Enviado por CCI Online el
Mientras la gran lucha de los jóvenes proletarios en Francia contra el “CPE” se ganaba la simpatía e incluso el apoyo del resto de la clase obrera en ese país, la imagen que los “media” burgueses ofrecían sobre la situación social en la vecina Alemania parecía sacada de otro planeta. El agotamiento de la lucha de los basureros y otros trabajadores del sector público, de la huelga nacional de los médicos, y de las movilizaciones de preaviso de los trabajadores del metal, han puesto en bandeja a los voceros de los explotadores el discurso “lastimero” de que: «ya no existe solidaridad», que «el espíritu que reina en las filas obreras es que cada uno se preocupa de lo suyo», etc. Arguyen, para ello, que los trabajadores del sector público se han movilizado para mantener el privilegio de la jornada de 38 horas y media, que los médicos no han protestado por tener que hacer jornadas de 60 horas o más sino para se las paguen. Y así parece que lo único que les preocupa a los trabajadores del sector público es la cuantía de la reducción de sus ingresos, a los trabajadores del metal el aumento del 5% de sus salarios, y a los médicos hasta el 60%.
De creer lo que dicen estos comentaristas la situación social de ambos países se resumiría en que mientras la combatividad y la solidaridad que se ve al oeste del Rin sería una especie de “reliquia”, un residuo de un anticuado «romanticismo revolucionario» específico de una Francia que no se ha puesto al día; el corporativismo y el egoísmo que, supuestamente, prima en Alemania sería el signo distintivo del mundo presente y del futuro.
La lucha de clases en alza en todo el mundo
¿Qué tiene de cierto esta descripción aparentemente fundamentada en hechos tan “palpables”? Es verdad que la lucha de clases se desarrolla, por lo general, más explosivamente y con un carácter más abiertamente político en Francia que en Alemania. Esto es así por razones históricas ya que el arranque de la lucha de clases en Francia fue el resultado no tanto de la gran revolución burguesa de 1789 y sí de la lucha de masas del proletariado francés, desde las insurrecciones de Junio de 1848 y la Comuna de París en 1871 hasta las huelgas masivas de Mayo-Junio de 1968. También es innegable que, a corto plazo, el potencial de extensión de las actuales luchas obreras en Alemania es aún pequeño en comparación con lo que hemos visto en Francia. Efectivamente las recientes luchas en Alemania de los trabajadores del sector público, los médicos y los del sector del metal, se han quedado encerradas en la habitual y tradicional negociación salarial, cuidadosamente apadrinada y aislada por los sindicatos, mientras que la lucha de los jóvenes obreros en los institutos y las universidades en Francia tomó rápidamente el carácter de un movimiento de masas. Y es que mientras estos jóvenes intentaron durante semanas extender su lucha a los trabajadores de las fábricas y las oficinas, en el caso de Alemania ni siquiera en centros de trabajo donde distintos sectores planteaban sus reivindicaciones (como sucedía por ejemplo en los hospitales con los médicos y el personal de enfermería), existió un atisbo de una lucha común. También es verdad que mientras el movimiento en Francia, sobre todo al principio, ha estado autoorganizado; en Alemania no ha existido un movimiento de asambleas masivas autoorganizadas por los propios huelguistas.
Estos son los hechos. O, mejor dicho, algunos hechos. Pero ¿son los hechos más determinantes? No. Los hechos verdaderamente determinantes son la creciente bancarrota del capitalismo, la acentuación de los ataques contra la clase obrera en todos los países, y el resurgimiento internacional de las luchas de la clase obrera. Partiendo de estos hechos, sí puede comprenderse lo que de común hay en la situación social de Alemania y Francia. El resurgimiento actual de la lucha de clases se acompaña de una maduración subterránea de la conciencia, que ocasionalmente emerge a la superficie, y que reposa en gran medida en una nueva generación del proletariado. Ambos factores están contribuyendo a un proceso que anuncia y prepara la huelga de masas del futuro. El “secreto” de la actual situación tanto en Francia como en Alemania consiste en una maduración – aún embrionaria – de las condiciones de la huelga de masas, forma característica de la lucha del proletariado en la etapa de la decadencia capitalista.
