Posiciones básicas sobre la guerra imperialista

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Después del colapso del mundo bipolar, Estados Unidos se convirtió en la única superpotencia del mundo. Sin embargo, su dominio indiscutible duró poco y todas las demás potencias imperialistas persiguieron sus propios intereses y divisiones imperialistas. Estados Unidos ya no podía ejercer la hegemonía como lo había hecho durante la Guerra Fría. Por lo tanto, para mantener su hegemonía en el nuevo orden mundial y debilitar a sus rivales, Estados Unidos intentó alinear a las otras potencias imperialistas tras de sí librando guerras, mientras usaba palabras humanitarias.

El objetivo de Estados Unidos y la OTAN era asediar a Rusia fusionando los países del antiguo bloque del Este en la OTAN o lanzando “revoluciones de color” en países que no eran miembros de la OTAN en ese momento. Occidente, liderado por Estados Unidos, abogó por “revoluciones de color” en la ex Unión Soviética para servir a sus intereses imperialistas, de modo que gobiernos pro occidentales pudieran tomar el poder.

En los últimos años, los países que formaban el antiguo bloque occidental se han fragmentado más que antes.

Contrariamente a la demagogia de la burguesía estadounidense sobre su desescalada, la burguesía norte-americana no sólo busca tensiones, sino que también busca alimentar aquellas asociadas con el alineamiento de los miembros de la OTAN y otros Estados detrás de Estados Unidos para recuperar su hegemonía perdida. Otro objetivo de Estados Unidos en su manejo de Ucrania ha sido perturbar las relaciones entre Rusia y la UE, alinear a los europeos tras de sí y reforzar la dependencia militar de otros países respecto de Estados Unidos.

Después de la caída de la Unión Soviética, ha hecho falta un tiempo para que Rusia reafirme finalmente sus ambiciones imperialistas como pretendiente a potencia mundial. La retirada del equipo militar de la OTAN de estos países y el fracaso del asedio de la OTAN a Rusia significarían que Rusia podría ampliar su esfera de influencia.

El objetivo de Estados Unidos es debilitar a Rusia tanto como sea posible porque una Rusia neutralizada no representaría una amenaza para Estados Unidos. Una Rusia débil, por otra parte, no sería un buen aliado para China.

China es un competidor temible para Estados Unidos. Se espera que para 2030 se convierta en la primera economía mundial, superando a Estados Unidos. Para la burguesía norteamericana está claro que el progreso de China y progresión como potencia están directamente ligados al declive de Estados Unidos. Trump y el Partido Republicano no son los únicos que han puesto de relieve la amenaza que representa China, los demócratas no están menos preocupados que los republicanos por este rival, y toda la burguesía estadounidense se opone al avance de China.

Se puede afirmar que la operación militar rusa redunda en interés de Estados Unidos a corto plazo y que Estados Unidos pudo consolidar su hegemonía por el momento. Tras cortar los lazos comerciales con Rusia, la UE se ha vuelto parcialmente dependiente de Estados Unidos en materia energética.

Aunque Estados Unidos haya logrado alinear detrás de sí a los miembros de la OTAN, Japón, Australia, etc., y aparentemente hayan formado un frente único, este apoyo no ha sido unánime, con un voto de abstención por parte de los países de América Latina, India y especialmente de los Estados árabes del Golfo (que eran aliados de Estados Unidos) en la resolución que condena a Rusia en el nido de los ladrones (ONU) y de la objeción de Turquía a la admisión de dos nuevos miembros de la OTAN (Finlandia y Suecia), lo que demuestra una debilidad en el frente único. Francia y Alemania, dos miembros clave de la OTAN están persiguiendo sus propios intereses imperialistas de manera más clara y abierta, lo que amenazará a largo plazo la férrea alianza del frente de la OTAN.

Rusia, China e Irán han convergido en su oposición a Estados Unidos, aunque cada uno persigue sus propios intereses imperialistas, que a veces están en contradicción entre sí.

Veremos más caos y conflictos, un nuevo ciclo de tensión e inestabilidad imperialista, desde Europa hasta Medio Oriente, desde el Cáucaso hasta el Sudeste Asiático.

Estados Unidos se ha centrado en confrontar a China. El hecho innegable es que las tensiones actuales son un anticipo de futuras tensiones imperialistas. Los principales enfrentamientos se producirán entre Estados Unidos y China. Estados Unidos quiere contener a China, que es un enemigo estratégico, y su estrategia de contención comenzó mucho antes que Trump. Biden continúa con esta política. En la nueva situación, Estados Unidos, al alinear a la OTAN y a otros países tras de si, quiere crear serios problemas para frenar el progreso imperialista de China y frustrar sus ambiciones en nombre de la Ruta de la Seda. La Nueva Ruta de la Seda, con su infraestructura, permitirá a China llegar a los confines del mundo y extender su poder imperialista a todas partes.

El internacionalismo proletario es una reacción a la guerra imperialista, y el proletariado internacional es la única fuerza capaz de detener esta guerra imperialista. ¿Puede el proletariado hoy plantear su alternativa histórica, es decir, una revolución social? El hecho es que el proletariado internacional aún no ha reaccionado seriamente a la guerra imperialista, ya sea en el capitalismo metropolitano o en el capitalismo periférico. El proletariado (como clase social) está observando actualmente. Él es solo un espectador. Aunque presenciamos manifestaciones obreras en países como Irán, la clase obrera mundial sin embargo retrocedió en sus posiciones a escala mundial, lo que demuestra un reflujo de su identidad de clase.

Una guerra imperialista no es un terreno favorable para las luchas proletarias fructíferas, pero la crisis del capitalismo proporciona las mejores condiciones para el desarrollo de conciencia de clase y luchas proletarias unidas.

Los carnavales de paz y las campañas contra la guerra en países occidentales y europeos son parte de la propaganda de guerra de la OTAN, de acuerdo con los objetivos imperialistas de la OTAN. En el marco del sistema capitalista, las llamas de la guerra seguirán ardiendo.

En la situación actual, los revolucionarios no deberían esperar una movilización de la clase obrera. Las actividades de los revolucionarios no tendrán lugar en el vacío y no serán ineficaces. Más importante aún, la guerra imperialista pone en evidencia la necesidad de levantar la bandera del internacionalismo, incluso si conduce al aislamiento de las masas de la clase obrera. Ésta es una de las enseñanzas de Lenin y Luxemburgo, y todavía inspira a los revolucionarios.

La guerra en Ucrania no sólo se lleva a cabo en el plano militar. La guerra de propaganda en curso, que envenena a la clase obrera mundial, es igualmente insidiosa.

Ambos bandos de la guerra imperialista son conscientes del potencial de la clase obrera, y la historia da testimonio de que sólo esta clase social puede poner fin a la guerra.

La burguesía ataca de forma odiosa el nivel de vida de la clase obrera, que paga el precio de guerra con una inflación vertiginosa y una disminución del nivel de vida. La clase obrera se ve obligada a defender su nivel de vida, lo que probablemente implique una confrontación con la guerra imperialista.

Sólo la clase obrera puede traer paz real a la humanidad, mediante la lucha de clases y la puesta en cuestión del capitalismo. La destrucción de la humanidad es inevitable si la clase obrera no actúa sobre la base de su juicio histórico, que consiste en derrocar al capitalismo mediante la revolución comunista.

Internacionalist Voice.

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Boletin Discusion n 1 Izquierda Comunista