Enviado por Revolucion Mundial el
El siglo XIX representó un momento importante para el capitalismo a nivel mundial ya que durante ese período se definió el marco del Estado nacional y las formas de producción modernas, lo cual es condición indispensable para el delineamiento del mercado internacional, en donde la mercancía marca su dominio, imponiendo su presencia y por efecto de la misma competencia, defina la diferenciación en los niveles de desarrollo. De manera que el siglo XIX para la economía mexicana también es un momento fundamental para la consolidación del modo de producción capitalista en tanto que la revolución industrial, desarrollada de manera amplia en algunas regiones y con retrasos en otras, definirá la configuración de la dinámica y la estructura que tomará el sistema capitalista en el siglo XX y XXI.
En México, como en gran parte del planeta, el siglo XIX se caracterizó por el avance en la definición del dominio de las relaciones sociales capitalistas, impulsada de manera importante en el período de los gobiernos liberales, principalmente mediante la Reforma y el marco definido por la llamada República restaurada. Todo el período que va de la consolidación de los gobiernos independientes, hasta la presencia de los gobiernos liberales, fue imposible cohesionar y definir una unidad de la burguesía, es hasta que la fracción liberal asume el poder que se percibe el inicio de un avance consistente hacia ese objetivo. No obstante la consolidación de ese proceso se encuentra con amplias dificultades que se expresan aún con disturbios internos, que van a encontrar un plano de expresión mayor cuando se desatan los conflictos bélicos, con la presencia de fuerzas externas. Por eso, la aún joven burguesía cuando se restaura la República, se da a la tarea de dar continuidad a este proceso unificando a su clase en torno del Estado y expandiendo, en el plano económico las relaciones de producción capitalista, y los períodos de gobierno de Porfirio Díaz dan continuidad a estas tareas.
La historia oficial, creada por los ideólogos a sueldo de los gobiernos constitucionalistas (la de 1917), se empeña en borrar la continuidad histórica del llamado "Porfiriato" con el sistema capitalista contemporáneo, pretendiendo que hay una diferencia entre los primeros años del gobierno de Díaz, con aquellos en los que, se dice, se ha de convertir en un "dictador". Y hay por supuesto la contraparte que pretende glorificar a "Don Porfirio", destacando su preocupación por el desarrollo y su búsqueda de la unidad nacional (que lo ejemplifican con la actitud que toma al final, renunciando y exiliándose). Pero olvidan en señalar que ambas formas son parte de la historia del capitalismo, en donde existe una preocupación central, a saber: la eliminación de las viejas formas de producción, la búsqueda de mejores mecanismos de explotación y la consolidación de los modernos mecanismos de dominación. Por ello no es posible entender la historia simplemente glorificando o censurando, de lo que se trata es de reflexionar su significado real; es imposible olvidar que el capitalismo -como dice Marx- nace (y se desarrolla) chorreando sangre y lodo, y el "Porfiriato" es parte de esa historia del capitalismo, no es de ninguna manera una expresión particular.
Porfirio Díaz: héroe de la burguesía
Las actuaciones llevadas a cabo por los gobiernos de México a mediados del siglo XIX, mostraban una verdadera incapacidad para asegurar la cohesión de la burguesía e instaurar un Estado nacional. Para importantes fracciones de la burguesía era claro que ninguna tarea económica y política consistente podía llevarse a cabo sin asegurar la unidad de su clase. Es la fracción definida dentro del movimiento liberal quien pugna por crear ese proyecto. Este movimiento tiene fases diversas, inicia de manera más visible con el Plan y la revolución de Ayutla (1854), y continúa en etapas superiores con el arribo de los liberales al gobierno, y con ello la proclamación de la constitución de 1857 y de las leyes de Reforma que proclaman la separación de los poderes civiles de los eclesiásticos, expropiación de tierras en propiedad de la iglesia y despojo violento de la propiedad comunal de comunidades indígenas...
