Correo del lector: continuación del debate sobre el problema de la vivienda

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En España, en Estados Unidos, en Francia, en Gran Bretaña, la vivienda – una necesidad básica - es cada vez más inaccesible para la gran mayoría, dados los precios astronómicos que está alcanzado. ¡Y esto se produce no porque haya escasez de viviendas – al contrario sólo en España se calculan más de 2 millones de pisos vacíos -,  sino porque existe una sobreproducción resultado de una especulación desbocada!

Es natural que este indicador del absurdo de este sistema social cada vez más enzarzado en contradicciones insolubles provoque debates apasionados sobre todo entre los jóvenes que se preguntan en qué sociedad estamos viviendo y qué futuro nos puede deparar. Hemos intervenido activamente en esta discusión: en 2004 participamos en un debate celebrado en Madrid (ver AP nº 176) y recientemente intervinimos en las tentativas de movilización sobre el problema que hubo en mayo-junio (ver AP nº 190).

Frente a esta última intervención un compañero ha enviado una réplica pidiendo que fuera publicada cosa que hacemos a continuación. Nosotros siempre hemos estimulado una cultura del debate y lo hemos hecho porque eso corresponde a la tradición del movimiento obrero pues para él es una de sus mejores armas. La conciencia de la clase obrera no se forja por la simple declaración de una doctrina ante la cual todos tendrían que postrarse sino a través de un debate, una confrontación de posiciones, en el fuego del cual se va desarrollando una claridad que va dando más fuerza, más solidaridad y convicción a los trabajadores.

Texto de réplica a nuestro artículo:

 

La lucha por la vivienda también es la lucha contra el sistema capitalista

Ante la pregunta que encabeza el artículo que sirve de objeto de la contrarréplica que me dispongo a hacer y que no es otra que:¿Qué lucha llevar ante el problema de la vivienda? contestaré que la lucha contra el capitalismo que nos oprime y explota como supongo y deduzco que piensa el autor.

Ahora bien: todos los revolucionarios sabemos que en la actual fase del capitalismo debemos luchar por reformas parciales ya que el proletariado no tiene mayor capacidad de cambio que el luchar por esto (al menos en el Estado español que es lo que nos ocupa). De ahí las sabias palabras de Rosa Luxemburgo cuando en su libro Reforma o revolución dice que «La reforma y la revolución no son, por tanto, distintos métodos de progreso histórico que puedan elegirse libremente en el mostrador de la historia, como cuando se eligen salchichas calientes o frías, sino que son momentos distintos en el desarrollo de la sociedad de clases, que se condicionan y complementan entre sí y al mismo tiempo se excluyen mutuamente, como el Polo Norte y el Polo Sur o la burguesía y el proletariado». Con esto igual piensan que me estoy desviando del propósito principal de este artículo que era el tema de la vivienda, pero no. La lucha por la vivienda es una de estas luchas parciales y la Asamblea contra la Precariedad y por una Vivienda digna es una parte de este movimiento de reivindicación social.

Como en toda reivindicación en época no revolucionaria, el movimiento pro- vivienda se compone de personas con sus diversas ideologías, por lo que como se puede deducir de esto habrá diversas interpretaciones de la realidad: desde personas que no paran de reivindicar la Constitución española del 78 como solución a este problema hasta los que pensamos en la lucha por la vivienda como parte de un problema que es de raíz y que no se puede solucionar sin destruir el sistema capitalista, pasando por aquellos que piensan que sí hay solución dentro del capitalismo. Extensivamente, la Asamblea contra la Precariedad y por una Vivienda digna es parte de esta realidad como lo son todos los movimientos sociales que buscan reformas parciales en épocas no revolucionarias.

Por lo tanto hay que ver la situación desde otro punto de vista a como la plantea el autor: la Asamblea contra la Precariedad y por una Vivienda digna es una asamblea donde hay diversas ideologías y se debe luchar dentro de ella para cambiarla ya que en las luchas parciales o reformas (en el buen y aunque no revolucionario sentido de la palabra) hay muchos reformistas (en el sentido peyorativo de la palabra). Este es un debate que lleva un tiempo desarrollándose dentro del movimiento revolucionario mundial y es si salir de los movimientos sociales cuando se dan atisbos de reformismo o acaparamiento por parte de aquellos que son parte del sistema o no hacerlo. Mi forma de pensar es que hay que dar batalla allí donde haya una causa justa y volviendo al ejemplo que nos ocupa diré que creo que en el movimiento de la vivienda también se debe hacer así. El hacer lo contrario sería alejarnos de las masas, perder oportunidades clave, desacreditarnos y desgastarnos a la vez que lo hacen los trabajadores y estudiantes. Si dejamos que se apoderen los reformistas de la asamblea lo que van a pedir va a ser como mucho que se hagan más viviendas de protección oficial o que se den más subvenciones, sin plantearse que el problema es el sistema capitalista y la mercantilización a la que somete a todas las cosas. Y todos los jóvenes que se han acercado a la política gracias a este movimiento quedarán sin referencias anticapitalistas y volverán a la desmovilización.

