La visión marxista y la visión oportunista en la política de construcción del partido (I)

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En estos últimos meses, han aparecido en la prensa del BIPR([1]) artículos sobre la necesidad del agrupamiento de las fuerzas revolucionarias para la construcción del partido comunista mundial del futuro. Uno de esos artículos, “Los revolucionarios, los internacionalistas ante la perspectiva de guerra y la condición del proletariado”([2]) es un documento escrito tras la guerra de Kosovo el año pasado:

“Los recientes acontecimientos bélicos en los Balcanes, por el mismo hecho de que hayan tenido lugar en Europa (…) han significado un paso adelante importante en el camino que lleva a la guerra imperialista generalizada (…)

“La guerra misma y el tipo de oposición contra ella son el terreno en el que se está ya produciendo la decantación y las selección de las fuerzas revolucionarias capaces de contribuir a la construcción del partido.

“Esas fuerzas estarán dentro del campo definido por unas cuantas posiciones políticas. Estas son una base intangible de cualquier iniciativa política tendiente a fortalecer el frente revolucionario frente al capital y sus guerras”.

A continuación de ese pasaje están las “21 posiciones”([3]) definidas por el BIPR como posiciones determinantes.

Fueron precisamente esos “acontecimientos bélicos de los Balcanes” lo que llevó a nuestra organización a lanzar, al principio de la guerra misma, un llamamiento a las diferentes organizaciones revolucionarias presentes a nivel mundial para que el internacionalismo proletario pudiera expresarse con una voz única y fuerte. Paralelamente a ese manifiesto, precisábamos:

“Naturalmente que existen divergencias en cuanto al análisis del imperialismo en la fase actual y en cuanto a la relación de fuerzas entre las clases. Pero, sin subestimar esas divergencias, nosotros consideramos que los aspectos que unen a esas diferentes organizaciones son mucho más importantes y significativos que los que las distinguen, en relación con lo que está ahora mismo en juego. Basándonos en esto, lanzamos nosotros un llamamiento el 29 de marzo de 1999 al conjunto de esos grupos para tomar una iniciativa común contra la guerra”([4]).

Como este llamamiento no tuvo el menor eco hace ahora más de un año([5]), cabe preguntarse por qué es hoy cuando el BIPR presenta sus “21 condiciones”, con las cuales, excepto algunas reservas en dos únicos puntos([6]), estamos en pleno acuerdo y por qué no contestó a nuestro llamamiento de entonces. La respuesta está al final del documento del BIPR; respuesta en la que hay una parte que se refiere a la CCI sin lugar a dudas, por mucho que no se la mencione evidentemente, y que afirma que “a 23 años de distancia de la Primera Conferencia internacional convocada por Battaglia comunista([7]) para iniciar una primera confrontación entre los grupos políticos que se reivindican de los principios generales de clase defendidos por la izquierda comunista a partir de la mitad de los años 20, es posible – y por lo tanto necesario ya – hacer un balance de esta confrontación”.

¿Un balance? ¿Después de 23 años? ¿Y por qué ahora? Según el BIPR, en las dos décadas siguientes, “el proceso de decantación de un ‘campo político proletario’ se aceleró excluyendo a todas esas organizaciones que, de una manera o de otra, cayeron en el terreno de la guerra abandonando el principio intangible del derrotismo revolucionario”.

La parte en la que se trata de nosotros (y de las formaciones bordiguistas) viene justo después:

“Otros componentes de ese campo, aunque no hayan caído en el trágico error de apoyar un frente de guerra (…) también se han alejado del método y de las perspectivas de trabajo que llevan a la composición del futuro partido revolucionario. Víctimas irrecuperables de posiciones idealistas o mecanicistas (…)” (subrayado nuestro).

A nuestro entender esas acusaciones que del BIPR nos dirige no tienen base alguna. Nos parece incluso que le sirven para ocultar una política oportunista. Por ello, vamos a intentar aquí escribir una respuesta a esas acusaciones mostrando lo que fue la actitud de la corriente marxista del movimiento obrero en lo que a “método y perspectivas de trabajo que llevan a la composición del futuro partido revolucionario” se refiere para comprobar concretamente si, y en qué medida, el BIPR y los grupos que los crearon han sido coherentes con esa orientación. Para ello, tendremos en cuenta dos cuestiones que expresan, en su unidad, los dos niveles en que se plantea el problema de la organización de los revolucionarios hoy:

1. Cómo concebir la futura Internacional,

2. Qué política llevar a cabo para la construcción de la organización y el agrupamiento de los revolucionarios.

1. ¿Cómo concebir la futura Internacional?
¿Partido comunista internacional o Internacional de Partidos comunistas?

¿Cómo será la futura Internacional? ¿Una organización concebida de manera unitaria desde el principio, o sea un Partido comunista internacional, o bien como una Internacional de Partidos comunistas de los diferentes países? Sobre esto, el pensamiento y el combate de Amadeo Bordiga y de la Izquierda italiana son una referencia intangible. La idea de Bordiga era que la Internacional comunista debía ser, y así la llamaba él, el partido mundial; en coherencia con esa idea, Bordiga llegó incluso a renunciar a algunos puntos llamados “tácticos” que, sin embargo, había defendido hasta entonces con la mayor firmeza (abstencionismo, agrupamiento sin el centro) para así afirmar y hacer vivir la preeminencia de la Internacional sobre cada partido nacional, para así subrayar que la IC era una organización única y no una federación de partidos, una organización que debía tener una política única en todas las partes del mundo y no unas políticas específicas para cada país.

“Y por eso, nosotros afirmamos que la más alta asamblea internacional no sólo tiene el derecho de establecer esas fórmulas que están en vigor y deben estar en vigor en todos los países sin excepción, sino también tiene el derecho de ocuparse de la situación en un país y, por consiguiente, de poder decir que la Internacional piensa que, por ejemplo, se debe hacer o actuar de este u otro modo en Inglaterra” (Amadeo Bordiga, discurso al Congreso de Livorno 1921, en La Izquierda comunista en el camino de la revolución – en italiano en Edizioni Sociali, 1976).

Bordiga defendió esa idea en nombre de la Izquierda italiana y eso es tanto más importante porque estaba entonces luchando contra la degeneración de la propia Internacional, cuando la política de ésta se iba identificando cada vez más con la política y los intereses del Estado ruso.

