Teorías de las crisis y decadencia (I) - El método de El Capital

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Correspondencia Publicamos aquí una carta enviada por uno de nuestros contactos próximos que expresa un desacuerdo con nuestra posición sobre las explicaciones económicas de la decadencia del capitalismo. Publicamos esa carta y nuestra respuesta, basada en nuestras posiciones sobre el tema. En un próximo número de esta Revista publicaremos la segunda parte de este intercambio de correspondencia. Teorías de las crisis y decadencia – I 1. El método de El Capital a) Consideraciones generales Una de las críticas, considerada entre las más pertinentes, de Rosa Luxemburgo a El Capital es que, dado que es una obra inacabada, es necesariamente insuficiente. Aunque es cierto que El Capital es una obra incompleta pues Marx había manifestado su intención de continuarla, lo que escribió, con la asistencia de Engels, es en lo esencial, un análisis coherente y consistente ( ). Esto se evidencia si se comprende que la teoría de Marx sobre la crisis está basada únicamente en la tendencia a la baja de la tasa de ganancia. Lo que críticas como la de Luxemburgo no alcanzan a comprender es que Marx ya había comprendido las contradicciones de la acumulación capitalista con anterioridad a El Capital en la colección ulteriormente conocida llamada Las Teorías de la plusvalía. De hecho, argumentar que El Capital tiene serias lagunas, como hace Rosa Luxemburgo, es reducir el análisis de Marx a una mera descripción cuando es en realidad una crítica de la economía política capitalista, esto es, caer en una perspectiva empírica ( ). Significa que Luxemburgo no ha entendido la naturaleza del método de presentación que Marx utiliza en El Capital. Esto es puesto de manifiesto por su incapacidad para entender la advertencia de Marx que “puede parecer como si tuviéramos ante nosotros una construcción a priori” ( ). No puede comprender que Marx elija ese método particular de presentación que adoptó en El Capital y que capacita al proletariado para entrar más allá del mundo de las apariencias, del fetichismo de la mercancía que las relaciones de producción capitalista crean necesariamente y con ello, comprender sus contradicciones básicas y de esta forma “el movimiento real puede ser apropiadamente presentado” ( ). Este método “va más allá de lo menos esencial y de los fenómenos superficiales continuamente cambiantes de la economía mercantil” ( ). El Capital no pretende contarnos “la historia entera del desarrollo capitalista” ( ) o “predecir el curso actual del desarrollo capitalista” ( ) sino “poner al desnudo la dinámica de ese desarrollo” ( ); esto es, revelar las contradicciones inherentes a la acumulación capitalista desde la perspectiva de la transformación revolucionaria de la sociedad, adoptando un punto de vista de totalidad. El Capital no consiste en una serie de descripciones progresivamente detalladas de la realidad capitalista concreta análogas a una serie de fotografías que sucesivamente adquieren una mayor amplitud. Aunque las explicaciones que contiene El Capital van desde las de naturaleza más general y abstracta hasta las más concretas y particulares, no se trata de una simple progresión lineal; aunque en cada etapa, sobre la base de condiciones simplificadas, se hace un análisis provisional. En la etapa siguiente este análisis provisional es ampliado y concretado. Sin embargo, estos diferentes niveles no se contradicen entre sí ni tampoco la realidad capitalista empírica como podría parecer a primera vista si se comparan simplemente como hace erróneamente Luxemburgo ( ). En el siguiente paso, Marx elimina las contradicciones aparentes entre los diferentes niveles de la forma siguiente. En primer lugar, extrae las conclusiones lógicas que se siguen de la hipótesis que se desprende del nivel anterior. Con ello, mostrando que “estas conclusiones llevan a un absurdo lógico” ( ) demuestra entonces que “el análisis no está terminado todavía y debe proseguirse ulteriormente” ( ); es decir, cada conclusión previa necesita modificarse para eliminar las contradicciones. Estas modifican las conclusiones en el nivel siguiente. Ejemplos de ello en El Capital podemos verlos en la transición entre el valor de las mercancías y el valor de la fuerza de trabajo en el Capítulo 4º del Volumen Iº así como en la transición entre las diferentes tasas de ganancia en las diferentes esferas de producción hasta la formación de una tasa media de ganancia en el Capítulo 8º del Volumen III. “La imposibilidad de la plusvalía en el Capítulo 4º del Volumen I, y la posibilidad de las diferentes tasas de ganancia en el Capítulo 8º del Volumen III, no sirven como necesarios enlaces para su construcción sino como pruebas de lo contrario. El hecho de que dichas conclusiones conduzcan a un absurdo lógico muestra que el análisis no está todavía terminado y debe proseguirse ulteriormente. Marx no determina la existencia de diferentes tasas de ganancia sino el absurdo de una teoría que se base en semejante premisa” ( ). Es fundamental para entender el método de Marx la distinción entre la naturaleza “interna” o “general” de El Capital ( ) y su realidad empírica históricamente hablando; las “tendencias generales y necesarias” ( ) como diferentes de las “formas de su apariencia” ( ). La incapacidad para captar estas diferencias cruciales puede llevar directamente al empirismo al aceptar las meras apariencias como la verdad. Pero inversamente, ignorar los “lazos necesarios” entre la naturaleza interna y las formas en que aparecen llevaría a El Capital a convertirse en un ideal abstracto divorciado de la realidad. No hay nada de escolástico o de místico en esta distinción; Marx la concibió claramente como vital para entender la acumulación capitalista: “un análisis científico de la competencia es posible solamente si comprendemos la naturaleza íntima del capital, de la misma forma que el movimiento de los cuerpos celestes es inteligible solamente para quienes van más allá de sus movimientos reales que no son perceptibles por los sentidos” ( ). b) Los esquemas de Marx sobre la reproducción, las crisis y la caída de la tasa de ganancia En sus esquemas sobre la reproducción, Marx se limita a mostrar la reproducción del capital social en su forma fundamental; no pretende “presentar un panorama de la realidad capitalista concreta” ( ). Pero lo esencial, un punto importante se muestra claramente a partir de estos esquemas de la reproducción: “para que la producción se expanda y progrese deben existir unas proporciones dadas entre los sectores productivos; en la práctica estas proporciones se realizan aproximadamente; ello depende de los siguientes factores: la composición orgánica del capital, la tasa de explotación y la proporción de plusvalía que ha sido acumulada” ( ). Los esquemas no pretenden revelar la causa de la crisis. La verdadera causa es investigada en una etapa posterior del análisis de Marx. “Ni la posibilidad de sobreproducción ni la imposibilidad de la sobreproducción se deriva de los esquemas mismos... Lo que debe recordarse es que estos esquemas solo son una etapa particular, representan un cierto nivel de abstracción, en el desarrollo de la teoría de Marx. El proceso de producción y el proceso de circulación, el problema de la producción y la realización, han de ser vistos dentro del proceso total de la producción capitalista en su conjunto” ( ). Marx explica la caída de la tasa de ganancia como una consecuencia de la unidad de la producción, la circulación y la distribución del capital, por ejemplo, “el proceso de la acumulación capitalista tiene 3 momentos distintos aunque interrelacionados: la extracción de plusvalía, la realización de la plusvalía y la capitalización de la plusvalía” ( ). Explica las crisis capitalistas únicamente en términos de la caída de la tasa de ganancia puesto que esta engloba el proceso entero de la acumulación capitalista. Muestra, en fin de cuentas, que esto causa la crisis debido a la sobreproducción de capital. Más aún, la sobreproducción de capital no es absoluta ni permanente sino recurrente y relativa dada una tasa de ganancia determinada. “Periódicamente, sin embargo, se produce demasiados medios de trabajo y demasiados medios de subsistencia, demasiado en función de los trabajadores explotados bajo una determinada tasa de ganancia. Se producen demasiadas mercancías respecto al valor contenido en ellas y la plusvalía incluida en dicho valor para ser realizada bajo las condiciones de distribución dadas por la producción capitalista y para ser transformadas en nuevo capital. Es imposible cumplir dicho proceso sin explosiones periódicas que se repiten sin cesar” ( ). c) El Capital y la evolución histórica del capitalismo Para entender cómo el análisis inacabado y abstracto de El Capital puede ser aplicado a la evolución histórica es preciso captar lo siguiente. Primero, el