Durante la primavera pasada la CCI ha celebrado su XVI Congreso. En nuestros estatutos se recoge que "El congreso internacional es el órgano soberano de la CCI". Por ello tenemos la responsabilidad de exponer ante la clase obrera, y así lo hacemos siempre tras este tipo de actos, en que han consistido sus trabajos y cuales son las orientaciones que de ellos se derivan1
Este Congreso ha situado en el centro de sus preocupaciones el análisis de la reanudación de los combates de la clase obrera y de las responsabilidades que esta recuperación implica para nuestra organización, sobre todo ante el desarrollo de una nueva generación de elementos que se orientan hacia una perspectiva política revolucionaria. Por otra parte hay que decir que evidentemente la barbarie guerrera continua desatándose en un mundo capitalista que se enfrenta a una crisis económica insuperable, tal y como se recoge en los informes específicos que se presentaron sobre los conflictos imperialistas y la crisis y que tras ser discutidos fueron adoptados por el Congreso. Lo esencial de estos informes fue retomado en la resolución sobre la situación internacional.
Como se señala en dicha resolución, la CCI analiza el período histórico actual como la fase última de la decadencia del capitalismo, la fase de descomposición de la sociedad burguesa, la de su pudrimiento profundo. Tal y como hemos expuestos en numerosas ocasiones, esta descomposición proviene del hecho que ante el hundimiento histórico irremediable de la economía capitalista, ninguna de las dos clases antagónicas de la sociedad, burguesía y proletariado, consiguen imponer su respuesta propia: la guerra mundial para la primera, la revolución comunista en el caso de la segunda. Estas condiciones históricas determinan las características esenciales de la vida de la sociedad burguesa actual. Este marco de análisis de la descomposición es el que nos permite comprender, en particular, la permanente agravación de una serie de calamidades que hoy azotan a la humanidad, sobre todo la barbarie guerrera, pero también fenómenos tales como la imparable destrucción del medio ambiente, o las consecuencias terroríficas de “catástrofes naturales" como el tsunami del pasado invierno. Estas condiciones históricas de la descomposición afectan también, y mucho, tanto al proletariado como a las organizaciones rfevolucionarias, y constituyen una de las principales causas de las dificultades que ha vivido nuestra clase y también nuestra organización desde principios de los años 90, tal y como hemos expuesto en artículos anteriores (Ver Revista Internacional nº 62).
La reanudación de los combates de clase
El XV congreso constató que la CCI había superado su crisis de 2001, sobre todo porque había sido capaz de entenderla como una manifestación, en nuestro propio seno, de los efectos deletéreos de la descomposición. Al mismo tiempo, reconocía las dificultades que seguía encontrando la clase obrera en sus luchas contra los ataques capitalistas, y sobre todo su falta de confianza en ella misma.
Sin embargo tras ese congreso celebrado a comienzos de la primavera de 2003, y como posteriormente señalase la reunión plenaria del órgano central de la CCI en el otoño de ese mismo año: "Las movilizaciones a gran escala de la primavera de 2003 en Francia y Austria representan un giro en la lucha de clases después de 1989. Constituyen un significativo primer paso en la recuperación de la combatividad obrera, tras el período más prolongado de reflujo desde 1968" (Revista Internacional nº 119).
Tal giro en la lucha de clases no fue una sorpresa para la CCI ya que su XV congreso anunciaba esa perspectiva. La resolución sobre la situación internacional aprobada en el XVI congreso precisa a su vez que: "Las luchas de 2003-2005 han presentado las siguientes características:
- han implicado sectores significativos de la clase obrera en países del centro del capitalismo mundial (como Francia en 2003);
- manifiestan una preocupación por cuestiones más explícitamente políticas;
- en ellas reaparece Alemania como referencia central de las luchas obreras, por primera vez desde la oleada revolucionaria;
- la cuestión de la solidaridad de clase se ha planteado de forma más amplia y más explícita que en cualquier otro momento de las luchas de los años ochenta. Esto ha aparecido en particular en los últimos movimientos en Alemania".
La resolución adoptada por el XVI congreso constata que las diferentes manifestaciones del giro que se ha producido en la relación de fuerzas entre las clases "se ve acompañado por el surgimiento de una nueva generación de elementos en búsqueda de claridad política. Esta nueva generación se manifiesta a la vez en un nuevo flujo de elementos politizados y también en nuevas capas de obreros que entran en lucha por primera vez. Como se ha puesto de manifiesto con ocasión de varias importantes manifestaciones, se están forjando las bases para la unión de la nueva generación y la "generación del 68", contituída tanto por la minoría política que reconstruyó el movimiento comunista en los años 60 y 70 como por capas más amplias de obreros que vivieron la rica experiencia de luchas de clase entre el 68 y el 89".
La responsabilidad de la CCI frente al surgimiento de las nuevas fuerzas revolucionarias
La otra preocupación esencial del XVI congreso ha sido situar a nuestra organización a la altura de su responsabilidad ante el surgimiento de estos nuevos elementos que se orientan hacia las posiciones de clase de la Izquierda Comunista. Esto queda de manifiesto sobre todo en la resolución de actividades aprobada por el congreso:
"El combate para ganar a la nueva generación para las posiciones de clase y para la militancia, se sitúa hoy en el centro de todas nuestras actividades. Esto no se aplica únicamente a nuestra intervención sino al conjunto de nuestra reflexión política, de nuestras discusiones y de nuestras preocupaciones militantes (...)"
Este trabajo de reagrupamiento de nuevas fuerzas militantes exige ante todo defenderlas contra todas las tentativas por destruirlas o de llevarlas a verdaderos callejones sin salida. Y esta defensa no puede llevarse a cabo sólo si la CCI sabe defenderse, ella misma, contra los ataques de que es objeto. El precedente congreso ya puso de manifiesto que nuestra organización había sido capaz de rechazar los inícuos ataques de la FICCI2, impidiéndoles conseguir su objetivo declarado que no era otro que destruir la CCI, o al menos el mayor número posible de sus secciones. En octubre de 2004, la FICCI desencadenó una nueva ofensiva contra nuestra organización apoyándose en las calumniosas tomas de posición de un "Círculo de Comunistas Internacionalistas" radicado en Argentina que se autoproclamaba continuador del "Núcleo Comunista Internacional" (NCI) con el que la CCI había desarrollado discusiones y contactos desde finales de 2003. Lamentablemente, el BIPR ha aportado su contribución a esta ignominiosa maniobra publicando en distintos idiomas y conservando durante varios meses en su web de Internet, una de las más falsas e histéricas de estas declaraciones contra nuestra organización. Ante ello reaccionamos rápidamente publicando documentos en nuestra web, con lo que conseguimos hacer frente a este ataque y reducir a nuestros agresores al silencio. El "Círculo" quedó desenmascarado como lo que era: una ficción inventada por el ciudadano B., un aventurero de poca monta del hemisferio austral. Y este combate contra la ofensiva de la "triple alianza" del aventurerismo (B.), del parasitismo (FICCI) y del oportunismo (BIPR) ha sido también un combate en defensa del NCI, el resultado del esfuerzo de un pequeño núcleo de camaradas que tratan de desarrollar una comprensión de las posiciones de la Izquierda Comunista en contacto con la CCI3.
