Publicado en Corriente Comunista Internacional (https://es.internationalism.org)

Inicio > Internacionalismo - 2000s > Internacionalismo - 2004 > Internacionalismo nº 52, Mayo 2004

Internacionalismo nº 52, Mayo 2004

  • 3388 lecturas

Sólo la clase obrera puede poner fin a la guerra y a la miseria

  • 4407 lecturas

Para juzgar la situación actual del mundo es necesario hacerse las siguientes preguntas: ¿Cuáles son los hechos que han marcado más profundamente el año 2.003? ¿Qué nos manifiestan?.

La multiplicación de las guerras y los atentados por todos los rincones del planeta han entregado de forma permanente a más y más partes de la población a las masacres y al terror, al caos y a la barbarie guerrera.

La nueva y mortífera guerra en Irak ha precipitado a este país en un caos sangriento que no está ni mucho menos superado ni controlado, y no va ser el arresto de Saddam Hussein lo que va a cambiar esta realidad. El Medio Oriente ha continuado siendo presa de una escalada de la violencia en un conflicto israelí-palestino que aparece cada vez más sin ninguna salida.

El desencadenamiento de acciones kamikaces y los atentados terroristas que golpean ciegamente a las poblaciones se han generalizado hasta un punto tal que son susceptibles de abatirse en no importa qué lugar del planeta.

Todo esto manifiesta que bien lejos de todos los discursos oficiales tranquilizadores y de promesas de paz, el mundo se hunde en una barbarie guerrera más y más sangrienta. Cada vez son más numerosas las poblaciones que son las principales víctimas de esta agravación de la barbarie. Al infierno del terror, de la destrucción, de las masacres que ellas sufren en los países entregados a estas carnicerías se une un hundimiento en una miseria espantosa.

Esta dominación de la barbarie sobre una gran parte del planeta converge con una aceleración sin precedentes de los ataques contra la clase obrera en los países centrales del capitalismo.

Las mismas medidas son puestas en marcha en todos los países y por todos los gobiernos, bien sean de izquierdas o de derechas, ya sea en Francia, Austria, Alemania o Brasil, y actualmente en Italia. Además, el desempleo no cesa de agravarse y continúan intensificándose los planes de despidos a repetición, cuando la precariedad del empleo es generalizada. La naturaleza misma de estos ataques revela todavía más crudamente la quiebra del sistema. No solamente el capitalismo lanza a la calle más y más amplias fracciones de la clase obrera, sino que ademas se revela cada vez más incapaz de asegurar los medios de vida más elementales. Las jubilaciones y la sanidad de los proletarios, los subsidios de los que son arrojados al desempleo son atacados de forma simultánea, masiva y frontal, al mismo tiempo que las condiciones de trabajo empeoran y que el poder adquisitivo se degrada a toda velocidad. Es un hundimiento acelerado en la miseria al que ya están confrontados muchas familias obreras en todo el planeta.

La amplitud y profundidad sin precedentes de los ataques de la burguesía contra la clase obrera revelan el hundimiento inexorable del capitalismo en las convulsiones de su crisis mundial. En cuanto a la burguesía, demuestra muy claramente que dispone, cada vez menos, de medios para escalonar sus ataques contra las condiciones de vida más vitales de la clase obrera.

El capitalismo está forzado cada vez más a desvelar abiertamente su quiebra. La aceleración dramática de esta situación sobre la Tierra entera demuestra claramente que, no solamente este sistema de explotación es incapaz de asegurar una mejor suerte para la humanidad sino que constituye al contrario, de forma permanente, una amenaza de hacer desaparecer el planeta en un abismo de miseria y de barbarie.

Frente a la gravedad de la situación , sólo existe una salida: el derrocamiento de este sistema por la única clase que no tiene nada que perder salvo las cadenas de su explotación, el proletariado. La clase obrera tiene actualmente la llave del porvenir.

Solo ella tiene los medios para hacer salir a la humanidad de este callejón sin salida. Ella es la única clase ayer como hoy, como mañana, capaz de oponerse a la perpetuación de este sistema de explotación. Ella es la única clase de la historia portadora de otra sociedad donde el motor de la misma no será el beneficio y la explotación sino la satisfacción de las necesidades humanas. Frente al hundimiento inevitable en la miseria y la barbarie, el desarrollo de sus luchas dentro de su terreno de clase para resistir los ataques de la burguesía podrá hacer surgir una perspectiva para la humanidad.

A pesar de la derrota que los proletarios han sufrido, las luchas obreras que comenzaron en mayo 2003 en Austria o en Francia han demostrado que la clase obrera tiene la capacidad de alzar la cabeza contra los ataques y que, conserva su capacidad para luchar por afirmar su propia perspectiva revolucionaria.

Los temores de la burguesía son plenamente reveladores de las potencialidades del proletariado. La burguesía sabe bien que va a tener que atacar todavía con más fuerza durante los años que vienen y que la clase obrera no podrá hacer otra cosa que desarrollar sus luchas. Justamente para obstaculizar e impedir a la clase obrera tomar conciencia de la quiebra definitiva del capitalismo se ha desarrollado la ideología «altermundialista» (Ver artículo en esta revista). Esta mistificación que trata esencialmente hacer creer que un «otro mundo» sería posible en el cuadro de una «gestión diferente» del capitalismo, está directamente destinada a sembrar la confusión para dificultar el desarrollo de la toma de conciencia de que no existe ninguna posibilidad de mejorar o reformar el sistema.

El porvenir del mundo está en manos de la clase obrera. Como planteamos en el Manifiesto de la CCI, escrito hace más de doce años: «Revolución Comunista o destrucción de la humanidad: Jamás en la historia, los envites han sido tan dramáticos y decisivos que en la actualidad. Jamás una clase social ha debido afrontar una responsabilidad comparable a ésta que tiene el proletariado». Pero más allá de esta necesidad, la clase obrera debe tomar conciencia que tiene plenamente los medios de desarrollar su combate y de hacer frente a esta tarea gigantesca.

De Revolution Internationale, Enero de 2004, publicación en Francia de la CCI.

Herencia de la Izquierda Comunista: 

  • La lucha del proletariado [1]

Cuestiones teóricas: 

  • Guerra [2]

Venezuela: Los trabajadores deben evitar caer en el interclasismo

  • 3435 lecturas

El gobierno de Chávez, con el apoyo de sus fuerzas militares y sus bandas armadas ha reprimido de la manera más brutal las manifestaciones promovidas por la oposición entre finales de febrero e inicios de marzo, para presionarlo a la convocatoria de un referéndum para revocar el mandato presidencial. El dramático balance: 13 muertos, más de mil heridos, decenas de presos y torturados. En este sentido, el gobierno de izquierda de Chávez nada tiene que envidiarle a los anteriores gobiernos de derecha o centroizquierda adecos y copeyanos a los que critica con tanta vehemencia; ha asimilado muy bien las lecciones de sus maestros: Rómulo Betancourt, Carlos Andrés Pérez (CAP), Raúl Leoni, Rafael Caldera, etc., a quienes en ningún momento «les tembló la mano» para reprimir, torturar, asesinar o simplemente hacer desaparecer a sus opositores.

Si bien el ejecutor de esta brutal represión ha sido el gobierno, los sectores de la oposición agrupados en la Coordinadora Democrática (CD) son sus cómplices al haber movilizado la «carne de cañón», tal como lo hicieron cuando el golpe de Estado de Abril de 2002: ellos sabían que iban a ser fuertemente reprimidos, pues el gobierno no iba a aceptar que le «aguaran la fiesta» de la reunión del «Grupo de los 15» reunido en Caracas para lo cual habían previsto la movilización de más de 10.000 militares y policías. La oposición logró su objetivo: una cobertura mediática internacional de la movilización y «calentar la calle» para intentar el revocatorio contra Chávez. Necesitaba algunos muertos, heridos y presos, y allí los tiene.

La movilización convocada por la CD representa una nueva manifestación de la guerra a muerte que por el control del estado, sostienen los sectores de la burguesía agrupados en ella, contra la «nueva burguesía» que se agrupa bajo el ropaje del chavismo[1]. Como siempre, el grueso de la carne de cañón la ponen las masas que son arrastradas por uno u otro bando. Es por ello que tanto el gobierno como la oposición, en sus desenfrenadas acciones para mantenerse en el poder los primeros, e intentar el control del Estado los segundos, tratan de sacar el mejor provecho de estas manifestaciones a su favor. Todo el cuerpo gubernamental, de la manera más cínica y descarada, ha justificado la escalada represiva diciendo que se trata de minorías manipuladas por la oposición, que sólo eran los «ricos» quienes protestaban, pues los barrios pobres estaban tranquilos. Nada  más falso: si bien la mayoría de las protestas se realizaron en sectores donde vive la llamada clase media, también se dieron en sectores populares de Caracas y del interior del país.

Lo que muestran estas movilizaciones es que al lado de los que protestan respondiendo a los llamados de los dirigentes de las fuerzas burguesas en pugna, hay un amplio sector de la población de todos los niveles sociales, que muestra su indignación por la barbarie que vivimos a diario (criminalidad, impunidad, represión) y también expresa el descontento frente al desempleo,  los aumentos de precios de productos y servicios de primera necesidad, congelación de salarios, etc.[2]; incluso, durante los acontecimientos hubo algunos saqueos en el centro de Caracas. Los burgueses de uno y otro bando, saben que las condiciones económicas y sociales continuarán agravándose, que las esperanzas depositadas en Chávez por las capas más empobrecidas, están comenzando a flaquear pues en vez de reducirse los niveles de pobreza, éstos se han incrementado durante su gobierno, lo que se expresa en la pauperización no sólo de las masas que ya eran pobres al comienzo del gobierno chavista en el 99, sino también en la acelerada pauperización de las capas medias. En este sentido no hay que llamarse a engaños: cuando las expresiones de descontento sean mas frecuentes y masivas dentro de los sectores populares, al gobierno de los «pobres» de Chávez tampoco «le temblará la mano» para masacrarlas; situación que no está muy lejana de que ocurra, ante la aceleración brutal de la crisis capitalista. De la misma manera, la represión de los cuerpos de seguridad del Estado, y ataques de las bandas armadas del chavismo y sindicatos, serán utilizados para atacar a los trabajadores cuando éstos se vean en la necesidad de arreciar sus protestas contra el despiadado ataque a sus condiciones de vida: ya los vimos actuar contra los trabajadores que se plegaron al paro de finales del 2002.

