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Hace ya 20 años, en el 2001, el informe del IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático) resaltaba un texto del Global Scenario Group (“Grupo de Escenario Global” o GSG), convocado por el Instituto Medioambiental de Estocolmo, que esbozaba tres escenarios posibles para el futuro de la humanidad a raíz del cambio climático:
“El marco del GSG incluye tres tipos generales de escenario de cara al futuro: ‘Mundos Convencionales’, ‘Barbarie’ y la ‘Gran Transición’ – con diversas variantes dentro de cada clase. Todas ellas son compatibles con patrones y tendencias actuales, pero entrañan consecuencias muy diferentes para la sociedad y el medio ambiente del siglo XXI… en el escenario del ‘Mundo Convencional’, la sociedad se desarrolla a escala global, gradualmente, a partir de las tendencias y patrones dominantes hoy, con un desarrollo impulsado principalmente por mercados en rápido crecimiento al ir desarrollándose un modelo de sociedad industrial avanzada, propio de países ‘desarrollados’, en los países en vías de desarrollo. En el escenario de la ‘Barbarie’, las tensiones sociales y medioambientales surgidas del desarrollo convencional no se resuelven, se debilitan las normas humanitarias y el mundo se vuelve más autoritario y anárquico. La ‘Gran Transición’ explora la vía de las soluciones visionarias al desafío de la sostenibilidad, portando el surgimiento de nuevos valores, estilos de vida e instituciones’’ (p. 140 del informe del Grupo de Trabajo 3 del IPCC de 2001).
Ya en el 2021, tras las olas de calor sin precedentes desde Canadá hasta Siberia, las inundaciones en el norte de Europa y China, las sequías e incendios en California y las nuevas señales de derretimiento del hielo ártico, la primera parte del informe del IPCC, que se centra en el análisis científico de las tendencias del clima, reconoce sin rodeos que la continuación “convencional” de la acumulación capitalista nos está llevando a la barbarie. Con un ojo puesto en la conferencia sobre el clima en octubre y noviembre del COP26 en Glasgow, el informe asegura que si no se organiza una acción drástica global de reducción de emisiones para las próximas décadas, no será posible limitar el aumento de la temperatura a 1’5ºC por encima de los niveles pre-industriales, el umbral que se considera fundamental para evitar las peores consecuencias del cambio climático. Y no sólo eso: el informe habla de una serie de “límites planetarios” o puntos de inflexión cuya superación podría desencadenar procesos incontrolables de calentamiento planetario, lo que se traduciría en que amplias regiones del planeta se volverían inhabitables para la especie humana. Según muchos de los expertos citados en el informe, cuatro de estos límites ya se han superado, al nivel de cambio climático, pérdida de biodiversidad y métodos de cultivo insostenibles, con otros tantos, como la acidificación de los océanos, la contaminación por plásticos y el agotamiento del ozono en vías de sumarse a los otros factores en una espiral de retroalimentación1.
El informe afirma claramente que todos estos factores se derivan de la “intervención humana”2 y no de procesos naturales como la actividad solar o las erupciones volcánicas3, explicaciones que suelen ser el último recurso de los cada vez más desacreditados negacionistas del cambio climático.
La parte del informe que trata de las posibles soluciones a esta crisis aún no se ha publicado, pero a partir de informes anteriores ya sabemos que por mucho que se hable de “transiciones” a un nuevo modelo económico, que dejaría de producir gases de efecto invernadero a niveles insostenibles, el “Panel Intergubernamental” no tiene más respuesta que la de apelar a los gobiernos, es decir, a los Estados capitalistas, a que se atengan a razones y trabajen juntos por un plan de transformación radical de sus economías. En otras palabras, el modo de producción capitalista, cuya ansia implacable de beneficios está en el centro de estos problemas, debe convertirse en algo que nunca podrá ser: una comunidad unificada en la que la actividad productiva está regulada por lo que los seres humanos necesitan para vivir y no por las necesidades del mercado.
