Reuniones públicas sobre la Revolución Alemana: respuesta a la CWO sobre la cuestión de las fracciones de Izquierda

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En noviembre del 2018, los dos grupos principales de la izquierda comunista en Gran Bretaña, la CCI y la Communist Workers Organisation[1], organizaron varios encuentros en Londres sobre el centenario de la Revolución Alemana. En ambas reuniones era evidente que existe un acuerdo fundamental sobre los puntos clave de esta experiencia:

  • La significación histórica inmensa de la Revolución alemana, como punto de inflexión de la revolución mundial que se había iniciado en Rusia, y las trágicas consecuencias de su derrota: el aislamiento y degeneración de la revolución rusa y el triunfo mundial de la contrarrevolución en sus formas fascista, estalinista y democrática, que allanaron el camino a la Segunda Guerra Mundial.
  • La traición irreversible de las secciones de la socialdemocracia que se sumaron al esfuerzo de guerra de la clase dominante, y que luego tuvieron un papel fundamental en el sabotaje y represión de la revolución que se alzó en respuesta a aquella masacre. En cualquier revolución futura, serán las fracciones de izquierda de la burguesía, los verdaderos herederos de Noske, Scheidemann y otros sabuesos de la contrarrevolución, las que empleará el capital como última línea de defensa contra el proletariado[2].
  • La importancia crucial de la lucha por un partido comunista para contrarrestar las mentiras de los agentes de la burguesía y llevar adelante una alternativa revolucionaria coherente. Un partido de este tipo sólo puede existir de forma centralizada a nivel mundial, ya que la revolución misma sólo puede tener éxito a escala internacional. Como escribió la CWO en su artículo ``El significado de la revolución alemana´´[3]: 'sin un núcleo revolucionario de la clase obrera, en torno al cual pueda construirse un partido, no existe la más mínima posibilidad de tener éxito en nuestra lucha'.

No obstante, hubo claros desacuerdos entre nuestras organizaciones, que emergieron en la reunión de la CWO y se debatieron más ampliamente en la reunión de la CCI de la semana siguiente, a la que asistió un miembro de la CWO[4]. Estos desacuerdos se plantean en el artículo de la CWO que acabamos de mencionar:

``Siendo, así las cosas, nos sorprendió que un miembro de la Corriente Comunista Internacional (la única otra organización presente en la discusión), y cuyos otros compañeros hicieron contribuciones positivas al debate, planteó la cuestión de que agosto de 1914 era una fecha demasiado temprana para que el grupo internacionalista se separara de la socialdemocracia alemana. Sorprendentemente, argumentó que en agosto de 1914 no se podía hablar de una traición definitiva al movimiento obrero internacional.

Continuó diciendo que tanto la CCI como la TCI provienen de la tradición de la Izquierda Comunista italiana y que, siendo así, deberíamos ver que este caso es igual que la huida al exilio de los miembros del Partido Comunista de Italia (Pcd'I) en los años 20, que vieron como el partido que habían fundado fue copado por 'centristas' como Gramsci y Togliatti, con el apoyo de la Internacional Comunista (aunque la Izquierda todavía era mayoría en el Pcd'I). Sin embargo, como no creían tener pruebas definitivas de que esto significaba la ruptura final e irrevocable de la Tercera Internacional con la revolución mundial (y dados los bruscos cambios de posición de la Comintern, este fue un periodo de gran confusión) decidieron que se agruparían en torno a una 'fracción'. El objetivo de la Fracción era: o bien persuadir a la Comintern de volver al internacionalismo proletario, o, si no se tenía éxito y la Internacional acababa demostrando definitivamente su traición a la clase obrera, formar entonces el núcleo de un nuevo partido.

En realidad, la Fracción acabó decidiendo que la Internacional se había pasado al otro lado de la barricada en 1935 (con la adopción del Frente Popular). Sin embargo, quedó dividida, entonces, entre los partidarios de Vercesi, que creían que el partido solo podía formarse en condiciones que hicieran posible su existencia como organización de masas (parecido a lo que defendía Luxemburgo), y aquellos que querían empezar a formarlo ya en los años 30. La cuestión nunca se resolvió y la Fracción colapsó en 1939.

