Estimados compañeros:
Se ha animado un debate sobre el supuesto “comunismo” de los Sres. Chávez y Castro. Se han hecho varias contribuciones al Foro. Es una discusión importante que aborda el siguiente sujeto: ¿Todos los que se proclaman “comunistas” y “socialistas” lo son efectivamente o, por el contrario, no han sido el “comunismo” de Rusia y el “socialismo” de los partidos socialdemócratas las grandes mentiras del siglo XX?
Cada vez más compañeros se dan cuenta de que el capitalismo se hace insoportable: guerras, miseria, hambre, catástrofes medioambientales, degeneración moral, etc. La pregunta que se plantean es: ¿Existe una alternativa a este sistema social?
Una de las causas que impide una clara respuesta es que haya países que se presentan como “comunistas” o “en transición al comunismo” donde sus “venturosos ciudadanos” padecen una miseria, una opresión y una barbarie intolerables. Tales son los casos de los “comunismos” de Corea del Norte, de China o de Cuba, o anteriormente en Rusia o Albania. Ante eso muchos compañeros dicen, ¡Si esa es la alternativa al capitalismo, prefiero quedarme con lo que hay!
Por eso es vital aclarar entre todos que eso del “comunismo” en Rusia, Cuba, China, etc. es una GRAN MENTIRA, que allí hay capitalismo puro y duro.
En una serie de artículos aparecidos en nuestra Revista Internacional titulada El comunismo no es un bello ideal sino una necesidad material desarrollamos detalladamente qué entendemos por el comunismo partiendo de cómo lo ha entendido realmente el movimiento revolucionario del proletariado. Nos hemos inspirado en esa serie y especialmente en los artículos “El comunismo una sociedad sin estado” (Revista Internacional nº 77 https://es.internationalism.org/revista-internacional/199407/1852/viii-1... [1]) y “El comunismo contra el socialismo de Estado” (nº 78 https://es.internationalism.org/revista-internacional/199412/1845/ix-comunismo-contra-socialismo-de-estado [2] ) para realizar una contribución a la discusión en el Foro respondiendo a 5 preguntas:
1ª ¿Se puede llamar “socialismo” o “comunismo” a la propiedad estatal de los medios de producción, o, por el contrario, el comunismo supone la abolición del Estado?
2ª ¿Puede desarrollarse el comunismo conservando y utilizando el Estado –esa vieja máquina de opresión vinculada a la sociedad de clases-o para hacerlo es necesario destruir el Estado?
3ª ¿Fueron comunistas los regímenes estalinistas en la URSS y los países del Este? ¿Son comunistas los gobiernos de China, Cuba o Venezuela?
4ª ¿Se puede implantar el comunismo y el socialismo a través de gobernantes “bienintencionados” que, “como la mayoría del pueblo no cree en el comunismo” hacen lo que “buenamente pueden”? ¿O, por el contrario, el comunismo sólo puede nacer de la lucha directa y autoorganizada de todos los trabajadores?
5ª ¿Puede desarrollarse el comunismo en un solo país? o, por el contrario, ¿el comunismo será mundial o no será?
En el foro, un mensaje de los compañeros de la revista “La protesta”, de filiación anarquista, plantea que «El comunismo es un sistema capitalista, la razón de que el comunismo persigue la abolición de la propiedad privada, es porque toda propiedad debe pertenecer al estado y eso es capitalismo», atribuye esa posición a Marx y Engels: «La teoría de Marx sostenía que todo el capital debería pertenecer al Estado» y la confronta con la posición de Bakunin, que «sostenía la teoría del socialismo sin Estado».
Es absolutamente falso que Marx y Engels identificaran el comunismo con el capitalismo de Estado (o más genéricamente con una sociedad en la que todo está bajo control del Estado). Ninguna apreciación de su trayectoria política y sus escritos, o la de sus corrientes continuadoras, apoya esa afirmación, que en realidad es el producto del impacto de las campañas de la burguesía para calumniar el comunismo.
Desde antes incluso de la elaboración del Manifiesto Comunista en 1848, Marx y Engels ya habían llegado a la convicción de que la sociedad comunista sería una sociedad sin clases y sin Estado. En otro mensaje de “La Protesta” en el foro, se cita el libro de la Ideología alemana para apoyar la denuncia del “comunismo” de Chávez y Castro; podemos tomar precisamente ese trabajo escrito en 1846, en el que hay un esfuerzo de elaboración del método del materialismo histórico, para ver que ya en ese momento Marx y Engels habían señalado la perspectiva revolucionaria de una sociedad en la que se producirá una apropiación social universal de los medios producción como superación de la propiedad privada[1] capitalista: «Todas las anteriores apropiaciones revolucionarias habían tenido un carácter limitado; individuos cuya propia actividad se veía restringida por un instrumento de producción y un intercambio limitados, se apropiaban este instrumento limitado de producción y, con ello, no hacían por tanto, más que limitarlo nuevamente. Su instrumento de producción pasaba a ser propiedad suya, pero ellos mismos se veían absorbidos por la división del trabajo y por su propio instrumento de producción; en cambio, en la apropiación por los proletarios es una masa de instrumentos de producción la que tiene necesariamente que verse absorbida por cada individuo y la propiedad sobre ellos, por todos. El moderno intercambio universal sólo puede verse absorbido entre los individuos siempre y cuando se vea absorbido por todos. La apropiación se halla, además, condicionada por el modo como tiene que llevarse a cabo. En efecto, sólo puede llevarse a cabo mediante una asociación, que, dado el carácter del proletariado mismo, no puede ser tampoco más que una asociación universal, y por obra de una revolución en la que, de una parte, se derroque el poder del modo de producción y de intercambio anterior y la organización social correspondiente y en la que, de otra parte, se desarrollen el carácter universal y la energía de la que el proletariado necesita para llevar a cabo la apropiación, a la par que el mismo proletariado, por su parte, se despoja de cuanto pueda quedar en él de la posición que ocupaba en la anterior sociedad» (parte sobre Feuerbach) (Grijalbo 1970, pags. 79-80)
En esa sociedad comunista, no habrá necesidad de ningún Estado: «Que, hasta ahora, las revoluciones, dentro del régimen de la división del trabajo, tenían necesariamente que conducir a nuevas instituciones políticas se desprende de lo dicho más arriba en contra de Feuerbach; que la revolución comunista, al acabar con la división del trabajo, elimina por último las instituciones políticas, se desprende también de ello;» (parte sobre Stirner) (Id. Pag. 452)
Hay que tener en cuenta que Marx y Engels no escribieron la Ideología alemana con la intención de que se publicara, sino para clarificar sus propias ideas; por eso, y por la misma naturaleza embrollada del pensamiento y la literatura de la “crítica-crítica” contra la que argumentaban, algunos pasajes resultan “difíciles”. Pero algunos años más tarde (todavía antes del Manifiesto, en 1847), en su crítica a Proudhon, Marx formula las mismas ideas en un terreno más político: «...En el transcurso de su desarrollo, la clase obrera sustituirá la antigua sociedad civil por una asociación que excluya las clases y su antagonismo; y no existirá ya un poder político propiamente dicho, pues el poder político es precisamente la expresión oficial del antagonismo de las clases dentro de la sociedad civil» (Tomado de El Estado y la revolución, Lenin, Ed Progreso, Obras escogidas, T 2, pag. 307)
En el programa comunista elaborado en El Manifiesto, se asocia igualmente la presencia de una institución estatal a la división de la sociedad en clases, y ésta a la persistencia de relaciones de producción (y por ende de propiedad) capitalistas; pero se dice muy claramente que en la sociedad comunista el proletariado ha suprimido las relaciones de producción capitalistas y la necesidad del Estado: «Una vez que en el curso del desarrollo hayan desaparecido las diferencias de clase, y se haya concentrado toda la producción en manos de los individuos asociados, el poder público perderá su carácter político. El poder político, hablando propiamente, es la violencia organizada de una clase para la opresión de otra. Si en la lucha contra la burguesía el proletariado se constituye indefectiblemente en clase; si mediante la revolución se convierte en clase dominante y, en cuanto clase dominante, suprime por la fuerza las viejas relaciones de producción, suprime al mismo tiempo que estas relaciones de producción las condiciones para la existencia del antagonismo de clase y de las clases en general, y por tanto, su propia dominación como clase» (Obras de Marx y Engels, Ed Grijalbo 1978, pag. 43).
Podríamos seguir poniendo más citas que muestran que la posición que tenían Marx y Engels sobre la naturaleza del Estado era de INCOMPATIBILIDAD ENTRE ESTADO Y COMUNISMO: «Por tanto, el Estado no ha existido eternamente. Ha habido sociedades que se las arreglaron sin él, que no tuvieron la menor noción del Estado ni de su poder. Al llegar a cierta fase del desarrollo económico, que estaba ligada necesariamente a la división de la sociedad en clases, esta división hizo del Estado una necesidad. Ahora nos aproximamos con rapidez a una fase de desarrollo de la producción en que la existencia de estas clases no sólo deja de ser una necesidad, sino que se convierte en un obstáculo directo para la producción. Las clases desaparecerán de un modo tan inevitable como surgieron en su día. Con la desaparición de las clases desaparecerá inevitablemente el Estado. La sociedad, reorganizando de un modo nuevo la producción sobre la base de una asociación libre de productores iguales, enviará toda la máquina del Estado al lugar que entonces le ha de corresponder: al museo de antigüedades, junto a la rueca y el hacha de bronce» (“El Origen de la familia la propiedad privada y el Estado”, Engels, citado en El Estado y la Revolución, Lenin, op cit, pag. 301)
Si la burguesía hoy, a pesar de su campaña sobre “el fin del comunismo”, continúa difamando y tergiversando el marxismo, es porque sabe bien que el comunismo no ha muerto, que es “el movimiento real que anula y supera el estado de cosas actual” (La Ideología alemana), que una nueva generación se plantea una perspectiva revolucionaria, y el marxismo es el programa político de ese combate.
Los compañeros de “La Protesta” plantean que la diferencia entre Marx y Bakunin es que éste «sostenía la teoría del socialismo sin Estado». Hemos mostrado que es una MENTIRA de la burguesía que el marxismo defienda que comunismo = propiedad estatal. Pero alguien tan poco sospechoso de anarquismo como Lenin, que tuvo que desarrollar un trabajo mucho más exhaustivo para restablecer la teoría marxista sobre la revolución y la destrucción del Estado había llegado a esta conclusión: «Marx coincide con Proudhon en que ambos propugnan la “destrucción” de la máquina moderna del Estado. Esta coincidencia del marxismo con el anarquismo (tanto con Proudhon como con Bakunin) no quieren verla ni los oportunistas ni los kautslianos, pues unos y otros han desertado del marxismo en este punto.» (El Estado y la Revolución, op cit pag. 331)
Desde antes de la experiencia de la Comuna, Marx y la fracción más avanzada del movimiento obrero, los comunistas, habían expresado: 1) la necesidad de una revolución proletaria que arrebatara el poder político a la burguesía; 2) la necesidad de que la clase obrera impusiera por la fuerza la disolución de las relaciones de producción capitalistas, de que ejerciera su dictadura de clase. No existía sin embargo ninguna experiencia de lucha proletaria en la que apoyar y desarrollar esa convicción. De ahí que en el Manifiesto se plantee que el proletariado ejercería el poder político por la conquista del Estado burgués; premisa que figura igualmente en el Manifiesto inaugural de la AIT, a pesar de que ya antes, Marx había llegado a la convicción de la necesidad de que la revolución proletaria destruyera el Estado burgués: «... Si te fijas en el último capítulo de mi Dieciocho Brumario (escrito en 1852 -NdR), verás que expongo como próxima tentativa de la revolución francesa, no hacer pasar de unas manos a otras la máquina burocrática y militar, como venía sucediendo hasta ahora, sino “romperla” (subrayado por Marx; en el original: zerbrechen), y ésta es justamente la condición previa de toda verdadera revolución popular en el continente...» (Carta de Marx a Kugelman, el 12 de abril de 1871, citado por Lenin, op cit. Pag 319)
La comuna de París, la primera revolución proletaria de la historia mostró en los hechos que «la clase obrera no puede limitarse simplemente a tomar posesión de la máquina del Estado tal y como está y servirse de ella para sus propios fines» (prefacio de 1872 de Marx y Engels al Manifiesto Comunista). El alzamiento revolucionario en París no dio como resultado la ocupación del Estado burgués por el proletariado, sino el surgimiento de la Comuna, “la forma al fin encontrada” de organización de la sociedad bajo la dictadura del proletariado.
La Comuna no era propiamente un Estado, sino un semi -estado, la expresión de la persistencia de la división de la sociedad en clases, pero al mismo tiempo de la dominación del proletariado y su combate contra ese estado de cosas. En ese sentido, disolvió el ejército e instauró la milicia popular, y avanzó medidas «contra la transformación del Estado y de los órganos del Estado, de servidores de la sociedad en señores de ella, transformación inevitable en todos los Estados anteriores: empleó la Comuna dos remedios infalibles. En primer lugar, cubrió todos los cargos administrativos, judiciales y de enseñanza por elección, mediante sufragio universal, concediendo a los electores el derecho a revocar en todo momento a sus elegidos. En segundo lugar, todos los funcionarios, altos y bajos, estaban retribuidos como los demás trabajadores» (Marx, La Guerra Civil en Francia. Citado en: “El comunismo no es un bello ideal, sino una necesidad material (VIII):1871, la primera revolución proletaria, Revista Internacional nº 77, pag. 26)
“Pero ¿Cómo? ¿Realmente no es esto un Estado? ¿No es este el famoso Estado que el marxismo siempre habría querido imponer?”, nos objetarán nuestros críticos. Al contrario, de hecho es la concreción de lo que siempre ha defendido el marxismo, de una sociedad dirigida por el proletariado, hacia la extinción de las clases, y por tanto, del Estado: « “La Comuna no era ya un Estado en el verdadero sentido de la palabra”: ésa es la afirmación más importante de Engels desde el punto de vista teórico... La Comuna iba dejando de ser un Estado, por cuanto tenía que reprimir no a la mayoría de la población, sino a la minoría (a los explotadores); había roto la máquina del Estado burgués; en vez de una fuerza especial para la represión, entró en escena la población misma. Todo esto significa apartarse del Estado en su sentido estricto. Y si la Comuna se hubiera consolidado, habrían ido “extinguiéndose” en ella por sí mismas las huellas del Estado, no habría sido necesario “suprimir” sus instituciones: éstas habrían dejado de funcionar a medida que no tuviesen nada que hacer» (Lenin, op cit, pag 342).
