Enviado por Revista Interna... el
Sindicalismo, parlamentarismo, partidos de masas, lucha por reformas sociales, apoyo a las luchas por la formación de nuevos Estados, etc., ya no son formas de lucha válidas para la clase obrera. La realidad de la crisis abierta que zarandea al capitalismo, la experiencia de las luchas sociales hacen que esté cada día más claro para los trabajadores del mundo entero.
¿Por qué esas formas de lucha, que fueron tan importantes durante el siglo XIX para el movimiento obrero se han transformado en una trampa para él ?
No basta con estar en contra. Llevar a cabo una sólida intervención en la lucha de clases, ser capaz de luchar contra la desorientación que inocula la ideología burguesa exige saber por qué se está en contra.
Hoy, ya sea por ignorancia, ya por facilidad, algunos grupos que han llegado a la conclusión del carácter burgués del sindicalismo, del parlamentarismo, etc., intentan dar respuestas a todos esos problemas recurriendo a conceptos anarquistas o utopistas, formulados con lenguaje marxista para que parezca "mas serio". Entre éstos está el Grupo Comunista Internacionalista (GCI)
Para el GCI, el capitalismo no ha cambiado desde sus orígenes. Y las formas de lucha del proletariado tampoco. En cuando al programa formulado por las organizaciones revolucionarias, ¿por qué tendría que haber cambiado?. Esa es la teoría de al Invariancia
Para estos paladines de la "rebelión eterna" la lucha sindical, la parlamentaria, la lucha por reformas siempre fueron desde sus inicios lo que hoy son, o sea, medios para integrar al proletariado en el capitalismo.
El análisis de la existencia de dos fases en la historia del capitalismo a las que corresponden formas de lucha diferentes, no sería más que un invento de los años 30 para "traicionar" mejor el "programa histórico", el cual quedaría resumido en una verdad casi eterna: "revolución violenta y mundial".
Y todo eso lo expresan así:
"Esa teorización de la apertura de una nueva fase capitalista, la de su decadencia, permite, a posteriori, mantener una coherencia formal entre ‘lo adquirido por el movimiento obrero en el siglo anterior' (se trata en realidad de ‘conquista' burguesas de la socialdemocracia: sindicalismo, parlamentarismo, nacionalismo, pacifismo, ‘lucha por reformas', lucha por la conquista del Estado, rechazo de la activación revolucionaria...) y, debido ‘al cambio de período' (argumento clásico para justificar todas las revisiones-traiciones del programa histórico), la aparición de nuevas ‘tácticas' propias de la ‘nueva fase', que van desde la defensa de la ‘patria socialista' para los estalisnistas hasta el ‘programa de transición' de Trotsky, o el rechazo de la forma sindical en beneficio de la de los consejos ultra-izquierdistas' (cf. Pannekoek: Los Consejos Obreros). Así asumen todos, de manera acrítica, la historia pasada y sobre todo el reformismo socialdemócrata, el cual queda justificado por arte de magia, pues se produjo ‘en la fase ascendente del capitalismo...".
"(...) Y los comunistas, a riesgo de ser una vez más los ‘iguanodontes[1] de la historia', para quienes nada ha cambiado fundamentalmente, para quienes los viejos métodos' de lucha directa, clase contra clase, la revolución proletaria mundial y violenta, el internacionalismo, la dictadura del proletariado... siguen siendo -ayer, hoy y mañana- válidos." (traducido de Le Communiste nº 23, p. 17-18).
El GCI precisa: "El origen mismo de las teorías decadentistas (teorías del ‘cambio de período' y de la ‘apertura de una nueva fase capitalista', la de su ‘declive' ...) está ‘curiosamente' teorizado durante los años 30 tanto por los estalinistas (Varga) y los trotskystas (Trotsky mismo) como por algunos socialdemócratas (Hilferding, Sternaberg...) y catedráticos (Grossmann). Fue, pues, tras la derrota de la oleada revolucionaria de 1917-23 cuando algunos productos de la historia de al contrarrevolución empezaron a teorizar un largo período de ‘estancamiento y de declive'".