(...) Para acometer este trabajo con los elementos en búsqueda, la CCI debe poner en práctica una decidida. Pero debe también poner el máximo cuidado en la profundidad de la argumentación que se aporta a las discusiones así como a la cuestión del comportamiento político. Además el surgimiento de nuevas fuerzas comunistas debe constituir un poderoso estímulo de la reflexión y la entrega, no sólo de los militantes sino también de muchos elementos que se vieron afectados por el retroceso de la clase obrera a partir de 1989: "Los efectos del actual desarrollo histórico van a repolitizar a una parte de la generación de 1968, que resultó entonces desviada y emponzoñada por el izquierdismo. De hecho ya han comenzado a reactivarse antiguos militantes, no sólo de la CCI, sino también de otras organizaciones proletarias. Cada una de estas expresiones de esta fermentación representa un valiosísimo potencial de reapropiación de la identidad de clase, de la experiencia de lucha, y de la perspectiva histórica del proletariado. Pero estos potenciales diferentes potenciales sólo pueden materializarse si son agrupados por una organización que representa la conciencia histórica, el método marxista y la experiencia organizativa, que, actualmente, sólo la CCI puede ofrecer. Esto hace que el desarrollo continuo y a largo plazo de las capacidades teóricas, la comprensión militante y la centralización de la organización, resulten cruciales para la perspectiva histórica".
El congreso ha señalado la enorme importancia del trabajo teórico en la situación presente: "La organización no puede cumplir sus responsabilidades ni hacia las minorías revolucionarias ni hacia la clase en su conjunto, sino es capaz de comprender el proceso de preparación del partido en el contexto más amplio de la evolución general de la lucha de clases. La capacidad de la CCI para analizar los cambios en la relación de fuerzas entre las clases, y para intervenir en las luchas y en la reflexión política que se da en el seno de la clase obrera, tiene una gran importancia a largo plazo en la evolución de la lucha de clases. Pero incluso ahora, es decir a corto plazo, resulta crucial para jugar nuestro papel dirigente frente a la nueva generación politizada. La organización debe continuar esta reflexión teórica, sacando un máximo de lecciones concretas de su intervención, abandonando los esquemas del pasado".
En fin, el congreso ha dedicado una muy particular atención a la cuestión que figura al final de la plataforma de nuestra organización: "Las relaciones que se establecen entre las diferentes partes y militantes de la organización llevan necesariamente los estigmas de la sociedad capitalista y no pueden, pues, constituir un islote de relaciones comunistas dentro de ella. Sin embargo no pueden estar en contradicción flagrante con los objetivos perseguidos por los revolucionarios, por lo que se apoyan necesariamente en una solidaridad y confianza mútuas, que son signos de pertenencia de la organización a la clase portadora del comunismo".
Esta exigencia, como todas a las que debe hacer frente una organización marxista, requiere una reflexión teórica:
"En la medida que las cuestiones de organización y de comportamiento se sitúan hoy en el centro de los debates tanto en el interior como en el exterior de la organización, un eje central de nuestro trabajo teórico en los dos próximos años será la discusión de los diferentes textos de orientación (que abordan estos sujetos). Estas cuestiones nos llevan a las raíces de las recientes crisis de la organización, afectando a las bases fundamentales de nuestro compromiso militante, y son cuestiones centrales para la revolución en la época de la descomposición. Estas cuestiones están llamadas a desempeñar un papel crucial en la renovación de la convicción militante y en el redescubrimiento del gusto por la teoría y por el método marxista que aborda cada cuestión desde un planteamiento histórico y teórico".
Perspectivas entusiasmantes
Los congresos de la CCI son siempre momentos de entusiasmo para el conjunto de sus miembros. No podía ser de otra forma cuando militantes venidos de tres continentes y de trece países, animados por las mismas convicciones, se reeencuentran para discutir juntos las perspectivas del movimiento histórico del proletariado. Pero el XVI congreso resultó aún más entusiasmante que la mayoría de los que le precedieron.
Durante casi la mitad de sus treinta años de vida, la CCI ha existido mientras el proletariado sufría un retroceso de su conciencia, una asfixia de sus luchas y un agotamiento de la emergencia de nuevas fuerzas militantes. Durante más de una década una de las consignas centrales de nuestra organización ha sido "resistir". Ha sido una prueba difícil y algunos de los "viejos" militantes no han podido aguantarla (sobre todo los que constituyeron la FICCI y los que abandonaron el combate en los momentos de crisis que hemos conocido en este período).
Hoy, cuando la perspectiva empieza a aclararse, podemos decir que la CCI, en su conjunto, ha superado esta prueba. Actualmente, que la perspectiva empieza a aclararse, podemos decir que la CCI, como un todo, ha superado esta prueba. Y sale reforzada. Un reforzamiento político, como pueden juzgar los lectores de nuestra prensa (donde recibimos un número creciente de cartas de apoyo). Pero también un reforzamiento numérico ya que, en el momento actual, las nuevas adhesiones son más numerosas que las dimisiones que conocimos en la crisis de 2001. Y lo que es más destacable, es que un número significativo de estas adhesiones son elementos jóvenes, que no han sufrido ni han tenido que superar las deformaciones provocadas por la militancia en organizaciones izquierdistas. Elementos jóvenes que con su dinamismo y entusiasmo reemplazan y superan cien veces las "fuerzas militantes" fatigadas y gastadas que nos han abandonado.
El entusiasmo que se ha vivido durante el XVI congreso ha sido lúcido. No tiene nada que ver con la euforia ilusoria que se vivió en otros congresos de nuestra organización (euforia que a menudo ha sido más particularmente de los que nos han dejado después). La CCI, después de 30 años de existencia, ha aprendido4, a veces dolorosamente, que el camino que conduce a la revolución no es ninguna autopista, que es sinuoso, y está sembrado de trampas que la clase dominante tiende a su enemigo mortal, la clase obrera, para desviarla de su objetivo histórico. Los miembros de nuestra organización saben bien actualmente que la militancia no es fácil; que hace falta no sólamente una sólida convicción, sino además abnegación, tenacidad y paciencia.
La conciencia de la dificultad de nuestra tarea no es para desanimarnos. Al contrario, es un factor suplementario de nuestro entusiasmo
Actualmente, el número de participantes a nuestra reuniones públicas ha aumentado sensiblemente, y nos llegan cada vez más correos de Grecia, Rusia, Moldavia, Brasil, Argentina, Argelia..., para solicitar directamente su candidatura a nuestra organización, para proponer y desarrollar discusiones o simplemente pedir las publicaciones, pero siempre con una perspectiva militante. Todos estos elementos nos permiten confiar en el desarrollo de la presencia de posiciones comunistas en los países donde la CCI no tiene todavía sección, incluso la creación de nuevas secciones en estos países. Saludamos a estos camaradas que vienen hacia las posiciones comunistas y hacia nuestra organización. Nosotros les decimos: "Habéis hecho una buena elección, la única elección posible si tenéis la perspectiva de integraros en el combate por la revolución proletaria. Pero no habéis elegido lo más fácil: no vais a ver éxitos rápidos, habréis de tener paciencia y tenacidad y no desmoralizaros cuando los resultados no estén a la altura de vuestras esperanzas. Pero no estaréis solos: los militantes actuales de la CCI estarán a vuestro lado y son conscientes de la responsabilidad que el paso que habéis dado representa para ellos. Su voluntad, tal y cómo se expresa en el XVI congreso, es la de estar a la altura de esa responsabilidad".
Corriente Comunista Internacional
1Un balance más exhaustivo de los trabajos de este congreso será publicado en la Revista Internacional nº 122.
2Pretendida "Fracción interna de la CCI" compuesta por militantes veteranos de nuestra organización que empezaron comportándose como fanáticos histéricos tratando de encontrar chivos expiatorios, posteriormente como ladrones y finalmente como chivatos.