La polémica con los anarquistas fue el primer frente en el que el marxismo tuvo que batirse para defender las lecciones de la Comuna: «¿Por qué los antiautoritarios no se limitan a clamar contra la autoridad política, contra el Estado? Todos los socialistas están de acuerdo en que el Estado político, y con él la autoridad política, desaparecerán como consecuencia de la próxima revolución social, es decir, que las funciones públicas perderán su carácter político, trocándose en simples funciones administrativas, llamadas a velar por los verdaderos intereses sociales. Pero los antiautoritarios exigen que el Estado político autoritario sea abolido de un plumazo, aún antes de haber sido destruidas las condiciones sociales que lo hicieron nacer. Exigen que el primer acto de la revolución social sea la abolición de la autoridad. ¿No han visto nunca una revolución estos señores? Una revolución es indudablemente, la cosa más autoritaria que existe; es el acto mediante el cual una parte de la población impone su voluntad a la otra parte por medio de fusiles, bayonetas y cañones, medios autoritarios si los hay; y el partido victorioso, si no quiere haber luchado en vano, tiene que mantener este dominio por medio del terror que sus armas inspiran a los reaccionarios. ¿La Comuna de París habría durado acaso un solo día? ¿De no haber empleado esta autoridad del pueblo armado frente a los burgueses? ¿No podemos por el contrario el no haberse servido lo bastante de ella?[2]. Así pues, una de dos: o los antiautoritarios no saben lo que dicen, y en este caso no hacen más que sembrar la confusión; o lo saben, y en este caso traicionan al movimiento del proletariado. En uno y otro caso sirven a la reacción.» (Lenin, op cit pag. 330).
Pero no fue el único. De otro lado, el marxismo combatió contra las tendencias oportunistas en el seno del movimiento mismo, que, olvidando la lección de la necesidad de destruir el Estado burgués, tendían al contrario a conciliar con él los intereses revolucionarios. Estas corrientes, volviendo la espalda a La Comuna, defendían el reforzamiento del control social del Estado democrático burgués, las reformas, como la vía al socialismo. El combate contra el “socialismo de Estado” Lasallano y el reformismo de Bernstein son los dos momentos álgidos de la defensa del marxismo.
En su programa de Gotha (1875), el partido Socialdemócrata alemán, influenciado por Lasalle y por el peso del Estado en Alemania, se había dejado arrastrar al llamado “socialismo de Estado”, que defendía que “la organización socialista del trabajo” surgiría de la organización de cooperativas con ayuda estatal bajo control democrático del pueblo. Marx reaccionó sin contemplaciones contra esta concepción de la instauración del socialismo en su “crítica del programa de Gotha”: «La “organización socialista de todo el trabajo” ahora resulta que “surge” no de los procesos de transformación revolucionaria de la sociedad, sino de la “ayuda estatal” proporcionada por el Estado a cooperativas de producción, “organizadas” por él, no por los trabajadores. Esto es verdaderamente digno de la imaginación de Lasalle, para quien, con los créditos estatales, lo mismo se podría construir la nueva sociedad como una nueva vía férrea».
Este mismo combate tuvo que librar el ala revolucionaria de la Socialdemocracia, encabezada por Rosa Luxemburgo, contra la corriente reformista de Bernstein, que defendía que el socialismo podía realizarse sin necesidad de una revolución, a través de la conquista del Estado y la apropiación del capital privado: «La teoría de la implantación gradual del socialismo tiende hacia una reforma progresiva, en sentido socialista, de la propiedad y del Estado capitalista. Sin embargo, ambos desenvuélvanse, en la sociedad actual, por la fuerza objetiva de los hechos, en una dirección completamente opuesta. El proceso de producción se socializa más y más, y la intervención, el control del Estado sobre el proceso de producción, toma proporciones mayores. Pero la propiedad privada va adquiriendo, al propio tiempo, la forma más cruda de explotación del trabajo extraño, y el control del Estado se ve infiltrado, cada vez más, por intereses cerrados, absolutos, de clase. De esta forma el Estado –es decir la organización política- y las relaciones de propiedad –es decir la organización jurídica del capitalismo- se convierten en más capitalistas cada vez por la fuerza misma del movimiento, pero no en más socialistas» (Reforma o revolución).
Lenin denunció igualmente la corriente centrista, liderada por Kautsky, que indirectamente justificaba y apoyaba al oportunismo. Así, en su obra Premisas del socialismo, Bernstein tergiversaba las posiciones de Marx en la guerra civil en Francia, haciéndole decir lo contrario de lo que había escrito, interpretando el llamamiento a que la clase obrera no puede limitarse a tomar posesión del Estado burgués para dirigir la transformación socialista, sino que tiene que destruirlo, como “una advertencia contra un revolucionarismo excesivo” (¡¡!!). Supuestamente en polémica contra esto, Kautsky «adujo el pasaje, citado más arriba, de la Introducción de Engels a La guerra civil de Marx, diciendo que, según este último, la clase obrera no puede simplemente tomar posesión de la máquina del Estado tal y como está, pero que en general sí puede tomar posesión de ella» (Lenin, op cit pag 374).
También en este punto pues, ha sido clara la posición del marxismo sobre la necesidad de destruir el Estado burgués y el surgimiento de un semi -estado en la sociedad de transición[3].
Hoy no es preciso insistir mucho en poner de manifiesto el grado brutal de explotación y militarismo, la miseria en la que ha vivido el proletariado en los países llamados “comunistas”, comparable en todo punto, a la situación de la clase obrera en el resto de los países capitalistas. Su hundimiento económico a partir del 89, con el desmembramiento primero del Pacto de Varsovia y después de la misma URSS, ha mostrado su naturaleza de representantes más débiles del capitalismo mundial, semejante a la de otros países de la periferia del capitalismo.
La burguesía no ha escatimado medios para mostrar y documentar toda esa miseria; pero se ha ocupado bien de presentarla como el producto del “comunismo”. Sin embargo, no es “el comunismo” lo que ha muerto; sino su peor enemigo, el estalinismo.
La característica fundamental de estos países, sobre la que reposa además el mito de su naturaleza “comunista”, es precisamente el grado extremo, prácticamente total en algunos casos, de la estatización de su economía. El capitalismo de Estado es la forma a la que tienden los diferentes capitales nacionales para sobrevivir en la decadencia del capitalismo, y no es por tanto algo particular de los regímenes estalinistas. El haber llevado hasta el extremo esa tendencia, organizando la explotación capitalista en base a la propiedad estatal de los medios de producción es una consecuencia de las condiciones en las que se produjo la revolución y la contra- revolución en Rusia, y de la expansión de su hegemonía imperialista.
«El Estado capitalista en la URSS se reconstituye sobre los escombros de la revolución proletaria. La débil burguesía de la época zarista ha sido completamente eliminada por la revolución de 1917 (además es precisamente su debilidad lo que explica el hecho de que Rusia sea el único país en que el proletariado ha llegado a tomar el poder durante la oleada revolucionaria tras la 1ª guerra mundial) y por el fracaso del ejército blanco. Por tanto, ni ella, ni sus partidos tradicionales, pueden tomar a cargo en Rusia la contra- revolución inevitable producto de la derrota de la oleada revolucionaria mundial. Esta tarea corresponde al Estado que ha surgido tras la revolución, que ha absorbido rápidamente al partido bolchevique (que había cometido el doble error de sustituir a la clase obrera y de atribuirse responsabilidades estatales[4]. Por eso, la clase burguesa se ha reconstituido, no a partir de la antigua burguesía (excepto en algún caso excepcional e individual) ni a partir de una propiedad individual de los medios de producción, sino a partir de la burocracia del partido-Estado y de la propiedad estatal de los medios de producción...En la URSS, un cúmulo de factores: atraso del país, desbandada de la burguesía clásica, aplastamiento físico de la clase obrera (la contrarrevolución y el terror que sufrió estuvieron a la altura de su avance revolucionario), han llevado la tendencia universal del capitalismo de Estado a sus formas más extremas: la estatización prácticamente completa de la economía, la dictadura totalitaria del partido único» (Revista Internacional nº 34: “Europa del Este: las armas de la burguesía contra el proletariado”).
La fracción estalinista, agente en el partido-Estado de esa transformación, masacró y prácticamente exterminó a la vanguardia de la revolución de Octubre, expulsó a las fracciones de Izquierda del partido, y finalmente a la Oposición trotskista, declaró la muerte de la IC proclamando “la construcción del socialismo en un solo país”, convirtiendo aquella en el instrumento de los intereses del Estado ruso, y reorganizando la economía sobre la base del militarismo y la economía de guerra, llevando a cabo una explotación feroz de los obreros, con el stajanovismo y los “sábados rojos”, que culminó en la participación de la URSS en la 2ª guerra mundial, de la que salió vencedora como “cabeza de un nuevo bloque imperialista”.
«Al final de la 2ª guerra mundial. Cuando la URSS extiende su imperio hacia Europa central, y particularmente hacia China, exporta su modelo económico y político...La razón por la que la URSS instala en estos países satélites regímenes como el suyo, está fundamentalmente en su debilidad como cabeza de bloque imperialista, debilidad que se expresa de entrada, en el plano económico. Mientras que USA impuso su supremacía sobre Europa Occidental gracias a los dólares del plan Marshall, la URSS no tiene otro medio de garantizar su control sobre las zonas que ocupa militarmente más que llevar al poder a partidos que le están volcados en cuerpo y alma: los partidos comunistas.» (Id)
La extensión del “comunismo” a los países del Este, se hizo por la ocupación militar; ocupación que defendió igualmente “por las armas” cuando la ocasión lo requirió (Hungría 1956 o Checoslovaquia 1968). Fuera de Europa, el desarrollo del “comunismo” se ha vinculado a la confrontación imperialista entre los dos bloques imperialistas USA y URSS, a través de peones interpuestos, y en nombre de “la liberación nacional” y la “lucha contra el imperialismo”, como en Vietnam, China, Corea, etc.[5]
El caso de Cuba se inscribe claramente en el grupo anterior, y su supervivencia como régimen estalinista responde de un lado, a las lecciones de la “transformación a la economía de mercado” de los países del Este (un caos económico y político), a la supervivencia de la pandilla dirigente de la revuelta de 1959 y su apoyo en las potencias europeas contra los intereses de USA (no olvidemos que realidad, lo que decantó el movimiento nacionalista de los “barbudos” hacia el “comunismo” fueron sus desacuerdos con USA, a la que se había ofrecido en primera instancia “la revolución”), y a los intereses de engaño al proletariado (Castro se presenta como “el último mohicano” del “comunismo”).
En el mismo sentido que el Castrismo, el Chavismo es un movimiento nacionalista y populista. Surgido de una fracción golpista del ejército, aboga por un reforzamiento extremo del capitalismo de Estado y trapichea con su posición de cabeza de puente en el patio trasero del imperialismo USA para ofrecer sus servicios igualmente a las potencias europeas.
Ni el Castrismo ni el Chavismo tienen nada que ver con el comunismo.
La burguesía hoy desarrolla una “pinza” para ningunear y desprestigiar el comunismo frente a las nuevas generaciones proletarias. De un lado presenta con el hundimiento de los regímenes estalinistas el “fin del comunismo”, rememorando toda la campaña ideológica del 89-91; y frente a los que desconfían de sus mentiras sobre la historia, presenta el esperpento de Castro y Chaves como el comunismo actual.
Pero Castro y Chaves no representan la continuidad de la tentativa revolucionaria mundial del proletariado en 1917-23, sino la de sus verdugos estalinistas; no representan al proletariado; sino a la burguesía.
La verdadera continuidad de la revolución y la Internacional comunista han sido los grupos de la Izquierda comunista, que combatieron contra la contra- revolución estalinista y sacaron las lecciones de la derrota de la revolución mundial, a partir de las cuales tendrá que plantearse el programa comunista de la próxima revolución que hoy empieza a madurar en el seno de la clase obrera. La Corriente Comunista Internacional se reclama de la continuidad de esas corrientes políticas.
La compañera Z.Zicarelli responde así a nuestra primera denuncia del pretendido “comunismo” de los Señores Castro y Chavez: “no soy comunista, ni leninista, ni marxista pero tengo un poco de sentido común para darme cuenta que ustedes que dicen ser comunistas y que luchan por la igualdad quedaron ahí, quedaron con esa utopía de creer que es el único camino existente hacia el comunismo es el teóricamente establecido, pero estamos viviendo en un mundo donde el 90% de la gente apoya el capitalismo, y no le podéis pedir a Chávez entonces que sea un comunista nato, yo no confundo lo rojo con comunismo, eso es una etiqueta que vos pensáis que existe, pero te aseguro que Chávez y castro están haciendo algo en contra del capitalismo, aunque no sea a través del comunismo”.
Esta contribución ha sido respondida por los compañeros Elcura666 (que citaremos posteriormente) y por Kharma81 que escribe: « (ni) Castro ni Chaves (son) comunistas, son capitalistas disfrazados de comunistas para confundir a la gente y así tener en el futuro un concepto de Leviathan comunista, Y (que) LA GENTE LLEGUE A ABORRECER».
Elcura666, responde a Z.Zicarelli sobre que mantener una coherencia y un rigor en la lucha por el comunismo sería una “utopía”, e igualmente rebate el comentario de que “el 90% de la gente apoyaría el capitalismo”, dando elementos sobre la degradación de las condiciones de vida en todo el mundo para mostrar lo que ofrece realmente al capitalismo a la humanidad. No podemos por menos que apoyar esa respuesta, aunque sólo reproducimos aquí la primera parte: «La teoría proletaria no es, como se ha acusado desde el siglo XIX, invención de unos cuantos ideólogos pequeñoburgueses, paranoicos adictos a las conspiraciones, sino el producto de la experiencia de generaciones de obreros que se han dado a la tarea de enfrentar al enemigo de clase, dejándonos a las generaciones actuales y a las sucesivas sus enseñanzas y avances».
