Cada día que pasa en Siria acarrea su nueva lista de masacres. Este país se ha añadido al campo de guerras imperialistas en Oriente Próximo y Medio. Tras Palestina, Irak, Afganistán y, en el Magreb, Libia, ahora le toca a Siria. Esta situación plantea inmediatamente una pregunta muy inquietante: ¿qué va a pasar en el periodo venidero? En efecto, Oriente Próximo y Medio en su conjunto parecen estar en vísperas de un estallido cuyas consecuencias son difíciles de prever. Detrás de la guerra en Siria, es Irán el país que fomenta hoy todos los miedos y apetitos imperialistas, y todos los bandidos imperialistas se están preparando también para defender sus intereses en la zona, una zona en pie de guerra, una guerra cuyas consecuencias dramáticas serian irracionales y destructoras para el propio sistema capitalista.
Para el movimiento obrero internacional como para todos los explotados de la tierra, la respuesta a esta pregunta solo puede ser: el solo y único responsable, es el capital. Así ya fue con las matanzas de las primera y segunda guerras mundiales. Y así fue también para las incesantes guerras que desde entonces han provocado más muertes que ambas guerras mundiales juntas. Hace poco más de 20 años, Georges Bush, entonces Presidente de Estados Unidos, mucho antes de que su propio hijo accediera a la Casa Blanca, declaraba triunfalmente “que le mundo entraba en un nuevo orden mundial”. El bloque soviético se acababa de derrumbar. La URSS desaparecía, y con ella iban a desaparecer todas las guerras y masacres. Gracias al capitalismo por fin triunfante y bajo la bondadosa mirada de EE.UU., iba al fin a reinar la paz por doquier. ¡Cuántas mentiras una vez más desmentidas inmediatamente por la realidad! Fue ese mismo Presidente, poco después de haber pronunciado ese discurso cínico e hipócrita, el que iba a desencadenar la primera guerra de Irak.
En 1982, el ejército sirio ahogó en sangre la población rebelde de la ciudad de Hama. El numero de víctimas nunca se precisó con exactitud, variando las estimaciones entre 10.000 y 40.000 muertos ([1]). Nadie entonces habló de intervenir para socorrer a la población, nadie exigió que se fuera Hafez Al-Assad, padre del actual Presidente sirio. ¡No es poco el contraste con la situación actual! Es que en 1982, el escenario mundial todavía estaba dominado por la rivalidad entre los dos grandes bloques imperialistas. A pesar del derrocamiento del Sah de Irán por el régimen de los ayatolahs a principios de 1979 y de la invasión rusa de Afganistán al año siguiente, la dominación norteamericana en la zona no se ponía en entredicho por parte de las demás grandes potencias imperialistas y tenia los medios de garantizar una estabilidad relativa.
Las cosas han ido cambiando mucho desde entonces: el desmoronamiento del sistema de bloques y el debilitamiento del “liderazgo” norteamericano liberaron los apetitos imperialistas de potencias regionales como Irán, Turquía, Egipto, Siria, Israel… La agudización de la crisis ha hundido en la miseria a las poblaciones y fomenta sus sentimientos de exasperación y de rebeldía frente a los regímenes gobernantes.
Hoy ningún continente puede evitar el incremento de las tensiones interimperialistas, pero es en Oriente Medio donde se concentran todos los peligros. Y en el epicentro, en primera línea, está Siria, tras muchos meses de manifestaciones en contra del paro y de la miseria que movilizan a explotados de todos los orígenes; drusos, suníes, cristianos, kurdos, hombres, mujeres y niños unidos en su protesta por una vida más decente. Pero la situación en el país ha tomado un rumbo más siniestro. La protesta social ha sido desviada, recuperada, hacia un terreno que nada tiene que ver ya con sus orígenes. En ese país, en el que la clase obrera es muy débil y muy fuertes son los apetitos imperialistas, esa triste perspectiva era prácticamente inevitable, dada la debilidad de las luchas obreras por el mundo.
Todas las fuerzas de la burguesía siria se han arrojado como aves de carroña sobre la población rebelde y desesperada. Para el gobierno y las fuerzas armadas pro Bashar Al-Assad, las cosas son claras. Se trata de conservar el poder cueste lo que cueste. Para la oposición, cuyos diversos componentes están dispuestos a matarse entre sí y a la que sólo une la voluntad de acabar con Bashar Al-Assad, se trata de echar mano de ese mismo poder. En unas reuniones de esas fuerzas de oposición en Londres y París, hace poco, ningún ministro o servicio diplomático ha aceptado precisar su composición. ¿Qué representan el Consejo Nacional Sirio, el Comité Nacional de Coordinación o el Ejército Sirio Libre? ¿Qué poder tienen en ellos los Kurdos, los Hermanos Musulmanes o los yihadistas salafistas? No son más que un revoltijo de camarillas burguesas rivales entre sí. Si el régimen de Assad todavía no ha sido derrocado, es porque ha sabido jugar con las rivalidades internas de la sociedad siria. Los cristianos ven con malos ojos el auge de los islamistas y temen sufrir el mismo destino que los coptos en Egipto; parte de los kurdos intentan negociar con el régimen; y éste tiene el respaldo de la minoría religiosa alauita de la que forma parte la camarilla presidencial.
De todos modos, el Consejo Nacional no tendría gran relevancia ni militar ni políticamente si no lo apoyaran fuerzas exteriores, haciéndolo todo cada una de estas fuerzas por sacar la mejor tajada. Entre ellas se han de señalar los países de la Liga Árabe (Arabia Saudí en especial), Turquía, pero también Francia, Gran Bretaña, Israel y Estados Unidos.
Todos esos carroñeros imperialistas toman pretexto de la inhumanidad del régimen sirio para preparar la guerra total en ese país. Según el medio ruso La Voz de Rusia, citando el canal de televisión pública iraní Press TV, existen informaciones de que Turquía se estaría preparando para atacar a Siria con ayuda norteamericana. El Estado turco estaría ya concentrando tropas y materiales en su frontera con Siria. Esta información también la han recogido los medios occidentales. En el bando opuesto, en Siria, se han apostado misiles balísticos tierra-tierra de fabricación rusa en las regiones de Kamechliyé y de Deir al Zur, en el este de Siria, cerca de la frontera con Irak. El régimen de Bashar Al-Assad está a su vez apoyado por potencias extranjeras, en particular por China, Rusia e Irán.
Esa feroz batalla entre los buitres imperialistas más poderosos en torno a Siria también se libra en esa asamblea de bandidos que se llama la ONU. Rusia y China ya opusieron dos veces su veto a propuestas de resolución sobre Siria, la última de las cuales apoyaba el proyecto de la Liga Árabe para salir de la crisis, proponiendo ni más ni menos que la retirada de Bashar Al-Assad. Tras varios días de sórdidas negociaciones, una vez más la hipocresía de todos se ha expuesto a plena luz. El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, con el acuerdo de Rusia y China, adoptó el pasado 21 de marzo una declaración para el cese de la violencia, cese que culminaría gracias a la presencia en Siria de un enviado especial muy conocido, Kofi Annan, sin que nada fuera de obligado cumplimiento, claro está. O sea algo que sólo compromete a quienes se lo creen. Todo ello es un poco siniestro.
La pregunta que podemos plantearnos es entonces muy diferente. ¿Cómo es posible que, de momento, ninguna potencia imperialista extranjera haya intervenido directamente –en defensa de sus propios intereses nacionales evidentemente- como así ocurrió, por ejemplo, hace unos meses en Libia? Pues principalmente porque las fracciones de la burguesía opuestas a Bashar Al-Assad lo rechazan oficialmente. No quieren una intervención militar masiva extranjera y lo hacen saber. Cada una de ellas teme, con razón, perder en tal situación la posibilidad de dirigir algún día el poder. Pero eso no es ninguna garantía de que la amenaza de guerra imperialista total, que ya está a las puertas de Siria, no irrumpa en ese país en el periodo que viene. De hecho, la clave de la situación esta ciertamente en otro lugar.
Uno se puede preguntar por qué ese país azuza hoy tantos apetitos imperialistas por el mundo. La respuesta a esa pregunta está unos cientos kilómetros más allá de Siria. Miremos hacia su frontera oriental para descubrir lo que sobre todo está en juego en esa pugna imperialista y el drama humano resultante: lo que está en juego es Irán.
El pasado 7 de febrero, el New York Times declaraba: “Siria ya es el principio de la guerra con Irán”. Una guerra que todavía no se ha desencadenado directamente pero que está ahí presente, agazapada en la sombra del conflicto sirio.
El régimen de Bashar Al-Assad es efectivamente el principal aliado regional de Teherán y Siria es una zona estratégica esencial para Irán. La alianza con Siria permite a Teherán tener una ventana abierta al espacio estratégico mediterráneo e israelí, con medios militares en contacto directo con el Estado hebreo. Pero esa guerra potencial, que avanza escondida, tiene sus raíces profundas en la importancia vital de Oriente Medio en un momento en que se desencadenan todas las tensiones guerreras contenidas en este sistema capitalista en putrefacción.
Esa región del mundo es la gran encrucijada entre Oriente y Occidente. Europa y Asia convergen en Estambul. Rusia y los países del Norte miran más allá del Mediterráneo hacia el continente africano y los vastos océanos. Pero sobre todo, desde que ya hace tiempo las bases de la economía mundial empezaron a tambalearse, el oro negro se ido convirtiendo cada día más en un arma económica y militar de importancia vital. Cada cual ha de controlar su flujo. Sin petróleo, la menor fábrica debe pararse, cualquier avión de caza se queda pegado al suelo. Esa realidad forma parte íntegra de las razones por las cuales todos los imperialismos están implicándose en esa región del mundo. Sin embargo, todas esas consideraciones no son los motivos más operantes y perniciosos que llevan a esa región hacia la guerra.
Desde hace ya varios años, Estados Unidos, Gran Bretaña, Israel y Arabia Saudí son los directores de orquesta de una campaña ideológica anti-iraní. Y tal campaña acaba de tener un violento acelerón. El reciente informe de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA) da a entender que existe una posible dimensión militar a las ambiciones nucleares de Irán. Un Irán que posea el arma atómica resulta insoportable para muchos países imperialistas por el mundo. El auge de un Irán nuclearizado, imponiéndose en toda la región, es totalmente insoportable para todos esos tiburones imperialistas, tanto más porque el conflicto palestino-israelí mantiene una inestabilidad permanente en la zona. Irán está militarmente cercado por completo. El ejército norteamericano está instalado cerca de todas sus fronteras. Y el golfo Pérsico, ¡rebosa de tantos buques de guerra de todo tipo y bandera que casi se podría atravesar sin tocar agua! El Estado israelí no deja de proclamar que jamás dejará que Irán posea el arma atómica y, según dicho Estado, Irán podría tenerla en el plazo de un año como máximo. La afirmación proclamada ante el mundo alta y claramente es espantosa por ser peligrosísimo ese pulso: Irán no es Irak, ni Afganistán. Es un país de más de 70 millones de habitantes dotado de un ejército “respetable”.
Económicas
La utilización del arma atómica por parte Irán no es, sin embargo, el único peligro, ni siquiera el más importante: últimamente, los dirigentes políticos y religiosos iraníes afirmaron que replicarían por cualquier medio a su disposición si su país fuera atacado. Irán dispone de unos medios para hacer daño cuya importancia nadie es capaz de medir hoy. Si Irán, por ejemplo, decidiera impedir la navegación por el estrecho de Ormuz, incluso hundiendo sus propios barcos, la catástrofe sería mundial.
Una parte considerable de la producción de petróleo ya no podría llegar a sus destinatarios. La economía capitalista en plena crisis de senilidad sería entonces vapuleada por un huracán de máxima fuerza. Los estragos serian inconmensurables en una economía ya muy enferma.
Ecológicas
Las consecuencias ecológicas pueden ser irreversibles. Atacar posiciones atómicas iraníes enterradas bajo miles de toneladas de hormigón y de metros cúbicos de tierra, exigiría un ataque aéreo táctico mediante bombardeos atómicos con objetivos bien determinados. Eso es lo que explican los expertos militares de todas las potencias imperialistas. Si tal fuera el caso, ¿qué será de toda la región de Oriente Medio? ¿Cuáles serían las consecuencias sobre las poblaciones y el ecosistema, y también a escala del planeta? No estamos hablando de elucubraciones enfermizas, producto del cerebro calenturiento de un científico estrafalario. Tampoco se trata de un guión para una de esas película de catástrofe. Ese plan de ataque forma parte íntegra de la estrategia estudiada y preparada por el Estado israelí junto con Estados Unidos, aunque, por ahora, EEUU sea más reservado al respecto. El estado mayor del ejército israelí estudia, en sus preparativos, la posibilidad de pasar al mencionado nivel de destrucción en caso de fracaso de un ataque aéreo más clásico. La locura está ganando a un capitalismo en total decadencia.
Humanitarias
Desde que se desencadenaron las guerras en Irak, Afganistán y Libia, el caos reina en esos países. La guerra prosigue en ellos interminablemente. Los atentados son diarios y mortíferos. Las poblaciones intentan desesperadamente sobrevivir día a día. La prensa burguesa afirma: “Afganistán vive en una postración general. Al cansancio de los afganos hace eco el cansancio de los occidentales” (Le Monde, 21 de marzo de 2012). Para la prensa burguesa, todos están cansados de la interminable continuación de la guerra en Afganistán pero para la población no se trata de cansancio, sino de exasperación y de abatimiento. ¿Cómo sobrevivir en semejante situación de guerra y de descomposición permanente? Y si se desencadena la guerra en Irán, la catástrofe humana tendría una amplitud mucho más considerable. La concentración de la población, los medios de destrucción que serían entonces utilizados dejan presagiar lo peor. Lo peor es un Irán a sangre y fuego, un Oriente Medio hundido en el caos más total. Ninguno de esos asesinos de masas que dirigen las instancias dirigentes civiles y militares es capaz de decir cómo se acabaría la guerra en Irán. ¿Qué sería de las poblaciones árabes de esas regiones? ¿Qué harían las poblaciones chiítas? Esa perspectiva es sencilla y humanamente espantosa.
El mismo hecho de entrever aunque solo sea una pequeña parte de esas consecuencias asusta a esos sectores de la burguesía que intentan guardar un mínimo de lucidez. El periódico kuwaití Al-Jarida acaba de filtrar una información que recoge, como suele hacerse, uno de esos mensajes que los servicios secretos israelíes quieren dar a conocer públicamente. Su último director, Meir Dagan, acaba de afirmar efectivamente que “la perspectiva de un ataque contra Irán es la idea más estúpida de la que jamás haya oído hablar”. Parece ser que esa es la opinión que prevalece en la otra agencia de las fuerzas secretas de seguridad externa israelí, el Shin Bet.
Es conocido que buena parte del estado mayor israelí no desea esa guerra. Pero también es sabido que parte de la clase política israelí, unida tras Netanyahu, quiere que estalle en el momento más propicio para el Estado hebreo. En Israel, por razones de política imperialista, la crisis política madura bajo las brasas de una posible guerra. En Irán, el jefe religioso Ali Jamenei también está enfrentado sobre ese tema con el presidente del país, Mahmud Ahmadineyad. Pero lo más espectacular es el pulso que enfrenta a Estados Unidos e Israel sobre esa cuestión. De momento, la administración norteamericana no quiere una guerra abierta con Irán. Hay que decir que la experiencia norteamericana en Irak y Afganistán no es de lo más convincente, de modo que la administración de Obama prefiere por ahora imponer unas sanciones cada día más duras. La presión de Estados Unidos sobre Israel para que este país sea paciente es enorme. Pero el debilitamiento del liderazgo de EEUU también se nota incluso en sus relaciones con su aliado tradicional en Oriente Medio. Israel afirma con contundencia que no dejará a Irán poseer el arma atómica, sea cual sea la opinión de sus aliados incluso los más próximos. La mano de hierro de la superpotencia americana sigue oxidándose e incluso Israel está poniendo hoy en entredicho su autoridad. Para ciertos comentaristas burgueses, podría estar produciéndose una primera ruptura en la hasta ahora indefectible alianza entre Estados Unidos e Israel.
El principal participante inmediato en este siniestro juego en la región es Turquía, que posee las fuerzas armadas más importantes de Oriente Medio (más de 600.000 efectivos en servicio activo). Aun cuando ese país ha sido antaño un aliado indefectible de EE.UU. y uno de los pocos amigos de Israel, la fracción más “islamista” de la burguesía turca está intentando jugar su propia baza con un islamismo “democrático” y “moderado”, tras la subida al poder de Erdogan. Por ello intenta aprovecharse de los levantamientos en Egipto y en Túnez. Y eso también explica el viraje en sus relaciones con Siria. Hubo un tiempo en que Erdogan se iba de vacaciones con Assad, pero se rompió esa alianza en cuanto el líder sirio se negó a obedecer a las exigencias de Ankara y a negociar con la oposición. Los esfuerzos de Turquía para exportar su “modelo” de Islam “moderado” se oponen por otro lado de forma directa con los intentos de Arabia Saudí de incrementar su influencia propia apoyándose en el wahhabismo ultraconservador.
La posibilidad de estallido de una guerra en Siria, quizá seguida por otra en Irán, es algo tan presente que los aliados de ambos países, China y Rusia, reaccionan cada día más fuerte. Irán es muy importante para China, porque ese país la abastece en torno al 11 % de sus necesidades energéticas ([2]). Desde que empezó a emerger industrialmente, China se ha convertido en un nuevo actor muy importante en la región. En diciembre pasado, ponía en guardia contra el peligro de conflicto mundial en torno a Siria e Irán. Así declaró por vía del Global Times ([3]): “Occidente sufre de recesión económica, pero sus esfuerzos por derribar gobiernos no occidentales por razones de interés político y militar están en su punto más álgido. China, como su vecino gigante Rusia, han de estar alertas al nivel más alto y adoptar las contramedidas que se imponen” ([4]). Aunque una confrontación directa entre las grandes potencias imperialistas del mundo sea hoy impensable en el contexto mundial actual, tales declaraciones ponen en evidencia lo seria que es la situación.
Oriente Medio es un polvorín y algunos están muy cerca de prenderle fuego. Ciertas potencias imperialistas proyectan fríamente el uso de ciertas categorías de armas atómicas en una eventual guerra contra Irán.
Los medios militares ya están listos y apostados estratégicamente para ello. Como lo peor siempre es posible en el capitalismo agonizante, no podemos descartar totalmente esa eventualidad. En cualquier caso, la huida ciega de un capitalismo ahora totalmente senil y caduco lleva siempre más allá la irracionalidad del sistema. Una vez llegada a ese nivel, la guerra imperialista se aparenta a una auténtica autodestrucción del capitalismo. Que desaparezca el capitalismo ahora que está condenado por la historia no es un problema ni para el proletariado ni para la humanidad. Por desgracia, tal autodestrucción conlleva la amenaza de destrucción total de la humanidad. El constatar el hundimiento del capitalismo en un proceso de destrucción de la civilización no debe llevarnos al desánimo, a la desesperación o la pasividad. En el número del primer trimestre de este año de esta Revista, escribíamos: “La crisis económica no es una historia sin fin. Anuncia el fin de un sistema y la lucha por otro mundo”. Esta afirmación se apoya en la evolución de la lucha de clases internacional. Esa lucha mundial para construir otro mundo está ya en sus comienzos. Eso sí, con dificultades y a ritmo todavía lento, pero sí que es ya algo muy presente y en desarrollo. Es esa fuerza otra vez en movimiento, cuya expresión más significativa sigue siendo de momento la lucha del verano pasado de los Indignados en España, la que nos permite afirmar que potencialmente existen las capacidades para acabar con toda esta barbarie capitalista y hacerla desaparecer de nuestro planeta.
Tino (11 de abril del 2012)
[3]) Periódico de actualidad internacional que pertenece al oficial Diario del Pueblo.
Mientras los Gobiernos de todos los países no dan tregua en planes de austeridad cada vez más violentos, la agitación de 2011 –el movimiento de indignados de España, Grecia etc., y de ocupaciones en Estados Unidos y otros países– ha seguido el primer trimestre de 2012. Sin embargo, las luchas tropiezan con una fuerte tutela sindical que logra poner serias trabas a la autoorganización y la unificación aparecidas con fuerza en 2011.
¿Cómo hacer frente a la tutela sindical? ¿Cómo recuperar y dar un nuevo impulso a las tendencias que vimos en 2011? ¿Qué perspectivas se abren? Tales son las preguntas a las que vamos a aportar algunos elementos de respuesta.
Empezaremos por una breve panorámica de las luchas vividas (para una crónica detallada remitiremos a nuestra prensa territorial).
En España, los violentos recortes sociales (en educación, sanidad y servicios básicos) y la adopción de una “Reforma Laboral” que hace aún más fácil el despido y que permite a las empresas reducciones salariales inmediatas han motivado grandes manifestaciones, especialmente en Valencia, pero igualmente Madrid, Barcelona, Bilbao.
En febrero, la tentativa de implantar un clima de terror policial callejero tomando como cabeza de turco a los estudiantes de enseñanza media en Valencia, provocó una sucesión de manifestaciones solidarias que acabaron en dos días de manifestaciones multitudinarias donde trabajadores de todas las edades salían a la calle codo con codo con los estudiantes. La protesta se extendió a todo el país con grandes manifestaciones en Madrid, Barcelona, Zaragoza, Sevilla, muchas de ellas espontáneas o decididas por asambleas improvisadas ([1]).
En Grecia, además de una nueva huelga general, las protestas masivas se han extendido por todo el país. Participan empleados públicos y privados, jóvenes y ancianos, parados, mujeres, incluso policías se han sumado. Los trabajadores del hospital de Kilkis han ocupado las instalaciones, piden la solidaridad y la participación de toda la población y hacen un llamamiento a la solidaridad internacional ([2]).
En México, el gobierno ha dirigido el grueso de los ataques a los trabajadores de la enseñanza tomados como conejillo de Indias para luego ir agrediendo a otros sectores, todo en medio de una creciente degradación en un país supuestamente “blindado frente a la crisis”. Pese a verse aislados por un férreo cordón sindical, los maestros han tomado las calles de las principales ciudades ([3]).
En Italia, frente a la proliferación de despidos y contra las medidas adoptadas por el nuevo gobierno, han surgido bastantes luchas: en Milán una parte de los ferroviarios y en empresas como Jabil, Esselunga di Pioltello y Nokia; en FIAT de Termini Imerese, Cerámica Ricchetti de Mordano/Bolonia; la refinería de Trapani; los investigadores precarios del hospital Gasliani de Génova…; pero igualmente categorías próximas al proletariado como camioneros, taxistas, pastores, pescadores, campesinos… Ahora bien, estos movimientos se han dado de forma muy dispersa. Una tentativa de coordinación en la región de Milán ha fracasado debido al enfoque sindicalista ([4]).
En India, considerada junto a China “la gran esperanza del capitalismo”, hemos visto una huelga general el 28 de febrero convocada por más de 100 sindicatos que representan a unos 100 millones de trabajadores por todo el país (aunque no todos fueron convocados a la huelga por sus sindicatos, ni mucho menos). Esta movilización fue saludada como una de las más masivas del mundo hoy por hoy. Sin embargo, fue sobre todo una jornada de desmovilización, un “desfogue” en respuesta a una creciente oleada de luchas que arranca desde 2010 y cuya punta de lanza fueron los trabajadores del automóvil (Honda, Maruti Suzuki, Hyundai Motors). Recientemente, entre junio y octubre de 2011, también en las factorías automovilísticas, los trabajadores actuaron por propia iniciativa desoyendo las consignas sindicales, movilizándose con fuertes tendencias a la solidaridad y una voluntad de extensión de la lucha a otras fábricas. También se expresaron tendencias a la autoorganización y a la instauración de asambleas generales, como durante las huelgas en Maruti-Suzuki en Manesar, una ciudad nueva construida como consecuencia del boom industrial de la región de Delhi, durante la cual, los obreros ocuparon la factoría contra la opinión de “su” sindicato. La cólera obrera se hace oír y de ahí que los sindicatos se hayan puesto todos de acuerdo para hacer una convocatoria común a la huelga, para así, juntos, hacer frente… … a la clase obrera! ([5]) En ellas se ha manifestado la solidaridad de otros sectores y tentativas de autoorganización ([6]).
En las acciones de Indignados y Ocupantes de 2011 el motor eran los jóvenes, parados o precarios, aunque se sumaron trabajadores de todas las edades. La lucha tendía a organizarse de forma asamblearia acompañada de una fuerte denuncia de los sindicatos, no presentaba reivindicaciones concretas y parecía centrarse en la expresión de indignación y la búsqueda de explicaciones de lo que está pasando.
En cambio, las luchas de 2012, en respuesta a los ataques de los gobiernos, se presentan de modo distinto: el motor son trabajadores “acomodados” de edades de 40-50 años del sector público, frecuentemente acompañados por “usuarios” (padres de alumnos, familiares de enfermos etc.) aunque también se sumen parados y jóvenes. Las luchas se polarizan sobre reivindicaciones concretas y la tutela sindical está muy presente.