Resultaría difícil decir más absurdeces en tan pocas líneas. Dejemos ya de lado las amalgamas a que a menudo recurre el GCI y que no aportan nada en el debate sino es la demostración de la superficialidad de su propio razonamiento. Atreverse a poner en el mismo plano a la izquierda comunista internacionalista (Pannekoek) y el estalinismo (Varga) porque ambos hablaron de decadencia del capitalismo es algo tan de imbéciles como identificar revolución y contrarrevolución porque ambas hablan de la lucha de clases.
Los Orígenes de la Teoría de la Decadencia
Empecemos por lo que es una mentira o en el mejor de los casos, la expresión de la ignorancia total de la historia del movimiento obrero: según el GCI es en los años 30 "a posteriori" cuando se habría inventado el análisis de la decadencia del capitalismo. Cualquier que conozca un mínimo de la historia del movimiento obrero, y, en particular la lucha contra el reformismo dentro de la socialdemocracia y de la segunda Internacional, sabe que esa afirmación es falsa.
En el artículo "Comprender la decadencia del capitalismo" hemos demostrado a fondo que la idea de que existen dos fases, una "ascendente" en la que las relaciones capitalistas estimulan el desarrollo económico y global de la sociedad, la otra "decadente", durante la cual esas relaciones se transforman en "trabas" contra ese desarrollo, iniciándose una "era de revolución", esa idea, está en el centro mismo del concepto materialista de la historia, tal como lo definieron Marx y Engels ya en el Manifiesto Comunista de 1847. Ya hemos hablado del combate que tuvieron que librar los fundadores del socialismo científico contra todas las corrientes utopistas, anarquistas y demás que desdeñaban voluntariamente esa distinción entre diferentes fases históricas y que no veían en la revolución comunista más que un ideal eterno realizable en cualquier momento y no un trastorno social que únicamente la evolución misma de las fuerzas productivas y su choque con las relaciones sociales de producción capitalistas podía hacer posible e históricamente necesario.
Marx y Engels tuvieron que luchar sobre todo contra los que eran incapaces de ver que el capitalismo estaba todavía en su fase ascendente. En cambio, desde finales del siglo pasado, la izquierda de la segunda Internacional, a través de Rosa Luxemburgo en particular, tuvo que luchar contra la tendencia inversa, o sea, la de los reformistas, la cual negaba que el capitalismo se estaba acercando a su fase de decadencia. Así escribía Rosa Luxemburgo en 1898 en Reforma o Revolución:
"En cuando el desarrollo de la industria haya alcanzado su punto álgido y haya empezado en el mercado mundial la fase descendente para el capital, la lucha sindical se volverá difícil por partida doble: primero porque las coyunturas objetivas se irán agravando para la fuerza de trabajo, al aumentar más lentamente la oferta de lo que ahora ocurre; segundo, porque el capital mismo para compensar las pérdidas en el mercado mundial va a intentar con mayor energía reducir la parte del producto que corresponde a los obreros (...) Inglaterra nos está mostrando el cuadro de ese inicio de la segunda fase del movimiento sindical. Este se está reduciendo necesariamente y cada vez más a la simple defensa de las conquistas ya realizadas e incluso esa defensa se está haciendo cada día más difícil." (punto 3 de la primera parte, subrayado por nosotros)
Esas líneas no fueron escritas "a posteriori", como lo pretende el GCI, no fueron escritas después de que la primera carnicería imperialista diera la prueba indiscutible de que el capitalismo había entrado definitivamente en su fase de decadencia, sino que lo fueron 15 años antes. Y ya Rosa Luxemburgo empezaba a entrever las consecuencias políticas, en este caso las posibilidades del sindicalismo, que ese cambio de "fase" acarreaba para el movimiento obrero.