Dentro de los muertos, heridos y presos de estas movilizaciones hay varios trabajadores. No es la primera vez que esto sucede, ya que varios han perdido la vida, han sido heridos o reprimidos en anteriores movilizaciones, promovidas tanto por el chavismo como por la oposición. Debemos decir de la manera mas firme que estos trabajadores mueren o son heridos  luchando tras banderas burguesas, son víctimas de una causa que solo beneficia a sus propios explotadores, sean del sector chavista o de la oposición. Este es el alto precio que pagan los proletarios al estar atrapados en la confrontación chavismo-antichavismo, al no tener la capacidad de romper con este manejo ideológico maniqueo que presenta como únicas «salidas» a la crisis actual las opciones que proponen los burgueses de uno u otro bando. Tanto unos como otros, a través de sus monstruosas campañas mediáticas destinadas a confundir a los trabajadores y debilitar su toma de conciencia, promueven el interclasismo, terreno donde los trabajadores quedan atomizados, individualizados, confundidos en la masa de los «pobres», del «soberano», tal como lo pregona el chavismo; o de «los ciudadanos» o de la llamada «sociedad civil», tal como lo pregona la oposición. De esta manera los trabajadores quedan a merced de los intereses del capital.

Las movilizaciones interclasistas por si mismas no tienen futuro (ver artículo sobre las revueltas sociales en esta revista), salvo ser utilizadas por las fracciones burguesas del chavismo y la CD, o las que intentan guardar distancia de éstas. Ellas expresan la desesperación y frustración de amplias capas de la sociedad, que quisieran que las cosas mejoraran de la noche a la mañana o que pretenden volver a los días de la «Venezuela Saudita» del primer gobierno de CAP; mas la historia no tiene vuelta atrás. Su destino inevitable será nutrir con más muertos, heridos y presos las confrontaciones que se van  a seguir generando entre las facciones de la burguesía, las cuales son inevitables e indetenibles pues tienen sus causas profundas en la crisis que sacude al capitalismo a nivel mundial. En este sentido, la situación que hoy se vive en Venezuela se inscribe dentro de las convulsiones políticas y sociales que sacuden a países como Argentina, Bolivia, Perú o Haití, para sólo mencionar a algunos de América Latina; donde amplias masas de obreros, desempleados, campesinos, indígenas, capas medias pauperizadas, etc. son arrastrados tras banderas burguesas, creándoles la ilusión de que pueden mejorar sus condiciones de vida, lo cual es imposible en el capitalismo decadente y en descomposición.

Paradójicamente, la única perspectiva para que estas movilizaciones tengan una salida está en manos de los trabajadores, de la clase obrera; mas, no en una clase obrera maniatada y confundida tras las banderas de sus enemigos de clase, sino en una clase obrera que actúe como clase diferenciada de las otras capas de la sociedad, que se manifieste en su propio terreno y con sus propias armas de lucha (la huelga, las asambleas, los comités de fábrica, controlados por los propios trabajadores). El proletariado necesita recuperar su identidad de clase, lo que exige que se muestre ante el conjunto de la sociedad como clase autónoma con la capacidad de luchar por sus propios intereses; exige fortalecer la solidaridad de clase, oponerse a cualquier confrontación entre los propios trabajadores (activos o desempleados): las divisiones y confrontaciones entre trabajadores sólo beneficia a los explotadores, se vistan éstos con el ropaje de la izquierda o la derecha, y también exige evitar que sus acciones sean desviadas hacia la confrontación ínter burguesa o hacia revueltas estériles como las de febrero 89; debe recuperar y conocer su pasado histórico que lo llevó a importantes batallas contra su clase enemiga y sus consortes: partidos de derecha e izquierda, sindicatos, parlamento, etc.[3]. Sólo plantándose en su propio terreno, el proletariado podrá generar la confianza en sus propias fuerzas y transformarse en una referencia para las otras capas de la sociedad sumidas en la miseria.

Así mismo, los trabajadores deben cerrar las puertas a las ilusiones democráticas, en particular a la mistificación electoral: tanto el chavismo como la oposición hacen lo imposible para presentársenos como los verdaderos demócratas, los paladines defensores de los derechos humanos. La democracia es la forma mediante la cual el capitalismo mantiene su sistema de explotación basado en el trabajo asalariado; en este sentido, fortalecer la democracia es fortalecer el capitalismo. Las elecciones son el mecanismo por excelencia mediante el cual se le da credibilidad a la democracia, y se crean ilusiones en los trabajadores de que pueden mejorar sus condiciones de vida en el capitalismo. La cruda realidad es que en más de 50 años de gobiernos democráticos en Venezuela (incluyendo el de Chávez), el número de  pobres no ha dejado de crecer; situación que se debe, no a un problema de mala gestión de tal o cual equipo de gobierno, sino a las propias contradicciones del modo de producción capitalista, verdadera máquina generadora de pobreza.

Ante la agudización de la crisis del capitalismo, la clase dominante, a través del gobierno chavista u otro cualquiera que le suceda, no tiene otra opción que seguir atacando las condiciones de vida del proletariado. En este sentido, los trabajadores no podrán evadir la lucha para resistir a un mayor deterioro de sus condiciones de vida; salvo que, como dijimos, sus energías sean totalmente canalizadas hacia la confrontación interburguesa. Varios sectores de la clase han mostrado la necesidad de la clase de resistir ante los ataques del capital: Metro, trabajadores del sector público: salud, educación, etc.; mas estas manifestaciones  han sido muy débiles y fácilmente controladas por los sindicatos oficialistas o de oposición.

La dramática situación actual exige que la clase obrera venezolana y mundial recupera su identidad de clase, fundamentalmente la solidaridad que históricamente ha existido dentro de sus rangos. Mas, la situación también exige la intervención de sus minorías revolucionarias hacia los elementos o grupos que mediante un proceso de  reflexión y clarificación, andan en búsqueda de una perspectiva proletaria que permita superar el actual estado de cosas. En manos del proletariado, y de sus minorías revolucionarias, está el dilema de: o, sucumbir ante la barbarie que genera el capitalismo decadente o, retomar el camino de la lucha de clases, de la verdadera revolución proletaria.

 

P.10-03-04

 

[1] Nos referimos a los nuevos capitalistas privados que apoyan al chavismo, que han   pasado a formar parte de la nueva burguesía  importadora, que ha desplazado o intenta desplazar a la vieja «oligarquía importadora» que se opone al chavismo. Este sector de la burguesía se beneficia de la importación sin restricciones de alimentos y productos que sustentan los planes sociales del gobierno.También forman parte de esta «nueva burguesía», los funcionarios públicos, parlamentarios, militares, burócratas sindicales, etc. que dan su apoyo incondicional al «proyecto chavista», que se reparten los ingresos del Estado y que devengan salarios que llegan a ser equivalentes a entre 20 y 60 salarios mínimos mensuales.

 

[2] En los últimos meses, taxistas y choferes de camionetas de pasajeros han realizado paros de actividades y bloqueo de vías, en protesta contra los altos niveles de delincuencia que a diario afecta a choferes y pasajeros; así como por el deterioro de la vialidad. Jubilados y pensionados protestan por el retraso en el pago de sus pensiones y por aumento de las mismas, que son carcomidas por el incesante aumento de precios. Los enfermos crónicos protestan la falta de medicinas que les son suministradas por el estado. Los trabajadores de la salud realizan movilizaciones por la falta de insumos en los hospitales, y el reclamo de deudas acumuladas. Otros trabajadores del sector público lo hacen contra la congelación de sueldos y salarios, debido al retraso en la discusión de las contrataciones colectivas...

 

[3] Como referencia, para un balance de las luchas en el sector petrolero durante el actual gobierno, ver Internacionalismo Nº 51.

 

 

 

Situación nacional: 

  • Venezuela [3]

Corrientes políticas y referencias: 

  • Chavismo [4]

El poder aislado y debilitado de los Estados Unidos

  • 3689 lecturas

Desde el colapso del bloque ruso a finales de los 80, y la resultante dispersión de la alianza occidental, los EUA han permanecido como la superpotencia mundial que ha sido permanentemente forzado a tomar la iniciativa a nivel militar, en la que goza de una superioridad aplastante sobre sus rivales, con el objeto de defender su liderazgo global ante el desafío creciente de Francia, Alemania, Rusia y China. Desde la primera guerra del Golfo, la mayor parte de los conflictos han sido el resultado de la política preventiva de los EUA, anticipándose al surgimiento de un nuevo bloque imperialista. Pero los EUA tienen una gran contradicción: cada nueva ofensiva, pone un freno momentáneo al desafío a su liderazgo, pero al mismo tiempo crea la condición para que los desafíos vayan más allá, dado que alimenta sentimientos de frustración y un anti-americanismo. La escalada creciente desatada por EUA desde septiembre 2001, bajo el pretexto de la lucha contra el terrorismo y los «malos dictadores», ha llevado a la ocupación militar de Afganistán e Irak sin considerar a la OTAN y a la ONU. No obstante, ninguno de los conflictos que precedieron Afganistán, y sobre todo el de Irak, ha engendrado una situación tan difícil para EUA como ahora.

Animado por la facilidad de su victoria sobre Saddam Hussein, la burguesía norteamericana consideró pequeños los grandes problemas que acarrea una ocupación militar de Irak. Los EUA están en un conflicto a pesar de la «captura» de Hussein, de las promesas hechas por la administración Bush sobre la reconstrucción y democratización de Irak. Los ataques continuos a las tropas norteamericanas (y, cada vez más, a los civiles Iraquíes) por la llamada «resistencia» están teniendo un efecto de desmoralización. El número de soldados norteamericanos muertos «después de» la guerra ya ha superado el número de muertos durante las hostilidades abiertas.