“Hay que ayudar al partido ruso en la resolución de sus problemas por los partidos hermanos. Es verdad que estos no poseen la experiencia directa de los problemas de gobierno, pero sí contribuirán, a pesar de ello, a darles solución al aportar un enfoque de clase y revolucionario debido a la lucha de clases que se está desarrollando en sus países respectivos”([8]).

Y es, en fin, en la respuesta de Bordiga a la carta de Karl Korsch donde aparece con mayor claridad todavía, lo que debería ser la Internacional y lo que no había conseguido ser:

“Creo que uno de los defectos de la Internacional actual es haber sido ‘un bloque de oposiciones’ locales y nacionales. Hay que reflexionar sobre este punto, sin dejarse ir a exageraciones, sino para sacar provecho de esas enseñanzas. Lenin ha abandonado mucho trabajo de elaboración ‘espontánea’, pues contaba con reunir materialmente a los diferentes grupos y después soldarlos homogéneamente al calor de la revolución rusa. En gran parte, no lo ha logrado” (extractos de la carta de Bordiga a Korsch, publicada en Programme communiste, nº 68).

En resumen, Bordiga lamenta que la Internacional se haya formado basándose en unas “oposiciones” a los viejos partidos socialdemócratas todavía sin coherencia política entre ellas; deplora que el proyecto de Lenin de homogeneizar a los diversos componentes, no se haya realizado en los hechos.

Ésa es la visión de las organizaciones revolucionarias que existieron durante los años de contrarrevolución, a pesar de la coyuntura política desfavorable: siempre se concibieron no sólo como organizaciones internacionalistas sino también internacionales. No es causalidad si uno de los procedimientos usados para atacar a la Fracción italiana en el seno de la Oposición internacional de Trotski fue precisamente de acusarla de seguir una política “nacional”([9]).

Veamos, en cambio, cuál es la idea del BIPR sobre esta cuestión:

“El BIPR se ha constituido como única forma posible de organización y coordinación, intermedia entre la labor aislada de las vanguardias de diferentes países y la presencia de un verdadero Partido internacional (…) Nuevas vanguardias – liberadas de los viejos esquemas que se revelaron ineficaces para explicar el presente y por lo tanto para prever el futuro – se han aplicado en la tarea de la construcción del partido (…) Esas vanguardias tienen el deber, que están asumiendo, de establecerse y desarrollarse sobre unas tesis, una plataforma y un marco organizativo coherente entre ellas y con el Buró, el cual, en ese sentido, desempeña el papel de referencia para la homogeneización necesaria de las fuerzas del futuro partido (…)”.

Hasta ahí, el discurso del BIPR, salvo unas cuantas redundancias inútiles, no parece estar en sus grandes líneas en contradicción con la posición citada arriba. Pero el pasaje siguiente sí plantea ya problemas:

“Polo de referencia no quiere decir estructura impuesta. El BIPR no pretende acelerar la agregación internacional de fuerzas revolucionarias, dejando que madure de manera “natural” el desarrollo político de las vanguardias comunistas en los diferentes países”([10]).

Eso quiere decir que el BIPR, en realidad las dos organizaciones que lo componen, no considera que sea posible formar una única organización internacional antes de que se constituya el partido mundial. Hace, además, referencia a no se sabe qué tiempo de “maduración natural del desarrollo político de las vanguardias comunistas en los diferentes países”, lo cual se hace más claro cuando se entiende de qué visión intenta desmarcarse el BIPR, o sea de la de la CCI y de la Izquierda comunista italiana:

“Negamos por principio y con la base de las diferentes resoluciones de nuestros congresos, la hipótesis de que se creen secciones nacionales mediante germinación de brotes de una organización preexistente, aunque fuera la nuestra. No se construye una sección nacional del partido internacional del proletariado creando en un país, de modo más o menos artificial, un centro de redacción de publicaciones redactadas en otro país y, de todos modos, sin vínculos con las batallas políticas reales y sociales en el propio país” (subrayado nuestro)([11]).

Ese pasaje merece evidentemente una atenta respuesta, pues lo que contiene es toda la diferencia estratégica en la política de agrupamiento internacional llevada a cabo por el BIPR comparada con la de la CCI. Es evidente que nuestra política de agrupamiento internacional está ahí ridiculizada intencionadamente, cuando se habla de “de brotes de una organización preexistente”, de creación “en un país, de modo más o menos artificial, de un centro de redacción de publicaciones redactadas en otro país”, una manera de inducir una especie de sentimiento difuso de rechazo a la estrategia de la CCI.

Miremos, sin embargo, las cosas concretamente. Admitamos la posible validez de semejantes aserciones y verifiquémosla. Según el BIPR, si surge un nuevo grupo de camaradas, supongamos en Canadá, que se acerca a las posiciones internacionalistas, ese grupo podrá sacar provecho de la contribución crítica fraterna, incluso polémica, pero deberá crecer y desarrollarse a partir del contexto político de su propio país, vinculado a “las batallas políticas reales y sociales en el propio país”. Lo cual quiere decir para el BIPR, que el contexto actual y local de un país particular es más importante que el marco internacional e histórico determinado por la experiencia del movimiento obrero. ¿Cuál es, en cambio, nuestra estrategia de construcción de la organización a nivel internacional que el BIPR procura intencionalmente presentar negativamente cuando habla de creación de “secciones nacionales mediante germinación de brotes de una organización preexistente”? Haya uno o cien candidatos que quieren militar en un nuevo país, nuestra estrategia no es crear un grupo local que deba evolucionar en dicho territorio “vinculado a las batallas políticas reales y sociales en el propio país”, sino integrar lo antes y mejor posible a esos nuevos militantes en el trabajo internacional de organización, dentro del cual, de manera central, se incluye la intervención en el país de los camaradas que en él se encuentran. Por eso, incluso con exiguas fuerzas, nuestra organización procura estar cuanto antes presente con una publicación local bajo la responsabilidad del nuevo grupo de camaradas, pues es, sin lugar a dudas, el medio más directo y más eficaz para ampliar, por una lado, nuestra influencia y, por otro, proceder directamente a la construcción de la organización revolucionaria. ¿Qué hay ahí de artificial? ¿Por qué hablar de no se sabe qué germinación de brotes preexistentes? Que nos lo expliquen.