El GCI afirma que fue "tras la derrota de al oleada revolucionaria de 1917-23 cuando algunos productos de la victoria de la contrarrevolución empezaron a teorizar un largo período de estancamiento y declive". ¿Ignora el GCI que fue durante el auge mismo de esa oleada revolucionaria cuando se fundó la tercera internacional, basada en el análisis de la entrada del capitalismo en una nueva fase?: "Ha nacido una época nueva. Época de desmoronamiento de capitalismo, de su hundimiento interno. Época de la revolución comunista del proletariado." (Plataforma de al Internacional Comunista). Y la izquierda comunista dará otra vez la batalla, en el seno de la Internacional contra las tendencia mayoritarias que no perciben todas las consecuencias políticas para las formas de lucha del proletariado de este nuevo período histórico. Así se expresaba, por ejemplo, el KAPD, izquierda comunista alemana, en el tercer Congreso de la IC (1921):
"Animar al proletariado a participar en las elecciones en el período de decadencia del capitalismo significa alimentar en su seno la ilusión de que la crisis puede ser superada por medios parlamentarios".
Y en los años 30, no son sólo los "productos de la victoria de la contrarrevolución", sino las vanguardias proletarias las que ponen todo su empeño para sacar las lecciones de la oleada revolucionaria pasada y que "teorizan un largo período de estancamiento y declive". Por ejemplo, la revista BILAN, que agrupaba a elementos de la izquierda comunista de Italia, Bélgica y Francia, escribió:
"La sociedad capitalista, teniendo en cuenta el carácter agudo de las contradicciones internas de su modo de producción ya no puede cumplir con su misión histórica, o sea, el desarrollo de las fuerzas productivas y la productividad del trabajo humano de manera continua y progresiva. El choque entre las fuerzas productivas y su apropiación privada, antes esporádico, se ha vuelto permanente; el capitalismo ha entrado en su crisis general de disgregación". (nº 11, nov. 1934)[2]
El GCI ignora o falsifica la historia del movimiento obrero. En ambos casos, sus afirmaciones sobre "el origen mismo de las teorías decadentistas" bastan para demostrar la vacuidad de sus argumentos y la falta de seriedad en sus métodos.
La "Invariación" del programa o el "Marxismo de los Dinosaurios"
Veamos ahora ese argumento del GCI según el cual hablar de cambios en los medios de lucha del proletariado sería "traicionar el programa histórico".
El programa de un movimiento político se define por el conjunto de medios y fines que se propone ese movimiento. El programa comunista contiene elementos que son efectivamente permanentes desde el Manifiesto Comunista, cuya redacción corresponde a las revoluciones de 1848 que vieron por vez primera en el escenario histórico la aparición del proletariado como fuerza política diferenciada. Así ocurre con la definición del objetivo general: la lucha de clase y la dictadura del proletariado.
Para el GCI, el Programa Comunista ignora todo eso, limitándose al único grito guerrero de: "Hay que hacer la revolución mundial siempre y por todas partes". Así reducido, el programa podría ser invariable, pero dejaría de ser un programa y sí, en cambio, una declaración de buenas intenciones. Respecto a la aplicación práctica de semejante "Programa", en caso de que pudiera haberla, se limitaría a mandar a los proletarios al enfrentamiento final sean cuales sean las circunstancias históricas y las relaciones de fuerza. O sea, la vía de la escabechina.
Ya Marx combatió en su tiempo contra esas tendencias en el seno de la Liga de los Comunistas: "Mientras nosotros les decimos a los obreros: tendréis que pasar por quince, veinte, cincuenta años de guerras civiles y de guerras internacionales, no sólo para transformar las condiciones sino también para transformaros vosotros mismos y haceros aptos para el poder político, vosotros, en cambio, les decís: tenemos que llegar inmediatamente al poder o, si no, mejor irse a dormir." (Marx, contra la tendencia del Willich y Scapper en el seno de la Liga de los Comunistas; actas de la sesión del comité central de Septiembre de 1850, citadas por B. Nicolaievski en La vida de Karl Marx, cap. XV).