Nosotros respondimos que Alemania en 1914 y los camaradas italianos en los años 20 eran dos casos distintos. Como muestra el análisis precedente, el voto para los créditos de guerra del SPD fue una traición clara y obvia a la causa de la clase obrera. Y no se trata aquí de un juicio en retrospectiva. Había ya socialistas en aquella época (como Lenin, pero no exclusivamente) que lo dijeron alto y claro. Se necesitaba una nueva bandera en torno a la cual pudiera organizarse la clase obrera revolucionaria. Cuanto antes se levantara esa bandera, antes podrían trabajar los revolucionarios en pos del movimiento que acabaría estallando, antes o después, contra la guerra. Y el hecho de que Alemania fuera un Estado federal saturado de localismo hizo todavía más urgente esta tarea´´.

El verdadero cometido de una fracción revolucionaria

Hemos citado ampliamente a la CWO para asegurarnos de que nuestra respuesta trata fielmente sus posiciones, aunque para ello, tendremos que empezar por tratar algunas inexactitudes en el texto de la CWO, en lo que respecta tanto a ciertos elementos históricos como a nuestra visión de los mismos.

Para empezar, es erróneo decir que para la CCI ''agosto de 1914 no supuso una traición definitiva al movimiento obrero internacional''. Por el contrario: la capitulación de la mayoría de los socialdemócratas, dentro y fuera del parlamento, fue sin duda una traición definitiva de todo lo que la socialdemocracia internacional había defendido y votado en la mayoría de sus congresos internacionales. Confirmó que el ala derecha oportunista de la socialdemocracia, que militantes como Luxemburgo habían combatido con determinación desde finales del siglo XIX, había cruzado al campo enemigo – un paso desde el que no hay vuelta atrás. 

Nuestra posición, sin embargo, es que la traición de una parte sustancial de la organización no significaba todavía que todo el partido se hubiera integrado en el Estado capitalista; que precisamente – y contrariamente a lo que defienden algunos anarquistas – el hecho de que la socialdemocracia no había sido burguesa desde el principio, provocó que la traición de agosto de 1914 precediera a una gran batalla en el partido, a una marea de reacciones contra esa misma traición, muchas de las cuales eran confusas e imprecisas, ligadas a concepciones centristas y pacifistas, pero que aun así expresaban en su raíz una reacción internacionalista proletaria contra la guerra. Los más claros, los más resueltos y los más famosos de entre ellos eran los Espartaquistas. Y mientras esta batalla continuó, mientras las diversas oposiciones a la nueva línea oficial pudieron operar en el partido, la cuestión de la fracción, de una lucha interna organizada por el ''alma'' del partido – hasta que se purgara a los traidores o se expulsara a los internacionalistas – era todavía plenamente relevante[5].

En una discusión interna sobre lo que caracteriza al centrismo, que publicamos en 2015, nuestro camarada Marc Chirik dio toda una serie de ejemplos al respecto del movimiento de oposición en el SPD después de agosto de 1914, tanto dentro del parlamento como en el partido en general. La expresión más resuelta de esta reacción la hallamos en el grupo de Luxemburgo y Liebknecht, que no esperó a que la clase se movilizara masivamente, sino que desde el primer día de la guerra empezaron a organizar su resistencia en lo que más tarde se denominaría el Spartakusbund, e intentaron reagrupar las fuerzas internacionalistas del partido en torno a la consigna ''no dejéis el partido en manos de los traidores''. No mucho después, muchos diputados anunciaron su decisión de no votar a favor de más créditos de guerra; llegaban resoluciones de muchas organizaciones locales del SPD pidiendo a la dirección que abandonara la política de la Union Sacrée (Unión Sagrada); se formó un ''colectivo obrero socialdemócrata'' que constituiría el núcleo del USPD, el Partido Socialdemócrata Independiente de Alemania; se publicaron panfletos y manifiestos y se llamó a manifestaciones contra la guerra en solidaridad con Karl Liebknecht, por su oposición intransigente al militarismo de la clase dominante. Para Marc Chirik esto fue una confirmación de que:

''Lo que no es cierto siquiera para la vida de un individuo, se convierte en algo del todo absurdo en el ámbito de un movimiento histórico como el del proletariado. Aquí el paso de la vida a la muerte no se mide en segundos ni en minutos, sino en años. El momento en el que un partido firma su sentencia de muerte y su muerte definitiva no son la misma cosa. Esto es algo, quizá, difícil de entender para los fraseólogos radicales, pero es bastante comprensible para el marxista que no tiene el hábito de abandonar el barco como una rata cuando empieza a entrar agua. Los revolucionarios entienden el significado histórico de las organizaciones que la clase hace nacer, y mientras éstas todavía tengan un soplo de vida, luchan por salvarlas, por conservarlas para la clase[6]´´.

