América del Sur: Autonomía del proletariado contra la disyuntiva tramposa democracia o dictadura

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En América del Sur estamos asistiendo a una ofensiva en toda regla de Estados Unidos para someter a su férula imperialista los Estados al sur de Río Grande. Frente a los intentos de China, apoyada por Rusia, de establecer en el continente posiciones económicas –e incluso militares, USA cierra filas y trata de restablecer la vieja doctrina Monroe de “América para (los norteamericanos)”.

Dos episodios son especialmente significativos de esta ofensiva: Brasil y Venezuela.

En Brasil el ascenso de Bolsanaro, la prisión de Lula, significan claramente que USA impone su ley, retoma el control de un Estado que con los gobiernos Lula y Rousseff había intentado hacer su propio juego imperialista[1].

En cuanto a Venezuela, la proclamación –respaldado por el Estado americano y sus apoyos entusiastas (Colombia, Chile)- de un presidente “alternativo” (Mister Guaidó) significa un claro desafío al régimen chavista que ha buscado el padrinazgo de China y Rusia[2].

Este forcejeo entre los buitres imperialistas se acompaña ideológicamente con una reivindicación de los regímenes gorilas que proliferaron en los años 60-70 en América del Sur, lo que suscita la reacción de sus rivales “demócratas” e izquierdistas que agitan el trapo del “peligro fascista”.

Como ha sucedido innumerables veces a lo largo del siglo XX y XXI (siglos de la decadencia capitalista) los sanguinarios designios imperialistas de los distintos capitales nacionales en liza adoptan ropajes rotundamente mistificadores: fascismo – antifascismo, dictadura – democracia etc. La realidad, sin embargo, es otra: el ataque a las condiciones de vida, la guerra, la represión, el crimen… son un engranaje infernal del capitalismo en el que participan TODOS los regímenes de todos los colores.

Frente a este ruido mistificador el proletariado necesita recordar qué fueron los regímenes militares de los 60-70 y, sobre todo, afirmarse en su autonomía de clase: no elegir entre un supuesto “mal menor” (la democracia, los “liberales” y los “progresistas”) y un “mal mayor” encarnado por fascistas, militares, populistas etc. Para el proletariado y para el porvenir de la humanidad TODOS SON PEOR.

La función de los regímenes dictatoriales de 1960-70

En el contexto de la confrontación imperialista entre el bloque americano y el bloque ruso, los años 60-70 fueron testigos de la implantación en una mayoría de países sudamericanos de brutales dictaduras militares que se erigieron como baluartes del imperialismo americano frente a las tentativas de su rival ruso de establecer cabezas de puente que ampliaran la posición obtenida en Cuba en 1961[3].

Los regímenes que se establecieron en Brasil, Chile, Argentina, Uruguay etc., ejercieron una brutal dictadura basada en la tortura, la represión y el terror generalizado. En el marco de la agravación de la crisis capitalista, muy agudizada en esos países, las condiciones de trabajo se deterioraron rápidamente, el desempleo creció, y pronto las luchas obreras estallaron: las grandes huelgas en Argentina en 1969 y 1972; igualmente las luchas masivas en Brasil en 1978-79. Estas luchas formaron parte del renacimiento histórico del proletariado que surge en 1968 con el Mayo Francés y se extiende por el mundo con experiencias como el Otoño Caliente Italiano (1969) o las huelgas del Báltico en Polonia (1970)[4].

En ese contexto, el capital comprendió que era prioritario enfrentar la lucha obrera y para ello la feroz represión y el terrorismo estatal de los militares no solo era insuficiente sino que podía convertirse en contraproducente al empujar a los obreros en lucha a la solidaridad y a la determinación colectiva. Se necesitaba dividir, embaucar y dispersar la lucha empleando a fondo el arma de la democracia, con sus sindicatos y sus partidos que agitan las ilusiones electorales, para debilitar la lucha obrera y poder finalmente reprimirla. En América del Sur, esta orientación fue impulsada por la presidencia Carter (1976-1980) que levantó la bandera mistificadora de los “derechos humanos” y se plasmó gradualmente en “cambios democráticos” que comenzaron a apartar los regímenes gorilas como trastos inadaptados para las nuevas condiciones. Así, la “democracia” fue restablecida en Perú en 1980, en Argentina en 1983, en Brasil en 1985 y, más tarde, en un “histórico plebiscito” el mascarón de proa de la barbarie militarista, Pinochet, caía en Chile en 1988.

