Incendio de Notre Dame de París: el capitalismo es incapaz de preservar el patrimonio de la humanidad

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El 15 de abril, las espectaculares imágenes de Notre-Dame en llamas fueron vistas en todo el mundo. Una viva emoción se apoderó del planeta: esta catedral es una de las obras maestras más bellas e impresionantes de París, una joya de la arquitectura gótica cuya construcción se extendió a lo largo de no menos de dos siglos y que inspiró a muchos artistas: Víctor Hugo, por supuesto, pero también el cineasta Jean Delannoy o el cantante libertario Léo Ferré. Las llamas se llevaron la aguja de la catedral, obra de Viollet-le-Duc, y el impresionante marco de madera de roble de los siglos XII y XIII. La arquitectura sublime de Notre-Dame no tiene nada que ver con la de la Basílica del Sagrado Corazón, ese pomposo pastel construido apresuradamente en la cima de Montmartre para celebrar la represión de la Comuna de París y exorcizar "las desgracias que asolan Francia y las mayores desgracias que quizás todavía la amenazan"[1](¡las de una "odiosa" revolución proletaria! [2])

El patrimonio de la humanidad amenazado por la descomposición del capitalismo

El fuego aún no se había apagado cuando los políticos, liderados por el gobierno, corrieron a la plaza frente a Notre-Dame (o a los platós de la TV), con lágrimas de cocodrilo en los ojos, para realizar, como Esmeralda, su acto de saltimbanquis frente a las cámaras. "Mañana reconstruiremos todo, piedra a piedra, viga a viga, teja a teja", dijo el ex portavoz del gobierno (y candidato al Ayuntamiento de París), Benjamin Griveaux. "Un crimen para todos nosotros. Reconstruiremos Notre-Dame", se irguió el flamante matemático (y candidato a alcalde de París), Cédric Villani. "Todos solidarios ante esta tragedia", exclamó la eurodiputada (y también candidata al Ayuntamiento de París), Rachida Dati. Al mismo tiempo, la alcaldesa de París (y candidata a su propia reelección), Anne Hidalgo, abrazó al jefe de Estado, Emmanuel Macron, que vino, con semblante sombrío, a jugar su papelito de padre de la nación: "Es la catedral de todos los franceses, incluso de los que nunca han estado aquí".

No es de extrañar que la burguesía y sus medios de comunicación se hayan lanzado a la caza de chivos expiatorios: ¿quién es el responsable? ¿Quién olvidó apagar el soldador? ¿Quién no ha comprobado esta o aquella instalación eléctrica? Otros han denunciado más claramente la flagrante falta de recursos al afirmar furtivamente que la conservación del patrimonio representa "sólo" el 3% del presupuesto de 10.000 millones de euros del Ministerio de Cultura, lo que implica que los artistas, los teatros, las salas de conciertos (el "espectáculo en directo" en lenguaje tecnocrático) son demasiado caros.

Pero detrás de las ardientes declaraciones de amor a Nuestra Señora y la búsqueda de chivos expiatorios, la fría realidad del capitalismo aún prevalece. Para mantener la competitividad del capital nacional, el Estado hace recortes presupuestarios siempre que es posible: educación, hospitales, servicios sociales, cultura.... ¡todo vale! Así, con la excepción de los monumentos más visitados (es decir, rentables y, además, víctimas de la superpoblación que causan daños evidentes), Macron et consortes no se preocupan demasiado de "piedras viejas" muy caras de mantener. Desde 2010, el ya ridículo presupuesto asignado a la conservación del patrimonio ha disminuido en un 15%[3]. Este año, el Gobierno ha previsto destinar sólo 326 millones de euros a la conservación y restauración de nada menos que 44.000 "monumentos históricos". Afortunadamente, el presidente jupiteriano confió al columnista mundano reconvertido en historiador de pacotilla, Stéphane Bern, la misión de salvar el "patrimonio de los franceses". Una lotería y alguna controversia más tarde, el presentador de televisión recaudó 19 millones de euros... una pajita en comparación con las necesidades.

El caso de Italia es aún más espantoso. El patrimonio excepcional de la península está literalmente en ruinas como resultado de los masivos recortes presupuestarios que la crisis y la creciente competencia mundial han hecho necesario: el sitio arqueológico de Pompeya se encuentra en un estado desolador, el Coliseo de Roma está empezando a mostrar serios signos de fragilidad, al igual que el Museo de los Uffizi de Florencia. Los monumentos que no están en los circuitos turísticos están completamente abandonados. El incendio en el Museo Nacional de Río de Janeiro el 2 de septiembre de 2018 fue el resultado de la misma negligencia por parte del Estado brasileño, que es directamente responsable de la pérdida de los 20 millones de objetos del edificio, incluido un fósil humano de 12.000 años de antigüedad.