La preparación de este movimiento aparece nítidamente en Francia a través de la naturaleza masiva de la luchas de los estudiantes de enseñanza media y de universidad, y su empuje por extender el movimiento al conjunto de la clase. Pero esa misma preparación se manifiesta igualmente en Alemania a través de la simultaneidad de luchas en diferentes sectores, así como la incorporación al combate de nuevos sectores (por ejemplo los médicos), y el papel central de los trabajadores de las grandes industrias en estas luchas. Pero, sin duda, lo más importante es la simultaneidad en la lucha de estos dos batallones centrales del proletariado de la Europa continental inscrita en una recuperación internacional de la lucha de la clase obrera.
Al mismo tiempo que se desarrollaban estas luchas en ambas orillas del Rin, cerca de un millón de empleados municipales británicos se han movilizado contra el recorte de sus pensiones. También trabajadores de correos católicos y protestantes han protestado juntos en las calles de Belfast. En Estados Unidos cientos de miles de trabajadores emigrantes se han manifestado contra su status de “ilegales”. El pasado año asistimos al gran movimiento de huelgas en Argentina, a la espectacular huelga de los trabajadores del metro en Nueva York como las de Estocolmo, y la del aeropuerto londinense de Heathrow. Y ya en este año hemos visto las luchas contra los despidos en la AEG de Nuremberg y en la SEAT de Barcelona, etc.
Una situación de este tipo ya se vivió a comienzos del siglo XX (la huelga de masas en Rusia en 1905), a finales de la 1ª Guerra Mundial, y en los años posteriores a 1968 cuando se puso punto final a la contrarrevolución estalinista. Podemos decir por tanto no sólo que la huelga de masas es siempre un fenómeno internacional, sino que se prepara siempre a nivel mundial, a través de una serie de escaramuzas más o menos significativas. Al contrario que la Huelga General tan publicitada por los sindicatos, y sobre todo por los anarquistas, en la que un día “D” todos juntos abandonarán el trabajo; la huelga de masas se va gestando a lo largo de todo un período y su preocupación no es sólo la paralización de la economía capitalista y el aparato político del poder, sino, al mismo tiempo, el mantenimiento de todos los servicios necesarios para el bienestar de la población o el desarrollo de la lucha.
La lucha de los trabajadores del sector público
Después de casi nueve semanas de huelga parece que, con el acuerdo en las negociaciones salariales en Baden-Württemberg, se ha terminado la que la sido la huelga más larga en el sector público alemán desde la 2ª Guerra Mundial. El resultado de ese acuerdo es que, a partir de Mayo, la jornada laboral de 220 mil empleados municipales del Sudoeste de Alemania, será de 39 horas en lugar de las 38’5 actuales. Cuando escribimos este artículo, aún no se ha firmado ese acuerdo para el conjunto de los Länder. Por ello los sindicatos tratan de escamotear este resultado e incluso de presentarlo como “una victoria” de los huelguistas. Esta claro sin embargo que, al menos en lo referente a la duración oficial de la jornada laboral, el capital ha abierto una brecha muy importante. De ahora en adelante los explotadores se afanarán en tratar de prolongar la jornada laboral, y a extender este tipo de medidas al conjunto de la clase trabajadora.
Lo más importante de esta lucha, sin embargo, ha sido el desinterés con que los trabajadores han acogido las convocatorias de huelga dictadas por el sindicato Ver.di. En las primeras semanas de lucha los basureros constituyeron la punta de lanza del movimiento. Pero cuando tras cinco semanas de huelga, comprobaron que nada indicaba que pudieran ganarla, estos trabajadores, que tienen bastante experiencia de lucha, comenzaron a volver progresivamente al trabajo. Muchos de ellos expresaron que sentían que se les estaba conduciendo directamente a una derrota y que, de continuar en huelga, sólo conseguirían que la derrota fuera aún más grave. A partir de entonces la huelga ha tenido un carácter más virtual que real, pudiéndose ver como se trabajaba normalmente en centros que los sindicalistas habían inundado de carteles que anunciaban “en huelga”. Es como si el sindicato Ver.di. quisiera esconder con tanto papel su incapacidad para movilizar a los trabajadores.