3Ver sobre esto nuestro artículo "El Núcleo Comunista Internacional: Un esfuerzo de toma de conciencia del proletariado en Argentina" en Revista Internacional nº 120.
4En realidad habría que decir reaprender puesto que de esto eran muy conscientes las organizaciones comunistas del pasado y, particularmente, la Fracción Italiana de la Izquierda Comunista, de la que se reclama la CCI.
Con la campaña sobre el referéndum, la burguesía francesa a través de sus sectores más de izquierdas (el ala izquierda del PS y la extrema izquierda) ha conseguido movilizar a una gran parte de la clase obrera al terreno electoral y democrático. La burguesía no puede dejar de sentirse satisfecha de esta victoria momentánea sobre el proletariado. Y sin embargo tanto la burguesía francesa como la los principales países europeos habían puesto todo su empeño en que se aceptase la Constitución, ya que era muy importante sobre todo para las burguesías de Francia y Alemania.
Si no lo han conseguido ha sido sobre todo por culpa del entorno de Chirac y del propio presidente de la República Francesa. Ya hace mucho tiempo que el “gaullismo”, nacido de la Segunda Guerra Mundial, ha demostrado su ineptitud para la defensa de los intereses del capital francés. La descomposición de la sociedad capitalista acentúa además este proceso, puesto que empuja a cada fracción de la burguesía a defender antes sus propios intereses que el interés de conjunto nacional. Teniendo en cuenta el amplio rechazo que suscitaba la política de austeridad del Gobierno Raffarin, de la irritación y el descontento que se extendían por todas partes,…; y por mucho empeño que le pusieran los partidos gubernamentales franceses (desde la derecha hasta la dirección del partido “socialista”), respaldados además por los políticos europeos más importantes, el triunfo del “No” estaba más que cantado. Con ello se ha abierto una crisis sin precedentes (al menos en la historia de la Vª República) no sólo en el aparato político francés sino además en el terreno de la construcción de la Comunidad Europea.
La crisis de la burguesía francesa
Pocos días después del referéndum ya se nos ha agraciado con la formación de un nuevo gobierno diseñado por el mismísimo Chirac. Los trabajadores podemos darnos por satisfechos, se comentó esos días, puesto que tienen derecho a dos primeros ministros al precio de uno sólo. Apenas formado este gobierno ha demostrado ser, tal como se preveía, un campo de batalla donde, sin apenas disimulo, se dirimen las peleas entre los diferentes líderes y clanes de una derecha en un caos total. Pero lo que hasta ahora no había sucedido en Francia es que también el propio Partido “socialista” se ve atrapado por los efectos de la descomposición. Laurent Fabius, hasta hace poco reputado “hombre de Estado”, se ha dedicado con ocasión del Referéndum a anteponer su propio provecho personal a cualquier otra consideración, sin preocuparse en absoluto de la defensa de los intereses del capital francés.
Pero es que, a excepción de Fabius, el PS y sobre todo su dirección, se había mostrado como el más ferviente defensor del “Si”. Por eso mismo el terremoto causado por el rechazo a la Constitución ha sido de considerables proporciones. Si se miran las cosas en términos puramente electorales resulta que lo que fue la minoría que defendió el “No” se ha convertido en mayoritaria, mientras que la dirección del PS se encuentra precisamente en la posición contraria. La política de la dirección “socialista” (la de los Hollande, Strauss Khan, Lang, etc.), que aspiraba precisamente a dar un nuevo impulso en temas europeos, ha quedado evidentemente desautorizada, mientras que Fabius, hoy expulsado de esa dirección, se ha legitimado electoralmente mediante su defensa del “No”, lo que le lleva a reclamar a través de sus partidarios: «¿Y por qué no un cambio de estrategia, e incluso de dirección a dos años de las elecciones presidenciales de 2007?». Como señalaba el diario Le Monde el 30 de Mayo: «En el año de su centenario, el PS se encuentra pues en crisis. François Hollande debilitado y desprestigiado. Lionel Jospin en su retiro (¿hasta cuando?), y Laurent Fabius fortalecido pero repudiado en el partido».
El propio Strauss Khan daba la nota al afirmar: «No estoy seguro de que Fabius quiera continuar con nosotros». Y en cuanto al ala izquierda “socialista” y aunque eviten echar leña al fuego no pueden por menos que reclamar, como hacía Mélanchon en la cadena LCI, que «El candidato del PS a las próximas elecciones presidenciales de 2007 no podrá ser un hombre o una mujer que hayan apoyado el “Sí” al referéndum». La guerra entre mandamases del PS es inevitable. Pero la crisis de este partido no se limita a estas pugnas entre sus principales líderes, sino que se amplifica dada la relación entre las premisas ideológicas y políticas que ha defendido la dirección del PS y el rechazo masivo de estas por parte no sólo de sus votantes tradicionales sino por la gran mayoría del electorado.
La crisis de la burguesía francesa alcanza hoy tal nivel que puede decirse que ninguna fracción, ni de derechas ni de izquierdas, tiene hoy credibilidad gubernamental ni en el ámbito nacional ni en el internacional. Es el propio Estado francés, el Estado de la clase dominante, garante y defensor de los intereses de la burguesía, el que actualmente se encuentra debilitado. Sin embargo sería un engaño muy peligroso para el proletariado, confiarse en la crisis presente de las fuerzas políticas burguesas, ya que estas van a reaccionar sin duda, sobre todo por parte del PS, para intentar reconstruir una unidad gubernamental en torno a un proyecto político con cierta credibilidad. Por difícil y costoso que esto les resulte, esto es una imperiosa necesidad para la burguesía francesa. Por otro lado, la clase capitalista ha demostrado su capacidad, a través de sus fracciones más izquierdistas unidas por el “No”, de aprovechar incluso sus debilidades para atacar ideológicamente al proletariado. (Ver en este mismo número de AP, el artículo “¡No a la papeleta de voto! ¡Sí a la lucha de clase!”).
La crisis de la Unión Europea: tensiones imperialistas en aumento en el corazón del capitalismo mundial
La publicación Courrier Internacional comentaba el pasado 16 de Junio la situación actual de Europa en los siguientes términos: «La Unión Europea está en crisis, y la cumbre de jefes de Estado y de gobierno se espera que sea particularmente delicada». Por su parte el periódico español ABC aún lo veía más sombrío: «Bajo la doble amenaza de una crisis política y económica, los líderes de los 25 países intentan en Bruselas salvar la Unión Europea de una de sus situaciones más complejas de las últimas décadas». Y La Libre Belgique señalaba: «La atmósfera que se palpa entre las potencias europeas es irrespirable».
Es importante que los trabajadores comprendamos que es eso que tanto alarma a los “medios” y a los periodistas burgueses, y que es lo que hoy está pasando, de verdad, en la situación europea.
Al contrario del escenario que nos pinta la burguesía, Europa no es ese remanso de paz que se dedicaría a trabajar por la paz mundial. Basta una somera ojeada a su historia para darse cuenta de ello. La formación de la Comunidad Europea tiene sus orígenes en fechas inmediatamente posteriores a la IIª Guerra Mundial. En aquellos años lo que sucedió es que los Estados Unidos financiaron y respaldaron políticamente a Europa como medio para hacer frente al peligro que representaba el bloque soviético que se acababa de conformar.