Y aunque son los liberales, encabezados por Juárez (presidente en varias ocasiones de 1858 a 1872), los que levantaban un proyecto político muy claro para permitir la consolidación de un Estado-nación y aseguraban la amistad de los EUA que ya se dejaban sentir como la fuerza dominante de América, no tenían en cambio la visión para acelerar un proceso de desarrollo industrial. Suena paradójico que la fracción de la burguesía aglutinada en torno a los proyectos conservadores, fuera la que sostuviera una propuesta para incorporar a la región en un proceso de amplia industrialización, eliminando las viejas formas de producción artesanales y protegiendo el mercado interno. No desarrollaremos el debate presente en esos momentos, pero es importante señalar que la actitud del gobierno de Díaz, tanto en el plano de la política como en el de la economía, es en realidad una continuidad del proyecto liberal.
De la misma forma que lo hicieran los primeros gobiernos liberales, el accionar violento en el despojo de tierra está presente con Porfirio Díaz (aún cuando se considera que el mayor número de comunidades indígenas destruidas se da en el período del gobierno de Juárez) por ejemplo, hay un feroz ataque en contra de las comunidades Mayas en el sur y contra los Yaquis en el norte del país. El conocido libro México bárbaro, escrito por el periodista estadounidense John Kenneth Turner (1878-1948), describe las atrocidades cometidas por el gobierno de Díaz para cumplir la misión de exterminio y despojo de estas comunidades, por ejemplo, sobre el ataque que se lleva en contra de los Yaquis, nos narra: "... el gobernador Rafael Izábal [...] hizo una incursión en la isla Tiburón, donde se habían refugiado algunos yaquis pacíficos, y sin más trámite ordenó a los indios Seris (otra comunidad indígena originaria también del norte del país) que trajeran la mano derecha de cada uno de los yaquis que allí hubiera..."
En algunas regiones del planeta, como en Inglaterra, la fuerza de la revolución industrial permite que el desarrollo capitalista tome una marcada aceleración, en el caso de México, las propuestas levantadas por los liberales impiden que en México los efectos de esa revolución tomaran una dimensión en ese mismo sentido y el gobierno de Díaz se inscribe en esa línea, en tanto que buscan impulsar a la economía mexicana pero en el terreno de la exportación de mercancías surgidas de la agricultura y la minería, sin buscar la ampliación y diversificación de la planta industrial. Lo cual por supuesto, no significa lanzar suspiros de lamento por lo que no hizo, o por lo que hizo mal, sino se refiere para marcar la estrategia utilizada por Díaz en tanto definiría el perfil de la economía mexicana, a partir de esto es posible comprender que la competencia internacional delinea conductas que la burguesía de cada nación podía asumir o enfrentar de acuerdo a sus fuerzas o a sus intereses, y el proyecto seguido por Díaz, busca integrar a la economía mexicana con una definición productiva muy limitada, pero bien aprovechada por los Estados con los que establece una estrecha relación política, no siendo justamente los EUA los mejores aliados de Díaz, sino Estados europeos.
Partiendo de la idea anterior, se comprende que la preocupación de los gobiernos "porfiristas" por atraer capitales foráneos para el impulso y desarrollo capitalista. Un ejemplo de esta actuación se percibe con su política ante el Petróleo, no sólo por las facilidades que ofrece con lo expuesto en la Ley de 1901, sino con su sistemática complacencia con los inversionistas norteamericanos (principalmente la Waters Pierce Oil Company, subsidiaria de Standard Oil de la familia Rockefeller) y con la compañía inglesa Pearson and Son.
Esta es la misma estrategia que se sigue con los ferrocarriles, el cual se abre inicialmente al capital externo para su extensión y en la medida en que se acrecientan las necesidades de transporte por parte de industrias (como la del petróleo) y en general por la expansión que va cobrando el mercado interno, las vías del ferrocarril se vuelven propulsores e instrumento imprescindible para tal fin, por ello el ferrocarril se va convirtiendo en objetivo de grandes disputas. La historia oficial suele esconder el hecho de que siendo los ferrocarriles un proyecto de tanta importancia, el Estado rompe con su "ortodoxia liberal" de no intervención del Estado en la economía (tan defendida por el ministro de Hacienda José Yves Limantour), consolidando un proyecto de nacionalización de esta actividad, alcanzándose en 1908 con la creación de los Ferrocarriles Nacionales de México. El secretario de Hacienda expresaba que esta acción se llevaba a cabo para limitar la depredación de los monopolios norteamericanos. Lo cual es relevante señalar para reconocer el pragmatismo con el que actúa la clase dominante, y sobre todo para mostrar que esta medida considerada como de uso exclusivo de los gobiernos de izquierda (o "progresistas"), se encuentra también en los de derecha o "reaccionarios" como el de Porfirio Díaz; después de todo las nacionalizaciones y estatizaciones son mecanismos para impulsar la acumulación de capital.