Desde un análisis simplista se diría que la falta de entusiasmo de los trabajadores por luchar beneficia a los capitalistas. Pero eso depende en realidad de los motivos que llevan a los trabajadores a rehusar la huelga. En este caso ha resultado fundamental el hecho de que el sindicato Ver.di pusiera la cuestión de la jornada laboral en el centro de las reivindicaciones, pero no como medio para limitar la duración de la explotación, sino instilando el veneno reformista de que así podría reducirse el desempleo masivo que asola a los trabajadores. Por ello los trabajadores acogían con frialdad los llamamientos sindicales que con toda su alma propagaban este reformismo ilusorio, ya que difícilmente se iban a movilizar por semejante patraña. No en vano la última reducción de jornada en el sector público se saldó con la eliminación de más de 1 millón de puestos de trabajo.
Para más INRI, uno de los objetivos principales de la burguesía en esta huelga era aumentar significativamente la implantación de los sindicatos en este sector, puesto que si, por ejemplo en el metal el índice de afiliación a los sindicatos supera el 80%, en cambio en el sector público este índice es, para los intereses de la burguesía, alarmantemente bajo. Es verdad que Ver.di. ha podrido implantarse en algún sector puntual, sobre todo presentándose como abanderado de la lucha contra la privatización de los servicios (una ilusión que pronto se desvanecerá). Pero precisamente en los sectores donde la presencia de la joven generación obrera es mayoritaria, tales como el personal de enfermería de los hospitales, lo cierto es que los agitadores sindicales fueron mirados con extrañeza y recelo. Aquí sí podemos apreciar un claro paralelismo con lo que se ha desarrollado en Francia. Allí la joven generación, aunque dada su escasa experiencia no reconocen aún el carácter antiproletario de los sindicatos, empieza sin embargo a verlos como algo del pasado, como dinosaurios.
Una preocupada burguesía alemana ha empezado ya a sacar consecuencias del este fracaso de Ver.di., y empieza a discutir abiertamente la necesidad de fragmentar a los trabajadores mediante sindicatos puramente corporativos de cada profesión, como la recién nacida Vereinigung Cockpit de los pilotos, o el sindicato de maquinistas ferroviarios. La clase dominante sabe, por experiencia, que muy frecuentemente en la historia, sectores de la clase obrera han desoído los llamamientos sindicales de huelga, pero han demostrado más tarde estar dispuestos a luchar por sí mismos.
La huelga de los médicos
Aquí podemos comprobar como uno de esos sindicatos marcadamente corporativos – en este caso el Marburger Bund – se basta para mantener “controlada” la situación en los hospitales. Hemos visto como la lucha no sólo ha quedado limitada al estamento médico sino también muy marcada por ilusiones reformistas, reivindicando por ejemplo que esta lucha beneficiaba al interés del capital nacional, pues se trataba de impedir que los médicos alemanes emigren a otros países en busca de mejores salarios.
La situación de los médicos desmiente rotundamente, sin embargo, la propaganda burguesa de que la cuantiosa reclamación salarial de éstos abriría aún más la disparidad salarial entre diferentes sectores obreros, lo que probaría la creciente “insolidaridad” entre los asalariados. Más bien todo lo contrario. Los hachazos a las condiciones de vida de los médicos en los últimos años han sido tales que ni siquiera un aumento salarial del 30% podrían compensarles de ellos. Muchos médicos auxiliares deben hacer tal cantidad de horas impagadas, que su salario por hora es muchas veces menor incluso que el del personal de enfermería.