Tampoco es cierto que la situación de los revolucionarios alemanes en 1914 fuera esencialmente diferente a la de los camaradas de la Izquierda italiana, que decidieron formar una fracción para luchar contra la degeneración del Partido Comunista de Italia en los años 20. Al contrario: en ambos casos, tenemos un partido que empieza a estar dominado cada vez más por una facción abiertamente burguesa (social-chovinistas en el SPD, estalinistas en el PC), y una oposición dividida entre un centro vacilante y una izquierda revolucionaria. Una izquierda revolucionaria que, correctamente, decide que incluso si la balanza se está inclinando en contra de la clase, luchar mientras sea posible por las tradiciones y el auténtico programa del partido sigue siendo un deber elemental, mientras siga quedando algo de vida proletaria en su interior. A diferencia de esto, el método de la CWO al describir la situación del SPD en 1914 tiene un curioso parecido con su antigua posición (esencialmente consejista) de que los Bolcheviques y los Partidos Comunistas ya eran completamente burgueses en 1921, y que todo aquél que pensase lo contrario era básicamente un apologista de sus crímenes posteriores.

También podríamos tratar la forma extremadamente simplista en la que se ha presentado la historia de los debates de la Fracción italiana hasta 1939, pero es mejor que volvamos a esta cuestión en otro artículo, ya que la CWO ha vuelto a publicar recientemente un artículo de Battaglia Comunista[7] sobre la cuestión de la fracción y el partido, con una larga introducción de la CWO que expone muchas de sus críticas a la CCI, no sólo en torno a la cuestión de la fracción y el partido sino también en lo que respecta a nuestro análisis de la situación mundial[8]. No obstante, uno de los puntos principales que salen a flote tanto en el artículo de Battaglia como en su nueva introducción, es la idea de que una fracción es simplemente un círculo de discusión que tiene poco interés en intervenir en la lucha de clases: como ellos mismos dicen al final de su artículo sobre la reunión pública: ``No estamos en una época de fracciones ni círculos de discusión. Es hora de formar núcleos de revolucionarios en todas partes, y hacerlos converger en la creación de un partido revolucionario internacional e internacionalista, como preparación para los conflictos de clase futuros´´.

Si el grupo Espartaquista – a pesar de sus muchas debilidades – asumió esencialmente el rol de una fracción del SPD, cuya prolongada dinámica de degeneración se vio bruscamente precipitada a la ruptura final que siguió al punto de inflexión de agosto de 1914, entonces el trabajo de fracción es algo evidentemente diferente de la retirada a debates académicos separados de la realidad diaria de la guerra y la lucha de clases. Al contrario, no hay duda de que los Espartquistas ''levantaron la bandera'' de la lucha de clases contra la guerra. Dentro del SPD, el Spartakusbund tenía su estructura organizativa propia, publicaba su propio periódico, repartía panfletos y era capaz, junto a algunos de los elementos más radicales de la clase (en particular los ''delegados revolucionarios'' u Obleute de los centros industriales) de organizar manifestaciones que reagrupaban a miles de obreros. Los espartaquistas exigieron poder mantener su estructura organizativa propia como prerrequisito para ingresar en el USPD, casi 3 años después del inicio de la guerra, en abril de 1917, tras la expulsión masiva de los opositores del SPD. Esta decisión se tomó, como dijo Liebknecht, ''para poder impulsarnos hacia delante, para tener una plataforma para nuestra posición y poder llegar a miles de personas''. Como comenta Marc en su texto: ``En un momento como ese, la validez de esta estrategia es algo más que dudoso, pero una cosa está clara: si se les presentó esa cuestión a Luxemburg y Liebknecht, es porque consideraron correctamente al USPD como un movimiento centrista, y no como un partido de la burguesía´´. En resumen, el trabajo de fracción de los Espartaquistas continuó, ya dentro o fuera de otro partido más grande, como una fuerza independiente que buscaba crear las condiciones para un nuevo partido, purgado tanto de elementos burgueses como centristas – y lo mismo puede decirse de la Izquierda italiana de finales de los años 20 y principios de los 30, tras su expulsión del partido e incluso tras reconocer que los PC se habían pasado al enemigo.  