Para intentar mantener el orden bajo control, los EUA se han visto obligados a aumentar su tropa. Una señal de la impopularidad de esta misión es el hecho que los voluntarios profesionales están poniéndose más reacios para adherirse, y las tropas que se encuentran en Irak están expresando cada vez más abiertamente su temor sobre la situación. Esto se ha expresado en una tendencia al pánico entre los soldados norteamericanos que los lleva a disparar a todo lo que se mueva; pero también se está empezando a presenciar críticas de soldados y sus familias contra la aventura en Irak.

 

El «mapa» hecho trizas

Bush anunció antes de lanzarse hacia esta nueva ofensiva militar, que la liberación de Irak cambiaría el paisaje geopolítico de la región para EUA. De manera que se esperaba que la dominación norteamericana de Irak ayudaría a fortalecer su influencia a lo largo de la región, y le permitiría redoblar el paso en su objetivo estratégico de cercar a Europa. En un escenario así se buscaba imponer la «Pax Americana» en todas las áreas inestables, sobre todo en la más explosiva de todas ellas: Israel/Palestina. Bush incluso anunció que este conflicto terminaría pronto. Bush tenía razón que la situación en Irak tendría una influencia fuerte en lo que pasa en los territorios ocupados por Israel, esto está demostrándose hoy, pero no de la manera que esperó, ya que el conflicto cada día empeora. El fracaso presente de la burguesía americana en Irak es un impedimento real a su política de presión a su turbulento aliado israelita para aceptar «la hoja de ruta». Esto ha sido totalmente saboteado por Jerusalén. Tales dificultades en Israel no son nuevas y en parte explican el fracaso de los diversos planes de paz que se han llevado durante los últimos 10 años. No obstante estos problemas nunca han tenido consecuencias tan fuertes como con las que se presentan hoy. Esto se ilustra por las políticas de corto plazo que alguien como Sharon puede imponer en el Medio Oriente, basadas exclusivamente en intentar realizar una escalada en la confrontación con los palestinos para cazarlos fuera de los territorios ocupados. Como en el resto del mundo, no hay ninguna posibilidad de paz en esta región. La carta jugada por Sharon, el carnicero de Sabra y Chatila, sólo puede llevar a carnicerías extensas que no resuelven de ninguna manera el problema Palestino. Al contrario, esto sigue regresando como un bumerang, sobre todo en el sentido de un aumento desenfrenado del terrorismo. Lo cual no tiene sino consecuencias negativas para EUA, que obviamente no puede abandonar a su aliado principal en la región.

 

Los rivales de EUA aprovechan sus dificultades

Las dificultades de EUA en Irak minan su credibilidad internacional y su autoridad; sus rivales sólo pueden regocijarse por esto e intentar hacerle más complicado el camino. Francia ha sido el más insolente de todos: en la asamblea general de la ONU, Chirac expresa sus diferencias con su «gran aliado», argumentando que Bush cometió un error interviniendo en Irak a pesar de todas las reservas expuestas por varios países, incluso Francia claro. Más preocupante para los EUA es el hecho de que hasta hoy ha sido incapaz, a pesar de los repetidos llamados, de atraer a otras potencias importantes -aparte del Reino Unido, el cual tomó parte en la operación militar desde el inicio- para reforzar sus tropas en Iraq. España que no es un gran poder envió una fuerza completamente simbólica. Sólo Polonia que es todavía una potencia pequeña, respondido positivamente a las apelaciones norteamericanas. Será igualmente difícil para EUA encontrar voluntarios que ayuden a asumir los costos de la invasión y la reconstrucción de Irak.

Incluso en el voto unánime para la resolución 1511 que Washington puso ante la ONU a finales de octubre, reconoce Bush, representó una victoria política parcial de la presencia americana en Irak, pero realmente no significa que los rivales mayores de EUA están retrocediendo ante la aventura de Irak. Joschke Fischer de Alemania y Villepin de Francia votaron críticas fuertes, el último diciendo que había riesgo de que la resolución no sirviera para ningún propósito. Alemania, Francia, Rusia y China han dejado en claro que no participarán con un centavo en la reconstrucción de Irak.

De hecho, la situación presente de debilidad relativa de los EUA, ha inspirado a sus rivales para colocarse a la ofensiva. El 20 septiembre, en Berlín, ha habido una reunión entre Schroeder, Chirac y Blair, estableciendo que hay necesidad de tomar un acuerdo por Europa para contar con una fuerza militar autónoma, aspecto que hasta ahora la burguesía británica se había opuesto. Los pequeños pasos de Gran Bretaña hacia los grandes rivales de EUA, son por el hecho de que GB también está pagando el costo de la desgracia Iraquí y necesita cambiar el equilibrio en sus alianzas encontrando un contrapeso a EUA. La declaración de Blair sobre esto es bastante elocuente: «Sobre la cuestión de la defensa europea nosotros tenemos una posición cada vez más homogénea» (Le Monde, 23-9-03). Como en la asamblea general de la ONU, 25 miembros de «los grandes de Europa» (los 15 de la Unión Europea más los que se agregarán en el futuro) votaron, al parecer por la iniciativa de Alemania y Francia, a favor de un texto que puede acentuar los compromisos hacia las políticas de sus aliados israelitas, condenando la decisión de Sharon para deportar a Arafat. A través de un voto simbólico, la imagen de EUA estaba una vez más bajo el fuego. Y entre los 25 más grandes miembros de Europa que implícitamente criticaron a los EUA en este voto, una mayoría había, antes del estallido de la guerra en Irak, apoyado más o menos la opción de EUA contra Francia, Alemania y Rusia.

En la misma lógica de sabotear la política norteamericana, el acuerdo entre franceses, alemanes y británicos, contempla la aceptación de las promesas de Irán sobre el control de su programa nuclear. La actitud de Europa es mantenerse neutral sobre el aspecto de las inspecciones en Irán como lo hizo en Irak. Jugando el papel de mediador con el régimen Iraní, los estados europeos están poniendo una llave inglesa en los trabajos de Norteamérica.

Este hecho, así como la reciente evolución de la posición de Gran Bretaña en la fuerza europea autónoma, ilustra una característica del período abierto por la desaparición de bloques imperialistas que la CCI resaltó en el momento de la primera guerra del Golfo: «En el nuevo período histórico al que hemos entrado, y los acontecimientos del Golfo lo vienen a confirmar, el mundo aparece como una inmensa arena en la que cada quien va a jugar ‘por su cuenta y para sí’, en la que las alianzas entre Estados no tendrán ni mucho menos, el carácter de estabilidad de los bloques, sino que estarán dictadas por las necesidades del momento.»(Militarismo y descomposición, Revista Internacional 64).

El hecho de que esta situación es desventajosa a la formación de nuevos bloques y para una tercera guerra mundial entre los poderosos, no ahorrará a la humanidad de una zambullida en la barbarie: las guerras y el caos de la descomposición capitalista, que a la larga, igualmente puede resultar en una destrucción y minar cualquier posibilidad de fundar la vida social en una base racional y armoniosa. Por eso el capitalismo no tiene nada que ofrecer a la humanidad; el único futuro es la revolución comunista mundial.

LC/ 1 de noviembre de 2003.

Cuestiones teóricas: 

  • Imperialismo [5]

El «altermundialismo»: una trampa ideológica para el proletariado

  • 6254 lecturas

«No se cambia un equipo que gana», suelen decir los especialistas deportivos. En el fondo, los embustes burgueses para impedir que la clase obrera desarrolle su conciencia revolucionaria siguen siendo del mismo tipo, pues deben hacer frente a las mismas necesidades. Han sido, tradicionalmente, los partidos de izquierda, socialdemócratas y estalinistas, los transmisores de esos embustes que sirven para ocultar la quiebra histórica del modo de producción capitalista, para proponer alternativas falsas a la clase obrera, para minar cualquiera perspectiva que se abra ante sus luchas.

 

Son esos partidos los que han sido ampliamente solicitados a finales de los años 60 cuando la crisis actual empezó a desplegarse y sobre todo cuando el proletariado mundial volvió a salir al escenario de la historia, tras cuatro décadas de contrarrevolución (la gran huelga de mayo de 1968 en Francia, el «otoño caliente» italiano de 1969, etc.). Ante el impetuoso auge de las luchas proletarias, los partidos de Izquierda empezaron a proponer «alternativas» de gobierno con la pretensión de que iban a responder a las aspiraciones de la clase obrera. Uno de los temas de esa «alternativa» era que el Estado debía estar mucho más presente en una economía cuyas convulsiones, iniciadas en 1967 al finalizar la reconstrucción posterior a la Segunda Guerra mundial, se iban incrementando sin cesar. Según esos partidos, los obreros debían moderar sus luchas, incluso renunciar a ellas, y expresar en el terreno electoral su voluntad de cambio, permitiendo a esos partidos alcanzar el gobierno para llevar a cabo una política favorable a los intereses de los trabajadores. Desde entonces, los partidos de izquierdas, especialmente la socialdemocracia pero también los partidos llamados «comunistas» como en Francia, han participado en numerosos gobiernos para aplicar una vez en ellos, no, ni mucho menos, una política de defensa de los trabajadores sino de gestión de la crisis y de ataque a sus condiciones de vida. El desmoronamiento a finales de los años 80 del bloque del Este y de los regímenes supuestamente «socialistas» fue un duro golpe a los partidos que se reivindicaban de esos regímenes, los partidos «comunistas», los cuales perdieron gran parte de la influencia que tenían en la clase obrera.