Aunque esta primera construcción europea se basase inicialmente en acuerdos económicos (creación de la Comunidad Económica Europea – CEE – en 1957), han sido fundamentalmente las rivalidades imperialistas a escala mundial lo que ha marcado las diferentes peripecias de su evolución. No hay que olvidar que Francia vetó en dos ocasiones, en 1963 y 1967, la entrada de Gran Bretaña en la CEE, porque este país se veía como la punta de lanza de la política norteamericana en Europa. Debido precisamente a las rivalidades imperialistas que implicaban a todos y cada uno de los Estados europeos y a grandes potencias mundiales como los USA, Europa no podía ser más que un espacio esencialmente económico, una zona de libre comercio que posteriormente se dotará de una moneda común, el euro. Esto sin duda ha permitido que los países europeos defiendan más eficazmente sus economías en un contexto de una descarnada concurrencia mundial. Pero eso de la posibilidad de construir unos Estados Unidos de Europa ha sido siempre un mito. Jamás el capitalismo ha podido ni podrá superar el cuadro de las naciones europeas para construir una especie de “Super-Nación- Europea” (ver en nuestra Revista Internacional nº 112, el artículo “La ampliación de Europa”).
A partir del hundimiento del bloque del Este cambia también fundamentalmente el contexto imperialista. El estallido del bloque USA, en pleno período de descomposición de la sociedad capitalista, supone un enconamiento de las tensiones donde cada Estado va a tratar de defender sus propios intereses, dejando de lado cualquier alianza estable o duradera. Ni siquiera la “tradicional” relación entre Gran Bretaña y los Estados Unidos está al margen de esta dinámica. La ampliación de Europa hacia el Este, careciendo casi por completo de relevancia económica, pone en cambio de manifiesto la creciente importancia geoestratégica de este continente para las rivalidades imperialistas, como ya pudimos ver en las guerras de los Balcanes. En cuanto a la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte), una organización creada en 1949 para estructurar la lucha del bloque americano contra el soviético, ha vivido en el año 2002 una ampliación de una gran importancia política. De 19 países miembros que había hasta entonces se ha pasado a 26 al integrarse nada más y nada menos que 7 países (tras Polonia y Hungría que ya se habían adscrito en 1999, Bulgaria, Estonia, Lituania, Letonia, Rumania, Eslovaquia y Eslovenia), antaño integrantes del bloque soviético. Esta ampliación no tiene desde luego sentido alguno en una organización dedicada inicialmente a combatir un bloque que ya no existe. Pero es que el papel de la OTAN ha evolucionado. Siempre bajo el control de los USA, la OTAN actual forma parte hoy del arsenal de la política imperialista norteamericana en Europa contra Francia y Alemania.
Cuando esos mismos países se integraron en la Unión Europea, poco después de hacerlo en la OTAN el periódico Herald Tribune no podía por menos que reconocer: «Washington es el gran triunfador de la ampliación de la Unión Europea (…) Según un alto cargo alemán, la entrada en la Unión Europea de estos países fundamentalmente pro americanos de la Europa Central y Oriental, significa el fin de todas las tentativas de la Unión por definirse a si misma y a sus políticas exterior y de seguridad, como algo alineado contra los Estados Unidos». Por esas mismas razones el Estado norteamericano presiona para acelerar la integración de Turquía, dado que este país es, por el momento, una base avanzada norteamericana en Oriente Próximo.
Por su parte Alemania no puede quedarse de brazos cruzados ante esta ofensiva en países a los que históricamente ha considerado integrantes de su zona de influencia. Hace ya tiempo que Alemania se empeña en acercarse a Turquía así como a varios países de la Europa Central. De hecho la Constitución Europea defendida a capa y espada por Alemania, Francia y España, aunque incluye desde luego preocupaciones de tipo económico, es en primer lugar un instrumento para reafirmar el poder del eje franco-alemán en esta Europa ampliada.
Es cierto que esto le permitía sobre todo a Alemania afirmarse en Europa del Este, algo que irritaba considerablemente a Francia que no puede aspirar ni de lejos a conquistar una influencia comparable a la de su compinche, y que además, por eso mismo, le debilita respecto a su potente aliado. En esta zona del mundo en la que las tensiones ínter imperialistas se expresan en su versión más concentrada, el fracaso de la Constitución Europea espoleará sin duda con más fuerza un período de crisis grave y de aceleración de esas mismas tensiones.
El
fiasco de la cumbre de Bruselas: la crisis de la Unión Europea
se acrecienta
Según el Financial Times : «Llegó la hora de la confrontación». El presidente en ejercicio de la Unión Europea, el luxemburgués Junker, declaraba amargamente el 18 de Junio, al final de la cumbre que se había celebrado en Bruselas: «Europa está en una grave crisis». El presupuesto comunitario ha quedado atascado. Como analizó Courrier Internacional el 16 de Junio: «Finalmente el Reino Unido ha estimado que la declaración que proponía la presidencia no daba las garantías necesarias». Más adelante, citaba a Tony Blair que replicaba a los ataques franceses y alemanes en temas presupuestarios: «Debemos adaptar nuestra velocidad al mundo en que vivimos (…) Es un momento de renovación.
Pero de renovación nada de nada. Lo que sí es verdaderamente “novedoso” es que la burguesía en Europa empiece a deshacer lo que tanto le ha costado construir: el espacio económico europeo, la Unión Europea.
Más que renovación, a lo que asistimos hoy es a una auténtica sobrepuja irracional de reivindicaciones nacionales en perjuicio de la coherencia que imperaba hasta ahora. Lo señala el propio Financial Times: «Empezando por Alemania que no quiere ser la ubre de la UE, como si aceptara en la cumbre de Berlín en 1999; esta vez los países que se han mostrado más intransigentes en el debate sobre el presupuesto europeo han sido los que pagan las cuentas y no los más pobres. Junto a Alemania, Austria y el Reino Unido, Francia, los Países Bajos y Suecia han solicitado una reducción de dicho presupuesto que podría alcanzar como mínimo los 800 mil millones de € en el período 2007-2013» (citado en Courrier Internacional del 16 de Junio 2005).
Cada una de las principales potencias económicas de Europa se niega a financiar lo que entiende que interesa a otros países de la UE. Desde hace diez años se acentúa la competencia entre varios de estos países. La incapacidad para lograr un acuerdo sobre como gobernar Europa, por la presión de la descomposición, del “cada uno a la suya”, y de los antagonismos económicos y políticos entre todas las naciones, es lo que marca el devenir y la amplitud de la crisis actual, de la que el fracaso del referéndum ha sido un formidable acelerador. Contrariamente a lo que trata de de inculcarnos la burguesía, la crisis actual no se debe a la cerrazón de Blair para aceptar un presupuesto, como tampoco a que los trabajadores hayan votado “No” en el referéndum (ver artículo “No a la papeleta,…” en este mismo número de AP).
Esta crisis en Europa se debe a la incapacidad de la burguesía para hacer frente a la profundización de la descomposición, a la quiebra histórica de su propio sistema. Al tener que ceder a los imperativos económicos, inmediatos y egoístas, lo que se debilita es el espacio económico europeo, es decir la capacidad de dotarse de reglas comunes de funcionamiento que les permitan organizarse frente a la concurrencia económica proveniente de América o de Asia. En el terreno económico, todos los países europeos saldrán perdiendo en mayor o menor medida. En el plano imperialista, la crisis en Europa y el debilitamiento del “duetto” franco-alemán sólo puede beneficiar a Estados Unidos y a Inglaterra. La clase obrera debe prepararse para hacer frente a una perspectiva de desarrollo de tensiones imperialistas y a una aceleración a mayor ritmo todavía de la crisis económica. La crisis en Europa es un paso más en el caos y la descomposición, en el desarrollo de la creciente irracionalidad del capitalismo.
Tino.
Traducido de Révolution Internationale, órgano de la CCI en Francia, nº 359 (Julio-Agosto 2005).