Z. Zicarelli dice que no es comunista ni marxista, sino que habla por “sentido común”. La compañera lucha sinceramente por la mejora de las condiciones de vida de la población mundial pero el “sentido común” no puede ser tomado como una guía de análisis de la realidad social. En realidad, el llamado “sentido común” suele ser la reproducción de la ideología burguesa que, como dijeron Marx y Engels, es la ideología dominante en la mayoría de la sociedad. ¿Y qué dice la ideología burguesa sobre le comunismo?: que el comunismo (“puro”) es una utopía; aunque es posible un “anticapitalismo”. ¿No es esta la premisa básica de todos los movimientos antiglobalizadores y “antisistema” actuales, que son interclasistas, y que más que constituir una amenaza a la burguesía son una trampa para desviar y desgastar a los jóvenes que se plantean cuestiones sobre la perspectiva que ofrece el capitalismo?
La compañera dice que Castro y Chavez, «...están haciendo algo en contra del capitalismo, aunque no sea a través del comunismo (lo que muestra que ella misma tiene dudas sobre esto)». No vamos a entrar en la denuncia de lo que Castro y Chavez están haciendo realmente, no contra el capitalismo, sino contra los obreros y la población no explotadora en general de Cuba y Venezuela. El cura666 ya da ejemplos de cómo se despide en Cuba, y de la actitud de Chávez en contra de los obreros.
Pero de manera más general, lo que dice la compañera plantea la cuestión, que ya hemos abordado parcialmente antes, de si se puede avanzar hacia el comunismo desde el Estado, a través de reformas y de una “ampliación del control social”.
Ya hemos citado anteriormente las críticas muy severas que hicieron tanto Marx como Rosa Luxemburgo a los sectores de la socialdemocracia que propugnaban una vía estatal al socialismo y, más concretamente, una “vía gubernamental y parlamentaria al socialismo”.
Tengamos en cuenta que, tanto la crítica de Marx al socialismo de Estado, como la de Rosa al reformismo, se hacen en el periodo ascendente del capitalismo, cuando existe una posibilidad real de luchar por mejoras y reformas duraderas, a diferencia del periodo actual, donde las mínimas mejoras aparentes de las condiciones de vida obreras, son barridas inmediatamente por el desarrollo de la inflación o la agravación de la explotación, etc. También hay que considerar que se trata de un combate contra los Lasallianos y berstenianos, que eran corrientes oportunistas (por muy deformada que estuviera su visión revolucionaria) en el seno del movimiento obrero. Tanto menos podemos esperar de los Sres. Castro y Chávez, auténticos gánsteres a la cabeza del Estado burgués.
Pero hay una cuestión más importante aún. En los primeros pasos del movimiento obrero, cuando la clase proletaria apenas existía y no había desarrollado una mínima experiencia de lucha, surgieron posiciones que defendían que el comunismo se debería implantar a través de una minoría de iluminados, bien fueran toda una serie de personas bienintencionadas (la posición de Saint Simon o de Owen), bien fuera a través de una minoría que da un golpe de Estado, se hace con el poder de la sociedad y lleva a los obreros a la tierra prometida del socialismo mediante una dictadura sobre el proletariado (la posición de Blanqui).
Marx y Engels combatieron severamente esas tesis. Bástenos recordar este pasaje del Manifiesto Comunista: “Todos los movimientos han sido hasta ahora realizados por minorías o en provecho de minorías. El movimiento proletario es un movimiento propio de la inmensa mayoría en provecho de la inmensa mayoría” (subrayado nuestro).
El primer artículo de los Estatutos de la AIT (1864) decía que «La emancipación de los trabajadores sólo puede ser obra de ellos mismos». La Revolución rusa concretó prácticamente esta consigna: fue la obra de grandes masas obreras que se dieron una forma directa, flexible, autocontrolada, de organización: los Consejos Obreros. Para Lenin, los consejos obreros eran “la forma al fin encontrada de la dictadura del proletariado”. Los Consejos Obreros (o Soviets) no fueron un fenómeno ruso, se extendieron por todos los continentes durante la oleada revolucionaria mundial de 1917-23[6].
“Ni en dioses, reyes, ni tribunos, está el supremo salvador, nosotros mismos realicemos el esfuerzo redentor”. Así reza una estrofa del himno de la AIT. El comunismo jamás será la obra de gobernantes bienintencionados que hacen “lo que pueden” frente a un pueblo “hostil al comunismo”. Es el “pueblo” trabajador quien liberándose mediante la lucha y la toma de conciencia se lanza a la batalla por la destrucción del capitalismo y el desarrollo del comunismo. El comunismo solo puede implantarse por la lucha del proletariado, por la insurrección para derrocar el Estado burgués y por la toma del poder político por aquel mediante la dictadura mundial de los Consejos Obreros. No sólo porque la burguesía se resistirá hasta la última gota de sangre a abandonar el poder, sino porque, para que sea posible el comunismo no sólo es necesario destruir las relaciones sociales capitalistas que impiden el desarrollo de las fuerzas productivas sino que, simultáneamente, los obreros se deben cambiar a sí mismos en una gigantesca transformación moral, ideológica, social: “La revolución no sólo es necesaria porque la clase dominante no puede ser derrocada de otro modo, sino también porque únicamente por medio de una revolución logrará la clase que derriba salir del cieno en el que está hundida y volverse capaz de fundar la sociedad sobre nuevas bases” (La Ideología Alemana, Marx y Engels, página 82 edición española, Grijalbo).
Supongamos por un momento que los señores Castro y Chavez fueran unos “comunistas sinceros” y no lo que son en realidad: unos tiranos de la misma calaña que su rival Bush o sus “amigos” Zapatero o Chirac. En ese utópico caso sus “buenas intenciones” serían tragadas por el Estado nacional. No se puede construir el socialismo en un solo país. La peor traición a la causa del comunismo fue perpetrada por Stalin que proclamó la “doctrina” del “socialismo en un solo país”[7]. Esta “doctrina” es radicalmente ajena al movimiento obrero como puede comprobarse recordando este pasaje de Los Principios del Comunismo, escritos por Engels en 1847: « ¿Podrá producirse esta revolución en un solo país? No. Ya por el mero hecho de haber creado el mercado mundial, la gran industria ha establecido una vinculación mutua tal entre todos los pueblos de la tierra, y en especial entre los civilizados, que cada pueblo individual depende de cuanto curra en el otro. Además, ha equiparado a tal punto el desarrollo social en todos los países civilizados, que en todos eso a países la burguesía y el proletariado se han convertido en las dos clases decisivas de la sociedad, que la lucha entre ambas se ha convertido en la lucha principal del momento. Por ello la revolución comunista no será una revolución meramente nacional, sino una revolución que transcurrirá en todos los países civilizados en forma simultánea, es decir, cuando menos, en Inglaterra, Norteamérica, Francia y Alemania... Es una revolución Universal y por ello se desarrollará también en un terreno universal»
Para el movimiento obrero siempre ha estado claro que el comunismo sólo podía implantarse a escala mundial, como lo prueba esta cita de Engels para un borrador del Manifiesto Comunista. Desde entonces, los elementos que señala Engels para plantear la necesidad de una revolución mundial, no han hecho más que extremarse (interrelación de los diferentes países, consolidación del mercado mundial, etc.).
De hecho, la primera revolución victoriosa del proletariado, la revolución rusa de 1917, no se concibió nunca como una revolución “nacional”. Los bolcheviques plantearon la revolución en Rusia como el primer asalto de la revolución mundial, y desde el principio estuvieron a la vanguardia de Zimmerwald por la formación de la Internacional Comunista. Lenin impulsó con todas sus fuerzas el apoyo a la revolución en Alemania, Hungría, Austria etc.
En realidad, la teoría “el socialismo en un solo país”, a pesar de que fue presentada por Stalin como la continuación y el desarrollo de la teoría del derecho a la autodeterminación de Lenin (que efectivamente contenía serios errores), no tiene nada que ver con la actitud que éste siempre tomó de poner la revolución en Rusia al servicio de la revolución mundial; al contrario, la teoría de Stalin significaba de hecho la muerte de la Internacional comunista, que se ponía, al contrario, al servicio de los intereses del Estado ruso. En ese sentido es una expresión del curso contrarrevolucionario mundial. En el plano interno, “la construcción del socialismo en Rusia” justificó un desarrollo de la acumulación de capital basado en la explotación brutal de la clase obrera y en el militarismo, que a término condujeron a la 2ª guerra mundial.
No, el comunismo no puede construirse en un solo país; significa la destrucción del marco nacional; será internacional o no será.
CCI 20.10.2005
[1] Este término se emplea en el texto de forma genérica; no se refiere exclusivamente a la propiedad de un particular, sino a la relación entre el capital y el trabajo; puede incluir pues, la apropiación privada realizada por una suma de particulares (los accionistas de una empresa), o la ejercida por una empresa estatal... Marx y Engels oponen a la apropiación privada capitalista, la apropiación social colectiva en el comunismo que no es ejercida por el estado sino por la comunidad humana mundial unificada.
[2] Engels se refiere probablemente a las dos críticas más importantes que hizo Marx en la «guerra civil en Francia» a La Comuna: de una parte, el haberse detenido a las puertas del Banco de Francia, no atreviéndose a tomar posesión de sus pertenencias, y no haber lanzado una ofensiva contra Versalles, cuando allí no se tenían los medios para reprimir la revolución
[3] Para una ampliación de estas lecciones al balance de la revolución rusa, ver una recopilación de artículos en español en El Estado en el periodo de transición del capitalismo al comunismo https://es.internationalism.org/series/488 [3]
[4] Ver en la Revista internacional nº 3, La degeneración de la revolución rusa (https://es.internationalism.org/revista-internacional/197507/998/la-degeneracion-de-la-revolucion-rusa [4] ); Las enseñanzas de Krondstadt (https://es.internationalism.org/revista-internacional/197507/940/las-ensenanzas-de-kronstadt [5] ), en la nº 8: La izquierda comunista en Rusia (https://es.internationalism.org/revista-internacional/197701/1996/la-izquierda-comunista-en-rusia-i [6] y https://es.internationalism.org/revista-internacional/197705/1880/la-izquierda-comunista-en-rusia-ii-la-izquierda-comunista-y-la-con [7] ), en la nº 99,100 y 101, serie sobre “La comprensión de la derrota de la revolución rusa” (https://es.internationalism.org/revista-internacional/199912/1153/viii-la-comprension-de-la-derrota-de-la-revolucion-rusa-1-1918-la- [8] , https://es.internationalism.org/revista-internacional/200007/3479/viii-la-comprension-de-la-derrota-de-la-revolucion-rusa-2-1921-el- [9] y https://es.internationalism.org/revista-internacional/200010/985/viii-la-comprension-de-la-derrota-de-la-revolucion-rusa-1922-23-las [10] ).
[5] Ver la Serie Balance de 70 años de liberación nacional https://es.internationalism.org/revista-internacional/201707/4221/balance-de-70-anos-de-luchas-de-liberacion-nacional-primera-parte [11] , https://es.internationalism.org/revista-internacional/201110/3231/balance-de-70-anos-de-luchas-de-liberacion-nacional-ii-en-el-siglo [12] y https://es.internationalism.org/revista-internacional/201202/3316/balance-de-70-anos-de-luchas-de-liberacion-nacional-iii-las-nuevas [13]
[6] Ver la Serie ¿Qué son los Consejos Obreros? https://es.internationalism.org/revista-internacional/201002/2769/que-son-los-consejos-obreros-i [14] , https://es.internationalism.org/revista-internacional/201005/2865/que-son-los-consejos-obreros-2-parte-de-febrero-a-julio-de-1917-re [15] , https://es.internationalism.org/revista-internacional/201008/2910/que-son-los-consejos-obreros-iii-la-revolucion-de-1917-de-julio-a- [16] , https://es.internationalism.org/revista-internacional/201012/3004/que-son-los-consejos-obreros-iv-1917-21-los-soviets-tratan-de-ejer [17] y https://es.internationalism.org/revista-internacional/201104/3086/que-son-los-consejos-obreros-v-los-soviets-ante-la-cuestion-del-es [18]
[7] Ver Debate sobre 1917: La Revolución proletaria será mundial o no será /content/2161/debate-sobre-1917-la-revolucion-proletaria-sera-mundial-o-no-sera [19]
En las últimas dos semanas hemos asistido a una sucesión de escenas sobrecogedoras en la frontera Sur de la Unión Europea. Primero fueron los asaltos masivos a las alambradas puestas por el gobierno español en las que miles de emigrantes lograron cruzar no sin dejarse en el camino jirones de ropa y sangre. Después vinieron las ráfagas de balas que segaron la vida de 5 emigrantes disparadas con toda la probabilidad, pese a las maniobras de tergiversación informativa, por las fuerzas del “muy democrático” y “muy pacifista” gobierno del Señor Zapatero que gusta presentarse con la imagen de un Bambi, un inofensivo cervatillo. A continuación llegó el despliegue masivo de tropas de la Legión y la Guardia Civil con la consigna de repeler “de forma humana” (sic) a los emigrantes. El 6 de octubre, tras oscuras negociaciones entre los gobiernos español y marroquí, los acontecimientos dan un giro: 6 emigrantes mueren ametrallados en territorio marroquí. Estas muertes constituyen el desencadenante de una serie de actos a cual más brutal: emigrantes abandonados en el desierto al Sur de Uxda el 7 de octubre, redadas masivas en las ciudades marroquíes donde se concentran los emigrantes; vuelos de repatriación hacia Mali y Senegal con los hombres y mujeres amontonados y esposados y la noticia de un nuevo abandono masivo de emigrantes, en autobuses de la muerte, en el desierto del Sahara.
A partir del 6 de octubre, el gobierno Zapatero recupera el papel de “campeón del talante”. “Protesta” ruidosamente ante Marruecos por el trato “inhumano” que dispensa a los emigrantes y presenta con gran despliegue mediático su proyecto de una alambrada “ultra-moderna” (en realidad 3 alambradas superpuestas) que impediría toda penetración “sin causar el más mínimo rasguño” a los emigrantes. Sus colegas de la Unión Europea se unen presurosos al coro de la “protesta democrática” frente a los desmanes marroquíes, “exigen” un “trato respetuoso a los emigrantes” y lanzan sus habituales chácharas sobre la Unión Europea “tierra de acogida” y sobre la necesidad del “desarrollo” de los países africanos. El ministro español de Exteriores, un experto en sonrisas beatíficas, saca los colmillos y anuncia muy serio que “España no va tolerar ninguna emigración ilegal aunque eso es compatible con el respeto a los emigrantes” (sic).
