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Pasó el 14 de noviembre, la segunda huelga general contra el gobierno de Rajoy –y la tercera desde el principio de la actual crisis– y… ¿qué balance podemos hacer? La patronal y el gobierno dicen que fue un fracaso pues el número de huelguistas fue sensiblemente inferior al de anteriores convocatorias, lo que probaría según ellos, que la población acepta el abismo de miseria en que la hunden. Los sindicatos y la izquierda del capital discuten esos datos y dicen que fue un éxito, pues el porcentaje en tal provincia fue en realidad de un x % por cien más, o se consumieron tantos kilovatios menos. La lucha de los explotados contra la miseria que les impone este sistema queda da así ridículamente reducida a unas estadísticas indescifrables. Para el gobierno, pero también para los sindicatos, una huelga general es un simple ejercicio contable y los explotados meros números. Todos, como suele suceder en las jornadas electorales, afirman haber ganado. Y en gran medida tienen razón, puesto que el objetivo de la burguesía y su Estado (dentro del cual está incluido todo el aparato de izquierda del capital: PSOE, IU, izquierdistas, sindicatos mayoritarios y minoritarios...) es, el que reconocía un titular de La Vanguardia digital del 13 de noviembre: “tratar de canalizar el descontento social”.
La propaganda del Gobierno y la patronal es que la gente “entiende que sus medidas son inevitables y la única opción para salir de la crisis”, pero saben de sobra que la indignación de los trabajadores y de la población laboriosa en general va en aumento. No pretenden cosechar simpatías. Aspiran, eso sí, a que la rabia y la indignación que despiertan quede convenientemente desviada hacia las vías estériles de las “huelgas generales” de 1 día, como las 25 de los últimos tres años en Grecia, o las 6 de Portugal… Con el flanco “social” resguardado por las pseudo-luchas organizadas por los sindicatos, el Gobierno se lanza a ataques más brutales, como los miles de despidos anunciados en Iberia, Renfe, o la banca nacionalizada (8000) ([1]), los 30 mil que se prevén en la banca en general, la supresión de decenas de miles contratos interinos en la administración, en la implementación de tasas en la justicia lo que deja a los trabajadores más inermes aún frente a despidos u otros abusos, o los recortes que se pergeñan en jubilaciones, pensiones y subsidios…
Para frenar esta oleada de ataques salvajes por parte de un capitalismo en bancarrota histórica, el único camino son las auténticas luchas masivas y la toma de las calles por parte de la población laboriosa en su verdadero terreno de clase, rompiendo las barreras sindicales del estado capitalista. Frente a esta necesidad, el Estado democrático y sus sindicatos organizan “luchas” que en realidad sirven más bien a la burguesía para que cuele sus ataques. Recordemos, sin remontarnos mucho, como la “vicehuelga general” del 8 de junio de 2010 contra el primer recorte de salario de los empleados públicos dictado por ZP no ha servido más que para abrir la vía a otros ataques aún más duros. Hoy los trabajadores públicos han perdido, como media, el 25 % de sus salarios respecto a 2010. Y siguen demostrando su combatividad pero de manera fragmentada. Hoy por ejemplo, los trabajadores sanitarios de la Comunidad de Madrid están movilizados masivamente contra la degradación de sus condiciones de vida y trabajo amenazadas aún más por una posible privatización… mientras sus compañeros de Catalunya o la Comunidad Valenciana, o el sector de la enseñanza de la propia comunidad madrileña, están hoy agotados tras mil y una convocatorias sindicales parciales, y son incapaces de movilizarse conjuntamente con ellos. Ese es el guión que ofrecen los sindicatos: dividir, encerrar la combatividad obrera en asfixiantes marcos sectoriales o territoriales, y presentar, en cambio, sus huelgas “generales” como único terreno común posible a la movilización de todos los trabajadores, aunque esta “comunidad” sea en realidad una forma de gestión de los intereses del capital español. A los pocos días del 14N, Rajoy, UGT y CCOO estrechaban sus manos felicitándose por el acuerdo logrado con la Renault, para quitarle a las fábricas francesas o turcas, el llamado Plan Industrial, por el que se crearán 1300 empleos, remunerados eso sí con el 75 % del salario. Esos sindicatos que se desgañitan en sus discursos contra la “sumisión” de Rajoy a los capitalistas, son los que año tras año han propiciado acuerdos salariales marco que han tumbado los salarios contra el coste de la vida, para fomentar la competitividad de las empresas españolas. Son los mismos que se “indignan” contra la Reforma Laboral pero que en sus propias oficinas despiden a la gente con los mínimos que les permite esta ley ([2]).
Es verdad que muchos jóvenes y trabajadores han acudido a acciones y manifestaciones convocadas en torno al 14N hastiados del “pacifismo” y la esterilidad de estas “movilizaciones” sindicales. Pero en la mayoría de las ocasiones su enorme coraje y combatividad no ha conseguido trascender el papel de “apoyo crítico”, más o menos violento, a estas convocatorias, lo que además les ha ganado el desprecio o la denuncia de los servidores sindicales del orden y la “legalidad” capitalista. Esto plantea una cuestión que a nuestro juicio es crucial: ¿cómo evitar que la combatividad y la indignación de los explotados se marchite en ese terreno estéril de las pseudo-luchas que promueven los bastiones sindicales del Estado? ¿Añadiendo simplemente más radicalidad gestual o más violencia a tales convocatorias? o, por el contrario, yendo más a la raíz de cuál es la verdadera causa de los sufrimientos que asolan a la humanidad entera, ¿y cuál puede ser la alternativa social ante ellos? Nosotros, comunistas que nos reivindicamos de un combate histórico de más de dos siglos contra el capitalismo reivindicamos netamente lo segundo. Por ello publicamos en estas mismas páginas el debate que se ha está produciendo entre minorías de la clase obrera para tratar de clarificar por donde pasa esta perspectiva revolucionaria. Ante la crisis terminal del capitalismo defendemos que la alternativa no puede nacer de la respuesta desesperada sino de la conciencia. Y que dicha conciencia no nace de la revelación de ningún iluminado sino de la unión de las experiencias de lucha, el debate franco y fraternal y la clarificación teórica sobre los múltiples problemas tanto de la lucha como del conjunto de la humanidad. Una vez más cobra vigencia, el viejo lema del movimiento revolucionario: la emancipación de los trabajadores será obra de ellos mismos o no será.
Acción Proletaria, nov. 2012
[1] Hay previstos 160.000 despidos en toda la banca mundial. La fuente: www.cnnexpansion.com/economia/2012/11/16/banca-global-recortara-160000-p....
[2] El 27-11-12, los empleados de la UGT de Andalucía se concentraron en Sevilla contra 28 despidos en sus filas. Fuente: www.finanzas.com/noticias/empleo/20121127/trabajadores-ugta-protestan-de....