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“Los acontecimientos en España han puesto a prueba a toda organización”. En 1936-7 el movimiento revolucionario internacional en su totalidad afrontó la necesidad de afirmar la absoluta incompatibilidad entre la lucha proletaria y la guerra imperialista, ya que ésta última sólo puede ir en detrimento de la otra. La lucha de clases o previene o termina con la guerra; las masas proletarias sólo pueden ser movilizadas para la guerra imperialista al renunciar a la lucha de clases. Como argumentábamos en el artículo sobre el anarquismo y la guerra imperialista al respecto, partes significativas del movimiento anarquista fallaron en la prueba de 1914, y de modo más espectacular aún durante la Guerra en España; el mismo patrón de capitulación ante la guerra capitalista ha sido repetido hoy en día en relación a Ucrania y el Medio Oriente. Pero la guerra de España también precipitó una crisis en las corrientes marxistas que inicialmente trataban de resistir a la contra-revolución estalinista, y fue sólo una pequeña minoría la que fue capaz de mantenerse leal al internacionalismo durante aquel obscuro periodo.
El texto que publicamos abajo ([1]), escrito por Eiffel, fue una resolución sobre la guerra en España adoptada por la minoría de la Liga Revolucionaria de los Trabajadores en Estados Unidos (LRT). Fue publicada en el número de noviembre de 1937 del periódico La Cuarta Internacional, órgano de prensa del la LRT. Como lo exponemos en nuestro libro La Izquierda Comunista Italiana, la LRT fue uno de los grupos de la izquierda del Trotskismo oficial con la que la Fracción Italiana de la Izquierda Comunista entró en discusión luego de haber sido excluida ella misma de la Oposición de Izquierda Internacional trotskista. Su militante más conocido fue Hugo Oehler. Habían rechazado el “giro” de 1934 hacia el entrismo en los partidos Socialistas y con respecto a los acontecimientos en España igualmente se mantuvo en la izquierda del Trotskismo. Pero también mantuvo elementos centrales de la plataforma trotskista, como el de la defensa de la URSS además de que nunca fue capaz de romper claramente con los métodos y hábitos oportunistas del trotskismo. La resolución de Eiffel está dirigida a las ambigüedades fatales de la LRT sobre la cuestión de España, siendo que al final del análisis su posición ofrece una variedad de apoyo crítico al esfuerzo bélico de los Republicanos en contra de Franco.
Eiffel era el pseudónimo del antropólogo alemán Paul Kirchoff, quien había sido miembro de la izquierda comunista en el KAPD hasta 1931. Después de llegar a los Estados Unidos en ese mismo año, se involucró primero en el medio del la Oposición de Izquierda en Nueva York y después se convirtió en miembro de la LRT, inicialmente debido a su oposición hacia la política entrista. Expulsado de los Estados Unidos en 1937, fue a México y, luego de su ruptura con la LRT, formó el Grupo de Trabajadores Marxistas (GTM) cuyos documentos sobre las guerras en España y China, y sobre la naturaleza reaccionaria de las nacionalizaciones realizadas por el gobierno izquierdista en México, fueron calurosamente saludadas por la Fracción Italiana. Hemos publicado algunos documentos centrales del GTM en la Revista Internacional ([2]).
Resolución sobre España
Los acontecimientos en España han puesto a prueba a toda organización. Tenemos que admitir que no hemos superado la prueba. Al ver esto, nuestro primer y principal deber es estudiar las raíces de nuestro fracaso; nuestro segundo deber es admitir nuestro fracaso con toda franqueza ante el proletariado nacional e internacional. Sólo así podemos esperar nuestra propia rehabilitación como una organización de vanguardia marxista.
La siguiente resolución está muy lejos de ser una indagación analítica suficiente sobre la significación real de los acontecimientos en España y sobre nuestra actitud hacia éstos. Su objetivo no es otro que el de admitir primeramente nuestro fracaso ante estos acontecimientos y el de ser una introducción a la discusión que a estas alturas toda la organización debe comenzar inmediatamente.
La evolución de la posición de nuestra organización respecto a los acontecimientos en España ha seguido en general una línea que parece indicar que a pesar de todos nuestros errores hay una sana y sólida base marxista; esa línea de evolución se ha alejado de manera constante, aunque vacilante, de una falsa posición inicial para llegar a una correcta. Pero este proceso ha sido extremadamente lento y en gran medida tímido o incluso inconsciente. Ni una sola vez durante los pasados siete meses, los meses más cruciales no sólo en la historia reciente del proletariado, sino también de nuestra organización, ha sido, por ninguno de nuestros compañeros más destacados, planteada cabalmente la pregunta por la justeza o falsedad de nuestra posición fundamental respecto a España como la cuestión de vida o muerte para nuestra organización. Aquellos quienes, como el compañero Eiffel, han tenido desde el principio diferencias fundamentales con la mayoría del PC respecto a esta cuestión, pero que no hicieron de esta diferencia el centro de un combate de principios en pos de un análisis diferente, han fallado en la defensa de uno de los deberes más elementales de un militante.
Mientras la evolución gradual de nuestra posición sobre España parece indicar que hay en el fondo una base realmente marxista en nuestra organización, nuestro fallo inicial y la falsa manera como en parte lo hemos corregido subsecuentemente, son enormes síntomas de la inexperiencia e inmadurez de nuestra organización. Si la organización se recupera de esta crisis, es decir, si analiza el fondo de este fallo de frente a esta prueba de la historia y lo corrige completamente, será esencialmente una nueva organización, habiendo superado las debilidades de sus días de infancia. Será entonces una de las pocas organizaciones a escala internacional que han sobrevivido a la tormenta española. De hecho estará fortalecida, como lo están aquellas organizaciones capaces de corregirse así mismas aún cuando ese enderezamiento toca lo esencial de sus posiciones.