 

Y así, ahora que frente la agravación de la crisis del capitalismo, la clase obrera se ve impulsada a volver a los caminos de la lucha, a la vez que en su seno está volviendo a encenderse la llama de la reflexión sobre los retos de la situación actual de la sociedad, los partidos que representaban tradicionalmente la defensa del capitalismo en las filas obreras sufren un desprestigio considerable que les impide ocupar el lugar que ocuparon en otros tiempos. Por eso no son la avanzadilla de las grandes maniobras destinadas a desviar el descontento y los interrogantes de la clase obrera. Y es el movimiento altermundialista el que, por ahora, está en primera fila, y eso que lo único que hace es recuperar lo esencial de los temas que, en el pasado, tanto juego le dieron a la Izquierda. Es, por lo demás, esto último lo que explica que esos mismo partidos (singularmente los «comunistas») anden chapoteando en las charcas del movimiento altermundialista, por muy discretos y hasta «críticos» que sean, permitiendo así que ese movimiento aparezca como algo verdaderamente «novedoso» [1] y no desprestigiado de entrada.

 

Esta notable convergencia entre las mistificaciones de la «vieja izquierda» y las del altermundialismo, puede ponerse de relieve en torno a unos cuantos de los temas centrales de éste.

 

 

Los mismos perros con distintos collares

 

Para dar un bosquejo de los grandes temas de la corriente altermundialista vamos a apoyarnos en los escritos de ATTAC, que aparece como el «teórico» principal de esa corriente.

 

Esta organización (ATTAC: Asociación para el impuesto de las transacciones financieras y de ayuda a los ciudadanos) nació oficialmente en junio de 1998, tras una serie de contactos en torno a un editorial de Ignacio Ramonet, director del mensual francés le Monde diplomatique de diciembre de 1997. Para ilustrar el éxito del movimiento altermundialista, ATTAC tenía ya más de 30 000 miembros a finales del 2000. Hay, entre ellos, más de 1000 personas morales (sindicatos, asociaciones, asambleas locales), unos cien diputados franceses, muchos funcionarios, sobre todo profesores, y cantidad de famosos, políticos o artistas, organizados en unos 250 comités locales.

 

Ese poderoso instrumento ideológico se creó sobre la idea de la «tasa Tobin», del nombre del premio Nobel de economía, James Tobin, para quien un impuesto de 0,05% en las transacciones de cambio de divisas permitiría su regulación, evitando los excesos de la especulación. Para ATTAC, ese impuesto permitiría, sobre todo, recoger fondos que luego se dedicarían al desarrollo de los países más pobres [2].

 

¿Por qué ese impuesto? Precisamente para, a la vez, frenar y sacar provecho (lo cual es de lo más contradictorio: ¿cómo querer que desaparezca algo de lo que se saca provecho?) de esas transacciones de cambio, y más en general financieras, símbolo de esa globalización de la economía que, grosso modo, hace más ricos los ricos y más pobres a los pobres.

 

El punto de partida del análisis de la sociedad actual que hace ATTAC es éste:

«La globalización financiera agrava la inseguridad económica y las desigualdades sociales. Elude y minimiza lo escogido por los pueblos, las instituciones democráticas y los Estados soberanos a cuyo cargo está el interés general. Les sustituye lógicas estrictamente especulativas que no expresan más que los intereses de las empresas transnacionales y de los mercados financieros»[3].

 

¿Qué origen tiene, según ATTAC, esta evolución económica? Estas son las respuestas:

«Uno de los hechos notables del final del siglo XX ha sido el auge de las finanzas de la economía mundial: es el proceso de globalización financiera, resultado de la opción política impuesta por los gobiernos de los países miembros del G7».

 

La explicación del cambio habido a finales del siglo XX se da más lejos:

«En el marco del compromiso «fordista»[4] , que funcionó hasta los años 1970, los dirigentes concluían acuerdos con los asalariados, organizando un reparto de las ganancias de productividad en el seno de la empresa, lo cual permitió mantener el reparto del valor añadido. El advenimiento del capitalismo accionarial rubrica el final de ese régimen. El modelo tradicional, llamado «stakeholder», que considera la empresa como una comunidad de intereses entre sus tres asociados ha dejado el sitio a un nuevo modelo, llamado «shareholder», que da primacía absoluta a los intereses de los accionistas poseedores del capital-acciones, es decir de los fondos propios de lasempresas»[5] . Además: «El objetivo prioritario de las empresas cotizadas en Bolsa es «crear valor accionarial» (shareholder value), o sea, hacer que suban la cotización de sus acciones para generar plusvalías, aumentando así la riqueza de sus accionistas»[6] .

 

También, según los altermundialistas, la nueva opción de los gobiernos de los países del G7 ha acarreado una transformación de las empresas. Las multinacionales o las grandes instituciones financieras, al haber dejado de sacar sus ganancias de la producción de mercancías, «presionan a las empresas para que repartan el máximo de dividendos en detrimento de unas inversiones productivas con rendimiento diferido».

 

No vamos a multiplicar aquí las citas del movimiento altermundialista. Las expuestas bastan para poner de relieve tres cosas:

– que ese movimiento no ha descubierto nada;

– el carácter perfectamente burgués de su ideología;

– el peligro que acarrean para la clase obrera las ideas de que es portador el movimiento altermundialista.

 

De este modo, las «transnacionales» que hoy se habrían liberado de la autoridad de los Estados se parecen mucho a las «multinacionales» estigmatizadas por los partidos de Izquierda en los años 70 por ese mismo pecado. En realidad, esas «multinacionales» o «transnacionales» tienen una «nacionalidad» y es la de sus accionarios mayoritarios. En realidad, esas multinacionales son la mayoría de las veces grandes empresas de los estados más poderosos, empezando por Estados Unidos y son los instrumentos, junto a los medios militares y los diplomáticos, de la política imperialista de esos Estados. Y cuando tal o cual Estado nacional (como el de una «republica bananera») está sometido a las órdenes de tal o cual gran «multinacional», eso no es más que la expresión de la sumisión imperialista de ese Estado a la gran potencia de la que depende la multinacional.

 

Ya en los años 70, la izquierda exigía «más Estado» para limitar el poder de esos «monstruos modernos» y garantizar un reparto más «equitativo» de las riquezas producidas. ATTAC y compañía no han inventado nada. Pero sobre todo es importante subrayar aquí la gran mentira que contiene esa idea: el Estado nunca ha sido un instrumento de defensa de los intereses de los explotados. Es básicamente un instrumento de preservación del orden social existente y, por lo tanto, de defensa de los intereses de la clase dominante y explotadora. En algunas circunstancias, y para asumir mejor su función, el Estado podrá oponerse a tal o cual sector de esa clase. Así ocurrió en los albores del capitalismo cuando el gobierno inglés estableció reglas para limitar la intensidad de la explotación de los obreros, especialmente de los niños. Algunos capitalistas fueron perjudicados, pero esa medida debía permitir que la fuerza de trabajo, que es la creadora de toda la riqueza del capitalismo, no fuera destruida a gran escala antes de haber alcanzado la edad adulta. De igual modo, cuando el Estado hitleriano perseguía cuando no liquidaba a algunos sectores de la burguesía (los burgueses judíos o los burgueses «demócratas»), eso, evidentemente, no tenía nada que ver con no se sabe qué defensa de los explotados.

 

El Estado del Bienestar es básicamente un mito destinado a que los explotados acepten que siga la explotación capitalista y se perpetúe la dominación burguesa. Cuando la situación económica se agrava, el Estado, de «izquierdas» o de «derechas» está obligado a quitarse la careta: es el órgano que decreta el bloqueo de los salarios, el que ordena los cortes en los «presupuestos sociales», los gastos de salud, los subsidios de desempleo y las pensiones por jubilación. Es también el Estado, mediante sus fuerzas represivas, el que acude con sus porras y granadas lacrimógenas, sus detenciones y sus balas si llega el caso, para hacer entrar en razón a los obreros que se nieguen a aceptar los sacrificios que se les quiere imponer.

 

En realidad, detrás de las ilusiones que los altermundialistas, siguiendo la tradición de la Izquierda clásica, intentan sembrar a propósito de las «multinacionales» y del Estado defensor de los intereses de los «oprimidos», subyace la idea de que podría existir un»buen capitalismo» que habría que oponer al «mal capitalismo».

 

Esa idea alcanza el no va más en la caricatura y la ridiculez cuando ATTAC «descubre» que desde ahora la motivación principal de los capitalistas sería sacar ganancias, adornando ese «descubrimiento» con toda una palabrería rimbombante sobre la diferencia entre los «stakeholders» y los «shareholders». Hace ya francamente muchos lustros que los capitalistas invierten para extraer ganancias. Bueno, en realidad, es lo que siempre han hecho desde que el capitalismo existe.

 

En cuanto a las «lógicas estrictamente especulativas» que se deberían a «la globalización financiera», tampoco han estado esperando a no se sabe qué reunión del G7 de estos últimos años o a que llegara al poder Margaret Thatcher y su amigo Reagan. La especulación es casi tan vieja como la economía capitalista. Ya a mediados del siglo XIX, Marx dejó claro que cuando se acerca una nueva crisis de sobreproducción, los capitalistas tienen tendencia a preferir la compra de valores especulativos a las inversiones en lo productivo. En efecto, de manera muy pragmática, los burgueses han comprendido que si los mercados están saturados, las mercancías producidas gracias a las máquinas compradas a lo mejor no se vendían, impidiendo así tanto la obtención de la plusvalía en ellas contenida (gracias a la explotación de los obreros que han hecho funcionar esas máquinas) como el reembolso del capital avanzado. Por eso decía Marx que las crisis comerciales parecían ser resultado de la especulación cuando en realidad eran su signo anunciador. De igual modo, los movimientos especulativos que hoy observamos plasman la crisis general del capitalismo, y en ningún modo son el resultado de la falta de civismo de este o aquel grupo de capitalistas.

