Anarquismo y comunismo - Carta abierta a los militantes del comunismo de consejos (Izquierda comunista libertaria)

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En Révolution internationale([1]) nº 300, el artículo “El comunismo de consejos no es un puente entre marxismo y anarquismo” ha llamado nuestra atención.

Somos un pequeño grupo en el Vaucluse([2]) que se reivindica de un marxismo libertario. En dicho artículo, afirmáis que ciertos componentes del comunismo de consejos tenían “un análisis erróneo del fracaso de la Revolución rusa (...) considerada como revolución burguesa cuyo fracaso atribuyen (...) a concepciones “burguesas” defendidas por el Partido bolchevique y Lenin, tales como la necesidad de un partido revolucionario”.

De hecho, compartimos las ideas de aquellos componentes del comunismo de consejos que ven a la Revolución rusa como una revolución burguesa dirigida por jacobinos. A nuestro parecer, Pannekoek compartiría nuestra opinión: “Muchos son los que persisten en concebir la revolución proletaria con los rasgos de las revoluciones burguesas pasadas, o sea como una serie de fases que se van engendrando unas a otras: para empezar, la conquista del poder político y la instauración de un nuevo gobierno; luego, la expropiación por decreto de la clase capitalista; y para terminar, la reorganización del proceso de producción. Sin embargo, así no se puede desembocar sino en un tipo de capitalismo de Estado. Para poder dominar realmente su destino, el proletariado ha de crear simultáneamente tanto su propia organización como las formas del nuevo orden económico. Ambos elementos son inseparables y constituyen el proceso de la revolución social”. ¿ No será precisamente porque la Revolución rusa no fue sino una revolución burguesa por lo que tomó el aspecto descrito por Pannekoek?¿Por qué esa concepción sería un debilitamiento teórico y político importante? Eso, vosotros, no lo decís...

Las ideas de Lenin, sin embargo, sí que son jacobinas burguesas: una minoría de la clase, una vanguardia, la élite de un partido acaba sustituyendo a la clase obrera, que ya de por sí era minoritaria en Rusia. Este sustitucionismo desemboca en la represión de Cronstadt de 1921, represión sobre un soviet que reclamaba la libertad política y la liberación de los oponentes anarquistas y socialistas revolucionarios. Este sustitucionismo también acabó reprimiendo a todas las corrientes del movimiento anarquista (Majno, Volin...), del socialista revolucionario, del centrista (Dan y Martov...). ¿Os habéis olvidado de que Miasnikov en el Partido bolchevique fue el único en defender la libertad de prensa? ¿El mismo Miasnikov que fue excluido por una comisión del Org. Buró del que formaban parte Bujarin y Trotski?.

Otto Rülhe también comparte nuestra visión del Partido bolchevique: “El partido se consideraba como academia militar de los revolucionarios profesionales. Sus principios pedagógicos principales eran la autoridad indiscutible del jefe, un centralismo rígido, una disciplina de hierro, el conformismo, el militarismo y el sacrificio de la personalidad a los intereses del partido. Lo que Lenin desarrollaba no era sino una élite de intelectuales, un núcleo que, al estar inmerso en la revolución, tomaría su dirección y se encargaría del poder” (texto citado en La contre-revolution bureaucratique).

A la concepción de Lenin de una minoría activa de revolucionarios profesionales se opone la de Otto Rülhe, marxista antiautoritario excluido del KAPD por orden de Moscú y teórico de la Unión general obrera (AAUE) en 1920, organización ni sindical ni vanguardia sino unión de revolucionarios en los consejos de Alemania. Esta Unión se basaba en el precepto: “la emancipación de los trabajadores será obra de los mismos trabajadores”, tal como lo escribió Marx en 1864.

Esa concepción de Lenin de una minoría activa no parece ser la única dosis de alquitrán en la vasija de miel de las teorías leninistas.

  Lenin defendió el derecho burgués de las naciones a disponer de sí mismas. Su texto publicado en junio de 1914 es una polémica contra Rosa Luxemburg. Lenin defiende al nacionalismo polaco, ese veneno que divide al proletariado. Estas concepciones de Lenin acaban en apoyo al nacionalismo alemán cuando la ocupación del Rhur y en la celebración del héroe nacional alemán Schlageter. ¡Fue así como el partido comunista alemán hizo causa común con los fascistas!. Schlageter era un nacionalista fusilado por las tropas del ejército francés cuando la ocupación del Rhur.

-   También defendió Lenin el parlamentarismo burgués, los compromisos con la burguesía y la entrada de los “comunistas” en los sindicatos burgueses reaccionarios, en La enfermedad infantil del comunismo.