"Paz, orden y progreso", lema del porfiriato, sueño eterno de la burguesía
El espacio de este artículo no permite extenderse, pero es necesario referir al menos que unas de las grandes tareas que la burguesía mexicana requería para posibilitar la inversión y el mercado interno era instaurar la pacificación y el orden. Por un lado existían diversas fracciones en pugna de la burguesía que impedían asegurar una dinámica estable de los gobiernos por lo que la administración de Díaz será pionera de los pactos con las diferentes fuerzas locales (que será una práctica sistemática en los gobiernos constitucionales del siglo XX), los cuales estaban formadas lo mismo por hacendados y caciques adinerados que por militares, de manera que les otorga un poder regional pero a la vez los compromete a defender las orientaciones surgidas del poder ejecutivo central. De esta manera crea un grupo dominante disciplinado pero heterogéneo, lo cual, ya entrado el siglo XX será motivo de fisuras.
Por otra parte el caos existente y la falta de caminos alienta la presencia de bandoleros de mercaderes y el dominio de mafias locales; una actuación que lleva a cabo este gobierno es la persecución feroz, cumpliendo la sentencia que extenderían para todo problema social: "mátenlos en caliente"... Pero si para el lumpen, que hacía de las suyas en los caminos maltrechos que comunicaban las ciudades, las acciones del gobierno eran bestiales, las respuestas en contra de los trabajadores cuando reclamaban mejoras a sus condiciones de vida no era menor.
Es evidente que las penosas condiciones en que sobreviven los trabajadores en el campo y la ciudad, los va llevando a reflexionar y a organizarse y expresar su descontento, no podremos en esta entrega abundar sobre esas expresiones, en otro lo momento lo abordaremos, pero es importante señalar que aún cuando estas manifestaciones exponían dificultades, por un lado la presencia minoritaria de un proletariado y por otro por la carga ideológica pesada sobre las espaldas de muchos asalariados que habitan dentro de las haciendas, que los hace seguir sumisamente los dictados de su patrón (en las revueltas de inicios de siglo XX, muchos de estos peones defenderán al hacendado), empero pese o todo son muestra de su experiencia y de su presencia activa en el escenario social.
La riqueza de la burguesía se sustenta en la explotación de los trabajadores
Mientras el desarrollo de la acumulación toma niveles de aceleración y las arcas de los empresarios nacionales y extranjeros se llenan, la miseria se extiende por todos lados. Es indudable que la aparición de las formas de producción capitalista, traen consigo masas despojadas que se ven obligadas a vender su fuerza de trabajo. Las fábricas y talleres que se han instalado en las principales ciudades van aglutinando a esos despojados, otros asalariados más se encontrarán en las haciendas y ranchos (junto a otros explotados que van a sobrevivir de las viejas formas de producción, como los medieros[1] e incluso esclavos), pero todos ellos, sin importar el tipo de labor, van a cubrir jornadas extenuantes.
Lo mismo en las industria minera, manufacturera, de la construcción o el comercio, la jornada laboral era de 15 horas y corría de domingo a domingo. El peso de la inflación, los malos salarios y las pesadas cargas van empujando a respuestas importantes que la burguesía después se ha encargado de asimilar, convirtiéndolas en simples fechas de calendario, pero las huelgas de 1906 y 1907 en el mineral de Cananea en Sonora y en la fábrica textil de Río Blanco, Veracruz, son expresiones incipientes del coraje y la combatividad obrera en contra de la explotación capitalista.
Ante los festejos y los huecos discursos de la burguesía en sus fiestas centenarias que celebran efectivamente siglos de explotación capitalista contra el proletariado, es necesario reflexionar que las gloriosas efemérides triunfales del capitalismo se han expresado siempre en mayores penurias para los trabajadores en México y en el mundo.
Rojo/abril-2010
Notas
[1]Personas que trabajaba en una parcela y que al final, previo acuerdo con el propietario de la tierra, recibía la mitad de la producción. Uno aportaba la tierra, el otro el resto de los "insumos" e iban a "medias"