Ahora intentaré matizar algunas de las aseveraciones que se hacen en el texto: Como movimiento espontáneo se han creado asambleas, con mayor o menor rapidez, en  distintos puntos de la geografía estatal. También como movimiento autónomo, las asambleas son soberanas y están delimitadas geográficamente, de ahí que cada una tenga distintas definiciones ideológicas o incluso distintas formas de actuación o trabajo. Me quiero referir con esto a que el texto de la asamblea objeto de crítica es exclusivamente de la asamblea de Madrid y no de las del resto del estado o incluso del resto del movimiento de la vivienda como se asegura en el texto, por lo que este no tiene que ser asumido por ellos.

Ahora entrando en la asamblea de Madrid querría aclarar que es un espacio en el que conviven distintas ideologías y necesita articularse de una línea más o menos clara. Para ello se necesita de tiempo para hacerlo y de cesiones por parte de todos, de ahí que el texto sea poco clasista. Entiendo que los textos que han salido hasta ahora son muy de mínimos pero aun así son pasos grandes con respecto a la situación en las primeras asambleas y espero que en el futuro esta situación avance. Por ello las críticas me parecen desproporcionadas ya que hay muchos compañeros que están o estamos luchando porque se le dote a la asamblea de un carácter mínimamente de clase y anticapitalista, aunque esto no se hace de la noche a la mañana. Pensar eso es de utopistas infantiles. Por otra parte, salirnos y hacer una asamblea paralela que tenga un claro carácter de clase sería fácil pero fatal ya que nos haría caer en el sectarismo más extremo y alejado de las masas.

El autor del texto hace una crítica bastante tergiversada cuando dice que el asegurar que “Queremos que la vivienda deje de ser un negocio” es una utopía reaccionaria. Entonces supongo que ningún marxista (o incluso anarquista) se salva de reaccionario cuando pide el fin de las guerras imperialistas o la liberación de las mujeres ya que esto es imposible mientras exista el capitalismo. Tampoco es lógico hablar en un panfleto (porque es tan corto que sólo ocupa medio folio) de mil cosas que no tienen que ver con el tema de la vivienda para que la gente vea que somos los más revolucionarios. Y tampoco es lógico poner que esta frase “Tendremos enfrente a los más poderosos de este país: a los banqueros, a los constructores, a los especuladores, y a los políticos y periodistas que tengan por amos a ese atajo de buitres. Todos quieren seguir aumentando sus cuentas de beneficios a costa de la necesidad y el sufrimiento de millones de personas” excluya que el resto de capitalistas que no tienen que ver con la construcción o el negocio urbanístico no sean unos buitres. Si estás hablando de la vivienda no veo por qué hay que (y vuelvo a lo de antes) pretender aparentar ser el más revolucionario hablando de cosas que no tienen casi que ver con el tema de la vivienda. No hace falta repetir a todas horas las mismas consignas como loros, la gente se puede cansar. Y no quiero decir con esto el renunciar a la ideología, que quede claro. En definitiva, creo que el artículo que se pretende analizar en este contra-artículo peca sobretodo de desconocimiento de la realidad del movimiento social criticado ya que realiza la crítica exclusivamente a partir de un panfleto, realizado además con la premura que el movimiento pro-vivienda demandaba en esos tiempos.

Invito a que estas y cualquier otras ideas sean expresadas en el lugar idóneo para
ello como son las asambleas. ¡Juntos derrotaremos a los reformistas y a los capitalistas!

 

J. P. (miembro de la “Asamblea contra la precariedad y por una vivienda digna”)

 

Nuestra respuesta  

Compartimos con el compañero, del que hemos mencionado únicamente sus iniciales,  su llamamiento final a luchar juntos para derrotar “a los reformistas y las capitalistas”, también apreciamos su invitación a que defendamos nuestras ideas en la Asamblea a la que pertenece, pero lo que compartimos más profundamente es su voluntad de discusión. Nuestra respuesta se concibe como una aportación a la continuación del debate.

¿Es posible hoy una lucha por reformar el capitalismo?

Actualmente, el proletariado está todavía lejos de una situación revolucionaria. De esta situación el compañero deduce que sólo es posible una lucha por reformas parciales: «todos los revolucionarios sabemos que en la actual fase del capitalismo debemos luchar por reformas parciales ya que el proletariado no tiene mayor capacidad de cambio que el luchar por esto (al menos en el Estado español que es lo que nos ocupa)». Sin embargo, la viabilidad o no viabilidad de la lucha por reformas no depende de la capacidad subjetiva del proletariado sino de la situación objetiva del capitalismo mundial.