  Peor todavía, su texto Materialismo y empiriocriticismo no es sino un paso atrás hacia el materialismo burgués del siglo XVIII, en el que Lenin se olvida del materialismo histórico tal como lo había expuesto Marx en las Tesis sobre Feuerbach.

Y ¿qué es el materialismo histórico?. Contestáis diciendo que es un método de análisis de las contradicciones de clase de las sociedades... ¡vale!. Pero también es un método de análisis para la acción, y la acción para la liberación de los seres humanos de cualquier explotación y opresión. Marx defendía tanto como los anarquistas “el principio abstracto de la libertad individual”. Marx nos aparece hoy como un libertario, un moralista de la libertad. Critica al capitalismo que niega tanto la personalidad como la libertad individual. Un “marxista” tiene el deber de defender la libertad y el respeto de la libertad ajena. El respecto de la igualdad no tiene sentido. El hombre es diferente de la mujer. Todos los seres son diferentes unos de otros, unas de otras.

Es pues una posición de principios que va más allá de la lucha del proletariado. Ciertas tribus no industrializadas de la selva indonesia o amazónica tienen razón, desde un punto de vista marxista, de oponerse a la destrucción de la naturaleza, de su entorno natural aunque así se opongan a los intereses particulares de los proletarios forestales o constructores de carreteras...

También las amas de casa son explotadas por el sistema de clase: trabajan criando a sus niños a pesar de no vender su fuerza de trabajo. Su combate para la liberación de la mujer es necesario para el advenimiento del comunismo. Las prostitutas también son explotadas como objetos sexuales; su lucha por la desaparición de la prostitución puede ser una lucha por el socialismo de consejos. El verdadero marxismo es antiautoritario, antijerárquico, favorable a la desaparición de los manicomios, de las cárceles, y a la destrucción de cualquier sistema punitivo tanto en la escuela como en la familia.

Cuando escribís sobre las tendencias del anarquismo, os olvidáis del anarcosindicalismo. ¿No consideraba el filósofo Georges Sorel la entrada en los sindicatos por parte los anarquistas como el acontecimiento mayor de su tiempo? Vosotros confundís a Bakunin antiautoritario, raramente jacobino, con su discípulo ruso Nechaiev, verdadero golpista. Ignoráis el Congreso de Berna en 1876 que dio al anarquismo su desviación substitucionista mediante la propaganda por los actos. También ignoráis que la república de los Consejos obreros de Baviera en 1919 tenia como líder a libertarios como Erich Müsham. Al describir las luchas de tendencias en la socialdemocracia, las hacéis caricaturas, transformándolas en lucha entre el ala marxista y los revisionistas. En realidad, se pueden ver cuatro tendencias en al socialdemocracia antes del 14:

– un ala marxista: Rosa Luxemburg, Pannekoek, que defienden las luchas del proletariado, la huelga de masas y la destrucción del Estado;

– los revisionistas reformistas como Eduardo Bernstein que defienden “la evolución pacifica del capitalismo” por el medio de reformas;

– un centro “ortodoxo”, entre ellos Karl Kautski, caracterizado por un fatalismo económico y el culto a las fuerzas productivas transformadas en divinidad por esa especie de marxismo degenerado. Para Kautsky, son los intelectuales quienes deben aportar desde fuera la conciencia socialista al proletariado: o sea, una revisión del marxismo.

– en fin, los bolcheviques rusos discípulos de Karl Kautsky, amalgama típicamente rusa de jacobinismo y de blanquismo.

Los Consejos de obreras y obreros no existieron durante la Comuna de París. Por eso Marx no los cita. Sin embargo, en cuanto aparecieron en 1905 durante la Revolución rusa, Lenin (1907) no vio en ellos un órgano de autogobierno sino simples comités de lucha... La fórmula “dictadura del proletariado” ya no tiene sentido hoy: las palabras han recubierto los hechos. Los hechos han cambiado el sentido de las palabras.

La Comuna de París en 1871 era la destrucción del Estado por un gobierno en el que existía el debate entre prudhonianos y blanquistas. La Revolución de Octubre del 17 es la dictadura jacobina del Partido bolchevique. Más vale entonces hablar de poder de los consejos.

Jean-Luc Dallemagne, teórico ortodoxo del trotskismo que defiende a la URSS estalinista (y a China, Cuba, etc.) en tanto que “Estados obreros”, también acusa a las corrientes de ultraizquierda de no ser sino pequeño-burguesas: «Las diversas componentes de la ultraizquierda, surgidas de la oposición a Lenin, no tienen su unidad sino en la reivindicación moralizadora y pequeño burguesa de “libertad”» (Construction du socialisme et révolution, J.-L. Dallemagne). Este mismo Dallemagne defiende la dictadura del Partido bolchevique y a la represión de Kronstadt... ¡ como la realización de la dictadura del proletariado!.

