El mundo ha conocido desde principios de año un recrudecimiento espectacular de las manifestaciones a favor del Estado «democrático»: Corea del Sur, Turquía, Israel, Serbia y, más recientemente, Estados Unidos. Estos movimientos, como hacía tiempo que no veíamos, son el signo inequívoco de crisis políticas y sociales. Pero, ¿debemos alegrarnos necesariamente de que estos acontecimientos se produzcan en los cuatro puntos cardinales? Los revolucionarios saben que «no todo lo que se mueve es rojo» y que es importante ver lo que hay detrás de cada manifestación, analizar cual es el fondo político real de estos movimientos.
En un país donde existe un amplio proletariado con cierta experiencia de lucha, donde incluso hay un grupo que se reclama de la Izquierda Comunista,[1] el golpe de fuerza del presidente Yoon Suk-yeol del 4 de diciembre dio lugar a importantes manifestaciones, por un lado, en defensa del presidente golpista, y por otro en apoyo de su destitución y detención. Las manifestaciones estuvieron encabezadas por diputados de los principales partidos de la Asamblea coreana, que reunieron a sus partidarios a la espera de la decisión de la Corte constitucional.
Es evidente que las preocupaciones sociales y proletarias están totalmente ausentes de estas manifestaciones, que son, tanto de un lado como del otro, maniobras para apoyar a una camarilla burguesa contra otra. La causa de esta situación es el bloqueo político entre las fracciones burguesas de la Asamblea, incapaces de aprobar un presupuesto por falta de mayoría suficiente, lo que condujo al intento de golpe de fuerza del presidente.
El caos político resultante es una buena ilustración de la situación de la burguesía coreana, profundamente dividida y fragmentada, y de la actitud del cada uno para sí de todos los partidos, ilustrada por el intento de asesinato en enero de 2024 del principal líder del partido de la oposición y por el golpe de fuerza del 4 de diciembre. La radicalización de las facciones de derecha hacia una ideología conspirativa de inspiración trumpista, los episodios absurdos que se desarrollaron durante la detención del presidente por la policía, un episodio de destitución presidencial que ya se ha producido tres veces desde 2004, seguido de la destitución del presidente interino por su falta de cooperación con la Asamblea, muestran el peso de la descomposición sobre la clase dominante de este país.
«La cooperación con el Partido Demócrata, una fracción de la clase capitalista, es el entierro de la lucha obrera. Proponer una reforma del capitalismo mediante una “reforma social” sin luchar contra el sistema capitalista, oculta el hecho de que la causa de la crisis y la tragedia actual es el sistema capitalista y propaga la ilusión de un capitalismo más sano»[2]. El reto del proletariado es no dejarse arrastrar a la defensa de uno u otro bando burgués, en un país abocado a sufrir la recesión que se avecina con las medidas tomadas por Trump y su camarilla, de la que probablemente se resentirá especialmente la economía surcoreana.
La detención el 19 de marzo, de Ekrem Imamoglu, líder del partido CHP, opositor del presidente Erdogan, y alcalde de Estambul, es la culminación del endurecimiento de la postura del gobierno frente a la oposición con vistas a las próximas elecciones presidenciales. Imamoglu había sido designado candidato a estas elecciones por su partido, miembro de la Internacional Socialista.
Hubo una reacción inmediata en las calles, la más importante movilización desde el intento de destrucción del parque Gezi de Estambul en 2013 para construir proyectos inmobiliarios. Pero las consignas propuestas muestran hasta qué punto el CHP controla estas manifestaciones: se trata de «defender la democracia turca» amenazada por un «gobierno autoritario» que organiza elecciones espectaculares, en las que el presidente Erdogan elegirá a sus adversarios eliminando a sus rivales más peligrosos. Se trata, pues, de defender la legitimidad de las urnas.
Frente a esto, apoyamos la conclusión de Internationalist Voice, un grupo del medio proletario, que dedicó un artículo bien documentado a los movimientos en Turquía: «Sólo a través de la lucha de clases, y desde el terreno de clase, podremos hacer retroceder los ataques de la burguesía. Debemos extender nuestra lucha independientemente de todas las facciones y movimientos burgueses, oponiéndonos directamente al capitalismo. Nuestro interés no reside simplemente en un cambio dentro de la clase dirigente, es decir, en sustituir a Erdoğan por İmamoğlu, sino en la propia lucha de clases»[3].
