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El primer día de este año amaneció con el incremento del 20% de los precios de la gasolina en México, lo cual ha suscitado de forma inmediata que se incrementen los precios del transporte y de algunos alimentos y productos de consumo masivo, como es el caso de la tortilla[1]. La condición de vida de los trabajadores en México se ha venido degradando de forma aguda, según datos ofrecidos por investigadores, la capacidad de compra de los salarios entre 2012 y 2015 cayó en 9.65%, por lo cual estos aumentos de precios anuncian ya una multiplicación de las penurias de los asalariados. Estos incrementos de precios se suman hoy a las medidas de estrangulación del salario y el incremento de los ritmos laborales que se han convertido en políticas de uso cotidiano.
Este nuevo golpe a las condiciones de vida de los proletarios y demás explotados, por lo severo que es, se ha convertido en el motivo propulsor de movilizaciones. Estas manifestaciones exponen el descontento real que se extiende entre los explotados y dejan ver una verdadera combatividad, sin embargo, además del coraje y la combatividad se requiere de una toma de conciencia que permita comprender que los ataques económicos que se operan, no son simplemente producto de una “mala política” aplicada por un “mal gobierno”. No es un problema de la ineptitud o maldad del gobierno de Peña Nieto, aun cuando ambos aspectos existan, se precisa entender que lo que vivimos es una agudización de la crisis económica capitalista y la confirmación que el sistema no tiene otra cosa que ofrecer a los trabajadores sino mayor explotación, represión y miseria.
Devaluación, aumento de impuestos y de precios: secuelas de la crisis
Hay una insistencia de parte de los que se presentan como críticos del gobierno de Peña en que las secuelas diversas de la crisis que hoy se agudiza, se deben a la “mala administración” por parte del Estado de los recursos o por la corrupción. Esos argumentos que se pretenden críticos, no hace sino inyectar la idea de que el capitalismo puede tener un comportamiento diferente y ser más “humano”. Para la burguesía y sus “expertos” los problemas económicos se deben a “factores externos” y estos pueden ser lo mismo las actitudes corruptas que impiden la actuación adecuada del mercado o por acciones que generan “nerviosismo de los agentes del mercado” como por ejemplo el triunfo de Trump…en suma, la explicación de la crisis económica nunca se encuentra en el propio funcionamiento del sistema capitalista. No pretendemos negar que la corrupción dentro de los gobiernos y empresas crece cada día, pero es la misma crisis lo que alimenta la búsqueda de la ganancia a cualquier precio, de la misma forma, nadie puede negar que las diversas secuelas de la recesión que se presenta en cada país se entremezclan y en el marco de la competencia cada Estado busca trasladar algunos efectos de la recesión hacia otras áreas, pero esto es parte de la misma dinámica del capitalismo.
La crisis económica que el sistema capitalista vive desde finales de los años 60, tiene uno de los puntos de mayor agudización con la recesión de 2008 y desde entonces el conjunto de los Estados en el mundo no han parado de intensificar sus ataques en contra de los trabajadores y sin embargo no han logrado tener una recuperación de la economía y sus ganancias. En México la dinámica de acumulación de capital encuentra cada vez complicaciones para tener un impulso. El Estado, en tanto estructura constituida para la defensa del sistema capitalista, encuentra cada vez mayores dificultades para obtener resultados positivos con sus políticas y dar oxígeno al sistema. Una medida para animar el proceso de acumulación que se aplicó por el Estado mexicano a fines de los años 80 y por todos los 90, fue la privatización de las empresas estatales. De esta forma logró capturar inversiones y modernizar empresas, lo que le creaba el escenario más adecuado para intensificar los mecanismos de explotación de los trabajadores, incrementando la productividad y afectando al salario directo y al social. Todo ello le permitió contener (por lo menos temporalmente) a las secuelas más graves de la crisis y que en ese momento se enfocaban en la deuda, la inflación y la falta de inversión. Esas medidas (con algunas variantes) fueron aplicadas en el mundo y aunque lograron dar un ligero respiro a la burguesía, no lograron desterrar la crisis, por el contario, al trasladar en el tiempo sus problemas, estos reaparecen con mayor fuerza, como lo hemos visto durante los años que lleva el siglo XXI.
Reactivadas las secuelas de la crisis capitalista, el Estado mexicano pretendió que, asegurando las medidas para abaratar aún más la fuerza de trabajo, estableciendo una reforma fiscal con grandes concesiones al capital[2], concesionando áreas para la extracción del petróleo y la compra-venta de gasolina[3], pero además pactando deudas para sostener la paridad del peso frente al dólar, lograría una captación de grandes inversiones y la reactivación de la acumulación, sin embargo no le ha resultado, porque en un marco de crisis la inversión capitalista no encuentra los incentivos; en cambio lo que ha resultado, es un endeudamiento creciente que amenaza a la insolvencia del Estado. Ese escenario, de evidente agudización de la crisis, el Estado busca paliarlo (por lo menos mínimamente) mediante la aplicación de impuestos a la gasolina (trasladándose estos a sus precios[4]) recuperando de esa manera algunos de los recursos perdidos por la disminución de venta de petróleo y las transferencias fiscales al capital.