Vemos pues que los regímenes militares sudamericanos no nacieron por “inclinaciones ideológicas” a la “dictadura” ni porque fueran la encarnación exclusiva del “capitalismo”, sino como instrumentos de la guerra imperialista y concretamente de la batalla a muerte entre el imperialismo americano y el imperialismo ruso. Los intereses imperialistas condenaron a los obreros y a toda la población oprimida de la región al salvajismo del terror militar.

De la misma forma, la restauración de la democracia en esos países no obedeció a ninguna buena voluntad ni a los “deseos de libertad” del “pueblo”; tampoco al paternalismo biempensante de los padrinos norteamericanos. Fueron una maniobra del capital para dotarse de herramientas más eficaces para hacer frente a las luchas obreras y poder desviarlas hacia callejones sin salida de “defensa de la democracia”, hacia la vana ilusión de que mediante el voto o la presión “popular” se podrían obtener “gobiernos de recambio” …

¿La vuelta de las dictaduras?

Cuando se hace balance hoy, 30 años después, se puede comprender que esos “cambios esperanzadores” condujeron a una gran decepción. La miseria no ha desaparecido, sino que se ha agravado considerablemente. El desempleo o el subempleo son generalizados, la vivienda es para millones de personas cuatro paredes inmundas en barrios ultra degradados, la represión es tan brutal o más que con los regímenes militares, la criminalidad campa a sus anchas y numerosas ciudades sudamericanas o mexicanas están entre las más violentas del mundo, el narcotráfico, las bandas etc., siembran el terror renovando la barbarie de los militares. Millones de personas se ven forzadas a emigrar a Europa o Estados Unidos.

Tal es ominoso balance que se puede hacer del “renacimiento democrático” en América Latina. Sin desaparecer jamás el terror de los latifundistas en el campo, los obreros y todos los explotados latinoamericanos, pasaron de la brutalidad arrogante y desvergonzada de los militares a la brutalidad hipócrita, disfrazada con consultas electorales y cínicas promesas, de los gobiernos democráticos, mientras la vida se hacía insoportable, no solamente por la explotación, el desempleo, la precariedad etc., sino por la barbarie añadida de las bandas de traficantes, de maras, de narcos etc., que, compinchados con el Estado democrático, aplican la ley del más fuerte en las barriadas más pobres de las superpobladas ciudades latinoamericanas.

Para reanimar la fe en la democracia, en la primera década del siglo XXI numerosos gobiernos de izquierda subieron al poder: Lula y su “esperanza para los pobres” en Brasil, Chávez y su “revolución bolivariana”, Morales en Bolivia, el Sandinismo en Nicaragua, Correa y su “revolución ciudadana” en Ecuador, la familia Kirchner en Argentina etc.

No podemos hacer aquí un estudio del monumental engaño y la terrible decepción que esos “gobiernos del pueblo” supusieron. Nos remitimos a diferentes artículos que hemos publicado sobre ese nuevo engaño[5].

En los dos últimos años, los vientos parecen cambiar. El corrupto gobierno de “aromas antiimperialistas” de la familia Kirchner en Argentina ha sido reemplazado por el duro derechismo de Maccri; en Ecuador la “revolución ciudadana” de Correa ha dado paso al servilismo pro-USA de Lenin Moreno. Pero el cambio más brutal ha tenido lugar en Brasil con la elección de Bolsonaro.

El gobierno Bolsonaro niega que entre 1964-85 hubiera una dictadura, quiere que se revisen los análisis condenatorios del golpe militar en los libros escolares e incluso pretende que el golpe militar del 31 de marzo de 1964 se celebre como fiesta nacional.  El gobierno está repleto de militares que se reivindican abiertamente de la dictadura militar y el ministerio de educación ha declarado la guerra a todo lo que huela a “rojo”.