análisis abstracto de El Capital es aplicable a todas las fases del capitalismo: “Las fórmulas de Marx tratan sobre un capitalismo químicamente puro que nunca ha existido ni existirá. Precisamente por ello, estas fórmulas revelan la tendencia básica de cada capitalismo y precisamente del capitalismo y solo del capitalismo” ( ). Aunque aquí, Trotski, se refiere específicamente a los esquemas de la reproducción contenidos en el Volumen II de El Capital, esta apreciación puede ser extendida al conjunto de El Capital. En segundo lugar que: “Aunque la crisis real tiene que ser explicada a partir del movimiento real de la producción, el crédito y la concurrencia capitalista, son las tendencias generales del proceso de acumulación mismo y la tendencia secular a la baja de la tasa de ganancia las que proporcionan la base de esta explicación” ( ). Por último, que este “movimiento real de la producción, el crédito y la concurrencia capitalista” no puede reducirse a pura economía, sino que necesita ser concebido desde el punto de vista de la evolución del capitalismo en su conjunto. “Además, la crisis no puede ser reducida a acontecimientos ‘puramente económicos’ aunque aparezcan como ‘puramente económicos’, esto es, emergiendo de las relaciones sociales de producción vestidas con formas económicas. La lucha competitiva internacional, llevada también por medios políticos y militares, influencia el desarrollo económico, dando lugar a varias formas de concurrencia. Así cada crisis real solo puede ser comprendida en conexión con el desarrollo social en su conjunto” ( ). Aquí reside la gran contribución de Luxemburgo al marxismo. Aunque su teoría económica es muy defectuosa, su capacidad para proceder desde un punto de vista de la totalidad hace que llegue a esta conclusión: “La política imperialista no es obra de un país o de un grupo de países. Es el producto de la evolución mundial del capitalismo en un momento dado de su maduración. Es un fenómeno internacional por naturaleza, un todo inseparable que no puede comprenderse más que como relaciones recíprocas y al cual ningún Estado puede sustraerse” ( ). 2. La naturaleza de la decadencia capitalista y las teorías de la crisis de Marx, Luxemburgo y Grossmann La clave para entender la decadencia del capitalismo es, como Bujarin señala en Imperialismo y economía mundial ( ), la formación de la economía mundial. Por tanto, la decadencia del capitalismo es sinónimo de la creación de la economía mundial. “La existencia de la economía mundial implica la intensificación de la división internacional del trabajo y del cambio mercantil hasta el punto que cualquier cosa que ocurre en un punto de la cadena económica influencia directamente todos los demás puntos. La concurrencia internacional iguala los precios y las condiciones de producción y tiende hacia la igualación de la tasa de ganancia a nivel internacional (aunque desde luego es siempre modificada por la existencia del capitalismo en su forma de Estado nacional). Los países industrializados son ahora interdependientes en términos de mercados y de inversiones, mientras que las crisis son fenómenos que se extienden como un incendio de un sitio a otro. En lo concerniente a las áreas subdesarrolladas, carecen de dinámica interna y están totalmente circunscritas a la dominación formal que les impone el capitalismo. La existencia de la economía mundial no mitiga sino que intensifica los antagonismos imperialistas y sus consecuencias son crisis económicas mundiales y guerras mundiales” ( ). Aunque la creación de la economía mundial desemboca en el “ciclo infernal de crisis – guerra-reconstrucción-nueva crisis...” ( ) – eso no significa que la decadencia se caracterice por una total detención del crecimiento de las fuerzas productivas. Sino que: “Desde el comienzo del siglo estamos siendo testigos de un freno masivo del crecimiento de las fuerzas productivas en comparación con lo que sería objetivamente posible dado el nivel de conocimiento científico, progreso técnico y el nivel de proletarización de la sociedad” ( ). Esto está en línea con la perspectiva de la decadencia de las sociedades de clase que Marx desarrolló en el famoso Prefacio a la Contribución a la crítica de la economía política. Durante el periodo de reconstrucción tras la 2ª Guerra mundial, muchos trabajadores, particularmente los de los países del Oeste, experimentaron una sustancial mejora de sus condiciones materiales. Pero esas mejoras no pueden ser consideradas de ninguna forma como verdaderas reformas dados los costes materiales asociados con ellas: tales mejoras ocurrieron sobre la base de las destrucciones masivas de las fuerzas productivas durante la 2ª Guerra mundial y las profundas trabas a su desarrollo a lo largo de la llamada “Guerra fría”. Durante el periodo de reconstrucción el capitalismo destruyó el futuro de la humanidad con antelación a la vez que fue preparando destrucciones mucho más graves en el futuro. La realidad material de la decadencia desmiente sin embargo la idea de una crisis mortal y final. Pero, la teoría de la crisis de Luxemburgo y Grossmann defienden sin ninguna duda la idea de una crisis mortal y ambas pronostican un límite absoluto a la acumulación capitalista; esto es, ellos predicen que, en última instancia, el capitalismo deberá hundirse porque la acumulación se hace literalmente imposible (de forma específica, Luxemburgo dice que el capitalismo lleva consigo la crisis porque es imposible realizar la plusvalía dentro del capitalismo ( ); Grossmann afirma que la crisis ocurre porque la acumulación capitalista conduce inevitablemente a una carencia absoluta de plusvalía ( ). Es verdad que Luxemburgo y Grossmann piensan que mucho antes de que la acumulación se haga imposible, la intensificación de la lucha de clases resultante de las crecientes dificultades económicas podría paralizar la acumulación de todas maneras ( ). No obstante, en la medida en que ellos ven un límite absoluto a la acumulación capitalista, argumentan en cualquier caso que el capitalismo podría hundirse incluso sin la lucha de clases. El crecimiento virtualmente cero entre la Iª y la IIª Guerra mundial pareció confirmar las teorías de Luxemburgo y Grossmann pues tendían a identificar decadencia del capitalismo con crisis económica permanente. Sin embargo, la expansión del capitalismo tras la IIª Guerra mundial supone la mayor refutación posible de estas teorías. Según Luxemburgo, los mercados precapitalistas solventes, sin los cuales la acumulación capitalista es imposible, estaban globalmente exhaustos hacia la Iª Guerra mundial. Está claro que desde entonces ha ocurrido una persistente destrucción de esos mercados. Lógicamente, el crecimiento capitalista no puede alcanzar y menos aún superar el crecimiento previo a la Iª Guerra. Vistas las cosas a la luz de su teoría, el crecimiento posterior a la IIª Guerra mundial que ha alcanzado niveles muy superiores a los anteriores a la Iª Guerra mundial, incluso tomando en cuenta la producción capitalista improductiva, como admite la propia CCI, resulta inexplicable. Como Grossmann comparte con Luxemburgo la concepción mecánica de un límite económico absoluto a la acumulación capitalista, lógicamente su teoría puede dar cuenta de la expansión del capitalismo tras la IIª Guerra mundial solamente si el capitalismo fuera todavía un sistema progresivo, es decir, si NO fuera todavía decadente. La imposibilidad de auténticas reformas y de la autodeterminación nacional, la naturaleza imperialista de todas las naciones, la naturaleza reaccionaria de todas las fracciones de la burguesía, la naturaleza mundial de la revolución proletaria, en resumen, la decadencia del capitalismo, NO PUEDE ser reducida a la imposibilidad del desarrollo capitalista como implican las teorías de Luxemburgo y Grossmann sino que “solo pueden ser entendidos en conexión con el desarrollo social tomado en su conjunto” ( ). Por tanto, la crisis permanente no significa una crisis económica permanente. Solo en relación al “desarrollo social en su conjunto” podemos hablar de crisis permanente. Sin embargo, eso es lo que se deriva de las teorías de Luxemburgo y Grossmann. El auténtico curso del desarrollo capitalista contradice las teorías sobre la crisis de Luxemburgo y Grossmann. La tentativa de conciliar esas teorías con la evolución actual del capitalismo solo pueden conducir a explicaciones que son empíricas, inconsistentes y contradictorias. En particular, es un flagrante error pretender que la visión según la cual existe un límite económico absoluto para la acumulación capitalista no se desprende lógicamente de ambas teorías. La visión marxista de la decadencia como una traba a las fuerzas productivas y la noción de un límite económico absoluto del capitalismo, son totalmente incompatibles; no podemos suscribir coherentemente las dos ideas al mismo tiempo. a) La distorsión de Luxemburgo y Grossmann de El