 

Más allá, sin embargo, de lo estúpido y risible que sea el «análisis científico « de los «peritos» de la altermundialización, hay una idea que los defensores del capitalismo han utilizado desde hace mucho tiempo para impedir que la clase obrera se oriente hacia su perspectiva revolucionaria. Ya Proudhon, el socialista pequeño burgués de mediados del XIX, intentó distinguir lo «bueno» de lo «malo» del capitalismo. Se trataba para los obreros de apoyarse en «lo bueno» para así proponer una especie de «comercio equitativo» y de autogestión de la industria (las cooperativas).

 

Más tarde, toda la corriente reformista en el movimiento obrero, por ejemplo su «teórico» principal, Bernstein, intentó defender la capacidad del capitalismo (a condición de que éste esté obligado por una presión de la clase obrera en el marco de las instituciones burguesas, como los parlamentos) para ir satisfaciendo cada vez más los intereses de los explotados. Las luchas de la clase obrera debían pues servir para que triunfaran los «buenos» capitalistas contra los «malos», los cuales, por egoísmo o miopía, se oponían a esa volución «positiva» de la economía capitalista.

 

Hoy, ATTAC y sus amigos nos proponen volver al «compromiso fordista» que prevalecía antes de la llegada de esos brutales y desalmados del «todo para la finanza», que «preservaría el reparto del valor añadido» entre trabajadores y capitalistas. Así, la corriente altermundialista hace una contribución de primer orden al arsenal de embustes de la burguesía:

– al hacer creer que el capitalismo tendría los medios de volver atrás en sus ataques contra la clase obrera, cuando éstos, en realidad, son resultado de una crisis que el sistema es incapaz de superar;

– dando a entender que hoy podría haber un terreno de entendimiento posible, un «compromiso» entre trabajo y capital.

 

En resumen, llaman a los obreros no a combatir el modo de producción capitalista, responsable de la agravación de su explotación, de su miseria y del conjunto de la barbarie que se desencadena actualmente en el mundo, sino a movilizarse en defensa de una variante quimérica de ese sistema. O sea, a renunciar a la defensa de sus intereses y a capitular ante los de su mortal enemigo, la burguesía.

 

Puede entonces entenderse perfectamente por qué esa clase, por mucho que algunos de sus sectores critiquen las ideas altermundialistas, ostenta la mayor indulgencia hacia ese movimiento y lo promueve.

 

La denuncia firme del movimiento altermundialista como algo de esencia burguesa, la intervención más amplia posible contra unas ideas peligrosas, son prioridades para todos aquellos elementos del proletariado conscientes de que el único mundo hoy posible es el comunismo, y que éste solo podrá construirse resueltamente en contra de la burguesía y todas sus ideologías mistificadoras, cuyo último engendro es el altermundialismo. Y como tal, hay que combatirlo con la misma determinación que a la socialdemocracia o al estalinismo.

Günter

(Parte de artículo aparecido en la Revista Internacional N° 116, primer trimestre 2004)Here is some text

 

 

1 Cabe señalar que entre los temas preferidos del altermundialismo, hay uno que no pertenece a la tradición de los partidos de izquierda clásicos: el tema ecológico. Eso se debe sobre todo a que la ecología es algo relativamente reciente, mientras que los partidos tradicionales de izquierda basan su ideología en referencias más antiguas (aunque siempre de actualidad para mistificar a los obreros). De todos modos, la Izquierda tradicional ha establecido en casi todos los países alianzas estratégicas con la corriente que ha hecho de la ecología su principal especialidad, los Verdes. Así es en el principal país europeo, Alemania.

 

2 Hay que decir que James Tobin se desolidarizó del uso que querían hacer los altermundialistas de su receta. A quienes creen que luchan contra el capitalismo con sus cartuchos, el premio Nobel de la economía capitalista nunca ha ocultado que él está A FAVOR del capitalismo.

 

3 «Plataforma de ATTAC», adoptada por la Asamblea constitutiva del 3 de junio de 1998, en Tout sur ATTAC 2002, p. 22.

 

4 Ese término se refiere a las tesis de Henry Ford I, fundador de una de las mayores multinacionales de hoy, el cual, tras la Primera Guerra mundial defendía la idea de que los capitalista tenían el mayor interés en pagar buenos salarios a los obreros para así ampliar el mercado para las mercancías producidas. Por eso, a los obreros de Ford se les incitaba a comprar unos coches en cuya fabricación habían participado. Esas tesis, que podían parecer «realistas» en períodos de «prosperidad» y que además podían, en cierto modo, favorecer la «paz social» en las factorías del «buen rey Henry», se derritieron como nieve al sol, cuando la «Gran depresión» de los años 30 cayó sobre Estados Unidos y el resto del mundo (NDLR).

 

5«Licenciements de convenance boursière : les règles du jeu du capitalisme actionnarial» (Despidos y conveniencia bursátil: las reglas del juego de capitalismo accionarial), Paris, 2/05/2001, en Tout sur ATTAC 2002, pp. 132-134

 

6Tout sur ATTAC 2002, p. 137.

Noticias y actualidad: 

  • Foros sociales [6]

«Revueltas sociales»: Falso camino en la lucha proletaria

  • 4936 lecturas

Desde fines de los años 80, con la aceleración de la crisis y las dificultades de la clase obrera para reconocer su ser y sus capacidades, las revueltas desesperadas de poblaciones sometidas al hambre y a la miseria atroz se repiten continuamente: Argelia (1988), Venezuela, Argentina, Nigeria, Jordania (1989), Costa de Marfil, Gabón (1990). Pero si esto pareciera que es un fenómeno de las regiones «subdesarrolladas», es una equivocación, hay que recordar que en 1992 en Los Ángeles, una de las grandes ciudades de los EUA, se vivieron saqueos e incendios de locales comerciales... Estos acontecimientos que muestran la desesperación de una masa «interclasista», formada lo mismo por desclazados, núcleos sociales depauperados (por ejemplo campesinos), sectores pequeño burgueses e incluso por trabajadores arrastrados por esta ola ciega, ha sido reivindicado y promovido por los llamados «altermundialistas» como una forma de lucha contra el sistema, sin embargo son expresiones estériles, sin perspectiva de futuro que nada pueden contra el sistema, por el contrario son usadas por éste.

Argentina en 2001 y octubre de 2003 en Bolivia, bajo diferentes circunstancias vuelven a ser testigos de violentas protestas donde la clase obrera queda ahogada en la masa amorfa e interclasista de «luchas ciudadanizadas». Por todo ello, estas expresiones desesperadas deben de ser objeto de refle­xión en la clase obrera y es obligación de los revolucionarios exponer de manera abierta elementos que permitan la clarificación, sin asumir una actitud de desprecio a los hechos y a los que participan, sino de crítica, una crítica que prepara a la clase obrera, en tanto impulsa a sacar las lecciones y a preparar los combates futuros.

 

 

Las revueltas: una expresión de la descomposición capitalista

 

Si buscamos las causas de estas desesperadas expresiones, las encontraremos en las terribles condiciones de miseria, de explotación y de hambre a las que son arrojados millones de habitantes de regiones enteras del planeta. El capitalismo lleva a la pauperización acelerada de amplias masas de la población, a las cuales ya no es siquiera capaz de integrar como asalariados. En varios países de América Latina el campo está casi quebrado, quedando en el abandono la población que realizaba ahí sus actividades, transformándose diversas regiones en verdaderos «pueblos fantasma» (como sucede en regiones de Brasil y México). Pero estos acontecimientos no son resultado de la aplicación incorrecta de los planes económicos de Instituciones como el FMI, la OCDE, etc., como lo presenta el aparato de izquierda del capital (entre ellos, por supuesto los «altermundialistas»), tampoco es producto de la «mala gestión» de tal o cual gobierno, esto es producto de la decadencia del sistema capitalista, de la quiebra de un sistema que no expresa un avance progresista para la humanidad, sino la conduce a la devastación y la catástrofe. En este escenario, y ante el avance de una fase en la que la burguesía guarda dificultades para mantener su dominio, pero también el proletariado expone dificultades para reconocer su esencia re­volucionaria, la revuelta desesperada de masas «interclasitas» se vuelve una expresión casi cotidiana, de frente a la cual la clase obrera debe de reflexionar, en primer lugar para no dejarse arrastrar en aventuras de ese tipo, y en seguida para impulsar su conciencia y la confianza en sus propias fuerzas. Pero para analizar estos fenómenos, sería una falsa alternativa el plantearse el «apoyo o rechazo» de estas expresiones, no se trata de glorificar o condenar, se trata de comprender y traducir esta comprensión en posiciones políticas que le ayuden a conducir a esas masas desesperadas por el camino de una verdadera subversión de las terribles condiciones de existencia actual.

 

 

El proletariado, única clase capaz de cambiar el mundo

 

Desde que se hundió el bloque del Este, es decir desde que cayó el muro de Berlín, la burguesía se empeña más que nunca en hacer parecer al estalinismo como el comunismo con el fin de poder hacer desatar su campaña sobre la «muerte del comunismo», incluso no faltaron los ideó­logos del capital que «teorizaron» no sólo del «fin de la historia», sino también del «fin de la clase obrera como sujeto histórico del cambio». Estas «sesudas deducciones» son apoyadas por toda suerte de sociólogos, que en realidad no hacen sino reeditar lo planteado hace años por modernistas como Castoriadis, o intelectuales como Marcuse. Una clase como la burguesía es de ideas decrépitas y no produce «novedades», sólo sabe recocer los hilvanes del pasado. Para el marxismo, el proletariado es la única clase que puede cambiar al mundo, no como una visión idílica o mesiánica, sino como expresión de la materialidad de esta clase que la convierte en la primera que es al mismo tiempo explotada y revolucionaria, en tanto es una clase que no busca mantener la explotación o alguna forma de propiedad, ni aún siquiera busca su perpetuación como clase, por el contrario niega su esencia, en tanto busca la eliminación de las clases sociales, por ello al lograr su emancipación libe­ra al conjunto de la humanidad. Pero lo que constituye la fuerza decisiva del proletariado es su organización y su conciencia, de manera que no actúa como una clase ciega, perdida en el inmediatismo y el odio, por el contrario su accionar en tanto re­volucionario constituye una práctica conciente que se alimenta de la experiencia del pasado, pero manteniendo la mirada en el futuro.