En realidad, esas confusiones de BC y de CWO en el plano organizativo tienen sus raíces en su incomprensión más profunda y más general de la diferencia que existe entre la IIª y la IIIª Internacional a causa del cambio fundamental de período histórico:

la segunda mitad del siglo XIX fue un período favorable para las luchas por reformas; el capitalismo estaba en plena expansión y la Internacional, en aquel tiempo, era una internacional de partidos nacionales que luchaban en sus respectivos países, con programas diferentes (conquistas democráticas para algunos, cuestión nacional para otros, derrocamiento del zarismo en Rusia, leyes “sociales” en favor de los obreros en otros países, etc.) ;

el estallido de la Primera Guerra mundial fue la expresión del agotamiento de las potencialidades del modo de producción capitalista, de su incapacidad para seguir desarrollándose de una manera garantizadora de porvenir para la humanidad. Se abrió entonces la época de guerras y revoluciones en la que se plantea objetivamente la alternativa de “comunismo o barbarie”. En ese contexto, el problema de construir partidos nacionales particulares con tareas locales específicas ya no se plantea. Lo que se plantea es la construcción de un solo partido mundial con un único programa y una unidad de acción total para dirigir la acción común y simultánea del proletariado mundial hacia la revolución([12]).

Los restos de federalismo que quedan en la IC son vestigios del período anterior (como la cuestión parlamentaria, por ejemplo) que siguen pesando en la nueva internacional (“el peso de las generaciones muertas sobre el cerebro de los vivos”, como decía Marx en El 18 de Brumario).

Puede añadirse que en toda su historia (incluso cuando era normal que la Internacional tuviese una estructura federalista) la Izquierda marxista siempre ha luchado contra el federalismo. Recordemos los episodios más relevantes:

Marx y el Consejo general de la Primera Internacional (AIT) luchan contra el federalismo de los anarquistas y contra el intento de éstos de construir una organización secreta en el seno de la propia AIT;

en la Segunda Internacional, Rosa Luxemburg lucha para que las decisiones del congreso se apliquen de verdad en los diferente países;

en la Tercera Internacional (IC) no sólo la izquierda lucha por la centralización, Lenin y Trotski también luchan desde el principio contra los “particularismos” de algunos partidos que ocultan su política oportunista (por ejemplo contra la presencia de masones en el partido francés).

Podría incluso añadirse que el proceso de formación de un partido a escala mundial antes de que se hubieran consolidado, e incluso creado, sus componentes en cada país, fue precisamente el proceso de formación de la IC([13]). Se sabe que hubo un desacuerdo entre Lenin y Rosa Luxemburg sobre ese punto. Ella estaba en contra de la fundación inmediata de la IC y, por consiguiente, era favorable al mandato del delegado alemán, Eberlein, de votar contra su fundación, pues consideraba que los tiempos no estaban maduros pues la mayoría de los partidos comunistas no se habían formado todavía y, por lo tanto, el partido ruso tendría demasiado peso en la IC. Sus temores sobre el peso excesivo del partido ruso se revelaron, desgraciadamente, justos en cuanto empezó a declinar la fase revolucionaria e iniciarse la degeneración de la IC. En realidad, ya era demasiado tarde para las exigencias de la clase, incluso si los comunistas no habían podido hacer mejor las cosas a causa de una guerra que había terminado unos cuantos meses antes.

Sería interesante saber lo que piensa el BIPR de esa controversia histórica: ¿cree el BIPR que Rosa tenía razón contra Lenin cuando aquélla afirmaba que los tiempos no estaban lo suficientemente maduros para que se fundase la Internacional comunista?

La orientación federalista del BIPR en el plano teórico se refleja evidentemente en la práctica cotidiana. Las dos organizaciones que forman el BIPR han tenido durante 13 años, a partir de su formación y hasta 1997, dos plataformas políticas diferentes; no organizan asambleas plenarias del conjunto de la organización (si no es la de cada organización en las que participa una delegación de la otra, que no es lo mismo); no existe debate visible entre ellas, ni siquiera parece que sientan su necesidad, y eso que a lo largo de estos dieciseis años desde la constitución del BIPR, hemos podido notar las diferencias patentes en los análisis de la actualidad, en las posiciones sobre el trabajo internacional, etc. La realidad es que ese modelo de organización que el BIPR se atreve a proponer como “única forma posible de organización y de coordinación” no es más que la forma de organización oportunista por excelencia. Es la que permite atraer a la órbita del BIPR a nuevas organizaciones proporcionándoles la etiqueta de “Izquierda comunista” sin forzar más de lo debido su naturaleza. Cuando el BIPR habla de que hay que esperar “la maduración natural del desarrollo político de las vanguardias políticas en los diferentes países”, lo único que expresa es su concepto oportunista de no llevar demasiado lejos la crítica de los grupos con quienes ha entrado en contacto para que éstos le guarden su confianza([14]).

Todo lo expuesto no nos lo hemos inventado nosotros. Es, sencillamente, el balance de 16 años de existencia del BIPR, el cual, a pesar de todo el triunfalismo que resuma en su prensa, no ha tenido hasta hoy resultados muy significativos: había dos grupos en la formación del BIPR en 1984, y hoy siguen siendo dos. A Battaglia y a la CWO les vendría, sin duda, bien pasar revista a los diferentes grupos que se han acercado al BIPR o que formaron parte de él temporalmente y conocer el sitio adonde han ido a parar o saber por qué no siguieron vinculados al BIPR. Por ejemplo, ¿qué ha sido de los iraníes del SUCM-Komala? ¿Y de los camaradas indios de Al‑Pataka o de los franceses que sí formaron un grupo, tercer componente del BIPR, durante poco tiempo? Como se ve, una política de agrupamiento oportunista no solo es errónea políticamente, es, además, una política que acaba en fracaso([15]).

2. La política de agrupamiento y de construcción de la organización

Sobre este tema lo mejor es, evidentemente, empezar con Lenin, gran artífice del partido, primer promotor para la creación de la Internacional comunista. La batalla por él llevada a cabo en el IIº Congreso del POSDR en 1903, sobre el artículo 1º de los Estatutos, defendiendo los criterios estrictos para pertenecer al partido, es probablemente una de sus mejores contribuciones:

“Olvidar la diferencia que existe entre el destacamento de vanguardia y toda la masa que gravita hacia él, olvidar el deber constante que tiene el destacamento de vanguardia de elevar a capas cada vez más amplias a su avanzado nivel sería únicamente engañarse a sí mismo, cerrar los ojos ante la inmensidad de nuestras tareas, restringir nuestras tareas. Y precisamente así se cierran los ojos y tal es el olvido que se comete cuando se borra la diferencia que existe entre los que tienen ligazón y los que ingresan, entre los conscientes y los activos, por una parte, y los que ayudan, por otra”([16]).