Tras la amarga derrota sufrida por el Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) en las elecciones regional del 21 de Mayo pasado en Renania del Norte, “bastión de la socialdemocracia”, el canciller alemán Schröder y el presidente del partido Müntefering han anunciado que las próximas elecciones generales tendrán lugar en el otoño de 2.005, es decir, un año antes de lo previsto. Los partidos de la oposición cristiano-demócrata y liberal han saludado unánimemente la decisión de Schröeder, declarando que “…cada día menos que gobierne la coalición de los rojos-verdes es un buen día para Alemania…”. Las federaciones patronales y los sindicatos han mostrado su “alivio” al comprobar que los “alemanes” por si mismos hayan expresado, en la urnas, su apoyo o rechazo a las “…dolorosas pero, muy necesarias, reformas económicas que hay que poner en marcha…”. La Bolsa de Frankfurt ha anunciado la posibilidad de encontrar un “nuevo optimismo” tras las próximas elecciones, independientemente de la salida política que vayan a tener.
¿Como explicar este entusiasmo unánime de toda la clase dominante ante la convocatoria de nuevas elecciones?, ¿Tan mal ha gestionado los intereses del capital nacional la coalición entre el SPD y los Verdes que no es posible esperar un año para hacerlos abandonar el Gobierno?, ¿El cambio del gobierno actual, que parece probable, conducirá a un cambio, por ejemplo, de la política económica y social, como anuncia a bombo y platillo la oposición actual?.
No es muy difícil comprender porque el canciller actual quiere convocar nuevas elecciones. El ejercicio del poder no esta determinado únicamente por los resultados en las elecciones generales, también afecta a la capacidad de gobernar los resultados de ciertas elecciones regionales y municipales. El SPD ha perdido el poder en Renania del Norte, una provincia en la que había gobernado ininterrumpidamente durante los últimos 39 años. Esta ha sido su novena derrota electoral consecutiva. Ante un declive tal de la social-democracia, sin parangón en la historia alemana reciente, la convocatoria de nuevas elecciones son el último recurso en manos del canciller actual para evitar la aparición de luchas de poder abiertas en el seno de su partido. De hecho Schröder contempla estas elecciones como la única posibilidad de mantenerse en liza. Si los cristiano-demócratas de la CDU ganaran las próximas elecciones provinciales de Renania-Palatinado, podrían bloquear la mayor parte de las iniciativas legislativas del Gobierno federal.
Además, Schöder es lo bastante realista para saber que sus posibilidades de reelección esta vez son escasas y, por tanto, esta muy preocupado por preparar la forma en la que dejar el Gobierno. Hay que recordar que, a lo largo de los años 80, ante la agravación del desempleo masivo y el crecimiento de un fuerte descontento en la clase obrera, el SPD juzgo necesario volver a la oposición y, entonces, fue el ala izquierda del partido la encargada de preparar el terreno para poder imponer los ataques anti-obreros. La forma en la que el canciller social-demócrata de la época, Helmut Schmidt, fue expulsado del buró político por sus propios “camaradas”, es recordada en la historia como una verdadera desgracia. Schröder preferiría, como su predecesor Kohl, ser democrática y “honorablemente” desaprobado por los votos.
La perspectiva de unas elecciones anticipadas que se anuncian particularmente favorables para los cristiano-demócratas y liberales, hacen muy fácil comprender el gran interés que tiene la oposición en que se materialice tal perspectiva. Por una parte, la impopularidad del Gobierno de izquierda – incluso entre el electorado tradicionalmente social-demócrata – le da muchas razones para ser optimistas. Además, este optimismo esta fundado en la constatación de que, en los últimos meses, importantes fracciones de la burguesía alemana han apostado por la salida de la izquierda del Gobierno. Así, estas fracciones se han asegurado de que el partido ecologista, los Verdes y, su principal figura política, el ministro de asuntos exteriores Fischer, se hayan desacreditado notablemente. Gracias al “escándalo de los visados” se ha podido atacar al ministro Fischer por su política de permisividad demasiado “liberal” en la concesión de visados, entregados sobre todo a ciudadanos de Ucrania, política que habría abierto las fronteras de Alemania a una “oleada de criminales”.
Sin embargo, actualmente, la política imperialista no es el factor determinante en la decisión de avanzar hacia las nuevas elecciones generales, ni del Gobierno que saldrá de las mismas. Esta muy claro que el “escándalo de los visados” tiene sobre todo una dimensión electoral. Por ejemplo, esta campaña ha permitido a los cristiano-demócratas presentarse como los “vigilantes de una política contra los criminales extranjeros” para tomar así votos de la clientela de la extrema derecha. Pero, sobre todo, ha puesto muy difícil la posibilidad de seguir manteniendo la coalición entre los rojos-verdes, dando a Schöder la justificación necesaria para llamar a la convocatoria de nuevas elecciones generales.
El retorno de la cuestión social
Como hemos señalado al principio de este artículo, es chocante que en estos momentos no sólo todos los partidos políticos directamente implicados, sino todas las fuerzas políticas de la burguesía alemana hayan saludado calurosamente la convocatoria de elecciones generales anticipadas. Si bien es cierto que, el comportamiento de los políticos y sus partidos se explica esencialmente por sus intereses en llegar o mantenerse en el poder, esto no es tan evidente para los jefes de las industrias, los capos sindicales, la Iglesia, ó los dirigentes bursátiles. En realidad, el poder de estas elites en el seno del Estado (sin citar a los jefes militares o de los servicios secretos que no expresan sus opiniones en público) no depende de la existencia de un Gobierno de izquierda o de derecha en Berlín. Es por tanto evidente que, la organización de las nuevas elecciones generales, se ha convertido en un asunto vital para las fracciones centrales de la burguesía alemanas en su conjunto, que no se puede explicar únicamente por los cálculos políticos de los partidos.
La nueva situación política esta ligada a la situación económica, es decir, a la agravación de la crisis capitalista. Lo que está parcialmente en juego es, el mantenimiento o la recuperación de la confianza de los inversores. La burguesía alemana quiere demostrar a todo el mundo que las “reformas económicas” (es decir, los ataques masivos contra la clase obrera) van a continuar aplicándose sin descanso, e incluso se van a acelerar. No habrá, por tanto, “un año perdido” ni un “bloqueo mutuo” de las fuerzas políticas hasta el 2.006.
El simple hecho de que no se haya manifestado ninguna duda sobre que se va a mantener el “camino de las reformas económicas” – independientemente de la salida electoral que resulte – demuestra que lo que esta en juego no es el cambio de la política económica. Si la coalición de los rojos-verdes acaba siendo colocada fuera del Gobierno no será porque la burguesía este descontenta con su política económica, ni porque la oposición tenga una alternativa mejor que ofrecer. Lo que los cristiano-demócratas y liberales han propuesto es la continuidad de lo que el Gobierno Schröder-Fischer han hecho durante los últimos siete años, es decir, la misma política que desarrollan todos los gobiernos del mundo hoy en día: atacar sin tregua a la clase obrera.
¿Entonces, a que viene esta agitación y esta repentina precipitación de acontecimientos?. La burguesía alemana reacciona actualmente ante un factor nuevo y significativo de la situación social. Este nuevo factor no es la crisis económica en si misma. Esta crisis mundial crónica, y su desarrollo incesante, que es imposible de solucionar en el marco del capitalismo, se extiende y profundiza desde hace décadas.
