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El capitalismo, el sistema de producción que domina el planeta y todos los países en él, se está hundiendo en un avanzado estado de decadencia y descomposición. Un siglo de decadencia está alcanzando sus últimas etapas, amenazando la supervivencia de la humanidad con una espiral de guerras caóticas, depresión económica, desastres ecológicos y pandemias devastadoras.
Cada nación en la Tierra está comprometida en mantener este sistema moribundo. Todos los gobiernos, ya sea que se vistan con ropas democráticas o dictatoriales, ya sea que sean abiertamente pro- capitalistas o falsamente "socialistas", existen para defender los verdaderos objetivos del capital: la expansión de la ganancia a expensas del único futuro posible para nuestra especie, una comunidad mundial donde la producción tiene un solo objetivo: la satisfacción de las necesidades humanas.
Por lo tanto, la elección de qué partido o presidente toma las riendas del gobierno es una falsa elección que no puede alejar a la civilización capitalista del camino hacia la catástrofe. Esto se aplica tanto a las próximas elecciones de los EE.UU. como a cualquier otro circo electoral.
Trump no es el amigo de los trabajadores...
Para muchos está claro que Trump es un defensor declarado de todo lo que está podrido del capitalismo: desde sus negaciones de la realidad de Covid-19 y del cambio climático, pasando por su defensa descarada de la brutalidad policial en nombre de la ley y el orden, hasta sus apelaciones rabiosas al racismo y a la extrema derecha, hasta su repugnante trato personal a las mujeres que se le acercan. Pero el hecho de que sea, en palabras de su antiguo sicario legal Michael Cohen, "un mentiroso, un estafador y un racista" no impide que importantes facciones de la clase capitalista lo respalden porque sus políticas de abierto nacionalismo económico y de desregulación de los servicios medioambientales y sanitarios sirven para aumentar sus beneficios.
En las últimas elecciones Trump estafó a muchos trabajadores estadounidenses haciéndoles creer que el proteccionismo de "America First" salvaría sus empleos y reviviría las industrias tradicionales. Pero incluso antes de la crisis de Covid, la economía mundial -incluida China- ya se dirigía hacia una nueva recesión y las consecuencias económicas de la pandemia van a ser aún más brutales. El proteccionismo es una ilusión porque ninguna economía puede aislarse de las leyes implacables del mercado mundial.
...Pero tampoco los demócratas...
Según Trump, Joe Biden amenaza con convertir a Estados Unidos en una "utopía socialista", porque es una mera marioneta en manos de la "izquierda radical" personificada por gente como Bernie Sanders y el "Escuadrón" en torno a Alexandria Ocasio-Cortez, Ilhan Omar y otros.
En realidad, Biden fue elegido como candidato demócrata porque representa la continuación de las principales políticas demócratas de Obama y Clinton, que tienen mucho en común con las de Trump: el "giro hacia Oriente" para enfrentarse al imperialismo chino comenzó bajo Obama, que también fue conocido como el "Deportador en jefe" por su despiadada acción contra los inmigrantes "ilegales". Por supuesto que los demócratas tienen sus diferencias con Trump: están más estrechamente vinculados al sistema militar y de seguridad, que sospecha profundamente del adulador enfoque de Trump hacia la Rusia de Putin, y se avergüenzan de su imprudente ruptura de los tratados y alianzas internacionales porque socava la credibilidad diplomática de los Estados Unidos. Pero estas son diferencias sobre la mejor estrategia para el imperialismo americano. Asimismo, objetan el escaso respeto de Trump por las normas de la "democracia" porque saben lo importante que es la ilusión democrática para la preservación del orden social. Esa es la verdadera razón por la que ellos - e importantes representantes del ejército - se opusieron a la amenaza de Trump de utilizar tropas federales contra los manifestantes en varias ciudades de EE.UU.
El Partido Demócrata nunca ha sido más que el partido alternativo del capitalismo estadounidense. Es cierto que recientemente ha habido un crecimiento de agrupaciones como la Alianza Socialista Democrática y defensores del Nuevo Tratado Verde (Green New Deal), Las Vidas Negras son Importantes (Black Lives Matter) y las diversas formas de políticas de identidad en o alrededor del partido oficial. Pero esta "izquierda radical" sólo ofrece una versión más izquierdista del capitalismo de estado, al que todas las facciones de la clase dominante -incluyendo la derecha y los fanáticos de la libre empresa- están obligados a adherirse en un mundo devastado por la crisis y la guerra. Ninguna de las políticas de la izquierda cuestiona la existencia del Estado nacional, la producción para el beneficio, el sistema salarial -que son la esencia del capitalismo y la fuente de sus contradicciones insolubles. Por eso, por ejemplo, los planes para un Green New Deal no detendrán la destrucción capitalista de la naturaleza, que tiene su origen en el insaciable afán de acumulación del capitalismo.