Una vez más, se trata de una lucha entre camarillas burguesas, totalmente ajena a los intereses de clase del proletariado. La catastrófica situación económica de Turquía está llevando al proletariado turco a una espiral infernal de pobreza, que en cualquier caso se verá agravada por los conflictos imperialistas para los que se está preparando toda la burguesía turca: enfrentamientos con Israel en Siria, con Rusia en el Caúcaso y Asia Central, con los kurdos en Irak y Siria, con Grecia en la rivalidad por la supremacía del Mar Egeo... La espiral de guerra en la región y el deseo de la burguesía turca de armarse no se verán alterados en modo alguno por un cambio democrático en la facción en el poder en Turquía; la figura tutelar del CHP sigue siendo Kemal Atatürk. Luchar por una camarilla burguesa contra otra, cuando es el capitalismo en su conjunto el que se hunde en una crisis sin fin y en el torbellino de fenómenos ligados a la descomposición del orden capitalista mundial, ¡es pedir al proletariado que luche para saber quién va a conducirlo a la miseria y a la guerra!
El derrumbe del techo de la estación de tren de Novi Sad (16 muertos) en Serbia el 1 de noviembre, debido a fallos evidentes ligados a la corrupción que asola el país, dio lugar a una serie de manifestaciones gigantescas motivadas por «la lucha contra la corrupción» y «vivir en un país donde la justicia funcione y haga su trabajo». Estas gigantescas manifestaciones, como la del 15 de marzo, congregaron a multitudes con motivaciones políticas muy diversas, desde demócratas opuestos al autoritarismo del presidente serbio Vucic hasta ultranacionalistas prorrusos. Incluso se unieron a la procesión agricultores con sus tractores.
La heterogeneidad de los participantes y de las motivaciones de estas manifestaciones, así como el apoyo de la oposición al partido del presidente en forma de acciones dentro del parlamento (como el lanzamiento de bombas de humo contra el parlamento el 4 de marzo), muestran claramente que no se trata de defender los intereses de la clase obrera, que se ve ahogada por la masa de manifestantes que, de hecho, defienden el Estado burgués y exigen una mejor justicia para el país. Este movimiento, inicialmente interclasista, se encontró rápidamente bajo el control total de las camarillas burguesas que pretenden forzar la dimisión del presidente y organizar nuevas elecciones. Estas movilizaciones se encuentran en un terreno totalmente ajeno, opuesto a la lucha proletaria. En un país desestabilizado por una crisis económica sin fondo y que es el campo de batalla de diversas influencias imperialistas (los ultranacionalistas apoyan a Rusia, a la oposición le gustaría entrar en la Unión Europea, y China está construyendo la nueva línea ferroviaria entre Belgrado y Budapest), la clase obrera debe imponer más que nunca la defensa de sus propios intereses, independientemente de cualquier facción burguesa. El reto para el proletariado en Serbia es salir de este movimiento lo antes posible: luchar contra la corrupción en un sistema capitalista en descomposición es luchar contra la escoria de su bancarrota con la ilusión de que todavía es posible mejorarlo desde dentro y no avanzar por la vía de la toma de conciencia de la necesidad de su derrocamiento.
El proletariado sólo tiene su unidad y su conciencia para oponerse a la burguesía. Apoyar a una fracción burguesa más «progresista» que las demás es, por supuesto, una estrategia que Marx y Engels plantearon durante la revolución de 1848, pero el objetivo en aquel momento era sobre todo realizar el proyecto nacional de la burguesía para desarrollar y unificar a la clase obrera en un contexto en el que el capitalismo se encontraba en una fase ascendente, en pleno desarrollo. Esta visión es ahora totalmente obsoleta en vista de la bancarrota histórica del sistema capitalista: todas las fracciones de la burguesía son ahora reaccionarias, y el proletariado no tiene ningún interés en apoyar a una de ellas contra las otras. El proletariado debe mantener su autonomía política, defender sus intereses sin mezclarlos con los de las fracciones burguesas cuya razón de ser es impedir que se desarrolle la lucha de clases. En cualquier caso, ¡es ilusorio querer luchar contra la corrupción o exigir más «democracia» en un mundo donde la regla es la máxima ganancia y donde el poder político vigente es en todas partes una dictadura de clase!
En Corea del Sur, Turquía, Serbia y otros lugares, el desafío actual es defender nuestros intereses de clase frente a la degradación de nuestras condiciones de vida y de trabajo, los despidos, a la movilización por el rearme y a plazo, la guerra definitiva de todos contra todos. ¡Ninguna fracción burguesa es capaz de defender nuestros intereses!