Capital Dado que la crisis de la economía mundial coincide con el reparto geográfico de todo el mundo podría parecer que la falta de mercados externos es la causa de dicha crisis. Luxemburgo toma esta apariencia como realidad y procede a revisar ( ) El Capital a la luz de su visión empirista. En particular, después de examinar el esquema de Marx sobre la reproducción ampliada concluye que la acumulación capitalista provoca inevitablemente un exceso absoluto de plusvalía ( ). “El problema que parecía no resuelto es quien compra los productos en los cuales está contenida la plusvalía. Sí el departamento I (medios de producción) y el II (medios de consumo) se compran mutuamente cada vez más medios de producción y cada vez menos medios de consumo esto significaría un movimiento circular interminable con lo cual nada quedaría resuelto. La solución estaría en la aparición de compradores situados fuera del capitalismo” ( ). Sin embargo, este “movimiento circular interminable” que habla Luxemburgo solo existe en su profunda incomprensión del proceso de acumulación capitalista: construye su “prueba” sobre la base de uno de los errores teóricos más elementales que jamás hayan sido cometidos por los revolucionarios marxistas (la crítica fue realizada por la izquierda de la Socialdemocracia como por ejemplo por Lenin y Pannekoek en sus recensiones coetáneas de la obra de Luxemburgo La Acumulación de capital). “El error básico de Luxemburgo es que toma el capital total como si fuera un capitalista individual. Subestima este capital total. Además no entiende que el proceso de realización ocurre gradualmente. Por la misma razón pinta la acumulación de capital como si fuera una acumulación de capital dinero” ( ). La confusión de Luxemburgo entre capital total y capitalista individual viene de que llega al esquema de Marx sobre la reproducción ampliada partiendo de su esquema sobre la reproducción simple con lo cual “el montante total del capital variable y por consiguiente el consumo de los trabajadores debe permanecer fijo y constante” ( ). “Pero excluir semejante hipótesis significa excluir la reproducción ampliada desde el principio. Si, sin embargo, se excluye la reproducción ampliada desde el principio como prueba lógica, se hace naturalmente fácil hacerla desaparecer al final, pues lo que aquí tenemos delante de nosotros es la simple reproducción de un error lógico” ( ). Luxemburgo desarrolla el increíble argumento consistente en que la plusvalía total necesita para ser acumulada que coincida con el montante total de dinero para que la realización ocurra ( ). “En cada momento, la plusvalía total destinada a la acumulación aparece en diferentes formas: como mercancía, como dinero, medios de producción en funcionamiento y fuerza de trabajo. Sin embargo, la plusvalía bajo la forma dinero nunca puede ser identificada con la totalidad de la plusvalía” ( ). “De todo esto se desprende – como pensamos nosotros – la manera como explica ella el imperialismo. Desde luego, si el capital total es equiparado con el típico capitalista individual, no puede ser su propio consumidor. Más aún, si el total de oro es equivalente al valor del número adicional de mercancías, este oro solo puede venir del extranjero (pues es un sin sentido obvio asumir la correspondiente producción de oro). Finalmente, si todos los capitalistas tienen que realizar su plusvalía a la vez (sin ir de un bolsillo a otro, lo que está estrictamente prohibido) ¡desde luego necesitarán ‘terceras personas’!” ( ). Sin embargo, incluso si consiguiera mostrar que un exceso de plusvalía se produce sobre la base del esquema, aún así no probaría NADA porque estaría sacando conclusiones que “se derivan de un esquema que no tiene ninguna validez objetiva” ( ). En suma, el principal error de Rosa Luxemburgo es pensar que el esquema de Marx sobre la reproducción ampliada sería supuestamente un retrato del capitalismo real ( ). “En un esquema de la reproducción construido sobre valores, diferentes tasas de ganancia pueden surgir en cada sección del esquema. Sin embargo, en la realidad existe una tendencia a que las diferentes tasas de ganancia se igualen en una tasa media, una circunstancia que ya se halla contenida en el concepto de precios de producción. Por tanto, si se quiere tomar el esquema como base para criticar o admitir la posibilidad de realizar la plusvalía, se debería transformar primero en precios de producción el esquema” ( ). Esto tiene la siguiente consecuencia: “Si tomamos en cuenta esta tasa de ganancia media, el argumento de Rosa Luxemburgo sobre la desproporción pierde todo su valor, puesto que un sector vende por encima y otro por debajo del valor y, sobre la base de los precios de producción, la parte no disponible de la plusvalía puede desaparecer” ( ). Superficialmente hablando, Grossmann parece seguir la teoría de Marx sobre la tendencia a la baja de la tasa de ganancia puesto que utiliza el esquema de Otto Bauer, el cual muestra una composición orgánica creciente del capital en los dos sectores de la reproducción social. Sin embargo, el esquema asume igualmente una tasa fija y constante de plusvalía en ambos sectores; con lo que tenemos “dos condiciones las cuales se contradicen y neutralizan entre si” ( ) lo que constituye “una imposibilidad, en realidad un absurdo” ( ) (aunque estas premisas sean válidas para mostrar el error del pretendido problema de la realización planteado por Rosa Luxemburgo). Bajo estas premisas, a fin de cuentas “se alcanza un punto en el que la composición orgánica de la composición total es tan grande y la tasa de ganancia tan pequeña que se tendría que absorber la totalidad de la plusvalía producida para ampliar el capital constante existente” ( ). De lo que se desprende que la crisis sería el resultado de una carencia absoluta de plusvalía. Sin embargo, en la teoría de Grossmann la caída de la tasa de ganancia constituye únicamente un factor acompañante, no la causa de la crisis. “¿Cómo puede ser que un porcentaje, un puro número como es la tasa de ganancia, produzca la ruptura de todo un sistema? La caída de la tasa de ganancia es en realidad un indicador que revela la caída relativa de la masa de ganancia” ( ). Aunque este argumento es impecable lógicamente hablando, procede en realidad de falsas premisas. Grossmann no se da cuenta que al tomar el esquema de Bauer comete el mismo error que él mismo y Paul Mattick reprochan a Rosa Luxemburgo. Saca conclusiones de un esquema que no tiene validez objetiva. Puesto que si se quiere tomar el esquema de Bauer como una base para criticar o admitir la posibilidad de una subacumulación de capital, deberíamos previamente transformarlo en esquema de precios de producción. Grossmann no consigue comprender la importancia del hecho que Marx, en el Volumen III de El Capital, analice la caída de la tasa después de haber examinado la transformación de los valores en precios de producción; o sea, que como estos son los responsables de la formación de la tasa media de ganancia, la tendencia del capitalismo a la crisis no puede deducirse independientemente de este proceso. Lo que Grossmann paso por alto es que el esquema de Bauer, en virtud de estas dos premisas contradictorias, excluye de esta forma la tasa de ganancia media, lo que anula, por consiguiente, todas las conclusiones que saca. Además, no solo Grossmann parte de Marx ignorando las consecuencias de tasa de ganancia media, sino que hace lo mismo con su visión según la cual los capitalistas se ven obligados a aumentar el capital constante a causa del “crecimiento del capital requerido por la tecnología” ( ). Grossmann sostiene que “cuando la tasa de ganancia es inferior a la tasa de crecimiento exigida por el progreso técnico entonces el capitalismo se hunde” ( ). Este concepto que es extraño tanto a El Capital como al marxismo en general, proporciona a Grossmann la principal razón para explicar por qué la acumulación capitalista avanza inevitablemente hacia su hundimiento. En esta teoría, por consiguiente, la caída de la tasa de ganancia no es la causa de la crisis sino más bien un factor acompañante. Saca la conclusión lógica que el capital es exportado porque resulta imposible utilizarlo en el interior cuando en realidad la razón reside en que las ganancias son superiores ( ). Las conclusiones de Luxemburgo y de Grossmann sobre las causas de la crisis capitalista y sobre la tendencia histórica de la acumulación capitalista no tienen ningún sentido pues derivan de unos esquemas que no tienen ninguna validez objetiva. Estos esquemas no tienen ningún valor para un análisis de estas cuestiones pues están basados sobre premisas que, histórica y lógicamente, son absurdas para su resolución. Estas teorías erróneas de la crisis provienen de visiones fragmentarias y unilaterales de la acumulación capitalista. Mientras que Marx explica que la crisis surge de la unidad entre la producción, la circulación y