La práctica revolucionaria del proletariado, es pues, producto de su organización y conciencia clara del futuro, por el contrario los saqueos y revueltas llevadas a cabo por masas interclasistas, enceguecidas por el odio y llevadas por el inmediatismo carecen de futuro, y por tanto son impotentes ante el capitalismo.

Es un viejo lugar común el encontrar posiciones políticas que identifican la revuelta desesperada con una acción revolucionaria, no obstante esto es una visión activista, sin principios, que apoya «todo lo que se mueve», y que es muy defendido por todo el izquierdismo en sus variantes estalinistas, maoístas y trotskistas; más aún, algunos anarquistas definirán como «revolucionario» aquellas manifestaciones sociales que se expresen «violentamente».

Aunque la necesidad es lo que lleva a las masas depauperadas a la revuelta, al estar desconectadas de una visión de verdadera transformación y por tanto de futuro, quedan atrapadas en los límites del mismo capital, no es raro por ello que la burguesía aproveche estas revueltas, desatando, a través de ellas, sus propias campañas ideológicas contra la clase obrera:

- polarizando a la sociedad y sumiendo el descontento en mistificaciones marginalistas tales como el «racismo», la lucha «contra el mal gobierno» o contra privatizaciones,

- impulsando el sentimiento de impotencia y desesperanza de la clase obrera, empujándola a «confiar en el Estado democrático»,

- promoviendo el interclasismo, con el fin de impedir una respuesta proletaria y por tanto verdaderamente revolucionaria.

Este especto lo hemos visto repetirse en Argentina y Bolivia [1]. Después de ver las revueltas interclasistas en 2001 en Argentina, y de haber visto un desfile de presidentes en unas cuantas semanas (expuesto por la misma burguesía como triunfo de los «piqueteros»), la clase dominante se regocija con unas elecciones presidenciales masivas y «ejemplares», mostrando cómo esas revueltas no hicieron sino fortalecer al aparato estatal. De igual manera las imágenes de la revuelta en Bolivia, por la «defensa de la industria nacional del gas», dieron vuelta al mundo y los gritos de la burguesía cuando «cae el presidente de Lozada» era: «un triunfo del pueblo», sin embargo la miseria continúa, pero los reconfortan con el veneno de que para que el capitalismo funcione mejor, basta con otorgar la participación a los «ciudadanos» en las decisiones políticas... como se ve la revuelta no es una experiencia que la clase obrera pueda recobrar para su combate.

 

 

La clase obrera y su responsabilidad ante las masas pauperizadas y marginadas del planeta

 

En la Revista Internacional Nº 63 señalábamos: «En estas revueltas los obreros participan, efectivamente, pero no agrupados como clase, sino confundidos como individuos que se suman a las masas hambrientas». En efecto, el hecho de que haya obreros presentes físicamente en una revuelta no le da, automáticamente, el carácter proletario. Eso sería tan absurdo como afirmar que los sindicatos son organizaciones proletarias porque en ellas se aglutina a los trabajadores... La clase obrera desarro­lla sus luchas en su combate contra la degradación de sus condiciones de vida (desempleo, salario, jubilación...), ese combate se desarrolla a nivel histórico y conoce diferentes fases en que se va enfrentando al Estado y sus instrumentos de dominio (sindicatos, partidos, izquierdistas...), en ese avance va forjando su organización y conciencia.

Este combate es una expresión colectiva, donde el interés de cada uno es, al mismo tiempo el interés de todos, cada huelga, cada lucha es el eslabón de un combate histórico, con un pasado, un presente y un futuro, con el que se van forjando las cadenas solidarias de clase. Contrariamente, en la revuelta y el saqueo lo que impera es la salvaguarda del interés individual y su falta de recuperación de experiencias y perspectiva de futuro, hace de estas simples explosiones tan espectaculares como efímeras...

No obstante que las masas marginadas suelen ser usadas por la burguesía, empujándolas a las revueltas ciegas, el proletariado tiene la obligación histórica de atraer a los explotados y marginados por el capital, para que asuman el proyecto revolucionario de la clase obrera, haciendo ver que esa fuerza lanzada en un avance ciego, no sólo es estéril y sin futuro, sino además una fuerza aprisionada por la clase dominante.

 

Daniel/ diciembre-2003

 

 

1 En Argentina, donde se han presentado este tipo de manifestaciones, que el izquierdismo (y por desgracia también grupos revolucionarios) las han calificado de «grandes acciones del proletariado», se ha manifestado una voz que avanza en un proceso de clarificación: el «Núcleo Comunista Internacional», que al tomar postura sobre los sucesos de octubre pasado en Bolivia, simplifica claramente lo que representan las revueltas: «Los acontecimientos de Bolivia guardan un gran paralelismo con la Argentina en el año 2001, donde el proletariado se encontró subsumido no sólo con las consignas de la pequeña burguesía, sino también, que dichos ‘movimientos populares’ tenían, en el caso argentino, y tienen en el caso boliviano, un signo bastante reaccionario, al plantear la reconstrucción de la nación o expulsar a los ‘gringos’... y es por ello, -señalan más adelante- que es un grave error confundir lo que es una revuelta social con un horizonte político estrecho, con una lucha proletaria anticapitalista».

Situación nacional: 

  • Argentina [7]

Geografía: 

  • América central y Sudamérica [8]

La lucha contra el capitalismo hoy, es la lucha por la abolición del trabajo asalariado

  • 5950 lecturas

El presente artículo constituye una polémica con miembros del Partido Comunista Internacional (PCI) en Venezuela, a propósito de una hoja que han titulado: «Mientras las fracciones burguesas (chavistas y anti-chavistas)se disputan la plusvalía extraída a los asalariados, los comunistas levantamos las banderas de la lucha revolucionaria anticapitalista» de febrero de 2003.

En primer lugar, queremos saludar el esfuerzo hecho por los compañeros para difundir una posición marxista, cuestión que constituye una tarea prioritaria para los grupos políticos que asumimos la defensa de los intereses históricos del proletariado, denunciando las campañas de la burguesía nacional, las cuales constituyen una traba al desarrollo de la consciencia en nuestra clase. Si bien compartimos algunas posiciones políticas expresadas por el PCI, existen otras que aparecen en su hoja y que requieren ser aclaradas a la luz de las posiciones que ha venido desarrollando la izquierda comunista. Sin embargo, sólo desarrollaremos la cuestión de las luchas reivindicativas, puesto que ésta contiene uno de los principales aspectos en base a los cuales la CCI ha venido desarrollando una critica y una polémica con esta agrupación política.

Consideramos al PCI una organización política dentro del campo proletario, debido a la defensa de principios de fundamental importancia, como son la defensa intransigente de los intereses del proletariado como clase explotada en la sociedad capitalista; el reconocimiento del proletariado como clase revolucionaria, como aquella en quien descansa la responsabilidad histórica de destruir el capitalismo, lo cual abre la perspectiva del comunismo y la reivindicación del carácter internacional de la lucha proletaria.

También son posiciones expresadas por el PCI, el hecho de que estamos frente a una confrontación entre fracciones burguesas. Que como comunistas, defendemos en todo momento los intereses del proletariado venezolano y mundial.; que las fracciones burguesas en pugna han manipulado ideológicamente al proletariado para colocarlo tras sus banderas (nacionalismo, defensa de la democracia y la soberanía nacional), lo que ha costado muy caro en términos del desarrollo de su combatividad y consciencia de clase. Que ambas fracciones, en tanto que defensoras del capital, llevan por igual al proletariado a la pobreza. Que las raíces del hambre y el desempleo están en el régimen capitalista. Para ilustrar de una forma más precisa su posición, tenemos: «Por eso el proletariado consciente no lucha por cambiar un gobernante por otro, o un funcionario público por otro, o un patrón por otro. En vez de distraerse con banderas burguesas, el proletariado lucha contra el capitalismo. El proletariado no lucha por el cambio de un modelo de acumulación de capitales por otro, sino que combate por una nueva sociedad: la sociedad comunista.»

Estas afirmaciones, que compartimos con el PCI, son las que han estado a la base de las tomas de posición que hemos hecho en los últimos años, a propósito del gobierno chavista, pero sobre todo apoyados en un marco más global, marxista, que nos ha permitido comprender la situación actual venezolana desde un punto de vista histórico, caracterizado por la descomposición de las relaciones capitalistas de producción.

Es en ese contexto, de agudización de la crisis económica mundial y de descomposición del capitalismo, que se acentúan no sólo las medidas que implementa la burguesía para atacar las condiciones de vida del proletariado, sino también las pugnas entre las fracciones burguesas que se disputan el control del estado, como es el caso de Venezuela. Esta situación, la expresan los compañeros del PCI como sigue: «A lo largo de las confrontaciones entre las fracciones burguesas en Venezuela (que en lo político se expresan en el choque entre chavistas y antichavistas) la burguesía ha venido tomando medidas que descargan sobre los trabajadores los costos de la crisis capitalista. Devaluación monetaria, aumento de impuestos, caída del salario real, aumento del desempleo son los aspectos que destacan en la situación actual de los trabajadores.»

Hasta aquí consideramos que los compañeros mantienen una posición que se corresponde con un análisis marxista de la situación. Luego, ya al final de su hoja, introducen un elemento de confusión que contradice las posiciones que correctamente habían expresado, como es sembrar en el proletariado la ilusión en torno a una serie de reivindicaciones, las cuales podrían ser perfectamente posibles en la sociedad capitalista actual.

Estamos de acuerdo con el hecho de que el proletariado se resista, a través de sus luchas, a que la burguesía continúe profundizando a través de sus medidas económicas, la pauperización y los ataques a sus condiciones de vida. Sin embargo, proponer por ejemplo un «aumento lineal de salarios a 1000 $ mensuales»; una «reducción de la jornada de trabajo a 30 horas semanales, sin reducción de salarios»; o unas «jubilaciones a los 55 años con el pago del 100% del último salario devengado», como lo hacen los compañeros en su hoja, son cuestiones que requieren un análisis más riguroso emprendido desde el materialismo histórico, como método para analizar el desarrollo histórico del capitalismo, así como también de las condiciones en que se produce la lucha del proletariado en la etapa actual de decadencia capitalista.