Lo que es nuevo, es la cuestión social, el problema de las consecuencias de la crisis para los trabajadores, para la clase productiva y explotada, ha vuelto al centro de la vida de la sociedad. Esta cuestión social ha quedado de lado con los acontecimiento de 1.989, cuando el hundimiento del estalinismo sirvió para dar crédito a la mentira de que el capitalismo habría ganado la “victoria final”, que habría “conseguido” enterrar definitivamente a la clase obrera. La aparición de las ilusiones de los años 1.990 – la nueva economía, los exorbitantes éxitos bursátiles, la revolución informática – contribuyeron a extender esta farsa y las ilusiones que le acompañaron. Pero el sufrimiento creciente de la clase obrera, en particular a través del desarrollo brutal del desempleo masivo, han ido quitando fuerza y peso a estas ilusiones.
Hoy día, no sólo en la periferia del capitalismo, sino en el corazón mismo del sistema, en los supuestos bastiones del Estado “del bienestar” tales como Alemania, Francia o Italia, amplias capas amplias capas de la población obrera se sienten directa e inmediatamente amenazadas por el desempleo y la pauperización. En Alemania, el desempleo oficial ha superado la barrera de los 5 millones de parados. Esta multitud de desempleados despierta en las memorias la crisis económica de 1.929. En este proceso, las capas de la población que hasta ahora se podían considerar como “bien pagadas” y altamente cualificadas están cada vez más inquietas. Así, en las pasadas semanas, los médicos de hospitales de Alemania han desfilado manifestándose por las calles y el personal de AGFA ha descubierto que la compañía se ha colocado en situación de bancarrota de la noche a la mañana. A los ojos del mundo, la cuestión social vuelve a estar en el centro de la escena. Esto obliga, sin duda, a reaccionar a la clase dominante.
El significado del desempleo masivo
En un país como Alemania, donde se está produciendo un aumento particularmente brutal del desempleo masivo, la clase dominante debe intentar hacer frente a las impresiones aún muy embrionarias entre los trabajadores de que no hay solución a este problema en el marco del capitalismo. Tiene que hacer todo lo posible para crear el sentimiento contrario. Debe hacernos creer que existen mejores soluciones para superar y acabar con el problema.
Las nuevas elecciones constituyen una de las respuestas que va a utilizar la burguesía ante el peligro de que la clase obrera reconozca, o siquiera suponga, la bancarrota del sistema capitalista. Ahí se encuentra la esencia del trabajo asalariado – que lo distingue radicalmente de formas precedentes de explotación: los explotados pueden adquirir bienes para vivir en tanto que puedan ser explotados con beneficio. Los trabajadores asalariados no son obligados a trabajar por medio del uso de la violencia, sino que deben buscar por si mismos los explotadores a los que vender su fuerza de trabajo para vivir. Es cierto que la burguesía ha desarrollado a lo largo del siglo XX, ante el desarrollo del desempleo masivo cada vez más permanente, sistemas de seguros dirigidos por el Estado, con el objetivo de evitar el desarrollo de una toma de conciencia creciente entre la clase obrera. Pero hoy día, bajo la presión de la crisis, la burguesía se ve obligada a reducir radicalmente estos sistemas de seguros precisamente en el momento en el que el desempleo se ha vuelto un fenómeno más masivo y permanente. El desarrollo de la crisis empuja, cada vez más, a los explotados a abrir los ojos ante la realidad de la sociedad de clases.
Sin embargo, no se puede negar el hecho de que, a través de las maniobras electorales, los explotadores intentan ganar un tiempo precioso para poder atacar esta conciencia naciente en el proletariado. Si, contra toda previsión, los rojos-verdes son reelegidos, les será al menos posible reivindicar que la mayoría de la población, por “si misma” “admitirá” la necesidad de las “reformas”. Si cambia el Gobierno, la burguesía podrá dar cancha a unas “reformas más consecuentes” con un nuevo Gobierno. Y si esto sucediera, al mismo tiempo, la social-democracia (el SPD y los sindicatos) – de forma más creíble de cómo lo pueden hacer hoy día en tanto que fuerza gubernamental – podrían volver a desarrollar el “debate sobre el capitalismo” lanzado por el actual jefe del partido Franz Müntefering, avivando las ilusiones sobre la posibilidad de limitar el desempleo gracias a la acción del Estado contra la llamada “globalización de la economía” ( es decir, el desarrollo de una política autárquica comparable a la que se desarrolló en el período de la preparación de la Segunda Guerra Mundial). Al mismo tiempo, se puede contar con que el ex – patrón del SPD, Oskar Lafontaine, que ha abandonado el Partido con el objetivo de crear una nueva alianza electoral de izquierdas con el PDS (el antiguo partido gobernante en la Alemania del Este adaptado a los nuevos tiempos) sobre la base de una posición “anti-globalización”.
Esta iniciativa parece estar destinada , de hecho, a reducir aún más si cabe las esperanzas de una posible reelección de Schröder.
La democracia, principal arma del capital
Las nuevas elecciones van a significar además, la puesta en práctica de la ideología democrática contra el desarrollo de la conciencia, la combatividad y de la confianza en si mismo del proletariado. La burguesía sabe que el descontento crece y se extiende entre los obreros, empleados y parados. Es igualmente consciente de que los obreros tienen, por el momento, dificultades importantes para entrar en lucha debido a que falta un sentimiento claro de pertenecer a una sola clase, de falta de confianza en sus propias fuerzas, de un sentimiento de vulnerabilidad ante el aumento del desempleo.
En ese contexto, la burguesía intenta hacer de estas elecciones un momento y un medio aparentemente más eficaz que la lucha para que los explotados puedan expresar su indignación y su insatisfacción. En lugar de desarrollar asambleas masivas, de ir a la calle en manifestación, o de desarrollar huelgas y luchas, se nos propondrá votar para “cambiar” el Gobierno. Es así como la democracia trabaja.
El Gobierno, o un partido determinado, agitan la amenaza que puede desencadenar la cólera entre la población. Permitiendo poder “golpearlo” con el voto, se evita el desarrollo de una lucha obrera independiente. Para que la solidaridad y la indignación ante los ataques se puedan desarrollar entre la clase obrera, la burguesía intenta transformar estos sentimientos en una reacción de venganza ciega que debería poder satisfacerse “haciendo pagar al culpable”. Para evitar que el proletariado sienta su propia fuerza de clase, la burguesía empuja a los obreros al aislamiento más atroz, convirtiéndolos en ciudadanos al servicio del Estado.
La burguesía va a querer hacernos creer que va a ser útil para los intereses obreros “castigar” al SPD o al Gobierno rojo-verde. Pero las reglas de la alternancia democrática de los partidos en el poder hace que este “castigo” no afecte en lo más mínimo a los intereses del Estado. Así, la política del Gobierno actual será, sin ningún tipo de duda, continuada y desarrollada por sus sucesores, sean estos cuales sean.
Para la clase obrera, la disyuntiva no se sitúa entre “elegir” o “castigar” tal o cual fracción o tal o cual hombre político de la burguesía. Su objetivo es el de acabar con las raíces de la explotación, erradicar las causas de los sufrimientos y de la falta de perspectivas para el conjunto de la humanidad. Lo que es necesario para el proletariado es no luchar contra molinos de viento, contra simples representantes o síntomas de las enfermedades del sistema, sino desarrollar un combate consciente y masivo para acabar con el capitalismo a nivel mundial.
Artículo traducido de WELT REVOLUTION nº 130, publicación de la Corriente Comunista Internacional en Alemania y Suiza.
CARTA DE LA CCI.
Camaradas:
La noticia de la muerte del camarada Mauro nos ha llenado de tristeza (...) Los militantes de nuestra organización que lo conocieron personalmente van a echar en falta su vivacidad y su actitud afectuosa.