la distribución del capital, Luxemburgo y Grossmann, separan respectivamente, la circulación y la producción de capital del proceso de producción capitalista como un todo. La revisión de las teorías económicas de Marx que realiza Rosa Luxemburgo es más grosera y más extrema que la de Grossmann. Es más grosera debido a los errores elementales que comete acerca de la acumulación capitalista; es más extrema porque sitúa la barrera fundamental a la acumulación capitalista en el exterior de la economía capitalista mientras que Grossmann está al menos de acuerdo con Marx en que “la verdadera barrera de la producción capitalista es el capital mismo” ( ). Aunque Luxemburgo sucumbe al empirismo en su explicación de las contradicciones de la acumulación capitalista, sigue, sin embargo, el método marxista al analizar el desarrollo histórico del capitalismo desde el punto de vista del sistema capitalista en su totalidad. Más que empírica, la interpretación de Grossmann de las crisis capitalistas, refleja una perspectiva idealista. Sostiene que la verdadera causa de la crisis capitalista es la imagen invertida de lo que parece ser: la crisis aparece como una superproducción de mercancías, es decir, como un excedente absoluto de plusvalía, cuando en realidad la crisis se debe a una carencia absoluta de plusvalía. Es cierto que Grossmann percibe mejor el método de El Capital pero esta percepción la utiliza para justificar su visión idealista del capitalismo. Solo El Capital de Marx explica las contradicciones fundamentales de la acumulación capitalista y, por tanto, los fundamentos económicos del periodo ascendente y el periodo decadente del capitalismo. Consecuencias políticas “Queremos decir que todo error en el nivel de las teorías económicas tiende a reforzar errores que se derivan del conjunto de teorías políticas de un grupo. Toda incoherencia en los análisis de un grupo puede abrir la puerta a confusiones más generales: pero no consideramos que existan fatalidades irrevocables... un análisis de los fundamentos económicos de la decadencia forma parte de un punto de vista proletario más amplio, un punto de vista que exige un compromiso activo para cambiar el mundo... Las conclusiones políticas defendidas por los revolucionarios no provienen de forma mecánica de un análisis particular de las teorías económicas” ( ). A la luz de esta premisa, saco las siguientes conclusiones: La fuerza principal de los análisis del imperialismo de Bujarin ( ), Luxemburgo, Bilan, Paul Mattick ( ), la Fracción francesa de la Izquierda comunista y la CCI es su reconocimiento de la naturaleza global de la decadencia capitalista. Inversamente, la debilidad principal de los análisis sobre el imperialismo de Pannekoek, Lenin, los bordiguistas y el BIPR es su tendencia, en diferentes grados, a concebir el desarrollo de cada nación tomada aisladamente, viendo la economía mundial como una suma de economías nacionales separadas. Dicho de otra forma: sus análisis del imperialismo están influidos por la teoría mecanicista errónea de los estadios procedente de la Socialdemocracia. La deficiente teoría económica de Rosa Luxemburgo entraña una tendencia a ver una diferencia absoluta en lugar de una diferencia cualitativa entre el periodo ascendente y el periodo decadente del capitalismo. Tal es la razón por la cual en su teoría del agotamiento de los mercados precapitalistas entraña lógicamente una barrera infranqueable a la acumulación capitalista. La CCI, por ejemplo, a veces ve difícil “que las tendencias que han provocado la decadencia capitalista se han detenido simplemente al principio de la 1ª Guerra mundial” ( ). La teoría de las crisis de Grossmann coincide con la de Luxemburgo en que hay un límite absoluto a la acumulación capitalista. Pero como esta teoría sostiene que dicho límite es debido a factores capitalistas internos, ello implica lógicamente que la expansión capitalista posterior a la 2ª Guerra mundial se inscribía todavía en su periodo ascendente. Por consiguiente, su teoría conlleva una tendencia a ver más bien diferencias cuantitativas entre ascendencia y decadencia del capitalismo. Sin embargo, más que cualquier otra cosa, es el rigor y la coherencia del programa político de la Corriente lo que influye de forma determinante la claridad y la pertinencia de sus análisis. De esta forma, las deficiencias del análisis económico de la CCI tienen efectos menos negativos en la claridad de sus análisis a causa de la fuerza de su programa político, un programa que saca todas las consecuencias de la decadencia del capitalismo. Por el contrario, el programa político del BIPR – y en un grado mayor el de los bordiguistas – el que contiene más errores, incoherencias y ambigüedades. Estas debilidades reflejan la incapacidad de la primera corriente para sacar todas las consecuencias de la decadencia ( ) y de estos últimos para reconocer que el capitalismo como sistema global es completamente decadente ( ). Estas corrientes, es especial los bordiguistas, tienden en consecuencia a ver más bien diferencias cuantitativas entre capitalismo ascendente y decadente. C.A. Nota de la redacción: por falta de tiempo no hemos podido hacer una labor de búsqueda de los textos en castellano citados en esta carta. Por ello, hemos traducido esas citas directamente del inglés. Teorías de las crisis y decadencia Nuestra respuesta – I LAS ACTUALES convulsiones económicas, el aluvión de despidos que está cayendo sobre todos los trabajadores del mundo y principalmente en los países más industrializados, arrojan claras sombras de duda sobre la machacona propaganda que habla sin parar de la “buena salud” y las “perspectivas radiantes” de este sistema social y motivan una justificada inquietud sobre su futuro. Discutir sobre ello, ver qué teorías existen en el movimiento revolucionario y cual es la que logra una explicación más coherente sobre el actual estado de cosas y sus perspectivas, es pues de la mayor importancia. La correspondencia que publicamos se inscribe en esa dirección. El compañero no tiene ninguna duda sobre la decadencia del capitalismo. Su punto de partida es la posición fundamental adquirida con el Primer congreso de la Internacional comunista: “Una nueva época ha nacido. Época de disgregación del capitalismo, de su hundimiento interior. Época de la revolución comunista del proletariado... el periodo actual es el de la descomposición y el hundimiento de todo el sistema capitalista mundial y será el del hundimiento de la civilización europea en general si no se destruye al capitalismo con sus contradicciones insolubles”. También comparte las posiciones políticas que se ¬derivan de ese análisis histórico: “La imposibilidad de auténticas reformas y de la autodeterminación nacional, la naturaleza imperialista de todas las naciones, la naturaleza reaccionaria de todas las fracciones de la burguesía la naturaleza mundial de la revolución proletaria”. Del mismo modo, tiene bien claro que “la principal fuerza de los análisis del imperialismo de Bujarin, Luxemburgo, Bilan, Paul Mattick, la Izquierda comunista de Francia y la CCI es su reconocimiento de la naturaleza global de la decadencia capitalista”, insiste en que lo esencial es ver el capitalismo en su totalidad y no de forma abstracta o parcial y pone en evidencia que pese a las críticas que nos dirige “por encima de todo es el rigor y la coherencia del programa político de la corriente el que tiene la influencia determinante en la claridad y la perspicacia de sus análisis”. En este marco, el compañero rechaza la tesis de Rosa Luxemburgo sobre la explicación teórica de la crisis capitalista, cree que la CCI cae en el dogmatismo sobre esta cuestión y afirma que Marx “explica la crisis capitalista únicamente en términos de caída de la tasa de ganancia porque esta engloba el proceso total de la acumulación capitalista”. Nuestra respuesta no va abordar todas las cuestiones que plantea. Nos limitaremos a exponer a qué problemas concretos responden las dos teorías que básicamente se han desarrollado en el movimiento marxista para explicar la crisis histórica del capitalismo (la tendencia a la baja de la tasa de ganancia y la tendencia a la sobreproducción); trataremos de demostrar que ambas no son contradictorias y que precisamente desde un punto de vista global e histórico es la segunda, que se desprende de los trabajos del propio Marx y fue desarrollada posteriormente por Rosa Luxemburgo ( ), la que permite una explicación más justa y que integra coherentemente la tendencia a la baja de la tasa de ganancia. Del mismo modo, intentaremos despejar una serie de malentendidos que existen sobre los análisis de Rosa Luxemburgo. La tendencia a la baja de la tasa de ganancia El capitalismo ha desarrollado de forma prodigiosa la productividad del trabajo humano en todos los órdenes de la actividad social. Por ejemplo, el transporte que bajo el feudalismo se limitaba a los métodos lentos