Pero además del hecho de que este sector ha entrado en lucha por vez primera, lo más significativo de esta huelga ha sido como ha planteado la cuestión de la solidaridad, ya que aunque indudablemente ha supuesto un caos considerable y un aumento de la carga de trabajo para otros trabajadores hospitalarios, nadie, ni entre los pacientes, ni entre el resto del personal sanitario ha protestado contra la huelga de los médicos. Incluso algunos enfermeros han empezado a decir que habría que preparar una huelga por las mismas reivindicaciones que los médicos – incrementos salariales del 30% - y luchar junto a ellos. Para este sector el problema más acuciante no es tanto la duración de la jornada laboral, sino la prohibición de realizar horas extraordinarias, lo que ha hecho reducir sus ingresos más de un 25 %.
Sin embargo el sindicato Ver.di. decía que el hecho de que los médicos aceptasen trabajar tantas horas y que lucharan en cambio porque les fueran remuneradas, suponía una puñalada por la espalda a los trabajadores que defienden la jornada de 38’5 horas semanales. Pero esto es una más de sus despreciables mentiras. Si los médicos deben desarrollar estas jornadas de hasta 60 horas semanales es porque además de cuidar a los pacientes deben ocuparse de sus estudios e investigaciones. Por ello su reivindicación de que esa extensa jornada se vea pagada es plenamente proletaria, y por ello, también esta exigencia ha suscitado la comprensión y la simpatía en el conjunto de la población. El generoso corazón de los trabajadores ha sentido que sobre todo los médicos auxiliares, no sólo defienden sus propias condiciones de vida, sino también la situación sanitaria de la población en su conjunto. Aquí aparece un esbozo de una de las características de la futura lucha revolucionaria: la comprensión de que la lucha de la clase productiva de la sociedad actual es una lucha por los intereses del conjunto de la humanidad.
Contra esto no se ha hecho esperar la airada reacción que, en cambio, se dedican a sembrar cizaña entre unos trabajadores y otros. La “Hoja informativa” nº 25 del sindicato Ver.di. del Hospital Universitario de Colonia conminaba a los médicos: «Apoyamos en parte vuestras reivindicaciones pero sabéis, como sabemos todos, que en el hospital hay un solo pastel para repartir, así que no podéis pretender quedaros con la mitad de la tarta».
Las huelgas de los obreros del metal
Es aún pronto para saber si estamos o no ante la mayor huelga de esta concentración clave del proletariado alemán y europeo. Lo que sí queda claro es que estos trabajadores han sufrido un brutal hachazo de sus salarios en los últimos años y que no están dispuestos a seguir aguantándolos más. Y, lo que es aún más significativo: la combatividad de los trabajadores de este sector es ya un factor muy importante de la situación social. Sólo en Baden-Württemberg, donde se encuentra la mayor parte de empresas de este sector y región que ha estado a la vanguardia de las luchas obreras en estos últimos años, hay más de un millón de estos muy cualificados trabajadores. Esta región, además, es fronteriza con Francia, por lo que la burguesía tiene realmente difícil escamotear los movimientos de masas que han tenido lugar al otro lado del Rin. Dado el gigantesco potencial del proletariado alemán, no es de extrañar que uno de los primeros resultados de las luchas en Francia sea que el gobierno alemán haya desistido, incluso antes de que lo retirara el francés, de poner en práctica un ataque a la protección por desempleo de los jóvenes muy similar al CPE auspiciado por la burguesía francesa.
Ya cuando el gobierno Kohl quiso degradar el salario que se percibe por enfermedad, las grandes empresas del metal encabezadas por la factoría Mercedes de Sttutgart, demostraron su disposición a luchar explícitamente en interés de todos los trabajadores. Esta idea resurgió en el verano de 2004 durante las luchas de la Mercedes en Sttutgart y Bremen.
Los elementos de las futuras luchas de la clase obrera como cuerpo unitario van madurando aunque aún se hallen en un estado muy embrionario. Por ello, una de las principales tareas del presente, es asimilar y ayudar a fructificar esas valiosísimas semillas.
Traducido de Weltrevolution (publicación de la C.C.I. en Alemania).
11/Abril/2006.