Así, parte de la crítica de la CWO a los espartaquistas por haber permanecido demasiado tiempo en el viejo partido se basa en una idea equivocada del papel de una fracción, como si se tratase de un círculo de discusión cuya actividad está, en cierto sentido, en contradicción con la formación de un núcleo revolucionario que prepare el terreno para el futuro partido mundial. Al contrario: ese era precisamente el concepto de fracción que elaboró la Izquierda italiana. La diferencia está en otra parte: en el reconocimiento (compartido tanto por Luxemburgo como por la Izquierda italiana) de que la constitución de un nuevo partido mundial no puede darse sólo por fuerza de voluntad de los revolucionarios, sino que depende de un proceso mucho más amplio y profundo de maduración en la clase.

Bolcheviques y espartaquistas

La presentación de la CWO en el encuentro y el artículo que la siguió pone mucho énfasis en la diferencia entre espartaquistas y bolcheviques:

``En Rusia, se estimaba que los bolcheviques contaban con unos 8.000-10.000 miembros a principios de 1917, pero tenían presencia en casi cada pueblo y ciudad, y lo más importante, se habían fundido con la misma clase obrera. Así, cuando surgió el movimiento revolucionario, no sólo fueron capaces de liderarlo sino de crecer en su interior. Los obreros exigieron espontáneamente el ''poder a los Soviets'' en febrero de 1917 (aún vivo el recuerdo de 1905) pero para verano de 1917 era ya evidente que sólo un partido defendía ''todo el poder para los soviets'', y ese partido, según la mayoría de las estimaciones, llegó por entonces a los 300.000 miembros´´.

Ciertamente, los bolcheviques fueron la vanguardia del movimiento revolucionario de los años 1914-19. En la cuestión de la guerra, la delegación bolchevique de Zimmerwald defendió una posición mucho más firme que la de los espartaquistas: junto a los ''radicales de izquierda'' alemanes propusieron la consigna de ''convertir la guerra imperialista en guerra civil'', mientras que la delegación espartaquista tendió a hacer concesiones al pacifismo. En su práctica concreta en una situación revolucionaria, los bolcheviques fueron capaces de analizar el equilibrio de fuerzas entre las clases con gran lucidez, y jugar así un papel clave en momentos decisivos: en julio, cuando fue necesario esquivar las provocaciones de la burguesía, que estaba intentando llevar a los obreros revolucionarios a un enfrentamiento armado prematuro; en octubre, cuando Lenin insistió en que las condiciones para la insurrección habían madurado definitivamente y que era vital dar el golpe antes de que el momento pasase[9]. Todo ello está en trágico contraste con el joven Partido Comunista Alemán, que cometió el error monumental de morder el anzuelo de la burguesía en enero de 1919 en Berlín, en buena medida debido a que el líder espartaquista, Liebknecht, rompió la disciplina de partido llamando a una insurrección armada inmediata[10]