Concluyamos sobre la Revolución española del 37: durante un período revolucionario, los “Amigos de Durruti” tuvieron una influencia de masas, como la tuvo la AAUE en Alemania en 1920. No hemos de encerrarnos en nuestras certidumbres sino, al contrario, intentar aprender de ésta y de aquéllos. No les acusemos de forma perentoria de tener posiciones revolucionarias “a pesar de sus propias confusiones”, por casualidad o “por instinto de clase más que por una comprensión real de la situación en la que estaba el proletariado en su conjunto”.

En resumen, me parece que la CCI quiere cerrar precipitadamente un debate fecundo entre anarquismo y marxismo.

Izquierda comunista libertaria

 

 

Nuestra respuesta (extractos)

En el nº 300 (abril de 2000) de Révolution internationale solo mencionábamos las dos tendencias más destacadas del anarquismo, las de los dos “padres fundadores”, Proudhon y Bakunin. Conocemos otras tendencias que aparecerían más tarde a partir de esa doble cuña, pero pensamos que el desarrollo de las corrientes anarquistas más significativas debe ser situado en su contexto histórico, lo cual será tratado en otros artículos.

En ese artículo de R.I. criticábamos el anarquismo porque parte de “principios abstractos eternos”. Y vosotros nos contestáis: “Marx nos aparece hoy como un libertario, un moralista de la libertad. Critica al capitalismo que niega tanto la personalidad como la libertad individual. Un ‘marxista’ tiene el deber de defender la libertad y el respeto de la libertad ajena”. No existe comunismo verdadero que no esté estimulado por el ideal de libertad, por la voluntad de librar a la sociedad de todas las formas de opresión, de todo el peso de la corrupción y de la inhumanidad producidas por las relaciones sociales basadas en la explotación del hombre por el hombre. Marx y Engels dejaron claro ese punto de vista, denunciando la alienación humana y el grado que ésta alcanzado con el capitalismo, definiendo el comunismo como imperio de la libertad, como asociación de productores libres e iguales donde “el libre desarrollo de cada uno es la condición del libre desarrollo para todos”([3]).

(…)

Sin embargo, según el marxismo, la revolución no se hará en nombre de la libertad individual, sino como emancipación de una clase. ¿Cómo resolver esa contradicción? El primer elemento para resolverla es que el individuo no es considerado como una entidad abstracta que no tendría medios para superar las oposiciones individuales, sino como la manifestación concreta del hombre como ser social. Como lo desarrolla Marx en los Manuscritos de 1844, cada individuo ve en el otro un reflejo de sí mismo, en el sentido de que el otro representa la condición de su propia afirmación, de la realización de sus necesidades, de sus deseos, de su naturaleza humana. Contrariamente al comunismo primitivo, el individuo ya no está sometido a la comunidad, ni a la mayoría como en la democracia burguesa ideal. Marx introduce una ruptura con los conceptos de Rousseau y con el burdo igualitarismo de Weitling. Se ve igualmente que el comunismo nada tienen que ver con las pretendidas ventajas del “socialismo real” cuya publicidad han hecho los estalinistas durante décadas. Estamos de acuerdo con vosotros para decir que las diferencias naturales deberán desarrollarse gracias a una profunda igualdad social. Al abolir el trabajo asalariado y el intercambio bajo todas sus formas, el comunismo se afirma como la resolución del conflicto entre interés particular e interés general.

Sabéis muy bien lo mucho que aborrecían Marx y Engels esas frases huecas llenas de nociones como “deber, derecho, verdad, moral, justicia” y demás. ¿Por qué?, pues porque las acciones de los hombres no tienen su origen en esas nociones. Si su voluntad y su conciencia desempeñan efectivamente un importante papel es ante todo bajo el impulso de una necesidad material. Los sentimientos de justicia y de igualdad inspiraron a los hombres de la revolución francesa, pero era una forma de conciencia profundamente mistificada la de aquellos que estaban consolidando una nueva sociedad de explotación. Y cuanto más hinchaban la retórica de sus discursos más sórdida era la realidad. Las nociones de libertad y de igualdad ya no tienen el mismo contenido ni ocupan el mismo lugar para los comunistas. Las luchas y las revoluciones proletarias nos muestran concretamente las profundas modificaciones de los valores morales; son la solidaridad, el deseo y la voluntad de lucha, la conciencia, lo que caracteriza a los obreros cuando se afirman como clase. Así pues, no podemos estar de acuerdo con vuestra lectura de Marx.