Un programa que no se empeña en definir lo específico de cada situación histórica y del comportamiento proletario correspondiente, no sirve para nada. "Si bien es cierto que nuestro programa ha formulado de una vez para siempre la evolución histórica de la sociedad del capitalismo al socialismo, también debe formular explícitamente, en sus rasgos fundamentales, todas las fases transitorias de ese desarrollo y, por consiguiente, ser capaz de indicar, a cada instante, al proletariado la acción que corresponde en el camino que nos acerca al socialismo...", como dice Rosa Luxemburg en Reforma o Revolución (2da parte, punto sobre la conquista del poder político).
Además, el Programa Comunista tiene en la práctica de la clase un manantial de enriquecimiento permanente. Problemas tan cruciales como la imposibilidad para el proletariado de conquistar el aparato de Estado burgués en provecho propio, o el de las formas de lucha y de organización del proletariado para la revolución han acarreado modificaciones en el programa comunista tras experiencias como la de la Comuna de París en 1871 y la de la revolución de 1905 en Rusia.
Negarse a modificar el programa, a enriquecerlo permanentemente, en función de la evolución de las condiciones objetivas y de la experiencia práctica de la clase, eso no es "permanecer fiel" al programa sino destruirlo transformándolo en tablas de la ley. Ni los comunistas son dinosaurios, ni su programa es un fósil. Saber modificar, saber enriquecer el programa comunista como siempre han sabido hacerlo los revolucionarios consecuentes para que así incorpore los resultados de la praxis revolucionaria del proletariado, eso no es "traicionar el programa", sino que es la única actitud consecuente para que sea una auténtica herramienta para la clase[3].
El enfoque Idealista del anarquismo y el método marxista
Para el GCI, el peor crimen de los "decadentistas" consiste en «teorizar una coherencia formal con lo adquirido por el movimiento obrero en el siglo anterior». Y sigue matizando el GCI: «se trata en realidad de las ‘conquistas' burguesas de la socialdemocracia». El peligro principal de la teoría de la decadencia sería el de «asumir de manera acrítica la historia pasada, y sobre todo el reformismo socialdemócrata, el cual queda justificado por arte de magia, pues se produjo ‘en la fase ascendente del capitalismo'». Para el GCI, «la función histórica de la socialdemocracia fue directamente, no la de organizar la lucha por la destrucción del sistema (que es el enfoque invariable de los comunistas), sino la de organizar a las masas obreras atomizadas mediante la contrarrevolución educándolas para que participaran mejor en el sistema de esclavitud asalariada» (traducido de Le Comuniste nº 23, p. 18). En un próximo artículo hemos de volver más en particular sobre la naturaleza de clase de la socialdemocracia y la segunda Internacional del período entre ambos siglos. Pero para hablar de ello, primero hay que contestar a ese simplismo aberrante del GCI de que "nada ha cambiado fundamentalmente" para la lucha obrera desde sus orígenes.
Así, el GCI echa en cara a la socialdemocracia el no haber organizado la lucha «por la destrucción del sistema (lo cual es el programa invariable de los comunistas), sino el combate sindical, parlamentario, por reformas, lo cual nunca ha podido ser mas que un medio para hacer participar a los proletarios en el sistema» En realidad, negar el sindicalismo o el parlamentarismo solo porque se trata de formas de lucha que no se plasman inmediatamente en la "destrucción del sistema" es negarlos por razones idealistas, basadas en la nada de los ideales eternos y no en la realidad concreta de las condiciones objetivas de la lucha de clases. Eso es ver la clase obrera únicamente como clase revolucionaria, olvidando que, contrariamente a las clases revolucionarias del pasado, también es una clase explotada.
