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La confrontación que desde años mantienen las facciones burguesas de la oposición y el chavismo en Venezuela, ha sufrido un salto cualitativo desde inicios de 2019. Se produce en un contexto de una agudización sin precedentes de la crisis económica y social, cuyo signo más evidente es el incremento de la miseria que vive gran parte de la población, pero también en un escenario donde se agudiza la rivalidad entre las grandes potencias en el cual también actúa la llamada “comunidad internacional”, unas dando su apoyo abierto al régimen de Nicolás Maduro, otras al proclamado presidente interino Juan Guaidó. Son los EEUU quienes han marcado la pauta, quienes tras reconocer a Guaidó como presidente de Venezuela, han desatado una estrategia más intensa y de mayor amplitud que se propone sacar definitivamente a Nicolás Maduro del poder, cuya amenaza no excluye, tal como lo han planteado altos funcionarios y el mismo Donald Trump, una intervención militar de los EEUU, utilizando como justificación la “ayuda humanitaria”. Las reacciones de apoyo a Nicolás Maduro han venido sobre todo de países como Rusia y China, principales aliados del chavismo. No podemos excluir que la tensión actual desemboque en una guerra entre las grandes potencias, cada cual utilizando sus peones locales (Maduro y Guaidó); sin embargo, más que una confrontación militar directa entre las grandes potencias, el peligro potencial lo encierra la utilización de la población y los trabajadores como carne de cañón en una guerra entre bandidos, con el saldo de un mayor derramamiento de sangre. Los más de 40 muertos y la represión brutal sobre la población (más de 900 detenidos, solo en las dos últimas semanas de enero) son apenas una pequeña muestra.
Ante esta escalada de la confrontación entre las facciones burguesas de derecha e izquierda en Venezuela, que trasciende las fronteras de ese país, es importante y urgente llamar al proletario venezolano y mundial a comprender el peligro inminente de esta situación de una masacre en sus filas, a no cerrar filas con ninguna de las facciones internas o externas del capital, a mantenerse en su terreno de clase y a rechazar este engranaje infernal de caos y barbarie en que se hunde la región, expresión de la descomposición en que se sume el capitalismo[1].
El surgimiento de Guaidó: una estrategia “made in USA”
La emergencia de Guaidó no surge de la nada; su aparición repentina ha sido preparada escrupulosamente por EEUU, con el apoyo de miembros de la oposición venezolana en ese país y países de la llamada comunidad internacional (Grupo de Lima, con la excepción de México), que apoyan la estrategia de EEUU contra el régimen de Maduro. La agresiva y decidida acción de EEUU contra Maduro se ha reforzado a nivel geopolítico ya que se apoyó en el triunfo de Jair Bolsonaro en Brasil (a cuyo triunfo hizo grandes aportes). No es por casualidad que la primera declaración conjunta de Mike Pompeo (secretario de Estado de EEUU en el acto de asunción de Bolsonaro) fue de luchar contra el “socialismo” y restablecer la democracia en Venezuela. De esta manera Venezuela queda bloqueada por sus fronteras más importantes, la del oeste por Colombia (principal aliado de EEUU en sur América) y del sur por Brasil. Varios países de la UE acaban de dar también su reconocimiento a Guaidó, aunque intentando desarrollar una política propia de intervención a través del llamado “Grupo de Contacto” que intenta debilitar la acción de EEUU.
Esta reacción enérgica de los EEUU y sus aliados en la región, aprovecha el telón de fondo creado por la emigración de venezolanos huyendo de la miseria y la barbarie impuesta por el régimen burgués de izquierda del chavismo-madurismo (la cual, según la ONU, ya supera los 4 millones de migrantes).La oposición venezolana se lanza a esta ofensiva contra Maduro (la misma, que debido a sus conflictos de intereses y a la descomposición en sus filas, abrió el camino para el ascenso del aventurero Chávez en 1999), aprovechando las protestas de indignación obrera y de la población, las cuales no tienen las fuerzas para enfrentar de forma cohesionada al régimen chavista y a los sectores burgueses de oposición, debido a la división creada por la confrontación política entre facciones del capital[2].