Todos los especialistas que han intervenido desde el incendio de Notre-Dame, los historiadores del arte, los conservadores y los arquitectos del patrimonio han denunciado una cruel falta de recursos y un deterioro muy preocupante de los monumentos. Didier Rykner, redactor jefe de La Tribune de l'art, denunció la laxitud de las normas de seguridad en los monumentos históricos: "Ya ha habido una serie de incendios de este tipo. Los requisitos para trabajar en los monumentos históricos eran insuficientes. (...) Un arquitecto del patrimonio me dijo que esto podría haberse evitado con algunas medidas.[4] En efecto, el incendio de la catedral de Notre-Dame está lejos de ser un caso aislado: "Hace algún tiempo, visité la iglesia de la Magdalena. Tomé fotos de enchufes eléctricos en todas las direcciones... no está en absoluto a la altura de las normas. Mañana, la Madeleine puede estallar”. En 2013, el Hotel Lambert y sus decorados pintados del siglo XVII, situadas cerca de la catedral de la isla de Saint-Louis, también se habían esfumado durante las obras de renovación. Más recientemente, el 17 de marzo, un incendio asoló la iglesia de San Sulpicio en el sexto distrito de París. Ahora se abre un nuevo "gran debate": ¿es realista Macron cuando promete a los franceses que "su" catedral será reconstruida "aún más hermosa" dentro de cinco años? ¿Debe reconstruirse la estructura de forma idéntica en madera de roble o en hormigón?

La barbarie del capitalismo destruye deliberadamente el patrimonio de la humanidad

Cuando se trata de hacer la guerra, a la burguesía le importa un comino el patrimonio histórico. Bombardeos, incendios, destrucción deliberada... la clase dominante no carece de imaginación para destruir los "grandes tesoros del mundo" (Trump).

Cuando Macron dice: "hemos construido ciudades, puertos, iglesias", se olvida de mencionar que también estaba en las cenizas de lo que otros "pueblos de constructores" habían construido. Por ejemplo, la capital de Vietnam, Hanoi, que estaba llena de pagodas milenarias de gran belleza, fue destruida salvajemente por el imperialismo colonial francés a finales del siglo XIX con la bendición de la Iglesia Católica: el monasterio de Bao Thien (que data del siglo XI) y la pagoda de Bao An fueron quemados deliberadamente en nombre de la evangelización de la población budista indígena. Entre 1882 y 1886, sobre las cenizas del monasterio de Bao Thien, los colonos construyeron, siguiendo el modelo de Notre-Dame, la muy fea e imponente catedral de San José, símbolo de la Francia colonial, todo financiado, irónicamente... ¡por una lotería nacional! ¡El monasterio de Bao Thien fue también ocho siglos de historia devastada por las llamas de un incendio provocado por la República Francesa que ocupó Tonkin!

Lo mismo ocurrió con la destrucción del antiguo templo y de la ciudad azteca de Tenochtitlán, arrasada por los colonizadores españoles bajo las órdenes de Hernán Cortés, quien mandó construir una iglesia que se convirtió en catedral bajo Carlos V y que no tenía nada en común con las obras maestras del arte gótico, romano o barroco.

En 1945, al final de la Segunda Guerra Mundial, los Aliados del Campo Democrático bombardearon la ciudad de Dresde, vertiendo un torrente de hierro y fuego en una de las ciudades más bellas de Alemania, "Florencia en el Elba". Dresde no tenía ningún interés militar estratégico e incluso fue apodada: la "ciudad hospital" con sus 22 hospitales: casi 1.300 aviones lanzaron bombas incendiarias que mataron a unas 35.000 personas y destruyeron por completo el casco antiguo[5]. ¡Democracia en acción contra el fascismo! Sobre todo, la burguesía victoriosa debía arrasar las grandes concentraciones de la clase obrera de Hamburgo y Dresde e inocularles un terror absoluto, para asegurarse de que no pudiera surgir ningún intento de insurrección proletaria contra la barbarie de la guerra (como ocurrió en 1918 con la revolución alemana).