Lucha reivindicativa y lucha revolucionaria son dos momentos de una misma lucha de la clase obrera contra el capital; la lucha por la destrucción del capitalismo es la lucha reivindicativa contra los ataques del capital llevada hasta sus últimas consecuencias. Sin embargo, esos dos momentos de la lucha no son idénticos. Quien no tiene en cuenta ese doble carácter de la lucha proletaria tiene de ella una idea totalmente hueca. Quienes como los reformistas solo ven en la clase obrera su carácter de clase explotada y en su lucha solo ven lo reivindicativo tienen un enfoque estático y ahistórico obtuso. Y quienes solo ven la clase obrera como clase revolucionaria, dejando de lado su naturaleza de clase explotada y por lo tanto la naturaleza reivindicativa de toda lucha obrera, esos hablan de un fantasma.
Cuando los marxistas rechazaron la forma de lucha sindical o parlamentaria, en el pasado, nunca lo hicieron en nombre del radicalismo hueco y aclasista típico de los anarquistas, ese radicalismo que hacía escribir a Bakunin en 1869, en el Catecismo revolucionario, que la organización ha de consagrar "todas sus fuerzas y todos los medios para agravar y extender los sufrimientos y las miserias que acabarán al final por empujar al pueblo al levantamiento general".
El anarquismo mira el mundo desde el punto de vista de una ideal abstracto de "rebelión". Hacia las luchas reivindicativas de la clase obrera siente un desprecio "trascendental" como lo denunciaba Marx respecto a Proudhon en Miseria de al filosofía. El marxismo tiene el enfoque de una clase y de sus intereses, tanto históricos como inmediatos. Cuando los revolucionarios marxistas llegan a la conclusión de que el sindicalismo, el parlamentarismo, las luchas por reformas, ya no son válidas, eso no significa que abandonan las luchas reivindicativas, sino que saben que éstas ya no son eficaces si se utilizan las antiguas formas.
Ese es el método general de Rosa Luxemburgo cuando prevé que con la entrada del capitalismo en su "fase de decadencia", la lucha sindical se volverá "difícil por la partida doble", cuando hace constar a finales del XIX que el movimiento sindical en el país más adelantado de aquel entonces, Inglaterra, «se reduce necesariamente y cada día más a la simple defensa de las conquistas ya realizadas, e incluso esa defensa se hace cada día más difícil».
Ese es también el método del KAPD cuando rechaza la participación en las elecciones, no porque votar sea "un acto sucio", sino porque los medios parlamentarios ya no sirven para hacer frente a los efectos de la crisis del capitalismo, o sea para hacer frente a la miseria del proletariado. Mientras el desarrollo del capitalismo pudo venir acompañado de una auténtica y verdadera mejora de las condiciones de vida de la clase obrera, mientras el Estado no era todavía ese imperio totalitario sobre la vida social que hoy es, la lucha reivindicativa podía y debía tomar formas sindicales, parlamentarias. Las condiciones objetivas, cuando el capitalismo conoció su apogeo histórico, crearon una especie de terreno económico y político en el que los intereses inmediatos de la clase obrera podían coincidir con las necesidades de desarrollo de un capital en plena expansión mundial, encontrando en él verdaderas ventajas.
Fue la ilusión de creer que esa situación iba a prolongarse indefinidamente lo que sirvió de base al desarrollo, dentro del movimiento obrero, del reformismo, esa ideología burguesa según la cual revolución comunista es imposible y solamente puede llevarse a cabo una reforma progresista del capitalismo en beneficio de la clase obrera.
Para los marxistas, el rechazo de la lucha por reformas en el capitalismo siempre se basó en última instancia, sobre la imposibilidad de su realización. Rosa Luxemburgo lo decía en los siguientes términos: «La protección del obrero, por ejemplo, es tan del interés inmediato de los capitalistas como clase, como de al sociedad en general. Pero esa armonía solo dura hasta cierto estadio del desarrollo capitalista. Cuando ese desarrollo alcanza cierto nivel, los intereses de la burguesía y los del progreso económico, incluso en el sentido capitalista, empiezan a separarse» (Reforma o revolución, Primera parte, punto IV)
Lo que cambia para la lucha obrera en las condiciones objetivas de la entrada del capitalismo en su fase decadente, es la imposibilidad de obtener verdaderas mejoras duraderas. Pero eso no es algo aislado: la decadencia del capitalismo es también sinónimo de capitalismo de Estado, y eso trastorna por completo las condiciones de existencia del proletariado.