¿A qué obedece esta “nueva política”? Como analizamos en el artículo citado en la nota 1, el gobierno Bolsonaro tiene ramalazos populistas y cuenta con fuertes apoyos en los cuarteles, sin embargo, el motor fundamental de su entronización ha sido el interés del imperialismo norteamericano de retomar el control de todo su “patio trasero” y en ello Brasil constituye una pieza fundamental pues es el país más industrializado y a la vez más extenso y poblado de Sudamérica. Brasil es una potencia imperialista de gran importancia en América del Sur.  

Sin embargo, junto a este programa imperialista el gobierno Bolsonaro tiene una clara vocación de ataque a los trabajadores y en ello no resulta en nada novedoso: uno de sus principales objetivos es un pegar un sangrante hachazo a las pensiones. En ello está en clara continuidad con los gobiernos que le precedieron y hace lo mismo que otros gobiernos, cualquiera que sea su color, de Argentina, México, Chile etc. Gobiernos de derecha y gobiernos de izquierda, demócratas y gorilas, populistas y “progresistas”, TODOS COINCIDEN en el recorte de las pensiones, en las medidas de precariedad y anti -emigrantes, el ataque a los salarios y todas las condiciones de vida. El nuevo campeón del “progresismo”, AMLO en México, tiene el mismo programa disfrazado con palabrería nacionalista e indigenista.

Autonomía de clase del proletariado contra falsas disyuntivas

Los partidos de izquierda y de extrema izquierda, el coro de demócratas, liberales y progresistas, están tocando a rebato: el episodio Bolsonaro les ha servido de acicate para llamar a la movilización antifascista, rememorando sus viejas movilizaciones contra los dictadores de los años 70-80. Se multiplican los actos “antifascistas” en Brasil, Chile, Ecuador, Argentina, México… En Perú, un movimiento anarco punk ha puesto su granito de arena a la campaña organizando un acto sobre Fujimori.

Frente a este reverdecimiento de la histeria antifascista, el proletariado debe preservar su autonomía de clase, sacando lecciones de su experiencia histórica.

La historia desde los años 30 del siglo pasado ha mostrado claramente el peligro para el proletariado que representa la mistificación antifascista en sus dos variantes complementarias:

- formar un frente antifascista donde el proletariado tendría que unir su lucha a las fracciones supuestamente más “liberales” o “progresistas” de la burguesía contra el “peligro fascista”;

- elegir un “mal menor” que sería la democracia o las fracciones “liberales” de la burguesía frente al Mal Mayor, que serían los fascistas, los autoritarios, los dictadores etc.

Con ese veneno criminal el proletariado ha sido arrastrado a la carnicería de la Segunda Guerra Mundial, a la barbarie de la guerra civil española de 1936 o la masacre de Pinochet en 1973[6].

Consagrando en un marco político esta lección histórica que el proletariado ha pagado con montañas de cadáveres, nuestra Plataforma en su punto 9 denuncia tajantemente la mentira antifascista subrayando especialmente que

-              “En la decadencia capitalista, cuando sólo la revolución proletaria constituye un paso adelante en la historia, no puede existir ninguna tarea común, incluso momentánea, entre la clase revolucionaria y cualquier fracción de la clase dominante, por muy “democrática”, “progresista” o “popular” que se presente

-              “Desde la Primera Guerra mundial la “democracia” se ha revelado como una de las peores drogas contra el proletariado. En su nombre fue aplastada la oleada revolucionaria que tras el estallido de esa Guerra se extendió por muchos países de Europa. También en su nombre y contra el “fascismo” fueron movilizados decenas de millones de proletarios en la Segunda Guerra mundial. Todavía hoy, en su nombre, el Capital intenta desviar las luchas proletarias hacia alianzas “contra el fascismo”, “contra la reacción”, “contra la represión”, “contra el totalitarismo”, etc.”