En apariencia se trataría de dos luchas “diferentes” y “opuestas” –como se esfuerzan en hacer ver los medios de comunicación–. La primera sería “radical”, “política”, protagonizada por gente “idealista” que “no tendría nada que perder”; en cambio, la segunda la encabezarían padres de familia, imbuidos de conciencia sindical y que no querrían perder “los privilegios adquiridos”.
Estas caracterizaciones sociológicas que parten de retratos individuales pero que ocultan tendencias sociales profundas, tienen la finalidad política de dividir y enfrentar dos respuestas nacidas del proletariado, producto de la maduración de su conciencia y de su respuesta a la crisis, que necesitan unificarse en el camino hacia luchas masivas. Se trata de dos piezas de un puzzle que tiende a encajar.
Sin embargo, esto no va a ser fácil. Se hace precisa una lucha activa especialmente de los sectores más conscientes y para ello la primera condición es una mirada lúcida sobre los puntos débiles que afectan a los movimientos vividos. Uno de ellos es el nacionalismo, más evidente en Grecia. La rabia que produce una austeridad insoportable es canalizada “contra el pueblo alemán” cuya supuesta “opulencia” ([7]) sería la causa de las desgracias del “pueblo griego”. Este nacionalismo es explotado para proponer “soluciones” a la crisis basadas en “la recuperación de la soberanía económica nacional”, planteamiento autárquico en el que rivalizan los estalinistas y los neofascistas ([8]).
El juego político entre Derecha e Izquierda es otra de las trampas con la que el Estado capitalista pretende debilitar al proletariado. Lo vemos de forma notable en Italia y España. En el primer país, la sustitución de Berlusconi, un personaje repugnante, ha permitido a la Izquierda crear una “euforia artificial” –¡nos hemos librado por fin!– la cual ha influido poderosamente en la dispersión de las respuestas obreras que constatábamos al principio frente a los planes de austeridad implantados por el Gobierno “técnico” de Monti ([9]). En España, el autoritarismo, y la brutalidad represiva que clásicamente han caracterizado a la Derecha, están permitiendo a sindicatos y partidos de izquierda atribuir la causa de los ataques a la “maldad” y la venalidad de la derecha y desviar el malestar hacia la “defensa del Estado social y democrático”.
La barrera sindical
Pero el obstáculo principal son los sindicatos. La burguesía se vio sorprendida por el movimiento de Indignados en España 2011 que con su rechazo a los sindicatos logró el desarrollo relativamente libre de los métodos clásicos de la lucha proletaria: las Asambleas masivas, las manifestaciones sin cabecera, los debates de masas, etc. ([10]).
Actualmente, lo que está a la orden del día en todos los Estados y principalmente en los europeos, es el lanzamiento de planes de austeridad que provocan un fuerte descontento y una combatividad creciente. Los Estados no quieren dejarse sorprender y para ello acompañan los ataques de un dispositivo político que dificulte la emergencia de una lucha unida, autoorganizada y masiva de los trabajadores que llevara más lejos las tendencias de 2011.
En este dispositivo los sindicatos son cruciales. Su papel consiste en ocupar todo el terreno social proponiendo movilizaciones que crean un laberinto donde las iniciativas, los esfuerzos, la combatividad y la indignación de masas crecientes de trabajadores no se expresan o se tropiezan con el terreno minado de la división.
Esto podemos verlo concretamente con una de sus herramientas preferidas: la huelga general. En Grecia, en 3 años se han convocado ¡16 huelgas generales!, en Portugal llevamos 3, se prepara otra en Italia, en Gran Bretaña para el 28 de marzo una huelga ¡limitada a la educación!, en India ya hemos hablado de la convocada a fines de febrero, en España tras la que hubo en septiembre de 2010 se prepara otra para el 29 de marzo.
Que los sindicatos se vean impelidos a convocar tantas huelgas generales es un indicio del malestar y la combatividad que domina a los trabajadores. Ahora bien, la huelga general no es un paso adelante sino una forma de soltar vapor en la olla a presión de la situación social y sobre todo un dique de contención ([11]).
El Manifiesto Comunista recuerda que «el verdadero resultado de las luchas no es el éxito inmediato sino la unión cada vez más extensa de los obreros», la principal adquisición de una huelga es la unidad, la conciencia, la capacidad de iniciativa y de organización, la solidaridad, los lazos activos que permite tejer.
Sin embargo, en las convocatorias de huelga general y en los métodos sindicales de lucha, esas adquisiciones son las más atacadas y socavadas.
Los líderes sindicales convocan la huelga general y cara al circo mediático de prensa y TV hacen grandes proclamas de “unidad” pero en el día a día de los centros de trabajo, la “preparación” de la huelga general constituye un intenso ejercicio de división, enfrentamiento y atomización.
La participación en la huelga general se plantea como la decisión personal de cada trabajador. En muchos centros de trabajo son los directivos de la empresa o de la administración pública los que les interrogan uno a uno para que comuniquen si van a hacer huelga con todo lo que eso tiene de chantaje e intimidación. ¡Tal es el derecho ciudadano y constitucional de la huelga!
Se reproduce fielmente el esquema engañoso de la ideología dominante según el cual cada individuo es autónomo y autosuficiente y debe decidir en su conciencia individual lo que tiene que hacer. Una huelga sería uno más de los mil dilemas angustiosos que diariamente nos plantea la vida bajo esta sociedad y frente a los cuales tenemos que responder solos en el mayor de los desamparos: ¿acepto este trabajo? ¿Aprovecho tal oportunidad? ¿Compro tal cosa? ¿A quién doy mi voto? ¿Voy o no voy a la huelga? Nos ata aún más al universo de competencia a muerte, de lucha de todos contra todos, de cada cual a la suya, que constituye esta sociedad.
Los días previos a la huelga general ven la proliferación de escenas de conflicto y tensión entre los trabajadores. Cada uno se enfrenta a angustiosos dilemas: ¿voy a la huelga aún sabiendo que no sirve para nada? ¿Voy a dejar en la estacada a los compañeros que hacen huelga? ¿Puedo permitirme el lujo de perder un día de salario? ¿Y si me despiden? Cada cual se ve prendido entre dos fuegos: en uno los sindicalistas que le hacen sentir culpable si no participa, en el otro, los jefes que le lanzan toda clase de amenazas. Es una pesadilla de enfrentamientos, divisiones y rencillas entre trabajadores que son exacerbados por la fijación de “servicios mínimos” que constituyen una nueva fuente de conflictos ([12]).
El mundo capitalista funciona como suma de millones de “libres decisiones individuales”. La realidad es que ninguna de esas decisiones es libre sino que es esclava de una tupida red de relaciones alienantes: desde la infraestructura de las relaciones de producción –la mercancía y el trabajo asalariado- hasta una inmensa superestructura de relaciones jurídicas, militares, ideológicas, religiosas, políticas, policiales…
Marx dijo que “la riqueza espiritual de un individuo depende de la riqueza de sus vínculos sociales”, esa “riqueza de vínculos sociales” constituye el pilar de la lucha proletaria y de la fuerza social que le puede permitir derribar el capitalismo mientras que las convocatorias sindicales lo devuelven al aislamiento, al encierro corporativo, a la pérdida de las condiciones que le permiten decidir conscientemente, lo cual solo puede hacerse formando parte de un cuerpo colectivo en lucha.
Lo que da fuerza a los trabajadores es discutir colectivamente los pros y contras de una acción tomando en cuenta los sentimientos, las dudas, las contradicciones, las reservas de cada cual, pero igualmente las iniciativas, las aclaraciones, la convicción o la decisión que cada cual madura. Esa es la forma de realizar una lucha donde se integra al máximo de gente contando con su responsabilidad y su convicción.
¡Pero todo eso es lo que se echa al cubo de la basura con el planteamiento sindical de “dejarse de debates” y “sentimentalismos” e invocando el señuelo de “ser fuertes paralizando la producción o los servicios en los que se trabaja”.
En un periodo de crisis como el actual y, de forma general, en el periodo histórico de decadencia del capitalismo, es el propio capital con su funcionamiento cada vez más caótico y contradictorio quien más paraliza la producción y los servicios sociales. Un paro de la producción -¡y además de un día!- es aprovechado por los capitalistas para eliminar stocks. En el caso de servicios como enseñanza, sanidad o transportes públicos su paralización es cínicamente utilizada por el Estado para enfrentar a los trabajadores usuarios contra sus demás compañeros.
El combate por una lucha unitaria y masiva
En los movimientos de 2011 masas de explotados pudieron actuar conforme a sus iniciativas y tendencias más profundas, se expresaron según los métodos clásicos de la lucha obrera que vienen de la Revolución Rusa de 1905 y 1917, del Mayo 68 etc.
En las luchas actuales, la imposición de la tutela sindical hace más difícil esa “expresión libre” pero ésta sigue su curso. Frente a la tutela sindical pugnan toda una serie de iniciativas obreras: por ceñirnos al caso de España ante la huelga general del 29 de marzo hemos tenido noticia de varias de ellas: en Barcelona, en Castellón, en Alicante, en Valencia, en Madrid: acudir con pancartas propias a la manifestación del 29, formar piquetes explicativos el día de la huelga, reclamar la toma de palabra en el mitin sindical, celebrar asambleas alternativas… Significativamente, estas iniciativas siguen la estela de las que tuvieron lugar en Francia en la lucha de 2010 contra la reforma de las pensiones ([13]).
Se trata de librar la batalla en ese terreno trampeado que se nos impone para abrir paso a la auténtica lucha proletaria. En apariencia la tutela sindical resulta incontestable pero las condiciones maduran en el sentido de su desgaste creciente e inversamente, en el crecimiento de la capacidad autónoma del proletariado.
La crisis, que dura ya 5 años y amenaza con nuevas convulsiones, va disipando las ilusiones sobre una “salida del túnel”, dando paso a una aguda preocupación por el futuro. Hoy se hace visible la quiebra creciente de un régimen social con todo lo que conlleva –modo de vida, formas de relación y de pensamiento, cultura, planteamientos vitales-. Mientras que en un período en el que la crisis no era tan aguda, los trabajadores parecían tener trazado un camino para hacerse “un lugar al sol”, a pesar de los sufrimientos a menudo terribles que depara la explotación asalariada, hoy esa perspectiva se ve cada vez más cerrada. Y esa dinámica es mundial.
Otra palanca de fuerza es una tendencia que ya se vio en 2011 con el movimiento de Indignados y Ocupaciones ([14]): la toma masiva de calles y plazas. En la vida cotidiana del capitalismo la calle es un espacio de alienación: colapsos de tráfico, multitudes solitarias que se afanan en compras, negocios, gestiones… Que las masas tomen la calle para “otro uso” –asambleas, debates, manifestaciones– puede convertir la calle en espacio de liberación. Esto hace que los trabajadores empiecen a atisbar la fuerza social que pueden adquirir si aprenden a actuar de manera colectiva y autónoma. Cara al futuro, arroja las primeras semillas de lo que podría ser el “gobierno directo de las masas” a través del cual éstas se educan, se liberan de todos los harapos que llevan pegados de esta sociedad y adquieren la fuerza para destruir la dominación capitalista y levantar otra sociedad.
Otra de las fuerzas que empujan hacia el futuro es la convergencia en la lucha de todas las generaciones obreras. Con ello se continúa algo que se vio anteriormente en luchas como la los estudiantes en Francia contra el CPE (2006) ([15]) o las revueltas de la juventud en Grecia (2008) ([16]). La capacidad para converger en una acción común de todas las generaciones obreras es una condición indispensable para levantar una lucha revolucionaria. En la revolución rusa de 1917 se veía juntos a proletarios de toda la gama de edades, desde niños llevados a hombros de padres o hermanos hasta ancianos de cabellos plateados.
Se trata de un conjunto de factores que no va a imponer su potencia de forma inmediata y fácil. Se requerirá para su plena eclosión de duros combates, de derrotas a menudo amargas, de una intervención perseverante de las organizaciones revolucionarias, de atravesar momentos difíciles de confusión y parálisis temporal. En ellas el arma de la crítica, de una autocrítica firme de los propios errores e insuficiencias, resulta fundamental.
“Las revoluciones burguesas, como la del siglo xviii, avanzan arrolladoramente de éxito en éxito, sus efectos dramáticos se atropellan, los hombres y las cosas parecen iluminados por fuegos de artificio, el éxtasis es el espíritu de cada día; pero estas revoluciones son de corta vida, llegan en seguida a su apogeo y una larga depresión se apodera de la sociedad, antes de haber aprendido a asimilarse serenamente los resultados de su período impetuoso y agresivo. En cambio, las revoluciones proletarias como las del siglo xix, se critican constantemente a sí mismas, se interrumpen continuamente en su propia marcha, vuelven sobre lo que parecía terminado, para comenzarlo de nuevo, se burlan concienzuda y cruelmente de las indecisiones, de los lados flojos y de la mezquindad de sus primeros intentos, parece que sólo derriban a su adversario para que éste saque de la tierra nuevas fuerzas y vuelva a levantarse más gigantesco frente a ellas, retroceden constantemente aterradas ante la vaga enormidad de sus propios fines, hasta que se crea una situación que no permite volverse atrás y las circunstancias mismas gritan:
Hic Rhodus, hic salta!” ([17])
C.Mir (27-3-12)
[1]) Para un conocimiento detallado de las luchas ver: “Por un movimiento unitario contra recortes y reforma laboral”.
(ver https://es.internationalism.org/node/3323 [5]); “Ante la escalada represiva en Valencia”
[2]) Ver “El hospital de Kilkis en Grecia bajo el control de los trabajadores”:
[3]) Ver nuestra intervención en las movilizaciones del magisterio en México /cci-online/201203/3353/nuestra-intervencion-en-las-movilizaciones-del-magisterio-en-mexico [8]
[4]) Ver en nuestra Web en italiano https://it.internationalism.org/node/1147 [9]
[5]) Ver (en francés). “Jornada de manifestación en India: huelga general o cortafuegos sindical”;
https://fr.internationalism.org/ri431/journee_de_manifestation_en_inde_g... [10]?
[6]) Ver https://en.internationalism.org/icconline/201203/4755/all-india-workers-strike-28-february-2012-general-strike-or-union-ritual [11]
[7]) Se olvida los 7 millones de “minijobs” (empleos a 400 euros mensuales) que soportan los trabajadores alemanes.
[8]) Una minoría de trabajadores en Grecia toma conciencia de este peligro, así los trabajadores del hospital ocupado de Kilkis hacen un llamamiento a la solidaridad internacional y en el mismo sentido insisten los estudiantes y profesores de la facultad ateniense de Derecho ocupada.
[9]) ¡Que ni siquiera ha hecho la pantomima de “ser elegido por las urnas”!
[10]) La burguesía no dejó desde luego el campo libre sino que tuvo que recurrir a fuerzas “nuevas” más inexpertas como por ejemplo DRY: Democracia Real Ya,
[11]) Sí hacemos caso al “enfado” y a la “inquietud” que manifiestan los grandes gerifaltes empresariales o gubernamentales parecería que la huelga general les impacta mucho y constituiría poco menos que una “revolución”. Pero la historia ha demostrado que todo eso no es más que comedia, más allá de que tal o cual personaje de la clase dominante se lo crea realmente.
[12]) Esto viene de lejos pues como recordábamos en la Revista Internacional no 117
(ver /revista-internacional/200510/165/informe-sobre-la-lucha-de-clases-en-el-contexto-de-los-ataques-gene [13] ):
“En 1921, durante la llamada “Acción de marzo” en Alemania, las trágicas escenas de desempleados intentando impedir que los obreros entraran en las fábricas era una expresión de la desesperanza ante el reflujo de la oleada revolucionaria. Los llamamientos recientes de los izquierdistas franceses a impedir que los alumnos pasaran sus exámenes [durante el movimiento de la primavera de 2003 en Francia],, el espectáculo de los sindicalistas alemanes del Oeste [durante la huelga de los metalúrgicos en Alemania en 2003]queriendo impedir que los metalúrgicos del Este –que no querían hacer una huelga larga por las 35 horas– volvieran al trabajo, son ataques muy peligrosos contra la idea misma de clase obrera y de solidaridad. Son tanto más peligrosas porque alimentan la impaciencia, el inmediatismo, el activismo descerebrado que la descomposición genera. Estamos avisados: las luchas venideras pueden ser un crisol para la conciencia, pero la burguesía lo hará todo para transformarlas en tumbas de la reflexión proletaria”.
[13]) Ver Revista Internacional no 144 (/revista-internacional/201102/3054/francia-gran-bretana-tunez-el-porvenir-es-que-la-clase-obrera-desa [14]). De hecho, ese combate de 2010 preparó políticamente y en el terreno de la conciencia las luchas de 2011.
[14]) Para un balance de estos movimientos ver “De la indignación a la esperanza” https://es.internationalism.org/node/3349 [15]
[15]) Ver Revista Internacional no 125 https://es.internationalism.org/rint/2006/125_tesis [16]
[16]) Ver Revista Internacional no 136 /revista-internacional/200904/2483/las-revueltas-de-la-juventud-en-grecia-confirman-el-desarrollo-de- [17] en
[17]) Marx, El 18 de Brumario de Luis Bonaparte. La frase final, “Hic Rhodus, hic salta”, procede de una leyenda griega que habla de un individuo que presumía de poder saltar por encima del coloso de Rodas, su sorpresa fue cuando esta exhibición la hizo en la propia Rodas, ahí ya no tenía escapatoria.
https://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/brumaire/brum1.htm#i [18]
Publicamos la última parte de nuestra serie de cinco artículos sobre la lucha de clases en el África francesa, centrada en particular en Senegal. Esta serie cubre el periodo de finales del siglo xviii a 1968. El primer artículo fue publicado en la Revista Internacional no 145.
También hubo un “Mayo del 68” en África, particularmente en Senegal, con unas características muy parecidas a las del “Mayo francés” (agitación estudiantil anticipadora de la entrada en escena del movimiento obrero), lo que no es de extrañar habida cuenta de los vínculos históricos entre la clase obrera de Francia y la de la ex colonia africana.
El carácter mundial de “Mayo del 68” es algo admitido por todos, en cambio su expresión en algunas zonas del mundo es conocido muy parcialmente cuando no es simplemente ignorado: “Eso se explica en gran parte porque esos acontecimientos ocurrieron al mismo tiempo que otros del mismo tipo por muchas partes del mundo. Esto facilitó la tarea de los analistas y propagandistas que se ocuparon en difuminar el significado del Mayo del 68 senegalés, optando por una lectura selectiva que insistía en lo estudiantil y escolar de la crisis dejando de lado sus otras dimensiones” ([1]).
El “Mayo senegalés” es pues más conocido en el medio estudiantil: estudiantes del mundo entero mandaron mensajes de protesta al gobierno de Senghor que reprimía a sus camaradas africanos. Señalemos además que la universidad de Dakar había sido la única de las colonias del África Occidental Francesa (AOF) ([2]), y eso hasta después de las “independencias”, lo que explica que en ella hubiera una importante cantidad de estudiantes africanos extranjeros.
Los órganos de prensa burgueses dieron en aquel entonces explicaciones variadas de lo que causó el movimiento de Mayo en Dakar. Pora algunos, como Afrique Nouvelle (católico), se debió a la crisis de la enseñanza. Marchés Tropicaux et Méditerranéens (negocios) consideró que era la continuación del movimiento iniciado en Francia. Jeune Afrique, por su parte, propone la conjunción del descontento político de los estudiantes y el social de los asalariados.
Hay otro punto de vista que consiste en establecer un vínculo entre el movimiento y la crisis económica: es el de Abdoulaye Bathily, uno de los protagonistas de la famosa revuelta, siendo entonces estudiante; más tarde, como investigador, hará un balance global en Mai à Dakar (Mayo en Dakar). Daremos aquí ampliamente la palabra a su testimonio desde dentro del movimiento.
“El mes de mayo de 1968 ha quedado en la historia porque estuvo marcado en el mundo entero por una serie de movimientos y cambios de gran amplitud en los que los alumnos universitarios y los de secundaria sirvieron de punta de lanza. En África, Senegal fue el teatro muy marcado de la protesta universitaria y escolar. Muchos observadores de entonces concluyeron que lo de Dakar no era ni más ni menos que la prolongación del Mayo del 68 francés. (…) Habiendo participado yo al más alto nivel a la lucha de los estudiantes de Dakar, en mayo de 1968, esa tesis siempre me ha parecido errónea. (…) La explosión de Mayo del 68 vino preparada sin lugar a dudas por un clima social muy tenso. Fue la confluencia de una agitación sin precedentes de los asalariados de las ciudades, de los agentes económicos nacionales descontentos por el mantenimiento de la preponderancia francesa, de los miembros de la burocracia frente al control de los engranajes del Estado por la asistencia técnica. La crisis agrícola contribuyó también a agravar la tensión en las ciudades y en Dakar, intensificando el éxodo rural (…). El memorándum de la UNTS [Unión Nacional de Trabajadores de Senegal, NDLR] del 8 de mayo estimaba que la degradación del poder adquisitivo desde 1961 era de 92,4 %” ([3]).
Fue pues en ese contexto en el que Dakar vivió también un “Mayo 68”, entre el 18 de mayo y el 12 de junio, que casi hace tambalear el régimen profrancés de Senghor, con huelgas genérales ilimitadas del mundo estudiantil y luego del mundo del trabajo, antes de que el poder acabara con dicho movimiento mediante una represión policiaca y militar brutal, contando además con el apoyo decisivo del imperialismo francés.
El “Mayo senegalés” vino precedido por varios enfrentamientos con el gobierno de Senghor, sobre todo entre 1966 y 1968, cuando los estudiantes organizaban manifestaciones de apoyo a las luchas de “liberación nacional” y contra el “neocolonialismo” y el “imperialismo”.
En el ámbito escolar también hubo “huelgas de aviso”. Los alumnos del Liceo Rufisque (afueras de Dakar) desencadenaron una huelga de clases el 26 de marzo de 1968 tras unas sanciones disciplinarias impuestas a un alumno. El movimiento duró tres semanas, instaurándose así en los centros escolares de la región un clima de agitación y protesta hacia el gobierno.
Lo que desató, en lo inmediato, el movimiento de mayo de 1968 fue la decisión del gobierno del presidente Senghor de reducir el número de mensualidades de las becas de estudio de 12 a 10 por año, a la vez que se reducían considerablemente sus cantidades, invocando “la difícil situación económica por la que atraviesa el país”. “La nueva decisión del gobierno se extiende cual reguero de pólvora por la ciudad universitaria, causando inquietud por doquier e impulsando un sentimiento general de revuelta. Era el único tema de conversación por todo el campus. Nada más ser elegido, el nuevo comité ejecutivo de la UDES [Unión Democrática de Estudiantes Senegaleses, NDLR] se puso a desarrollar la agitación en el medio universitario sobre el tema de las becas, entre los alumnos de secundaria y ante los sindicatos” ([4]) ([5]).
En cuanto el gobierno lo anuncia, se instala la agitación y se intensifican las protestas contra el gobierno, especialmente en vísperas de unas elecciones que los estudiantes denuncian, como así lo expresa el título de una de sus hojas: “De la situación económica y social de Senegal en vísperas de la mascarada electoral del 25 de febrero…”. La agitación prosigue y, el 18 de mayo, los estudiantes deciden convocar una “huelga general de aviso” tras el fracaso de las negociaciones con el gobierno sobre las condiciones de estudios, huelga seguida masivamente en todas las facultades.
Galvanizados por el éxito de la huelga y encolerizados por la negativa del gobierno a satisfacer sus reivindicaciones, los estudiantes lanzan la consigna de huelga general ilimitada de clases y boicot de exámenes a partir del 27 de mayo. Ya en vísperas de esa fecha, se suceden los mítines en el campus y en el medio escolar en general; en resumen, se trata de un pulso con el poder. Por su parte, el gobierno echa mano de todos los medios de comunicación oficiales para amenazar con toda una serie de medidas represivas contra los huelguistas, a la vez que intenta oponer estudiantes, unos “privilegiados”, a trabajadores y campesinos. La Unión Progresista Senegalesa (el partido de Senghor) se puso a denunciar la “actitud antinacional” del movimiento estudiantil, pero tales peroratas no tuvieron ningún éxito; muy al contrario, les campañas del gobierno lo que hicieron fue agudizar más todavía la ira de los estudiantes, suscitando además la solidaridad de los asalariados y la población en general.
“Los mítines de la UED (Unión de Estudiantes de Dakar) eran los momentos culminantes de la agitación en el campus. Acudían a ellos una cantidad importante de estudiantes, alumnos, profesores, jóvenes desempleados, oponentes, y, claro está, muchos agentes de información. Al hilo de los acontecimientos, esos mítines fueron el barómetro que medía los movimientos de protesta política y social. Cada uno era una especie de ceremonia de la oposición senegalesa y de otros países presentes en el campus. Las intervenciones eran amenizadas por músicas revolucionarias del mundo entero” ([6]).