El compañero cita a Rosa Luxemburgo en su libro Reforma o Revolución escrito en 1899. En ese momento, el capitalismo se hallaba en su apogeo y todavía era posible una lucha por reformas como parte de la preparación de la condiciones para una lucha revolucionaria cuando el sistema entrara en su fase de declive histórico, situación que se estaba acercando como se mostró con la Primera Guerra Mundial (1914-18). Desde entonces, las guerras imperialistas, las hambrunas, los crímenes en masa perpetrados por toda clase de Estados, la destrucción medioambiental, las convulsiones económicas, se han profundizado hasta límites insospechados, haciendo del siglo XX la centuria más bárbara de la historia humana y planteando un siglo XXI –con las guerras de Irak, Oriente Medio etc.- como mucho peor aún. Tales condiciones, tal contexto histórico y social, hacen imposible la lucha por reformas, la única lucha consecuente para la liberación del proletariado y de toda la humanidad, es la lucha revolucionaria por la destrucción del régimen capitalista.

Esta afirmación no tiene nada de “abstracta” o “ideológica”, la podemos comprobar comparando la vida de 3 generaciones obreras: los trabajadores jubilados que hoy tienen 70-80 años cobran una pensión más o menos aceptable (no todos) mientras que los de 50-60 cobrarán una miseria y los de 25-30 años no la tendrán en absoluto; los trabajadores de 70-80 años tuvieron trabajo fijo, los de 50-60 lo tuvieron pero lo perdieron en las innumerables reconversiones y planes de “futuro” mientras que los jóvenes de 25-30 años solo conocerán el trabajo precario; por último, los de 70-80 años no tuvieron vivienda propia más que en la última época de su vida pasando muchos años como realquilados o incluso como chabolistas; los de 50-60 tienen una vivienda más o menos ajustada aunque muchos todavía están pagando su hipoteca, mientras que los de 25-30 años vuelven a la situación de sus abuelos: realquilados, vivir en casa de los padres… Francamente ¿qué podemos deducir de esta evolución que podríamos extender a otros muchos aspectos de la vida social, económica, política etc.? ¿Qué las reformas son posibles? ¿O, por el contrario, que son cada vez más utópicas y reaccionarias porque el capitalismo camina por una pendiente hacia el abismo?.

¿Cómo luchar? 

Sí la lucha por reformas no es posible ¿qué hacer entonces? ¿Cruzarse de brazos a la espera de que lleguen las circunstancias para una lucha revolucionaria y entretanto limitarse a una mera labor de propaganda?

Esta es una cuestión que preocupa a muchos compañeros de la que nuestro comunicante se hace eco al insistir sobre el peligro de « caer en el sectarismo más extremo y alejado de las masas».

Es una disyuntiva falsa elegir entre la simple propaganda revolucionaria abstracta (lo que el compañero califica como « repetir a todas horas las mismas consignas como loros») o caer en una lucha por reformas. Las dos alternativas son erróneas y en realidad se complementan una a la otra atrapando a los compañeros en un círculo vicioso. Este sólo puede romperse practicando una política revolucionaria que participa activamente en las luchas inmediatas de nuestra clase, hace en ellas propuestas de marcha realizables, denuncia concretamente a las fuerzas burguesas que tratan de sabotearla (sindicatos, partidos de izquierda y de extrema izquierda), pone al desnudo las políticas del gobierno de turno, muestra de forma viva la quiebra del sistema capitalista y contribuye a que los obreros saquen lecciones de sus luchas. Invitamos al compañero – así como a otros compañeros - a examinar nuestras intervenciones en luchas como SEAT, Vigo, el movimiento de los estudiantes en Francia etc., para ver que con sus errores y aciertos forma parte de una política de participación en la lucha de la clase alejada totalmente tanto del planteamiento reformista como del simple revolucionarismo abstracto.

El planteamiento de “lucha por reformas parciales” no es un medio para acercarse progresivamente a una lucha revolucionaria sino la mejor manera de alejarse de ella definitivamente. El compañero reconoce «Ahora entrando en la asamblea de Madrid querría aclarar que es un espacio en el que conviven distintas ideologías y necesita articularse de una línea más o menos clara. Para ello se necesita de tiempo para hacerlo y de cesiones por parte de todos, de ahí que el texto sea poco clasista». 

No negamos que en esos organismos haya « compañeros que están o estamos luchando porque se le dote a la asamblea de un carácter mínimamente de clase y anticapitalista» pero, precisamente, hacer “cesiones” a los que «no paran de reivindicar la Constitución española del 78 como solución», los convierte en rehenes de estos, los obliga a convertirse en el aval “anticapitalista” de una política cuya fin es desmovilizar y confundir a la clase obrera.