Según la UNESCO, una institución a la que la cueva de ladrones imperialistas de la ONU ha confiado la protección del "patrimonio mundial": "la degradación o desaparición de un bien del patrimonio cultural y natural constituye un empobrecimiento perjudicial del patrimonio de todos los pueblos del mundo". Cuando, día tras día, los "Estados miembros" transforman Oriente Medio, de Siria a Yemen, en un verdadero campo de ruinas, cuando las grandes potencias democráticas, encabezadas por los Estados Unidos, Francia y el Reino Unido, bombardean el planeta todos los días, ¡es vomitiva tanta hipocresía! ¡Nadie se sorprenderá, entonces, de que Trump, presidente de la potencia imperialista líder del mundo, defienda estúpidamente el envío de "bombarderos de agua" para apagar Notre Dame![6]

Una nueva campaña de unidad nacional sobre las cenizas de Notre-Dame

"Nos corresponde a nosotros, las mujeres y hombres franceses de hoy, garantizar la gran continuidad que constituye la nación francesa", dijo Macron al día siguiente del incendio de la catedral. Para asegurar la "gran continuidad que hace a la nación francesa", el gobierno llamó, la misma noche del desastre, a "la generosidad de los franceses" y creó una "colecta nacional".

La burguesía se ha estado llenando los bolsillos durante años sin asegurar nada, sin mantener nada y no tiene reparos en chantajear al "ciudadano" y al contribuyente modesto, pidiéndole que se rasque el bolsillo en nombre de salvaguardar el símbolo de la nación francesa. Todo el "pueblo" de Francia, burgueses y proletarios deben reunirse ahora en torno a la reconstrucción de la catedral, ¡porque es "nuestro destino" (Macron)! Las grandes y ricas familias burguesas han dado ejemplo al desbordarse de "generosidad", cada una de las cuales se apresura a cruzar la puerta para estar entre las primeras en querer llenar el bote y difundir su hipócrita "filantropía".

La burguesía ha sabido utilizar la emoción para lanzar una nauseabunda campaña de unidad nacional en la que todo el pueblo francés está llamado a compartir las lágrimas de tragasantos de la Iglesia Católica, de los grandes mecenas de la burguesía, desde Sarkozy hasta Melenchon, y de todo el pueblo "elegido" de derecha e izquierda. Cuando Macron prometió reconstruir Notre-Dame, "y quiero que esté terminada en cinco años", sólo tenía un objetivo, patéticamente chovinista: terminar la obra previa a los Juegos Olímpicos de París para curar y pulir "la imagen de Francia".

La clase obrera sólo puede basar su perspectiva revolucionaria en la verdadera preservación del patrimonio cultural, artístico y científico de la humanidad, un patrimonio que el capitalismo sólo puede seguir destruyendo o dejando colapsar pieza por pieza. Para el proletariado, el arte no es un mercado jugoso ni una atracción turística, sino que aspira a construir la primera cultura universal y verdaderamente humana de la historia, una cultura en la que ningún monumento, ninguna obra maestra sea el símbolo del prestigio de una u otra nación. Porque el objetivo final de la lucha revolucionaria del proletariado contra el capitalismo es la abolición de las fronteras y los estados nacionales. En la sociedad comunista del futuro, todas las obras de arte serán consideradas "maravillas del mundo" y símbolos de la creatividad y el poder de la imaginación del género humano.

En homenaje al gran artista León Tolstoi, Trotsky escribió: "Si no simpatiza con nuestras metas revolucionarias, sabemos que es porque la historia le ha negado toda comprensión de sus caminos. No lo condenaremos por eso. Y siempre admiraremos en él no sólo al genio, que vivirá tanto tiempo como el arte mismo, sino también la indómita valentía moral que no le permitió permanecer dentro de su hipócrita Iglesia, su Sociedad y su Estado, y que lo condenó a permanecer aislado entre sus incontables admiradores".

EG, 22 de abril de 2019

 

[1] Palabras de Alexandre Legentil, uno de los iniciadores de la construcción del Sagrado Corazón, citado por Paul Lesourd en Montmartre (1973)

[2] Sobre la Comuna de Paris ver entre otros documentos Lecciones de la Comuna de París, https://es.internationalism.org/cci-online/201606/4164/lecciones-de-la-comuna-de-paris

[3] Artículo de Le Monde 19 de abril 2019

[4] France Info 16 de abril de 2019

[6] Trump es tan estúpido que no tenía ni idea de que un lanzamiento masivo de agua sobre Notre Dame hubiera causado un choque térmico y hecho que la estructura de la catedral se derrumbara.

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