Hasta que un día se asiste a una verdadera vela de armas. El 27 de mayo a medianoche, los estudiantes, sobre aviso, oyen el ruido de botas y ven la llegada masiva de un cordón de policía que rodea la ciudad universitaria. Inmediatamente una muchedumbre de universitarios y alumnos de secundaria acude hacia las residencias para montar allí piquetes de huelga.
Lo que el poder intenta hacer, rodeando el campus universitario por las fuerzas del orden, es impedir todo movimiento desde dentro hacia fuera y a la inversa.
“Hubo así camaradas que se vieron privados de comida y otros de cama, pues, como la UED tuvo que explicarlo a menudo, las condiciones sociales son tales que muchos camaradas comen en la ciudad (no becarios) o duermen en ella por falta de alojamiento en la ciudad universitaria. Incluso los estudiantes de medicina que cuidaban de los enfermos en el hospital quedaron bloqueados en la C.U. así como otros estudiantes de medicina de urgencia. Fue el típico ejemplo de violación de los derechos universitarios” ([7]).
El 28 de mayo, en una entrevista con el rector y los decanos de la Universidad, la UED pidió que se levantara el cordón policial, mientras que las autoridades académicas exigían que los estudiantes hicieran una declaración en las 24 horas “certificando que el objetivo de la huelga no es derribar al gobierno Senghor”. Les organizaciones estudiantiles respondieron que no estaban vinculadas a ningún régimen concreto y que el tiempo que se les otorga no es suficiente para consultar las bases. El presidente del gobierno decide entonces la clausura total de los centros universitarios.
“El grupo móvil de intervención, con el refuerzo de la policía, lanzó una nueva carga ocupando los pabellones uno tras otro. Había recibido la orden de desalojar a los estudiantes por todos los medios. Así, a porrazos, culatazos, a la bayoneta o con granadas lacrimógenas e incluso ofensivas, echando abajo puertas y ventanas, los esbirros fueron a buscar a los estudiantes hasta sus habitaciones. Los guardias y los policías se portaron cual auténticos saqueadores. Robaban lo que podían, rompían lo que les molestaba, hacían trizas la ropa, los libros, los cuadernos. Maltrataron a mujeres embarazadas y zarandearon a trabajadores. En el pabellón de los casados, golpearon a mujeres y niños. Hubo un muerto y muchos heridos (unos cien) según las cifras oficiales” ([8]).
La brutalidad de la reacción del poder provocó un arrebato de solidaridad, fortaleció la simpatía hacia el movimiento des estudiantes. En todos los ámbitos de la capital surge una fuerte reprobación hacia el comportamiento brutal del régimen, contra los maltratos realizados por la policía y el encarcelamiento de muchos estudiantes. En la noche del 29 de mayo todos los ingredientes están reunidos para que estalle un movimiento social pues la efervescencia está al máximo entre los alumnos y los asalariados.
Son los alumnos de secundaria, ya presentes masivamente durante las “huelgas de aviso” del 26 de marzo y 18 de mayo, los primeros en declararse en huelga ilimitada. Ya se realiza ahí la unión entre el movimiento universitario y el de la secundaria. Unos tras otros, todos los centros de enseñanza secundaria se ponen en huelga total e ilimitada formando a la vez comités de lucha y llamando a manifestar junto con los estudiantes.
Inquieto por la amplitud de la movilización de la juventud, ese mismo 29 de mayo, el presidente Senghor manda difundir un comunicado en los medios con el anuncio de cierre sine die de todos los centros escolares (facultades, institutos, colegios) de la región de Dakar y de San Luis, incitando a los padres de alumnos a que guarden a sus hijos en casa. Tal llamamiento no obtuvo el éxito esperado.
“El cierre de la universidad y las escuelas no hizo sino aumentar la tensión social. Les estudiantes que habían escapado a las medidas de internamiento, los alumnos y los jóvenes en general, se pusieron a levantar barricadas en los barrios populares como la Medina, Grand Dakar, Nimzat, Baay Gainde, Kip Koko, Usine Ben Talli, Usine Nyari Talli, etc. Durante los días 29 y 30 imponentes desfiles de jóvenes ocupan las vías principales de la ciudad de Dakar. Se buscaban especialmente los vehículos de la administración y de jerarcas del régimen. Circulaba el rumor de que bastantes ministros tuvieron que renunciar a sus coches oficiales, los famosos Citroen DS 21. Este tipo de vehículo oficial simbolizaba para la población en general, y los estudiantes y alumnos en particular, el “tren de vida insolente de la burguesía político-burocrática y compradora”” ([9]).
Ante la combatividad ascendente y la dinámica del movimiento, el gobierno decide reforzar sus medidas represivas ampliándolas a toda la población. El 30 de mayo, un decreto gubernamental impone, hasta nueva orden, que todos los lugares públicos (cines, teatros, cabarets, restaurantes, bares) deben cerrar hasta nueva orden; y las reuniones, manifestaciones y agrupamientos de más de 5 personas quedan prohibidos.
Frente a esas medidas represivas y la continuación de la brutalidad policial contra la juventud en lucha, todo el país se agita, la revuelta se acentúa por todas partes y, esta vez, de una manera más extensa entre los asalariados. Los aparatos sindicales tradicionales, la Unión Nacional de Trabajadores de Senegal particularmente, que agrupa a varios sindicatos, deciden entonces entrar en escena para no ser desbordados por la base.
“La base de los sindicatos presionaba a las direcciones para la acción. El 30 de mayo, a las 18 horas, la UNTS de Cap-Vert (región de Dakar), tras una reunión conjunta con el dirección nacional de la UNTS, lanzó la consigna de huelga ilimitada a partir del 30 de mayo a las 12 de la noche” ([10]).
Ante tal situación explosiva para su régimen, el presidente Senghor decide dirigirse al país con un discurso amenazante a los trabajadores, exhortándoles a desobedecer a la consigna de huelga general, acusando a los estudiantes de estar “manipulados” desde “el extranjero”. A pesar de las amenazas del poder que se concretaron en órdenes de requisición de ciertas categorías de trabajadores, el movimiento de huelga es muy seguido tanto en el sector público como en el privado.
El 31 de mayo a las 10, se organizan asambleas generales en la sede de los sindicatos a las que se invita a delegaciones de los sectores en huelga para decidir cómo proseguir el movimiento.
“Pero las fuerzas del orden ya habían acordonado el barrio. A las diez, se dio la orden de cargar a los trabajadores dentro de la sede sindical. Echaron abajo puertas y ventanas, reventaron los armarios, destruyeron los archivos. Les bombas lacrimógenas y las porras acabaron venciendo a los trabajadores más temerarios. En respuesta a la brutalidad policiaca, los trabajadores a los que se mezclaron los estudiantes de secundaria y lumpen, atacaron vehículos y almacenes incendiando algunos de ellos. Al día siguiente, Abdoulaye Diack, secretario de estado de Información, anunciaba ante la prensa que 900 personas habían sido detenidas en la Bourse du Travail [Sede sindical] y sus alrededores. Entre ellas había 36 responsables sindicales, entre los cuales 5 mujeres. En realidad, durante la semana de la crisis, fueron detenidas unas 3000 personas. Algunos dirigentes sindicales fueron deportados (…). Lo único que se logró con todo eso fue que aumentara la indignación de la gente y la movilización de los trabajadores” ([11]).
Así, justo después de la conferencia de prensa en la que el portavoz del gobierno dio las cifras sobre las víctimas, se intensificaron las huelgas, manifestaciones y revueltas hasta que la burguesía decidió echarse atrás.
“Los sindicatos aliados del gobierno y la patronal percibieron que era necesario soltar lastre para evitar que el movimiento se profundizara entre los trabajadores que, durante las manifestaciones, habían podido tomar conciencia del peso que representaban” ([12]).
Entonces, tras una serie de reuniones entre gobierno y sindicatos, el 12 de junio, el presidente Senghor anuncia un acuerdo de fin de huelga basado en 18 puntos entre los cuales un 15 % de aumento de salarios. De modo que el movimiento termina oficialmente en esa fecha, lo que no impidió que el descontento prosiguiera y surgieran otros movimientos sociales, pues la desconfianza es requisito necesario entre los huelguistas cuando de promesas del poder se trata. Y de hecho al cabo de unas semanas después de que se rubricara el acuerdo de fin de huelga, vuelven a arrancar los movimientos sociales con episodios culminantes, y eso hasta principios de los años 70.
Es importante subrayar el desconcierto en que estuvo inmerso el poder senegalés en el momento más candente de su enfrentamiento con el “movimiento de mayo en Dakar”:
“Entre el 1o y el 3 junio, parecía como si el poder estuviera vacante. El aislamiento del gobierno se demostró con la inacción del partido en el poder. Ante la amplitud de la explosión social, las estructuras de la UPS (partido de Senghor) no reaccionaron. La federación de estudiantes UPS se limitó a repartir algunas hojas casi a escondidas contra la UDES al inicio de los acontecimientos. La situación era tanto más llamativa por cuanto la UPS había hecho alarde, tres meses antes, de haber sido plebiscitada en Dakar en las elecciones legislativas y presidenciales del 25 de febrero de 1968. Y resulta que ahora era incapaz de dar una réplica popular ante lo que estaba ocurriendo.
“Según rumores, los ministros se recluyeron en el edificio de la administración, sede del gobierno, y los altos responsables del partido y del Estado se escondieron en sus domicilios. Era ese un comportamiento de lo más singular de unos dirigentes de un partido que se decía mayoritario en el país. En un momento, circuló el rumor de que el presidente Senghor se habría refugiado en la base militar francesa de Ouakam. Tales rumores eran tanto más verosímiles porque en Dakar se conocían las informaciones sobre la “huida” del general De Gaulle a Alemania, el 29 de mayo” ([13]).
El poder senegalés se tambaleó sin duda alguna y es de lo más significativo ver la casi simultaneidad entre les momentos en que De Gaulle y Senghor buscaban apoyo o refugio de sus ejércitos.
Incluso otros “rumores” más insistentes decían claramente que fue el ejército francés, in situ, el que contuvo brutalmente a los manifestantes que se dirigían hacia el palacio presidencial causando varios muertos y heridos.
Recordemos también que para acabar con el movimiento, le poder senegalés no sólo echó mano de sus habituales perros guardianes, o sea las fuerzas de policía, sino también de las fuerzas más retrogradas: los jerarcas religiosos y los campesinos de las comarcas más remotas. En lo más candente del movimiento, el 30 y 31 de mayo, Senghor animó a los jefes de camarillas religiosas a que ocuparan los medios de información noche y día con declaraciones de condena de la huelga y de exhorto a los trabajadores para que volvieran al trabajo.
En cuanto a los campesinos, el gobierno intentó levantarlos contra los huelguistas, haciéndoles ir a la ciudad en apoyo a manifestaciones progubernamentales.
“Los reclutadores hicieron creer a aquellos pobres campesinos que Senegal había sido invadido a partir de Dakar por una nación llamada “Tudian” (“étudiant” ([14])) y que se les convocaba para defender el país. Se depositó a esos pobres campesinos en la avenida Du Centenaire (actual bulevar del General De Gaulle) con sus armas blancas (hachas, machetes, lanzas, arcos y flechas).
“Pero pronto se dieron cuenta de que les habían tomado el pelo. (…) Los jóvenes los dispersaron a pedradas y se repartieron los víveres. (…) Otros fueron apedreados al pasar por Rufisque. En fin de cuentas la revuelta mostró la fragilidad de las bases políticas de la UPS y del régimen en el medio urbano, en Dakar especialmente” ([15]).
El poder de Senghor utilizó sin ambages todos los medios, incluidos los más aviesos, para acabar con el levantamiento social contra su régimen. Sin embargo, para apagar definitivamente la hoguera, el arma más eficaz para el poder fue sin duda la labor de Doudou Ngome, jefe del sindicato principal de entonces, la UNTS. Fue él quien negoció las condiciones para acabar con la huelga general. Y para agradecérselo el presidente Senghor lo nombraría ministro unos cuantos años más tarde. Una ilustración suplementaria del papel de rompehuelgas de los sindicatos que, en compañía de la antigua potencia colonial, salvaron la cabeza de Senghor.
“Los liceos [institutos de E.M.] de la región de Cap-Vert, “caldeados” ya por la huelga del liceo de Rufisque del mes de abril, fueron los primeros en entrar en acción. Si los alumnos estaban tan dispuestos a ocupar la calle era porque se consideraban, como los universitarios, víctimas de la política educativa del gobierno y especialmente afectados por la política de fraccionamiento de las becas. Como futuros estudiantes de universidad, se consideraban parte interesada en la lucha iniciada por la UDES. De Dakar, el movimiento de huelga se extendió muy rápidamente por otros centros de secundaria del país a partir del 27 de mayo. (…) La dirección del movimiento de alumnos de instituto era muy inestable, de una reunión a otra los delegados, muy numerosos, cambiaban. (…) Un núcleo importante de huelguistas muy activas apareció también en la escuela normal de chicas de Thiès. Algunos dirigentes de secundaria se instalaron incluso en la Ciudad Universitaria y, desde ahí, coordinaban la huelga. Después se formó un comité nacional de liceos y colegios de enseñanza general de Senegal, convirtiéndose así en una especie de estado mayor del movimiento de secundaria” ([16]).
El autor describe el papel activo de los alumnos de secundaria en el movimiento masivo del Mayo del 68 local, en especial el control de su lucha mediante asambleas generales y coordinadoras. En cada liceo había un comité de lucha y asambleas generales con responsables que podían cambiar, elegidos y revocables.
El extraordinario compromiso de alumnos y alumnas fue tanto más significativo porque era la primera vez en la historia del país que esta parte de la juventud se movilizaba ampliamente como movimiento social reivindicativo frente a la nueva burguesía en el poder. Aunque el punto de partida del movimiento fue una reacción de solidaridad con un camarada víctima de un “castigo administrativo”, los estudiantes de la secundaria, al igual que los de universidad y los asalariados, tomaban conciencia de la necesidad de luchar contra los efectos de la crisis del capitalismo que el poder de Senghor quería hacerles pagar.
En el plano imperialista, Francia seguía muy de cerca la crisis provocada por sucesos de de 1968 por la sencilla razón de que Senegal era como su trastienda. Además de sus bases militares (navales, aéreas y terrestres) instaladas en la zona de Dakar, en cada ministerio y en la presidencia había un “consejero técnico” nombrado por París con el fin evidente de orientar la política del poder senegalés hacia los intereses galos evidentemente.
Recordemos que antes de ser uno de los mejores “alumnos” del bloque occidental, Senegal fue durante mucho tiempo el bastión principal histórico del colonialismo francés en África (de 1659 a 1960), y así participó, con sus “fusileros”, en todas las guerras que Francia llevó a cabo por el mundo desde la conquista de Madagascar en el siglo xix, pasando por las dos guerras mundiales hasta las de Indochina y Argelia. Es muy lógico, pues, que Francia, en su función de “gendarme delegado” para África otorgado por el bloque imperialista occidental, protegiera el régimen de Senghor por todos los medios a su alcance. “Justo después de los acontecimientos del 68, Francia intervino ante sus socios de la CEE para correr en auxilio del régimen senegalés. El Estado no poseía los medios para hacer frente a las sumas derivadas de las negociaciones del 12 de junio. En un discurso del 13 de junio, el presidente Senghor explicó que los acuerdos con los sindicatos alcanzaban la cifra de 2 mil millones de francos CFA. Una semana después de las negociaciones, el FED [Fondo europeo de desarrollo, NDLR] concedió a la Caja de Estabilización de Precios del Cacahuete un adelanto de 2 mil millones de francos CFA “para paliar las consecuencias de las fluctuaciones de los precios mundiales durante la campaña de 1967/68”. (…) Incluso los Estados Unidos, que apoyaron a Senghor durante los acontecimientos, participaron, junto con los demás países occidentales, en el restablecimiento del clima de paz social en Senegal. EEUU y Senegal firmaron unos acuerdos para construir 800 viviendas para rentas medias, por un total de 5 millones de dólares” ([17]).
Está claro que de lo que se trataba para el bloque occidental era de evitar que el régimen senegalés cayera en el campo enemigo (China y el bloque del Este).
De hecho, tras haber retomado el control de la situación, el presidente Senghor se fue de visita a “países amigos”; entre ellos Alemania que le acogió en Francfort, justo después de haber reprimido sangrientamente a los huelguistas senegaleses. Ese recibimiento en Francfort es revelador, pues Senghor fue allí para recibir ayuda y ser decorado por un miembro eminente de la OTAN. Por otra parte, la visita fue la ocasión para que los estudiantes alemanes, con “Dany el rojo” a la cabeza, se manifestaran en la calle en apoyo a sus compañeros senegaleses, como lo relata el diario francés Le Monde del 25/09/1968: “Daniel Cohn-Bendit detenido en Francfort en las manifestaciones hostiles a Leopold Senghor, Presidente de Senegal, ha sido inculpado (junto a 25 camaradas) el lunes por la tarde por un juez alemán de la ciudad por incitación a la revuelta y concentración prohibida (…).”
Los estudiantes senegaleses recibieron también el apoyo de camaradas en el extranjero que a menudo ocuparon embajadas y consulados de Senegal. Y el movimiento en Senegal tuvo naturalmente un eco en África misma: “En África, los acontecimientos de Dakar se prolongaron, gracias a la acción de las uniones nacionales (sindicatos estudiantiles). De vuelta a sus países, les estudiantes africanos expulsados de la Universidad de Dakar prosiguieron con una campaña de información. (…) Les gobiernos africanos de entonces desconfiaban de los estudiantes llagados de Dakar. Muchos de esos gobiernos mostraron cierta irritación por cómo habían sido expulsados sus ciudadanos, pero sobre todo mostraron el miedo al contagio de sus países por “la subversión llegada de Dakar y París”” ([18]).
En realidad fueron casi todos los regímenes africanos los que temían el “contagio” y la “subversión” de Mayo del 68. Empezando por el propio Senghor que tuvo que recurrir a una represión violenta contra la juventud estudiantil. Muchos huelguistas fueron encarcelados o forzados a hacer un servicio militar más parecido a una deportación en campos del ejército. Se expulsó a muchos estudiantes africanos extranjeros, de entre los cuales muchos fueron maltratados de vuelta a sus países.
Sin lugar a dudas, el “Mayo en Dakar” es uno de los eslabones de la cadena del Mayo-1968 mundial. La importancia de los medios desplegados por el bloque imperialista occidental para salvar al régimen senegalés da la medida de la fuerza del movimiento de lucha de obreros, estudiantes y jóvenes escolares.
Pero por encima del radicalismo de la acción estudiantil, el movimiento de Mayo de 68 en Senegal, con su componente obrero, vino a reanudar con el espíritu y la forma de lucha proletaria que la clase obrera de la colonia de la AOF había puesto en práctica desde principios del siglo xx, pero que la burguesía africana en el poder había logrado ocultar sobre todo durante los primeros años de “independencia nacional”.
Mayo del 68 fue más que nada una apertura hacia un mundo nuevo que rompía con el periodo contrarrevolucionario, fue un despertar para muchos de sus protagonistas, sobre todo entre los jóvenes. Con su compromiso total en la lucha contra las fuerzas del capital nacional, dejaron al desnudo muchos mitos y mentiras, especialmente la del “fin de la lucha de clases”, con el pretexto de que los antagonismos eran imposibles entre la clase obrera (africana) y la burguesía (africana).
Hay que hacer notar que para lograr vencer el movimiento social, la represión policial y el encarcelamiento de miles de huelguistas fueron insuficientes; a ello hubo que añadir las trampas sindicales y el apoyo decisivo de Francia y del bloque occidental a su protegido africano. Pero también tuvieron que satisfacer gran parte de las reivindicaciones estudiantiles y de los trabajadores con un fuerte aumento de salarios.
Y lo esencial fue que los huelguistas no se quedaron “dormidos” durante mucho tiempo por el acuerdo que dio término a la huelga, pues, al año siguiente, la clase obrera reanudaba su combate con más fuerza integrándose plenamente en la oleada internacional de luchas iniciada en Mayo del 68.
Y en dicho movimiento se recurrió a unos modos de organización auténticamente proletarios, los comités de huelga y las asambleas generales, expresión de la autoorganización; fue una clara voluntad de controlar las luchas por los propios huelguistas. Es ése un aspecto característico de la lucha de la clase obrera mundial, en este caso de una de sus fracciones que forma parte plenamente del combate venidero por la revolución comunista.
Lassou (fin)
[1]) Abdoulaye Bathily, Mai 1968 à Dakar ou la révolte universitaire et la démocratie (Mayo del 60 en Dakar o la revuelta universitaria y la democracia), ediciones Chaka, Paris, 1992.
[2]) Corresponde a los siguientes países de hoy : Mauritania [19], Senegal [20], Mali [21], Guinea [22], Costa [23] de Marfil, Níger [24], Burkina Faso [25] y Benín [26].
[3]) Bathily, Mai à Dakar.
[4]) Ídem.
[5]) Cabe recordar aquí lo que ya dijimos cuando publicamos la primera parte de este articulo en la Revista Internacional no 145 (2011): “Por otra parte, aunque sí reconocemos la seriedad de los investigadores que transmiten las referencias, sin embargo, no compartimos ciertas interpretaciones de los acontecimientos históricos. Lo mismo ocurre con algunas nociones como cuando hablan de “conciencia sindical” en lugar de “conciencia de clase” (obrera), o, también, de “movimiento sindical” (por movimiento obrero). Lo cual no quita que, por ahora, confiamos en su rigor científico mientras sus tesis no choquen contra los acontecimientos históricos o impidan otras interpretaciones.”
[6]) Bathily, op. cit.
[7]) Ídem.
[8]) Ídem.
[9]) Ídem.
[10]) Ídem.
[11]) Ídem.
[12]) Ídem.
[13]) Ídem.
[14]) Algo así como nación “tudiante” por “estudiante”.
[15]) Bathily, op. cit.
[16]) Ídem.
[17]) Ídem.
[18]) Ídem.
La sobreproducción, contradicción de base del capitalismo, se debe a la propia existencia del salariado. En esta segunda parte del artículo intentaremos dejar clara su definición y consecuencias para así contestar a las grandes cuestiones objeto de desacuerdos importantes con lo expuesto en el libro de Marcel Roelandts, Dynamiques, contradictions et crises du capitalisme ([1]) (citados como MR y DCC en el resto de este artículo): ¿por qué aumentar los salarios no resuelve el problema de la sobreproducción? ¿Cuál es el origen de la demanda exterior a la de los obreros y cuál es su papel y sus límites? ¿Existe una solución a la sobreproducción dentro del capitalismo? ¿Cómo se han de caracterizar las corrientes que defienden que las crisis se resuelven aumentando los salarios? ¿Está condenado el capitalismo a un hundimiento catastrófico?
La sobreproducción es la característica de las crisis del capitalismo, oponiéndose en eso a los modos de producción que lo precedieron cuya característica era la penuria.
La sobreproducción viene, en primer lugar, de la naturaleza misma de la explotación de la fuerza de trabajo propia del modo de producción capitalista, el salariado, que hace que los obreros deban producir siempre por encima de sus necesidades. El siguiente pasaje de Marx lo expresa de manera meridiana: “La simple relación asalariado-capitalista implica que (…) la mayoría de los productores (los obreros) (…) para poder consumir o comprar en los límites de sus necesidades, (…) deben ser siempre sobreproductores, producir siempre por encima de sus necesidades” ([2]).
Eso supone por lo tanto que existe una demanda exterior a la de los obreros, pues ésta nunca será, por definición, capaz de absorber la producción capitalista: “Se olvida que, según Malthus, “la existencia misma de una ganancia sobre cualquier mercancía presupone una demanda exterior a la del obrero que la ha producido”, y que, por consiguiente “la demanda del propio obrero no podrá ser nunca una demanda adecuada” (Malthus, Principles… p. 405)” ([3]).
Y en cuanto la demanda exterior a la de los obreros es insuficiente, la sobreproducción se hace patente: “si la “demanda exterior a la de los obreros mismos” desaparece o se reduce, estalla la crisis” ([4]).
La contradicción es tanto más violenta porque, por un lado, para el capital es obligatorio que el salario de los obreros sea el mínimo social necesario para reproducir su fuerza de trabajo y, por otro, las fuerzas productivas del capitalismo tienden a desarrollarse al máximo: “La razón última de toda verdadera crisis es siempre la pobreza y la capacidad restringida de consumo de las masas, con las que contrasta la tendencia de la producción capitalista a desarrollar las fuerzas productivas como si no tuviesen más límite que la capacidad absoluta de consumo de la sociedad” ([5]).
