Presidencia Biden: USA y el capitalismo mundial en la ruta hacia la nada

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La administración Trump ya había causado una serie de fiascos humillantes pero letales para la burguesía estadounidense -entre otras cosas, empeorando activamente la pandemia de Covid 2020-, pero siempre hubo esperanza entre las facciones más inteligentes de la clase dominante estadounidense de que tener a un narcisista incompetente en el poder supremo era sólo una pesadilla pasajera, de la que pronto despertarían. Pero la victoria electoral del Partido Demócrata no fue la avalancha que se esperaba, ni para la nueva administración de Joe Biden ni para el nuevo Congreso[1].

Peor aún, en el Capitolio, sede sagrada de la democracia estadounidense, se produjo un motín televisado, incitado por el jefe de Estado saliente que rechazó los resultados oficiales de las elecciones presidenciales. Una turba intentó impedir violentamente la sucesión democrática, alentada por el propio presidente en funciones, como en una república bananera, según reconoció George W Bush. Realmente es un momento políticamente definitorio en la descomposición del capitalismo mundial. La auto- agresión populista del Reino Unido a través del Brexit puede parecer simplemente absurda para otros países, porque Gran Bretaña es una potencia secundaria, pero la amenaza de inestabilidad representada por la insurrección en el Capitolio de los EE.UU. ha causado conmoción y miedo en toda la burguesía internacional.

El posterior intento de hacerle un impeachment a Trump por segunda vez puede volver a fracasar y, en cualquier caso, galvanizará a millones de sus partidarios en la población, incluida una gran parte del partido republicano.

La toma de posesión del nuevo presidente el 20 de enero, que suele ser una ocasión para una muestra de unidad y reconciliación nacional, no lo será: Trump no asistirá, al contrario de lo que es habitual con los presidentes salientes, y Washington DC estará bajo cierre militar para evitar una mayor resistencia armada de los partidarios de Trump. La perspectiva no es el restablecimiento gradual y a largo plazo del orden y la ideología democrática tradicional por parte de un gobierno de Biden, sino una acentuación -de naturaleza cada vez más violenta- de las divisiones entre la democracia burguesa clásica y el populismo, este último no desaparece con el fin del régimen de Trump.

Estados Unidos: de la mayor superpotencia mundial al epicentro de la descomposición

Desde 1945, la democracia estadounidense es el buque insignia del capitalismo mundial. Después de haber desempeñado un papel decisivo en la victoria de los Aliados en la Segunda Guerra Mundial, y de haber contribuido en gran medida a reducir Europa y Japón a ruinas, fue capaz de sacar al mundo de los escombros y reconstruirlo a su imagen durante la Guerra Fría. En 1989, con la derrota y la desintegración del bloque rival ruso, Estados Unidos parecía estar en la cúspide de su dominio y prestigio mundial. George Bush Senior anunció la llegada de un Nuevo Orden Mundial tras el colapso del bloque ruso en 1989. Washington pensó que podría mantener su supremacía impidiendo que cualquier nueva potencia surgiera como un serio competidor de su liderazgo mundial. Pero en lugar de ello, la afirmación de su superioridad militar ha acelerado un desorden mundial con una serie de victorias pírricas (Kuwait, los Balcanes en la década de 1990) y costosos fracasos en política exterior en Irak, Afganistán y Siria[2]. Estados Unidos ha socavado cada vez más las alianzas en las que se apoyaba su antiguo liderazgo mundial, lo que ha animado a otras potencias a actuar por su cuenta.

Además, el poder y la riqueza de EE.UU. han sido incapaces de atenuar las crecientes convulsiones de la economía mundial: la chispa de la crisis de 2008 emanó de Wall Street y sumió a EE.UU. y al mundo en la más grave desaceleración desde que resurgió la crisis abierta en 1967.

Las consecuencias sociales y políticas de estos retrocesos estadounidenses, y la ausencia de alternativas, han sido, por un lado, el incremento de las divisiones y el desconcierto en el Estado burgués, y en la población en general, lo que ha llevado al creciente descrédito de las normas políticas establecidas del sistema político democrático estadounidense.

Las presidencias anteriores de Bush y Obama no lograron forjar un consenso duradero para el orden democrático tradicional entre el conjunto de la población. La "solución" de Trump a este problema no fue resolver esta desunión, sino acentuarla aún más con una política estridente e incoherente de vandalismo que destrozó aún más el consenso político a nivel interno y socavó los acuerdos militares y económicos con sus antiguos aliados en el escenario mundial. Todo esto se hizo bajo la bandera de "América primero", pero en realidad sirvió para aumentar la pérdida de estatus de Estados Unidos.