e inciertos del caballo, la carreta y el barco de vela, ha sido llevado por el capitalismo a las impensables velocidades alcanzadas sucesivamente por el ferrocarril, el barco de vapor, el avión o el tren de alta velocidad. El Manifiesto comunista rinde cuenta de ese enorme dinamismo del sistema capitalista: “ha creado maravillas muy distintas a las pirámides de Egipto, a los acueductos romanos y a las catedrales góticas y ha realizado campañas muy distintas a las migraciones de los pueblos y a las Cruzadas... Mediante la explotación del mercado mundial, la burguesía ha dado un carácter cosmopolita a la producción y al consumo de todos los países. Con gran sentimiento de los reaccionarios ha quitado a las industrias su base nacional... Merced al rápido perfeccionamiento de los instrumentos de producción y al constante progreso de los medios de comunicación, la burguesía arrastra a la corriente de la civilización a todas las naciones, hasta las más bárbaras. Los bajos precios de sus mercancías constituyen la artillería pesada que derrumba todas las murallas de China y hace capitular a los bárbaros más fanáticos hostiles a los extranjeros”. Por eso mismo, mientras “la conservación del antiguo modo de producción era la primera condición de existencia de todas las clases precedentes”, en cambio “la burguesía no puede existir sino a condición de revolucionar incesantemente los instrumentos de producción y, por consiguiente, las relaciones de producción, y con ello todas las relaciones sociales” (ídem). Los adoradores de El Capital resaltan unilateralmente este rasgo del sistema atribuyéndolo al “espíritu de empresa”, al ímpetu “innovador”, que supuestamente habría liberado en los individuos la “libertad de comercio”. Marx, reconociendo en su justa medida la contribución histórica del capitalismo, desmonta sin embargo, esos cantos de sirena. En primer lugar, pone en evidencia la base material de esas prodigiosas transformaciones. El capitalismo encierra una tendencia permanente a que el capital constante (máquinas, edificios, instalaciones, materias primas etc.) crezca proporcionalmente mucho más que el capital variable (el trabajo de los obreros). El primero constituye la coagulación de un trabajo realizado precedentemente, es decir, un trabajo muerto, mientras que el segundo es quien pone en movimiento esos medios para crear nuevos productos, es el trabajo vivo. Bajo el capitalismo el peso del trabajo muerto tiende a ser cada vez mayor en detrimento del trabajo vivo. Es decir, el capital constante (trabajo muerto) crece proporcionalmente mucho más que el capital variable (trabajo vivo). Esto se denomina la tendencia al aumento de la com-posición orgánica del capital. ¿Qué consecuencias sociales e históricas tiene esa tendencia?. Marx las pone en evidencia, revelando el lado oscuro y destructivo de lo que los propagandistas del capital presentan unilateralmente como el Progreso, así como mayúsculas. En primer lugar, engendra una tendencia permanente al desempleo, el cual en la decadencia del capitalismo tiende a ser crónico ( ). Pero además demuestra que el aumento de la composición orgánica del capital significa que globalmente la masa de trabajo vivo explotado tiende a disminuir y con ello disminuye también la fuente del beneficio de los capitalistas: la plusvalía extraída a los obreros pues, como señala Mitchel en el trabajo antes citado, “un solo consumo le emociona, le apasiona, estimula su energía y su voluntad y constituye su razón de ser: el CONSUMO DE FUERZA DE TRABAJO” (ídem). En palabras de Marx “este incremento progresivo del capital constante en relación con el capital variable [tiene] como resultado una baja gradual de la cuota de beneficio, permaneciendo invariable la cuota de plusvalía e incluso el grado de explotación del trabajo por parte del capital” (El Capital, Vol. III, Secc. 3ª, Cap. XIII: Naturaleza de la ley, subrayado en el original).Es decir, el desarrollo de la productividad del trabajo que se traduce en el aumento de la composición orgánica del capital tiene como contrapartida la ley de la tendencia a la baja de la tasa de ganancia. Por ello, Mitchel afirma que “la ley de la baja tendencial de la tasa de ganancia genera crisis cíclicas y será un potente fermento de descomposición de la economía capitalista decadente” ( ). Los límites a la tendencia a la baja de la tasa de ganancia En una época histórica (el siglo XIX) de expansión y apogeo del capitalismo, donde la humanidad asistía asombrada a una sucesión interminable de inventos y progresos que transformaban todos los ámbitos de la vida social, Marx, de forma rigurosamente científica fue capaz de ver en ese progreso los factores de crisis histórica y descomposición del sistema que entonces estaba en su cumbre. Fue él, el primero en descubrir esa ley y sistematizar sus posibles consecuencias históricas. Pero precisamente su rigor y meticulosidad le llevó a ver también sus limitaciones, los factores que la contrarrestaban y sus propias contradicciones:“si consideramos por un momento el enorme desarrollo de las fuerzas productivas del trabajo social solo durante los últimos 30 años... vemos que en vez de la dificultad con la que hasta ahora han tropezado los economistas, es decir, explicar el descenso de la cuota de beneficio, surge la dificultad contraria, o sea explicar por qué este descenso no es mayor o más rápido. Indudablemente tal hecho se debe al juego de influencias que contrarrestan y neutralizan los efectos de esta ley general, dándole simplemente el carácter de una tendencia, motivo por el cual presentamos aquí la baja de la cuota general de beneficio como una tendencia a la baja simplemente” (ídem). Este cuestionamiento encabeza el Capítulo XIV de la Sección 3ª del Volumen III de El Capital que se titula “Causas que contrarrestan la ley”. En éste capítulo Marx enumera seis “causas contrarrestantes”: a) El aumento del grado de explotación del trabajo b) La reducción del salario por debajo de su valor c) El abaratamiento de los elementos componentes del capital constante d) La superpoblación relativa e) El comercio exterior f) Aumento del capital-acciones En el marco limitado de esta Respuesta no podemos hacer un análisis en profundidad de esas causas contrarrestantes, su alcance y su validez. Pero debemos destacar la más importante: si la tasa de beneficio desciende, la cuota de plusvalía tiende a aumentar ( ), es decir, los capitalistas tratan de compensar la disminución de la tasa de beneficio aumentando la explotación del obrero. Frente a la tesis interesada de burgueses, sindicalistas y economistas según la cual el progreso técnico y la productividad disminuyen la explotación, Marx señala que “la tendencia decreciente de la cuota de beneficio va acompañada por la tendencia creciente de la cuota de plusvalía, es decir, del grado de explotación del trabajo. Por tanto, no hay cosa más estúpida que pretender explicar el descenso de la cuota de beneficio por medio del aumento de la cuota del salario, aunque excepcionalmente puedan darse casos como estos. Sólo la comprensión de las relaciones que constituyen la cuota de beneficio permite a la estadística analizar de un modo efectivo la cuota del salario en las distintas épocas y en los distintos países. La cuota del beneficio no disminuye porque el trabajo resulte más improductivo, sino porque se hace más productivo” (ídem). Esta es la realidad de todo el siglo XX donde el capitalismo ha intensificado de manera increíble la explotación de la clase obrera: “hay que hacer notar que, pese a una cierta baja en relación al último siglo, las tasas de ganancia actuales se han mantenido a un valor apreciable del orden del 10% – nivel que esencialmente se puede imputar al formidable aumento de la tasa de explotación sufrida por los trabajadores: para una misma jornada de 10 horas, si el obrero del siglo XIX trabajaba 5 para él y 5 para el capitalista (datos frecuentemente reportados por Marx) el obrero actual trabaja 1 hora para él y 9 para el empresario” ( ) (“La crisis ¿vamos a un nuevo 29?”, aparecido en Révolution internationale Antigua serie nos 6 y 7). Así pues “esta teoría de las crisis [se refiere a la que las explica por la baja tendencial de la tasa de ganancia] presenta el interés de captar el carácter transitorio del modo de producción capitalista y la gravedad creciente de las crisis que sacuden la sociedad burguesa. Con esta visión se puede pues interpretar parcialmente el cambio cualitativo que se produce entre el siglo XIX y el siglo XX en la naturaleza de las crisis: la gravedad creciente de las crisis encontraría su explicación en la agravación de la tendencia a la baja de la tasa de ganancia pero esta visión no basta en nuestra opinión para explicarlo todo y particularmente para encontrar una respuesta satisfactoria a dos cuestiones: – ¿por qué las crisis se presentan bajo la forma de una crisis de mercado? – ¿por qué las crisis