Existen varios procedimientos que permiten a la burguesía ocultar la sobreproducción:
1) Destruir la producción excedentaria, para evitar así que su puesta en el mercado haga caer los precios de venta. Eso ocurrió por ejemplo en los años 1970 y 80 con la producción agrícola en los países de la Comunidad Económica Europea. Ese procedimiento tiene, para la burguesía, el inconveniente de sacar a plena luz las contradicciones del sistema con la consiguiente indignación al considerar cómo se destruyen productos de primera necesidad cuando hay tantas personas en el mundo a las que les faltan.
2) Reducir el uso de las capacidades productivas e incluso destruir una parte de ellas. Eso es lo que se hizo, por ejemplo, con la reducción drástica que significó el plan Davignon instaurado a partir de 1977 por la Comisión Europea para llevar a cabo la restructuración industrial (y sus decenas de miles de despidos) del sector siderúrgico, ante la sobreproducción mundial de acero. Se plasmó en la destrucción de una gran parte del equipamiento en altos hornos en varios países europeos y los despidos masivos de miles y miles de obreros siderúrgicos que acarrearon movimientos de lucha importantes, como en Francia, en 1978 y 1979.
3) Aumentar artificialmente la demanda, o sea generar una demanda no debida a las necesidades en inversiones que deberían ser rentabilizadas más tarde, sino directamente motivada por la necesidad de funcionamiento del aparato productivo. Así son las conocidas medidas keynesianas cuyo coste lo asume el Estado, lo cual repercute obligatoriamente en la competitividad de la economía nacional en la que se aplican. Por eso sólo pueden instaurarse en condiciones que permitan compensar, gracias a unas ganancias importantes en productividad, la pérdida de competitividad. Esas medidas pueden consistir tanto en aumentos de salarios como programas de obras públicas sin rentabilidad inmediata.
Esos tres procedimientos, aunque diferentes en la forma, son equivalentes en lo que al desarrollo del capitalismo se refiere y, en el fondo, pueden reducirse al primero de ellos, el más llamativo, la destrucción voluntaria de la producción. Puede parecer chocante, visto desde el punto de vista obrero, que se diga que un aumento de sueldo no justificado por las necesidades de reproducción de la fuerza de trabajo signifique despilfarro. Se trata evidentemente de despilfarro desde el punto de vista de la lógica capitalista (a la que le importa un bledo el bienestar del obrero), para la que pagar más caro el obrero no hará para nada aumentar su productividad.
MR piensa que el mecanismo usado durante los Treinta Gloriosos lo entendieron pocos marxistas ([6]), pero lo que seguro no ha entendido él en Marx, o no ha querido comprender, es que “la finalidad de la producción es la valorización del capital y no su consumo” ([7]) (citado explícitamente en el artículo), tanto si ese consumo lo es de la clase obrera o de burgueses.
Podrá llamarse a ese despilfarro “regulación”, como así hace MR sin reconocer que se trata de despilfarro; eso le permitirá sin duda hacer más presentables sus tesis, lo cual no quita que, en gran medida, la prosperidad de los Treinta Gloriosos es un despilfarro de una parte de las ganancias en productividad utilizadas para producir por producir.
Para MR, y contrariamente a Rosa Luxemburg cuya teoría de la acumulación MR critica, la demanda más allá de la del obrero puede proceder del propio capitalismo, y no necesariamente de sociedades basadas en relaciones de producción todavía no capitalistas y que han coexistido durante largo tiempo con el capitalismo.
Esta demanda, según Marx, no emana de los capitalistas mismos sino de los mercados que todavía no han accedido al modo de producción capitalista.
En su libro, MR menciona la opinión de Malthus al respecto: “Debe decirse que esa “demanda diferente de la que proviene del trabajador que la ha producido” recubre, en la pluma de Malthus, una demanda interna al capitalismo puro puesto que esta demanda se refiere a las capas sociales cuyo poder adquisitivo se deriva de la plusvalía y no de una demanda extracapitalista según la teoría luxemburguista de la acumulación” ([8]).
Marx, apoyando en eso a Malthus, es categórico en que esa demanda no puede proceder del obrero: “La demanda provocada por el trabajador productivo mismo no puede ser nunca una demanda adecuada, puesto que no corresponde en su cuantía total a lo que produce. Si fuese así, no habría ganancia alguna y no existiría, por tanto, motivo para emplear el trabajo de estos trabajadores” ([9]).
También es explícito en que, para Malthus, esa demanda procede de “capas sociales cuyo poder adquisitivo deriva de la plusvalía”, pero, al mismo tiempo, denuncia lo que motiva a Malthus que es la defensa de los intereses del “clero de la Iglesia y del Estado” : “Malthus no tiene interés en encubrir las contradicciones de la producción burguesa; por el contrario, está interesado en hacerlas resaltar, de una parte para poner de relieve como necesaria la miseria de la clases trabajadoras (dentro de ese modo de producción) y, de otra parte, para demostrar a los capitalistas de la necesidad de un clero de la Iglesia y del Estado bien cebado, para crear una demanda suficiente [adequate demand] con este fin. […] Por consiguiente, pone de relieve frente a los ricardianos la posibilidad de una sobreproducción general” ([10]).
Sin embargo, Malthus podría haber pensado que la demanda suficiente procede de “capas cuyo poder adquisitivo se deriva de la plusvalía” pero eso no significa que para Marx sería lo mismo. Al contrario, Marx dejó claro que esa demanda suficiente no puede proceder ni de los obreros ni de los capitalistas: “La demanda de los obreros no podría ser suficiente, pues la ganancia procede precisamente de que la demanda de los obreros es inferior al valor de su producto y que es tanto más grande cuanto menor es relativamente esa demanda. La demanda de los capitalistas entre ellos tampoco podría ser suficiente” ([11]).
A ese respecto, hay que poner de relieve la mala voluntad evidente por parte de MR para dar a sus lectores los medios de profundizar su reflexión cuando se trata de referir la idea de Marx sobre la necesidad de una demanda diferente a la que procede de los obreros y los capitalistas. ¿Cómo explicar si no que MR no mencione el pasaje siguiente de Marx en la que explicita la necesidad de “demandas lejanas” de “mercados extranjeros” para vender las mercancías producidas: “¿Cómo, de otro modo, podría faltar la demanda de las mismas mercancías de que carece la masa del pueblo, y cómo sería posible tener que buscar esa demanda en el extranjero, en mercados más distantes, para poder pagar a los obreros del propio país el promedio de los medios de subsistencia imprescindibles? Porque sólo en este contexto específico, capitalista, el producto excedentario adquiere una forma en la cual su poseedor sólo puede ponerlo a disposición del consumo en tanto se reconvierta para él en capital. Por último, si se dice que, en última instancia, los capitalistas sólo tienen que intercambiar entre sí sus mercancías y comérselas, se olvida todo el carácter de la producción capitalista, y se olvida asimismo que se trata de la valorización del capital, y no de su consumo” ([12]).
Cierto es que esa cita no nos da más precisiones que permitan caracterizar mejor la naturaleza de esos “mercados extranjeros”, de esa “demanda” hecha “desde lejos”. Dicha naturaleza está, sin embargo, explicitada, puesto que tal demanda no puede proceder de los propios capitalistas, pues la finalidad de la producción es la valoración del capital y no su consumo. A partir de ahí sí que se puede reflexionar. Tal demanda tampoco puede emanar de cualquier otro agente económico en el seno del capitalismo que viva de la plusvalía extraída y redistribuida por la burguesía. ¿Quién queda en fin de cuentas en la sociedad capitalista? Nadie, y por eso es por lo que hay que dirigirse a los “mercados lejanos”, o sea a los todavía no conquistados por las relaciones de producción capitalista.
Eso es exactamente lo que nos dice El Manifiesto comunista cuando describe la conquista del planeta por la burguesía, aguijoneada por la necesidad de salidas mercantiles cada vez más importantes: “La necesidad de encontrar mercados espolea a la burguesía de una punta o otra del planeta. Por todas partes anida, en todas partes construye, por doquier establece relaciones. (…) La burguesía, con el rápido perfeccionamiento de todos los medios de producción, con las facilidades increíbles de su red de comunicaciones, lleva la civilización hasta a las naciones más salvajes. El bajo precio de sus mercancías es la artillería pesada con la que derrumba todas las murallas de la China, con la que obliga a capitular a las tribus bárbaras más ariscas en su odio contra el extranjero. Obliga a todas las naciones a abrazar el régimen de producción de la burguesía o perecer; las obliga a implantar en su propio seno la llamada civilización, es decir, a hacerse burguesas. Crea un mundo hecho a su imagen y semejanza” ([13]).
Marx nos da una descripción más detallada de cómo se realiza el intercambio con las saciedades mercantiles no capitalistas, por muy variadas que sean, gracias al cual el capital se beneficia a la vez de una salida mercantil y de una fuente de aprovisionamiento necesarias para su desarrollo: “Dentro del proceso de circulación del capital industrial, en el que éste actúa como dinero o como mercancía, el ciclo del capital industrial se entrecruza, ya como capital dinerario, ya como capital mercantil, con la circulación de mercancías de los modos sociales de producción más diversos, en la medida en que éstos son al mismo tiempo producción de mercancías.
“Lo mismo da que la mercancía sea producto de la producción que se basa en la esclavitud, o que sea producida por campesinos (chinos, raiatesl de la India), o por entidades comunitarias (Indias orientales holandesas), o por la producción estatal (como la que se dio, basada en la servidumbre, en épocas anteriores de la historia rusa), o por pueblos semisalvajes de cazadores, etc.: como mercancías y dinero se enfrentan al dinero y a las mercancías en los cuales se presenta el capital industrial, e ingresan tanto en el ciclo de éste como en el del plusvalor [plusvalía en otras trad.] encerrado en el capital mercantil, si este plusvalor se gasta como rédito, es decir, entran en los dos ramos de circulación del capital mercantil. El carácter del proceso de producción del que provienen resulta indiferente; en cuanto mercancías actúan en el mercado, en cuanto mercancías entran en el ciclo del capital industrial, así como en la circulación del plusvalor del que él es portador. Como vemos, es el carácter universal del origen de las mercancías, la existencia del mercado como mercado mundial, lo que distingue el proceso de circulación del capital industrial” ([14]).
El final de la fase de acumulación primitiva ¿modificó las relaciones del capital con su esfera exterior?
MR reproduce también la segunda parte de esa cita de El Manifiesto comunista, pero poniendo cuidado en subrayar que: “todos los resortes y límites del capitalismo definidos por Marx en El Capital no los estableció sino haciendo abstracción de las relaciones con su ámbito exterior (no capitalista). Más precisamente, Marx analiza esos límites únicamente en el marco de la acumulación primitiva, pues dejó el estudio de otros aspectos de “la extensión del campo exterior de la producción” para dos volúmenes específicos dedicados, uno al comercio internacional y el otro al mercado mundial” ([15]).
Prosigue afirmando que, para él, los “mercados extranjeros” dejaron de desempeñar un papel importante para el desarrollo del capitalismo, una vez terminada la fase de acumulación primitiva: “Sin embargo, una vez cimentadas esas bases gracias a tres siglos de acumulación primitiva, el capitalismo se desplegó esencialmente sobre sus propias bases. Respecto a la importancia y al dinamismo tomado por la producción capitalista, la contribución de su entorno exterior se volvió relativamente marginal para su desarrollo” ([16]).
El razonamiento de Marx demuestra, como hemos visto, la necesidad de un mercado exterior. La descripción que hace de esa esfera exterior en El Manifiesto comunista es la de unas sociedades mercantiles que no habían entrado todavía en las relaciones de producción capitalistas. Marx no explica evidentemente en detalle por qué ese ámbito debe ser exterior a las relaciones de producción capitalistas, pero sí hace claramente derivar esa necesidad de las características mismas de la producción capitalista. Si, como MR, Marx o Engels hubieran pensado que, desde la primera publicación de El Manifiesto, habría habido modificaciones importantes en las relaciones del capital con su ámbito exterior, o sea que los “mercados lejanos” habrían dejado de desempeñar el papel que hasta entonces había tenido durante la acumulación primitiva, puede uno imaginarse que habrían sentido la necesidad de mencionarlo en los prefacios de las ediciones sucesivas de El Manifiesto ([17]), cuando en realidad tanto uno como el otro fueron testigos, en períodos diferentes, de la marcha triunfal del capitalismo tras la fase de acumulación primitiva. Y desde luego no fue ése el caso: el Libro III se inició en 1864 y se “terminó” en 1875. Puede uno imaginarse que en esta fecha, Marx tenía la suficiente distancia respecto a la fase de acumulación primitiva (de finales de la Edad Media hasta mediados del siglo xix) y, sin embargo, sigue en esa obra con la idea de El Manifiesto comunista mencionando “la demanda lejana”, “los mercados extranjeros”.
MR persiste en su tesis, pretendiendo que corresponde a la visión de Marx : “Por eso nosotros pensamos como Marx que “la tendencia a la sobreproducción” no viene de una insuficiencia de mercados extracapitalistas, sino de la “relación inmediata del capital” en el seno del capitalismo puro:
“Es evidente que no tenemos la intención de analizar aquí en detalle la naturaleza de la sobreproducción; simplemente ponemos de relieve la sobreproducción que existe en la relación inmediata del capital. No podemos aquí dejar de lado todo lo que se refiere a las demás clases poseedoras y consumidoras, etc., que no producen sino que viven de sus rentas, o sea que realizan un intercambio con el capital y constituyen otros tantos centros de intercambio para él. Sólo hablaremos de esas clases cuando tienen una verdadera importancia, o sea en la génesis del capital” (Grundrisse, chapitre sur le capital [capítulo sobre el capital, trad. de la versión francesa], Ediciones 10/18. p. 226)” ([18]).
Lo que dice la cita de Marx es que para examinar la sobreproducción puede dejarse de lado el papel desempeñado por las clases pudientes en sus intercambios con el capitalismo, pues, desde ese punto de vista, sólo desempeñan un papel marginal. Ahora bien, las clases pudientes mencionadas en esa cita son las que subsisten del antiguo orden feudal. Lo que, en cambio, no dice la cita es lo que MR quiere que diga, o sea que los “mercados extranjeros”, las “demandas” llegadas “de lejos” ya sólo tienen un papel marginal frente a la sobreproducción. Y resulta que es eso lo que está en el centro de la polémica.
La teoría de la acumulación de Rosa Luxemburg puesta a prueba
Corresponde a Rosa Luxemburg el haber puesto de relieve que el enriquecimiento del capitalismo, como un todo, dependía de las mercancías producidas en su seno e intercambiadas con economías precapitalistas, o sea que vivían en un mundo de intercambio comercial pero sin que el modo de producción capitalista hubiera penetrado en ellos. Rosa Luxemburg no sólo desarrolló el análisis de Marx, también hizo su crítica en la acumulación del capital cuando era necesario, especialmente en lo que se refiere a los esquemas de la acumulación en los que hay algunos errores que según ella se deben a que en ellos no intervienen los mercados extra-capitalistas, indispensables, sin embargo, para la realización de la reproducción ampliada. Atribuye ella ese error a que El Capital fue una obra inacabada, pues Marx dejaba para trabajos posteriores el estudio del capital en relación con su entorno ([19]).
MR critica la teoría de la acumulación de Rosa Luxemburg. Para él, Marx, en su descripción de la acumulación por medio de esquemas, apartó deliberadamente y con razón desde un enfoque teórico, el ámbito de las relaciones extra-capitalistas: “Comprender el lugar que Marx atribuye a ese ámbito en el desarrollo histórico del capitalismo permite comprender por qué lo elimina de su análisis en El Capital: no sólo por hipótesis metodológica como lo piensa Luxemburg, sino porque representa una traba que el capitalismo tuvo que quitarse de en medio. Ignorando ese análisis, Luxemburg no entendió las razones profundas por las que Marx aparta ese ámbito en El Capital” ([20]).
¿En qué apoya MR tal afirmación? En el argumento que antes hemos rebatido, según el cual para él y Marx, los “mercados lejanos” sólo habrían tenido un papel marginal en el desarrollo del capitalismo tras su fase de acumulación primitiva. MR avanza tres argumentos más que según él van a apuntalar su crítica a la teoría de la acumulación de Luxemburg.
1) “Para Rosa Luxemburg, la fuerza del capital depende de la importancia del ámbito precapitalista, anunciando su muerte el agotamiento de dicho ámbito o esfera. Marx defiende una comprensión contraria: “Mientras el capital es débil, intenta apoyarse en las muletas de un modo de producción desaparecido o en vías de desaparición; en cuanto se siente fuerte, tira sus muletas y se mueve según sus propias leyes” (El Capital, p. 295, –en francés–, La Pléiade Économie II). Ese ámbito no es pues un medio del que debería nutrirse el capitalismo para poder ampliarse, sino de una muleta que lo debilita y que debe quitarse de encima para ser fuerte y moverse según sus propias leyes” ([21]).
Esta conclusión es, cuando menos, precipitada y descabellada ([22]). El Manifiesto contiene por lo demás, una idea muy cercana a la desarrollada en esa cita de Marx sacada de El Capital, pero expresada de tal manera que, contrariamente a lo que piensa MR, permite afirmar que el medio precapitalista fue un suelo nutriente para el capitalismo: “La gran industria ha instaurado el mercado mundial preparado por el descubrimiento de América. El mercado mundial ha dado origen a un desarrollo inconmensurable del comercio, la navegación, y las comunicaciones terrestres. A su vez este desarrollo ha repercutido sobre la expansión de la industria, y en la misma medida en que se expandían la industria, el comercio, la navegación, y los ferrocarriles, se desarrolló la burguesía, incrementó sus capitales y relegó a un plano secundario a todas las clases heredadas de la Edad Media” ([23]) (sub. nuestro).
Aquí puede verse que, mientras va creando el mercado mundial y se va desarrollando, lo que el capitalismo va relegando a un segundo plano no es el mercado mundial sino las clases heredadas de la Edad Media.
2) “Las mejores estimaciones de ventas con destino al Tercer mundo muestran que la reproducción ampliada del capitalismo no dependía de los mercados extra-capitalistas fuera de los países desarrollados: “Contrariamente a una opinión muy extendida, nunca hubo en la historia del mundo occidental desarrollado un período durante el cual las salidas ofrecidas por las colonias, ni tampoco el conjunto del Tercer mundo, hayan desempeñado un gran papel en el desarrollo de sus industrias. El Tercer mundo en su conjunto no es ni siquiera una salida mercantil importante [...] puede estimarse que el Tercer mundo sólo absorbía entre 1,3 % y 1,7 % del volumen total de la producción des países desarrollados, y de ese porcentaje sólo 0,6 a 0,9% para las colonias” (Paul Bairoch, Mythes et paradoxes de l’histoire économique, p.104-105). Ya muy débil, ese porcentaje lo es más todavía puesto que sólo una parte de las ventas al Tercer mundo está destinada al ámbito extra-capitalista” ([24]).
Trataremos esa objeción más globalmente teniendo en cuenta también esta otra: “Son los países que disponen de un vasto imperio colonial los que conocen tasas de crecimiento más débiles, mientras que los que venden en los mercados capitalistas ¡obtienen tasas muy superiores! Esto se verifica a todo lo largo de la historia del capitalismo, especialmente en los momentos en que las colonias desempeñan, o deberían hacerlo, su papel más importante. Así, en el siglo xix, que es cuando los mercados coloniales cuentan más, todos los países capitalistas no coloniales obtuvieron crecimientos mucho más rápidos que las potencias coloniales (71% más rápidos de media – media aritmética de tasas de crecimiento sin ponderarla con las poblaciones de los países). Basta con tomar las tasas de crecimiento del PIB por habitante durante los 25 años de imperialismo (1880-1913), que Rosa Luxemburg definía como el período más próspero y dinámico del capitalismo:
“Potencias coloniales: Gran Bretaña (1,06%), Francia (1,52%), Holanda (0,87%), España (0,68%), Portugal (0,84%);
“Países poco o no coloniales: EEUU (1,56%), Alemania (1,85%), Suecia (1,58%), Suiza (1,69%), Dinamarca (1,79%) (Tasas de crecimiento anual medio; fuente: www.rug.nl/ggdc [30])” ([25])
Bastan unas cuantas frases para dar una respuesta a lo anterior. Es erróneo identificar mercados extra-capitalistas y colonias, pues los mercados extra-capitalistas incluyen tanto los marcados internos como las colonias que todavía no han sido sometidas a las relaciones de producción capitalistas. Durante el período entre 1880-1913, todos los países citados arriba se aprovechan como mínimo del acceso a su propio mercado extra-capitalista interior, incluso al de otros países industrializados. Además, debido a la división internacional del trabajo, el comercio con el ámbito extra-capitalista puede también favorecer, indirectamente, a los países que no poseen colonias.
Estados Unidos, por su parte, es el ejemplo más patente del papel que desempeñan los mercados extra-capitalistas en el desarrollo económico e industrial. Con la destrucción de la economía esclavista de los estados del Sur tras la Guerra civil (1861-1865), el capitalismo se extendió durante los 30 años siguientes hacia el Oeste norteamericano según un proceso continuo que podría resumirse así: matanza y limpieza étnica de la población indígena; establecimiento de una economía extra-capitalista mediante la venta o concesión a colonos y pequeños ganaderos de territorios recién anexionados por el gobierno; destrucción de esta economía extra-capitalista mediante la deuda, el fraude y la violencia, y extensión de la economía capitalista. En 1898, un documento del Departamento de Estado de EEUU explicaba: “Aparece como algo cierto que cada año nos encontraremos ante una sobreproducción creciente de bienes que deberán depositarse en los mercados extranjeros si queremos que los trabajadores norteamericanos trabajen todo el año. El aumento del consumo extranjero de los bienes producidos en nuestras manufacturas y talleres se ha convertido ya en un problema crucial para las autoridades de este país así como para el comercio en general” ([26]).
Luego siguió una expansión imperialista rápida: Cuba (1898), Hawai (1898 también), Filipinas (1899), la zona del canal de Panamá (1903). En 1900, Albert Beveridge (un de los principales partidarios de una política imperialista estadounidense) declaraba al Senado: “Filipinas es nuestra para siempre (...). Y detrás de Filipinas están los mercados ilimitados de China (...). El Pacifico es nuestro océano (...) ¿Dónde encontrar consumidores para nuestros excedentes? La geografía nos da la respuesta. China es nuestro cliente natural”.
No hace falta echar mano de las “mejores estadísticas” para probar que la baza que permitió a EEUU convertirse en primera potencia mundial antes del final del siglo xix fue que dispusieran de un acceso privilegiado a amplios mercados extra-capitalistas.
3) Otro último argumento presente en el libro que requiere un corto comentario es el siguiente: “La realidad es pues perfectamente conforme con la idea de Marx, y exactamente opuesta a la teoría de Rosa Luxemburg. Esto se explica fácilmente por varias razones sobre las cuales no podemos extendernos aquí. Señalemos rápidamente que por regla general, toda venta de mercancías en un mercado extra-capitalista sale del circuito de la acumulación, tendiendo pues a frenar dicha acumulación. La venta de mercancías al exterior del capitalismo puro sí que permite a los capitalistas individuales vender sus mercancías, pero, en cambio, frena la acumulación global del capitalismo, pues esta venta corresponde a una salida de medios materiales del circuito de la acumulación en el seno del capitalismo puro” ([27]).
En realidad, la venta a los sectores extra-capitalistas no es, ni mucho menos, una traba a la acumulación, sino un factor que la favorece. Lo que se vende al ámbito extra-capitalista no se pierde para la acumulación gracias al dinamismo de un modo de producción que, por naturaleza, tiende siempre a producir de manera excedentaria; pero, además, permite al ámbito de las relaciones de producción capitalista recibir medios de pago (el producto de la venta) que podrán, de un modo u otro, acrecentar el capital acumulado.
El examen de los “argumentos” de MR de que la existencia de un importante sector extra-capitalista no fue la condición del importante desarrollo del capitalismo, muestra que no tienen consistencia. Estamos evidentemente dispuestos a tener en cuenta toda crítica sobre el método que hemos utilizado en nuestra propia crítica.
La abundante existencia de mercados extra-capitalistas en las colonias permitió que, hasta la Primera Guerra mundial, el excedente de la producción de los países industrializados principales pudiera dársele salida. Pero en todos estos países seguía existiendo en esa época, en cantidades más o menos importantes, mercados extra-capitalistas (Gran Bretaña fue la primera potencia industrial en los que se agotaron) que también sirvieron de salida a la producción capitalista. Durante aquella fase de la vida del capitalismo fue cuando les crisis fueron menos violentas. “Por muy diferentes que fueran en muchos aspectos, todas esas crisis presentan, sin embargo, un rasgo común: aparecen como irrupciones relativamente breves en un gigantesco movimiento ascendente que una visión de conjunto podría considerar como continuo” ([28]).
Pero los mercados extra-capitalistas no eran ilimitados como lo subrayó Marx: “Desde un punto de vista geográfico, el mercado es limitado: el mercado interior es restringido en relación con un mercado interior y exterior, el cual lo es con relación al mercado mundial, el cual –aunque susceptible de extensión – también está limitado en el tiempo” ([29]).
