La tragedia fue que esta derrota hizo posible también identificar fraudulentamente la revolución con el estalinismo, que se presenta falsamente como el heredero de la revolución cuando en realidad la asesinó. Sólo unos pocos vieron en el estalinismo la contrarrevolución. Los demás lo defenderán o lo rechazarán, pero todos estos serán portadores de la mentira de la continuidad Marx-Lenin-Stalin, destruyendo así las inestimables lecciones de la revolución.
El proletariado había sido derrotado a escala internacional. Se había vuelto incapaz de reaccionar ante los nuevos estragos de la crisis económica: inflación galopante en Alemania en los años 20, crac de 1929 en Estados Unidos, desempleo masivo en todas partes. La burguesía podía desencadenar sus monstruos y marchar hacia una nueva guerra mundial: nazismo, franquismo, fascismo, antifascismo... a ambos lados de la frontera los gobiernos se movilizaban acusando al “enemigo” de ser un bárbaro. Durante estas oscuras décadas, los revolucionarios internacionalistas fueron perseguidos, deportados y asesinados. Los supervivientes se rindieron, aterrorizados o moralmente aplastados. Otros, desorientados y víctimas de la mentira “estalinismo = bolchevismo”, rechazaron todas las lecciones de la oleada revolucionaria, y algunos rechazaron incluso la teoría de la clase obrera como clase revolucionaria. Es la “medianoche del siglo”3. Sólo un puñado mantuvo el rumbo, aferrándose a una comprensión profunda de lo que es la clase obrera, de lo que es su lucha por la revolución, de lo que es el papel de las organizaciones proletarias, encarnando la dimensión histórica, la continuidad, la memoria y el esfuerzo teórico permanente de la clase revolucionaria. Esta corriente se reconoce como Izquierda Comunista.
Al final de la Segunda Guerra Mundial grandes huelgas en el norte de Italia, y en menor medida en Francia, dieron motivos para creer que la clase obrera había despertado. Churchill y Roosevelt también lo creyeron; extrayendo lecciones del final de la Primera Guerra Mundial y de la oleada revolucionaria, bombardearon “preventivamente” todos los barrios obreros de la Alemania derrotada para protegerse de cualquier riesgo de sublevación: Dresde, Hamburgo, Colonia... todas estas ciudades fueron arrasadas con bombas incendiarias, matando a cientos de miles de personas. Pero en realidad, esta generación estaba demasiado marcada por la contrarrevolución y su aplastamiento ideológico desde los años 1920. La burguesía podía seguir pidiendo a los explotados que se sacrificaran sin arriesgarse a una reacción: tenía que reconstruir y aumentar los ritmos de producción. Así, el Partido Comunista Francés les ordenó “apretarse el cinturón”.
En este contexto estalló la mayor huelga de la historia: Mayo del 68 en Francia. Casi toda la Izquierda Comunista no se dio cuenta de la importancia de este acontecimiento y no comprendió en absoluto el profundo cambio de la situación histórica. Un grupo muy pequeño de la Izquierda Comunista, aparentemente marginado en Venezuela, adoptó un enfoque completamente diferente. Desde 1967, Internacionalismo comprendió que algo estaba cambiando en la situación. Por un lado, sus miembros notaron un ligero repunte de las huelgas y encontraron individuos en varias partes el mundo, interesados en discutir de la revolución. También había reacciones a la guerra de Vietnam que, aunque eran desviadas al terreno pacifista, mostraban que la pasividad y la aceptación de décadas anteriores empezaban a desvanecerse. Por otra parte, este grupo comprendió que la crisis económica volvía con la devaluación de la libra esterlina y la reaparición del desempleo masivo. Tanto es así que en enero de 1968 escribieron: “No somos profetas, ni pretendemos saber cuándo o cómo se desarrollarán los acontecimientos futuros. Pero de lo que estamos seguros y somos conscientes respecto al proceso en el que está inmerso actualmente el capitalismo, es que es imposible de detener (...) y que conduce directamente a la crisis. Y también estamos seguros de que el proceso inverso de desarrollo de la combatividad de la clase, que estamos viviendo ahora en general, llevará a la clase obrera a una lucha sangrienta y directa por la destrucción del Estado burgués” (Internacionalismo núm. 8). Cinco meses más tarde, la huelga general de Mayo del 68 en Francia confirmó de forma deslumbrante estas previsiones. Evidentemente, todavía no era el momento de “una lucha directa por la destrucción del Estado burgués”, sino de una vuelta histórica del proletariado mundial, agitado por las primeras manifestaciones de la crisis abierta del capitalismo tras la contrarrevolución más profunda de la historia. Estas predicciones no son clarividencia, sino simplemente el resultado del notable dominio del marxismo por parte de Internacionalismo y de la confianza que, incluso en los peores momentos de la contrarrevolución, este grupo había conservado en las capacidades revolucionarias de la clase. Hay cuatro elementos en el corazón del planteamiento de Internacionalismo, cuatro elementos que le permitieron anticiparse a Mayo del 68 y luego, en el calor mismo del momento, comprender la ruptura histórica que esta huelga engendró, es decir, el fin de la contrarrevolución y el regreso a la escena internacional del proletariado en lucha. Estos cuatro elementos son una comprensión profunda de:
1) El papel histórico del proletariado como clase revolucionaria;
2) La gravedad de la crisis económica y su impacto en la clase, como acicate para la combatividad;
3) El desarrollo en curso de la conciencia en el seno de la clase, reflexión visible a través de las cuestiones planteadas en los debates de las minorías que buscan posiciones revolucionarias;
4) La dimensión internacional de esta dinámica general, crisis económica y lucha de clases.
En el centro de todo este enfoque está la idea de Internacionalismo de que estaba surgiendo una nueva generación, una generación que no había sufrido la contrarrevolución, una generación que se enfrentaba al retorno de la crisis económica conservando todo su potencial de reflexión y de lucha, una generación capaz de poner en primer plano el retorno del proletariado en lucha. Y eso es lo que efectivamente fue Mayo del 68, que abrió el camino a toda una serie de luchas a escala internacional. Además, todo el ambiente social cambió: tras los años de silencio y plomo, los trabajadores, en particular su juventud, tenían ganas de discutir, de elaborar, de “rehacer el mundo”. La palabra “revolución” estaba en todas partes. Los textos de Marx, Lenin, Luxemburgo y de la Izquierda Comunista circulaban y provocaban debates interminables. La clase obrera intentaba reapropiarse de su pasado y de sus experiencias. En contra de este esfuerzo, toda una serie de corrientes -estalinismo, maoísmo, trotskismo, castrismo, modernismo, etc.- trabajaban para pervertir las lecciones de 1917. La gran mentira de estalinismo = comunismo fue explotada en todas sus formas.
La primera oleada de luchas fue sin duda la más espectacular: el otoño caliente en Italia en 1969, el violento levantamiento en Córdoba, Argentina ese mismo año y la enorme huelga en Polonia en 1970, grandes movimientos en España y Gran Bretaña en 1972... En España en particular, los trabajadores empezaron a organizarse mediante asambleas de masas, proceso que culminó en Vitoria de 1976. La dimensión internacional de la oleada llegó hasta Israel (1969) y Egipto (1972) y, más tarde, a través de los levantamientos en los municipios de Sudáfrica, dirigidos por comités de lucha (los “Cívicos”). A lo largo de este periodo, Internacionalismo trabajó para reagrupar a las fuerzas revolucionarias. Un pequeño grupo con sede en Toulouse y que publicaba un periódico llamado Révolution Internationale se unió a este proceso. Juntos formaron en 1975 lo que aún hoy es la Corriente Comunista Internacional, nuestra organización. Nuestros artículos proclamaban “¡Saludos a la crisis!” porque, en palabras de Marx, no debemos “ver en la miseria sólo miseria” sino, por el contrario, “el lado revolucionario, subversivo, que derrocará a la vieja sociedad” (Miseria de la Filosofía, 1847). Tras una breve pausa a mediados de los años 70, se extendió una segunda oleada: huelgas de los trabajadores iraníes del petróleo y de los trabajadores de la siderurgia en Francia en 1978, el “Invierno de la cólera” en Gran Bretaña, los estibadores en Rotterdam (dirigidos por un comité de huelga independiente) y los trabajadores de la siderurgia en Brasil en 1979 (que también desafiaron el control sindical). Esta oleada de luchas alcanzó su punto culminante con la huelga de masas en Polonia en 1980, dirigida por un comité de huelga interempresarial independiente (el MKS); sin duda el episodio más importante de la lucha de clases desde 1968. Aunque la dura represión de los trabajadores polacos puso fin a esta oleada, no pasó mucho tiempo antes de que se produjera un nuevo movimiento con las luchas en Bélgica en 1983 y 1986, la huelga general en Dinamarca en 1985, la huelga de los mineros en Inglaterra en 1984-85, las luchas de los trabajadores ferroviarios y sanitarios en Francia en 1986 y 1988, y el movimiento de los trabajadores de la enseñanza en Italia en 1987. Las luchas de Francia e Italia en particular -al igual que la huelga de masas en Polonia- muestran una capacidad real de autoorganización con asambleas generales y comités de huelga.
No es sólo una lista de huelgas. Este movimiento de oleadas de luchas no estaba dando vueltas en círculos, sino haciendo verdaderos avances en la conciencia de clase. Como escribimos en abril de 1988, en un artículo titulado “20 años después de mayo de 1968”: “Una simple comparación de las características de las luchas de hace 20 años con las de hoy permite percibir rápidamente la amplitud de la evolución que se ha producido lentamente en la clase obrera. Su propia experiencia, sumada a la catastrófica evolución del sistema capitalista, le ha dado una visión mucho más clara de la realidad de su lucha. Esto se tradujo en:
La pérdida de ilusiones respecto a las fuerzas políticas situadas a la izquierda del capital, y en primer lugar respecto a los sindicatos, cuyas ilusiones han dado paso a la desconfianza y cada vez más a la hostilidad abierta;
el abandono cada vez más marcado de formas ineficaces de movilización, callejones sin salida a los que los sindicatos han conducido tan a menudo la combatividad de los trabajadores:
jornadas de “acción”, manifestaciones, marchas y procesiones tipo funerales;
huelgas largas y aisladas...
Pero la experiencia de estos 20 años de lucha no sólo ha enseñado a la clase obrera lecciones “en negativo” (lo que no hay que hacer). También nos ha enseñado cómo hacer las cosas:
La búsqueda de la extensión de la lucha (Bélgica 1986 en particular);
La búsqueda del control de la lucha, organizándose en asambleas y comités de huelga elegidos y revocables (principalmente en Francia a finales de 1986 y en Italia en 1987)”.
Fue esta fuerza de la clase obrera la que impidió, durante todos estos años, que la Guerra Fría se convirtiera en la Tercera Guerra Mundial. Mientras que las burguesías estaban soldadas en dos bloques listos para la batalla, los trabajadores no querían sacrificar sus vidas, por millones, en nombre de la Patria. Así lo demostró también la guerra de Vietnam: ante las pérdidas del ejército norteamericano (58,281 soldados), la protesta creció en Estados Unidos y obligó a la burguesía norteamericana a retirarse del conflicto en 1973. La clase dominante no podía movilizar a los explotados de todos los países en un enfrentamiento abierto. A diferencia de los años 30, el proletariado no estaba derrotado.
En realidad, los años 80 ya empezaban a revelar las dificultades de la clase obrera para desarrollar su lucha más que antes, para llevar adelante su proyecto revolucionario:
La huelga de masas de 1980 en Polonia fue extraordinaria por su amplitud y por la capacidad de los trabajadores para autoorganizarse en la lucha. Pero también demostró que en el Este las ilusiones en la democracia de Occidente eran inmensas. Peor aún, frente a la represión que azotaba a los huelguistas, la solidaridad del proletariado en Occidente se reducía a declaraciones platónicas, incapaces de ver que a ambos lados del Telón de Acero se trataba en realidad de una misma lucha de la clase obrera contra el capitalismo. Este es el primer indicio de la incapacidad del proletariado para politizar su lucha, para seguir desarrollando su conciencia revolucionaria.
En 1981, el presidente estadounidense Ronald Reagan despidió a 11,000 controladores aéreos alegando que su huelga era ilegal. Esta capacidad de la burguesía norteamericana para sofocar una huelga utilizando el arma de la represión, muestra cómo se encontraba la relación de fuerzas.
La represión en Polonia y la huelga en Estados Unidos actuaron como un verdadero golpe para el proletariado internacional cuyo efecto duró casi dos años.
En 1984, la primera ministra británica Margareth Thatcher fue mucho más lejos. En aquella época, la clase obrera británica tenía fama de ser la más combativa del mundo, y año tras año batía el récord de días de huelga. La Dama de Hierro provocó a los mineros; mano a mano con los sindicatos, los aisló del resto de sus hermanos de clase; durante un año lucharon solos, hasta que se agotaron (Thatcher y su gobierno habían preparado su golpe acumulando en secreto reservas de carbón); las manifestaciones fueron reprimidas con derramamiento de sangre (tres muertos, 20,000 heridos, 11,300 detenidos). El proletariado británico tardaría 40 años en recuperarse de este golpe y permanecería aletargado y sumiso hasta el verano de 2022 (volveremos sobre esto más adelante). Por encima de todo, esta derrota muestra que el proletariado no ha logrado entender la trampa, evitar el sabotaje y la división sindical. La politización de las luchas sigue siendo ampliamente insuficiente, lo que representa una desventaja creciente.
Una pequeña frase de nuestro artículo de 1988, que ya hemos citado, resume el problema crucial al que se enfrentaba el proletariado en aquella época: “Quizás se habla menos fácilmente de revolución en 1988 que en 1968”. En aquel momento, nosotros mismos no comprendíamos todo el significado de esta constatación, sólo la intuíamos. En efecto, la generación que había cumplido su tarea poniendo fin a la contrarrevolución en Mayo de 1968, no podía desarrollar también el proyecto revolucionario del proletariado.
Esta falta de perspectiva empieza a marcar a toda la sociedad: la droga se extiende tanto como el nihilismo. No es casualidad que fuera en esta época cuando dos palabras contenidas en una canción de la banda punk Les Sex Pistols fueran pintadas con aerosol en los muros de Londres: No future (No hay futuro).
Es en este contexto, en que empiezan a emerger los límites de la generación del 68 y con la putrefacción de la sociedad, que se asestó un terrible golpe a nuestra clase: el colapso del bloque del Este en 1989-91 desató una campaña ensordecedora sobre la “muerte del comunismo”. La gran mentira “estalinismo = comunismo” volvió a explotarse al máximo; todos los abominables crímenes de este régimen, que en realidad era capitalista, se atribuyeron a la clase obrera y a “su” sistema comunista. Peor aún, se pregonará día y noche: “¡He aquí a donde conduce la lucha obrera, a la barbarie y a la bancarrota! ¡He aquí a donde conduce ese sueño de revolución: a una pesadilla!” El resultado es terrible: los obreros se avergonzaban de su lucha, de su clase, de su historia. Privados de perspectiva, se negaban a sí mismos y perdían la memoria de ella. Todas las lecciones y los logros de los grandes movimientos sociales del pasado cayeron en el limbo del olvido. Este cambio histórico de la situación mundial ha sumido a la humanidad en una nueva fase de la decadencia capitalista: la fase de la descomposición.
La descomposición no es un momento fugaz y superficial; es una dinámica profunda que afecta a la sociedad. La descomposición es la última fase del capitalismo decadente, una fase de agonía que acabará o con la muerte de la humanidad o con la revolución. Es el fruto de los años 1970-1980 durante los cuales ni la burguesía ni el proletariado fueron capaces de imponer su perspectiva: la guerra por la burguesía, la revolución por el proletariado. La descomposición expresa esta especie de bloqueo histórico entre las clases:
La burguesía no infligió a la clase obrera una derrota histórica decisiva que le hubiera permitido movilizarse para una nueva guerra mundial.
La clase obrera, a pesar de 20 años de lucha que impidieron la marcha a la guerra, y que vieron importantes desarrollos en la conciencia de clase, no ha sido capaz de desarrollar la perspectiva de la revolución, de plantear su propia alternativa política a la crisis del sistema.
Como resultado, privado de toda salida, pero hundiéndose aún en la crisis económica, el capitalismo decadente empezó a pudrirse desde el fondo. Esta putrefacción afecta a la sociedad a todos los niveles, ya que la ausencia de perspectivas y de futuro actúa como un auténtico veneno: aumento del individualismo, de la irracionalidad, de la violencia, de la autodestrucción, etcétera. El miedo y el odio se apoderan poco a poco de la sociedad. Los cárteles de la droga se desarrollaron en América Latina, el racismo está por todas partes...El pensamiento está marcado por la imposibilidad de proyectarse al futuro, está marcado por una visión corta y limitada; la propia política de la burguesía se limita cada vez más a lo inmediato. Este baño de lodo cotidiano impregna inevitablemente a los proletarios, sobre todo porque dejaron de creer en el futuro de la revolución, se avergüenzan de su pasado y ya no se sienten una clase. Atomizados, reducidos a ciudadanos individuales, soportan todo el peso de la putrefacción de la sociedad. El problema más grave es sin duda la amnesia sobre las lecciones y avances del periodo 1968-1989.
