Enviado por Revolucion Mundial el
Al revisar las experiencias históricas de las luchas del proletariado en Argentina desde el Cordobazo de 1969 hasta las dificultades actuales por las que atraviesa, el objetivo del artículo es resaltar la necesidad de que el movimiento obrero extraiga lecciones del pasado para poder registrar y desarrollar su lucha a nivel internacional en el futuro. Esto sólo es posible mirando al pasado, no sólo a los momentos clave del desarrollo de estas luchas, sino también desarrollando una reflexión crítica, consciente sobre por qué, desde mediados de los años 70, estas luchas han sido sistemáticamente conducidas a callejones sin salida, dejándolas en manos de las fuerzas capitalistas responsables de encuadrarlas, dejando una sensación de fracaso e impotencia dentro de la clase. Pero eso demuestra, que la clase trabajadora tiene plena capacidad para superar el desaliento y desarrollar combates en su propio terreno de clase, que es la única forma posible de poder resistir los ataques de la burguesía.
Los trabajadores argentinos están experimentando actualmente un agudo deterioro en sus condiciones de vida. Las medidas implementadas por Milei aumentan constantemente el desempleo y disminuyen los salarios, llevando a grandes masas proletarias a un proceso de pauperización, saltando el porcentaje de pobres en pocos meses del 45% al 57% de la población. De hecho, el plan de choque concertado con la mayoría de los gobernadores provinciales llamado “Ley de bases” impuso drásticas medidas de austeridad: supresión de la asistencia social, especialmente en los sectores de salud y educación; recortes drásticos en los gastos sociales, que implicaron en particular despidos masivos en el sector público (entre 50 y 60,000 realizados hasta ahora con miras a eliminar 200,000 puestos de trabajo en un año); congelación de salarios y pensiones... todo esto en nombre de la lucha contra la inflación, acompañado de un fortalecimiento del arsenal represivo del Estado. En los primeros días del gobierno de Milei, ante una nueva escalada de ataques a los trabajadores agravando sus condiciones de vida ya muy degradadas, se produjeron importantes manifestaciones espontáneas, pero la estructura sindical y el aparato de izquierda del capital lograron atrapar el descontento y la voluntad de lucha de los trabajadores, impidiendo que este descontento se transformara en una fuerza consciente y organizada.
Cada vez que la combatividad de los trabajadores busca expresarse, se enfrenta a un conjunto de obstáculos establecidos por la burguesía que despliega todas sus fuerzas para encuadrar a la clase trabajadora: sindicatos, partidos de izquierda, peronistas, izquierdistas, piqueteros... Es por eso que los proletarios deben mirar sus luchas pasadas, para sacar las lecciones de ellas, identificando experiencias positivas, pero también reflexionando sobre errores y experiencias negativas, porque esto permitirá preparar sus próximas luchas, al ser capaces de reconocer y frustrar las trampas tendidas por la burguesía.
La necesidad de reapropiarse de la experiencia del Cordobazo de 1969...
La tradición de lucha obrera en Argentina se afirmó entre las últimas décadas del siglo XIX y el primer cuarto del siglo XX, con la rápida industrialización del país y el crecimiento del proletariado dentro de la sociedad. Sin embargo, el impacto de la derrota de la ola revolucionaria mundial de 1917-23 sumió a toda la clase trabajadora a nivel mundial en un largo período de contrarrevolución. En Argentina, este período de contrarrevolución tomó la forma particular de un gobierno como el de Perón elegido “democráticamente” pero en realidad dirigido por el ejército, fuertemente marcado como en otros lugares por la necesidad de medidas de control estatal tanto sobre la economía nacional como sobre el conjunto de la vida social, características propias del período de decadencia del capitalismo1. Pero tales medidas han sido blanqueadas con un tinte “social”, supuestamente basado en los sindicatos y el dominio absoluto del peronismo sobre los “estratos populares” de la nación. Este se impuso a través de una sucesión de golpes fomentados a veces por los militares, a veces por civiles, lo que permitió un encuadramiento reforzado de la clase trabajadora.