El anarquismo ha recogido muchos elementos de otras escuelas socialistas, especialmente del marxismo. Pero lo que lo caracteriza, lo que forma su base, es el método especulativo que ha tomado de los materialistas franceses del siglo XVIII y de la escuela idealista alemana después. Según esos conceptos, si la sociedad es injusta es porque no es acorde con la naturaleza humana. Ahí se ve a qué problemas insolubles puede llevarnos esta posición, pues nada hay más variable que esa naturaleza humana. El hombre actúa sobre la naturaleza exterior, y a través de ello transforma su propia naturaleza. El hombre es un ser sensible y razonable, decían los materialistas franceses. Pero eso no cambia para nada en el hecho de que sienta y razone de modo diferente según las épocas históricas y la clase social a la que pertenece. Todas las escuelas de pensamiento hasta Feuerbach, desde las más moderadas a las más radicales, van a basarse en esa noción de la naturaleza humana o de una noción derivada como la educación, los derechos humanos, la idea absoluta, las pasiones humanas, la esencia humana. Pero quienes consideran la historia como un proceso sometido a leyes, como Saint-Simon y Hegel, acaban siempre recurriendo al eterno principio abstracto.

Con Marx y la emergencia del proletariado moderno asistimos a una vuelta completa: no es la naturaleza humana la que explica el movimiento histórico, sino el movimiento histórico el que da diversas formas a la naturaleza humana. Y esta concepción materialista es la única que se sitúa firmemente en el terreno de la lucha de clases. El anarquismo, por su parte, no logró romper con el método especulativo y lo que va a buscar en las filosofías del pasado ha sido siempre lo más idealista. ¡Qué mejor abstracción que el “Yo egoísta” en la que desemboca Stirner a partir de su crítica de Feuerbach! Fue imitando a Kant como llega Proudhon a la noción de “libertad absoluta” para luego acabar él también forjando hermosas abstracciones, en lo económico “el valor constituido”, en lo político “el libre contrato”. Al principio abstracto de “la libertad”, Bakunin, a partir de lo que ha sido capaz de comprender de Hegel, añade el de la “igualdad”. ¿Qué tienen esto de común con el materialismo histórico del que os reivindicáis vosotros?

A través de oposiciones abstractas como libertad/autoridad, federalismo/centralismo, no solo se pierde de vista el movimiento histórico y las necesidades materiales que forman su base, sino que además se transforma la oposición, bien real y concreta, la de las clases misma, en una abstracción que puede ser corregida, limitada, sustituida por otras abstracciones, tales como “la Humanidad”, por ejemplo. También era ése el método del “socialismo auténtico” en Alemania: “La literatura socialista y comunista francesa (…) dejó de ser, en manos de los alemanes, la expresión de la lucha de una clase contra otra, y éstos se congratularon de haberse alzado por encima de la estrechez francesa y haber defendido no las verdaderas necesidades sino la ‘necesidad de lo verdadero’; haber defendido, no los intereses del proletariado, sino los intereses del ser humano, del hombre en general, del hombre que no pertenece a ninguna clase ni a ninguna realidad y que solo existe en el brumoso cielo de la fantasía filosófica(Idem). A nuestro parecer, es en ese tipo de trampa en el que caéis cuando habláis de “una posición de principio que va más allá que la lucha del proletariado”, de las tribus primitivas, de las amas de casa o de las prostitutas.

Muchos anarquistas fueron auténticos militantes obreros, pero a causa de la doctrina que los animaba siempre estaban atraídos fuera del terreno de clase en cuanto el proletariado estaba derrotado o desaparecía momentáneamente del ruedo histórico. En efecto, para el anarquismo, no es, en fin de cuentas, el proletariado el sujeto revolucionario, es el pueblo en general, otra noción abstracta e irreal. ¿Qué hay pues detrás de la palabra “pueblo” si ha perdido todo su sentido en la sociedad burguesa en la que las clases tienen una definición mucho más clara? Nada más que el individuo pequeño burgués idealizado, un individuo que vacila entre las dos clases históricas, que va dando tumbos tanto del lado de la burguesía como del proletariado, que quisiera, en fin de cuentas, reconciliar las clases, encontrar un terreno de entendimiento, una consigna para la lucha común. ¿No decía el propio Marx que todos los individuos de la sociedad sufren la alienación? Conocéis sin duda la conclusión que sacaba de esta evidencia([4]). Ese es el origen de la reivindicación de “la igualación económica y social de las clases” de un Bakunin, y por eso también es por lo que Prudhón y Stirner concluyen sus tesis con una defensa de la pequeña propiedad. En la génesis del anarquismo lo que se expresa es el punto de vista del obrero recién proletarizado y que rechaza con todas sus fuerzas la proletarización. Recién salidos del campesinado y del artesanado, a menudo medio obreros medio artesanos (como los relojeros del Jura suizo, por ejemplo([5])), esos obreros expresaban la añoranza del pasado ante el drama que para ellos era el haber caído en la condición obrera. Sus aspiraciones sociales eran querer que diera marcha atrás la rueda de la historia. En el meollo de esa concepción está la nostalgia de la pequeña propiedad. Por eso es por lo que, siguiendo a Marx, nosotros analizamos el anarquismo como la expresión de la penetración de la ideología pequeño burguesa en el proletariado. El rechazo de la proletarización sigue siendo hoy el campo abonado para el movimiento anarquista, lo cual refleja, más globalmente, la enorme presión que ejercen sobre el proletariado las capas y clases intermedias que lo rodean y de las que él mismo procede en parte. En esas clases pequeño burguesas heterogéneas y sin perspectiva histórica lo que predomina es, junto a la desesperación y los lamentos, la práctica de cada uno para sí, la elevada opinión de uno mismo, la impaciencia y el inmediatismo, la revuelta radical pero sin porvenir. Esos comportamientos y esa ideología pueden ejercer su influencia en el proletariado, debilitando su sentido de la solidaridad y del interés colectivo.