han desembocado a partir de un determinado momento sobre la guerra mientras que anteriormente encontraban una solución pacífica?” El papel del mercado El capitalismo no se caracteriza únicamente por su capacidad para aumentar la productividad del trabajo. En realidad su rasgo esencial es la generalización y universalización de la producción mercantil: “Aunque la mercancía ha existido en la mayor parte de las sociedades, la economía capitalista es la primera basada fundamentalmente en la producción de mercancías. La existencia de mercados en constante aumento es una de las condiciones esenciales del desarrollo capitalista. En particular, la realización de la plusvalía producida por la explotación de la clase obrera es indispensable para la acumulación de capital, motor esencial de su dinámica” (Punto III de la Plataforma de la CCI). El capitalismo no nace de artesanos inteligentes ni de genios innovadores sino de mercaderes. La burguesía surge como clase de comerciantes y a lo largo de su historia ha recurrido – y sigue recurriendo – a formas de trabajo de muy baja productividad: – hasta bien entrado el siglo XIX echa mano del esclavismo; – hoy emplea masivamente el trabajo forzado de los presos, por ejemplo en la primera concentración industrial del mundo, USA ( ); – sigue explotando el trabajo doméstico; – durante largas épocas ha utilizado diversas formas de trabajo forzado; – Hoy prolifera el trabajo de los niños El móvil del capitalismo es el máximo beneficio y éste encuentra su marco global en el mercado. Pero cuando hablamos de “mercado” y “producción mercantil” hay que precisar. Los economistas burgueses presentan el mercado como un mundo de “productores y consumidores”, como si el capitalismo fuera un régimen de intercambio simple de mercancías donde cada cual vende para poder adquirir lo que necesita para su subsistencia. La base del capitalismo es el trabajo asalariado, es decir, la explotación de una mercancía especial, la fuerza de trabajo, con objeto de obtener el máximo beneficio. Ello determina una forma específico de intercambio caracterizada por los siguientes rasgos: 1. Se realiza a gran escala rompiendo el estrecho marco local o incluso nacional; 2. Pierde todo vínculo con el trueque o el cambio simple de mercancías propio de pequeñas co¬munidades locales de productores más o menos suficientes, para tomar una forma universal ba¬sado en el dinero; 3. Está al servicio de la formación y acumulación del capital; 4. Necesita como condición misma de su existen¬cia el ampliarse constantemente no pudiendo acomodarse a un punto de equilibrio determi¬nado. Es cierto que el mercado no es el objetivo de la producción capitalista. Esta no se realiza para satis¬facer las necesidades de consumo de los comprado¬res solventes sino para obtener plusvalía en una escala cada vez mayor. Sin embargo, no hay otro medio para materializar la plusvalía que pasar por el mercado y no hay otra forma de obtener una plus¬valía cada vez mayor que ampliar el mercado. Dentro del movimiento revolucionario los partidarios de explicar las crisis por la tendencia a la baja de la tasa de ganancia exclusivamente, como es el caso del compañero, tienden relativizar o a negar pura y simplemente, el papel del mercado en las crisis del capitalismo. Aducen que el mercado no es sino el reflejo de lo que pasa en el terreno de la producción. Según ellos, las proporcionalidades entre los distintos sectores de la producción capitalista (esencialmente, el Sector I de medios de producción y el Sector II de medios de consumo) se manifiestan en el equilibrio o los desequilibrios del mercado. Este esquema mental obvia totalmente las condi¬ciones históricas en las que crece y se desarrolla el capitalismo. Si se concibe el mercado como una feria medieval donde los productores exponen el fruto de sus cosechas o de su labores artesanas a unos consumidores que buscan completar o trocar lo que les falta para su subsistencia, efectivamente, “el mercado es un reflejo de lo que pasa en el terreno de la producción”. Pero el mercado capitalista no se parece en nada a esa imagen deformada. Su principal base es la expropiación de los productores directos, separándolos de sus medios de vida y producción, convirtiéndolos en proletarios y sometiendo progresivamente sobre esta base al régimen del intercambio mercantil. Este movimiento de lucha contra las formas económicas precapitalistas se realiza en el mercado y para el mercado y puede expandirse sin trabas decisivas mientras existan en el globo territorios no sometidos a la producción capitalista de un tamaño suficiente. Marx ante la cuestión del mercado Los partidarios de la tendencia a la baja de la tasa de ganancia suelen decir que Marx no consideró la cuestión del mercado a la hora de analizar la causa de las crisis del capitalismo. Un análisis somero de lo que verdaderamente dijo Marx en El Capital y en otras obras, muestra que eso no es así. 1. En primer lugar, afirma la necesidad de que las mercancías se vendan para que la plusvalía se realice y el capital pueda valori-zarse. “A medida que se desarrolla el proceso que se refleja en la baja de la cuota de beneficio, la masa de plusvalía producida de esta forma aumenta desmesuradamente. Entonces comienza la segunda parte del proceso. La masa total de las mercancías, el producto total, tanto la parte que reemplaza al capital constante y al capital variable como la que representa la plusvalía, deben ser vendidas” (El Capital, Vol. III Cap. XV Desarrollo de las contradicciones internas de la ley, subrayado nuestro). Afirma además que “si esta venta no se efectúa o sólo se realiza de un modo parcial o tiene lugar a precios inferiores a los precios de producción, el obrero, desde luego, es explotado pero el capitalista no realiza su explotación como tal: esta explotación para el capitalista puede ir acompañada de una realización sólo parcial de la plusvalía arrancada al obrero o de una ausencia de toda realización o incluso de una pérdida de una parte o de la totalidad del capital” (ídem). La extracción de plusvalía no agota el proceso de producción capitalista, hace falta vender las mercancías para realizar la plusvalía y poder valorizar el capital. Esta segunda parte Marx la llama en el Libro I “el salto mortal de la mercancía”. La extracción de plusvalía (que a partir del nivel alcanzado por la composición orgánica del capital determina una tasa media de beneficio) forma una unidad con la realización de la plusvalía cuyo determinante es la situación general del mercado mundial. 2. Define el mercado como el marco global para realizar la plusvalía. ¿Cuáles son las condiciones de ese mercado? ¿Es este acaso una mera manifestación externa, una forma epidérmica de una estructura interna determinada por la proporcionalidad entre las diferentes ramas de producción y la composición orgánica general?. Tal es la idea que defienden los que hablan del “método abstracto de Marx” y que tachan de “empirismo” cualquier tentativa de hablar del “mercado” y de cosas tan prosaicas como “vender” las mercancías. Pero la respuesta de Marx no va por ahí: “las condiciones de la explotación inmediata y las de su realización no son iguales. Difieren no solo por el tiempo y el lugar, sino también porque, teóricamente, no van juntas. Las unas solo se ven limitadas por la potencia de producción de la sociedad, las segundas por la proporcionalidad existente entre las diferentes ramas de producción y la capacidad de consumo de la sociedad” (ídem). 3. Deja claro que las relaciones de producción capitalistas, basadas en el trabajo asalariado, determinan los límites históricos del mercado capitalista. ¿Y qué determina esta “capacidad de consumo de la sociedad”? “Esta no se halla determinada ni por la fuerza productiva ni por la capacidad absoluta de consumo, sino por la capacidad de consumo a base de las relaciones antagónicas de distribución que reduce el consumo de la gran masa de la sociedad a un mínimo, susceptible de variar solo dentro de límites más o menos estrechos” (ídem). El capitalismo es una sociedad de producción mercantil basada en el trabajo asalariado. Este determina un cierto límite a la capacidad de consumo de la gran mayoría asalariada de la sociedad: el salario tiene que oscilar más o menos alrededor del coste de reproducción social de la fuerza de trabajo. Por eso Marx afirma con toda rotundidad en El Capital que “la causa última de todas las verdaderas crisis es siempre la pobreza y la limitación de consumo de las masas, en contradicción con la tendencia de la producción capitalista a desarrollar las fuerzas productivas, como si el único límite de su desarrollo fuera la capacidad absoluta de la sociedad”. Esta capacidad de consumo de la gran masa está “además limitada por la tendencia a la acumulación, por la tendencia a aumentar capital y producir plusvalía en mayor escala. Para la producción capitalista esto es una ley que imponen