Para empeorar las cosas, la política económica de la clase dominante está atacando deliberadamente cualquier sentido de identidad de clase, tanto mediante la disolución de los antiguos centros industriales de resistencia de la clase obrera, como mediante la introducción de formas de trabajo mucho más atomizadas, como la llamada “economía gig” (economía de pequeños trabajos), en la que los trabajadores son tratados regularmente como “auto emprendedores”.
Para toda una parte de la juventud obrera la consecuencia es catastrófica: tendencia a formar bandas en los centros urbanos, expresión tanto de toda falta de perspectiva económica como la búsqueda desesperada de una comunidad alternativa, que lleva a la creación de divisiones asesinas entre los jóvenes, basadas en rivalidades entre barrios y condiciones diferentes, en la competencia por el control de la economía local de la droga o en diferencias raciales o religiosas.
Mientras la generación del 68 sufría este revés, la generación que entró a escena en la edad adulta en 1990 -con la mentira de “la muerte del comunismo” y esta dinámica de descomposición social- parecía perdida para la lucha de clases.
En 1999, en una conferencia de la OMC (Organización Mundial del Comercio) celebrada en Seattle, un nuevo movimiento político saltó a la palestra: el altermundismo. 40,000 manifestantes, en su gran mayoría jóvenes, se alzaron contra el desarrollo de una sociedad capitalista que mercantilizaba todo el planeta. En la cumbre del G8 celebrada en Génova en 2001, fueron 300,000 manifestantes.
¿Qué revela el surgimiento de este movimiento? En 1990, el presidente estadounidense George Bush padre prometió “un nuevo orden mundial” de “paz y prosperidad”, pero la realidad de la década fue bien distinta: la guerra del Golfo en 1991, la guerra de Yugoslavia en 1993, el genocidio de Ruanda en 1994, la crisis y el hundimiento de los “Tigres asiáticos” en 1997... el aumento del desempleo, la precariedad laboral y la “flexibilidad” por doquier. En resumen, el capitalismo seguía hundiéndose en su decadencia. Esto llevó inevitablemente a la clase obrera y a todos los estratos de la sociedad a preocuparse, cuestionarse y reflexionar. Pero cada uno en su rincón. La aparición del movimiento altermundista es el resultado de esta dinámica: una protesta “ciudadana” contra la “globalización”, que reclama un capitalismo global “justo”. Es una aspiración a otro mundo, pero en un terreno no obrero, no revolucionario sino en el terreno burgués de la creencia en el mito de la democracia.
Los años 2000-2010 fueron testigos de una sucesión de intentos de lucha, todos los cuales se toparon con esta debilidad decisiva ligada a la pérdida de la identidad de clase.
El 15 de febrero de 2003 tuvo lugar la mayor manifestación mundial de la que se tiene constancia (hasta el día de hoy). Hubo 3 millones de personas en Roma, 1 millón en Barcelona, 2 millones en Londres, etcétera. El objetivo era protestar contra la inminente guerra de Iraq, que estallaría en marzo; con el pretexto de luchar contra el terrorismo duró 8 años y produjo 1.2 millones de muertos. En este movimiento está presente el rechazo a la guerra, mientras que las sucesivas guerras de los años 1990 no habían suscitado ninguna resistencia. Pero, sobre todo, se trataba de un movimiento encerrado en el terreno cívico y pacifista; no era la clase trabajadora la que luchaba contra las intenciones bélicas de sus Estados, sino una suma de ciudadanos atomizados que exigían a sus gobiernos que adoptaran una política de paz.
En Francia, en mayo-junio de 2003, hubo una serie de manifestaciones contra una reforma del sistema de pensiones. La huelga estalló en el sector de la educación nacional, y se presentaba la amenaza de una “huelga general”. Sin embargo, al final ésta no se produjo, y los profesores permanecieron aislados. Este confinamiento sectorial fue evidentemente el resultado de una política deliberada de división por parte de los sindicatos, pero el sabotaje tuvo éxito porque se basaba en una debilidad muy importante de la clase: los profesores se consideraban diferentes, no como trabajadores, no como miembros de la clase obrera. En ese momento, la propia noción de clase obrera sigue perdida en el limbo, rechazada, desfasada y vergonzante.
En 2006, los estudiantes franceses se movilizaron en masa contra un contrato precario especial para los jóvenes: el CPE (Contrato de Primer Empleo). El movimiento demostró una paradoja: la reflexión se produce en la clase, pero la clase no lo sabe. Los estudiantes redescubrieron, en efecto, una forma de lucha auténticamente obrera: las asambleas generales. En esas asambleas generales se llevan a cabo verdaderas discusiones. Estaban abiertas a los trabajadores, los desempleados y los jubilados; las intervenciones de las personas mayores fueron aplaudidas.
El eslogan faro utilizado en las marchas se convirtió en: “Los jóvenes y los viejos, todos son parte de la misma ensalada”. Era la emergencia de la solidaridad obrera entre generaciones, la comprensión de que todos eran afectados, y que todos tenían que unirse. Este movimiento, que desbordó el marco sindical, contenía el “riesgo” (para la burguesía) de atraer a empleados y obreros por un camino igualmente “incontrolado”. El jefe del gobierno se vio obligado a retirar el proyecto de ley. Esta victoria marcó un paso adelante en los esfuerzos realizados por la clase obrera desde principios de la década de 2000 para salir del estancamiento de los años 1990. Al calor de la lucha, publicamos y distribuimos un suplemento con el título “¡Salud a las nuevas generaciones de la clase obrera!”4. Y efectivamente, este movimiento muestra la emergencia de una nueva generación que no ha experimentado ni la pérdida de impulso de las luchas de los años 80, y a veces su represión, ni ha experimentado directamente las grandes mentiras “estalinismo = comunismo” y “revolución = barbarie”; es una nueva generación golpeada por el desarrollo de la crisis y la precariedad, una nueva generación dispuesta a rechazar los sacrificios impuestos y a luchar. Pero esta generación también creció en los años 1990, y lo que más la caracteriza es la aparente ausencia de la clase obrera, la desaparición de su proyecto y de su experiencia. Esta nueva generación tiene, así, que “reinventar” sus métodos; en consecuencia, retoma los métodos de lucha del proletariado, pero -y el “pero” es grande- de forma no consciente, por instinto, diluyéndose así en la masa de “ciudadanos”. Es un poco como en la obra de Molière en la que Monsieur Jourdain hace prosa sin saberlo. Esto explica por qué, una vez desaparecido, este movimiento no dejó ningún rastro aparente: ni grupos, ni periódicos, ni libros... Los propios protagonistas parecieron olvidar muy rápidamente lo que habían vivido.
El “movimiento de las plazas” que recorrió el mundo unos años más tarde iba a ser una demostración flagrante de esas fuerzas contradictorias, de ese impulso y de esas debilidades profundas e históricas. La combatividad se desarrolló, al igual que la reflexión, pero sin referencia a la clase obrera y a su historia, sin sentido de pertenencia al proletariado, sin identidad de clase.
El 15 de septiembre de 2008, la mayor quiebra de la historia, la del banco de inversión Lehman Brothers, desencadenó una ola de pánico internacional; era la llamada crisis de las “subprimes”. Millones de trabajadores perdieron sus escasas inversiones y pensiones, y los planes de austeridad hundieron en la miseria a poblaciones enteras. Inmediatamente la aplanadora propagandística se puso en marcha: no era el sistema capitalista el que mostraba una vez más sus límites, sino que “son los banqueros corruptos y codiciosos los causantes de todos los males”. La prueba es que algunos países van bien, en particular los BRICS y China. La propia forma que toma esta crisis, “una contracción del crédito” implicando una pérdida masiva de ahorros para millones de trabajadores, hace que sea aún más difícil responder sobre un terreno de clase, ya que el impacto parecía afectar más a los hogares individuales en lugar de a una clase asociada. Esto es precisamente el talón de Aquiles del proletariado desde 1990, el haber olvidado que existe, e incluso que es la principal fuerza de la sociedad.
En 2010, la burguesía francesa aprovechó este contexto de gran confusión en la clase para orquestar, con sus sindicatos, una serie de catorce jornadas de acción que terminaron con la victoria del gobierno (la adopción de otra reforma más a las pensiones) y con el agotamiento y la desmoralización de los trabajadores. Al limitar la lucha a cortejos sindicales, sin vida ni debate en las marchas, la burguesía consiguió explotar la gran debilidad política de los trabajadores para borrar aún más la principal lección positiva del movimiento anti-CPE de 2006: las asambleas generales como savia de la lucha.
El 17 de diciembre de 2010, en Túnez, un joven vendedor ambulante de frutas y verduras vio cómo su escasa mercancía era requisada por la policía, que le propinó una paliza. Desesperado, se prendió fuego. Lo que siguió fue un verdadero grito de rabia e indignación que sacudió a todo el país y traspasó fronteras. La miseria y la represión atroces en todo el Magreb impulsaron a la gente a rebelarse. Las masas se reunieron, primero en la plaza Tahrir de Egipto. Los trabajadores que luchaban se encontraron diluidos en la multitud, en medio de todas las demás clases no trabajadoras de la sociedad. La consigna es en cada país “¡Fuera!”: “Fuera Mubarak”, “Fuera Gadafi”, etc. Es un llamado a la dimisión de los dirigentes y a su remplazo; los protagonistas exigen democracia y reparto de la riqueza. Por tanto, la ira conduce a estas consignas ilusorias y burguesas.
En 2011, en España, toda una generación precaria, obligada a quedarse a vivir en casa de sus padres, se inspiró en lo que hoy se conoce como la “La primavera árabe” e invadió la plaza mayor de Madrid. El lema era: “De la plaza Tahrir a la Puerta del Sol”. Había nacido el movimiento de los “Indignados” que se extendió por todo el país. Aunque este movimiento reúne a todos los estratos de la sociedad, como en el norte de África, aquí la clase obrera es ampliamente mayoritaria. Así, las reuniones adoptan la forma de asambleas para debatir y organizarse. Cuando intervinimos, observamos una especie de ímpetu internacionalista en los numerosos saludos a las expresiones de solidaridad procedentes de todos los rincones del mundo, se toma en serio la consigna “revolución mundial”, se reconoce que “el actual sistema ya es obsoleto” y existe una fuerte voluntad de debatir la posibilidad de una nueva forma de organización social, por lo que se plantean numerosas cuestiones sobre la moral, la ciencia, la cultura, etc.
En Estados Unidos, Israel y el Reino Unido, este “movimiento de plazas” adoptó el nombre de “Occupy”. El hecho de “ocupar” es por tanto puesto al centro; los participantes hablaron de su sufrimiento como consecuencia de la precariedad y la flexibilidad que hacían casi imposible el simple hecho de tener verdaderos compañeros de trabajo estables o la más mínima vida social. Esta explotación y desestructuración implacables individualizan, aíslan y atomizan. Los protagonistas de Occupy logran así, la alegría de reunirse y formar una comunidad, de poder hablar e incluso vivir como parte de un colectivo. Así que ya hay una especie de regresión en comparación con los Indignados, porque no se trata tanto de luchar como de estar juntos. Pero, sobre todo, Occupy nació en Estados Unidos, el país de la represión obrera bajo Reagan, el país que simbolizó la victoria del capitalismo sobre el “comunismo”, el país campeón de la sustitución de la clase obrera por individuos “emprendedores”, empleados libres, etcétera. Por tanto, este movimiento está extremadamente marcado por la pérdida de identidad de clase, por el borrado de toda la experiencia obrera acumulada pero reprimida. Occupy se centró en la teoría del 1% (la minoría que posee la riqueza... de hecho la burguesía) para exigir más democracia y una mejor distribución de los bienes. En otras palabras, fue una peligrosa ilusión de un capitalismo mejor, más justo, y más humano. Además, el bastión del movimiento es Wall Street, la bolsa de Nueva York (Occupy Wall Street), para simbolizar que el enemigo son las finanzas viciadas.
Pero en el fondo, esta debilidad también marca a los Indignados: la tendencia a verse como “ciudadanos” y no como proletarios, hace que todo el movimiento sea vulnerable a la ideología democrática, que acaba permitiendo que partidos burgueses -como Syriza en Grecia y Podemos en España- se presenten como los verdaderos herederos de estas revueltas. “¡Democracia Real Ya!” se convirtió, desgraciadamente, en la consigna del movimiento.
Finalmente, el reflujo de este “movimiento en las plazas” profundizó aún más el retroceso general de la conciencia de clase.
En Egipto, las ilusiones sobre la democracia han allanado el camino para la restauración del mismo tipo de gobernanza autoritaria que había sido el catalizador inicial de la “Primavera árabe”. En Israel, donde las manifestaciones masivas lanzaron en su día el lema internacionalista: “Netanyahu, Mubarak, Assad, el mismo enemigo”, esta vez la brutal política militarista del gobierno de Netanyahu vuelve a imponerse. En España, muchos jóvenes que habían participado en el movimiento están enredados en el callejón sin salida absoluto del nacionalismo catalán o español. En Estados Unidos, la focalización en el 1% alimenta el sentimiento populista contra “las élites”, “el Establishment”, ...
El período 2003-2011 representa, pues, toda una serie de esfuerzos de nuestra clase para luchar contra el continuo deterioro de las condiciones de vida y de trabajo en este capitalismo en crisis, pero, privada de una identidad de clase, acaba (temporalmente) en un marasmo mayor. Y el agravamiento de la descomposición en la década de 2010 agravará aún más estas dificultades: desarrollo del populismo, con toda la irracionalidad y el odio que encierra esta corriente política burguesa, proliferación a escala internacional de atentados terroristas, toma del poder sobre regiones enteras por narcotraficantes en Latinoamérica y por los señores de la guerra en Oriente Medio, África y el Cáucaso, enormes oleadas de emigrantes que huyen del horror del hambre, de la guerra, de la barbarie, de la desertificación ligada al calentamiento climático... mientras el Mediterráneo se está convirtiendo en un cementerio acuático.
Esta dinámica podrida y mortífera tiende a reforzar el nacionalismo y la confianza en la “protección” del Estado; lleva a dejarse influir por las falsas críticas al sistema que ofrece el populismo (y, para una minoría, el yihadismo), a adherirse a la “política de identidad” ... La falta de identidad de clase se ve agravada por la tendencia a la fragmentación en identidades raciales, sexuales y de otro tipo, lo que a su vez refuerza la exclusión y la división, mientras que sólo el proletariado que lucha por sus propios intereses puede ser verdaderamente integrador.
En resumen, la sociedad capitalista se está pudriendo desde sus bases.
Pero en la situación actual no hay que ver sólo la descomposición. Otras fuerzas están actuando: con el hundimiento en la decadencia la crisis económica se agrava y con ella surge la necesidad de luchar; el horror de la vida cotidiana plantea sin cesar cuestiones que acaban por incidir en la mente de los trabajadores; las luchas de los últimos años han comenzado a dar algunas respuestas y estas experiencias están cavando sus surcos sin que nos demos cuenta. En palabras de Marx: “Reconocemos a nuestro viejo amigo, nuestro viejo topo que tan bien sabe trabajar subterráneamente para aparecer de repente”.
En 2019 se desarrolla en Francia un movimiento social contra una nueva (sic) reforma de las pensiones. Más que la combatividad, que es muy grande, lo que nos llama la atención es la tendencia a la solidaridad entre generaciones que se expresa en las marchas: muchos trabajadores próximos a los sesenta años -y, por tanto, no afectados directamente por la reforma- hacen huelga y se manifiestan para que los asalariados jóvenes no sufran este ataque gubernamental. La solidaridad intergeneracional, muy presente en 2006, parece resurgir. Escuchamos a los manifestantes corear “¡La clase obrera existe!”, cantar “¡Estamos aquí, estamos aquí por el honor de los trabajadores y por un mundo mejor!”, y defender la idea de “guerra de clases”. Si bien se trata de una minoría, la idea vuelve a estar en el aire, ¡algo que no ocurría desde hace 30 años!