La importancia esencial de los acontecimientos en España es esta: la reacción de los trabajadores al intento de la burguesía de pasar de la corrupción a la opresión brutal, indujo a éstos a embarcarse en una nueva ruta que los condujo fuera de las fronteras de clase, un método jamás antes usado de modo tan completo y sistemático: ¡la guerra! La lucha en España inició como una guerra civil pero fue rápidamente convertida en una guerra capitalista, es decir, en una guerra imperialista. Toda la estrategia de la burguesía española e internacional consistió en realizar esta transformación sin cambiar las apariencias externas y sin que los trabajadores de España y del mundo se dieran cuenta. Para conseguir su objetivo, la burguesía se sirvió de todos los medios a su alcance para mantener viva la creencia de los trabajadores de que éstos estaban luchando por sus propios intereses, es decir, de que se trataba de una guerra civil.
Aquellos que no reconocieron a su tiempo que esta transformación había tomado lugar (quienes la vieron sólo después de varios meses) o quienes no cambiaron radicalmente su posición a partir del momento en que la reconocieron (nuevamente pertenecemos a esta categoría), objetivamente han colaborado con el juego de la burguesía. Las organizaciones obreras radicales que combatieron las formas abiertas de traición de clase pero que al mismo tiempo prolongaron las ilusiones de los trabajadores sobre que esta guerra tenía algo que ver con sus intereses de clases, que era “en el fondo” una guerra civil, fueron de hecho indispensables para el plan de la burguesía. La fórmula más patente de este apoyo objetivo a la burguesía española y mundial está contenida en una panfleto publicado por el PC durante la segunda mitad de febrero, es decir, durante el séptimo mes de la guerra en España: “La clase obrera española debe marchar junto al Frente Popular contra Franco, pero debe prepararse para mañana voltear sus armas contra Caballero”.
Decir esto en un momento en que ya habíamos comprendido y declarado abiertamente que la guerra civil se había convertido en una guerra imperialista, es todo lo contrario de lo que los marxistas tienen que decir a los obreros durante una guerra imperialista: ¡Sabotaje! ¡Cofraternización con el “enemigo”! ¡Deserción! ¡Derrotismo revolucionario! ¡Convirtamos la guerra imperialista en guerra civil! – Sólo es necesario comparar estas consignas de los marxistas durante la Guerra Mundial con nuestras propias consignas para ver en toda su profundidad nuestro fracaso para analizar correctamente la situación y sacar las conclusiones adecuadas. Hablar de la guerra imperialista (iniciando el artículo en el número de enero de La Cuarta Internacional) y después terminar el mismo artículo con la afirmación: “Es necesario luchar en el Frente” – es prueba de que en realidad no entendimos lo que “guerra imperialista” significa en el lenguaje marxista. Las siguientes palabras (en el artículo mencionado) suenan revolucionarias pero en realidad apoyan los esquemas de la burguesía, porque tratan de conciliar lo inconciliable: la guerra de clase y la guerra imperialista. (“…si el poder no se consolida en la retaguardia… la lucha en el frente se transforma en una lucha de defensa de la propiedad privada, etc., etc.”)
Es obvio que el poder puede ser tomado (pues se trata de una cuestión de toma del poder, no de “consolidación” de éste) sólo por métodos estrictamente de clase, empleados tanto en la retaguardia como en el frente: huelgas, sabotaje, cofraternización, deserción, derrotismo revolucionario. ¡Pero ninguna de estas consignas (las de los marxistas durante la Guerra Mundial) fue defendida por nosotros! Sin ellas nuestras consignas sobre la creación de soviets y por el establecimiento de la dictadura del proletariado (haciendo abstracción de la cuestión de la existencia o no existencia de un partido de clase proletario) objetivamente tuvieron el mismo efecto que la consigna “Convertir la guerra imperialista en guerra civil” sin la consigna por el derrotismo revolucionario, - un punto que habíamos bien entendido teóricamente e incluso postulado como un punto central en nuestra propaganda, pero que fracasamos en aplicar en la práctica cuando llegó la primera prueba histórica. De hecho ni siquiera planteamos la consigna “Convertir la guerra imperialista en guerra civil”, lo que probablemente hubiera conducido a las conclusiones lógicas: si ésta es la tarea, entonces debemos luchar por la derrota tanto de los ejércitos del Frente Popular como los de Franco.
Resumiendo tenemos que admitir que nosotros, lo mismo que aquellos a quienes hemos criticado, hemos sido víctimas del intento de la burguesía mundial de usar la guerra en España para llevar al proletariado fuera de sus claras fronteras de clase y que en realidad simplemente hemos actuado como los más izquierdistas de la izquierda del campo de aquellos engañados por la burguesía, olvidándonos durante un periodo de meses, de mencionar siquiera una vez el arma fundamental de clase del proletariado: ¡la huelga! Nosotros, quienes hemos construido toda nuestra propaganda sobre la cuestión de la independencia del proletariado respecto a la burguesía, no supimos cómo concretar esta idea en la práctica.
[1] Nuestro agradecimiento al compañero que firma como fnbrill en libcom, quien nos envió este y otros textos escritos por la minoría de la LRT. Como puede verse en esta liga de libcom (https://www.libcom.org/forums/history/us-bordigists-19092014), el compañero investiga constantemente sobre el grupo americano “bordiguista” en las décadas de los 30’s y 40’s.