En esta crisis estamos viendo las dos caras con las que se nos presentan los Estados democráticos. Desde el 6 de octubre, el Gobierno Zapatero, con la guerra sucia contra los emigrantes, hábilmente subcontratada a Marruecos, exhibe su máscara habitual de angelical promotor de la “paz”, los “derechos humanos” y el “respeto a las personas”. Es la cara del cinismo, la mentira y la maniobra, el manto habitual con el que se rodean las “grandes democracias”, el de la hipocresía más repugnante.
Porque en los días anteriores, el Gobierno Zapatero, apareció con la otra cara: la del ametrallamiento masivo, la del guardia civil ensañándose con un emigrante, la de las alambradas y los helicópteros sobrevolando, la de las deportaciones a los países africanos… Una cara que rasga el velo hipócrita de los discursos sobre los “derechos” y las “libertades” y deja entrever la realidad pura y dura: el “socialista” Zapatero hace, frente a los emigrantes, exactamente lo mismo que el tan denostado Sharon con su muro en Cisjordania y Gaza o que los estalinistas este alemanes Ulbrich y Honnecker que levantaron el muro de Berlín.
Las dos caras, la de la hipocresía democrática y la del perro sangriento, no son en realidad opuestas sino complementarias. Forman una unidad imprescindible en el método de dominación del capitalismo, un sistema social que sustenta una clase minoritaria y explotadora, la burguesía, cuya supervivencia choca cada vez más frontalmente con los intereses y las necesidades del proletariado y de la gran mayoría de la población.
En el problema trágico de la emigración vemos cómo el capitalismo, abocado a una crisis cada vez más aguda –y que toma la forma más extrema en continentes como África- ya no es capaz de asegurar un mínimo de supervivencia a masas cada vez más ingentes de seres humanos que huyen del infierno del hambre, las guerras, las epidemias más mortíferas.
En su huida, son apaleados y robados por las policías y las mafias de los países que atraviesan, que cuentan siempre con el beneplácito interesado de sus Estados respectivos, y cuando llegan a la ansiada meta se topan con un nuevo muro de la vergüenza, con las alambradas, las balas, las deportaciones… Sometidos a una crisis cada vez más severa, los países de la Unión Europea son cada vez menos ese “refugio de paz y prosperidad” con el que pretenden deslumbrarnos. Sus economías solo pueden absorber pequeñas gotas de esa inmensa marea humana y en unas condiciones de explotación cada vez más infamantes que progresivamente se van asemejando a las de los países de los que huyen.
Esa situación se acompaña de un contexto creciente de tensiones imperialistas entre los diferentes Estados cada cual tratando de buscar cómo golpear al rival o tener armas para chantajearlo. Eso hace de los emigrantes una apetitosa masa de maniobra utilizada por los diferentes gobiernos. Marruecos trata de chantajear a España dando toda clase de facilidades a las mafias especializadas en la trata de emigrantes para realizar sus “saltos” al otro lado. Pero a su vez, España, por su condición de puerta de entrada desde el Sur en la Unión Europea trata de cobrar al más alto precio sus servicios de cancerbero sangriento.
Este juego sangriento de farsantes y timadores se hace a costa de las vidas de cientos de miles de seres humanos condenados a una trágica odisea. Los Estados más fuertes se presentan ante el mundo como “los más humanos y solidarios” sencillamente porque en la trastienda han logrado que sus colegas más débiles se encarguen de las tareas sucias. Marruecos aparece como el malo de la película (la tradición de brutalidad más salvaje de sus fuerzas policiales y militares le permiten interpretar a la perfección ese papel) mientras que España y los “socios” de la UE, sus descarados arrendadores[1], tienen la desfachatez de darle lecciones de “democracia” y “derechos humanos”.
Sin embargo, las crecientes contradicciones del capitalismo, la profundización de su crisis histórica, el proceso de descomposición que paulatinamente lo corroe, la agudización progresiva de la lucha de clases, hacen que esos grandes Estados, virtuosos consumados del concierto democrático, aparezcan cada vez más directamente bajo el rostro de perros sangrientos. Hace 3 meses vimos como la policía británica, la “más democrática del mundo”, asesinaba a sangre fría a un joven brasileño[2], hace menos de un mes vimos como el ejército y la policía norteamericanos repartía palos en lugar de alimentos y auxilios a las víctimas del huracán Katrina, hoy vemos al Gobierno Zapatero asesinar emigrantes, desplegar tropas y levantar un muro de la vergüenza.
No es posible un capitalismo de rostro humano. Los intereses de la humanidad son incompatibles con las necesidades de este sistema. Para que la humanidad pueda vivir el capitalismo debe morir. Destruir el Estado capitalista en todos los países, abolir las fronteras y la explotación del hombre por el hombre, tal es la orientación que el proletariado debe dar a su lucha para que la humanidad pueda, sencillamente, empezar a vivir.
Corriente Comunista Internacional 11-10-05
[1] En los últimos días, las autoridades de la Unión Europea han recordado abiertamente a sus cofrades marroquíes los cuantiosos créditos que se les había concedido para que hicieran su papel de gendarmes, cosa que habían eludido hasta la fecha.
[2] Ver artículo en nuestra Web: “Asesinato a sangre fría del joven brasileño: la burguesía democrática prepara sus escuadrones de la muerte”.
En la primera parte de este artículo, aparecido en el número precedente de Acción Proletaria, hemos mostrado la evolución de la crisis económica del capitalismo desde el fin de los años 1960. En esta segunda parte, vamos a tratar de demostrar que el mundo capitalista se hunde desde ahora en una nueva recesión mundial, que la burguesía se verá obligada a hacer pagar siempre con más fuerza a la clase obrera.
El capitalismo mundial se enfrenta a una nueva aceleración de la crisis
Frente
a esta degradación de la economía capitalista, la
burguesía, a comienzos de los años 2000, ha querido de
nuevo hacernos creer en una nueva fase de expansión económica,
sobre todo en Estados Unidos pero igualmente en China e India (ver en
nuestra página web, internationalism.org, artículos en
francés e inglés que tratan sobre la situación
económica de estos
dos últimos).
Por lo que concierne a Estados Unidos, primera potencia económica del mundo, no es difícil mostrar la vacuidad de las mentiras burguesas en la materia. Sin un déficit público cuya amplitud y rapidez de aumento da miedo a la misma burguesía, la economía americana conocería sin ninguna duda la recesión. ¿Pero cuáles son los otros factores que presiden esta “famosa recuperación” americana?
La primera razón es el sostén masivo desarrollado por la administración americana al consumo de los hogares. Esta política es debida a una espectacular bajada de impuestos a las clases acomodadas y medias, al precio de una aceleración de la degradación del presupuesto federal.
En segundo lugar, la bajada de los tipos de interés pasando del 6,5% a comienzos de 2001 al 1% a principios de 2004, ha impulsado igualmente un aumento del endeudamiento de los hogares.
Una disminución brutal del ahorro, que se funde como la nieve bajo el sol, pasando de más de un 12% en 1980 a un exíguo 2% a comienzos del 2000.
La bajada espectacular de los tipos de interés y la extraordinaria disminución del ahorro se traducen en una tendencia a la quiebra generalizada en los hogares de Estados Unidos.
El estado americano ha sostenido artificialmente, sobre todo, el mercado inmobiliario y el del automóvil. La burguesía americana ha empujado a las familias, algunas veces incluso con préstamos a tipos de interés cero, a comprar casas, lo que está en la base de esos niveles de endeudamientos descomunales. Desde 1.977 el endeudamiento hipotecario americano ha aumentado el 94% para alcanzar 7,4 billones de dólares. Desde el mismo período, los créditos bancarios destinados a la adquisición de inmuebles se han incrementado un 200%. Desde 1988 los precios de los inmuebles han aumentado más del doble. En Estados Unidos la media de la deuda hipotecaria que corresponde a una familia de 4 personas asciende a unos 120.000 dólares. El aumento acelerado del precio de los inmuebles se traduce igualmente por una especulación desenfrenada en este sector. En tanto que los tipos de interés han tendido a la baja, próximos a cero, el endeudamiento de los hogares podía ser soportable. Pero con el alza de los tipos de interés que se inicia y la elevación de la deuda que ocasionará, supondrá la ruina pura y simple de una gran cantidad de hogares americanos.
Para finalizar, los Estados Unidos, gracias a esta política de tasas de interés extremadamente bajas, desarrollan sin vergüenza de ningún tipo una política de devaluación competitiva del dólar que les permite traspasar al resto del mundo los peores efectos de la agravación de la crisis económica. Ante la gravedad actual de la misma, cada burguesía se ve obligada a lanzarse a una guerra comercial sin piedad y sin cuartel.
El proletariado europeo tambien sufre en sus propias carnes las consecuencias de esta situación. El desarrollo de los planes de despidos masivos y el desmantelamiento del “Estado del bienestar” (medicamentazos, endurecimiento de las jubilaciones...), son la punta del iceberg de este profundo deterioro de las condciones de vida de la clase obrera en todo el mundo. Pero lo que es todavía más significativo, es que, a pesar de la amplitud sin precedentes de las medidas adoptadas, esta recuperación económica ha sido extremadamente breve y superficial. Tanto es así que, la nueva recesión abierta y la reaparición de la inflación no deja ni un momento de respiro a la burguesía. Por ejemplo, el Grupo Financiero Banque TD presenta esta realidad con las siguientes palabaras : “El PIB mundial real pasará probablemente del 4,8% en 2004 al 4,2% en 2005 y al 3,9% en 2006...De hecho el crecimiento americano se ralentizará del 4,4% en 2004 al 3,8% en 2005, y al 3,2% en 2006, en tanto que en China se prevé que la tasa de crecimiento oscilará entre el 8% y el 8,5%.... en relación a más del 9% en 2004”. Sin embargo estas previsiones parecen, por parte de expertos de la burguesía, subestimar la realidad, sin que esto impida prever días sombríos para la economía capitalista, contradiciendo así abiertamente las campañas ideológicas de la burguesía.
El último 22 de Febrero, aparecieron nuevas turbulencias sobre los mercados financieros, mostrando, una vez más, las desastrosas condiciones en las que se encuentra el sistema financiero internacional. El 24 de Febrero el editorial del New York Times decía: “El cambio del dólar del martes no ha provocado un hundimiento. Pero sin ninguna duda ha sido un aperitivo (...) El episodio del martes tiene sus orígenes en los desequilibrios estructurales americanos...” . En cuanto al Washington Post, a lo largo del mismo mes, escribe: “El reloj continua avanzando y nos acerca al desastre. Una superestructura financiera arruinada es seguida por una nueva crisis de la energía, la agitación del dólar y de las finanzas americanas fuera de control”. Todavía es poca cosa, el dólar se cambió a 1,32 por 1 euro. Esta perspectiva de bajada del dólar parece imponerse. No obstante, la crisis sacude actualmente el espacio económico europeo rechazando momentáneamente el envite. El 3 de Junio último el euro alcanzó su nivel más bajo después de ocho meses, en relación con una brusca avalancha sobre el dólar.
La burguesía se encuentra confrontada a turbulencias monetarias cada vez más graves, que le impiden toda previsión a medio plazo. A esto hay que añadir, que a lo largo de los últimos años, el dólar ha sido sostenido principalmente por Japón, Arabia Saudí y China. Es sabido que, desde hace dos años, los saudíes transfieren sus inversiones desde Estados Unidos hacia otras regiones del mundo. Actualmente, China muestra que ha llegado igualmente en estos momentos a un punto insoportable para su economía. El portavoz del ministerio de Asuntos Exteriores Ain Gang declaró el mes de Abril en Pekín: “Si un país es incapaz de sostener sus déficits con el ahorro interno, no puede pretender depender del ahorro de otro país”. En términos claros, China, no está en condiciones de financiar por más tiempo el enorme déficit americano. Los bancos centrales asiáticos, japoneses y chinos inundados de valores en dólares, con los bancos al borde de la quiebra no pueden absorber más. Los mayores poseedores de deuda del estado americano son los bancos centrales de Asia y de la región del Pacífico. Sólo Japón y China poseen obligaciones del estado americano cifradas en más de 1 billón de dólares. China destina una gran parte de su producción al mercado interior americano. Esta es pagada en dólares, que utilizará en parte para comprar los bonos del tesoro americano, financiando así el déficit colosal de Estados Unidos. Esta política permite a su vez a Pekín abrir cada día nuevas fábricas de bienes exportables con el aval de Estados Unidos, hacia el mercado americano. Sin embargo la economía china es subvencionada por el déficit presupuestario y el déficit del estado. Esto hace que se convierta como Estados Unidos en una zona de alta turbulencia. El déficit pasó de 100 mil millones de yuanes en 1987, y actualmente es de más de 500 mil millones. Déficit que es financiado esencialmente por el sistema bancario chino que se encuentra así ahogado de créditos más que dudosos. La inestabilidad creciente del dólar actualmente hace correr un riesgo mayor al sistema financiero internacional.
Para la mayoría de países, poseedores de dólares, esta situación no tiene otro sentido más que en la medida que se trata de la principal moneda del comercio mundial. Y, es esta función la que es puesta en peligro actualmente. A pesar de la recuperación actual del dólar frente al debilitamiento del euro, el nivel faraónico del endeudamiento de la economía americana no puede más que situarlo, en el próximo período, de nuevo a la baja. Frente a esta realidad, el peligro viene de la necesidad para numerosos países de diversificar sus reservas en divisas fuertes. El aumento actual del de las materias primas, a partir del 8 de Marzo según el índice CRB (Commodity research bureau) que cubre 17 de las más importantes materias primas ha llegado a su más alto nivel en los últimos 24 años. Por ejemplo, el petróleo ha pasado de valer 10 dólares el barril hace 6 años a los 55 actuales.
Para completar este terrible panorama hay que tomar tambien en consideración que, la especulación ha desarrollado una burbuja inmobiliaria que puede reventar en cualquier momento y que, el estado catastrófico del sistema monetario internacional han llevado al oro a un nivel histórico de 440 dólares la onza. Dos días más tarde el antiguo primer ministro australiano, Paul Keating, declaró: “Se está preparando un hundimiento catastrófico del dólar y una explosión de pánico”.