La clase obrera tiene la clave del futuro
Ningún político o partido capitalista puede ofrecer una salida a la crisis de su sistema. El futuro del mundo está en manos de la clase que produce todo lo necesario para vivir, que es explotada por el capital en todos los países, y que en todas partes tiene los mismos intereses: unirse en defensa de sus condiciones de trabajo y de vida, desarrollar la autoorganización y la conciencia necesarias para enfrentarse al sistema capitalista y proponer su propia solución histórica: el auténtico socialismo, o como Marx prefirió llamarlo, el comunismo, donde la humanidad será por fin libre del Estado, las fronteras y la esclavitud asalariada.
Esta puede parecer una perspectiva muy lejana. En su día a día, la clase obrera está dividida de mil maneras diferentes: en la competencia por los puestos de trabajo, por las fronteras nacionales, por el género y por la "raza", sobre todo en un país como los EE.UU. con su venenoso legado de esclavitud y racismo[1].
Pero la clase obrera es también una clase que se ve obligada a trabajar colectivamente, y a defenderse colectivamente. Cuando levanta la cabeza, tiende a superar las divisiones en sus filas porque no tiene otra opción si quiere evitar ser derrotada. El racismo y el nacionalismo son quizás las herramientas más potentes para dividir a los trabajadores, pero pueden y deben ser superados por el avance de la lucha de clase. Cuando la pandemia del Covid-19 golpeó por primera vez, los trabajadores estadounidenses reaccionaron contra el hecho de ser obligados a trabajar sin protección en fábricas de automóviles, hospitales, supermercados o almacenes; y todos los trabajadores, "blancos", "negros", "latinos" u otros se mantuvieron hombro con hombro en los piquetes[2].
Tales momentos de unidad van en contra de las expresiones "clásicas" de la división racial y contra la supremacía blanca y los movimientos fascistas que rezuman del cuerpo podrido del capitalismo. Pero también van en una dirección diferente de las movilizaciones de Black Lives Matter que ponen la raza por encima de la clase y que han sido totalmente instrumentalizadas por los demócratas, por los grandes intereses empresariales y por una parte significativa del propio Estado[3]. Las luchas basadas en la raza no pueden conducir a la unificación de la clase obrera: partes de la clase dominante están felices de "arrodillarse" y dar su bendición al BLM porque saben que puede ser utilizado para ocultar la realidad fundamental del capitalismo como una sociedad basada en la explotación de una clase por otra.
La clase obrera de los Estados Unidos se enfrenta a una enorme embestida ideológica en el período previo a las elecciones, con los políticos y las superestrellas de los medios de comunicación proclamando a lo largo y ancho que su única esperanza reside en el voto - cuando su verdadero poder no reside en la cabina de votación sino en la vinculación a través de los lugares de trabajo, en las asambleas generales abiertas a todos los trabajadores, en la unión en la calle en torno a las demandas de clase. También se enfrenta al peligro real de verse involucrado en conflictos violentos entre "milicias" armadas, como hemos visto en algunas de las recientes protestas de la BLM. El peligro de una "guerra civil" en un terreno completamente burgués podría aumentar aún más tras las elecciones, especialmente si Trump se niega a reconocer el resultado. Esto sólo enfatiza la necesidad de que los trabajadores rechacen los cantos de sirena de la derecha y la izquierda, que rechacen las falsas opciones del supermercado democrático y que se unan en torno a sus propios intereses de clase.
Amos, 26.9.20
[1] Ver nuestro artículo Esclavitud y racismo, herramientas de la explotación capitalista https://es.internationalism.org/content/4591/esclavitud-y-racismo-herramientas-de-la-explotacion-capitalista
[2] Ver Covid-19: a pesar de todos los obstáculos, la lucha de clases trata de forjar su futuro https://es.internationalism.org/content/4569/covid-19-pesar-de-todos-los-obstaculos-la-lucha-de-clases-trata-de-forjar-su-futuro
[3] Ver Movilizaciones antirracistas: La respuesta al racismo no es el antirracismo burgués, sino la lucha de clases internacional https://es.internationalism.org/content/4579/movilizaciones-antirracistas-la-respuesta-al-racismo-no-es-el-antirracismo-burgues-sino