Los sectores de oposición, debilitados por los conflictos de intereses en su seno, ahora pretenden cohesionarse detrás de la figura de Guaidó, en otra aventura que consigue apoyo dentro de la población debido a la desesperación ocasionada por el hambre y la miseria. La actuación de la mayoría de la burguesía regional y mundial que ahora va contra Maduro, evidencia la hipocresía de las clases explotadoras, que ahora hablan de “respeto a la condición humana”, después de alabar al Chávez “defensor de los pobres”, que supuestamente logró “sacar de la pobreza e invisibilidad” a millones de pobres en Venezuela y repartía dádivas a la población gracias a los altos precios del petróleo, mientras consolidaba las bases para la barbarie que se vive hoy, enriqueciendo a las cúpulas militares y civiles que hoy defienden sus privilegios a sangre y fuego[3].
Por su parte, el régimen chavista se declara “socialista” y “revolucionario”, cuando en realidad lo que ha implantado en Venezuela es un régimen de capitalismo de Estado a ultranza, al estilo de los regímenes dictatoriales de Cuba, China, Corea del Norte o del llamado “socialismo árabe”[4]. El régimen se declaró en lucha contra el “neoliberalismo salvaje”, pero los efectos de su “socialismo” han sido igualmente devastadores para la población: la pobreza extrema alcanza al 61, 2% de la población y la pobreza medida por ingreso familiar al 87%, más del 10% de la población infantil sufre desnutrición severa, en 2017 murieron entre 5 y 6 niños por semana, por causas de malnutrición y enfermedades, entre 2017 y 2018 la hiperinflación superó el 1.000.000%, lo que ha pulverizado el salario, además de que el chavismo eliminó en la práctica las contrataciones colectivas, instaurando además un régimen represivo dentro de los centros laborales.
Estos modelos de gestión del capital como el régimen chavista son regímenes que nada tiene que ver con el comunismo por el que lucharon Marx, Engels, Lenin, Rosa Luxemburgo, quienes plantearon acabar con el Estado burgués (fuere gobernado por la derecha o la izquierda) y el fin de las leyes ciegas del modo de producción capitalista. Debemos tener presente que ni la izquierda del capital ni la derecha burguesa pueden dar salida a la crisis del capitalismo en descomposición: vemos por ejemplo cómo la derecha en Argentina, después de desplazar a los gobiernos de izquierda de los Kirchner, ahora está sumida en una crisis mucho peor que descarga sobre los trabajadores. Lo mismo sucederá con el gobierno de Bolsonaro en Brasil.
Tanto el chavismo y sus adláteres izquierdistas de la región y el mundo, así como las diferentes oposiciones de centro y derecha, han tratado denodadamente, esparciendo toda clase de mentiras y confusiones, de deformar, cuando no de querer borrar completamente, la herencia histórica y teórica del marxismo y las enseñanzas que han dejado las luchas de los trabajadores, bien cuando se autoproclaman “marxistas”, bien cuando se identifica al “socialismo siglo XXI” como “comunista”. Todas han intentado mantener su dominación de clase; ahora es el turno de la derecha y centro derecha, diciendo que hay que extirpar de Latinoamérica al “comunismo”, con el cual identifican al chavismo o al castrismo.
Las grandes potencias atizan el caos en la región
Como ya se ha mencionado, Guaidó ha sido promocionado por EEUU para lograr restablecer un control lo más estrecho posible sobre su patio trasero. China, con su penetración en América Latina y otros países del mundo, y ahora con el vasto programa llamado “Ruta de la Seda”, pretende no solamente una ampliación de los mercados a su alcance sino igualmente una implantación estratégica imperialista a escala mundial. Utilizando los medios económicos, China trata de lograr una red imperialista de dimensión mundial para deshacer el cerco que desde Obama EEUU había tejido a su alrededor (Japón, Corea del Sur, Filipinas, India etc.). En ese sentido las alianzas con Venezuela, Ecuador, Nicaragua etc., tienen mucha importancia para las ambiciones imperialistas de China. La “operación Guaidó” por parte de EEUU supone un contra - ataque que se suma a las posiciones ganadas en Argentina, Brasil y a la fidelidad tradicional de Colombia.