Esta batalla de Lenin, que llevó a la separación del Partido socialdemócrata ruso entre Bolcheviques (mayoritarios) y Mencheviques (minoritarios), tuvo una importancia histórica particular, pues prefiguró, unos cuantos años antes, lo que iba a ser el nuevo modelo de partido, partido de responsables, más estricto, más adaptado al nuevo período histórico de “guerras y revoluciones”, respecto del viejo modelo de partido de masas, más amplio y menos riguroso sobre los criterios de pertenencia, válido en la fase histórica de expansión del capital.

En segundo lugar, se plantea el problema de cómo debe comportarse el partido (o la fracción o un grupo político) en las confrontaciones con las demás organizaciones proletarias existentes. En otras palabras, ¿qué respuesta dar a la legítima exigencia de agrupamiento de las fuerzas revolucionarias de la manera más eficaz? También en esto debemos referirnos a la experiencia del movimiento obrero, con el debate en la Internacional llevado a cabo por la Izquierda italiana sobre la cuestión de la integración de los centristas en la formación de los partidos comunistas. La postura de Bordiga fue muy clara y su aportación fundamental con la adopción de la Internacional de una 21ª condición que decía que: “Los adherentes al Partido que rechazan las condiciones establecidas por la Internacional comunista deben ser excluidos del Partido. Y lo mismo para los delegados al Congreso extraordinario”([17]). Bordiga, en 1920, estaba preocupado por el hecho de que a algunos centristas, que no se habían arriesgado especialmente en 1914, pudiera interesarles ahora trabajar en los nuevos partidos comunistas más que en los viejos partidos socialdemócratas notoriamente desprestigiados.

“Hoy, es fácil decir que, en una nueva guerra, ya no volveremos a caer en los viejos errores de la unión sagrada y la defensa nacional. La revolución está lejos, dirán los centristas, no es un problema inmediato. Y así aceptarán las tesis de la Internacional comunista: el poder de los soviets, la dictadura del proletariado, el terror rojo (…). Los de la derecha [de la Socialdemocracia] aceptarán nuestras tesis, sin ir muy lejos, con reservas. Nosotros, comunistas, debemos exigir que la aceptación sea completa, sin límites tanto en lo teórico como en la acción (…). Contra los reformistas, debemos erigir una barrera infranqueable (…) Sobre el programa, no hay disciplina: o se acepta o no se acepta y, en este caso, se va uno del partido”([18]).

Entre los aportes de Bordiga y de la Izquierda italiana, ese fue uno de los más importantes. Y basándose en esa posición Bordiga se enfrentaría más tarde a una Internacional en plena involución, luchando contra la política de integración de centristas en los partidos comunistas, consecuencia del criterio central que iba a ser la defensa del Estado ruso por encima de cualquier otro criterio([19]). Ejemplo muy conocido es que la Internacional intentó obligar al PC de Italia a integrar en su seno al ala maximalista (de izquierdas) del Partido socialista (PSI), los llamados “terzinternazionalisti” o “terzini” de Serrati, de quienes el PCI se había separado en 1921, año de su fundación.

El rigor en las relaciones con las corrientes moderadas y los centristas, nunca significó cerrojazo sectario, negativa al diálogo, sino todo lo contrario. Así, desde el origen como fracción abstencionista del PSI, la Izquierda italiana siempre se esforzó por reconquistar las energías revolucionarias inmovilizadas en posturas centristas, y ello tanto por fortalecer sus propias filas como para evitar que acabaran en las filas del enemigo de clase:

“Aunque organizada en fracción autónoma dentro del PSI, con su órgano propio, la fracción abstencionista procuraba ante todo ganarse a la mayoría para su programa. Pensaba que eso era todavía posible, a pesar de la aplastante victoria de la tendencia parlamentarista representada por la alianza de Lazzari y Serrati. La fracción no podía convertirse en el partido si no lo hacía todo por conquistar una minoría significativa. No abandonar el terreno antes de haber llevado el combate hasta sus últimas consecuencias, ésa será siempre la preocupación del movimiento “bordiguista”; y, en esto, nunca fue una secta, como le reprochaban sus adversarios”([20]).

Podemos así resumir diciendo que hay dos aspectos fundamentales que definen la política de la Izquierda italiana, en la línea de los bolcheviques:

– Rigor en los criterios de pertenencia al partido, basado en:

  • el compromiso militante (artículo Primero de los estatutos del POSDR),
  • la claridad de las bases programáticas y la selección de los militantes;
  • la abertura, en su política de discusión con las demás corrientes políticas del movimiento obrero; por ejemplo, la participación de la Izquierda italiana en las conferencias habidas en Francia entre 1928 y 1933, o sus prolongadas discusiones con la Liga de los Comunistas internacionalistas de Bélgica con la publicación de artículos escritos por militantes de la LCIB en la revista Bilan.

No está de más subrayar que existe una relación entre el rigor programático y organizativo de la Izquierda italiana y su abertura a la discusión: siguiendo la tradición de las izquierdas, la Izquierda italiana realizó una política a largo plazo, basada en la claridad y solidez políticas, rechazando los éxitos inmediatos basados en ambigüedades que al dejar la puerta abierta al oportunismo son, en realidad, las premisas de derrotas futuras (“La impaciencia es la madre del oportunismo”, decía Trotski); la Izquierda italiana no tuvo miedo a discutir con otras corrientes, pues tenía confianza en la solidez de sus posiciones.

De igual modo, existe una relación entre la confusión, la ambigüedad de los oportunistas y su “sectarismo”, el cual está en general dirigido contra la izquierda más que contra la derecha.

Cuando se es consciente de lo poco sólidas que son sus propias posiciones, es normal que se tenga miedo a confrontarlas con las de la Izquierda; por ejemplo, la política de la Internacional después del IIº Congreso, que se abre en posiciones de centro pero que acaba siendo “sectario” en los debates con la Izquierda, con la exclusión del KAPD; o también, la política de Trotski, el cual excluye a la Izquierda italiana de la Oposición internacional para poder practicar el entrismo en la socialdemocracia; sin olvidar la política del PCInt en 1945 y después, el cual excluyó a la Izquierda comunista de Francia para poder agruparse tranquilamente con toda clase de elementos de lo más oportunista que se negaban a hacer la crítica de sus errores pasados.