En 2020 y 2021, durante la pandemia de Covid y sus múltiples confinamientos, constatamos la existencia de huelgas en Estados Unidos, Irán, Italia, Corea, España y Francia que, aunque dispersas, daban testimonio de la profundidad de la cólera, ya que es particularmente difícil luchar en estos tiempos de control de plomo estatal en nombre de “la salud de todos”
Por eso, en enero de 2022, cuando la inflación reapareció tras casi 30 años de tregua en este frente económico, decidimos redactar un volante internacional que decía:
“Los precios se disparan, sobre todo en productos de primera necesidad como los alimentos, la energía y el transporte… dejando a cada vez más personas con dificultades para alimentarse, alojarse, calentarse y desplazarse”.
Y es en este volante donde, por tanto, anunciamos: “En todos los países, en todos los sectores, la clase obrera sufre un deterioro insoportable de sus condiciones de vida y de trabajo. (...) Los ataques llueven bajo el peso de la agravación de la crisis económica mundial. A pesar del temor a una crisis sanitaria opresiva, la clase obrera empieza a reaccionar (...) Es cierto que no se trata de movimientos masivos: las huelgas y manifestaciones siguen siendo demasiado escasas y aisladas. Pero la burguesía los observa como un halcón, consciente de la amplitud de la cólera que se está gestando (...) Entonces, ¿cómo desarrollar una lucha unida y masiva?”.
El estallido de la guerra en Ucrania un mes después fue un acontecimiento aterrador; la clase temía que el conflicto se extendiera y degenerara. Pero, al mismo tiempo, la guerra empeoró considerablemente la inflación. Junto con los efectos desastrosos del Brexit, el Reino Unido ha sido el más afectado.
Ante este deterioro insoportable de las condiciones de vida y de trabajo, estallaron en el Reino Unido huelgas en sectores muy diversos (sanidad, educación, transportes, etc.): ¡fue lo que los medios de comunicación llamaron “El verano de la cólera”, en referencia a “El invierno de la cólera” de 1979 ¡que sigue siendo el movimiento más masivo de cualquier país después del de mayo de 1968 en Francia!
Al establecer este paralelismo entre estos dos grandes movimientos, separados por 43 años, los periodistas dicen mucho más de lo que piensan. Porque detrás de esta expresión de “cólera” se esconde un movimiento extremadamente profundo. Dos expresiones correrán de piquete en piquete de huelga: “Enough is enough!” (¡Ya basta!) y “¡Somos trabajadores!”. En otras palabras, si los trabajadores británicos se levantan contra la inflación, no es sólo porque ésta sea insoportable. La crisis es necesaria, pero no suficiente. Es también porque la conciencia ha madurado en las cabezas de los trabajadores, es que el viejo topo ha cavado durante décadas y ahora asoma una pequeña parte de su hocico. Retomando el método de nuestros antepasados de Internacionalismo, que les permitió anticipar la llegada de mayo de 1968 y luego comprender su significado histórico, hemos podido desde agosto de 2022 subrayar en nuestro volante internacional que el despertar del proletariado británico tiene un significado mundial e histórico; por eso nuestro volante concluye que: “Las huelgas masivas en el Reino Unido son un llamado al combate para los proletarios de todo el mundo”. El hecho que el proletariado que fundó la Primera Internacional con el proletariado francés en 1864 en Londres, que fue el más combativo de las décadas 1970-80, que sufrió una gran derrota a manos de Thatcher en 1984-85 y que desde entonces no había sido capaz de reaccionar, anuncie que ahora “¡Ya basta!” revela lo que está madurando en lo más profundo de las entrañas de nuestra clase: el proletariado empieza a recuperar su identidad de clase, a sentirse más seguro de sí mismo, a sentirse una fuerza social y colectiva.
Tanto más cuanto que estas huelgas tienen lugar en un momento en que la guerra de Ucrania y todos sus discursos patrióticos hacen estragos. Como decíamos en nuestro volante de finales de agosto de 2002: “La importancia de este movimiento no se limita al hecho de que pone fin a un largo periodo de pasividad. Estas luchas tienen lugar en un momento en que el mundo se enfrenta a una guerra imperialista a gran escala, una guerra que enfrenta a Rusia y Ucrania sobre el terreno, pero que tiene un alcance mundial con, en particular, la movilización de los países miembros de la OTAN. Se trata de una movilización armamentística, pero también económica, diplomática e ideológica. En los países occidentales, el discurso de los gobiernos pide sacrificios para “defender la libertad y la democracia”. En concreto, esto significa que los proletarios de estos países deben apretarse aún más el cinturón para “mostrar su solidaridad con Ucrania”, de hecho, con la burguesía ucraniana y la de los países occidentales. (...) Los gobiernos piden “sacrificios para luchar contra la inflación”. Se trata de una farsa siniestra cuando lo único que hacen es agravarla con la explosión de los gastos de guerra. Este es el futuro prometido por el capitalismo y sus burguesías nacionales en competencia: más guerras, más explotación, más destrucción, más miseria. Con esto está también lo que las huelgas del proletariado en el Reino Unido llevan en germen, aunque los trabajadores no siempre sean plenamente conscientes de ello: la negativa a sacrificarse cada vez más por los intereses de la clase dominante, el rechazo a hacer sacrificios por la economía nacional y por el esfuerzo de guerra, la negativa a aceptar la lógica de este sistema que está llevando a la humanidad hacia la catástrofe y, en última instancia, a su destrucción”.
Mientras las huelgas en el Reino Unido continuaban y afectaban cada vez a más sectores, en Francia se iniciaba un importante movimiento social contra... la reforma de las pensiones. Las mismas características se manifestaban a este lado del Canal de la Mancha: también en Francia, los manifestantes hacían hincapié en su pertenencia al campo de los trabajadores y la consigna “¡Enough is Enough!” se retomaba bajo la forma de “C’est assez !” (“¡Ya basta!”). Evidentemente, el proletariado en Francia aportó a esta dinámica internacional su costumbre de salir a la calle en masa, lo que contrastaba con los piquetes dispersos impuestos por los sindicatos en el Reino Unido. Aún más significativa de la contribución de este episodio de lucha al proceso internacional global fue la consigna que floreció por doquier en las manifestaciones: “Vosotros nos ponéis los 64, nosotros os volvemos a poner el 68” (el gobierno quería retrasar la edad legal de jubilación a los 64 años, y los manifestantes contraatacaron con su deseo de reconstruir el Mayo del 68). Aparte del excelente juego de palabras (ejemplo de la creatividad de la clase obrera en lucha), esta consigna inmediatamente popular indica que el proletariado, al empezar a reconocerse como clase, al empezar a recuperar su identidad de clase, empieza también a recordar, a reactivar su memoria dormida. Nos sorprendió, además, interviniendo en las manifestaciones, ver referencias al movimiento de 2006 contra el CPE. Mientras que este episodio parecía haber sido borrado, ignorado por todos, ahora los jóvenes manifestantes volvían a hablar de él, preguntándose lo que había pasado... Inmediatamente publicamos y distribuimos un nuevo volante, recordando la cronología del movimiento y sus lecciones (la importancia de las asambleas generales abiertas y soberanas, es decir, realmente organizadas y dirigidas por la asamblea y no por los sindicatos). Al ver el título, los manifestantes vinieron a pedirnos el volante, y algunos nos dieron las gracias después de leerlo cuando nos volvieron a ver en la acera. Así pues, no es sólo el factor “ruptura con el pasado” lo que explica la capacidad de la nueva generación actual para dirigir al conjunto del proletariado a la lucha. Al contrario, la noción de continuidad es quizás aún más importante. Así que teníamos razón al escribir en 2020: “Las conquistas de las luchas del periodo 1968-89 no se han perdido, incluso si pueden haber sido olvidadas por muchos trabajadores (y revolucionarios): la lucha por la autoorganización y la extensión de las luchas, el comienzo de una comprensión del papel anti obrero de los sindicatos y los partidos capitalistas de izquierda, la resistencia al reclutamiento bélico, la desconfianza en el juego electoral y parlamentario, etcétera. Las luchas futuras deberán basarse en la asimilación crítica de estas lecciones, yendo mucho más lejos, y ciertamente no en su negación u olvido” (Artículo de balance del 23er Congreso, Revista Internacional 164, 2020).
La experiencia acumulada por las generaciones anteriores desde el 68, e incluso desde el inicio del movimiento obrero, no ha sido borrada, sino más bien guardada en una memoria latente; la reconquista de la identidad de clase permite que ésta pueda ser reactivada, y que la clase obrera pueda ponerse en marcha para reivindicar su propia historia.
En concreto, las generaciones que vivieron el 68 y el enfrentamiento con los sindicatos en los años 70 y 80 siguen vivas hoy, pueden contar sus historias y transmitirlas. La generación “perdida” de los años 90 también puede aportar su contribución. Los jóvenes de las asambleas de 2006 y 2011 podrán por fin comprender lo que hicieron, el sentido de su autoorganización, y contárselo a la nueva generación. Por una parte, esta nueva generación de los años 2020 no ha sufrido las derrotas de los años 1980 (bajo Tatcher y Reagan), ni la mentira de 1990 sobre la muerte del comunismo y el fin de la lucha de clases, ni los años de oscuridad que siguieron; por otra parte, ha crecido en una crisis económica permanente y en un mundo en descomposición, por lo que lleva en su interior una combatividad intacta. Esta nueva generación puede atraer tras de sí a todas las demás, teniendo que escucharlas y aprender de sus experiencias, sus victorias y sus derrotas. El pasado, el presente y el futuro pueden volver a unirse. Este es todo el potencial que lleva en sí el movimiento actual y el porvenir, esto es lo que hay detrás de la noción de “ruptura”: una nueva dinámica que rompe con la inmovilidad y la amnesia que han dominado desde 1990, una nueva dinámica que se reapropia de la historia del movimiento obrero de forma crítica para llevarlo mucho más lejos. Las huelgas que hoy se desarrollan son fruto de la maduración subterránea de las décadas anteriores, y pueden a su vez conducir a una maduración mucho mayor.
Y evidentemente, quienes representan esta continuidad y memoria históricas, las organizaciones revolucionarias, tienen un inmenso papel que desempeñar en este proceso.
Desde 2020 y la pandemia de Covid, la descomposición del capitalismo se ha acelerado en todo el planeta. Todas las crisis de este sistema decadente -sanitaria, económica, climática, social y guerrera- se entrecruzan para formar un vórtice devastador5. Esta dinámica amenaza con arrastrar a toda la humanidad a la muerte.
La clase trabajadora se enfrenta, por tanto, a un gran desafío: cómo desarrollar su proyecto revolucionario y plantear, así, su perspectiva, la del comunismo, en este contexto de putrefacción. Para ello, debe ser capaz de resistir a todas las fuerzas centrífugas que la presionan sin tregua; debe ser capaz de no dejarse atrapar por la fragmentación social que fomenta el racismo, el enfrentamiento entre bandas rivales, el repliegue y el miedo; debe ser capaz de no ceder a las sirenas del nacionalismo y de la guerra (supuestamente humanitaria, antiterrorista, de “resistencia”, etc. Las burguesías siempre acusan al enemigo de la barbarie para justificar la suya). Resistir a toda esta podredumbre que corroe poco a poco al conjunto de la sociedad y lograr desarrollar su lucha y sus perspectivas implica necesariamente que el conjunto de la clase obrera eleve su nivel de conciencia y de organización, que logre politizar sus luchas, cree lugares de debates, de elaboración y de toma de control de las huelgas por los propios trabajadores.
Entonces, ¿qué nos dicen todas estas huelgas, calificadas de “históricas” por los medios de información, sobre la dinámica actual y la capacidad de nuestra clase para proseguir sus esfuerzos, aunque esté rodeada de un mundo en putrefacción?
La solidaridad que se ha expresado en todas las huelgas y movimientos sociales desde 2022 demuestra que la clase obrera, cuando lucha, no sólo consigue resistir a esta putrefacción social, sino que empieza a esbozar un antídoto, la promesa de otro futuro posible: la fraternidad proletaria. Su lucha es la antítesis de la guerra de todos contra todos hacia la que empuja la descomposición.
En los piquetes y manifestaciones en Canadá, Francia e Islandia, las expresiones más comunes son “¡Todos estamos en el mismo barco!” y “¡Todos debemos luchar juntos!”.
Incluso en Estados Unidos, un país asolado por la violencia, las drogas, el aislacionismo y la división racial, la clase obrera fue capaz de plantear la cuestión de la solidaridad obrera entre sectores y entre generaciones. Los testimonios que se desprenden de la huelga “histórica” del verano de 2023, cuyo núcleo fueron los trabajadores del automóvil, muestran incluso que el proceso sigue avanzando y profundizándose:
“¡Tenemos que decir basta! No sólo nosotros, sino toda la clase obrera de este país tiene que decir, en algún momento, ¡basta! (...) Todos estamos hartos: los trabajadores temporales están hartos, los empleados con muchos años de antigüedad como yo estamos hartos... porque estos trabajadores temporales son nuestros hijos, nuestros vecinos, nuestros amigos” (Littlejohn, jefe de mantenimiento en los oficios calificados de la planta de estampado de Ford en Búfalo, Estados Unidos).
“Todos estos grupos no son movimientos separados, sino un grito de guerra colectivo: somos una ciudad de trabajadores: obreros y empleados, sindicalizados y no sindicalizados, inmigrantes y nativos” (Los Ángeles Times).
“El complejo Stellantis de Toledo, Ohio, se llenó de vítores y bocinazos de automóviles al comenzar la huelga” (The Wall Street Journal).
“Las bocinas apoyan a los huelguistas frente a la planta del fabricante de automóviles en Wayne, Michigan” (The Guardian).
Esta solidaridad se basa explícitamente en la idea de que “¡todos somos trabajadores!”.
¡Qué contraste con los intentos de pogromo antiinmigración de Dublín (Irlanda) y Romans-sur-Isère (Francia)! En ambos casos, tras un apuñalamiento mortal, una parte de la población culpó de los asesinatos a la inmigración y exigió venganza, saliendo a la calle para linchar a la gente. No se trata de incidentes aislados e insignificantes; al contrario, anuncian la deriva general de la sociedad. Las reyertas entre bandas de jóvenes, las agresiones, los asesinatos cometidos por individuos desequilibrados y los disturbios nihilistas se multiplican y no harán sino aumentar más y más.
Las fuerzas de la descomposición impulsarán progresivamente la fragmentación social; la clase trabajadora se encontrará en medio de un odio creciente. Para resistir a estos vientos fétidos, tendrá que seguir esforzándose por desarrollar su lucha y su conciencia. El instinto de solidaridad no será suficiente; la clase trabajadora tendrá que trabajar también por su unidad, es decir, por tomar conscientemente la construcción de sus vínculos y de su organización en la lucha. Esto implica inevitablemente enfrentarse a los sindicatos y a su sabotaje permanente de división. Aquí volvemos a la necesidad de reapropiarse de las lecciones de las luchas de los años 1970 y 80.
El cruce del Atlántico por el grito de “¡Ya basta!” revela el carácter profundamente internacional de nuestra clase y de su lucha. Las huelgas en Estados Unidos son el resultado directo de la influencia de las huelgas en el Reino Unido. También aquí teníamos razón cuando escribíamos en la primavera de 2023: “Siendo el inglés, además, la lengua de comunicación mundial, la influencia de estos movimientos supera necesariamente la que podrían tener las luchas en Francia o Alemania, por ejemplo. En este sentido, el proletariado británico muestra el camino no sólo a los trabajadores europeos, que deberán estar en la vanguardia del ascenso de la lucha de clases, sino también al proletariado mundial, y en particular al proletariado norteamericano.” (Informe sobre la lucha de clases, 25º Congreso, Revista Internacional 170, 2023).
Durante la huelga de las Tres Grandes de la industria automovilística (Ford, Chrysler, General Motors) en Estados Unidos, empezó a surgir el sentimiento de ser una clase internacional. Además de esta referencia explícita a las huelgas del Reino Unido, los trabajadores intentaron unificar la lucha a ambos lados de la frontera entre Estados Unidos y Canadá. La burguesía no se equivocó; comprendió el peligro de tal dinámica y el gobierno canadiense firmó inmediatamente un acuerdo con los sindicatos para poner fin prematuramente a este vestigio de lucha común e impedir así cualquier posibilidad de unificación.
Durante el movimiento en Francia, también hubo expresiones de solidaridad internacional. Como escribimos en nuestro volante de abril de 20236: “Los proletarios empiezan a tenderse la mano más allá de las fronteras, como vimos con la huelga de los obreros de una refinería belga en solidaridad con los obreros de Francia, o la huelga del “Mobilier national” en Francia -antes de la visita (aplazada) de Carlos III a Versalle-, en solidaridad con “los trabajadores ingleses en huelga desde hace semanas por aumentos salariales”. A través de estas expresiones aún muy embrionarias de solidaridad, los obreros empezaron a reconocerse como clase internacional: “¡Todos estamos en el mismo barco!”.