Pero, como decíamos al inicio, no es sólo el incremento de precios del combustible lo que degrada la vida obrera, sino los efectos de encadenamiento que genera por la conexión directa que tiene, como insumo de producción o de transporte de otras mercancías y que se engrandecen cuando se suman a la lista de ataques orquestados en el último lustro: afectación laboral a los maestros de básico, degradación de las condiciones de jubilación, congelamiento salarial… La agudización de la crisis avanza y con ello la condición de vida de los trabajadores se degrada, de frente a ello los explotados no tienen más camino que la lucha y el desarrollo de su conciencia.
Las movilizaciones contra el “gasolinazo”
El propulsor de la conciencia de la clase obrera es sin duda la crisis. El descontento debido al alza de precios de la gasolina se expuso en las diversas manifestaciones en las calles. Estas manifestaciones de repudio, han sido convocadas desde las “redes sociales”, de manera que crean un contingente amplio compuesto por una masa social heterogénea, en la que aun cuando estaba compuesta en una mayoría por asalariados, en su manifestación por las calles se asumían como “ciudadanos” indignados, exponiendo mucho disgusto por la medida impuesta, pero sin reconocerse como una clase social de explotados, enfrentada contra las imposiciones de la clase burguesa. En algunas zonas (como en Ixmiquilpan Hidalgo, entre otras) las manifestaciones han tomado una fuerza combativa muy amplia, no obstante, pierden potencia cuando en vez de buscar la reflexión colectiva, la solidaridad y la extensión, se quedan atrapados en acciones “llamativas” como el cierre de carreteras o saqueos (este último aspecto lo comentaremos más abajo). Estas medidas son un lugar adecuado para que las fuerzas represivas actúen y dispersen, haciendo heridos e incluso muertos, pero sobre todo impiden que se discuta y se reflexione. Los encuentros masivos en las calles deben ocuparse en discutir no solo lo que representa el aumento de los precios de la gasolina, debe ampliarse a reflexionar sobre las experiencias y condiciones que viven los trabajadores en el capitalismo que amplíe las perspectivas de combate y rompa el sectarismo regionalista.
El descontento que se ha expresado es sin duda un paso adelante porque pone en evidencia la fuerza que tiene una masa unida por un mismo objetivo, pero para llevar a un avance esa manifestación masiva, se requiere de una toma de conciencia, es decir comprender que no somos una “masa de ciudadanos” que no tiene otra función que votar cada vez que el Estado y sus partidos lo ordenan, hay que comprender que somos una clase social que está condenada por el capital a la explotación y a la miseria, pero es al mismo tiempo la única fuerza social capaz de transformar este mundo.
Saqueos y violencia ciega, un terreno dominado por el Estado
Las movilizaciones de descontento que ha provocado el “gasolinazo” han llevado al Estado a intentar dominarlo o dirigirlo a un terreno en el que se esterilice su fuerza. Por una parte, están los que desean conducir este descontento hacia las urnas y llaman a “cobrarle” al PRI y al presidente, no votando por este partido en las elecciones próximas (las locales de este año y en las presidenciales del 2018). En este tenor está una lista larga que va desde, el PAN, López Obrador, hasta los “candidatos independientes”, incluyendo al EZLN.
Otra parte, igual de peligrosa para las movilizaciones, proviene directamente de las fuerzas del gobierno, que lanzan a pandillas a saquear tiendas comerciales con el propósito de generar confusión, un pretexto para la represión y un ambiente de temor y desmoralización.
Estas pandillas fueron comandadas en algunos casos por los policías, en otros casos los que las dirigían eran provocadores, presumiblemente de la “ola roja” del PRI. La prensa, los telediarios y los “bots” de las “redes sociales” (creados por el mismo gobierno) tenían un papel en esta maniobra, que era la de extender la confusión y el miedo para evitar las manifestaciones callejeras.
Sin duda lo que se presentó en México en los primeros días de enero fue una maniobra clara, logrando integrar en esa dinámica no solo al lumpen, formado por ladronzuelos, sino además lograron involucrar a trabajadores individuales, que por su confusión se sometieron a esa práctica. Pero ese tipo de acciones no solo es cuestionable porque fue muy notoriamente conducida por el Estado, el ataque a un comercio y el robo de mercancías, aun suponiendo que se lleva a cabo libremente sin control o infiltración policial, no ayuda en nada a la clarificación y a la unidad de los explotados.
Ante los ataques del capital, el único camino es la lucha
La crisis económica deja ver ya que toma una agudización y los ataques hacia los trabajadores vendrán también de forma más severa. El “gasolinazo” no es sino el “aviso” de lo que habrá de seguir y la maniobra orquestada con los saqueos también deja ver que el Estado está dispuesto a todo para hacer pasar sus medidas y asegurar el control político de los trabajadores, de frente a ello los explotados no tienen otro camino que el de la organización y la lucha. Es necesario la realización de Asambleas abiertas y masivas en las que se encuentren, se escuchen y reflexionen los trabajadores.
RM / 13-enero-2017
[1] Alimento básico de la dieta mexicana constituida a base de maíz.
[2] Fátima Monterrosa, en la revista Emeequis expone: “Lo reconoce la propia Secretaría de Hacienda en un documento oficial: ‘400 grandes grupos empresariales acumularon ingresos por 4 billones 960 mil millones de pesos en 2008, pero apenas pagan 1.7% en promedio de Impuestos Sobre le Renta…’” (2009).
[3] Es decir, abre la posibilidad de que empresas importen gasolina e instalen gasolineras en el territorio para su venta.
[4] Mientras que en EU el precio de un litro de gasolina “Premium” es de 0.69 centavos de dólar, en México es de 0.82 centavos.