Alemania fue el país al que, en primer lugar, se impuso esa realidad.
La fase de desarrollo industrial más rápido de ese país se sitúa en una época en la que el reparto de las riquezas del mundo estaba prácticamente terminado y en el que las posibilidades de nuevos avances imperialistas se hacían más escasos. En efecto, el Estado alemán llegaba a un mercado mundial en una época en que unos territorios libres antaño de todo domino europeo se habían repartido casi todos y sometido como colonias o semicolonias de esos mismos Estados industriales más antiguos y que eran, precisamente, sus competidores más temibles. La sobreproducción y la necesidad de exportar a toda costa fueron factores que orientaron la política exterior de Alemania ya desde el principio del siglo xx ([30]). Las grandes potencias coloniales restringieron el acceso a los mercados extra-capitalistas transformándolos en auténticos cotos de caza. De tal modo que el incremento de las tensiones internacionales causadas por la expansión imperialista marcaron el inicio del siglo xx, unas tensiones que acabarían desembocando en la conflagración mundial de 1914, cuando Alemania tomó la iniciativa de una guerra por el reparto del mundo y sus mercados.
MR señala al respecto la gran disparidad en los análisis en el seno de la vanguardia revolucionaria para explicar la entrada en decadencia marcada por el estallido del primer conflicto mundial: “Si bien esta sentencia histórica [el capitalismo arrastra a una espiral de crisis y guerras] era algo compartido por más o menos el movimiento comunista en su conjunto, los factores que debían explicarlo distaban mucho de serlo” ([31]).
Se olvida sin embargo de poner de relieve la gran convergencia de Rosa Luxemburg y Lenin sobre el análisis de una guerra por el reparto del mundo, expresándose así Lenin sobre ese tema: “… el rasgo característico del período que nos ocupa es el reparto definitivo de la Tierra, definitivo no en el sentido de que sea imposible repartirla de nuevo –al contrario, nuevos repartos son posibles e inevitables–, sino en el de que la política colonial de los países capitalistas ha terminado ya la conquista de todas las tierras no ocupadas que había en nuestro planeta. Por vez primera, el mundo se encuentra ya repartido, de modo que lo que en adelante puede efectuarse son únicamente nuevos repartos, es decir, el paso de territorios de un “amo” a otro, y no el paso de un territorio sin amo a un “dueño” ([32]).
Necesidad de nuevo reparto del mundo para los países peor dotados en colonias, no significa insuficiencia de los mercados extra-capitalistas en relación con las necesidades de la producción. Es ésa una identificación que se ha hecho a menudo. De hecho existen todavía, al principio del siglo xx, mercados extra-capitalistas en abundancia (en las colonias y dentro mismo de los países industrializados), cuya explotación es todavía capaz de grandes e importantes impulsos para el desarrollo del capitalismo. Eso es lo que plantea Rosa Luxemburg en 1907 en su Introducción a la economía política: “Irresistiblemente, en cada paso de su propio avance y desarrollo, la producción capitalista se aproxima al momento en que sólo podrá expandirse y desarrollarse cada vez más lenta y difícilmente. Claro está que el desarrollo capitalista tiene por delante todavía un buen trecho de camino, puesto que el modo de producción capitalista, como tal, representa todavía la menor proporción de la producción mundial total. Incluso en los más antiguos países industriales de Europa subsisten todavía, junto a grandes empresas industriales, numerosos pequeños establecimientos artesanales y, ante todo, la mayor parte de la producción agraria (especialmente la de tipo campesino) no se lleva a cabo a la manera capitalista. Además, en Europa hay países donde la gran industria apenas se ha desarrollado, donde la producción local presenta predominantemente carácter campesino y artesanal. Y, finalmente, en los restantes continentes, con la excepción de la parte norte de América, los lugares de producción capitalista representan sólo pequeños puntos dispersos, mientras enormes extensiones de tierra no han llegado siquiera, en parte, a la producción mercantil simple (…) el modo de producción capitalista en sí podría lograr todavía una poderosa expansión si desplazase en todas partes todas las formas de producción atrasadas. Por lo demás, como lo hemos mostrado anteriormente, la evolución se da, en general, en esta dirección” ([33]).
Fue la crisis de 1929 la que dará la señal de la insuficiencia de los mercados extra-capitalistas subsistentes, no de manera absoluta, sino respecto a la necesidad para el capitalismo de exportar mercancías en cantidades cada vez más importantes. Esos mercados no estaban sin embargo agotados. Los progresos de la industrialización y de los medios de transporte realizados en las metrópolis capitalistas hicieron posible una explotación mejor de los mercados existentes, hasta el punto de que pudieron todavía representar un papel hasta principios de los años 1950, como factor de la prosperidad de los Treinta Gloriosos.
Pero ya en esa fase se planteaba según Rosa Luxemburg, la cuestión de la imposibilidad misma del capitalismo: “Pero justamente en esta evolución se atasca el capitalismo en la contradicción fundamental siguiente: cuanto más reemplaza la producción capitalista producciones más atrasadas, tanto más estrechos se hacen los límites de mercado, engendrado por el interés por la ganancia, para las necesidades de expansión de las empresas capitalistas ya existentes. La cosa se aclara completamente si nos imaginamos, por un momento, que el desarrollo del capitalismo ha avanzado tanto que, en toda la Tierra, todo lo que producen los hombres se produce a la manera capitalista, es decir sólo por empresarios privados capitalistas en grandes empresas con obreros asalariados modernos. La imposibilidad del capitalismo se manifiesta entonces nítidamente” ([34]).
¿Cómo iba a superarse esa imposibilidad? Volveremos sobre esto más adelante, al examinar el problema del hundimiento catastrófico del capitalismo.
Del mismo modo que no es posible, bajo el capitalismo, resolver las crisis de sobreproducción aumentando el salario de los obreros, ni aumentando indefinidamente la demanda solvente exterior a la de los obreros, tampoco puede evitarse la sobreproducción en el seno del capitalismo. De hecho, no puede serlo sino por la abolición del salariado y por lo tanto mediante la sustitución del capitalismo por la sociedad de productores libremente asociados.
A MR le es imposible aceptar esa lógica implacable e irremediable para el capitalismo y sus reformadores. En realidad, por mucho que cite a Marx en torno al tema de que “el obrero no puede representar una demanda adecuada”, se olvida rápidamente de ello, metiéndose en una contradicción con la idea de base de que “si la “demanda exterior a la de los obreros mismos” desaparece o se reduce, la crisis estalla”. Y es así como MR acaba afirmando que la crisis de sobreproducción está causada por la disminución de la masa salarial, lo que no es sino un refrito de los temas maltusianos contra los que combatió Marx: “la masa salarial en los países desarrollados se eleva hoy como media a dos tercios de la renta total y siempre representó un componente muy importante en la demanda final. Su disminución restringe los mercados y desemboca en una venta deficiente que es la base de las crisis de sobreproducción. Esa reducción del consumo afecta directamente a los asalariados, pero también indirectamente a las empresas pues la demanda se restringe. En efecto, el aumento correspondiente de las ganancias y del consumo de los capitalistas no compensa sino muy parcialmente la reducción relativa de la demanda salarial. Y menos todavía porque las reinversiones de las ganancias están limitadas por la contracción general de los mercados” ([35]).
Es innegable que la disminución de los salarios al igual que el desarrollo del desempleo, tienen un impacto negativo en la actividad económica de las empresas del sector de producción de bienes de consumo, empezando por las que producen lo necesario para la reproducción de la fuerza de trabajo. Pero la causa de la crisis no es la reducción salarial. Es todo lo contrario. Si el Estado o los patronos despiden a la gente o bajan los salarios es porque hay crisis.
MR ha puesto patas arriba la realidad. Lo que él se plantea es que “si la demanda de los obreros mismos disminuye, entonces la crisis estalla”. De ahí que para él, la causa primera del crac bursátil que se produjo justo antes de que escribiera su libro (4o trimestre de 2010) estriba en que la compresión de la demanda salarial: “La mejor prueba es la configuración de lo que ha conducido al último crac bursátil: al haberse comprimido drásticamente la demanda salarial, el crecimiento sólo ha podido obtenerse estimulando el consumo (gráfico 6.6) mediante la subida explosiva del endeudamiento (que empieza precisamente en 1982: gráfico 6.5), una disminución del ahorro (que comienza también en 1982: gráfico 6.4) y un alza de las rentas patrimoniales” ([36]).
Eso es afirmar, ni más ni menos, que el tamaño actual del la deuda se debería a la compresión de los salarios.
De ahí a decir que la crisis es el resultado de la rapacidad de los capitalistas, sólo hay un paso.
Así, como acabamos de ponerlo de relieve y como debería quedar claro para cualquiera que aborde seria y lealmente este tema, MR defiende, sobre las causas fundamentales de las crisis económicas del capitalismo un análisis diferente del que defendieron Marx y Engels. Está en su perfecto derecho y es incluso su responsabilidad si estima necesario defenderlo. Pues por muy decisivas, valiosas y profundas que hayan sido sus aportes a la teoría del proletariado, Marx ni era infalible ni sus escritos deben considerarse como textos sagrados. Sería transformarlo en religión, algo totalmente ajeno al método marxista como de cualquier otro método científico por otra parte. Los propios escritos de Marx deben someterse a la crítica del método marxista. Así hizo Rosa Luxemburg en su trabajo La acumulación del capital (1913) cuando evidenció las contradicciones contenidas en el libro II de El capital. Dicho lo cual, cuando se pone en entredicho una parte de los escritos de Marx, la honradez política requiere que se asuma explícitamente y con la mayor claridad. Eso es lo que hizo Rosa Luxemburg en su libro, lo que le acarreó las andanadas de los “marxistas ortodoxos”, escandalizados porque alguien criticara abiertamente un escrito de Marx. No es eso lo que hace MR cuando se aparta del análisis de Marx aún pretendiendo permanecerle fiel. Nosotros, sobre este tema, retomamos los análisis de Marx, porque nos parecen justos, porque retratan bien la realidad de la vida del capitalismo.
Reivindicamos plenamente la visión revolucionaria que contienen, cerrando resueltamente la puerta a toda visión reformista. No ocurre lo mismo con MR, cuya afirmada fidelidad a los textos de Marx, al igual que sus juegos malabares, son el mejor medio para hacer pasar “con suavidad” una visión reformista. Es eso lo más lamentable de su libro.
Marx defendía la necesidad de la lucha por reformas, pero denunciaba con la mayor energía las tendencias reformistas que intentaban encerrar a la clase obrera, que “no veían en la lucha por los salarios más que unas luchas por los salarios” y no una escuela de lucha, en la que la clase se forja las armas de su emancipación definitiva. Marx criticaba a Proudhon que no veía “en la miseria sino la miseria” y a las tradeuniones que, “en general, fracasan por limitarse a una guerra de guerrillas contra los efectos del sistema existente, en vez de esforzarse, al mismo tiempo, por cambiarlo, en vez de emplear sus fuerzas organizadas como palanca para la emancipación final de la clase obrera; es decir, para la abolición definitiva del sistema del trabajo asalariado” ([37]).
La decadencia del capitalismo hizo imposible cualquier política realmente duradera en el seno del sistema y puso al orden del día la revolución proletaria. Desde entonces, el mayor engaño para intentar desviar al proletariado de su tarea histórica ha consistido en hacerle creer que podía hacerse un lugar en el sistema llevando al poder, entre otras cosas, a los equipos o las personas idóneas, pertenecientes la mayoría de las veces a la izquierda o a la extrema izquierda del aparato político del capital. Por eso, desde que la revolución proletaria está históricamente al orden del día, la defensa de la lucha por reformas no es sólo un programa con tendencias oportunistas en el seno del movimiento obrero, sino que es abiertamente contrarrevolucionario. Por eso, una de las responsabilidades de los revolucionarios es luchar contra todas las ilusiones transmitidas por la izquierda del capital para hacer creer en la posibilidad de reformar el capitalismo, y, a la vez, animar las luchas de resistencia de la clase obrera contra la degradación de sus condiciones de vida bajo el capitalismo; esas luchas son la condición para no acabar machacado por los continuos ataques del capitalismo en crisis y son una preparación indispensable para el enfrentamiento con el Estado capitalista.
A este respecto, conviene señalar, como lo hemos hecho antes, las amplias aberturas que ofrece al reformismo la teoría de MR. Su libro menciona su compromiso político. Permítasenos dudarlo un poco cuando se observan sus coqueteos con representantes del “marxismo”, también ellos comprometidos políticamente, sí, pero en la defensa de las tesis reformistas. Por eso nos ha parecido necesario subrayar el enfatizado homenaje que rinde a “algunos economistas marxistas”: “hay pocas reflexiones sobre la evolución de las tasas de plusvalía, los problemas de reparto, el estado de la lucha de clases y la evolución de la parte salarial. Gracias a algunos economistas marxistas (Jacques Gouverneur, Michel Husson, Alain Bihr, etc.) esas preocupaciones han podido volver a discutirse algo. Las compartimos y esperamos que se manifiesten otras” ([38]) ([39]).
El primero, Jacques Gouverneur, que “ha proporcionado” a MR “muchas claves para profundizar El Capital” ([40]) es autor de un “documento de trabajo” ([41]) de título evocador “¿Qué políticas económicas contra la crisis y el desempleo?”, en el que se hace el defensor, en contra las políticas neoliberales, del retorno a políticas keynesianas combinadas con “políticas alternativas” (“aumento de impuestos públicos – sobre todo de las ganancias – para financiar producciones socialmente útiles”). De Michel Husson, miembro del Consejo científico de Attac, que “ha enseñado mucho” a MR “por el rigor y la gran riqueza de sus análisis” ([42]), escuchemos sus reflexiones para luchar contra el desempleo y la precariedad: “Es pues en el terreno del empleo donde hay que discutir los proyectos de izquierda. Sobre esto, el programa del Partido socialista es muy flojo, aunque sí contenga propuestas interesantes (como todos los programas) (…) más que querer aumentar la riqueza, lo que hay que hacer es cambiar su reparto. Dicho de otra manera: no contar con el crecimiento, y sobre todo cambiar su contenido, lo cual es rigurosamente imposible con el reparto actual de las rentas. Lo cual quiere decir, en primer lugar, desinflar las rentas financieras y refiscalizar seriamente las rentas del capital” ([43]).
Y, en fin, Alain Bihr, menos conocido que los reformistas antes mencionados, aunque menos marcado hacia la derecha que Husson, no por ello se olvida de aportar su apoyo a la campaña que consiste en echar las culpas al “liberalismo” de los estragos causados por el capitalismo: “La adopción de políticas neoliberales, su empecinada implantación y su continuación metódica desde hace casi treinta años ha acarreado el primer efecto de crear las condiciones de una crisis de sobreproducción al haber comprimido demasiado los salarios: en suma, una crisis de sobreproducción causada por el subconsumo relativo de los asalariados.”
Todas esas personas han enseñado a MR, si no es lo que ya pensaba él antes, que en la raíz de las crisis del capitalismo lo que se encuentra no son sus contradicciones insuperables, sino las políticas neoliberales, el mal reparto de las riquezas, de modo que lo que hay que hacer es requerir al Estado para que instaure políticas keynesianas, retenga rentas del capital, aumente los salarios, en una palabra, que intente regular la economía.
MR parece también tener querencia a la idea, siguiéndole los pasos a Alain Bihr, de que el proletariado estaría en crisis a causa de la crisis del capitalismo y que el desapego a la sindicalización sería una expresión de la tal crisis de la clase obrera ([44]) cuando escribe: “el miedo a perder su trabajo destruye las solidaridades obreras y el porcentaje de sindicalización se invierte e inicia un declive rápido a partir de 1978-79. El aislamiento de la larga lucha de los mineros ingleses en 1984-85 fue significativo de ese fenómeno” ([45]).
¡Qué mejor contribución al discurso de la burguesía, cuando se sabe que el factor principal del aislamiento y la derrota de los mineros ingleses fue el sindicato y las ilusiones persistentes en la clase obrera hacia sus versiones radicales, “de base”!.
Llegado a cierta etapa de su historia, el capitalismo no puede sino sumir a la sociedad en convulsiones cada día peores, destruyendo los progresos que le había aportado anteriormente. En este contexto se está desplegando la lucha de clase del proletariado en la perspectiva de derrocamiento del capitalismo y de advenimiento de una nueva sociedad. Si el proletariado no logra alzar sus luchas a los niveles de conciencia y organización necesarios, las contradicciones del capitalismo no permitirán que llegue una nueva sociedad, sino que llevarán a “la destrucción de las clases beligerantes”, como así ocurrió en ciertas sociedades de clases del pasado: “… opresores y oprimidos, siempre estuvieron opuestos entre sí, librando una lucha ininterrumpida, ora oculta, ora desembozada, una lucha que en todos los casos concluyó con una transformación revolucionaria de toda la sociedad o con la destrucción de las clases beligerantes” ([46]).
Una vez planteado ese marco, importa ahora comprender si, más allá de la barbarie creciente inherente a la decadencia del capitalismo, las imposiciones económicas de la crisis acabarán desembocando en un momento dado en la imposibilidad para el sistema a seguir funcionado según sus propias leyes, llegando así a ser imposible la acumulación ([47]). Esa es efectivamente la opinión de cierta cantidad de marxistas que nosotros compartimos ([48]). Así, para Rosa Luxemburg, “La imposibilidad del capitalismo aparecerá claramente” en cuanto “el desarrollo del capitalismo esté tan avanzado que por toda la superficie del globo todo se producirá de manera capitalista” (Cf. citas anteriores de Introducción a la economía política) ([49]). Pero Rosa Luxemburg aporta la precisión siguiente: “Con eso no se ha dicho que este término haya de ser alegremente alcanzado. Ya la tendencia de la evolución capitalista hacia él se manifiesta con vientos de catástrofe” ([50]).
Paul Mattick ([51]), que piensa también que las contradicciones del sistema acabarán en hundimiento económico, aunque considera que esas contradicciones se plasman sobre todo en una baja de la cuota (o tasa) de ganancia y no en la saturación de los mercados, recuerda cómo se planteó históricamente el problema:
“De la discusión en torno a la teoría marxiana de la acumulación y de la crisis resultaron dos posiciones enfrentadas y dentro de éstas diversas modificaciones de cada una de las tendencias. Una de las posiciones afirmaba que la acumulación de capital se enfrenta con la existencia de límites absolutos en su desarrollo, por lo que puede contarse con un derrumbe económico del sistema, mientras que la otra afirmaba que esto carecía de sentido y que el sistema no desaparecería por causas de naturaleza económica. Es evidente que el reformismo, aunque sólo fuese por justificarse a sí mismo, hizo suya la segunda concepción. Pero también desde una perspectiva radical de izquierda, como por ejemplo la de Anton Pannekoek, se consideraba que el derrumbe en tanto que proceso “puramente económico” era una falsificación de la teoría del materialismo histórico. (…) Para él las disfuncionalidades del sistema capitalista expuestas por Marx, así como las manifestaciones concretas de la crisis que se derivaban de la anarquía de la economía bastaban para inducir un desarrollo revolucionario de la conciencia del proletariado y, con éste, la revolución” ([52]).
MR no comparte esa idea de un capitalismo condenado por contradicciones fundamentales (saturación de los mercados, baja de las tasas de ganancia) a una crisis catastrófica. A esa idea, le opone él la siguiente: “En efecto, no existe un punto material alfa en el que el capitalismo se desmoronaría, ya sea un porcentaje X de cuota de ganancia, ya sea una cantidad Y de salidas mercantiles extra-capitalistas. Como lo decía Lenin en El imperialismo fase superior…: “¡no hay situación de la que no pueda salir el capitalismo!” ([53])” ([54]).
MR precisa su idea: “Los límites de los modos de producción son ante todo sociales, producidas por sus contradicciones internas, y por la colisión entre esas relaciones vueltas caducas y las fuerzas productivas. Será el proletariado quien abolirá el capitalismo, y no morirá el capitalismo por su propia muerte a causa de sus límites “objetivos”. Ese es el método propuesto por Marx: “La producción capitalista tiende constantemente a superar esos límites [NDLR: la depreciación periódica del capital constante que viene acompañada de crisis en el proceso de producción] inherentes; sólo lo consigue con otros medios que vuelven a levantar las mismas barreras ante ella, pero a una escala mucho mayor, y una y otra vez vuelven a levantarse las mismas barreras a una escala más importante todavía” (El Capital, trad. del francés, p. 1032, Ed. La Pléiade Économie II). No se ve aquí ninguna idea catastrofista, sino el desarrollo creciente de las contradicciones del capitalismo que alza los problemas a una escala cada vez más elevada. Está claro, sin embargo, que aunque le capitalismo no se hundirá por sí solo, no por ello podrá evitar sus antagonismos destructivos” ([55]).
Mal puede entenderse cómo podría el proletariado echar abajo al capitalismo si, como MR no para de querer demostrarlo en su libro, toda la historia del sistema desde la segunda mitad del siglo xx desmintiera la existencia de trabas al desarrollo de las fuerzas productivas.
Dicho lo cual, es perfectamente cierto que sólo el proletariado podrá abolir el capitalismo, lo cual no significa que el capitalismo no puede acabar desmoronándose bajo sus contradicciones fundamentales, lo cual no equivale ni mucho menos a su superación revolucionaria por parte del proletariado. En ningún lugar de su texto, MR demuestra formalmente que ese desmoronamiento sea imposible. En su lugar, lo que hace es calcar sobre la crisis del periodo de decadencia unas características de las crisis como las que aparecían en tiempos de Marx. Además para describir estas últimas, no se apoya en citas de Marx relativas a la saturación de los mercados, como la siguiente: “en el ciclo de su reproducción –un ciclo durante el cual no sólo hay reproducción simple, sino ampliada–, el capital describe no un círculo sino una espiral: llega un momento en que el mercado parece ser demasiado estrecho para la producción. Eso es lo que ocurre al final del ciclo. Pero lo que eso significa es, sencillamente, que el mercado está supersaturado. La sobreproducción es patente. Si el mercado se hubiera ampliado a la par con el crecimiento de la producción, no habría ni saturación en el mercado ni sobreproducción” ([56]).
MR prefiere los pasajes en los que Marx trata únicamente del problema de la baja de la cuota de ganancia. Eso le permite proclamar, escudándose tras la autoridad de Marx, que el capitalismo siempre se recuperará de sus crisis. Es cierto que la desvalorización del capital ocasionado por la crisis suele ser la condición para recuperar una cuota de ganancia que permita volver a acumular a una escala superior. El problema estriba en que explicar la crisis actual sobre todo por la contradicción consistente en la “baja de la cuota de ganancia”, es dejar de lado una realidad que ha generado el enorme endeudamiento que hoy conocemos. Hay otro problema en ese método que encierra a MR en las contradicciones de sus montajes especulativos, y es cuando afirma que: “Es totalmente incongruente afirmar –como suele ocurrir muy a menudo– que la perpetuación de la crisis desde los años 1980 se debería a la tendencia decreciente de la cuota de ganancia” ([57]).
En realidad, la evolución misma del capitalismo, ya antes de la Primera Guerra mundial, ya no dejó caracterizar las crisis como un fenómeno cíclico. Engels señala esa evolución en una nota añadida a El Capital, en la que dice: “la forma aguda del proceso periódico con su ciclo de diez años que hasta entonces venía observándose parece haber cedido el puesto a una sucesión más bien crónica y larga (…) cada uno de los elementos con los que se hace frente a la repetición de las antiguas crisis lleva en sí el germen de une crisis futura mucho más violenta” ([58]).
Esta descripción de Engels del surgimiento de la crisis abierta prefigura la crisis de la decadencia del capitalismo, cuya expresión violenta, general y profunda no tiene nada de cíclica sino que viene preparada por una acumulación de contradicciones, como lo atestiguan las dos guerras mundiales, la crisis de 1929 y los años 1930, la fase actual de la crisis abierta a finales de los años 1960.
Decir, como lo hace MR, apoyándose en citas de Marx fuera de contexto, que se refieren todas a la baja de la cuota de ganancia “El mecanismo mismo de la producción capitalista elimina pues los obstáculos que tal mecanismo crea” ([59]), no hace sino minimizar la importancia de las contradicciones que socavan el capitalismo en su fase de decadencia. A lo único que eso lleva es a subestimar la gravedad de la fase actual de la crisis, pues poner en segundo plano esas contradicciones contándonos trolas de que el capitalismo puede regularse etc.