Pero hay, además, dos razones más por las cuales su muerte nos afecta especialmente.
En primer lugar, sentimos la desaparición de Mauro como una pérdida para la clase obrera. Sus cualidades personales, especialmente sus dotes de orador y redactor, eran desde luego muy reseñables, pero para nosotros lo más importante era su compromiso y su implicación militante. Un compromiso y una implicación que mantuvo aún cuando la enfermedad le iba ganando el combate.
En segundo lugar, no podemos olvidar que Mauro era hijo de Luciano, un miembro de la Fracción Italiana a quien nuestro camarada MC tenía en gran estima, y no sólo por su compromiso militante, sino también por su lucidez, ya que fue uno de los primeros militantes de la Fracción que comprendió plenamente las implicaciones del período histórico abierto por la Primera Guerra Mundial, sobre la cuestión fundamental de la naturaleza de los sindicatos.
Una de las consecuencias de la terrible contrarevolución que se abatió sobre la clase obrera tras la derrota de la revolución mundial, ha sido la práctica desaparición de una tradición muy viva en el movimiento obrero del pasado que hacía que muchos hijos (como los de Marx, Wilhem Liebknecht, y otros muchos más), recogían el testigo de sus padres, manteniendo la continuidad entre generaciones en el combate del proletariado. Mauro ha sido uno de los muy escasos ejemplos de continuación de esa tradición en nuestra época, y eso hace aumentar nuestras simpatías hacia él. (...).
Por eso, camaradas del BIPR, podéis estar seguros de la absoluta sinceridad de nuestra solidaridad y de nuestros saludos comunistas.
RESPUESTA DEL BIPR
Camaradas,
En nombre del BIPR quiero agradecer vuestra solidaridad ante la gravísima perdida del camarada Mauro. Como bien decís significa, para nosotros, una perdida muy dolorosa. Por sus cualidades humanas, por su pasión y entrega a la causa del proletariado, Mauro era de ese tipo de camaradas que no se da todos los días. Su ser comunista estaba, si puede decirse así, “inscrito” en sus genes: no solo por provenir de una familia que tanto ha dado a la causa del comunismo, sino, sobre todo, porque su espíritu se rebelaba instintivamente ante la más mínima manifestación de opresión e injusticia. No será fácil llenar el vacío político que deja y, desde luego, será imposible llenar el vacío humano (...).
Reiterando nuestro agradecimiento os enviamos nuestros saludos comunistas.
Nada ha ganado la clase obrera en Francia participando en el circo electoral del referéndum del 20 de mayo de 2005. Ha sido más bien la burguesía, su enemigo de clase, quien ha conseguido encarrilar a la mayoría de obreros hacia las cabinas de los colegios electorales. Es verdad que este voto no conseguirá frenar por mucho tiempo ni la cólera ni la combatividad obreras frente a los redoblados ataques de nuestros explotadores. Sin embargo, la mistificación electoral y toda la sarta de ilusiones democráticas que ésta introduce en las filas obreras dificulta, y mucho, el proceso de reflexión y de desarrollo de la conciencia que ha surgido en el proletariado sobre la verdadera naturaleza del capitalismo en nuestros días.
La burguesía ha logrado dar crédito a la idea de que la clase obrera podría utilizar el voto como medio de expresión de su descontento, de su cólera, de su indignación, de sentirse verdaderamente hartos,... Pero en realidad es todo lo contrario. Tales ilusiones sólo pueden inhibir en la clase obrera el desarrollo de su combate cuando en su seno aún predominan los sentimientos de duda, de desconfianza, de temor e incluso angustia ante el futuro ante una falta de perspectivas claras.
La trampa electoral y democrática
Mediante la victoria del “No” la burguesía ha conseguido inocular insidiosamente la ilusión de que los trabajadores podemos “sacar algo” yendo a votar, utilizando las elecciones democráticas para, al menos, hacernos oir. Las fracciones de izquierdas defensoras del “No” (desde la izquierda del PS a los trotskistas pasando por los estalinistas) han sido quienes más han imbuido a los trabajadores la idea de que se “han vengado” de Chirac y su gobierno. El Sr. Besancenot se ufanaba la tarde del 29 de Mayo de “la bofetada que el pueblo le ha dado a Chirac”. Si el dimitido primer ministró Raffarin acuñó, cuando las manifestaciones de la primavera de 2003 contra la “reforma” del plan de pensiones, la fórmula: “la calle no gobierna”, ahora son las fracciones de izquierda las que cultivan el sentimiento de que ha sido precisamente el “voto popular” lo que ha hecho saltar a Raffarin. Por lo visto de lo que ahora se trata es de “nominar” a tal o cual político, a esta o aquella fracción de la burguesía, para concentrar sobre ella la “venganza popular”; para que, cual pararrayos, atraiga sobre ella la ira y sirva para “descargar” el descontento de los trabajadores.
Repitiendo eso de “la derecha no respeta la voluntad del pueblo”, la izquierda propaga machaconamente en realidad la criminal ilusión de que, gracias a las urnas, “el pueblo sí puede gobernar”. Con ello intentan que los trabajadores se dejen llevar por la ideología anti-liberal tan en boga, y para ello le dan el máximo de publicidad a esa “otra izquierda que sí escucha al pueblo”, tan altermundialista y ciudadana ella. Esa “tercera izquierda”, tan falsaria como las anteriores, ya ha avanzado que su alternativa consiste en: “trasladar a las urnas del 2007 la victoria del No en el referéndum del 2005”. La burguesía trata de aprovechar pues este trampolín para las próximas campañas electorales, y todo ello con un único objetivo: mistificar a la clase obrera, enturbiar y oscurecer su comprensión del mundo tratando de privarle de una visión global de lo que verdaderamente es hoy la sociedad capitalista. Lo que pretenden es sobre todo cegarle cualquier perspectiva e impedirle que tome conciencia de que sí hay un futuro posible si acabamos con esta sociedad de explotación, y que además la clase obrera es precisamente la única fuerza social que puede hacer posible ese porvenir.
La burguesía ha empleado en Alemania esa misma receta contra el proletariado. Las elecciones en la región de mayor concentración industrial, Renania del Norte-Westfalia, fueron ganadas por el partido demócrata cristiano (CDU) a expensas de la candidatura socialdemócrata, aunque el partido de derechas postulaba un programa de austeridad más riguroso incluso que el defendido por el SPD. Esto ha sido sesgadamente analizado por los medios de comunicación para avalar la idea de que “la población comprende que los sacrificios son necesarios”. Pero un sondeo de opinión ha desmentido categóricamente esa “interpretación”: los obreros sabían a ciencia cierta que con la derecha no iba a irles; pero su voto al CDU era el resultado de su animosidad, de sus ganas de “hacerle la puñeta”, de “castigar” al SPD por su política antiobrera. Pero este “voto de castigo” no le sirve de nada a los trabajadores, ni les abre perspectiva alguna.
Mientras los obreros se queden encerrados en los “instrumentos” que les propone la burguesía para expresarse, seguirán atenazados y se hundirán progresivamente en el infierno de una explotación cada vez más insoportable, ya que esto es lo único que el capitalismo puede ofrecerles.