Los sectores más concentrados y experimentados de la clase obrera, especialmente los de Europa occidental y Estados Unidos, debemos dar ejemplo decidiendo nuestros propios métodos de lucha: uniéndonos en torno a la defensa de nuestro nivel de vida y nuestras condiciones de trabajo; luchando contra los efectos de la crisis económica y las políticas belicistas de todas las burguesías; organizándonos en manifestaciones para construir la solidaridad y participando en las huelgas más amplias posibles para desarrollar una correlación de fuerzas a nuestro favor. Sólo entonces podremos tener una idea clara de lo que está realmente en juego, quiénes son nuestros amigos y enemigos, cómo hacer retroceder al Estado y a la clase dominante y cuáles son las perspectivas políticas abiertas a la clase obrera. Y lo que es seguro es que no lo conseguiremos defendiendo al Estado capitalista y la democracia burguesa.
HG, 24 de abril de 2025
[1] El grupo International Communist Perspective (ICP).
[2] «El despido de Yoon Seok-yeol es el comienzo de una lucha de clases contra el régimen capitalista y el sistema capitalista», IPC (4 de abril de 2025).
[3] «Ni Erdoğan ni İmamoğlu: ¡La lucha de clases es el único camino a seguir!», Internationalist Voice (24 de marzo de 2025).
En los últimos meses, Trump ha estado constantemente en el punto de mira: no pasa un día sin que haga una declaración que confunda al planeta entero: su deseo de anexionarse Groenlandia o Panamá, su humillación pública de Zelenski, su purga de la administración, el despido sin contemplaciones de miles de funcionarios federales, la intimidación de periodistas... En tan solo unas semanas, su comportamiento gangsteril y su brutal ejercicio del poder han generado tales titulares que la prensa estadounidense e internacional ahora canta al unísono sus estribillos democráticos más hipócritas: la «mayor democracia del mundo» supuestamente se estaría convirtiendo en un «régimen antiliberal» o incluso en una «dictadura». La burguesía está llevando las cosas al extremo, pues ya ha sido denunciado públicamente como «traidor», «déspota» y «fascista». ¡Algunos incluso establecen paralelismos entre Trump y Mussolini!
Cuanto más se expone la ineptitud y brutalidad de Trump, más fácil es para el resto de la burguesía, liderada por los demócratas, culpar al presidente y a su banda de incompetentes del caos económico e imperialista y de los ataques a la clase trabajadora. La ensordecedora campaña en torno a sus «decisiones descabelladas» y su «autoritarismo» es una estrategia clásica de la burguesía para hacer creer que el caos, la destrucción bárbara y las masacres son culpa de individuos «irresponsables» o «delirantes» (Trump o Putin hoy; Hitler, Mussolini o Stalin ayer...) y no la expresión de la bancarrota histórica del sistema capitalista.
En realidad, la elección de Trump en Estados Unidos, al igual que la de Milei en Argentina, y el auge del populismo en casi todo el mundo, en particular en los países europeos, son simplemente la manifestación de la creciente dificultad de las diversas burguesías nacionales para mantener el control de su aparato político bajo la presión de un capitalismo en descomposición.
La situación actual es muy diferente a la de la década de los años 1930. Al final de la Primera Guerra Mundial, una impresionante oleada revolucionaria se extendió por Europa. En algunos países en particular, como Alemania, Italia y Rusia, la clase obrera se mostró particularmente combativa e incluso logró tomar el poder político en Rusia. Tanto es así que, tras tomar el poder político en la Revolución de Octubre de 1917 en Rusia, obligó a las burguesías belicistas a poner fin a la guerra para enfrentarse a su enemigo mortal, no solo en Rusia, sino también, y sobre todo, en Alemania. Desafortunadamente, esta oleada revolucionaria terminó en derrota y condujo a una feroz represión por parte de la burguesía.
En Alemania, donde la clase obrera sufrió más que en ningún otro lugar (excepto Rusia) las consecuencias de una terrible derrota física e ideológica infligida por la socialdemocracia, fue el nazismo, al igual que el fascismo en Italia en la década de 1920, lo que finalmente se le presentó a la burguesía alemana como el medio más eficaz para completar el aplastamiento del proletariado y precipitarse hacia la militarización extrema de la producción, necesaria para la marcha hacia la Segunda Guerra Mundial.