De hecho, el resurgimiento de la combatividad obrera desde el verano de 2022 tiene quizás una dimensión internacional aún más fuerte que en los años 1960/70/80. ¿Por qué?
Porque la “globalización”, esta red económica mundial extremadamente tupida, confiere a la crisis económica una dimensión mundial igualmente inmediata.
Porque ya no hay zonas “resistentes” a la crisis económica: China y Alemania también se han visto afectadas, al contrario que en 2008 (lo que dice mucho de la gravedad de la actual crisis abierta).
Porque el proletariado se enfrenta en todas partes al mismo deterioro de las condiciones de vida.
Por último, pero no menos importante, porque los vínculos entre los proletarios de los distintos países se han estrechado fuertemente (colaboración económica a través de las multinacionales, intensa migración internacional, información globalizada, etc.).
En China, el “crecimiento” sigue ralentizándose y el desempleo disparándose. Las cifras oficiales del gobierno chino muestran que ¡una cuarta parte de los jóvenes están desempleados! Como respuesta, se desarrollan luchas: “Afectadas por la caída de los pedidos, las fábricas que emplean a un gran número de trabajadores se están deslocalizando y están despidiendo a trabajadores. Se multiplican las huelgas contra los salarios impagados y las manifestaciones contra los despidos sin indemnización”. Estas huelgas, en un país donde la clase obrera está bajo el manto ideológico y represivo del supuesto “comunismo”, son particularmente significativas de la magnitud de la cólera que se está gestando. Con el probable hundimiento del sector de la construcción inmobiliaria a la vuelta de la esquina, habrá que estar atentos a las posibles reacciones de los trabajadores.
Por el momento, en el resto de Asia, es sobre todo en Corea del Sur donde el proletariado ha vuelto a la senda de la huelga, con un gran movimiento general el pasado mes de julio.
Esta dimensión profundamente internacional de la lucha de clases, este inicio de comprensión de que los trabajadores en huelga luchan todos por los mismos intereses, cualquiera que sea el lado de la frontera en que se encuentren, representa exactamente lo contrario de la naturaleza intrínsecamente imperialista del capitalismo. Ante nuestros ojos se desarrolla la oposición entre dos polos: uno constituido por la solidaridad internacional, el otro por guerras cada vez más bárbaras y asesinas.
Dicho esto, la clase obrera está aún muy lejos de ser lo suficientemente fuerte (consciente y organizadamente) como para levantarse explícitamente contra la guerra, o incluso contra los efectos de la economía de guerra:
- En Europa Occidental y Norteamérica, por el momento, las dos grandes guerras en curso no parecen afectar sustancialmente a la combatividad de la clase obrera. Las huelgas en el Reino Unido comenzaron justo después del inicio de la guerra en Ucrania, la huelga en la industria automovilística en Estados Unidos continuó a pesar del estallido del conflicto en Gaza, y otras huelgas se han desarrollado desde entonces en Canadá, Islandia y Suecia... Pero el hecho es que los trabajadores todavía no han conseguido incorporar a su lucha -en sus consignas y debates- el vínculo entre la inflación, los golpes asestados por la burguesía y la guerra. Esta dificultad se debe a la falta de confianza de los trabajadores en sí mismos, a su falta de conciencia de la fuerza que representan como clase; levantarse contra la guerra y sus consecuencias parece un reto demasiado grande, abrumador, fuera de su alcance. Lograr este vínculo depende de un mayor grado de conciencia. El proletariado internacional tardó 3 años en establecer este vínculo frente a la Primera Guerra Mundial. En el periodo 1968-1989, el proletariado fue incapaz de establecer este vínculo, lo que constituyó uno de los factores que inhibieron su capacidad para desarrollar su politización. Así pues, después de 30 años de reflujo, no deberíamos esperar que el proletariado diera este paso fundamental de inmediato. Es un paso profundamente político, que marcará una ruptura crucial con la ideología burguesa. Es un paso que requiere comprender que el capitalismo es una barbarie militar, que la guerra permanente no es algo accidental sino una característica del capitalismo decadente.
- En Europa del Este, en cambio, la guerra ha tenido un impacto absolutamente desastroso; no ha habido oposición -ni siquiera manifestaciones pacifistas- a la guerra. Aunque el conflicto se ha cobrado ya 500 000 vidas (250 000 en cada bando), y los jóvenes de Rusia y Ucrania huyen de la movilización para salvar el pellejo, no ha habido ninguna protesta colectiva. La única salida ha sido individual: desertar y esconderse. Esta ausencia de reacción de clase confirma que, si bien 1989 fue un golpe contra todo el proletariado a nivel mundial, los trabajadores de los países estalinistas fueron golpeados aún más duramente. La extrema debilidad de la clase obrera de Europa del Este es la punta del iceberg de la debilidad de la clase obrera en los países del conjunto de la antigua URSS. La amenaza de guerra que se cierne sobre los países de la antigua Yugoslavia es en parte posible gracias a esta profunda debilidad del proletariado que vive allí.
- En cuanto a China, es difícil evaluar con precisión cuál es la situación de la clase trabajadora de este país en relación con la guerra. Debemos seguir de cerca la situación y su evolución. La magnitud de la crisis económica que se avecina tendrá un gran impacto en la dinámica del proletariado. Dicho esto, al igual que en el Este, el estalinismo (vivo o muerto) seguirá desempeñando su papel contra nuestra clase. Cuando uno tiene que estudiar las ideas distorsionadas de Karl Marx en la escuela, el marxismo asquea.
De hecho, cada guerra -que inevitablemente estallará- planteará problemas diferentes al proletariado mundial. La guerra en Ucrania no plantea los mismos problemas que la guerra en Gaza, que no plantea los mismos problemas que la guerra que amenaza a Taiwán. Por ejemplo, el conflicto israelí-palestino engendra una podrida situación de odio en los países centrales entre las comunidades judía y musulmana, lo que permite a la burguesía hacer una gran alharaca de división.
Pero tanto en Occidente como en Oriente, tanto en el Norte como en el Sur, podemos reconocer que, en general, el proceso de desarrollo de la conciencia sobre la cuestión de la guerra será muy difícil, y no hay ninguna garantía de que el proletariado consiga llevarlo a cabo. Como señalamos hace 33 años: “A diferencia del pasado, el desarrollo de una nueva oleada revolucionaria no vendrá de una guerra, sino del agravamiento de la crisis económica (...) La movilización de la clase obrera, punto de partida de las luchas de clase a gran escala, vendrá de los ataques económicos. Del mismo modo, a nivel de conciencia, el agravamiento de la crisis será un factor fundamental para revelar el callejón sin salida histórico del modo de producción capitalista. Pero en este mismo nivel de conciencia, la cuestión de la guerra está llamada una vez más a desempeñar un papel clave:
- al poner en evidencia las consecuencias fundamentales de este impasse histórico: la destrucción de la humanidad,
- al constituir la única consecuencia objetiva de la crisis, de la decadencia y de la descomposición que el proletariado puede hoy limitar (a diferencia de todas las demás manifestaciones de la descomposición), en la medida en que, en los países centrales, actualmente no está enrolado bajo las banderas del nacionalismo”. (“Militarismo y descomposición”, Revista Internacional 64, 1991).
También aquí vemos hasta qué punto la capacidad del proletariado para politizar sus luchas será la clave del futuro.
La agravación de la descomposición va a poner toda una serie de obstáculos en el camino de la clase trabajadora hacia la revolución. Además de la fragmentación social, la guerra y el caos, crecerá el populismo.
En Argentina, Javier Milei acaba de ser elegido presidente. ¡El 23º país más grande del mundo está dirigido por un hombre que cree que la Tierra es plana! Celebra sus reuniones con una motosierra en la mano. En resumen, hace que Trump parezca un hombre de ciencia. Más allá de la anécdota, esto muestra hasta qué punto la descomposición avanza y envuelve en su irracionalidad y podredumbre a sectores cada vez más amplios de la clase dirigente:
En Estados Unidos, Trump es el favorito para las próximas elecciones presidenciales.
En Francia, por primera vez, la posibilidad de que la extrema derecha llegue al poder se hace creíble, incluso muy probable.
Italia está liderada por el gobierno de Meloni.
En Holanda, la victoria de Geert Wilde, islamófobo y soberanista confeso, sorprendió a todos los expertos.
En Alemania, el populismo también está al alza, alimentado sobre todo por el discurso de odio ante las oleadas masivas de refugiados.
Hasta ahora, toda esta putrefacción no ha impedido a la clase obrera desarrollar sus luchas y su conciencia. Pero debemos mantener la mente y los ojos bien abiertos para seguir la evolución y evaluar el impacto del populismo en el pensamiento racional que el proletariado debe desarrollar para llevar a cabo su proyecto revolucionario.
Este paso decisivo en la politización de las luchas faltó en los años 1980. Hoy, es en el contexto terriblemente más difícil de la descomposición donde el proletariado debe conseguirlo, de lo contrario el capitalismo arrastrará a toda la humanidad a la barbarie, al caos y, en última instancia, a la muerte.
Una revolución victoriosa es posible. No es sólo la descomposición la que avanza, sino también las condiciones objetivas de la revolución: una crisis económica mundial cada vez más devastadora que nos empuja a la lucha; una clase trabajadora cada vez más numerosa, concentrada y vinculada a escala internacional; una acumulación de experiencias históricas de la clase obrera.
¡El hundimiento en la decadencia revela cada vez más claramente la necesidad de una revolución mundial!
Para lograrlo, los esfuerzos actuales de nuestra clase tendrán que continuar, en particular la reapropiación de las lecciones del pasado (las oleadas de lucha de los años 1970-80, la oleada revolucionaria de los años 1910-20). La generación actual que se está levantando pertenece a toda una cadena que nos une a las primeras luchas, ¡los primeros combates de nuestra clase desde la década de 1830!
A largo plazo, también debemos conseguir romper la gran mentira que pesa sobre nosotros desde la contrarrevolución, según la cual estalinismo = comunismo.
Con todo este proceso, se juega la cuestión de la confianza en la fuerza organizada del proletariado, en la perspectiva y por lo tanto en la posibilidad de la revolución… Es al calor de las luchas por venir, en la lucha política contra el sabotaje sindical, contra las sofisticadas trampas de las grandes democracias, logrando reunirnos en asambleas, comités y círculos para debatir y decidir, que nuestra clase aprenderá todas estas lecciones necesarias. Porque, como escribió Rosa Luxemburgo en una carta a Mehring: “El socialismo no es, precisamente, un problema de cuchillo y tenedor, sino un movimiento de cultura, una gran y poderosa concepción del mundo.” (Rosa Luxemburgo, carta a Franz Mehring).
Sí, este camino será difícil, accidentado e incierto, pero no hay otro.
Gracchus
1 ¡Contra los ataques de la burguesía, necesitamos una lucha unida y masiva! (Volante internacional) Búsqueda | Corriente Comunista Internacional (internationalism.org) [50]
2 Como dice Shakespeare en Ricardo III.
3 Título de un libro del periodista y revolucionario Víctor Serge.
4 ¡Salud a las nuevas generaciones de la clase obrera! | Corriente Comunista Internacional (internationalism.org) [51]
5 Leer en la Revista Internacional 169, 2022: Los años 20 del Siglo XXI: La aceleración de la descomposición capitalista plantea abiertamente la cuestión de la destrucción de la humanidad | Corriente Comunista Internacional (internationalism.org) [13]
6 Desde “El verano de la ruptura en 2022”, hemos escrito 7 volantes diferentes, de los que se han distribuido más de 130,000 sólo en Francia.
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Jacques Camatte es sin duda uno de los padres fundadores de la corriente llamada de "comunistización". En el desarrollo de una crítica marxista de los profundos errores de esta corriente, pensamos que será útil dar cuenta del deambular político de Camatte, desde el bordiguismo ortodoxo hasta el rechazo total de la "teoría del proletariado" y una teorización de la negación de la lucha de clases. En nuestra opinión, aunque pocos "comunistizadores" siguieron a Camatte hasta sus últimas conclusiones, en muchos aspectos el camino que siguió revela la verdadera dinámica de toda la tendencia comunistizadora.
Nuestro objetivo aquí no es escribir una biografía de Camatte, sino examinar su trayectoria a la luz de algunos de sus trabajos teóricos más significativos.
Según Wikipedia, Camatte, a la edad de 18 años, ya era miembro de la Fracción Francesa de la Izquierda Comunista en 1953[1] es decir, poco después de la escisión del Partito Comunista Internazionalista (PCInt) en Italia entre la tendencia en torno a Damen y la tendencia en torno a Bordiga. La Fracción Francesa se convirtió más tarde en la sección francesa del Partido Comunista Internacional (PCI) bordiguista, que publicaba Programme Communiste y Le Prolétaire. Camatte desempeñaría un papel cada vez más importante en el trabajo teórico de esta organización, al tiempo que desarrollaba una estrecha colaboración con Bordiga. Sin embargo, a principios de los años 60, no estaba satisfecho con la dirección que estaba tomando la organización: una práctica militante y sindical centrada en la producción de "periódicos obreros". Camatte consideraba que, dado que el periodo seguía dominado esencialmente por la contrarrevolución, las tareas del PCI eran sobre todo teóricas: la denuncia de todas las formas de revisionismo y restauración del programa comunista. En 1966, Camatte rompió con el PCI y lanzó la publicación de la revista Invariance, cuya "declaración de principios", que aparecía en la página interior de la primera serie, mostraba una clara continuidad con la tradición bordiguista[2]:
"Invarianza de la teoría del proletariado:
- Defendida en la Liga Comunista (Manifiesto Comunista de 1848) en la AIT (los trabajos del Consejo General de Londres dirigido por Marx); en la época de la Comuna; en la Segunda Internacional; contra la degeneración y el fracaso de esta última (La Izquierda Socialista en Alemania, los bolcheviques, la Izquierda Socialista en Italia - la fracción abstencionista).
- Que triunfó en Rusia en 1917 y a nivel internacional: Moscú en 1919, fundación de la III Internacional; Livorno en 1921: la ruptura con la democracia.
- Defendida por la izquierda comunista contra la degeneración de Moscú; contra la unión sagrada en la resistencia al fascismo.
- Que debe ser restaurada, así como el Partido Comunista- órgano de la clase proletaria- fuera de todo democratismo, carrierismo, individualismo, contra el inmediatismo y toda duda revisionista sobre la doctrina.
-El objetivo de la invarianza es la reforma del Partido Comunista.
Invariance n° 6, publicado en abril de 1969 bajo el título "La Revolución Comunista, Tesis de Trabajo”, es una obra sustancial, de más de 150 páginas a doble cara, que nos ofrece una visión de conjunto de las principales conclusiones y orientaciones políticas de la revista en aquella época - interesantes, sobre todo porque tienden a rechazar algunas de las verdades sacrosantas del bordiguismo.
Está dividida en varios capítulos que tratan de la historia del movimiento proletario desde sus inicios hasta la posguerra, de la naturaleza de la Rusia estalinista, la cuestión colonial, la crisis económica y de la evolución del capitalismo.
El primer capítulo, "Breve historia del movimiento de la clase proletaria en el espacio euroamericano, desde sus orígenes hasta nuestros días", confirma que el punto de partida de Invariance sigue siendo la tradición marxista y la teoría del proletariado, que, según él, ha sido confirmada por la oleada revolucionaria que siguió a la Primera Guerra Mundial; y, al menos en esta etapa, parece comprometido con la idea de que la futura revolución comunista es tarea exclusiva del proletariado. También desarrolla un análisis bastante coherente de la sucesión de diferentes fases de ascenso de la clase y contrarrevolución en la historia del proletariado y, en particular, de la derrota de la oleada revolucionaria y la lucha de la izquierda comunista contra la degeneración de la Internacional Comunista. Pero, a diferencia de las corrientes bordiguistas más "tradicionales", no excluía a ciertas corrientes de la Izquierda comunista como el KAPD, cuyas tesis sobre el partido se publicarían, junto con el Manifiesto del grupo de Miasnikov en Rusia, en ediciones posteriores de Invariance: "Un elemento fundamental para la readquisición de la totalidad doctrinal lo proporciona la contribución de la Izquierda comunista italiana. Sin embargo, también pueden ser necesarios muchos elementos paralelos: de los tribunistas, el KAPD, de diversos movimientos referentes a los Consejos Obreros, Lukacs... el trabajo de unificación implica el rechazo de los anatemas" (Tesis 1.5.20, p. 37).