Fue después de un período de 40 años de contrarrevolución que, a fines de la década de 1960, el regreso a la escena del proletariado mundial se manifestó en la reanudación internacional de la lucha de clases a través del formidable movimiento de luchas y huelgas de mayo del 68 en Francia, seguido del “otoño caliente” en Italia en 1969. Una manifestación significativa e importante de esta dinámica en Argentina fue el Cordobazo2 en mayo de 1969. Esta dinámica se extendía entonces en completa oposición a los métodos de lucha, falsamente presentados por las organizaciones de izquierda como “socialistas”, “comunistas” o “guerrilleros”, todos pertenecientes a “luchas” dentro del propio campo burgués3 . Por lo tanto, es necesario y prioritario que el proletariado de este país se reapropie de esta experiencia de lucha, para poder movilizarse nuevamente de manera solidaria y masiva frente a los ataques de la burguesía. Con el Cordobazo, se lograron movilizaciones obreras realmente masivas que, aunque convocadas por las principales centrales sindicales para evitar que los trabajadores tomaran la iniciativa y asumieran el control, lograron expresar gran determinación, fuerte combatividad en la lucha y tendencias a expandir el movimiento, a convocar asambleas en las calles y en las barricadas, ignorando las instrucciones sindicales de detener el movimiento. A pesar de las trampas tendidas por la burguesía y su aparato de gestión sindical, pero también de sus ilusiones, este movimiento constituyó un estímulo vigoroso y muy claro a la lucha de clases internacional, permitiendo al proletariado ganar confianza en su propia fuerza, en su lucha fuera del marco corporativista en el que los sindicatos querían encerrarlo, en su solidaridad de clase, en particular para resistir con coraje la feroz represión estatal de un gobierno militar. Así, la movilización y las huelgas se mantuvieron o desarrollaron en muchos sectores en Argentina casi a lo largo del año 1970.
Las facetas de la misma trampa: “comedores populares”, “piqueteros”, “izquierda del capital”, “estructuras sindicales” ...
También es necesario volver a las manifestaciones de la última década del siglo XX y los primeros años del siglo XXI, en particular para denunciar el impasse del movimiento de los “piqueteros”4 (llamados en ese momento los “nuevos sujetos sociales”) y los “comedores populares”5, como falsas expresiones de la lucha proletaria que la burguesía sigue presentando, a través de sus estructuras sindicales y de todo su aparato político de izquierda, como los modelos que los trabajadores deberían seguir en sus luchas actuales. Los ideólogos burgueses intentan ocultar el hecho de que, desde el Cordobazo, han sido las fuerzas sindicales y la izquierda del capital las que han trabajado constantemente para sabotear, desviar y sofocar la combatividad de los trabajadores para evitar el surgimiento de una formidable energía proletaria como se manifestó durante el Cordobazo asustando a toda la burguesía. De hecho, entre otros obstáculos, está el veneno ideológico nacionalista contenido en el credo antiimperialista explotado especialmente por la izquierda del capital, como por las diversas fracciones defensoras del peronismo, que se utiliza constantemente para desviar la ira de los trabajadores dirigiéndola contra el dominio absoluto del capital corporativo de “origen extranjero” en suelo nacional. La principal arma del Estado contra la conciencia se basó en la izquierda y el fortalecimiento de la estructura sindical.
A nivel del encuadramiento sindical, se trataba, sobre todo, ante el descrédito de la CGT oficial profundamente ligada al peronismo, de apoyarse en la CGT-A6, que jugó un papel importante en la recuperación por parte de la burguesía de las huelgas masivas del Cordobazo. La artimaña del regreso de Perón, con la complicidad de la izquierda, fue producto de una negociación entre diferentes sectores burgueses para subyugar a los trabajadores. Fue utilizada tanto por el Frente Justicialista de Liberación de filiación peronista como por otros partidos políticos para arrastrar a los trabajadores al circo electoral democrático de 19737. Así es como se ha afianzado la ilusión de que los trabajadores solo tienen la opción de las urnas y la democracia para salir de la miseria.
Durante la década de 1990, a fines del siglo XX, aumentó la masa de desempleados (generada por las políticas de austeridad de Menem, también de origen peronista), así como el descontento, representando así un potencial creciente de la lucha que fue absorbida por sectores supuestamente más radicales del peronismo. Esta forma de movilización en torno a iniciativas estériles como barricadas o bloqueos de carreteras, fue promovida y alentada por primera vez por sectores del partido justicialista peronista, en particular por Hilda Duhalde8. Con el fin de ganarse la simpatía de los desempleados y garantizar su posterior afiliación al partido justicialista, este último les había ofrecido subvenciones y alimentos para sus familias. Diversas organizaciones de izquierda o izquierdistas han reactivado a los “piqueteros”, en particular durante la “crisis del corralito” que marcó el colapso económico y financiero del país a fines de 2001. Detrás de consignas totalmente ajenas a los intereses de los explotados, como la defensa de las empresas nacionalizadas o el impulso de acciones minoritarias, que van desde el saqueo de comercios hasta la autogestión de fábricas que debían cerrar por quiebra, los piqueteros han logrado así limitar, encuadrar, controlar y desviar el descontento de los desempleados o trabajadores precarios. Incluso hoy, varias organizaciones de izquierda se han reagrupado dentro del Movimiento de Trabajadores Desempleados (MTD) para disputar el control del “movimiento piquetero” a través, nuevamente, como lo habían hecho los peronistas, de la distribución gratuita de alimentos y la creación de “comedores populares” para atraer a los desempleados a sus redes.