Se nos podría objetar que las previsiones de Rosa Luxemburg se revelaron inexactas puesto que el agotamiento de los últimos mercados extra-capitalistas importantes en los años 1950 no hizo que el capitalismo se volviera “imposible”. Es una evidencia que en aquella fecha el capitalismo no se desmoronó. Sin embargo, si bien pudo proseguir su desarrollo fue gracias a hipotecar su futuro mediante dosis cada vez más masivas de créditos imposibles de reembolsar. El problema insuperable al que está enfrentada la burguesía hoy, sean cuales fueren las curas de austeridad que imponga a la sociedad, en ningún caso podrán mejorar la situación de un endeudamiento descomunal. Además, las suspensiones de pagos y las quiebras de cantidad de agentes económicos, incluidos los Estados, acarrearán una situación equivalente en sus asociados, agravando más si cabe las condiciones para que acabe derrumbándose el castillo de naipes. Y al no poder relanzar la economía lo suficiente mediante nuevas deudas o la máquina de billetes, el capitalismo no puede evitar una caída en la recesión. Y, contrariamente a las fascinantes fórmulas que aparecen en ese libro, esa caída no preparará, gracias a la desvalorización del capital que la acompañará, una futura recuperación. Lo que sí prepara, en cambio, es el terreno de la revolución.
Silvio (diciembre 2011)
[1]) Ediciones Contradictions. Bruselas, 2010.
[2]) Marx, traducido de Matériaux pour l’Économie – “Les crises”, p. 484, Éd. La Pléiade Économie II.
[3]) Marx. Traducido de la versión francesa, Principes d’une critique de l’économie politique, p. 268. Éd. La Pléiade Économie II.
[4]) Íbidem.
[5]) Marx, El Capital. Vol. III, cap. XXIX, p. 455. FCE, México.
[6]) “El en campo marxista sólo escasas veces se ha comprendido este análisis de las bases de la regulación keynesiano-fordista. Por lo que nosotros sabemos, no será sino en 1959 cuando se enuncie, por primera vez, una comprensión coherente de los Treinta Gloriosos” (DCC p. 74). MR cita un extracto del artículo publicado en octubre 1959 en el Boletín interno del grupo Socialisme ou Barbarie. Resulta que el grupo Socialismo o Barbarie entendió tan bien los Treinta Gloriosos que acabó deslumbrado por el boom de los años 1950 y, como consecuencia de su ceguera, acabaría poniendo en entredicho las bases de la teoría marxista. Leer al respecto, para más explicaciones, el articulo "Decadencia del capitalismo (XI) - El boom de la posguerra no cambió el curso en el declive del capitalismo [31]", en la Revista internacional, no 147. MR cita a Paul Mattick porque éste habría sabido también comprender el fenómeno de los Treinta Gloriosos. Dudamos que MR comparta realmente lo que Mattick dice en el pasaje siguiente: “Los economistas no distinguen entre economía a secas y economía capitalista, no son capaces de ver que la productividad y lo que es “productivo para el capital” son dos cosas diferentes, que los gastos tanto los públicos como los privados, sólo son productivos si generan plusvalía, y no sólo porque son bienes materiales u otros placeres de la vida”. (Crisis y teoría de las crisis, Paul Mattick, versión francesa de Éditions Champ Libre. Subrayado nuestro) En otras palabras, las medidas keynesianas, no productoras de plusvalía acaban esterilizando capital.
[7]) El Capital. Libro III, sección III.
[8]) DCC, p. 27.
[9]) Teorías sobre la plusvalía (o Tomo IV de El Capital), III, p. 46. FCE, México (1980) (Tomo 14 de Obras fundamentales de Marx y Engels).
[10]) ídem, p47.
[11]) Marx, trad. del francés de Le Capital livre IV, tome 2. p. 560. Éd sociales.
[12]) Marx, El Capital. Libro III, sec. III: “Ley de la baja tendencial de la tasa de ganancia” (en otras ediciones: Ley de la tendencia decreciente de la cuota de ganancia), cap. XV “Desarrollo de las contradicciones internas de la ley”, 3. Exceso de capital con exceso de población, https://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/capital3/MRXC3615.htm [32]
[13]) Marx. El Manifiesto comunista; “Burgueses y proletarios”, https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/48-manif.htm [33].
[14]) Marx, El Capital. L. II, “El proceso de circulación del capital”, Sec. I, “Las metamorfosis del capital…”, https://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/capital2/MRXC2404.htm [34]
[15]) DCC p. 36, subrayado nuestro
[16]) DCC p. 38.
[17]) Como así hicieron en el prefacio de la edición de 1872 señalando las insuficiencias reveladas por la experiencia de la Comuna de París, y lo que hizo Engels en la edición de 1890 señalando las evoluciones habidas en la clase obrera desde la primera edición de El Manifiesto.
[18]) DCC, p. 38.
[19]) Sobre estos temas, recomendamos la lectura de “Rosa Luxemburg y los límites de la expansión del capitalismo” y “La Comintern y el virus del “luxemburguismo” en 1924” en las Revista internacional nos 142 y 145.
[20]) DCC, p. 36
[21]) Ibídem.
[22]) Reproducimos in extenso el contexto de la cita de Marx, en la que, de hecho, éste trata de la relación entre el capitalismo y la libre competencia: “El reino del capital es la condición de la libre competencia, del mismo modo que el despotismo de los emperadores romanos era la condición del libre derecho de Roma. Mientras el capital es débil, intenta apoyarse en las muletas de un modo de producción desaparecido o en vías de desaparición; en cuanto se siente fuerte, tira sus muletas y se mueve según sus propias leyes. De igual modo, en cuanto empieza a notarse y a ser notado como una traba para el desarrollo, busca refugio en formas que, a la vez que parecen rematar el reino del capital, anuncian también, por el freno que imponen la disolución del capital y del modo de producción en que se basa la libre competencia”.
[23]) Marx y Engels, El Manifiesto comunista; “Burgueses y proletarios”, ed. bilingüe, Grijalbo, Barcelona.
[24]) DCC p. 39.
[25]) DCC p. 39 et 40.
[26]) Citado en Howard Zinn, Una historia popular de Estados Unidos.
[27]) DCC p. 40.
[28]) Fritz Sternberg, Le conflit du siècle (El conflicto del siglo), p. 75. Éditions du Seuil.
[29]) Marx. Traducido del francés, Matériaux pour l’Économie, p. 489. La Pléiade, Économie II.
[30]) Ver al respecto las explicaciones del libro le Conflit du siècle, pp. 51, 53 y 151.
[31]) DCC p. 47.
[32]) El imperialismo, fase superior del capitalismo.
[33]) Rosa Luxemburg, Introducción a la economía política [35], “6. Las tendencias de la economía capitalista”.
[34]) Párrafo siguiente de la cita anterior.
[35]) DCC p. 14.
[36]) DCC p. 106.
[37]) Marx, Salario, precio y ganancia, “La lucha entre el capital y el trabajo, y sus resultados”.
https://www.marxists.org/espanol/m-e/1860s/65-salar.htm#xiv [36].
[38]) DCC p. 86.
[39]) Michel Husson es, según Wikipedia, un antiguo militante del Partido socialista unificado (PSU, socialdemócrata), de la Liga comunista revolucionaria (LCR, trotskista) de cuyo comité central ha formado parte. Es miembro del Consejo científico de Attac y apoyó la candidatura de José Bové (altermundista) a la elección presidencial francesa de 2007. Alain Bihr, también según la misma fuente, se reivindica del comunismo libertario y es conocido como especialista de la extrema derecha francesa (especialmente del Frente nacional) y del negacionismo.
[40]) DCC p. 8.
[41]) https://www.capitalisme-et-crise.info/telechargements/pdf/FR_JG_Quelles_politiques_économiques_contre_la_crise_et_le_chômage_1.pdf [37]
[42]) DCC p. 8.
[43]) Cf. “Chronique du 6 mai 2001”. https://regards.fr/nos-regards/michel-husson/la-gauche-et-l-emploi [38]
[44]) Ya criticamos esta idea en un artículo de la Revista internacional no 74, "El proletariado sigue siendo la clase revolucionaria [39]".
[45]) DCC p. 84.
[46]) Marx y Engels, Manifiesto comunista; “Burgueses y proletarios”, Ed. Grijalbo.
[47]) Ver el artículo "Decadencia del capitalismo (X) – Para los revolucionarios, la Gran Depresión confirma la caducidad del capitalismo [40]", Revista internacional no 144. .
[48]) MR avanza la idea de que la imposibilidad económica objetiva del capitalismo que está en la visión luxemburguista habría sido responsable del inmediatismo que habría manifestado en el IIIer Congreso de la Internacional Comunista cuando “el KAPD (escisión opositora del Partido Comunista alemán) defiende una teoría de la ofensiva a toda costa, apoyándose en la visión luxemburguista de que el proletariado estaría ante “la imposibilidad económica objetiva del capitalismo” y ante “el hundimiento económico inevitable del capitalismo... “ (Rosa Luxemburg, La Acumulación del capital)” (DCC, p. 54).
Cuando Rosa Luxemburg defiende efectivamente la perspectiva de una imposibilidad del capitalismo, tal perspectiva no se aplica claramente al futuro inmediato. Y ocurre que, justamente, MR o sus allegados atribuyen fraudulentamente a Rosa Luxemburg semejante perspectiva como inmediata, habida cuenta de la insuficiencia de los mercados extra-capitalistas en relación con las necesidades de la producción. Eso lo que explicamos en la nota siguiente. Para una idea más exacta de las causas del inmediatismo que se manifestó en el movimiento obrero sobre la perspectiva, remitimos al lector al artículo: "Decadencia del capitalismo (VIII) - La edad de las catástrofes [41]", Revista internacional no 143 (2010).
[49]) “Para una buena explicación y critica de la teoría de la acumulación de Rosa Luxemburg” (DCC p. 36), MR nos dirige hacia el articulo siguiente: “Teoría de las crisis: Marx-Luxemburg (I)” (https://www.leftcommunism.org/spip.php?article110 [42]).
En la página web recomendada, leemos el artículo “La acumulación del capital en el s. XX-I” (https://www.leftcommunism.org/spip.php?article223 [43]) y nos llevamos la sorpresa de que, según Rosa Luxemburg, citada à partir de su obra La acumulación del capital, “el capitalismo había alcanzado “la fase última de su carrera histórica: el imperialismo” pues “el campo de expansión que se le ofrece aparece mínimo en comparación con el alto nivel alcanzado por el desarrollo de las fuerzas productivas capitalistas…”.” Incrédulos, volvimos a abrir la obra citada y nos encontramos con algo muy diferente. Lo que para Rosa Luxemburg es mínimo (comparado con el alto nivel alcanzado por desarrollo de las fuerzas productivas capitalistas), no es, como dice el artículo, el campo de expansión que se ofrece al capitalismo, sino los medios no capitalistas que no se hallen todavía agotados. La diferencia es importante pues en aquel entonces, las colonias poseían todavía una proporción importante de mercados extra-capitalistas vírgenes o no agotados, mientras que tales mercados eran efectivamente mucho más escasos fuera de las colonias y de los países industrializados. La restitución exacta de lo que realmente dice Rosa Luxemburg evidencia el truco realizado por los amigos de MR. En esa cita, subrayamos lo que está en el artículo que denunciamos y hemos puesto en negrita una idea importante dejada de lado por el autor de dicho artículo: “El imperialismo es la expresión política del proceso de la acumulación del capital en su lucha para conquistar los medios no capitalistas que no se hallen todavía agotados. Geográficamente, estos medios abarcan, aún hoy, los más amplios territorios de la Tierra. Pero (…) comparados con el grado elevado de las fuerzas productivas del capital, el campo parece todavía pequeño para la expansión de éste…”, La acumulación del capital, cap. XXXI : “Aranceles protectores y acumulación”, vol. II, Ed. Orbis, Barcelona, 1985.
[50]) La acumulación del capital, op. cit.
[51]) Para más información sobre las posiciones políticas de Paul Mattick leer el artículo "Decadencia del capitalismo (X) – Para los revolucionarios, la Gran Depresión confirma la caducidad del capitalismo [40]", Revista internacional no 146 (2011).
[52]) Paul Mattick. Crisis y teoría de la crisis, cap. 3 « Los epígonos », ediciones Península (1975).
[53]) NDLR : no hemos logrado encontrar esa cita en dicho libro. En cambio, hay otra parecida de Lenin en el Informe sobre la situación internacional y las tareas fundamentales de la IC: “Situaciones absolutamente sin salida no existen”. Sin embargo, no se refiere a la crisis económica sino a la crisis revolucionaria.
[54]) DCC p. 117 et 118.
[55]) DCC p. 53.
[56]) Trad. de la ver. francesa: Matériaux pour l’Économie, “Les crises”. p. 489, La Pléiade, Économie II.
[57]) DCC p. 82.
[58]) Nota de Engels añadida a El Capital, vol. III, cap. XXX “Capital-dinero y capital efectivo”, p. 459 de la edición del F.C.E. (México)
[59]) La referencia que da MR es esta: Le Capital (vers. francesa), Livre I, 4e edición alemana; Éditions sociales 1983, p. 694. No hay más precisiones sobre qué sección del libro. No hemos encontrado una frase equivalente en marxists.org. Sí existe, en cambio, un pasaje de Marx que corresponde más o menos a la idea de la cita en el libro de El Capital. Es éste: “Es decir, que el propio mecanismo del proceso de de producción capitalista se encarga de vencer los obstáculos pasajeros que él mismo crea” (Libro I, s. VII, c. XXIII: “La ley general de la acumulación capitalista”, p. 523, El Capital, FCE, México).
En el artículo anterior de esta serie ([1]), demostramos cómo la “teoría de la decadencia”, que una minoría intransigente persistimos en defender pese al aparente triunfo del capitalismo durante el boom de la posguerra, ha ganado nuevos adeptos al proporcionar un marco histórico coherente a las posiciones revolucionarias que la nueva generación ha adquirido de una forma más o menos intuitiva: oposición a sindicatos y al reformismo, rechazo de las luchas de liberación nacional y alianzas con la burguesía, con la comprensión de que los países supuestamente “socialistas” fueron o son una forma de capitalismo de Estado y así sucesivamente.
A finales de los 60 y principios de los 70, la crisis abierta del capitalismo apenas estaba comenzando; durante las cuatro décadas siguientes se hizo más evidente que era insuperable. Por ello cabría esperar que la mayoría de elementos atraídos por el internacionalismo en estos tiempos se convencieran más fácilmente de que el capitalismo es realmente un sistema social obsoleto y decadente. Pero este no fue el caso, podríamos hablar incluso de un rechazo persistente de la teoría de la decadencia, y especialmente en las nuevas generaciones de revolucionarios que comenzaron a surgir en la primera década del siglo xxi y, simultáneamente, de una tendencia a cuestionarla o rechazarla abiertamente, por parte de muchos elementos que antes la compartían.
Respecto al rechazo por parte de las nuevas generaciones de revolucionarios, estamos hablando esencialmente de los elementos internacionalistas influidos por diferentes tipos de anarquismo. El anarquismo reverdeció en los 2000, y es fácil comprender su capacidad de atracción hacia jóvenes deseosos de luchar contra el capitalismo y al mismo tiempo muy críticos frente a izquierda “oficial”, muchos de entre los cuales consideraron que fue una catástrofe el hundimiento del “socialismo realmente existente” en el bloque del Este. Pero, a menudo, a la nueva generación le atrae el anarquismo porque lo ve como una corriente que no ha traicionado la causa del socialismo a diferencia de los socialdemócratas, estalinistas y trotskistas.
Analizar por qué en los países centrales del capitalismo las diversas corrientes anarquistas atrajeron tanto a la nueva generación y no lo hizo la Izquierda Comunista que es sin duda la corriente más coherente de entre las corrientes políticas que se mantuvieron fieles a los principios proletarios tras la terrible derrota que va desde finales de los años 20 hasta finales de los 60 del siglo xx, daría para otro artículo. El problema de la organización de los revolucionarios –la cuestión del “partido”– manzana de la discordia tradicional entre marxistas y elementos revolucionarios del anarquismo, es sin duda una cuestión central. Pero en este artículo, nuestra principal preocupación es la cuestión concreta de la decadencia del capitalismo. ¿Por qué la mayoría de anarquistas, incluyendo a aquellos que verdaderamente se oponen a las prácticas de reformistas y abogan por la necesidad de una revolución internacional, rechazan con tal vehemencia esa noción?
Es cierto que algunos de los mejores militantes anarquistas no siempre han tenido esa reacción. En una serie anterior ([2]), mostramos cómo compañeros anarquistas como Maximoff no tuvieron ningún reparo en explicar que tanto la crisis económica mundial como la marcha hacia la guerra imperialista eran expresión de unas relaciones sociales que se habían convertido en obstáculo para el progreso de la humanidad, que correspondían a un modo de producción en declive.
Ese punto de vista siempre ha sido, sin embargo, minoritario dentro del movimiento anarquista. A un nivel más profundo, aunque muchos anarquistas reconocen que la contribución de Marx a la comprensión de la política económica es irremplazable, su punto de vista sobre el método histórico que subyace tras la crítica de capital que hace Marx es mucho más severo. Desde Bakunin, siempre hay en los anarquistas una fuerte tendencia a considerar el “materialismo histórico” (o, si se prefiere, el enfoque materialista de la historia) como una forma de determinismo duro que subestima y rebaja el elemento subjetivo en la revolución. Bakunin en particular consideró que era un pretexto del “Partido de Marx” para llevar una práctica fundamentalmente reformista que defendía que en aquella época el capitalismo aún no había agotado su utilidad histórica para la humanidad, que la revolución comunista no estaba aún al orden del día y que la clase trabajadora debía desarrollar sus fuerzas y confianza en sí misma dentro de la sociedad burguesa; en eso se basaba para Marx la defensa del trabajo sindical y la creación de partidos obreros que, entre otras cosas, debían participar en las elecciones burguesas. Para Bakunin, el capitalismo siempre estuvo maduro para la revolución. Por extensión, como los marxistas de hoy en día defienden que las viejas tácticas ya no son válidas, esta posición es a menudo ridiculizada por los anarquistas actuales como una justificación retrospectiva de los errores de Marx y una manera de evitar la desagradable conclusión de que los anarquistas siempre habrían tenido razón.
Aquí solo vamos a evocar el tema; volveremos a él al tratar de una versión más elaborada de ese mismo argumento que es la que defiende el grupo Aufheben en una serie de artículos en los que critican la noción de decadencia y que muchos en el entorno comunista libertario consideran como la última palabra sobre la cuestión. Pero hay otros factores que considerar cuando se trata de saber por qué la generación actual rechaza lo que es para nosotros hoy la piedra angular teórica de una plataforma, factores que están menos ligados a la tradición anarquista.
Nos enfrentamos a la siguiente paradoja: mientras que para nosotros, el capitalismo parece descomponerse más y más, hasta el punto que podemos hablar de la fase final de su decadencia, para muchos otros, la capacidad del capitalismo para alargar ese proceso de declive es la prueba para rechazar el propio concepto de declive. En otras palabras, para ciertos revolucionarios cuanto más dura un capitalismo senil y cuando más se acerca a su final catastrófico mayor es su capacidad para renovarse casi infinitamente.
Es tentador hacer aquí un poco de psicología. Ya hemos observado ([3]) que la perspectiva de su propio final es un elemento del rechazo por la burguesía no sólo del marxismo sino incluso de sus propios intentos por comprender científicamente el problema del valor, ya que ello implicaría comprender que el capitalismo es un sistema fugaz condenado a morir por sus propias contradicciones internas. Sería sorprendente que esta ideología de negación no afectara también a aquellos que intentar romper con la visión burguesa del mundo. De hecho, a medida que la burguesía se aproxima a su final real más tentada está de huir desesperadamente de la realidad y cabe esperar que este mecanismo de defensa cale en todas las capas de la sociedad incluyendo a la clase obrera y sus minorías revolucionarias. Al fin y al cabo ¿qué hay más aterrador?, ¿que nos puede impulsar más a huir o a meter la cabeza en la arena que la realidad de un capitalismo agonizante que puede acabar con todos nosotros en sus últimos estertores?
Pero el problema es más complejo. En primer lugar está conectado con la forma en que ha evolucionado la crisis en los últimos cuarenta años, que ha hecho más difícil diagnosticar la gravedad real de la enfermedad mortal del capitalismo.
Como hemos observado, las primeras décadas tras 1914 pusieron muy claramente en evidencia que el capitalismo estaba en declive. En los años 50 y 60 del siglo xx, durante el boom de la posguerra, algunos elementos del movimiento político proletariado empiezan a manifestar dudas profundas de que el capitalismo esté realmente en su fase de decadencia. El retorno de la crisis –y la lucha de clases– a finales de los 60 permitieron ver la naturaleza efímera de ese boom y redescubrir las bases de la crítica marxista de economía política. Pero al mismo tiempo que se confirmaba el carácter “permanente” de la crisis desde finales de la década de los 60 y, sobre todo, con la explosión más reciente de todas las contradicciones acumuladas en aquel periodo (la “crisis de la deuda”), la duración de la crisis ponía de manifiesto la extraordinaria capacidad del capitalismo para adaptarse y sobrevivir a costa de manipular sus propias leyes y acumular problemas cada vez más devastadores a largo plazo. Es cierto que la CCI, en algunas ocasiones ha subestimado esas capacidades: algunos de los artículos publicados en los años 1980 –decenio en que el desempleo volvió a formar parte de la vida diaria– no previeron el boom (o más bien los auges, puesto que también fueron muchas las recesiones) de los años 1990 y 2000, y es cierto que no habíamos previsto la posibilidad de que un país como China se industrializase al ritmo frenético en que lo ha hecho, grosso modo, en los 2000. Para una generación nacida en esas condiciones donde el consumismo desenfrenado de los países desarrollados deja por los suelos a la sociedad de consumo de la década de los 50 y 60 del siglo xx, es comprensible que hablar de decadencia del capitalismo pueda parecer algo arcaico. La ideología oficial de la década de 1990 y principios del 2000, fue que el capitalismo había triunfado en toda regla y que el neoliberalismo y la globalización abrían la puerta a una nueva era de prosperidad sin precedentes. En Gran Bretaña, por ejemplo, Gordon Brown portavoz económico del Gobierno de Tony Blair, proclamó, en su discurso sobre el presupuesto de 2005, que el Reino Unido era consciente de que se asistía al periodo de crecimiento económico más largo desde que, en 1701, empezaron a recogerse esos datos. No es sorprendente que las versiones “radicales” de estas ideas se repitan, incluso entre los defensores de la revolución. Después de todo, la clase dominante sigue peleándose en su propio seno sobre si finalmente ha logrado zafarse del ciclo “expansión-recesión”. Muchos “prorrevolucionarios”, que son capaces de citar a Marx sobre las crisis periódicas del siglo xix y explicar que aun puede haber crisis periódicas que sirven para limpiar la economía de sus ramas muertas y que la economía crezca de nuevo, también se hacen eco de ese discurso.
Todo esto es muy comprensible, pero lo es mucho menos cuando proviene de las filas de la Izquierda comunista, sabedora del carácter enfermizo de crecimiento capitalista en su periodo de declive. Y sin embargo, desde la década de 1970, hemos tenido una serie de deserciones a la teoría de la decadencia en las filas de la Izquierda comunista y de la CCI en particular, a menudo con severas crisis organizativas.
Aquí no es el lugar para analizar el origen de esas crisis. Podemos decir que en las organizaciones políticas proletarias las crisis son momentos inevitables de sus vidas, basta una ojeada a la historia del partido bolchevique o de las izquierdas alemana o italiana para confirmarlo. Las organizaciones revolucionarias son una parte de la clase obrera, que es una clase constantemente bajo la inmensa presión de la ideología dominante. La vanguardia también sufre esa presión y se ve obligada a llevar una lucha permanente contra ella. Crisis organizativas en general ocurren en momentos en que una parte o incluso toda la organización se enfrenta –o sucumbe– a una dosis especialmente fuerte de ideología dominante. Muy a menudo, estos ataques son iniciados o exacerbados por la necesidad de hacer frente a nuevas situaciones o crisis más amplias en la sociedad.
En la CCI las crisis casi siempre se han centrado en cuestiones organizativas y de comportamiento político. Pero también es significativo que casi todas las escisiones importantes que hemos vivido también han puesto en entredicho nuestra visión de la época histórica.
En 1987, en la Revista Internacional 48, comenzamos la publicación de una nueva serie titulada “Comprender la decadencia del capitalismo”. Fue una respuesta al hecho de que, cada vez más elementos, dentro o alrededor del movimiento revolucionario, fueron cambiando de opinión sobre el concepto de decadencia. El primero de los tres artículos de la serie ([4]) fue una respuesta a las posiciones del grupo comunista internacionalista (GCI), que originalmente fue una escisión de la CCI a finales de la década de 1970. Algunos de los elementos que inicialmente formaron el GCI pretendían ser los continuadores del trabajo de la Fracción italiana de la Izquierda comunista y que se oponían a las supuestas “desviaciones consejistas” de la CCI. Pero tras las nuevas escisiones del GCI, el propio grupo evolucionó hacia lo que en la Revista Internacional calificamos de “bordiguismo anarco-punk”: una extraña combinación de conceptos sacados del bordiguismo como el de la “invariación” del marxismo y una regresión hacia una visión voluntarista al estilo de Bakunin. Estos dos elementos llevaron al GCI a oponerse enérgicamente a la idea de que el capitalismo hubiera tenido una fase ascendente y una fase decadente, tesis defendida principalmente en el artículo “¿Teorías de la decadencia o decadencia de la teoría?” (El comunista no 23, 1985).