Al mismo tiempo, el texto expone su crítica al deslizamiento activista y oportunista de los Bordiguistas oficiales:
- "En 1962, el PCI creyó posible - siguiendo la agitación iniciada en 1960 y reforzada durante ese año - producir un órgano sindical: Spartaco....pero, cuando se empieza a dejar de tener un enfoque materialista y no voluntarista, el error es inevitable. La aparición de este panfleto sindical fue la primera derrota teórica, porque significó abandonar la exigencia de vincular en una unidad indisoluble la acción inmediata (sindical u otra, según la organización: comités de fábrica, comités de empresa, etc.) y la lucha inmediata, "política". Todo ello porque con este panfleto se tenía la esperanza de ser más permeable a la clase... En 1963, el movimiento abandonó sus posiciones originales y se situó al nivel del movimiento trotskista, con el que entró en competencia." Por otra parte, "Todo esto demostró también la insuficiencia de la tesis de la izquierda sobre los sindicatos desde el momento en que dejó de definir con precisión su evolución, su integración en el Estado y el comportamiento de los trabajadores hacia ellos: la deserción" (1.5.10, p. 33).
También puede observarse que la visión de Invariance sobre las condiciones de formación del partido empieza a acercarse a la posición de Bilan en los años 1930 y de la GCF en los años 1940, y por tanto al reconocimiento de que el partido "formal" bordiguista no era realmente un partido:
- "El partido sólo puede ser reformado por la reunión de dos movimientos: el retorno de la totalidad de la teoría del proletariado y el movimiento hacia la unificación de la clase... su existencia formal es hoy una vergüenza, aunque sólo sea porque, al cabo de cierto tiempo, y como consecuencia de la niebla política reinante, tiende a tomarse por un deus ex-machina y a creer que todo debe pasar por él, que debe dirigirlo todo en el momento en que es menos reconocido por el movimiento real" (Invariance n° 6, 1-5-18-19, pp. 36-37).
Se trata sin duda de una referencia a la ridícula intervención del PCI en el movimiento de mayo de 1968, en el que los bordiguistas, a pesar de su tendencia a tachar a todo el movimiento de pequeñoburgués, fueron incapaces de ofrecer nada más que un llamamiento a las masas para que se unieran en torno al Partido. Por otra parte, varios pasajes de las Tesis muestran que los primeros números de Invariance veían Mayo del 68 como una ruptura real con la contrarrevolución.
Otro elemento positivo de las Tesis es el reconocimiento (que compartía claramente con Bordiga[3]) de la creciente tendencia del capital a destruir la naturaleza:
- "Las predicciones de Marx (sobre el agotamiento del suelo por la agricultura capitalista) se verifican hoy diariamente. El desarrollo del capital se presenta como una inmensa catástrofe natural: el agotamiento del suelo, la destrucción de la flora y la fauna. El capital es la cosificación del hombre y la mineralización de la naturaleza (4.3.3, p.111).
... y retrocesos teóricos
Al mismo tiempo, las Tesis no logran superar algunas de las debilidades teóricas más importantes de la tradición bordiguista:
- En la propia noción del marxismo como teoría invariable, como "doctrina" que sólo pide ser restaurada. Es cierto que algunos principios del movimiento obrero -como la necesidad del internacionalismo y la independencia política de la clase obrera respecto a la burguesía- no cambian en el curso de la historia del movimiento obrero, pero siempre deben aplicarse según las condiciones históricas específicas, lo que significa, por ejemplo, que en el período de formación del capital como sistema mundial, los marxistas podían apoyar ciertas luchas nacionales, mientras se hizo imposible cuando el sistema entró en su período de decadencia. La noción de un programa inmutable, ajeno a la experiencia histórica de la clase obrera, deriva de un punto de partida idealista, incluso religioso.
- En la distinción entre el partido formal y el partido histórico, una idea que apareció como medio de justificar el error de la formación del PCInt en 1943-5, y de rechazar el concepto de Fracción tal como fue desarrollado por la Izquierda italiana entre las dos guerras. Es cierto, como hemos señalado antes, que en Invariance nº 6 se ha producido un cierto movimiento hacia una comprensión materialista del hecho de que el partido no puede formarse sin importar cualquier momento de la vida de la clase; pero no por ello va por el camino de la contribución de Bilan sobre la relación entre Fracción y Partido, de modo que la crítica parcial del idealismo bordiguista sobre esta cuestión queda suspendida en el aire.
- En el rechazo de la teoría del capitalismo desde 1914 como un sistema globalmente decadente, y con ello, la defensa de la noción de la Revolución de Octubre como una doble revolución: según el punto de vista de las Tesis, dado que la insurrección proletaria de octubre fue incapaz de extenderse internacionalmente, la Rusia bolchevique se transformó en una especie de revolución burguesa. Este punto de vista chocaba fundamentalmente con la posición de la Fracción Italiana, que insistía en que la revolución proletaria se hace posible porque el sistema capitalista entra en su fase de decadencia en su conjunto y no región por región[4], descartando de hecho la posibilidad de revoluciones burguesas progresivas.
Por otra parte, quizá el elemento más significativo hacia el final de las Tesis resida menos en la falta de crítica al dogma bordiguista que en una tendencia a abrir la puerta a ciertas ideas modernistas que iban a desarrollarse muy rápidamente en el periodo siguiente. Es el caso de la Tesis 4.6.1, con el inicio de una nueva "periodización" del capital, en la que la guerra de 1914 no marca el comienzo definitivo de la época decadente del capital, como proclamaba la Internacional Comunista, sino el paso de la "dominación formal" a la "dominación real" del capital. De ahí a afirmar que el capital se había vuelto totalmente autónomo y había alcanzado la dominación total sobre la humanidad, no había más que un paso para Camatte, de modo que la humanidad entera, y no la clase obrera, debía convertirse en el sujeto de la revolución. Sin embargo, este paso aún no se había dado: "Toda la humanidad tiene tendencia a oponerse al capital, a rebelarse contra él. Pero qué clase puede tener la máxima coherencia revolucionaria, que puede tener un programa radical para la destrucción del capital y al mismo tiempo ver, describir la sociedad futura, el comunismo, es el proletariado... La clase obrera, al constituirse como clase, y por tanto como partido, se convierte en sujeto histórico... El hombre es la negación del capital, pero su negación activa, positiva, es el proletariado" (Tesis 4.7.20, p. 139).
El número 8 de Invariance, que abarca el periodo de julio a diciembre de 1969, se titula "Transición". El número anterior había continuado con las "Tesis de trabajo" y estaba compuesto por toda una serie de "textos de apoyo" de los Partidos Comunistas de Italia y Estados Unidos, el KAPD, y contribuciones de Pannekoek, Gorter, Lukacs y Sylvia Pankhurst. En el número 8 encontramos las tesis del KAPD sobre el partido y las intervenciones del KAPD en el debate sobre los sindicatos en el III Congreso de la Internacional Comunista; un texto de Jehan de 1937 sobre la guerra en España, defendiendo la posición de la Fracción Italiana ; y dos reimpresiones de artículos de Programma Comunista - "Relatividad y determinismo, con motivo de la muerte de Albert Einstein", reimpreso del nº 9 de 1955, y "Programa del comunismo integral y teoría marxista del conocimiento", de la reunión del PCI en Milán en junio de 1962.
Por una parte, pues, Invariance nº 8 proseguía la actitud más abierta hacia las diferentes corrientes de la izquierda comunista que ya habíamos visto en el nº 6. Pero la verdadera importancia de este número se encuentra en dos breves artículos al principio: un editorial titulado "Transición" y un segundo artículo titulado "El capitalismo y el desarrollo del gansterismo".
El primero comienza de la siguiente manera:
- "El punto de partida de la crítica de la sociedad del capital existente debe ser la reafirmación de los conceptos de dominación formal y real como fases históricas del desarrollo capitalista. Todas las demás periodizaciones del proceso de autonomización del valor, como capitalismo competitivo, capitalismo monopolista, capitalismo monopolista de Estado, capitalismo burocrático, etc., abandonan el dominio de la teoría del proletariado, es decir, de la crítica de la economía política, y parten del vocabulario de la práctica de la socialdemocracia o de la ideología "leninista", codificada por el estalinismo.
Toda esta fraseología utilizada para explicar los "nuevos" fenómenos no hace sino mistificar el paso del valor a su completa autonomía, es decir, a la objetivación de la cantidad abstracta en curso en la comunidad concreta.
El capital, como modo social de producción, alcanza su verdadera dominación cuando logra sustituir todos los presupuestos sociales y naturales preexistentes por sus formas particulares de organización, que median la sumisión del conjunto de la vida física y social a sus necesidades reales de valorización. La esencia de la Gemeinschaft (organización de la sociedad), del capital, es la organización.
La política, como instrumento de mediación entre el despotismo y el capital, desaparece en la fase de la dominación real del capital. Tras ser plenamente utilizada en el período de dominación formal, puede ser eliminada cuando el capital, como ser total, llega a organizar rígidamente la vida y la experiencia de sus subordinados. El Estado, como gestor rígido y autoritario de la expansión de formas equivalentes en la relación social ("Urtext"), se convierte en un instrumento elástico en la esfera de los negocios. En consecuencia, el Estado, o directamente la "política", es menos que nunca el sujeto de la economía y de los "jefes" del capital. Hoy, más que nunca, el capital encuentra su propia fuerza real en la inercia del proceso que produce y reproduce sus necesidades específicas de valorización como necesidades humanas en general".
Ya hemos señalado que el número 6 contenía algunas de las premisas de la perspectiva modernista, vinculadas a la teorización de la transición de la dominación formal a la dominación real. Pero aquí la "transición" se hace definitiva.
Como hemos señalado en otro lugar[5], el concepto de Marx de transición de la dominación formal a la dominación real ha sido ampliamente malinterpretado, en particular en los círculos modernistas. En un capítulo de El Capital que permaneció inédito hasta la década de 1930, y que fue traducido y publicado más ampliamente hasta finales de la década de 1960, "Resultados del proceso inmediato de producción", Marx lo utilizó para describir la evolución del capital desde una fase en la que su dominación sobre el trabajo seguía siendo formal, en el sentido de que todavía estaba marcada por métodos de producción precapitalistas, especialmente artesanales; El capital había privado al productor individual de su independencia reduciéndolo a un trabajador asalariado, pero el método real de producción seguía siendo semi- individual y todavía implicaba muchas etapas hasta la creación del producto completo, incluso cuando los productores se agrupaban en centros de "fabricación". El sistema fabril pleno, basado en una maquinaria desarrollada, redujo la actividad de los trabajadores a una serie de gestos fragmentados, es decir, a la subordinación a la cadena de producción, deshaciéndose cada vez más de todos estos vestigios artesanales; esta evolución correspondió también a un paso de la extracción de plusvalía absoluta (donde la tasa de explotación dependía en gran medida de la extensión de la jornada de trabajo) a la extracción de plusvalía relativa, que permitía una reducción de la jornada laboral pero también una compresión más eficaz del trabajo productivo: "La sumisión real del trabajo por el capital se desarrolla en todas las formas evolucionadas a través de la plusvalía relativa, en oposición a la plusvalía absoluta"[6].
Para una serie de grupos, algunos surgidos del bordiguismo o dirigiéndose hacia el modernismo por completo como Perspective Internacionaliste, esta transición era más o menos equivalente al "viejo" paso del capitalismo ascendente al decadente y proporcionaba otra forma de ver los principales fenómenos del periodo decadente, como el capitalismo de Estado, e incluso algunos -como Camatte en sus Tesis de Trabajo- consideraban que el momento clave llegaba en 1914. Pero, como hemos dicho, Marx hablaba claramente de un proceso que ya estaba muy avanzado a mediados del siglo XIX y -dado que, como señaló Rosa Luxemburgo en 1913, vastas zonas del globo seguían formando parte esencialmente del mundo precapitalista, incluso cuando el imperialismo destruía cada vez más las viejas formas e imponía su dominación política en las colonias- la transición a las formas modernas de explotación capitalista fue un proceso que continuó a lo largo del siglo XX y que aún no ha concluido. Así, como medio para entender que el capitalismo había entrado en su "época de revolución social", el concepto era inadecuado, excepto en la medida en que un cierto nivel de desarrollo capitalista mundial era obviamente necesario para que la revolución mundial fuera posible y necesaria. Pero mientras que el uso del concepto por Marx tenía una implicación importante pero más limitada, para Camatte el concepto se convirtió en el "punto de partida" de un derrocamiento completo del marxismo para anunciar el advenimiento de un mundo en el que el capital se volvía autónomo, se convertía en la "comunidad material", logrando la dominación total sobre la humanidad y el proletariado, significando el fin del "mito del proletariado" como sujeto revolucionario.
Volveremos sobre algunas de estas ideas en una segunda parte del artículo, pero no menos importante es el breve texto sobre el desarrollo de “bandas rivales” (gang-rackets), que proporciona la base teórica que "justifica" el abandono de cualquier forma de organización política proletaria y, por tanto, la huida individual de Camatte del compromiso político en el seno de la clase obrera:
- "Con la constitución del capital en tanto que ser material y, por tanto, en tanto que comunidad social, tenemos la desaparición del capitalismo en su forma personal tradicional, la disminución relativa y a veces absoluta de los proletarios y el crecimiento de nuevas clases medias. Toda comunidad humana, por pequeña que sea, está condicionada por el modo de ser de la comunidad material. Este modo de ser deriva del hecho de que el capital sólo puede valorizarse, y por tanto existir, desarrollar su ser, si una partícula de sí mismo, al tiempo que se autonomiza, se enfrenta a la totalidad social, se define en relación con el equivalente socializado total, el capital. Necesita esta confrontación (competencia, emulación) porque sólo existe por la diferenciación. Sobre esta base, se forma un tejido social basado en la competencia entre "organizaciones" rivales.
Los distintos grupúsculos son como bandas que se enfrentan entre sí, teniendo como equivalente general la divinización del proletariado".
La consecuencia, extraída del editorial titulado "Transición", es obvia: la tarea de la revista Invariance "no es, por tanto, ser el órgano de un grupo formal o informal, sino luchar contra todas las falsas 'teorías' producidas en épocas pasadas mientras apunta hacia el futuro comunista".
Una revista que no es el producto de un grupo formal, ni siquiera informal, sólo puede ser propiedad de un individuo brillante que, de alguna manera, ha escapado al destino que el capital impone implacablemente a todos los esfuerzos por unirse en la lucha contra la dominación capitalista. Camatte prosiguió esta línea de argumentación con una carta fechada el 4.9.69 que desarrollaba aún más los fundamentos "teóricos" de la noción de organización como tinglado, que posteriormente se publicó como folleto "Sobre la organización" en varios idiomas. La introducción de 1972 a este texto afirma que esta posición no debe interpretarse como un "retorno a un individualismo más o menos stirneriano" y parece insinuar la posibilidad de una futura "unión" de las fuerzas revolucionarias. En nuestra opinión, sin embargo, todo en el texto, así como toda la trayectoria política posterior de Camatte, no puede sino confirmar precisamente este retorno a la lógica del "egoísmo" de "Saint-Max" (Stirner) que Marx atacó con tanta fuerza y agudeza en La ideología alemana.
La justificación teórica de esta recaída se encuentra, una vez más, en el uso que hace Camatte de la noción de dominación real del capital, que tiende a despersonalizar la relación social capitalista y a sustituir el reinado del capitalista individual por la organización anónima y colectiva del capital, ya sea a través de vastas empresas "privadas" o de la mayor sociedad de todos los tiempos, el Estado. En efecto, Marx ya había observado que, en la segunda mitad del siglo XIX, el capitalista tendía a convertirse en un mero funcionario del capital. Camatte cita también el estudio de Bordiga sobre "La estructura económica y social de la Rusia actual", según el cual "La organización no es sólo el capitalista moderno despersonalizado, sino también el capitalista sin capital porque no lo necesita". Todo esto es cierto y se desprende del principio marxista fundamental de que el capital es en esencia una relación social impersonal -y del reconocimiento, desarrollado con la mayor lucidez por la Izquierda Comunista, de que la organización del capitalismo por el Estado se ha convertido cada vez más en parte del modo de supervivencia del sistema en su época de crisis histórica (que, como hemos visto, Camatte tiende a equiparar con el periodo de "dominación real"). Pero a partir de ahí, Camatte da un salto teórico que ni Marx ni Bordiga habrían aprobado jamás.
Así: "Con la transición a la dominación real, el capital creó su propio equivalente general, que ya no podía ser tan rígido como lo había sido en el período de la circulación simple. El propio Estado tuvo que perder su rigidez y convertirse en una banda mediadora entre diferentes bandas y entre el capital total y los capitales particulares".