las constantes perturbaciones de los métodos mismos de producción, la depreciación del capital existente que esas perturbaciones implican: la ley general de la concurrencia y la necesidad de perfeccionar la producción y aumentar la escala, solo para mantenerse y so pena de desaparecer” (ídem.) 4. Concibe la necesidad de que el mercado se amplíe constantemente en la perspectiva de la formación del mercado mundial. Marx ve imprescindible la ampliación constante del mercado como condición de la acumulación capitalista: “Es necesario que el mercado aumente sin cesar, de modo que sus conexiones internas y las condiciones que lo regulan adquieran cada vez más la forma de leyes de la naturaleza, independientemente de los productores y que escapen paulatinamente a su control. Esta contradicción interna busca una solución extendiendo el campo exterior de la producción. Pero cuanto más se desarrolla la fuerza productiva, más choca con la estrecha base sobre la que se fundan las relaciones de consumo. Dada esta base llena de contradicciones no resulta contradictorio que un exceso de capital vaya unido a una superpoblación creciente. Porque, si bien es cierto que la combinación de estos dos factores aumenta la masa de la plusvalía producida, también lo es que, de esta forma, se aumenta precisamente la contradicción entre las condiciones en que esta plusvalía se produce y las condiciones en las que se realiza” (ídem). Ve como tarea histórica fundamental del capitalismo la formación del mercado mundial: “Espoleada por la necesidad de dar cada vez mayor salida a sus productos, la burguesía recorre el mundo entero. Necesita anidar en todas partes, establecerse en todas partes, crear vínculos en todas partes” (El Manifiesto comunista). En el mismo sentido se pronuncia Lenin: “Lo importante es que el capitalismo no puede subsistir ni desarrollarse sin extender constantemente su esfera de dominación, sin colonizar países nuevos, sin incorporar antiguos países no capitalistas al torbellino de la economía mundial” (El Desarrollo del capitalismo en Rusia). 5. Da una gran importancia al mercado en la formación de las crisis. Pero por sus propias relaciones de producción basadas en el trabajo asalariado esta tendencia lleva al mismo tiempo a la agravación de sus contradicciones: “si el modo de producción capitalista es un medio histórico para desarrollar la fuerza productiva material y crear el mercado mundial correspondiente a dicha fuerza, aparece al mismo tiempo como una contradicción permanente entre esta tarea histórica suya y las relaciones de producción que le son propias” (Libro III). Por ello, la evolución del mercado es clave en el estallido de las crisis: “La misma admisión de que el mercado se ha de ampliar junto con la producción es, desde otro ángulo, la admisión de la posibilidad de la superproducción, porque el mercado está externamente limitado en el sentido geográfico ... Es perfectamente posible que los límites del mercado no se puedan ampliar con bastante rapidez para la producción o bien que los nuevos mercados puedan ser rápidamente absorbidos por la producción de modo que el mercado ampliado represente una traba para la producción como lo era el mercado anterior más limitado” (ídem). En El Manifiesto comunista se pregunta: “durante las crisis, una epidemia social, que en cualquier época anterior hubiera parecido absurda, se extiende sobre la sociedad: la epidemia de la sobreproducción. La sociedad se encuentra súbitamente retrotraída a un estado de súbita barbarie: diríase que el hambre, que una guerra devastadora mundial la han privado de todos sus medios de subsistencia; la industria y el comercio parecen aniquilados. Y todo eso ¿por qué? Porque la sociedad posee demasiada civilización, demasiados medios de vida, demasiada industria, demasiado comercio. Las fuerzas productivas de que dispone no favorecen ya el régimen burgués de la propiedad; por el contrario, resultan demasiado estrechas para contener las riquezas creadas en su seno. ¿Cómo vence esta crisis la burguesía? De una parte, por la destrucción obligada de una masa de fuerzas productivas; de otra, por la conquista de nuevos mercados y la explotación más intensa de los antiguos. ¿De qué modo lo hace pues? Preparando crisis más extensas y más violentas y disminuyendo los medios de prevenirlas”. Este último elemento es muy importante de cara a comprender las causas de la crisis histórica del capitalismo, de su decadencia irreversible. Mientras en anteriores modos de producción las crisis eran de subproducción (hambrunas, sequías, epidemias), las crisis capitalistas tienen por primera vez en la historia el carácter de crisis de sobreproducción. La miseria de la mayoría no nace de la penuria de medios de consumo sino de su exceso. El desempleo y el cierre de fábricas no viene de la escasez de repuestos o de la falta de máquinas sino de su exuberancia. La destrucción y la aniquilación, la amenaza de hundimiento en la barbarie, aparecen por la sobreproducción. Esto nos muestra la base del comunismo, la tarea de la nueva sociedad: encaminar las fuerzas productivas hacia la plena satisfacción de las necesidades humanas liberándolas del yugo del trabajo asalariado y el mercado. La aportación de Rosa Luxemburgo Marx analizó las dos caras de la moneda que constituye en su globalidad el régimen capitalista. Una cara es la producción de plusvalía y vista por ese lado es determinante la cuota del beneficio, el desarrollo de la productividad del trabajo y la tendencia a la baja de la cuota del beneficio. Pero la otra cara es la realización de la plusvalía y en este lado de la balanza intervienen el mercado, los límites a la producción que imponen las propias relaciones capitalistas basadas en el trabajo asalariado y la necesidad de conquistar nuevos mercados tanto para realizar la plusvalía como para obtener nuevas fuentes de la misma (separación de los productores de sus medios de producción y de vida y su incorporación al trabajo asalariado). Las dos caras, o para hablar más precisamente, las dos contradicciones, contienen las premisas de las convulsiones que llevan el capitalismo a su decadencia y a la necesidad de que la clase obrera lo destruya instaurando el comunismo. Globalmente, Marx realizó una formulación más elaborada sobre la primera “cara” pero, como acabamos de ver, dio una gran importancia a la segunda. Se puede comprender fácilmente este desequilibrio si se analizan las condiciones históricas en las que vivió y combatió Marx. Entre 1840 y 1880, el periodo donde se desarrolla la actividad militante de Marx, el rasgo dominante de la producción capitalista es la prodigiosa aceleración de sus descubrimientos técnicos, el desarrollo a una escala cada vez más vasta de la industria. Tras las exageraciones de 1848 donde El Manifiesto preveía una crisis económica prácticamente definitiva, Marx y Engels se encaminan hacia un análisis más circunspecto, tomando en consideración todos los factores y emprendiendo una larga investigación sobre la “radiografía de la sociedad”. Por un lado, la batalla política principal con los economistas e ideólogos de la burguesía tenía dos ejes: demostrar la base material de la producción – la explotación del obrero, la extracción de plusvalía – y demostrar el carácter históricamente limitado del régimen de producción capitalista. Sobre este último aspecto se concentraron en demostrar que la tendencia más ensalzada por los adalides del capitalismo – el progreso de la fuerza productiva del trabajo – contenía en si misma el germen de la crisis y las convulsiones decisivas del sistema – la tendencia a la baja de la tasa de beneficio. Por otro lado, el problema de la realización de la plusvalía, aunque asomaba la cabeza detrás de cada crisis cíclica, no se presentaba directamente como el problema histórico decisivo. En 1850 solo el 10 % de la población mundial vivía bajo el régimen capitalista, las capacidades de expansión del sistema aparecían como infinitas e inconmensurables y cada crisis cíclica desem¬bocaba en una nueva extensión del campo capitalista. Pese a ello, Marx supo ver la gravedad que encerraba y señaló la contradicción subyacente entre la tendencia del capitalismo a producir de forma ilimitada y la necesidad inherente a su propia estructura social de encerrar dentro un límite el consumo de la gran mayoría de la población. La situación cambia radicalmente en la última década del siglo XIX y las dos primeras décadas del XX. Aparece el fenómeno del imperialismo, las guerras imperialistas se agravan, conduciendo a la terrible carnicería de 1914. Con ello la cuestión teórica fundamental para entender la crisis histórica del capitalismo es la realización de la plusvalía y no simplemente su producción: “es cierto que la tendencia arrolladora de la producción capitalista a penetrar en los países no capitalistas se manifiesta desde el instante mismo en que aquella comparece en la escena