A pesar de la presión a la baja sobre los precios basada en una política de regresión salarial, todo este endeudamiento generalizado hace resurgir conjuntamente con la recesión, el espectro de la inflación. La presión excesivamente fuerte a la baja sobre la masa salarial, induce una tendencia a la baja de los precios, pero no es más que una medida de frenar de forma duradera y segura las tendencias inflacionistas. Todos los países industrializados de Europa, de Asia y de América conocen nuevas tensiones inflacionistas. La reducción de la masa monetaria que se desarrolla ineluctablemente será un factor activo suplementario en la recesión que se perfila en el horizonte. La burguesía se ve obligada a tomar medidas que ralentizarán la economía, por lo el espectro de la recesión es muy real y presente. Con una deuda equivalente al 58% del PIB y una tasa de 60% de crecimiento atribuible a los gastos militares en 2.003, la recesión americana que se aproxima marcará las tendencias para el conjunto de la economía mundial. El debilitamiento de la cohesión económica que se desarrolla en la Unión Europea, sobre todo en materia monetaria, se traducirá en este contexto internacional por una desarrollo todavía más fuerte en la recesión. Las turbulencias que va a conocer el sistema financiero internacional no tendrá consecuencias todavía difícilmente mensurables sobre la degradación de la economía capitalista.
Una recesión más profunda que las precedentes
Mientras que la muy corta recuperación económica de comienzos de los años 2.000 se tradujo por una aceleración masiva del paro y de la pauperización de la clase obrera, nos podemos imaginar la amplitud del ataque que el capitalismo tratará de infligir al proletariado. Uno de los símbolos de esta famosa recuperación se acaba de terminar y puede ser la quiebra virtual de los dos mayores fabricantes mundiales de automóviles: General Motors y Ford. Ante tal deterioro de la economía capitalista, tal desarrollo de la explotación obrera, más que nunca el proletariado no se debe dejar engañar por el enemigo. La causa de la crisis no es el liberalismo o la libre competencia, o la patronal, o lo que llaman mundialización. Es el capitalismo actualmente en quiebra, la clase burguesa y su estado los que son los verdaderos enemigos de la clase obrera y de la humanidad entera. Actualmente podemos afirmar que la nueva recesión será mucho más profunda que todas las que han existido desde el fin del período de reconstrucción. Pero el proletariado no debe desmoralizarse ante esta perspectiva. Si la crisis económica se acelera y con ella los ataques contra la clase obrera, esto ocurre en el momento en el que el proletariado a través de la recuperación de la confianza en sí mismo, reencuentra el camino de las luchas y del desarrollo de su solidaridad y de su conciencia de clase. Esta situación es rica y plena de potencialidades para la lucha de clases.
Traducción de Révolution Internationale nº 360, publicación de la CCI en Francia.
Una violencia desesperada
Lo más chocante de esta situación, más allá de la amplitud de los destrozos y de la brutal violencia, es su total sin sentido. Se puede comprender sin dificultad alguna que los jóvenes inmigrantes de los barrios más pobres tengan muchas ganas de enfrentarse a la policía. De manera cotidiana son sometidos, sin ningún tipo de miramiento y con brutal grosería, a controles de identidad y cacheos indiscriminados y, en ese sentido, es totalmente lógico que sientan a la policía como sus perseguidores sistemáticos. Pero la realidad es que, las principales víctimas de esta violencia son las propias familias o los allegados de los jóvenes que la protagonizan: los hermanos o hermanas que no podrán ir a sus escuelas habituales, parientes que han perdido sus vehículos que en caso de ser pagados por los seguros, lo serán a precios de saldo ó, la obligación imperiosa de realizar sus compras lejos de sus domicilios ya que las tiendas han sido arrasadas por las llamas. Los barrios de los explotadores siguen estando en perfecto estado mientras que los barrios miserables, de ahora en adelante, serán más lúgubres y miserables como consecuencia de la violencia desencadenada por los jóvenes inmersos en esta espiral de violencia sin sentido. En el mismo sentido, la violencia desplegada contra los bomberos (trabajo que tiene por función esencial ayudar a las personas en peligro) es en cualquier caso reprobable. Igualmente lo son las heridas producidas a los viajeros de los autobuses, o la muerte de un hombre de sesenta años a golpes de jóvenes a los que aparentemente intentaba convencer de que no tenía sentido cometer actos violentos.
Por ello, los actos de violencia y las pérdidas ocasionadas noche tras noche en los barrios pobres no tienen absolutamente nada que ver, ni de cerca ni de lejos, con las luchas de la clase obrera. Esta, en su lucha contra el capitalismo se ve obligada a utilizar la violencia. El derrocamiento del capitalismo será, necesariamente, un acto violento ya que la clase dominante, utilizando todos los medios de represión a su alcance, defenderá con dientes y uñas su poder y sus privilegios. La historia nos ha enseñado, especialmente desde la Comuna de París de 1.871 entre otros muchos ejemplos, hasta que punto la burguesía es capaz de olvidar de un plumazo sus grandes “principios” de “democracia” y de “libertad-igualdad-fraternidad” cuando se siente amenazada: en una semana (la famosa “semana sangrienta”) 30.000 obreros parisinos fueron masacrados por haber tenido la osadía de querer tomar el poder en sus manos. También cuando los trabajadores lucha por la defensa de sus intereses inmediatos, en luchas que en modo alguno de manera inmediata amenazan el poder de la burguesía, se ven a menudo confrontados a la represión del Estado burgués o a la de las milicias patronales, represión a la que deben oponer su propia violencia de clase.
Sin lugar a dudas, lo que sucede actualmente en Francia, nada tiene que ver con la violencia proletaria contra la clase explotadora: las principales víctimas de la violencia ciega están siendo los obreros. Más allá de aquellos que sufren de manera inmediata las consecuencias de los desastres provocados, es el conjunto de la clase obrera del país la que se ve directa y brutalmente afectada: el ruido mediático que provocan los acontecimientos actuales oculta todos los ataques que la burguesía lanza en estos momentos contra todos los proletarios, del mismo modo que silencia las luchas que se están desarrollando actualmente para hacerles frente.
La respuesta de la burguesía
Todos los capitalistas y los dirigentes del Estado, tranquilamente instalados en sus barrios perfectamente protegidos, aprovechan la violencia actual para justificar un nuevo reforzamiento de los medios de represión. Tanto es así que la principal medida que ha tomado el Gobierno francés, para hacer frente a la situación, ha sido la de decretar, el 8 de Noviembre, el estado de emergencia nacional, una medida que fue aplicada por última vez hace 43 años y que se apoya en una ley adoptada hace más de cincuenta años durante la guerra de Argelia. Como elemento central de esta ley se encuentra, el toque de queda, es decir, la prohibición de circular por las calles a partir de una cierta hora, como ocurría en los tiempos de la ocupación alemana de Francia entre 1.940 y 1.944 o como en el momento del estado de guerra en Polonia en 1.981. Pero este decreto también permite otras opciones a la “democracia” clásica (registros domiciliarios diurnos y nocturnos, control de las publicaciones de todo tipo y el recurso a los tribunales militares). Los políticos que han decidido la aplicación de esta medida y todos los que la apoyan (como por ejemplo el partido socialista), “aseguran” que no se cometerán abusos al aplicar estas medidas de excepción, pero en realidad lo que esta ocurriendo se convierte en un precedente que han hecho aceptar a la población, en particular a los obreros, y que a buen seguro, en el futuro ante las luchas obreras que van a desencadenar los ataques capitalistas esta medida será aplicada dentro del arsenal de represión que hoy pone a punto la burguesía.
Ni los jóvenes que queman vehículos, ni los obreros pueden sacar nada de positivo en la situación actual. Sólo la burguesía, puede, de cierto modo sacar una cierta ventaja de cara al futuro.
Esto no significa, en modo alguno, que haya sido la burguesía la que ha provocado deliberadamente estos violentos estallidos.
Cierto es que ciertos sectores políticos, como la extrema derecha del “Frente Nacional”, podrá sacar ciertos réditos electorales. También es cierto que personajes como Sarkozy, que sueña con recoger todos los votos de la extrema derecha de cara a las próximas elecciones presidenciales, ha lanzado gasolina al fuego diciendo que en pocas semanas “limpiaría con una máquina de agua a presión” los barrios sensibles y tiraría a la basura a la “escoria” que ha promovido la violencia y a todos los jóvenes que han participado. Pero más allá de estos aspectos, lo bien cierto es que los principales sectores de la clase dominante, comenzando por el Gobierno, e incluso todos los partidos de izquierda que, en general están al frente de estas comunidades, se sienten francamente incómodos ante esta situación. Tanto es así que el presidente de la patronal francesa, Laurence Parisot, ha declarado a la emisora de radio Europe 1, el 7 de Noviembre, que “…la situación es grave, incluso diría que muy grave…” y que “…las consecuencias son y serán muy serias para la economía…”.
Pero sobre todo es en el plano político en el que la burguesía se siente más incomoda e inquieta: la dificultad que esta encontrando para “restablecer el orden” supone un golpe a la credibilidad de las instituciones con las que gobierna. Incluso ahora que la clase obrera no pueda sacar ningún provecho de la situación actual, su enemigo de clase, la burguesía, da muestras de una dificultad creciente para poder mantener “el orden republicano” que necesita imperiosamente mantener para justificar su posición al frente de la sociedad.
Esta inquietud no afecta solo a la burguesía francesa. En otros países, en Europa pero también al otro lado del mundo, como en China, la situación en Francia ocupa la primera plana de todos los periódicos. Incluso en los Estados Unidos, un país que en general hace caso omiso de todo lo que sucede en Francia, se repiten sin cesar las imágenes de televisión que relatan las escenas de coches y edificios en llamas.
Para la burguesía americana, la puesta en evidencia de la crisis que golpea actualmente a los barrios pobres de las ciudades francesas, es una ocasión de oro para ajustar cuentas con sus “aliados” franceses: los medios de comunicación y los políticos franceses organizaron un gran escándalo cuando llego el huracán Katrina: hoy día, se pueden encontrar expresiones de jubilo en la prensa y en ciertos sectores de la burguesía norteamericana ya que esta situación les permite burlarse sin tapujos de la “arrogancia habitual de Francia” ante algunas situaciones. Este intercambio de “piropos” es expresión de la guerra que se libra entre estos dos países de forma permanente en el terreno diplomático, en particular a propósito de la situación en Iraq. Dicho esto, la tonalidad de la prensa europea, que en ocasiones expresa una cierta ironía contra el “modelo social francés” que vende sin cesar Chirac oponiéndolo al “modelo liberal anglosajón”, expresa una real y profunda inquietud. Así, el 5 de Noviembre, se pudo leer en el periódico español La Vanguardia “…que nadie se frote las manos, las borrascas del otoño francés, pueden ser el preludio de un crudo invierno europeo…”. Lo mismo viene a decirse por parte de los dirigentes políticos: “…Las imágenes que vienen de París son una seria advertencia para todas las democracias para que consideren que todos los esfuerzos de integración social no pueden darse nunca por acabados, siempre ha de habar una perspectiva de mejora (…). La situación no es comparable, pero lo que si que esta claro es que una de las tareas esenciales del futuro Gobierno será el de acelerar la integración…” (Thomas Steg, uno de los portavoces del Gobierno alemán. Lunes 7 de Noviembre).
“….Sería un grave error pensar que somos diferentes a París, es solamente una cuestión de tiempo…” (Romano Prodi, líder del centro-izquierda en Italia, y antiguo presidente de la Comisión Europea).
“….Todo el mundo esta inquieto con lo que está pasando…” (Tony Blair, Primer Ministro de Gran Bretaña).
Esta inquietud revela que la clase dominante tiene una cierta conciencia de su propia quiebra. Incluso en los países dotados de “políticas sociales” para hacer frente a todos los problemas ligados a la inmigración, la burguesía se encuentra ante problemas y dificultades que no puede resolver ya que son, en última instancia, consecuencia de la crisis económica mundial sin salida a la que se enfrenta desde hace más de treinta años.
Hoy día, las “almas caritativas” de la burguesía, e incluso el Gobierno que ha utilizado hasta ahora sobre todo el bastón y nunca la zanahoria ante los problemas en los barrios pobres, se plantean la necesidad de “hacer alguna cosa” para salvar a las comunidades más desprotegidas. Anuncian una “renovación” de las lúgubres barriadas en las que viven los jóvenes que se han revelado. Preconizan la necesidad de más trabajadores sociales, más centros culturales, de deportes o de ocio donde los jóvenes puedan encontrar mejor ocupación que quemar vehículos. Todos los políticos están de acuerdo en reconocer que una de las causas centrales del malestar actual de la juventud proviene del desempleo (más del 50% en algunos barrios). Los partidos de derecha reivindican la necesidad de dar facilidades a las empresas para instalarse en estos sectores de la sociedad (sobre todo promoviendo una reducción en los impuestos). Los de izquierda reclaman más profesores y educadores, mejores escuelas y servicios. Pero ni lo uno, ni lo otro, podrán resolver los problemas que tiene planteados la sociedad.
Las causas profundas de la revuelta
El desempleo no va a descender al colocar una serie de fábrica aquí o allá. Las necesidades en materia de educadores y otro tipo de trabajadores sociales que deberían hacerse cargo de los cientos de miles de jóvenes desesperados son tales que el Estado no puede hacer frente a ellas, con presupuestos que año tras año están siendo recortados en prestaciones “sociales” (sanidad, educación, pensiones, etc.…) para permitir a las empresas nacionales ganar en competitividad en un mercado mundial cada vez más saturado. Incluso si pudieran dotarse de más “trabajadores sociales”esta en medida, en modo alguno, podría resolver las contradicciones fundamentales que corroen los cimientos de la sociedad capitalista en su conjunto y, que están en el origen del malestar creciente que sufre la juventud.