No podemos desarrollar aquí todos los aspectos de los cambios que para la vida social en general, y para la lucha de la clase en particular, trae consigo la entrada del capitalismo en una nueva fase histórica. Aconsejamos a los lectores el artículo "la lucha del proletariado en el capitalismo decadente" (Revista Internacional, nº 23[4]). Lo que aquí nos importa subrayar es que para los marxistas, las formas de lucha del proletariado dependen de las condiciones objetivas en que se desarrollan y no en principios abstractos de rebelión eterna.
La única manera para juzgar la validez de una estrategia, de una forma de lucha, es basarse en el análisis objetivo de la relación de fuerza entre las clases visto en su dinámica histórica. Fuera de esa base materialista, cualquier toma de posición sobre los medios de la lucha proletaria se apoya en arenas movedizas, lleva a la desorientación en cuanto aparecen las típicas y superficiales formas de la "rebelión eterna", como la violencia en sí, la antilegalidad, etc. De todo esto, el GCI es una expresión de lo mas patente. Cuando no se ha entendido por qué ciertas formas de lucha eran válidas en el capitalismo ascendente, tampoco se puede comprender por qué han dejado de serlo en la fase decadente. A fuerza de solo basar sus criterios políticos en estar "contra todo lo que se parezca a la socialdemocracia", a fuerza de creer que "la antidiomocracia" es un criterio en sí, suficiente, el GCI ha acabado afirmando que una organización guerrillera nacionalista estalinista, como "Sendero Luminoso" del Perú, porque es una organización armada y se niega a participar en las elecciones, «aparece cada día más como la única estructura capaz de dar coherencia a la cantidad cada día mayor de acciones directas del proletariado, en las ciudades y en el campo, mientras que los demás grupos de izquierda se unen objetivamente contra todos los intereses obreros en nombre de la condena del terrorismo en general y de la defensa de al democracia» (subrayado nuestro, trad. De Le Communiste, nº 25, p. 48-49).
El GCI hace constar que "todos los documentos que S.L. ha redactado están basados en el más estricto estalo-maoismo", y que éste considera que en Perú la lucha es "en la época actual antiimperialista y antifeudal". Lo cual no le impide al GCI concluir que: "No tenemos elementos para juzgar a S.L. o P.C.P. como se autodefine: como organización burguesa al servicio de la contrarrevolución" (idem)
Lo que le falta al GCI para juzgar el carácter de clase de una organización política, o cualquier otra realidad de la lucha de la clase, no son "elementos de información", sino método marxista, concepción materialista de la historia, del cual es elemento indispensable la noción de fases históricas de una sistema (ascendente y decadente).
[1] El iguadonte es un reptil dinosaurio fósil que vivió en el cretáceo.
[2] El GCI reconoce en una pequeña nota del artículo citado que efectivamente Luxemburgo, Lenin o Bujarin habrían compartido teorías "decadentistas". Sin embargo, pretende que no se trataba para ellos de "definir una fase de más de 70 años". Pero eso es, una vez más, una falsificación: para la izquierda de la 2ª Internacional, el estadio en el que había entrado el capitalismo no era una fase cualquiera a la cual podría seguir una especie de remontada del capitalismo. Para ellos, el nuevo periodo era "la fase última", el "estadio supremo", del capitalismo, lo que venía con él no significaba otra salida para la sociedad que la barbarie o el socialismo.
[3] Contra toda actitud religiosa respecto a lo que es el instrumento vivo de una clase viva, nosotros nos reivindicamos de la actitud de Marx y Engels que declararon a partir de la experiencia de la Comuna de París que una parte del Manifiesto Comunista se había convertido en caduca. También de la actitud de Lenin que en las Tesis de Abril de 1917 expresaba la necesidad de volver a redactar una parte del programa del partido