-              “El fascismo no detenta el monopolio de la represión. Lo comparte con todas las demás opciones burguesas. Si las fuerzas políticas democráticas o de izquierdas identifican fascismo con represión, es porque intentan ocultar que ellas mismas son quienes utilizan la represión más decididamente, hasta tal punto que a ellas incumbe lo esencial del aplastamiento de los movimientos revolucionarios de la clase obrera”.

-              “La autonomía del proletariado frente a las demás clases de la sociedad es la condición esencial para el desarrollo de todas sus luchas hacia su objetivo revolucionario. Todas las alianzas interclasistas y particularmente las que se proponen con fracciones concretas de la burguesía, no conducen más que a su desarme ante el enemigo, a hacerle abandonar el único terreno donde puede templar sus fuerzas: su terreno de clase. Toda corriente política que intente apartarlo de ese terreno pertenece necesariamente al campo burgués”.

Contra todos los que pretenden desviar al proletariado hacia las falsas disyuntivas democracia – fascismo, populismo -antipopulismo etc., que lo convierten en carne de cañón de la barbarie capitalista, el proletariado en todos los países tiene la misma tarea: defender su autonomía política de clase para luchar contra la explotación capitalista con el objetivo de abolirla en todos los países

C.Mir 07-05-19

 

[2] Ver Crisis en Venezuela: ¡Ni Guaidó ni Maduro¡ Los trabajadores no deben apoyar a ninguna de las facciones burguesas en pugna, https://es.internationalism.org/content/4389/crisis-en-venezuela-ni-guaido-ni-maduro-los-trabajadores-no-deben-apoyar-ninguna-de-las. En los últimos días, la situación en Venezuela se ha agravado con las tentativas de la mafia proyanqui de ganarse a sectores del ejército en su enfrentamiento mortal con la mafia chavista

 

[3] Hay que destacar que Fidel Castro, en un famoso discurso en Nueva York en 1960, afirmó que “no era comunista”. El imperialismo norteamericano no ofreció las prebendas esperadas, lo que empujó a los “barbudos cubanos” a los brazos de la URSS convirtiéndose en “comunistas” a toda prisa.

[4] Para estudiar este renacimiento histórico del proletariado ver Hace 50 años mayo 68, https://es.internationalism.org/accion-proletaria/201804/4296/hace-50-anos-mayo-de-1968

[5] Ver, entre otros, Brasil: ¿Es Lula una 'esperanza' para los trabajadores?, https://es.internationalism.org/accion-proletaria/200512/307/brasil-es-lula-una-esperanza-para-los-trabajadoresEvo al desnudo, https://es.internationalism.org/cci-online/200606/981/evo-al-desnudo ;

La burguesía ecuatoriana nadando en el pozo de su descomposición, https://es.internationalism.org/accion-proletaria/201804/4292/la-burguesia-ecuatoriana-nadando-en-su-pozo-de-descomposicion ; El abril sangriento de Nicaragua: Sólo la lucha autónoma del proletariado puede acabar con la explotación y la barbarie represiva, https://es.internationalism.org/accion-proletaria/201805/4304/el-abril-sangriento-de-nicaragua-solo-la-lucha-autonoma-del-proletaria

[6] Nuestra organización ha publicado numerosos documentos sobre las 3 experiencias mencionadas. Podemos recomendar: Internationalisme 1945 - Las verdaderas causas de la Segunda Guerra Mundial, https://es.internationalism.org/revista-internacional/198910/2140/internationalisme-1945-las-verdaderas-causas-de-la-segunda-guerra- ; nuestro libro 1936: Franco y la República masacran al proletariado, https://es.internationalism.org/cci/200602/539/espana-1936-franco-y-la-republica-masacran-al-proletariado y Hace 30 años, la caída de Allende: dictadura y democracia son las 2 caras de la barbarie capitalista, https://es.internationalism.org/revista-internacional/200604/846/hace-30-anos-la-caida-de-allende-dictadura-y-democracia-son-las-2-c

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