Los jóvenes de los barrios de la periferia se revelan con medios totalmente absurdos porque están sumidos en una desesperación muy profunda. En Abril de 1.981, los jóvenes de Brixton, barrio desheredado de Londres con una enorme comunidad de inmigrantes, se revelaron de forma muy similar a la actual en Francia. Sobre los muros escribieron repetidamente el lema de: “No futuro”. Este “no futuro” o el “ningún futuro” es el que sienten centenas de miles de jóvenes en Francia actualmente, tanto como en otros muchos países. En sus carnes y día tras día, como consecuencia de desempleo, por el hecho de la terrible y brutal discriminación, los jóvenes “gamberros” de los barrios populares sientes esta total ausencia de perspectiva. Pero están lejos de ser los únicos en tener tal sentimiento. En muchas partes del mundo la situación es aún peor y la actitud de los jóvenes toma formas aún más absurdas y brutales: en los territorios de Palestina el “sueño” de muchos niños es el de convertirse en “kamikazes” y, uno de los juegos favoritos de los niños de 10 años es el de rodear su cuerpo con una supuesta carga de explosivos.
Sin embargo, estos ejemplos extremos no son en realidad más que la parte visible del iceberg. No son sólo los jóvenes más pobres y desfavorecidos, los que están embargados por la desesperación. Su desesperación y sus absurdos actos son una expresión, ciertamente reveladora, de una ausencia total de perspectiva, no únicamente para ellos, sino para toda la sociedad, a nivel mundial. Una sociedad que, de forma creciente, se hunde progresivamente en una crisis económica insuperable provocada por las contradicciones insolubles del sistema de producción capitalista. Una sociedad que sufre, cada día más y más, los destrozos de las guerras, la plaga del hambre, un deterioro creciente del entorno, catástrofes naturales que se convierten en inmensos dramas humanos, como el maremoto del invierno pasado o las inundaciones en Nueva-Orleáns a finales del verano.
En los años 1.930, el capitalismo mundial sufrió una crisis similar a la que vive hoy día. La única respuesta, la única “solución” que fue capaz de aportar fue la de la guerra mundial. Fue una respuesta brutal pero permitió a la burguesía movilizar a toda la sociedad y a todo el estado de ánimo de esa época en esa dirección.
Actualmente la única respuesta que puede dar la clase dominante al impasse de su economía sigue siendo la guerra; por eso los conflictos guerreros no tienen fin e implican de forma creciente a los países más desarrollados y a todos aquellos que no se habían visto implicados desde hacia mucho tiempo en ellos (tales como Estados Unidos o algunos países de Europa en la guerra en la ex Yugoslavia a lo largo de los años 90). Sin embargo la burguesía no puede ir hasta el final en el camino hacia la guerra mundial. En primer lugar, porque cuando los primeros efectos de la crisis económica se hicieron sentir, a finales de los años 1.960, la clase obrera mundial, y en especial en los países más industrializados, reaccionó con tal vigor (huelga general del Mayo del 68 francés, otoño caliente en Italia en 1.969, huelga en Polonia de 1.970-71) que mostró que no esta dispuesta a servir como carne de cañón a los planes e intereses imperialistas de la burguesía. En segundo lugar, porque con la desaparición de los dos grandes bloques imperialistas, tras el hundimiento del bloque del Este en 1.989, las condiciones militares y diplomáticas no están reunidas para desencadenar una nueva guerra mundial, lo que no impide que las guerras más locales se perpetúen y se multipliquen.
La única perspectiva: la lucha del proletariado
El capitalismo no tiene ninguna perspectiva que ofrecer a la humanidad, sino es la de guerras cada vez más bárbaras y brutales, de catástrofes a cada cual más trágica y, de una miseria creciente para la mayor parte de la población mundial. La única posibilidad que tiene la sociedad para salir de esa espiral de barbarie del mundo actual es el derrocamiento del sistema capitalista. Y la única fuerza capaz de hacer frente a esa titánica tarea es la clase obrera. Pero el no haber sido capaz, hasta el momento, de afirmar y desarrollar su propia perspectiva con el desarrollo, reforzamiento y extensión de sus luchas, ha supuesto que millares de sus hijos se hayan visto envueltos en la desesperación, expresando su revuelta contra el sistema capitalista de forma absurda o, refugiándose en las quimeras de la religión que prometen el paraíso para después de la muerte. La única y verdadera solución a la “crisis de los barrios desheredados” es el desarrollo de las luchas del proletariado en la perspectiva de la revolución que permitirá dar un sentido y una perspectiva a todos los sentimientos de revuelta de las jóvenes generaciones obreras.
CCI (8/11/2005)
Llevamos 20 años donde no hay más que despidos, contratos basura, recortes de prestaciones, bajas de salario, aumento de ritmos y de horarios etc. Las condiciones de vida y de trabajo no hacen más que empeorar más y más. Lo último ha sido el expediente de SEAT con 1346 nuevos despidos y el trágico accidente laboral de Almuñecar que ha costado la vida a 6 obreros.
Muchos compañeros se preguntan: ¿hasta cuando va durar esta continua pendiente siempre hacia abajo? ¿Cuál va ser la salida a esta interminable sucesión de ataques?
El trinomio Gobierno – Patronal – Sindicatos siempre repiten lo mismo: estas medidas son un sacrificio necesario para poder “sanear la economía” y abrir una dinámica de prosperidad. Sin embargo, la prosperidad NUNCA LLEGA y lo que se queda es la miseria, la precariedad y el empeoramiento de las condiciones de trabajo.
Los despidos no sanean las empresas sino que conducen a nuevos despidos. Los contratos precarios provocan más precariedad y peores contratos. Los accidentes laborales no cesan de crecer, hace 20 años la media era 3 diarios mientras que ahora son de 5 diarios.
Siempre hablan de “reformas”. ¡Qué “reformas” más extrañas! En el siglo XIX y principios del siglo XX toda reforma significaba una mejora en las condiciones de los trabajadores. Las “reformas” del siglo XXI consisten en empeorar aún más esas condiciones.
Cada vez que anuncian despidos y recortes sociales nos dicen que eso es un “Plan de Futuro”. ¡Menudo futuro! Con esos planes de futuro redujeron la plantilla de la minería del carbón de 50000 a 8000 trabajadores en el lapso de 25 años; la de SEAT de 30000 a menos de 16000; la de astilleros de 45000 a menos de 10000; la de RENFE de 75000 a poco menos de 30000 etc.
Y esto no sucede únicamente en España. Lo vemos en Francia, en Alemania, en Japón, en USA, en cualquier país del mundo. No existe actualmente ningún lugar donde exista esa “prosperidad” que el padre del actual presidente USA prometió en 1989 cuando cayó el muro de Berlín.
El Ministro de Industria nos dice que “la crisis de SEAT es puramente coyuntural”. ¡Una “crisis coyuntural” que dura 30 años y que se manifiesta en la gran mayoría de sectores y de países! El comité de empresa de SEAT dice que “los despidos son el resultado de la mala política comercial de la compañía”. Se conoce que Ford, Opel, Wolswagen, Fiat etc., tienen también una “mala política comercial” pues todos despiden a mansalva. En el sector de la informática todos tienen una “mala política comercial” pues HP, IBM etc., no paran de despedir gente. Lo mismo sucede en el textil, en las telecomunicaciones…
La “mala política comercial” de las empresas y de las naciones es consecuencia de la crisis cada vez más fuerte del capitalismo. El mercado mundial está cada vez más saturado y ante ello toda empresa, todo capital nacional, solo pueden sobrevivir atacando a muerte a los trabajadores. Hay que ser competitivos, dicen, pero “ser competitivos” significa despidos, recortes salariales, recorte de prestaciones sociales… ¡Bajo el capitalismo no existe ninguna otra forma de “ser competitivos”!
El capitalismo mundial está en crisis. No tiene ningún “plan de futuro” que ofrecernos. Sus “planes de futuro” son despidos, miseria, guerras, destrucción medioambiental, barbarie… Ese es su futuro.
La amenaza de un expediente de regulación de empleo en SEAT ha despertado la combatividad de los trabajadores que se niegan a aceptar este enésimo recorte de la plantilla o a ceder al chantaje de sacrificar un 10% de su salario a cambio de la “promesa” de eludir los despidos. En Wolswagen de Alemania la dirección y los sindicatos plantearon en 2003 el recorte de los salarios como medio de evitar los despidos. Hoy ¡lanzan 7000 despidos!
La voluntad de lucha de los compañeros de SEAT no es algo aislado ni en España ni a nivel mundial. Hemos visto la combatividad de los mineros del carbón. Hace un par de meses los trabajadores del aeropuerto de Heathrow en Gran Bretaña hicieron una huelga salvaje en solidaridad con 600 compañeros de una empresa de catering amenazados de despidos. También ha habido recientemente una gran huelga en Boeing en Estados Unidos contra el recorte de las pensiones y los seguros médicos presentado como “necesario para mantener el empleo”. Argentina ha vivido durante los últimos meses la mayor oleada de huelgas en 20 años. En China los conflictos laborales se han multiplicado por 6 respecto al año anterior.
Los explotados ya no aceptan mansamente los “planes de futuro” y las “reformas” que les ofrecen el triángulo Gobierno – Patronal – Sindicatos. Poco a poco se deshacen del peso de pasadas derrotas, de la desorientación y la desconfianza en sus propias fuerzas que les hizo resignarse ante ataques pasados y se lanzan, de nuevo, a la lucha.
Sin embargo, la lucha no es fácil. Está llena de obstáculos. Es preciso comprenderlos y ver quienes son sus portadores.
Lo primero que debemos comprender para poder luchar con un mínimo de fuerza es que el Interés de la Empresa, el Interés del Sector, el Interés Nacional, constituyen la causa de los despidos, de los contratos basura, de la baja de los salarios. En contra de lo que nos repiten al unísono consellers de treball, presidentes de empresa, sindicatos, etc., esos intereses chocan frontalmente con el interés de los trabajadores y de la humanidad.
Sacrificarnos por el interés de la empresa o de la economía nacional es renunciar a defender nuestro interés humano de vivir, de comer, de dar un futuro a nuestros hijos. Pero es también sembrar la cizaña de la división en nuestras propias filas. El interés de la empresa y el interés de la nación causan nuestra miseria y nuestra división. No tenemos ni Empresa ni Nación que defender.
Para que la lucha obrera tenga fuerza ha de definir sus propios intereses, su propio terreno de clase contra el interés nacional, el interés del sector y el interés de la empresa.
La realidad desmiente una y otra vez estos engaños. Hace menos de un año en Phillips vimos como la intervención de la Generalitat catalana no impidió los despidos. Lo mismo ha sucedido con los conflictos de Papelera o de Unidad Hermética. Entre “presión” y “petición”, los obreros somos paseados y engañados, pues quieren que confiemos nuestra suerte a quienes son nuestros verdugos, a los maestros de las buenas palabras y la puñalada trapera. El Estado no es el representante del pueblo sino el defensor incondicional de los intereses del capital nacional. Todas las autoridades –desde el presidente del gobierno hasta el último alcalde- están ahí para velar por su defensa.
La fuerza de los obreros está en tomar el destino en sus propias manos, luchando fuera y en contra del Estado y de todas sus estructuras e instituciones.
Los medios de comunicación han dado mucho bombo a la lucha de los pescadores o de los camioneros. Se ha querido dar la impresión de que el bloqueo de los puertos o el corte de las autopistas, acciones espectaculares que “salen en la tele”, han obligado a retroceder al Estado. Parecería que nuestra fuerza reside en armar el mayor escándalo posible para llamar la atención.
Estas acciones no ejercen una verdadera presión sobre el Capital y su Estado. En una economía que naufraga en una enorme sobreproducción los desabastecimientos puntuales suelen ser aprovechados para limpiar stocks. Por otra parte, no son los capitalistas o sus gobernantes las principales víctimas de ellos sino más bien los trabajadores y el conjunto de la población. Estas acciones provocan pasividad en los demás trabajadores. Al principio pueden ser miradas al principio con simpatía pero su prolongación da paso a una creciente hostilidad. Provocan el aislamiento de sus protagonistas al hacerles perder su principal baza: el apoyo activo de los demás trabajadores.
La lucha obrera se fortalece si se extiende, si gana a otros trabajadores, sí a través de explicarla ante amplias capas de la población, conquista su apoyo. Los trabajadores no reivindican un beneficio particular sino que sus intereses expresan los de la mayoría de la población. El interés del Capital es sacrificar la vida humana en el altar del beneficio. El interés de los trabajadores es una producción consagrada a la satisfacción plena de las necesidades humanas. En interés del capital es la vida para la producción, el interés de los trabajadores es la producción para la vida.
Toda lucha obrera que se queda aislada es una lucha perdida por mucha acción espectacular que se haga. El aislamiento respecto a los demás trabajadores, el aislamiento político ante el estado, constituyen la peor de las derrotas.
En la plantilla de SEAT, como en el resto de centros de trabajo, conviven obreros veteranos con una nueva generación que en unas condiciones de fuerte precariedad se incorpora a la clase productora de toda la riqueza social y a su lucha contra la explotación. Los salarios, el tipo de contrato, el régimen contractual etc., de unos y otros pueden parecer muy diferentes, sin embargo, todos están unidos por lo esencial: no disponen para ganarse su sustento más que de su fuerza de trabajo y a todos ellos les amenaza por igual los planes de ataque de los capitalistas.
El dilema con el que SEAT ha planteado el ataque: o despidos o baja de salarios, está destinado a sembrar la división y el enfrentamiento entre los trabajadores. Es un planteamiento envenenado que busca que veamos a los otros compañeros como competidores y rivales, que les achaquemos la causa de nuestras desgracias, quebrando así la unidad de clase, la necesaria solidaridad entre los obreros de cualquier edad, sexo, nacionalidad que es la fuerza con que la clase obrera puede oponerse a los ataques de los capitalistas. Si se rompe esa unidad de clase, el capital podrá golpearnos con más fuerza a todos: veteranos y jóvenes.
Nuestra fuerza es unirnos en cada centro de trabajo para buscar la solidaridad de los demás trabajadores sin distinción de sector, de región, de nacionalidad de origen. Solidaridad no es dar un simple apoyo, solidaridad es unirse a la lucha y hacer el frente de combate contra el capital lo más grande posible, pues sólo así podemos tener fuerza. Cuando los trabajadores luchan juntos todos ganan. LUCHANDO JUNTOS GANAMOS TODOS.