El compañero se queja de que el comunicado de la Asamblea es “poco clasista”. La consigna de la Asamblea ««sin derecho a la vivienda no hay ciudadanía», no es “poco clasista” sino claramente interclasista y el interclasismo beneficia únicamente a la burguesía pues propugna que “todos somos iguales”, tanto los ciudadanos pertenecientes a la mayoría explotada como los adscritos a la minoría explotadora. Sí los obreros nos sentimos ciudadanos de la falsa comunidad nacional ¿con que fuerza podremos oponernos a los despidos que los justifican precisamente “por el bien de la economía nacional”?. Sentirnos ciudadanos es vernos como hermanos de sangre de los capitalistas que nos explotan, de los políticos que nos engañan, de los especuladores cuyo juego financiero  nos cierra el acceso a la vivienda. ¡Con ese planteamiento no se avanza ni un milímetro hacia una lucha “más clasista” sino que se retrocede atrapado dentro de las trampas democráticas e interclasistas!

Ante nuestra crítica a la consigna “Queremos que la vivienda deje de ser un negocio”, el compañero responde que «Entonces supongo que ningún marxista (o incluso anarquista) se salva de reaccionario cuando pide el fin de las guerras imperialistas o la liberación de las mujeres ya que esto es imposible mientras exista el capitalismo».

La cuestión no es querer el fin de la guerra imperialista, desear la liberación de la mujer o propugnar una vivienda digna, eso todo dios “lo quiere”, desde el PSOE hasta el Papa, la cuestión está en saber cómo se lucha por esas metas. Ante la guerra imperialista, las “buenas almas” del PSOE o de la Iglesia nos dicen que la medicina es la paz y que los protagonistas de esa lucha son “todos los hombres de buena voluntad”. Es decir, un engaño cínico, pues la única forma de acabar con la guerra imperialista es destruyendo el sistema capitalista mediante la lucha de clase independiente del proletariado. De la misma forma, ante el problema de la vivienda, la solución no es la reforma imposible de que deje de ser un negocio- ¡en una sociedad donde el principal negocio y el que permite al capital mantenerse a flote es la especulación urbanística!- sino que como decíamos en el artículo, al que replica este compañero: «Los jóvenes que no pueden encontrar una vivienda o las parejas agobiadas por la hipoteca solamente podrán desarrollar una fuerza social que se levante contra el capitalismo sí se reconocen como parte del proletariado y luchan como proletarios. No es cómo ciudadanos en pos de una vivienda “digna” sino como clase obrera que trata de resistir el incremento de la explotación y de desarrollar la solidaridad y la unidad, como se podrá avanzar en la lucha por la defensa de sus necesidades como seres humanos, una de las cuales es una vivienda donde, sencillamente, se pueda vivir».

La lucha defensiva de la clase obrera contra el continuo deterioro de sus condiciones de vida no tiene nada que ver con la lucha por reformas. Es una lucha que expresa el antagonismo fundamental que existe entre el Capital y los trabajadores, entre el interés nacional y las necesidades como seres humanos que los trabajadores tienen. En esa lucha, la principal adquisición no es tanto lo ganado en un momento dado, que se esfuma rápidamente ante los continuos ataques del capital, sino la experiencia progresiva de solidaridad, de capacidad de organización autónoma, de comprensión de qué futuro ofrece el capitalismo y de cómo luchar contra él. En el marco de una agravación constante de la crisis del capitalismo, de agudización de su barbarie guerrera, el desarrollo de luchas masivas de la clase obrera, unido a la intervención de las revolucionarios, va creando las condiciones para la lucha revolucionaria por la destrucción del capitalismo en todos los países. Esta no es una perspectiva “abstracta”, sino que es la que lentamente y no sin dificultades se va fraguando en luchas como la de los estudiantes –futuros precarios- de Francia o la de los obreros de Vigo (ver AP nº 189, así como la Tesis sobre el movimiento de los estudiantes en Francia que publicamos en la Revista Internacional nº 125. Ambos disponibles en nuestra web.

El compañero plantea el problema de “alejarse de las masas”. Tiene razón en plantear el problema. Ahora bien, ¿Cuál es la respuesta? ¿Estar en “movimientos sociales” como el “anti-globalización” u otros que en el fondo son minoritarios   y adonde, como reconoce el propio compañero, andan revueltas diversas ideologías? Múltiples experiencias decepcionantes muestran que en esa “convivencia” los únicos que pierden son los compañeros sinceramente revolucionarios pues se quedan aprisionados en un molde que sólo favorece a la burguesía, aislándose con ello de la verdadera lucha de masas de la clase obrera.

 

Acción Proletaria (CCI) Septiembre de 2006.

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