histórica, se extiende como un estribillo incesante a lo largo de toda su evolución, ganando cada vez más en importancia, hasta convertirse, por fin, desde hace un cuarto de siglo, al llegar la fase del imperialismo, en el factor predominante y decisivo de la vida social” (Rosa Luxemburgo: La Acumulación de capital, una anti-crítica). Rosa Luxemburgo aborda este problema desde un método histórico. No se plantea – como aducen sus críticos- una cuestión coyuntural – ¿cómo encontrar “terceras personas” distintas de los capitalistas y los obreros para dar salida a las mercancías que no logran vender?. sino una cuestión global: ¿cuáles son las condiciones históricas de la acumulación capitalista?. Su respuesta es que “el capitalismo viene al mundo y se desarrolla históricamente en un medio social no capitalista. En los países europeos occidentales le rodea, primeramente, el medio feudal de cuyo seno surge; luego desaparecido el feudalismo, un medio en el que predomina la agricultura campesina y el artesanado, es decir, la producción simple de mercancías, lo mismo en la agricultura que en la industria. Aparte de esto, rodea al capitalismo europeo una enorme zona de culturas no europeas, que ofrece toda la escala de grados de evolución, desde las hordas primitivas comunistas de cazadores nómadas, hasta la producción campesina y artesana de mercancías. En medio de este ambiente se abre paso hacia delante, el proceso de acumulación capitalista” (La Acumulación de capital, capítulo XXVII, “La lucha contra la economía natural”). Distingue tres partes en ese proceso: “la lucha del capital con la economía natural; la lucha con la economía de mercancías y la concurrencia del capital en el escenario mundial en lucha para conquistar el resto de elementos para la acumulación” (ídem). Aunque estas tres partes están presentes en toda la vida del capitalismo, cada una de ellas tiene más preponderancia en cada una de sus fases históricas. Así en la fase de acumulación primitiva – la génesis del capital inglés durante los siglos XIV al XVII brillantemente estudiada por Marx – el rasgo dominante es la lucha contra la economía natural; en cambio, el periodo que va desde el siglo XVII hasta el primer tercio del XIX está globalmente dominado por el segundo aspecto – la lucha contra la economía simple de mercancías – mientras que en el último tercio del siglo XIX el factor crucial es el tercero – la concurrencia agudizada por repartirse el planeta. A partir de este análisis señala que “el capitalismo necesita, para su existencia y desarrollo, estar rodeado de formas de producción no capitalistas. Pero no le basta cualquiera de estas formas. Necesita como mercados capas sociales no capitalistas para colocar su plusvalía. Ellas constituyen a su vez fuentes de adquisición de sus medios de producción y son reservas de obreros para su sistema asalariado” (ídem). Desde este punto de vista histórico y global plantea una crítica al esquema de la reproducción ampliada que Marx había empleado para representar el proceso regular de la acumulación capitalista. No cuestiona su validez respecto al fin concreto e inmediato que les había dado Marx: demostrar contra Adam Smith y la economía clásica burguesa que la reproducción ampliada era posible y poner de relieve el error que cometían al negar la existencia de capital constante. En efecto sin reconocer la existencia de capital constante es imposible comprender la continuidad de la producción y el papel del trabajo acumulado en ella y en consecuencia la acumulación de capital es imposible. Tampoco los critica porque no responderían a la realidad inmediata – en contra de lo que piensa el compañero que atribuye a Rosa Luxemburgo un “error de principiantes”. Rosa ve perfectamente legítimo el modelo abstracto que elabora Marx para ese fin concreto de demostrar que la acumulación, la reproducción ampliada, es posible. Lo que critica Rosa Luxemburgo es el supuesto de que toda la plusvalía extraída es consumida al interior del ámbito formado por los capitalistas y los obreros. Este supuesto puede ser válido si sólo se quiere explicar que la acumulación de capital es posible de manera general, pero no sirve si se pretende es comprender el proceso histórico de desarrollo y posteriormente de crisis general del sistema capitalista. Por tanto, Rosa Luxemburgo constata que hay una fracción de toda la plusvalía extraída a los obreros que no es consumida por los capitalistas y explica que su realización tiene lugar a través de la lucha por incorporar territorios precapitalistas al sistema mercantil y asalariado propio del capitalismo. Con ello está tratando de responder a una realidad muy concreta del capitalismo en el periodo de su apogeo (1873-1914): “si la producción capitalista constituye un mercado suficiente para si misma y permite cualquier ampliación para el total del valor acumulado, resulta inexplicable otro fenómeno de la moderna evolución: la lucha por los más lejanos mercados y por la exportación de capitales, que son los fenómenos más relevantes del imperialismo actual, resultaría totalmente incomprensible. ¿Para qué tanto ruido? ¿Para qué la conquista de las colonias y las peleas actuales por los pantanos del Congo y los desiertos de Mesopotamia? Sería mucho más conveniente que el capital se quedase en casa a darse la buena vida. Krupp produce alegremente para Thyssen, Thyssen para Krupp, no necesitan ocuparse más que de invertir los capitales una y otra vez en las propias explotaciones y ampliarlas mutuamente de un modo indefinido. El movimiento histórico del capital resulta sencillamente incomprensible y con él, el imperialismo actual” (Rosa Luxemburgo, ídem). Esto es justo lo mismo que plantea Marx cuando afirma: “Decir que sólo pueden los capitalistas cambiar y consumir sus mercancías entre ellos mismos es olvidar por completo el carácter de la producción capitalista y olvidar que se trata de valorizar el capital, no de consumirlo” (op cit.). Hay que dejar claro que Rosa Luxemburgo no ve los territorios precapitalistas como las “terceras personas” que le harían falta a los capitalistas para colocar sus mercancías sobrantes tal y como le reprochan sus críticos: “Los fines económicos del capitalismo en su lucha contra la economía natural son: “I. Apoderarse directamente de fuentes importantes de fuerzas productivas, como la tierra, la caza de las selvas vírgenes, los minerales, las piedras preciosas, los productos de las plantas exóticas como el caucho etc. “II. ‘Libertar’ a los obreros y obligarlos a trabajar para el capital “III. Introducir la economía de mercancías “IV. Separar la agricultura de la industria” (ídem). Los apologistas del capitalismo pretenden que es un sistema basado en el intercambio regular de mercancías del cual se desprende un equilibrio gradual de la oferta y la demanda que va desarrollando el crecimiento económico. Frente a ello, Rosa Luxemburgo señala que “la acumulación capitalista tiene, como todo proceso histórico concreto, dos aspectos distintos. De un lado, tiene lugar en los sitios de producción de la plusvalía – en la mina, en la fábrica, en el fundo agrícola, en el mercado de mercancías. Considerada así, la acumulación es un proceso puramente económico, cuya fase más importante se realiza entre los capitalistas y los trabajadores asalariados, pero que en ambas partes, en la fábrica como en el mercado, se mueve exclusivamente dentro de los límites del cambio de mercancías, del cambio de equivalencias. Paz, propiedad e igualdad reinan aquí como formas, y era menester la dialéctica afilada de un análisis científico para descubrir, cómo en la acumulación el derecho de propiedad se convierte en apropiación de la propiedad ajena, el cambio de mercancías en explotación, la igualdad en dominio de clases” (op. cit., capítulo XXXI). Poner en evidencia este último aspecto – revelar el mundo de violencia y destrucción que encerraba el simple intercambio regular de mercancías – fue el trabajo de Marx en El Capital, pero ante la época del imperialismo y la entrada del sistema en su decadencia lo crucial era polarizarse en “el otro aspecto de la acumulación de capital [que] se realiza entre el capital y las formas de producción no capitalistas. Este proceso se desarrolla en la escena mundial. Aquí reinan, como métodos, la política colonial, el sistema de empréstitos internacionales, la política de intereses privados, la guerra. Aparece aquí, sin disimulo, la violencia, el engaño, la opresión, la rapiña” (ídem). Adalen 2-4-2001 En la segunda parte de esta correspondencia, publicaremos un complemento que nos ha hecho llegar el camarada sobre su explicación de los períodos de reconstrucción y su crítica del dogmatismo de la CCI sobre las cuestiones económicas. Desarrollaremos por nuestra parte algunas precisiones en defensa de los análisis de Rosa Luxemburgo y contestaremos a esas críticas.

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