Estas formas de agrupación, aunque parezcan expresar solidaridad y toma de decisiones a través de asambleas, en realidad representan la negación de la unificación consciente, de la discusión y la reflexión colectiva, y son en última instancia los medios por los cuales la burguesía controló las movilizaciones de los desempleados. La trampa fue tan efectiva que todo el aparato de izquierda y extrema izquierda del capital, en todos sus componentes, desde las fracciones peronistas hasta los grupos de izquierda pasando por las organizaciones sindicales “alternativas” o radicales, como la CTA9, la utilizaron para llevar a cabo su labor de encuadramiento y manipulación. De esta manera, explotaron la creciente miseria de los trabajadores, sus dificultades materiales, sus necesidades reales de ayuda, para desviar y encuadrar la combatividad impidiendo cualquier iniciativa de los proletarios para conducir la lucha sobre su terreno de clase.
La izquierda, los sindicatos y los izquierdistas se reparten el trabajo frente a la clase trabajadora
Ante la violenta crisis económica y financiera de diciembre de 2001, los trabajadores reaccionaron enérgicamente y mostraron una fuerte combatividad ante los ataques y el deterioro brutal de sus condiciones de vida. Pero la clase trabajadora quedó entonces totalmente atrapada por el movimiento piquetero, aislando a los desempleados del resto de su clase y por las manifestaciones interclasistas, al estilo de los “cacerolazos”, ubicadas en un terreno puramente nacionalista y burgués.
Incluso el año pasado, se produjeron importantes movimientos huelguísticos, en particular en los muelles y en los servicios portuarios, en el sector educativo, en los empleados del transporte público e incluso entre los médicos. Pero esta vez, todo el trabajo de zapa y las trampas tendidas en el terreno por los sindicatos, combinado con el endurecimiento del aparato represivo del gobierno (como en los días de la dictadura militar, se habla con insistencia de “desapariciones” después de ser arrestados durante las manifestaciones), han resultado en un amplio sentimiento de desmoralización dentro de la clase trabajadora del país.
Aquí, nuevamente una parte integral del aparato político de control del proletariado, los sindicatos, compartiendo el trabajo, maniobran para dividir a los proletarios de tal manera que no logren unificar su descontento ni expresar su solidaridad en la lucha. En definitiva, se trata de desalentar, impedir o sabotear cualquier intento o iniciativa de los trabajadores de tomar el control de su lucha, de organizarse contra la división impuesta por la burguesía y que los sindicatos reproducen dividiendo por corporaciones, empresas o sectores... y a esta división del trabajo, la izquierda del capital se encarga de darle legitimidad presentando a los sindicatos como los verdaderos representantes de los trabajadores.
En el contexto de una economía nacional al borde de la quiebra desde hace años, tasas de inflación vertiginosas y donde la crisis golpea de manera muy brutal a los trabajadores, los sindicatos de la CGT o de la CTA y los partidos de “oposición”, vinculados a la izquierda del capital, tienen un papel fundamental, en tanto bastión del capital, contra la lucha de clases. En esta empresa, su acción se ve reforzada por la política de las organizaciones izquierdistas que, al tiempo que fingen desconfiar y combatir a los sindicatos, así como de los partidos de izquierda, siembran ilusiones en la posibilidad de ganarlos para la causa del proletariado “presionándolos”. Esto no es ni más ni menos que una nueva maniobra para tratar de darles credibilidad.