(…)

Los componentes más cabales del anarquismo, los que estuvieron más implicados en el movimiento obrero, han estado continuamente obligados a desmarcarse de quienes llevaban hasta el final esa lógica individualista. Pero sin ser capaces de ir a la raíz del problema: “Importa, sin embargo, desmarcarse resueltamente de los anarquistas puramente individualistas que ven en el fortalecimiento y el triunfo egoístas de la personalidad el único medio de negar el Estado y la autoridad, rechazando el socialismo incluso, así como toda organización general de la sociedad como forma de opresión de un yo que no tiene más base que él mismo”([6]).

(…)

Sobre dictadura y democracia es como sobre la verdad y la libertad, tomadas como principios abstractos pierden todo su sentido. Esas nociones tienen también un contenido de clase: hay dictadura burguesa o dictadura del proletariado, hay democracia burguesa y democracia obrera. No estamos de acuerdo con vosotros cuando escribís: “La fórmula dictadura del proletariado ya no quiere decir nada hoy: las palabras han cubierto los hechos. Los hechos han cambiado el sentido de las palabras”. También la palabra “comunismo” ha sido prostituida, arrastrada por los suelos. ¿Habrá por eso que abandonarla? La cuestión es saber qué se entiende por dictadura del proletariado. Como lo comprobaréis al leer nuestra prensa, nosotros retomamos en gran parte las críticas de Rosa Luxemburg a los bolcheviques y defendemos la democracia obrera en la lucha de la clase y en la revolución([7]). Antes de discutir sobre todas esas cuestiones, hay que partir de la definición que da Marx de la dictadura del proletariado. Esta designa el régimen político instaurado por la clase obrera tras la insurrección y significa que el proletariado es la única clase que pueda realizar la transformación de la sociedad hacia el comunismo. Debe pues conservar cuidadosamente su autonomía respecto a las demás clases, su poder y sus armas. Significa también que el proletariado deberá reprimir con firmeza todo intento de restaurar el orden antiguo. Para nosotros la dictadura del proletariado es la democracia más completa para el proletariado y todas las clases no explotadoras. Las lecciones de la Comuna se confirmaron y se profundizaron con el resurgir de los consejos obreros y la insurrección de 1917. La revolución proletaria es, sin lugar a dudas, “una serie de fases que se van engendrando unas a otras”, como así lo decís citando a Pannekoek. La primera fase es la de la huelga de masas, la cual plantea el problema de la internacionalización de las luchas y que llega a su auge en la aparición de los consejos obreros. La segunda fase se caracteriza por una situación de doble poder que se resuelve en la insurrección, la destrucción del Estado burgués y la unificación del poder de los consejos obreros a escala internacional. La tercera fase es la de la transición hacia el comunismo, la abolición de las clases y el desvanecimiento del semiEstado que ha surgido inevitablemente mientras existan las clases. ¿En qué puede este proceso tener algo que ver con una revolución burguesa? ¿Porque, según Marx y los marxistas, el factor político sigue dominando ampliamente?. La consigna “Todo el poder a los consejos” lanzada por la clase obrera (y por Lenin en particular) en 1917 da la demostración más concreta de la primacía de lo político en la revolución proletaria. Y, al contrario, las ocupaciones de fábricas en la Italia de 1920, y las experiencias desastrosas en la España de 1936, muestran a las claras la impotencia del proletariado cuando no posee el poder político. Lo que a nuestro parecer ha demostrado su quiebra total es la autogestión, no la dictadura del proletariado.