En los países «democráticos», donde la burguesía había necesitado mantener las armas de la mistificación parlamentaria y electoral, también se dedicó a preparar a la clase obrera para la guerra y a obligarla a aceptar todos los sacrificios necesarios, presentándole la necesidad de oponerse a la amenaza del fascismo y defender la democracia: esta es la ideología antifascista en su conjunto que atrapa a la clase obrera en el apoyo a luchas que no están en su terreno de clase y la lleva a alinearse tras un supuesto «mal menor»: la burguesía «democrática».
El antifascismo es, por lo tanto, al igual que el fascismo, una consecuencia del aplastamiento físico e ideológico del proletariado. Forman parte de un período de contrarrevolución que deja las manos libres a la burguesía para conducir a los trabajadores a la guerra mundial.
¿Es comparable aquel contexto con el de hoy? Desde el fin de la contrarrevolución, que se manifestó en las luchas de Mayo del 68 en Francia y otras luchas en todo el mundo (desde Italia en 1969 hasta Polonia en 1976 y 1980), la clase obrera no ha sufrido derrotas significativas que abran paso a un período de contrarrevolución. Ha habido momentos de avance de la conciencia, períodos de estancamiento y retrocesos en diferentes grados, pero nunca una derrota definitiva. Por lo tanto, no puede establecerse ninguna comparación con la década de 1930, sobre todo porque hoy, rompiendo con un período de desconcierto y pasividad, desde finales de 2022 se ha producido un lento resurgimiento de la combatividad y el desarrollo de la conciencia de clase, manifestado en importantes luchas a escala internacional en Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos.
A diferencia del fascismo, que fue producto del aplastamiento del proletariado, la actual ola populista es una expresión de la fase de descomposición del capitalismo. No es coincidencia que los partidos populistas se hayan desarrollado y alcanzado tal impacto desde principios del siglo XXI. Su desarrollo coincide con la expansión de los efectos nocivos de la descomposición de la sociedad capitalista. A medida que la crisis económica se intensifica, los enfrentamientos imperialistas estallan, las tensiones entre facciones de la burguesía se exacerban, las rivalidades internas se vuelven cada vez más incontrolables y, como resultado, se produce una creciente pérdida de control del aparato político. Las camarillas populistas denuncian a las élites políticas y facciones dominantes que monopolizan el poder, y como respuesta propagan políticas violentas que desestabilizan y hacen más irracionales las políticas de los estados individuales. El populismo, por lo tanto, expresa una realidad radicalmente diferente a la del fascismo: si bien desestabiliza el aparato político de la burguesía, es completamente incapaz, frente a una clase trabajadora que resiste los ataques, de imponer los sacrificios necesarios para preparar la guerra, y mucho menos para un conflicto mundial.
Por eso, la burguesía, a través de sus facciones de izquierda, utiliza la ideología antifascista para convertir el populismo en un fantasma del pasado (¡qué viene el coco!), equiparándolo con el fascismo. Los partidos de izquierda buscan así desviar el impulso de la lucha obrera hacia un callejón sin salida, posicionándose como el verdadero baluarte de la democracia y la igualdad, capaz de dar una respuesta a la crisis del capitalismo.
La identificación del populismo con el fascismo sirve, por lo tanto, sobre todo para que la izquierda lance una intensa campaña denunciando a Trump como la fuente del colapso económico y el belicismo, ocultando así la bancarrota histórica del modo de producción capitalista. Oculta así la cruda realidad de que los ataques contra la clase trabajadora solo pueden multiplicarse.
Con esto en mente, Sanders, Ocasio-Cortez y Warren, las facciones más radicales del Partido Demócrata y los sindicatos, han impulsado a los trabajadores a salir masivamente a las calles en muchas ciudades estadounidenses, uniéndolos al movimiento organizado en torno al lema "¡Manos fuera!" para denunciar la "autocracia" de Trump. Estas facciones de la burguesía tomaron la iniciativa y canalizaron la protesta ante la creciente indignación de la clase trabajadora, no solo contra el despido de decenas de miles de funcionarios, sino también contra los drásticos recortes en todos los presupuestos sociales, incluidos los servicios de educación y salud, y el espectacular aumento del coste de la vida. Para empeorar las cosas y silenciar aún más la respuesta del proletariado a estos ataques, se añadieron y yuxtapusieron demandas fragmentadas, desde el movimiento LGBT hasta organizaciones benéficas, todas de naturaleza ideológica burguesa, bajo la bandera de la defensa de los "derechos ciudadanos" y la "democracia".