Esto no quiere decir que las instituciones capitalistas sean completamente ignorantes del peligro que supone el cambio climático. La proliferación de conferencias internacionales sobre el clima y la existencia del mismo IPCC dan testimonio de ello. Al ir siendo cada vez más frecuentes las catástrofes que mencionábamos antes, se hace evidente también su enorme coste: económico, en primer lugar, por la destrucción de hogares, cultivos e infraestructura, pero también sociales, ya que propagan el empobrecimiento, provocan oleadas de refugiados, etc. Todos los políticos y burócratas, salvo los más obtusos, comprenden que esto se traduce en una carga mayor para las arcas del Estado, como muestra la pandemia del Covid (que también está ligada a la crisis medioambiental4). Las empresas capitalistas también están respondiendo a nivel individual: prácticamente todos los negocios se arrogan “credenciales verdes” y su compromiso con nuevos modelos de sostenibilidad. La industria automovilística es un claro ejemplo: consciente de que el motor de combustión interna (y la industria petrolífera) es una de las principales fuentes de emisiones de gases de efecto invernadero, la mayoría de los fabricantes de automóviles se están pasando al coche eléctrico de cara a la próxima década. Pero lo que nunca podrán dejar de hacer es competir entre ellos para vender la mayor cantidad posible de “coches verdes”, incluso cuando la producción de coches eléctricos no se libra de tener significativas consecuencias medioambientales – sobre todo por la extracción de materias primas como el litio que se necesita para fabricar baterías, que se basa en proyectos de minería masiva y el consiguiente desarrollo de redes de transporte internacional. Y lo mismo puede decirse a nivel de las economías nacionales. La conferencia COP ya anticipa la gran dificultad de convencer a economías “en desarrollo” como Rusia, China y la India de que reduzcan su dependencia de los combustibles fósiles y sus emisiones. Y no prestan oídos a estos argumentos por razones perfectamente capitalistas, ya que todo ello supondría una disminución drástica de su competitividad en un mercado ya saturado de mercancías.
El mundo se le queda pequeño al capitalismo
Desde los días del Manifiesto Comunista, los marxistas han insistido en que el capitalismo está dominado por sus crisis de sobreproducción y la consiguiente búsqueda de nuevos mercados en una “conquista del mundo”, convirtiéndose así en un sistema mundial, y en que esta “tendencia a universalizarse” crea la posibilidad de una nueva sociedad en la que las necesidades humanas y el desarrollo pleno de los individuos se conviertan en la meta de toda actividad social. Pero, al mismo tiempo, esta misma tendencia contiene a su vez las semillas de su disolución, de la auto-destrucción del capital, y de ahí la imperiosa necesidad que tenemos de una transición hacia una nueva comunidad humana, el comunismo5. Ya durante la Primera Guerra Mundial, marxistas como Bujarin y Luxemburgo demostraron más detalladamente esta posibilidad de auto-destrucción: cuanto más global se volviese el capitalismo, más se vería envuelto en la brutal competición militar entre naciones imperialistas, empeñadas en encontrar nuevas fuentes de materias primas, fuerza de trabajo más barata y nuevos mercados para su producción.
Pero aunque Marx, Engels y otros pudieran advertir desde muy temprano que el capitalismo estaba envenenando el aire y agotando el suelo, no pudieron ser testigos de las consecuencias ecológicas de un mundo en el que el capitalismo ha penetrado ya en casi todas las regiones de los cinco continentes, sometiendo toda la Tierra a la urbanización rampante y a sus métodos de producción y distribución. La expansión capitalista, impulsada por las contradicciones económicas resultantes de la relación entre el capital y el trabajo asalariado, ha llevado al extremo la alienación de la humanidad frente a la naturaleza. De la misma manera que hay límites a la capacidad del capitalismo para realizar la plusvalía que extrae de los trabajadores, también el saqueo de los recursos naturales de la Tierra en pos de beneficios pone nuevos topes a la capacidad del capitalismo de alimentar a sus esclavos y perpetuar su reino. El mundo ya no es lo suficientemente grande para el capitalismo. Y lejos de que esto haga a los Estados capitalistas entrar en razón y ponerse a trabajar juntos por el bien del planeta, el agotamiento de los recursos y las consecuencias del cambio climático tenderán a agravar las rivalidades militares, dándose un panorama en el que cada Estado seguirá el sálvese quien pueda frente al desastre. El Estado capitalista, ya de forma abiertamente despótica o cubriéndose con el barniz democrático, solo puede aplicar las leyes del capital, la verdadera fuente de las preocupantes amenazas que se ciernen sobre el futuro de la humanidad.