El capitalismo está metido en un callejón sin salida
Cuando ya han transcurrido varias semanas desde el triunfo del “No” en los referéndum en Francia y Holanda, ¿qué es lo que ha cambiado en cuanto a las condiciones de explotación de la clase obrera? Nada. Los ataques antiobreros no sólo no conocen tregua sino que empeoran día tras día, y tanto en los países que han rechazado la Constitución, como en aquellos, caso de Alemania por ejemplo, en que sus gobiernos la han aprobado. Razón de más para pensar que el referéndum sobre Europa es un asunto de la burguesía y en absoluto del proletariado. Pero es que además esos ataques son ejecutados tanto por la izquierda (el gobierno “socialista”-“ecologista” alemán), como por la derecha. El recién estrenado ministerio Villepin-Sarkozy en Francia apenas ha tardado en dejar claro que nada bueno pueden esperar los trabajadores del cambio de gobierno. Tras prometer solemnemente dedicarse en cuerpo y alma al problema prioritario del paro y la situación social, “acometiendo una batalla por el empleo”; sus primeras medidas constituyen de hecho un ataque en toda regla contra toda la clase obrera, acompañado además de un discurso en un tono insultante que no deja lugar a dudas sobre lo que les espera a los trabajadores. El atildado y “pacifista” Villepin se ha dirigido a los trabajadores condenados al desempleo del siguiente modo: “es inaceptable que haya gente que rechace el empleo que se le propone”. Así que ha puesto en marcha una “reforma” (en realidad preparada desde hace meses), para coordinar mejor las oficinas de empleo y las cajas de pago de los subsidios de paro, con lo que espera tener un control cuasi-policial de los trabajadores y privar de prestaciones a quienes rechacen una oferta de empleo. Eso permitirá desde luego al gobierno proclamar triunfalmente, dentro de unos meses, un descenso significativo del número de parados… A eso le llama la burguesía: “tratamiento social del desempleo”. No es de extrañar ya que no tiene ninguna solución al problema del paro que es, al fin y al cabo, una manifestación de la quiebra misma del capitalismo. En cuanto a los “contratos de nueva creación” que se implementan, suponen, pura y simplemente, un bestial acelerón a la precariedad del empleo, ya que prolongan los periodos de prácticas de tres meses a dos años; lo que, de entrada, va a permitir a las pequeñas y medianas empresas (es decir, la mayoría de de los empleadores) poner en la calle, de hoy a mañana, a decenas de miles de asalariados con contratos indefinidos. Para más “inri” acaban de adoptarse otras medidas, sobre todo beneficios físcales, para incentivar que los patronos se deshagan de trabajadores de más de 50 años,... La burguesía tira a la calle y precipita en la miseria a todos aquellos a los que no puede explotar al menor coste posible. Paralelamente a esto, el gobierno ha anunciado una “política de emigración acorde a las necesidades del mercado”. Esta lógica implacable del capitalismo conduce a “seleccionar” la cantidad de trabajadores emigrantes admitidos en base a cuotas preestablecidas y a duplicar, por tanto, el número de “clandestinos” puestos de “patitas” en la frontera. Y mientras, invocando la “seguridad ciudadana”, el aparato represivo del Estado muestra cada vez más claramente su verdadero rostro, blindándose y reforzándose, frente a la amenaza que atemoriza a la burguesía de que puedan surgir explosiones de verdadera cólera obrera, esta vez no desvíada o “encauzada” al terreno electoral y democrático, sino demostrativas de una fuerza de clase colectiva a través de la movilización y el desarrollo de luchas masivas en un terreno de clase.
En este sentido la promesa de Sarkozy de hacer una “limpieza a fondo” de ciudades y suburbios debe entenderse no únicamente como la única respuesta del Estado burgués a manifestaciones de la descomposición de la sociedad capitalista, sino también como una especie de advertencia al proletariado para intimidarle y disuadirle de entrar en lucha. La clase obrera debe sacar las verdaderas conclusiones: Nada puede esperarse del Estado burgués.
Lo que pretende sobre todo la burguesía es enmascarar a los ojos de la clase obrera la quiebra declarada del capitalismo. Para eso despliega una auténtica cortina de humo ideológico que impida que los trabajadores vean que los ataques a sus condiciones de vida y trabajo no son el resultado de tal o cual tipo de política, de esta o aquella fracción de la burguesía nacional, sino de la supervivencia de un modo de producción que desde hace un siglo se encuentra en plena decadencia.
La clase obrera no puede tener la más mínima ilusión en que el sistema sea capaz de mejorar su situación. Todo aquello a lo que la burguesía llama “reformas” (sean de la sanidad, de las pensiones, del seguro de desempleo,...) constituyen, más bien, instrumentos para llevar a cabo hachazos cada vez más brutales y masivos que acarrean una pauperización absoluta de los proletarios, y que muestran la cada vez más evidente incapacidad de la burguesía para asegurar las condiciones mínimas de supervivencia de sus explotados.
Todo esto demuestra la crisis irreversible del capitalismo mundial, un sistema cuyas contradicciones suponen no sólo un obstáculo cada vez mayor para el desarrollo de las fuerzas productivas, sino que empuja a la humanidad entera a un callejón sin salida.
La
verdadera disyuntiva de la situación: Revolución
proletaria
o destrucción de la humanidad
La situación actual del capitalismo refleja la descomposición de un modo de producción agonizante que engendra autodestrucción, permanente mutilación de vidas humanas, de recursos productivos, de la naturaleza,... y que precipita al planeta entero en un océano de miseria, caos y barbarie.
Desde la Segunda Guerra Mundial asistimos a una marcha hacia el abismo de la más espantosa de las barbaries, sintomática de la amenaza de aniquilación del género humano que representa la pervivencia de este modo de producción. Es ese mismo sistema decadente quien arroja a la calle a millones de proletarios a los que es incapaz de integrar en el proceso productivo ni en los países del corazón del sistema ni en los de su periferia. Es ese sistema el que en los países subdesarrollados masacra a las poblaciones civiles en interminables conflictos, como los que vemos diariamente en Irak, en Oriente Medio, en todo el continente africano, y por todo el perímetro de Asia central, antaño bajo el dominio del imperio estalinista.
La clase obrera podrá afirmarse en su propio terreno de clase y resistir así a la degradación de sus condiciones de vida, si comprende que es ella quien debe combatir contra la raíz de sus males, la explotación capitalista, frente a una crisis económica mundial sin salida y a sus devastadores efectos. Para ello no puede dejarse adormecer por los “arrullos” de la propaganda ideológica de la burguesía, cuyos discursos sobre las bondades de la democracia y el civismo son otras tantas cadenas que atan a los proletarios a una explotación capitalista cada vez más insoportable. La clase obrera debe entender que la evolución del capitalismo no deja más alternativa que la revolución proletaria o el hundimiento en la barbarie.
El proletariado no tiene otro camino que tomar conciencia de que el desarrollo de su lucha de clase es la única alternativa a la miseria y a la guerra engendradas por el capitalismo, y de que el futuro de la humanidad está en sus manos. La clase obrera tiene en el desarrollo de sus luchas el medio para acabar con el capitalismo antes de que el capitalismo destruya la humanidad. Inversamente, la lógica de la decadencia de este sistema sólo puede conducir a la destrucción y a la aniquilación del planeta, si la clase obrera carece de la fuerza suficiente y de la conciencia necesaria para oponerse a ello.
Wim (24 junio).
Traducido de Révolution Internationale, órgano de la CCI en Francia, número 359.
Enlaces
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[2] https://es.internationalism.org/tag/geografia/europa
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[5] https://es.internationalism.org/tag/2/31/el-engano-del-parlamentarismo
[6] https://es.internationalism.org/tag/corrientes-politicas-y-referencias/battaglia-comunista
[7] https://es.internationalism.org/tag/corrientes-politicas-y-referencias/tendencia-comunista-internacionalista-antes-bipr
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