El objetivo final era desviar la combatividad obrera, impedir que la clase trabajadora se movilizara en su propio terreno de clase, donde se construyen la solidaridad, la reflexión colectiva y la unidad de la clase trabajadora. Por eso también los sindicatos llaman a los funcionarios despedidos a movilizarse, solos y aislados del resto de la clase trabajadora, contra Elon Musk, quien ha sido erigido como la "personificación del mal", la fuente de todos los males. El movimiento "¡Manos fuera!" ha prometido amplificar la "respuesta" preparada en este terreno ideológico podrido en las siguientes semanas, mientras que Sanders y Ocasio-Cortez intensifican sus mítines y manifestaciones.
En oposición a las campañas para defender el Estado democrático, la clase trabajadora estadounidense debe liderar la lucha contra los despidos en la administración federal y la educación, así como en las empresas, contra la reducción de las pensiones indexadas al desplome de los índices bursátiles; contra la reducción de la asistencia social y el desmantelamiento de la seguridad social, en su propio terreno de clase, rechazando las divisiones entre sus diferentes sectores. Ante la intensificación de la crisis, los «esfuerzos de guerra» y todos los ataques impuestos por la burguesía, ante los efectos de la descomposición, es esencial que la clase trabajadora, en Estados Unidos y en el resto del mundo, desarrolle una lucha unida contra los ataques y sacrificios que la crisis y la guerra le imponen. El sistema capitalista no tiene nada que ofrecerle. Las promesas vacías de la burguesía solo existen para atarla mejor a una mayor explotación.
Camille, 21 de abril de 2025
La barbarie bélica en Ucrania y Medio Oriente parece no tener fin, como tampoco lo parecen tener las numerosas guerras en África, especialmente en el Congo y Sudán. Mientras tanto, las potencias europeas están más o menos abandonadas por su antiguo “protector” estadounidense y requieren un aumento significativo del gasto militar para su “defensa”, lo que sin duda implicará crecientes ataques al nivel de vida de los trabajadores. Las tensiones entre Estados Unidos y China también están aumentando. La cuestión de la guerra y la lucha contra ella se plantea pues con creciente agudeza para todos aquellos que quieren defender los intereses internacionales de la clase obrera.
Sin embargo, cualquier intento de adoptar una posición clara contra la guerra hoy en día se enfrenta inmediatamente a una serie de obstáculos.
Por un lado, están las ovejas con piel de lobo: las organizaciones de “extrema izquierda” del capital que se presentan como auténticos revolucionarios. Entre ellas, las más importantes son las organizaciones trotskistas, varias de las cuales se han desplazado más a la izquierda para “hacerse cargo” de cualquier cuestionamiento real de la naturaleza de la guerra hoy en día[1]. Las organizaciones de izquierda de la burguesía se presentan hoy como verdaderos defensores del internacionalismo. Pero su internacionalismo es sólo una tapadera para su chovinismo declarado. Así, algunos grupos de izquierda (incluidos los anarquistas) llaman a apoyar a Ucrania como el “mal menor” en la lucha contra la Rusia de Putin; Otros todavía ven a la Rusia actual como una especie de fuerza antiimperialista y apoyan su guerra contra la OTAN, como el World Socialist Website (WSWS) publicado por el Comité Internacional de la Cuarta Internacional. Sin embargo, un grupo trotskista más radical, el Partido Comunista Revolucionario (anteriormente la Tendencia Marxista Internacional), parece adoptar una postura internacionalista: “No podemos apoyar a ninguno de los dos bandos en esta guerra, porque es una guerra reaccionaria por ambos lados. En última instancia, es un conflicto entre dos grupos imperialistas”. Pero ante la guerra en Medio Oriente, este internacionalismo del PCR desapareció por completo: “Desde el primer día de este horrible conflicto, participamos en el movimiento de solidaridad por la liberación de Palestina”. Lo que los izquierdistas nunca podrán sacar a relucir es la conclusión a la que ya llegó Rosa Luxemburgo durante la Primera Guerra Mundial: en el período de decadencia capitalista, la era del “imperialismo desenfrenado”, todas las naciones y todas las guerras son imperialistas. Además, todas las guerras son eslabones de la misma cadena de destrucción: por ejemplo, aquellos que apoyan a las fuerzas militares que luchan por la “liberación de Palestina” necesariamente apoyan al “eje de resistencia” respaldado por Irán, que a su vez es un proveedor de drones letales a Rusia en su ataque a Ucrania.