 

La importancia de comprender lo que es la decadencia del capitalismo

La CCI ha hecho todo un desarrollo teórico acerca de la ascendencia y decadencia del capitalismo, apoyándose fundamentalmente en el aporte de marxistas de la talla de Rosa Luxemburgo. El concepto de decadencia no es una «elucubración» de la cual sólo la CCI sabría el secreto. Es el resultado de la aplicación del materialismo histórico, como método para el análisis de la sociedad. Este ha permitido ver el desarrollo del capitalismo a través de dos fases básicamente: una en la cual expande al globo sus relaciones de producción, lo que quedó expresado a través de la creación del mercado mundial y otra en la cual, conforme ha extendido su modo de producción a nivel planetario, va reduciendo los mercados que necesita para poder dar salida a sus mercancías.

Si bien a finales del siglo XIX el capitalismo mundial conoció un desarrollo importante, gracias entre otras cosas a la incorporación de mercados extra-capitalistas, con lo cual podía dar salida a sus mercancías y explotar algunas regiones del mundo como colonias (principalmente en África, Asia y América), ya para principios del siglo XX, las condiciones que habían permitido dicho desarrollo van a cambiar drásticamente. Y esto se debe fundamentalmente, al hecho de que el capitalismo como sistema ya se había repartido los principales mercados existentes en el mundo, con lo cual esa posibilidad de expansión del mercado llegaba a su límite. Este hecho se hizo patente con la primera guerra mundial, la cual expresó la lucha entre las principales potencias para producir un nuevo reparto de los mercados, apoyadas en la fuerza de las armas, destruyendo sistemáticamente un porcentaje importante de las fuerzas productivas creadas en el siglo anterior y llevando a la población europea, entre ella a un gran número de proletarios, a masacrarse en los campos de batalla, tras las banderas del nacionalismo.

Este hecho significó el fin de esa etapa ascendente para el capitalismo y marcó el inicio de su decadencia. Tal como lo expresamos en nuestro folleto La Decadencia del Capitalismo:»La primera guerra mundial puso de evidencia que el desarrollo alcanzado por el capitalismo a principios de siglo (XX) había llegado a ser demasiado importante con relación a las capacidades de absorción del mercado mundial. El reparto del planeta entero entre las principales potencias capitalistas quedaba rematado. Los entonces recién llegados al mercado mundial, Alemania y Japón por ejemplo, ya no podrían desarrollarse sin poner en entredicho el reparto existente, lo cual no podía hacerse ya sino mediante la guerra».

En este sentido, la crisis económica mundial capitalista (que se desarrolla ante nuestros ojos) , es una crisis de sobre producción, es decir, que expresa la contradicción fundamental del capitalismo, que se traduce en el hecho de que existe demasiada producción con respecto a las capacidades que tiene el mercado de absorberla (lo que tiene que ver también con la capacidad de consumo cada vez más restringida de las masas). Frente a esta situación, a cada burguesía no le queda otra alternativa, para tratar de subsistir en un mercado sobresaturado, que explotar de manera cada vez más sistemática y brutal la mano de obra de que dispone.

En esta etapa de decadencia que queda abierta con la primera guerra mundial, la posibilidad de obtener mejoras reales y sustanciales van a convertirse cada vez más en un imposible para la clase obrera, debido a la profundización de la crisis económica y la consiguiente exacerbación de la competencia entre las diferentes burguesías por sobrevivir en el mercado, lo que obliga a aplicar constantemente medidas para reducir los costos de producción, entre ellos el salario.

Durante el siglo XX , pero también en este siglo que inicia, de hecho lo que ha habido es un incremento de la pauperización y del desempleo. Incluso, el tan elogiado sistema de seguridad social que se estableció en los países europeos después de la segunda guerra mundial, esta siendo hoy desmantelado, a través por ejemplo, de la reducción de las pensiones y del aumento de la edad para jubilarse; esta situación ocasionó a finales del año pasado una serie de manifestaciones de miles de obreros en países como Francia y Austria, pero también en Brasil ,(ver en nuestro número anterior el artículo sobre la reforma de las jubilaciones en Francia); por otro lado, las reducciones de la jornada de trabajo que han ocurrido desde hace algunos años han sido acompañadas en realidad, por reducciones también de los salarios devengados.

Por consiguiente, lo que está hoy al orden del día, no es precisamente un mejoramiento de las condiciones de vida del proletariado venezolano, al igual como ocurre en todo el mundo. La demagogia y el cinismo que exhibe el gobierno actual al prometer acabar con la pobreza y con los principales problemas de la población (salud, educación, empleo) a través de sus misiones («robinson», «sucre», «vuelvan caras») constituyen una mentira y una manipulación para intentar desmovilizar al proletariado y mantenerlo fuera de su terreno de clase, obstaculizando el desarrollo de una consciencia que lo lleve a desenmascarar las verdaderas intenciones del gobierno burgués de Chávez Como hemos visto, el contexto de decadencia y descomposición que vive el capitalismo como sistema, hacen imposible cualquier mejoramiento de los niveles de vida de la clase obrera y población en general. Esta situación de desmejoramiento progresivo de nuestras condiciones de vida, ya la hemos vivido con los gobiernos anteriores y también la padecemos con Chávez, quien al igual que los gobernantes del pasado, es el encargado de gestionar el modo capitalista de explotación. De hecho, con el actual gobierno se han incrementado los niveles de pauperización, debido principalmente a un aumento vertiginoso del desempleo, el cual se ubica en un nivel aproximado de 22-25% que manejan entes no oficiales.

Los compañeros del PCI, a pesar de reivindicarse del marxismo, no han comprendido la diferencia entre la fase ascendente del capitalismo (etapa de expansión y conquista de nuevos mercados) y la fase de decadencia, la cual acabamos de explicar. Esta incomprensión, los lleva a asumir posiciones que los colocan peligrosamente cerca de la demagogia típica de los políticos burgueses , pero también de aquellos que componen la izquierda del capital, al presentar su lista de reivindicaciones como algo muy posible. Además, esta incomprensión lleva a otra igual de peligrosa que toca el aspecto de la consciencia de clase y que consiste en pretender que el proletariado está limitado sólo a luchas inmediatas de resistencia, lo que reduciría su lucha política a una mera lucha reivindicativa. De esta forma, el proletariado sería la masa que lucha por reivindicaciones económicas y el partido o la «elite intelectual», quien se encargaría de llevar la consciencia a las masas. La revolución quedaría así reducida a una caricatura, en la cual hay una masa que es dirigida y concientizada por una inteligentsia.

La clase obrera reúne condiciones que, a diferencia de las otras clases de la sociedad, la hacen una clase revolucionaria, entre ellas, el lugar que ocupa dentro de la producción capitalista (es la clase que produce los bienes o mercancías), el hecho de ser una clase explotada, lo que la lleva a vender su fuerza de trabajo a la burguesía para poder subsistir; también su capacidad de actuar como una clase que defiende los mismos intereses y por supuesto la capacidad de desarrollar una consciencia que le permita precisamente afirmarse como clase revolucionaria. En este sentido, hemos establecido en nuestro folleto Organización Comunista y Consciencia de Clase, lo siguiente: «Que la conciencia de clase sea esencialmente el fruto de la experiencia, de la lucha practica de la clase, implica que la actividad del conjunto del proletariado es irreemplazable. La conciencia revolucionaria, así como la emancipación política de los proletarios, es la obra de los obreros mismos. No tiene pues nada que ver con un conjunto de ideas rígidas, un amasijo de recetas preestablecidas y que son exteriores al proletariado. Así mismo la conciencia que toma el proletariado de su situación, no es una conciencia sobre un objeto exterior a él, sino una conciencia que tiene de si mismo. Es una conciencia de si. Esto significa simplemente que es tomando conciencia de su propia situación en el proceso de producción como el proletariado descubre la naturaleza del sistema capitalista en toda su complejidad y barbarie. Y esa toma de conciencia es siempre sinónimo de una lucha de clase. La conciencia de clase es pues simplemente la afirmación del proletariado como clase revolucionaria, el ser conciente.» El papel de las organizaciones revolucionarias es, en primer lugar, la defensa de los intereses del proletariado, pero también, impulsar a través de la clarificación teórica y del análisis de las experiencias de la lucha política de la clase obrera, el desarrollo de su conciencia revolucionaria. Para Marx y Engels nunca hubo realmente una separación entre lucha reivindicativa y lucha política. Eso significaría algo así como que habría una parte de la clase que se dedicaría a la lucha política y una que se dedicaría a la parte reivindicativa. Para el marxismo, la clase obrera siempre ha sido una clase políticamente revolucionaria, cuyo objetivo es la destrucción del sistema capitalista de producción.

 

¿Significa esto que el proletariado venezolano debe quedarse cruzado de brazos, sin manifestar ni un rasgo de indignación y de resistencia ante los ataques de la burguesía?