En los últimos tiempos, ante la escalada de ataques del gobierno de Milei, una coreografía grotesca se ha montado. La CGT finge hipócritamente indignación y lanza llamados a la movilización de tal o cual sector, ante las medidas decretadas por el gobierno, o incluso a manifestaciones masivas, como la del 9 de mayo de 2024 para “defender la economía nacional”. Los trotskistas de Izquierda Socialista (IS) y del Partido Obrero (PO) exigen “que la CGT garantice el éxito de la huelga del 9 de mayo...”. La maniobra logra así su objetivo: devolver el crédito a la CGT y así permitirle desviar el descontento de los trabajadores hacia la pura y simple defensa de la economía nacional, imponiendo la consigna chovinista “la patria no se vende”. Esto demuestra claramente, una vez más, que la CGT y todo el aparato de izquierda que la apoya, son instrumentos de defensa del capital nacional cuya función esencial es sabotear una lucha que se estaba dando en un terreno de clase, debilitar a la clase trabajadora ante los ataques que está sufriendo y finalmente hacer pasar los nuevos ataques.
Otra oficina izquierdista, el Movimiento de Trabajadores Socialista (MTS) completa la maniobra, al tiempo que llama a los trabajadores a que se liberen del control de la CGT, los llama a crear y unirse a otra estructura sindical, presentada como diferente a la otra solo por el hecho de reclamarse de “un sindicalismo de combate”.
Sacar las lecciones de los fracasos de las luchas y de las maniobras de la burguesía
Ahora es fundamental, para el desarrollo en Argentina, de la lucha sobre un terreno de clase, que, en las discusiones, en las asambleas, se denuncie el vínculo existente entre, por un lado, los brutales golpes infligidos a sus condiciones de vida por la burguesía dentro de la enésima crisis económica y, por otro lado, todo el arsenal del Estado que ha montado para impulsar la polarización entre el apoyo a Milei y la oposición a su gobierno, con vista a debilitar cualquier respuesta de la clase obrera dirigiéndola contra el payaso Milei en lugar de contra el Estado capitalista, con sus sindicatos, políticos, fuerzas de represión, etc.
Esta estrategia ha funcionado hasta hoy, con los trabajadores esperando el momento en que el peronismo y la enorme estructura sindical, que aún consideran de su lado, respondan a los ataques.
La clase obrera en Argentina debe sacar las lecciones de sus derrotas, y este artículo pretende ser un aporte militante para permitir a los trabajadores superar la desmoralización actual, entendiendo que el sentimiento de impotencia y fracaso que subyace no proviene del hecho de que toda la lucha está condenada a la derrota, sino que las derrotas de las últimas décadas, en particular las más recientes, son atribuibles a una sumisión a las directrices dictadas por todos aquellos que se hacen pasar por defensores de la clase pero que no han dejado de sabotear, frustrando y desviando cualquier intento de lucha obrera para resistir a los ataques cada vez más insostenibles. Esta situación no es inevitable, por el contrario, la clase trabajadora no debe desanimarse sino ganar confianza en sus propias fuerzas, porque el desarrollo de sus luchas sobre su terreno de clase es la única forma posible de luchar y finalmente derrocar al capitalismo. Aunque pueda parecer hoy algo irrealizable, ya ha sido realizado en el pasado, los proletarios deben darse todos los medios para mantener el control de su lucha y decidir por sí mismos qué acciones tomar.
Una necesidad fundamental es la autonomía de la clase trabajadora, la confianza en su capacidad para tomar su lucha en sus propias manos. Y para ello, como en otros países, deben cuidarse de la división de tareas entre derecha e izquierda, donde la primera asume abiertamente los ataques y la segunda pretende defender a los trabajadores para evitar que estos avancen en su propio camino. En particular, debe entenderse que la izquierda, las estructuras sindicales en todas sus formas y el izquierdismo en todas sus variantes, no son órganos de la lucha obrera sino, por el contrario, enemigos de clase y servidores del Estado capitalista. No debemos ilusionarnos pensando que van a llamar a la lucha contra la burguesía y, sobre todo, debemos ser cautelosos cuando llaman a la movilización, porque lo hacen cuando saben que el descontento y la combatividad están creciendo para descarrilarlos en callejones sin salida. El peronismo, en particular, sigue siendo un baluarte del Estado burgués porque aún goza de gran simpatía con los trabajadores que, por ejemplo, se quejan de que no llaman suficientemente a la movilización. Cuando lo hagan, es porque buscarán desviar las luchas proletarias hacia callejones sin salida.