Corriente Comunista Internacional 8-11-05
Para todo contacto, crítica, comentario, discusión sobre cómo luchar escribir a: [email protected] [31] o Apartado de Correos 258 Valencia 46008. Consultar nuestro sitio Web: es.internationalism.org
REUNION PUBLICA BARCELONA sobre tema LA LUCHA OBRERA ES EL FUTURO, EL NACIONALISMO (ESPAÑOL O CATALAN) ES EL PASADO: Sábado 26 de noviembre 2005 a las 17 horas en el Centro Social Garcilaso c/Garcilaso s/n frente a Mercado Felipe II Metro Línea 1 Estación Sagrera
En 1978, cuando se acordaron los Estatutos de Autonomía vigentes, la burguesía consiguió presentarlos ante la clase obrera como un producto de una lucha «por la democracia y las libertades». La estrategia política organizada por la burguesía en España, con el apoyo de sus cofrades del bloque occidental (Alemania, Francia y USA en particular), para confrontar la enorme combatividad obrera que se desarrollaba desde los años 60 en España -y en todo el mundo-, ofreciendo «libertades democráticas» a cambio de disminución de salarios (Pactos de la Moncloa), «sindicatos libres» por despidos (reconversiones, etc.), «partidos políticos» por austeridad (2 millones de parados),... en definitiva gato por liebre, llevó a muchos obreros a pensar que la «transición democrática» era el objetivo de sus luchas, cuando en realidad era el arma de la burguesía para combatirlas. Los sindicatos y partidos de izquierda recién estrenados imponían, en las manifestaciones que convocaban, consignas como la de «Llibertat, Amnistía y Estatut d’Autonomía».
Hoy con casi 30 años de perspectiva, en los que se ha podido ver el papel que han jugado los diferentes gobiernos regionales y locales en el desmantelamiento del tejido industrial, de la minería, de la siderurgia, etc., y en el sabotaje de las luchas obreras, poniendo por delante consignas regionalistas interclasistas como “salvar Asturias”, o “salvar Sagunto”, etc., por no hablar del reforzamiento del control estatal y de la represión que significa la creación de los Mossos d’Esquadra, o la Ertzaina, y del aumento desmesurado de la burocracia,... Por todo ello no es de extrañar que el debate sobre el “Estatut” de Cataluña y la reforma constitucional del Senado, no haya calado ni movilice a los obreros. Como se quejan amargamente los de Esquerra Unida i Alternativa: «no hay amplias masas en la calle reivindicando un nuevo Estatut», y más explícitamente los de El Militante: «Cuando en 1976 las luchas obreras reclamaban “Llibertat, Amnistía, Estatut d’Autonomía”, vinculaban la lucha contra el búnker franquista instalado en el poder a los derechos democráticos políticos y nacionales y, para muchos, a la transformación socialista de la sociedad. Hoy el debate sobre la reforma del Estatut aparece ligado al tema de la financiación, y los primeros que aparecen muy interesados en el tema son los principales empresarios y banqueros catalanes. La burguesía catalana pretende obtener una parte mayor del pastel, con lo que el “más para Catalunya” no se va a convertir en ninguna “conquista” de la que se vayan a beneficiar los trabajadores» (El Militante nº 186. Edición digital, Septiembre 2005: El Estatut Catalán, ¿Más derechos sociales para los trabajadores?).
Y es que es completamente cierto que la polémica y las intrigas del Estatut de Cataluña son un asunto en el que se dirimen las pugnas entre las diferentes fracciones de la burguesía; pero eso no significa que no tenga ningún interés para el proletariado. En primer lugar porque la política de la burguesía, su estrategia, sus conflictos, el estudio del enemigo y sus maniobras, es un arma de la guerra de clases, y un elemento de la toma de conciencia del proletariado. Muchas de las obras clásicas del marxismo se han dedicado a este análisis, como por ej. El 18 Brumario de Luis Bonaparte de Marx, o los propios escritos sobre España de Marx y Engels. En segundo lugar porque precisamente grupos como El Militante, o los sindicatos radicales, se van a encargar de presentar el Estatut como una reivindicación obrera, para intentar desviar así las luchas obreras de su terreno, en una reedición de la vieja estrategia de los 70, como ya se está haciendo en SEAT.
Un conflicto entre fracciones de la burguesía...
El
debate sobre el Estatut es en realidad un ajuste de cuentas entre
fracciones de la burguesía; pero no únicamente ni
principalmente entre la burguesía catalana y el
Estado
español.
Desde bastante antes de la llegada del PSOE al gobierno en 2004, la burguesía en España - como producto de la agravación de la crisis, y de las tendencias al “sálvese quien pueda” que se agravan, tanto en la escena internacional, como al interior de cada país-, viene confrontándose a una escalada de las tendencias centrífugas de sus diferentes fracciones nacionalistas-regionalistas, que tienden a poner en cuestión el status quo al que se había llegado con la aprobación y actualización de los diferentes Estatutos de Autonomía.
Contrariamente
a lo que dicen muchos grupos izquierdistas radicales, incluyendo
algunos elementos y grupos anarquistas, el Estado español no
es «una cárcel de pueblos», y de hecho ninguna
fracción nacionalista de peso de la burguesía en España
ha planteado así las cosas, ni siquiera el siglo XIX cuando
aún era posible la formación de nuevas entidades
nacionales;
si no que se han limitado a reivindicar sus
particularismos y sus prebendas heredadas históricamente de
las condiciones de desarrollo del capital español:
«... Así la vida local de España, la independencia de sus regiones y municipios, la diversidad del Estado de la sociedad, fenómenos basados originariamente en la configuración física del país y desarrollados históricamente por la diversidad de los modos cómo las distintas regiones se emanciparon de la dominación mora para formar pequeñas entidades independientes, todo eso se vio finalmente reforzado y confirmado por la revolución económica que agostó las fuentes de la actividad nacional. Y así la monarquía absoluta encontró ya en España una base material que por su propia naturaleza repelía la centralización... Como Turquía, España siguió siendo un conglomerado de repúblicas mal regidas con un soberano nominal al frente. El despotismo presentaba caracteres diversos en las distintas regiones a causa de la arbitraria interpretación de la ley general por virreyes y gobernadores; pero a pesar de ser despótico, el gobierno no impidió que subsistieran en las regiones los varios derechos y costumbres, monedas, estandartes o colores militares, ni siquiera sus respectivos sistemas fiscales...» (Marx, Engels, Revolución en España, Ed. Ariel, Barcelona 1970, Pág. 75).
El
punto más álgido de esa dinámica fue la
tentativa federalista de 1873-1875, el «Viva Cartagena»
cantonalista que acabó en un desastre. Como ya hemos
argumentado antes muchas veces (Ver AP nº 138,140, 141, 143,
145, 150, 152, 154, 173 y 180), el problema del Estado español
es el de una mala soldadura de las diferentes partes del capital
nacional, problema
que se ha agravado y no tiene solución
con la decadencia del capitalismo, y menos aún en su fase
de
descomposición.
En la decadencia del capitalismo es imposible la formación de nuevos marcos nacionales viables que expresen el desarrollo de las fuerzas productivas. Los Estados que se han constituido desde la 1ª Guerra Mundial son un producto de la confrontación imperialista, del reparto de zonas de influencia entre las diferentes potencias, en la época por ejemplo de la guerra fría, o bien del desmoronamiento de los bloques imperialistas como consecuencia de la entrada del capitalismo en su fase terminal de descomposición. Por eso, en nuestra época, la reivindicación de la autodeterminación sólo expresa, o bien la sobrepuja cada vez más irracional a la que conduce la agravación de la descomposición social, o simplemente un engaño para confundir y dividir a la clase obrera.
Hasta la derrota del plan Ibarretxe en las Cortes españolas el invierno pasado, el primer plano de estas querellas lo ocupaba el llamado «conflicto vasco»; los últimos meses sin embargo, ha sido el Estatut lo que ha saltado a primera plana. ¿Significa eso que efectivamente, el nacionalismo vasco se bate en retirada? Más bien al contrario; la gravedad de los envites planteados por el «plan Ibarretxe», con su propuesta de «Estado libre asociado», que es una verdadera OPA hostil contra la soberanía del Estado español en Euskadi, es lo que ha empujado al gobierno de ZP a lanzarse a la aventura de la reforma del Estatut de Cataluña.
De una forma alambicada y extremadamente difícil, lo que el Gobierno pretende con la reforma actual del Estatut es una reedición de la fórmula de «café para todos» de 1978, que permita encajar las diferentes reivindicaciones nacionalistas-regionalistas en una reforma constitucional pactada que ratifique la soberanía del Estado español. En otras palabras, el proyecto de Estatut es una tentativa de dar una vía «constitucional» a las tendencias centrífugas nacionalistas-regionalistas, de dejar aislado al PNV, mostrando que hay una vía alternativa al «plan Ibarretxe» para defender los particularismos, y acabar obligando así finalmente a aquel, a integrarse en esta «reforma».
Si en un primer momento con ocasión de la admisión del proyecto de Estatut en el Parlamento, el gobierno ha tenido que cargar las tintas en el compromiso de ZP de dar el máximo de garantías a que se respetarán los contenidos, y ZP ha coqueteado incluso con la terminología de “identidad nacional” para Cataluña en el preámbulo del Estatut; en el debate sobre la reforma del Senado han aparecido más claramente los términos de su propuesta: «El Gobierno y el PSOE han querido, en suma, aprovechar este debate para decir a la sociedad española que en materia territorial no hay bandazos ni aventuras, ni el comienzo de un nuevo periodo constituyente, sino cumplimiento y desarrollo de los pactos que permitieron alumbrar la Constitución y organizar a partir de ella un nuevo marco de convivencia» (La Vanguardia, 10.11.05), lo que ha hecho que Artur Mas declarara que: «Quizás sí que ha calmado los ánimos pero no como nosotros queríamos (...) Esa es la versión del café para todos» (ídem, 08.11.05).
Esos bandazos no son sin embargo una expresión de la finura del control de la situación por parte del Gobierno, sino más bien al revés, expresan su dificultad para nadar y guardar la ropa. Y es que las condiciones para repetir una jugada como la del 78 son absolutamente diferentes de las de entonces.
No sólo hay un aumento de las tensiones centrífugas y una disminución del margen de maniobra debido a la agravación de la crisis económica (que se está poniendo de manifiesto en torno a la negociación de la financiación y la recaudación fiscal); si no que fundamentalmente no hay, ni el apoyo internacional, ni el consenso en el seno del aparato de Estado con el que contaba la burguesía entonces.
Desde el punto de vista imperialista, como ya hemos apuntado otras veces, la situación en Euskadi ha sido un coladero de presiones al capitalismo español por parte de sus antiguos mentores, sea a través de la disponibilidad de su territorio como base de operaciones y santuario del terrorismo de ETA, como en el caso de Francia, o a través de la Iglesia y sus resortes en el País Vasco y el PNV, por lo que concierne a Alemania, o por medio de “poner a disposición” del Estado español la experiencia de “pacificación” del Ulster (vía por la que la fundación Carter, desencadenó las presiones USA cuando Lizarra). No cabe duda que la fragilidad del aparato político español es pan bendito para las tentativas de las diferentes potencias imperialistas de ganar influencia o de vengar agravios.
Y en este tema de tomar venganza, es sin duda USA quien más tiene que decir, puesto que la salida del PP del gobierno en las pasadas elecciones del 14 de Marzo ha coincidido con una corrección del rumbo de la política de apoyos imperialistas del capital español; el PSOE ha redireccionado el pro americanismo a ultranza de Aznar para priorizar la vocación «europea» (y principalmente pro alemana), y USA se ha convertido en el refugio de la dirección del PP en la sombra. Desde Nueva York el Sr. Aznar, entre clase y clase, refuerza el núcleo duro Acebes-Zaplana de su partido, y lanza todo tipo de improperios sobre el fantasma de una “balcanización” para desprestigiar la política territorial del gobierno ZP.
Esas «brasas» (en los dos sentidos) del ex-presidente del Gobierno, avivan un fuego que también prende por las condiciones en las que el PP abandonó el gobierno y que últimamente también «calientan» a una parte del aparato de Estado que está descontenta con los resultados del viraje imperialista llevado a cabo por el Gobierno. Como resultado de todo esto, en lugar de un consenso como en 1978, hay tensiones importantes entre los dos principales partidos de la burguesía en el seno del aparato del Estado.
...con graves riesgos para la estabilidad del aparato político del Estado
Toda esta operación política de la reforma del Estatut implica graves riesgos de tensiones en el aparato de Estado.
En primer lugar, respecto al nacionalismo vasco, el PNV, que es bien consciente de haber abierto la caja de los truenos («nosotros empezamos esta dinámica» ha declarado Ibarretxe en entrevista en el diario El País), va a continuar su órdago sea cual sea el resultado de la reforma. Si el Estatut se queda en «café para todos», le sabrá a descafeinado y es más que probable que aumenten las presiones del sector más radical Arzalluz-Egibar; y si significa realmente una progresión de las concesiones del Estado a las fracciones nacionalistas, tensará aún más la cuerda exigiendo nuevos planes Ibarretxe.
En Cataluña mismo, sectores de CiU (el partido de Pujol que ha ido apuntalando sucesivos gobiernos “socialistas” y “populares”) y de ERC (el partido de Companys que salvó la República Española de la amenaza obrera en Julio de 1936) se ven empujados a contentar a sus radicalizadas bases con crecientes proclamas independentistas.
En
segundo lugar, la fractura entre el PP y el PSOE sobre las decisiones
de Estado es gravísima teniendo en cuenta los antecedentes
históricos en España, en los que la profundización
de esa fractura siempre ha llevado a conflictos de envergadura. Por
eso el mismísimo Sr. González ha intervenido para
señalar la necesidad de no permitir que el PP quede totalmente
aislado políticamente.
A la burguesía en España
le ha costado muchos años y esfuerzos estructurar una derecha
«democrática» moderna, y sólo ha podido
conseguirlo con un gran partido que cubre todo el espectro de la
derecha, desde la extrema derecha hasta los liberales y
demócrata-cristianos. Ese partido ha mostrado que es capaz de
funcionar con disciplina y coherencia en el gobierno, y con una
dirección «caudillista». Pero el empecinamiento
del PP en el discurso del nacionalismo español, de la “patria
puesta en peligro por la tibieza del Gobierno con los separatistas”,
que es el cemento que mantiene cohesionadas las filas “populares”
tras la pérdida de las prebendas del poder, puede hipotecar la
posibilidad de un recambio del PSOE del gobierno, como ya ocurrió
en el pasado en las últimas legislaturas del PSOE durante los
años 80, comprometiendo el juego político de la
burguesía y sobre todo en su frente «de izquierdas»
para el engaño y el control ideológico de la clase
obrera.
