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Reproducimos a continuación extractos de un artículo que publicamos en Julio de 2006, al calor de las movilizaciones que entonces tenían lugar por la carestía de las viviendas. Esta reedición en estos momentos en que se abaratan las viviendas pero llueven los desahucios viene precisamente a reforzar nuestra argumentación de que el problema de la vivienda no es algo local o coyuntural debido a circunstancias particulares como la famosa “burbuja inmobiliaria”, sino algo intrínseco al capitalismo, al dominio de la mercancía sobre los seres humanos… Por eso mismo separar la lucha contra las privaciones en materia de alojamiento de la lucha por construir una nueva sociedad sin mercancías ni explotación constituye un terreno propicio no para la toma de conciencia y la indignación sino para la dilución de esa lucha en el interclasismo ciudadano, o la reivindicación de derechos democráticos al Estado capitalista… (se puede consultar el artículo en su totalidad en nuestra web, ver https://es.internationalism.org/accion-proletaria/200601/410/debate-sobre-el-problema-de-la-vivienda , https://es.internationalism.org/accion-proletaria/200610/1086/correo-del-lector-continuacion-del-debate-sobre-el-problema-de-la-vivi
El problema de la vivienda se ha convertido en una pesadilla para la gran mayoría de trabajadores. Es necesario luchar. Pero ¿cómo luchar? ¿qué reivindicaciones? ¿quién tiene que llevar la lucha?
¿Es posible bajo el capitalismo que la vivienda “deje de ser un negocio”?
Pedir que, bajo el capitalismo, “la vivienda deje de ser un negocio”, es una utopía reaccionaria. Es más fácil y más claro darse como objetivo destruir el capitalismo y crear una sociedad donde no exista el “lucro económico”, donde aboliendo el trabajo asalariado y el mercado ningún bien sea objeto de negocio (…)
(…) Cabría preguntarse: ¿cómo se puede lograr que la “vivienda deje de ser negocio”? ¿Poniendo todas las viviendas en manos del Estado? Esta medida no constituye ninguna novedad y forma parte del arsenal que el capitalismo de Estado ha utilizado a lo largo del siglo XX. En Rusia, bajo el régimen estalinista, todas las viviendas estaban en manos del Estado y ello no redundó en la más mínima “solución” del problema de la vivienda: al contrario, los ricos del Partido- Estado disfrutaron –y siguen disfrutando– de cómodas “dachas” y espléndidos palacios, mientras la inmensa mayoría se hacina en habitaciones inmundas. En Gran Bretaña tras la Segunda Guerra Mundial, como parte del famoso “Estado del Bienestar” –la “cara bonita” del capitalismo de Estado– se nacionalizaron las viviendas “sociales” poniéndolas en manos de los municipios que las arrendaban mediante módicos alquileres. Todo esto se acabó en los años 80 donde el gobierno Thatcher, impulsado por la crisis, lanzó la campaña del “capitalismo popular” –hacer que los inquilinos adquieran su vivienda– que ha endeudado masivamente a las familias obreras (…).
(…) ¿Qué otra alternativa habría? ¿Colocar las viviendas disponibles bajo la propiedad de los municipios, de las cooperativas etc.? Las experiencias de “cooperativas de vivienda” han escaldado a muchos trabajadores pues tales “entes sociales sin ánimo de lucro” han constituido el tinglado que unos cuantos avispados se han montado para hacer el gran negocio. ¡Recordemos el gran timo que fue la cooperativa PSV montada por la UGT! En cuanto a poner la vivienda bajo las manos de los Ayuntamientos es como pedir que la zorra se encargue de cuidar a las gallinas. (…)
(…) El capitalismo actual, especialmente en países como España, mantiene en pie la economía mediante dosis masivas y crecientes de especulación inmobiliaria. Con ello logra darse momentos de “euforia” (el “España va bien” de Aznar continuado por Zapatero) pero todo eso se hace al precio de empobrecer a la gran mayoría, agudizar la
(…) Quieren que confiemos en el Estado, que lo veamos como un órgano “al servicio de los ciudadanos”, como la herramienta “democrática” que estos tendrían para “poner coto a los abusos de los bancos y los especuladores”. ¡Pero todo eso es un cuento de hadas! El Estado es un órgano al servicio de la clase dominante, su función es defender la explotación capitalista mediante el engaño y la represión. Sí el proletariado dirige su lucha a “pedir que el Estado defienda sus intereses” lo único que logra es ponerse a sus pies, atarse de pies y manos para ser golpeado a placer. La lucha obrera no puede orientarse al reforzamiento del Estado –aunque sea con el noble propósito de obligarle a “meter en vereda” a especuladores y banqueros– sino hacia el enfrentamiento con el Estado en la perspectiva de su destrucción definitiva en todos los países (…).
El problema de la vivienda no tiene solución bajo el capitalismo
(…) Debemos considerar por otra parte, este análisis fundamental de Engels: “La penuria de la vivienda para los obreros y para una parte de la pequeña burguesía de nuestras grandes ciudades modernas no es más que uno de los innumerables males menores y secundarios originados por el actual modo de producción capitalista. No es una consecuencia directa de la explotación del obrero como tal obrero por el capitalista. Esta explotación es el mal fundamental que la revolución social quiere suprimir mediante la abolición del modo de producción capitalista”.
En el folleto de Engels (Contribución al problema de la vivienda, nota de la edición de 2012), éste combate la política de los capitalistas de “convertir a los obreros en propietarios de viviendas para que se sientan ciudadanos y dejen de sentirse obreros”. Hoy, 130 años después, una “Asamblea”, que dice luchar contra la precariedad y contra el problema de la vivienda, propone exactamente lo mismo: lograr, utilizando el señuelo de una “vivienda digna”, que nos sintamos ciudadanos “soberanos” y “libres”.
(…) De ahí que Engels señale justamente “¿Cómo, pues, resolver el problema de la vivienda? En la sociedad actual, se resuelve exactamente lo mismo que otro problema social cualquiera: por la nivelación económica gradual de la oferta y la demanda, solución que reproduce constantemente el problema y que, por tanto, no es tal solución. La forma en que una revolución social resolvería esta cuestión no depende solamente de las circunstancias de tiempo y lugar, sino que, además, se relaciona con cuestiones de mucho mayor alcance, entre las cuales figura, como una de las más esenciales, la supresión del contraste entre la ciudad y el campo”.
Smolni, 8-7-06