Hay también todo un paisaje de fuerzas políticas que habitan una zona que a menudo llamamos el “pantano”, “esa zona intermedia que reúne a todos aquellos que oscilan entre el campo del proletariado y el de la burguesía, que se mueven constantemente hacia uno u otro campo ”[2].
Ante la guerra en Ucrania, varios grupos, en su mayoría anarquistas, defienden sin ambigüedades una posición internacionalista de oposición a ambos bandos, criticando duramente a los grupos anarquistas que han formado “unidades autónomas” dentro del ejército ucraniano. Esta posición internacionalista fue el punto de partida de la conferencia “antiguerra” de Praga en la que participamos el verano pasado[3] . Pero, como también vimos en Praga, se niegan a darse un marco político coherente basado en la clase obrera como único sujeto histórico capaz de derrocar al capitalismo y poner fin así a todas las guerras. A menudo se ven tentados por la búsqueda de resultados inmediatos basados en el activismo de pequeños grupos (por ejemplo, intentando obstruir o sabotear la producción o el suministro de armas). Y en algunos casos, este tipo de activismo se extiende hacia un izquierdismo manifiesto, como en el caso del Grupo Comunista Anarquista, que rechazó tanto a Israel como a Hamás desde el comienzo de la guerra, pero al mismo tiempo publicitó las actividades de “Acción Palestina” [4] , un “grupo activista” que claramente eligió bando dentro de un marco nacionalista. Los revolucionarios deben intervenir activamente en este panorama, destacando sus confusiones y llevándolo hacia un nivel de claridad mayor del que ha alcanzado.
Por último, ¿qué pasa con el propio “medio revolucionario”: las organizaciones de la única tradición que ha mantenido un internacionalismo coherente durante más de un siglo, la Izquierda Comunista Internacional?
Al igual que el proletariado en su conjunto, al que Marx llamó en La ideología alemana “una clase de la sociedad civil que no es una clase de la sociedad civil”, las organizaciones revolucionarias son un “cuerpo extraño” dentro de este sistema, una expresión viva del futuro comunista, y sin embargo viven y respiran dentro de este sistema, lo que significa que nunca están a salvo de inhalar el veneno de la ideología dominante.
La enfermedad que trae esta ideología se conoce como oportunismo: adaptarse a los supuestos subyacentes de este sistema, como la idea de que las naciones son algo eterno y superior a la división de la sociedad en clases, y la de diluir los principios para ganar resonancia inmediata entre las masas.
La penetración del oportunismo en el ambiente existente de la Izquierda Comunista es particularmente evidente cuando se examina la respuesta de los diversos grupos bordiguistas (los diversos grupos que se autodenominan PCI) a la guerra en Medio Oriente. Habiendo tomado una posición clara sobre la guerra en Ucrania, sus declaraciones sobre Gaza y la cuestión palestina, como las de muchos grupos en el pantano, son a menudo muy ambiguas, tendiendo a apoyar la lucha de las “masas palestinas” específicamente contra la ocupación israelí, o exigiendo que los trabajadores israelíes se movilicen primero en apoyo de los palestinos antes de poder unirse a una batalla de clase común contra los explotadores de ambos lados. Como lo mostramos en un artículo[5] de la Revista Internacional nº 173, las confusiones de los diferentes grupos bordiguistas sobre la cuestión nacional tienen raíces históricas profundas, reflejando una dificultad real en reconocer que el capitalismo no es ya, y no es en ninguna parte, un sistema ascendente con posibilidades de revoluciones nacionales o burguesas como sí lo era en la época del Manifiesto Comunista.
Las concesiones a la ideología y las prácticas burguesas que caracterizan al “ala derecha” del movimiento obrero siempre han ido acompañadas del sectarismo hacia el “ala izquierda” del movimiento, aquellos cuya adhesión a los principios y cuya capacidad de comprender los profundos cambios históricos en la situación del capitalismo y del proletariado irritan a quienes quieren perseguir sus planes oportunistas. Este es claramente el caso de los bordiguistas, que casi siempre se han negado a discutir con las otras corrientes del movimiento revolucionario, un nuevo “principio eterno” en total contradicción con la práctica de la Fracción Italiana de la Izquierda Comunista en los años 30, que siempre sostuvo que la confrontación de posiciones políticas es una necesidad vital para el desarrollo y la unificación final del movimiento revolucionario.