El primer paso de la operación imperialista de EEUU es el despliegue de la llamada Ayuda Humanitaria. Es el colmo del cinismo y la hipocresía que se utilice el hambre, la carestía de medicinas, la situación desesperada de millones de trabajadores y explotados en Venezuela para llevar la primera fase de su estrategia contra el régimen de Maduro. Los camiones que portan alimentos y medicinas y que se estacionan en el famoso puente de las Tienditas en la ciudad colombiana de Cúcuta son el equivalente de los misiles y los bombarderos. Con ellos, el imperialismo americano trata de poner en una posición incómoda a su rival imperialista chavista: rechazar la comida y las medicinas para la población hambrienta. Ambos, americanos y chavistas, los de Guaidó y los de Maduro, se muestran en su repugnante cinismo. Los primeros explotando el hambre de la población como arma de guerra, repitiendo una operación que en 1998-99 realizó Clinton en Serbia donde toneladas de alimentos fueron lanzados desde aviones para debilitar al régimen rival de Milosevic o una maniobra similar en Haití en 2004[5]. Los segundos, con Maduro a la cabeza, rechazando la ayuda demostrando con ello lo que es una evidencia: les importa un comino el hambre y los sufrimientos inenarrables de la población.
Maduro va a resistir lo más posible y, sin duda, China y Rusia harán lo imposible para respaldarlo. Hasta ahora el ejército y las fuerzas represivas han cerrado filas con el chavismo. Lo que ahora se pretende es ir debilitando esa adhesión “inquebrantable” del aparato militar-represivo hacia Maduro. Al llevar a cabo esta operación desestabilizadora el peligro de enfrentamientos armados se dibuja en el horizonte. Dados los envites imperialistas y el grado elevado de descomposición ideológica, política, económica y social que se desarrolla en Venezuela, existe un potencial real para acabar incluso en una guerra civil o, al menos, en una situación de sucesivas confrontaciones con repetidos baños de sangre, lo que provocará una espiral creciente hacia el caos y una multiplicación de enfrentamientos en todos los sentidos que pueden acabar colapsando el país y la región. Esta perspectiva es alimentada, además, por la información suministrada por el Observatorio Venezolano de la Violencia, en el sentido que existen en el país 8 millones de armas de fuego ilegales, además no hay datos precisos del número de armas en manos del hampa organizada, a lo que se suma la amenaza del gobierno chavista de entregar 500 mil fusiles a sus milicias.
El éxodo masivo de la población venezolana, hacia países de la región como Colombia, Brasil, Argentina, Chile, Ecuador y Perú (con caravanas de caminantes similares a las que se producen desde Honduras a Estados Unidos) constituye también un factor de propagación del caos. Es un problema que no se puede subestimar y lo que responden las burguesías de los países más afectados lanzando campañas racistas y xenófobas concebidas como barrera contra el caos[6].
Solo el proletariado representa una alternativa de futuro para la humanidad
La crisis del capitalismo es indetenible, se nutre día a día de las propias contradicciones del régimen capitalista. Por ello, la salida a la crisis que viven los explotados solo será posible por la unión de los proletarios de Venezuela, la región y del mundo. En el actual período de descomposición del capitalismo, no hay país en el mundo que no esté amenazado de padecer la barbarie que se vive en Venezuela. Ni los populismos de izquierda ni de derecha, ni los defensores del neoliberalismo representan una salida.
Los trabajadores en Venezuela deben rechazar cualquier enrolamiento en las filas de las facciones en pugna, rechazando los cantos de sirena de la burguesía opositora convocando tras de su lucha a las masas explotadas; de la misma forma, no caer en las redes de los partidos, grupos y sindicatos de izquierda e izquierdistas que se oponen al régimen, como los del llamado “chavismo sin Chávez”, que pretenden implantar su versión burguesa de izquierda de un régimen de explotación similar al de Maduro.