De esta razonable descripción del desarrollo del capitalismo de Estado, pasamos a la "esfera política". Y no sólo a la esfera política de la clase dominante, sino a las organizaciones políticas del proletariado: "Podemos observar el mismo tipo de transformación en la esfera política. El comité central de un partido o el centro de alguna agrupación desempeña el mismo papel que el Estado. El centralismo democrático sólo consigue imitar la forma parlamentaria característica de la dominación formal. Y el centralismo orgánico, afirmado sólo de forma negativa, como rechazo de la democracia y de su forma (sumisión de la minoría a la mayoría, votaciones, congresos, etc.) de hecho, sólo queda atrapado en formas más modernas. Esto conduce a la mística de la organización (como en el caso del fascismo). Así es como el Partido Comunista Internacional se convirtió en una banda".
El truco aquí es eliminar por completo la lucha de clases de la ecuación. No se distingue entre la esfera política de la burguesía y la del proletariado, que deja de ofrecer una fuerza opuesta, opuesta a las características dominantes del orden existente.
Es cierto, como señalaron Marx y Rosa Luxemburgo, que el capital tiene una necesidad intrínseca de penetrar en todos los rincones del planeta y en todas las esferas de la actividad humana, que sus visiones ideológicas y morales del mundo tienden a envenenarlo todo, incluidos los esfuerzos de la clase obrera por asociarse, organizarse, resistir y desarrollar su propia comprensión teórica de la realidad social. Por eso toda forma de organización proletaria está sujeta al peligro de acomodarse al orden capitalista, a la tendencia al oportunismo y a la degeneración. Pero si otra forma de sociedad sigue siendo posible, si el comunismo sigue siendo el único futuro de la humanidad, es porque el proletariado, la clase obrera, proporciona efectivamente un antídoto contra el veneno del capital, y sus organizaciones no son un mero reflejo pasivo de la ideología dominante, sino una arena de lucha entre la visión proletaria del mundo y las invasiones de los hábitos y la ideología capitalistas.
Para Camatte, esto puede haber sido cierto en otro tiempo, pero ya no lo es. "Al haber sido destruido el proletariado, esta tendencia del capital no encuentra ninguna oposición real y, por tanto, puede autoreproducirse tanto más eficazmente. La esencia real del proletariado ha sido negada y sólo existe como objeto del capital. Del mismo modo, la teoría del proletariado, el marxismo, ha sido destruida, primero por la revisión de Kautsky y luego por la liquidación de Bernstein".
Y de un plumazo deja de existir la batalla de la izquierda de la II y III Internacional contra estos intentos de revisión y liquidación del marxismo. Al mismo tiempo, todos los esfuerzos posteriores de los grupos de la Izquierda comunista de luchar por la defensa de los principios proletarios contra la penetración de la ideología capitalista estaban condenados al fracaso y a la recuperación.
Es cierto que el PCI, nacido de una corriente surgida de la resistencia a la degeneración de la IC, mostraba él mismo todos los signos de una organización en degeneración; y Camatte no tiene dificultad en mostrar que la confusión política del PCI abrió la puerta a prácticas burguesas: la teoría del centralismo orgánico como justificación de métodos jerárquicos y burocráticos, la visión sectaria de sí mismo como única organización política proletaria empujándola hacia una actitud de competencia y denigración de las demás corrientes proletarias. En este sentido, es cierto que la omnipresencia del comportamiento de bandas (incluidas las formas más vulgares, como el robo y la violencia contra otros proletarios) se ha convertido -sobre todo en la fase de descomposición capitalista- en un peligro real para el campo político proletario existente. Pero para Camatte, simplemente ya no puede haber un campo proletario: "todas las formas de organización política de la clase obrera han desaparecido. En su lugar, las bandas se enfrentan en una competencia obscena, auténticos chanchullos que compiten en lo que venden pero que son idénticos en su esencia".
En resumen: el propio intento de organizarse políticamente contra el capital está inevitablemente condenado a reproducir el capital. Por tanto, es inútil combatirlo en asociación con otros camaradas. Es mejor replegarse en la pureza del propio pensamiento individual. De hecho, replegarse tras el propio ego.
Lo peor de todo es que Camatte cita a los militantes del movimiento proletario para justificar esta orientación hacia el suicidio político. Como todos los comunistizadores posteriores, se invoca con razón la referencia de Marx al proletariado como encarnación del movimiento real hacia el comunismo, en lo que se refiere a la organización de un movimiento de clase capaz de superar su fase inicial, sectaria, aunque con conclusiones radicalmente falsas para la época de la "dominación real": "En tiempos de Marx, la superación de las sectas residía en la unidad del movimiento obrero. Hoy, los partidos, estos grupúsculos, manifiestan no sólo la falta de unidad, sino la ausencia de lucha de clases. Se disputan los restos del proletariado. Teorizan sobre el proletariado en su realidad inmediata y se oponen a su movimiento. En este sentido, satisfacen las exigencias de estabilización del capital. El proletariado, por tanto, en lugar de suplantarlos, debe destruirlos".
Esto podría ser cierto si, por "grupúsculos", Camatte entendiera las organizaciones de la izquierda del capital que el proletariado tendrá que destruir realmente. Pero, al negar la capacidad de los proletarios comunistas para unirse y luchar contra la influencia de la ideología burguesa en sus formas más radicales, elimina la posibilidad de que el proletariado se enfrente y destruya realmente a la miríada de sus falsos representantes, desde los sindicatos hasta las organizaciones trotskistas o maoístas.
Quizás, con esta idea del proletariado destruyendo los obstáculos en el camino hacia el comunismo, Camatte muestra una ligera nostalgia de la lucha de clases, del impulso original que le llevó a la militancia proletaria. Pero ahora que ha pasado a la idea de que el proletariado y el marxismo han sido destruidos, sus referencias a Marx, Luxemburgo y las anteriores oleadas proletarias (1905, 1917, 1968) suenan huecas. Estos levantamientos, nos dice, dejaron a los grupúsculos "aturdidos, estupefactos" tras el movimiento; y continúa recordándonos que Luxemburgo, basándose en la experiencia de la huelga de masas de 1905, nos ofrece una teoría coherente de la creatividad de las masas que refuta radicalmente la teoría "leninista" de la conciencia de clase introducida en la clase desde fuera (una posición que el propio Lenin acabó rechazando). Pero las referencias a estas verdades parciales sólo están ahí para utilizarlas en un intento de ocultar su significado esencial: A saber, que Marx, incluso si vivió momentos en los que estaba dispuesto a aislarse y limitar su vida organizativa a la cooperación con otros pocos camaradas, o Luxemburgo en 1914 cuando vio que la II Internacional se había convertido en un "cadáver maloliente", nunca dejaron de luchar por la restauración y el renacimiento de la organización política proletaria, sobre la base de su profunda convicción en la naturaleza revolucionaria de la clase obrera, una clase asociada, solidaria y consciente.
Una cosa sería que la deserción de Camatte de esta lucha fuera una mera huida individual, una simple admisión de que prefería cultivar su propio jardín. Pero la teorización de esta deserción, que se prolongó durante décadas y fue continuada por la progenie de Camatte en la corriente de la comunistización, es un estímulo activo para que otros se unan a esta huida, que ya ha hecho un daño incalculable a la difícil lucha por construir una organización política proletaria.
En la segunda parte de este artículo, examinaremos con más detalle algunos de los textos clave que pretendían justificar la deserción de Camatte de la lucha de clases, en particular su libro Errance de l´humanite.
CDW
[1] Hay que tener cuidado con este relato, porque la redacción real es la siguiente: "Camatte se implicó en la política radical desde una edad temprana, uniéndose por primera vez a la Fraction Française de la Gauche Communiste Internationale (FFGCI), una organización comunista de izquierdas vinculada a Marc Chirik y Onorato Damen, en 1953". De hecho, la Fracción Francesa se había dividido en dos en 1945, una parte apoyando al PCInt en Italia (en el que Damen desempeñó un papel destacado) y la otra formando la Gauche Communiste de France en torno a Marc Chirik. Para un relato de esta escisión anterior, véase nuestro libro: La Izquierda Comunista Italiana, p. 156 y las siguientes
[2] Las circunstancias de la escisión plantearon un problema de moral proletaria: de nuevo, según la entrada de Wikipedia: "En 1966, tras nuevos escritos polémicos dentro del partido, Camatte y Dangeville se separaron del partido junto con otros once miembros. Esta ruptura fue especialmente dolorosa, porque, como recordaba Camatte, "cualquiera que abandona el partido está muerto para el partido". Como Camatte era el bibliotecario de las publicaciones periódicas y de la colección literaria del PCI, tuvo que atrincherarse en su piso para conservarlas. Al final, se vio obligado a quemar toda la colección que no estaba escrita por Bordiga, para demostrar que no era un "académico". Bordiga lo describió más tarde como un "acto de gangsterismo". (Wikipedia) Las citas son la entrevista de Cercle Marx en 2019; la entrevista fue parcialmente transcrita al inglés en https://libcom.org/article/interview-jacques-camatte-2019 [53], con este descargo de responsabilidad, al que volveremos en un segundo artículo: "Nota: El grupo que realizó esta entrevista, Cercle Marx, es un grupo racista pseudo-debordista/Bordiguista que se centra en el "marxismo" de alianza rojo-marrón de escritores como Francis Cousin. Desde luego, no pretendemos dar la bienvenida a estos puntos de vista, pero creemos que la mayor parte de la entrevista sigue teniendo mérito en la medida en que ayuda a trazar la progresión del pensamiento de Camatte, que ha sido más o menos ignorado por el público de habla inglesa durante algún tiempo. Dicho esto, esperamos que los lectores de Libcom disfruten del texto y saquen algo útil de él".
[3] Para una crítica más desarrollada sobre el concepto de invarianza ver: Revista Internacional N° 14, Una caricatura de partido, el partido bordiguista (respuesta a “Programme Communiste”) y Revista Internacional N° 158, Los años 1950 y 60… Damen, Bordiga y la pasión del comunismo [54].
[4] Ver Revista Internacional N° 128, El comunismo, la entrada de la humanidad en su verdadera historia (IV) -los problemas del periodo de transición. IV - Los problemas del período de transición, 2 | Corriente Comunista Internacional (internationalism.org) [55]
[5] Ver el artículo de la Revista Internacional N° 60, Comprender la decadencia del capitalismo: La dominación real del capital
[6] “Resultados del proceso inmediato de producción”, sección titulada “la sumisión real del trabajo al capital”, Edición Peguin 1976 p 1035). La edición francesa había sido traducida por Roger Dangeville, que había sido cercano a Camatte cuando estaba en el PCI, pero después evolucionó en una dirección muy diferente, Dangeville publicó la revista titulada “Le Fil du Temps” un intento de restaurar una forma pura -y extremadamente sectaria- de bordiguismo. Es conveniente notar que la interpretación de Dangeville al pasaje de la sumisión formal a la sumisión real reproduce los mismos errores que la de Camatte. Camatte acusó igualmente a Dangeville de plagiar su traducción original
En la primera parte de este artículo [1] hemos rastreado la evolución política de Jacques Camatte desde el ala bordiguista de la Izquierda Comunista hasta el abandono del marxismo y la teoría de la lucha de clases, orientándose por el contra hacia lo que llamamos “modernismo”. En esta parte, analizaremos más de cerca esta “nueva” perspectiva, centrándonos en particular en una de sus obras más conocidas, “Errance de l’humanité” (El deambular de la humanidad), que apareció por primera vez en la revista Invariance (Serie 2, número 3) en 1973.
“El deambular de la humanidad” comienza con la afirmación de que: “Cuando el capital logra una dominación real sobre la sociedad, se convierte en una comunidad material, superando el valor y la ley del valor… El capital, que originalmente dependía de la relación salarial, se convierte en un déspota”. [2]
En efecto, según Camatte, el capitalismo, al “autonomizarse”, al “escaparse”, ha dejado de existir, casi se ha convertido en un nuevo modo de producción. Ha “provocado la desaparición de las clases” y la humanidad en su conjunto es explotada por este extraño fantasma del capital. Camatte explica con más detalle: “Durante su desarrollo, el capital siempre tendió a negar las clases. Esto finalmente se ha logrado mediante la universalización del trabajo asalariado y la formación –como etapa de transición– de lo que se llama la clase universal, una mera colección de hombres y mujeres proletarizados, una colección de esclavos del capital. El capital logró la dominación completa mistificando las demandas del proletariado clásico, dominando al proletario en tanto que trabajador productivo. Pero al lograr la dominación a través de la mediación del trabajo, el capital provocó la desaparición de las clases, ya que, el capitalista como persona fue simultáneamente eliminado (…) [3]. El Estado se convierte en sociedad cuando la relación salarial se transforma en una relación de coacción, en una relación estatista. Al mismo tiempo, el Estado se convierte en una empresa o tinglado que media entre las diferentes bandas del capital.
La sociedad burguesa ha sido destruida y tenemos el despotismo del capital. Los conflictos de clases son reemplazados por luchas entre las organizaciones -pandillas en tanto que diversas modalidades de ser del capital. Como resultado del dominio de la representación, toda organización que quiere oponerse al capital es reabsorbida por él, es fagocitada”.
Y esta incapacidad de oponerse al capital se aplicaría no sólo a las organizaciones políticas, condenadas como vimos en la primera parte de este artículo a terminar como meros fraudes, sino a la clase obrera, al propio proletariado: “El proletariado se ha convertido en un mito; no en términos de su existencia, sino en términos de su papel revolucionario como clase que debía liberar a toda la humanidad y resolver así todas las contradicciones sociales y socioeconómicas”.
Camatte es consciente de que Marx y sus seguidores insistieron en que la clase trabajadora tenía que ir más allá de la lucha por reformas dentro de la sociedad capitalista y cifraron sus esperanzas en las crisis económicas que tarde o temprano resultarían en el declive del sistema. Pero Camatte sostiene que, al superar el valor, el capitalismo también ha superado la tendencia a la crisis: “El momento en que las fuerzas productivas alcanzaran el nivel requerido para la transformación del modo de producción sería el momento en que comenzaría la crisis del capitalismo. Esta crisis iba a exponer la estrechez de este modo de producción y su incapacidad para contener nuevas fuerzas productivas, y así hacer visible el antagonismo entre las fuerzas productivas y las formas capitalistas de producción. Pero el capital se ha escapado; ha absorbido la crisis y ha proporcionado con éxito una reserva social para los proletarios”. Camatte incluso sugiere que Bernstein fue uno de los primeros en captar esta posibilidad, aunque esto desafortunadamente llevó a Bernstein a convertirse en un apologista de “la vieja sociedad burguesa que el capital estaba a punto de destruir”.
¿Y qué perspectivas ofrece entonces el capital déspota a la humanidad? Camatte no descarta la posibilidad de que todo acabe en destrucción. Como señalamos en la primera parte de este artículo, Camatte, siguiendo en particular a Bordiga, era muy consciente de la creciente tendencia del capital a destruir el medio ambiente natural: “Algunos procesos de producción llevados a cabo durante períodos de tiempo conducen a choques con barreras naturales: aumento del número de seres humanos, destrucción del ambiente natural, contaminación”. Sin embargo, Camatte parece considerar que estos problemas pueden de alguna manera superarse, al igual que la propia crisis económica: “Pero estas barreras no pueden considerarse teóricamente como barreras que el capital no pueda superar”.
Podemos entender que en 1973 era menos evidente que la devastación de la naturaleza por parte del capital resultaría ser un problema cada vez más insuperable para el capitalismo –entre otras cosas porque, lejos de someter al mundo a un despotismo global que podría tomar medidas efectivas para contrarrestar la destrucción de la naturaleza, la creciente decadencia del capitalismo sólo ha intensificado la competencia mortal entre unidades nacionales, obligándolas a cada una de ellas a continuar saqueando todos los recursos naturales a su disposición.
La ceguera de Camatte ante la incapacidad del capitalismo para ir más allá de la competencia brutal entre sus diversas unidades también se nota en el hecho de que “El deambular…” no tiene nada que decir sobre la competencia interimperialista que, en forma de rivalidad entre los bloques occidental y oriental, mantuvo una perspectiva muy concreta de destrucción de la humanidad mediante una guerra nuclear. Así que, para Camatte, la destrucción catastrófica de la humanidad parece menos probable que una especie de pesadilla distópica de ciencia ficción. Camatte sostiene que ya estamos presenciando “la transformación de la mente en una computadora que puede ser programada por las leyes del capital”, allanando el camino hacia un futuro fundado en la “producción de un ser perfectamente programable que ha perdido todas las características de la especie homo sapiens”. Estas predicciones anticipan en cierto sentido los avances tecnológicos de los últimos 50 años: el creciente papel de las computadoras personales, los teléfonos móviles e Internet como vehículos de intoxicación ideológica; los inicios de experimentos con microchips insertados en el cuerpo humano; la creciente sofisticación de la Inteligencia Artificial [IA] que ha alarmado a pensadores serios como Steven Hawking (así como a personas como Elon Musk... cuyas fantasías multimillonarias son ciertamente parte del problema que tanto le preocupa[4] y los ha llevado a emitir advertencias sobre la IA que podría apoderarse de la humanidad o incluso destruirla.