Cuando estalló la guerra de Ucrania en 2022, la CCI pidió una declaración conjunta en defensa de los principios internacionalistas por parte de todos los grupos auténticos de la Izquierda Comunista[6]. A este llamamiento siguieron otros (en torno a la guerra en Medio Oriente, las campañas burguesas en torno a la “defensa de la democracia” contra la derecha populista). Con algunas excepciones, cuya importancia no queremos minimizar, estos llamamientos han sido sistemáticamente rechazados por los demás grupos.
La respuesta (o en la mayoría de los casos, la falta de respuesta) de los bordiguistas era previsible, ya que corresponde a su idea clásicamente sectaria de que sus diversas organizaciones ya han alcanzado la posición última e insuperable de ser el único partido de clase. Pero también hay que señalar que la Tendencia Comunista Internacionalista, cuyas posiciones programáticas, especialmente en la cuestión nacional, son mucho más cercanas a las nuestras que las de los bordiguistas, también ha rechazado nuestro llamamiento, como lo hicieron sus predecesores en otros momentos de agudos conflictos imperialistas, como la invasión rusa de Afganistán, la guerra en la ex Yugoslavia, etc. Una declaración conjunta de la Izquierda Comunista fue rechazada alegando varias razones: porque era demasiado general e ignoraba importantes diferencias de análisis, porque no fue enviada a grupos que nosotros definimos como parásitos pero que ellos quieren aceptar como parte de la Izquierda Comunista (por ejemplo, al GIGC[7]), y sobre todo porque su principal preocupación era reunir a una gama más amplia de grupos e individuos internacionalistas. De ahí su iniciativa “Ninguna Guerra salvo la Guerra de Clases” (NWBCW), que consiste en formar grupos unificados sobre la base de un conjunto menos riguroso de principios para llevar a cabo propaganda o agitación contra la guerra imperialista[8].
Para nosotros, este fue otro caso de sectarismo hacia el ala izquierda, acompañado de un enfoque oportunista hacia el pantano: la iniciativa de los NWBCW está dirigida particularmente al medio anarquista y, antes de la conferencia de Praga, se propuso como un camino a seguir para todos sus componentes muy heterogéneos, la mayoría de los cuales ven la oposición a la guerra de una manera completamente activista. De hecho, como señalamos en un artículo sobre la conferencia, uno de los elementos más positivos de la reunión fue el inicio de una cooperación política entre la CCI y la CWO (Communist Worker's Organisation, la sección inglesa de la TCI) con vistas a presentar una crítica hacia el activismo individual o de pequeños grupos, basada en el claro reconocimiento de que la oposición a la guerra imperialista sólo puede surgir de la lucha de masas del proletariado en defensa de sus propios intereses de clase[9].
Este frágil momento de unidad entre las fuerzas de la Izquierda Comunista (que encontró una verdadera hostilidad por parte de algunos de los “organizadores” de la conferencia) constituye, en nuestra opinión, una justificación del enfoque adoptado por la izquierda, en particular por Lenin y los bolcheviques, en las conferencias de Zimmerwald y Kienthal durante la Primera Guerra Mundial. Los bolcheviques comprendieron la necesidad de participar en estas conferencias, a pesar de que en ellas se reunían tanto pacifistas y centristas como internacionalistas consecuentes. Lo principal era estar allí para presentar una crítica rigurosa del pacifismo y del centrismo y esbozar una auténtica posición internacionalista (que en aquel momento se expresaba mejor con el lema “transformar la guerra imperialista en guerra civil”). La misma conclusión vale hoy: sí, hay que salir al encuentro de todos aquellos que quieren luchar contra la guerra imperialista, encontrarnos con ellos, discutir con ellos, pero sin hacer concesiones a la visión confusa de la organización de estos grupos, a su incoherencia política y a sus concesiones a la ideología burguesa y pequeñoburguesa. Para lograr esto, una posición unificada de los grupos de la Izquierda Comunista es un punto de partida esencial.