Un tercer riesgo que plantea la situación es el rebrote de tensiones al interior del PSOE entre los barones. Ibarra, Bono, y el mismo presidente del partido, Chaves, que no son precisamente entusiastas de la política del gobierno con el Estatut, y en algunos casos, como los dos primeros, suscribirían incluso partes enteras del discurso del PP; hasta el extremo de que Rajoy ha podido permitirse farolear con que «le llaman» desde el PSOE.
En cuarto lugar, existe el riesgo de un contagio «independentista radical», que haga que sectores nacionalistas-regionalistas de la burguesía, que estaban relativamente encauzados en su participación en el Estado, vean la ocasión de sacar tajada de este río revuelto. Este riesgo se ilustra en la «cláusula Camps» de la reforma del Estatuto valenciano, que viene a reivindicar para todas las autonomías el techo más alto de competencias que se alcance para cualquiera; esto significa en la práctica un llamamiento a la indisciplina generalizada.
La
burguesía vuelve los efectos de la descomposición
contra el proletariado
El proletariado no puede esperar ningún avance de sus luchas de esta situación de dificultad de la burguesía. Al contrario, esta agravación de las tensiones políticas en el aparato de Estado producto de la descomposición, se vuelven en su contra:
– Directamente, a través de la propaganda y la intervención de los sindicatos radicales y los izquierdistas, que tratan de implicar al proletariado llamándolo a tomar partido por el Estatut y la «autodeterminación». Así por ejemplo, la «Xarxa contra els tancaments y la precarietat» de Cataluña, que es una especie de sindicato radical de base, llama a identificar la lucha contra los despidos en SEAT, y contra la reducción de salarios y las deslocalizaciones, con la lucha por un Estatut mejor : «...defendemos un Estatut que pueda dar satisfacción a las necesidades que tienen los trabajadores de Cataluña...». Igualmente El Militante defiende un Estatut, «que sea una herramienta útil para la clase obrera» y llama a la «lucha por la autodeterminación» como «un paso al socialismo». Estos llamamientos son criminales, porque identifican los intereses obreros a los intereses nacionalistas, a la defensa de un Estatut (por más radical que se quiera) y llevan en la práctica a confiar a la burguesía la defensa de nuestras condiciones de vida. Si en la práctica, la lucha contra las deslocalizaciones, o por viviendas accesibles a los jóvenes, o por un salario digno, se plantea como la defensa de los intereses nacionalistas, estamos poniendo las luchas al servicio del reforzamiento de los empresarios y del Estado (aunque sean los representantes de las fracciones catalanistas y la porción catalana del Estado), que son precisamente los responsables de los ataques a nuestras condiciones de vida; y estamos sembrando la división y la insolidaridad en nuestras filas. Las fracciones nacionalistas de la burguesía, incluidas las catalanas, no son portadoras de un nuevo desarrollo de la economía que permita absorber el paro y aumentar los salarios; sólo reivindican su trozo de tarta de la explotación de los trabajadores. No es por los obreros de Cataluña por lo que luchan, sino por salvar sus pellejos de empresarios, burócratas o intelectuales del tres al cuarto a sueldo del Estado
– Indirectamente, a través del impacto de las campañas xenófobas que vehicula la pequeña burguesía, pero que impactan en elementos del proletariado: así ocurre con los sentimientos de agravios comparativos, que hacen ver que el consumo de agua de Aragón arruina la agricultura de Valencia, o de Murcia, o que las subvenciones sanitarias a Cataluña impiden una sanidad digna al usuario de Castilla, etc.
La lucha de la clase obrera no tiene nada que ver con los intereses nacionalistas. El proletariado no defiende la creación de nuevas fronteras, sino su abolición; no defiende los privilegios de un territorio frente a los demás, sino la solidaridad y la unidad de clase frente a todas las divisiones; no pretende una distribución más equitativa de los beneficios, sino la abolición de la ley del valor, la subordinación de la producción a las necesidades humanas: «De cada cual según su capacidad; a cada cual según su necesidad»
Hic Rhodas. 13/11/2005.
La clase obrera sabe que la guerra no vale ni el dinero, ni las vidas que cuesta. Además de los más de 2.000 soldados muertos en ese conflicto hasta el momento, miles y miles de irakies han sido asesinados, mutilados o se han quedado sin hogar. Todas las explicaciones oficiales dadas por el Gobierno para justificar la guerra en Irak son mentiras : no existían armas de destrucción masiva, no se ha podido demostrar ninguna relación entre los atentados de Septiembre de 2001 y los supuestos terroristas irakies; Saddam Hussein y su Gobierno no constituían una amenaza real para ninguna otra nación de la región. A medida que van pasando los meses, la Administración Bush va perdiendo credibilidad y ve debilitarse notablemente su autoridad política a nivel mundial.
Todos los activistas anti-guerra nos ofrecen una cantidad enorme de explicaciones, lemas y consignas sobre las causas de la guerra. En las manifestaciones contra la guerra que se realizan por todo el país, mitin tras mitin se nos dice que:
* es una guerra para lograr el control del petróleo. La habrían desencadenado los intereses de las grandes multinacionales. ¡No más sangre por petróleo!, vociferan los izquierdistas.
* es un error político, una gravísima equivocación.
* es la guerra de los republicanos de Bush y compañía.
* es el resultado de una política irracional desarrollada por una fracción reaccionaria de la clase dirigente.
* es el fruto de la torpeza y la estupidez del inepto George W. Bush, incapaz de reconocer que ha cometido un error.
Más allá de la parte de realidad o verdad que puede existir en cada una de estas “explicaciones”, lo bien cierto es que todas ellas intentan ocultar el hecho de que la guerra en Irak es la consecuencia inevitable del desarrollo progresivo de la descomposición de la sociedad capitalista y de lo que ello implica: un debilitamiento creciente de imperialismo USA y unas dificultades, cada vez más importantes, para mantener su hegemonía ante el desarrollo del caos mundial.
En 1.989, cuando se desmoronó la antigua URSS y finalizo la época de la llamada Guerra Fría, todos los políticos y medios de comunicación de la burguesía nos prometieron un nuevo orden mundial, un futuro de paz y prosperidad, en fin, el triunfo definitivo del capitalismo y la democracia. Nos prometieron que billones de dólares que debían haberse invertido en armas, iban a ser transferidos a nuevos programas sociales para hacer realidad esas promesas de paz y estabilidad. Quince años más tarde, podemos comprobar en que se han convertido todas esas promesas y buenas intenciones, en la trágica realidad del incremento del caos a nivel mundial. Ni paz ni prosperidad, al contrario, el desarrollo de la represión estatal y de la dictadura del capital no deja de aumentar.
La época de la Guerra Fría, la férrea disciplina de bloques liderada por los USA y la URSS respectivamente, con las potencias de segundo y tercer orden bailando al son de sus amos correspondientes, es profundamente añorada por la clase capitalista que recuerda con pena como se alejan aquellos “gloriosos años pasados”. La realidad histórica empieza a mostrar, con mucha claridad, que el colapso del imperialismo ruso ha resultado una victoria pírrica para el imperialismo norteamericano y un verdadero triunfo del desarrollo de la descomposición capitalista. Con el colapso de los antiguos bloques imperialistas, el cemento que unía la relación de fuerzas entre todos los países capitalistas desapareció y cada país, pequeño o grande, defiende sus propios intereses en la escena mundial lo que supone el desarrollo del “cada uno (país) para sí”, azuzando y agravando un caos creciente en las relaciones internacionales.
En 1.992, el imperialismo USA adoptó oficialmente la estrategia de prevenir el riesgo de que cualquier potencia rival, ya fuera europea, asiática o cualquier otra pudiera arrebatarle la hegemonía mundial. Desde entonces, ese objetivo central ha guiado e inspirado la política exterior de todos los Gobiernos, demócratas o republicanos, que han llegado a la Casa Blanca. Guiado por esta estrategia el imperialismo USA ha incrementado notablemente el número de intervenciones militares por todo el mundo, para demostrar a todos (antiguos aliados incluidos) que sólo ellos son la única superpotencia mundial.
La invasión por parte de los Estados Unidos de Irak fué, en modo alguno, para incrementar los beneficios de las grandes corporaciones petroleras del país ya que, por mucho que puedan conseguir un peso en ese terreno, jamás podrán compensar los astronómicos gastos que esta suponiendo la ocupación militar. Tampoco ha sido un error político, ni el resultado de la torpeza de las Administración republicana ni del “estúpido carácter” personal de Bush, ya que la invasión a sido una decisión consciente apoyada por todas las fracciones de la burguesía USA, excepto de las minoritarias fracciones aislacionistas. De hecho, la invasión de Irak, ha sido un elemento central de la geoestrategia USA orientada a impedir que ninguna potencia europea, en especial Alemania, puedan conseguir una influencia real en Oriente Medio. Ligada a la ocupación de Afganistán, y a las nuevas alianzas establecidas con las antiguas repúblicas de Asia Central y el Caucaso, la invasión de Irak puede permitir a los USA controlar una de las áreas estratégicas más importantes del mundo.
Para la burguesía USA, el verdadero problema que plantea la guerra de Irak es que la máquinaria militar más poderosa del mundo y de la historia está sumida en una pesadilla de la que no puede escapar y, cada vez es más incapaz de desarrollar las operaciones militares que necesita en otros escenarios imperialistas. Esto hubiera ocurrido igual, fuera quien fuera el presidente, porque es una caracteristica central del capitalismo en descomposición el hecho de que, cada acción que emprende el imperialismo USA para mejorar su situación acaba exacerbando aún más sus problemas a escala mundial. Sin embargo, si que es cierto que las burdas mentiras utilizadas por la Administración Bush a nivel propagandístico e ideológico para justificar la guerra (los Demócratas hubieran preferido utilizar el tema de la defensa de los derechos humanos) y, la mala administración del sentimiento patriótico que generaron los atentados del 11 de Septiembre de 2.001, junto a la desastrosa táctica utilizada para la invasión han acelerado notablemente las dificultades que históricamente tiene planteadas la mayor potencia burguesía mundial. El deterioro de la situación militar y la creciente impopularidad de la guerra suponen un serio problema para la burguesía ya que esta obligada a desarrollar nuevas aventuras guerreras, a enviar más tropas y, a exigir un apoyo creciente a la población, puesto que de ello dependen la defensa de sus intereses imperialistas en todo el mundo.
Las guerras actuales, las guerras que en el futuro vamos a ver desarrollarse por doquier para que la burguesía pueda seguir perpetuando su modo de terror y explotación, no van a cambiar ni a detenerse cambiando de presidente o de política. Todos los Estados, todos los Gobiernos y todos los partidos o dirigentes al mando tienen un único y mismo interés: defender los intereses nacionales cueste lo que cueste.
La clase obrera solo puede hacer frente a esta lógica y a esta carrera bélica sin freno, si es capaz de comprender que en sus manos, en su lucha, en el desarrollo de su conciencia y unidad para acabar con el capitalismo a nivel mundial, reside la única posibilidad de que la humanidad no sucumba ante la barbarie guerrera del capital. La única posibilidad de acabar con esta sombría perspectiva reside en cambiar esta sociedad por una sociedad basada en las necesidades humanas y por tanto, en la construcción de la comunidad humana mundial. Y ello solo puede ser el resultado de la revolución comunista mundial.
Links
[1] https://es.internationalism.org/revista-internacional/199407/1852/viii-1871-la-primera-dictadura-del-proletariado
[2] https://es.internationalism.org/revista-internacional/199412/1845/ix-comunismo-contra-socialismo-de-estado
[3] https://es.internationalism.org/series/488
[4] https://es.internationalism.org/revista-internacional/197507/998/la-degeneracion-de-la-revolucion-rusa
[5] https://es.internationalism.org/revista-internacional/197507/940/las-ensenanzas-de-kronstadt
[6] https://es.internationalism.org/revista-internacional/197701/1996/la-izquierda-comunista-en-rusia-i
[7] https://es.internationalism.org/revista-internacional/197705/1880/la-izquierda-comunista-en-rusia-ii-la-izquierda-comunista-y-la-con
[8] https://es.internationalism.org/revista-internacional/199912/1153/viii-la-comprension-de-la-derrota-de-la-revolucion-rusa-1-1918-la-
[9] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200007/3479/viii-la-comprension-de-la-derrota-de-la-revolucion-rusa-2-1921-el-
[10] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200010/985/viii-la-comprension-de-la-derrota-de-la-revolucion-rusa-1922-23-las
[11] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201707/4221/balance-de-70-anos-de-luchas-de-liberacion-nacional-primera-parte
[12] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201110/3231/balance-de-70-anos-de-luchas-de-liberacion-nacional-ii-en-el-siglo
[13] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201202/3316/balance-de-70-anos-de-luchas-de-liberacion-nacional-iii-las-nuevas
[14] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201002/2769/que-son-los-consejos-obreros-i
[15] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201005/2865/que-son-los-consejos-obreros-2-parte-de-febrero-a-julio-de-1917-re
[16] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201008/2910/que-son-los-consejos-obreros-iii-la-revolucion-de-1917-de-julio-a-
[17] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201012/3004/que-son-los-consejos-obreros-iv-1917-21-los-soviets-tratan-de-ejer
[18] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201104/3086/que-son-los-consejos-obreros-v-los-soviets-ante-la-cuestion-del-es
[19] https://es.internationalism.org/content/2161/debate-sobre-1917-la-revolucion-proletaria-sera-mundial-o-no-sera
[20] https://es.internationalism.org/en/tag/corrientes-politicas-y-referencias/izquierda-comunista
[21] https://es.internationalism.org/en/tag/2/26/la-revolucion-proletaria
[22] https://es.internationalism.org/en/tag/desarrollo-de-la-conciencia-y-la-organizacion-proletaria/corriente-comunista-internacional
[23] https://es.internationalism.org/en/tag/3/42/comunismo
[24] https://es.internationalism.org/en/tag/situacion-nacional/espana
[25] https://es.internationalism.org/en/tag/geografia/europa
[26] https://es.internationalism.org/en/tag/3/45/descomposicion
[27] https://es.internationalism.org/en/tag/2/25/la-decadencia-del-capitalismo
[28] https://es.internationalism.org/en/tag/3/46/economia
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