Ciertamente, en una sociedad donde el trabajo muerto domina al trabajo vivo, vemos constantemente que los instrumentos creados por la actividad humana se vuelven cada vez más destructivos y peligrosos: el aprovechamiento de la energía atómica es la prueba más clara de ello. Pero la actual aceleración de la descomposición del sistema, el “torbellino” de efectos (guerra, crisis ecológica, pandemias, etc.) que hemos descrito en otro lugar [5], plantean una amenaza mucho más inmediata para la supervivencia de la humanidad que la robotización completa de la especie. En particular, los temores expresados por los “líderes tecnológicos” sobre la posible utilización de la IA como arma son ciertamente reales, pero esto es esencialmente un aspecto de la demencial carrera armamentista impulsada por la competencia imperialista y el creciente caos militar.
Y la actual aceleración de la descomposición capitalista apunta a un significado muy diferente a la idea de que el capital “huye o se escapa” -en resumen, que su loca huida hacia adelante lo está llevando al borde del precipicio, a una caída de la cual no habrá retorno. En la visión de Camatte existe la noción del capital como una entidad todopoderosa que puede deshacerse no sólo de las contradicciones inherentes a las relaciones mercantiles, sino incluso de los seres humanos vivos. En este sentido, tiene cierta semejanza con las visiones de los teóricos de la conspiración, para quienes cada etapa del camino del capital hacia el caos y la autodestrucción se explica como una parte más de un plan maestro global, incluso si los conspiradores se consuelan personalizando este omnipotente poder en forma de lagartos extraterrestres, Illuminatis o judíos, una historia que a su vez reitera una mitología gnóstica más antigua que sostiene que este mundo caído y groseramente material está en las garras inquebrantables de una deidad creadora malévola, de modo que la salvación sólo puede alcanzarse fuera de los confines de la existencia terrenal.
Lo mismo podría decirse de la capacidad del capitalismo para absorber las crisis económicas: en 1973, frente a las elucubraciones de gente como Marcuse, Castoriadis o los situacionistas, nuestra corriente tuvo que argumentar con mucha fuerza para demostrar que el boom de la posguerra había terminado y el capitalismo estaba entrando en una crisis abierta de sobreproducción. Camatte no se equivocó al señalar la creciente tendencia del Estado a absorber a la sociedad civil y a tratar de contener las rivalidades entre diferentes empresas capitalistas (al menos dentro de los confines de la nación). Pero esto es precisamente a lo que se refiere la Izquierda Comunista cuando sostiene que el capitalismo de Estado se ha convertido en una tendencia universal en el período de decadencia capitalista y probablemente sea significativo que Bordiga, de quien Camatte tomó varias ideas, nunca aceptó el concepto de capitalismo de Estado.
Para la mayoría de la Izquierda Comunista, sin embargo, es imposible entender la respuesta de la burguesía a su crisis histórica sin utilizar el concepto de capitalismo de Estado. El aparato estatal se ha convertido en el instrumento irreemplazable para abordar las contradicciones económicas del sistema, pero las últimas décadas han demostrado que cuanto más recurre la clase dominante a medidas estatales para contener el impacto de estas contradicciones, más simplemente las aplaza hasta una fecha posterior, cuando estallan de una manera aún más peligrosa, como ocurrió con la llamada “crisis financiera” de 2008, producto de dos décadas o más de crecimiento impulsado por la deuda. También debemos recordar que fueron precisamente los intentos del modelo estalinista de capitalismo de Estado de “asignar valor” que condujo a su colapso final.
Y esto nos lleva a un defecto más fundamental en la tesis de Camatte: la idea de que el capital ha superado al valor.
En realidad, el capital sin valor no es nada, y lejos de ser algo meramente “asignado por el capital”, es la imperiosa necesidad de expandir el valor lo que ha obligado al capitalismo a ocupar y mercantilizar cada aspecto de la actividad humana y cada parte de la geografía terrestre. El mantenimiento de este impulso ha continuado a lo largo de lo que Camatte llama el período de dominación real, pero que nosotros vemos como la época de decadencia capitalista. La necesidad de expandir el valor sigue siendo la raíz de este proceso, incluso si ha requerido una intervención estatal masiva, niveles astronómicos de deuda y capital ficticio y, por tanto, una interferencia sistemática con el funcionamiento de la propia ley del valor. Camatte ve este impulso universalizador como lo vio Marx, pero mientras que para Camatte el proceso conduce al inexpugnable despotismo del capital a través de la superación del valor, para Marx este mismo impulso contiene las semillas de la desaparición del sistema: “Esta tendencia –que el capital posee, pero que al mismo tiempo, siendo el capital una forma limitada de producción, lo contradice y, por lo tanto, lo conduce a su disolución, distingue al capital de todos los modos de producción anteriores y al mismo tiempo contiene este elemento: el capital se plantea como un mero punto de transición”[6].
Rosa Luxemburgo, en particular, desarrolló más tarde este enfoque para insistir en que el impulso del capitalismo para lograr la dominación total y universal nunca podría lograrse, ya que el solo intento de hacerlo desataría todas las contradicciones subyacentes del sistema: económicas, sociales y políticas, y esto lo hundiría inexorablemente en una era de catástrofe. Frente a esta visión –que en nuestra opinión ha sido confirmada en gran medida por la trayectoria bárbara del capitalismo en los siglos XX y XXI-, “El deambular de la humanidad…” es en parte una polémica contra la noción de decadencia capitalista, en particular la defendida por Révolution Internationale, uno de los grupos que formarían la CCI en 1975.
“No hay y no puede haber decadencia del MPC” (“El deambular de la humanidad…”).
En el artículo “¿Decadencia del modo de producción capitalista o decadencia de la humanidad?” (publicado originalmente en el mismo número de Invariance) Camatte cita un pasaje de los Grundrisse al que hemos tenido ocasión de referirnos. en varias ocasiones[7], principalmente para mostrar que la decadencia del capitalismo no debe equipararse con un cese de la acumulación capitalista o un cese total del desarrollo de las fuerzas productivas: “El desarrollo más elevado de esta base misma (la flor en la que se transforma; pero es siempre esta base, esta planta como flor; por lo tanto, se marchita después de la floración) es el punto en el que ella misma es trabajada, desarrollada, en la forma en que sea compatible con el más alto desarrollo de las fuerzas productivas y, por tanto, también con el más rico desarrollo de los individuos. Tan pronto como se alcanza este punto, el desarrollo ulterior aparece como decadencia, y el nuevo desarrollo comienza a partir de una nueva base”.
Pero ya en 1972, en un artículo de la antigua serie de RI, nº 7, “Voluntarismo y confusión”, se utiliza el mismo pasaje para apoyar la teoría de la decadencia contra varios grupos, en su mayoría de carácter consejista, que negaban la conexión entre revolución y las condiciones históricas objetivas; en resumen, la necesidad de un período de decadencia. Pero según Camatte, que cita el artículo de RI en una nota a pie de página, “hay decadencia porque el desarrollo de los individuos está bloqueado. No es posible utilizar esta frase para apoyar la teoría de la decadencia del modo de producción capitalista”. Según Camatte, “el resto de la digresión de Marx confirma que la decadencia se refiere a los seres humanos”.
El ataque a la teoría de la decadencia también ocupa una parte importante de “El deambular…”, sobre todo en este párrafo: “No tiene sentido proclamar que las fuerzas productivas de la humanidad han dejado de crecer, que el modo de producción capitalista ha comenzado a decaer. Tales puntos de vista revelan la incapacidad de muchos teóricos para reconocer la fuga del capital y, por tanto, para comprender el comunismo y la revolución comunista. Paradójicamente, Marx analizó la descomposición de la sociedad burguesa y las condiciones para el desarrollo del modo de producción capitalista: una sociedad donde las fuerzas productivas pudieran desarrollarse libremente. Lo que él presentó como proyecto del comunismo fue realizado por el capital”.
El rechazo de Camatte a la teoría de la decadencia está bastante explícitamente vinculado a un rechazo del “mito” del proletariado y, en última instancia, a un rechazo de Marx, quien, si bien Camatte admite generosamente que puede proporcionar algún material para comprender la fuga o escapada del capital, nunca lo entendió realmente (o su “dominación real”). “Así, la obra de Marx parece ser en gran medida la auténtica conciencia del modo de producción capitalista” –en gran parte porque desarrolló una dialéctica de las fuerzas productivas, sosteniendo que “la emancipación humana dependía de su máxima expansión. La revolución comunista –por lo tanto, el fin del modo de producción capitalista– iba a tener lugar cuando este modo de producción ya no fuera ‘lo suficientemente grande’ para contener las fuerzas productivas”. Pero como el capital se ha “autonomizado” y puede desarrollarse sin límites, ya ha realizado lo que Marx presentó como el proyecto del comunismo.
No es fácil orientarse en el laberinto de los vagabundeos teóricos de Camatte, pero parece estar diciendo no sólo que Marx se equivocó al argumentar que el conflicto entre las relaciones de producción y las fuerzas productivas proporciona la base objetiva para la revolución comunista: refutando así no sólo la teoría de la decadencia capitalista, en la que tal conflicto asume un carácter permanente, sino también el enfoque general de Marx sobre la evolución histórica, en el que se basa la teoría del ascenso y la decadencia del capitalismo[8]. Para Camatte, mantener los argumentos de Marx en realidad expresa una perspectiva capitalista que ve el objetivo del comunismo como una sociedad de crecimiento cuantitativo perpetuo, de hecho, de acumulación.
Por supuesto, esto es cierto para la caricatura estalinista del comunismo, pero ignora por completo que, para Marx, el desarrollo de las fuerzas productivas bajo el comunismo tenía un significado completamente diferente, ya que significa sobre todo el florecimiento de las posibilidades creativas de la humanidad, no la producción de cosas en una espiral sin fin. Camatte parece reconocer esto de alguna manera, ya que dice que, para Marx en el tercer volumen de El Capital y en la Crítica del Programa de Gotha, “la discontinuidad (entre capitalismo y comunismo) radica en el hecho de que el objetivo de la producción está invertido… El objetivo ya no es la riqueza, sino los seres humanos”. Y, sin embargo, al mismo tiempo, Camatte insiste en que Marx realmente no vio una discontinuidad porque aboga por una fase de transición, la fase de dictadura del proletariado, que es “un período de reformas, siendo la más importante la reducción de la jornada laboral y el uso del bono laboral”. Aquí, según Camatte, vemos “el reformismo revolucionario de Marx en su mayor amplitud”.
Se puede ver también en la obra de Camatte la auténtica conciencia del punto de vista primitivista que sostiene que el desarrollo de la tecnología (identificado estrechamente con el concepto de desarrollo de las fuerzas productivas) es la causa real de los males de la humanidad y que sería mejor regresar al comunismo de los cazadores-recolectores. Camatte niega que su comunismo sea un simple regreso al pasado, al “nomadismo del tipo practicado por nuestros ancestros lejanos que eran recolectores”, pero no es casualidad que primitivistas de cuño total como el grupo en torno a Fifth Estate (Quinto Poder) en Estados Unidos fuera tan impresionado por las teorías de Camatte.
Pero Camatte sigue hablando de la necesidad de una revolución comunista. Dado que “ya no se puede sostener que existe una clase que represente a la humanidad futura”, dado que el proyecto proletario no es más que un programa para la reforma del capital, ¿quién hará la revolución? A veces parece ser obra de la humanidad en su conjunto, ya que la humanidad como tal es explotada en el período de dominación real: “amenazados en su existencia puramente biológica, los seres humanos comienzan a levantarse contra el capital”. Pero si la humanidad misma está en declive, ¿de dónde vendrá el movimiento hacia el comunismo?
Hay muchas cosas en la descripción que Camatte hace del comunismo en “El deambular…” que podemos aceptar, principalmente porque ya hemos visto en ella la obra de Marx y otros marxistas: su vínculo dialéctico con las Gemeinwesen (comunidades) del pasado, la comunidad humana arcaica que Marx estudió atentamente en sus últimos años[9]; su definición social general: “el comunismo pone fin a las castas, las clases y la división del trabajo”; la relación que restablece entre la humanidad y el resto de la naturaleza: “no es dominación de la naturaleza sino reconciliación y, por tanto, regeneración de la naturaleza”. Y –una visión que parece estar en contradicción con su afirmación de que el comunismo no es un nuevo modo de producción- “los seres humanos en el comunismo no pueden definirse como simples usuarios... los seres humanos son creadores, productores, usuarios. Todo el proceso se reconstituye a un nivel superior y para cada individuo”. En otras palabras, el comunismo significa que los seres humanos produzcan lo que necesitan y desean de una manera cualitativamente nueva, y por eso mismo no deja de representar un “modo de producción”. Camatte también tiene razón al insistir en que “la lucha contra la reducción de la amplitud de la revolución es ya una lucha revolucionaria”, ya que la revolución proletaria, como insistió Marx desde el principio, es la base no sólo para la abolición de la explotación capitalista, sino también para superar todas las demás opresiones, represiones y divisiones que mantienen a la humanidad a raya, para que el comunismo sea el punto de partida para el pleno florecimiento del potencial humano, un potencial del que hasta ahora sólo hemos visto atisbos.
Pero a menos que se vea un “movimiento real” en esta sociedad contra la dominación del capital –que los marxistas consideran el movimiento de la clase trabajadora contra la explotación– las descripciones del futuro comunismo vuelven a caer en el utopismo, como observó Bordiga una vez. Y cuando miramos un poco más de cerca lo que Camatte percibe como signos de un movimiento real dentro del orden existente, vemos emerger un verdadero “reformismo”.
Es cierto que sostiene en “El deambular…”, que “el objetivo no puede alcanzarse mediante el establecimiento de comunidades que, siempre aisladas, nunca sean un obstáculo para el capital, que puedan ser fácilmente rodeadas por el capital... Tampoco puede alcanzarse el objetivo mediante el cultivo del propio ser individual, en el que finalmente se encontraría el verdadero ser humano”. Y, sin embargo, en otros lugares, particularmente en el provocador título “Debemos abandonar este mundo” [10], que ya sugiere la posibilidad de algún tipo de huida mágica fuera de la civilización actual, expresa un gran interés en las posibilidades que tienen las comunas vegetarianas, los regionalistas y... los antivacunas que podrían formar una especie de vanguardia de resistencia contra el capital. Y más recientemente, en la entrevista del Círculo Marx a la que nos referimos en la primera parte de este artículo [11], expresa un interés real por los chalecos amarillos:
“JC: A decir verdad, sé muy poco sobre el movimiento de los chalecos amarillos. No lo he estudiado. Pero lo que me pareció importante al principio fue el hecho de rechazar totalmente el mundo tal como es. Y hay que reconocerlo, es bastante extraordinario, el hecho de que nos pongamos un chaleco amarillo para ser visibles, e ir a las rotondas muestra el problema de ser vistos. Pero no puede abrirse a otra cosa; se mantiene en oposición a los demás”.
¡Todo menos la lucha de clases! El resultado del intento de Camatte de ir más allá de la vieja y pobre lucha de la clase obrera y descubrir la verdadera rebelión de la humanidad se revela como una verdadera regresión a formas de rebelión que, en el mejor de los casos, disuelven a la clase trabajadora en el “pueblo” y, en el peor –como la lucha antivacunas de hoy- han sido recuperados por la extrema derecha del capital (de ahí quizás su disposición a colaborar con los dudosos defensores de la alianza Rojo-Marrón del Círculo Marx).
Pero lo que más claramente delata esta perspectiva no revolucionaria, incluso explícitamente antirrevolucionaria, es cuando, al final de “Debemos dejar este mundo”, advierte contra la idea de derrocar al capital mediante un ataque frontal: “Hay que prever una nueva dinámica, ya que el MPC [12] no desaparecerá tras una lucha frontal de las personas contra su dominación actual, sino mediante una enorme renuncia que implica el rechazo de un camino utilizado durante milenios” – un argumento más avanzado en la entrevista cuando advierte lo siguiente:
“CM: ¿Crees de alguna manera que el capital se ha convertido en una totalidad que ya no tiene una manifestación externa, que ya no tiene un exterior, y que en relación con esta totalidad la lucha de clases es ahora sólo un fenómeno interno al capital, y que la verdadera oposición para usted se convierte en la que existe entre la humanidad y el capital? ¿La verdadera oposición decisiva ya no es entre clases?