El artículo de la Revista internacional refuta una serie de acusaciones que nos hace el GCI. Entre ellas el burdo sectarismo del GCI que mete en el mismo saco a los grupos que defienden que el capitalismo está en decadencia y a los Testigos de Jehová, la secta Moon o los neonazis, el GCI demostró su ignorancia al hacer afirmaciones como que el concepto de decadencia nació después de la derrota de la ola revolucionaria de 1917-23 y que “algunos productos de la victoria de la contrarrevolución comenzaron a teorizar un “período” de estancamiento y de “declive”” ; sobre todo, el artículo muestra que lo que subyace tras la “anti-decadencia” del GCI, es su abandono del análisis materialista de la historia en favor del idealismo anarquista.
Lo que el GCI rechaza realmente del concepto de decadencia, es la idea de que el capitalismo hay sido en su tiempo un sistema ascendente que desempeñó un papel progresista para la humanidad: de hecho el GCI rechaza la noción misma de progreso histórico. Para él, es simple ideología para justificar la “civilización” del capitalismo: “la burguesía presenta todos los modos de producción que precedieron como “salvajes” y “bárbaros” que con la evolución de la historia se irían “civilizando” progresivamente. El modo de producción capitalista es, por supuesto, la encarnación más alta y final de la civilización y el progreso. La visión evolutiva corresponde, por tanto, al “ser social capitalista” y no es por nada que esta visión se ha aplicado a todas las Ciencias (es decir, a todas interpretaciones parciales de la realidad desde el punto de vista burgués): Ciencias de la naturaleza (Darwin), Demografía (Malthus), lógica, historia, filosofía (Hegel)...” (Ídem).
El que la burguesía tenga una determinada visión del progreso en la que todo culmina con el dominio del capital, no implica, ni mucho menos, que todo concepto de progreso sea falso: por eso Marx no rechaza los descubrimientos de Darwin sino que los toma en consideración –interpretándolo correctamente a través de una visión dialéctica y no lineal– como un argumento adicional para su visión de la historia.
Esto no significa que la visión marxista del progreso histórico suponga adherir ni cerrar filas con la clase dominante, como presupone el GCI: “los decadentistas están por la esclavitud hasta determinada fecha, por el feudalismo hasta otra… por el capitalismo hasta 1914!, Debido a su culto del progreso, se oponen a cada etapa de la guerra de clases protagonizada por los explotados, se oponen a los movimientos comunistas que han tenido la desgracia de estallar en el “periodo inapropiado”” (ídem). El movimiento marxista al tiempo que reconoce que en el siglo xix el capitalismo aún no había creado las condiciones de la revolución comunista, siempre considera su papel de defensa intransigente de los intereses de clase del proletariado en la sociedad burguesa y reconoció “retrospectivamente” la importancia vital de las revueltas de los explotados en las sociedades de clases anteriores aun a sabiendas que esas revueltas no podrían conducir a la sociedad comunista.
A menudo ese radicalismo superficial del GCI lo encontramos también en maridaje con concepciones abiertamente anarquistas a las que dan una justificación pseudomarxista más “sofisticada” para mantener sus viejos prejuicios. Mientras que los anarquistas pueden reconocer que Marx hizo algunas contribuciones teóricas (crítica de la economía política, concepto de alienación, etc.), no toleran su práctica política de construir partidos obreros que participasen en el Parlamento, de desarrollar los sindicatos e incluso, en ciertos casos, de apoyar determinados movimientos nacionales. Para ellos, todas esas prácticas (con la excepción quizás del desarrollo de sindicatos) ya eran burguesas en su momento (o autoritarias) y siguen siendo burguesas (o autoritarias) hoy.
Este rechazo categórico de una parte del pasado del movimiento obrero no garantiza, ni mucho menos, que sus posiciones actuales sean radicales. Como concluye el segundo artículo de la serie: “…para los marxistas, las formas de lucha del proletariado dependen de las condiciones objetivas en que se desarrollan y no de principios abstractos de rebelión eterna. La manera para juzgar la validez de una estrategia, de una forma de lucha, es basándose en un análisis objetivo de la relación de fuerzas entre las clases visto en su dinámica histórica. Fuera de esta base materialista, cualquier toma de posición sobre los medios de la lucha proletaria se apoya en arenas movedizas, lleva a la desorientación en cuanto aparecen las típicas y superficiales formas de la ‘rebelión eterna’ como la violencia en sí, la antilegalidad, etc.” ([5]). Y el articulo lo prueba al poner en evidencia el coqueteo del GCI con Sendero Luminoso en Perú. El GCI ha defendido más recientemente esa misma posición respecto a la violencia de la yihad en Irak ([6]).
La serie que publicamos en la década de los 80 contenía también una respuesta a otro grupo nacido de una escisión de la CCI en 1985: la Fracción Externa de CCI (FECCI) que publicó la revista Perspective Internationaliste (PI). La FECCI, que mentía al afirmar que sus miembros habían sido excluidos de la CCI, dedicó gran parte de sus primeras polémicas a dar “pruebas” de la “degeneración de la CCI”, de su “estalinismo”, y que la FECCI se había fundado para defender la plataforma de la CCI contra la propia CCI, de ahí su nombre. Finalmente abandonó la denominación “FECCI” para adoptar el nombre de su publicación.
Sin embargo PI, a diferencia del CGI, nunca dijo que rechazase la noción de ascenso ni de decadencia del capitalismo: explicó que quería profundizar y aclarar esos conceptos. Es, sin duda, un proyecto loable. El problema es que sus innovaciones teóricas añaden muy poco a un análisis profundo y diluyen lo más básico.
PI desarrolla, por un lado, una periodización “paralela” del capitalismo basada en lo que ellos llaman la transición de la dominación formal a la dominación real del capital que, en la versión de PI, corresponde más o menos al mismo marco histórico en que el capitalismo “tradicional” entra en su período de decadencia a principios del siglo XX. En la visión de PI, la creciente penetración global de la ley del valor en todos los ámbitos de la vida económica y social constituye la dominación real de capital, y esto es lo que nos da la clave para comprender las fronteras de clase que para la CCI se basan en la noción de decadencia: el fracaso de la labor sindical, el parlamentarismo y el apoyo a la liberación nacional, etc.
Es cierto que la aparición del capitalismo real como una economía global, su “dominación” efectiva del mundo corresponde a la apertura del período de decadencia; y, como lo subraya PI, este período se caracterizó por incrementar la penetración de la ley del valor en casi todos los rincones de la actividad humana. Pero como defendemos en nuestro artículo de la Revista Internacional nº 60 ([7]), la definición que da PI a la transición entre la dominación formal y la dominación real parte de un concepto elaborado por Marx y lo saca del significado que ésta le daba. Para Marx, la transición en cuestión era el paso del periodo de la manufactura –cuando el trabajo artesanal fue agrupado por capitalistas individuales sin transformar realmente los antiguos métodos de producción– al del sistema fabril basado en el trabajo colectivo. Fundamentalmente, este cambio ya había tenido lugar en la época de Marx, cuando el capitalismo no “domina” todavía todo el planeta: su expansión posterior estaría basada en la “dominación real” del proceso de producción. Nuestro artículo mostraba que el punto de vista de los bordiguistas de Communisme ou Civilisation era más coherente cuando defendía la posibilidad del comunismo en 1848, ya que, para ese grupo, esta fecha marca de hecho la transición a la dominación real.
Además, PI, al poner en entredicho el concepto de decadencia heredado de la CCI, desarrolló otro argumento: la acusación de “productivismo”. En una de sus primeras arremetidas (PI nº 28, otoño de 1995), Mac Intosh dijo que todos los grupos de la Izquierda comunista desde Bilan hasta los grupos actualmente existentes, como la CCI o el BIRP, sufren de la misma enfermedad: están “desesperada e inextricablemente sumidos en el productivismo, que es el caballo de Troya del capital dentro del campo marxista. Este productivismo toma como medida del progreso histórico y social el desarrollo de la tecnología y de las fuerzas productivas; desde esta perspectiva teórica, en tanto que un modo de producción garantice el desarrollo tecnológico, debe ser considerado como históricamente progresivo.” El folleto de la CCI, La decadencia del capitalismo ([8]), es objeto de su crítica más furibunda. Nuestro folleto rechaza la idea de Trotski expresada en el documento programático de 1938: Programa de transición – La agonía del capitalismo y las tareas de la Cuarta Internacional ([9]), de que las fuerzas productivas de la humanidad han dejado de crecer; nuestro folleto define la decadencia como un período en el que las relaciones de producción actúan como un obstáculo al desarrollo de las fuerzas productivas, pero no como una barrera absoluta y hace una simulación tratando de mostrar cómo podría haber sido el desarrollo del capitalismo si no hubiera estado limitado por sus contradicciones internas.
Mac Intosh se focaliza en ese pasaje, contradiciéndolo con diversas cifras que mostrarían, según él, tasas de crecimiento tan fenomenales en el periodo decadente que cualquier noción de decadencia, vista como desaceleración en el desarrollo de las fuerzas productivas debería sustituirse por la idea de que es precisamente el crecimiento del sistema lo que es profundamente inhumano –como pone en evidencia, por ejemplo, la expansión de la crisis ecológica.
Otros miembros de PI continuaron en la misma dirección, por ejemplo en el artículo: “For a Non-productivist Understanding of Capitalist Decadence” escrito por E.R. en PI 44 ([10]). Pero ya había habido una respuesta suficientemente profunda a Mac Intosh en el no 29 de PI ([11]) escrita por M. Lazare (ML). Si hacemos caso omiso de la caricatura ocasional de las pretendidas caricaturas de la CCI, ese artículo muestra cómo la crítica del productivismo que hace Mac Intosh está precisamente encerrada en una lógica productivista ([12]). Pone primero en cuestión el uso que hace Mac Intosh de las cifras que demostrarían que el capital habría crecido multiplicándose por 30 entre 1900 y 1980. ML muestra que esta cifra es mucho menos impresionante si la medimos en términos de tasa anual lo que nos da un crecimiento promedio del 4.36 % anual. Pero, sobre todo, defiende la idea de que, hablando en términos cuantitativos, a pesar del impresionante crecimiento que el capitalismo decadente haya podido conocer, si miramos el enorme desperdicio de fuerzas productivas que se pierde en burocracia, armamento, publicidad, finanzas, una multitud de “servicios” innecesaria y la crisis económica casi permanente o recurrente, la expansión propiamente dicha de la actividad productiva real podría haber sido mucho mayor. En este sentido, la idea de que el capitalismo es una traba que frena pero no paraliza totalmente el desarrollo de las fuerzas productivas, incluso en términos capitalistas, sigue siendo plenamente válida. Como escribió Marx, el capital es una contradicción viva y “el verdadero freno de la producción capitalista es el propio capital” ([13]). Sin embargo y muy acertadamente, ML no se queda ahí. La cuestión de la “calidad” del desarrollo de las fuerzas productivas en el período de decadencia se plantea en cuanto incluimos en la ecuación factores tales como el despilfarro o la guerra. A diferencia de algunas insinuaciones de ML, la visión que tiene la CCI de la decadencia nunca ha sido puramente cuantitativa, siempre ha tenido en cuenta el “costo” humano de la supervivencia prolongada del sistema. Y no hay nada en nuestra visión de la decadencia, excluyendo la idea, también emitida por ML, de que necesitamos una concepción mucho más profunda de lo que significa exactamente el desarrollo de las fuerzas productivas. Las fuerzas productivas no son intrínsecamente capital - ilusión mantenida tanto por los primitivistas que consideran el progreso técnico como la fuente de todo mal, como por los estalinistas que miden el avance hacia el “comunismo” en términos de cemento y acero. En la base de las fuerzas productivas de la humanidad está su poder creativo, y el movimiento hacia el comunismo puede medirse por el grado de liberación de la capacidad de creatividad humana. La acumulación de capital –”producción por la producción”– fue un paso en esa dirección, pero una vez que ha establecido los requisitos previos para una sociedad comunista, ha dejado de desempeñar un papel progresivo. En ese sentido, al contrario de una visión productivista, la izquierda comunista italiana fue uno de los primeros en criticar abiertamente tal visión, pues ya había rechazado las loas de Trotski a los milagros de la producción “socialista” en la URSS estalinista, insistiendo en que los intereses de la clase obrera (inclusive en un “Estado proletario”) eran forzosamente antagónicos a las necesidades de la acumulación (ML plantea lo mismo, a diferencia de las acusaciones que Mac Intosh lanza contra la tradición de la Izquierda Comunista).
Para Marx, como para nosotros, la “misión progresista” del capital se mide por el grado de su contribución a la liberación del poder creativo humano, hacia una sociedad donde la medida de la riqueza ya no es el tiempo de trabajo sino el tiempo libre. El capitalismo es un paso inevitable hacia ese horizonte, pero su decadencia señala precisamente que este potencial solo puede lograrse mediante la abolición de las leyes de la capital.
Es crucial considerar este problema en toda su dimensión histórica que abarca tanto el futuro como el pasado. El capital intenta mantener la acumulación dentro del corsé de los límites globales y con ello crea una situación donde no sólo el potencial humano está constreñido sino que la supervivencia de la humanidad está en peligro a medida que las contradicciones de las relaciones sociales capitalistas se expresan cada vez más violentamente, provocando la ruina de la sociedad. Esto es sin duda a lo que se refiere Marx en los Grundrisse cuando habla de desarrollo como declive ([14]).
Una ilustración actual: China, cuyas tasas de crecimiento vertiginoso obsesionan tanto a los antiguos incondicionales de la teoría de la decadencia. ¿El capital chino desarrolla las fuerzas productivas? Desde sus propios criterios, sí, pero ¿en qué contexto histórico se da? Es cierto que la expansión del capital chino ha incrementado la cantidad del proletariado industrial mundial, pero esto ha ocurrido a través de un amplio proceso de desindustrialización en el Oeste y la pérdida de muchos sectores centrales del proletariado en sus países de origen, perdiendo con ellos gran parte de sus tradiciones de lucha. Al mismo tiempo, el coste ecológico del “milagro” chino es enorme. Las necesidades de materias primas para el crecimiento industrial de China conducen a un saqueo acelerado de los recursos mundiales y la producción resultante lleva consigo un gran aumento de la contaminación global. En el plano económico, China depende totalmente del mercado de consumo occidental. Tanto desde el punto de vista del mercado interno como de las exportaciones, las perspectivas a medio plazo para China son a la baja, al igual que para los países europeos o para Estados Unidos. La única diferencia es que este país caerá desde más arriba ([15]). Pero bien podría perder su liderazgo, o al menos una parte de él si, a su vez, acaba siendo sacudida por quiebras en serie ([16]). China tarde o temprano se verá envuelta en la dinámica recesiva de la economía mundial.
En el siglo xix Marx pensaba que no era necesario el desarrollo capitalista en Rusia pues a nivel mundial las condiciones para el comunismo ya se habían dado a escala mundial. ¿No será eso hoy más válido todavía?
En 2003-04, iniciamos una nueva serie de artículos sobre la decadencia, en respuesta a una serie de ataques contra ese concepto, sobre todo a causa de unos indicios preocupantes procedentes del Buró Internacional por un Partido Revolucionario (BIPR) – llamado ahora Tendencia Comunista Internacionalista (TCI) – cuyas posiciones se basaban fundamentalmente en una noción de decadencia, y parecía estar influido ahora por las presiones “antidecadentistas” dominantes.
En una toma de posición “Elementos de reflexión sobre las crisis de la CCI” de febrero de 2002 y publicado en la revista Internationalist Communist no 21, el concepto de decadencia es criticado así: “tan general como confuso”, “ajeno a la crítica de la economía política”, “ajeno al método y al arsenal de la crítica de la economía política”. Se nos pregunta además: “¿Qué papel desempeña el concepto de de decadencia en el terreno de la economía política militante, o sea en el del análisis profundizado de los fenómenos y dinámicas del capitalismo en el período que estamos viviendo? Ninguno. Hasta el punto de que la palabra misma no aparece nunca en los tres tomos que componen El Capital” ([17]).
Un texto publicado en italiano en Prometeo n° 8, Serie VI (diciembre de 2003) y en francés en la web del BIPR, “Para una definición del concepto de decadencia” ([18]) contenía una serie de afirmaciones inquietantes. Ahí, aparentemente, se considera la teoría de la decadencia como une noción fatalista de la trayectoria del capitalismo y del papel de los revolucionarios: “La ambigüedad reside en que la idea de decadencia o de declive progresivo del modo producción capitalista, viene de una especie de proceso de autodestrucción ineluctable debido a su propia esencia. (…) [la] desaparición y [la] destrucción de la forma económica capitalista [sería] un acontecimiento históricamente fechado, económicamente ineluctable y socialmente predeterminado. Además de ser un enfoque infantil e idealista, eso acaba por tener repercusiones negativas en el plano político, pues alimenta la hipótesis de que para ver la muerte del capitalismo, basta con sentarse para verla pasar o, en el mejor de los casos, intervenir en una situación de crisis, y sólo en este caso, los instrumentos subjetivos de la lucha de clases se consideran como un último empuje en un proceso irreversible.”
La decadencia no parece ya desembocar en la alternativa “socialismo o barbarie” puesto que el capitalismo es capaz de renovarse sin fin: “Lo contradictorio de la forma capitalista, las crisis económicas que de ella se derivan, la renovación del proceso de acumulación momentáneamente interrumpido por las crisis pero que recobra nuevas fuerzas gracias a la destrucción de capitales y de medios de producción excedentarios, no lo ponen automáticamente en peligro de desaparición. Si no interviene el factor subjetivo, cuyo eje material e histórico es la lucha de clases, y cuya premisa económica determinante son las crisis, el sistema económico se reproduce, llevando a un nivel superior todas sus contradicciones, sin por ello crear las condiciones de su propia destrucción.”
Como en la toma de posición de 2002, ese nuevo artículo defendía la idea de que el concepto de decadencia tiene poco que ver con una crítica seria de la economía política: sólo podía ser útil si se consigue “probar” económicamente examinando las tendencias de la tasa de ganancia: “La teoría evolucionista según la cual el capitalismo se caracteriza par una fase progresista y otra decadente no vale para nada si no se da una explicación económica coherente. (…) La investigación sobre la decadencia lleva, una de dos, o a identificar los mecanismos que hacen frenar el proceso de valorización del capital con todas las consecuencias que eso conlleva, o a quedarse en una perspectiva errónea, vanamente profética (…) Pero la enumeración de los fenómenos económicos y sociales una vez identificados y descritos, no es tampoco por sí sola la demostración de la fase de decadencia del capitalismo, pues esos fenómenos sólo son sus efectos y la causa primera que los impone es la ley de la crisis de las ganancias.”
Los dos artículos de la Revista internacional con que respondíamos ([19]) demostraban que, aunque ya el Partido Comunista Internacionalista (PCInt: Battaglia Comunista, sección del BIPR/TCI en Italia) que redactó el texto original, siempre fue bastante inconsecuente en su adhesión a la noción de decadencia, dicho texto expresaba una auténtica regresión hacia las ideas bordiguistas. La noción de decadencia fue uno de los factores que había llevado a la escisión de 1952 con el PCInt de Bordiga. La posición de éste que afirmaba que la “teoría de la curva descendente” era fatalista a la vez que negaba todo límite objetivo al crecimiento del capital, fue muy combatida por Damen como vimos en un artículo anterior de esta serie ([20]). En cuanto a la idea de demostrar “económicamente” la decadencia, el hecho de que 1914 abrió una nueva fase cualitativa en la vida del capital fue defendido por marxistas como Lenin, Luxemburg y la Izquierda Comunista, basándose, ante todo, en factores sociales, políticos y militares: como todo buen médico diagnosticaron la enfermedad a partir de sus síntomas más evidentes: ante todo la guerra mundial y la revolución mundial ([21]).
No sabemos cómo fue la discusión en BIPR/TCI después de la publicación de ese artículo por Battaglia comunista ([22]). En todo caso, lo que sí es cierto es que esos dos artículos mencionados reflejan un rechazo de la coherencia de la izquierda italiana, expresan esa tendencia en el seno de uno de los grupos más sólidos de esta tradición.
La regresión respecto a la teoría de la decadencia por parte de gente de la Izquierda comunista podría interpretarse como una liberación de un dogmatismo rígido y una apertura hacia un enriquecimiento teórico. En este caso somos nosotros los primeros que afirmamos la necesidad de elucidar y profundizar el problema de la ascendencia y del declive del capitalismo ([23]), aunque nos parece más bien que estamos asistiendo sobre todo a un retroceso en la claridad de la tradición marxista y a una concesión ante el enorme peso de la ideología burguesa, que se basa obligatoriamente en la fe en la naturaleza eterna y en constante renovación del orden social capitalista.
Como hemos dicho al inicio de este artículo, ese problema (el no ser capaces de ver el capitalismo como una forma transitoria de organización social que ya ha demostrado su caducidad) predomina en la nueva generación de minorías politizadas muy influidas por el anarquismo. Como tal, el anarquismo tiene poco que proponer a nivel teórico, sobre todo cuando se trata de crítica de la economía política, y suele echar mano del marxismo cuando quiere darse la apariencia de profundidad. Ese, en cierto modo, es el papel del grupo Aufheben en el medio comunista libertario en Gran Bretaña e internacionalmente. Muchos esperan con impaciencia la aparición anual de la revista Aufheben que propone análisis sólidos sobre los temas del momento desde el punto de vista del “marxismo autonomista”. A la serie sobre la decadencia en particular, “Decadence: The Theory of Decline or the Decline of Theory?” (Decadencia: ¿teoría del declive o declive de la teoría?) que comenzó en el n° 2 de Aufheben, en el verano de 1993, se la considera como la refutación definitiva del concepto de declive del capitalismo, un concepto heredado de la IIª Internacional cuyo enfoque es “objetivista” sobre la dinámica del capitalismo, subestimando totalmente la dimensión subjetiva de la lucha de clases.
“Para los socialdemócratas de izquierda, insistir en que el capitalismo está en declive, que se acerca a su desplome, es algo esencial. El sentido del “marxismo” es la idea de que el capitalismo está en quiebra y que, por tanto, la acción revolucionaria es necesaria. Los marxistas se comprometen así en la acción revolucionaria pero, como ya dijimos, porque lo centran todo en las contradicciones objetivas del sistema, siendo la acción subjetiva revolucionaria una reacción contra tales contradicciones; para ellos, no cuentan para nada los verdaderos requisitos necesarios para acabar con el capitalismo, o sea el desarrollo concreto del sujeto revolucionario. Los miembros más revolucionarios del movimiento tales como Lenin y Luxemburgo creían que una posición revolucionaria era una posición que creía en el desplome, cuando en realidad, esta posición fue la que permitió que existiera la postura reformista en los albores de la IIª Internacional. El problema es que la teoría del declive del capitalismo, la teoría de su hundimiento a causa de sus propias contradicciones objetivas, presupone un estado de ánimo sobre todo contemplativo ante el carácter objetivo del capitalismo, mientras que lo que se requiere de verdad para la revolución, es acabar con tal actitud contemplativa” ([24]).
Aufheben considera tanto a trotskistas como a comunistas de izquierda de hoy como herederos de esa tradición socialdemócrata (de izquierda): “Nuestra crítica es que su teoría se dedica a contemplar el desarrollo del capitalismo; las consecuencias prácticas son que les trotskistas salen corriendo detrás de todo lo que se mueve para reclutar con vistas al enfrentamiento final, mientras que los comunistas de izquierda se quedan apartados a la espera del ejemplo puro de acción revolucionaria de los obreros. Tras esa aparente oposición en la manera de enfocar la lucha, comparten ambos la idea del desmoronamiento del capitalismo lo cual implica que no aprenden nada del movimiento real. Aunque tomen posiciones que se decantan por la idea de que el socialismo es inevitable, en general, para los teóricos de la decadencia su advenimiento no es inevitable, pero el capitalismo se derrumbará. Esta teoría puede también asociarse con la construcción de una organización leninista ya o, si no, como para Mattick, se puede esperar al momento del derrumbe y entonces será posible crear una verdadera organización revolucionaria. La teoría del declive y de la crisis la defiende y la entiende el partido, y el proletariado debe ponerse detrás de sus banderas, algo así como: “Nosotros entendemos la Historia, sígannos”. La teoría del declive va muy bien con la teoría leninista de la conciencia, la cual se inspiró mucho de Kautsky quien terminó su comentario sobre el Programa de Erfurt con la previsión que les clases medias iban a ingresar “en el Partido socialista y, mano a mano con el proletariado que avanza irresistiblemente, seguirán su bandera hasta la victoria y el triunfo”.
