La Huelga de febrero de 1941 en Holanda: solidaridad de clase contra persecución racista

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En recientes artículos[1] ya hemos argumentado que las protestas del “Black Lives Matter” (BLM) se sitúan en un terreno completamente burgués, concretado en vagas reivindicaciones como “igualdad de derechos”  y “trato justo” u otras más específicas como “menos dinero para la policía”[2]. Esta protesta no fue en absoluto capaz y ni siquiera lo pretendió, de poner en cuestión las relaciones capitalistas de producción que garantizan que la subordinación y la opresión “del otro” es uno de los pilares del dominio capitalista.

Pero, ¿significa esto que la clase obrera no puede ofrecer ninguna alternativa a las capas de la sociedad capitalista que están sujetas a formas particularmente violentas de opresión? Al contrario, a lo largo de toda su historia la clase obrera, tanto en EEUU como en otras partes del mundo ha mostrado su capacidad para dar pasos significativos que superen la barrera de la división étnica, con la condición de que luche en su terreno de clase y con su propia perspectiva proletaria[3].

Uno de los primeros momentos de verdadera solidaridad obrera con una minoría étnica tuvo lugar en 1892 en Nueva Orleans, donde tres sindicatos reivindicaron mejores condiciones de trabajo. La “New Orleans Board of Trade”[4] intentó dividir a los trabajadores por criterios raciales, invitando a los dos sindicatos de mayoría de trabajadores de raza blanca a negociaciones mientras despreciaba al sindicato de mayoría de obreros negro. En repuesta a esta maniobra de la Junta, los tres sindicatos llamaron a una huelga conjunta que fue respaldada unánimemente.

Otro momento importante fue la defensa organizada por la clase obrera en Rusia contra los pogromos antisemitas en Octubre de 1905, el año de la primera revolución en Rusia. Ese mes, las llamadas Centurias Negras, bandas organizadas apoyadas por la policía secreta zarista, mataron miles de personas y mutilaron hasta decenas de miles en 100 ciudades por todo el país. En respuesta a esas brutales masacres, el Soviet de Petrogrado hizo un llamamiento a los trabajadores del país a tomar las armas y defender los distritos obreros de otros asaltos pogromistas.

Otro ejemplo heroico de solidaridad de la clase obrera tuvo lugar en Febrero de 1941 en Holanda, hace 80 años. La causa inmediata fue el secuestro de 425 judíos en Ámsterdam y su deportación a un campo de concentración en Alemania. Esta primera incursión en los Países Bajos contra una parte de la población perseguida y aterrorizada provocó una fuerte indignación entre los trabajadores de Ámsterdam y de las ciudades vecinas. El ataque a los judíos se sintió como un ataque a toda la población proletaria de Ámsterdam. La indignación se impuso al miedo. La respuesta fue: ¡huelga!

En los Países Bajos, los judíos no eran vistos como forasteros. Sobre todo en Ámsterdam, donde vivía la inmensa mayoría de los judíos, se les consideraba parte integrante de la población. Además, Ámsterdam contaba con el mayor proletariado judío del continente europeo occidental, sólo comparable al de Londres tras los pogromos rusos. La orientación de una parte importante de este proletariado judío era hacia el movimiento obrero y en torno al cambio de siglo muchos de ellos se pasaron al socialismo. En la primera mitad del siglo XX, varios de estos proletarios desempeñarían un papel importante en las organizaciones obreras holandesas.

Como muestra la referencia al final (un extracto de nuestro libro La Izquierda Comunista Germano-Holandesa[5]), en las semanas anteriores a la huelga, un grupo internacionalista, el Frente Marx-Lenin- Luxemburgo (Frente MLL), ya había expresado claramente su posición respecto a las atrocidades de las bandas fascistas y había hecho un llamamiento a los trabajadores para que se defendieran. «En todos los barrios obreros habrá que formar tropas de defensa. Hay que organizar la defensa contra la violencia brutal de los bandidos nacionalsocialistas. Pero los trabajadores también tendrán que utilizar su poder económico. Los actos vergonzosos de los fascistas deben ser respondidos con huelgas masivas». (Spartacus nº 2, mediados de febrero de 1941; citado por Marx Perthus, Henk Sneevliet)

La huelga que estalló el martes 25 de febrero fue una manifestación única de solidaridad con el pueblo judío perseguido. Estuvo completamente bajo el control de los trabajadores y la burguesía no tuvo la oportunidad de utilizarla para sus propios fines bélicos, como hizo con la huelga ferroviaria de 1944. La huelga no tenía como objetivo la liberación de Holanda de la ocupación alemana. El Frente MLL no sostenía la posición de que la huelga tenía como objetivo sabotear la maquinaria de guerra alemana o alinearse con la Resistencia nacional. Se trataba de una declaración de la clase obrera, una demostración de su fuerza y, por tanto, de una duración limitada. Después de dos días, los trabajadores cerraron filas y pusieron fin a la huelga.

En medio de la barbarie de la Segunda Guerra Mundial y en un contexto de derrota histórica de la clase obrera, esta huelga no pudo dar lugar a una movilización general de la clase obrera en Holanda ni a reacciones obreras en el resto de Europa, pero aun así tuvo un significado político internacional, que llegó mucho más allá de las fronteras de Holanda. La resistencia de los trabajadores, en febrero de 1941, contra la deportación de los judíos a los campos de concentración, nos muestra que la clase proletaria no está en absoluto indefensa o condenada a la inacción cuando determinados grupos étnicos son el chivo expiatorio y posteriormente se convierten en víctimas de pogromos o incluso de genocidio.

El Frente MLL lo entendió muy bien. Por ello, apoyó sin reservas la huelga como expresión de una auténtica indignación proletaria por el acoso al pueblo judío, tanto a hombres como a mujeres y niños. Para el Frente MLL, la huelga contra la brutalidad antijudía estaba incondicionalmente ligada a la lucha general contra todo el sistema capitalista. La huelga holandesa de febrero de 1941 demostró que, para defender a los grupos étnicos perseguidos, la clase obrera debe permanecer en su propio terreno y no debe dejarse arrastrar al terreno burgués, como ocurrió, por ejemplo, con las protestas del BLM en Estados Unidos.

El terreno de la clase obrera es donde la solidaridad no está limitada por las divisiones que el capitalismo ha impuesto en la sociedad y donde se vuelve realmente universal. La solidaridad proletaria es por definición la expresión de una clase cuya lucha autónoma está destinada a desarrollar una alternativa fundamental al capitalismo. En la medida en que anuncia la naturaleza de la sociedad por la que lucha, es capaz de abarcar e integrar la solidaridad de toda la humanidad. Esto es lo que hace que la solidaridad proletaria y la huelga de febrero de 1941 en Holanda sean tan significativas para nosotros hoy.

El artículo se puede encontrar aquí: La izquierda comunista holandesa y alemana, capítulo 10, 1939-1942, 4 - La huelga de febrero de 1941 y sus consecuencias políticas (internationalism.org)

CCI, Abril 2021

 

[2] En EEUU la consigna se plasma como “defunding the police”, que pide que se retiren los fondos en policía y se dediquen a gastos sociales

[4] Junta de Comercio de Nueva Orleans

[5] Para pedir el libro es cribe a nuestro apartado

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