JC: Sí, y ahora voy aún más lejos, en el sentido de que no podemos plantear una oposición entre humanos y capital porque cuando estamos en esta dinámica, todavía estamos en la dinámica de la enemistad, y oponerse a algo es reforzarlo... Pero vi que ahora ya no podemos luchar contra el capital. No porque el capital sea demasiado fuerte sino porque eso le hace mantenerse vivo.
CM: La lucha contra el capital acaba inevitablemente reforzándolo.
JC: Absolutamente
CM: Entonces dices que debemos abandonar este mundo irrevocablemente. Si el mundo es el lugar de todos los lugares, si el mundo es ahora evidentemente el del capital convertido en totalidad, ¿cómo podemos abandonar este mundo? ¿Crees que has dejado este mundo?
JC: “Sí. No podemos dejar este mundo materialmente, pero lo dejamos en la medida en que ya no aceptamos lo que nos da. Pero estamos obligados a vivir. Pero por ejemplo yo vivo aquí, no voto, hace 27 años que no voy a votar, pero estoy en buenos términos con el alcalde. Que sea él u otro, da lo mismo. Ese es el mundo. Y vivo afuera, en la medida que puedo, porque es obvio que estoy atrapado por los impuestos, por esto, por aquello. Entonces, con todo mi proceso de pensamiento, con todo mi comportamiento, no siento que reproduzca esta sociedad. Pero aún más que antes, con el proceso de inversión paso a otra cosa”.
De hecho, esta idea de una “salida” individual ya está teorizada en “El deambular…”, precisamente en el pasaje que precede a su aparente rechazo a llegar al comunismo mediante la creación de comunidades anticapitalistas o el cultivo del propio ser individual: “Todos somos esclavos de capital. La liberación comienza con el rechazo a percibirse a uno mismo en términos de las categorías del capital, es decir, como proletario, como miembro de la nueva clase media, como capitalista, etc. Así también dejamos de percibir al otro -en su movimiento hacia la liberación- en términos de esas mismas categorías. En este punto puede comenzar el movimiento de reconocimiento del ser humano”.
En resumen: antes de que puedas cambiar el mundo, cámbiate a ti mismo. Esta visión individualista e idealista es perfectamente compatible con la noción de desaparición de la clase obrera que ha alcanzado su paroxismo en la fase de descomposición capitalista. Y, según Camatte, el comienzo de la liberación no es que los trabajadores se reconozcan como parte de una clase antagónica al capital, de recuperar su identidad de clase, sino exactamente lo contrario: sumarse a la gran disolución en la que las clases no tienen sustancia. y la lucha de clases simplemente refleja nuestra esclavitud a las categorías del capital.
CDW
Como mostramos en un artículo anterior de esta serie [13], la influencia del modernismo en el renaciente movimiento revolucionario de principios de los años 70 también se sintió en la “pre-CCI” a través de la “tendencia Bérard”. Recordamos que esta influencia se expresó tanto en el rechazo de la lucha obrera por reivindicaciones inmediatas como, a nivel organizativo, en la oposición a los primeros intentos de centralizar el grupo Révolution Internationale a escala nacional. En una reunión del grupo en 1973, centrada en la necesidad de elegir una comisión centralizadora, Bérard advirtió que esta iniciativa conduciría a un Comité Central de tipo trotskista o estalinista, a una fuerza para la burocracia. El camarada Marc Chirik respondió con una advertencia a Bérard: que él y su tendencia se dirigían en la dirección de Barrot y Camatte y, por tanto, hacia el abandono no sólo de la organización revolucionaria sino también de la clase revolucionaria. Bérard rechazó indignado esta advertencia. Poco tiempo después, “Une Tendance Comunista” se salió del marco de la organización publicando su folleto La Revolución será comunista o no será, única expresión pública de este efímero grupo. En él, hay una sección titulada “Por qué Invariance ya no es revolucionario”, que, si bien reconoce que Invariance había hecho algunas contribuciones fructíferas (como en la cuestión de la dominación formal/real), posteriormente entró en el ámbito de la ideología con su visión de una revolución hecha por la “humanidad”, consecuencia de su idea de que el capital se había convertido en una “comunidad material”:
“de ahí su incapacidad para captar las contradicciones reales del período de crisis histórica (la tendencia exacerbada hacia la dominación real del capital que choca con los límites del intercambio, la tendencia hacia la proletarización de toda la humanidad contrarrestada por la incapacidad de la relación salarial para integrar a aquellos que no tienen nada en qué apoyarse (los sin reservas). El capital deviene abstractamente “unificado”, completamente abstracto y va más allá de sí mismo en la comunidad material... El absurdo de un combate de la ‘humanidad’ contra ‘El capital’ se basa obviamente en la idea de que la humanidad ya existe – y aquí tenemos la visión reformista y aclasista en toda su plenitud”.
Y el texto también critica la idea que acompaña a Camatte de que cualquier intento de las minorías comunistas de organizarse sólo puede conducir a un nuevo fraude.
Da la casualidad de que Bérard en este punto estaba más influenciado por Barrot/Dauvé [14] que por Camatte, y por lo tanto pudo conservar referencias al proletariado como sujeto de la revolución. De hecho, era una especie de punto intermedio entre la posición de la Izquierda Comunista que estaba dejando atrás –en resumen, la insistencia de Marx en la necesidad de que la clase trabajadora afirme su autonomía en la lucha contra la explotación capitalista y ejerza su dictadura durante el período de transición hacia el comunismo- y el abierto abandono del proletariado por parte de Camatte. Como mostramos en el artículo sobre la tendencia Bérard, esta postura centrista se basaba en la teoría pseudodialéctica de una afirmación/negación simultánea del proletariado. Muchos de los comunistizadores actuales todavía residen en este punto intermedio, pero la tendencia hacia la negación pura de la lucha de clases de Camatte es muy fuerte en el medio modernista. En el caso de Bérard, su posterior –y muy rápido– abandono de la política de la Izquierda Comunista, de cualquier actividad organizada, y su evolución hacia una especie de primitivismo, confirmaron plenamente la predicción de Marc.
1 Crítica de los llamados “comunistizadores” (II) Del izquierdismo al modernismo: las desventuras de la “tendencia Bérard”. Revista Internacional 169: https://es.internationalism.org/content/5043/critica-los-llamados-comunistizadores-iii-1a-parte-jacques-camatte-del-bordiguismo-la [60]
2 Artículo disponible en Internet en https://archivesautonomies.org/ [61]
3 “Camatte añade una importante nota a pie de página, mostrando que su elección de la palabra “despotismo” no es accidental: “Aquí vemos una convergencia con el modo de producción asiático, en el seno, del cual las clases nunca podrían volverse autónomas; en el modo de producción capitalista son absorbidas”
4 Musk fue cosignatario de una declaración de 1000 “Líderes en tecnología” que pedían una pausa en el desarrollo de la IA hasta que se pueda saber más sobre sus consecuencias, citando “profundos riesgos para la sociedad y la humanidad”. (The New York Times: Elon Musk and Others Call for Pause on A.I., citando “profundos riesgos a la sociedad”). Poco después, uno de los firmantes, Geoffrey Hinton, dimitió de su puesto como líder de Google para centrarse en los riesgos que plantea la IA (Inteligencia Artificial).
5 Ver: Los años 20 del Siglo XXI: La aceleración de la descomposición capitalista plantea abiertamente la cuestión de la destrucción de la humanidad. Revista Internacional 169. https://es.internationalism.org/content/4897/los-anos-20-del-siglo-xxi-la-aceleracion-de-la-descomposicion-capitalista-plantea [13]
6 Grundrisse, capítulo sobre el capital, nuestra traducción.
7 Ver nuestro artículo en World Revolution n° 389: “Crecimiento como declive” https://en.internationalism.org/content/17032/growth-decay [62]
8 En particular, en su “Prefacio a la Introducción a la Crítica de la Economía Política”, reproducido como anexo de la Revista Internacional 134 “Decadencia del capitalismo (II) - Qué método científico debe usarse para comprender el orden social existente...”: https://es.internationalism.org/revista-internacional/200808/2337/decadencia-del-capitalismo-ii-que-metodo-cientifico-debe-usarse-pa [63], que sostiene que la Introducción proporciona el fundamento metodológico de la idea del ascenso y declive de los sucesivos modos de producción desde la disolución del comunismo primitivo.
9 Véase el artículo de nuestra serie sobre el comunismo, “El comunismo no es un bello ideal, sino una necesidad material” en: https://es.internationalism.org/revista-internacional/199507/1824/xi-el-marx-de-la-madurez-comunismo-del-pasado-comunismo-del-futuro [64] Revista Internacional 81.
10 Invariance n° 5, cuarto trimestre 1974.
11 Entrevista con Jacques Camatte (2019), republicada en Libcom en junio de 2021 https://libcom.org/article/interview-jacques-camatte-2019 [53]
12 MPC; “Esta abreviatura significa Modo de Producción Capitalista, que Invariance nunca explica jamás. Ello recuerda a los antiguos hebreos, que mostraban una renuencia similar a la hora de nombrar a su creador” (“Modernismo: del izquierdismo al vacío”, Révolution Internationale, nueva serie n° 3).
13 Crítica de los llamados “comunistizadores” (II) Del izquierdismo al modernismo: las desventuras de la “tendencia Bérard”. Revista Internacional 169 https://es.internationalism.org/content/4929/critica-de-los-llamados-comunistizadores-ii-del-izquierdismo-al-modernismo-las [65]
14 Volveremos a las ideas principales de Barrot/Dauvé en otro artículo.
Links
[1] https://es.internationalism.org/files/es/pdf/rint-171_0.pdf
[2] https://es.internationalism.org/files/es/frente_a_la_precipitacion_hacia_el_caos_y_la_guerra._desarrollo_mundial_de_la_lucha_de_clases.pdf
[3] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/223/la-descomposicion-fase-ultima-de-la-decadencia-del-capitalismo
[4] https://es.internationalism.org/content/4982/informe-sobre-la-descomposicion-actualizacion-de-las-tesis-2023
[5] https://resumen.cl/articulos/estudio-revela-fuerzas-armadas-ee-uu-contaminan-consumen-mas-combustible-mayoria-paises-mundo
[6] https://rgs-ibg.onlinelibrary.wiley.com/doi/abs/10.1111/tran.12319
[7] https://www.lemonde.fr/international/article/2024/01/12/coalition-anti-houthistes-les-etats-unis-en-manque-de-renforts-en-mer-rouge_6210449_3210.html
[8] https://www.lemonde.fr/international/article/2024/01/12/l-armee-americaine-au-defi-de-la-multiplication-des-guerres_6210537_3210.html
[9] https://es.internationalism.org/en/tag/2/25/la-decadencia-del-capitalismo
[10] https://es.internationalism.org/en/tag/2/29/la-lucha-del-proletariado
[11] https://es.internationalism.org/en/tag/3/45/descomposicion
[12] https://es.internationalism.org/files/es/resolucion_sobre_la_situacion_internacional_diciembre_2023.pdf
[13] https://es.internationalism.org/content/4897/los-anos-20-del-siglo-xxi-la-aceleracion-de-la-descomposicion-capitalista-plantea
[14] https://es.internationalism.org/en/tag/vida-de-la-cci/documentos-de-los-congresos-y-conferencias
[15] https://es.internationalism.org/en/tag/3/48/imperialismo
[16] https://es.internationalism.org/files/es/llamamiento.pdf
[17] https://fr.internationalism.org/content/10811/gauche-communiste-guerre-ukraine
[18] https://es.internationalism.org/en/tag/geografia/israel
[19] https://es.internationalism.org/en/tag/vida-de-la-cci/correspondencia-con-otros-grupos
[20] https://es.internationalism.org/en/tag/corrientes-politicas-y-referencias/izquierda-comunista
[21] https://es.internationalism.org/en/tag/desarrollo-de-la-conciencia-y-la-organizacion-proletaria/corriente-comunista-internacional
[22] https://es.internationalism.org/en/tag/3/47/guerra
[23] https://es.internationalism.org/files/es/guerra_en_ucrania_dos_anos_de_confrontacion_imperialista_de_barbarie_y_destruccion.pdf
[24] https://es.internationalism.org/en/tag/geografia/rusia
[25] https://es.internationalism.org/en/tag/geografia/ucrania
[26] https://es.internationalism.org/files/es/una_espiral_de_atrocidades_en_medio_oriente_la_aterradora_realidad_de_la_descomposicion_del_capitalismo.pdf
[27] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/163/conflictos-imperialistas-en-oriente-medio-ii-la-utilizacion-del-sio%20
[28] https://www.monde-diplomatique.fr/2024/01/ENDERLIN/66457
[29] https://es.internationalism.org/en/tag/geografia/oriente-medio
[30] https://es.internationalism.org/en/tag/geografia/palestina
[31] https://es.internationalism.org/files/es/las_atrocidades_de_guerra_utilizadas_para_justificar._nuevas_atrocidades.pdf
[32] https://fr.internationalism.org/content/9242/naissance-democratie-totalitaire#sdfootnote5sym
[33] https://babel.hathitrust.org/cgi/pt?id=mdp.39015000379902&view=1up&seq=23
[34] https://www.marxists.org/francais/bordiga/works/1960/00/bordiga_auschwitz.htm
[35] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201509/4114/la-propaganda-durante-la-primera-guerra-mundial#_ftnref26
[36] https://www.leftcom.org/es/articles/2023-10-31/hipocres%C3%ADa-imperialista-en-el-oriente-y-el-occidente
[37] https://es.internationalism.org/content/4688/los-estados-unidos-superpotencia-en-la-decadencia-del-capitalismo-hoy-epicentro-de-la
[38] https://es.internationalism.org/content/4705/detras-del-declive-del-imperialismo-estadounidense-el-declive-del-capitalismo-mundial
[39] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201410/4046/militarismo-y-descomposicion
[40] https://es.internationalism.org/content/4713/informe-sobre-la-pandemia-y-desarrollo-de-la-descomposicion-del-24o-congreso
[41] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200604/847/notas-sobre-la-historia-de-la-politica-imperialista-de-estados-unid
[42] https://es.internationalism.org/content/4447/resolucion-sobre-la-situacion-internacional-2019-los-conflictos-imperialistas-la-vida
[43] https://es.internationalism.org/content/4458/informe-sobre-el-impacto-de-la-descomposicion-en-la-vida-politica-de-la-burguesia-2019
[44] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200608/1060/crisis-y-militarismo
[45] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200703/1784/50-anos-despues-hiroshima-y-nagasaki-o-las-mentiras-de-la-burguesi
[46] https://es.internationalism.org/content/4635/asalto-del-capitolio-en-washington-los-estados-unidos-en-el-centro-de-la-descomposicion
[47] https://es.internationalism.org/content/4760/el-exodo-migratorio-expresa-la-aceleracion-de-la-descomposicion-capitalista
[48] https://es.internationalism.org/en/tag/geografia/estados-unidos
[49] https://es.internationalism.org/files/es/tras_la_ruptura_en_la_lucha_de_clases_la_necesidad_de_politizacion_de_las_luchas.pdf
[50] https://es.internationalism.org/search/node/Contra%20los%20ataques%20de%20la%20burgues%C3%ADa
[51] https://es.internationalism.org/cci-online/200603/816/salud-a-las-nuevas-generaciones-de-la-clase-obrera
[52] https://es.internationalism.org/files/es/critica_comunistizadores_3_parte_subparte_1.pdf
[53] https://libcom.org/article/interview-jacques-camatte-2019
[54] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201708/4225/el-comunismo-esta-a-la-orden-del-dia-de-la-historia-los-anos-1950-
[55] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200703/1288/iv-los-problemas-del-periodo-de-transicion-2
[56] https://es.internationalism.org/en/tag/series/los-comunistizadores
[57] https://es.internationalism.org/en/tag/corrientes-politicas-y-referencias/pantano
[58] https://es.internationalism.org/en/tag/cuestiones-teoricas/modernismo
[59] https://es.internationalism.org/files/es/critica_a_los_llamados_22comunistizadores22_iii_2a_parte._jacques_camatte_del_bordiguismo_a_la_negacion_del_proletariado_0.pdf
[60] https://es.internationalism.org/content/5043/critica-los-llamados-comunistizadores-iii-1a-parte-jacques-camatte-del-bordiguismo-la
[61] https://archivesautonomies.org/
[62] https://en.internationalism.org/content/17032/growth-decay
[63] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200808/2337/decadencia-del-capitalismo-ii-que-metodo-cientifico-debe-usarse-pa
[64] https://es.internationalism.org/revista-internacional/199507/1824/xi-el-marx-de-la-madurez-comunismo-del-pasado-comunismo-del-futuro
[65] https://es.internationalism.org/content/4929/critica-de-los-llamados-comunistizadores-ii-del-izquierdismo-al-modernismo-las