En esta afirmación de que la teoría de la decadencia lleva lógicamente a la teoría “leninista” de la conciencia de clase puede comprobarse cómo la visión global de Aufheben estuvo influida por Socialisme ou Barbarie (SoB), cuyo abandono de la teoría marxista de la crisis en los años 1960 examinamos en un artículo anterior de esta serie ([25])) y, más todavía, por el autonomismo italiano ([26]). Estas dos corrientes compartían la crítica del “objetivismo” en Marx, proponiendo una lectura según la cual el estudiar constantemente las leyes económicas del capital minimizaría el impacto de la lucha de clases en la organización de la sociedad capitalista, incapaz de captar la importancia de la experiencia subjetiva de la clase obrera frente a su explotación. Y al mismo tiempo, Aufheben es consciente de que la teoría de la alienación de Marx está basada, precisamente, en la subjetividad y critica a Paul Cardan/Cornelius Castoriadis (el teórico principal de SoB) por haber construido una crítica de Marx sin tener en cuenta ese elemento clave de su pensamiento: “La “contradicción fundamental” de SoB es no haber captado plenamente el radicalismo de la crítica de la alienación hecha por Marx. En otras palabras, presentaba como innovación lo que en realidad era un empobrecimiento de la crítica de Marx” ([27]).
Los autónomos fueron también más allá de la idea superficial de Cardan según la cual Marx había escrito “una obra monumental [El Capital] en la que se analiza el desarrollo del capitalismo, obra de la que la lucha de clases está totalmente ausente” ([28]). El libro de Harry Cleaver, Reading Capital Politically, publicado en 1979 y que se identifica explícitamente con la tradición del “marxismo autonomista”, demuestra muy bien que, en el método de Marx, le capital se define como una relación social que, como tal, incluye obligatoriamente la resistencia del proletariado a la explotación, resistencia que a su vez modifica la manera con la que se organiza el capital. Es evidente, por ejemplo, con la lucha por la reducción del tiempo laboral, en el paso de la extracción de la plusvalía absoluta a la plusvalía relativa (en el siglo xix) y en la necesidad creciente de una planificación del Estado para enfrentarse al peligro proletario (en el siglo xx).
Eso corrige con razón la visión mecanicista “kautskysta”, que en efecto sí se desarrollo en la época de la IIª Internacional, según la cual las leyes inexorables de la economía capitalista implicaban más o menos que el poder caería “como una fruta madura” en manos de un partido socialdemócrata bien organizado. Además, subraya Cleaver, la visión que subestima el desarrollo subjetivo de la conciencia de clase también es una especie de ultra-leninismo que sitúa al partido como único factor de subjetividad, como en la famosa fórmula de Trotski según la cual “La crisis histórica de la humanidad se reduce à la crisis de la dirección revolucionaria” (Programa de Transición: “La agonía del capitalismo y las tareas de la Cuarta Internacional” ([29])). El partido sí es un factor subjetivo, pero su capacidad para crecer e influir en el movimiento de la clase depende de un gran desarrollo de la conciencia y del combate proletarios.
También es exacto decir que la burguesía debe tener en cuenta la lucha de la clase obrera en su gestión de la sociedad y no sólo en lo económico, sino también en lo político y militar. Y evidentemente, los análisis de la CCI sobre la situación mundial siempre han tenido en cuenta ese aspecto. Valgan de muestra algunos ejemplos: cuando interpretamos cómo se escogen los equipos políticos que deben dirigir el Estado “democrático”, siempre consideramos la lucha de clases como factor de la primera importancia; por eso durante los años 1980 afirmábamos que la burguesía prefería mantener a sus partidos de izquierda en la oposición para así enfrentar en mejores condiciones las reacciones proletarias frente a las medidas de austeridad; de igual modo, la estrategia de privatización no sólo tiene una función económica dictada por las leyes abstractas de la economía (generalizando la sanción del mercado en cada etapa del proceso del trabajo) sino también una función social cuyo fin es fragmentar la réplica del proletariado ante los ataques contra sus condiciones de vida, que ya no aparecen como los de un solo patrón, el Estado capitalista. Nosotros siempre hemos defendido que la lucha de clases, sea abierta o potencial, desempeña un papel primordial en la definición del curso histórico hacia la guerra o hacia la revolución. No hay ninguna relación lógica entre defender una teoría del declive del capitalismo y negar el factor subjetivo que representa la clase obrera cuando se trata de determinar la dinámica general de la sociedad capitalista.
Pero a los autónomos se les va totalmente la cabeza cuando concluyen que la crisis económica, que volvió a emerger a finales de los años 1960, era, por sí misma, nada menos que el resultado de la lucha de clases. Por mucho que en ciertos momentos las luchas obreras puedan agudizar las dificultades económicas de la burguesía y poner freno a sus “soluciones”, también conocemos perfectamente las cotas catastróficas que puede alcanzar la crisis económica en tiempos durante los cuales la lucha de la clase obrera está en un gran reflujo. La Gran Depresión de los años 1930 es el ejemplo más claro. La idea de que las luchas obreras provocan la crisis económica podía parecer aceptable en los años 1970 debido a la coincidencia de ambos fenómenos, pero el propio Aufheben se da cuenta de los límites de tal idea en el artículo de la serie sobre la decadencia dedicado especialmente a los autónomos: “La teoría de la crisis provocada por la lucha de clases empezó a fallar en los años 1980. Mientras que en los años 1970 la ruptura de las leyes objetivas del capital aparecía claramente, con el éxito parcial del capital, el sujeto [la clase obrera] que estaba emergiendo fue rechazado. Durante les años 1980, hemos visto cómo las leyes objetivas del capital daban rienda suelta a su locura furiosa en nuestras vidas. Una teoría que establecía una relación entre la crisis y el comportamiento concreto de la clase no encontró muchas luchas ofensivas en las que apoyarse y, sin embargo, la crisis sigue. Esta teoría se ha vuelto menos adaptada a la situación” ([30]).
¿Qué queda entonces de la pretendida ecuación entre la teoría de la decadencia y el “objetivismo”? Decíamos antes que Aufheben criticó con razón a Cardan porque éste desestimaba lo que de verdad implica la teoría de la alienación de Marx. Pero, por desgracia, Aufheben hace el mismo error cuando amalgama la teoría del declive del capitalismo con la visión “objetivista” del capital como si fuera una máquina dirigida como un reloj por leyes inhumanas. Para el marxismo, el capital no es un ente que planee por encima de la humanidad como Dios; al contrario, como Dios, es algo engendrado por la actividad humana. Es, sin embargo, una actividad alienada, lo cual quiere decir que acaba siendo algo independiente de sus creadores tanto de la burguesía como, en fin de cuentas, del proletariado, puesto que ambos son arrastrados por las leyes abstractas del mercado hacia el abismo del desastre económico y social. Ese objetivismo del capital es precisamente lo que la revolución proletaria quiere abolir, no mediante la imposible “humanización” de sus leyes, sino sustituyéndolas por la subordinación consciente de la producción a las necesidades humanas.
En World Revolution no 168 (octubre 1993) ([31]), publicamos una primera respuesta al primer articulo de Aufheben sobre la decadencia. El argumento central de nuestra respuesta es que al criticar la teoría de la decadencia, Aufheben está rechazando el método histórico de Marx. Al lanzar la acusación de “objetivismo”, ignoraba el avance fundamental realizado por el marxismo al rechazar a la vez el método materialista vulgar y el método idealista, superando así la dicotomía entre lo objetivo y lo subjetivo, entre la libertad y la necesidad ([32]).
Es importante notar que en los primeros artículos sobre la decadencia, Aufheben no sólo reconoce que la explicación que los autónomos dan sobre la crisis es errónea, también admite, en una introducción muy crítica de la serie que ha sido publicada en Internet (libcom.org) ([33]), que no ha logrado comprender con precisión la relación entre los factores objetivos y los subjetivos en algunos pensadores marxistas (incluida Rosa Luxemburg que defendía claramente la noción de declive del capitalismo), admitiendo que la crítica que nosotros le hicimos sobre unos cuantos aspectos de esta cuestión clave era perfectamente válida. Tras la publicación del tercer artículo, Aufheben se dio cuenta de que toda la serie estaba yéndose por mal camino, de modo que acabaron por dejarla. Esta autocrítica es bastante desconocida, mientras que la serie de origen sigue siendo la referencia como si fuera el no va más contra la teoría de la decadencia.
Saludamos dicho autoexamen, pero no estamos convencidos de que sus resultados sean muy positivos. La indicación más evidente es que precisamente en un período en que aparece cada día más patente el atolladero económico en que está metido el sistema capitalista, las últimas publicaciones del grupo muestran que se ha puesto a realizar una obra gigantesca que recuerda la fábula de la montaña que parió un ratón: la “crisis de la deuda” que estalló en 2007 no es, según el grupo Aufheben la expresión de un problema subyacente del proceso de acumulación, sino que se debe sobre todo a los errores del sector financiero...; además, esa crisis podría muy bien desembocar en un nuevo y amplio “restablecimiento” parecido a los precedentes de los años 1990 y los 2000 ([34]). No podemos explayarnos aquí sobre este tema, pero nos parece que el antidecadentismo está llegando a la fase final de su… declive.
Cesamos aquí esta polémica, aunque el debate sobre este tema debe proseguir. Y es tanto más urgente porque cada vez más gente, sobre todo entre las jóvenes generaciones, es consciente de que el capitalismo no tiene porvenir alguno y que la crisis en sin lugar a dudas una crisis terminal. Es esta una cuestión que va a ser cada día más discutida en las batallas de la clase obrera y en las revueltas sociales que provoca la crisis por el planeta entero. Es cada día más vital proporcionar un marco teórico claro para comprender lo histórico del atolladero en el que está inmerso el sistema capitalista, insistir en que es un modo de producción incontrolado que va todo recto hacia su autodestrucción, y, por lo tanto, recalcar la imposibilidad de todas las soluciones reformistas que pretendan hacer que el capital sea más humano o más democrático. En resumen, demostrar que la alternativa “socialismo o barbarie”, anunciada alto y claro por los revolucionarios en 1914, es hoy más válida que nunca. Ese lema es todo lo contrario de un llamamiento a aceptar pasivamente la ruta que sigue la sociedad. Es un llamamiento a que el proletariado actúe, se haga cada día más consciente y abra el camino a un porvenir comunista que es posible y necesario, pero que en modo alguno está garantizado.
Gerrard (primavera de 2012)
[1]) Revista Internacional no 148, “Decadencia del capitalismo – 40 años de crisis abierta ponen de manifiesto que el capitalismo decadente no tiene cura”,
[2]) Revista Internacional no 146, "Decadencia del capitalismo (X) – Para los revolucionarios, la Gran Depresión confirma la caducidad del capitalismo [40]".
[3]) Revista Internacional no 134, “Decadencia del capitalismo – Qué método científico debe usarse para comprender el orden social existente...”
[4]) [Revista internacional en francés]
https://fr.internationalism.org/rinte48/decad.htm [47], https://fr.internationalism.org/french/rinte49/decad.htm [48], https://fr.internationalism.org/french/rinte50/decadence.htm [49]
[9]) https://www.marxists.org [53]
[10]) internationalist-perspective.org/IP/ip-archive/ip_44_decadence-2.html; en francés: “Une contribution au débat sur la décadence” con algunas variantes respecto a la versión inglesa, internationalist-perspective.org/PI/pi-archives/pi_44_decadence-2.html.
[11]) internationalist-perspective.org/IP/ip-archive/ip_29_decadence.html.
[12]) Mac Intosh no es ni el primero ni el último de los ex miembros de la CCI en quedarse patidifuso ante las tasas de crecimiento del capitalismo, acabando por poner en entredicho el concepto de decadencia del capitalismo. A finales de los años 1990, tras una grave crisis centrada una vez más en la cuestión de la organización, unos cuantos antiguos camaradas formaron el Círculo de París, entre ellos RV, redactor del folleto La decadencia del capitalismo y de los articulo de respuesta a la crítica del GCI al “decadentismo”. Aunque el tema de la decadencia nunca fue objeto de debate en la crisis interna, el Círculo de París publicó rápidamente un texto importante negando el concepto de decadencia, siendo su argumento principal el desarrollo considerable de las fuerzas productivas desde 1914 y sobre todo desde 1955 (cercledeparis.free.fr/indexORIGINAL.html [54]).
[13]) El Capital, Libro III, Tercera sección.
[14]) Leer al respecto nuestro artículo: “El estudio de El Capital y los Principios del comunismo” (VIIª parte de la serie “El comunismo no es un bello ideal, sino una necesidad material”), https://es.internationalism.org/rint75comunismo [55]
[15]) De hecho una estimación del FMI prevé que “la economía china podría ver su crecimiento dividido por dos si se agrava la crisis en la zona euro” (diario francés les Echos.
www.lesechos.fr/entreprises-secteurs/finance-marches/actu/0201894521951-... [56]).
[16]) Para mantener su crecimiento, a pesar del freno de la coyuntura económica mundial, China apuesta por su mercado interior mediante un incremento del endeudamiento de las administraciones locales. Pero tampoco ahí será posible el milagro. Nadie puede endeudarse al infinito sin riesgos de quiebra, en este caso la de los bancos comerciales de China. Y, precisamente, “para evitar las suspensiones de pagos en cascada”, los bancos “han dejado para más tarde los plazos para que las administraciones locales paguen sus deudas”, o se están preparan para dicha eventualidad” (les Echos).
[19]) /revista-internacional/200410/195/la-teoria-de-la-decadencia-en-la-medula-del-materialismo-historico- [59] y /revista-internacional/200501/202/la-teoria-de-la-decadencia-en-la-medula-del-materialismo-historico- [60]
[20]) Revista Internacional no 147, "Decadencia del capitalismo (XI) - El boom de la posguerra no cambió el curso en el declive del capitalismo [31]".
[21]) El artículo de la Revista Internacional n° 120 también denuncia las afirmaciones hipócritas de un grupo de individuos excluidos de la CCI por su comportamiento indigno: la “Fracción interna de la CCI”, que había publicado un artículo adulador sobre la contribución de Battaglia Comunista. La tal Fracción atacó a la CCI porque ésta habría “abandonado” el concepto de decadencia con la teoría de la descomposición (que evidentemente no es un concepto ajeno al de la decadencia), de modo que su proyecto político (o sea atacar a la CCI a la vez que le hacía la pelota al BIPR) quedaba así al desnudo.
[22]) Por lo visto, el artículo de Prometeo no 8 era un documento de discusión y no una posición del BIPR o de uno de sus afiliados, de modo que el título de nuestra respuesta (“Battaglia Comunista abandona el concepto marxista de decadencia”) no es el idóneo.
[23]) Por ejemplo, el debate sobre la base económica del boom de posguerra “Debate interno en la CCI – Las causas del período de prosperidad consecutivo a la Segunda Guerra mundial” (https://es.internationalism.org/rint133-debate [61], y los artículos de los números siguientes) en donde se analiza que la decadencia tiene una historia, lo cual nos lleva al concepto de descomposición, fase final del declive del capitalismo.
[24]) https://libcom.org/library/decadence-aufheben-2 [62] (todas las citas han sido traducidas del inglés por nosotros)
[25]) Revista Internacional no 147, "Decadencia del capitalismo (XI) - El boom de la posguerra no cambió el curso en el declive del capitalismo [31]".
[28]) Cornelius Castoriadis. folleto no 10: Le mouvement révolutionnaire sous le capitalisme moderne [65]. Cap. II: “La perspective révolutionnaire dans le marxisme traditionnel”.
[29]) Revista Internacional no 146, "Decadencia del capitalismo (X) – Para los revolucionarios, la Gran Depresión confirma la caducidad del capitalismo [40]".
[31]) Publicación de la CCI en Gran Bretaña. Ver: https://en.internationalism.org/wr/168_polemic_with_aufheben [66]
[32]) Ver también el artículo de esta serie en la Revista Internacional no 141 “Decadencia del capitalismo - La teoría del declive del capitalismo y la lucha contra el revisionismo”, https://es.internationalism.org/rint141-decadencia [67],
que contiene una crítica de la idea de Aufheben de que la noción de decadencia tiene su origen en la Segunda Internacional.
[33]) https://libcom.org/article/aufheben-decadence [68]. En esta introducción, Aufheben dice que al principio los escritos de la CCI fueron una referencia importante para el grupo. Pero también dice que nuestros métodos dogmáticos y sectarios respecto a ellos (por ejemplo en una reunión en Londres sobre el futuro de la Unión Europea) los convencieron de que no era posible discutir con nosotros. Es cierto que la CCI pudo sin duda comportarse de manera sectaria para con Aufheben, y esto se refleja en un artículo de 1993, por ejemplo al escribir al final que lo mejor sería que ese grupo desapareciera.
[34]) Estos son los últimos párrafos de un artículo de 2011: “no hay gran cosa que pueda sugerir que hayamos entrado en una larga cuesta abajo o que el capitalismo esté ahora enfangado en el estancamiento, si no es la propia crisis financiera. En realidad, la rápida reanudación de las ganancias y de la confianza de la mayor parte de la burguesía en las perspectivas a largo plazo de una renovada acumulación de capital parecen sugerir lo contrario. Pero si el capitalismo en su conjunto está todavía a medio camino de una larga recuperación, con elevadas tasas de ganancia históricamente, ¿cómo explicar la imprevista crisis financiera de 2007-2008?
“Como lo hemos defendido desde hace mucho tiempo contra la ortodoxia del “estancamiento”, la teoría de la “recuperación” se ha revelado correcta al haber comprendido que la reestructuración de la acumulación global del capital ocurrida en le última década, en especial gracias a la integración en la economía mundial de China y de Asia, ha llevado a la restauración de las tasas de ganancia y, por consiguiente, a una recuperación económica sostenida. Pero como hoy lo reconocemos, el problema es que la teoría de la recuperación no ha conseguido captar la importancia de los bancos y de la finanza a nivel global, ni el papel que han desempeñado en esa reestructuración.
“Así, para superar los límites de las teorías “estancacionista” y “recuperacionista” sobre la crisis, era necesario examinar las relaciones entre la emergencia y el desarrollo de los sectores bancario y financiero a nivel global y la reestructuración de la verdadera acumulación del capital ocurrida durante los treinta últimos años. En base a este examen, hemos podido concluir que la crisis financiera de 2007-08 ni ocurrió por casualidad a causa de una política errónea ni fue una crisis del sistema financiero que lo único que reflejaba era una crisis subyacente de estancamiento de la acumulación real del capital. Al contrario, la causa subyacente de la crisis financiera fue una demasiada cantidad de capital-moneda para préstamos en el sistema bancario y financiero en su conjunto que se desarrolló a finales de los años 1990. Esto, a su vez, fue el resultado de desarrollos en la acumulación real de capital – como el auge de China, el despegue de la “nueva economía” y la liquidación continua de la “vieja economía” – que han sido centrales para sostener ese largo ascenso.
“De todo eso podríamos intentar concluir que la naturaleza y el significado de la crisis financiera no significan un viraje decisivo que lleve a un bajón económico o al final del neoliberalismo como muchos lo han supuesto, sino, más bien, a un punto de inflexión que marca una nueva fase a largo plazo. El significado de esta fase y lo que implica para el desarrollo futuro del capitalismo y de la lucha contra él son temas que no tenemos sitio para desarrollar aquí.” Aufheben n° 19, « Return of the crisis: Part 2 - the nature and significance of the crisis”, https://libcom.org/article/return-crisis-part-2-nature-and-significance-crisis [69]
Links
[1] https://es.internationalism.org/files/es/pdf/rint-149_web.pdf
[2] https://es.wikipedia.org/wiki/Masacre_de_Hama
[3] https://iranprimer.usip.org/resource/iran-and-china
[4] http://www.solidariteetprogres.org/Iran-La-Chine-ne-doit-pas-reculer-devant-une-possible-confrontation-avec-l_08360
[5] https://es.internationalism.org/content/3323/por-un-movimiento-unitario-contra-los-recortes-y-contra-la-reforma-laboral
[6] https://es.internationalism.org/content/3324/ante-la-escalada-represiva-en-valencia
[7] https://fr.internationalism.org/icconline/2012/grece_l_hopital_de_kilkis_sous_le_controle_des_travailleurs.html
[8] https://es.internationalism.org/cci-online/201203/3353/nuestra-intervencion-en-las-movilizaciones-del-magisterio-en-mexico
[9] https://it.internationalism.org/node/1147
[10] https://fr.internationalism.org/ri431/journee_de_manifestation_en_inde_greve_generale_ou_pare_feu_syndical.html
[11] https://en.internationalism.org/icconline/201203/4755/all-india-workers-strike-28-february-2012-general-strike-or-union-ritual
[12] https://es.internationalism.org/cci-online/201106/3118/movimiento-ciudadano-democracia-real-ya-dictadura-del-estado-contra-las-asamb
[13] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/165/informe-sobre-la-lucha-de-clases-en-el-contexto-de-los-ataques-gene
[14] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201102/3054/francia-gran-bretana-tunez-el-porvenir-es-que-la-clase-obrera-desa
[15] https://es.internationalism.org/content/3349/2011-de-la-indignacion-la-esperanza
[16] https://es.internationalism.org/rint/2006/125_tesis
[17] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200904/2483/las-revueltas-de-la-juventud-en-grecia-confirman-el-desarrollo-de-
[18] https://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/brumaire/brum1.htm#i
[19] https://fr.wikipedia.org/wiki/Mauritanie
[20] https://fr.wikipedia.org/wiki/S%C3%A9n%C3%A9gal
[21] https://fr.wikipedia.org/wiki/Mali
[22] https://fr.wikipedia.org/wiki/Guin%C3%A9e
[23] https://fr.wikipedia.org/wiki/C%C3%B4te_d%27Ivoire
[24] https://fr.wikipedia.org/wiki/Niger
[25] https://fr.wikipedia.org/wiki/Burkina_Faso
[26] https://fr.wikipedia.org/wiki/B%C3%A9nin
[27] https://es.internationalism.org/en/tag/geografia/africa
[28] https://es.internationalism.org/en/tag/21/487/contribucion-a-la-historia-del-movimiento-obrero-en-africa
[29] https://es.internationalism.org/en/tag/2/37/la-oleada-revolucionaria-de-1917-1923
[30] https://www.rug.nl/ggdc/
[31] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201111/3261/decadencia-del-capitalismo-xi-el-boom-de-la-posguerra-no-cambio-el
[32] https://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/capital3/MRXC3615.htm
[33] https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/48-manif.htm
[34] https://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/capital2/MRXC2404.htm
[35] http://grupgerminal.org/?q=system/files/IntroduccionalaeconomiaRosaLuxemburgFORMATEADO.pdf
[36] https://www.marxists.org/espanol/m-e/1860s/65-salar.htm#xiv
[37] https://www.capitalisme-et-crise.info/telechargements/pdf/FR_JG_Quelles_politiques_Žéconomiques_contre_la_crise_et_le_chômage_1.pdf
[38] https://regards.fr/nos-regards/michel-husson/la-gauche-et-l-emploi
[39] https://es.internationalism.org/revista-internacional/199309/1949/quien-podra-cambiar-el-mundo-ii-el-proletariado-sigue-siendo-la-cl
[40] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201108/3170/decadencia-del-capitalismo-x-para-los-revolucionarios-la-gran-depr
[41] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201012/3003/decadencia-del-capitalismo-viii-la-edad-de-las-catastrofes
[42] https://www.leftcommunism.org/spip.php?article110
[43] https://www.leftcommunism.org/spip.php?article223
[44] https://es.internationalism.org/en/tag/2/25/la-decadencia-del-capitalismo
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[54] http://cercledeparis.free.fr/indexORIGINAL.html
[55] https://es.internationalism.org/rint75comunismo
[56] http://www.lesechos.fr/entreprises-secteurs/finance-marches/actu/0201894521951-les-banques-chinoises-invitees-a-reechelonner-les-prets-aux-provinces-288265.php
[57] https://www.leftcom.org/fr/articles/2002-02-01/el%C3%A9ments-de-r%C3%A9flexion-sur-les-crises-du-cci
[58] https://www.leftcom.org/fr/articles/2003-12-01/pour-une-d%C3%A9finition-du-concept-de-d%C3%A9cadence
[59] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200410/195/la-teoria-de-la-decadencia-en-la-medula-del-materialismo-historico-
[60] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200501/202/la-teoria-de-la-decadencia-en-la-medula-del-materialismo-historico-
[61] https://es.internationalism.org/rint133-debate
[62] https://libcom.org/library/decadence-aufheben-2
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[64] https://libcom.org/library/decadence-aufheben-3
[65] https://www.magmaweb.fr
[66] https://en.internationalism.org/wr/168_polemic_with_aufheben
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[69] https://libcom.org/article/return-crisis-part-2-nature-and-significance-crisis
[70] https://es.internationalism.org/en/tag/21/492/decadencia-del-capitalismo