Hemos visto que en Venezuela ha habido un gran número de protestas durante el régimen chavista. Solo en 2018 se contabilizaron más de 5,000 manifestaciones (un promedio de 30 protestas diarias), la mayoría de ellas para exigir derechos sociales como comida, agua, servicios y mejores salarios. Destacan en estos últimos años, las luchas de médicos y enfermeras, quienes se han atrevido a desafiar a las fuerzas represivas del Estado, pero también han mostrado una solidaridad muy propia de la clase, al identificarse con los pacientes que no tienen medicinas ni posibilidades de atención, llamando a la unidad con otros sectores, como los maestros y profesores. Sin embargo, estas luchas no han estado al margen de la penetración de las organizaciones sindicales y gremiales con el fin de controlarlas y sabotearlas, aunque es de destacar el hecho de que ha habido una tendencia a rechazar tanto al chavismo como a la oposición, para intentar ser más autónomos en sus luchas. Los trabajadores deben proseguir sus luchas contra el régimen de explotación burgués en su propio terreno. En su combate, los trabajadores deben intentar traer tras de sí a otras capas no explotadoras; solo el proletariado tiene la capacidad de transformar la indignación social en una verdadera propuesta política de transformación social.
Las organizaciones revolucionarias que se reivindican de la izquierda comunista, así como las minorías más politizadas de Venezuela, la región y el mundo, debemos llamar al desarrollo de un movimiento sobre bases proletarias de solidaridad y lucha con las masas explotadas que viven situaciones como la venezolana en cualquier parte del orbe. El proletariado mundial tiene la respuesta a esta perspectiva de hundimiento en la barbarie; por eso, debe defender con uñas y dientes su autonomía de clase que supone rechazar a todos los bandos en conflicto y afirmar sus propias reivindicaciones como clase; luchar por la unidad de todos los trabajadores debe edificarse en torno a la consigna: ¡Nativa o Extranjera, la Misma Clase Obrera!
Corriente Comunista Internacional 12-2-19
[1] Para comprender en profundidad y en su alcance histórico, esta noción, “descomposición del capitalismo”, ver nuestras "TESIS SOBRE LA DESCOMPOSICION".
[2] Ver https://es.internationalism.org/revolucion-mundial/201709/4233/crisis-en-venezuela-el-proletariado-expuesto-a-la-miseria-al-caos-y-l
[4] Hemos denunciado en numerosas ocasiones la Gran Mentira del siglo XX que es el supuesto “comunismo” de países como la URSS, China, Cuba, Corea del Norte. Ver La experiencia rusa: propiedad privada y propiedad colectiva, https://es.internationalism.org/revista-internacional/200712/2119/la-experiencia-rEEUU-propiedad-privada-y-propiedad-colectiva , También Cinco preguntas sobre el comunismo, https://es.internationalism.org/accion-proletaria/200510/246/5-preguntas-sobre-el-comunismo y https://es.internationalism.org/revolucion-mundial/200911/2684/a-20-anos-de-la-caida-del-estalinismo-la-urss-fue-capitalismo-de-esta
[5] Ver Tras las grandes operaciones «humanitarias», las grandes potencias desencadenan la barbarie imperialista, https://es.internationalism.org/revista-internacional/201106/3145/situacion-internacional-tras-las-grandes-operaciones-humanitarias- , Haití: Detrás de la “ayuda humanitaria”, hipocresía burguesa y confrontación imperialista, https://es.internationalism.org/internacionalismo/201003/2776/haiti-detras-de-la-ayuda-humanitaria-hipocresia-burguesa-y-confrontaci
[6] Ver Migraciones en Latinoamérica: solo el proletariado puede parar la barbarie del capitalismo en descomposición, https://es.internationalism.org/content/4377/migraciones-en-latinoamerica-solo-el-proletariado-puede-parar-la-barbarie-del