De las inundaciones en Alemania (2021) a las destructivas inundaciones en España (2024): el callejón sin salida de un sistema capitalista moribundo

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De las inundaciones en Alemania (2021) a las destructivas inundaciones en España (2024): el callejón sin salida de un sistema capitalista moribundo
En un artículo anterior  condenamos las recientes inundaciones catastróficas en Valencia y pusimos en evidencia la creciente incompetencia de la burguesía tanto para prevenir como para reaccionar eficazmente frente a un desastre que nos presenta como el resultado de “una naturaleza imprevisible” y “la culpa de una gestión incompetente”. Las cifras son espantosas: más de 200 muertos, más de 850.000 personas directamente afectadas, decenas de miles de viviendas y vehículos dañados, colapso de transportes, centros de trabajo y de estudio, secuelas psicológicas traumáticas, etc. En 2021 presenciamos algo muy parecido en Alemania y otros países de Europa central , con más de 240 muertos y miles de heridos, y billones de euros en daños materiales.
La magnitud de estas dos catástrofes despertó la desesperación y la ira de la población indignada. Ya en Alemania, los medios de comunicación destacaban la falta de preparación ante el cambio climático: “Inundaciones fatales exponen lagunas en la preparación alemana frente a desastres”; “mientras las fuertes lluvias estaban previstas, a muchos residentes no llegó el aviso”; “las inundaciones mortíferas en Alemania eran hasta 9 veces más probables debido al cambio climático, y el riesgo continuará aumentando” (noticias CNN). Pero más allá de las resignadas observaciones de la burguesía, de la búsqueda de culpables, de la ilusión de una reconstrucción “solidaria” y de las solemnes promesas de los gobiernos de implicarse en la lucha contra el cambio climático, es necesario identificar las causas y consecuencias subyacentes de estas catástrofes, las que se ocultan tras el horror de las imágenes y la negligencia de las autoridades.
La descomposición del capitalismo conduce al aumento de las catástrofes
Estas terribles inundaciones no son una anécdota más en las listas de catástrofes en la historia de la humanidad. A finales de los años 1980 era ya posible empezar a observar una tendencia a la acumulación de toda una serie de catástrofes naturales y desastres de todo tipo en la vida cotidiana de los países centrales de la sociedad capitalista: los accidentes químicos de Seveso, Three Mile Island, Chernobyl, los efectos mortíferos de las olas de calor, el resurgir de epidemias, los accidentes en el tráfico aéreo y terrestre, el auge de la drogadicción, etc. Hasta entonces, el sistema capitalista había logrado limitar la proliferación de estos fenómenos a los países periféricos, pero mientras seguían multiplicándose allí, también tendían a extenderse a todo el planeta, afectando de lleno, como un boomerang, a las grandes metrópolis en el corazón del sistema.

El gráfico muestra los desastres naturales en Europa desde 1980 a 200
(Agencia Europea de Medio Ambiente)