La clase obrera en Argentina no está sola
Ella debe darse cuenta de que su lucha no es una especificidad argentina, sino que, por el contrario, es una expresión de una dinámica global del desarrollo de la resistencia de la clase trabajadora a los ataques del capitalismo en todos los países, cuya expresión significativa reciente de un resurgimiento de la lucha de clases, ha sido la lucha de los trabajadores en el Reino Unido durante el verano de 2022. Sobre esto, la CCI escribió en un volante internacional elaborado hace un año:
“¡Debemos decir ¡ya basta! ¡No solo nosotros, sino el conjunto de la clase obrera de este país debe decir, en algún momento, ¡ya basta!” (Littlejohn, jefe de mantenimiento en los oficios especializados en la planta de estampado de Ford de Búfalo, en Estados Unidos).
Este obrero estadounidense resume en una frase lo que está madurando en la conciencia de toda la clase obrera, en todos los países. Hace un año estalló en el Reino Unido el “verano de la ira”. Al grito de “Enough is enough” (¡Ya Basta!), los trabajadores británicos anunciaron la reanudación de la lucha tras más de treinta años de atonía y resignación.
Este llamamiento resonó más allá de las fronteras. Desde Grecia hasta México, huelgas y manifestaciones contra un mismo deterioro intolerable de nuestras condiciones de vida y de trabajo, se sucedieron a finales de 2022 y principios de 2023.
Y, a mediados del invierno, en Francia, se dio un paso más: los proletarios hicieron suyo ese “ya basta”. Pero en lugar de multiplicar las luchas locales y corporativistas, aisladas unas de otras, fueron capaces de reunirse por millones en las calles. A la combatividad necesaria se añadió la fuerza de la masividad. Y ahora es en Estados Unidos donde los trabajadores intentan llevar la antorcha de la lucha un poco más lejos.”
Si bien la reanudación de las luchas en Gran Bretaña en 2022 marcó una ruptura con el clima de pasividad y resignación que había seguido a las campañas mentirosas de la burguesía a fines de la década de 1980, sobre la quiebra de la perspectiva comunista y el fin de la lucha de clases, la combatividad del proletariado a escala internacional se confirmó a través de importantes movilizaciones en Francia y otros países de Europa occidental, así como en Estados Unidos o Canadá. La consigna “¡basta ya!” se ha repetido en todas partes, mostrando la determinación de oponerse a los ataques cada vez más brutales e intolerables a las condiciones de vida y de trabajo, como los recortes salariales o los planes de despido que todas las burguesías nacionales intentan imponer.
Es reapropiándose de experiencias pasadas, en Argentina y en el mundo, que la clase trabajadora de este país, como en otros lugares, podrá recuperar gradualmente su confianza en sí misma y su identidad de clase. Es a través de sus luchas futuras que podrá desarrollar la conciencia de la necesidad de derrocar el capitalismo y abolir la explotación a nivel mundial.
RR/T/W, mayo 2024
1 Leer nuestro artículo: Argentina El peronismo, un arma de la burguesía contra la clase obrera (parte 1), CCI Online febrero de 2022. Con Perón en el exilio o encumbrado en el gobierno, el peronismo golpea al proletariado en Argentina (parte II)
2 Leer nuestro artículo: El Cordobazo argentino (mayo de 1969): eslabón de una cadena de movilizaciones obreras en todo el mundo, CCI Online, noviembre de 2019.
3 Leer por ejemplo nuestro artículo (disponible solo en francés): Che Guevara: mito y realidad (a propósito del correo de un lector) (Revolution Internationale n° 384, noviembre 2007).
4 Leer: Desde Argentina: contribución sobre la naturaleza de clase del movimiento piquetero (I), Acción Proletaria n° 177, 2006. En relación con el papel del “sindicato de piqueteros” en el sabotaje de las movilizaciones actuales, véase también el artículo: Argentina: la crisis golpea a los trabajadores con inflación, precariedad y miseria, CCI Online, marzo de 2023
5 Leer: Comedores populares, ¿Lucha contra el hambre o adaptación al hambre?, CCI Online 2005
6 CGT-A: La CGT de los Argentinos, escisión animada por Raimundo Onagro en ruptura con la línea pro peronista del sindicato CGT, se disolvió rápidamente tan pronto como Perón regresó al poder en 1974.
7 Ver el artículo Con Perón en el exilio o encumbrado en el gobierno, el peronismo golpea al proletariado en Argentina (Parte II), CCI Online junio de 2023
8 Esposa del expresidente del país entre 2002 y 2003, el también peronista Eduardo Duhalde, responsable de la sangrienta represión del movimiento piquetero en junio de 2002, quien anteriormente fue vicepresidente durante el gobierno de Menem. Su esposa sigue siendo senadora hoy en día.
9 CTA: Central de los Trabajadores Argentinos.