Una primera diferencia con la revolución burguesa salta a la vista. La transición hacia el capitalismo se hizo en el seno de la sociedad feudal, la toma del poder por la burguesía vendría después. Es todo los contrario de la revolución proletaria. Los consejistas cometen aquí un típico error de interpretar los acontecimientos anteriores por el final que tuvieron. El capitalismo de Estado triunfa en Rusia a final de los años 20, por lo tanto, dicen, la revolución rusa debía ser burguesa([8]). El método idealista del anarquismo lo encierra de tal modo en contradicciones inextricables que fueron muchos los que tuvieron que romper con él en los momentos en que el proletariado se afirmó como una fuerza con la que había que contar, o, al menos, tuvieron que retorcer bastante aquella sacrosanta doctrina. Por ejemplo, Erich Müshan([9]), escribía en setiembre de 1919, en plena marea revolucionaria: “Las tesis teóricas y prácticas de Lenin sobre la realización de la revolución y de las tareas comunistas del proletariado han dado nuevas bases a nuestra acción…Ya no hay obstáculos insuperables para una unificación del proletariado revolucionario entero. Los anarquistas comunistas han tenido, es cierto, que ceder en el punto más importante de desacuerdo entre las dos tendencias del socialismo; han tenido que renunciar a la actitud negativa de Bakunin hacia la dictadura del proletariado  y aceptar en ese punto la opinión de Marx”([10]). Muchos anarquistas se unieron al campo del comunismo. Pero la contrarrevolución es una prueba terrible en la que la cantidad de militantes va derritiéndose como nieve al sol, en la que se alteran progresivamente los principios comunistas. Fueron entonces muchos quienes retornaron a sus viejos amores, no sólo anarquistas, también muchos comunistas volvieron al redil socialdemócrata. Solo la Izquierda comunista pudo sacar las lecciones de la derrota, permaneciendo fiel al Octubre rojo, al ser capaz de distinguir lo que en una experiencia revolucionaria pertenece ya al pasado y lo que permanece vivo, para hoy y para mañana. Es ahí donde el combate de Gorter y de Miasnikov fue ejemplar.

Vosotros retomáis las tesis del Comunismo de consejos y de su principal animador, Pannekoek. En el libro La Izquierda holandesa y en “Los comunistas de consejos frente a la guerra de España” en nuestra última Revista internacional (nº 101) podréis conocer nuestras críticas a esa corriente. Pero está claro que es un auténtico componente de la Izquierda comunista. Se mantuvo fiel al internacionalismo proletario durante la IIª Guerra mundial, mientras que muchos anarquistas y toda la corriente trotskista tomaban posición a favor del campo imperialista de los aliados, y eso cuando no se alistaban en la resistencia. Pannakoek siguió siendo un verdadero marxista cuando, en Lenin filósofo, critica la visión mecanicista que aparece en Materialismo y empirocriticismo y su teoría del reflejo, y tenéis toda la razón cuando decís que Lenin “se olvida del materialismo histórico tal como lo expuso Marx en sus Tesis sobre Feuerbach”. Pero también Pannekoek abandona el terreno del materialismo histórico cuando, a partir de un error teórico detectado muy justamente en Lenin, nada menos que deduce la naturaleza burguesa de la revolución rusa. En la Revista internacional hemos publicado un texto de la Izquierda comunista de Francia que contesta detalladamente a ese texto de Pannekoek que apareció tardíamente en 1938([11]). Para nosotros es un error grosero confundir una revolución proletaria que acaba degenerando y una revolución burguesa. Nunca fue ésa la postura de Gorter o Miasnikov, tampoco fue la Pannekoek al principio. Para todos los militantes, la realidad patente de los hechos revelaba sin la menor duda la naturaleza proletaria de la ola revolucionaria que hizo surgir consejos obreros por toda Europa central y oriental.

(…)

Gorter y Miasnikov([12]), Pannekoek en un primer tiempo, tuvieron pues la misma actitud frente a la degeneración, luchan hasta el final como verdaderos militantes comunistas que son, sin repudiar la revolución proletaria ni concluir precipitadamente sobre el paso del partido bolchevique al campo de la burguesía. Combatir el curso oportunista como Fracción del partido, proseguir la lucha incluso después de la exclusión y hasta que los hechos demuestren con certeza que el partido ha hecho suyos los intereses del capital nacional, ésa es la única actitud responsable para salvar el programa revolucionario y enriquecerlo, para ganar a su causa a una parte de los militantes, para sacar las lecciones de la derrota. Pannekoek abandonará esa actitud, que había sido, sin embargo, la suya, como había sido la de Lenin y de Rosa Luxemburg cuando se tuvieron que enfrentar a la traición de la socialdemocracia en 1914.