A finales de los años 80, tras años de capitalismo en decadencia, la situación histórica llegó a un callejón sin salida: ante el recrudecimiento de la crisis económica, la burguesía fue incapaz de aplicar su «solución» de movilizarse para una nueva guerra mundial apocalíptica, debido al desarrollo de las luchas obreras. El proletariado, por su parte, se movilizó en una serie de grandes luchas abiertas a partir de finales de los años 60, pero fue incapaz de avanzar hacia la politización de su lucha y de enfrentarse decisivamente a la burguesía. La consecuencia de este impasse en la relación de fuerzas entre las dos clases antagónicas fue una intensificación del proceso de putrefacción social, ilustrado en particular por el colapso del bloque capitalista del Este y la entrada en un Nuevo Desorden Mundial , una dinámica aterradora, aparentemente menos directa, pero en última instancia tan destructiva como la propia guerra mundial.
La magnitud de la descomposición queda perfectamente ilustrada, en el plano estrictamente ecológico , por manifestaciones que van desde la expansión de las megalópolis asfixiantes y la contaminación de todos los tipos imaginables, hasta fenómenos globales como el efecto invernadero y el cambio climático, a su vez exacerbados por la multiplicación de los efectos interconectados de la guerra y la crisis económica. La burguesía es cada vez más incapaz de ocultar su impotencia ante la perspectiva de una cadena de catástrofes por venir.
Mientras el sistema capitalista explota la tecnología y los recursos más avanzados para armarse hasta los dientes, establecer comunicaciones transatlánticas instantáneas y llevar a cabo las investigaciones científicas y técnicas más complejas, al mismo tiempo sufre la profundización de sus contradicciones internas y, por tanto, es cada vez menos capaz de aplazar sus peores consecuencias para el futuro y no puede evitar que los efectos de décadas de decadencia se vuelvan en su contra.
Refiriéndose a las inundaciones de 2021, el Instituto de Cambio Ambiental de Oxford señalaba que “esto muestra cómo incluso los países desarrollados no están a salvo del impacto del clima extremo que sabemos será cada vez peor con el cambio climático”. Los fenómenos extremos serán cada vez más frecuentes, como demuestra la reciente sucesión de sequías e inundaciones extremas en el Mediterráneo. Tras las secuelas de lo sucedido en 2021 una serie de investigaciones científicas fue fomentada para supuestamente intentar impedir este tipo de catástrofes inesperadas, y la Agencia Europea de Medio Ambiente alertaba …“inundaciones en 2021, ¿atenderá Europa a las advertencias?” La respuesta es claramente negativa, como hemos visto en Valencia. En realidad, el capitalismo se muestra cada vez más incapaz de responder a las recomendaciones científicas sobre el futuro de la humanidad y del planeta.
Al contrario, existe incluso una tendencia al abandono de la población por parte del Estado, no sólo por la falta de preparación, el caos o el deterioro de los sistemas de alerta, sino fundamentalmente por la falta de recursos y la forma en que la burguesía esquiva el problema, pasándose la patata caliente de la responsabilidad entre sus distintas facciones regionales o centrales. Ya en Alemania en 2021 se criticaba que “las comunidades locales deberían decidir cómo responder. Bajo el sistema político alemán, los estados regionales son responsables de los esfuerzos de emergencia” (BBC News). En España hemos visto un espectáculo similar, si no es que peor. Frente a esta tendencia creciente al abandono, según DW News, “lo que devolvió la esperanza fue la llegada de voluntarios de toda Alemania a los lugares de la tragedia, retirando el barro, hablando con los afectados…y las donaciones alcanzaron niveles récord”. Del mismo modo, la catástrofe de España generó una oleada similar de solidaridad popular, reflejo de la naturaleza social del ser humano. Pero, ¿representa este tipo de impulso social una esperanza para el futuro, constituye la base de la lucha por una sociedad que supere el capitalismo?
Antes de profundizar en esta cuestión, conviene señalar que, además de la banalización de estas catástrofes y de su normalización, se propaga cada vez más la idea de “la necesidad de adaptarse a los cambios inevitables” para inculcar la idea de que es imposible anticiparse y que, por tanto, habrá que “arreglárselas”, con la esperanza de contener los efectos más destructivos, estimulando así el fatalismo y la desesperación, el sálvese quien pueda y la inventiva e ingenio individual frente a un sistema que se declara incapaz de invertir la tendencia. De hecho, las cumbres mundiales sobre el clima han pasado de ser compromisos totalmente vacíos a ¡farsas abiertas! La última COP 29, marcada por la ausencia de un gran número de dirigentes mundiales, arrojó unos resultados calificados de decepcionantes por la propia prensa burguesa: “un acuerdo vergonzoso” (Greenpeace); “una completa pérdida de tiempo” (EuroNews). Para la revista Nature, los fondos asignados no convencerán a nadie, y el acuerdo ni siquiera prevé el impacto del próximo “escenario Trump” ; según algunos investigadores de Cambridge presentes, la COP fue “decepcionante…no hablé con ningún científico que pensara que el límite de 1,5ºC fuera todavía alcanzable con los medios actuales”.