Esto no significa negar la existencia de desacuerdos importantes entre grupos de la Izquierda Comunista, por ejemplo, sobre la cuestión de si la dinámica bélica actual está mostrando la reconstitución de bloques imperialistas y se dirige hacia una tercera guerra mundial, o si la tendencia dominante es la de un caos imperialista no menos peligroso. Estos son puntos de discusión que retomaremos en un segundo artículo, que se centrará en el significado del “divorcio” entre Estados Unidos y Europa. Pero lo que demostró la semana de acción de Praga es que la Izquierda Comunista es la única corriente capaz de abordar el problema de la guerra desde una perspectiva de clase. En nuestra opinión, la aplicación de esta perspectiva a las condiciones actuales lleva a la conclusión de que la posibilidad de una oposición proletaria de masas a la guerra imperialista surgirá principalmente de las luchas de los trabajadores contra los ataques a sus condiciones de vida que exige la crisis económica. El hecho de que estos ataques sean cada vez más acompañados de llamados a sacrificios para construir la economía de guerra sin duda será un factor que permitirá a los trabajadores vincular la lucha por las reivindicaciones económicas con la cuestión de la guerra imperialista y, en última instancia, politizar sus luchas, pero esto sigue siendo un proceso de largo plazo que no debe conducir a acciones impacientes que tiendan a reemplazar la necesaria lucha de masas del proletariado. Después de décadas de retirada de la lucha de clases, el proletariado sólo puede recuperar su identidad de clase —como una fuerza global sin una patria que defender— pasando por la dura escuela de defender sus condiciones de vida. Las organizaciones de la Izquierda Comunista, sin duda, desempeñarán un papel clave en la recuperación de la identidad de clase y, en última instancia, la perspectiva de la revolución, pero sólo podrán hacerlo como organizaciones políticas distinguidas de la corriente y basadas en una plataforma coherente, no como “frentes” holgados y laxos que engañosamente parecen ofrecer la posibilidad de un éxito más inmediato en la oposición o incluso en la detención de la guerra.
D'nA
[1] Véase también nuestro artículo “Disputa entre “Révolution Permanente” y “Lutte Ouvrière”: ¡Dos variantes trotskistas del mismo nacionalismo!”, Révolution Internationale 503.
[2] Cita de nuestro artículo “Las dos ubres de las que maman los comunistizadores: negación del proletariado revolucionario, negación de la dictadura del proletariado”, Revista Internacional n° 172 [22].
[3] Leer “Semana de acción en Praga: El activismo es un obstáculo para la clarificación política”, Revista Internacional No. 172 [23].
[4] Ver nuestro artículo “El Grupo Comunista Anarquista da un paso más en su apoyo a la campaña de guerra nacionalista”. Enlace al artículo en inglés: https://en.internationalism.org/content/17493/acg-takes-another-step-towards-supporting-nationalist-war-campaign [24]
[5] La cuestión nacional según la leyenda bordiguista, Revista Internacional No. 173.
[7] Leer: Atacar a la CCI: la razón de ser del GIGC, [26] CCI Online, enero de 2023.
[8] Para una crítica más detallada de esta iniciativa, véase: La “Tendencia Comunista Internacionalista” y la iniciativa “No más guerra que la guerra de clases”: un farol oportunista que debilita a la Izquierda Comunista [27], Revista Internacional Número Especial de “Lucha contra el oportunismo”., y CCI Online septiembre 2023.
[9] Semana de acción de Praga: algunas lecciones y algunas respuestas a las calumnias [28], Révolution Internationale No. 502.
Enlaces
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[18] https://es.internationalism.org/tag/personalidades/alexandria-ocasio-cortez
[19] https://es.internationalism.org/tag/personalidades/elizabeth-warren
[20] https://es.internationalism.org/tag/corrientes-politicas-y-referencias/obrerismo
[21] https://es.internationalism.org/tag/cuestiones-teoricas/parlamentarismo
[22] https://es.internationalism.org/content/5137/critica-los-llamados-comunistizadores-iv-negacion-del-proletariado-y-de-su-dictadura
[23] https://es.internationalism.org/content/5111/praga-semana-de-accion-el-activismo-es-una-barrera-para-la-clarificacion-politica
[24] https://en.internationalism.org/content/17493/acg-takes-another-step-towards-supporting-nationalist-war-campaign
[25] https://es.internationalism.org/content/5109/dos-anos-despues-de-la-declaracion-conjunta-de-la-izquierda-comunista-sobre-la-guerra
[26] https://es.internationalism.org/content/4909/atacar-la-cci-la-razon-de-ser-del-gigc
[27] https://es.internationalism.org/content/4992/la-tci-y-la-iniciativa-no-mas-guerra-que-la-guerra-de-clases-un-farol-oportunista-que
[28] https://es.internationalism.org/content/5161/semana-de-accion-de-praga-algunas-lecciones-y-algunas-respuestas-las-calumnias
[29] https://es.internationalism.org/tag/corrientes-politicas-y-referencias/trotskismo
[30] https://es.internationalism.org/tag/2/33/la-cuestion-nacional
[31] https://es.internationalism.org/tag/3/47/guerra