Nosotros no somos leninistas([13]), pero sí nos reivindicamos de Lenin, especialmente de su internacionalismo intransigente en el momento de la Iª Guerra mundial. Los bolcheviques y la corriente de Rosa Luxemburg, a la que pertenecía Pannekoek, que combatieron el centrismo y el oportunismo en el seno de la socialdemocracia de antes de la guerra, constituyeron un fenómeno histórico e internacional de la mayor importancia. Esa es la misma tradición que volvemos a encontrar en la Izquierda de la Internacional comunista, que en condiciones mucho más dramáticas, va a trasmitirse de generación en generación hasta hoy. Las corrientes más creadoras, aquellas que nos han transmitido las lecciones más valiosas, son las que se mantuvieron firmes sobre la naturaleza proletaria de la Revolución rusa y que supieron romper con la Oposición de izquierda de Trotski que acabó naufragando en las aguas oportunismo([14]). Tenéis razón al recordar la existencia de una corriente centrista en la socialdemocracia de antes de la guerra representada por Kautsky. Pero, para nosotros, el centrismo no es más que una variante del oportunismo. Por otro lado, el que Lenin no hubiera identificado el centrismo de Kautsky tan rápidamente como Rosa Luxemburg no contradice en nada la pertenencia de los bolcheviques a la corriente marxista de la IIª Internacional.

Hemos visto dos errores en ese pasaje de vuestra carta: “A la concepción de Lenin de una minoría activa de revolucionarios profesionales se opone la de Otto Rülhe, marxista antiautoritario excluido del KAPD por orden de Moscú…” La Internacional comunista interviene sobre dos problemas, el planteado por Rühle y otros, más próximos al sindicalismo revolucionario que al marxismo, y el planteado por la corriente “nacional-bolchevique” de Laufenberg y Wolffheim. Pero en esas dos cuestiones, el KAPD está totalmente de acuerdo con la Internacional comunista. Pannekoek es el primero en propugnar la exclusión de estos dos hamburgueses, cuyos efluvios antisemitas eran del todo inaceptables. Su actitud se distingue radicalmente de Rühle, adopta claramente una posición de partido cuando, con el KAPD, se considera plenamente como miembro de la Internacional comunista, símbolo del internacionalismo y de la revolución mundial. Y fue en conformidad con este espíritu de partido como el KAPD va a luchar en el seno de la Internacional comunista contra el avance del oportunismo, para así hacer triunfar sus posiciones y no abandonar la lucha.

Las “órdenes de Moscú” son, en este caso, pura leyenda como lo es la descripción del Partido bolchevique hecha por Rühle y que vosotros retomáis. El Partido bolchevique fue un partido en donde se discutía plenamente y muchas de sus crisis muestran la riqueza de su vida política interna. La idea elitista es totalmente ajena a Lenin y vosotros hacéis un contrasentido con lo de “revolucionario profesional”. Para la fracción bolchevique, se trataba sencillamente de combatir el diletantismo y las concepciones de afinidad de los mencheviques, se trataba de reivindicar un mínimo de coherencia y de seriedad en las cosas del partido. El sustitucionismo es otro problema y, efectivamente, cobra a veces un cariz jacobino en Lenin. Hemos criticado ampliamente la visión jacobina en nuestra prensa. Digamos simplemente que era una idea compartida por todos los marxistas de la Segunda internacional, incluida Rosa Luxemburg([15]).

Esto nos lleva al segundo error. Decís que Lenin compartía la idea de “minoría activa”. A Lenin se le podrán achacar todos los pecados habidos y por haber, pero en eso no tiene la culpa, pues esa posición pertenece al anarquismo. Al no basarse en el materialismo histórico que reconoce al proletariado una misión histórica, sino en la revuelta de las masas oprimidas contra la autoridad, es necesario que una minoría ilustrada pueda orientar a esa masa heterogénea hacia el reino de la libertad absoluta. En un momento en que el movimiento obrero estaba superando el período de las sociedades secretas, la Alianza internacional de la Democracia socialista de Bakunin mantenía la idea de una élite ilustrada y conspiradora.

