El Capitalismo lleva a la humanidad a la muerte, ¡el proletariado tiene la fuerza para destruirlo!

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Por cuarto año consecutivo la esperanza de vida en los Estados Unidos ha disminuido. "Esta es la primera vez que vemos una tendencia a la baja desde la gran epidemia de gripe de 1918" – según Robert Anderson, jefe de estadísticas de mortalidad del Centro Nacional de Estadísticas de Salud. Las causas: la plaga de sobredosis de droga que mató a cerca de 70.000 estadounidenses en el 2017, signo de un suicidio colectivo ante una sociedad sin futuro, pero también, de una pobreza devastadora; además, de una contaminación que causa la explosión de enfermedades respiratorias y del sistema nervioso central, de una dieta industrial cercana a un envenenamiento masivo, y, también, de un sistema de atención deteriorado... Los Estados Unidos no son la excepción, una gran parte de los países desarrollados están también preocupados. Todos los estudios recientes apuntan a "una disminución significativa de la esperanza de vida en doce países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE)".

Se trata de un símbolo de la dinámica mortífera del capitalismo. Mientras que el conocimiento científico continúa desarrollándose, y que los recursos técnicos y tecnológicos crecen continuamente, el capitalismo impone a la humanidad una división del mundo en naciones y clases, establece relaciones sociales de producción basadas en la explotación, y realiza un confinamiento de la actividad humana en la búsqueda de beneficio por medio de la competencia de todos contra todos. Este sistema es hoy obsoleto. Pero, para perdurar, hace agonizar a toda la humanidad.

En América Central y del Sur, la miseria y la violencia son tales que miles de personas huyen y se unen para protegerse mutuamente. Solidarios, forman caravanas para caminar miles de kilómetros desde Guatemala, Honduras, Nicaragua, Costa Rica... cruzando todo México hacia los Estados Unidos enfrentando miles de peligros. Los que llegan a la frontera de los Estados Unidos se enfrentan con un muro, alambre de púas, un ejército autorizado a disparar, milicias fanáticas y asesinos, para luego... ¡caer en los campos de detención![1] En diciembre, dos niños de 7 y 8 años murieron por deshidratación, en el corazón de los campos norteamericanos, ¡sobre los brazos de sus padres!

"Se cuentan hoy en día entre setenta y setenta y cinco muros construidos o anunciados para construir en todo el mundo, que se extienden a lo largo de aproximadamente 40,000 kilómetros", dice Élisabeth Vallet, politóloga canadiense de la Universidad de Quebec en Montreal. Un mundo hecho de paredes y alambre de púas es a lo que conduce esta sociedad en descomposición.

En Francia, frente al desarrollo de la pobreza, una parte de la población reaccionó gritando su ira. El movimiento de "chalecos amarillos" agrupó – detrás de una pequeña burguesía aplastada y agotada– unos pocos cientos de miles de trabajadores precarios, desempleados, jubilados, pero también artesanos y agricultores. Reuniéndose en las rotondas, los peajes de las autopistas, en algunos estacionamientos, instalaron carpas, hicieron barbacoas, etc. En los últimos días, entre Navidad y Año Nuevo, hubo una sensación palpable entre estos grupos –dispersos por un puñado de unas pocas docenas de personas – de estar juntos para calentarse, para mantenerse unidos. Hay algo en común con las caravanas de migrantes de América Central: la necesidad de agruparse en un mundo en decadencia. Sin embargo, en estas rotondas también había banderas tricolores, se cantaba la Marseillesa, se realizaban discusiones encerradas en la afirmación de la "iniciativa ciudadana del referéndum", además, existía un temor o incluso un rechazo a los "migrantes". La derogación de la ley del "matrimonio para todos", que permite a los homosexuales casarse desde 2013, es incluso uno de los reclamos más populares entre los "chalecos amarillos". De hecho, este movimiento subraya una vez más el impasse del interclasismo[2]. Si el proletariado no desarrolla su lucha de manera autónoma con sus métodos (especialmente las asambleas generales soberanas), si no establece sus propias demandas sobre el terreno económico ante el deterioro de sus condiciones de vida y de trabajo y, en fin, si no establece su perspectiva política (el derrocamiento del capitalismo y sus Estados), toda la ira de la población estará condenada a perderse en protestas estériles, o peor, estará portando los estigmas más nauseabundos de esta sociedad (nacionalismo, racismo, homofobia, violencia ciega ...).

El proletariado mundial, y más particularmente el de Europa, tiene una gran responsabilidad sobre sus hombros. Debido a la inexorable agravación de la crisis económica mundial, los trastornos por venir[3] generarán cada vez más miseria e ira.

Depende del proletariado asumir la tarea histórica de organizar y dirigir la lucha de las masas, depende del proletariado derrocar al capitalismo y abrir a toda la humanidad una perspectiva distinta a la del capitalismo decadente y bárbaro: una sociedad sin clase ni nación, sin explotación ni guerra. Para ello, el proletariado debe recuperar la confianza en sus propias fuerzas. Su historia prueba que él es capaz de hacerlo. Ya ha sacudido a la burguesía muchas veces[4]. La memoria de todas estas experiencias es absolutamente vital para el futuro. ¡Porque el futuro pertenece a la lucha de clases!

 

Jacques, 4 de enero de 2019

 

[1]Leer en el sitio nuestro artículo: “Migración en América Latina: solo el proletariado puede detener la barbarie del capitalismo en descomposición.”. https://es.internationalism.org/content/4377/migraciones-en-latinoamerica-solo-el-proletariado-puede-parar-la-barbarie-del

[3]Leer en el sitio Web en francés nuestro artículo sobre la crisis económica. https://fr.internationalism.org/content/9832/crise-economique-mondiale-pire-encore-devant-nous

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