El capitalismo, si sigue como hasta ahora, solo puede acabar hundiendo al mundo en una barbarie generalizada. La única “transición” que puede impedirlo es la transición al comunismo6, que a su vez nunca podrá ser fruto de peticiones gubernamentales, votos a partidos “verdes” o protestas de “ciudadanos preocupados”. Esta transición solo puede asumirla la lucha común e internacional de la clase explotada, el proletariado, que será en la mayoría de los casos la primera víctima de la crisis climática, como también lo es de la económica. La lucha de los trabajadores contra los ataques a sus condiciones de vida contiene ya la semilla de un movimiento revolucionario generalizado, que rendirá cuentas al capitalismo por toda la miseria que ha infligido a la especie humana y al planeta que la sostiene.
Amos
2 Este eufemismo (“la intervención humana”) es una de las manifestaciones más repugnantes de la ideología democrática. Según esta, la destrucción ecológica sería la “obra mancomunada de todos los humanos”, pero eso es MENTIRA, la sociedad está dividida en clases con intereses antagónicos (burguesía y proletariado) y la “intervención humana” consiste en realidad en la ACCION ANARQUICA Y CAOTICA DEL CONJUNTO DE NACIONES Y DE CAPITALISTAS. No hay “intervención humana”, sino INTERVENCION DEL CAPITAL
3 El fenómeno de la erupción del volcán Cumbre Vieja en La Palma (Canarias – España) es desde luego algo natural. Sin embargo, el hecho de que ni el gobierno español ni el regional canario ni avisaran ni hicieran nada para prevenir a la población no tienen nada de “natural” sino que evidencian la incuria y el desprecio a la humanidad de los gobiernos del capital. Del mismo modo, la situación de abandono terrible en el que ha quedado la población de La Palma no es algo “natural” es la clara responsabilidad del Estado español. Este lo único que ha hecho son los viajes de pura propaganda y promesas vacías del Señor Sánchez.
4 Ver Dossier especial COVID19: el verdadero asesino es el capitalismo https://es.internationalism.org/content/4566/dossier-especial-covid19-el-verdadero-asesino-es-el-capitalismo
5 Ver la cita de los Grundrisse de Marx en nuestro reciente artículo https://en.internationalism.org/content/17032/growth-decay
6 El anarquismo con su demagogia seudo -radical pretende que se puede pasar de la noche a la mañana del capitalismo al comunismo, que no hace falta ninguna “transición” y que dicha idea sería “reformista”. Detrás de ese radicalismo de fachada lo que hay un auténtico reformismo pues ese paso “al comunismo sin transición” lo que oculta son “pequeños cambios” a nivel local o de fábrica, autogestiones y otras zarandajas, que no hacen sino revestir con radicalismo la reproducción capitalista. Frente a esa ideología, el marxismo ha defendido que el proletariado necesita derribar el Estado capitalista en todos los países, instaurar la Dictadura del Proletariado, encarnada en el poder mundial de los Consejos Obreros y abrir mediante la lucha activa y masiva de la clase obrera la transición al comunismo. Ver entre otros Debate sobre el comunismo y el periodo de transición del capitalismo al comunismo https://es.internationalism.org/content/4459/debate-sobre-el-comunismo-y-el-periodo-de-transicion-del-capitalismo-al-comunismo