Mientras que para el marxismo, al emanciparse el proletariado emancipa a la humanidad entera, para el anarquismo es la humanidad la que utiliza la lucha del proletariado como medio para emanciparse. Mientras que la vanguardia revolucionaria es para el marxismo una parte de un todo, la fracción más consciente del proletariado, para el anarquismo la minoría activa transciende la clase, expresa intereses “superiores”, los de la humanidad contemplada como entidad abstracta. Este concepto es explícito en Malatesta y Kropotkin, resumiéndolo muy bien Max Nettlau: “Conociendo los hábitos autoritarios de las masas, [Kropotkin] pensaba que necesitaban una infiltración y un impulso por parte de militantes libertarios, como los de la Alianza en la Internacional”([16]). Vosotros que subrayáis los fallos jacobinos de Bakunin, sabéis perfectamente hasta qué punto la Alianza estaba organizada de manera jerarquizada. Aún con formas diferentes, la teoría de la “minoría activa” ha sido una característica permanente en la historia de la anarquía. Repitámoslo, con esa idea la revolución no es concebida como la obra de una clase consciente, sino la de fuerzas primarias, la de las capas más desheredadas de la sociedad, campesinos pobres, sin trabajo, lumpen, etc. y la elite ilustrada, que va a infiltrarse en los órganos de la revolución para dar el impulso en la buena dirección, es algo totalmente exterior y no se basa en otras cosa sino en “principios eternos”. Desaparecen así los mil vínculos que unen la clase obrera y los comunistas, que hacen de estos un producto colectivo de aquella, a quienes se les vio, durante la marea revolucionaria, expresarse en las luchas políticas de manera abierta y clara en los consejos obreros y en las organizaciones comunistas. En la visión anarquista se combinan dos tipos de organizaciones: una minoría ilustrada que oculta sus posiciones y objetivos, cayendo así en el monolitismo y evitando el control y la elaboración colectiva por la asamblea general de militantes; y una organización amplia y abierta en la que cada individuo, cada grupo es “libre y autónomo” que no tiene que asumir la responsabilidad de sus actos y sus posiciones. Es esta concepción la que explica por qué Mühsam y Landauer aceptaron cohabitar con los peores oportunistas en la primera República de Consejos en Baviera.

La confrontación política, la responsabilidad militante colectiva, que permiten corregir los errores hechos por la organización, hacer que triunfe una posición minoritaria si aparece justa, reunir en bases claras las fuerzas que podrán resistir a la degeneración de la organización, todas esas bases cabales de organización le son ajenas al anarquismo. La idea organizativa de la “minoría activa” es lo opuesto a las ideas antijerárquicas, de la centralización “orgánica”, de la vida política intensa, que definen a las organizaciones marxistas.

CCI

 

 

[1] R.I. es la publicación en Francia de la Corriente comunista internacional

[2] El Vaucluse es un departamento del sur de Francia (Avignon) (NDR). El grupo que nos ha enviado la carta se llama Groupe communiste libertaire.

[3] Manifiesto del Partido comunista.

[4] “La clase poseedora y la clase del proletariado representan la misma alienación humana. Pero aquélla se complace y se siente confirmada en esta alienación de sí, percibe la alienación como su propia potencia y posee en ella la apariencia de una existencia humana; la segunda se siente negada en la alienación, ve en ella su propia impotencia y la realidad de una existencia inhumana.” Marx, La sagrada familia.

[5] En la AIT, la Federación jurásica compuesta sobre todo por relojeros fue uno de los principales apoyos a la “Alianza de la Democracia socialista” de Bakunin.

[6] Vers une société libérée de l’Etat (Hacia una sociedad liberada del Estado). Ladigitale/Spartacus, Quimperlé Paris, 1999, p. 94 y 134.

[7] Revista internacional nº 99, 100 y 101, octubre 1999-abril 2000 “Comprender la derrota de la revolución rusa”. Révolution internationale nº 57, “La démocratie ouvrière: pratique du prolétariat”.

[8] En las Izquierdas comunistas, Gorter y Miasnikov estuvieron entre los primeros en erguirse y luchar en el seno de la Internacional comunista y de los partidos comunistas contra la degeneración de la Revolución rusa.

[9] Anarquista alemán que participó en la República de consejos obreros de Baviera en 1919.

[10] Citado por Rosmer en Moscou sous Lenine, Ed. Maspéro, París.

[11] “Política y filosofía de Lenin a Harper”, Revista internacional nº 25, 27, 28, 30 (1981-82).

[12] Recordamos el combate de Miasnikov y de su Grupo obrero del Partido comunista-bolchevique en la Revista internacional nº 101: “1922-23: las fracciones comunistas se enfrentan a la contrarrevolución en alza”.

[13] Ver “¿Nos habremos vuelto leninistas? en Revista internacional nº 96 y 97, 1999.

[14] Cf. nuestro libro: La Izquierda comunista de Italia.

[15] Cf. nuestro folleto Organisations communistes et conscience de classe.

[16] Histoire de l’anarchie, Editions du Cercle, Paris, 1971.

 

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