El asesinato del líder militar iraní Qasem Soleimani por parte de los EE. UU. amenaza con provocar una escalada de los conflictos militares en el Oriente Medio. Pero la propagación de la guerra y la destrucción no es el producto del imperialismo yanqui, por sí solo, y no se detendrá por desbancar a Donald Trump o al Partido Republicano. Es una expresión de la creciente decadencia del sistema capitalista mundial, que no tiene otra alternativa que ofrecer a la humanidad. Como ilustra gráficamente el ataque con misiles que derribó el avión ucraniano en Teherán, las primeras víctimas de la guerra capitalista son, en todo el mundo, precisamente las poblaciones civiles.

¡Otro episodio de barbarie bélica del capitalismo! La invasión turca del norte de Siria para deshacerse de las milicias kurdas, todo ello con el beneplácito de Estados Unidos. La destrucción, las matanzas, las torturas, el desplazamiento de miles de personas, la represión, la economía de guerra... tales son las consecuencias de la guerra imperialista del Capital. Siria, Sudán, Yemen, Mali etc., son los nuevos escenarios de una interminable cadena de guerras. La guerra capitalista necesita la respuesta de la lucha de clase mundial del proletariado.

Hace 72 años, en agosto de 1945 las dos primeras bombas atómicas cayeron sobre Hiroshima y Nagasaki. A raíz de los niveles masivos de destrucción ya perpetrados durante la Segunda Guerra Mundial con todo tipo de armas, en particular las bombas incendiarias, el uso de las armas nucleares marcó el comienzo de una nueva etapa de destructividad potencial, amenazando toda la vida en el planeta.