Entre las oposiciones de izquierda, la Fracción italiana nos da una lección extraordinaria de método y de responsabilidad revolucionaria, no solo luchando por el agrupamiento de los revolucionarios sino por la claridad de las posiciones políticas. La Izquierda italiana siempre insistió en la necesidad de un documento programático contra las maniobras políticas que, además, acabaron minando la Oposición de izquierdas. Si tenía que haber ruptura, ésta sólo podía consumarse basándose en textos.

La Izquierda italiana hizo suyo ese método desde su nacimiento durante la Primera guerra mundial en el seno de la IIª Internacional; lo volvió a aplicar después en la IC degenerante desde 1924 hasta 1928, fecha de su constitución como fracción en Pantin (afueras de París). El propio Trotski rindió homenaje a su integridad política en su última carta a la Fracción en diciembre de 1932:

“La ruptura con un grupo revolucionario honrado como el vuestro no debe acompañarse de animosidad, de ataques personales o críticas nocivas”.

En cambio, el método de Trotski en el seno de la oposición no tiene nada que ver con el del movimiento obrero. La exclusión de la Izquierda italiana se hizo con los mismos procedimientos usados por la IC estalinizada, sin un debate claro que motivara la ruptura. Este modo de proceder no se usaba ni por primera ni por última vez: Trotski apoyó a menudo a “aventureros” que le habían inspirado confianza. En cambio, a todos los grupos, como la Izquierda belga, alemana, española y todos los militantes revolucionarios de gran valor como Rosmer, Nin, Landau y Hennaut, fueron separados o expulsados uno tras otro hasta que la Oposición internacional de izquierda se convirtió en una corriente puramente “trotskista”([21]).

Fue así como la Izquierda italiana luchó por la defensa del patrimonio, de la experiencia marxista, en un camino plagado de adversidades. Pero fue así como logró acabar siendo, a escala internacional, la corriente política que mejor expresó la necesidad de un partido coherente; un partido que excluyera a indecisos y centristas, pero que, al mismo tiempo, desarrollara la mayor capacidad para llevar a la práctica una política de agrupamiento de las fuerzas revolucionarias, pues siempre se basó en la claridad de las posiciones y en esa manera de trabajar.

¿Está de verdad el BIPR (y antes de éste el PCInt desde 1943) – que se considera como el único verdadero heredero político de la Izquierda italiana – a la altura de sus antepasados políticos? ¿Son sus criterios de adhesión estrictos como Lenin pretendía, con razón, que fueran? A nosotros, honradamente, no nos lo parece. Toda la historia del BIPR está plagada de episodios “oportunistas sobre las cuestiones organizativas”; más que aplicar las orientaciones a las que él afirma estar apegado, el BIPR practica, en realidad, una política mucho más cercana a la de la IC en fase de degeneración o a la de los trotskistas. Vamos a detenernos en unos cuantos ejemplos históricos significativos de lo que afirmamos.

1943-1946

En 1943, se constituye en el norte de Italia el Partido comunista internacional (PCInt). La noticia ha hecho nacer muchas esperanzas y la dirección del nuevo partido se deja llevar a una práctica oportunista desenfrenada. Para empezar, la entrada en masa en el PCInt de gente varia, procedente de la lucha “partisana”([22]) o de diferentes grupos del Sur, algunos procedentes del PSI, otros del PCI, otros también del trotskismo, por no hablar de unos cuantos militantes que había roto abiertamente con el marco programático y organizativo de la Izquierda italiana para lanzarse a aventuras claramente contrarrevolucionarias, la minoría de la Fracción del PCI en el exterior, por ejemplo, que se fue a “participar” en la guerra de España de 1936, o Vercesi, quien participó en la “Coalición antifascista” de Bruselas en 1943([23]).

Y evidentemente nunca se pidió a ninguno de esos militantes, llegados para engrosar las filas del nuevo partido, que hicieran un balance de su actividad política anterior. Y en cuanto a adhesión al espíritu y a la letra de Lenin, ¿qué podría‑decirse del propio Bordiga que participó en las actividades del partido hasta 1952([24]), contribuyendo activamente incluso en la línea política, redactando incluso una plataforma política aprobada por el partido… sin ser militante de él?

En aquella etapa fue la Fracción francesa de la Izquierda comunista (FFGC, Internationalisme) la que tomó el relevo, recogiendo y reforzando la herencia política de la Fracción italiana (Bilan). Fue precisamente la Fracción francesa de la Izquierda comunista la que planteó al PCInt el problema de la integración de Vercesi y de la minoría de Bilan, sin que en ningún momento se hubiera previsto pedirles cuentas sobre sus errores del pasado en el plano político; también la Fracción francesa de la Izquierda comunista planteó el problema de la constitución del partido en Italia, llevada a cabo ignorando por completo la labor de “balance” (“bilan”) realizado durante diez años por la Fracción.

En 1945, se formó un Buró internacional entre el PCInt, la Fracción belga y una Fracción francesa, especie de “doble” de la Fracción francesa de la Izquierda comunista. En realidad esa FFGC-bis se formó a partir de la escisión de dos militantes pertenecientes a la Comisión ejecutiva (CE) de la Fracción francesa de la Izquierda comunista que habían tomado contacto con Vercesi en Bruselas, dejándose probablemente convencer por sus argumentos, después de que aquéllos, en 1945, hubieran estado de acuerdo con la exclusión inmediata de éste sin discusión([25]). De esas dos personas, una era muy joven y sin experiencia (Suzanne) y la otra venía del POUM español (después ingresaría en Socialisme ou Barbarie). La FFGC-bis se “reforzó”, después, con el ingreso de elementos de la minoría de Bilan y de la vieja Union communiste (Chazé, etc.) a quienes la Fracción había criticado severamente por sus concesiones al antifascismo durante la guerra de España.

De hecho, la creación de esa Fracción “copia” respondía a la necesidad de quitarle crédito a Internationalisme. Puede comprobarse que la historia se repite, pues el PCInt ejecutaba la misma maniobra que se había hecho en 1930 en el seno de la Oposición, contra la Fracción italiana, con la creación de la Nueva oposición italiana (NOI), grupo formado con ex estalinistas que, dos meses antes, se habían manchado las manos expulsando a Bordiga del PCI y cuya función no podía ser otra sino la de hacer una competencia política provocadora a la Fracción.