¿Dónde está la esperanza de futuro? 
En España, la reacción espontánea de la población ante la catástrofe ha dado lugar a una oleada de voluntarios y a un aluvión de generosidad para ayudar a los afectados que, ante la inacción e incompetencia del Estado, ha generado incluso lemas como “solo el pueblo salva al pueblo”. Esta reacción ha sido descaradamente aprovechada por distintas facciones de la burguesía desde su extrema derecha a su extrema izquierda. Los grupos de extrema izquierda han compartido el trabajo con los partidos de izquierda reorientando sutilmente el pensamiento de los trabajadores hacia el terreno burgués. Estos grupos nunca nos presentan un análisis serio de la evolución y la naturaleza del capitalismo, sino que ofrecen a los trabajadores todo tipo de falsas alternativas basadas en la “gestión popular” del sistema. Grupos como 'Izquierda Revolucionaria' en España o la rama alemana del “Comité por una Internacional de los Trabajadores” (CWI), o la “Web Socialista Mundial” (WSWS), escupen fuego contra la “irresponsabilidad e inacción criminal de los políticos y las autoridades” y primero nos dicen que “el capitalismo es el responsable” sólo para afirmar que “no fue el establishment, sino la gente misma quien organizó la solidaridad y la hospitalidad e incluso una parte de las donaciones, el pueblo, los trabajadores de servicios y emergencias…una solidaridad esperanzadora ‘desde abajo’ que debe ser democratizada y coordinada eficazmente”. Una caricatura de la ideología según la cual la solidaridad espontánea ante la catástrofe es una alternativa proletaria a la negligencia del capitalismo es defendida, por ejemplo, por los trotskistas de “Left Voice” (Révolution Permanente en Francia) que afirman que puede provocar una especie de “comunismo del desastre”, donde “el pueblo se libra de los capitalistas y empieza a reconstruir la sociedad de forma colaborativa (…) cuando siento desesperación climática, pienso en esa perspectiva de juntarse a otra gente de todo el mundo para luchar contra la catástrofe”.
En Valencia hemos visto cómo toda la solidaridad, rabia, indignación y desesperación que ha suscitado el desastre ha sido canalizada hacia las campañas de unión nacional como las concentraciones conjuntas de luto con los empresarios a las puertas de las empresas en “apoyo a Valencia” o “al pueblo valenciano, orgulloso de su solidaridad”. Los sectores del anarquismo que normalmente apelan a las “alternativas de barrio” y la autogestión se han lanzado a la aventura de las “redes locales de solidaridad, para la autoorganización y el empoderamiento del pueblo”. Y la provocación de la llegada de las autoridades fue recibida con una lluvia de barro e insultos. 
Sin embargo, no hubo ningún atisbo de planteamiento en un terreno de clase, ninguna protesta contra la presión ejercida sobre los trabajadores para que siguieran trabajando, ni contra la pérdida de salarios, subsidios de desempleo o ayudas a la vivienda. Como no hubo asambleas ni debates para reflexionar sobre las causas profundas del desastre, los izquierdistas y los sindicatos no tuvieron problemas para canalizar parte de la ira, mientras que algunos de los habitantes se perdieron en la pura desorientación, en los conflictos entre partidos burgueses, o incluso en el populismo contra las ineptas élites políticas, “insensibles al sufrimiento del pueblo”.
¡No debemos hacernos ilusiones sobre el impacto de estas reacciones inmediatas! Cuando los reflejos de supervivencia social no encuentran expresión en un terreno de clase, ¡son inmediatamente aprovechados por la burguesía para desarmar al proletariado, impidiéndole desarrollar su propia respuesta de clase! Este tipo de indignación espontánea, de desesperación y de rabia en el seno de la sociedad frente a la destrucción, expresa fundamentalmente la impotencia, la frustración y la falta de perspectiva frente a la putrefacción de la sociedad. Los efectos de la descomposición del capitalismo, en sí mismos, no constituyen una base favorable para una reacción del proletariado como clase contra el capitalismo, como quieren hacernos creer los izquierdistas. Oponen y sustituyen la lucha de clase del proletariado por el magma informe que es el “pueblo”, condenando así a los trabajadores a diluirse en la masa dominada e impotente de “los de abajo”.
La aceleración de la descomposición del capitalismo conducirá inevitablemente a una multiplicación de catástrofes cada vez más terribles, ante las cuales los Estados se mostrarán cada vez más incompetentes e indiferentes. La burguesía explotará ideológicamente tanto los efectos de la descomposición de su sistema como las “reacciones espontáneas de solidaridad” para aglutinar a la población en torno a la defensa del Estado, con supuestas purgas de corruptos o promesas de mayor eficacia en su gestión. Pero la explotación de la solidaridad humana por parte de la clase dominante (desde los sacrificios voluntarios en el trabajo hasta las campañas humanitarias para dar credibilidad al sistema) no prende una llama de esperanza para el futuro. Sólo la clase obrera, a través de su lucha contra los ataques a sus condiciones de vida, y la búsqueda de su extensión y unidad, su politización, representa la esperanza de derrocar esta sociedad podrida.
Opero. 12 de enero de 2025

Cuestiones teóricas: 

Rubric: 

Descomposición y desastres naturales.