Definitivamente no. Hay que tomar en cuenta, que las luchas que el proletariado ha desarrollado han sido el crisol donde se ha venido forjando la consciencia de clase, la cual le permitirá actuar de manera unida, de probar su fuerza como clase , fortaleciendo así la perspectiva de la revolución y la destrucción del estado burgués, que es la verdadera tarea histórica de la clase obrera. Aunque en la actualidad, el proletariado venezolano a semejanza de sus hermanos de clase del mundo entero, ha sido golpeado no sólo en sus condiciones de vida, sino en su consciencia, debido a las campañas ideológicas que ha desarrollado la burguesía («muerte del comunismo, de la clase obrera, del marxismo») lo que ha debilitado su capacidad de respuesta, no debe renunciar a resistir los ataques del capital, pero buscando la unidad e identidad de clase y fortaleciendo la reflexión en sus filas, acerca de las verdaderas intenciones de la burguesía y sus campañas mentirosas, así como de la perspectiva de transformación social que representa, frente a un capitalismo en descomposición, que ya no garantiza el más mínimo bienestar y progreso a la humanidad. Por cierto, ya Marx a finales del siglo XIX, en su texto Salario, Precio y ganancia, planteaba las limitaciones de las luchas reivindicativas: «Al mismo tiempo, y aun prescindiendo por completo del esclavizamiento general que entraña el sistema de trabajo asalariado, la clase obrera no debe exagerar ante sus propios ojos el resultado final de estas luchas diarias. No debe olvidar que la lucha contra los efectos, pero no contra las causas de estos efectos; que lo que hace es contener el movimiento descendente, pero no cambiar su dirección; que aplica paliativos pero no cura la enfermedad. No debe, por tanto, entregarse por entero a esta inevitable guerra de guerrillas, continuamente provocada por los abusos incesantes del capital o por las fluctuaciones del mercado. Debe comprender que el sistema actual, aun con todas las miserias que vuelca sobre ella, engendra simultáneamente las condiciones materiales y las formas sociales necesarias para la reconstrucción económica de la sociedad. En vez del lema conservador de «¡un salario justo por una jornada de trabajo justa!», deberá inscribir en su bandera esta consigna revolucionaria: «¡Abolición del trabajo asalariado!» «.

Es cierto que la historia del movimiento obrero ha estado atravesada por luchas verdaderamente importantes, que van desde lo reivindicativo hasta la conformación de organizaciones políticas. Lo que el proletariado no debe perder de vista es que las luchas reivindicativas no constituyen un fin en si mismas. Las proposiciones del PCI se hacen sin tomar en cuenta el contexto histórico actual de decadencia del capitalismo lo acercan de manera oportunista, a las posiciones de los grupos izquierdistas que plantean consignas «radicales» en el seno de la clase para intentar mantener sus movilizaciones en el marco de los intereses del capital nacional. En este contexto, el ataque a las condiciones de vida y sobre todo del salario, constituyen una necesidad para la burguesía para tratar de mantener a flote su sistema .

Las burguesías del mundo entero se ven en la necesidad de reducir sus costos laborales, tanto a nivel público como privado y Venezuela no escapa a esta realidad. Sería un absurdo pensar que los capitalistas podrían sacrificar su ganancia para «beneficiar» al proletariado; al contrario de lo que expresan algunos políticos de la burguesía venezolana, muy «humanitarios» no se trata de un «capitalismo más bueno» versus un «capitalismo más malo». Se trata de un sistema que tiene sus propias leyes de funcionamiento y que no son precisamente, aquellas que tienen como objetivo la satisfacción de las necesidades de la humanidad y su bienestar.

Augusto

Vida de la CCI: 

  • Correspondencia con otros grupos [9]

Cuestiones teóricas: 

  • Comunismo [10]

Es necesaria y posible la reflexión basada en posiciones de la clase obrera

  • 3302 lecturas

La constatación de la creciente agravación de la situación económica, política y social, no sólo en Venezuela, si no a nivel mundial, plantea de manera permanente a trabajadores y elementos de otros sectores de la población, un conjunto de reflexiones, en busca de una clarificación, una salida, que inevitablemente les lleva a moverse entre dos polos opuestos: por un lado, los planteamientos ideológicos defendidos por los partidos y grupos políticos de la burguesía, de derecha o izquierda; y por el otro, las posiciones defendidas por las organizaciones políticas del proletariado, que defienden el comunismo como única salida a la barbarie capitalista.

En efecto, el mundo mejor que nos ofrecieron dirigentes e ideólogos de la burguesía mundial, después del derrumbe del bloque ruso en 1989, que preveía la apertura de un período sin guerras y que abriría para la humanidad los beneficios de la democracia, se derrumba a pedazos. En los 15 años que nos separan de ese acontecimiento histórico, no sólo padecemos guerras, genocidios y hambrunas de envergadura, sino que la humanidad está viviendo algo inédito: el avance del terrorismo a nivel mundial, no sólo aplicado por los fundamentalistas al estilo de Al Qaida, sino por los propios estados capitalistas, con los Estados Unidos a la cabeza; donde la mayoría de las veces las víctimas son proletarios o sus familias, como lo muestran los recientes atentados en Madrid y en el propio Irak, donde la población está atrapada entre las tropas aliadas y los terroristas iraquíes. Por otra parte, la agudización de la crisis del capitalismo no sólo pauperiza a millones de seres humanos de los países de la periferia del capitalismo, sino que asistimos a mayores ataques a las condiciones de vida del proletariado de los países centrales, por ejemplo, mediante la desmejora de los regímenes de jubilaciones y pensiones que existen después de la Segunda Guerra Mundial.

Concientes de esta tendencia a la reflexión, nuestra organización ha entrado en contacto con algunos de estos elementos o grupos, quienes nos han invitado a participar en su proceso de reflexión. Un grupo de estos elementos lo integran estudiantes universitarios, quienes se encaminan a conformar un círculo de discusión animado por un ex militante de nuestra organización. Aunque la motivación inicial para agruparse han sido preocupaciones propias del medio estudiantil, los compañeros se plantean la necesidad, apoyados por nuestro contacto, de discutir problemas sociales y en particular la situación de la clase trabajadora. En este sentido se han planteado cuestiones tales cómo: ¿qué es la izquierda?, ¿cuál es el carácter de clase de estas organizaciones?, ¿cuál es su origen histórico? Este grupo de elementos ha mostrado su disposición a proseguir la discusión y la clarificación, aspecto altamente positivo que les abre las puertas para conocer las posiciones de clase del proletariado, superando el estrecho marco de las preocupaciones del medio estudiantil.

Otro grupo lo conforma un núcleo de trabajadores que desde hace varios años realiza trabajo político en algunas comunidades cercanas a su sitio de trabajo. Sostienen con frecuencia discusiones sobre la situación nacional e internacional y conocen las publicaciones de la CCI en lengua española. Estos compañeros, a pesar de estar fuertemente influenciados por el izquierdismo, situación que lleva a algunos de ellos a simpatizar con el «proyecto chavista», muestran una muy buena disposición a la discusión, están abiertos a confrontar sus posiciones, y han mostrado un interés particular por conocer la historia del movimiento obrero.

Son innumerables las dudas que se presentan a este núcleo: ¿dónde está la clase obrera y cómo está conformada?, ¿en qué momento la clase obrera perdió su perspectiva revolucionaria?, ¿cuál es el peso del interclasismo?, ¿cuál es el carácter proletario de las movilizaciones en Argentina?, ¿ha sido capaz el capitalismo de superar sus crisis económicas?, ¿qué pasa con las guerras imperialistas, cuando existe un sólo imperialismo, el de Estados Unidos?, ¿cuál es la importancia de la teoría para la intervención de los revolucionarios?, ¿qué actitud asumir ante el terrorismo?; etc. Estas interrogantes son la evidencia de la cantidad de reflexiones que están dando en el seno del proletariado, del cual los compañeros son una pequeña expresión en Venezuela.

En las discusiones hemos insistido en que para comprender e intervenir en la situación actual desde una perspectiva proletaria es fundamental dotarse de un marco que dé una visión global, sustentado en el materialismo histórico, es decir, en el marxismo, que nos permita comprender los acontecimientos de una manera global, no localista. Este marco permite comprender que la crisis económica que se vive en Venezuela, es consecuencia de la crisis mundial de sobreproducción que vive el capitalismo desde finales de los años 60; que la comprensión de las causas de la crisis económica actual, es el basamento para comprender las convulsiones que se dan en los planos económico, político y social.

Saludamos este proceso de reflexión, el cual consideramos forma parte del proceso de búsqueda de una conciencia de clase proletaria, que por ahora se expresa de manera tímida y limitado en algunos grupos y elementos, debido al nefasto peso de la campaña ideológica de «muerte del comunismo y del marxismo» y «desaparición» de la clase obrera como clase revolucionaria, emprendida por la burguesía mundial después de la caída del bloque ruso en 1989.

De nuestra parte, damos pleno apoyo a estas manifestaciones de la clase, que se manifiestan en Venezuela y en muchos otros países. Estamos dispuestos a contribuir con su desarrollo, defendiendo en su seno nuestro marco programático y nuestro análisis, basado en el marxismo, es decir, haciendo uso del método materialista histórico. Lo hacemos, no por que seamos democratistas, sino porque ha sido una tradición dentro del movimiento obrero la confrontación de las ideas cómo única forma de desarrollo de la conciencia de clase; y, la dramática situación actual exige que la clase obrera desarrolle su conciencia de clase histórica, que tome conciencia que su futuro, así como el de la humanidad toda depende de su capacidad de desarrollar su lucha revolucionaria que acabe con el capitalismo decadente y en descomposición

AR. 30-03-04

Herencia de la Izquierda Comunista: 

  • La conciencia de clase [11]

URL de origen:https://es.internationalism.org/internacionalismo/200512/323/internacionalismo-n-52-mayo-2004

Enlaces
[1] https://es.internationalism.org/tag/2/29/la-lucha-del-proletariado [2] https://es.internationalism.org/tag/3/47/guerra [3] https://es.internationalism.org/tag/situacion-nacional/venezuela [4] https://es.internationalism.org/tag/corrientes-politicas-y-referencias/chavismo [5] https://es.internationalism.org/tag/3/48/imperialismo [6] https://es.internationalism.org/tag/noticias-y-actualidad/foros-sociales [7] https://es.internationalism.org/tag/situacion-nacional/argentina [8] https://es.internationalism.org/tag/geografia/america-central-y-sudamerica [9] https://es.internationalism.org/tag/vida-de-la-cci/correspondencia-con-otros-grupos [10] https://es.internationalism.org/tag/3/42/comunismo [11] https://es.internationalism.org/tag/2/40/la-conciencia-de-clase