La GCF (Izquierda comunista de Francia) escribió el 28 de noviembre de 1946 una carta al PCInt con un anexo en el que hacía la lista de todas las cuestiones por discutir y, además, con una serie de faltas cometidas por diferentes componentes de la Izquierda comunista italiana durante el período de guerra (Internationalisme nº‑16). A esta carta de 10 páginas, el PCInt contestó de manera lapidaria con estas palabras:

“Reunión del Buró internacional, París:

“Puesto que vuestra carta demuestra una vez más la constante deformación de los hechos y de las posiciones políticas tomadas ya sea por el PCInt de Italia, ya por las Fracciones belga y francesa; al no ser la vuestra una organización política revolucionaria y al limitarse vuestra actividad a echar confusión y lodo sobre nuestros camaradas, hemos excluido por unanimidad toda posibilidad de aceptar vuestra petición de participar en la reunión internacional de las organizaciones de la ICI (Izquierda comunista internacional)”.

Mucha verdad es que la historia se repite como farsa. La ICI había sido excluida al modo burocrático de la IC después de 1926, fue del mismo modo excluida de la Oposición de izquierda en 1933 (véase nuestro libro sobre La Izquierda comunista de Italia); y, en fin, le tocó entonces a la ICI excluir burocráticamente a la Fracción francesa de su filas para eludir la confrontación política.

Años 50

Lo ecléctico en las posiciones políticas tiene su vertiente en el plano internacional en el método “cada uno en su casa”. Tras la ruptura de 1952, la posición de la parte “bordiguista” fue la de la “intransigencia” de la Izquierda italiana pero una intransigencia de caricatura, de cartón piedra; o sea, “no se discute con nadie”. En cuanto a la otra parte, es el aperturismo en todas direcciones; así, en el otoño de 1956, el PCInt (Battaglia comunista) con los GAAP([26]) y los trotskistas de los Gruppi comunisti revoluzionari (GCR) y de Azione comunista([27]) constituyeron un Movimiento para la Izquierda comunista cuyo rasgo más patente era la heterogeneidad y la confusión. Bordiga llamará a esos cuatro grupos con ironía “il quadrifoglio” (trébol de cuatro hojas).

Años 70

En los primeros meses de 1976, Battaglia comunista lanzó “una propuesta para empezar”, dirigida “a los grupos internacionales de la Izquierda comunista” en la que invitaba a:

una Conferencia internacional para hacer balance del estado de los grupos que se reivindican de la Izquierda comunista;

crear un centro de contactos y de discusión internacional.

La CCI se adhirió plenamente convencida a la Conferencia, pidiendo que se establecieran unos criterios mínimos para participar en ella. Battaglia comunista, acostumbrada, como ya hemos visto, a otro estilo de conferencias, estuvo reticente a que se establecieran líneas de demarcación demasiado estrictas a su gusto: tenía evidentemente miedo a cerrarles las puertas a algunos.

La Primera Conferencia se verificó en Milán en mayo de 1977 con solo dos grupos participantes, BC y la CCI. BC se opuso a toda declaración hacia el exterior, incluso a una crítica a los grupos invitados que no había aceptado adherirse a la Conferencia.

A finales de 1978, tuvo lugar la IIª Conferencia en París a cuyos trabajos participaron, esta vez sí, varios grupos. Al final de la Conferencia se volvió a tratar el problema de los criterios de adhesión y, esta vez sí, fue BC quien sugirió los criterios más estrictos:

“Los criterios deben permitir excluir a los consejistas de las Conferencias y, por lo tanto, debemos insistir en el reconocimiento de la necesidad histórica del partido como criterio esencial.” A esto respondimos nosotros recordando: “nuestra insistencia en la Primera conferencia para que hubiera criterios. Pensamos que añadir hoy criterios suplementarios no es oportuno. No es por falta de claridad, tanto sobre la cuestión de los criterios como sobre la cuestión nacional o sindical, sino porque hoy es algo prematuro. Sigue todavía reinando una gran confusión en el conjunto del movimiento revolucionario sobre esos temas; y el NCI tiene razón en insistir en la visión dinámica de algunos grupos políticos a los que les cerraríamos prematuramente las puertas”([28]).

En la primera mitad del año 1980 tiene lugar la IIIª y última Conferencia internacional([29]) cuyo ambiente estuvo marcado desde el principio por el epílogo que tuvo. Más allá del interés de la discusión, apareció patente en esta conferencia la voluntad muy precisa por parte de Battaglia comunista de excluir a la CCI de otras eventuales Conferencias. Battaglia no consideraba a la CCI como un grupo del mismo campo con el que era posible llegar a una clarificación que sería ventajosa para todos los camaradas y para los nuevos grupos que se fueran formando. Battaglia consideraba a la CCI como un competidor peligroso capaz de apoderarse de tal o cual camarada o tal o cual nuevo grupo. Y así se las arregló para encontrar excusas marrulleras con la que excluir definitivamente a la CCI de las conferencias: pidió que la Conferencia aprobara un criterio político de admisión todavía más estricto y selectivo.

En conclusión, se pasó de la Iª Conferencia, para la que cualquier criterio político de adhesión no sólo no se planteó sino que incluso era mal visto, a la IIIª Conferencia, en cuyo final, se impusieron criterios especialmente diseñados para eliminar a la CCI, o sea, al componente de izquierdas en la Conferencia. La IIIª Conferencia fue un remedo de la exclusión de la GCF en 1945 y, por ello mismo, una prolongación de los episodios anteriores de exclusión de la Izquierda comunista italiana de la IC (1926) y de la Oposición (1933).

La responsabilidad política de BC (y la CWO) es, en este caso, enorme: unos cuantos meses después (agosto de 1980) estalló la huelga de masas en Polonia y el proletariado mundial perdió entonces una oportunidad única de beneficiarse de una intervención coordinada del conjunto de grupos de la Izquierda comunista.

Pero ahí no termina la historia. Algún tiempo después, BC y CWO, para demostrar que no habían destruido un ciclo de tres Conferencias y cuatro años de trabajo internacional por gusto, organizaron una cuarta conferencia en la que, además de ellos, participó un grupo iraní pretendidamente revolucionario contra el que nosotros ya habíamos puesto en guardia a Battaglia. Deberían pasar unos años para que el BIPR reconociera su error diciendo que ese grupo de iraníes no era, ni mucho menos, revolucionario.