Sin embargo, la capacidad de los bolcheviques para cumplir con su cometido no puede reducirse a que estaban ''fundidos'' con la clase. De lo que se trata aquí es del producto de una larga lucha por la claridad política y organizativa en el seno del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso, que permitió a los bolcheviques entender qué era lo que de verdad estaba en juego tras la insurrección de febrero, incluso si ello requería una lucha resuelta en el partido contra la fuerte tendencia a apoyar la democracia burguesa y asumir una posición ''defensista'' en la guerra – en esto consistieron los debates en torno a las Tesis de abril de Lenin[11]. El hecho de que los bolcheviques salieron fortalecidos de estos debates, y determinados a luchar por el poder de los soviets, fue el producto de dos factores esenciales: por un lado, su solidez organizativa, que hizo posible mantener la unidad del partido a pesar de las graves disensiones que surgieron en el curso del proceso revolucionario; y por otro, el hecho de que desde el principio, su programa político – incluso cuando no era tan claro como llegó a serlo tras 1917 – estuvo basado siempre en el principio de la independencia de clase frente a la burguesía, en contraste con la otra tendencia principal de la socialdemocracia rusa, los mencheviques. Pero a lo que de verdad apunta todo esto es a que en los años que separan el nacimiento del Bolchevismo con el estallido de la revolución, los bolcheviques habían asumido ellos mismos la función de una fracción revolucionaria en el seno del partido ruso y de la II Internacional.

El rigor de los bolcheviques en cuestiones organizacionales y programáticas era uno de los componentes de su capacidad para pasar de la fracción al partido; el otro fue la rápida maduración del proletariado ruso en sí. Era éste un proletariado mucho menos vulnerable a las ilusiones reformistas que sus hermanos y hermanas de clase en Alemania: tanto a nivel de sus condiciones de vida como a nivel de condiciones políticas, marcadas entonces por el régimen zarista, que hicieron que su lucha tomara un carácter necesariamente explosivo y revolucionario, que en cierto sentido, ya anunciaba las condiciones que tendría que enfrentar las clase obrera de los países más avanzados en la nueva era de la decadencia del capitalismo. El proletariado ruso, definitivamente privado de construir organizaciones defensivas de masas dentro del viejo sistema, hizo nacer en 1905 la forma de organización del soviet, y disfrutó de un impagable preámbulo de lo que significa hacer una revolución. También debe tenerse en mente que el proletariado ruso se enfrentaba a una burguesía mucho más débil, mientras que los obreros alemanes se verían catapultados a la lucha revolucionaria contra una poderosa clase dominante, que sabía que podía contar con el apoyo del SPD y los sindicatos, así como del de la burguesía mundial. Desde este punto de vista, podemos entender mejor por qué no se puede reducir la cuestión a una especie de presencia física de los revolucionarios en el seno de la clase obrera, por importante que esto sea. Los socialdemócratas alemanes, ciertamente, disfrutaban de una gran presencia en la clase obrera, en todos los aspectos de su vida – económicos, políticos y culturales. El problema era que esta influencia en la clase se estaba enfocando cada vez más a la institucionalización y, por tanto, neutralización de la lucha de clases. La diferencia clave entre el SPD y los bolcheviques fue la capacidad de estos últimos para mantener y desarrollar la autonomía de clase del proletariado.

Por último, para entender de verdad la diferencia entre bolcheviques y espartaquistas, y profundizar en las inmensas dificultades que tuvieron que afrontar las minorías comunistas durante la oleada revolucionaria que siguió a 1917, debemos integrar las situaciones particulares de cada país en una visión internacional general. La II Internacional se derrumbó en 1914: enfrentada a la traición de considerables secciones de sus miembros nacionales, simplemente dejó de existir. Esto puso sobre la mesa de forma inmediata la necesidad de una nueva Internacional, incluso si las condiciones para su formación no habían madurado aún. La formación tardía de la Internacional Comunista – y las debilidades programáticas que la acompañaron – acabaron siendo serias desventajas, no sólo para la Revolución alemana, sino también para el poder soviético ruso y toda la oleada revolucionaria. Volveremos a esto en artículos posteriores. Hemos defendido que el trabajo previo de las fracciones de izquierda es un pilar indispensable para la formación del partido sobre bases sólidas. No obstante, también hemos de reconocer que, a principios del siglo XX, cuando el peligro del oportunismo se estaba volviendo cada vez más evidente en los partidos socialdemócratas, las fracciones de izquierda que se opusieron a esta deriva hacia la integración en la política burguesa se vieron obstaculizadas por la estructura federal de la II Internacional. Se trataba de una Internacional que actuaba como una especie de centro coordinador de un conjunto de partidos nacionales. Había solidaridad y cooperación entre las diferentes corrientes de izquierda (por ejemplo, cuando Lenin y Luxemburgo elaboraron juntos la resolución de Basilea sobre la guerra para el Congreso Internacional de 1912), pero nunca hubo una fracción centralizada a nivel internacional que pudiera desarrollar una política coherente en todos los países, una respuesta unificada a todos los dramáticos cambios que estaba trayendo la entrada del capitalismo en su era de guerras y revoluciones.