En una palabra, la actual crisis política de la democracia estadounidense, simbolizada por el asalto al Capitolio, complementa las consecuencias caóticas y autodestructivas de la política imperialista de Estados Unidos y pone de manifiesto que la primera potencia mundial está en el centro y es el principal protagonista de la descomposición del capitalismo mundial a todos los niveles.

China no puede llenar el vacío

China, a pesar de su creciente poder económico y militar, no podrá llenar el vacío de liderazgo mundial creado por la desorientación de EEUU. Entre otras cosas porque este último sigue siendo capaz y está decidido a impedir el crecimiento de la influencia china como objetivo principal con o sin Trump. Por ejemplo, uno de los planes de la Administración Biden será intensificar esta política anti - china con la formación de un D10, una alianza de las potencias democráticas (el G7 más Corea del Sur, India y Australia). No es necesario explicar el papel que esto desempeñará en el agravamiento de las tensiones imperialistas.

Pero estas tensiones no pueden canalizarse en la formación de nuevos bloques por razones obvias. El empeoramiento de la descomposición del capitalismo hace cada vez más improbable la posibilidad de una guerra mundial generalizada.

Los peligros para la clase obrera

En 1989 predijimos que el nuevo período de descomposición del capitalismo traería consigo mayores dificultades para el proletariado[3].

Los recientes acontecimientos en Estados Unidos vuelven a confirmar esta predicción.

El más importante de ellos en relación con la situación actual de EEUU es el peligro de que sectores de la clase obrera se movilicen detrás de las contiendas cada vez más violentas de las facciones opuestas de la burguesía, es decir, no sólo en el terreno electoral sino en las calles. Parte de la clase obrera puede ser engañada para elegir entre el populismo y la defensa de la democracia, las dos falsas alternativas que ofrece la explotación capitalista.

En relación con esto está el hecho de que en la situación actual otras capas de la población no explotadora se ven impulsadas cada vez más a la acción política por toda una serie de factores: los efectos de la crisis económica, el agravamiento de la catástrofe ecológica, el fortalecimiento de la represión estatal y su carácter racista, que les lleva a actuar como conducto de campañas burguesas como el movimiento Black Lives Matter[4], o como medio de luchas interclasistas.

Sin embargo, la clase obrera a nivel internacional en el período de descomposición no ha sido derrotada como en la década de 1930. Sus reservas de combatividad permanecen intactas y los nuevos ataques económicos a su nivel de vida que se avecinan -que incluirán la factura por los daños económicos causados por la pandemia de Covid- obligarán al proletariado a responder en su terreno de clase.

El reto de las organizaciones revolucionarias

La organización revolucionaria tiene un papel limitado pero muy importante que desempeñar en la situación actual, ya que, si bien tiene poca influencia todavía, e incluso durante un largo período, la situación de la clase obrera en su conjunto está llevando a una pequeña minoría a posiciones de clase revolucionarias, especialmente en los propios Estados Unidos.

El éxito de la labor de transmisión a esta minoría se basa en una serie de necesidades. En el contexto actual es significativa la combinación, por un lado, de un rigor y una claridad programática a largo plazo, ligada por otro lado a la capacidad de la organización de tener un análisis coherente y en desarrollo de toda la situación mundial: su marco histórico y sus perspectivas.

La situación mundial en el último año ha batido cada vez más récords en la putrefacción del capitalismo mundial: la pandemia de COVID, la crisis económica, la crisis política en EEUU, la catástrofe ecológica, la situación de los refugiados, la indigencia de partes cada vez más grandes de la población mundial. La dinámica del caos se acelera y se hace más imprevisible, ofreciendo nuevos y más frecuentes desafíos a nuestros análisis y exigiendo una capacidad de cambio y adaptación en función de esta aceleración sin olvidar nuestros fundamentos.

Corriente Comunista Internacional 16-1-21

 

[1] Ver Asalto del Capitolio en Washington: Los Estados Unidos en el centro de la descomposición mundial del capitalismo https://es.internationalism.org/content/4635/asalto-del-capitolio-en-washington-los-estados-unidos-en-el-centro-de-la-descomposicion

[2] Esta perspectiva la anunciamos en el texto Militarismo y Descomposición https://es.internationalism.org/revista-internacional/201410/4046/militarismo-y-descomposicion

[4] Ver Trump – Biden la falsa elección de la democracia capitalista https://es.internationalism.org/content/4616/trump-biden-la-falsa-eleccion-de-la-democracia-capitalista y Los grupos de la Izquierda Comunista ante el movimiento Black Lives Matter: una incapacidad para identificar el terreno de la clase obrera https://es.internationalism.org/content/4605/los-grupos-de-la-izquierda-comunista-ante-el-movimiento-black-lives-matter-una

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