Años 90

Llegamos así al período reciente, el de los últimos años en los que ha aparecido un resquicio, pequeño pero alentador, para el diálogo y la confrontación en el campo político proletario([30]). Lo más interesante, desde cierto enfoque, fue el principio de un trabajo que integraba en la intervención a la CCI y al BIPR (especialmente su componente británica, la CWO). Fue una intervención concertada (incluso se hizo conjunta) en los debates, por ejemplo, de las conferencias sobre Trotski que hubo en Rusia, sobre la revolución de 1917 organizada y mantenida en común en Londres, o por una defensa común contra el ataque de ciertos grupos parásitos, etc. Nosotros siempre hemos llevado a cabo esas intervenciones sin reticencias, sin la menor segunda intención de tragarse a nadie o crear problemas en el seno del BIPR, entre BC y la CWO. Es cierto que la mayor apertura de la CWO y la ausencia “silenciosa” de BC nos ha preocupado siempre. Al final, cuando BC decidió que las cosas habían ido demasiado lejos, colocó barreras por todas partes y llamó a sus socios a respetar la disciplina del partido, ¡oh, perdón!, del BIPR. Desde entonces, todo lo que a la CWO le parecía razonable y normal empezó a resultarle inaceptable. Se acabó toda coordinación de trabajo en Rusia, se acabaron las reuniones públicas comunes, etc. Una vez más, recae en los hombros del BIPR una grave responsabilidad, un BIPR que, a causa de su oportunismo de mercachifle, ha hecho que el proletariado mundial haya tenido que enfrentarse a uno de los episodios más difíciles del período actual, la guerra de Kosovo, sin que su vanguardia haya sido capaz de tomar una postura común.

Para darse plena cuenta del oportunismo del BIPR, basta ver las razones de su rechazo al llamamiento sobre la guerra que nosotros le propusimos. Es muy instructivo leer un artículo aparecido en Battaglia communista de noviembre de 1995, titulado: “Equívocos sobre la guerra en los Balcanes”. En este artículo, Battaglia refiere que ha recibido de la OCI (Organizzazione comunista internazionalista) una carta de invitación a una Asamblea nacional contra la guerra que debía tener lugar en Milán. Battaglia consideró que “el contenido de la carta es interesante y mucho mejor en cuanto a posiciones que las que la OCI había adoptado sobre la guerra del Golfo, de ‘apoyo al pueblo iraquí atacado por el imperialismo’ y muy polémica al acusarnos de ‘indiferentismo’.” El artículo de Battaglia communista proseguía: “Falta la referencia a la crisis del ciclo de acumulación (…) y el análisis esencial de sus consecuencias sobre la Federación Yugoslava. (…) Pero eso no parece que sea un impedimento para una posible iniciativa en común de quienes se oponen a la guerra desde un terreno de clase” (subrayado nuestro). Hace tan solo cuatro años, como puede observarse, en una situación menos grave que la que hemos vivido con la guerra de Kosovo, BC habría estado dispuesto a tomar una iniciativa común con un grupo ya entonces claramente contrarrevolucionario ([31]) para así satisfacer sus operaciones activistas a la vez que tiene la cara de decir no a la CCI… con el pretexto de que nuestras posiciones están demasiado alejadas. A eso es a lo que se llama oportunismo.

Conclusiones

En este artículo nos hemos esforzado por contestar a la tesis del BIPR según la cual organizaciones como la nuestra se habrían “alejado del método y de las perspectivas de trabajo que llevan a la composición del futuro partido revolucionario”. Para ello, hemos tenido en cuenta los dos niveles en que se plantea el problema de la organización; y en ambos niveles, hemos demostrado que es el BIPR, y no la CCI, quien se sale de la tradición de la Izquierda comunista italiana. En realidad, el eclecticismo que guía al BIPR en su política de agrupamiento recuerda más al de un Trotski metido en su construcción de la IVª internacional; la visión de la CCI, en cambio, es la de la Fracción italiana, la cual siempre combatió para que el agrupamiento se hiciera con la mayor claridad, y gracias a ello poder ganarse a los elementos del centro, a los indecisos.

Les guste o no a los variados presuntos herederos, la continuidad real de la Fracción italiana está hoy representada por la CCI, organización que se reivindica, porque las ha asumido y hecho suyas, de las batallas de los años 20, de los años 30 y de los años 40.

31 de agosto de 2000

Ezechiele


[1] BIPR: Buró internacional para el Partido revolucionario, organización internacional que reúne las dos organizaciones siguientes: Communists workers organisation (CWO) y el Partito comunista internationalista de Italia (Battaglia comunista).

[2] Publicado en Battaglia comunista nº 1, enero de 2000 y en Internationalist communist nº 18, invierno de 2000.

[3] También eran veintiuna las condiciones de admisión en la Internacional comunista.

[4] “Acerca del llamamiento de la CCI sobre la guerra en Serbia. La ofensiva guerrera de la burguesía exige una réplica unida de los revolucionarios”, en la Revista internacional nº 98, julio de 1999.

[5] Ver también “El método marxista y el Llamamiento de la CCI sobre la guerra en la antigua Yugoslavia”, Revista internacional nº 99, octubre de 1999.

[6] Son los puntos 13 y 16 sobre los cuales subsisten divergencias, aunque no de fondo; se refieren al análisis de la actualidad.

[7] Pueden encontrarse las Actas y valoraciones críticas de esas conferencias en diferentes artículos de nuestra Revista internacional y en folletos disponibles (pedidos a nuestras direcciones).

[8] Tesis de la Izquierda para el IIIer Congreso del PC de Italia, Lyon, enero de 1926, publicadas en “Defensa de la continuidad del programa comunista”, Ediciones Il Programma Comunista, Milan 1970.

[9] “Durante todo este período (1930), Trotski está informado mediante las cartas de Rosmer. Éste, que no era favorable a la Izquierda italiana “bloquea todas las discusiones”. Critica a Prometo, el cual quería crear, inicialmente, secciones nacionales antes de la Internacional y da el ejemplo de Marx y Engels, quienes “hicieron surgir en 1847 el movimiento comunista con un documento internacional y con la creación de la Primera internacional”. Este argumento debe de ser subrayado pues fue usado, sin razón, contra la Fracción italiana” (CCC, “Relaciones entre la Fracción de izquierda del PC de Italia y la Oposición de izquierda internacional, 1923-1933”).

[10] BIPR, “Verso la nuova Internazionale” (Hacia la nueva Internacional), en Prometeo  nº 1, serie VI, junio de 2000.

[11] ídem.

[12] Puede leerse nuestra toma de postura sobre el problema en “Sobre el partido y sus vínculos con la clase” Texto del Vº Congreso de la CCI, Revista internacional nº 35.