Los grupos revolucionarios actuales no son fracciones en el sentido literal, al no haber sido previamente parte orgánica de un partido obrero, pero desde luego, no serán capaces de preparar el terreno para el partido futuro si no consiguen asumir lo que puede aprenderse de las contribuciones históricas de las fracciones de izquierda.

Amos

 

[1]La CWO es el afiliado bitánico de la Tendencia Comunista Internacional; un camarada de su organización en Alemania (la GIS), también participó en el encuentro. Aunque fue algo positivo que ambas organizaciones reconocieran la importancia histórica de la revolución en Alemania – que efectivamente puso fin a la Primera Guerra Mundial y, aunque brevemente, amenazó con extender el poder político de la clase obrera de Rusia a Europa occidental – el hecho de que se celebraran dos reuniones sobre la misma cuestión, en la misma ciudad y con una semana de diferencia, es una prueba de la desunión del movimiento revolucionario actual. La CCI propuso la celebración de un encuentro conjunto para evitar esta disonancia, pero la CWO rechazó nuestra proposición por razones que no acabamos de entender. Esto contrasta con los encuentros celebrados en 2017 sobre la revolución rusa, cuando la CWO accedió a hacer la presentación de nuestro día de discusión en Londres: https://en.internationalism.org/icconline/201712/14536/icc-day-discussion-russian-revolution  . Para nosotros, el hecho de que los grupos de la izquierda comunista están relativamente solos a la hora de preservar y elaborar las lecciones esenciales de la revolución en Alemania, es razón suficiente para que coordinemos nuestra respuesta a las distorsiones ideológicas de este acontecimiento, elaboradas por todas las facciones de la clase dominante (en las que también se incluye la práctica eliminación de los archivos históricos al respecto).

[2] Ver el Punto XIII de nuestra Plataforma Política 13 - La naturaleza contrarrevolucionaria de los partidos “obreros”: https://es.internationalism.org/cci/201211/3550/plataforma-de-la-cci-adoptada-por-el-ier-congreso . En el punto se habla de los partidos “socialistas”, los partidos “comunistas” y sus apéndices “más a la izquierda”, sin embargo, estas posiciones se hacen extensivas a la pretendida “nueva izquierda” como Podemos en España, Syriza en Grecia, France Insoumise o la Democracia Socialista en USA.

[4]Este desacuerdo fue el principal punto de discusión en el encuentro de la CWO. La misma discusión volvió a protagonizar el encuentro de la CCI, aunque en este caso acompañada de otro debate propuesto por un camarada anarquista internacionalista sobre la necesidad del Partido, y sobre si la centralización responde a las necesidades organizativas de la clase obrera. Sobre esta cuestión de la centralización como una expresión de la tendencia a la unidad, el camarada afirmó más tarde que nuestros argumentos le parecieron claros y convincentes. 

[7]Publicación del Partido Comunista Internacionalista, afiliado italiano de la TCI

[8]Mientras tanto, damos referencia a los camaradas de una serie de artículos que publicamos criticando las posiciones de Battaglia y la CWO sobre la cuestión de la fracción: ver las Revistas Internacionales 59, 61, 64 y 65 ( https://es.internationalism.org/tag/21/490/fraccion-y-partido )

[9] Ver sobre el papel de los bolcheviques en julio y en octubre 1917, nuestros artículos: Las «Jornadas de julio»: el papel indispensable del partido https://es.internationalism.org/revista-internacional/199707/1224/ii-1917-las-jornadas-de-julio-el-papel-indispensable-del-partido y La insurrección de Octubre, una victoria de las masas obreras https://es.internationalism.org/revista-internacional/199710/1216/iii-1917-la-insurreccion-de-octubre-una-victoria-de-las-masas-obre

[10] Ver sobre esta trágica experiencia nuestro artículo La insurrección prematura https://es.internationalism.org/revista-internacional/199601/1786/iii-la-insurreccion-prematura

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