[13] “Muchos [delegados al Congreso de formación de la IC] son, en realidad, militantes bolcheviques: los PC de Polonia y, en muchos aspectos, de Letonia, Ucrania, Lituania, Bielorrusa, Armenia, el grupo unificado de los pueblos de la Rusia oriental, las secciones del Buró central de los pueblos de Oriente, no son, a diferentes niveles, sino productos del propio partido bolchevique. (…) Solo vienen realmente del extranjero los dos delegados suizos, Fritz Platten y Katscher, el alemán Eberlein (…), el noruego Stange y el sueco Grimlund, el francés Guilbeaux. Pero también era discutible su representatividad (…) Por lo tanto, sólo quedan dos delegados cuyo mandato es indiscutible, Grimlund el sueco y Eberlein” (“Les origines de l’Internationale communiste” en Premier congrès de l’Internationale communiste, Pierre Broué; EDI, Paris, pp. 35-36).

[14] Esta es la crítica que hemos hecho recientemente a BC respecto a su manera oportunista de sus relaciones con los elementos del GLP, formación política cuyos componentes, en ruptura con la autonomía, están a medio camino de clarificarse, a la vez que siguen conservando una buena dosis de confusiones de origen: “Una intervención que, lejos de favorecer la clarificación de sus elementos y su adhesión a una coherencia revolucionaria, lo que ha hecho es, al contrario, bloquear su posible evolución” (de “I Gruppi di lotta proletaria: un tentativo incompiuto di raggiuntare una coerenza rivoluzionaria”, en el nº 196 de Rivoluzione internazionale, publicación de la CCI en Italia).

[15] A lo mejor, el BIPR desmiente lo que decimos con el ejemplo de grupos que, en los últimos años, han optado por “trabajar” con él, y con la reanudación de su presencia en Francia y su nueva publicación Bilan et Perspectives. Deseamos que esas fuerzas se mantengan, pero el BIPR deberá estar muy atento si no quiere que le ocurra como en el pasado.

[16] Lenin, Un paso adelante, dos pasos atrás, 1904.

[17] Texto de la 21ª condición de admisión a la Internacional comunista que se adoptó en su IIº‑Congreso, del 6 de agosto de 1920 (Jane Degras, Storia dell’Internazionale comunista, Feltrinelli, 1975). Ver Les quatre premiers congrès de l’Internationale communiste, Librairie du Travail, ed. Maspero, París 1972.

[18] Discurso de Amadeo Bordiga sobre “Las condiciones de admisión en la IC” , 1920, publicado en La Sinistra comunista nel cammino  della rivoluzione, Edizioni sociali, 1976.

[19] Esta política llevó al aislamiento de las energías revolucionarias en el seno de los partidos, favoreciendo su exposición a la represión y al aniquilamiento, como así ocurrió en China.

[20] C.C.I., La Izquierda comunista de Italia, 1927-1952.

[21] Sacado del libro que la CCI publicará en breve, en francés: Relaciones entre la Fracción de izquierda del PC de Italia y la Oposición de Izquierda internacional, 1923-1952.

[22] “Las ambigüedades sobre los ‘partisanos’ en la constitución del Partido comunista internacionalista en Italia”; Carta de Battaglia Comunista, Respuesta de la CCI en Revista internacional nº 8.

[23] Ver los artículos: “En el origen de la CCI y del BIPR” en la Revista internacional nº 90 y 91 y “Sobre el folleto ‘Entre las sombras del bordiguismo y sus epígonos’ (Battaglia Comunista)” en Revista internacional nº 95.

[24] Ver artículos: “Polémica: hacia los orígenes de la CCI y del BIPR” en la Revista internacional nº 90 y 91 y el artículo “Sobre el folleto Entre las sombras del bodiguismo y de sus epígonos” (Battaglia comunista)” en la Revista internacional nº 95.

[25] CCI, La izquierda comunista de Italia, 1927-1952.

[26] Algunos ex partisanos, entre los cuales Cervetto, Massimi y Parodi, se adhirieron al movimiento anarquista, intentando formarse como tendencia de clase en su seno mediante la creación de los Gruppi Anarchici di Azione Proletaria (GAAP) en febrero de 1951, con la publicación L’Impulso.

[27] AC nació en 1954 como tendencia del PCI, formado por Seniga, Raimondi, un ex partisano, y Fortichiari, uno de los fundadores del PC de Italia en 1921, que había vuelto al OCI después de haber sido expulsado de él. Seniga era un colaborador de Pietro Secchia, o sea el que había calificado a los grupos a la izquierda del PC de Italia durante la resistencia de “marionetas de la Gestapo” y que animaba a liquidarlos físicamente. Fue la fusión de una parte de AC y los CGAP quienes formarán en 1965 el grupo Lotta Comunista.

[28] Las Actas de la Conferencia están reproducidas, en francés, en: Textes préparatoires (suite), comptes-rendus, correspondance de la IIe Conférence des Groupes de la Gauche communiste, París, 1978.

[29] Revista internacional º 22, otoño de 1980. “Tercera conferencia internacional de los grupos de la Izquierda comunista” (París, mayo de 1980). El sectarismo, una herencia de la contrarrevolución que hay que superar”. Ver también las Actas de la IIIª Conferencia publicadas en francés por la CCI en forma de folleto y en italiano por BC (como número especial de Prometeo). En la edición francesa, podrá también encontrarse  una toma de postura política por parte de la CCI sobre las conclusiones de la Conferencia.

[30] Revista internacional nº 92: “VIº Congreso del Partito comunista internazionalista; Un paso adelante para la Izquierda comunista”. Revista internacional nº 93: “Debates entre grupos bordiguistas. Una evolución significativa del medio político proletario”. Revista internacional nº 95: “Izquierda comunista de Italia. Acerca del folleto ‘Entre las sombras del bordiguismo y de sus epígonos’ (Battaglia Comunista)”.

[31] Hay que ser oportunista hasta la médula como lo es BC para intentar, en el otoño del 95, reanudar lazos con una organización que desde hacía como mínimo cinco años antes, o sea desde la guerra del Golfo, a lo que se dedicaba era a apoyar a un frente imperialista contra otro, participando así en el alistamiento del proletariado en las masacres imperialistas. Véanse al respecto los artículos publicados en Rivoluzione internazionale: “L’OCI, la calunnia è un venticello” (nº 76, junio de 1992); “Le farneticazioni dell’OCI (nº 69, abril de 1991) “I pesci del Golfo”  (nº 67, diciembre de 1990).

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